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EL PRONTUARIO DE ÁLVARO URIBE VELEZ.

JUSTICIA JUSTICIA JUSTICIA


POLÍTICA Y GOBIERNO

Idolatrado por la opinión y sin embargo envuelto cada vez más en alegatos y
contra-alegatos que bordean el Código Penal, el declive del hoy ex presidente
bien podría ser “la noticia del año” en Colombia. Crónica rigurosa y detallada
de los motivos y de las evidencias que parecen tener entre los palos a esta
figura cardinal en nuestra historia.
Un ex a la defensiva Álvaro Uribe es un guerrero que — tras ganar todas sus
batallas a lo largo de cuatro décadas — comenzó a perderlas todas este año.
Desde 1976, desarrolló una carrera política imparable marcada por una
obsesión: la derrota de las guerrillas. Imparable hasta el 26 de febrero de
2010. Ese día cinco magistrados frenaron su segunda reelección y pararon en
seco la fulgurante carrera del colombiano que ha ocupado la Presidencia por
más tiempo.
El 8 de agosto de 2010, al día siguiente de entregar el poder, amaneció en su
casa de campo de Rionegro. Era domingo, pero como de costumbre, se
levantó temprano y empezó a organizar su vida en cajas de cartón. Las
elecciones regionales lo mantuvieron ocupado hasta octubre, pero sigue
durmiendo solo cuatro o cinco horas diarias: “me levanto, prendo ese
teléfono celular y veo algo malo contra el gobierno y pasó preocupado todo
el día”, confesó [1].
Los últimos días han sido particularmente densos en malas noticias para
Uribe: un viceministro de Agricultura aceptó cargos y va a colaborar con la
justicia en el caso Agro Ingreso Seguro (AIS); un exdirector de la Dirección
Nacional de Estupefacientes (DNE) fue capturado por montar una “empresa
criminal” para beneficiarse de los bienes confiscados a la mafia; fue hallado
culpable un abogado implicado en un complot contra la Corte Suprema y que
favorecía a Uribe; su jefa de inteligencia es solicitada en extradición al
gobierno de Panamá…
Y se podría seguir así enumerando su verdadera hecatombe a lo largo de los
últimos 16 meses: el primo hermano con quien se inició en la política desde
1985 y su primer director de inteligencia, condenados; su ministro preferido
y su secretario general, presos. Todos acusados de violaciones a los derechos
humanos o de corrupción. Su última aparición pública fue particularmente
desafortunada. Un vídeo filtrado donde insta a miembros de la oposición
venezolana a actuar en contra de su sucesor, Juan Manuel Santos, elegido
por su propio partido, el de la U. Por Twitter acusó de robo al periodista que
reveló el contenido de esa reunión secreta. ¡Ah, la tentación de Twitter! Él
mismo reconoce ser un tuitero compulsivo. “Ayer, por ejemplo, mandé 14”.
Cuando no está twitteado, Uribe está ripostando a sus críticos, a sus
contradictores, y cada vez más, a fiscales y a jueces. En 2011 tuvo que
testificar tres veces e incluso un juez amenazó con hacerlo conducir por la
Policía, luego de incumplir varias citaciones. La evidencia acumulada por las
autoridades demuestra que en 2012 continuará, a sus sesenta años,
cumpliendo la tarea que él mismo se ha impuesto: estar “a toda hora en la
primera línea de lucha y de la defensa de mi gobierno”.
Pero no son sólo los hechos ocurridos en su largo mandato de 2.922 días los
que lo mantendrán dando explicaciones a las autoridades. Su carrera política
se caracteriza por una serie de relaciones y acontecimientos aún sin aclarar y
que develan la trayectoria de un dirigente regional y luego nacional, que
terminó cediendo a la tentación autoritaria, en ocasiones, bordeando los
límites del código penal.

