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Sociedad hipócrita

Yo me pregunto, ¿Por qué como sociedad seguimos siendo tan hipócritas? ¿Por qué nos odian a los gays, pero
aman al estilista homosexual capaz de hacer obras de arte en el rostro y en el cabello de un ser humano? ¿Por qué
dicen odiar a los gays y adoran el talento de Ricky Martin en todas sus canciones? ¿Por qué tanta repulsión a los
homosexuales mientras rinden tributo a escritores, pintores, músicos, poetas y deportistas homosexuales capaces
de inspirar hasta al más indiferente de los seres humanos?

Pareciera que ser gay es algo que a estas alturas del partido es mejor seguir escondiendo, so pena de no encajar, de
resultar inapropiado en muchos círculos, de no parecer suficientemente apto para lograr lo que pueden lograr la
mayoría de los heterosexuales.

Todavía no me imagino a un ser humano abiertamente gay en cualquier país del mundo aspirando a la presidencia
de la república y triunfando como lo haría cualquier heterosexual. Es como si ser gay fuera una condición de
discapacidad mental que lo convierte a uno automáticamente en inhábil para ejercer un alto cargo.

¿Por qué nos odian? ¿Por qué consideran tan grave que seamos diferentes? ¿Por qué quieren una sociedad tan
cuadrada donde todos los seres humanos encajemos en el mismo molde que alguien se inventó? ¿Por qué? Mil
veces ¿por qué?

Pareciera mejor callarlo para no desatar la furia de los dioses. Al parecer en Mateen creció la rabia al ver a dos
homosexuales besándose y que su propio hijo presenciara esa “horrible escena”. Yo todavía no termino de
preguntarme: ¿Y no será más fácil explicarle poco a poco a los niños que existen orientaciones sexuales diferentes
y que cada quien va encontrando la suya cuando descubra que es el momento?

Confieso que a mí todavía me da alergia escuchar a sacerdotes y pastores diciendo que sus iglesias no condenan al
homosexual, pero si condenan el “pecado” de la práctica de las relaciones homosexuales. Perdonen la ruda
franqueza: decirle eso a quienes somos homosexuales, a quienes así lo sentimos desde que tenemos uso de razón,
tiene tanta lógica como decirle a alguien: “ puede ver la comida, pero no tiene derecho a alimentarse”.

Sexualidad ¿prohibida?
¿En qué parte de la historia nos perdimos? ¿Desde cuándo y con qué macabros propósitos la sexualidad, en todas
sus manifestaciones, comenzó a verse como algo sucio, prohibido, deleznable?

Yo todavía no entiendo eso de que ser gay es antinatural. ¿No será más antinatural obligar a alguien que desde
siempre se ha sentido homosexual o lesbiana, a compartir y convivir íntimamente con alguien del sexo opuesto
cuando su cuerpo y su mente le gritan lo contrario?

Me encantó escuchar a la ya fallecida cantante costarricense, radicada en México, Chavela Vargas, cuando dijo:
“He tenido que hacer frente a la sociedad, a la iglesia, que dice ´homosexuales sean condenados´. Es absurdo.
¿Cómo se puede juzgar a una persona que ha nacido así’ No estudié para ser una lesbiana. Ellos no enseñan que
yo sea así. Yo nací de esta manera, desde el momento en que abrí los ojos”.
Mi madre y yo hicimos las paces ya hace mucho tiempo. Lloramos tanto ese día. Solo sé que al final el amor de
madre se impuso sobre todos esos estereotipos y dogmas que ella cargó por décadas. Confieso que no fue fácil
para ella ni para mí. Pero ese día nuestros corazones abrieron sus puertas de par en par hasta sanar. Yo la amo y sé
que ella me ama profundamente. Ella me pidió perdón y yo le dije que no había nada que perdonar, que yo
entendía que en su casa y en la iglesia le habían enseñado a repudiar a quienes somos diferentes.

Pero no todos corremos con la misma suerte. Todavía deambulan por el mundo millones de hombres y mujeres
estigmatizados por una sociedad y especialmente por algunos sectores fundamentalistas en las religiones que al
parecer olvidaron que el precepto del amor al prójimo como a uno mismo debe prevalecer sobre cualquier dogma.

Todavía deambulan por el mundo millones de seres contaminados con el virus del odio a los homosexuales, como
si fuéramos una plaga que hay que exterminar para que el mundo tenga finalmente paz.

A esos que juzgan y odian a los homosexuales solo quiero decirles que yo sí nací homosexual, pero que ellos no
nacieron homofóbicos, que ellos sí es cierto que aprendieron en el camino un nefasto estereotipo del cual más les
valdría librarse para que no sigan ensuciando sus corazones.

Cada vez que un ser humano muere por un crimen de odio, no fracasa solo una familia que perdió a un ser
querido; no fracasa solo otra familia que falló en inculcar el valor del respeto y la tolerancia a quien perpetró el
delito. Cada vez que eso sucede fracasamos todos; fracasamos como sociedad, fracasamos como humanidad;
fracasamos en nuestra ineludible tarea de construir un planeta de seres evolucionados donde todos vivamos y
convivamos armoniosamente haciendo honor a la maravillosa frase del prócer mexicano Benito Juárez: “el
respeto al derecho ajeno es la paz”.

¡Qué fuerte esto que voy a decir! Quizás el mundo requería una sacudida como ésta; quizá necesita que ocurran
tragedias como la de Orlando, Florida, para que despertemos de una buena vez, para que hagamos consciencia,
para que tomemos acción, para que pongamos fin a esta locura, a esta carnicería entre humanos que odian al otro
solo porque es diferente. Quizá esa macabra acción traiga en sí la simiente de un nuevo mundo que al final irá
entendiendo que como humanidad somos un equipo, que somos uno, y que si no nos unimos, nos hundimos.

- Es el mismo odio que, según su propio padre, motivó a Omar Mateen a destrozar la vida de 50 personas en un
bar gay de Orlando, Florida (EE.UU.) y de paso dejar una estela de profundo dolor y cientos de interrogantes
sobre una sociedad que todavía no termina de asimilar el hecho de que los seres humanos venimos en todos los
colores, sabores, tamaños y pensamientos, y que esas diferencias, lejos de mancharnos, nos enriquecen y nos
complementan.-

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