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El documento reflexiona sobre cómo la crisis actual es una oportunidad para pensar en lo que es realmente importante para la existencia humana más allá de las cosas materiales. Propone que el aislamiento obligatorio puede usarse para construir el "hogar interior" mediante las relaciones cercanas y el lenguaje que promueve el cuidado mutuo. Finalmente, argumenta que la situación actual invita a una reflexión sobre cómo estamos habitando el mundo y construyendo nuestro sentido existencial a través de las conexiones con lo terrenal y lo divino en lo cotidiano.
El documento reflexiona sobre cómo la crisis actual es una oportunidad para pensar en lo que es realmente importante para la existencia humana más allá de las cosas materiales. Propone que el aislamiento obligatorio puede usarse para construir el "hogar interior" mediante las relaciones cercanas y el lenguaje que promueve el cuidado mutuo. Finalmente, argumenta que la situación actual invita a una reflexión sobre cómo estamos habitando el mundo y construyendo nuestro sentido existencial a través de las conexiones con lo terrenal y lo divino en lo cotidiano.
El documento reflexiona sobre cómo la crisis actual es una oportunidad para pensar en lo que es realmente importante para la existencia humana más allá de las cosas materiales. Propone que el aislamiento obligatorio puede usarse para construir el "hogar interior" mediante las relaciones cercanas y el lenguaje que promueve el cuidado mutuo. Finalmente, argumenta que la situación actual invita a una reflexión sobre cómo estamos habitando el mundo y construyendo nuestro sentido existencial a través de las conexiones con lo terrenal y lo divino en lo cotidiano.
Filosofía y humanidades Construir, habitar, pensar El mundo tal cual lo conocemos ha sufrido grandes cambios dadas las circunstancias que lo han llevado reflexionar sobre la manera en la cual se estaba orientando la sociedad actual; el sistema del mundo actual que estaba diseñado para que los hombres buscaran y acumularan cuantas cosas le fuesen posible ha sido puesto en jaque por una crisis sanitaria que ha puesto en evidencia no sólo las falencias del sistema que condiciona la existencia de la especie humana, sino que ha demostrado la necesidad de reflexionar sobre lo que es realmente importante, aquello que es verdaderamente humano y propio de su condición existencial. La crisis que se da actualmente en todos los ámbitos de la vida humana dejan de manifiesto que todos los años de progreso y de evolución, nociones que se han convertido en principios primordiales en la configuración global de la vida contemporánea, no son realmente un logro destacable para el hombre; el mundo de las cosas, de la acumulación y el dinero hoy no son suficientes para garantizar una vida de sentido y plenitud para la existencia humana. Frente a este panorama que parece gris, es necesario retomar la reflexión sobre nuestro entorno vital no sólo externo dadas las circunstancias actuales, sino nuestro entorno interior para poder establecer de qué manera nos estamos cultivando y de qué manera estamos habitando en el mundo. La dificultad o la oportunidad que surge de las condiciones en las cuales nos estamos desenvolviendo actualmente dependen de la manera sobre la cual queramos abordar esta reflexión, que puede por una lado abordarse desde una perspectiva pesimista en la cual la discusión gire en torno a la añoranza permanente del mundo de las cosas que hoy se ve seriamente lastimado e insuficiente para dar valor verdadero al hombre en su caminar, o por otra parte abordar la situación actual con todos sus matices como una oportunidad para reflexionar sobre lo cercano, aquellos vínculos que dan valor sagrado a nuestro estar en el mundo, la manera en que estamos construyendo nuestro hogar interior para interactuar con la realidad que va más allá de las apariencias que nos presenta el mundo de la técnica y la tecnología. El aislamiento que ha obligado a que cada persona permanezca en casa dada la crisis provocada por la pandemia puede ser un tiempo para detenernos y hacer una pausa a la carrera propuesta por el paradigma dominante que reduce nuestra estancia vital a producir y desarrollar conocimientos pragmáticos, receso que nos lleve a reflexionar precisamente sobre la cercanía que implica la noción de hogar, la manera en que nos estamos relacionando con nuestros familiares, gustos y demás factores que generan una dimensión de sentido a nuestro ser, es por lo tanto importante reflexionar sobre la manera en la cual estamos construyendo nuestro