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Hombre de celuloide

Los niños del fin del mundo


Fernando Zamora
http://serpentcharmer.blogspot.com/

Los niños del fin del mundo (Sag-haye velgard).


Dirección: Marzieh Meshkini.
Guión: Marzieh Meshkini.
Música: Mohammad Reza Darvishi
Con: Gol-Ghotai, Zahed, Agheleh Rezaie, Sohrab Akbari, Jamil Ghanazideh.
Irán, Francia, 2004.

En la EICTV de Cuba, Gabriel García Márquez nos dijo una vez que el cine de América
Latina debía poner más el ojo en el Neorrealismo italiano. Y no sólo los
latinoamericanos, qué va. En aquel movimiento fílmico surgido en Roma después de la
Segunda Guerra Mundial, hay tierra fértil para inspirarse y formular grandes películas
con bajos recursos en todos los rincones de la Tierra. Los niños del fin del mundo
demuestra que el Gabo tenía razón.
¿Quién eres? Le preguntan a Gol-Gothai, la niña, en esta película. Soy la hermana del
ladrón de bicicletas, responde ella. Sí, Los niños del fin del mundo es una especie de
“hermana menor” de aquel Ladri di biciclette de 1948 que es, probablemente, una de las
diez películas más influyentes de todos los tiempos. Y lo es porque en una Italia
devastada por la guerra (tanto como Afganistán ahora mismo) con actores entrañables
que se representan a sí mismos (como los niños en esta película) y con una anécdota
muy sencilla (justo como en esta película), el neorrealismo italiano llegó en la década de
los cuarenta y cincuenta del siglo pasado hasta el fondo de aquello que Hamlet llamaba
“corazón del corazón” del hombre. El cine iraní está recorriendo hoy por hoy un camino
así de exuberante.
Y es que más allá de la propaganda que dibuja a la antigua Persia como un lugar
lleno de fanáticos dispuestos a inmolarse a la menor provocación, algo habrá en Irán
desde que se les fue el Shah, que están produciendo excelentes películas: Son una opción
real para los cinéfilos hartos de los fuegos de artificio de una industria capaz de gastarse
en el lunch de Brad Pitt, todo el presupuesto de una obra de arte como ésta.
Jafar Panahi, realizador de El Globo blanco (1995) Abbas Kiarostami, realizador de
Diez en 2002, Samira Makhmalbaf, autora de El Pizarron negro y Marzieh Meshkini,
creadora de Los niños del fin del mundo, arrancan de nuestra mente inundada de
panfletos, la imagen de que la Persia del nuevo milenio es un sitio de barbarie que tiene
como blanco principal a las mujeres.
Es cierto que discriminación sexual debe haber. Su cine mismo lo constata y sin
embargo un régimen que produce semejantes críticas hacia el interior y hacia el exterior
del Islam, algo debe estar haciendo bien. Un algo que los realizadores mexicanos
definitivamente no. ¿Por qué en México los creadores audiovisuales sólo miran —
embobados— hacia los estudios de California? Un productor español, Gerardo Herrero,
me dijo alguna vez: los cineastas de tu país son muy soberbios y no buscan ayuda en
Europa, lo único que les interesa es que Hollywood los reconozca. Aquel año en el
festival de San Sebastián se presentaron varios largometrajes colombianos y argentinos
y sólo un cortometraje mexicano (el mío). En el cine, como en tantas otras cosas, no
tenemos otra aspiración que Estados Unidos. ¿Porqué en ésta, la tierra de Fernando de
Fuentes no se puede producir una película tan simple y brillante como Los niños del fin
del mundo?

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