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Como primer paso, hemos creído conveniente esclarecer qué entendemos por

educación, pues no debemos olvidar que dicho concepto, como cualquier otro, está
dotado de historicidad, además de poseer una enorme complejidad. De la idea sobre la
realidad educativa que manejemos, dependerá el tipo de historia de educación que
continuemos construyendo como investigadores, lo que enseñemos en nuestras clases,
en nuestra faceta de docentes, como también como las acciones que asumamos como
líderes en el sector educativo.

Parece hoy innegable que la integración de las TIC en la educación obligatoria tiene que
transcender los planteamientos instructivos que caracterizan la utilización didáctica de
estos recursos, y orientar los esfuerzos en las realizaciones prácticas hacia
planteamientos más comprensivos en torno a las relaciones posibles entre los procesos
de cambio social y sus particulares concreciones en el currículo. Bien lo menciona
Apple, del siguiente modo:

"La nueva tecnología está ahí. No desaparecerá. Nuestra tarea como educadores es
asegurar que cuando entre en el aula, lo haga por buenas razones políticas, económicas
y educativas, no porque los grupos poderosos quieran redefinir nuestros principales
objetivos educativos a su imagen y semejanza. Debemos tener las ideas claras acerca de
si el futuro que promete a nuestros estudiantes es real o ficticio. Necesitamos estar
seguros de que sea un futuro que puedan compartir todos nuestros estudiantes, y no tan
sólo unos pocos elegidos. Después de todo, la nueva tecnología es cara y ocupará una
buena parte de nuestro tiempo y del de los maestros, los administradores y los
estudiantes. Es muy importante preguntarnos si el tren al que se nos ha pedido que nos
subamos marcha en la dirección correcta. Demasiado largo es el camino para volver
andando". (Apple, 1989:168).

La necesidad de caminar seguros, clarificar metas y contribuciones de las TIC en la


educación parece hoy, más que nunca, imprescindible para responder a la necesidad de
que nuestros estudiantes alcancen su máximo desarrollo personal y, de este modo,
participar en el ámbito cultural, social y laboral con garantías de éxito. Paralelamente a
la integración paulatina de estos recursos en la escuela y la consiguiente concreción de
usos didácticos de las TIC, las realizaciones en el ámbito de la formación permanente
del profesorado vienen, hace ya tiempo, arbitrándose como respuesta a la necesaria
actualización profesional y perfeccionamiento didáctico de los docentes.
La educación mantiene una estrecha relación con la historia de la Cultura con la que
durante muchos años estuvo identificada e incluso todavía hoy es difícil deslindar el
campo de lo educativo del de lo cultural, aun cuando el fenómeno educativo tenga un
sentido más restrictivo que el propiamente cultural. Se ha puesto de relieve las fuertes
vinculaciones entre educación y cultura, invitando a los historiadores de la educación a
ahondar en la investigación de estas.

Podemos partir de tres supuestos: a) en toda educación subyace y se aprecia el


sedimento de una cultura, entendida como una manera peculiar de afrontar la vida; b)
cualquier cultura para permanecer reclama una educación, sin la cual le es imposible
subsistir y c) cuando un sistema educativo atrasado está en disonancia y entra en
contradicción con la cultura que le sirve de soporte se produce una crisis. De esta forma,
se afianza la voluntad de atender desde la esfera histórico-educativa a las realizaciones
de la Historia Cultural.

Asimismo, hemos de considerar que el universo de la cultura, dada su amplitud, se


encuentra a su vez internamente sectorizado en diversas parcelas.

Hoy afrontamos uno de los desafíos más importantes de nuestros tiempos, por cuanto
los cambios básicos y turbulentos que se están gestando en la vida laboral afectarán
indefectiblemente a todas nuestras sociedades. Nuevos poderes están transformando el
mundo del trabajo. Las transiciones que entrañan estos cambios crearán desafíos
apremiantes. Los avances tecnológicos, la inteligencia artificial, la automatización y la
robótica, generarán nuevos puestos de trabajo, pero aquellos que pierdan los suyos en
esta transición podrían ser quienes peor preparados estén para aprovechar las nuevas
oportunidades de empleo.

Las competencias de hoy no coincidirán con los trabajos de mañana, y las competencias
recién adquiridas podrían volverse rápidamente obsoletas. Si dejamos que la economía
digital siga como hasta ahora, probablemente se ensancharán la brecha regional y la
brecha de género. Además, los sitios web de trabajo en plataformas de micro tareas y el
trabajo mediante aplicaciones que conforman la economía de plataformas podrían
recrear prácticas laborales que se remontan al siglo XIX y futuras generaciones de
“jornaleros digitales”.
La transición a un futuro del trabajo que respete el planeta y trate de detener el cambio
climático va a perturbar aún más los mercados laborales. Es previsible que la creciente
población de jóvenes en algunas regiones exacerbe el desempleo juvenil y las presiones
migratorias. El envejecimiento de la población en otras regiones someterá a una mayor
presión los regímenes de seguridad social y de cuidados. Llevar a cabo nuestro
programa para la creación de trabajo decente se ha convertido hoy en una tarea
simplemente más ardua.

En la educación posiblemente debamos pensar en darle la vuelta al currículo educativo,


y las materias que siempre han estado en la sombra sean las verdaderas protagonistas
del proceso de enseñanza-aprendizaje. De esta forma, se incentivarán más las artes, la
música, la plástica, las técnicas audiovisuales y la motricidad. Se harán asignaturas
específicas de valores y comportamiento, responsabilidad social y personal, así como
emprendimiento, cuidado y conservación de la cultura y el patrimonio histórico,
construcción del pensamiento crítico y fomento de lectura. Por el contrario, se reducirán
horas de matemáticas y otras materias, sin perder su importancia de desarrollar sus
contenidos, pero sí serán trabajados de forma distinta y siempre apoyando mucho en la
tecnología.

La tecnología continuará estando muy presente y especialmente un dispositivo que


tendrá cada niño para contacto directo con los padres en caso de ser necesario, así como
con los cuerpos de seguridad. Las tabletas perderán seguidores y habrá una especie de
ordenadores más potentes y con capacidad para crear hologramas. 
Algunas clases en etapas educativas superiores serán virtuales completamente, se
retransmitirán y se harán conexiones con otros docentes de otros centros y otros países,
enriqueciendo la comunicación con otros profesionales e intercambio de puntos de vista
sobre diferentes materias, abriendo al alumnado hacia un diálogo, debate y crítica
constructiva.

Los alumnos cambiarán su libreta de notas por ordenadores, que lógicamente serán
mucho más sofisticados que los actuales. Las redes sociales como facebook, twitter, etc.
perderán su protagonismo actual dando lugar a otras plataformas con más posibilidades,
como una plataforma que integre todo en uno, hacer una llamada virtual por medio de
holograma con un conocido, llamar a un taxi con un click o ponerte en contacto con el
director del centro con otro click. 
Con todo, las poderosas fuerzas que configuran el futuro del trabajo exigen cambios, los
gobiernos y las organizaciones de empleadores y de trabajadores tienen que dar un
nuevo impulso al contrato social para responder a los desafíos que afrontaremos en el
futuro.

Para concluir, podría mencionar que debemos aprovechar las posibilidades que nos
brindan estas transformaciones actuales para crear un futuro más prometedor y
conseguir seguridad económica, igualdad de oportunidades y justicia social, basados en
una educación de calidad; así como, en última instancia, reforzar nuestro tejido social.

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