En el nombre del padre


La leyenda negra alrededor del exmandatario comienza con la riqueza y las
amistades de su padre, Alberto Uribe Sierra. Hay señalamientos concretos de
vínculos con Fabio, el patriarca del Clan Ochoa. El propio Álvaro Uribe ha
aceptado la amistad que unía a las dos familias: “una relación con varias
generaciones. Por las fincas y por los caballos” dijo en 2002, acosado por los
cuestionamientos de los periodistas Joseph Contreras y Fernando Garavito.
Uribe mismo “era amigo” de Jorge Luis, Juan David y Fabio Ochoa, herederos
del mafioso.
No es muy claro cuándo, ni dónde, ni por qué se truncó esa amistad, ni qué
alcances reales llegó a tener. En algún momento se mencionó que fueron
socios en el restaurante El Gran Banano. Luego se develó que los socios de
Uribe y de su gran amigo José Roberto Arango, fueron los hermanos Londoño
White, heliotropos de la alta sociedad de Medellín de la época, que
terminaron al servicio de los Ochoa y de Pablo Escobar.
Pero ese no es el único vínculo entre las dos familias antioqueñas. Pese a que
Uribe ha dicho de no tuvo relaciones con Escobar ni “cuando se usaba”, han
salido a flote pruebas de que su padre no podría haber dicho lo mismo. El 13
de marzo de 1983 fue rejoneador en una corrida de beneficencia del
programa social de Escobar, Medellín sin Tugurios.
Casi tres meses después sucede la tragedia que marcaría a Uribe como un
vengador. Los hechos no son muy claros, pero las versiones coinciden en
algunos detalles. Ese 14 de junio, Uribe Sierra llegó a bordo de su helicóptero
Hugues-500, con matrícula HK 2704E, a la finca Guacharacas, en San Roque
(Antioquia). En la zona había presencia de grupos armados, entre ellos las
FARC. Tras una discusión se presentó un cruce de disparos, que terminó con
la vida del hacendado.
Álvaro Uribe se enteró de los acontecimientos en Medellín, al caer la tarde.
Antes del anochecer logró un préstamo inusual: “Mire, llamen a Helicol, al
primer helicóptero que haya, ¡Por Dios!”, recordó tiempo después. Aunque
no pudo aterrizar en la finca por mal tiempo, se subió en la aeronave que “al
otro día El Mundo dijo era del hacendado Pablo Escobar”. También en la
prensa paisa apareció este anuncio. Uribe Vélez asegura que nunca lo vio:
Alberto-Uribe-Sierra
El Hughes-500 tiene su propia historia. La versión de prensa de la época
reportó que, tras asesinar a Uribe Sierra, el grupo armado destruyó el
aparato. Pero al parecer no fue pérdida total. El 10 de marzo de 1984 la
aeronave apareció en Tranquilandia, la base de producción de coca de los
Ochoa, Escobar y Rodríguez Gacha en los Llanos del Yarí. La revista Cromos
reveló que el Ministro Rodrigo Lara, días antes su muerte, reveló off the
record el más escandaloso hallazgo de la operación: el aparato era propiedad
de “una firma que tiene como principal socio a Alberto Uribe Sierra". Cecilia
Lara, hermana del ministro, ratificó esa versión ante el juez 77 de instrucción
criminal de Bogotá en julio de 1984 y ante el Nuevo Herald, que revivió la
historia en 2007. Entonces Uribe dijo que ese helicóptero se había vendido y
mostró un aviso de prensa como prueba.
Sin embargo, el periodista Daniel Coronell demostró, con el folio de matrícula
aeronáutica en mano, que el helicóptero perteneció a Aerofoto Amórtegui, la
firma de la cual Uribe Sierra fue socio hasta 1993. El traspaso nunca se
concretó y el Herald reveló la explicación de Uribe Vélez días después del
hallazgo: su padre: "le había prestado el helicóptero a un amigo". Nunca se
supo cuál amigo, pero, el 1 de mayo de 1986, El Colombiano publicó que “El
helicóptero de matrícula HK 2704 cayó con cocaína en un céntrico sector de
Medellín”. En 1995, finalmente la Fiscalía Regional de Bogotá precluyó la
investigación.
Pero persisten las dudas. Por ejemplo, ¿Cómo llegó a ser tan rico Uribe
Sierra? El hombre se movía en helicóptero por sus fincas (15, 25, 30 o 35
según las diferentes versiones) donde producía panela, banano y café en el
Valle del Cauca, Urabá, Córdoba y Antioquia. Muchas de esas fincas eran
emprendimientos al debe con varios socios, que sus hijos – Álvaro, Alberto y
Santiago - debieron liquidar para pagar deudas tras la muerte del patriarca.
Y otra pregunta: ¿Cuándo supieron los Uribe que los negocios de los Ochoa
eran ilícitos? Fabio y Ángela María Ochoa Vásquez fueron detenidos por
transportar coca en 1977. Finalmente: ¿Eran amigos aún para el 12 de
noviembre de 1981, cuando fue secuestrada Martha Nieves Ochoa por el M-
19?
Este acontecimiento, que partió en dos la historia del narcotráfico, llevó a los
narcotraficantes –y, según la versión de Fabio Castillo, a algunos hacendados
aliados suyos- a crear el escuadrón que bautizaron como Muerte a
Secuestradores (MAS). Una de esas reuniones se llevó a cabo en el célebre
Estadero Las Margaritas, de los Ochoa, y otra en el Hotel Intercontinental de
Cali. Allí sellaron su compromiso para aportar hombres y dinero a la causa de
Los Secuestrables.

