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El Prontuario de Alvaro Uribe Velez
El Prontuario de Alvaro Uribe Velez
Idolatrado por la opinión y sin embargo envuelto cada vez más en alegatos y
contra-alegatos que bordean el Código Penal, el declive del hoy ex presidente
bien podría ser “la noticia del año” en Colombia. Crónica rigurosa y detallada
de los motivos y de las evidencias que parecen tener entre los palos a esta
figura cardinal en nuestra historia.
Un ex a la defensiva Álvaro Uribe es un guerrero que — tras ganar todas sus
batallas a lo largo de cuatro décadas — comenzó a perderlas todas este año.
Desde 1976, desarrolló una carrera política imparable marcada por una
obsesión: la derrota de las guerrillas. Imparable hasta el 26 de febrero de
2010. Ese día cinco magistrados frenaron su segunda reelección y pararon en
seco la fulgurante carrera del colombiano que ha ocupado la Presidencia por
más tiempo.
El 8 de agosto de 2010, al día siguiente de entregar el poder, amaneció en su
casa de campo de Rionegro. Era domingo, pero como de costumbre, se
levantó temprano y empezó a organizar su vida en cajas de cartón. Las
elecciones regionales lo mantuvieron ocupado hasta octubre, pero sigue
durmiendo solo cuatro o cinco horas diarias: “me levanto, prendo ese
teléfono celular y veo algo malo contra el gobierno y pasó preocupado todo
el día”, confesó [1].
Los últimos días han sido particularmente densos en malas noticias para
Uribe: un viceministro de Agricultura aceptó cargos y va a colaborar con la
justicia en el caso Agro Ingreso Seguro (AIS); un exdirector de la Dirección
Nacional de Estupefacientes (DNE) fue capturado por montar una “empresa
criminal” para beneficiarse de los bienes confiscados a la mafia; fue hallado
culpable un abogado implicado en un complot contra la Corte Suprema y que
favorecía a Uribe; su jefa de inteligencia es solicitada en extradición al
gobierno de Panamá…
Y se podría seguir así enumerando su verdadera hecatombe a lo largo de los
últimos 16 meses: el primo hermano con quien se inició en la política desde
1985 y su primer director de inteligencia, condenados; su ministro preferido
y su secretario general, presos. Todos acusados de violaciones a los derechos
humanos o de corrupción. Su última aparición pública fue particularmente
desafortunada. Un vídeo filtrado donde insta a miembros de la oposición
venezolana a actuar en contra de su sucesor, Juan Manuel Santos, elegido
por su propio partido, el de la U. Por Twitter acusó de robo al periodista que
reveló el contenido de esa reunión secreta. ¡Ah, la tentación de Twitter! Él
mismo reconoce ser un tuitero compulsivo. “Ayer, por ejemplo, mandé 14”.
Cuando no está twitteado, Uribe está ripostando a sus críticos, a sus
contradictores, y cada vez más, a fiscales y a jueces. En 2011 tuvo que
testificar tres veces e incluso un juez amenazó con hacerlo conducir por la
Policía, luego de incumplir varias citaciones. La evidencia acumulada por las
autoridades demuestra que en 2012 continuará, a sus sesenta años,
cumpliendo la tarea que él mismo se ha impuesto: estar “a toda hora en la
primera línea de lucha y de la defensa de mi gobierno”.
Pero no son sólo los hechos ocurridos en su largo mandato de 2.922 días los
que lo mantendrán dando explicaciones a las autoridades. Su carrera política
se caracteriza por una serie de relaciones y acontecimientos aún sin aclarar y
que develan la trayectoria de un dirigente regional y luego nacional, que
terminó cediendo a la tentación autoritaria, en ocasiones, bordeando los
límites del código penal.
Gobernador de Antioquia
Uno de los capítulos más controvertidos de la vida política de Uribe fue su
paso por la gobernación de Antioquia, que ganó por apenas 4 mil votos en
unas debatidas elecciones. Desde allí golpeó con mucha fuerza a las
guerrillas. El modelo de las Convivir, concebidas por el Ministro de Defensa
Rafael Pardo y puestas en marcha por su sucesor, Fernando Botero, se
expandió a casi todos los municipios de Antioquia. Mancuso ha señalado que
se reunió con Carlos Castaño y el secretario de Gobierno de Uribe, Pedro
Juan Moreno, para planear operaciones conjuntas. La masacre de El Aro en
1996 es el caso donde hay quizá mayor evidencia sobre esa colaboración.
