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Lucas 2:8-20
INTRODUCCIÓN
El ingrediente clave de la vida feliz es, sin duda, LA ALEGRÍA. Tanto es así que, por muy
afortunadas que sean nuestras circunstancias, si ella nos falta permanecemos
insatisfechos. Se comprende, pues, que el fin último de casi todas nuestras iniciativas sea
sentirnos alegres y que en el mercado circulen infinidad de ofertas que prometen cumplir
dicho anhelo.
En medio de tal vorágine, estas páginas nos invitan a tomarnos un tiempo para meditar
sobre las fuentes de la verdadera alegría. Esta, en contraste con los engañosos
planteamientos hedonistas y con el estéril individualismo que hoy prevalecen, asume el
sufrimiento, reclama nuestra activa colaboración y revierte en servicio a los demás,
permitiéndonos recuperar aquella imagen y semejanza divinas que recibimos con nuestro
primer latido.
¿Cómo se puede vivir con alegría ante la calamidad y miseria que viven millones de seres
humanos?
“…Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de MUCHA ALEGRÍA para todo el
pueblo…” Vs. 10
El nacimiento de Jesús es la fuente de la verdadera alegría para todos los que creen y
experimentan su presencia.
A. LA ALEGRIA DEL MENSAJE DIVINO PARA LOS QUE CREEN. Vs. 8-14
Los pastores.
Ante todo, ¿por qué el primer anuncio oficial del nacimiento de Jesús va dirigido
a unos pastores?
Con toda probabilidad, casi con absoluta certeza, se puede decir que la presencia de
los pastores en la narración de Lucas se debe a que el nacimiento de Jesús se
había relacionado con Belén, la ciudad de David.
La profecía.
Miqueas 5. “Pero tú, BELEN Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de
ti me saldrá el que será SEÑOR en Israel…y APACENTARÁ con poder de Jehová…Y
esté será nuestra PAZ” 5:2, 4 y 5.
Presenta a Belén como una aldea de donde Dios va a sacar «al que ha de ser el
REY de Israel» —igual que David—, por insignificante que sea su lugar de origen.
Belén, significa CASA de PAN. “Yo soy el PAN de vida” Juan 6:35
Lucas presenta a Jesús como Rey (Mesías), SEÑOR y Salvador del pueblo y nacido
precisamente en una aldea de pastores. Vs. 11.
ENSEÑANZA.
B. LA ALEGRÍA DEL MENSAJE DIVINO PARA LOS QUE OBEDECEN. Vs. 13-20
Apenas terminado el anuncio a los pastores, una legión del ejército celestial se une al
mensajero, y todos a coro entonan un himno de alabanza, porque:
Ha nacido un Salvador.
El nacimiento de ese niño es la gran efusión de paz sobre todos los predilectos del
Señor. Y esa paz es la fuente de una alegría que ha de inundar a todo el pueblo.
CONCLUSIÓN.
El plano final, como en episodios precedentes, se centra en la desaparición de los
personajes; es decir, lo que antes hemos calificado como «estribillo A» en el apartado 1. Los
pastores se vuelven a sus rebaños, mientras resuena en sus alabanzas un eco lejano del
cántico de los mensajeros.
Notas exegéticas:
v. 8. En las cercanías había unos pastores El primer anuncio del nacimiento del
Mesías no va dirigido a las autoridades religiosas o políticas, sino a unos modestos
habitantes de la comarca ocupados en sus menesteres. El tema de «los humildes» ha
sonado ya en el Magníficat (Lc. 1,52); esta nueva nota prepara su ulterior desarrollo a
lo largo de la narración evangélica (véase el pasaje derivado de «Q» en Lc. 7,22). El dato
es una de las tantas manifestaciones de universalismo en el Evangelio según Lucas.
Como fondo de la narración están las andanzas de un muchacho llamado David, que
«iba y venía del campamento de Saúl a los pastos de Belén para cuidar el rebaño de su
padre» (1 Sm 17,15). La temática de los pastores ya ha quedado suficientemente
desarrollada en el «comentario general». Que vivían a la intemperie El participio
agraulountes quiere decir que los pastores habían convertido el campo (agros) en su
propia casa (aulé; cf. Lc. 11,21). Ese detalle ha dado pie a multitud de intentos para
fijar aproximadamente el mes en que nació Jesús, teniendo en cuenta la climatología
de los diversos meses del año. Pero todas esas propuestas tienen mucho más de
fantásticas que de convincentes. Y de noche velaban sus rebaños por turno La
construcción griega usa aquí un acusativo interno: «vigilando las vigilias de la noche».
