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Autores:

Calderón Pérez Jeramel Figueroa Madrid Laila Nicole

Calero Ajila Cristhian Marcelo Gutiérrez Díaz Nataly Belén

Chinga Vergara Marcia Estefanía López Acosta Erick Miguel

Contreras Suarez Mariella Isabel López Santana Ginger Daniela

Espinoza Martínez Luis Andrés Pogio Acosta Estefanía Cristina

Palabras Usadas:

 AMISTAD

 PERDÓN

 RENCOR
CAPITULO I
UNA GRAN AMISTAD SE PIERDE

Entró al aula, era su primer día de escuela desde que salió del hospital, el accidente le

dejó pocas secuelas físicas –usaba muletas- en comparación con su frágil autoestima y el

miedo que ahora sentía por los camiones.

La profesora Úrsula le dio la bienvenida, “te puedes sentar ahí”, le dijo, señalando el

pupitre más cercano a ella, sus amigos lo abrazaban, estaban felices de tenerlo de vuelta,

al compañero de juegos y travesuras, al amigo.

Al terminar el día, cansado por la jornada, le esperaba su papá a la entrada de la escuela,

había pedido permiso en el trabajo para acompañarlo a casa, quería estar seguro de que

se encontraba bien.

- ¡Hasta mañana Ismael!, la profesora le dio un fuerte abrazo.

Ismael es un niño de 9 años, su papá, “el hombre más fuerte del mundo”, es Juan y

trabaja en una hacienda, siempre lo ha cuidado, más aun desde hace dos años que su

esposa viajó al exterior a buscar mejores días, compró el almuerzo para los dos y

llegaron a casa a descansar.

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Al otro día Juan lo despertó, le había preparado su desayuno favorito, los dos lo

comieron presurosos porque tenían que salir, se había hecho tarde y Juan debía dejarlo

en la escuela antes de irse a trabajar.

- Papá, ¿por qué te dicen el hombre más fuerte del mundo? - preguntó Ismael.

Lo tomó desprevenido, había esquivado esa pregunta varias veces, pero esta vez le dijo:

- Pronto lo sabrás Ismael.

Un vecino les ayudó llevándolos en su carro hasta la escuela, antes de irse le dio un beso

en la mejilla y le dijo que pronto se recuperaría y dejaría las muletas.

Hace mucho que no había un día

con tanto sol como aquel, el receso

llegó pronto e Ismael fue al bar de la

escuela a comprar agua y algo para

comer.

- ¡¿Así que ya regresó el inválido?!

-gritó Eduardo-, se acercó donde

Ismael estaba sentado, le quitó la

botella de las manos y le pegó en la

cara.

-¡Ay!, -se quejó Ismael-, ¿Por qué

me pegas?, vete a molestar a otro

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lado Eduardo.

Desde primer grado habían sido los mejores amigos, pero todo cambió desde el día que

Ismael le contó a la profesora que Eduardo le había copiado en el examen de fin de

Quimestre, la profesora Úrsula le dijo: “Hay cosas que yo no acepto, una de esas es

copiar”, le quitó la hoja y le puso cero.

En ese examen Eduardo tenía que sacar la máxima nota o perdería el año, a

consecuencia de eso se molestó mucho y le juró a Ismael que se las pagaría, desde ese

momento se acabó su amistad.

- ¡Ojalá te hubieras muerto!, porque eso le pasa a los chismosos, ¡Mueren jóvenes!

Ismael recordó lo que le había dicho su papá, “Las palabras amables apartan la furia”,

le contestó:

- Nuevamente te digo que lamento que perdieras el año, no pensé que la profesora

haría eso.

- Claro, pero allá donde estoy me viven diciendo que debería saber todas las

respuestas, si es la segunda vez que estoy en ese grado, por esta vez te salvaste inválido,

pero ya verás a la salida.

En el aula todo transcurría normalmente, los niños estaban ocupados pintando el dibujo

del continente Americano en su libro de Expresión artística, todos menos Ismael, en su

mente trataba de hallar la manera de escapar a salvo a su casa, le diría a dos

compañeros que lo acompañen, total, él siempre les había ayudado en las tareas de

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grupo. Pero su cara exhibía la preocupación de si estos le acompañarían o se

acobardarían al contarles lo que le dijo Eduardo en el receso.

- Ismael, ¿te pasa algo? - Le dijo la profesora al percatarse que se había salido de la

línea y estaba pintando de color amarillo al Océano Pacífico.

- No sé si contarle señorita, es que me he metido en un problema.

- ¿Problema?, problema la deuda externa hijo, cuéntame, ¿qué te sucede?