Según Mancuso y Francisco Villalba (quien comandaba el grupo paramilitar),
la acción fue coordinada con Moreno y con el General Carlos Ospina. De
hecho, hay testimonios acogidos en una sentencia de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, según los cuales dos helicópteros, uno de la
gobernación y otro del ejército, sobrevolaron el caserío durante el operativo
y uno de ellos habría traído pertrechos a los paramilitares.
Ese año hubo otras 54 masacres en Antioquia, muchas de ellas relacionadas
con Convivir aprobadas y defendidas con ahínco por Uribe. De las 48 que
recibieron personería jurídica y fueron autorizadas a operar oficialmente en
el departamento, al menos Acepal, Los Girasoles, Las Garzas, Los Sables, Las
Guacamayas, Renacer y Del Oriente aparecen en procesos judiciales
vinculados con violaciones a los derechos humanos. Otra, Horizonte Ltda,
operó sin problema pese a que su representante legal era el mismísimo
Salvatore Mancuso.
Ese modelo se aplicó con especial severidad en la región bananera y fue
parte integral de la estrategia llamada “Pacificación de Urabá”. “Dejamos a
Urabá en un clima de paz laboral, los empresarios han podido regresar” dijo
alguna vez Uribe al hablar de estos cargos. Los homicidios en la región
pasaron de 600 en 1994 a 1.431 en 1996. Como lo expresó en su momento
Carlos Castaño, fueron años terribles: “Cada fin de semana los grupos
armados nos contestábamos entre sí con ejecuciones masivas de
colaboradores o simpatizantes. Creo que allí fallecieron tanto inocentes
como culpables”.
Victoria en el 2002
Por ese entonces Pastrana trataba de conducir un proceso de paz con la
guerrilla en El Caguán, mientras desde el nordeste del país venía la
arremetida ‘para’; su estrategia de la época combinó las masacres con la
captura de rentas y las alianzas políticas. Ese tinglado daría sus frutos en las
elecciones de 2002 [6].
Después de su controvertida gobernación, Uribe se autoexilió en Oxford.
Regresó al país en 1999. En abril de ese año y de manera informal, lanzó su
candidatura a la Presidencia durante un homenaje que el mismo le rindió al
destituido general Del Río, en compañía de Fernando Londoño, Jorge Visbal
Martelo y Plinio Mendoza. Uribe sostuvo esa noche en el Hotel Tequendama:
“Nadie mejor que el general del Río comprendió que a Urabá había llegado la
hora. Es un buen ejemplo para los soldados y policías de Colombia”. Casi tres
años después, el candidato independiente registraba apenas el 5 por ciento
de apoyo en las encuestas. Pero el proceso de paz con las FARC entró en
crisis y se rompió faltando tres meses para las elecciones. Las FARC siempre
reclamaron del gobierno Pastrana acciones contundentes para enfrentar la
arremetida de las AUC.
Uribe ganó en primera vuelta el 29 de abril de 2002. Junto con él fueron
elegidos 266 congresistas, de los cuales 67 terminaron procesados por la
justicia por vínculos con los ‘paras’. Entre quienes ya están condenados o
aceptaron cargos están Mario Uribe, Eleonora Pineda, Miguel de La Espriella,
Álvaro Araújo, Rubén Darío Quintero, Carlos Clavijo, Álvaro García, Erick
Morris, Reginaldo Montes, Jairo Enrique Merlano, Alfonso Ocampo, Dieb
Maloof, Mauricio Pimiento, Luis Eduardo Vives, Jorge Luis Caballero, Rocío
Arias y Ciro Ramírez.
Sobre la limpieza de esas elecciones hay serias dudas, según testimonio del
exdirector de informática del DAS, Rafael García, quien en 2008 recuperó la
libertad por cumplimiento de las tres quintas partes de su condena por
cohecho. Este hombre fue el cerebro del fraude que permitió a los aliados del
Bloque Norte ganar las elecciones en Magdalena, Cesar, La Guajira y Bolívar.
Según su testimonio ese mismo fraude se repitió en las elecciones
presidenciales a favor de Uribe, aunque dice ignorar si el candidato tuvo
conocimiento del fraude.
En el pináculo
Al día siguiente de su posesión, el presidente Uribe viajó al Cesar para
coordinar las primeras acciones tendientes a recuperar las carreteras, por
entonces asoladas por las ‘pescas milagrosas’ de las guerrillas. Por primera
vez la seguridad había llegado a ser la prioridad indiscutida e incluso obsesiva
del alto gobierno. A diferencia de su antecesor, un bogotano sitiado en la
capital de un país en guerra, Uribe gestó durante su primer mandato una
alianza estrecha con los gobernadores y las élites políticas locales para
combatir a las guerrillas [7].