Entre haciendas y cargos públicos


En la carrera del propio Álvaro Uribe Vélez no faltan los pasajes
controvertibles y controvertidos. Luego de graduarse como abogado, de
trabajar en Empresas Públicas de Medellín (EPM) y en el Ministerio de
Trabajo (1978), se dedicó a sus negocios privados. El Gran Banano fue un
éxito en Medellín y alcanzó a tener sucursales en Cartagena y Santa Marta.
Pero se liquidó. Con esa plata compró hacia 1982 la finca El Ubérrimo: 600
hectáreas planas como una mesa de billar en el corregimiento de El Sabanal,
a 45 minutos de Montería.
El 24 de marzo de 1980 fue nombrado Director de la Aeronáutica Civil por el
presidente Turbay Ayala, cargo que ejerció hasta agosto de 1982. No era
cualquier cargo ni en cualquier momento. Durante su período se concedieron
por lo menos 57 licencias de aviación y pistas de aterrizaje a Jaime Cardona,
Carlos Lehder, Pablo Escobar, Fabio Ochoa y Samuel Alarcón, entre otros
sospechosos de traficar con cocaína. Tres de esos aviones aparecieron en
Tranquilandia, según El Nuevo Herald. Más tarde, Lara Bonilla calificaría de
''negligente'' y ''pasiva'' a la dirección de la Aeronáutica Civil. Cuando estos
detalles de su gestión salieron a la luz, en marzo de 2002, Uribe descargó la
responsabilidad en su asesor técnico, César Villegas, “el único máster de
transporte aéreo que había en Colombia en ese momento”, y quien caería
abaleado ese mismo año, meses después de cumplir su sentencia por
enriquecimiento ilícito a favor del Cartel de Cali.
Una vez terminó el período de presidente liberal Turbay, Uribe se
reenganchó en la nueva administración del conservador Belisario Betancur.
Tenía apenas 30 años cuando fue nombrado Alcalde de Medellín. Duró
apenas cinco meses, pero, entre otras ejecutorias, firmó el convenio para la
construcción del Metro, que se proyectó terminar en cinco años y se terminó
en doce. En 1997, cuando el entonces gobernador Álvaro Uribe lo inauguró,
se había incurrido en sobrecostos por 1.166 millones de dólares, parte de los
cuales terminó cargando sobre los hombros de los contribuyentes de todo el
país, el ya presidente Uribe en mayo de 2004.
En Medellín también ganó sus primeras elecciones. En 1984 se presentó al
Concejo, mientras su primo Mario se lanzó a la Asamblea. En el 85 sellaron su
alianza con la creación de la disidencia del Partido Liberal, Sector
Democrático, que Ernesto Samper Pizano lideraba en el plano nacional. Uribe
repitió victoria y luego logró algo que pocas veces se ha visto: saltó del
Concejo municipal directamente al Senado sin pasar por la Cámara. Mantuvo
su curul en 1990 y en 1992, en llave con el representante Mario Uribe
Escobar.
Tierra de paramilitares
A lo largo de estos años Uribe no solo fue creciendo como político, sino
también como hacendado. Además de El Ubérrimo que ya poseía, heredó de
su padre las haciendas Guacharacas y La Carolina (en Yarumal). En estas
propiedades habrían de suceder cosas espeluznantes.
El proyecto paramilitar que en 1997 desembocó en la formación de las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) surgió en las propias barbas del
expresidente Uribe. Además del MAS, que operó en Medellín durante varios
años, incluido el período cuando él fue alcalde, hubo grupos de autodefensas
auspiciados por miembros de las Fuerzas Armadas, hacendados y
narcotraficantes en Montería, San Roque y Yarumal desde principios de los
años 80 y hasta su desmovilización, dos décadas después, gracias a un
acuerdo con el gobierno Uribe.
A la usanza del MAS se crearon en Córdoba grupos de limpieza como El
Orcón, Los Magníficos, Levantando Banderas y Ojo por Ojo. Estos grupos
idearon una estrategia efectiva de control social en tierras dominadas por la
guerrilla: que les temieran más que a ella. Así comenzaron las masacres,
algunas atribuidas a los Tangueros de Fidel Castaño. Entre 1980 y el 1993 se