- La verdad no es para tanto señorita Úrsula, mire, ya estoy borrando lo que hice mal.

- Eso espero Ismael, recuerda que puedes confiar en mí.

A la salida otra vez le estaba esperando el papá, su jefe le había dado permiso, pero le

aseguró que sería el último que le podría dar, la producción estaba aumentando y no

podía darse el lujo de la ausencia de la fuerza y las manos hábiles de Juan.

- Ves, aquí estoy otra vez, desde mañana te recogerá la vecina de en frente de la casa,

a la que le compramos el almuerzo.

¡Gracias al cielo! -pensó Ismael-, de la que se había salvado, Eduardo ya lo estaba

persiguiendo, pero se alejó cuando vio a Juan.

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CAPÍTULO II
EL HOMBRE MÁS FUERTE DEL MUNDO

Al regresar a casa almorzaron, Juan le ayudó con la tarea de matemáticas, antes de

anochecer fueron al Cyber, era viernes y como cada semana tendrían una video-llamada

con doña Tania, la mamá de Ismael.

Llegó el sábado, día libre de Juan, en la tarde después de arreglar la casa salieron a

comprar la historieta que le había prometido, y es que nadie le podría negar el último

número de Spiderman a un niño tan obediente y menos ahora que temporalmente

usaba muletas. Tuvieron que ir al centro comercial, Ismael estaba encantado al ver todas

las cosas bonitas que uno pudiera encontrar en un lugar así, al salir de la tienda se

encontraron a Úrsula.

- Juan, veo que vas bien acompañado.

- ¡Hola Úrsula!, que bueno verte, estábamos comprando una historieta, ya sabes como

es Ismael.

- Tiene a quien salir. Ismael, ¿sabías que Juan y yo estuvimos juntos en el colegio?

- ¡Hola señorita Úrsula!, no, papá no me había contado

- ¡Sí!, nos llevábamos muy bien, yo fui quien le puso su apodo.

- ¡Nos vemos Juan!, tengo que hacer un trámite y voy tarde, y por cierto, espero que no

hayas olvidado la tarea de matemáticas, ¡es para el lunes!

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¿Así que fueron compañeros? - pensó Ismael, había hallado la clave, por fin sabría el

porqué del apodo de su papá.

El domingo pasó como un suspiro, empezaba otra semana de actividades, Juan había

madrugado a la hacienda, Ismael fue llevado a la escuela por la vecina de en frente de su

casa, gracias a la ayuda sacó una buena nota en la tarea de matemáticas, las otras

materias se le daban fáciles, pero los números quebrados guardaban cierta dificultad

que aún no había comprendido totalmente. Dieron las diez y treinta minutos, hora de

receso.

- Señorita Úrsula, antes de salir, ¿le puedo preguntar algo sobre mi papá?

- Claro, Ismael, dime.

- Usted le puso el apodo a mi papá, ¿por qué le dicen así?, es porque tiene muchos

músculos ¿verdad?

- (Úrsula sonrió) Es verdad que tu papá no es ningún alfeñique, pero no es por su físico

que le puse así, ¿alguna vez lo has visto pelearse con alguien?

- Nunca, papá siempre es amable y no le gusta meterse en problemas.

- Sí, y hay algo en él, que siempre lo hizo distinto a los demás, cuando estábamos en el

colegio tu abuelo estaba enfermo, con mucho sacrificio Juan terminó el sexto año,

trabajaba por las tardes en una hacienda para ayudar a sus hermanos, pero cuando

murió tu abuelo ya no pudo seguir estudiando, la deuda que había quedado en el

hospital fue muy grande, Juan era quien sacaba las mejores notas, quería estudiar en

la universidad y ser un gran médico. Aunque no pudo cumplir su sueño no se ha dado

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por vencido, y me doy cuenta de que es un buen papá. ¿Te parece que hace justicia el

apodo?

- Papá nunca me contó eso.

- Tranquilo, es algo que con el tiempo entenderás, él siempre ha sido un gran amigo,

siempre me ayudó en el colegio… bueno Ismael, el receso terminará en diez minutos,

así que mejor sal a comer algo.

En el patio todo salió de maravilla, un amigo le regaló una manzana que complementó

lo que Ismael había comprado, además a Eduardo lo habían llevado a casa, dijo que

tenía un fuerte dolor de cabeza (no había estudiado para la lección que tenía después del

receso) que fue suficiente para llamar a su abuela y pedirle que lo lleve a descansar ya

que en el departamento médico se negó a ser atendido por la doctora. Así que no hubo

problemas, regresó al aula y las clases pasaron con normalidad.

