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LEY 30 DE 1986

( Enero 31 )

Reglamentada por el Decreto Nacional 3788 de 1986 

Por la cual se adopta el Estatuto Nacional de Estupefacientesy se


dictan otras disposiciones

El Congreso de Colombia,

DECRETA:

CAPITULO I

Principios generales

Artículo 1o. Las expresiones empleada en ese Estatuto se entenderán


en su sentido natural y obvio, según el uso general de las mismas; salvo
las definiciones contenidas en él, a las cuales se les dará el significado
expresamente establecido en sus disposiciones o en las que regulen la
misma materia.

Artículo 2o. Para efectos de la presente Ley se adoptarán las siguientes


definiciones:

a) Droga: Es toda sustancia que introducida en el organismo vivo


modifica sus funciones fisiológicas.

b) Estupefaciente: Es la droga no prescrita médicamente, que actúa


sobre el sistema nervioso central produciendo dependencia.
c) Medicamento: Es toda droga producida o elaborada en forma
farmacéutica reconocida que se utiliza para la prevención, diagnóstico,
tratamiento, curación o rehabilitación de las enfermedades de los seres
vivos.

d) Psicotrópico: Es la droga que actúa sobre el sistema nervioso central


produciendo efectos neuro_psico_fisiológicos.

e) Abuso: Es el uso de droga por una persona, prescrita por ella misma y
con fines no médicos.

f) Dependencia Psicológica: Es la necesidad repetida de consumir una


droga, no obstante sus consecuencias.

g) Adicción o Drogadicción: Es la dependencia de una droga con


aparición de síntomas físicos cuando se suprime la droga.

h) Toxicomanía: Entiéndese como dependencia a sustancias


médicamente calificadas como tóxicas.

i) Dosis Terapéutica: Es la cantidad de droga o de medicamento que un


médico prescribe según las necesidades clínicas de su paciente.

j) Dosis para uso personal: Es la cantidad de estupefacientes que una


persona porta o conserva para su propio consumo.Declarado Exequible
por la Corte Constitucional, Sentencia C-221 de 1994

Es dosis para uso personal la cantidad de marihuana que no exceda de


veinte (20) gramos; la de marihuana hachís la que no exceda de cinco (5)
gramos; de cocaína o cualquier sustancia a base de cocaína la que no
exceda de un (1) gramo, y de metacualona la que no exceda de dos (2)
gramos.

No es dosis para uso personal, el estupefaciente que la persona lleve


consigo, cuando tenga como fin su distribución o venta, cualquiera que
sea su cantidad.

k) Precursor: Es la sustancia o mezcla de sustancias a partir de las


cuales se producen, sintetizan u obtienen drogas que puedan producir
dependencia.
l) Prevención: Es el conjunto de actividades encaminadas a reducir y
evitar la dependencia.

m) Tratamiento: Son los distintos métodos de intervención terapéutica


encaminados a contrarrestar los efectos producidos por la droga.

n) Rehabilitación: Es la actividad conducente a la reincorporación útil del


farmacodependiente a la sociedad.

ñ) Plantación: es la pluralidad de plantas, en número superior a veinte


(20) de las que pueden extraerse drogas que causen dependencia.

o) Cultivo: Es la actividad destinada al desarrollo de una plantación en los


términos descritos en el literal anterior.

Artículo 3o. La producción, fabricación, exportación, importación,


distribución, comercio , uso y posesión de estupefacientes, lo mismo que
el cultivo de plantas de las cuales éstos se produzcan, se limitará a los
fines médicos y científicos, conforme la reglamentación que para el
efecto expida el Ministerio de Salud.

Artículo 4o. El Consejo Nacional de Estupefacientes, de acuerdo con las


normas que para el efecto expida el Ministerio de Salud, señalará las
drogas y medicamentos de que trata la presente Ley que pueden
importarse, producirse y formularse en el país, y los laboratorios
farmacéuticos que las elaboren o produzcan de las plantas, de
conformidad con las disposiciones del presente estatuto.

Artículo 5o. El Consejo Nacional de Estupefacientes, en coordinación


con los Ministerios de Agricultura y Salud, reglamentará el control de las
áreas donde se cultiven plantas para la obtención o producción de
drogas.

Estas plantas sólo podrán ser cultivadas previa licencia expedidas por el
Consejo Nacional de Estupefacientes, de acuerdo con la reglamentación
que para el efecto se establezca.

Artículo 6o. La posesión de semillas para el cultivo de plantas de las


cuales se produzcan sustancias estupefacientes, requerirá igualmente
autorización previa del Consejo Nacional de Estupefacientes, en las
cantidades que el mismo determine.
Artículo 7o. El Consejo Nacional de Estupefacientes reglamentará los
cultivos de plantas de las cuales se produzcan sustancias
estupefacientes y el consumo de éstas por parte de las poblaciones
indígenas, de acuerdo con los usos y prácticas derivadas de su tradición
y cultura.

CAPITULO II

Campañas de prevención y programas educativos

Artículo 8o. El Consejo Nacional de Estupefacientes podrá ordenar la


destrucción de toda plantación que no posea licencia, o autorizar su
utilización para fines lícitos, de conformidad con la reglamentación que se
expida.

Artículo 9o. Toda Campaña tendiente a evitar los cultivos y la


producción, tráfico y consumo de sustancias estupefacientes, deberá ser
dirigida y supervisada por el Consejo Nacional de Estupefacientes,
directamente o a través del Comité Técnico que se crea por medio de la
presente Ley.

Artículo  10._ A partir de la vigencia del presente Estatuto, la prensa


escrita, las estaciones de radiodifusión sonora y las programadores de
televisión que operen en el país deberán adelantar campañas destinadas
a combatir el tráfico y consumo de drogas que producen dependencia
con la duración y periodicidad que determine el Consejo Nacional de
Estupefacientes, de común acuerdo con el Ministerio de
Comunicaciones, los cuales reglamentarán y vigilarán el cumplimiento de
esta disposición. Los programas podrán ser elaborados directamente por
el correspondiente medio de comunicación, pero para su difusión
deberán ser sometidos a la aprobación del Consejo Nacional de
Estupefacientes.

Ver el art. 47, Decreto Nacional 1108 de 1994 

Artículo 11._ Los programas de educación primaria, secundaria y


superior, así como los de educación no formal, incluirán información
sobre riesgos de la farmacodependencia, en la forma que determine el
Ministerio de Educación Nacional y el ICFES, en coordinación con el
Consejo Nacional de Estupefacientes.
Artículo 12._ Las instituciones universitarias públicas y privadas
obligadas a ello conforme a la reglamentación que acuerden el Ministerio
de Salud, el Ministerio de Educación y el ICFES, incluirán en sus
programas académicos el servicio obligatorio gratuito de consultorios
clínicos, para la atención de farmacodependientes.

Artículo 13._ El Consejo Nacional de Estupefacientes, en coordinación


con otras entidades gubernamentales, promoverá y reglamentará la
creación y funcionamiento de comités cívicos, con la finalidad de luchar
contra la producción, tráfico y consumo de drogas que produzcan
dependencia.

CAPITULO III

Campañas de prevención contra el consumo del alcohol y del tabaco

Artículo 14._ Derogado por el art. 5 de la Ley 124 de 1994. Las


bebidas alcohólicas y los cigarrillos o tabacos sólo podrán expenderse a
personas mayores de catorce (14) años

Ver: Ley 124 de 1994, Art. 5.

Artículo 15._ En ningún caso podrán trabajar personas menores de


catorce (14) años, durante la jornada nocturna en establecimientos
donde expidan y consuman bebidas alcohólicas.

Artículo 16._ En todo recipiente de bebida alcohólica nacional o


extranjera deberá imprimirse, en el extremo inferior de la etiqueta y
ocupando al menos una décima parte de ella, la leyenda: "El exceso de
alcohol es perjudicial para la salud".

En la etiqueta deberá indicarse además, la gradación alcohólica de la


bebida.

Artículo 17._ Todo empaque de cigarrillo o de tabaco, nacional o


extranjero deberá llevar en el extremo inferior de la etiqueta y ocupando
una décima parte de ella, la leyenda: "El tabaco es nocivo para la salud".

Artículo 18._ No se autorizará la venta de licores, cigarrillo y tabaco que


no contengan las leyendas prescritas en los artículos 16 y 17 de este
Estatuto.
Artículo 19._  Derogado por el art. 78, Ley 962 de 2005. Las estaciones
de radiodifusión sonora, las programadoras de Televisión y los
cinematógrafos, sólo podrán trasmitir propaganda de bebidas
alcohólicas, cigarrillos y tabaco en los horarios y con la intensidad que
determine el Consejo Nacional de Estupefacientes, previo concepto de
su Comité Técnico Asesor. El Ministerio de Comunicaciones velará por el
cumplimiento de esta disposición.

CAPITULO IV

Control de la importación, fabricación y distribución de sustancias que


producen dependencias

Artículo 20._ Asígnase al Ministerio de Salud, las siguientes funciones:

a. Importar y vender, conforme a las necesidades sanitarias y a las


normas contenidas en la presente Ley, drogas que produzcan
dependencia, lo mismo que los precursores utilizados en su
fabricación. La importación y venta de las sustancias de que trata
este artículo se hará exclusivamente a través del Fondo Rotatorio
de Estupefacientes del Ministerio de Salud.
b. Adquirir a través del Fondo Rotatorio de Estupefacientes las drogas
y medicamentos que produzcan dependencia elaborados en el
país.
c. Reglamentar y controlar la elaboración, producción,
transformación, adquisición, distribución, venta, consumo y uso de
drogas y medicamentos que causen dependencia y sus
precursores.
d. Llevar un inventario de entradas, salidas y existencia de drogas
que producen dependencia, y de precursores, así como las
estadísticas sobre necesidades oficiales y particulares de tales
drogas.
e. Establecer el listado de drogas y medicamentos que producen
dependencia y de sus precursores que deberán estar sometidos a
control especial.
f. Elaborar para aprobación del Consejo Nacional de
Estupefacientes, el proyecto de reglamento sobre el control de la
importación, fabricación, venta, distribución transporte y uso de
acetona, cloroformo, éter etílico, ácido clorhídrico, ácido sulfúrico,
amoníaco, permanganato de potasio, carbonato liviano, diluyentes,
disolventes y demás sustancias que puedan ser utilizadas para el
procesamiento de drogas que producen dependencia.
g. Conceptuar sobre las sustancias y métodos a utilizar para la
destrucción de plantaciones o cultivos ilícitos.

Artículo 21._ Las importaciones de que trata el artículo anterior se harán


con sujeción a los cupos señalados por la Comisión de Estupefacientes
de las Naciones Unidas o la entidad que haga su veces, debidamente
amparadas con los certificados expedidos por la respectiva entidad
nacional, los cuales deberán coincidir con los certificados equivalentes
expedidos por el país de exportación.

Artículo 22._ Los laboratorios y establecimientos farmacéuticos que


elaboran o distribuyen drogas o medicamentos que produzcan
dependencia, no podrán tener existencias de las mismas de sus
precursores, superiores a las autorizadas por el Ministerio de Salud. Los
productos terminados serán vendidos al Fondo Rotatorio de
Estupefacientes del Ministerio de Salud de conformidad con la
reglamentación que expida el mismo Ministerio.

Artículo 23._ Las entidades sanitarias y los establecimientos


famacéuticos, oficiales y privados, sólo podrán hacer sus pedidos de
productos farmacéuticos sujetos a control especial, ante el Fondo
Rotatorio de Estupefacientes conforme a la reglamentación del Ministerio
de Salud sobre la materia.

Artículo 24._ Los laboratorios que utilicen en la producción de droga,


medicamentos o sustancias que producen dependencia, rendirán
informes periódicos al Fondo Rotatorio de Estupefacientes del Ministerio
de Salud, con los datos sobre materias primas y precursores recibidos,
medicamentos fabricados y ventas realizadas, conforme a la
reglamentación que expida dicho Ministerio

Artículo 25._ Los hospitales y clínicas, oficiales y privados, y los


establecimientos farmacéuticos, oficiales y privados, deberán llevar un
libro de control de medicamentos y drogas que producen dependencia y
sus precursores, conforme a las disposiciones que expida el Ministerio de
Salud.
Artículo 26._ La prescripción de drogas y medicamentos clasificados por
el Ministerio de Salud como de control especial se hará de conformidad
con la reglamentación que para tal efecto expida dicho ministerio.

Artículo 27._ Los profesionales en medicina que formulan las drogas y


medicamentos a que se refiere el artículo 26, a pacientes considerados
como farmacodependientes, tienen la obligación de informar de ello a los
Servicio Seccionales de Salud, los cuales deberán transmitir la
información al Fondo Rotatorio de Estupefacientes del Ministerio de
Salud, que deberá llevar un Registro Nacional de Farmacodependientes.

Lo dispuesto en este artículo se ajustará a la reglamentación que expida


el Ministerio de Salud, previo concepto del Tribunal de Etica Médica y la
Sociedad Colombiana de Psiquiatría.

Artículo 28._ Los establecimientos farmacéuticos y organismos


sanitarios que fabriquen, almacenen, distribuyan, vendan o usen drogas
y medicamentos que producen dependencia y sus precursores, estarán
sometidos a la inspección y vigilancia del Ministerio de Salud.

Artículo 29._ La fabricación e importación de jeringas y agujas


hipodérmicas requiere autorización previa del Ministerio de Salud.

Artículo 30._ El Fondo Rotatorio adscrito al Consejo Nacional de


Estupefacientes financiará los programas de prevención, control y
asistencia en materia de farmacodependencia y vigilancia farmacológica,
conforme a las políticas que señale dicho Consejo.

El Fondo Rotatorio adscrito al Consejo Nacional de Estupefacientes,


podrá sufragar igualmente el costo que demande el desarrollo de los
convenios bilaterales y multilaterales suscritos por el Gobierno Nacional,
conforme lo determine el Con

Artículo 31._ El Consejo Nacional de Estupefacientes deberá coordinar


sus labores de manera permanente con el Ministerio de Salud, con el fin
de asegurar el cabal cumplimiento de las disposiciones de que trata la
presente Ley.

CAPITULO V

De los delitos
Artículo 32._ El que sin permiso de autoridad competente cultive,
conserve o financie plantaciones de marihuana o cualquier otra planta de
las que pueda producirse cocaína, morfina, heroína o cualquiera otra
droga que produzca dependencia, o más de un (1) kilogramo de semillas
de dichas plantas, incurrirá en prisión de cuatro (4) a doce (12) años y en
multa de diez (10) a cuatrocientos (400) salarios mínimos mensuales.

Si la cantidad de plantas de que trata esta artículo excediere de veinte


(20) sin sobrepasar la cantidad de cien (100), la pena será de uno (1) a
tres (3) años de prisión y multa en cuantía de uno (1) a cuarenta (40)
salarios mínimos mensuales

Artículo  33._  Modificado por el art. 17, Ley 365 de 1997. El que sin


permiso de autoridad competente, salvo lo dispuesto sobre dosis para
uso personal, introduzca al país, así sea en tránsito, o saque de él,
transporte, lleve consigo, almacene, conserve, elabore, venda, ofrezca,
adquiera financie o suministre a cualquier título droga que produzca
dependencia, incurrirá en prisión de cuatro (4) a doce (12) años y multa
en cuantía a diez 10 a cien (100) salarios mínimos.

Si la cantidad de droga exceda la dosis para uso personal sin pasar de


mil (1.000) gramos de marihuana, doscientos (200) gramos de hachís,
cien (100) gramos de cocaína o de sustancia estupefaciente a base de
cocaína, doscientos (200) gramos de metacualona, la pena será de uno
(1) a tres (3) años de prisión y multa de cuantía de dos (2) a cien (100)
salarios mínimos mensuales.

Modificado por el Art. 17 de la ley 365 de 1997.- El que sin permiso de


autoridad competente, salvo lo dispuesto sobre dosis para uso personal,
introduzca al país, así sea en tránsito o saque de él, transporte, lleve
consigo, almacene, conserve, elabore, venda, ofrezca, adquiera, financie
o suministre a cualquier título droga que produzca dependencia, incurrirá
en prisión de seis (6) a veinte (20) años y multa de cien (100) a cincuenta
mil (50.000) salarios mínimos legales mensuales.

Si la cantidad de droga no excede de mil (1.000) gramos de marihuana,


doscientos (200) gramos de hachís, cien (100) gramos de cocaína o de
sustancia estupefaciente a base de cocaína o veinte (20) gramos de
derivados de la amapola, doscientos (200) gramos de metacualona o
droga sintética, la pena será de uno (1) a tres (3) años de prisión, y multa
en cuantía de dos (2) a cien (100) salarios mínimos legales mensuales.
Si la cantidad de droga excede los límites máximos previstos en el inciso
anterior sin pasar de diez mil (10.000) gramos de marihuana, tres mil
(3.000) gramos de hachís, dos mil (2.000) gramos de cocaína o de
sustancia estupefaciente a base de cocaína o sesenta (60) gramos de
derivados de la amapola, cuatro mil (4.000) gramos de metacualona o
droga sintética, la pena será de cuatro (4) a doce (12) años de prisión y
multa de diez (10) a cien (100) salarios mínimos legales mensuales.

Artículo  34._  Modificado por el art. 18, Ley 365 de 1997. El que destine


ilícitamente bien mueble, inmueble, para que en él se elabore, almacene,
transporte, venda o use algunas de las drogas a que se refiere el articulo
32 y/o autorice o tolere en ellos tal destinación, incurrirá en prisión de tres
(3) a ocho (8) años y multa en cuantía de diez (10) a ochocientos (800)
salarios mínimos mensuales, sin perjuicio de lo dispuesto en los artículos
124 y 125 del Decreto Ley 522 de 1971 (artículo 208, ordinal 5o. y 214,
ordinal 3o. del Código Nacional de Policía).

Modificado por el Art. 18 de la ley 365 de 1997.- El que destine


ilícitamente bien mueble o inmueble para que en él se elabore, almacene
o transporte, venda o use alguna de las drogas a que se refiere el
artículo 32 y/o autorice o tolere en ellos tal destinación incurrirá en prisión
de cuatro (4) a doce (12) años y multa de mil (1.000) a cincuenta mil
(50.000) salarios mínimos legales mensuales, sin perjuicio de lo
dispuesto en los artículos 124 y 125 del Decreto-ley 522 de 1971 (artículo
208, ordinal 5o. y 214, ordinal 3o. del Código Nacional de Policía).

Si la cantidad de droga no excede de mil (1.000) gramos de marihuana,


trescientos (300) gramos de hachís, cien (100) gramos de cocaína o de
sustancia estupefaciente a base de cocaína, veinte (20) gramos de
derivados de la amapola o doscientos (200) gramos de metacualona o
droga sintética, la pena será de uno (1) a tres (3) años de prisión y multa
en cuantía de dos (2) a cien (100) salarios mínimos legales mensuales.

Si la cantidad de droga excede los límites máximos previstos en el inciso


anterior sin pasar de diez mil (10.000) gramos de marihuana, tres mil
(3.000) gramos de hachís, dos mil (2.000) gramos de cocaína o de
sustancia estupefaciente a base de cocaína o sesenta (60) gramos de
derivados de la amapola o cuatro mil (4.000) gramos de metacualona o
droga sintética, la pena será de tres (3) a ocho (8) años de prisión y
multa de diez (10) a ochocientos (800) salarios mínimos legales
mensuales.
Si la cantidad de droga no exceda de mil (1.000) gramos de marihuana,
trescientos (300) gramos de hachís, cien (100) gramos de cocaína o de
sustancia estupefaciente a base de cocaína o doscientos (200) gramos
de metacualona, la pena será de uno (1) a tres (3) años de prisión y
multa en cuantía de dos (2) a cien (100) salarios mínimos mensuales.

Artículo  35._ El que en cualquier forma estimule o propague el uso


ilícito de drogas o medicamentos que produzcan dependencia incurrirá
en prisión de tres (3) a ocho (8) años.

Ver el art. 43, Decreto Nacional 1108 de 1994 

Artículo 36._ El profesional o practicante de medicina, odontología,


enfermería, farmacia o de alguna de las respectivas profesiones
auxiliares que, en ejercicio de ellas, ilegalmente formule, suministre o
aplique droga que produzca dependencia, incurrirá en prisión de tres (3)
a ocho (8) años.

Además de la sanción establecida en el inciso anterior, se impondrá la


suspensión en el ejercicio de la profesión por un término de cinco (5) a
diez (10) años.

Artículo 37._ El que suministre, administre o facilite a un menor de


dieciséis (16) años, droga que produzca dependencia o lo induzca a
usarla, incurrirá en prisión de seis (6) a doce (12) años.

Artículo 38._ El mínimo de las penas previstas en los artículo anteriores


de duplicará en los siguientes casos:

1. Cuando el hecho se realice:

a. Valiéndose de la actividad de un menor de dieciséis (16) años, o de


quien padezca trastorno mental, o de persona habituada.
b. En centros educacionales, asistenciales, culturales, deportivos,
recreativos, vacacionales, cuarteles, establecimientos carcelarios,
lugares donde se celebren espectáculo o diversiones públicas o
actividades similares, o en sitios aledaños a los anteriores.
c. Por parte de quien desempeñe el cargo de docente o educador de
la niñez o la juventud.
d. El inmueble que se tenga a titulo de tutor o curador.
1. Cuando el agente hubiere ingresado al Territorio Nacional con
artificios o engaños o sin autorización legal, sin perjuicio del
concurso de delitos que puedan presentarse.
2. Cuando la cantidad incautada sea superior a mil (1.000) kilos si se
trata de marihuana; a cien (100) kilos si se trata de marihuana
hachís; y a cinco (5) kilos si se trata de cocaína o metacualona.

Artículo 39._ El funcionario empleado público o trabajador oficial


encargado de investigar, juzgar o custodiar a personas comprometidas
en delitos o contravenciones de que trata el presente Estatuto, que
procure la impunidad del delito, o la ocultación, alteración o sustracción
de los elementos o sustancias decomisados o facilite la evasión de
persona capturada, detenida o condenada, incurrirá en prisión de cuatro
(4) a doce (12) años, pérdida del empleo e interdicción de derechos y
funciones públicas por el mismo término.

Si el hecho tuviere lugar por culpa del funcionario o empleado oficial


incurrirá en la sanción respectiva, disminuida hasta la mitad.

Artículo 40._  Modificado por el art. 19, Ley 365 de 1997. Para hacer
efectivo el pago de las multas de que tratan los artículos anteriores, se
podrán embargar y secuestrar bienes del sindicado, según lo prescrito en
el Código de Procedimiento Civil.

Artículo 41._  Derogado por el art. 26, Ley 365 de 1997. En firme la


sentencia condenatoria, los bienes embargados y secuestrados dentro
del proceso serán rematados por el Juez del conocimiento y para el
efecto se tendrán en cuenta los trámites prescritos en el Código de
Procedimiento Civil.

Con el producto del remate se pagará primero a los acreedores


hipotecarios o a quienes demuestren un derecho lícito y con el remate se
satisfará la multa.

Artículo 42._ En casos de flagrancia, la Policía Nacional y los cuerpos


de Policía Judicial podrán ocupar los aeropuertos y pistas de aterrizaje
de propiedad particular, que se usen para la comisión de algunas de las
conductas descritas en este capítulo y su licencia de funcionamiento, se
cancelará temporalmente.
Artículo  43._ Modificado por el art. 20, Ley 365 de 1997. El que
ilegalmente tenga en su poder elementos que sirvan para el
procesamiento de cocaína o de cualquier otra droga que produzca
dependencia, tales como: éter etílico, acetona, amoníaco, permanganato
de potasio, carbonato liviano, ácido clorhídrico, ácido sulfúrico,
diluyentes, disolventes u otras sustancias que se utilicen con el mismo
fin, incurrirá en prisión de dos (2) a cinco (5) años.

Tales elementos una vez identificados pericialmente, serán puestos por


el Juez a ordenes del Consejo Nacional de Estupefacientes, el cual podrá
disponer de su inmediata utilización por parte de una entidad oficial su
remate para fines lícitos debidamente comprobados, o su destrucción, si
implican grave peligro para la salubridad o seguridad públicas.

En caso de utilización, tales elementos se evaluarán previamente por una


entidad civil. Este valor o del remate si lo hubiere, se reembolsará al
propietario, cuando el respectivo proceso termine con sobreseimiento
definitivo o sentencia absolutoria.

El mismo procedimiento se seguirá en relación con las sustancias de que


trata este artículo, cuando se hallen vinculadas al proceso por
contrabando.

Salvo lo previsto en el artículo 54 del Decreto-ley 099 de 1991, adoptado


como legislación permanente por el artículo 1o. del Decreto-ley 2271 de
1991, tales elementos, una vez identificados pericialmente, serán
puestos por el funcionario judicial a órdenes de la Dirección Nacional de
Estupefacientes, la cual podrá disponer de su inmediata utilización por
parte de una entidad oficial, su remate para fines ilícitos debidamente
comprobados, o su destrucción, si implican grave peligro para la
salubridad o seguridad públicas.

Cuando la cantidad de sustancias no supere el triple de las señaladas en


las resoluciones emitidas por la Dirección Nacional de Estupefacientes, la
pena será de dos (2) a cinco (5) años de prisión y multa de diez (10) a
cien (100) salarios mínimos legales mensuales.

Artículo 44._  Subrogado por la Ley 365 de 1997. Cuando se obre en


concierto para delinquir con el fin de realizar algunas de las conductas
descritas en los artículos antes citados, la pena será por ese solo hecho,
de seis (6) a doce (12) años de prisión y multa en cuantía de diez (10) a
mil (1.000) salarios mínimos mensuales.
Artículo 45._ La persona sindicada y procesada por los hechos punibles
a que se refiere este Capítulo que denuncie mediante pruebas idóneas a
los autores, cómplices o encubridores del delito que se investiga,
diferentes a los ya vinculados al proceso, se le disminuirá la pena de la
mitad (1/2) a las dos terceras partes (2/3).

Artículo 46._ El conocimiento de los delitos de que trata la presente ley


corresponde en primera instancia a los jueces penales y promiscuos del
circuito, para su investigación se utilizará de preferencia personal
especializado de la Policía Judicial y Jueces de Instrucción Criminal,
radicados o ambulantes.

Artículo 47._Reglamentado por el Decreto Nacional 1461 de


2000 ,  Modificado Parcialmente la Ley 785 de 2002. Los bienes,
muebles, equipos y demás objetos donde ilícitamente se almacene,
conserve, fabrique, elabore, venda o suministre a cualquier título
marihuana, cocaína, morfina, heroína o cualquier otra droga que
produzca dependencia, al igual que los vehículos y demás medios de
transporte, utilizados para la comisión de los delitos descritos en este
capítulo, lo mismo que los dineros y efectos provenientes de tales
actividades, serán decomisados y puestos a disposición inmediata del
Consejo Nacional de Estupefacientes, el cual, por Resolución, podrá
destinarlos provisionalmente al servicio oficial o entidades de beneficio
común instituidas legal_ mente, darlos en arriendo o deposito. Quien
tuviere un derecho lícito demostrado legalmente sobre el bien, tendrá
preferencia para recibirlo en depósito o bajo cualquier otro título no
traslaticio del dominio, el Consejo Nacional de Estupefacientes dará
aviso inmediato a los interesados para el ejercicio de su derecho. Los
beneficios obtenidos se aplicarán a la prevención y represión del tráfico
de tales drogas y a la rehabilitación de los farmacodependientes, bajo
control y vigilancia del Consejo Nacional de Estupefacientes.

Excepcionalmente podrá ordenarse por el funcionario del conocimiento la


devolución de los bienes o el valor de su remate, si fuera el caso, a
terceras personas, si se prueba plenamente dentro del proceso que no
tuvieran participación alguna ellos, en el destino ilícito dado a esos
bienes.

La providencia que ordena la devolución a que se refiere este artículo


deberá ser consultada y solo surtirá efecto una vez confirmada por el
superior.
Parágrafo._ Cuando se trate de algunos bienes enumerados en este
artículo y sujetos a registro de propiedad, deberá el Consejo Nacional de
Estupefacientes notificar inmediata y personalmente a las personas
inscritas en el respectivo registro.

Ver: Decreto 1461 de 2000

Artículo 48._ Si transcurridos los términos legales de la fecha del


decomiso, los bienes a que se refiere el artículo anterior no hubieren sido
reclamados por persona alguna, el Consejo Nacional de Estupefacientes,
mediante Resolución ordenará su destinación definitiva a la entidad o su
correspondiente remate. La Secretaria Ejecutiva del Consejo Nacional de
Estupefacientes velará por el cumplimiento de esta disposición.

Artículo 49._ La oficina de Estupefacientes del Ministro de Justicia


informará al Juez que estuviere conociendo del proceso al cual estén
vinculados los bienes decomisados, sobre el destino que les haya dado
el Consejo Nacional de Estupefacientes.