produjeron 40 masacres en Córdoba y cerca de 200 asesinatos selectivos [2].
Estos movimientos contaron con el apoyo de la elite económica del
departamento, como lo documentaron Iván Cepeda y Jorge Rojas [3].
Uno de los líderes más destacados de estos grupos fue Salvatore Mancuso,
quien en 1993 selló, con los hermanos Castaño, la creación de las
Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU). El financiador de ese
grupo fue Rodrigo García, directivo del Fondo Ganadero de Córdoba. Desde
allí comenzó una expansión militar y política que llevó a que esta facción
alcanzara el control en 25 de los 28 municipios de Córdoba. Fue el laboratorio
local de la ‘parapolítica’.
Uribe reconoce “que (a Mancuso) lo vi un par de veces, pero no me he
reunido con él para ningún efecto”.
Muchos de aquellos grupos se ampararon en la lógica de la autodefensa,
promovida por un sector del gobierno, ante su propia ineficiencia: quienes
puedan aportar recursos, trabajadores y vehículos a cooperativas de
seguridad privada, que lo hagan. Los principales voceros de esta tendencia
fueron el ministro de Defensa, General Rafael Samudio, el general Fernando
Landazábal Reyes y el ministro de Justicia, José Manuel Arias [4]. El modelo
se extendió desde Córdoba hacia el norte de Antioquia y llegó a Medellín. Al
menos dos de esos grupos que terminaron convertidos en comandos
paramilitares están vinculados con la familia Uribe.
El 15 de febrero de 1992 apareció en Yarumal un panfleto que declaraba la
guerra a los secuestradores y simpatizantes de la guerrilla. Luego
comenzaron los asesinatos. Este grupo se conocería como Los Doce
Apóstoles. En 1994 operaron en franca cooperación con la Policía, al mando
del capitán Juan Carlos Meneses. Según su testimonio, a la cabeza del grupo
estaban tres hacendados: Emiro Pérez, Álvaro Vásquez y Santiago Uribe,
dueño, junto con sus hermanos, de la hacienda La Carolina. Este tenebroso
grupo, apodado así por la cercanía con el cura Gonzalo Palacios, ordenaría
casi 100 asesinatos hasta bien entrado 1996. El testimonio de Meneses habla
de La Carolina como un campo de entrenamiento con 25 hombres
fuertemente armados y lugar del homicidio de Vicente Varela, un supuesto
extorsionador.
Los hechos anteriores fueron investigados por la Fiscalía en 1996 y en 2000, y
luego fueron objeto de un debate promovido por el entonces senador
Gustavo Petro. Sobre la base de la declaración de Meneses, ampliada en un
libro de Olga Behar [5], la Fiscalía reabrió la investigación en 2010. 18 meses
después de la declaración de Meneses ante el Fiscal Hernando Castañeda,
Santiago Uribe no ha sido vinculado al proceso. Un grupo similar operó en
San Roque, alrededor de la finca Guacharacas. El expresidente asegura que
esa finca fue “malvendida” en 1996, luego de un ataque del ELN. ¿A quién
fue vendida? A dos amigos de la familia: Luis Alberto Villegas Uribe y Santiago
Gallón Henao.
En los últimos meses se han conocido los testimonios de dos exparas, Juan
Guillermo Monsalve y Pablo Hernán Sierra, alias ‘Alberto Guerrero’,
comandante del Bloque Cacique Pipintá, quienes acusan a los Uribe Vélez, a
Luis Alberto Villegas y a su hermano Juan Guillermo y a Santiago Gallón de
encubrir – bajo el paraguas de la cooperativa de seguridad (Convivir)
denominada El Cóndor – a un grupo paramilitar que posteriormente dio lugar
al Bloque Metro. Gallón fue condenado por auspiciar grupos paramilitares en
toda Antioquia.
Villegas fue investigado y absuelto por estos hechos en 1999 y 2000, pero en
2010 un fiscal de Justicia y Paz consideró que su homicidio, ocurrido en 2004,
fue un ajuste de cuentas entre miembros del Bloque Metro y del Central
Bolívar. La cooperativa El Cóndor recibió personería jurídica en noviembre de
1996 a través de la Resolución 42378, firmada por Álvaro Uribe.

