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Auguste Comte

(Auguste Comte; Montpellier, 1798 - París, 1857)


Pensador francés, fundador del positivismo y de la
sociología. Con la publicación de su Curso de filosofía
positiva (1830-1842), Augusto Comte apadrinó un
nuevo movimiento cultural del que sería considerado
iniciador y máximo representante: el positivismo. Tal
corriente dominaría buena parte del siglo XIX, en polémica y algunas veces en
compromiso con la tendencia filosófica antagonista, el idealismo.

Rompiendo con la tradición católica y monárquica de su familia, Augusto Comte se


orientó durante la época de la Restauración hacia el agnosticismo y las ideas
revolucionarias. Después de una primera juventud cerrada y rebelde, ingresó en
1814 en la Escuela Politécnica de París, donde, en contacto con las ciencias
exactas y la ingeniería, se sintió atraído fuertemente, junto con muchos
compañeros de escuela, hacia aquella especie de "revolución de los técnicos" que
iba predicando el Conde de Saint-Simon.

Disuelta la Escuela Politécnica por el gobierno reaccionario de 1816, Comte,


contra la opinión de sus padres, permaneció en París para completar sus estudios
de forma autodidacta, ganándose el sustento con clases particulares de
matemáticas, que durante casi todo el resto de su vida fueron su fuente principal
de ingresos. Desde 1817 se vinculó a Saint-Simon, para el cual trabajó de
secretario hasta su ruptura en 1824. Ese año un trabajo de Comte (Plan de los
trabajos científicos necesarios para reorganizar la sociedad) fue reprobado por su
maestro.

El motivo de la discordia era mucho más profundo: Saint-Simon y Comte habían


compartido durante largo tiempo el concepto de una reorganización de la sociedad
humana a través de la dirección de las ciencias positivas, y formaron
conjuntamente el plan de renovar por completo la cultura para elevarla al nivel de
tales ciencias; pero Saint-Simon quería pasar de los planes científicos a la
organización práctica de aquel "sacerdocio" que habría de dirigir la nueva
sociedad, en tanto que Comte no consideraba todavía completos los desarrollos
teóricos.