Dentro de los diez (10) días siguientes a la asignación el bien deberá se


retirado por la entidad a la cual hubiese sido destinado, previa
elaboración de una acta en la que conste el estado en que se recibe.
Tales actas podrán ser suscritas ante los Consejos seccionales de
Estupefacientes, pero siempre deberá enviarse copias de ellas al
Consejo Nacional de Estupefacientes, cuya Secretaria Ejecutiva deberá
llevar una relación completa de dichos bienes y de las entidades a las
cuales han sido asignados.

Artículo 50._ Respecto de las personas sindicadas de algunas de las


conductas descritas en la presente Ley como delitos o de quienes se
hallen sujetas a diligencias preliminares por una de las tales conductas,
no habrá reserva bancaria ni tributaria alguna, pero esta reserva solo
podrá levantarse mediante providencia motivada emanada de juez.

CAPITULO VI

De las contravenciones

Artículo 51._ INEXEQUIBLE El que lleve consigo, conserve para su


propio uso o consuma, cocaína, marihuana o cualquier otra droga que
produzca dependencia, en cantidad considerada como dosis de uso
personal, conforme a lo dispuesto en esta Ley, incurrirá en las siguientes
sanciones: Corte Constitucional, Sentencia C-221 de 1994

a. Por primera vez, en arresto hasta por treinta (30) días y multa en
cuantía de medio (1/2) salario mínimo mensual.
b. Por la segunda vez, en arresto de un (1) mes a un (1) año y multa
en cuantía de medio (1/2) a un (1) salario mínimo mensual, siempre
que el nuevo hecho se realice dentro de los doce (12) meses
siguien_ tes a la comisión del primero.
c. El usuario o consumidor que, de acuerdo con dictamen médico
legal, se encuentre en estado de drogadicción así haya sido
sorprendido por primera vez será internado en establecimiento
psiquiátrico o similar de carácter oficial o privado, por el término
necesario para su recuperación. En este caso no se aplicará multa
ni arresto.

La autoridad correspondiente podrá confiar al drogadicto al cuidado de la


familia o remitirlo, bajo la responsabilidad de éste, a una clínica, hospital
o casa de salud, para el trata miento que corresponda, el cual se
prolongará por el tiempo necesario para la recupera ción de aquél, que
deberá ser certificada por el médico tratante y por la respectiva seccional
de Medicina Legal. La familia del drogadicto deberá responder del
cumplimiento de sus obligaciones, mediante caución que fijará el
funcionario competente, teniendo en cuenta la capacidad económica de
aquella.

El médico tratante informará periódicamente a la autoridad que haya


conocido del caso sobre el estado de salud y rehabilitación del
drogadicto. Si la familia faltare a las obligaciones que le corresponden, se
le hará efectiva la caución y el internamiento del drogadicto tendrá que
cumplirse forzosamente.

Artículo 52._ Los medios de comunicación de que trata el artículo 10


que omitan la transmisión de los mensajes previstos en esa misma
disposición o no lo hagan con la duración y periodicidad establecida por
el Consejo Nacional de Estupefacientes, incurrirán en multas sucesivas
de diez (10) a cuarenta (40) salarios mínimos mensuales.

Artículo 53._ Los establecimientos educativos que incumplan lo previsto


en los artículos 11 y 12 de la presente Ley, incurrirán en multa en cuantía
de diez (10) a cuarenta (40) salarios mínimos mensuales, sin perjuicio de
las sanciones que, para los establecimientos de educación
post_secundaria, establece el articulo 184 del Decreto_Ley 80 de 1980.

Artículo 54._ El fabricante o importador de bebidas alcohólicas,


cigarrillos y tabacos, que omita en sus productos las leyendas a que se
refieren los artículos 16 y 17 de la presente Ley, incurrirá en multa en
cuantía de diez (10) a cincuenta (50) salarios mínimos mensuales.

Artículo 55._ El fabricante o distribuidor de productos farmacéuticos de


patente que omita indicar en las etiquetas de los mismos, los riesgos de
farmacodependencia que aquellos impliquen, incurrirá en multa de veinte
(20) a cien (100) salarios mínimos mensuales.

Artículo 56._ El que fabrique, venda o distribuya artículo de cualquier


clase con etiquetas o avisos que inciten al consumo de drogas que
producen dependencia, incurrirá en multa de uno (1) a cuarenta (40)
salarios mínimos mensuales. Las autoridades decomisarán y destruirán
tales artículos.

Artículo 57._ Las farmacias y droguerías que tengan en existencia


especialidades farmacéuticas que contengan drogas o medicamentos
que producen dependencia, en cantidad superior a la autorizada,
incurrirán en multa en cuantía de cinco (5) a cincuenta (50) salarios
mínimos mensuales.

Por la segunda vez, además de la multa, se impondrá la suspensión de


la licencia de funcionamiento por el término de tres (3) a doce (12)
meses.

Artículo 58._ Las entidades o establecimientos sujetos a inspección y


vigilancia, de conformidad con lo dispuesto en el articulo 28 de la
presente Ley, que se opongan a ella o no presten la cooperación
necesaria para la práctica de la misma, incurrirán en multa en cuantía de
cuatro (4) a cuarenta (40) salarios mínimos mensuales, y en la
suspensión de la licencia de funcionamiento por el término de tres (3) a
doce (12) meses.

Artículo 59._ El que fabrique o introduzca al país jeringas o agujas


hipodérmicas, sin la autorización previa del Ministerio de Salud, incurrirá
en multa en cuantía de cuatro (4) a cuarenta (40) salarios mínimos
mensuales.
Artículo 60._ El que expenda jeringas o agujas hipodérmicas sin la
autorización legal incurrirá en multa en cuantía de uno (1) a diez (10)
salarios mínimos mensuales.

Artículo 61._ En los casos previstos en los dos artículos anteriores se


ordenará también el decomiso de las jeringas y agujas hipodérmicas y la
suspensión de la licencia de funcionamiento de los estable_ cimientos
respectivos por el término de tres (3) a doce (12) meses.

Artículo 62._ El producto de las multas previstas en la presente Ley,


pasará al Fondo Rotatorio adscrito al Consejo Nacional de
Estupefacientes.

Artículo 63._ El que, sin tener las calidades de que trata el artículo 36 de
la presente Ley, suministre ilícitamente a un deportista profesional o
aficionado, alguna droga o medicamento que produzca dependencia, o lo
induzca a su consumo, incurrirá en arresto de uno (1) a cinco (5) años, e
interdicción para desempeñar cargos en organismos deportivos de
carácter oficial hasta por cinco (5) años.

Artículo 64._ Incurren en Contravención:

El dueño, poseedor o arrendatario de predios donde:

a. Existen o se construyan pistas de aterrizaje sin autorización del


Departamento Administrativo de la Aeronáutica Civil.
b. Aterricen o emprendan vuelo aeronaves sin autorización de la
Aeronáutica Civil o sin causa justificada, a menos que diere
inmediato aviso a las autoridades civiles, militares o de policía mas
cercana.
c. Existan pistas o campos de aterrizaje con licencia otorgada por la
Aeronáutica Civil, que no de inmediato aviso a las autoridades de
que trata el literal anterior sobre el decolaje o aterrizaje de
aeronaves en las circunstancias previstas en el literal a) del
numeral 1o. del presente artículo.

Artículo 65._ Las contravenciones a que se refiere el artículo anterior


darán lugar a la imposición de las siguientes sanciones:
a. A multa de uno (1) a ochocientos (800) salarios mínimos
mensuales, a favor del Fondo Rotatorio adscrito al Consejo
Nacional de Estupefacientes.
b. Suspensión de las licencias de pilotaje o navegación por el término
de un (1) mes a un (1) año, la primera vez y cancelación en caso
de reincidencia.
c. Suspensión de los permisos o licencias de operación de
aeropuertos, pistas o empresa explotadora de la aeronave o
embarcación.
d. Inutilización de los aeropuertos o pistas en los casos previstos en
el literal a) del numeral 3o. del artículo 68.

Las sanciones establecidas en los literales b, c, y d, serán notificadas a


las autoridades competentes del ramo, para su ejecución.

Las sanciones de que trata el presente artículo no se excluyen entre sí, y,


por lo tanto, se podrán aplicar conjuntamente, cuando las circunstancias
así lo exijan.

Artículo 66._ En el caso de tratan los literales a, b y c del artículo 64, el


Gobernador, Intendente o Comisario, o el Alcalde Mayor de Bogotá, que
conozca de la investigación, solicitará concepto al Departamento
Administrativo de Aeronáutica Civil, para determinar si la pista puede ser
incorporada a la infraestructura aeroportuaria del país. De no serlo,
ordenará a la Policía Nacional en la providencia que ponga fin al proceso
contravencional, la inutilización de la pista.

Artículo 67._ El empleado oficial o funcionario público que de cualquier


forma tenga conocimiento de hechos considerados como contravención
en esta Ley, y no de aviso inmediato a las autoridades competentes, para
que inicien el respectivo proceso contravencional, incurrirá en pérdida del
empleo.

Artículo 68._ Las contravenciones descritas en el presente capítulo,


serán investigadas y juzgadas conforme al siguiente procedimiento:

a. El Gobernador, Intendente o Comisario, o el Alcalde Mayor de


Bogotá, adelantará la investigación o podrá comisionar a
funcionarios de la Secretaria de Gobierno o de la que haga sus
veces, de la oficina Jurídica o de la División Legal de la respectiva
gobernación, intendencia o comisaría o de la Alcaldía Mayor de
Bogotá para que actúen como funcionarios de instrucción.
b. En caso de flagrancia o cuasiflagrancia y si la contravención tuviere
señalada pena de arresto, podrá capturar de inmediato al sindicado
por cualquier autoridad; pero el gravemente indiciado solo podrá
ser capturado mediante orden escrita del funcionario que adelanta
la investigación. Si la contravención no tuviere señalada pena
privativa de la libertad, la autoridad competente podrá retener la
aeronave, el permiso o la licencia u ordenar la ocupación de la
pista o aeropuerto por la fuerza pública.
c. Se oirán descargos al sindicado, dentro de las cuarenta y ocho (48)
horas siguientes a aquellas en que haya sido puesto a disposición
del funcionario competente o en que se hubiere iniciado la
investigación diligencia en la cual deberá estar asistido por un
apoderado.

Si fueren cinco (5) o más los contraventores; el término anterior se


ampliará a setenta y dos (72) horas.

d. A partir del día siguiente al de la diligencia de que trata el literal


anterior, empezará a correr un término de cinco (5) días hábiles
para practicar las pruebas que hubieren sido solicitadas por el
imputado o por su apoderado, o decretadas de oficio.
e. Si dentro de las veinticuatro (24) horas siguientes al conocimiento
de los hechos por parte de la autoridad competente, no hubiere
sido posible oír en descargos al contraventor, se le emplazará por
edicto, que permanecerá fijado por dos (2) días hábiles
consecutivos en la Secretaria de la Gobernación, Intendencia o
Comisaría, o de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Si vencido este
plazo, el contraventor no compareciere se le declarará reo ausente
y se le nombrará defensor de oficio, para que actué hasta la
terminación del diligenciamiento.
f. Transcurridos los anteriores términos, el Gobernador, Intendente o
Comisario, o el Alcalde Mayor de Bogotá, dictará la
correspondiente resolución motivada, en la cual se hará constar la
identidad del contraventor, el hecho que se le imputa y la decisión
correspondiente.

Artículo 69._ En caso de absolución, se ordenará la libertad inmediata


del capturado o de la cancelación de la orden de captura si esta no se
hubiere hecho efectiva. Además se dispondrá la devolución de la
aeronave o embarcación o del permiso o licencia si hubieren sido
retenidos, o la suspensión de la ocupación de la pista o aeropuerto por la
fuerza pública, si tal medida hubiere sido ordenado.

Artículo 70._ En caso de condena, la aeronave o embarcación particular


de matrícula extranjera se pondrá en todo caso a disposición de la
justicia penal aduanera.

Artículo 71._ Cuando de la investigación de la conducta contravencional


resulte la posible comisión de un delito, la autoridad correspondiente
deberá dar aviso inmediato al juez competente. Si este iniciare proceso
penal, deberá comunicarlo inmediatamente al Gobernador, Intendente o
Comisario respectivo o al Alcalde Mayor de Bogotá y al Consejo Nacional
de Estupefacientes

Artículo 72._ Finalizado el proceso contravencional, si se hubiere


iniciado actuación penal por hechos que guarden relación con la
conducta juzgada, el sindicado deberá ser puesto a disposición del juez,
con los vehículos, elementos o mercancías decomisadas.

Artículo 73._ Cuando no se pudiere establecer la identidad del


contraventor o cuando éste hubiere abandonado los elementos y medios
de transporte utilizados, la autoridad competente ordenará el decomiso
definitivo de los mismos, los cuales pasarán a ordenes del Consejo
Nacional de Estupefacientes para los fines previstos en el artículo 47 de
la presente Ley.

Artículo 74._ Contra las resoluciones que dicten los Gobernadores,


Intendentes o Comisarios, o el Alcalde Mayor de Bogotá, procederán los
recursos de reposición y apelación, los cuales deberán ser interpuestos
dentro de los dos (2) días siguientes a su notificación. El recurso de
reposición será resuelto dentro de los cinco (5) días siguientes a su
interposición.

El recurso de apelación se concederá en el efecto devolutivo ante el


Ministerio de Gobierno, quien deberá resolverlo de plano dentro de los
diez (10) días siguientes al recibo del respectivo expediente.

Artículo 75._ Las multas contempladas en la presente ley deberán ser


pagadas dentro de los diez (10) días siguientes a la ejecutoria de la
respectiva resolución. Si las multas no fueren pagadas dentro de este
término, se convertirán en arresto a razón de un (1) día por cada mil
pesos (1.000) sin exceder de cinco (5) años.

Artículo 76._ En ningún caso, se podrá dar a la publicidad el valor de las


sustancias estupefacientes o psicotrópicas, decomisadas o aprehendidas
por la autoridades, en el desarrollo de las disposiciones de la presente
Ley.

CAPITULO VII

Procedimiento para la destrucción de plantaciones

y sustancias incautadas

Artículo 77._ Las autoridades de policía judicial a que se refieren los


artículos 285, 287 del Código de Procedimiento Penal, destruirán las
plantaciones de marihuana, cocaína, adormidera y demás plantas de las
cuales pueda producirse droga que produzca dependencia, existentes en
el territorio nacional, mediante el siguiente procedimiento:

a. Se identificará pericialmente la plantación con el empleo de la


técnica adecuada.
b. Se identificará el predio cultivado por sus linderos y el área
aproximada de la plantación.
c. Se anotarán los nombres y demás datos personales del propietario
o poseedor del terreno y del tenedor, lo mismo que de los
cultivadores, trabajadores y demás personas presentes en el lugar
en el momento de la incautación.
d. Se tomarán muestras suficientes de las plantas, para las
correspondientes peritaciones.

Todos estos datos y cualquiera otro de interés para los fines de la


investigación se harán constar en un acta que suscriban los funcionarios
que en ella hayan intervenido y el propietario, poseedor, tenedor o
cultivador del predio, o, en defecto de estos, cualquiera persona que
haya sido encontrada dentro del mismo. En esta diligencia intervendrá,
en lo posible, un Agente del Ministerio Público.

Suscrita el acta, se destruirá la plantación mediante el empleo del


procedimiento científico adecuado; el acta y la peritación, junto con el
informe respectivo y las personas que hayan sido aprehendidas, serán
enviados al juez instructor en la forma y términos señalados por los
artículos 290 y 303 del Código de Procedimiento Penal.

La destrucción de la plantación también podrá ser ordenada y


presenciada por el juez instructor.

Artículo 78._ Cuando la Policía Judicial decomise marihuana, cocaína,


morfina, heroína o cualquier otra droga que produzca dependencia,
realizará sobre ella inmediatamente la correspondiente identificación
técnica; precisará su cantidad y peso; señalará nombre y demás datos
personales de quienes aparecieren vinculados al hecho y describirá
cualquier otra circunstancia útil a la investigación, de todo lo cual se
dejara constancia en un acta suscrita por los funcionarios que hubieren
intervenido en la diligencia y por la persona o personas en cuyo poder se
hubiere encontrado la droga o sustancia. Cuando esta diligencia se
realice en zona urbana deberá ser presenciada por un agente del
Ministerio Público.

Excepcionalmente podrá hacerse la diligencia en las instalaciones de la


entidad que hizo el decomiso, cuando las circunstancias de modo y lugar
así lo aconsejen.

Artículo 79._ Dentro de los términos del artículo 290 del Código de
Procedimiento Penal, el funcionario de Policía Judicial que hubiere
practicado la diligencia a que se refiere el artículo anterior, enviará la
actuación al Juez Instructor, quien al día siguiente de recibirla, practicará,
con la presencia de un agente del Ministerio Público, una diligencia de
inspección judicial.

Una vez hecha la inspección, el Juez tomará una muestra de la droga


decomisada y la enviará a la Seccional mas próxima del Instituto de
Medicina Legal, a fin de que se haga una nueva peritación. In_
mediatamente ordenará y presenciará la destrucción del remanente y
sentará el Acta respectiva, que suscriban el Agente del Ministerio Público
y las demás personas que hayan intervenido en la diligencia.

Artículo 80._ Las diligencias a que se refieren los artículos anteriores,


cuando sean practicadas por los funcionarios de Policía Judicial, tendrán
el mismo valor probatorio señalado por el artículo 306 del Código de
Procedimiento Penal
Artículo 81._ Las autoridades de Policía Judicial a que se refiere el
artículo 77 y siguiente de la presente Ley, que decomisen droga que
produzca dependencia y no cuenten con el equipo técnico necesario para
practicar la identificación pericial prevista, enviarán la sustancia
decomisada a la Unidad del Departamento Administrativo de Seguridad,
de la Policía Nacional, de la Dirección General de Aduanas o del Instituto
Seccional de Medicina Legal mas cercano que disponga del equipo
técnico adecuado.

Artículo 82._ Las muestras que se tomen para la peritación por las
autoridades mencionadas en el artículo anterior, no podrán exceder de
tres (3) gramos por bolsa o recipiente unitario; excepcionalmente y previo
concepto pericial razonado, podrán tomarse muestras mayores.

Los sobrantes de estas muestras, una vez hecha la peritación, se


enviarán a la ofician central del Instituto de Medicina Legal, de acuerdo
con la reglamentación que al efecto expida el Ministerio de Justicia.

En todo caso, estos sobrantes permanecerán a disposición del Juzgado


del conocimiento hasta cuando se dicte sentencia de primera instancia,
sobreseimiento definitivo, segundo sobreseimiento temporal o cesación
del procedimiento, después de lo cual la sustancia podrá ser utilizada
para fines lícitos o destruida, según lo disponga el Consejo Nacional de
Estupefacientes, al cual deberá darse aviso oportuno. El respectivo
Agente del Ministerio Público velará por el estricto cumplimiento de esta
disposición, cuyo quebrantamiento será causal de mala conducta.

Parágrafo._ Los sobrantes de las muestras serán destruidas si


transcurridos tres (3) años desde la práctica de las peritaciones
respectivas, no se hubiere dictado ninguna de las providencias de que
trata este artículo.

Artículo 83._ Cumplidas las prescripciones del artículo 78, los


funcionarios de Policía Judicial que decomisen droga que producen
dependencia, la depositarán, dentro del término de la distancia en sus
oficinas mas cercanas, y en lo posible, dentro de las cajas fuertes; en
todo caso, se utilizarán empaques que serán lacrados, sellados y
firmados por quienes intervengan en la diligencia y el agente del
Ministerio Público dejará constancia cuando se abran, de que tales
paquetes permanecieron inalterados.

CAPITULO VIII
Tratamiento y rehabilitación

Artículo 84._ El objetivo principal de las medidas sanitarias y sociales


para el tratamiento y rehabilitación del farmacodependiente consistirá en
procurar que el individuo se reincorpore como persona útil a la
comunidad.

Artículo 85._ El Ministerio de Salud incluirá dentro de sus programas la


prestación de servicios de prevención, tratamiento y rehabilitación de
farmacodependientes.

Trimestralmente, el citado ministerio enviará al Consejo Nacional de


Estupefacientes estadísticas sobre el número de personas que dichos
centros han atendido en el país.

Artículo 86._ La creación y funcionamiento de todo establecimiento


público o privado destinado a la prevención, tratamiento o rehabilitación
de farmacodependientes, estarán sometidos a la autorización e
inspección del Ministerio de Salud.

Artículo 87._ INEXEQUIBLE. Las personas que, sin haber cometido


ninguna de las infracciones descritas en este estatuto, estén afectadas
por el consumo de drogas que producen dependencia, serán enviadas a
los establecimientos señalados en los artículos 4 y 5 del decreto 1136 de
1.970, de acuerdo con el procedimiento señalado por este Decreto. Corte
Constitucional, Sentencia C-221 de 1994

Artículo 88._ El gobierno nacional promoverá el desarrollo de programas


de sustitución de cultivos en favor de los indígenas y colonos que se
hayan dedicado a la explotación de plantaciones de coca, con
anterioridad a la vigencia de este estatuto.

CAPITULO IX

Consejo nacional de estupefacientes

Artículo 89._ Adscrito al Ministerio de Justicia, funcionará el Consejo


Nacional de Estupefacientes, para el cumplimiento de las funciones que
aquí se señalan.

Artículo  90._  El Consejo Nacional de Estupefacientes estará integrado


por:
a. El Ministro o el Viceministro de Justicia, quien lo presidirá.
b. El Ministro o el Viceministro de Salud.
c. El Ministro o Viceministro de Educación Nacional.
d. El Ministro o Viceministro de Agricultura.
e. El Procurador General de la Nación o el Procurador Delegado para
la Policía Judicial.
f. El jefe del Departamento Administrativo de Seguridad o el jefe de la
División de Policía Judicial del mismo.
g. El Director General de la Policía Nacional o el Director de Policía
Judicial e Investigación (DIJIN).
h. El Director de General de Aduanas o su delegado.
i. El jefe del Departamento Administrativo de la Aeronáutica Civil o su
delegado.

Ver el art. 34, Decreto Nacional 1124 de 1999 

Artículo 91._ Son funciones del Consejo Nacional de Estupefacientes:

a. Formular, para su adopción por el Gobierno Nacional, las políticas


y los planes y programas que las entidades públicas y privadas
deben adelantar para la lucha contra la producción, comercio y uso
de drogas que producen dependencia. Igualmente el Consejo
propondrá medidas para el control del uso ilícito de tales drogas.
b. Conforme al ordinal anterior, señalar a los distintos organismos
oficiales las campañas y acciones especificas que cada uno de
ellos deba adelantar.
c. Dictar las normas necesarias para el debido cumplimiento de sus
funciones y proponer al Gobierno la expedición de las que fueren
de competencia de éste.
d. Supervisar la actividad de las entidades estatales y privadas que se
ocupan de la prevención e investigación científica y de Policía
Judicial, control y rehabilitación en materia de drogas que producen
dependencia.
e. Mantener contactos con gobiernos extranjeros y entidades
internacionales en asuntos de su competencia y adelantar
gestiones ante los mismo con el fin de coordinar la acción del
gobierno colombiano con la de otros Estados, y de obtener la
asistencia que fuera del caso.
f. Disponer, de acuerdo con los indicios graves, que posea,
proveniente de los organismos de inteligencia, sobre actividades de
personas, aeronaves, embarcaciones, vehículos terrestres y uso de
aeródromos o pistas, puertos, muelles o terminales marítimos,
fluvíales o terrestres, vinculados al tráfico de estupefacientes, la
suspensión de las licencias para personal aeronáutico, marítimo,
fluvial y terrestre, certificados y permisos de operación. Para tal
efecto, impartirá a las autoridades correspondientes las
instrucciones a que haya lugar.
g. Disponer la destrucción de cultivos de marihuana, coca, y demás
plantaciones de las cuales se puedan extraer sustancias que
produzcan dependencia, utilizando los medios más adecuados,
previo concepto favorable de los organismos encargados de velar
por la salud de la población y por la preservación y equilibrio del
ecosistema del país.

Artículo 92._ Las resoluciones que dicte el Consejo para el ejercicio de


las funciones señaladas en el articulo anterior son de obligatorio
cumplimiento.

Artículo 93._ La oficina de Estupefacientes del Ministerio de Justicia


hará las veces de Secretaria Ejecutiva del Consejo, para lo cual cumplirá
las siguientes funciones:

a. Presentar a la consideración del Consejo, planes, proyectos y


programas que considere necesarios para el cumplimiento de las
atribuciones de éste.
b. Realizar los estudios que el Consejo encomiende.
c. Vigilar el cumplimiento de las decisiones del Consejo y rendirle los
informes correspondientes.
d. Evaluar la ejecución de la política, planes y programas que en
desarrollo del artículo 93 se adelanten y sugerir las modificaciones
o ajustes que considere necesarios.
e. Servir de enlace entre el consejo y las entidades oficiales y
privadas que se ocupen de la prevención, investigación, control ,
represión y rehabilitación en materia de drogas que producen
dependencia.
f. Expedir el certificado de carencia de informes por tráfico de
estupefacientes en un plazo máximo de sesenta (60) días,
transcurrido el cual, se entenderá resuelta favorablemente la
solicitud y por consiguiente se expedirá éste a las personas que
adelanten los trámites ante el Departamento de la Aeronáutica Civil
en forma particular o como miembro de empresas para lo siguiente:

1. Importación de aeronaves.
2. Adquisición del dominio o cambio de explotador de aeronaves.
Este certificado deberá expedirse en el término de máximo de diez
(10) días, vencido el cual, si no hubiere sido expedido, se
entenderá resuelta favorablemente la solicitud. El interesado
deberá presentar con éste su cédula de ciudadanía si es persona
natural o el certificado de constitución y gerencia si fuere persona
jurídica.
3. Estudio, construcción y reforma de aeródromos o pistas e
instalaciones.
4. Obtención y renovación del permiso de operación de aeródromos o
pistas.
5. Solicitud para obtener o renovar permisos de empresas de
servicios aéreos comerciales, escuelas, aeroclubes, talleres
aeronáuticos.
6. Aprobación de los nuevos socios que vayan a adquirir cuotas o
acciones de una empresa de servicios aéreos comerciales,
escuelas, aeroclubes y talleres aeronáuticos.
7. Aprobación del nuevo propietario o explotador de un aeródromo o
pista.
8. Aprobación de licencias para personal aeronáutico.

Este certificado podrá revocarse en cualquier momento, por orden


del Consejo Nacional de Estupefacientes, por medio de resolución
motivada.
a. Expedir certificado de carencia de informes por tráfico de
estupefacientes a las personas que adelanten trámites ante el
INCOMEX y el Ministerio de Salud para el consumo o distribución
de: éter etílico, acetona, cloroformo, ácido clorhídrico, ácido
sulfúrico, amoníaco, permanganato de potasio, carbonato liviano y
disolvente o diluyente para barnices.

El art. 14, Ley 785 de 2002, suprimió el silencio administrativo


positivo consagrado en el numeral 2 del literal f) de éste
artículo. 

Artículo 94._ El Consejo podrá citar a sus reuniones a los funcionarios


que considere del caso oír y las autoridades deberán prestarle la
colaboración que requiera para el cumplimiento de sus funciones.

Parágrafo._ Lo temas tratados en el Consejo Nacional de


Estupefacientes son reservados. Sus actas tendrán el mismo carácter y,
por tanto, solamente podrán ser conocidas por el Señor Presidente de la
República y por los miembros del Consejo.

Artículo 95._ El Consejo Nacional de Estupefacientes, tendrá un comite


Técnico Asesor de Prevención Nacional de la Farmacodependencia, el
cual estará integrado por:

1. Un delegado del Presidente de la República, quien lo presidirá


2. El Viceministro de justicia o su delegado, que será el jefe de la
oficina de estupefacientes de ese Ministerio.
3. El Viceministro de Salud o su delegado, que será el Jefe de la
División de Salud Mental de ese Ministerio.
4. El Viceministro de Educación o su delegado, que será el director
del comite de farmacodependencia de ese Ministerio.
5. El Viceministro de Trabajo o su delegado, que será el jefe de la
División del Trabajo de ese Ministerio.
6. El Viceministro de Agricultura o su delegado, que será el director
del Inderena.
7. El director del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar o su
delegado.
8. El director general de la Policía Nacional o su delegado que será el
director de Policía Judicial e investigación.
9. El Presidente de la Sociedad Colombiana de Psiquiatría o su
delegado.
10. El director del Instituto de Medicina Legal o su delegado.

Artículo 96._ El comité Técnico Asesor para la prevención nacional de la


farmacodependencia tendrá las siguientes funciones:

a. Asesorar al Consejo Nacional de Estupefacientes en la realización


de los planes, proyectos y programas relativos a la educación,
prevención y rehabilitación de farmacodependientes.
b. Establecer los criterios que deben guiar la información, la
publicidad y campañas en la lucha contra el narcotráfico y la
farmacodependencia.
c. Diseñar y evaluar programas de prevención y rehabilitación.

a. Prestar asesoría a las entidades oficiales y privadas interesadas en


programas de educación, orientación, prevención y rehabilitación.

a. Promover la investigación sobre estupefacientes y áreas afines.

a. Solicitar la colaboración de especialistas cuando los programas y


campañas que se organicen así lo requieran, y
b. Las demás que le delegue al Consejo Nacional de Estupefacientes.

