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El Chacal de Nahueltoro

Devenir, amansamiento y disciplinamiento

Introducción: Fundaciones de un otro y el mismo

Siempre la historia ha sido básicamente la misma: enterrar a los muertos, darles sepultura,
hacerlos fantasmas, hacer de ellos parte del presente, traerlos siempre a la vida... Una
relación especial siempre ha existido con la muerte, con los muertos, siempre se les ha
configurado como una alteridad, dotada de la particularidad de una ausencia, pero que a su
vez se la efectúa como una presencia. La historiografía como disciplina se ha preocupado
de cuidar a los muertos, de enterrarlos y revivirlos a la vez, de tener un juego y una
preocupación especial con los muertos de un país, de un pueblo, de una cultura. Para De
Certeau el fantasma de la historiografía es el “otro”, pero no sólo al otro en tanto se le
piensa como un otro muerto, del pasado, sino que también pensándolo como el salvaje, el
pueblo, el loco, o el anormal, etc. Y a su vez esto no es sólo propiedad de la historiografía
sino que es un rasgo constitutivo de occidente, arraigado sobre todo en la cultura del saber
occidental: hacer del otro un caso, un objeto de conocimiento. Sobre este mismo punto, la
etnografía y la antropología -como disciplinas de acercamiento al otro-nativo, al otro-
salvaje, al otro no civilizado- si bien no existe en ellas un acercamiento al pasado o a los
muertos de forma explicita, sí existiría en el otro-salvaje una especie de pasado, ya que la
noción de salvaje inmediatamente nos hace pensar en un estado primario, primitivo, en un
pasado; estas disciplinas harían también una resurrección de ciertos muertos, para efectuar
una afirmación de una cultura presente.

De esta forma, la historiografía, la antropología y la etnografía siempre hay que entenderlas


como discursos de poder. Estas disciplinas son de acercamiento siempre a un otro, sea este,
inmemorial, salvaje, nativo, al final siempre es un extraño del cual hay que extraer un
saber, una verdad, prácticas y discursos. Pero no sólo estas disciplinas que nombramos,
sino que también algunas de carácter más práctico y técnico, como la psiquiatría y la
pedagogía, en ellas también hay un otro del cual hay que transformar en objeto de
conocimiento: el loco y el niño, como problemas. En estas prácticas está el afán de decir, de
postular, lo que el otro calla, del mismo modo cierta historiografía pretende hablar por el
otro, adjudicarse la presencia de una voz que de por sí puede ser lejana, muerta u
oprimida... La pregunta desde dónde pensamos al otro, siempre es a través de este tipo de
enfoques, siempre se ha hecho desde un enfoque disciplinario, detrás de todo un aparato de
poder/saber. Podríamos pensar que uno de los rasgos esenciales de la modernidad es ese
pensar la alteridad, para así solidificar todo un andamiaje político y económico. Las
disciplinas humanas y sociales, sólo basaron su existencia en poder asegurar y resguardar
los fundamentos mismos de un orden, anclado en la razón y el bienestar humanos.

De Certeau por ejemplo, ve una especie de escena inaugural de las grandes clasificaciones
del otro, y aparte, la consolidación de una idea de cultura y civilización amparada en la
figura del Hombre, blanco y racional. Ese momento es la conquista y cruzada hacia la
América nativa, este “hecho” histórico, da el pie para que el conquistador escriba en el
cuerpo del otro, el otro y además pueda escribir su propia historia, auto afirmarse como
Hombre no-otro. De Certeau sostiene en su análisis de la obra de Jean de Léry
particularmente y de los primeros etnógrafos que pisaron tierras americanas, un afán de
querer escribir e inscribir lo salvaje, esto sería propiedad de una especie de “escritura
conquistadora que va a utilizar al Nuevo Mundo como una página en blanco (salvaje)
donde escribirá el querer occidental. Esta escritura transforma el espacio del otro en un
campo de expansión para un sistema de producción.” 1 Momentos de fundación en el cual la
etnografía traspasa la oralidad salvaje a una escritura, habría un constante ir y venir, de un
allá hacia un acá, desde un otro hacia un mismo, de una naturaleza hacia una cultura, desde
una religiosidad hacia una securalización progresiva, siempre en dos polos, siempre en un
traspaso y un registro. Pero todo esto sirve para dotar a la alteridad de categorías siempre
exteriores a las ideas fundacionales de un Occidente moderno 2. Por ejemplo, la alteridad se
entiende en un sentido de exterioridad, de un allá, totalmente fuera de un acá, que es
cercano y propio, sin embargo la etnografía en un momento hace saltar el allá trayéndolo
(en términos concretos, los etnógrafos del siglo XVI se llevaban salvajes a Europa por
diversos motivos) a un acá haciendo indiscernibles las nociones de un “por allá” o un “por
acá”. Desde ese momento ya se hace palpable lo nebuloso que podría ser entender la
alteridad en términos de focalización, porque ya estarían formando parte de un mismo foco,
implicados ya en un sistema de registro y producción. La alteridad a fin de cuentas, no
serviría para otra cosa que afirmar la condición y definición única e inherente al Hombre
civilizado: su interioridad. “(...) la Naturaleza en la cual lo extraño es exterioridad – y la
sociedad civil donde puede leerse una verdad del hombre. La ruptura aquí/allá se
transforma en una división naturaleza/cultura. Finalmente, la naturaleza es el otro, mientras

