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13 DE MAYO

I. SANTA MISA

II. HORA SANTA

III. ORACIONES DEL ANGEL DE LA PAZ.

“Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen,
no adoran, no esperan, no os aman.”
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os
ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la tierra, en reparación de los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos
infinitos de su Santísimo Corazón de Jesús y del Corazón Inmaculado de María, os
pido la conversión de los pobres pecadores.”

IV. SANTO ROSARIO MISTERIOS GLORIOSOS.

V. CONSAGRACION AL SAGRADO CORAZON DE JESUS, AL INMACULADO


CORAZON DE MARIA Y A SAN JOSE.

Primer Misterio: La Resurrección del Señor.

Intención por el perdón de nuestros pecados. Rezamos este misterio por


todos los errores que hemos cometido durante la vida, para que podamos superar
la oscuridad en que vivimos por el pecado, y que la misericordia de Dios perdone
nuestras culpas y podamos renacer en la Fe, la Esperanza y el Amor

En la primera decena recordamos la Resurrección de Jesucristo.


La existencia de la Resurrección del Señor se asienta sobre señales y pruebas
históricas de la más auténtica veracidad. Primero, su previsión y anuncio hecho por
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Jesús, después, una vez realizada la Resurrección, quedó comprobándolo el sepulcro


vacío y sobre todo los muchos testigos que le han visto, después de haber resucitado
de entre los muertos: comieron en la mesa con Él, tocaron las llagas de sus manos y
costado, convivieron con Él cuarenta días, durante los cuales Jesús resucitado les dio
las instrucciones y poderes necesarios para la Iglesia. Tan seguros de esto estaban
los Apóstoles y muchos discípulos que dieron la propia vida en defensa de la verdad
que afirmaban.
El primer anuncio de la Resurrección una vez ya realizada ésta, fue recibido por las
mujeres, que no habiendo podido en la antevíspera embalsamar convenientemente el
cuerpo del Señor fueron en la madrugada del domingo a prestarle este último
homenaje. El anuncio les fue comunicado por el Ángel que removió la piedra del
sepulcro. «Él les dice: “No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado? Ha
resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron. Pero id a decir a sus
discípulos y a Pedro: Él irá delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo”»
(Mc 16, 6-7).

Por lo tanto, Jesucristo resucitó, siendo su Resurrección el principio de nuestra


resurrección: «Quien cree tiene vida eterna (…) y Yo le resucitaré en el último día» (Jn
6, 47-54).

Segundo Misterio: La Ascención del Señor al Cielo

Intención por la Reparación de nuestras ofensas.


Recemos este misterio con el corazón humilde y arrepentido diciendo: Dios mío,
yo creo, adoro , espero y te amo . Te pido perdón por los que no creen, no adoran,
no esperan y no te aman. De ahora en adelante mi oración y sacrificios te los
ofrezco para reparar todas las ofensas que he cometido contra el Sagrado
Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María .

En la segunda decena recordamos la Ascensión de Jesucristo al Cielo.


Después de su Resurrección, Jesucristo permaneció aún cuarenta días con sus
apóstoles y discípulos, durante los cuales convivió y los trató familiarmente y anunció
su próxima Ascensión al Cielo. A María Magdalena, una de las mujeres que fueron al
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sepulcro en la madrugada de la Resurrección, se le apareció el Señor; cuando se lanzó