Artículo 97._ El Consejo Nacional de Estupefacientes contará con un


Fondo Rotatorio de Prevención, Represión y Rehabilitación, que tendrá
personería jurídica, patrimonio propio y autonomía administrativa, que
estará dirigido y administrado por el Viceministro de Justicia y cuya
estructura, organización y funcionamiento serán determinados por el
Gobierno Nacional previo concepto del Consejo Nacional de
Estupefacientes.

Artículo  98._ En todos los Departamentos, Intendencias y Comisarías, y


en el Distrito Especial de Bogotá, funcionará un Consejo Seccional de
Estupefacientes que estar integrado por:

a. El Gobernador, Intendente, Comisario o Alcalde Mayor de Bogotá,


quien lo presidirá.
b. El Secretario de Salud.
c. El Secretario de Educación,
d. El Procurador Regional.
e. El Director Seccional del Departamento Administrativo de
Seguridad.
f. El Comandante de la Policía Nacional del lugar.
g. El Director Regional del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
h. El Director Regional del Instituto Nacional de los Recursos
Naturales Renovables y del ambiente, Inderena.
i. El jefe de la Oficina o Instituto Seccional de Medicina Legal
correspondiente.

Podrán integrarse a los Consejos Seccionales los demás miembros que


considere pertinentes el Consejo Nacional de Estupefacientes, de
acuerdo con las características de cada región.

Ver el Decreto Distrital 635 de 1992, Ver la Resolución del Consejo


Nacional de Estupefacientes 14 de 2003

Artículo 99._ Son funciones de los Consejos Seccionales de


Estupefacientes.

a. Velar porque a nivel seccional se cumplan las políticas, planes y


programas trazados por el Consejo Nacional de Estupefacientes.
b. Formular para su adopción por el Gobierno Seccional, los planes y
programas que deban ejecutarse a nivel regional, de conformidad
con las políticas trazadas por el Consejo Nacional de
Estupefacientes.
c. Señalar a los distintos organismos locales las campañas y
acciones que cada uno de ellos debe adelantar.
d. Dictar las normas necesarias para el debido cumplimiento de sus
funciones y proponer al Gobierno Seccional la expedición de las
que fueren competencia de éste.
e. Mantener contactos con los demás Consejos Seccionales de
Estupefacientes para lograr una actividad coordinada.
f. Rendir al Consejo Nacional de Estupefacientes informes
mensuales y anuales de las labores adelantadas en la respectiva
región.

Las resoluciones que dicte el Consejo Seccional de Estupefacientes para


el ejercicio de sus funciones son de obligatorio cumplimiento.

Las actas de los Consejos Seccionales de Estupefacientes son


reservadas, solo podrán ser conocidas por el Consejo Nacional de
Estupefacientes, por el respectivo gobernador del departamento y por los
miembros del Consejo Seccional.

Artículo 100._ Facúltase al Gobierno Nacional para efectuar los


traslados presupuestales necesarios para el cumplimiento de esta Ley.

Artículo 101._ La presente Ley rige a partir de la fecha de su sanción y


deroga las disposiciones que le sean contrarias.

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http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=6960&iu=0#1

  
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SENTENCIA C-221/94

DESPENALIZACION DEL CONSUMO DE LA DOSIS PERSONAL

DROGADICCION-Comportamiento personal

Dentro de un sistema penal liberal y democrático, como el que tiene que


desprenderse de una Constitución del mismo sello, debe estar proscrito
el peligrosismo, tan caro al positivismo penal, hoy por ventura ausente de
todos los pueblos civilizados. Porque a una persona no pueden castigarla
por lo que posiblemente hará, sino por lo que efectivamente hace. A
menos que el ser drogadicto se considere en sí mismo punible, así ese
comportamiento no trascienda de la órbita más íntima del sujeto
consumidor, lo que sin duda alguna es abusivo, por tratarse de una órbita
precisamente sustraída al derecho y, a fortiori, vedada para un
ordenamiento que encuentra en la libre determinación y en la dignidad de
la persona (autónoma para elegir su propio destino) los pilares básicos
de toda la superestructura jurídica. Sólo las conductas que interfieran con
la órbita de la libertad y los intereses ajenos, pueden ser jurídicamente
exigibles. No se compadece con nuestro ordenamiento básico la
tipificación, como delictiva, de una conducta que, en sí misma, sólo
incumbe a quien la observa y, en consecuencia, está sustraída a la forma
de control normativo que llamamos derecho y más aún a un sistema
jurídico respetuoso de la libertad y de la dignidad humana, como sin
duda, lo es el nuestro.

CONSTITUCION POLITICA-Naturaleza / juez CONSTITUCIONAL-


Función

La filosofía que informa la Carta Política del 91 es libertaria y democrática


y no autoritaria y mucho menos totalitaria. Por tanto, si del texto de una
norma pudiera desprenderse una conclusión a tono con una ideología de
esa naturaleza, sería necesario, en una tarea de armonización sintáctica
que incumbe al intérprete, extraer de ella un sentido que no rompa
abruptamente el sistema sino que lo preserve. Porque la tarea del juez
de constitucionalidad no consiste, ni puede consistir, en resignarse a que
la norma básica es un tejido de retazos incongruentes, entre sí
inconciliables, sino en eliminar contradicciones y hacerlo de modo
razonable.

DERECHO A LA SALUD-Tratamiento médico

Cada quien es libre de decidir si es o no el caso de recuperar su salud. Ni


siquiera bajo la vigencia de la Constitución anterior, menos pródiga y
celosa de la protección de los derechos fundamentales de la persona, se
consideraba que el Estado fuera el dueño de la vida de cada uno y, en
armonía con ella, el Decreto 100 de 1980 (Código Penal) no consideraba
la tentativa de suicidio como conducta delictual; mucho menos podría
hacerse ahora esa consideración. Si yo soy dueño de mi vida, a fortiori
soy libre de cuidar o no de mi salud cuyo deterioro lleva a la muerte que,
lícitamente, yo puedo infligirme.
DERECHO AL LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD-
Límites/AUTONOMIA PERSONAL

E l legislador no puede válidamente establecer más limitaciones que


aquéllas que estén en armonía con el espíritu de la Constitución. La
primera consecuencia que se deriva de la autonomía, consiste en que es
la propia persona (y no nadie por ella) quien debe darle sentido a su
existencia y, en armonía con él, un rumbo. Si a la persona se le reconoce
esa autonomía, no puede limitársela sino en la medida en que entra en
conflicto con la autonomía ajena. El considerar a la persona como
autónoma tiene sus consecuencias inevitables e inexorables, y la primera
y más importante de todas consiste en que los asuntos que sólo a la
persona atañen, sólo por ella deben ser decididos. Decidir por ella es
arrebatarle brutalmente su condición ética, reducirla a la condición de
objeto, cosificarla, convertirla en medio para los fines que por fuera de
ella se eligen. Cuando el Estado resuelve reconocer la autonomía de la
persona, lo que ha decidido, ni más ni menos, es constatar el ámbito que
le corresponde como sujeto ético: dejarla que decida sobre lo más
radicalmente humano, sobre lo bueno y lo malo, sobre el sentido de su
existencia. Que las personas sean libres y autónomas para elegir su
forma de vida mientras ésta no interfiera con la autonomía de las otras,
es parte vital del interés común en una sociedad personalista, como la
que ha pretendido configurar la Carta Política que hoy nos rige. Si el
derecho al libre desarrollo de la personalidad tiene algún sentido dentro
de nuestro sistema, es preciso concluir que, por las razones anotadas,
las normas que hacen del consumo de droga un delito, son claramente
inconstitucionales.

DROGADICCION-Educación como obligación estatal

¿Qué puede hacer el Estado, si encuentra indeseable el consumo de


narcóticos y estupefacientes y juzga deseable evitarlo, sin vulnerar la
libertad de las personas? Cree la Corte que la única vía adecuada y
compatible con los principios que el propio Estado se ha comprometido a
respetar y a promover, consiste en brindar al conglomerado que
constituye su pueblo, las posibilidades de educarse. ¿Conduce dicha vía
a la finalidad indicada? No necesariamente, ni es de eso de lo que se
trata en primer término. Se trata de que cada persona elija su forma de
vida responsablemente, y para lograr ese objetivo, es preciso remover el
obstáculo mayor y definitivo: la ignorancia. No puede, pues, un Estado
respetuoso de la dignidad humana, de la autonomía personal y el libre
desarrollo de la personalidad, escamotear su obligación irrenunciable de
educar, y sustituir a ella la represión como forma de controlar el consumo
de sustancias que se juzgan nocivas para la persona individualmente
considerada y, eventualmente, para la comunidad a la que
necesariamente se halla integrada.

UNIDAD NORMATIVA

Resultan violatorias del Estatuto Básico, los artículos 51 y 87 de la ley 30


de 1986, este último por constituir unidad normativa con los acusados.

DROGADICCION-Tratamiento médico

Que una persona que no ha cometido ninguna infracción penal -como lo


establece el mismo artículo- sea obligada a recibir tratamiento médico
contra una "enfermedad" de la que no quiere curarse, es abiertamente
atentatorio de la libertad y de la autonomía consagradas en el artículo 16,
como "libre desarrollo de la personalidad". Resulta pertinente, en este
punto, remitir a las consideraciones hechas atrás acerca del
internamiento en establecimiento psiquiátrico o similar, considerado, bien
bajo la perspectiva del tratamiento médico, bien bajo la perspectiva de la
pena. Si se adopta la primera, la norma resulta inconstitucional por
violentar la voluntad del destinatario mediante la subrogación de su
capacidad de decidir, por la decisión del juez o del médico. Cada quien
es libre de elegir (dentro de nuestro ordenamiento) qué enfermedades se
trata y si es o no el caso de recuperar la "salud", tal como se concibe de
acuerdo con el criterio oficial. Si se adopta la segunda, la evidencia de
inconstitucionalidad es aún mayor, pues no sólo es inconcebible sino
monstruoso y contrario a los más elementales principios de un derecho
civilizado, que a una persona se le sancione sin haber infringido norma
alguna, o se le compela a recibir un tratamiento médico que no desea.

DESPENALIZACION DEL CONSUMO DE LA DOSIS PERSONAL

Los preceptos de la Carta que resultan directamente violados por las


disposiciones señaladas, son los siguientes: el artículo 1o. que alude al
respeto a la dignidad humana como fundamento del Estado; el 2o. que
obliga al mismo Estado a garantizar "la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Constitución"; el 5o. que reconoce
la primacía de los derechos inalienables de la persona, dentro de los
cuales ocupa un lugar privilegiado el de la autonomía, como expresión
inmediata de la libertad; el 16 que consagra expresamente el derecho
anteriormente referido, y el 13 consagratorio del derecho a la igualdad,
pues no se compadece con él, el tratamiento diferente a categorías de
personas que deben ser análogamente tratadas.

REGULACION DEL CONSUMO DE DROGAS

En ese mismo orden de ideas puede el legislador válidamente, sin


vulnerar el núcleo esencial de los derechos a la igualdad y a la libertad,
desconocidos por las disposiciones que serán retiradas del
ordenamiento, regular las circunstancias de lugar, de edad, de ejercicio
temporal de actividades, y otras análogas, dentro de las cuales el
consumo de droga resulte inadecuado o socialmente nocivo, como
sucede en la actualidad con el alcohol y el tabaco. Es ésa, materia propia
de las normas de policía. Otro tanto cabe predicar de quienes tienen a su
cargo la dirección de actividades de instituciones, públicas o privadas,
quienes derivan de esa calidad la competencia de dictar reglamentos
internos que posibiliten la convivencia ordenada, dentro de los ámbitos
que les incumbe regir.

DECLARACION DE INEXEQUIBILIDAD -Efectos

La declaración de inexequibilidad de los artículos 51 y 87 de la ley 30 de


1986, por las razones expuestas, impide que revivan normas de
contenido similar, que fueron derogadas por la ley en cuestión.

Ver la Sentencia de la Corte Constitucional C-101 de 2004 

REF.: Expediente No. D- 429

Normas acusadas: literal j) del artículo 2o. y artículo 51 de la ley 30


de 1986.

Demandante: Alexandre Sochandamandou

Magistrado Ponente:

Dr. CARLOS GAVIRIA DIAZ.

En Santafé de Bogotá, D.C., a los cinco (5) días del mes de mayo de
mil novecientos noventa y cuatro (1.994),

LA SALA PLENA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL,


EN NOMBRE DEL PUEBLO Y POR MANDATO DE LA
CONSTITUCIÓN,

Procede a dictar sentencia en el proceso de constitucionalidad contra el


literal j) del artículo 2 y el artículo 51 de la Ley 30 de 1.986.

1. ANTECEDENTES.

El ciudadano ALEXANDRE SOCHANDAMANDOU, en ejercicio de la


acción pública de inconstitucionalidad, solicita a la Corte que declare
inexequibles el literal j) del artículo 2o. y el artículo 51 de la ley 30 de
1986.

Cumplidos como están los trámites constitucionales y legales exigidos


para procesos de esta índole, procede la Corte a decidir.

2. NORMAS ACUSADAS.

El texto de las disposiciones objeto de impugnación es el que sigue:

"Artículo 2o. Para efectos de la presente ley se adoptarán las siguientes


definiciones:

..................

j) Dosis para uso personal: Es la cantidad de estupefaciente que una


persona porta o conserva para su propio consumo.

Es dosis para uso personal la cantidad de marihuana que no exceda de


veinte (20) gramos; la de marihuana hachís la que no exceda de cinco (5)
gramos; de cocaína o cualquier sustancia a base de cocaína la que no
exceda de un (1) gramo, y de metacualona la que no exceda de dos (2)
gramos.

No es dosis para uso personal, el estupefaciente que la persona lleve


consigo, cuando tenga como fin su distribución o venta, cualquiera que
sea su cantidad".

"Artículo 51. El que lleve consigo, conserve para su propio uso o


consuma, cocaína, marihuana o cualquier otra droga que produzca
dependencia, en cantidad considerada como dosis de uso personal,
conforme a lo dispuesto en esta ley, incurrirá en las siguientes sanciones:
a) Por primera vez, en arresto hasta por treinta (30) días y multa en
cuantía de medio (1/2) salario mínimo mensual.

b) Por la segunda vez, en arresto de un (1) mes a un (1) año y multa en


cuantía de medio (1/2) a un (1) salario mínimo mensual, siempre que el
nuevo hecho se realice dentro de los doce (12) meses siguientes a la
comisión del primero.

c) El usuario o consumidor que, de acuerdo con dictamen médico legal,


se encuentre en estado de drogadicción así haya sido sorprendido por
primera vez, será internado en establecimiento psiquiátrico o similar de
carácter oficial o privado, por el término necesario para su recuperación.
En este caso no se aplicará multa ni arresto.

La autoridad correspondiente podrá confiar al drogadicto al cuidado de la


familia o remitirlo, bajo la responsabilidad de ésta a una clínica, hospital o
casa de salud, para el tratamiento que corresponda, el cual se prolongará
por el tiempo necesario para la recuperación de aquél, que deberá ser
certificada por el médico tratante y por la respectiva Seccional de
Medicina Legal. La familia del drogadicto deberá responder del
cumplimiento de sus obligaciones, mediante caución que fijará el
funcionario competente, teniendo en cuenta la capacidad económica de
aquella.

El médico tratante informará periódicamente a la autoridad que haya


conocido del caso sobre el estado de salud y rehabilitación del
drogadicto. Si la familia faltare a las obligaciones que le corresponden, se
le hará efectiva la caución y el internamiento del drogadicto tendrá que
cumplirse forzosamente."

3. LA DEMANDA.

A pesar de que la redacción de la demanda no es tan clara como sería


deseable, se alcanza a entender en ella que las razones del actor para
considerar violadas las normas constitucionales, son las siguientes:

3.1. SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES A LA


INTERVENCIÓN DEL ESTADO EN LA SALUD PERSONAL.

Dice el actor que las normas acusadas violan el artículo 366 de la


Constitución, pues, si el Estado no puede garantizar la curación del
enfermo, tampoco puede privarle de la droga que le proporciona alivio.
"Si el Estado no puede garantizar la recuperación de la salud de los
enfermos psicofisiológicos de drogadicción o toxicomanía, porque no
existe clínicamente el tratamiento radical y científico que asegure su
curación, tampoco puede el Estado impedir o limitar el uso del
medicamento que le procura alivio al sufrimiento del enfermo. Los
estupefacientes son parte integral de la enfermedad de drogadicción o
toxicomanía y a la vez, son el medicamento que alivia el dolor y el
sufrimiento de los enfermos incurables."

Según el demandante, las normas acusadas violan los artículos 5, 28,


29, 34 y 49 de la Carta Política, porque los drogadictos y toxicómanos
son enfermos psicofisiológicos, estén o no bajo los efectos de un
estupefaciente; "el Estado no puede sancionar con pena o medida de
seguridad el derecho inalienable de las personas a estar
psicofisiológicamente enfermas por cualquier causa, inclusive de
drogadicción o toxicomanía."

Añade el accionante que las normas acusadas violan los artículos 28 y


95 numeral 1° de la Carta, pues no se "puede penar a quienes
simplemente consumen estupefacientes, porque con su conducta no
perjudican a persona diferente a ellos mismos."

3.2. SOBRE EL TRATAMIENTO DISCRIMINATORIO PARA LOS


CONSUMIDORES DE DETERMINADOS ESTUPEFACIENTES.

El demandante anota la discriminación de los adictos frente a otros


enfermos incurables, afirmando que si el Estado permite que el
padecimiento de otros enfermos incurables sea mitigado con drogas que
producen adicción, al drogadicto incurable no le puede negar el Estado el
consumo de la droga que mitiga su sufrimiento, so pretexto de que ésta
produce adicción, sin violar el derecho a la igualdad.

El actor sólo acusa como inconstitucionales al artículo 51 y al literal j) del


artículo 2, porque el tratamiento dado por la Ley 30 de 1.986 a los otros
drogadictos y toxicómanos, es considerado por él como constitucional, lo
que resalta otra discriminación que viola el derecho a la igualdad.
Efectivamente, según la Ley 30, el nicotinómano y el alcohólico son tan
drogadictos y toxicómanos como el marihuanero y el cocainómano; pero,
se incurre en trato discriminatorio cuando se dá a los dos primeros el
tratamiento legal de adictos socialmente aceptados, mientras se trata a
los demás consumidores de drogas como contraventores o delincuentes,
dependiendo de qué tan enfermos estén.
Afirma el accionante que la discriminación impuesta por la Ley 30 de
1.986 para los toxicómanos distintos al alcohólico y el nicotinómano, no
sólo es apreciable si se mira a los otros enfermos incurables y a los otros
toxicómanos, sino que la Ley impone también una discriminación entre
los drogadictos más y menos afectados. La cantidad de droga que un
toxicómano requiere diariamente, depende de su grado de adicción y de
las condiciones biofisiológicas de cada quien. Por esto, establecer una
cantidad tope a la dosis personal, que desconozca las necesidades de
uno o varios adictos, introduce una diferenciación artificial e injustificada
entre personas enfermas del mismo mal, con la única consecuencia legal
de tratar como contraventores a los que menos consumen y, como
delincuentes, a los más afectados por la enfermedad.

3.3. SOBRE EL TRATAMIENTO MÉDICO PREVISTO EN LAS


NORMAS ACUSADAS.

Para el actor, los artículos 51 y 2 literal j) de la Ley 30 de 1.986, violan el


artículo 5 de la Carta, "porque los derechos inalienables de la persona,
se extienden hasta su derecho a enfermarse psicofisiológicamente."

Añade que se violan los artículos 28 y 34 de la Carta, porque existen


toxicómanos incurables, "en cuyo caso la duración de los tratamientos
sería indefinida y la INTERNACIÓN en un ESTABLECIMIENTO
PSIQUIÁTRICO o similar por el TÉRMINO NECESARIO PARA SU
RECUPERACIÓN se convertiría en una PENA IMPRESCRIPTIBLE."

Señala también el accionante que las normas acusadas violan el artículo


47 de la Carta, "porque el Estado colombiano carece en la práctica de la
provisión necesaria en todos los aspectos, para brindar a los
ENFERMOS DE DROGADICCIÓN O TOXICOMANÍA centros
psiquiátricos de rehabilitación, que no sean anexos de las cárceles, ni
tugurios infrahumanos donde se violan los derechos humanos de los
ENFERMOS."

Finalmente, el actor anota que sobre la libertad de las personas sólo


puede decidir constitucionalmente un Juez de la República y nó el
médico tratante o unos funcionarios estatales que no tienen jurisdicción;
"...la situación jurídica de un ENFERMO DE DROGADICCIÓN O
TOXICOMANÍA, internado en algún establecimiento psiquiátrico, estaría
sujeta a la vulnerabilidad del grupo de personas del sector oficial o
privado con facultad de decidir discrecionalmente sobre la rehabilitación
o no rehabilitación del enfermo."
4. INTERVINIENTES:

El Ministerio de Justicia por medio de apoderado constituido para el


efecto, presentó un escrito en el que expone las razones que justifican la
constitucionalidad de las normas demandadas, las cuales se resumen en
seguida:

- El literal j) del artículo 2o. de la ley 30 de 1986 no viola el artículo 366


de la Carta, por que "las necesidades insatisfechas de salud de los
usuarios de los estupefacientes no se solucionan administrándoles el
tóxico, ni permitiéndoles que sigan usándolo libremente, sino con
medidas de educación, de prevención, de tratamiento y de rehabilitación
de su enfermedad, que se fundamentan todas en la supresión del uso de
la droga".

- En lo que respecta al artículo 51 de la misma ley se afirma que no viola


el artículo 5o. de la Carta "puesto que el ciudadano colombiano tiene
derecho a la salud, tanto psíquica como orgánica y no, como lo plantea el
demandante, derecho a estar enfermo, puesto que la enfermedad es un
concepto opuesto al de la salud... la acción del Estado debe estar
encaminada a ayudarle al enfermo a recobrar su salud y no a facilitarle
que con el uso de una sustancia tóxica que es dañina para su organismo
y para su psiquismo, perpetúe su enfermedad".

- Tampoco se vulneran los artículos 34, 47 y 49 de la Constitución, pues


el demandante "confunde el tratamiento para una enfermedad, con la
pena para un contraventor", ni los artículos 28 y 29 del mismo
Ordenamiento, por que la misma ley parcialmente demandada, como las
normas penales de procedimiento consagran "la jurisdicción competente,
formalidades y procedimiento para el juzgamiento de quien ha incurrido
en la contravención consagrada en el artículo 51".

- El artículo 95-1 de la Ley Suprema no resulta lesionado por el mandato


acusado, ya que si bien es cierto que señala como deber de la persona y
del ciudadano "respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios.
El individuo que consume droga estupefaciente a sabiendas de que se
trata de una sustancia tóxica, deletérea para su salud, está abusando de
su derecho de libertad, sólo que algunas veces lo hace motivado por su
enfermedad; de manera que cumple el Estado con su función cuando
trata de suministrarle o al menos de facilitarle la posibilidad de
tratamiento para su dolencia".
- Finalmente anexa un concepto emitido por el subdirector de
investigación científica del Instituto Nacional de Medicina Legal y
Ciencias Forenses, sobre el tema.

5. CONCEPTO FISCAL.

El Procurador General de la Nación (Encargado) rinde la vista fiscal de


rigor en oficio No. 350 del 1o. de diciembre de 1993, la que concluye
solicitando a la Corte que declare exequibles el literal j) del artículo 2o. y
el artículo 51 de la ley 30 de 1986, este último "en el entendido que la
sanción de internamiento o restricciones a la libertad en virtud de su
literal c), no pueden ser superiores a las penas de arresto contenidas en
sus literales a) y b)".

Son estas las argumentaciones del citado funcionario:

- La ley 30 de 1986 otorga un tratamiento más benigno para quien


consume droga que para quien la produce y comercializa, y la razón
"puede encontrarse en el hecho de que quien es usuario de la droga por
regla general, es considerado una víctima más que un delincuente y por
ello antes que un castigo debe recibir un tratamiento adecuado para
lograr su recuperación". Para que una conducta relacionada con la
utilización de drogas encaje dentro de una contravención se requiere,
conforme al artículo 51 de la ley, "que la cantidad de ellas corresponda al
concepto de dosis personal", el cual también se encuentra definido en
ese ordenamiento.

- El "establecimiento de topes máximos en las cantidades de drogas o


sustancias controladas que hace la ley para ubicarlas dentro del
concepto de dosis personal, no contraría precepto alguno de nuestro
ordenamiento constitucional. La penalización o no del consumo, su
tratamiento como delito o contravención, la determinación de porciones
máximas, como dosis personal, son consecuencia fundamentalmente de
la política criminal que en un momento determinado haya adoptado el
Estado en materia de lucha contra el narcotráfico. Lo anterior como es
lógico, siempre que la escogencia de cualquiera de esas opciones se
haga dentro del límite de lo razonable y con salvaguardia de nuestros
principios constitucionales y de la dignidad humana".

- El literal i) del artículo 2o. de la ley 30 de 1986 consagra que la dosis


terapéutica es la cantidad de droga o medicamento que un médico
prescribe según las necesidades clínicas de su paciente, sin que dentro
de dicho estatuto se consagre sanción alguna para las conductas
relacionadas con dosis de esa índole, y por el contrario "lo relativo a la
dosis terapéutica es una de las posibles utilizaciones lícitas de las drogas
controladas, dentro del concepto no de estupefaciente sino de
medicamento, en el marco del ejercicio de una actividad lícita como es la
medicina, y con una finalidad legítima jurídicamente como es el
tratamiento, curación o rehabilitación de un enfermo", pudiendo incluso la
dosis terapéutica ser superior a la dosis personal.

- En relación con el artículo 51 demandado, dice el Procurador, que el


literal c) de dicha disposición "está orientado a lograr la recuperación del
drogadicto a través de su internación en un establecimiento adecuado
para que allí reciba tratamiento médico necesario, o de la entrega a la
familia para que bajo su responsabilidad se le siga dicho tratamiento" y
por tratarse de un enfermo no se le imponen las sanciones de multa ni
arresto, ejerciendo así el Estado "una función social tendiente a la
recuperación de la salud de aquél que es dependiente de las drogas",
cumpliendo lo dispuesto en los artículos 47, 48 y 49 de la Carta.

- La función curativa y rehabilitadora de la norma se percibe también en


el inciso 2o. del literal c) del citado artículo 51 "cuando prevé la
posibilidad de confiar el drogadicto al cuidado de la familia, o remitirlo
bajo la responsabilidad de ésta a una institución especializada para
recibir allí el tratamiento debido". Sin embargo, considera el Procurador
que el internamiento del drogadicto a que se refiere el inciso primero del
artículo 51 demandado "tiene el carácter de sanción e implica para quien
es acreedor de ella, la pérdida de la libertad en los casos en que el
internamiento deba cumplirse forzosamente, o una limitación al ejercicio
de la misma cuando se confía al cuidado de la familia. Como se trata de
una mengua a los derechos fundamentales de la persona entre los
cuales se encuentra la libertad, no es posible que las restricciones a ella
tengan el carácter de indeterminadas. La expresión 'por el término
necesario para su recuperación' contenido en la disposición sin la fijación
de un tope máximo permitiría que la sanción se prolongara en el tiempo
de manera indefinida, llegando incluso a ser perpetua en los casos en
que el drogadicto no lograre su recuperación, lo cual contraría de manera
flagrante los artículos 16, 28 y 34 de la Carta Política", tal como lo
sostuvo la Corte Constitucional en sentencia C-176 de mayo 6 de 1993.

- Por consiguiente considera el Procurador que "cuando se imponga al


consumidor o usuario de drogas que se encuentre en estado de
drogadicción, el internamiento o cualquier medida que implique pérdida o
restricción de su libertad, a título de sanción de acuerdo con el literal c)
del artículo 51 de la ley 30 de 1986, estas medidas no podrán ser
superiores a los máximos determinados como pena de arresto para
quienes hayan realizado las mismas conductas pero que no sean
drogadictos y que son de treinta (30) días cuando sea la primera vez que
hayan realizado las conductas descritas en dicho artículo y de doce (12)
meses por la segunda vez".

6. CONSIDERACIONES DE LA CORTE.

6.1.- Competencia.

Dado que la acusación se dirige contra normas que integran una ley, es
competente esta Corporación para decidir sobre su constitucionalidad,
conforme a lo ordenado por el artículo 241- 4 de la Constitución Nacional.

6.2.- CONSIDERACIONES DE FONDO.

6.2.1.- El derecho como forma de regulación de la conducta


interferida. Existen deberes jurídicos para consigo mismo?.