1
De Certeau, Michel, La Escritura de la Historia, Prologo a la segunda edición, pág. 11. Ed. Universidad
Iberoamericana, México. 1993.
2
Claro ejemplo sería Descartes con su fundación del sujeto moderno. Habría en Las Meditaciones Metafísicas
una clara relegación y exclusión de los locos, como extravagantes que no depositan ninguna verdad: “Y
¿cómo negar que estas manos y este cuerpo sean míos, a no ser que me empareje a algunos insensatos, cuyo
cerebro está tan turbio y ofuscado por los negros vapores de la bilis, que afirman de continuo ser reyes, siendo
muy pobres, estar vestidos de oro y púrpura, estando en realidad desnudos, o se imaginan que son cachorros,
o que tienen el cuerpo de vidrio? Mas los tales son locos; y no menos extravagante fuera yo si me rigiera por
sus ejemplos.” Se podría pensar que esta es una fundación, ya que los locos, como alteridad, como una
otredad, no están dentro del espacio en el cual el cogito pueda depositar alguna luz, alguna verdad, para
fundar un mundo.
que el hombre es el mismo...” 3, es decir la cultura, la que puede escribir, la que puede
nombrar, la dotada de etno-grafos.

En muchos momentos de esta manera, fue necesario un monstruo/otro, no sólo en grandes


momentos históricos, políticos, o filosóficos, como vimos, sino que en un registro cotidiano
también. Como en los momentos en que nos contaban historias de terror para dormir, o
cuando nos atemorizaban si no cumplíamos con las reglas impuestas por nuestros padres,
en el que nos atemorizaban con otro lejano e intimidante: “el viejo del saco” por ejemplo.
Sin embargo no eran sólo figuras para que nosotros cumpliéramos algo, sino que también
servían estos relatos, para que nosotros quisiéramos ser lo contrario: hombres de bien,
educados, blancos, racionales, así como papá, y no un ser andrajoso, viejo, barbudo y sucio.
La modernidad toda se podría pensar configurada y diseñada sobre un gran monstruo-otro,
las ciencias humanas y sociales, se preocuparon de estudiar y clasificar a ese otro, para que
así lo entendiéramos y a la vez, afirmáramos nuestra cultura y civilización. Pero esos
cuentos no sólo nos lo contaban en la infancia, luego aparecieron y aparecen nuevos
monstruos, en la escuela, en el barrio, en el hospital, en la familia: en cualquier institución
de disciplinamiento y educación, existe otro que solventa esa institución. El anormal,
encarnado en las figuras del criminal, el delincuente y el loco, son formas semánticas con
las cuales hemos crecido, grandes monstruos, grandes otros, totalmente encarnadas y
enraizadas dentro de una sociedad moderna. Estamos acá pensando que una alteridad,
simplemente es una forma que ayuda para afirmar la sociedad civil y el Estado moderno.