La publicación por su cuenta de aquella obra le granjeó la amistad y aprecio de


numerosos historiadores, políticos y científicos (François Guizot, Alexander von
Humboldt, el duque Albert de Broglie), sintiéndose Comte estimulado para
emprender su gran obra, aquella enciclopedia de las ciencias positivas que sería
luego el Curso de filosofía positiva (1830-1842). Mientras tanto, sin la aprobación
de sus padres, se había unido en matrimonio civil con una joven y cultísima dama
de París, mujer de eminentes cualidades intelectuales, enérgica y devota de su
marido, pero quizá no tan tierna y sumisa como él hubiera deseado. Precisamente
por aquel tiempo (1826-1827) sufrió Comte su primer acceso de locura; los padres
hubiesen querido recluirlo, pero su esposa supo retenerlo junto a sí con gran
energía y curarlo.
Ya repuesto, Comte concentró sus energías en el Curso de filosofía
positiva (1830-1842). Habiendo apreciado, bajo la influencia de Saint-Simon, la
urgencia del problema social, Comte consagró su esfuerzo a concebir un modo de
resolverlo, cerrando la crisis abierta por la Revolución Francesa y sus
consecuencias. Halló la respuesta en la ciencia, hacia la que estableció un
verdadero culto: el conocimiento objetivo que proporciona la ciencia debía
aplicarse a la ordenación de los asuntos políticos, económicos y sociales,
superando las ideologías apoyadas en la imaginación, los intereses o los
sentimientos.
Augusto Comte (detalle de un retrato de Louis Jules Etex)
Contra la libertad de pensamiento, origen de la anarquía moral que atribuía a la
Revolución, no oponía el dogma religioso o los principios de la tradición, sino la
«ciencia positiva» que, al atenerse a los hechos tal como son, proporcionaba
según Comte el único punto de apoyo sobre el que se podría edificar un futuro de
«orden y progreso». Contrario al individualismo y a la democracia, confiaba en un
mundo regido por el saber, en el que productores y banqueros ejercerían una
especie de dictadura. Tales ideas, fundamento del pensamiento positivista,
tendrían un gran éxito en los países occidentales desde mediados del siglo XIX,
proporcionando un credo laico para el mundo del capitalismo liberal y de la
industria triunfante.
Sin embargo, Comte vivió una vida desgraciada: el exceso de trabajo agravó sus
trastornos psicológicos, y acabaría provocando un intento de suicidio y el
abandono de su mujer. Su rebeldía y su intransigencia, por otra parte, le
impidieron insertarse en el mundo académico. Al tiempo que redactaba el Curso
de filosofía positiva, Augusto Comte fundó con antiguos compañeros de la Escuela
Politécnica la Asociación Politécnica, destinada a la difusión de las ideas
positivistas, y, a pesar de la enorme fama conseguida, no logró nunca una sólida
posición oficial; llegó a enseñar en la Escuela Politécnica desde 1832, pero no
pudo obtener cátedra en ella, y fue expulsado en 1844.
Esta vida agitada, la constante concentración mental, el empeoramiento de las
relaciones con su esposa, que terminaron con la separación (1842), y finalmente
un nuevo amor senil y compartido sólo a medias por Clotilde Devaux, originaron
hacia 1845 una nueva crisis mental, cuyos efectos se advierten en sus últimas
obras, el Sistema de política positiva (1851-1854) y el Catecismo
Positivista (1852). Esta última, en la que expuso el evangelio de la nueva religión
positivista de la humanidad, ofrece matices desconcertantes en muchos aspectos
y en su lenguaje.
Para fomentar el nuevo espíritu positivista había fundado también, en 1845, una
especie de cenáculo en el que se reunían amigos y discípulos, pero este heraldo
de la filosofía científica contemporánea había perdido por entonces todo contacto
con la ciencia viva de su tiempo, concentrado sólo en sus meditaciones subjetivas.
Sólo la ayuda económica de algunos admiradores (como Émile Littré o John Stuart
Mill) lo salvó de la miseria. Con todo, lo mejor de su pensamiento, reflejado en el
célebre Curso de filosofía positiva (1830-1842), estaba destinado a ejercer una
gran influencia sobre las más diversas ramas del conocimiento (filosofía, medicina,
historia, sociología) y sobre corrientes políticas diversas (incluyendo el
pensamiento reaccionario de Charles Maurras).

Karl Marx
(Tréveris, Prusia occidental, 1818 - Londres,
1883) Pensador socialista y activista
revolucionario de origen alemán. Raramente
la obra de un filósofo ha tenido tan vastas y
tangibles consecuencias históricas como la de
Karl Marx: desde la Revolución rusa de 1917,
y hasta la caída del muro de Berlín en 1989, la
mitad de la humanidad vivió bajo regímenes
políticos que se declararon herederos de su pensamiento.

Contra lo que pudiera parecer, el fracaso y derrumbamiento del bloque comunista


no habla en contra de Marx, sino contra ciertas interpretaciones de su obra y
contra la praxis revolucionaria de líderes que el filósofo no llegó a conocer, y de
los que en cierto modo se desligó proféticamente al afirmar que él no era marxista.
Ciertamente fallaron sus predicciones acerca del inevitable colapso del sistema
capitalista, pero, frente a los socialistas utópicos, apenas se interesó en cómo
había de organizarse la sociedad. En lugar de ello, Marx se propuso desarrollar un
socialismo científico que partía de un detallado estudio del capitalismo desde una
perspectiva económica y revelaba las perversiones e injusticias intrínsecas del
sistema capitalista.

