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Págin12 - 26 de julio de 2017

Carolina Mera, directora del Instituto Gino Germani (UBA)

“La reflexión científica crítica incomoda al poder”


La investigadora advierte que, en un marco de ajuste y achicamiento del Estado, se procura
deslegitimar y estigmatizar las producciones en ciencias sociales, por una cuestión económica
pero también ideológica. Aquí, el debate sobre las investigaciones sociales.

Por Pablo Esteban

¿Para qué sirven las ciencias sociales? ¿Por qué, todavía en 2017, hay que justificar la
importancia de sus contribuciones en las dinámicas de la sociedad? ¿Por qué los grupos
hegemónicos construyen campañas de desprestigio que las ubican como blanco principal? ¿De
qué manera su enfoque contextual, histórico y desmitificador incomoda al poder? Y por otra
parte, ¿qué lugar ocupan las mujeres en el sistema científico? ¿Es cierto que si bien hay
mejores posibilidades, los puestos de jerarquía se reservan para los hombres? Frente a este
cúmulo de interrogantes, nadie mejor que Carolina Mera para discutir al respecto. Es mujer, se
desempeña en un cargo académico de relevancia y trabaja como científica social. Es doctora
en Antropología Social y Etnología Urbana (por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences
Sociales, Francia), y en la actualidad, dirige el Instituto de Investigaciones Gino Germani –
perteneciente a Facultad de Ciencias Sociales (UBA)– que se ubica como una de las principales
instituciones de producción del conocimiento y referencia en el área.  

–¿Qué abarca el trabajo en el Gino Germani?

–El Instituto agrupa profesores, estudiantes y graduados de las cinco carreras de la Facultad:
Ciencias Políticas, Ciencias de la Comunicación, Trabajo Social, Relaciones del Trabajo y
Sociología. Desde sus orígenes se ha desarrollado una perspectiva interdisciplinaria, de modo
que nuestros equipos de investigación cuentan con la presencia de médicos en temáticas de
salud, abogados vinculados a temas como la seguridad o bien arquitectos en asuntos de
urbanismo. Pensar las realidades actuales y cambiantes requiere de enfoques que recuperen
los múltiples puntos de vista y la pluralidad de voces. Desde aquí, en el Instituto se investigan
las líneas más importantes de la reflexión social: el mundo del trabajo, el medioambiente y el
cambio climático, la desigualdad social, la integración cultural de grupos, la percepción de
enfermedades y el diseño de políticas públicas en salud, los sistemas políticos y el poder, los
movimientos sociales.   

–¿Por qué son importantes las investigaciones en el campo social? 

–Principalmente por el contexto en que vivimos. Pertenecemos a un capitalismo brutalmente


excluyente y productor de desigualdades en todos los planos. Una realidad que
constantemente interpela a las ciencias sociales y las invita a producir conocimientos para
modificar el presente.  

–En el último tiempo, las ciencias sociales han sido acusadas por su aparente “falta de
aplicación”, su “carencia de impacto social” y por su “inutilidad frente a las necesidades de la
sociedad”. ¿Qué podría señalar al respecto?
–Existe un mito alrededor de las ciencias sociales que se vincula con su incapacidad para
producir conocimiento útil y que etiqueta a los investigadores como sujetos que están
suspendidos en el eterno letargo de la reflexión. Sin embargo, es muy simple advertir lo
alejado que se encuentran estos preconceptos de lo que efectivamente ocurre. Es posible
localizar investigaciones sistemáticas y de larga data en temáticas que son centrales para la
dinámica social. Trabajos científicos (con estadísticas, relevamiento de datos y campo) que
plantean oportunidades concretas para orientar soluciones y combatir problemas sustantivos
en seguridad, salud y violencia.  

–¿Cómo se podría resolver un problema como la inseguridad desde los aportes provistos por
la investigación social?

–Hay líneas de investigación que plantean que las problemáticas de inseguridad no se


resuelven con represión ni con aumentos de control. Del mismo modo que se abordan
conflictos actuales como la medicalización de niños y jóvenes, que permiten entrever los
efectos negativos que conllevan en el presente. 

–Este vínculo de las investigaciones con las realidades contemporáneas, ¿se relaciona con la
capacidad de las ciencias sociales para “generar conocimiento crítico”?

–Exacto, porque la reflexión científica, crítica y comprometida incomoda al poder siempre que
obliga a nuestros representantes a diseñar estrategias que nada tienen que ver con las
respuestas inmediatas. Justamente los grupos económicos concentrados son los responsables
de promover la seguridad vía la represión y el control, la medicalización, la estigmatización de
los migrantes como “chivos expiatorios” en momentos de crisis, recesión y ajuste. De este
modo nadie puede decir que las ciencias sociales no sirven, por el contrario, son muy útiles
para pensar un mundo desde una perspectiva que al sistema capitalista, neoliberal y
hegemónico no le conviene. 