a sus pies, como para detenerle, Jesús le dijo: «No Me toques, porque todavía no he
subido al Padre; pero ve a Mis hermanos y diles que subo a Mi Padre y vuestro Padre,
a Mi Dios y vuestro Dios» (Jn 20, 17).
El acontecimiento de la Ascensión de Jesús al Cielo es referido por San Marcos con
estas palabras: «Así el Señor Jesús, después de hablar con ellos, se elevó al cielo y se
sentó a la derecha de Dios» (Mc 16, 19).
Tenemos así bien comprobada la verdad de la Ascensión de Jesucristo al Cielo, y no
hay lugar a dudas. Así pues, en ella creemos y como la Iglesia confesamos nuestra fe
diciendo: «Resucitó al tercer día y subió a los Cielos» (El Credo o Símbolo de los
Apóstoles).
Es en la identificación de nuestra vida con la vida de Cristo como nuestra confianza
se afirma y fortalece. Sabemos que por nuestra unión con Cristo y por sus méritos
seremos salvos; y que agradaremos al Padre en la medida en que reproduzcamos en
nosotros los sentimientos de su Hijo, Jesucristo, de manera que el Padre vea en
nosotros la presencia de su Verbo. Éste es el camino que tenemos que seguir para
llegar a ocupar el lugar que Jesús nos tiene preparado en el Cielo.

Tercer Misterio: La Venida del Espíritu Santo

Intención porque las Familias reciban pronto los Sacramentos. Recemos


para que todas las familias del mundo vivamos una vida sacramental, para que
así tengamos la alegría de recibir la gracia y bendición que necesitan nuestros
corazones.

En la tercera decena, recordamos la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.
El libro de los Hechos de los Apóstoles nos dice cómo sucedieron los hechos. Después
de la Ascensión del Señor al Cielo, los discípulos y los Apóstoles bajaron del Monte de
los Olivos y se dirigieron a Jerusalén. «Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos
juntos en el mismo lugar. Y sucedió que, de repente, sobrevino del cielo un ruido como
de viento huracanado, que invadió toda la casa en la que estaban. Se les aparecieron
lenguas como de fuego, que se distribuían y se posaban sobre cada uno de ellos. Y

todos se llenaron del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les impulsaba a expresarse» (Hch 2, 1-4).
En el transcurso de la última Cena, Jesucristo habló varias veces del Espíritu Santo,
que Él habría de enviar desde el Padre, cuando llegase allá, para enseñarles toda la
verdad, cuya amplitud ellos en aquel entonces no estaban suficientemente
preparados para captar. Les decía: «Os conviene que me vaya, pues si no me voy, el
Paráclito no vendrá a vosotros; en cambio si me voy, os lo enviaré» (Jn 16, 7).
En la acción o iniciativa de una de las Personas de la Santísima Trinidad, siempre
están las otras dos. Y fue en nombre de la Tres Personas que Jesús envió a los
Apóstoles: «Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19).

Cuarto Misterio: La Asunción de nuestra Señora al Cielo.

Intención por Sacerdotes y su celo apostólico. María Madre de los Sacerdotes,


llena a tus hijos con tu amor maternal y protégelos con tu manto , para que el
Espiritu Santo reavive el fuego divino en sus corazones y les de la fuerza para
pastorear y buscar a sus ovejas, velar por ellas y conducirlas al camino de la
verdad y la salvación.

En la cuarta decena recordamos la Asunción de María, Madre de Dios, al Cielo.


La Iglesia, después de haber estudiado este acontecimiento durante muchos años,
iluminada por la asistencia del Espíritu Santo declaró como dogma de fe la «Asunción
de María, Madre de Dios, al Cielo en cuerpo y alma».
Preservada del pecado original, después en el momento de su concepción, por
privilegio único de Dios, María fue por Él, exonerada también de la pena que condenó
al género humano a la corrupción del sepulcro. «Porque tú eres polvo y en polvo te has
de convertir» (Gn 3,19).
Dios había creado al hombre teniendo por destino la vida eterna: no podía dejarlo
para siempre en la muerte del pecado y en el polvo de la tierra. Pensó, entonces, en
María, una humilde hija de la raza humana, pero por los singulares privilegios de que
Dios la revistió, elevada sobre cualquier otra criatura, libre de la mancha del pecado