En tal análisis, fecundo por los desarrollos posteriores y vigente en muchos


aspectos, reside el verdadero valor de su legado. En cualquier caso, es innegable
la altura de sus ideales; nunca ambicionó nada excepto "trabajar para la
humanidad", según sus propias palabras. Y, refiriéndose a su libro El capital, dijo:
"Dudo que nadie haya escrito tanto sobre el dinero teniendo tan poco".
Biografía
Karl Marx procedía de una familia judía de clase media; su padre era un abogado
convertido recientemente al luteranismo. Estudió en las universidades de Bonn,
Berlín y Jena, doctorándose en filosofía por esta última en 1841. Desde esa época
el pensamiento de Marx quedaría asentado sobre la dialéctica de Hegel, si bien
sustituyó el idealismo hegeliano por una concepción materialista, según la cual las
fuerzas económicas constituyen la infraestructura subyacente que determina, en
última instancia, fenómenos «superestructura les» como el orden social, político y
cultural.
En 1843 se casó con Jenny von Westphalen, cuyo padre inició a Marx en el
interés por las doctrinas racionalistas de la Revolución francesa y por los primeros
pensadores socialistas. Convertido en un demócrata radical, Marx trabajó algún
tiempo como profesor y periodista; pero sus ideas políticas le obligaron a dejar
Alemania e instalarse en París (1843).
Por entonces estableció una duradera amistad con Friedrich Engels, que se
plasmaría en la estrecha colaboración intelectual y política de ambos. Fue
expulsado de Francia en 1845 y se refugió en Bruselas; por fin, tras una breve
estancia en Colonia para apoyar las tendencias radicales presentes en la
Revolución alemana de 1848, pasó a llevar una vida más estable en Londres, en
donde desarrolló desde 1849 la mayor parte de su obra escrita. Su dedicación a la
causa del socialismo le hizo sufrir grandes dificultades materiales, superadas
gracias a la ayuda económica de Engels.
Marx partió de la crítica a los socialistas anteriores, a los que calificó de
«utópicos», si bien tomó de ellos muchos elementos de su pensamiento
(particularmente, de autores como Saint-Simon, Robert Owen o Charles Fourier).
Tales pensadores se habían limitado a imaginar cómo podría ser la sociedad
perfecta del futuro y a esperar que su implantación resultara del convencimiento
general y del ejemplo de unas pocas comunidades modélicas.
Por el contrario, Marx y Engels pretendían hacer un «socialismo científico»,
basado en la crítica sistemática del orden establecido y el descubrimiento de las
leyes objetivas que conducirían a su superación; la fuerza de la revolución (y no el
convencimiento pacífico ni las reformas graduales) sería la forma de acabar con la
civilización burguesa. En 1848, a petición de una liga revolucionaria clandestina
formada por emigrantes alemanes, Marx y Engels plasmaron tales ideas en
el Manifiesto Comunista, un panfleto de retórica incendiaria situado en el contexto
de las revoluciones europeas de 1848.
Sobre su muerte, se sabe que tras la muerte de su esposa Jenny, en diciembre de
1881, Marx desarrolló una fuerte gripe que minó su salud.

Con el tiempo, contrajo bronquitis y pleuresía que lo condujeron a su muerte el 14


de marzo de 1883, en Londres. Murió como una persona apátrida y sus funerales
fueron discretos. Lo enterraron en el cementerio de Highgate de Londres, el 17 de
marzo de 1883.