Gobernador de Antioquia
Uno de los capítulos más controvertidos de la vida política de Uribe fue su
paso por la gobernación de Antioquia, que ganó por apenas 4 mil votos en
unas debatidas elecciones. Desde allí golpeó con mucha fuerza a las
guerrillas. El modelo de las Convivir, concebidas por el Ministro de Defensa
Rafael Pardo y puestas en marcha por su sucesor, Fernando Botero, se
expandió a casi todos los municipios de Antioquia. Mancuso ha señalado que
se reunió con Carlos Castaño y el secretario de Gobierno de Uribe, Pedro
Juan Moreno, para planear operaciones conjuntas. La masacre de El Aro en
1996 es el caso donde hay quizá mayor evidencia sobre esa colaboración.
Según Mancuso y Francisco Villalba (quien comandaba el grupo paramilitar),
la acción fue coordinada con Moreno y con el General Carlos Ospina. De
hecho, hay testimonios acogidos en una sentencia de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, según los cuales dos helicópteros, uno de la
gobernación y otro del ejército, sobrevolaron el caserío durante el operativo
y uno de ellos habría traído pertrechos a los paramilitares.
Ese año hubo otras 54 masacres en Antioquia, muchas de ellas relacionadas
con Convivir aprobadas y defendidas con ahínco por Uribe. De las 48 que
recibieron personería jurídica y fueron autorizadas a operar oficialmente en
el departamento, al menos Acepal, Los Girasoles, Las Garzas, Los Sables, Las
Guacamayas, Renacer y Del Oriente aparecen en procesos judiciales
vinculados con violaciones a los derechos humanos. Otra, Horizonte Ltda,
operó sin problema pese a que su representante legal era el mismísimo
Salvatore Mancuso.
Ese modelo se aplicó con especial severidad en la región bananera y fue
parte integral de la estrategia llamada “Pacificación de Urabá”. “Dejamos a
Urabá en un clima de paz laboral, los empresarios han podido regresar” dijo
alguna vez Uribe al hablar de estos cargos. Los homicidios en la región
pasaron de 600 en 1994 a 1.431 en 1996. Como lo expresó en su momento
Carlos Castaño, fueron años terribles: “Cada fin de semana los grupos
armados nos contestábamos entre sí con ejecuciones masivas de
colaboradores o simpatizantes. Creo que allí fallecieron tanto inocentes
como culpables”.

Victoria en el 2002
Por ese entonces Pastrana trataba de conducir un proceso de paz con la
guerrilla en El Caguán, mientras desde el nordeste del país venía la
arremetida ‘para’; su estrategia de la época combinó las masacres con la
captura de rentas y las alianzas políticas. Ese tinglado daría sus frutos en las
elecciones de 2002 [6].
Después de su controvertida gobernación, Uribe se autoexilió en Oxford.
Regresó al país en 1999. En abril de ese año y de manera informal, lanzó su
candidatura a la Presidencia durante un homenaje que el mismo le rindió al
destituido general Del Río, en compañía de Fernando Londoño, Jorge Visbal
Martelo y Plinio Mendoza. Uribe sostuvo esa noche en el Hotel Tequendama:
“Nadie mejor que el general del Río comprendió que a Urabá había llegado la
hora. Es un buen ejemplo para los soldados y policías de Colombia”. Casi tres
años después, el candidato independiente registraba apenas el 5 por ciento
de apoyo en las encuestas. Pero el proceso de paz con las FARC entró en
crisis y se rompió faltando tres meses para las elecciones. Las FARC siempre
reclamaron del gobierno Pastrana acciones contundentes para enfrentar la
arremetida de las AUC.
Uribe ganó en primera vuelta el 29 de abril de 2002. Junto con él fueron
elegidos 266 congresistas, de los cuales 67 terminaron procesados por la
justicia por vínculos con los ‘paras’. Entre quienes ya están condenados o
aceptaron cargos están Mario Uribe, Eleonora Pineda, Miguel de La Espriella,
Álvaro Araújo, Rubén Darío Quintero, Carlos Clavijo, Álvaro García, Erick
Morris, Reginaldo Montes, Jairo Enrique Merlano, Alfonso Ocampo, Dieb
Maloof, Mauricio Pimiento, Luis Eduardo Vives, Jorge Luis Caballero, Rocío
Arias y Ciro Ramírez.
Sobre la limpieza de esas elecciones hay serias dudas, según testimonio del
exdirector de informática del DAS, Rafael García, quien en 2008 recuperó la
libertad por cumplimiento de las tres quintas partes de su condena por
cohecho. Este hombre fue el cerebro del fraude que permitió a los aliados del
Bloque Norte ganar las elecciones en Magdalena, Cesar, La Guajira y Bolívar.
Según su testimonio ese mismo fraude se repitió en las elecciones
presidenciales a favor de Uribe, aunque dice ignorar si el candidato tuvo
conocimiento del fraude.