Esto sugiere un cierto matiz distributivo, que especificamos en la traducción: «por
turno».
El libro de los Números emplea frases semejantes para determinar las funciones de
guardia de los levitas (cf. Nm 3,7.8.28; 8,26). La vigilancia nocturna de los pastores
prepara la inmediata explosión de gloria y de claridad ofuscante que se va a producir
en el v. 9. v. 9. El ángel del Señor Véase la «nota» exegética a Le 1,11. Aquí, al revés
que en Le 1,19, el mensajero no revela su nombre. Como sucede frecuentemente en el
Antiguo Testamento, también aquí el mensaje del «ángel del Señor» se atribuye
posteriormente al «Señor» en persona (cf. v. 15). Se les presentó En todo el Nuevo
Testamento, el verbo ephistanai no aparece prácticamente fuera de los escritos de
Lucas, y en éstos, casi siempre en aoristo segundo (cf. Le 2,38; 4,39; 10,40; 20,1;
21,34; 24,4; también es frecuente en los Hechos de los Apóstoles).
Vuelven a resonar las notas de «ALEGRÍA» (cf. Lc. 1,14), que constituyen la
atmósfera más adecuada para el amanecer de la nueva era mesiánica; una
alegría en expansión, «que lo será para todo el pueblo», es decir, para todo Israel.
v. 11. Hoy Suena por primera vez el adverbio sémeron, que va a tener una función
destacada a lo largo de la narración evangélica de Lucas (cf. Lc. 4,21; 5,26; 12,28;
13,32.33; 19,5.9; 22,34.61; 23,43). Frecuentemente indica la inauguración del
ésjaton, de la etapa definitiva (cf. tomo I, p. 394); y así hay que interpretarlo aquí,
aunque con sentido proléptico. En la ciudad de David En «Belén de Judá», como en el
v. 4; véase la correspondiente «nota» exegética. Os ha nacido El plural tiene alcance
colectivo, es decir, para los pastores y para el pueblo entero. Salvador El título de
Jesús más típicamente lucano es el que aparece en primer lugar. Ya antes, en el
Magníficat, se había usado ese título, pero aplicado a Dios (Lc. 1,47). Ahora se atribuye
explícitamente a Jesús, aclarando de manera definitiva el simbolismo de la «fuerza [ =
cuerno] de salvación» (cf. Lc. 1,69). Cf. Lc. 2,30.
Para el significado de este título, véase nuestro «esbozo de teología lucana» en el tomo I
de este comentario, pp. 342-344. El Mesías, el Señor El anuncio celeste añade al
título inicial, «Salvador», dos nuevos títulos provenientes de la tradición primitiva
judeocristiana. Pero la novedad consiste en que Lucas aplica esos dos títulos a Jesús
en el momento mismo de su nacimiento. En el «esbozo de teología lucana» (cf. tomo
I, pp. 331-342) hemos expuesto el significado de ambos calificativos. Decididamente,
no se pueden considerar como adiciones introducidas por algún helenista. En realidad,
el texto dice christos kyrios, o sea, dos nominativos sin artículo. Y ésta es la lectura
de los manuscritos griegos más importantes. Sin embargo, entre las versiones antiguas
hay alguna —el manuscrito r1 de la VL y la versión siro-palestinense— que traduce: «el
Mesías del Señor» (christos kyriou). No cabe duda que la variante se debe a un influjo
de Lc. 2,26, o del texto griego (LXX) de Lam 4,20, o de SalSl 17,32. El hecho de que
ambos nominativos vayan sin artículo puede dar pie a otra interpretación, según la
cual la primera palabra no sería realmente un título, sino que funcionaría como
adjetivo, y en ese caso habría que traducir: «(el) ungido Señor».
Sea como sea, y dado que es la única vez que sale esa expresión en todo el Nuevo
Testamento, prefiero atenerme a la lectura de los códices más representativos.