Sobre esta idea, interesante sería poder utilizar el film de Miguel Littin, “El Chacal de
Nahueltoro” (1968-69), para poder aplicar todas estas cuestiones que veníamos diciendo.
Primero que todo, poder rastrear como la figura de este “criminal” ayudó a solidificar la
sociedad civil chilena, y como su posterior fusilamiento suministró al estado chileno de la
violencia necesaria, para así poder exterminar cualquier peligro que pusiera en jaque sus
estructuras elementales4.

3
Ibíd., pág. 216 en Etno-grafía. La oralidad o el espacio del otro: Léry
4
Porque no pensar al Chacal de Nahueltoro como una demostración que años más tarde se haría patente y
manifiesta, en la extirpación por parte del Estado Chileno, del cáncer marxista.
Del cómo se es un Chacal

Hay un primer lugar de cuestionamiento: ¿por qué un “chacal”? Al parecer cualquier


práctica de trasgresión de una forma sagrada5, se le ha entendido como un acto irracional,
como un acto que sólo podría ser producido desde un animal. Existencia clara de un vínculo
entre lo animal y lo irracional: la trasgresión a una forma sagrada, sería siempre con un
gesto implícito de animalidad o bestialidad. Jorge del Carmen Valenzuela Torres, se hacía
llamar (o lo llamaban) también de dos formas más: José Sandoval Espinoza y José Jorge
Castillo Torres. Y a su vez, lo llamaban, el “campano” y luego en la cárcel de Chillán lo
llamarán “el canaca” y el “chacal de nahueltoro”, apodo con el cual quedaría registrado en
la cultura popular chilena. Pero extrañamente el nombre del Chacal quedó registrado como
la definición más precisa a este hombre, que además de un criminal fue: campesino, peón-
gañan, analfabeto, borracho, huacho, etc. Pero todo esto se sintetiza perfectamente en el
apodo de Chacal, como último límite de definición ante supuestamente tal bestia. Es decir,
¿un hombre, Jorge del Carmen Valenzuela Torres, no podía ser el verdadero criminal?,
¿qué puede hacer un chacal que no pueda hacer un hombre?, ¿por qué el animal puede
producir lo que el hombre no debe hacer?, ¿de qué naturaleza estará constituido el hombre,
que ha relegado cierta naturaleza animal a un plano oculto y reprimido? Veamos que dice,
para puntualizar aún más, a la Real Academia de la Lengua española, con la palabra
animal: “1. m. Ser orgánico que vive, siente y se mueve por propio impulso. 2. m. animal
irracional. 3. m. Persona de comportamiento instintivo, ignorante y grosera.” Por naturaleza
semántica el Chacal de Nahueltoro, siente y se mueve por instinto (animal), es irracional
(animal), y es una “persona” que se comporta de forma ignorante y grotesca (animal).
Efectivamente el chacal de nahueltoro sería un hombre, una persona, pero salvaje, un
animal efectivamente irracional, que cometió el crimen de asesinar a 6 mujeres y un recién
nacido. Pero si es alguien casi cercano a un animal, ¿por qué se le castiga como a un
hombre? ¿Existe un momento en el cual todo el aparato de poder, de disciplinamiento,
discierne entre un animal, un anormal o un incivilizado, a un hombre que se precia de
civilización o de racionalidad?

5
Lo racional, lo bueno, lo que debe ser, claramente puede ser entendido como formas sacras.
Existe de esta forma, una idea de lo que debe ser el hombre, pero no sólo una idea de lo que
debe ser, sino el concepto de hombre racional, occidental, percibe ella misma una carga con
la cual, subordina a cualquier otra idea de hombre que se pueda tener. Por el hecho de que
este hombre, sería un estado evolutivo mayor a cualquier otro, sería algo así como un
estado en el cual todas las otras supuestas etapas han sido superadas. Deleuze-Guattari en
Año Cero-Rostridad, plantean que el hombre occidental se condensa de mejor manera en la
cuestión del rostro. El rostro sería como un verdadero ejercicio de poder político, como un
aparato de poder, o en términos de ellos sería una estratificación, es decir anclaría en él la
subjetivación y la significancia. Así sostienen que el rostro es propiedad exclusiva del
hombre occidental: “Si el rostro es Cristo, es decir, el Hombre blanco medio-cualquiera, las
primeras desviaciones, las primeras variaciones-tipo son raciales: hombre amarillo, hombre
negro, hombres de segunda o tercera categoría. También ellos serán inscritos sobre la
pared, distribuidos por el agujero. Deben ser cristianizados, es decir, rostrificados.”6 El
chacal de nahueltoro para morir, para pagar por su pecado, debió ser cristianizado, debió
entender la noción de muerte, tuvo que saber qué era la muerte, para que se le pudiera
fusilar. ¿Pues por qué no se le asesinó a sangre fría apenas fue apresado, por qué tuvo que
pasar por la cárcel?: la captura siempre es para corregir. Corregimiento que se hace efectivo
al darle educación, al poseerlo del estatuto que el se pasaba por alto: ser “chileno y
católico”. Al final sería darle un rostro, hacer de él (un animal que no discernía entre un
acto bueno a uno malo, alguien que actuaba de forma instintiva, que no tenía un centro, que
simplemente vagaba, que “sólo pasaba…”), un hombre. La operación pedagógica y
evangélica produce al Hombre Jorge del Carmen Valenzuela Torres, aquel que poseyó un
rostro, transformado en sujeto y en individuo, listo para ser fusilado por el crimen que
cometió. Pero antes de su “amansamiento”, antes de la domesticación del animal, ¿qué era
él?, ¿era un hombre?

