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Anclandote Al Exito
Anclandote Al Exito
Anclándote al éxito
El poder de las “anclas” en programación neurolingüística para
alcanzar el éxito en todos los ámbitos
Edmundo Velasco
Edmundo Velasco
Anclándote a éxito
El poder de las “anclas” en programación neurolingüística para
alcanzar el éxito en todos los ámbitos
Anclas y condicionamientos
Hace muchos años, un médico ruso llamado Pavlov, descubrió lo que llamamos los
“condicionamientos”. Su experimento consistía en dejar un perrito sin comer. Cuando el
perrito tenía mucho hambre, Pavlov le mostraba un plato con comida. Al perro se le hacía
agua la boca, y cuando salivaba, el
médico hacía sonar una campanita.
Pavlov repitió este proceso hasta el
punto que cuando él tocaba la
campana, el perro salivaba aún
inmediatamente después de haber
comido.
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Edmundo Velasco
¿Qué es un ancla?
Existen 3 tipos de anclas (en Programación Neurolingüística todo se trabaja desde tres partes
distintas):
• Anclas visuales
• Anclas sensoriales
• Anclas auditivas
Anclas auditivas
Para explicar las anclas auditivas, voy a darte un ejemplo con la siguiente situación:
La abuelita está gravemente enferma, y sabe que le queda poco tiempo de vida. Antes de
morir, junta a sus hijos y sus nietos y les dice: “No quiero que en mi entierro estén todos
llorando. Es más, quiero que cuando me entierren, lleven un mariachi que me despida
tocando”. Esa es la voluntad de esta señora.
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¿Y qué le va a pasar a esta familia cada vez que escuchen música de mariachis? Se van a
poner tristes, pues van a recordar el sepelio de su abuela.
Si la abuela hubiera sabido que los iba a dejar anclados por el resto de sus vidas con el
mariachi, seguramente su último deseo no habría sido el mismo.
Entonces, supongamos que la voz del padre es esta: “¡Eres un completo inútil!”. Este jugador,
por lo tanto tiene un ancla. Y cuando está por patear, el público está muy cerca, y desde las
tribunas alguien le grita con una voz
muy similar a la de su padre: “¡Eres un
inútil!”.
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De igual modo, hay gente que afirma que “la gelatina sabe a hospital”. Esto no es así, pero
generalmente cuando estás hospitalizado, la gelatina es el postre que dan generalmente en
el hospital. Y así se hace el ancla.
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Anclas visuales
Continuando con la idea de las anclas anteriores, pensemos en aquellas personas que
afirman: “Los días nublados son días tristes”. Y no es que esto sea así, sino que esas personas
tienen un ancla: algo triste les pasó un día nublado. De la misma manera, otras personas
pueden decir “Los días nublados son románticos”, según lo que hayan vivido en un día
nublado. Cada persona tiene sus anclas.
Son anclas.
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Pero él no sabe qué es un ancla, y por ende, no sabe que la tiene. Simplemente, la tiene.
Casi todas las fobias, son anclas. Los miedos, son anclas. Los estados de ansiedad, son anclas.
Pero también podemos generar estados de excelencia utilizando las anclas.
Un ejemplo de ello es el cigarrillo. En muchos de los casos de las personas que fuman y no
pueden dejar el hábito es a causa de anclas.
Voy a explicar mejor este concepto. Cuando la gente está estresada respira a mayor
velocidad, inhalando y exhalando el aire con un ritmo acelerado. Esto se llama
hiperventilación. En psicología, muchas veces se usa esta técnica de respiración para ayudar
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al paciente a crear una catarsis, se le pide que respire de forma agitada para ayudarla a
entrar en catarsis.
En nuestra infancia, nuestros padres también nos anclaban. Sabíamos cuándo estaban
enojados: subían una ceja, entrecerraban un ojo. Por ejemplo, cuando ibas de visita a alguna
casa y antes de salir tus padres te advertían que no
corrieras. Si al llegar, otros niños te invitaban a jugar al
patio, tú mirabas a tu padre, él solo levantaba la ceja y tú ya
sabías que debías quedarte adentro y sentado. Estabas
anclado a ese gesto.
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Anclas positivas
De la misma forma que existen anclas negativas, podemos generar anclas positivas. Por
ejemplo, si tienes miedo de hablar en público y no sabes cuál es el ancla; podemos poner
otra ancla positiva y dispararlas al mismo tiempo. De esta forma, ambas anclas se colapsan y
se eliminan: un ancla negativa se elimina con un ancla positiva.