Más allá de las disputas de escuelas acerca de la naturaleza del


derecho, puede afirmarse con certeza que lo que caracteriza a esa forma
específica de control de la conducta humana es el tener como objeto de
regulación el comportamiento interferido, esto es, las acciones de una
persona en la medida en que injieren en la órbita de acción de otra u
otras, se entrecruzan con ella, la interfieren. Mientras esto no ocurra, es
la norma moral la que evalúa la conducta del sujeto actuante (incluyendo
la conducta omisiva dentro de la categoría genérica de la acción). Por
eso se dice, con toda propiedad, que mientras el derecho es ad alterum,
la moral es ab agenti o, de otro modo, que mientras la norma jurídica es
bilateral, la moral es unilateral. En lenguaje hohfeldiano, puede afirmarse
que el precepto del derecho crea siempre una situación desventajosa
correlativa a una situación ventajosa. En el caso concreto, cuyo análisis
importa, un deber correlativo a un derecho. La moral no conoce esta
modalidad reguladora. Las obligaciones que ella impone no crean en
favor de nadie la facultad de exigir la conducta debida. En eso radica su
unilateralidad. No en el hecho de que no imponga deberes frente a otro,
sino en la circunstancia que no confiere a éste facultad de exigir.

De allí que no haya dificultad alguna en admitir la existencia de deberes


morales frente a uno mismo y menos aún cuando la moral que se profesa
se halla adherida a una concepción teológica según la cual Dios es el
dueño de nuestra vida, y el deber de conservarla (deber frente a uno
mismo) se resuelve en un deber frente a Dios.

Pero otra cosa sucede en el campo del derecho: cuando el legislador


regula mi conducta con prescindencia del otro, está transponiendo
fronteras que ontológicamente le están vedadas. En otros términos: el
legislador puede prescribirme la forma en que debo comportarme con
otros, pero no la forma en que debo comportarme conmigo mismo, en la
medida en que mi conducta no interfiere con la órbita de acción de nadie.
Si de hecho lo hace, su prescripción sólo puede interpretarse de una de
estas tres maneras: 1) expresa un deseo sin connotaciones normativas;
2) se asume dueño absoluto de la conducta de cada persona, aún en los
aspectos que nada tienen que ver con la conducta ajena; 3) toma en
cuenta la situación de otras personas a quienes la conducta del sujeto
destinatario puede afectar.

6.2.2.- Implicaciones en el caso sub-examine.

En el caso que ocupa a la Corte, (en relación con el consumo de


estupefacientes) es preciso vincular las normas de la ley 30 de 1986, que
se refieren al consumo de las sustancias allí indicadas, con el inciso
último del artículo 49 de la Carta, que dispone: "Toda persona tiene el
deber de procurar el cuidado integral de su salud y la de su comunidad."
(énfasis fuera de texto). Aplicando los lineamientos anteriores al examen
de dicho inciso, se tendría:

1). Se trata de un mero deseo del Constituyente, llamado a producir


efectos psicológicos que se juzgan plausibles, pero en modo alguno
generador de un deber jurídico genérico, susceptible de plasmarse en la
tipificación de una conducta penal.

2). El Estado colombiano se asume (en tanto que sujeto pretensor)


dueño y señor de la vida de cada una de las personas cuya conducta rige
y, por eso, arrogándose el papel de Dios, en la concepción teológica,
prescribe, mas allá de la órbita del derecho, comportamientos que sólo al
individuo atañen y sobre los cuales cada persona es dueña de decidir.

3). Toma en consideración las consecuencias, frente a otros, de la


conducta individual y por esa razón la hace objeto de regulación jurídica,
v.gr.: la situación de desamparo en que puede quedar la familia del
drogadicto; la privación a la comunidad de una persona potencialmente
útil; el peligro que para los demás puede entrañar la conducta agresiva
desatada por el consumo de las sustancias indicadas en la ley.

Entra la Corte a examinar las tres posibilidades hermenéuticas


señaladas, empezando por la últimamente enunciada y tomando en
cuenta las situaciones que, a modo de ejemplo, allí se indican, así:

PRIMERA POSIBILIDAD HERMENEUTICA.

1). Si se asume que es en consideración a las personas próximas al


drogadicto, que se verán privadas de su presencia, de su afecto y,
eventualmente de su apoyo económico, que la conducta punible se
tipifica, habría que concluir que el tener seres queridos y obligaciones
familiares qué cumplir, tendría que hacer parte de la conducta típica y,
por ende, quienes no se encontraran dentro de esa situación no podrían
ser justiciables por el delito en cuestión. Pero resulta que la norma
prescinde de todos esos condicionamientos y hace reos de la infracción a
quienes se coloquen en su hipótesis, independientemente de que tengan
o no familia y de que tengan o no vínculos obligacionales con alguien. En
otros términos: un sindicado por esos delitos no podría, válidamente,
argüir en su favor, para hacerse acreedor a la exención de
responsabilidad, que es solo en la vida y a nadie está ligado por vínculos
de sangre o de afecto.

Pero si se trata de alguien que sí se halla integrado a una comunidad


familiar, y la sanción penal se ha revelado inepta para inhibir el consumo,
el mantenimiento del castigo sólo serviría para añadir a la familia una
nueva angustia, derivada de la sanción.

2). Si se argumenta, entonces, que es la comunidad toda, a la que


inexorablemente ha de pertenecer, la que se va a ver privada de uno de
sus miembros potencialmente útiles, habría que concluir que los ya
marginados por otro tipo de comportamientos asociales, egoístas
irredentos, misántropos irreductibles, podrían gastar su existencia en el
consumo de sustancias nocivas y con ello la sociedad, antes que perder,
ganaría, pues habría segregado, de modo natural, a un miembro
indeseable. Y aún subsiste una duda: ¿por qué si es ese el motivo de la
prohibición no se le conmina bajo pena el consumo del tabaco que, de
acuerdo con investigaciones médicas confiables, y de amplia aceptación
en el campo científico, es causa del cáncer de pulmón y del cáncer en
general? y ¿por qué no se le prohíbe la ingestión de sustancias grasas
que aumentan el grado de colesterol y propician las enfermedades
coronarias, acelerando así el proceso que conduce a la muerte?. Pero
no. El sujeto en cuestión sería justiciable por la conducta que, desde esa
perspectiva, resultaría socialmente provechosa. Luego, tampoco parece
ser ésa la razón justificativa de la represión.

3). Pero finalmente, puede invocarse como motivo de la punición, el


peligro potencial que para los otros implica la conducta agresiva
desencadenada por el consumo de la droga. Sobre este punto, es
preciso hacer varias consideraciones: la primera se refiere al trato
abiertamente discriminatorio que la ley acuerda para los consumidores
de las drogas que en ella se señalan y para los consumidores de otras
sustancias de efectos similares, v.gr., el alcohol. Porque mientras el
alcohol tiene la virtud de verter hacia el otro a quien lo consume, para
bien o para mal, para amarlo o para destruirlo, el efecto de algunas de
las sustancias que la ley 30 incluye en la categoría de "drogas", como la
marihuana y el hachís, es esencialmente interior, intensificador de las
experiencias íntimas, propias del ser monástico. Por eso ha podido decir
Octavio Paz que el vino se halla vinculado al diálogo (la relación con el
otro) desde sus comienzos: el simposio griego. La droga a los viajes
interiores, más propios de la cultura oriental. Quien toma alcohol, se halla
dentro de la más pura tradición occidental, mientras que el que se droga
es un heterodoxo (tal vez sea por eso por lo que se le castiga).

¿No es acaso un hecho empíricamente verificable que la ingestión de


alcohol, en un elevado número de personas, ocasiona el relajamiento de
lazos inhibitorios y la consiguiente exteriorización de actitudes violentas
reprimidas hasta entonces, y es factor eficiente en la comisión de un
sinnúmero de delitos? ¿Por qué, entonces, el tratamiento abiertamente
distinto, irritantemente discriminatorio, para el alcohólico (quien puede
consumir sin medida ni límite) y para el drogadicto?.

Veamos si no, los datos suministrados por el Instituto de Medicina Legal


y Ciencias Forenses, Regional Nor-Occidente - Medellín, acerca de la
incidencia del alcohol en las conductas delictivas no sólo desde el punto
de vista de los sujetos activos, sino también del de las víctimas.

Dice dicho informe en su parte pertinente: "En la cifra bruta de mortalidad


por causas violentas, al menos para la ciudad de Medellín, existe un
factor que parece pudiera considerarse como riesgo, y es el de la
ingestión de bebidas alcohólicas; para 1980 el 27% de las víctimas de
muerte violenta tenía en su sangre cifras positivas para alcohol, para el
año de 1990 ese porcentaje se había incrementado al 48.51% ".
Y luégo, a través de dos anexos, que se incluyen al final de este fallo, se
ilustra gráficamente lo anterior y se establece, específicamente, una
relación entre los delitos cometidos en estado de embriaguez y las
conductas delictivas determinadas por la dependencia de drogas.

La segunda dice relación al hecho de que dentro de un sistema penal


liberal y democrático, como el que tiene que desprenderse de una
Constitución del mismo sello, debe estar proscrito el peligrosismo, tan
caro al positivismo penal, hoy por ventura ausente de todos los pueblos
civilizados. Porque a una persona no pueden castigarla por lo que
posiblemente hará, sino por lo que efectivamente hace. A menos que el
ser drogadicto se considere en sí mismo punible, así ese comportamiento
no trascienda de la órbita más íntima del sujeto consumidor, lo que sin
duda alguna es abusivo, por tratarse de una órbita precisamente
sustraída al derecho y, a fortiori, vedada para un ordenamiento que
encuentra en la libre determinación y en la dignidad de la persona
(autónoma para elegir su propio destino) los pilares básicos de toda la
superestructura jurídica.

Con razón ha dicho Thomas Szasz, crítico agudo de lo que pudiéramos


llamar el totalitarismo psiquiátrico: "En una sociedad de hombres libres,
cada uno debe ser responsable de sus actos y sancionado como tal. Si el
drogadicto comete un crimen, debe ser castigado por ese crimen, no por
ser drogadicto. Si el cleptómano roba, si el pirómano incendia, si el
regicida asesina, todos deben caer bajo el peso de la ley y ser
castigados." (Entrevista concedida a Guy Sorman, en "Los verdaderos
pensadores de nuestro tiempo", Seix Barral, 1992.).

SEGUNDA POSIBILIDAD HERMENEUTICA.

Pero descartada por arbitraria e inarmónica con nuestro estatuto básico


la anterior vía interpretativa, (resulta violatoria de la libertad y de la
igualdad) es preciso detenerse en la enunciada en segundo término, a
saber: el Estado colombiano se asume dueño y señor de la vida y del
destino de cada persona sujeta a su jurisdicción, y por eso le prescribe
comportamientos que bajo una perspectiva menos absolutista quedarían
librados a la decisión suya y no del Estado. Empero, también esta
tentativa exegética debe ser desechada, pues la filosofía que informa la
Carta Política del 91 es libertaria y democrática y no autoritaria y mucho
menos totalitaria. Por tanto, si del texto de una norma pudiera
desprenderse una conclusión a tono con una ideología de esa
naturaleza, sería necesario, en una tarea de armonización sintáctica que
incumbe al intérprete, extraer de ella un sentido que no rompa
abruptamente el sistema sino que lo preserve. Porque la tarea del juez
de constitucionalidad no consiste, ni puede consistir, en resignarse a que
la norma básica es un tejido de retazos incongruentes, entre sí
inconciliables, sino en eliminar contradicciones y hacerlo de modo
razonable. Por ejemplo: si de una norma se sigue que el hombre es libre
y, por tanto, dispone de un ámbito de autonomía compatible con el
ámbito ajeno; y de otra, que no lo es, la alternativa no tiene escapatoria:
optamos por darle relevancia a la primera ("pro favor libertatis")
ratificando la sustancia ideológica de la Carta, o la distorsionamos,
atribuyendo trascendencia derogatoria a un precepto de significación
normativa vicaria. La opción que en esta sentencia se avala es, sin duda,
la primera.

Pero si, moderando la perspectiva, asumimos que no se trata de un


Estado omnímodo, con pretensiones de injerencia en las más íntimas
decisiones del sujeto destinatario, sino de un Estado paternalista y
protector de sus súbditos, que conoce mejor que éstos lo que conviene a
sus propios intereses y hace entonces obligatorio lo que para una
persona libre sería opcional, por esa vía benévola se llega al mismo
resultado inadmisible: la negación de la libertad individual, en aquel
ámbito que no interfiere con la esfera de la libertad ajena.

TERCERA POSIBILIDAD HERMENEUTICA

Queda, entonces, como única interpretación plausible la que se enunció


en primer término, a saber: que se trata tan sólo de la expresión de un
deseo del constituyente, de mera eficacia simbólica, portador de un
mensaje que el sujeto emisor juzga deseable, pues encuentra bueno que
las personas cuiden de su salud, pero que no puede tener connotaciones
normativas de orden jurídico en general, y muchísimo menos de carácter
específicamente punitivo. Esto porque, tal como se anotó al comienzo, no
es posible hablar de sujeto pretensor de este deber, sin desvirtuar la
Carta Política actual y la filosofía liberal que la inspira, determinante de
que sólo las conductas que interfieran con la órbita de la libertad y los
intereses ajenos, pueden ser jurídicamente exigibles.

6.2.3.- El tratamiento médico como medida protectora del


drogadicto, y la sanción penal.

Especial atención merece el literal c) del artículo 51 demandado, que


prescribe: "El usuario o consumidor que, de acuerdo con dictamen
médico legal, se encuentre en estado de drogadicción, así haya sido
sorprendido por primera vez, será internado en establecimiento
psiquiátrico o similar de carácter oficial o privado, por el término
necesario para su recuperación. En este caso no se aplicará multa ni
arresto".

"La autoridad correspondiente podrá confiar al drogadicto al cuidado de


la familia o remitirlo, bajo la responsabilidad de ésta, a una clínica,
hospital o casa de salud, para el tratamiento que corresponda, el cual se
prolongará por el tiempo necesario para la recuperación de aquél, que
deberá ser certificada por el médico tratante y por la respectiva Seccional
de Medicina Legal. La famila del drogadicto deberá responder del
cumplimiento de sus obligaciones, mediante caución que fijará el
funcionario competente, teniendo en cuenta la capacidad económica de
aquélla".

"El médico tratante informará periódicamente a la autoridad que haya


conocido del caso sobre el estado de salud y rehabilitación del
drogadicto. Si la familia faltare a las obligaciones que le corresponden, se
le hará efectiva la caución y el internamiento del drogadicto tendrá que
cumplirse forzosamente."

Tal disposición impone al drogadicto (condición que ha de establecerse


mediante peritación médico-legal) el internamiento "en establecimiento
de carácter psiquiátrico o similar" hasta que la recuperación se produzca.
La pregunta que la norma suscita, es obvia: ¿se trata de una pena
(retaliación por haber delinquido) que se destina al sujeto activo de un
delito, o de una medida humanitaria en beneficio de un enfermo? Si lo
primero, la norma es inconstitucional, conforme al análisis que antes se
ha hecho, pues no se compadece con nuestro ordenamiento básico la
tipificación, como delictiva, de una conducta que, en sí misma, sólo
incumbe a quien la observa y, en consecuencia, está sustraída a la forma
de control normativo que llamamos derecho y más aún a un sistema
jurídico respetuoso de la libertad y de la dignidad humana, como sin
duda, lo es el nuestro. ¿O se tratará, tal vez, de una medida humanitaria
encaminada a restituir la salud a quien padece una grave enfermedad?
No hay duda, para la Corte, de que también bajo esta perspectiva, la
disposición es abiertamente inconstitucional, pues cada quien es libre de
decidir si es o no el caso de recuperar su salud. Ni siquiera bajo la
vigencia de la Constitución anterior, menos pródiga y celosa de la
protección de los derechos fundamentales de la persona, se consideraba
que el Estado fuera el dueño de la vida de cada uno y, en armonía con
ella, el Decreto 100 de 1980 (Código Penal) no consideraba la tentativa
de suicidio como conducta delictual; mucho menos podría hacerse ahora
esa consideración. Si yo soy dueño de mi vida, a fortiori soy libre de
cuidar o no de mi salud cuyo deterioro lleva a la muerte que, lícitamente,
yo puedo infligirme.

Bajo el tratamiento de ciertas conductas que se juzgan desviadas, como


enfermedades, se esconde el más feroz poder represivo, tanto más
censurable cuanto más se presenta como una actitud paternal (casi
amorosa) frente al disidente. La reclusión en establecimientos
psiquiátricos o similares, ha sido desde hace mucho, un vitando
mecanismo usado por los regímenes totalitarios para "curar" a los
heterodoxos. Y las sociedades contemporáneas se han empeñado en
tratar a los drogadictos como heterodoxos, pero heterodoxos enfermos a
quienes hay que hacerles ver el mundo como lo ven los gobernantes.
Sobre el punto anota Szasz, con su habitual agudeza: "El hecho de
drogarse no es una enfermedad involuntaria, es una manera totalmente
deliberada de afrontar la dificultad de vivir, la enfermedad de vivir. Pero
como no sabemos curar la enfermedad de vivir, preferimos 'tratar' al
drogadicto". ob cit.

Refiriéndose al mismo problema (el encubrimiento de la pena por el


tratamiento) cuenta Lon L. Fuller en "The anatomy of the law" que algún
curioso visitante de uno de esos famosos establecimientos donde se dice
no sancionar sino tratar, al advertir que a uno de los pacientes lo
sometían a una cruel tortura consistente en ponerle un chorro de agua a
presión sobre la nariz, preguntó con inteligente candor: "¿Y a esto se le
puede llamar 'hidroterapia'?".

Sobre el punto que venimos examinando, a saber, la obligación de un


enfermo (o que es considerado como tal) de observar un tratamiento
médico encaminado a la curación, existe un notable precedente en esta
misma Corte. Es la sentencia No. T-493 de 1993 de la Sala Segunda de
Revisión, que con ponencia del H. Magistrado Antonio Barrera, sentó una
significativa doctrina, al denegar una tutela tendiente a imponer, a quien
padecía de una enfermedad grave, la obligación de tratarse
médicamente. En su aparte más relievante dice el mencionado fallo:

"Tanto los peticionarios de la tutela, como el fallo del Juzgado Promiscuo


del Circuito de Ituango Antioquia, desconocen el mandato constitucional
del artículo 16, que reconoce el derecho al libre desarrollo de la
personalidad "sin más limitaciones que las que imponen los derechos de
los demás y el orden jurídico", en cuanto coartan la libertad que posee
María Libia Pérez Duque de decidir si se somete o no a un tratamiento
médico y las modalidades del mismo, e interfieren indebidamente la
potestad de autodeterminarse, conforme a su propio arbitrio dentro de los
límites permitidos, en lo relativo a lo que a su juicio es más conveniente
para preservar su salud y asegurar una especial calidad de vida".

En la norma citada hay implícita una discriminación inadmisible para el


drogadicto que tiene recursos económicos y para el que carece de ellos,
pues mientras el primero puede ir a una clínica privada a recibir un
tratamiento con los especialistas que él mismo elija, el segundo se verá
avocado a que se le conduzca a un establecimiento no elegido por él,
con todas las connotaciones de una institución penitenciaria.

6.2.4.- La sanción (o tratamiento) por el consumo de droga y el libre


desarrollo de la personalidad.

Para dilucidar "in toto" la constitucionalidad de las normas que hacen del
consumo de droga conductas delictivas, es preciso relacionar éstas con
una norma básica que, para este propósito, resulta decisiva. Es el
artículo 16 de la Carta, que consagra el derecho al libre desarrollo de la
personalidad. Lo hace en los siguientes términos: "Todas las personas
tienen derecho al libre desarrollo de su personalidad sin más limitaciones
que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico".

La frase "sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los
demás y el orden jurídico", merece un examen reflexivo, especialmente
en lo que hace relación a la expresión subrayada. Porque si cualquier
limitación está convalidada por el solo hecho de estar incluida en el orden
jurídico, el derecho consagrado en el artículo 16 Superior, se hace
nugatorio. En otros términos: el legislador no puede válidamente
establecer más limitaciones que aquéllas que estén en armonía con el
espíritu de la Constitución.

Téngase en cuenta que en esa norma se consagra la libertad "in nuce",


porque cualquier tipo de libertad se reduce finalmente a ella. Es el
reconocimiento de la persona como autónoma en tanto que digna
(artículo 1o. de la C.P.), es decir, un fin en sí misma y no un medio para
un fin, con capacidad plena de decidir sobre sus propios actos y, ante
todo, sobre su propio destino. La primera consecuencia que se deriva de
la autonomía, consiste en que es la propia persona (y no nadie por ella)
quien debe darle sentido a su existencia y, en armonía con él, un rumbo.
Si a la persona se le reconoce esa autonomía, no puede limitársela sino
en la medida en que entra en conflicto con la autonomía ajena. John
Rawls en "A theory of justice" al sentar los fundamentos de una sociedad
justa constituída por personas libres, formula, en primer lugar, el principio
de libertad y lo hace en los siguientes términos: "Cada persona debe
gozar de un ámbito de libertades tan amplio como sea posible,
compartible con un ámbito igual de libertades de cada uno de los
demás". Es decir: que es en función de la libertad de los demás y sólo de
ella que se puede restringir mi libertad.

Lo anterior, desde luego, dentro de una concepción personalista de la


sociedad, que postula al Estado como un instrumento al servicio del
hombre y no el hombre al servicio del Estado para la realización de un fin
más allá de la persona (transpersonalismo), como la victoria de la raza
superior o el triunfo de la clase proletaria.

El considerar a la persona como autónoma tiene sus consecuencias


inevitables e inexorables, y la primera y más importante de todas
consiste en que los asuntos que sólo a la persona atañen, sólo por ella
deben ser decididos. Decidir por ella es arrebatarle brutalmente su
condición ética, reducirla a la condición de objeto, cosificarla, convertirla
en medio para los fines que por fuera de ella se eligen.

Una vez que se ha optado por la libertad, no se la puede temer. En un


hermoso libro "El miedo a la libertad"1 subraya Erich Fromm como un
signo del hombre moderno (a partir de la Reforma) el profundo temor del
individuo a ejercer su propia libertad y a que los demás ejerzan las
suyas. Es el pánico a asumirse como persona, a decidir y a hacerse
cargo de sus propias decisiones, esto es, a ser responsable. Por eso se
busca el amparo de la colectividad, en cualquiera de sus modalidades:
del partido, si soy un militante político, porque las decisiones que allí se
toman no son mías sino del partido; de la iglesia, si soy un creyente de
secta, porque allí se me indica qué debo creer y se me libera entonces
de esa enorme carga de decidirlo yo mismo; del gremio, porque detrás
de la solidaridad gremial se escamotea mi responsabilidad personal, y
así en todos los demás casos.

Cuando el Estado resuelve reconocer la autonomía de la persona, lo que


ha decidido, ni más ni menos, es constatar el ámbito que le corresponde
como sujeto ético: dejarla que decida sobre lo más radicalmente humano,
sobre lo bueno y lo malo, sobre el sentido de su existencia. Si la persona
resuelve, por ejemplo, dedicar su vida a la gratificación hedonista, no
injerir en esa decisión mientras esa forma de vida, en concreto, no en
abstracto, no se traduzca en daño para otro. Podemos no compartir ese
ideal de vida, puede no compartirlo el gobernante, pero eso no lo hace
ilegítimo. Son las consecuencias que se siguen de asumir la libertad
como principio rector dentro de una sociedad que, por ese camino, se
propone alcanzar la justicia.

Reconocer y garantizar el libre desarrollo de la personalidad, pero


fijándole como límites el capricho del legislador, es un truco ilusorio para
negar lo que se afirma. Equivale a esto: "Usted es libre para elegir, pero
sólo para elegir lo bueno y qué es lo bueno, se lo dice el Estado".

Y no se diga que todo lo que el legislador hace lo hace en función del


interés común, porque, al revés, el interés común resulta de observar
rigurosamente las pautas básicas que se han establecido para la
prosecución de una sociedad justa. En otros términos: que las personas
sean libres y autónomas para elegir su forma de vida mientras ésta no
interfiera con la autonomía de las otras, es parte vital del interés común
en una sociedad personalista, como la que ha pretendido configurar la
Carta Política que hoy nos rige.

Si el derecho al libre desarrollo de la personalidad tiene algún sentido


dentro de nuestro sistema, es preciso concluir que, por las razones
anotadas, las normas que hacen del consumo de droga un delito, son
claramente inconstitucionales.

6.2.5.- Libertad, educación y droga.

Cabe entonces preguntar: ¿qué puede hacer el Estado, si encuentra


indeseable el consumo de narcóticos y estupefacientes y juzga deseable
evitarlo, sin vulnerar la libertad de las personas? Cree la Corte que la
única vía adecuada y compatible con los principios que el propio Estado
se ha comprometido a respetar y a promover, consiste en brindar al
conglomerado que constituye su pueblo, las posibilidades de educarse.
¿Conduce dicha vía a la finalidad indicada? No necesariamente, ni es de
eso de lo que se trata en primer término. Se trata de que cada persona
elija su forma de vida responsablemente, y para lograr ese objetivo, es
preciso remover el obstáculo mayor y definitivo: la ignorancia. Sin
compartir completamente la doctrina socrática de que el único mal que
aqueja a los hombres es la ignorancia, porque cuando conocemos la
verdad conocemos el bien y cuando conocemos el bien no podemos
menos que seguirlo, sí es preciso admitir que el conocimiento es un
presupuesto esencial de la elección libre y si la elección, cualquiera que
ella sea, tiene esa connotación, no hay alternativa distinta a respetarla,
siempre que satisfaga las condiciones que a través de esta sentencia
varias veces se han indicado, a saber: que no resulte atentatoria de la
órbita de la libertad de los demás y que, por ende, si se juzga dañina,
sólo afecte a quien libremente la toma.

Poco sirven las prédicas hueras contra el vicio. Tratándose de seres


pensantes (y la educación ayuda a serlo) lo único digno y eficaz consiste
en mostrar de modo honesto y riguroso la conexión causal existente
entre los distintos modos de vida y sus inevitables consecuencias, sin
manipular las conciencias. Porque del mismo modo que hay quienes se
proclaman personeros de una cosmovisión, pero la contradicen en la
práctica por ignorar las implicaciones que hay en ella, hay quienes optan
por una forma de vida, ciegos a sus efectos.

El examen racional de las cosas no lleva fatalmente a que la voluntad


opte por lo que se juzga mejor. Pero tiene una ventaja inapreciable:
garantiza que la elección es libre y, generalmente, la libertad rinde
buenos frutos. Al menos ése es el supuesto de una filosofía libertaria,
como la que informa nuestro estatuto básico. Con toda razón ha escrito
Richard Rorty2: "El aglutinante social que mantiene unida a la sociedad
liberal consiste en poco más que el consenso en cuanto a que lo esencial
de la organización social estriba en dar a todos la posibilidad de crearse
a sí mismos según sus capacidades".

Si, en una hipótesis meramente teórica -que la Corte no propicia ni juzga


deseable- una sociedad de hombres educados y libres resuelve vivir
narcotizada, nada ético hay que oponer a esa decisión. Pero si dichos
supuestos se dan, es altamente probable que tal cosa no ocurra. La
educación tiene por destinatario, idéntico sujeto que el derecho: el
hombre libre. Losshocks eléctricos, los cortes quirúrgicos y los
tratamientos químicos no educan, inducen conductas irresistibles y, en
esa medida, niegan brutalmente la condición moral del hombre, que es lo
único que nos distingue de los animales.

No puede, pues, un Estado respetuoso de la dignidad humana, de la


autonomía personal y el libre desarrollo de la personalidad, escamotear
su obligación irrenunciable de educar, y sustituir a ella la represión como
forma de controlar el consumo de sustancias que se juzgan nocivas para
la persona individualmente considerada y, eventualmente, para la
comunidad a la que necesariamente se halla integrada.
7. Unidad normativa.

Conforme a lo anterior, resultan violatorias del Estatuto Básico, los


artículos 51 y 87 de la ley 30 de 1986, este último por constituir unidad
normativa con los acusados. No así el literal j) del artículo 2o., también
demandado, por las razones que más adelante se expondrán, y que
llevan a la Corte a considerarlo claramente ajustado a la Carta.

En efecto, para integrar la proposición normativa, es preciso hacer


referencia al artículo 87 que, sin duda, merece comentario especial.
Dicha norma establece:

"Las personas que, sin haber cometido ninguna de las infracciones


descritas en este estatuto, estén afectadas por el consumo de drogas
que producen dependencia, serán enviadas a los establecimientos
señalados en los artículos 4 y 5 del Decreto 1136 de 1970, de acuerdo
con el procedimiento señalado por este Decreto".

Que una persona que no ha cometido ninguna infracción penal -como lo


establece el mismo artículo- sea obligada a recibir tratamiento médico
contra una "enfermedad" de la que no quiere curarse, es abiertamente
atentatorio de la libertad y de la autonomía consagradas en el artículo 16,
como "libre desarrollo de la personalidad". Resulta pertinente, en este
punto, remitir a las consideraciones hechas atrás acerca del
internamiento en establecimiento psiquiátrico o similar, considerado, bien
bajo la perspectiva del tratamiento médico, bien bajo la perspectiva de la
pena. Si se adopta la primera, la norma resulta inconstitucional por
violentar la voluntad del destinatario mediante la subrogación de su
capacidad de decidir, por la decisión del juez o del médico. Cada quien
es libre de elegir (dentro de nuestro ordenamiento) qué enfermedades se
trata y si es o no el caso de recuperar la "salud", tal como se concibe de
acuerdo con el criterio oficial.