original; pensó en María pura e inmaculada, para de Ella asumir la naturaleza


humana en orden a realizar la obra de nuestra Redención. Es que Dios no podía tomar
para Sí y unir a su naturaleza divina una naturaleza humana manchada por el
pecado.
En el libro del Génesis Dios le dice al demonio: «Haré reinar la enemistad entre ti y la
mujer, entre tu descendencia y la de ella» (Gn 3, 15). Esta mujer, predestinada por
Dios para dar a Cristo la naturaleza humana y ser con Él la corredentora del género
humano no podía quedar en la sombra de la muerte, por no haber incurrido en la
sentencia de culpa. Así María es la primicia de la Redención operada por Cristo; y por
los méritos de Cristo ella fue elevada al cielo en cuerpo y alma, en donde vive y reina
en Dios con el Hijo suyo y del eterno Padre.
En verdad su Hijo Jesús, Dios y hombre verdadero, es el manantial de la vida, por el
cual todos nosotros habremos de resucitar un día, porque Dios nos creó para la vida
y no podía dejarnos en la sombra de la muerte.

Quinto Misterio: La Coronación de la Virgen María como Reina y Señora de


todo lo creado.

Intención por el fin de la pandemia, por los moribundos y fallecidos.


Madre de Dios y Madre nuestra, te rogamos para que intercedas ante tu hijo por
el fin de la pandemia, por las almas de los que han fallecido y por los que la están
padeciendo. Madre Santísima en este valle de lágrimas que estamos viviendo,
acompáñanos siempre y brilla en nuestro camino como signo de salvación y
esperanza que nos conduce hasta Dios.

En la quinta decena recordamos la coronación de Nuestra Señora en el Cielo, como


Reina de los Ángeles y de los Santos.
Cuando el Ángel anunció a María la Encarnación del Verbo divino le dijo: «Concebirás
en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Éste será grande: se
llamará Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará
eternamente sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin» (Lc 1, 31-33). Dios es el
único Rey eterno; el Hijo se hace hombre y nace para reabrir a la humanidad el acceso

del Reino eterno de Dios: «Yo soy Rey. Yo para esto nací y para eso vine al mundo» (Jn
18, 37), y su reinado no tendrá fin.
Al engendrar al Hijo del Altísimo, Rey eterno con el Padre y el Espíritu Santo, María
es verdadera Madre de Dios y esposa del Espíritu Santo, habiendo concebido por Su
intervención. Así María, en su calidad de Madre de Dios y esposa del Espíritu Santo
es, casi diríamos por derecho, Reina. Dios no podía, pues, dejar de elevarla al Cielo
en cuerpo y alma, habiendo sido coronada como Reina de los Ángeles y de los Santos.
En el Apocalipsis, San Juan nos dice que vio, en el Cielo, «una mujer revestida del sol,
con la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas» (Ap 12, 1).
Nosotros creemos que María es esta mujer coronada por Dios. Con toda la Iglesia, la
veneramos y proclamamos ¡Reina del Cielo y de la Tierra! Diariamente, la saludamos,
invocamos y cantamos estas palabras «¡Dios te salve Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve!».

Tres Ave María en honra de la Santísima Virgen María y por el Santo Padre
para alcanzar la indulgencia plenaria.

CONSAGRACION DE SI MISMO A JESUCRISTO POR MEDIO DE MARIA


SANTISIMA Y SAN JOSE (SAN LUIS MARIA GRIGNION DE MONTFORT)

PETICIÓN DE INTERCESIÓN A SAN JOSÉ PARA MI CONSAGRACIÓN

Oh, San José, tú que fuiste quien más cercano vivió a María y Jesús, y que tu
protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios, a ti
confío todas mis intenciones y deseos de consagrarme a Jesús por medio de María.
Ayúdame, San José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones
espirituales de tu Hijo adoptivo, Jesucristo Nuestro Señor, y de tu esposa la
Santísima Virgen María, a quienes protegiste, alimentaste, cuidaste y acompañaste
mientras viviste con Ellos, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder
celestial, te tribute yo mi agradecimiento y homenaje.

Oh, San José, nunca me cansaré de contemplarte con el Divino Niño Jesús
durmiendo en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a
tu corazón. Así que abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele
que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro.
¡San José, ruega por mi! y que esta Consagración que hago a Jesús por medio de
María se imprima en mi corazón transformándolo; protégeme con perpetuo
patrocinio, para que, a ejemplo tuyo y sostenido(a) por tu auxilio, pueda
santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar la eterna bienaventuranza en el
cielo. Amén.