En algunos casos, cuando una mujer obesa llega a mi consultorio desesperada para bajar de
peso, suelo poner un ancla para que ella la dispare después en el momento que quiera. Para
ello, la cito después de alguna comida. Cuando esta mujer llega, la hago cerrar los ojos y
visualizar la comida que más le gusta. De forma imaginaria, hago que esta mujer vea esa
comida, sienta su aroma, sienta su textura entre las manos. Manteniendo siempre los ojos
cerrados, le ordeno que pruebe un bocado de ese manjar que está imaginando.
Y cuando la mujer está saboreando en su mente ese plato, le digo: “Ahora usted, al morder,
escuchó un ruido extraño. Observe que dentro de ese manjar, había una cucaracha. ¡Y acaba
de comerse la mitad de esa cucaracha! ¿Siente el sabor de ese líquido blanco en su boca?”
Inmediatamente, la mujer
comienza a sentir náuseas, se le
seca la boca, hace gestos de
asco...
Incluso, puedo incrementar más este estado. La invito, siempre de forma imaginaria, a
servirse un vaso de agua para enjuagarse la boca. Y cuando la persona imagina que está
tomando un trago, agrego “Lamentablemente, alguien había vomitado dentro de ese vaso”.
La hago que recuerde el olor a vómito, que sienta el gusto de ese vómito en su boca. Y así,
genero un estado intenso de asco y náusea, y lo relaciono con un ancla.
Cuando esta mujer vaya a almorzar o a cenar, le bastará con tocar su muñeca o su dedo,
para sentir esas náuseas y perder el apetito. Esto podrá hacerlo cuando quiera. Y si no activa
el ancla, podrá comer tranquilamente, también cuando quiera.
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Siguiendo el mismo razonamiento, supongamos que cada vez que estoy pasando por una
situación de excelencia profesional,
en la que me siento bien, me toco
una parte del cuerpo, por ejemplo el
lóbulo de la oreja. Así, hago un ancla
sensorial al estado de sentir placer
por hacer bien mi trabajo. Al hacerlo
varias veces, cada vez que estoy
haciendo bien mi trabajo, voy
asociando el circuito neuronal al
estado de tocar el lóbulo de mi oreja.
En este caso entonces, el estado
intenso externo es la excelencia
profesional, el estímulo externo es
tocarme el lóbulo de la oreja.
Si un día tengo que dar una disertación profesional y estoy cansado, pasé una mala noche o
simplemente no pude dormir las horas suficientes, ¿qué pasará si toco el lóbulo de mi oreja?
Inmediatamente se activarán mis circuitos de excelencia profesional, y podré hacer mi
trabajo correctamente.
Cada vez que el niño trae un logro escolar, ya sea una buena calificación o una nota
favorable de su maestra, repetimos esa misma acción, ese gesto de apretarle ligeramente el
hombro. Y cuando un día el niño se siente atemorizado, que cree que no va a pasar un
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Tenemos anclas incluso para ir al baño. Muchas personas están anclados visualmente a su
baño y al salir de viaje no pueden hacer todas sus necesidades en otro lado. Esto se
solucionaría si cuando están en un baño extraño, cerraran sus ojos y visualizaran su propio
baño, imaginaran sus objetos, su
toalla, etcétera. Así es el poder
de las anclas, para bien o para
mal.
Esto no es manipulación, también puedes pedirle a tu pareja que te ancle a algún momento
agradable. Y así, ambos podrán disparar sus anclas para enfrentar juntos situaciones más
difíciles, en un estado mucho más favorable.
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Las fobias son anclas. Incluso muchas alergias son anclas. Muchas de las cosas que le
impiden a alguien alcanzar la excelencia, son anclas.
¿Por qué decimos esto? Porque estamos inundados de estímulos positivos y negativos
que han generado esta fijación en nuestro cerebro.
Por supuesto, no es que seamos víctimas de la situación. Lo que sucede es que somos
capaces de sentir intensamente los estados. Una vez que sentimos intensamente un estado,
es posible que se instale un ancla.
Pero, si previamente has creado un ancla de poder cada vez que estabas en un momento de
excelencia, conoces ese ancla y puedes dispararla. El ancla positiva, inmediatamente va a
eliminar el ancla negativa y tu estado será de excelencia.
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¿Podemos anclarnos al éxito? ¿Podemos tener anclajes que nos permitan ser mejores? Sí,
podemos.
El principio fundamental que tiene nuestro cerebro es que no puede diferenciar entre
pensamiento y realidad.
El cerebro no necesita que vivamos un estado de excelencia de verdad para activarlo. Por
ejemplo, si alguna vez metiste un gol, ese es un estado de satisfacción. Puedes anclarlo en
este momento, si recuerdas las imágenes, los sonidos y las sensaciones que tuviste.