En el pináculo
Al día siguiente de su posesión, el presidente Uribe viajó al Cesar para
coordinar las primeras acciones tendientes a recuperar las carreteras, por
entonces asoladas por las ‘pescas milagrosas’ de las guerrillas. Por primera
vez la seguridad había llegado a ser la prioridad indiscutida e incluso obsesiva
del alto gobierno. A diferencia de su antecesor, un bogotano sitiado en la
capital de un país en guerra, Uribe gestó durante su primer mandato una
alianza estrecha con los gobernadores y las élites políticas locales para
combatir a las guerrillas [7].
Dos de esos gobernadores, con quienes quizás la colaboración fue más
estrecha, resultaron condenados por paramilitarismo. Hernando Molina, del
Cesar, y Salvador Arana, de Sucre. Este último fue condenado a 40 años de
prisión por el homicidio del alcalde de El Roble, Tito Díaz. Este hombre se
hizo conocido en 2003 porque en vivo, a través de la televisión nacional,
le advirtió a Uribe y a Arana que estaba sentado a su lado, de una “alianza
macabra” entre paramilitares y políticos: “y ahora me van a matar”, dijo.
Efectivamente, a los quince días, la Policía le retiró su escolta y el 5 de abril
apareció muerto en una carretera de Sucre [8]. Arana fue el embajador de
Uribe en Santiago, hasta su renuncia en 2005. Córdoba, Sucre, Cesar y
Antioquia vieron diezmada su dirigencia por el avance de la ‘parapolítica’.
Pero no hubo ningún departamento tan afectado como Magdalena, el único
de la Costa donde Uribe venció a Serpa en 2002. Y allí fue central la figura de
Jorge Noguera, quien fue condenado en septiembre pasado a 24 años de
cárcel como responsable de la infiltración paramilitar al DAS. Al día siguiente
de proferida la sentencia, Uribe reaccionó así a la noticia: “lo nombré por su
hoja de vida y su familia, he confiado en él, si hubiera delinquido me duele y
ofrezco disculpas a la ciudadanía".

