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Cuento 2K18
Cuento 2K18
Andaba caminando por la calle confundida. Todo estaba oscuro y yo solo rogaba
para que alguien me ayudara. No escuchaba nada y me chocaba con todo, estaba
asustada. Lo último que me acuerdo es que había tomado un trago de la bebida del
chico que me gusta y que nos fuimos juntos.
¿Dónde estoy?, ¿qué pasó?, ¿por qué no veo nada? Seguí caminando hasta que
me choqué con alguien.
- ¿Estas bien? – me preguntó una voz masculina. Intenté decir que no, que
nada estaba bien y que no podía ver, pero, lamentablemente no me salía la
voz.
- ¿Necesitas ayuda? – volvió a preguntar aquella voz. La voz no me salió, lo
único que me salió fue llanto. Lágrimas de rabia, impotencia. Tenía ganas de
gritar, pero no podía hacerlo. Me sentía como un animal inocente que no
tenía voz para defenderse.
De pronto me entró un miedo que me caló hasta los huesos y toda la piel se me
erizó, todo se me vino a la mente, aquel vaso no solo tenía alcohol, el chico que me
gustaba se había aprovechado de mí en el carro aparcado detrás de la discoteca,
en ese lugar tan oscuro que nadie se atreve a entrar. Al intentar gritar me dio una
sustancia extraña y me golpeó tan fuerte que caí desmayada, pero, entonces, ¿por
qué no veo?, y ¿por qué mi boca no es capaz de pronunciar palabra alguna?
Sentí que alguien me empujó, caí al suelo. Estaba adolorida, me sentía como un
trapo.
- ¿Sigues queriendo escapar, estúpida? - No podía responder, lo único que me
salía eran lágrimas.
- ¡RESPONDE! – gritó. Seguido de ese grito llegó una patada directo a mi
vientre, aquella patada me dejó sin aire.
Estaba media inconsciente cuando escuché a mi voz salvadora, aquella voz que me
había ayudado antes.
- ¡NO LA TOQUES! – gritó.
Recibí otra patada, pero esta vez en la espalda, dolió tanto que por fin salió un grito,
fue el grito más fuerte y liberador que había emitido en mi vida, todo se volvió claro,
o bueno, borroso. Mi vista estaba regresando y mi voz había vuelto.
Vi la silueta de dos hombres peleando y a lo lejos la luz de las patrullas de policía.
Supe que esta pesadilla estaba a punto de terminar. Las patrullas se acercaron y yo
pude volver a respirar cuando los policías se tiraron encima del malévolo joven que
había abusado de mí y atendían a mi salvador.
Cada palabra de mi salvador me marcó, con lágrimas en los ojos lo miré y lo abracé.
Gracias a este hombre yo tenía la oportunidad de empezar a vivir una vida en la que
yo fuera la dueña de mi propia historia. Gracias al hombre que salvó mi vida tengo la
oportunidad de volver a vivir.
- La Morocha.