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El hombre que me salvó la vida

Andaba caminando por la calle confundida. Todo estaba oscuro y yo solo rogaba
para que alguien me ayudara. No escuchaba nada y me chocaba con todo, estaba
asustada. Lo último que me acuerdo es que había tomado un trago de la bebida del
chico que me gusta y que nos fuimos juntos.

¿Dónde estoy?, ¿qué pasó?, ¿por qué no veo nada? Seguí caminando hasta que
me choqué con alguien.
- ¿Estas bien? – me preguntó una voz masculina. Intenté decir que no, que
nada estaba bien y que no podía ver, pero, lamentablemente no me salía la
voz.
- ¿Necesitas ayuda? – volvió a preguntar aquella voz. La voz no me salió, lo
único que me salió fue llanto. Lágrimas de rabia, impotencia. Tenía ganas de
gritar, pero no podía hacerlo. Me sentía como un animal inocente que no
tenía voz para defenderse.

- Al fin te encuentro – escuché detrás mío seguido de unos brazos que me


rodearon. Por un segundo sentí alivio. Alguien me había encontrado, pero,
¿quién?

- No te preocupes – le dijo a la voz que había tratado de ayudarme. – Gracias.


– siguió. La voz que me había ayudado le dijo – Está bien – pero, por alguna
razón no sonó convencido.

Los brazos que me rodeaban empezaron a guiarme y la voz que en un principio no


reconocí me dijo:
- De esta no te salvas. – ahí es cuando esa voz solo me sonó macabra.

De pronto me entró un miedo que me caló hasta los huesos y toda la piel se me
erizó, todo se me vino a la mente, aquel vaso no solo tenía alcohol, el chico que me
gustaba se había aprovechado de mí en el carro aparcado detrás de la discoteca,
en ese lugar tan oscuro que nadie se atreve a entrar. Al intentar gritar me dio una
sustancia extraña y me golpeó tan fuerte que caí desmayada, pero, entonces, ¿por
qué no veo?, y ¿por qué mi boca no es capaz de pronunciar palabra alguna?

Sentí que alguien me empujó, caí al suelo. Estaba adolorida, me sentía como un
trapo.
- ¿Sigues queriendo escapar, estúpida? - No podía responder, lo único que me
salía eran lágrimas.
- ¡RESPONDE! – gritó. Seguido de ese grito llegó una patada directo a mi
vientre, aquella patada me dejó sin aire.

Estaba media inconsciente cuando escuché a mi voz salvadora, aquella voz que me
había ayudado antes.
- ¡NO LA TOQUES! – gritó.
Recibí otra patada, pero esta vez en la espalda, dolió tanto que por fin salió un grito,
fue el grito más fuerte y liberador que había emitido en mi vida, todo se volvió claro,
o bueno, borroso. Mi vista estaba regresando y mi voz había vuelto.
Vi la silueta de dos hombres peleando y a lo lejos la luz de las patrullas de policía.
Supe que esta pesadilla estaba a punto de terminar. Las patrullas se acercaron y yo
pude volver a respirar cuando los policías se tiraron encima del malévolo joven que
había abusado de mí y atendían a mi salvador.

Yo seguía en el suelo, pero mi agradecimiento hacia mi salvador me llevó a


levantarme del suelo con la poca fuerza que tenía e ir corriendo a buscarlo. Cuando
lo encontré lo único que me nació hacer fue abrazarlo mientras lloraba
desconsoladamente.

No podía parar de agradecerle, pero a la vez, no cabía en mi mente que alguien se


hubiera arriesgado y expuesto de esa manera para salvarme, decidí preguntarle
tímidamente
- ¿Por qué?, ¿por qué te arriesgaste de esa manera por mi sabiendo que
podrías haberte lastimado de esta manera? – Él solo me sonrió y me dijo
- Porque te vi indefensa, todas las personas te miraban y pasaban de largo,
ninguna se dignaba a ayudarte, me enfureció la indiferencia de las personas,
quise ser la persona que marcara la diferencia en la vida de alguien. Si
alguien hubiera ayudado a mi hermana de la manera en la que te ayudé a ti,
estoy segura de que seguiría viva.

Cada palabra de mi salvador me marcó, con lágrimas en los ojos lo miré y lo abracé.
Gracias a este hombre yo tenía la oportunidad de empezar a vivir una vida en la que
yo fuera la dueña de mi propia historia. Gracias al hombre que salvó mi vida tengo la
oportunidad de volver a vivir.

- La Morocha.

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