No obstante, hoy Marx es considerado, junto a Emile Durkheim y Max Weber,


como uno de los tres principales arquitectos de la ciencia social moderna, y una de
las figuras más influyentes en la historia de la humanidad, coinciden las fuentes.
Herbert Spencer
Herbert Spencer (Derby, 27 de abril de 1820 - Brighton, 8
de diciembre de 1903). Filósofo, psicólogo y sociólogo
británico. Fundador del Darwinismo social en Gran
Bretaña y uno de los más ilustres positivistas de su país.
Ingeniero civil y de formación autodidacta, se interesó
tanto por la ciencia como por las letras. En el año 1848
asumió la dirección de la revista The Economist, órgano
del liberalismo radical de la época.
Situado entre el metodismo de su madre y las simpatías de su padre hacia los
cuáqueros, se manifestó independiente; y así, permaneció ajeno a vínculos
políticos y profesionales, y ni tan sólo quiso doblegarse al del matrimonio. Llegó
incluso a considerar la cultura como posible limitación de la libertad; a causa de
ello no leyó mucho, ni siquiera textos filosóficos (no parece haber conocido muy
profundamente a Kant). No por esto era misántropo, antes al contrario: amó la
conversación, frecuentó las tertulias y el teatro y tuvo muchos amigos, entre los
cuales figuraron John Stuart Mill, Thomas Henry Huxley, John Tyndall y George
Eliot.
Adversario del imperialismo en política y del socialismo en sociología, cuando
participó en aquélla (como ocurrió en 1842) lo hizo en sentido democrático. Su
formación resultó esencialmente científica y técnica; sintió afición por los
experimentos y las colecciones. Se desinteresó, sin embargo, de las lenguas y
particularmente del mundo clásico, griego y latino. Ajeno por completo a los
valores artísticos, no vacilaba, sin embargo, en juzgar acerca de ellos,
ingenuamente seguro de sí mismo, rasgo que en él fue algo congénito; de ahí sus
pasmosas apreciaciones sobre Rafael Sanzio, Richard Wagner, Homero o Platón.
La mente de Spencer, exclusivamente lógica y racional, sólo hallaba satisfacción
plena en las elaboraciones sistemáticas. El primer texto de interés general de
nuestro autor es un conjunto de cartas escritas para The Nonconformist sobre el
problema de los límites de la autoridad estatal: Letters on the Proper Sphere of
Government (1842). En 1844 estuvo empleado un mes en la redacción de The
Pilot, de Manchester, y se ocupó, por primera vez en serio, de metafísica y
psicología después de leer el Sistema de lógica de John Stuart Mill y la parte
inicial de la Crítica de la razón pura de Kant. Entre 1844 y 1846 actuó de vez en
cuando como ingeniero ferroviario.
En 1848 ingresó en la redacción de The Economist; tal circunstancia marcó el fin
de su labor en la ingeniería y el principio de su actividad de escritor y filósofo. Por
entonces había publicado ya diversos panfletos en los que propugnaba una
limitación radical de la esfera de intervención del Estado en la sociedad, a partir de
una interpretación individualista del evolucionismo. Sus teorías se hallan en la
base del posterior darwinismo social, al afirmar que el Estado debe proteger la
libre acción de la selección natural en la sociedad, como fuente de progreso. Para
hacer frente con eficacia a los gastos de la obra procuró publicarla por entregas y
mediante suscripción. La primera entrega apareció en 1860; a ella siguieron, en
períodos de tres meses, cada una de las restantes, con lo que el tomo inicial
(Primeros principios) quedó ya listo en junio de 1862. Sin embargo, la esperanza
de que los gastos quedarían cubiertos por las suscripciones se reveló muy pronto
ilusoria. Y así, no estando dispuesto a experimentar ulteriores pérdidas, en 1865
Spencer comunicó a los suscriptores la suspensión de la obra.

Salió airoso de tan difícil trance gracias a una modesta herencia paterna y,
singularmente, al apoyo moral y económico de un admirador norteamericano, E.
Livingston Youmans, quien quedó unido al autor por una gran amistad hasta su
fallecimiento en 1887. Gracias a este bienhechor los textos de Spencer fueron
pronto conocidos en los Estados Unidos, de manera que el filósofo alcanzó la
notoriedad y la fama en la otra orilla del océano antes que en su misma patria.

La empresa editorial siguió siendo todavía por algunos años un mal negocio; sin
embargo, hacia 1870 la situación empezó a cambiar.Mientras tanto, en 1867
habían aparecido los Principios de biología, y luego vieron la luz la segunda
edición de los Principles of psychology (1872), los Principios de sociología (1877)
y los Data of Ethics (1879), primera parte del tratado sobre la ética tan apreciado
por Spencer y completado con otras seis secciones, como, del mismo modo, lo fue
con siete la obra acerca de la sociología.
Herbert Spencer vivió hasta 1898 en Londres, salvo en ocasión de dos largos
viajes a la Europa meridional y a los Estados Unidos. En 1894 el filósofo sostuvo
una célebre controversia con el famoso biólogo alemán August Weismann, quien
había refutado abiertamente la naturaleza hereditaria de los caracteres adquiridos,
defendida precisamente por Spencer como principio fundamental e indispensable
de su teoría evolucionista.
Cuando en 1896 apareció el último tomo de la Sociology, punto final del sistema y
de los treinta y seis años de labor, el autor fue muy agasajado. En realidad, podía
considerarse el filósofo más célebre de la época y el maestro del positivismo.
Inglaterra le juzgaba con orgullo un genio nacional, y toda Europa le reconocía y
apreciaba como uno de los grandes hombres del siglo.

Durante los años siguientes Spencer no descansó; antes bien, se dedicó a la


reconstitución y a la nueva edición de los tomos de su sistema, así como a la
composición de artículos y ensayos. La crisis de la ciencia positivista y la aparición
de otras corrientes filosóficas idealistas iban modificando, sin embargo, el
ambiente cultural. Y así, a su muerte, ocurrida en Brighton, adonde se había
trasladado al abandonar Londres en 1898, el filósofo estaba a punto de quedar
superado.
Las obras principales de Spencer son las anteriormente citadas; integran los once
tomos del System of Synthetic Philosophy. Durante los años en cuyo transcurso
no pudo atender a su labor filosófica (1886-89) empezó a componer
la Autobiography, que terminó en 1894 y decidió publicar póstumamente; vio la
luz, efectivamente, en
1904, en dos volúmenes. Muy numerosos son los ensayos del autor, reunidos en
1891 en tres tomos bajo el título de Scientific, Political and Speculative Essays.