Dos de esos gobernadores, con quienes quizás la colaboración fue más
estrecha, resultaron condenados por paramilitarismo. Hernando Molina, del
Cesar, y Salvador Arana, de Sucre. Este último fue condenado a 40 años de
prisión por el homicidio del alcalde de El Roble, Tito Díaz. Este hombre se
hizo conocido en 2003 porque en vivo, a través de la televisión nacional,
le advirtió a Uribe y a Arana que estaba sentado a su lado, de una “alianza
macabra” entre paramilitares y políticos: “y ahora me van a matar”, dijo.
Efectivamente, a los quince días, la Policía le retiró su escolta y el 5 de abril
apareció muerto en una carretera de Sucre [8]. Arana fue el embajador de
Uribe en Santiago, hasta su renuncia en 2005. Córdoba, Sucre, Cesar y
Antioquia vieron diezmada su dirigencia por el avance de la ‘parapolítica’.
Pero no hubo ningún departamento tan afectado como Magdalena, el único
de la Costa donde Uribe venció a Serpa en 2002. Y allí fue central la figura de
Jorge Noguera, quien fue condenado en septiembre pasado a 24 años de
cárcel como responsable de la infiltración paramilitar al DAS. Al día siguiente
de proferida la sentencia, Uribe reaccionó así a la noticia: “lo nombré por su
hoja de vida y su familia, he confiado en él, si hubiera delinquido me duele y
ofrezco disculpas a la ciudadanía".
La reelección
Uribe también se embarcó en una guerra por mantener el poder. El 26 de
junio de 2008 la Corte Suprema determinó que la parlamentaria Yidis Medina
sí vendió su voto para la reelección del presidente Uribe y la sentenció por el
delito de cohecho a 47 meses de detención domiciliaria. La Corte envió la
información a los varios organismos encargados de investigar o sancionar a
los funcionarios del gobierno presuntamente implicados y declaró que "la
aprobación de la reforma constitucional fue expresión de una clara
desviación de poder", al tiempo que pedía a la Corte Constitucional revisar
dicha reforma. Este fallo produjo una fuerte reacción del presidente Uribe,
quien sugirió la complicidad de algunos magistrados con “grupos terroristas”
y anunció un referendo repetir las elecciones de 2006 con el propósito de
"legitimar su mandato" (más tarde desistiría de ello). Al día siguiente
funcionarios del gobierno interpusieron demandas penales contra los
magistrados de la Corte Suprema.
Como cosa rara, solo los congresistas Medina, Avendaño y Mateus, quienes
vendieron su voluntad a cambio de prebendas, están condenados. Los
funcionarios del Gobierno que supuestamente les habrían ofrecido beneficios
siguen siendo materia de investigación, aunque la Procuraduría ya dio pistas
de por dónde va el agua al molino: en agosto de 2010 destituyó y sancionó al
ministro del Interior, Sabas Pretelt.
Ante los tribunales
El pasado 11 de agosto ante la Comisión de Acusaciones, Uribe dijo que los
hechos del DAS obedecen a una "venganza criminal urdida por los enemigos
de los paramilitares que ahora visitan a los paramilitares en los EU, lo que
parece una confabulación contra el gobierno que les quitó de encima a esos
verdugos”.
Es la misma explicación que ha usado en otras batallas: Los falsos positivos en
Ocaña fueron obra de “sectores del narcotráfico, bandas criminales del
narcotráfico que penetraron” al Ejército; la ‘Yidispolítica’ “es usada por
grupos delincuenciales para desacreditar al Gobierno"; Agro Ingreso Seguro
es una "acusación temeraria", pues se está “acusando sin razón”.
Este año, por todos estos hechos, la Justicia ha dado buena cuenta de sus
funcionarios: Sabas Pretelt y Andrés Felipe Arias fueron destituidos e
inhabilitados por la Procuraduría. Hay 126 sentencias condenatorias contra
más de 344 coroneles, mayores, otros oficiales y suboficiales del Ejército por
1.486 denuncias de falsos positivos. De hecho, esta misma semana las
investigaciones llegaron hasta el comandante del Ejército entre 2006 y 2008,
el general Mario Montoya, quien fue llamado a rendir indagatoria por
violaciones a los derechos humanos durante la Operación Orión, que barrió
de insurgencia las comunas nororientales de Medellín, aparentemente en
complicidad con los paras. Tras su retiro del Ejército, Uribe lo nombró
embajador en Santo Domingo, como es costumbre para militares de alto
grado.