Además, hay otra razón, y es que, casi con toda seguridad, esa frase es un eco de la
conclusión del discurso pronunciado por Pedro el día de Pentecostés: «Entérese bien
todo Israel de que Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús a quien
vosotros crucificasteis» (Hch 2,36). Los dos títulos, originariamente relacionados con la
resurrección, se retrotraen en este caso al nacimiento de Jesús. Cf. P. Winter,
Lukanische Miszellen: ZNW 49 (1958) 67-75.
v. 12. Una señal para vosotros. La inmensa mayoría de los manuscritos —tanto la
recensión hesiquiana como la «koiné» y los códices D y ©— introducen el artículo
definido (to) antes de sémeion ( = «signo», «señal»): «ésta será la señal». Pero bien se
puede explicar esa adición como influjo de los paralelos veterotestamentarios (cf. la
versión griega de Éx 3,12; 2 Re 19,29; Is 37,30, etc.; cf. 1Q27 1, 5: «ésta es la señal de
que se va a cumplir [lo que te he dicho]»). Como a Zacarías el sacerdote (Lc. 1,18-20) y
a María la madre (Lc. 1,36), también a los pastores se les ofrece una garantía del
anuncio; una señal, por cierto, bastante extraña, que no corresponde en modo alguno
a lo que cabría esperar de un nacimiento tan importante como el del futuro Mesías. Un
niño Lucas emplea aquí la palabra brephos para designar al «niño» recién nacido.
v. 14. Gloria a Dios en el alto cielo. Traducimos por «cielo» —o «alto cielo»— la
expresión literal en hypsistois (= «en las alturas»). La aclamación de tonalidad
decididamente hímnica no aparece con esa formulación concreta en el Antiguo
Testamento, pero está inspirada en una infinidad de frases que invitan a «dar gloría»
(doxan didonai) a Dios, a aclamar su nombre, a darle gracias por su actuación
maravillosa. Esta «gloria» no es exactamente igual a la doxa kyriou (= «la gloria del
Señor»: v. 9), que es una manifestación visible de la presencia sal vinca de Dios. La
fórmula empleada aquí se parece a SalSl 18,10: «Grande es nuestro Dios y glorioso
(endoxos) el que habita en las alturas» (es decir, en las moradas del alto cielo). La
locución preposicional en hypsistois no tiene matiz cualitativo, sino locativo, es decir,
hacer referencia a «las alturas» en cuanto morada de Dios (cf. Job 16,19; Sal 148,1;
Eclo 26,16; 43,9). La antítesis entre en hypsistois ( = «en las alturas», «en el alto cielo»)
y epi gés (— «en/sobre la tierra»), en el hemistiquio siguiente, es innegable. La
aclamación tiene carácter yusivo o volitivo; no es meramente declarativa, como piensa
G. Schneider (Das Evangelium nach Lukas, p. 67).
Paz en la tierra. El original invierte los términos: epi gés eiréné ( = «en la tierra, paz»),
con lo que establece un paralelismo quiástico con las dos primeras palabras del
hemistiquio precedente: doxa en hypsistois ( = «gloria en el cielo»). Sobre el significado
de «paz» como una expresión sintética de los efectos del acontecimiento Cristo, véase
en el tomo I nuestro «esbozo de teología lucana» (pp. 291ss). Cf. Lc. 19,38. A los
hombres que él ama La palabra eudokia tiene, innegablemente, un significado de
«complacencia», «benevolencia», «buena voluntad».
Ahora bien, donde se plantea el problema es en la determinación del texto original. Los
manuscritos más importantes, aunque pocos —B+, n+, A, D y W—, muchas de las
versiones antiguas —toda la tradición latina, incluyendo la Vulgata, y la versión gótica
— e innumerables citas de los Santos Padres leen en genitivo: eudokias ( = «de [su]
complacencia»). B. M. Metzger (TCGNT, 133) la considera como lectio difficilior. En
cambio, la tradición textual «koiné», el códice G y las versiones siríacas y la bohaírica
ponen eudokia en nominativo ( = «[su] complacencia»). La diversificación textual ha
cristalizado en dos corrientes de traducción. Una —representada en el mundo de
lengua inglesa por la King James Versión (KJV)— acepta eudokia en nominativo y
articula el cántico en tres hemistiquios: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz,
buena voluntad hacia los hombres. Por su parte, la otra corriente —encabezada por la
versión Confraternity of Christian Doctrine (CCD)— se inclina por el genitivo eudokias
y reduce el cántico a dos hemistiquios: Gloria a Dios en el (alto) cielo, y en la tierra
paz entre los hombres de buena voluntad. En la primera traducción, los tres
nominativos: doxa, eiréné y eudokia, se consideran la base estructural del himno. En
cambio, en la segunda, el criterio determinante es el paralelismo quiástico, al que ya
hemos hecho alusión. Hay que observar, con todo, que el paralelismo no es exacto; el
segundo hemistiquio es notablemente más largo que el primero. Actualmente se han
abandonado esas dos versiones y se ha impuesto otra que es, casi con toda seguridad,
la más correcta: Gloria a Dios en el (alto) cielo; y en la tierra paz a los hombres
que él ama.