Si se adopta la segunda, la evidencia de inconstitucionalidad es aún


mayor, pues no sólo es inconcebible sino monstruoso y contrario a los
más elementales principios de un derecho civilizado, que a una persona
se le sancione sin haber infringido norma alguna, o se le compela a
recibir un tratamiento médico que no desea. Ahora bien: la protección de
los disminuidos "físicos, sensoriales y psíquicos" a que se refiere el
artículo 47 de la Carta, hay que entenderla como una obligación del
Estado frente a las personas que, hallándose en una de esas
situaciones, la soliciten, creándose así una situación ventajosa para ellas,
que tienen, entonces, la facultad de exigir dicha ayuda y no
la obligación de soportar las decisiones que en contra de su autonomía
resuelva tomar el Estado, el cual, se repite, dentro de nuestro
ordenamiento, no puede asumirse como dueño de la voluntad y la vida
de los destinatarios.

Acerca del "deber", establecido en el inciso último del artículo 49, se


hicieron, en otro lugar las consideraciones pertinentes. A ellas se remite
la Corte.

En síntesis: los preceptos de la Carta que resultan directamente violados


por las disposiciones señaladas, son los siguientes: el artículo 1o. que
alude al respeto a la dignidad humana como fundamento del Estado; el
2o. que obliga al mismo Estado a garantizar "la efectividad de los
principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución"; el 5o.
que reconoce la primacía de los derechos inalienables de la persona,
dentro de los cuales ocupa un lugar privilegiado el de la autonomía, como
expresión inmediata de la libertad; el 16 que consagra expresamente el
derecho anteriormente referido, y el 13 consagratorio del derecho a la
igualdad, pues no se compadece con él, el tratamiento diferente a
categorías de personas que deben ser análogamente tratadas.

8.- El literal j) del artículo 2o. de la ley 30 de 1986

En cuanto al literal j) del artículo 2o., también demandado, encuentra la


Corte que se ajusta a la Norma Básica, pues constituye un ejercicio de la
facultad legislativa inscrito dentro de la órbita precisa de su competencia.
Porque determinar una dosis para consumo personal, implica fijar los
límites de una actividad lícita (que sólo toca con la libertad del
consumidor), con otra ilícita: el narcotráfico que, en función del lucro,
estimula tendencias que se estiman socialmente indeseables.

En ese mismo orden de ideas puede el legislador válidamente, sin


vulnerar el núcleo esencial de los derechos a la igualdad y a la libertad,
desconocidos por las disposiciones que serán retiradas del
ordenamiento, regular las circunstancias de lugar, de edad, de ejercicio
temporal de actividades, y otras análogas, dentro de las cuales el
consumo de droga resulte inadecuado o socialmente nocivo, como
sucede en la actualidad con el alcohol y el tabaco. Es ésa, materia propia
de las normas de policía. Otro tanto cabe predicar de quienes tienen a su
cargo la dirección de actividades de instituciones, públicas o privadas,
quienes derivan de esa calidad la competencia de dictar reglamentos
internos que posibiliten la convivencia ordenada, dentro de los ámbitos
que les incumbe regir. Alude la Corte a los reglamentos laborales,
disciplinarios, educativos, deportivos, etc.

Cabe reiterar, entonces, que no afecta este fallo las disposiciones de la


ley 30 del 86, relativas al transporte, almacenamiento, producción,
elaboración, distribución, venta y otras similares de estupefacientes,
enunciadas en el mismo estatuto.

Finalmente, juzga la Corte conveniente observar que, conforme a la


Convención de Viena de 1988, suscrita por Colombia y que,
conjuntamente con la ley 67 del 93, fue revisada por esta Corporación,
(sent. C-176/94), dicho Instrumento Internacional establece la misma
distinción mantenida en el presente fallo, entre consumo y narcotráfico, y
que, con respecto al primero, deja en libertad de penalizarlo o no, a los
Estados signatarios.

La declaración de inexequibilidad de los artículos 51 y 87 de la ley 30 de


1986, por las razones expuestas, impide que revivan normas de
contenido similar, que fueron derogadas por la ley en cuestión.

En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional administrando justicia


en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución Nacional,

RESUELVE:

PRIMERO: Declarar EXEQUIBLE el literal j) del artículo 2o. de la ley 30


de 1986.

SEGUNDO: Declarar INEXEQUIBLES los artículos 51 Y 87 de la ley 30


de 1986.

Cópiese, notifíquese, comuníquese a quien corresponda, publíquese,


insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el
expediente.

JORGE ARANGO MEJÍA

Presidente

ANTONIO BARRERA CARBONELL

Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ

Magistrado

CARLOS GAVIRIA DÍAZ

Magistrado

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO

Magistrado

HERNANDO HERRERA VERGARA

Magistrado

ALEJANDRO MARTÍNEZ CABALLERO

Magistrado

FABIO MORÓN DÍAZ

Magistrado

VLADIMIRO NARANJO MESA

Magistrado

MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO

Secretaria General

Salvamento de voto a la sentencia No. C-221/94

DERECHO AL LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD-Límites


(Salvamento de voto)

Interpretar, como lo ha hecho la mayoría, que el derecho al libre


desarrollo de la personalidad implica la facultad ilimitada de cada quien
de hacer o no hacer lo que le plazca con su vida, aún llegando a
extremos de irracionalidad, -como atentar contra su propia integridad
física o mental-, constituye un funesto error; pero peor aún resulta
interpretar que tal derecho puede ejercerse aun en perjuicio de los
demás. El libre desarrollo de la personalidad se basa, entonces, en el
principio de una justa autonomía del hombre, como sujeto personal de
sus actos. En virtud de la razón natural, que es expresión de sabiduría, la
razón humana es la suprema ley del hombre.

PRINCIPIO DE DIGNIDAD HUMANA-Drogadicción (Salvamento de voto)

La dignidad humana exige pues el respeto y promoción incondicionales


de la vida corporal; por tanto, la dignidad humana se opone a esa
concepción que, en aras del placer inmediato, impide la realización
personal, por anular de forma irreversible tanto el entendimiento como la
voluntad, es decir, torna al hombre en esclavo del vicio, como ocurre en
el caso patético de la droga. No es admisible ningún atentado contra ese
valor personal del hombre que es su dignidad. Todo el orden jurídico,
político y económico debe permitir que cada ciudadano preserve su
dignidad, y en orden a la coherencia, debe garantizar la prevalencia de
dicha dignidad, que siempre es de interés general. Quienes suscribimos
este Salvamento no entendemos cómo puede considerarse que la
autodestrucción del individuo, sin posibilidad de reprimir su conducta
nociva y ni siquiera de rehabilitarlo, pueda tomarse como una forma de
realizar el mandato constitucional de respeto a la dignidad humana,
cuando es precisamente ésta la primera lesionada y, peor aún,
aniquilada por el estado irracional al que se ve conducido
irremisiblemente el consumidor de droga.

CONSUMO DE DROGAS/DESPENALIZACION DEL CONSUMO DE


DROGAS (Salvamento de voto)

Se colige que el consumo de drogas no es un acto indiferente, sino lesivo


contra el bien común y desconocedor del interés general. Ante esta clase
de actos, la ley tiene que prohibir esa conducta, so pena de legalizar un
desorden evidente en las relaciones humanas; desorden que imposibilita
lograr los fines del Estado Social de Derecho, y que vulnera, en lo más
hondo, la dignidad humana. Resulta contra la naturaleza de la ley,
despenalizar una conducta lesiva per se. Es un derecho de la sociedad, y
de los mismos enfermos, el que la ley no permita el consumo de
sustancias que, como está plenamente demostrado, inexorable e
irreversiblemente atentan contra la especie humana. No hay ningún título
jurídico válido que permita la destrucción de la humanidad. Resulta un
contrasentido amparar la despenalización del consumo de drogas, así
sea limitado a la llamada "dosis personal", en el argumento de la defensa
de la dignidad humana, por cuanto precisamente es esa dignidad la que
se ve gravemente lesionada bajo los efectos de la drogadicción.

PREVALENCIA DEL INTERES PARTICULAR/PREVALENCIA DEL


INTERES GENERAL (Salvamento de voto)

En cuanto hace a la prevalencia del interés general, sobre el particular,


principio preconizado en las distintas normas constitucionales (Arts. 2o.,
58, 82), este principio resulta desconocido abiertamente por la Sentencia
de la cual discrepamos, en cuanto ésta lo supedita a una concepción
absolutista del derecho al libre desarrollo de la personalidad, haciendo
prevalecer elementos tales como el irrefrenable deseo y la imperiosa
necesidad del consumo en quien, bajo el único pretexto de su soberana
voluntad, envenena su propio organismo y proyecta en la sociedad los
negativos efectos de la perturbación mental que la sustancia le causa.

DERECHOS DE LA FAMILIA-Violación (Salvamento de voto)

Ningún sentido tiene, entonces, que mientras la Constitución busca


proteger a la familia con tanto énfasis, pueda invocarse el libre desarrollo
de la personalidad de uno de sus miembros como argumento que
prevalezca sobre tales concepciones institucionales, dentro de un criterio
individualista que resulta a todas luces extraño a una concepción
contemporánea del derecho.

ALCOHOL-Consumo/TABACO-Consumo/DROGA-Consumo (Salvament
o de voto)

No desconocemos, en manera alguna, los efectos nocivos que puede


causar el alcohol ingerido en altas dosis para el organismo, ni el hecho
de que éste ha sido causa de muchos actos de violencia interpersonal.
Pero equiparar los daños que causa la droga, tanto para la propia
persona como para el entorno social, con los que pueden causar el
tabaco o el alcohol, es un exabrupto que no resiste ningún análisis ni
científico ni estadístico. En cuanto al tabaco, es evidente que la nicotina
en él contenida es un problema para la salud, el cual se ve agravado por
el de la adicción. Sin embargo, la nicotina no es un intoxicante que se
convierta en un riesgo para el comportamiento humano; tampoco es una
fuente, inmaginaria o real, de grandes poderes internos o de intuiciones.

DOSIS PERSONAL/NARCOTRAFICO-Penalización (Salvamento de


voto)
De la decisión mayoritaria se desprende una paradoja y una ambigüedad
muy difíciles de entender: Por un lado se autoriza el consumo de la dosis
personal, pero por otro se mantiene la penalización del narcotráfico. Es
decir que se permite a los individuos consumir droga, pero se prohíbe su
producción, distribución y venta. Carece de toda lógica que la ley ampare
al consumidor de un producto y, en cambio sancione a quien se lo
suministre.

REF.: Expediente D-429

"La verdadera libertad no consiste en el derecho a escoger el mal,


sino en el derecho a elegir sólo entre las sendas que conducen al
bien".

G. MAZZINI

"La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí


mismo".

MONTAIGNE

Los suscritos magistrados, JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO,


HERNANDO HERRERA VERGARA, FABIO MORON DIAZ y
VLADIMIRO NARANJO MESA salvan su voto en el asunto de la
referencia, por no compartir la decisión de fondo de la Sala Plena de la
Corte Constitucional del día cinco (5) de mayo de mil novecientos
noventa y cuatro (1994), que declaró inexequibles los artículos 51 y 87
de la Ley 30 de 1986.

Las razones que mueven a los suscritos magistrados a apartarse de la


decisión mayoritaria son, básicamente, de orden jurídico, por considerar
que las normas declaradas inexequibles tenían pleno fundamento
constitucional y, por ende, no contrariaban ninguno de los preceptos de
la Carta Política. Adicionalmente, consideramos que dicha decisión no
sólo contradice claros preceptos que informan el Estado Social de
Derecho, sino que sus efectos pueden resultar altamente nocivos para
bienes protegidos por la Carta como la salud física y mental de los
colombianos, la pacífica convivencia ciudadana, o la integridad de la
familia como núcleo fundamental de la sociedad, y contrarían la
obligación que tiene toda persona de procurar el cuidado integral de su
salud y la de su comunidad, el principio de solidaridad social, el de la
prevalencia del interés general sobre el particular, y la obligación de
respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios, entre otros
preceptos constitucionales. A continuación nos permitimos explicar las
razones que motivan nuestro disentimiento:

La Sentencia tiene una motivación que bien puede calificarse de ingenua,


y anacrónica a la vez, pues sólo refleja la concepción del liberalismo
individualista decimonónico, sostenedor del desueto "Estado gendarme"
del Laissez faire-laissez passer, desconociendo en absoluto la evolución
ideológica, política y económica experimentada por el liberalismo
contemporáneo. Cabe señalar que dicha evolución se plasma en el
concepto de Estado Social de Derecho, cuyo diseño en Colombia
empezó en la Reforma Constitucional de 1936 y culminó en la Carta de
1991. Es éste un liberalismo que exalta las libertades y derechos, pero
que admite limitaciones a éstos en aras del bien común y la intervención
del Estado en la vida económica y social, buscando con su actividad el
logro de un orden justo y la prevalencia del interés general sobre el
individual.

1. El derecho al libre desarrollo de la personalidad no es un derecho


absoluto

Una imprecisión sobre el sentido de la libertad -decía Locke- puede


anular la libertad misma. Otro tanto se puede afirmar sobre el derecho al
libre desarrollo de la personalidad, consagrado en nuestra Constitución,
en buena hora, en su artículo 16. Interpretar, como lo ha hecho la
mayoría, que este derecho implica la facultad ilimitada de cada quien de
hacer o no hacer lo que le plazca con su vida, aún llegando a extremos
de irracionalidad, -como atentar contra su propia integridad física o
mental-, constituye un funesto error; pero peor aún resulta interpretar que
tal derecho puede ejercerse aun en perjuicio de los demás. No podemos
los suscritos magistrados compartir esta interpretación profundamente
individualista y absolutista, a la vez, del artículo 16. Ella resulta, por lo
demás, abiertamente contradictoria con reiterada jurisprudencia de esta
Corte, en la que se reconoce que no existen, ni pueden existir, derechos
ni libertades absolutos, y que todo derecho o libertad está limitado por los
derechos y libertades de los demás y por el orden jurídico.

El caso del derecho al libre desarrollo de la personalidad no es una


excepción. Sorprende que en la decisión mayoritaria se haya pasado por
alto el hecho palmario de que el propio artículo 16 señala con toda
claridad las limitaciones que tiene ese derecho: "las que imponen los
derechos de los demás y el orden jurídico". En el caso concreto del
drogadicto, objeto de las normas declaradas inexequibles, es evidente
que éste con su conducta no sólo se está causando grave daño físico y
mental a sí mismo, sino que con ella está afectando de manera grave su
entorno familiar y, en todo caso, su entorno social. Es cierto que el
drogadicto, en sí mismo, no puede considerarse como un delincuente,
sino como un enfermo en cuyo auxilio el Estado y la sociedad tienen el
deber de recurrir. Pero por la condición mental y psicológica a que su
situación lo conduce, no es menos cierto que el drogadicto corre el
riesgo, más que ningún otro adicto, de caer en la delincuencia, como lo
demuestran de manera cada vez más alarmante todas las estadísticas
en este campo. De ahí que no pueda reducirse de manera tan simplista
el problema de la drogadicción a un asunto que sólo tiene que ver con el
fuero interno o la intimidad de la persona, sino que, por el contrario,
forzosamente afecta a todo el entorno social. En consecuencia, en aras
de defender a todo trance la iniciativa individual, no se puede tolerar que
se atropellen bienes fundamentales de los asociados reconocidos en
nuestra Carta Política, como son los derechos a la vida, a la paz, a la
salud, a la seguridad, a la convivencia, al bienestar, etc.

Los filósofos clásicos -de todas las corrientes- coinciden en que no hay
libertad contra el género humano, así como también en que toda libertad
es responsable. De suerte que afirmar que hay libertad para el vicio,
equivale a decir que el vicio, de una u otra forma, es un objeto jurídico
protegido. Siendo que el vicio no puede considerarse como un bien, sino
causa y origen de males, tal aserto resulta absurdo. La libertad, no puede
ir contra la naturaleza humana, porque, en la esencia del hombre, como
principio de operación, encuentra ella su razón de ser. La naturaleza
humana es racional, y en tal virtud el hombre puede medir y regular sus
actos y tendencias; por eso la libertad presupone el dominio de la
persona sobre su ser. El tratadista español Millán Puelles analiza el tema
de la posible -y confusa- disyuntiva entre naturaleza y libertad, que
pretenden establecer algunos, así: "La naturaleza sigue idéntica, a lo
largo del cambio. Es algo fijo, como principio de comportamiento. Mas no
es lo mismo ser un principio fijo de comportamiento, que un principio de
comportamiento fijo. En la confusión de estas dos cosas hay una buena
clave para enjuiciar la crítica historicista a la noción aristotélica de
naturaleza. Afirmar que ésta es un principio de comportamiento fijo no es
todavía decir que tal comportamiento no pueda ser libre; ni hay aquí
tampoco ninguna consecuencia necesaria. Se trata sólo de una
determinación genérica, susceptible de inflexiones específicas, pero en la
cual, no obstante, ya hay algo valioso para el asunto que nos ocupa: la
concepción de la naturaleza como principio y fuente de operación y de
conducta" .

Como vemos, la supuesta contradicción que algunos ven entre


naturaleza y libertad, obedece a una confusión: creer que la naturaleza
humana es un comportamiento fijo. Cuando se habla de naturaleza
humana, no se señala con ello una pauta de conducta, sino un principio
de operación. Ahora bien, ese principio es racional -tiende a la perfección
y no a la destrucción- y en tal virtud, es libre. No hay, pues, antinomia
alguna entre naturaleza y libertad, sino todo lo contrario: la libertad se
fundamenta en la naturaleza perfectible del hombre. La libertad no puede
ir contra el hombre, porque el ser humano es fin en sí mismo. Por ello
resulta cuando menos impropio afirmar que, en aras de la libertad, el
hombre se puede degenerar, lo que equivale a despersonalizarse. El
derecho al libre desarrollo de la personalidad supone que el hombre, en
el ejercicio libre de sus actos, aumente su autonomía, de suerte que sea
dueño de sí, es decir, como persona y no lo contrario: que se anule como
tal.

Emmanuel Kant advierte en torno a la finalidad del ser humano, que el


libre albedrío no puede tener su esencia sino en la realización de los
fines racionales del hombre. La finalidad de que habla el filósofo alemán
es la finalidad de la naturaleza; dicha finalidad no es otra que el mismo
hombre, ya que éste es "el único ser sobre la tierra que posee un
entendimiento y, por tanto, una facultad de proponerse unos fines, por
eso merece ciertamente el título de señor de la naturaleza, y si se
considera a la naturaleza como a un sistema teleológico, es según su
destino, el fin último de la naturaleza; pero es solamente de una manera
condicional, es decir, a condición de que sepa y de que tenga la voluntad
de establecer entre ella y él una relación final tal, que ésta sea
independiente de la naturaleza y, bastándose a sí misma, pueda ser por
consiguiente fin último"2 .

Por lo demás, la interpretación errónea del derecho al libre desarrollo de


la personalidad como un derecho absoluto que se consigna en la
Sentencia, conduciría también a concluir que, en ejercicio de tal derecho,
serían lícitas otras conductas que, aparentemente, pertenecen al fuero
interno de la persona, como cuando una mujer consiente acabar con la
vida de la criatura que está en su vientre, es decir, el aborto. Siendo ello
así, la Sentencia está entonces en abierta contradicción con reciente
jurisprudencia sentada por esta misma Corporación, que declaró
exequible el artículo 343 del Decreto 100 de 1980, el cual penaliza el
aborto (Sentencia C-133 de 17 de marzo de 1994, Magistrado ponente
Dr. Antonio Barrera Carbonell).

2. La drogadicción atenta contra la dignidad humana

Resulta un contrasentido, por decir lo menos, que uno de los escasos


argumentos de tipo jurídico que se menciona en la Sentencia para avalar
la supuesta inconstitucionalidad de las normas consideras inexequibles,
sea el de la dignidad humana.

La dignidad humana, que es un bien irrenunciable, está implícita en el fin


que busca el hombre en su existencia. El ser humano es fin en sí mismo,
ya que toda la finalidad terrena, de una u otra manera, está referida a su
ideal de perfeccionamiento. Cada hombre, en el uso de su libertad, debe
ser consciente de esto, pues sólo el hombre tiene la superioridad sobre
los demás seres del universo. He ahí el por qué es fin en sí mismo; pero
dicha finalidad no es absoluta, sino limitada, ya que el ser personal está
ordenado a unos fines que vienen determinados por la naturaleza
humana. El hombre no vive sólo para sí mismo, sino también para los
demás.

¿Qué comporta la dignidad del ser humano? Comporta que el hombre es


un ser ordenado a la perfección, como fin esencial. Acrecentar la
dignidad humana es una exigencia de la propia esencia del hombre, que
es perfectible. Apartarse de la dignidad lleva, ineludiblemente, a la
degradación del hombre. De ahí la reiterada apelación de los tratadistas
de derechos fundamentales a los fines racionales del hombre; y de ahí
también que tales fines constituyan para la civilización los principios
básicos de moralidad de los actos humanos. La perfección del hombre, la
obtención de los fines, que lleva consigo la plenitud essendi, constituye
su deber ser fundamental, pues obtener tal perfección es exigencia de su
ser personal. En tal sentido, el deber ser, además de ser un imperativo,
implica el ascenso del hombre hacia la realización de sus fines
racionales.

La persona humana está pues destinada a unos fines, y ello implica que
bienes como la vida, la salud y la integridad física, psíquica y moral,
están traspasados de finalidad y de trascendencia. La libertad se tiene
para aumentar el señorío de la persona sobre el entorno, y no para
degradar la personalidad. La libertad supone un imperativo ético
inescindible y por ello contribuye a los fines supremos del hombre. Esto
enlaza -dice Kant- con la ley natural. Tal ley no es tampoco un añadido
meramente extrínseco al hombre; la ley racional que dirige las tendencias
de éste hacia sus fines propios, es la regla y medida de los actos
humanos. De ahí que lo fundamental que aparece respecto de la vida, de
la integridad física, psíquica y moral, y de la salud, sea el deber de
conservarlas. Pero a la vez, como el hombre -según se ha manifestado-
es un ser de fines, y la libertad es un despliegue del ser personal, tal
facultad se encauza a los fines del ser humano.

Estas consideraciones fueron las que movieron a John Locke,


considerado como el padre del liberalismo filosófico, a proclamar que la
libertad está ordenada a unos fines, y que no consiste en una potestad
absoluta, y mucho menos en una disposición que atente contra el mismo
hombre o contra sus semejantes. "La libertad del hombre en sociedad
consiste -dice Locke- en no estar sometido a otro poder legislativo que el
que se establece por consentimiento dentro del Estado". Locke refuta al
filósofo subjetivista Robert Filmer, quien concebía la libertad como "la
facultad que tienen todos de hacer lo que bien les parece, de vivir según
les place, y de no encontrarse trabados por ninguna ley". "La libertad del
hombre sometido a un poder civil, sostiene Locke, consiste en disponer
de una regla fija para acomodar a ella su vida, que esa regla sea común
a cuantos forman parte de la sociedad, y que haya sido dictada por el
poder legislativo que en ella rige. Es decir, la facultad de seguir mi propia
voluntad en todo aquello que no está determinado por esa regla"3.

Del pensamiento de Locke se pueden sacar en claro varias conclusiones:


en primer lugar, la distinción entre la libertad natural y la libertad civil.
Aquella significa la autodeterminación del hombre, no sometido a
ninguna potestad sobre la tierra, y no teniendo más límite que la ley
natural; en la libertad civil el hombre sólo se somete a la ley, la cual, para
ser válida, necesita del consentimiento común, en el que está, sin lugar a
dudas, el propio juicio de quien consiente en someterse a la ley, para
gozar así de la libertad en el seno de la sociedad. La ley, para Locke, no
es una cortapisa a la libertad, sino una garantía social de la misma.
Respetando el contenido de la ley, se aseguran las facultades
individuales coordinadas hacia el bien común. El filósofo liberal,
demuestra que la tesis de Filmer niega la esencia de la libertad, ya que
ésta no consiste en hacer lo que nos plazca, porque tenemos el deber de
encauzar nuestras facultades hacia el bien.

Pero además, Erich Fromm, ilustre sicoanalista contemporáneo -citado,


por cierto, en la Sentencia aprobada por la mayoría-, también explica,
desde otra perspectiva, cómo la libertad es perfeccionante, y censura el
falso ideal de libertad que lleva consigo la facultad de destruirnos,
individual o colectivamente. "Sabemos -dice Fromm- que la pobreza, la
intimidación, el aislamiento, están dirigidos contra la vida: que todo lo que
sirve a la libertad y desarrolle el valor y la fuerza para ser uno mismo es
algo en favor de la vida. Lo que es bueno o malo para el hombre no
constituye una cuestión metafísica, sino empírica, y puede ser resuelta
analizando la naturaleza del hombre y el efecto que ciertas condiciones
ejercen sobre él"4. Vemos, pues, cómo el famoso científico coincide con
los clásicos en el sentido de no reconocer una supuesta libertad que
niegue los valores humanos.

Fromm explica: "El fenómeno del masoquismo nos muestra que las
personas pueden sentirse impulsadas a experimentar el sufrimiento o la
sumisión. No hay duda de que tanto éstos como el suicidio constituyen la
antítesis de los objetivos positivos de la vida (...). Tal atracción hacia lo
que es más perjudicial para la vida es el fenómeno que me parece con
más derecho que todos los demás al nombre de perversión patológica.
Muchos psicólogos han supuesto que la experiencia del placer y el
rechazo del dolor representan el único principio legítimo que guía la
acción humana: pero la psicología dinámica puede demostrar que la
experiencia subjetiva del placer no constituye un criterio suficiente para
valorar, en función de la felicidad humana, ciertas formas de conducta.
Un ejemplo de esto es el fenómeno masoquista. Su análisis muestra que
la sensación de placer puede ser el resultado de una perversión
patológica, y también que representa una prueba tan poco decisiva con
respecto al significado objetivo de la experiencia, como el gusto dulce de
un veneno para su efecto sobre el organismo. Llegamos así a definir
como ideal verdadero todo propósito que favorezca el desarrollo, la
libertad y la felicidad del yo, considerándose, en cambio, ficticios aquellos
fines compulsivos e irracionales que, si bien subjetivamente representan
experiencias atrayentes, en realidad resultan perjudiciales para la vida"5.

En otras palabras, hay que pasar de la ilusión de libertad, que se basa en


la subjetividad absoluta, a la vivencia real dentro de la libertad, que
comporta un límite ético necesario para coordinar los distintos y legítimos
intereses vitales, dentro de un margen de respeto, tolerancia y apoyo
mutuo. Se trata de una proclamación de la singularidad de cada uno, sin
entorpecer ni el desarrollo vital propio ni el de los demás.

El libre desarrollo de la personalidad debe pues consistir en un acto de


racionalidad y no de barbarie. La actividad de la razón humana determina
la expresión de la personalidad: la vida moral exige la creatividad propia
de la persona, origen y causa de sus actos deliberados. La razón
encuentra su fundamento en el orden a la perfección, al crecimiento
ontológico de la persona: ésta es llamada a ser cada vez más. El libre
desarrollo de la personalidad se basa, entonces, en el principio de una
justa autonomía del hombre, como sujeto personal de sus actos. En
virtud de la razón natural, que es expresión de sabiduría, la razón
humana es la suprema ley del hombre. La razón no es otra cosa que la
regla y medida de los actos humanos, de suerte que hace que el hombre
sea libre, y en aras de la libertad, responsable. La autonomía de la razón
práctica significa que el hombre en sí mismo posea la propia ley de
prudencia para la praxis. La autonomía racional propia del hombre, por lo
anterior, no implica el rechazo del orden moral, sino todo lo contrario: la
compenetración de la plena racionalidad en los fines perfeccionantes a
que está llamado el hombre. De ahí que, por medio de la libertad, el ser
humano es un animal moral, como lo llamara Santo Tomás de Aquino,
aludiendo al zoon politicón aristotélico.

La dignidad humana exige pues el respeto y promoción incondicionales


de la vida corporal; por tanto, la dignidad humana se opone a esa
concepción que, en aras del placer inmediato, impide la realización
personal, por anular de forma irreversible tanto el entendimiento como la
voluntad, es decir, torna al hombre en esclavo del vicio, como ocurre en
el caso patético de la droga. No puede afirmarse que el uso de la droga
pueda ser algo opcional, porque no hay una indeterminación de los
efectos, sino todo lo contrario: conduce a la privación de un bien -la
salud, tanto física como mental-, de manera a menudo irreversible y
siempre progresiva. La producción de estupefacientes es, a todas luces,
un crimen actual -y no potencial- contra la humanidad, y tolerar el
consumo de la causa de un mal, es legitimar sus efectos nocivos. En
otras palabras, es legalizar lo que es de por sí no legitimable.