hogar interior con cada acción, palabra o pensamiento, lo que permite profundizar cada vez más en lo que implica la trascendencia en lo cotidiano y lo cercano, el péndulo que se da en el hombre entra la mortalidad y la divinidad, entre el cielo y la tierra dada su condición existencial. El hogar es la noción que tal vez merece mayor consideración dada las circunstancias del aislamiento domiciliario que se vive por la situación actual del mundo, puesto que el hogar suele ser cotidianamente un sinónimo de casa que es propiamente el conjunto de paredes, ventanas y pisos en los cuales las personas se refugian ante las posibles inclemencias del tiempo, es decir, la casa es el lugar físico al cual los hombres van al terminar sus demás quehaceres de la vida cotidiana. Sin embargo, es necesario distinguir entre casa y hogar; el hogar no hace referencia a este lugar físico en el cual simbolizamos nuestras conquistas en el mundo material, adornado de muebles y cuadros de alto costo, con dispositivos tecnológicos que la hacen un lugar lujoso y “próspero”, el hogar es propiamente donde se dan lazos y vínculos afectivos que alimentan y contribuyen a la construcción de una dimensión de sentido, es aquel lugar interior desde el cual nos relacionamos e interactuamos con el mundo, estableciendo una conexión con lo cercano y terrenal que dé una apertura hacia lo trascendente y divino que constituye esencialmente nuestro habitar en tanto hombres que están entre el cielo y la tierra. La construcción no se debe entender necesariamente desde la perspectiva de la sociedad técnica donde construir implica edificar elementos con una finalidad pragmática, esto es, elementos que puedan ser utilizados por la sociedad del consumo que se ha acentuado desde el desarrollo acelerado de la industria; la construcción es la manera mediante la cual estamos forjando nuestro ser interior, la manera en la cual nos estamos cultivando y alimentando mediante la relación con las demás formas que hay en nuestro mundo cercano, construcción que se ha dar desde lo significativo y lo sagrado, entendiendo que la construcción no se da desde el exterior sino que es un proceso interior producto del diálogo que va desde lo interno hasta lo externo y que permite que nos construyamos basados en el afecto y la luz que nos otorgan las relaciones de sentido. Esta construcción llevada al contexto en el cual se desempeña la vida en estos momentos de cuarentena puede ser entendida en la manera mediante la cual nos encontramos interactuando con quienes vivimos y con los demás, interacción que se da mediante el lenguaje que tiene un profundo carácter de significación tanto en quien lo menta como en quien es receptor, por lo tanto es necesario considerar el lenguaje como condición esencial de la construcción tanto propia como del otro, lo que implica que hay que edificar un lenguaje que propicie el cuidado y el vínculo afectivo con el otro y con lo otro, con la intención de establecer una relación armónica y significativa con lo celestial y lo terrenal, con lo mortal y lo divino, aspectos esenciales en el habitar del hombre y la construcción de sentido de su condición existencial. La situación actual que se da en el mundo es una oportunidad para reflexionar sobre lo esencial y significativo de nuestra experiencia existencial; el receso obligatorio de nuestras actividades relacionadas con las exigencias de la sociedad contemporánea puede ser un momento para pensar y mirar atentamente lo cercano y determinar de qué manera estamos construyendo nuestra dimensión de sentido y de qué forma estamos habitando y caminando por la vida. Esta reflexión tan profunda y de un valor existencial notorio y considerable nos lleva a pensar y replantear la manera mediante la cual nos estamos relacionando con nuestro entorno cotidiano y cercano, si estamos vinculándonos sagrada y significativamente con las formas que se desprenden de la otredad con las cual interactuamos mediante el lenguaje que debe ser propiciar el cuidado y el afecto con el fin de alimentar una dimensión de sentido que conecta lo terrenal con lo celestial que sólo se logra con un habitar y un construir sagrado, con la conformación de un hogar con disposición dialógica constante que busca dimensiones de sentido en el misterio que se esconde en las cosas del mundo cotidiano del cual somos parte y al cual podemos acercarnos mediante la mirada atenta y el diálogo constituido por el respeto y el cuidado de todo lo que existe desde una perspectiva serena en la cual dejemos a las cosas ser y expresarse para con ello construir constantemente nuestro hogar.