CONSAGRACIÓN de SÍ MISMO(A) a JESUCRISTO por MARÍA SANTÍSIMA Y


SAN JOSÉ

¡Oh, Sagrado Corazón de Jesús!, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único
del Padre Eterno y de María, siempre Virgen! Te adoro en la gloria del Padre,
durante la eternidad y en el seno virginal de María, tu Madre, en el tiempo de tu
Encarnación.
Te doy gracias porque, anonadándote, has venido al mundo, hombre entre los
hombres y servidor del Padre, para librarme de la esclavitud del pecado.

Te alabo y glorifico Señor, porque has vivido en obediencia amorosa a María, para
hacerme fiel discípulo(a) suyo(a). Desgraciadamente, no he guardado los votos y
promesas de mi bautismo y no soy digno(a) de llamarme hijo(a) de Dios. Por ello,
acudo a la misericordiosa intercesión de tu Madre esperando obtener por su ayuda
el perdón de mis pecados y una continua comunión contigo, Oh, Sagrado Corazón
de Jesús.

Te saludo pues, oh María Inmaculada, templo viviente de Dios: en ti ha puesto su


morada la Sabiduría Eterna para recibir la adoración de los ángeles y de los
hombres. Te saludo, oh Reina del cielo y de la tierra: a ti están sometidas todas las
criaturas. Te saludo, refugio seguro de los pecadores: todos experimentan tu gran
misericordia. Acepta los anhelos que tengo de la Divina Sabiduría y mi
consagración total.

Yo, _____________________ consciente de mi vocación cristiana, renuevo hoy en tus


manos mis compromisos bautismales. Renuncio a satanás, a sus seducciones, a
sus pompas y a sus obras, y me consagro a Jesucristo para llevar mi cruz detrás
de Él, en la fidelidad de cada día a la voluntad del Padre. En presencia de toda la
corte celestial, te elijo en este día por mi Madre y Maestra. Me entrego y consagro a
ti, como tu esclavo(a), mi cuerpo y mi alma, mis posesiones tanto internas como
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externas, incluso el valor de todas mis buenas acciones, pasadas, presentes y


futuras, dejando en ti, entero y completo derecho de disponer de mí, y todo lo que
me pertenece, sin excepción, de acuerdo a tu voluntad, para mayor gloria de Dios
en el tiempo y en la eternidad. Madre del Señor, acepta esta pequeña ofrenda de
mi vida y preséntala a tu Hijo; si Él me redimió ́ con tu colaboración, debe también
ahora recibir de tu mano, el don total de mí mismo(a). En adelante, deseo honrarte
y obedecerte en todo como verdadero(a) esclavo(a) tuyo(a).

¡Oh, Corazón Inmaculado de María!, que yo viva plenamente esta consagración


para prolongar en mí la amorosa obediencia de tu Hijo y dar respuesta a la misión
trascendental que Dios te ha confiado en la historia de la salvación. ¡Madre de
misericordia!, alcánzame la verdadera Sabiduría de Dios, y hazme plenamente
disponible a tu acción maternal. Colócame así,́ entre los que tú amas, enseñas,
guías, alimentas y proteges como hijos tuyos. ¡Oh, Virgen fiel!, haz de mí un(a)
auténtico(a) discípulo(a) e imitador(a) de tu Hijo, el Sagrado Corazón de Jesús.
Contigo, Madre y modelo de mi vida, llegaré a la perfecta madurez de Jesucristo en
la tierra y a la gloria del cielo. Amén.

¡Totus Tuus!

13 de Mayo de 2020.
Celebración del 103 aniversario de las apariciones
de la Santísima Virgen María en Fátima, Portugal.

*FUENTES DE MEDITACIONES DEL ROSARIO:

El Rosario con Sor Lucía

Carmelo de Coimbra

Ediciones Carmelo

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