Política y guerra sucia


Y sí que delinquió: según la Corte Suprema, Noguera nombró a Rafael García
en el DAS y así puso la entidad al servicio de los jefes paramilitares ‘Jorge 40’
y Hernán Giraldo: sabotearon capturas, entregaron información que fue
usada en homicidios, sacaron del camino a servidores incómodos y
encauzaron los esfuerzos del organismo para combatir a las guerrillas
exclusivamente.
Un testigo, el ex Director General Operativo del DAS, Luis Carlos Barragán,
aseguró que la orden “fue que procediéramos contra la guerrilla, sobre las
otras organizaciones argumentaba que estaban ya en trámite hacia un
proceso de paz y era preciso ser cautos para no entorpecer el proceso”.
Noguera reveló durante su juicio que una de las primeras órdenes de Uribe
fue nombrar a José Miguel Narváez, quien había sido el ideólogo de las AUC,
como lo ha repetido más de una vez Mancuso. Narváez también asesoró al
Ejército, a la Ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, al Fondo Nacional
para la Defensa de la Libertad Personal (Fondelibertad), a la Federación
Colombiana de Ganaderos (Fedegán) y es señalado como instigador del
asesinato de Jaime Garzón.
Andrés Peñate, el sucesor de Noguera, y quien también está siendo
investigado, ha dicho que el nombramiento de Narváez fue “un peligro para
el país”, porque es uno de quienes “han hecho del término 'guerra política'
una carrera”.
Hoy se sabe que efectivamente el DAS no se dedicó exclusivamente a la
guerra limpia y sucia contra las guerrillas. La llegada de Narváez fue el
principio de otra guerra, no declarada, que alguien en el gobierno adelantó
contra defensores de derechos humanos, opositores, periodistas, jueces,
miembros del cuerpo diplomático, subalternos del presidente y líderes
sociales.
Hay una presentación en PowerPoint de la dirección de inteligencia del DAS
titulada “Guerra Política” cuyo objetivo es “defender la democracia y la
Nación” y “crear conciencia sobre las consecuencias de un sistema
comunista”. El lector acucioso encontrará en ese documento la planeación
detallada de seguimientos, saboteos, espionajes, intimidaciones y asesinatos
de carácter que salieron a la luz pública en 2009.
Fueron las operaciones Transmilenio, Arauca, Halloween, Risaralda,
Extranjeros, Europa, Internet, Imprenta y Puerto Asís. Cuando la Corte
Suprema comenzó las investigaciones por ‘parapolítica’ sería víctima de la
operación Paseo dedicada a desprestigiarla por presuntos vínculos con
narcotraficantes.
Enumerar los delitos que cometieron los grupos G-3 y el Grupo de
Observación Nacional e Internacional (GONI) del DAS entre 2003 y 2009 sería
una tarea extensa. Eso sí, estos son los implicados que han aceptado cargos,
son testigos del proceso, han aportado evidencias o han negociado el
principio de oportunidad: la señora del servicio de la Corte, Janeth
Maldonado; los escoltas, capitán Julián Leonardo Laverde y David García; la
detective Alba Luz Flórez Gélvez, el ex jefe de fuentes humanas, William
Romero, los ex jefes del grupo GONI, Fernando Ovalle y Germán Ospina; la ex
directora de Contrainteligencia, Jacqueline Sandoval; el ex integrante de la
Subdirección de Contrainteligencia, Jorge Armando Rubiano; el ex
subdirector de Operaciones, Hugo Daney Ortiz; el ex coordinador del grupo
de verificación, José Alexander Velásquez; el ex subdirector de Análisis,
Gustavo Sierra, el ex director de Inteligencia, Enrique Alberto Ariza, la ex
subdirectora de Operaciones, Martha Leal, el ex jefe de Contrainteligencia,
Jorge Lagos y el ex jefe de inteligencia, Fernando Tabares.
Todos ellos han reconocido que cometieron esos delitos por órdenes de
funcionarios de la Presidencia. William Romero incluso asegura que recibió
una felicitación porque “el 1 conoció los insumos”. El 6 de marzo un fiscal
delegado ante la Corte Suprema “compulsó copias a la Comisión de
Acusaciones por la presunta responsabilidad del ex presidente” en estos
hechos.
Por ahora las investigaciones avanzan: Mario Aranguren, director de la
Unidad de Información y Análisis Financiero (UIAF) del Ministerio de
Hacienda y el secretario General de la Presidencia, Bernardo Moreno están
presos. La ex directora del DAS, María del Pilar Hurtado, pedida en
extradición. También están vinculados los asesores presidenciales Edmundo
Del Castillo, César Mauricio Velásquez, Jorge Mario Eastman y José Obdulio
Gaviria.