Existe la lectura del Chacal de Nahueltoro, como el peón-gañan, aquella figura


perteneciente al campesinado chileno, aquel nómade del campo, sin un trabajo fijo, y
“resistiendo” a ser un inquilino, subordinado al querer del patrón del fundo que debe tener
familia y trabajo estable. Quizás el Chacal pertenecía a ese universo de gañanes, y que
6
Deleuze-Guattari, Mil Mesetas, Año Cero-Rostridad, Ed. Pre-textos 2002, pág. 183.
Gabriel Salazar en su clásico texto “Ser niño huacho en la Historia de Chile”, lo
ejemplificaría como aquellos que nacieron huachos y que procrearon a su vez más huachos.
Acá está muy latente esa figura del desarraigo que este tipo de historiografía y Salazar
particularmente, ven en muchos focos del Chile que no se contó en la historia oficial. Esos
personajes, que no poseen historia, al margen de todos los grandes procesos políticos del
siglo XIX y XX, pero que tendrían también una especie de potencia política, como actores
silenciados y a su vez resistentes a tales procesos. Salazar dice: “Es que esos niños, aun
siendo meros “huachos”, reflejaron la historia adulta del país, pero no de un modo
puramente pasivo, sino en 'sujeto' (la cursiva es nuestra). Hay en todo eso un elemento
básico, fundante, de rebeldía. Acaso es aquí, en este nivel de profundidad histórica, donde
es preciso buscar y hallar el origen esencial de la rebeldía y contumacia que son
características del movimiento popular chileno.” El chacal era un huacho, alguien que a los
8 años decide salir a andar fuera de su aparente familia, vagando en distintos trabajos, bajo
el cuidado de diversos patrones. Habría en esta idea, un carácter especial en el sentido de
que son seres desarraigados del núcleo familiar. Sin embargo nos preguntamos, ¿será ésta
la manera correcta de explicar la particularidad que tiene la vida del Chacal de nahueltoro, a
partir de no poseer una estabilidad familiar?, ¿será ésta la forma de pensar que su posterior
crimen, a una mujer y sus hijas, es por un problema con la madre, por la carencia materna? 7
Y podríamos seguir haciendo ficción con el personaje, pero no por eso, no preguntarnos, si
acaso, ¿el Chacal de Nahueltoro, sabía que era rebelde?, ¿él sabía que su acción, que su
andar, que su posterior asesinato, son focos de resistencias políticas?, ¿el chacal de
nahueltoro era un sujeto, y a la vez, él era conciente realmente de su carácter popular? No
estamos diciendo que Salazar piense al Chacal de Nahueltoro de esta forma, porque él no lo
ha enunciado, sino que queremos ejemplificar, que lo que menos debemos hacer es pensar
bajo esos lugares. Primeramente porque el devenir-chacal de Jorge del Carmen Valenzuela
Torres, es una línea de muerte: hay una creación con el crimen, y bueno, no sólo del
crimen, sino que la vida misma del Chacal, de un cuerpo sin órganos, claramente, por no
poseer una organicidad en términos de estar desarraigado de una significancia, de una
subjetivación, como por ejemplo, al no él ser un inquilino, y tampoco al no tener un