–Esto se refleja en los ajustes que el sistema científico padece en general.

–Estoy de acuerdo. Independientemente de lo que se pueda criticar de cada uno de los


gobiernos, desde hace un año y medio el rumbo del país se ha modificado. En este marco de
endeudamiento, desindustrialización, mayor desempleo y precariedad, privatizaciones y
empobrecimiento sobrevienen las políticas de ajuste y el achicamiento del Estado. De este
modo, se construye un discurso que legitima la existencia de espacios sociales que “merecen
ser acotados”. El campo científico se ha transformado en el blanco. En paralelo, se
deslegitiman aquellas “ciencias que no sirven”, que cuentan con “investigadores que realizan
producciones superficiales sin anclaje en la sociedad”. Existe una negación del propio
conocimiento científico, a partir de una campaña de retroceso mediante la instalación de
discursos que generan sentidos comunes y representaciones que luego circulan en el espacio
público. Aquí, los medios masivos y los CEOs que conforman el actual Gobierno cuentan con un
rol protagónico. Hay intenciones de estigmatizar las producciones de las ciencias sociales y de
reducir su importancia a partir de la quita de presupuesto. Es muy importante tener satélites y
vacunas, pero también es central medir la pobreza.

–¿De qué manera se articulan las investigaciones en el campo social y se materializan en


políticas públicas concretas?

–Creo que es necesario que los decisores de políticas sean más permeables a la incorporación
de saberes que se generan en el área. Por ejemplo, la Ley Migratoria (2004) es una normativa
que surge como producto de la interacción entre colegas que llevaban décadas de estudiar las
temáticas, la participación de movimientos sociales y de los legisladores. Una norma que tiene
impacto concreto en la vida de las personas porque habilita a los niños a asistir al colegio y a
centros de salud, les permite su libre circulación sin temor de que en cualquier momento la
policía los retenga, simplemente, por no llevar el DNI en regla. Otros ejemplos muy valiosos lo
constituyen las leyes de Identidad de Género (2012) y la de Servicios de Comunicación
Audiovisual (2009). Menciono algunas para ilustrar pero hay muchísimos ejemplos de políticas.
El proceso de transferencia de las ciencias sociales es enorme, pero lo que falta es un sistema
que mida y contemple ese valor. Porque ante la falta de control, parece que el impacto de
nuestros trabajos es limitado cuando en verdad no lo es. 

–Usted es referente, directora en el área de las ciencias sociales y además es mujer. ¿Qué
piensa acerca de la brecha de género en el campo científico?

–Pienso que en los últimos años se produjo una leve mejoría en cuanto al sitio de relevancia
que ocupan las mujeres en la ciencia y en la universidad. El reconocimiento de la maternidad
no implica una modificación menor: antes se exigía el mismo tiempo que a los hombres para
entregar la tesis de doctorado, cuando todos saben que su escritura coincide, en general, con
la voluntad de tener hijos. Esa contemplación en el recorrido biográfico de las mujeres permite
que se comiencen a equiparar los ingresos. Sin embargo, al momento de distribuir los cargos
jerárquicos de gestión, gobierno y militancia siempre estamos en desventaja. De todas
maneras, es necesario decirlo: estamos en un momento muy especial del país que nos
encuentra dando batalla en todos los frentes. 

–El hecho de visibilizar los femicidios y desnaturalizar la violencia contra las mujeres ha
contribuido al respecto. 

–Por supuesto. Una sociedad que produce exclusión, desempleo y pobreza es una sociedad
violenta, aunque el golpe y la muerte se concentran en las mujeres. Esta concepción fue
acompañada y reforzada con políticas que ubicaron la problemática en agenda al tiempo que
brindaron herramientas jurídicas para salir a pelear en un plano de derechos. Por eso, quienes
ocupamos cargos de gestión tenemos la obligación de profundizar las decisiones en esa línea y
promover más investigaciones al respecto. 

–Investigaciones en áreas en las que también se registraba mucho atraso...

–Sí, claro. Cuestiones como la violencia de género, los derechos del niño y la diversidad sexual
constituyen nudos de conflicto para los que nuestra propia democracia no estaba preparada.
Veníamos de muchos años de oscurantismo militar y represivo. Todavía estamos
reconstruyendo la democracia y, en este sentido, la consolidación de las ciencias sociales
cumple un rol central. 

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