Max Weber
(Erfurt, Prusia, 1864 - Múnich, Baviera, 1920) Sociólogo
alemán que opuso al determinismo económico marxista
una visión más compleja de la historia y la evolución social.
Para Weber, las estructuras económicas y la lucha de
clases tienen menos importancia que otros factores de
naturaleza cultural, como la mentalidad religiosa o filosófica
o incluso la ética imperante; así, en La ética protestante y
el espíritu del capitalismo (1905), obra clásica de la por entonces naciente
sociología, vio en la espiritualidad protestante el caldo de cultivo que favorecería el
desarrollo del capitalismo en el norte de Europa.

Max Weber era hijo de un destacado jurista y político del Partido Liberal Nacional
en la época de Bismarck. Estudió en las universidades de Heidelberg, Berlín y
Gotinga, interesándose especialmente por el derecho, la historia y la economía.
Las primeras investigaciones de Max Weber versaron sobre temas económicos,
algunas de ellas realizadas por cuenta de los intelectuales reformistas conocidos
como «socialistas de cátedra». Desde 1893 fue catedrático en varias
universidades alemanas, fundamentalmente en Heidelberg, excepto entre 1898 y
1906; aquejado de fuertes depresiones, durante ese periodo dejó la enseñanza
para dedicarse a viajar y a investigar. En 1909 fundó la Asociación Sociológica
Alemana.

Max Weber fue un gran renovador de las ciencias sociales en varios aspectos,
incluyendo la metodología: a diferencia de los precursores de la sociología,
comprendió que el método de estas disciplinas no podía ser una mera imitación de
los empleados por las ciencias físicas y naturales, dado que en los asuntos
sociales intervienen individuos con conciencia, voluntad e intenciones que es
preciso comprender.
Weber propuso el método de los tipos ideales, categorías subjetivas que
describen la intencionalidad de los agentes sociales mediante casos extremos,
puros y exentos de ambigüedad, aunque tales casos no se hayan dado nunca en
la realidad; de este modo estableció los fundamentos del método de trabajo de la
sociología moderna (y de todas las ciencias sociales), a base de construir modelos
teóricos que centraban el análisis y la discusión sobre conceptos rigurosos.
El primer fruto de la aplicación de este método fue La ética protestante y el
espíritu del capitalismo (1905). Trabajando sobre los tipos ideales del «burgués»,
la «ética protestante» y el «capitalismo industrial», Weber estudió la moral que
proponían algunas sectas calvinistas de los siglos XVI y XVII para mostrar que la
reforma protestante habría creado, en algunos países occidentales, una cultura
social más favorable al desarrollo económico capitalista que la predominante en
los países católicos.
Para Weber, la exaltación del individuo y la doctrina de Calvino sobre la
predestinación, según la cual la salvación o condenación de cada hombre ha sido
decidida de antemano por Dios, había impulsado a los creyentes a buscar signos
de la elección divina no sólo en una moralidad intachable, sino también en el
trabajo y en el éxito. De modo inverso, del estudio de las religiones orientales (a
las que dedicaría algunos de sus últimos trabajos, como La ética económica de
las religiones del mundo, 1915-1919) se desprendía que, a pesar de contar con los
elementos y factores económicos necesarios y favorables, el capitalismo no había
podido desarrollarse en las civilizaciones orientales por no tener cabida en la
mentalidad religiosa y filosófica imperante.

En términos generales, puede decirse que Weber se esforzó por comprender las
interrelaciones de todos los factores que confluyen en la construcción de una
estructura social; y en particular, reivindicó la importancia de los elementos
culturales y las mentalidades colectivas en la evolución histórica, rechazando la
exclusiva determinación económica defendida por Marx y Engels. Frente a la
prioridad de la lucha de clases como motor de la historia en el pensamiento
marxista, Weber prestó más atención a la racionalización como clave del
desarrollo de la civilización occidental: un proceso guiado por la racionalidad
instrumental plasmada en la burocracia. Todos estos temas aparecen en su obra
póstuma Economía y sociedad (1922).

