Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
I. SANTA MISA
“Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen,
no adoran, no esperan, no os aman.”
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os
ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la tierra, en reparación de los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos
infinitos de su Santísimo Corazón de Jesús y del Corazón Inmaculado de María, os
pido la conversión de los pobres pecadores.”
En la tercera decena, recordamos la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.
El libro de los Hechos de los Apóstoles nos dice cómo sucedieron los hechos. Después
de la Ascensión del Señor al Cielo, los discípulos y los Apóstoles bajaron del Monte de
los Olivos y se dirigieron a Jerusalén. «Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos
juntos en el mismo lugar. Y sucedió que, de repente, sobrevino del cielo un ruido como
de viento huracanado, que invadió toda la casa en la que estaban. Se les aparecieron
lenguas como de fuego, que se distribuían y se posaban sobre cada uno de ellos. Y
todos se llenaron del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les impulsaba a expresarse» (Hch 2, 1-4).
En el transcurso de la última Cena, Jesucristo habló varias veces del Espíritu Santo,
que Él habría de enviar desde el Padre, cuando llegase allá, para enseñarles toda la
verdad, cuya amplitud ellos en aquel entonces no estaban suficientemente
preparados para captar. Les decía: «Os conviene que me vaya, pues si no me voy, el
Paráclito no vendrá a vosotros; en cambio si me voy, os lo enviaré» (Jn 16, 7).
En la acción o iniciativa de una de las Personas de la Santísima Trinidad, siempre
están las otras dos. Y fue en nombre de la Tres Personas que Jesús envió a los
Apóstoles: «Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19).
del Reino eterno de Dios: «Yo soy Rey. Yo para esto nací y para eso vine al mundo» (Jn
18, 37), y su reinado no tendrá fin.
Al engendrar al Hijo del Altísimo, Rey eterno con el Padre y el Espíritu Santo, María
es verdadera Madre de Dios y esposa del Espíritu Santo, habiendo concebido por Su
intervención. Así María, en su calidad de Madre de Dios y esposa del Espíritu Santo
es, casi diríamos por derecho, Reina. Dios no podía, pues, dejar de elevarla al Cielo
en cuerpo y alma, habiendo sido coronada como Reina de los Ángeles y de los Santos.
En el Apocalipsis, San Juan nos dice que vio, en el Cielo, «una mujer revestida del sol,
con la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas» (Ap 12, 1).
Nosotros creemos que María es esta mujer coronada por Dios. Con toda la Iglesia, la
veneramos y proclamamos ¡Reina del Cielo y de la Tierra! Diariamente, la saludamos,
invocamos y cantamos estas palabras «¡Dios te salve Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve!».
Tres Ave María en honra de la Santísima Virgen María y por el Santo Padre
para alcanzar la indulgencia plenaria.
Oh, San José, tú que fuiste quien más cercano vivió a María y Jesús, y que tu
protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios, a ti
confío todas mis intenciones y deseos de consagrarme a Jesús por medio de María.
Ayúdame, San José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones
espirituales de tu Hijo adoptivo, Jesucristo Nuestro Señor, y de tu esposa la
Santísima Virgen María, a quienes protegiste, alimentaste, cuidaste y acompañaste
mientras viviste con Ellos, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder
celestial, te tribute yo mi agradecimiento y homenaje.
Oh, San José, nunca me cansaré de contemplarte con el Divino Niño Jesús
durmiendo en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a
tu corazón. Así que abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele
que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro.
¡San José, ruega por mi! y que esta Consagración que hago a Jesús por medio de
María se imprima en mi corazón transformándolo; protégeme con perpetuo
patrocinio, para que, a ejemplo tuyo y sostenido(a) por tu auxilio, pueda
santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar la eterna bienaventuranza en el
cielo. Amén.
¡Oh, Sagrado Corazón de Jesús!, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único
del Padre Eterno y de María, siempre Virgen! Te adoro en la gloria del Padre,
durante la eternidad y en el seno virginal de María, tu Madre, en el tiempo de tu
Encarnación.
Te doy gracias porque, anonadándote, has venido al mundo, hombre entre los
hombres y servidor del Padre, para librarme de la esclavitud del pecado.
Te alabo y glorifico Señor, porque has vivido en obediencia amorosa a María, para
hacerme fiel discípulo(a) suyo(a). Desgraciadamente, no he guardado los votos y
promesas de mi bautismo y no soy digno(a) de llamarme hijo(a) de Dios. Por ello,
acudo a la misericordiosa intercesión de tu Madre esperando obtener por su ayuda
el perdón de mis pecados y una continua comunión contigo, Oh, Sagrado Corazón
de Jesús.
¡Totus Tuus!
13 de Mayo de 2020.
Celebración del 103 aniversario de las apariciones
de la Santísima Virgen María en Fátima, Portugal.
Carmelo de Coimbra
Ediciones Carmelo