Nuestro ordenamiento constitucional se funda en la dignidad de la


persona. En efecto, el artículo 1o. de la Carta establece que "Colombia
es un Estado Social de Derecho, organizado en forma de República
Unitaria ... fundada en el respeto de la dignidad humana". Por esta razón
no es admisible ningún atentado contra ese valor personal del hombre
que es su dignidad. Todo el orden jurídico, político y económico debe
permitir que cada ciudadano preserve su dignidad, y en orden a la
coherencia, debe garantizar la prevalencia de dicha dignidad, que
siempre es de interés general. La dignidad del hombre no permite que
éste sea esclavizado, o que corra el peligro de caer bajo los efectos de la
drogadicción, que es una forma de esclavitud. Por el contrario, el Estado
y la sociedad tienen el deber de preservar al hombre en su dignidad, y de
manera muy especial, de defender a la juventud de todo peligro moral y
físico.

La dirección del hombre hacia el bien, sólo se logra mediante la libertad,


entendida como la facultad de obrar con conciencia de las finalidades
perfeccionantes a que está ordenada la naturaleza humana. Con
frecuencia se confunde la libertad con el libertinaje, que es la distorsión
de aquella, su caricatura. La libertad fomentada en forma depravada,
conduce al libertinaje y no ennoblece al hombre, sino que le mengua su
dignidad. La dignidad humana, requiere, por tanto, que el hombre actúe
según su conciencia y libre elección, es decir, inducido por una
convicción interna personal y no bajo la presión de una pasión o de un
deseo desordenado, que en el fondo es una coacción. Por ello,
abandonar a su suerte al enfermo de drogadicción, equivale a dejarlo
sometido a la esclavitud que le ha creado su dependencia de la droga;
abandonarlo a su aparente uso de la libertad, no es otra cosa que
colocarlo al arbitrio de quienes manipulan y controlan el mercado infame
de la droga, que, complacidos, verán cómo ya sus víctimas están
autorizadas para seguir dependiendo de su mercado letal.

No se compadece, pues, con el concepto de dignidad humana ese


enfoque radicalmente individualista y ciego, en cuya virtud se debe
permitir la libre determinación de la persona, en lo que concierne al
consumo de estupefacientes, así sea en dosis limitadas. No necesitamos
demostrar los perniciosos efectos que causa la droga en la mente, en el
cuerpo y en el espíritu del adicto, quien se convierte en un ser carente de
todo dominio sobre sí mismo, extraviado y ajeno a todo concepto de
comportamiento digno, gobernado únicamente por los impulsos
irracionales que en él provoca la ingestión de las sustancias tóxicas.

Quienes suscribimos este Salvamento no entendemos cómo puede


considerarse que la autodestrucción del individuo, sin posibilidad de
reprimir su conducta nociva y ni siquiera de rehabilitarlo, pueda tomarse
como una forma de realizar el mandato constitucional de respeto a la
dignidad humana, cuando es precisamente ésta la primera lesionada y,
peor aún, aniquilada por el estado irracional al que se ve conducido
irremisiblemente el consumidor de droga.

El hombre logra hacer real su dignidad, cuando se encuentra liberado


totalmente de la cautividad de las pasiones y puede libremente tender
hacia sus fines vitales, sin coacción de circunstancias externas.
El argumento de la Sentencia se sostiene, como se ha señalado, en una
errónea interpretación: como la voluntad humana apetece en ciertas
ocasiones la droga, en aras del libre desarrollo de la personalidad, hay
que permitir tal decisión, so pena de que el orden jurídico -que es
externo- se involucre en la intimidad de cada cual. La sola fuerza
sensitiva no es expresión de una voluntad consciente, de manera que el
adicto a la droga, cuando la consume, no está ejercitando su libre
voluntad, que siempre es racional, sino dejándose llevar por la fuerza
sensitiva; es decir, no está ejerciendo su plena libertad.

La dignidad del hombre, pues, conduce a que éste ejerza su libre


albedrío y no se deje determinar por la mera fuerza sensitiva. De no ser
así, inútiles serían los racionamientos legales, las exhortaciones, los
preceptos, las prohibiciones, los premios y los castigos. Para
demostrarlo, hay que tener presente que hay seres que obran sin juicio
previo alguno, como sucede con los seres carentes de razón. Otros
obran con un juicio previo, pero no libre: los animales que obran con
juicio instintivo, natural, pero no deliberativo. En cambio, el hombre obra
con juicio, puesto que por su facultad cognoscitiva, juzga sobre lo que
debe evitar o buscar. Como quiera que este juicio no proviene del instinto
natural ante un caso concreto, sino de un análisis racional, se concluye
que obra por un juicio libre. Cuando se trata de algo contingente, la razón
puede tomar direcciones contrarias. Ahora bien, las acciones particulares
son contingentes, y, por lo tanto, el juicio de la razón sobre ellas puede
seguir diversas direcciones, sin estar determinado a una sola. Así pues,
es necesario que el hombre tenga libre albedrío, por lo mismo que es
racional. Pero cuando cae bajo la dependencia absoluta de la droga, no
puede decirse que el hombre está autodeterminándose, sino que ha
perdido su libre albedrío y está sometido a la fuerza sensitiva que le
determina la necesidad de la droga de la cual depende. ¿Cuál libertad
hay, pues, en el drogadicto? ¿Puede haber libertad contra la dignidad?

3. El consumo de la droga no puede considerarse como un acto


indiferente

Como ya es tradición jurídica inobjetable, los actos de la ley pueden


clasificarse en mandar, permitir, prohibir, y castigar, de acuerdo con la
naturaleza de los actos humanos. Así, por ejemplo, la ley manda los
actos humanos benéficos y necesarios para el bien común; v.gr. los
actos de solidaridad. A su vez, la ley prohíbe los actos nocivos contra el
bien común; v.gr.: el homicidio, el secuestro, el narcotráfico. Los actos
indiferentes, es decir, aquellos que tienen muy poco de bondad o
maldad, son permitidos. Y la transgresión a la ley es castigada.

Ahora bien, de la decisión mayoritaria se colige que el consumo personal


de estupefacientes, por ser un acto privado, es un acto indiferente para el
derecho, aunque tenga repercusiones morales. Pero resulta que no todo
acto privado es, de suyo, indiferente, porque puede trascender a la
comunidad y afectar tanto el interés general como el bien común. La
gravedad evidente -que por tanto, no requiere ser demostrada- del
consumo de drogas, hace que sea apenas razonable juzgar que el
consumo de tales tóxicos no sea indiferente. No puede ser indiferente
para el Estado, ni para la sociedad civil, el que uno de sus miembros esté
privándose de la salud de manera injustificada y con la complicidad de
los asociados. El bienestar de cada uno de los asociados es de interés
general. La Sentencia arguye que, en ese orden de ideas, se tendrían
que prohibir las bebidas alcohólicas y el consumo de cigarrillos. La
diferencia ya es bien conocida: con el consumo de cigarrillos o de
bebidas alcohólicas existe la posibilidad de lesión, y así como no puede
obligarse a lo imposible, tampoco puede limitarse a toda posibilidad, por
indeterminación del objeto. El hecho posible es incierto. Pero ocurre que
con el consumo de drogas alucinógenas, la circunstancia no es la mera
posibilidad de lesión, sino la certeza de lesión y la probabilidad, en muy
alto grado, de dependencia. Ya no hay un mero riesgo, sino un peligro
grave e inminente de que el efecto nocivo se produzca.

Por todo lo anterior, se colige que el consumo de drogas no es un acto


indiferente, sino lesivo contra el bien común y desconocedor del interés
general. Ante esta clase de actos, la ley tiene que prohibir esa conducta,
so pena de legalizar un desorden evidente en las relaciones humanas;
desorden que imposibilita lograr los fines del Estado Social de Derecho, y
que vulnera, en lo más hondo, la dignidad humana.

Resulta, pues, contra la naturaleza de la ley, despenalizar una conducta


lesiva per se. Es un derecho de la sociedad, y de los mismos enfermos,
el que la ley no permita el consumo de sustancias que, como está
plenamente demostrado, inexorable e irreversiblemente atentan contra la
especie humana. No hay ningún título jurídico válido que permita la
destrucción de la humanidad. El sofisma que se trae a cuento, en la
Sentencia, según el cual entonces deberían prohibirse todos los vicios,
fue hace mucho resuelto por los juristas romanos y por los clásicos
pandectistas, cuando demostraron cómo no todos los vicios humanos
pueden ser erradicados por la ley; pero cuestión diferente es cuando se
está en presencia de un vicio que obstruye directa, grave e
inminentemente el bienestar individual y colectivo, caso en el cual la
razón impele a prohibirlo por necesidad.

4. Las normas declaradas inexequibles tienen sólidos fundamentos


constitucionales

Como lo afirmamos al comienzo de este Salvamento, las normas


declaradas inexequibles tienen sólidos fundamentos constitucionales.
Para empezar, en el Preámbulo de la Carta Política se señala entre los
fines de ésta el de "asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el
trabajo, el conocimiento, la libertad y la paz dentro de un marco jurídico
(...) que garantice un orden (...) social justo". Es claro, y no necesita de
mayor demostración, que la vida, la convivencia, el trabajo y la paz, entre
otros valores, se ven gravemente comprometidos por efectos de la
drogadicción. No es compatible la coexistencia de un verdadero orden
justo, con la destrucción paulatina de un sector de la población víctima
del consumo de drogas, el cual por lo demás, mucho tememos se verá
incentivado con la despenalización, así ésta se limite a la llamada "dosis
personal".

A continuación señalaremos otros de los clarísimos fundamentos


constitucionales que han sido desconocidos por la Sentencia al declarar
la inexequibilidad de las normas objeto de la decisión:

4.1 Se fundamentan en el concepto de Estado Social de Derecho

El artículo 1o. define a Colombia como un Estado Social de Derecho, con


todas las implicaciones que ello tiene, particularmente en cuanto hace a
la efectividad del principio de la prevalencia del interés general, que
también consagra este artículo. Pero, además, señala él que la
República de Colombia está "fundada en el respeto de la dignidad
humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran".
En cuanto hace a la dignidad humana, como se ha demostrado de modo
incontrovertible en el presente Salvamento, ésta se desconoce de
manera flagrante al permitirse el consumo de drogas sicotrópicas y
alucinógenas, bajo cuyos efectos el individuo atenta contra su propia
dignidad como persona, al reducirse a la categoría de un ente que actúa
sin responsabilidad y sin conciencia, cayendo en los más abyectos
estados de relajamiento moral y ético, en conductas irracionales y, con
lamentable frecuencia, en conductas delictivas. Resulta un contrasentido
amparar la despenalización del consumo de drogas, así sea limitado a la
llamada "dosis personal", en el argumento de la defensa de la dignidad
humana, por cuanto precisamente es esa dignidad la que se ve
gravemente lesionada bajo los efectos de la drogadicción. Por otra parte,
tampoco resulta difícil demostrar cómo el trabajo se ve gravemente
afectado por el flagelo de la drogadicción, y cómo quienes son sus
víctimas ven sensiblemente reducidas su capacidad laboral y productiva.
Las estadísticas demuestran claramente cómo, en muy alto porcentaje,
quienes caen en la drogadicción, al disminuir su capacidad laboral,
terminan engrosando las filas de desempleo, la vagancia y la
mendicidad.

4.2 Se fundamentan en los fines esenciales del Estado

El artículo 2o. señala los fines esenciales del Estado. Entre ellos
aparecen los de "servir a la comunidad, promover la prosperidad general
y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Constitución, así como los de asegurar la convivencia
pacífica y la vigencia de un orden justo". No puede ser compatible la
coexistencia de un verdadero orden justo, ni la prosperidad general, ni la
convivencia pacífica, con la destrucción paulatina de sectores cada vez
más grandes de la población, particularmente de la juventud, por obra del
consumo de drogas alucinógenas

Menos aún puede ser compatible con la coexistencia de un orden justo ni


con la convivencia pacífica, el hecho de que al despenalizar el consumo
de drogas sicotrópicas y alucinógenas se incentive, por otro lado, la
producción y tráfico de éstas, fortaleciendo así a los carteles de la droga,
que desde hace largos años se han convertido en los peores enemigos
de la sociedad colombiana e internacional, a través no sólo de este
tráfico nefando, sino de sus acciones criminales que, en forma tan grave
e irreparable, han atentado y atentan contra los derechos fundamentales,
contra la convivencia pacífica y contra el orden legal.

El mismo artículo 2o. establece que "las autoridades de la República


están instituidas para proteger a todas las personas residentes en
Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y
libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del
Estado y de los particulares". (Subrayados nuestros). Es claro que las
normas declaradas inexequibles constituían un desarrollo de esta
disposición, sobre todo lo que hace a la protección a la vida y al
aseguramiento de los deberes sociales de los particulares, disposición
esta última que se enmarca también dentro del concepto de Estado
Social de Derecho.

4.3 Se fundamentan en el deber del Estado y de la sociedad de velar


por la salud de los asociados

De manera nítida y reiterativa la Constitución busca asegurar la


protección de las salud física y mental de los asociados. El artículo 13
establece que "el Estado protegerá especialmente a aquellas personas
que por su condición ... física o mental se encuentren en circunstancias
de debilidad manifiesta". Es evidente que el drogadicto debe ser objeto
de esta especial protección, por su condición física y mental y por la
circunstancia de debilidad manifiesta a que su dependencia de las
drogas alucinógenas lo reduce.

Por otro lado, el artículo 47 de la Carta Política dispone: "El Estado


adelantará una política de previsión, rehabilitación e integración social
para los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a quienes se
prestará la atención especializada que requieran".

En las dos normas declaradas inexequibles se preveían mecanismos


para la rehabilitación e integración social de los drogadictos, a quienes
debe tratarse, como es apenas lógico, como disminuidos físicos,
sensoriales y síquicos, y a quienes, por tanto, debe prestarse la atención
especializada que necesitan, a través de establecimientos siquiátricos o
similares de carácter oficial o privado, por el término necesario para su
recuperación, tal como disponía el artículo 51 de la Ley 30 de 1986. Más
aún, este artículo establecía que: "La autoridad correspondiente podrá
confiar al drogadicto al cuidado de la familia o remitirlo, bajo la
responsabilidad de ésta, a una clínica, hospital o casa de salud, para el
tratamiento que corresponda, el cual se prolongará por el tiempo
necesario para la recuperación de aquel".

El artículo 49, por su parte, consagra que "la atención de la salud y el


saneamiento ambiental son servicios públicos a cargo del Estado", y que
"se garantiza a todas las personas el acceso a los servicios de
promoción, protección y recuperación de la salud". Y en su inciso final,
este mismo artículo es perentorio:

"Toda persona tiene el deber de procurar el cuidado integral de su salud


y la de su comunidad". (Subrayado nuestro).
No se limita pues esta disposición a garantizar a todas las personas el
acceso a los servicios de promoción, protección y recuperación de la
salud, sino que impone a cada uno el deber de procurar el cuidado
integral no sólo de su salud sino la de su comunidad. Así, se desprende
que dentro de un Estado Social de Derecho, el problema de la salud
individual no es un problema al cual el Estado pueda ser ajeno, sino que
interesa a éste y en general a toda la comunidad.

Como si ello fuera poco, el artículo 366 establece que "el bienestar
general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población son
finalidades sociales del Estado" y que "será objetivo fundamental de su
actividad la solución de las necesidades básicas insatisfechas de salud,
etc. ...". Así, tanto el bienestar general como el mejoramiento de la
calidad de vida, que tan seriamente se ven afectados por la drogadicción,
se consagran como finalidades sociales del Estado; y como objetivo
fundamental de su actividad, aparece en primer término la solución de las
necesidades insatisfechas de salud, solución que se busca, entre otros
mecanismos, a través de los previstos en las normas declaradas
inexequibles.

Como puede apreciarse, la Constitución Política consagra el deber del


cuidado de la salud, tanto en cabeza de los asociados, individualmente
considerados, como del Estado mismo. Ninguno de los enunciados
propósitos constitucionales puede cristalizarse, si se considera contraria
a la Carta Política una norma legal que obliga al Estado a prestar
atención especializada a quien padece notorias y graves afecciones
ocasionadas por su situación de drogadicto.

Pero, además, en el mismo campo de la solidaridad como criterio


orientador en la interpretación de la Carta, debe decirse que permitir a las
personas portar y consumir libremente determinada dosis de droga
representa la negación de aquel. Las consecuencias que se derivan del
consumo de alucinógenos, tanto para quien los usa como para el núcleo
social en cuyo medio se desenvuelve, resultan desastrosas.

4.4 Se fundamentan en la prevalencia del interés general sobre el


particular y en el catálogo de deberes de las personas

En cuanto hace a la prevalencia del interés general, sobre el particular,


principio preconizado en las distintas normas constitucionales (Arts. 2o.,
58, 82), este principio resulta desconocido abiertamente por la Sentencia
de la cual discrepamos, en cuanto ésta lo supedita a una concepción
absolutista del derecho al libre desarrollo de la personalidad, haciendo
prevalecer elementos tales como el irrefrenable deseo y la imperiosa
necesidad del consumo en quien, bajo el único pretexto de su soberana
voluntad, envenena su propio organismo y proyecta en la sociedad los
negativos efectos de la perturbación mental que la sustancia le causa. La
colectividad, por su parte, queda inerme, pues a partir de la interpretación
que se ha impuesto, no contará siquiera con el amparo de la ley para
reprimir el uso de la droga, ni para actuar sobre el drogadicto con miras a
su recuperación. Los elementos de defensa social han sido excluidos así
del ordenamiento jurídico.

Nos negamos a aceptar que esto pueda ser así a la luz de la


Constitución. Como ya lo hemos resaltado, su mismo artículo 16,
invocado por la mayoría como norma quebrantada, impone al libre
desarrollo de la personalidad, como limitaciones, los derechos de los
demás y el orden jurídico, auténticas expresiones del interés general.

Debe tenerse en cuenta, por otra parte, que al tenor del artículo 95 de la
Carta, el primer deber de toda persona consiste en respetar los derechos
ajenos y no abusar de los propios (art. 95, num. 1). A renglón seguido,
así mismo, dicho artículo consagra también como deberes de la persona
y del ciudadano el de "obrar conforme al principio de solidaridad social,
respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en
peligro la vida o la salud de las personas". (art. 95, num. 2). A la vez, el
ya citado artículo 49, inciso final, impone a toda persona " el deber de
procurar el cuidado integral de su salud y la de su comunidad".

4.5 Se fundamentan en los derechos de la familia, los niños y los


adolescentes

El artículo 5o. de la Constitución reconoce y ampara a la familia como


institución básica de la sociedad y el 42 la define como núcleo
fundamental de la misma.

Es la familia la primera que padece, y no de cualquier manera, los


efectos negativos que propicia el consumo de drogas por parte de
cualquiera de sus miembros. La drogadicción destruye la unidad familiar,
hace perder el respeto entre sus miembros, genera violencia, implica
pérdida del autocontrol por parte de quien la usa, elimina todo valor y
hace desaparecer en la persona cualquier concepción edificante. Muy
grave es el daño que causa el padre drogadicto: su estado provoca la
ruptura de los lazos afectivos, genera la desintegración entre los
cónyuges y ocasiona, en razón de la despersonalización de la víctima, un
resquebrajamiento de su autoridad y la absoluta imposibilidad de educar
a los hijos, sin contar con la ruina moral y material que se produce, de
manera casi inevitable, en el seno de la institución familiar, si persisten
las causas del mal. El afectado pierde todo sentido de responsabilidad y
de juicio.

Por su parte, el hijo perturbado por la ingestión de alucinógenos


desconoce la autoridad de sus padres, se constituye en un mal ejemplo
para sus hermanos, socava las bases de comprensión y respeto que
inspira el hogar y se convierte en permanente amenaza de zozobra para
quienes integran la familia.

Frente a tan delicadas consecuencias, alguna respuesta debe hallarse, y


se halla en la Constitución Política. El Estado y la sociedad, según su
artículo 42 "garantizan la protección integral de la familia". Ella debe
comprender tanto el aspecto material como el moral y la armonía familiar,
indispensables para su subsistencia y necesarios para la convivencia
pacífica dentro del entorno social.

La misma norma declara que la dignidad de la familia es inviolable y


establece que las relaciones familiares se basan en el respeto recíproco
entre todos sus integrantes. Una y otra resultan gravemente afectadas
cuando la droga irrumpe en el seno del hogar.

El artículo 42 reprime, además, "toda forma de violencia" en la familia,


porque la considera "destructiva de su armonía y unidad", razón por la
cual estatuye que será sancionada conforme a la ley.

Ningún sentido tiene, entonces, que mientras la Constitución busca


proteger a la familia con tanto énfasis, pueda invocarse el libre desarrollo
de la personalidad de uno de sus miembros como argumento que
prevalezca sobre tales concepciones institucionales, dentro de un criterio
individualista que resulta a todas luces extraño a una concepción
contemporánea del derecho.

Al considerar los graves efectos que tiene el consumo de la droga en el


seno de la familia, causando su destrucción y lesionando gravemente a
quienes son miembros de ella, no podemos dejar de referirnos a los
derechos de los niños y de los adolescentes, plasmados en los artículos
44 y 45 de la Constitución.
En cuanto a los niños alude, la Carta Política ha incluido entre sus
derechos fundamentales el de "tener una familia", así como el derecho
"al cuidado y al amor", elementos todos éstos que desaparecen cuando
la dependencia de los estupefacientes afecta a los padres y a los
hermanos mayores.

También señala el precepto, que los niños "serán protegidos contra toda
forma de abandono y de violencia física o moral". A nuestro juicio, es
claro que los menores son las primeras víctimas del consumo de
alucinógenos por parte de sus progenitores, pues no es menester
demostrar que si el responsable de la familia o uno de sus miembros es
adicto, el niño es abandonado a su suerte, y es casi seguro que sea
víctima de violencia física y, en todo caso, moral por parte de aquel.

Por lo que hace al adolescente, el artículo 45 de la Constitución declara


que éste "tiene derecho a la protección y a la formación integral". Es
decir, cuando el legislador -como en el caso de las normas acusadas-
estatuye formas concretas en el campo de la recuperación del joven que
ha caído en la dependencia de la droga, no hace cosa diferente de
desarrollar el mandato constitucional. Mucho más en un Estado Social de
Derecho como el que proclama el artículo 1o. de la Constitución, con el
cual no sería compatible la defensa de unos órganos estatales ajenos al
compromiso de asistir al adolescente, cuyo estado de postración física y
moral demanda la presencia eficiente de quienes tienen a su cargo el
cuidado de la comunidad.

4.6 Se fundamentan en la Convención de Viena suscrita por


Colombia

Dice el artículo 93 de la Constitución, que los derechos y deberes


consagrados en ella "se interpretarán de conformidad con los tratados
internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia". En la
materia de que se trata, tiene excepcional importancia la Convención de
las Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes y
sustancias sicotrópicas, suscrita en Viena el 20 de diciembre de 1988 y
aprobada por la Ley 67 de 1993, hallada exequible por esta Corte (Fallo
C-176 del 12 de abril de 1994, magistrado ponente Dr. Alejandro
Martínez Caballero).

Allí se afirma que las partes llegan a adoptar los acuerdos que componen
la Convención "profundamente preocupadas por la magnitud y la
tendencia creciente de la producción, la demanda y el tráfico ilícito de
estupefacientes y sustancias sicotrópicas, que representan una grave
amenaza para la salud y el bienestar de los seres humanos y
menoscaban las bases económicas, culturales y políticas de la
sociedad". (Subrayamos).

Según el artículo 3o. de la Convención, cada una de las partes adoptará


las medidas que sean necesarias para tipificar en su derecho interno
delitos relativos a la fabricación, la oferta, el transporte y el tráfico de
estupefacientes y sustancias sicotrópicas.

Dice el literal 2) de dicho artículo que, a reserva de sus principios


constitucionales y a los conceptos fundamentales de su ordenamiento
jurídico, cada una de las partes adoptará las medidas que sean
necesarias para tipificar como delitos penales la posesión, la adquisición
o el cultivo de estupefacientes o sustancias sicotrópicas para el consumo
personal. Es decir, que a la luz de la Convención de Viena, cada Estado
podrá, a su juicio, establecer en su legislación si penaliza o no la llamada
dosis personal. No otra cosa fue lo que hizo el legislador colombiano
mediante la Ley 30 de 1986 en los artículos declarados inexequibles.

5. La penalización de la tenencia de estupefacientes para consumo


personal

La cuestión de si la tenencia de estupefacientes para consumo personal


debe ser o no objeto de sanción legal, ha sido ampliamente discutida,
tanto en los países donde se ha llegado a la despenalización, como en
los que aún se mantiene, que son la inmensa mayoría. Respecto de
aquellos, resulta oportuno señalar cómo la permisividad ha producido
funestas consecuencias como ha ocurrido en España, en Inglaterra
-donde la medida ha sido reconsiderada-, o en la misma Holanda,
precursora en este campo, y cómo, en general, en estos países la
permisividad se limita a las drogas menos dañinas, como la marihuana o
el hachís en pequeñas dosis, pero se ha mantenido la prohibición para
las llamadas drogas "duras". En todo caso, la despenalización ha tenido,
en general, efectos contraproducentes. Así se registra en un estudio
sobre la materia:

"Hay dos antecedentes importantes que muestran el fracaso de la


legalización: Inglaterra tomó medidas en los años 60 y 70 para que los
adictos pudieran recibir heroína legalmente en las farmacias; el resultado
fue un aumento del 100% en el número de adictos y un aumento del
300% en el tráfico ilegal. Alaska emitió una ley que aumentó la dosis
personal de marihuana a 4 onzas (unos 140 gramos) y el resultado es
que el uso de la marihuana entre los niños de 11 a 14 años se hizo casi
tres veces mayor allí que en el resto de los Estados Unidos. Esta medida
fue derogada recientemente".6

Cabe anotar, por lo demás, que se trata, en estos casos, de países que
no son productores ni exportadores de droga; distinto es el caso de
Colombia, donde a los altos índices de consumo se agrega el hecho
desgraciado de que es uno de los principales productores y exportadores
a nivel mundial, con las implicaciones que ello puede acarrear.

Sobre el tema de la penalización del consumo personal, consideramos


pertinente transcribir el muy autorizado concepto del jurista Carlos
Santiago Nino, en su obra "Etica y derechos humanos":

"Al discutir este tema me parece relevante partir de la base de que la


adicción, por lo menos a algunas drogas, puede efectivamente degradar
la calidad de vida de un individuo al deteriorar varias de sus capacidades
afectivas, intelectuales, laborales, etc.

"Asimismo, ninguna discusión responsable de este tema puede dejar de


tomar en cuenta los argumentos fácticos que han alegado legisladores y
jueces para justificar la represión de la tenencia de estupefacientes para
consumo personal.

"Es indudablemente cierto, en primer lugar, que el consumo habitual de,


por lo menos, muchas de las sustancias calificadas como
estupefacientes acarrea serios trastornos físicos e incluso,
eventualmente, la muerte de quien incurre en él. También es
incuestionable que ese hábito pueda dar lugar a graves perturbaciones
psíquicas, sea por efecto directo de la droga o por efecto de la
combinación entre la creciente dependencia de ésta y al dificultad para
satisfacer la necesidad que esa dependencia genera.

"Tampoco puede dudarse que el consumo de estupefacientes por parte


de ciertos individuos tiene consecuencias extremadamente perniciosas
para la sociedad en conjunto. En primer lugar, como se ha dicho muchas
veces, el círculo inicial de drogadictos tiende naturalmente a expandirse,
como en el caso de una enfermedad comunicable. L.G. Hunt ha
formulado la hipótesis de que la drogadicción presenta las características
de una verdadera epidemia, puesto que cada adicto introduce a otros en
el vicio, los que, a su vez, introducen a otros, extendiéndose la adicción
en forma contagiosa. En segundo término, el consumo de drogas
aparece asociado con la comisión de algunos delitos, principalmente
delitos contra la propiedad.

"También el consumo de drogas se presenta vinculado a situaciones de


desempleo, aunque aquí se debe ser cauteloso al establecer la dirección
de la relación causal.

"En la apreciación de los efectos sociales nocivos del consumo de drogas


se debe también tomar en cuenta la incidencia que la prohibición misma
del tráfico de estupefacientes tiene en la generación de tales efectos. Por
ejemplo, es indudable que el consumo de estupefacientes alimenta un
tipo de delincuencia organizada con ramificaciones internacionales, que
está asociada con hechos de violencia, corrupción y una amplia gama de
otras actividades ilícitas; este tipo de delincuencia aprovecha la
oportunidad para explotar cualquier actividad lucrativa que esté
legalmente proscripta en cierto ámbito, como fue el caso de la fabricación
y venta de bebidas alcohólicas en los Estados Unidos de los años 20, y
lo es ahora en relación al juego clandestino, la prostitución, el tráfico de
armas, etcétera.