Políticamente, Weber fue un liberal democrático y reformista, que contribuyó a


fundar el Partido Demócrata Alemán. Criticó los objetivos expansionistas de su
país durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y, después de la derrota,
adquirió influencia política como miembro del comité de expertos que acudió en
representación del gobierno alemán a la Conferencia de Paz de París (1918) y
como colaborador de Hugo Preuss en la redacción de la Constitución republicana
de Weimar (1919). De entre sus escritos políticos cabe destacar Parlamento y
gobierno en una Alemania reorganizada (1918), una valerosa defensa del
parlamentarismo escrita en los difíciles tiempos de la Alemania en guerra.
Tras la Primera Guerra Mundial fue uno de los fundadores del Partido Demócrata
Alemán. Además se postuló sin éxito para un escaño en el parlamento y se
desempeñó como asesor del comité que redactó la malograda Constitución
democrática de Weimar de 1919.
Casado en 1893 con Marianne Schnitger, activista feminista.Max Weber falleció
de neumonía el 14 de junio de 1920 en Múnich.

Theodor Adorno
(Theodor Wiesengrund Adorno; Francfort del Main,
1903 - Visp, Suiza, 1969) Filósofo, sociólogo y
musicólogo alemán, destacado representante de la
llamada «teoría crítica de la sociedad» y de la Escuela
de Frankfurt, corriente filosófica surgida en torno al
Instituto para la Investigación Social de la Universidad
de Frankfurt.

Era hijo de un comerciante judío alemán y de una cantante de origen corso-


genovés que estimuló su amor por la música, y de quien tomó el apellido con el
que se le conoce. En 1924 se graduó en filosofía en la Universidad de Frankfurt
con la tesis Die Transzendenz des Dinglichen und Noematischen in Husserls
Phänomenologie, y en 1931 se doctoró en la misma universidad con el
trabajo Kierkegaard. Konstruktion des Aestetischen (1933).

Theodor W. Adorno enseñó filosofía en la Universidad de Frankfurt hasta que, con


la ascensión del nazismo, se vio obligado a emigrar, primero a París, después a
Oxford (Inglaterra) y, finalmente, a Estados Unidos (New York, Princeton, Berkeley
y Los Ángeles). Regresó a Europa en cuanto terminó la guerra, y en 1950 reanudó
sus clases de filosofía y sociología en la Universidad de Frankfurt, desempeñando
además los cargos de codirector del Institut für die Sozialforschung, anexo desde
1952 a la Johann Wolfgang Goethe Universität de aquella ciudad.
Además de su estimulante amistad con Siegfried Krakauer y con Walter Benjamin,
que influyeron en su obra, en su vida fue decisivo su encuentro con Max
Horkheimer, pensador afín con quien comenzó una larga y fructuosa colaboración
en la revista del Instituto, además de una provechosa experiencia de reflexión
teórica común que culminó principalmente en la redacción a cuatro manos de
la Dialéctica de la Ilustración (1944). Como consecuencia de una formación
dialéctico-hegeliana que atesora el magisterio del marxismo, Adorno confirma la
importancia de la "negación" como instrumento de crítica de la sociedad.
En la Dialéctica de la Ilustración, que ofrece una radiografía de la moderna
sociedad de masas obtenida directamente de la estadounidense de la inmediata
posguerra, ya se diseña el horizonte del hombre contemporáneo envilecido por la
"industria cultural", con sus falaces libertades, y por el mito de la racionalidad
científica que, desde sus remotos orígenes en la Ilustración dieciochesca, se
entrelaza con el dominio, y cuya función liberadora resulta sofocada cada vez por
un totalitarismo más o menos explícito. De aquí su constante polémica con el
pensamiento instrumental, con el culto a la exactitud y con cualquier forma de
historicismo progresista.
Estos temas se desarrollan, además de en la summa filosófica que constituye
la Dialéctica de la Ilustración, en el fascinante collage de aforismos
titulado Mínima moralia (1951), en el ensayo sociológico La personalidad
autoritaria (1950), en su monumental Dialéctica negativa (1966) y en Stichworte.
Kritische Modelle (1969).
En el plano filosófico, junto a la relectura de Hegel en los Tres estudios sobre
Hegel (1963), a quien habría que atribuir el mérito de haber abandonado el
intelectualismo abstracto de la Ilustración sin rehuir por ello la idealización de la
razón dialéctica, la intervención de Adorno se caracteriza por un repudio de la
fenomenología, a la que, en el discutido ensayo sobre Edmund
Husserl titulado Zur Metakritik der Erkenntnistheorie (1968), acusa de abstracción
y distanciamiento de las contradicciones histórico-sociales, así como de una
sospecha constante hacia el irracionalismo, en cuyo ámbito hay que colocar la
misma ontología de Heidegger (Jargon der Eigentlichkeit, 1964).
Poco antes de morir, Adorno terminó una Teoría estética (publicada
póstumamente en 1970), en la que reafirmó una vez más la urgencia, para el arte
mismo, del nexo entre crítica y utopía. El arte sólo puede justificarse como
recuerdo de los sufrimientos que se han acumulado en el transcurso de la historia,
los cuales exigen un rescate de la vida "ofendida" y un acto de reparación
respecto a ella, en virtud de un futuro cualitativamente diferente.
Si bien el particular tipo de análisis que ha adoptado el pensador alemán no facilita
una distinción clara de los campos que estudia, algunas de sus obras se incluyen
con todo derecho en el campo específico de los estudios sociológicos. Durante su
exilio en Estados Unidos, Adorno colaboró con Frenkel-Brunswik, Levinson y
Sanford en una investigación fundamental sobre la psicología del
antisemitismo, La personalidad autoritaria (1950).