La reelección
Uribe también se embarcó en una guerra por mantener el poder. El 26 de
junio de 2008 la Corte Suprema determinó que la parlamentaria Yidis Medina
sí vendió su voto para la reelección del presidente Uribe y la sentenció por el
delito de cohecho a 47 meses de detención domiciliaria. La Corte envió la
información a los varios organismos encargados de investigar o sancionar a
los funcionarios del gobierno presuntamente implicados y declaró que "la
aprobación de la reforma constitucional fue expresión de una clara
desviación de poder", al tiempo que pedía a la Corte Constitucional revisar
dicha reforma. Este fallo produjo una fuerte reacción del presidente Uribe,
quien sugirió la complicidad de algunos magistrados con “grupos terroristas”
y anunció un referendo repetir las elecciones de 2006 con el propósito de
"legitimar su mandato" (más tarde desistiría de ello). Al día siguiente
funcionarios del gobierno interpusieron demandas penales contra los
magistrados de la Corte Suprema.
Como cosa rara, solo los congresistas Medina, Avendaño y Mateus, quienes
vendieron su voluntad a cambio de prebendas, están condenados. Los
funcionarios del Gobierno que supuestamente les habrían ofrecido beneficios
siguen siendo materia de investigación, aunque la Procuraduría ya dio pistas
de por dónde va el agua al molino: en agosto de 2010 destituyó y sancionó al
ministro del Interior, Sabas Pretelt.
Ante los tribunales
El pasado 11 de agosto ante la Comisión de Acusaciones, Uribe dijo que los
hechos del DAS obedecen a una "venganza criminal urdida por los enemigos
de los paramilitares que ahora visitan a los paramilitares en los EU, lo que
parece una confabulación contra el gobierno que les quitó de encima a esos
verdugos”.
Es la misma explicación que ha usado en otras batallas: Los falsos positivos en
Ocaña fueron obra de “sectores del narcotráfico, bandas criminales del
narcotráfico que penetraron” al Ejército; la ‘Yidispolítica’ “es usada por
grupos delincuenciales para desacreditar al Gobierno"; Agro Ingreso Seguro
es una "acusación temeraria", pues se está “acusando sin razón”.
Este año, por todos estos hechos, la Justicia ha dado buena cuenta de sus
funcionarios: Sabas Pretelt y Andrés Felipe Arias fueron destituidos e
inhabilitados por la Procuraduría. Hay 126 sentencias condenatorias contra
más de 344 coroneles, mayores, otros oficiales y suboficiales del Ejército por
1.486 denuncias de falsos positivos. De hecho, esta misma semana las
investigaciones llegaron hasta el comandante del Ejército entre 2006 y 2008,
el general Mario Montoya, quien fue llamado a rendir indagatoria por
violaciones a los derechos humanos durante la Operación Orión, que barrió
de insurgencia las comunas nororientales de Medellín, aparentemente en
complicidad con los paras. Tras su retiro del Ejército, Uribe lo nombró
embajador en Santo Domingo, como es costumbre para militares de alto
grado.

Ocaso del guerrero


Bajo el gobierno Santos se han ido destapando más escándalos que de
manera más o menos directa salpican a su antecesor. Estos tienen que ver
con el nombramiento de funcionarios incompetentes o corruptos, la mayoría
de ellos vinculados con miembros de la coalición uribista en el Congreso.
La lista de entidades intervenidas también es larga: la Superintendencia de
Notariado, el Ministerio de Protección Social, el de Educación, el Instituto
Nacional de Concesiones (INCO), el Instituto Colombiano para el Desarrollo
Rural (INCODER), el Instituto Colombiano de Geología y Minería
(IMEOMINAS), la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN), la
Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE) y el Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar (ICBF). Son tantas las acusaciones, que Uribe le ha revirado
al gobierno por querer “graduarme de corrupto”.
Uribe enfrenta en la Comisión de Acusaciones varias investigaciones. Tres
parlamentarios renunciaron a conducirlas por amenazas e incluso
intimidaciones directamente proferidas por el propio ex presidente. En
septiembre se abrió investigación formal en su contra por el caso de las
chuzadas.
Hay varias coincidencias en muchos de estos casos: las pruebas desaparecen
con el tiempo, los testigos caen asesinados [9], tienen que exilarse o dejan de
colaborar repentinamente por amenazas contra sus familias. Como dijo
desde Cómbita "Juan Guillermo Monsalve, uno de los testigos que han sido
intimidados por saber demasiado: “nosotros somos presos, ellos son
señores”. En Colombia se está viviendo un proceso de memoria histórica
donde muchos señores tendrán que rendir cuentas también. La guerra sucia
no la hicieron solo los Monsalve o los Mancuso.
Ahí están, para quien quiera verlas, sus conexiones con militares,
funcionarios, empresarios, narcotraficantes, hacendados, sacerdotes y
políticos. Los intereses que movieron a la autodefensa siguen vivos.
Así lo denunció Carmen Palencia, representante de la Asociación Tierra y
Vida: desde septiembre de 2010, cuando empezó a hablarse de reparación y
restitución, las organizaciones de víctimas ponen entre tres y cuatro muertos
al mes… “Nos están persiguiendo por todo el país”.
Son los que no se rinden, como los llama Alfredo Molano. La evidencia
apunta a que esos sectores no han renunciado a la combinación de todas las
formas de lucha. La vigencia política de Álvaro Uribe demuestra que queda
también mucho trecho para derrotar a esa tendencia que insiste en jugar al
todo vale y por debajo de la mesa.

Pero al menos ya comenzó su declive.


* Periodista y profesor universitario

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