"Es posible que la percepción de los daños individuales y sociales que el


consumo de estupefacientes genera no sea la única razón por la cual él
es valorado negativamente por la moralidad media. Aun frente a un caso
hipotético en que, por las características de la droga consumida o por las
condiciones en que se la consume, estuviéramos relativamente seguros
de que el drogadicto no está expuesto a daños físicos serios o a
perturbaciones psíquicas desagradables para él, y que su adicción no
tiene consecuencias nocivas para otra gente o para la sociedad en
conjunto, de cualquier modo su hábito de consumir drogas sería
considerado disvalioso y reprochable por la opinión moral prevaleciente
en el medio social. Se juzga a la drogadicción, independientemente de
sus efectos nocivos, como un hábito degradante que manifiesta un
carácter moral defectuoso. No es fácil articular la justificación de esta
reacción moral, pero ella está posiblemente asociada a un ideal de
excelencia personal que forma parte de nuestra cultura occidental, y que
exalta, por un lado, la preservación de nuestra capacidad de adoptar y
llevar a cabo decisiones, en contraste con una autoinhibición en tal
sentido, y que enaltece, por otro lado, la adquisición de experiencias
"reales" a través de nuestras propias acciones, en contraste con el goce
de experiencias "artificiales" que no se corresponden con nuestra
actuación en el mundo. Robert Nozick hace explícitos algunos de los
aspectos de este ideal de excelencia humana al mostrar lo insatisfactorio
que nos resultaría la alternativa imaginaria de pasar toda nuestra vida
conectados a una fantástica máquina de experiencias que pudiéramos
programas a voluntad de tanto en tanto, proveyéndonos la sensación de
vivir la vida que consideramos más satisfactoria. Preferimos tener una
vida menos agradable pero que sea "nuestra" vida, o sea el resultado de
nuestra actuación y contacto con la realidad. Los estupefacientes pueden
ser vistos como un sustituto rudimentario de esa "máquina de
experiencias"7.

6. ¿Es tan nociva la droga como el alcohol y el tabaco y por ende


debe dárseles a éstos el mismo tratamiento?

La Sentencia pretende equiparar los efectos del consumo de la droga


con el del alcohol. Llega inclusive a preguntar con alarma: "¿Por qué
entonces, el tratamiento abiertamente distinto, irritantemente
discriminatorio, para el alcohólico y para el drogadicto?". Y, aunque no lo
dice claramente, sugiere que al penalizarse el consumo de droga y no el
del alcohol, se está desconociendo el derecho a la igualdad. Pretende
demostrar su aserto con unos datos, según los cuales, en la ciudad de
Medellín ha aumentado en la última década el porcentaje de víctimas de
muerte violenta que tenían en su sangre "cifras positivas de alcohol" (A
propósito cabría preguntar ¿bajo efectos de qué sustancias se
encontraban sus victimarios?). No desconocemos, en manera alguna, los
efectos nocivos que puede causar el alcohol ingerido en altas dosis para
el organismo, ni el hecho de que éste ha sido causa de muchos actos de
violencia interpersonal. Pero equiparar los daños que causa la droga,
tanto para la propia persona como para el entorno social, con los que
pueden causar el tabaco o el alcohol, es un exabrupto que no resiste
ningún análisis ni científico ni estadístico.

En cuanto al tabaco, es evidente que la nicotina en él contenida es un


problema para la salud, el cual se ve agravado por el de la adicción. Sin
embargo, la nicotina no es un intoxicante que se convierta en un riesgo
para el comportamiento humano; tampoco es una fuente, inmaginaria o
real, de grandes poderes internos o de intuiciones. Nadie comete un
crimen inducido por una dosis de nicotina. De igual forma, nadie se
presenta al trabajo con signos de incapacidad para laborar, o acude a la
escuela con problemas de aprendizaje, por culpa del tabaco. Mientras
que los consumidores de drogas son calificados socialmente como
adictos, al fumador de tabaco jamás se le asigna tal calificativo social.
En cuanto al alcoholismo, no se necesita ir demasiado lejos para
comprobar que son inmensamente más graves los daños que causa la
drogadicción a la propia persona y al entorno social, que los que puede
causar aquél. Que se sepa, un alcohólico no suele atracar ni asesinar
para obtener el dinero para pagarse un trago, cosa que, por el contrario,
sucede cotidianamente con el drogadicto, aquí y en todas partes del
mundo. Que se sepa, tampoco los alcohólicos son protagonistas de
masacres y genocidios; en cambio está plenamente probado que, en
muchos casos, los sicarios que cometen tales crímenes lo hacen bajo
efectos de alucinógenos. Tampoco se requiere de amplios conocimientos
médicos para saber que uno de los efectos principales del alcohol
consiste en un relajamiento de las funciones motrices y la somnolencia,
lo cual le impide actuar con agilidad, cosa que no ocurre con la droga
que, por el contrario, en la mayoría de los casos obra como excitante del
sistema nervioso. Que en Colombia el alcohol haya sido causa de
violencia es, como lo decimos, indiscutible. Pero que la droga lo ha sido
en proporciones inmensamente mayores también lo es. No es una simple
coincidencia el hecho de que el alarmante aumento de los índices de
criminalidad en nuestro país en las últimas décadas, haya ido parejo con
el del consumo de drogas, sin contar con la que ha generado el tráfico de
la misma. El aumento de la delincuencia común entre nosotros está,
pues, indisoluble e indiscutiblemente asociado al del tráfico y consumo
de drogas.

En cuanto al riesgo de adicción por consumo, las estadísticas


demuestran cómo mientras el del alcohol es del 10% de los
consumidores regulares, el de la cocaína supera el 80% y el del bazuco,
o "crack", o el de la heroína, por ejemplo, virtualmente alcanzan un
100%. En lo que se refiere al poder de alteración mental, mientras la
nicotina ocasiona únicamente alteraciones afectivas y el alcohol
consumido en grandes cantidades, puede llegar a tener efectos de
alteración mental, en cambio, la cocaína aun siendo utilizada en
pequeñas dosis, tiene los más altos riesgos de producir alteración
mental. Frente al argumento de que el consumo de marihuana no es peor
en sus efectos que el del alcohol o la nicotina, un informe de Naciones
Unidas señala lo siguiente:

"A diferencia del alcohol, que por lo general abandona el organismo


antes de 24 horas en virtud de su carácter hidrosoluble, la marihuana es
liposoluble, lo que significa que los productos químicos psicoactivos se
fijan en las partes grasas del organismo (por lo general el cerebro y los
órganos reproductores) y pueden detectarse hasta 30 días después del
uso inicial. Una amplia investigación ha demostrado que la marihuana
altera la memoria reciente y retarda el aprendizaje; dificulta las funciones
reproductoras normales; afecta negativamente a las funciones cardíacas;
tiene graves consecuencias sobre la percepción y el desempeño de
actividades especializadas, como la conducción u otras tareas complejas
en las que intervienen el juicio o destrezas motoras especiales, y dificulta
seriamente las funciones pulmonar y respiratoria. Un cigarrillo de
marihuana contiene más agentes carcinógenos que el más fuerte
cigarrillo de tabaco".8

De acuerdo con el Dr. Herbert Kleber, experto en drogas de la


Universidad de Columbia en Nueva York, psiquiatra y ex-funcionario de
la oficina de Política para el Control de las Drogas, el poder adictivo de la
cocaína en polvo tiene una proporción de 5 a 1. Es decir, por cada cinco
personas que consumen esta droga, una se vuelve adicta a ella. Para el
Crack, la proporción es de 3 a 1, en cambio para el alcohol es de 7 a 1.
Por otra parte, un estudio realizado por el profesor Dr. Mark Gold de la
Universidad de la Florida, señala que "los adolescentes son
particularmente susceptibles de llegar a un grado de adicción por
consumo de cocaína. En efecto, señala el profesor Gold, que mientras
que un adulto requiere en promedio de cuatro años de consumo de
cocaína para experimentar deterioro físico y la consecuente adicción, en
el caso de adolescentes ese lapso se reduce a un promedio de uno y
medio años."9.

7. Una paradoja inexplicable y una contradicción protuberante

De la decisión mayoritaria se desprende una paradoja y una ambigüedad


muy difíciles de entender: Por un lado se autoriza el consumo de la dosis
personal, pero por otro se mantiene la penalización del narcotráfico. Es
decir que se permite a los individuos consumir droga, pero se prohíbe su
producción, distribución y venta. Carece de toda lógica que la ley ampare
al consumidor de un producto y, en cambio sancione a quien se lo
suministre. ¿Cómo resolver éste dilema? ¿Acaso despenalizando
también la producción, distribución y venta de la droga? ¿Es decir,
legalizando toda la actividad del narcotráfico y convirtiendo así de la
noche a la mañana, a sus tenebrosas mafias en "honestos comerciantes
y exportadores"? La opinión nacional e internacional, con toda razón,
serían unánimes en repudiar tan aberrante solución, que implicaría ni
más ni menos que convertir de una plumada a los peores criminales que
ha conocido nuestra historia, a los responsables de millares y millares de
asesinatos, de secuestros, de magnicidios, y del envenenamiento
sistemático y colectivo de la juventud, en inocentes víctimas del peso de
la ley. Quienes suscribimos este Salvamento somos perentorios en
rechazar de la manera más rotunda tal posibilidad. Pero, al igual que el
resto de la opinión, manifestamos nuestra perplejidad ante la enorme
contradicción que ha quedado planteada con el fallo.

Finalmente, los suscritos magistrados vemos con preocupación cómo


este fallo ha suscitado en todos los estamentos de la sociedad una
previsible y a nuestro juicio justificada reacción de inconformidad y
rechazo, que necesariamente incide en el bien ganado prestigio de una
Corporación que, como la Corte Constitucional, ha venido trabajando con
tanto empeño por defender el orden jurídico, los fundamentos del Estado
Social de Derecho, y los más altos valores que informan a la sociedad
colombiana. Reconocemos, sin embargo, que la decisión de los cinco
magistrados que conformaron la mayoría se adoptó en ejercicio pleno de
claras facultades constitucionales. Por otra parte, celebramos el hecho
de que finalmente se haya consignado en la Sentencia, de manera
expresa, la facultad que tiene el legislador para "regular las
circunstancias de lugar, de edad, de ejercicio temporal de la actividad, y
otras análogas, dentro de las cuales el consumo de drogas resulta
inadecuado o socialmente nocivo", aclaración que busca morigerar los
efectos de la gravísima decisión aprobada por la mayoría y, en parte,
restaurar, aunque parcialmente, la efectividad de las normas declaradas
inexequibles, pero que sin embargo deja en firme el incalculable daño
causado. Empero, sin esta aclaración los efectos de la Sentencia serían
aún más funestos que los que la sociedad en general, con justa razón
teme.

Fecha ut supra.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO

Magistrado

HERNANDO HERRERA VERGARA

Magistrado

FABIO MORON DIAZ

Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA

Magistrado

NOTAS DE PIE DE PAGINA


Paidós, Buenos Aires, 1962.

2 "Contingencia, Ironía y Solidaridad", Paidós, Buenos Aires, 1991.

3 KANT, Emmanuel. Crítica del juicio (París, 1965). Pág. 23 ss.

4 LOCKE, John. Ensayo sobre el Gobierno Civil. Cap. IV. No. 21.

5 FROMM, Erich. "El miedo a la libertad", Buenos Aires, Paidos, XV edición, 1991, p. 253.

6 Ibídem. Pág. 254.

7 (PEREZ GOMEZ, Augusto. SUSTANCIAS PSICOACTIVAS: HISTORIA DEL CONSUMO EN


COLOMBIA; Editorial Presencia, Bogotá, 1994)

NINO, Carlos Santiago. "Etica y derechos humanos". 2a. Edic. Edit. Astrea, Buenos Aires. 1989.
pp. 420 y ss.

8 (Programa de las Naciones Unidas para la Fiscalización Internacional de Drogas; LAS


NACIONES UNIDAS Y LA FISCALIZACION DEL USO INDEBIDO DE DROGAS, 1992; PÁG. 57)

9 (Traducido de la Información remitida por el United States Information Services al Director


Nacional de Estupefacientes. Mayo de 1994)

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  Ley 124 de 1994 Nivel Nacional
 
  Fecha de Expedición: 15/02/1994  
  Fecha de Entrada en Vigencia: 15/02/1994  
  Medio de Publicación: Diario Oficial 41230 del 18 de febrero de 1994  

  
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LEY 124 DE 1994

(febrero 15)

por la cual se prohíbe el expendio de bebidas embriagantes a


menores de edad y se dictan otras disposiciones.

El Congreso de Colombia,

Ver el Código del Menor - Decreto 2737 de 1989 , Ver la Resolución del


Ministerio de Salud 982 de 1994 , Ver el art. 9, Ley 745 de 2002, Ver el
Decreto Nacional 120 de 2010

DECRETA:

Artículo 1º.- Prohíbese el expendio de bebidas embriagantes a menores


de edad.

La persona mayor que facilite las bebidas embriagantes o su adquisición


será sancionada de conformidad con las normas establecidas para los
expendedores en los Códigos Nacional o Departamental de (ilegible)

Artículo 2º.- El menor que sea hallado consumiendo bebidas


embriagantes o en estado de beodez, deberá asistir con sus padres o
acudientes a un curso sobre prevención del alcoholismo al Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar o a la entidad que haga sus veces.

Artículo 3º.- Toda publicidad, identificación o promoción sobre


embriagantes debe hacer referencia expresa a la prohibición establecida
en la presente Ley.

Parágrafo.- Los establecimientos que expendan bebidas embriagantes


deberán colocar en sitio visible el texto de la presente Ley.

Artículo  4º.- Para la aplicación de la presente Ley, en ningún caso el


infractor será detenido sino citado mediante boleta para que durante las
cuarenta y ocho (48) horas siguientes, comparezca ante el defensor de
Familia o quien haga sus veces, en compañía de sus padres o
acudientes, y del Personero Municipal o su delegado.

Parágrafo.- Sin perjuicio de las sanciones penales correspondientes


cualquier abuso de la autoridad policial cometido en contra del menor,
será sancionado por el Comisionado Nacional para la Policía o su
Delegado, con la destitución inmediata del responsable o
responsables. Texto subrayado declarado INEXEQUIBLE por la Corte
Constitucional medianteSentencia C-796 de 2004 

Artículo 5º.- Esta Ley rige a partir de la fecha de su promulgación y


deroga las normas que le sean contrarias, en especial el artículo 14 de la
Ley 30 de 1986.

El Presidente del honorable Senado de la República, JORGE RAMÓN


ELÍAS NADER. El Secretario General de honorable Senado de la
República, PEDRO PUMAREJO VEGA. El Presidente de la honorable
Cámara de Representantes, FRANCISCO JOSÉ JATTIN SAFAR. El
Secretario General de la honorable Cámara de Representantes, DIEGO
VIVAS TAFUR.

Publíquese y ejecútese.

Dada en Santa Fe de Bogotá, D.C., a 15 de febrero de 1994.

El Presidente de la República, CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO. El Ministro


de Justicia y del Derecho, ANDRÉS GONZÁLEZ DÍAZ. El Ministro de
Salud, JUAN LUIS LONDOÑO DE LA CUESTA.

NOTA: Ver Artículo 8 Decreto 415 de 1994

NOTA: La presente Ley aparece publicada en el Diario Oficial No. 41230 de febrero 18 de 1994.

  
  
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  Ley 1566 de 2012 Nivel Nacional
 
  Fecha de Expedición: 31/07/2012  
  Fecha de Entrada en Vigencia: 31/07/2012  
  Medio de Publicación: Diario Oficial 48508 de julio 31 de 2012.  

  
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LEY 1566 DE 2012

(Julio 31)

por la cual se dictan normas para garantizar la atención integral a


personas que consumen sustancias psicoactivas y se crea el
premio nacional "entidad comprometida con la prevención del
consumo, abuso y adicción a sustancias" psicoactivas.

EL CONGRESO DE COLOMBIA

DECRETA:

Artículo 1°. Reconocimientos. Reconózcase que el consumo, abuso y


adicción a sustancias psicoactivas, lícitas o ilícitas es un asunto de salud
pública y bienestar de la familia, la comunidad y los individuos. Por lo
tanto, el abuso y la adicción deberán ser tratados como una enfermedad
que requiere atención integral por parte del Estado, conforme a la
normatividad vigente y las Políticas Públicas Nacionales en Salud Mental
y para la Reducción del Consumo de Sustancias Psicoactivas y su
Impacto, adoptadas por el Ministerio de Salud y Protección Social.

Artículo 2°. Atención integral. Toda persona que sufra trastornos


mentales o cualquier otra patología derivada del consumo, abuso y
adicción a sustancias psicoactivas licitas o ilícitas, tendrá derecho a ser
atendida en forma integral por las Entidades que conforman el Sistema
General de Seguridad Social en Salud y las instituciones públicas o
privadas especializadas para el tratamiento de dichos trastornos.

Parágrafo 1°. La Comisión de Regulación en Salud incorporará, en los


planes de beneficios tanto de régimen contributivo como subsidiado,
todas aquellas intervenciones, procedimientos clínico-asistenciales y
terapéuticos, medicamentos y actividades que garanticen una atención
integral e integrada de las personas con trastornos mentales o cualquier
otra patología derivada del consumo, abuso y adicción a sustancias
psicoactivas lícitas e ilícitas, que permitan la plena rehabilitación
psicosocial y recuperación de la salud.

La primera actualización del Plan de Beneficios en relación con lo


establecido en esta ley, deberá efectuarse en un término de doce (12)
meses a partir de la promulgación de la presente ley.

Parágrafo 2°. El Gobierno Nacional y los entes territoriales garantizarán


las respectivas previsiones presupuestales para el acceso a los servicios
previstos en este artículo de manera progresiva, dando prioridad a los
menores de edad y a poblaciones que presenten mayor grado de
vulnerabilidad. En el año 2016 se debe garantizar el acceso a toda la
población mencionada en el inciso primero de este artículo.

Parágrafo 3°. Podrán utilizarse recursos del Fondo para la


Rehabilitación, Inversión Social y Lucha contra el Crimen Organizado –
Frisco– para el fortalecimiento de los programas de prevención,
mitigación, superación y desarrollo institucional, establecidos en el marco
de la Política Nacional para la reducción del consumo de sustancias
estupefacientes o psicotrópicas y su impacto.

Parágrafo 4°. Para efectos de la actualización de los Planes de


Beneficios en Salud, la Comisión de Regulación en Salud –Cres– deberá
tener en cuenta las intervenciones, procedimientos clínico-asistenciales y
terapéuticos y medicamentos para la atención integral de las personas
con trastornos mentales o cualquier otra patología derivada del consumo,
abuso y adicción a sustancias psicoactivas lícitas e ilícitas, que permitan
la plena rehabilitación y recuperación de la salud.

Artículo 3°. Servicios de atención integral al consumidor de


sustancias psicoactivas. La atención de las personas con consumo,
abuso y adicción a las sustancias psicoactivas referidas en el artículo 1°
de la presente ley, se realizará a través de los servicios de salud
habilitados en instituciones prestadoras de salud (IPS) de baja, mediana
y alta complejidad, así como en los servicios para la atención integral al
consumidor de sustancias psicoactivas, debidamente habilitados.

Estos servicios se podrán prestar a través de cualquiera de las


modalidades de atención establecidas por el Ministerio de Salud y
Protección Social, entre los cuales se encuentran: los servicios
amigables para adolescentes y jóvenes, de carácter público o privado,
unidades de salud mental de baja, mediana y alta complejidad, los
centros de atención comunitaria, los equipos básicos de atención
primaria en salud, entre otras modalidades que formule el Ministerio de
Salud y Protección Social.

Parágrafo. Las instituciones que ofrezcan programas de atención al


consumidor de sustancias psicoactivas indicadas en el artículo 1° de la
presente ley, cualquiera que sea su naturaleza jurídica u objeto social,
deberán cumplir con las condiciones de habilitación establecidas en
relación con los respectivos servicios ofrecidos.

Artículo 4°. Consentimiento informado. Para realizar el proceso de


atención integral será necesario que el servicio de atención integral al
consumidor de sustancias psicoactivas o el servicio de
farmacodependencia haya informado a la persona sobre el tipo de
tratamiento ofrecido por la institución, incluyendo los riesgos y beneficios
de este tipo de atención, las alternativas de otros tratamientos, la eficacia
del tratamiento ofrecido, la duración del tratamiento, las restricciones
establecidas durante el proceso de atención, los derechos del paciente y
toda aquella información relevante para la persona, su familia o red de
apoyo social o institucional. La persona podrá revocar en cualquier
momento su consentimiento.

Parágrafo. El Ministerio de Salud y Protección Social reglamentará la


materia en un término de doce (12) meses a partir de la promulgación de
la presente ley.
Artículo 5°. Sanciones. Los Centros de Atención en Drogadicción
(CAD), y Servicios de Farmacodependencia y demás instituciones que
presten servicios de atención integral a las personas con consumo,
abuso o adicción a sustancias psicoactivas que incumplan las
condiciones de habilitación y auditoría, se harán acreedores a la
aplicación de las medidas y sanciones establecidas por la
Superintendencia Nacional de Salud para tal efecto.

Artículo 6°. Promoción de la salud y prevención del consumo. El


Gobierno Nacional en el marco de la Política Pública Nacional de
Prevención y Atención a la adicción de sustancias psicoactivas formulará
líneas de política, estrategias, programas, acciones y procedimientos
integrales para prevenir el consumo, abuso y adicción a las sustancias
mencionadas en el artículo 1° de la presente ley, que asegure un
ambiente y un estilo de vida saludable, impulsando y fomentando el
desarrollo de programas de prevención, tratamiento y control del
consumo, abuso y adicción a sustancias psicoactivas, lícitas o ilícitas al
interior del lugar de trabajo, las cuales serán implementadas por las
Administradoras de Riesgos Profesionales.

Las Entidades Administradoras de Planes de Beneficios y las entidades


territoriales deben cumplir con la obligación de desarrollar acciones de
promoción y prevención frente al consumo, abuso y adicción a sustancias
psicoactivas, en el marco del Plan Nacional de Salud Pública, Plan
Decenal de Salud Pública, Planes Territoriales de Salud y Plan de
Intervenciones Colectivas y demás políticas públicas señaladas en la
presente ley.

Tales acciones de promoción y prevención requerirán para su


construcción e implementación la participación activa de todos los
sectores productivos, educativos y comunitarios en las respectivas
entidades territoriales.

Artículo 7°. Proyecto institucional preventivo. De conformidad con lo


preceptuado en el artículo anterior, las Administradoras de Riesgos
Profesionales, a través de los programas de salud ocupacional,
implementarán el proyecto institucional preventivo del consumo, abuso y
adicción a las sustancias mencionadas en el artículo 1° de la presente
ley, en el ámbito laboral.

Así mismo, apoyarán la ejecución de programas, proyectos y actividades


de prevención del consumo indebido de dichas sustancias, mediante la
entrega de información, formación y capacitación del talento humano en
todos los niveles, en consonancia con los lineamientos establecidos por
el Ministerio de Salud y Protección Social.

Artículo 8°. Premio nacional. Créase el Premio Nacional "Entidad


Comprometida con la Prevención del Consumo, Abuso y Adicción a las
sustancias Psicoactivas", el cual será otorgado anualmente por el
Ministerio de Salud y Protección Social.

El premio es una acción de reconocimiento no pecuniaria, enmarcada en


el concepto de mejores prácticas, que fomenten procesos de innovación,
creación y adaptación para un mejor desarrollo de las prácticas y
técnicas de prevención de la adicción, teniendo en cuenta en el
cumplimiento de la normatividad vigente y los lineamientos sobre el
tratamiento de cuestiones relacionados con el alcohol y las drogas de la
Organización Internacional del Trabajo y las Políticas Públicas
Nacionales en Salud Mental y para la Reducción del Consumo de
Sustancias Psicoactivas y su Impacto adoptadas por el Ministerio de
Salud y Protección Social.

Artículo 9°. Programas de formación técnica y tecnológica. El


Servicio Nacional de Aprendizaje –Sena– diseñará, promoverá y
ejecutará programas de formación técnica y tecnológica profesional
integral para el abordaje y atención a personas con problemas de
consumo, abuso y adicción a sustancias psicoactivas.

El Servicio Nacional de Aprendizaje –Sena– en coordinación con el


Ministerio de Salud y Protección Social formulará las competencias y
perfiles profesionales para los técnicos en salud que desempeñan
actividades relacionadas tales como auxiliares de enfermería, auxiliares
de Salud Pública, entre otros.

Artículo 10. Instancia especializada. El Ministerio de Salud y


Protección Social será la instancia responsable de realizar el seguimiento
y evaluación de impacto de la Política Pública de Salud Mental y la
Política de Reducción del Consumo de sustancias psicoactivas y su
impacto, así como la formulación, los criterios, y los estándares de
calidad de las instituciones Prestadoras de Servicios de salud de carácter
público o privado a nivel nacional y territorial que ofrezcan servicios de
atención integral al consumidor de sustancias psicoactivas y
tratamientos, a fin de garantizar la integralidad, los estándares de calidad
y el respeto de la dignidad y los Derechos Humanos de las personas
sujetas de atención.

Dicha instancia estará integrada por un equipo interdisciplinario, idóneo y


suficiente de profesionales expertos en prestación de servicios en salud
mental y reducción del consumo de sustancias psicoactivas.

Artículo 11. Vigilancia. La Procuraduría General de la Nación ejercerá


la vigilancia a la implementación de la presente ley y rendirá un informe
anual sobre su cumplimiento a las Comisiones Séptimas Constitucionales
del Congreso de la República.

Artículo 12. Vigencia y derogatorias. Esta ley rige a partir de su


promulgación y deroga todas las normas que le sean contrarias.

El Presidente del honorable Senado de la República,

JUAN MANUEL CORZO ROMÁN.

El Secretario General del honorable Senado de la República,

EMILIO RAMÓN OTERO DAJUD.

El Presidente de la honorable Cámara de Representantes,

SIMÓN GAVIRIA MUÑOZ.

El Secretario General de la honorable Cámara de Representantes,

JESÚS ALFONSO RODRÍGUEZ CAMARGO.

REPÚBLICA DE COLOMBIA – GOBIERNO NACIONAL

Publíquese y cúmplase.

Dada en Bogotá, D. C., a 31 de julio de 2012.

JUAN MANUEL SANTOS CALDERÓN

El Ministro de Hacienda y Crédito Público,

JUAN CARLOS ECHEVERRY GARZÓN.


La Ministra de Salud y Protección Social,

BEATRIZ LONDOÑO SOTO.

NOTA: Publicada en el Diario Oficial 48508 de julio 31 de 2012.

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Régimen Legal de Bogotá D.C.    © Propiedad de la Secretaría General de la


Alcaldía Mayor de Bogotá D.C.  
  Ley 1548 de 2012 Nivel Nacional
 
  Fecha de Expedición: 05/07/2012  
  Fecha de Entrada en Vigencia: 05/07/2012  
  Medio de Publicación: Diario Oficial 48482 del 5 de julio de 2012  

  
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LEY 1548 DE 2012

(Julio 5)

Por la cual se modifica la Ley 769 de 2002 y la Ley 1383 de 2010 en


temas de embriaguez y reincidencia y se dictan otras disposiciones

EL CONGRESO DE COLOMBIA

DECRETA:

Artículo  1°. El artículo 152 de la Ley 769 quedará así:

Artículo 152. Grado de Alcoholemia. Si hecha la prueba de alcoholemia


se establece:
Entre 20 y 39 mg de etanol/l00 ml de sangre total, además de las
sanciones previstas en la presente ley, se decretará la suspensión de la
licencia de conducción entre seis (6) y doce (12) meses.

Primer grado de embriaguez entre 40 y 99 mg de etanol/100 ml de


sangre total, adicionalmente a la sanción multa, se decretará la
suspensión de la Licencia de Conducción entre uno (1) y tres (3) años.

Segundo grado de embriaguez entre 100 y 149 mg de etanol/100 ml de


sangre total, adicionalmente a la sanción multa, se decretará la
suspensión de la Licencia de Conducción entre tres (3) y cinco (5) años,
y la obligación de realizar curso de sensibilización, conocimientos y
consecuencias de la alcoholemia y drogadicción en centros de
rehabilitación debidamente autorizados, por un mínimo de cuarenta (40)
horas.

Tercer grado de embriaguez, desde 150 mg de etanol/100 ml de sangre


total en adelante, adicionalmente a la sanción de la sanción de multa, se
decretará la suspensión entre cinco (5) y diez (10) años de la Licencia de
Conducción, y la obligación de realizar curso de sensibilización,
conocimientos y consecuencias de la alcoholemia y drogadicción en
centros de rehabilitación debidamente autorizados, por un mínimo de
ochenta (80) horas.

Parágrafo 1°. Será criterio para fijar esta sanción, la reincidencia, haber


causado daño a personas o cosas a causa de la embriaguez o haber
intentado darse a la fuga.

Parágrafo 2°. La certificación de la sensibilización será indispensable


para la entrega de la Licencia de Conducción suspendida.