En esta obra la contribución de Adorno se despliega no sólo en una sección


dedicada al material de la entrevista, sino también en la conocidísima elaboración
de las escalas de medida de las tendencias fascistoides potencialmente presentes
incluso entre los miembros de sociedades democráticas como la estadounidense,
actitudes ligadas al prejuicio y a la adhesión a modelos de comportamiento
estereotipados y conformistas.

El 6 de agosto de 1969 en Viège, Suiza, un infarto agudo de miocardio lo


sorprendió durante las vacaciones en el verano de ese año. Theodor Ludwig
Wiesengrund Adorno, mejor conocido como Theodor Adorno, por el apellido de
soltera de su madre que adoptó en la década de 1930, fue un filósofo alemán,
sociólogo y musicólogo, reconocido por su teoría crítica de la sociedad de
inspiración marxista y por ser uno de los representantes destacados de la Escuela
de Frankfurt,

Erich Fromm
Erich Fromm nació en Frankfurt en el
año 1900. Pertenecía a una familia
relacionada con el judaísmo ortodoxo, lo
cual hizo que durante su juventud se
inclinó a empezar estudios talmúdicos,
aunque más tarde prefirió formarse
tanto en el psicoanálisis de Sigmund
Freud como en el legado teórico de Karl
Marx, lo cual le hizo acercarse a las
ideas del socialismo y doctorarse en
sociología.
Durante los años 30, cuando los nazis se hicieron con el control de Alemania,
Erich Fromm se trasladó a Nueva York, donde abrió una consulta clínica basada
en el psicoanálisis y empezó a dar clases en la Universidad de Columbia. A partir
de ese momento fue popularizando un psicoanálisis con fuertes influencias de la
filosofía humanista, que ponía énfasis en la capacidad del ser humano para llegar
a ir volviéndose más libre y autónomo mediante el desarrollo personal.
Cuando nació la psicología en la segunda mitad del siglo XIX, los primeros
esfuerzos de esta primera generación de investigadores estuvieron orientados a
entender el funcionamiento básico de los procesos mentales. Esto implicaba
preguntarse por temas como el origen de la enfermedad mental, el
funcionamiento de los umbrales de consciencia, o los procesos de aprendizaje. 
Hasta la consolidación del psicoanálisis en Europa, los psicólogos dejaron de lado
los problemas relacionados con el modo en el que nos planteamos nuestra
trayectoria vital, nuestro pasado y nuestro posible futuro nos afecta
emocionalmente y en nuestra toma de decisiones.
El psicoanálisis, de algún modo, había introducido un enfoque más
metapsicológico (o cercano a la filosofía) en la práctica psicoterapéutica. Sin
embargo, el corriente inicial de pensamiento desde la que arrancó esta subrayaba
mucho el poder de lo inconsciente sobre el individuo, por un lado, y estaba
muy enfocado a las dar explicaciones acerca de los traumas y los trastornos
mentales, por el otro.
Erich Fromm partió del enfoque del psicoanálisis para hacerlo virar hacia
una visión mucho más humanista del ser humano. Para Fromm, la psique
humana no podía explicarse simplemente proponiendo ideas acerca de cómo lo
hacemos para conjugar nuestros deseos inconscientes con la presión del entorno
y la cultura, sino que para entenderla hay que saber, también, cómo lo hacemos
para encontrar el sentido de la vida, tal y como proponían los existencialistas.
Erich Fromm no se distanciaba de la perspectiva centrada en la enfermedad de
otros psicoanalistas porque pensara que se puede vivir la vida al margen de las
molestias y el sufrimiento. El optimismo de su visión humanista de las cosas no se