Al atardecer Juan llegó a la casa con una gran sonrisa en el rostro, llevó la noticia que

Ismael había esperado con ansias hace mucho tiempo.

-¿A que no sabes que pasó hoy? cuando estaba trabajando, tu mamá me llamó al

teléfono de la hacienda, ¡dice que vuelve en tres meses!, ¿qué te parece?

- ¡¿En serio?! saltó a los brazos de su papá, y lloró de alegría al saber que su mamá

regresaría y que podría volver a abrazarla, además ya tendría a quién darle el beso en la

mejilla antes de entrar a clase sin que nadie le moleste como cuando se despedía de su

papá.

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- ¡Sí!, ya pudimos pagar todas nuestras deudas, además mamá ha ahorrado algo y

con eso abriremos una pastelería, ya sabes que nadie hace tortas como ella.

CAPÍTULO III
LA AMISTAD Y EL PERDÓN
SON MÁS FUERTES QUE EL RENCOR

Pasaron dos meses, Ismael iba recuperando de a poco su autoestima con los cariños de

Juan y de la profesora Úrsula, no hubo un día viernes más bonito en la vida de un niño,

faltó a clases, Juan lo llevó al médico para que le quiten el yeso (que siempre fue una

molestia) ese que le causaba comezón, y en la video-llamada de la tarde Tania le contó

de sus planes y le dijo que se vaya preparando, porque él sería quien ayude a preparar la

masa para las tortas que prepararían.

El día lunes, terminadas las clases, estaba esperando a la vecina, ella lo acompañaría

pero no tuvo tiempo de avisarle a Juan que tenía que irse de urgencia a la comisaría, su

esposo se había metido en problemas.

Casi todos se habían ido y los profesores tenían una junta para revisar el avance del

currículo, así que Eduardo salió de su escondite y lleno de rencor le dijo:

- ¡Así te quería ver inválido!, no importa que te hayan sacado el yeso, ¡Siempre serás

un tonto!, ahora no habrá nadie que se interponga entre mis puños y tu cara.

En ese momento, Ismael recordó lo que le había dicho su papá, “Puedes defenderte sin

dar un solo golpe” sacó de su bolsillo una tarjeta, la que le había hecho Eduardo en

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tercer curso, en ella le decía que no se separarían, que siempre lo cuidaría como a un

hermano, que su amistad duraría para siempre y que nunca olvidaría cómo se salvó de

ser raptado porque Ismael corrió a buscar a un policía para contarle que a Eduardo se lo

estaban llevando dos personas extrañas.

-Toma, si me vas a pegar es mejor que primero la rompas.

Eduardo abrió la tarjeta, y recordó el día en que ese, al que llamaba chismoso, le había

salvado la vida al hablar con alguien mayor para defenderlo.

-El día que la profesora te puso ese cero, le rogué que te ayudara, le dije que sin una

buena nota te quedarías de año, pero no quiso, dijo que tendrías que aprender una

lección.

-Eduardo trataba de ocultar sus lágrimas, aunque tapaba sus ojos con las manos, las

lágrimas rodaban por sus mejillas, después de un par de minutos de lloro le agarró la

mano a Ismael y le devolvió la tarjeta.

-¡Perdóname Ismael!, lo que pasa es que tú tienes un papá y una mamá, y yo no tengo

ninguno.

Ismael lo abrazó, ahora los dos lloraban, le dijo que siempre tendría muchos amigos que

lo ayudarían, Ismael le enseñó una gran lección sobre el perdón.

Eduardo se ofreció para acompañarlo a casa, mientras caminaban iban hablando de

cuando estaban en segundo grado y entre los dos habían hecho una travesura que había

dejado sin agua la escuela por una semana, y lo gracioso que era ver a los profesores

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acarreando tachos con agua para llenar la cisterna que por descuido había quedado

vacía.

Ahora todo regresaba a su puesto, no había nada que se interponga en la felicidad de

Ismael, llegó el día en que Tania llegaría, Juan fue a recibirla, cuando llegaron en la

camioneta que los había recogido Ismael los estaba esperando fuera de la casa, al verla

corrió a abrazarla, la llenó de besos, nunca antes había sido tan feliz, ella estaba

sorprendida de lo mucho que él

había crecido, le dijo que le

había traído varios regalos entre

ellos una colección de

historietas y la bicicleta que

cada viernes le pedía por video-

llamada.

- Juan, amor, has hecho un

gran trabajo con Ismael. Y tú

hijo, cuéntame ¿cómo te has

portado?

-Bueno, ¿por dónde empiezo?...

The End.
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