Si alguna vez recibiste un premio o ganaste un trofeo, si alguna vez hiciste algo con
excelencia, puedes evocarlo en este momento en imágenes, sensaciones y sonidos. Tu
cerebro va a responder como si estuvieras realmente en ese momento. Y entonces, coloca
un ancla. Así de sencillo es colocar un anclaje.
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Algunos ejemplos
Cuando una persona tiene fobia a las alturas, lo primero que hago es anclar el pensamiento
negativo. Para ello, la hago cerrar sus ojos, e imaginar que está en un lugar muy alto. Le hago
pensar en lo que ve cuando está en las alturas, lo que siente cuando está en las alturas y lo
que escucha en ese momento.
La persona comienza a entrar
en pánico. Cuando noto que
está muy alterada y
verdaderamente su cerebro
está disparando el circuito
neuronal del miedo a las
alturas, le toco el hombro
(ancla sensorial). O hago un
sonido (ancla auditiva), o
muevo mi mano (ancla visual)
haciendo un ancla.
Si decidí tocarla en el hombro, dejo de hacer contacto. Le pido que abra los ojos. Y a
continuación, toco el ancla positiva y el ancla negativa, ambos contactos al mismo tiempo.
Automáticamente, esa fobia se va a colapsar y va a desaparecer.
Por eso decimos que con Programación Neurolingüística puedes eliminar una fobia en 10
minutos, utilizando esta técnica denominada “colapso de anclas”.
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Ya sabes entonces que existen miles de anclas, y cada quien tiene las suyas. Ya sea para ir al
baño, para dormir, etcétera. Por ejemplo, algunas mujeres tienen un “vestido de la suerte”:
según ellas, cada vez que se ponen ese vestido, tienen éxito y conquistan al hombre
deseado. ¿Pero qué pasa si un día, en la tintorería le queman sin querer ese vestido? No está
más el vestido: ¡se acabó el sex appeal!
Poner el ancla fuera (en una medalla, en un llavero, en un amuleto, etcétera), entraña el
enorme riesgo de que un día ese
objeto se pierda o no lo tengas
contigo y te quedes sin tu recurso.
No son los objetos, no son las personas, hay que poner anclas internas: tus contactos, tus
sonidos, tus emociones.
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Pensemos por ejemplo en las personas que tienen miedo a viajar en avión. ¿Cuántas veces
ha chocado tu avión? ¡Nunca! Sin embargo, ¿cuántas veces imaginan estas personas que el
avión chocará? ¡Siempre! Imaginan que en su vuelo, el avión caerá. Y así registran un ancla, a
una situación que no es real, sino que
la imaginaron. Al repetir tantas veces
en su cerebro este ejercicio de
visualizar el avión cayendo, generan
un miedo irracional al volar, es un
ancla que el avión dispara y que
llamamos fobia.
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Solamente hemos encontrado casos extraños en los que la fobia regresa. Esto es porque el
cerebro tiene una ganancia mejor con la fobia que cuando no la tiene. Muchas veces, una
fobia sirve para controlar otras situaciones. Salvo estos casos que representan un 5%, la
mayoría de las fobias se eliminan en 10 minutos.
Y cuando llegues a un lugar y algo que no puedes determinar dispara anclajes negativos
en tu vida, solo tienes que tocar esa muñeca, nudillo, o lo que hayas elegido, para
colapsar esa ancla negativa.
Así, tendrás un recurso para estar anclado al éxito. Tú puedes decidir si caer en un estado
de depresión, o caer en un estado de excelencia.
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Los estados emocionales son accidentes. Por ejemplo, supongamos que cuando eras
pequeño, te sentaban en la acera para ver pasar la gente. Y sin darse cuenta, un hombre un
poco calvo te pisó el pie, causándote un gran dolor. Esto no fue adrede, pero tú
inmediatamente crearás un ancla: “Los hombres calvos son malos y pisan a la gente”. Con el
paso del tiempo, olvidarás por qué se hizo este ancla en tu mente, pero siempre tendrás ese
temor hacia la gente con poco cabello. Y quizá alguien calvo quiere ayudarte, te ofrece
trabajo con buena intención, pero tú automáticamente rechazas la comunicación con esta
persona. Esto está instalado en tu mente inconsciente.