expresaba a través de la negación del dolor, sino a través de una idea muy
potente: que podemos hacerlo soportable dándole significado. Esta idea, por
cierto, la compartía con otros psicólogos humanistas de la época como por
ejemplo Viktor Frankl.
La vida, decía Fromm, está irremediablemente ligada a los momentos de
frustración, dolor y malestar, pero nosotros podemos decidir cómo hacer que eso
nos afecte. El proyecto más importante de cada persona consistiría, según este
psicoanalista, en hacer que estos momentos de incomodidad encajen en la
construcción de nosotros mismos, es decir, el desarrollo personal.
Erich Fromm creía que la principal fuente de malestar humano proviene del
roce entre el individuo y los demás. Esta tensión constante parte de una
contradicción aparente: por un lado queremos ser libres en un mundo en el que
convivimos con muchos otros agentes, y por el otro queremos trazar lazos
afectivos con los demás, estar vinculados a ellos.
Expresado en sus términos, podría decirse que una parte de nuestro yo está
hecha para estar en unión con los demás. Sin embargo, por nuestra propia
naturaleza de seres con un cuerpo distinto al de los demás, nos vemos separados
del resto y, hasta cierto punto, aislados.
Erich Fromm creía que este conflicto puede ser abordado desarrollando
nuestra capacidad de amar. Amar del mismo modo a los demás y todas aquellas
cosas que nos convierten en una persona única, con todas sus imperfecciones.
Estas misiones tan ambiciosas eran, en realidad, un único proyecto, consistente
en desarrollar amor hacia la vida en sí misma, y así quedó plasmado en la famosa
obra El arte de amar, publicada en el año 1956.
En definitiva, Fromm dedicó su obra a examinar el abanico de posibilidades que la
concepción humanista de la vida podía aportar no solo a las técnicas para reducir
el sufrimiento en situaciones específicas generadoras de malestar, sino también
a las estrategias para interr estos episodios de sufrimiento en un proyecto
vital lleno de sentido.
Sus propuestas psicoanalíticas se alejan así del primer psicoanálisis orientado a
hacer que las personas sufran lo menos posible, y prefieren enfocarse hacia el
desarrollo del máximo potencial de las personas en un proceso que, en sí mismo,
podríamos llamar "felicidad". Es por eso que, aún hoy en día, las lecturas de las
obras de Erich Fromm gozan de mucha popularidad por considerarse
inspiradoras y con un trasfondo filosófico rico.

APORTACIONES CIENTIFICOS DEL POSITIVISMO


El desarrollo de investigaciones científicas en la ciencia moderna que se ha visto
influenciado por distintas escuelas filosóficas, tales como el positivismo,
empirismo, estructuralismo (entre otras); a través de las cuales se han
desarrollado diferentes enfoques o paradigmas, esto como una necesidad de
enfrentar las nuevas formas de solución de problemas, con lo cual se genera
nuevo conocimiento.
El positivismo es una corriente o escuela filosófica que afirma que el único
conocimiento auténtico es el conocimiento científico, tal que puede surgir de la
afirmación de las teorías a través del método científico. Se da la distinción entre
fuentes históricas y fuentes literarias.
Uso del método crítico para distinguir un documento verdadero de uno falso, a
través de la crítica interna y externa.

APORTACIONES DE LA ESTRUCTURA COMPRENSIVA


EL interés de la teoría critica por el origen de la sociedad de las masas y como la pseudocultura

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