7
Existe un texto en la red, que vincula el ser huacho y desarraigo de un núcleo familiar, con el posterior
crimen que realizó El Chacal de Nahueltoro. Lo pasamos a citar, por referencia. El Chacal de Nahueltoro:
¿trasgresión premoderna o moderna?
nombre, apenas sabía él como se llamaba. Pero sin embargo, toda esta des-organicidad,
deviene en un crimen, deviene capturado en los aparatos disciplinares 8, es decir, hasta qué
punto cualquier desarraigado, cualquier sujeto popular (de por sí supuestamente rebelde
como nos dice Salazar), lindaría una línea de fuga, sería una potencia política. Estamos
planteando esta cuestión, porque el film nos plantea complejidades, que sobrepasan el
mismo estatus de película, y hasta el mismo “caso” y el estatuto criminal y jurídico, que
tiene este episodio de la historia chilena (me atrevería a decir que puede formar parte de la
historia de chile este caso, pero ahí está precisamente el foco más profundo de todo este
texto); ya que por una parte el film del Chacal de Nahueltoro, está ya arraigado a una
especie de memoria colectiva, forma parte primero que todo de los grandes clásicos del
Cine Chileno, y por otro lado, es un lugar común de un patrimonio nacional. En términos
visuales, el film nos muestra en cada momento pequeños flashback de imágenes en común
que tenemos como chilenos, las casas de adobe, las araucarias, el campo, las líneas de tren
desoladas, los huasos curaos, y muchos rostros, que identifican aparentemente un pueblo,
una identificación de lo que es ser chileno, y más específicamente del ser “sujeto popular”.
Lo que estamos tratando de plantear acá es que existe un tratamiento especial de una
tradición, que no es inocente, sino que es un dispositivo que afecta y produce los nervios de
una memoria colectiva que se dice forjadora de una identidad, pero estando anclada en
imaginarios que aún están subordinados a aparatos de subjetivación y significancia, que
tienen toda una tradición, en aparatos de poder/saber y en disciplinas del saber (como la
historiografía). Pues cuestionamos poder pensar a una figura como el Chacal de
Nahueltoro, en términos de sujeto, o tratar de decir que él poseía su carácter de sujeto, o
que poseía historia, como nociones trascendentales, que sobrepasan al plano de inmanencia.
Sobre todo porque la subjetivación la adquiere el Chacal de Nahueltoro, en el momento de
su apresamiento, por esta razón el nombre que da título (Educación y amansamiento) a la
última parte del film es tan precisa, ya que la subjetivación, el carácter de sujeto, le es
adjudicado cuando por ejemplo le entregan su espíritu patriótico, lo hacen ser chileno en
una clase sobre la guerra del pacifico, suministrándole la figura patria de Arturo Prat; o
también cuando se le enseña a leer, enseñándole palabras tan claves a la hora de hacer un

8
Y claro, hasta que punto no pensar que el problema político siempre ha pasado por este arte de la prudencia,
es decir, en no caer en las líneas de muerte, en las líneas suicidas. Construir un Cuerpo sin Órganos, es un
asunto que requiere prudencia, que requiere manejar las líneas., que deviene profundamente ético.
sujeto, como es él “pa-pá”; otro momento de subjetivación, es el hacerle recordar
constantemente que él tiene una madre, que tenía algo así llamado familia, y el rápidamente
a partir de su educación y evangelización en la fe cristiana, comienza a preocuparse de una
madre, siente cierta responsabilidad por ella; y ni que decir, del arrepentimiento de su
crimen, quizás el proceso de subjetivación más poderoso, es aquel dispositivo de la muerte:
tomarle el peso a la vida, saber que morirás.9 Todo este amansamiento del animal, es más
que nada para justificar la pena de muerte como castigo al Chacal, ya que él tuvo que
tomarle sentido a la vida, tuvo que vivir, trabajar, educarse, tener fe, para así, saber que
existe algo que se llama muerte. El film por esta razón es tan rico en matices y
problemáticas, ya que más que una interpretación del crimen, es una cartografía a todo un
dispositivo de criminalidad.