Te desafío entonces a anclarte al éxito hoy mismo. Te desafío a que hagas un ancla y a partir
de este momento, cada vez que aparezca un estado que te quite tus recursos, puedas
colapsarlo. Rehúsate a vivir a merced de las anclas, a vivir con miedos, con fobias, rehúsate a
la depresión y a las enfermedades. Hay miles de ellas instaladas en tu mente, tú no sabes
cuáles. Pero ahora tendrás un recurso para eliminarlas.
Solo se requiere el valor de hacerlo. Tú decides: si en este momento decides tener el valor
de anclarte al éxito, te desafío a que lo hagas.
Hemos dicho que estamos diseñados a imagen y semejanza de Dios. Tenemos todos los
recursos para ser pequeños dioses. Activa la emoción de esos recursos que tienes de forma
divina.
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Lecturas adicionales
Sentado en el duro suelo, pensó que sería muy agradable estar en una cama blandita. De
inmediato la cama apareció a su lado.
Sorprendido, el hombre se tumbó en ella, diciéndose que el colmo de la felicidad sería que
una joven viniese a masajear sus cansadas piernas. La joven apareció y le hizo un masaje
muy agradable.
- Tengo hambre -se dijo el hombre-, y en ese momento comer sería su delicia.
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– He leído mucho y he estado con muchos hombres sabios e iluminados. Creo haber podido
atesorar todo ese conocimiento que pasó por mis manos, y el que eso otros maestros
dejaron sobre mí. Hoy creo que solo tú puedes enseñarme lo que sigue. Estoy seguro de que
si me aceptas como discípulo puedo completar lo que sé con lo poco o mucho que me falta.
– Siempre estoy dispuesto a compartir lo que sé. Tomemos un poco de té antes de empezar
nuestra primera clase.
–Badwin – le dijo- no sigas echando té, la taza está llena, no cabe más té en ella…
– Me alegro que lo notes – dijo el maestro –, la taza no tiene lugar para más té. ¿Tienes tú
lugar para lo que pretendes aprender conmigo…? – y siguió –. Si estás dispuesto a incorporar
profundamente lo que aprendas, deberás animarte a veces a vaciar tu taza, tendrás que
abandonar lo que llenaba tu mente, será necesario estar dispuesto a dejar lo conocido sin
saber siquiera qué ocupará su lugar.
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Cielo e infierno
Según cuenta un viejo relato japonés, en cierta ocasión, un belicoso samurai desafió a un
anciano maestro zen a que le explicara los conceptos de cielo e infierno. Pero el monje
replicó con desprecio:
Conmovido por la exactitud de las palabras del maestro sobre la cólera que le estaba
atenazando, el samurai se calmó, envainó la espada y se postró ante él, agradecido.
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Aprender a bailar
Santiago ingresó al hospital donde trabajaba David, víctima de una grave dolencia cardíaca.
Practicamente, se estaba muriendo. Cuando David se reunió con él por primera vez, el
sacerdote le preguntó:
David rápidamente le recitó todos sus títulos académicos, que eran muchos. Luego, Santiago
le preguntó:
El psiquiatra le respondió
poniéndose a bailar junto a su
cama. Santiago, se atacó de la
risa. Se levantó del lecho, y le
mostró a David cómo se debía
bailar. Después le dijo
- Sí, puedo enseñarle mis pasos, pero usted tendrá que oír su propia música.
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- ¡Dame permiso para que le enseñe a este hombre lo que acaba de hacer!
Y uniendo las palmas de sus manos en señal de reverencia, habló de esta manera al hombre.
- Gracias. Has creado con tu actitud una situación para comprobar si todavía puede
invadirme la ira. Y no puede. Te estoy
tremendamente agradecido. También
has creado un contexto para Ananda;
esto le permitirá ver que todavía
puede invadirlo la ira. ¡Muchas
gracias! ¡Te estamos muy
agradecidos!
Y queremos hacerte una invitación.
Por favor, siempre que sientas el
imperioso deseo de escupir a alguien,
piensa que puedes venir a nosotros.
Aquella noche no pudo dormir, estuvo dando vueltas en la cama y no pudo conciliar el
sueño. Los pensamientos lo perseguían continuamente. Había escupido a la cara de Buda y
éste había permanecido tan sereno, tan en calma como lo había estado antes, como si no
hubiera sucedido nada…
A la mañana siguiente, muy temprano, volvió precipitado, se postró a los pies de Buda y dijo:
Buda respondió:
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- Yo no te puedo perdonar porque para ello debería haberme enojado y eso nunca ha
sucedido. Ha pasado un día desde ayer, te aseguro que no hay nada en ti que deba
perdonar. Si tú necesitas perdón, ve con Ananda; échate a sus pies y pídele que te perdone.
Él lo disfrutará.
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