Parágrafo 3°. El conductor del vehículo automotor que pese a ser


requerido por las autoridades de control operativo de tránsito, con
plenitud de garantías, no acceda o no permita la realización de las
pruebas físicas o clínicas a que se refiere la presente ley, incurrirá en
falta sancionada con multa y adicionalmente con la suspensión de la
licencia de conducción entre cinco (5) y diez (10) años.

Este mismo examen operará para los conductores de motocicletas,


independientemente del cilindraje, de igual forma estarán sujetos al
examen los ciclistas cuando la autoridad lo requiera.
Parágrafo 4°. En el evento en que la alcoholemia sea igual o superior a
20 mg de etanol /100 ml de sangre, se aplicarán la sanciones aquí
establecidas sin que sea necesario realizar pruebas adicionales para la
determinación de la presencia de otras sustancias psicoactivas.

Parágrafo 5°. Para los conductores que incurran en las faltas previstas


en el presente artículo no existirá reducción de multas que trata el
artículo 136 de la Ley 769 de 2002.

Parágrafo 6°. El Gobierno reglamentará la materia.

Artículo 2°. Vigencia. La presente ley rige a partir de su promulgación y


deroga todas las disposiciones que le sean contrarias.

El Presidente del honorable Senado de la República.

JUAN MANUEL CORZO ROMÁN.

El Secretario General del honorable Senado de la República.

EMILIO RAMÓN OTERO DAJUD.

El Presidente de la honorable Cámara de Representantes

SIMÓN GAVIRIA MUÑOZ.

El Secretario General de la honorable Cámara de Representantes

JESÚS ALFONSO RODRÍGUEZ CAMARGO.

REPÚBLICA DE COLOMBIA - GOBIERNO NACIONAL

PUBLÍQUESE Y CÚMPLASE.

Dada en Bogotá, D. C., a los 5 dias del mes de julio del año 2012.

JUAN MANUEL SANTOS CALDERÓN

El Ministro de Justicia y del Derecho,

JUAN CARLOS ESGUERRA PROTOCARRERO.

La Ministra de Salud y Protección Social,


BEATRIZ LONDOÑO SOTO.

El Ministro de Transporte,

MIGUEL ESTEBAN PEÑALOZA BARRIENTOS

NOTA: Publicada en el Diario Oficial No. 48482 de julio 5 de 2012.

  

  
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http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/ley/2009/ley_1335_2009.html

LEY 1335 DE 2009


(julio 21)
Diario Oficial No. 47.417 de 21 de julio de 2009
CONGRESO DE LA REPÚBLICA
Disposiciones por medio de las cuales se previenen daños a la salud de los menores
de edad, la población no fumadora y se estipulan políticas públicas para la
prevención del consumo del tabaco y el abandono de la dependencia del tabaco del
fumador y sus derivados en la población colombiana.
EL CONGRESO DE COLOMBIA
DECRETA:
ARTÍCULO 1o. OBJETO. El objeto de la presente ley es contribuir a garantizar los
derechos a la salud de los habitantes del territorio nacional, especialmente la de los
menores de 18 años de edad y la población no fumadora, regulando el consumo,
venta, publicidad y promoción de los cigarrillos, tabaco y sus derivados, así como la
creación de programas de salud y educación tendientes a contribuir a la
disminución de su consumo, abandono de la dependencia del tabaco del fumador y
se establecen las sanciones correspondientes a quienes contravengan las
disposiciones de esta ley.
CAPITULO I.
DISPOSICIONES SOBRE LA VENTA DE PRODUCTOS DE TABACO A MENORES
DE EDAD.
ARTÍCULO 2o. PROHIBICIÓN DE VENDER PRODUCTOS DE TABACO A
MENORES DE EDAD. Se prohíbe a toda persona natural o jurídica la venta,
directa e indirecta, de productos de tabaco y sus derivados, en cualquiera de sus
presentaciones, a menores de dieciocho (18) años. En caso de duda, soliciten que
cada comprador de tabaco demuestre que ha alcanzado la mayoría de edad.
PARÁGRAFO 1o. Es obligación de los vendedores y expendedores de productos de
tabaco y sus derivados indicar bajo un anuncio claro y destacado al interior de su
local, establecimiento o punto de venta la prohibición de la venta de productos de
tabaco a menores de edad.
Este anuncio en ningún caso hará mención a marcas, empresas o fundaciones de
empresas tabacaleras; ni empleará logotipos, símbolos, juegos de colores, que
permitan identificar alguna de ellas.
PARÁGRAFO 2o. Las autoridades competentes realizarán procedimientos de
inspección, vigilancia y control a los puntos de venta, local, o establecimientos con
el fin de garantizar el cumplimiento de esta disposición.
PARÁGRAFO 3o. Se prohíbe el uso de máquinas expendedoras o dispensadores
mecánicos de productos de tabaco, en lugares y puntos de venta en los cuales hay
libre acceso de los menores de edad.
Se debe garantizar que los productos de tabaco no sean accesibles desde los
estantes al público sin ningún tipo de control.
ARTÍCULO 3o. Con el objetivo de salvaguardar la salud pública y evitar el acceso
de menores de edad al tabaco y sus derivados, prohíbase la fabricación e
importación de cigarrillos en cajetillas o presentaciones que contengan menos de
diez (10) unidades.
PARÁGRAFO. A partir de los dos (2) años siguientes a la vigencia de la presente ley
se prohíbe la venta por unidad de productos de tabaco o sus derivados.
<Jurisprudencia Vigencia>

ARTÍCULO 4o. Se prohíbe la fabricación y comercialización de dulces, refrigerios,


juguetes u otros objetos que tengan forma de productos de tabaco y puedan
resultar atractivos para los menores.
CAPITULO II.
DISPOSICIONES PARA PREVENIR EL CONSUMO DE TABACO Y SUS
DERIVADOS EN MENORES DE EDAD Y POBLACIÓN NO FUMADORA.
ARTÍCULO 5o. POLÍTICAS DE SALUD PÚBLICA ANTITABAQUISMO. Los
Ministerios de la Protección Social y de Educación Nacional formularán, aplicarán,
actualizarán periódicamente y revisarán estrategias, planes y programas nacionales
multisectoriales integrales de control del tabaquismo en los menores de edad y a la
población en general, fumadora o no fumadora, correspondientes a la política de
salud pública que se haya estipulado e implementarán estrategias para propender
por el abandono del consumo de tabaco.
El Ministerio de la Protección Social diseñará e incorporará dentro del Plan
Nacional de Salud Pública, las estrategias y acciones para identificar y promover la
atención y demanda de servicios de rehabilitación, cesación y curación de la
población fumadora enferma por causas asociadas al tabaquismo.
ARTÍCULO 6o. PARTICIPACIÓN DE COMUNIDADES INDÍGENAS Y
AFROCOLOMBIANAS. El Ministerio de la Protección Social promoverá la
participación de las comunidades indígenas y afrocolombianas en la elaboración,
implementación y evaluación de programas de control al consumo de tabaco a la
población, en especial a los menores de edad.
ARTÍCULO 7o. CAPACITACIÓN A PERSONAL FORMATIVO. Los Ministerios de
la Protección Social y de Educación Nacional, formularán y promulgarán los
programas, planes y estrategias encaminados a capacitar sobre las medidas de
control de tabaco vigentes a personas tales como: Profesionales de la salud,
trabajadores de la comunidad, asistentes sociales, profesionales de la
comunicación, educadores, y responsables de la formación de menores de edad así
como a los servidores públicos en general sobre las consecuencias adversas del
consumo de tabaco e inhalación del humo de tabaco.
ARTÍCULO 8o. PROGRAMAS EDUCATIVOS PARA EVITAR EL CONSUMO DE
TABACO Y PROCURAR EL ABANDONO DEL TABAQUISMO. Los menores de
edad deberán recibir los conocimientos y asistencia institucional educativa bajo los
principios de salud pública sobre los efectos nocivos del tabaquismo, la incidencia
de enfermedades, la discapacidad prematura y la mortalidad debidas al consumo
de tabaco y a la exposición del humo de tabaco, tanto de los fumadores activos
como pasivos. Para esto el Ministerio de Educación fijará en los programas de
educación preescolar, primaria, secundaria, media vocacional, universitaria, de
educación no formal, educación para docentes y demás programas educativos, los
planes curriculares y actividades educativas para la prevención y control del
tabaquismo.
ARTÍCULO 9o. PROGRAMAS DE EDUCACIÓN PREVENTIVA EN MEDIOS
MASIVOS DE COMUNICACIÓN A CARGO DE LA NACIÓN. La Comisión
Nacional de Televisión destinará en forma gratuita y rotatoria espacios para la
utilización por parte de las entidades públicas y Organizaciones No
Gubernamentales, orientados a la emisión de mensajes de prevención contra el
consumo de cigarrillos, tabaco y sus derivados, en los horarios de alta sintonía en
televisión por los medios ordinarios y canales por suscripción. De igual manera se
deberá realizar la destinación de espacios que estén a cargo de la Nación para la
difusión del mismo tipo de mensajes por emisoras radiales.
ARTÍCULO 10. OBLIGACIÓN DE LAS ENTIDADES
TERRITORIALES. Corresponde a los Gobernadores y Alcaldes y a las Secretarías
Departamentales, Distritales y Municipales de Salud lo siguiente:
a) Difundir, en el ámbito de su jurisdicción, las medidas establecidas en la presente
ley;
b) Realizar actividades de movilización y concertación social para garantizar e
cumplimiento de la presente ley;
c) Desarrollar campañas de promoción de entornos ciento por ciento (100%) libres
de humo y de desestímulo del consumo de productos de tabaco;
d) Desarrollar, dentro de la red de Instituciones Prestadoras de Salud, campañas
de educación sobre los efectos nocivos del consumo de tabaco y sobre las
estrategias para desestimular o cesar su consumo.
PARÁGRAFO. Todas las entidades públicas deberán difundir esta ley tanto en las
páginas electrónicas que tengan habilitadas como en otros medios de difusión con
que cuenten.
ARTÍCULO 11. CAMPAÑAS DE PREVENCIÓN PARA LA POBLACIÓN EN
RIESGO POR CONSUMO DE TABACO DE ESTE <sic>. Será responsabilidad del
Gobierno Nacional implementar campañas generales de información y educación a
la población sobre los efectos nocivos del consumo de tabaco o la exposición al
humo de tabaco ambiental y brindar asesoría y desarrollar programas para
desestimular el hábito de fumar.
PARÁGRAFO 1o. Las Empresas Promotoras de Salud del Régimen Contributivo y
del Régimen Subsidiado, las Entidades Adaptadas, y las Entidades Responsables
de los regímenes de excepción que tratan el artículo 279 de la Ley 100 de 1993 y la
Ley 647 de 2001, deberán identificar el factor de riesgo dentro de su población,
informar a esa población los riesgos para su salud por el hábito de consumir tabaco
o derivados de este y brindarle al usuario los servicios del POS que le ayuden a
manejar el factor de riesgo.
PARÁGRAFO 2o. Las IPS y las EPS que detecten este factor de riesgo tendrán la
obligación de informarles a sus usuarios de estos servicios.
ARTÍCULO 12. Corresponde a los Administradores de Riesgos Profesionales
desarrollar estrategias para brindar, permanentemente, información y educación a
sus afiliados para garantizar ambientes laborales ciento por ciento (100%) libres de
humo.
CAPITULO III.
DISPOSICIONES RELATIVAS A LA PUBLICIDAD Y EMPAQUETADO DEL
TABACO Y SUS DERIVADOS.
ARTÍCULO 13. EMPAQUETADO Y ETIQUETADO. El empaquetado y etiquetado
de productos de tabaco o sus derivados no podrán a) ser dirigidos a menores de
edad o ser especialmente atractivos para estos; b) sugerir que fumar contribuye al
éxito atlético o deportivo, la popularidad, al éxito profesional o al éxito sexual; c)
contener publicidad falsa o engañosa recurriendo a expresiones tales como
cigarrillos “suaves”, “ligeros”, “light”, “Mild”, o “bajo en alquitrán, nicotina y
monóxido de carbono”.
PARÁGRAFO 1o. En todos los productos de cigarrillo, tabaco y sus derivados, se
deberá expresar clara e inequívocamente, en la imagen o en el texto, según sea el
caso y de manera rotativa y concurrente frases de advertencia y pictogramas, cuya
rotación se hará como mínimo anualmente, según la reglamentación que expida el
Ministerio de la Protección Social.
En los empaques de productos de tabaco comercializados en el país, dichas frases
de advertencia y pictogramas deberán aparecer en las superficies de cada una de
las dos (2) caras principales, ocupando el 30% del área de cada cara; el texto será
en castellano en un recuadro de fondo blanco y borde negro con tipo de letra
Helvética 14 puntos en Negro, que será ubicado paralelamente en la parte inferior
del empaque.
PARÁGRAFO 2o. Todas las cajetillas y empaques de cigarrillos utilizados para la
entrega del producto al consumidor final, importados para ser comercializados en
Colombia deberán incluir en una de las caras laterales el país de origen y la palabra
“importado para Colombia”, escritos en letra capital y en un tamaño no inferior a 4
puntos.
El Ministerio de la Protección Social dentro de los tres (3) meses siguientes a la
entrada en vigencia de la presente ley, reglamentará lo necesario para el
cumplimiento de la presente disposición.
PARÁGRAFO transitorio. Se concede un plazo de un año a partir de la vigencia de
esta ley para aplicar el contenido de este artículo.
ARTÍCULO 14. CONTENIDO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DIRIGIDOS
AL PÚBLICO EN GENERAL. Ninguna persona natural o jurídica, de hecho o de
derecho podrá promocionar productos de tabaco en radio, televisión, cine, medios
escritos como boletines, periódicos, revistas o cualquier documento de difusión
masiva, producciones teatrales u otras funciones en vivo, funciones musicales en
vivo o grabadas, video o filmes comerciales, discos compactos, discos de video
digital o medios similares.
PARÁGRAFO. Los operadores de cable, los operadores satelitales y los operadores
de televisión comunitaria que estén debidamente autorizados por la Comisión
Nacional de Televisión, a través de licencia, no permitirán la emisión en Colombia
de comerciales o publicidad de tabaco producida en el exterior.
Las sanciones serán las mismas previstas en la presente ley.
<Jurisprudencia Vigencia>

ARTÍCULO 15. PUBLICIDAD EN VALLAS Y SIMILARES. Se prohíbe a toda


persona natural o jurídica la fijación de vallas, pancartas, murales, afiches, carteles
o similares móviles o fijos relacionados con la promoción del tabaco y sus
derivados.
<Jurisprudencia Vigencia>

CAPITULO IV.
DISPOSICIONES PARA PROHIBIR LAS ACCIONES DE PROMOCIÓN Y
PATROCINIO DE TABACO Y SUS DERIVADOS.
ARTÍCULO 16. PROMOCIÓN. Prohíbase toda forma de promoción de productos
de tabaco y sus derivados.
<Jurisprudencia Vigencia>

ARTÍCULO 17. PROHIBICIÓN DEL PATROCINIO. Prohíbase el patrocinio de


eventos deportivos y culturales por parte de las empresas productoras,
importadoras o comercializadoras de productos de tabaco a nombre de sus
corporaciones, fundaciones o cualquiera de sus marcas, cuando este patrocinio
implique la promoción, directa o indirecta del consumo de productos de tabaco y
sus derivados.
<Jurisprudencia Vigencia>

CAPITULO V.
DISPOSICIONES PARA GARANTIZAR LOS DERECHOS DE LAS PERSONAS NO
FUMADORAS FRENTE AL CONSUMO DE TABACO.
ARTÍCULO 18. DERECHOS DE LAS PERSONAS NO FUMADORAS. Constituyen
derechos de las personas no fumadoras, entre otros, los siguientes:
1. Respirar aire puro libre de humo de tabaco y sus derivados.
2. Protestar cuando se enciendan cigarrillos, tabaco y sus derivados en sitios en
donde su consumo se encuentre prohibido por la presente ley, así como exigir del
propietario, representante legal, gerente, administrador o responsable a cualquier
título del respectivo negocio o establecimiento, se conmine al o a los autores de
tales conductas a suspender de inmediato el consumo de los mismos.
3. Acudir ante la autoridad competente en defensa de sus derechos como no
fumadora y a exigir la protección de los mismos.
4. Exigir la publicidad masiva de los efectos nocivos y mortales que produce el
tabaco y la exposición al humo del tabaco.
5. Informar a la autoridad competente el incumplimiento de lo previsto en la
presente ley.
ARTÍCULO 19. PROHIBICIÓN AL CONSUMO DE TABACO Y SUS
DERIVADOS. Prohíbase el consumo de Productos de Tabaco, en los lugares
señalados en el presente artículo.
En las áreas cerradas de los lugares de trabajo y/o de los lugares públicos, tales
como: Bares, restaurantes, centros comerciales, tiendas, ferias, festivales, parques,
estadios, cafeterías, discotecas, cibercafés, hoteles, ferias, pubs, casinos, zonas
comunales y áreas de espera, donde se realicen eventos de manera masiva, entre
otras.
a) Las entidades de salud.
b) Las instituciones de educación formal y no formal, en todos sus niveles.
c) Museos y bibliotecas.
d) Los establecimientos donde se atienden a menores de edad.
e) Los medios de transporte de servicio público, oficial, escolar, mixto y privado.
f) Entidades públicas y privadas destinadas para cualquier tipo de actividad
industrial, comercial o de servicios, incluidas sus áreas de atención al público y
salas de espera.
g) Areas en donde el consumo de productos de tabaco generen un alto riesgo de
combustión por la presencia de materiales inflamables, tal como estaciones de
gasolina, sitios de almacenamiento de combustibles o materiales explosivos o
similares.
h) Espacios deportivos y culturales.
PARÁGRAFO. Las autoridades sanitarias vigilarán el cumplimiento de este
artículo, en coordinación con las autoridades de policía y demás autoridades de
control.
ARTÍCULO 20. OBLIGACIONES. Los propietarios, empleadores y
administradores de los lugares a los que hace referencia el artículo 19 tienen las
siguientes obligaciones:
a) Velar por el cumplimiento de las prohibiciones establecidas en la presente ley
con el fin de proteger a las personas de la exposición del humo de tabaco
ambiental;
b) Fijar en un lugar visible al público avisos que contengan mensajes alusivos a los
ambientes libres de humo, conforme a la reglamentación que expida el Ministerio
de la Protección Social;
c) Adoptar medidas específicas razonables a fin de disuadir a las personas de que
fumen en el lugar, tales como pedir a la persona que no fume, interrumpir el
servicio, pedirle que abandone el local o ponerse en contacto con la autoridad
competente.
ARTÍCULO 21. DEFINICIONES. Para efectos de esta ley, adóptense las siguientes
definiciones:
Area cerrada: Todo espacio cubierto por un techo y confinado por paredes,
independientemente del material utilizado para el techo, las paredes o los muros y
de que la estructura sea permanente o temporal.
Humo de tabaco ajeno o humo de tabaco ambiental: El humo que se desprende del
extremo ardiente de un cigarrillo o de otros productos de tabaco generalmente en
combinación con el humo exhalado por el fumador.
Fumar. El hecho de estar en posición de control de un producto de tabaco
encendido independientemente de que el humo se esté inhalando o exhalando en
forma activa.
Lugar de trabajo: Todos los lugares utilizados por las personas durante su empleo o
trabajo incluyendo todos los lugares conexos o anexos y vehículos que los
trabajadores utilizan en el desempeño de su labor. Esta definición abarca aquellos
lugares que son residencia para unas personas y lugar de trabajo para otras.
Lugares públicos: Todos los lugares accesibles al público en general, o lugares de
uso colectivo, independientemente de quién sea su propietario o del derecho de
acceso a los mismos.
Transporte público: Todo vehículo utilizado para transportar al público,
generalmente con fines comerciales o para obtener una remuneración. Incluye a
los taxis.
CAPITULO VI.
SUMINISTRO DE INFORMACIÓN.
ARTÍCULO 22. SUMINISTRO DE INFORMACIÓN AL GOBIERNO. Los
fabricantes e importadores de cigarrillos deberán presentar anualmente, cuando el
Ministerio de la Protección Social lo solicite y en la forma que este reglamente, un
informe sobre:
a) Los ingredientes agregados al tabaco.
b) Niveles de componentes de humo que corresponden a niveles de alquitrán,
nicotina y monóxido.
Por constituir secreto industrial, toda esta información se tratará con carácter
confidencial y de absoluta reserva. Este artículo rige un año después de la fecha de
su publicación.
CAPITULO VII.
RÉGIMEN DE SANCIONES.
ARTÍCULO 23. ACCIONES RESTAURATIVAS. Toda persona que se sienta
afectada por el incumplimiento de las disposiciones consagradas en la presente ley,
podrá acudir ante la autoridad competente con el fin de que se adopten los
correctivos necesarios y se apliquen las sanciones aquí previstas, además de las
establecidas en la normatividad vigente que regule la materia.
ARTÍCULO 24. SANCIONES POR FUMAR EN SITIOS O LUGARES
PROHIBIDOS. La infracción a lo dispuesto en el artículo 17 de la presente
normatividad, dará lugar a una amonestación verbal y a una sanción pedagógica
que le obligará a asistir a un día de capacitación sobre los efectos nocivos del
cigarrillo.
La Policía Nacional junto con el Ministerio de la Protección Social fijará los
elementos y recursos necesarios para la aplicación de las sanciones establecidas en
el presente artículo.
ARTÍCULO 25. SANCIONES POR NO COLOCAR LAS ESPECIFICACIONES
REQUERIDAS EN EL EMPAQUETADO Y ETIQUETADO DE LOS PRODUCTOS
DE TABACO. Cualquier persona que infrinja lo establecido en los artículos 13 y
demás relativos a la utilización de advertencias de salud de la presente ley, estará
sujeta a la siguiente sanción: una multa de doscientos cincuenta (250) a trescientos
(300) salarios mínimos legales mensuales vigentes. Esta multa será de trescientos
cincuenta (350) a cuatrocientos (400) salarios mínimos legales mensuales vigentes
si es reincidente.
ARTÍCULO 26. SANCIONES POR VIOLAR LAS MEDIDAS RELACIONADAS CON
LA PUBLICIDAD Y PROMOCIÓN DEL TABACO Y SUS DERIVADOS. Cualquier
persona que infrinja las disposiciones contempladas en los Capítulos III y IV de la
presente ley, estará sujeta a la siguiente sanción:
En el caso de los comerciantes al detal y al por mayor, en multa de dos (2) a tres (3)
salarios mínimos legales mensuales vigentes. Esta multa será de cuatro (4) a cinco
(5) salarios mínimos legales mensuales vigentes si es reincidente.
En los demás casos en multa de doscientos cincuenta (250) a trescientos (300)
salarios mínimos legales mensuales vigentes. Esta multa será de trescientos
cincuenta (350) a cuatrocientos (400) salarios mínimos legales mensuales vigentes
si es reincidente.
ARTÍCULO 27. DESTRUCCIÓN DE PRODUCTOS DE TABACO DECOMISADOS O
DECLARADOS EN SITUACIÓN DE ABANDONO. Los productos de tabaco que
sean objeto de decomiso o declarados en situación de abandono por la autoridad
competente serán reportados y destruidos de acuerdo a las disposiciones legales y
administrativas que regulan la materia.
La persona natural o jurídica, de hecho o de derecho que ejerza el contrabando de
cigarrillos, tabaco o sus derivados, incurrirá en las sanciones previstas en el Código
Penal así como las demás señaladas por la ley.
El Gobierno Nacional creará un grupo élite anticontrabando de cigarrillos, tabaco o
sus derivados; el cual apropiará recursos de la Dirección de Impuestos de Aduanas
Nacionales para su funcionamiento y reportará semestralmente los resultados de
su gestión de acuerdo a los objetivos trazados previamente.
ARTÍCULO 28. PROCEDIMIENTO EN SANCIONES Y CONTRAVENCIONES. Las
autoridades de policía realizarán procedimientos aleatorios de inspección,
vigilancia y control a los puntos de venta, con el fin de garantizar el cumplimiento
de la presente disposición. La contravención a lo dispuesto en el artículo2o dará
lugar a las mismas sanciones previstas en el Código Nacional de Policía, el Estatuto
del Menor y las normas vigentes que regulen sanciones en este tema.
ARTÍCULO 29. SANCIONES POR LA VENTA DE PRODUCTOS DE TABACO A
MENORES DE EDAD.La persona natural o jurídica que infrinja lo dispuesto en el
parágrafo 1o del artículo 2o pagará como sanción un (1) salario mínimo legal
mensual vigente SMLMV y hasta (3) SMLMV salarios mínimos mensuales legales
vigentes en caso de reincidencia. Se dará (6) meses de plazo a partir de la vigencia
de esta ley para el cumplimiento de este artículo.
ARTÍCULO 30. DESTINACIÓN DEL RECAUDO POR CONCEPTO DE LAS
SANCIONES ESTIPULADAS EN ESTA LEY. La respectiva sanción será impuesta
por la autoridad competente en la materia y su producido será entregado al
Ministerio de la Protección Social, con destino a campañas de prevención contra el
cáncer en un sesenta por ciento (60%) y el cuarenta por ciento (40%) a educación
preventiva para evitar el consumo de cigarrillo.
ARTÍCULO 31. SANCIONES POR INCUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES
DE LOS PROPIETARIOS, EMPLEADORES, REPRESENTANTES LEGALES Y
ADMINISTRADORES. Además de las medidas sanitarias, preventivas, de
seguridad y de control para las que están facultadas las autoridades sanitarias y de
policía, la violación de las prohibiciones y obligaciones de que tratan los
artículos 19 y 20 de la presente ley por parte de los propietarios, empleadores,
representantes legales y administradores será sancionada por el Alcalde respectivo
con alguna o algunas de las siguientes sanciones:
1. Amonestación.
2. Multas sucesivas desde un (1) salario mínimo legal mensual vigente y hasta por
una suma equivalente a cien (100) salarios mínimos legales mensuales vigentes.
3. Suspensión temporal o definitiva de la licencia sanitaria.
Para la aplicación de estas sanciones se seguirá el procedimiento previsto en el
Código Contencioso Administrativo.
ARTÍCULO 32. El régimen sancionatorio, autoridades competentes y
procedimiento podrá ser determinado y precisado por el Gobierno Nacional dentro
de los seis (6) meses siguientes a la sanción de la presente ley.
ARTÍCULO 33. Para efectos de aplicar las sanciones previstas en los
artículos 24, 25, 26, 27, 28 y 29 de la presente ley, se observará el procedimiento en
lo pertinente del Título III del Código Nacional de Policía o las disposiciones que lo
modifiquen, adicionen o sustituyan.
CAPITULO VIII.
PLAZOS.
ARTÍCULO 34. PLAZO PARA IMPLEMENTAR LA ADVERTENCIA DE SALUD
EN LA PUBLICIDAD, LAS CAJETILLAS Y EMPAQUES. De acuerdo con lo
establecido en el artículo 13 y siguientes de esta ley, se concede a las compañías
productoras, importadoras, distribuidoras y comercializadoras, un plazo de un
año, contado a partir de la fecha de promulgación de esta ley, para adecuar la
publicidad, cajetillas o empaques con la advertencia de salud y para agotar los
inventarios.
Cumplido este plazo, la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, DIAN, hará
la verificación en puerto de conformidad con su competencia, la Superintendencia
de Industria y Comercio hará la verificación y control una vez se encuentre en el
mercado nacional, las autoridades competentes, velarán porque todos los
productos cumplan con lo dispuesto en el presente artículo, como requisito para
los efectos del levante de la mercancía.
CAPITULO IX.
DISPOSICIONES FINALES.
ARTÍCULO 35. ARTÍCULO TRANSITORIO. Mientras se hacen exigibles y
aplicables las regulaciones de la presente ley en materia de control del tabaco:
publicidad, ambientes libres de humo y advertencias sanitarias; las regulaciones
existentes de orden nacional, distrital, departamental y municipal mantienen su
vigencia.
ARTÍCULO 36. PROMULGACIÓN Y VIGENCIA DE LA PRESENTE LEY. La
presente ley rige a partir de su promulgación.
PARÁGRAFO. Se concederá una transición en la vigencia de los
artículos 14, 15, 16 y 17 de dos (2) años a partir de la sanción de la presente ley.
El Presidente del honorable Senado de la República,
HERNÁN FRANCISCO ANDRADE SERRANO.
El Secretario General del honorable Senado de la República,
EMILIO RAMÓN OTERO DAJUD.
El Presidente de la honorable Cámara de Representantes,
GERMÁN VARÓN COTRINO.
El Secretario General de la honorable Cámara de Representantes,
JESÚS ALFONSO RODRÍGUEZ CAMARGO.
REPUBLICA DE COLOMBIA - GOBIERNO NACIONAL
Publíquese y cúmplase.
Dada en Bogotá, D. C., a 21 de julio de 2009.
ÁLVARO URIBE VÉLEZ
El Ministro del Interior y de Justicia,
FABIO VALENCIA COSSIO.
El Ministro de la Protección Social,

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