Para finalizar, la problemática que hace surgir una lectura del Chacal de Nahueltoro, bien
como una película clásica del cine nacional, pero a su vez también, como quizás el primer
crimen mediático10 en Chile, es pensar el disciplinamiento brutal de un otro-criminal, pero
también disciplinamiento y modernización de ciertas tradiciones rurales, totalmente fuera
de un aparato de penalidad. Pero no sólo un disciplinamiento promovido desde un aparato
penal, sino también poder clarificar que serviría (y sirve) para un disciplinamiento que
realiza un aparato de saber, que trataría a figuras como el chacal como un ser perteneciente
a cierta “clase”, a cierto “tipo”, a cierta particularidad, y a partir de ahí, hacer un objeto de
deseo. ¿Por qué no pensar en una erotización del sujeto popular?, o también, ¿en el afán de
esa búsqueda de lo inmemorial, de aquello que no se contó, de lo marginal, de lo totalmente
otro, no existiría una erotización, un objeto de deseo?

9
Michel Foucault en una conversación sobre la Pena de muerte, llamada “La angustia de juzgar. Debate
sobre la pena de muerte”, sostiene “…el tribunal está ahí para castigar el crimen, pero ¿qué dice el presidente
con sus armiños y su birrete? Se inclina sobre el delincuente y le pregunta:”¿como ha sido su infancia?, ¿y sus
relaciones con sus hermanitas?, ¿cómo ha sido su primera experiencia sexual?”¿Qué tiene que ver estas
cuestiones con el crimen que el delincuente ha cometido? (…) Sólo al final de esta gigantesca liturgia
jurídico-psicológica aceptarán los jueces realizar un acto de grandes proporciones: castigar, eso si con el
sentimiento de que han llevado a cabo un acto de seguridad-salubridad social enviando un hombre a
prisión…” Quizás en el caso del Chacal no hay una intromisión clara y evidente de la psicología, pero sin
embargo creemos que esa función la cumple a la perfección el periodismo, haciendo la labor de llevar a la
infancia, a sus relaciones familiares, las posibles causas del crimen. Este texto de Foucault que citamos está
incluido en Saber y Verdad, Ediciones La Piqueta, 1991, pág.121.
10
Sería interesante hacer un estudio, del efecto mediático de este crimen, y la labor del periodismo de la
época. Sobre todo porque esta misma época en la cual vivimos se caracteriza por un bombardeo
sensacionalista de la criminalidad.
Sería materia para otro apartado, el poder ver, como uno se puede plantear dentro de una
disciplina, sin caer en estos lugares. Claramente disciplinas como la antropología, la
etnografía y la misma historiografía, nos muestran con impecables detalles, como siempre
ha existido otro que ronda, que circula, dentro de textos, opiniones, discursos y prácticas.
No estamos tratando de decir que cualquier acercamiento a un otro, o quizás para
plantearlos en términos más concretos, cualquier acercamiento a una minoría, sería una
erotización, sublimación y afán representativo de esa minoría. Sino que como diría Deleuze
y Guattari en Devenir Animal, de forma brillante “uno se reterritorializa, o se deja
reterritorializar en una minoría como en un estado; pero uno se desterritorializa en un
devenir” Por eso decíamos que merecería un apartado aparte, tratar de ver, cómo un
devenir-minoritario, un devenir-otro, un devenir-animal, se revelan en un asunto
estrictamente político. Porque ya no se estaría hablando desde una posición de sujeto del
saber o del conocimiento, sino que el devenir, sea minoritario en este caso, es un asunto
político en tanto es presa de una micropolítica activa que no se traduce en decir por
ejemplo: “yo soy parte o yo apoyo la causa mapuche, o el movimiento gay” por poner
ciertos casos, pues en ese momento ya se abre una especie de dualidad, de dos planos
separados. Pues el devenir-mapuche ocurre tanto al no-mapuche como al mapuche,
acontece por los dos planos, interrumpe a ambos. La estructura (si lo podemos entender así)
del devenir poseería un doble movimiento: es un doble movimiento que tiene a un sujeto
del devenir que se altera en tanto devenir sustrayéndose a una mayoría, y también existiría
un agente que sirve de objeto del sujeto que se supedita a una mayoría, saliendo de la
minoría. Afuera o adentro serían polos indiscernibles en tanto pensemos a un devenir...

Felipe Larrea M.

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