Recientemente (1985), la traducción castellana de la Biblia (Nueva Biblia Española, Ed.
Cristiandad, Madrid) lo hace igualmente en esta dirección: Gloria a Dios en lo alto y
paz en la tierra a los hombres de su agrado. En estas nuevas traducciones se
conservan todas las correspondencías: «gloria» y «paz», «alto cielo» y «tierra», «Dios» y
«los hombres que él ama» o «de su agrado». Aparte de un paralelismo más completo, se
mantiene el texto mejor documentado, es decir, el genitivo eudokias ( = «hombres) de
[su] complacencia», o sea, a los que Dios concede su favor, a los que manifiesta su
predilección). Vamos a dar algunas razones por las que eudokia puede traducirse como
atributo de Dios, es decir, «su complacencia»:
v. 15. Cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían Vuelve la
construcción narrativa kai egeneto seguido de una subordinada temporal y de verbo en
indicativo sin la conjunción kai (cf. tomo I, pp. 198ss), que, traducida literalmente,
daría: «Y sucedió, cuando los ángeles se marcharon al cielo, (que) los pastores se
decían...». La tradición textual «koiné», el códice D y otros muchos introducen la
conjunción kai antes del verbo en indicativo y sustituyen hoi poimenes (— «los
pastores») por hoi anthropoi ( = «los hombres»); de modo que la frase quedaría así: «Y
sucedió, cuando los ángeles se marcharon al cielo, (que) los hombres se decían...».
Pero, como se ve, el sentido no experimenta ningún cambio. A ver eso que ha pasado
Encontramos una vez más rema ( = «palabra», «cosa»), cuya ambigüedad queremos
reproducir con la traducción genérica: «eso» (véanse las «notas» exegéticas a Lc.
1,37.38. Cf. Lc. 1,65. La Vulgata traduce literalmente: Videamus hoc verbum quod
factum est, con lo que conserva el carácter «semítico» de la frase griega, cosa
totalmente imposible en castellano. Que nos ha anunciado el Señor «El Señor» se
refiere a Dios (véase la «nota» exegética a Lc. 2,9). El verbo gnorizein ( = «manifestar»,
«anunciar») tiene en esta frase com- 232 Nacimiento de Jesús: 2,1-20 plemento directo
y complemento indirecto, como en Hch 2,28 ( = Sal 16,11); cf. Hch 7,13.
v. 18. Todos los que lo oyeron. Dado el contexto del episodio, la frase tiene que
referirse a los habitantes de Belén. Anteriormente, en Lc. 1,66, hemos encontrado una
reacción semejante con motivo del nacimiento de Juan. Sólo que entonces los vecinos
se preguntaban expresamente: «¿Qué irá a ser de este niño?», mientras que aquí no se
menciona más que el hecho global de la «admiración». Pues bien, ¿no se podría pensar,
tal vez, que en esa indicación genérica de Lucas vaya implícita una pregunta semejante
con respecto a Jesús? Se admiraban El verbo thaumazein ( = «admirarse») puede
indicar también una reacción de «sorpresa». Compárese con Lc. 1,21.63; 2,33.
v. 19. María, en cambio, conservaba todo esto. Traducimos una vez más con un
indefinido, «esto», la ambigua expresión griega remata ( — «palabras», «cosas»), que se
refiere indudablemente a la inesperada visita de los pastores y a los que la habían
contado. El contenido genérico de esta frase contrasta con Lc. 2,51, donde se repite la
expresión, pero con referencia a un hecho concreto de carácter extraordinario.
Anteriormente, en la introducción a las narraciones de la infancia —y, en concreto, en
la presentación esquemática de su estructura en el apartado 1— hemos calificado
estos dos versículos (Lc. 2,19.51) como «estribillo C». Entre las pequeñas diferencias
que caracterizan la redacción de estos dos versículos hay que notar la sustitución de
synetérein (Lc. 2,19) por diatérein (Lc. 2,51), aunque no cambie el significado ( =
«guardar», «conservar»). Este último verbo es el que usa la versión griega de los LXX en
Gn 37,11. José ha contado su sueño de las gavillas a su padre y a sus hermanos; pero
mientras éstos se recomen de envidia, «su padre le daba vueltas al asunto (rema)». En
Dn 4,28, la versión griega (LXX) —que corresponde al 4,25 del texto arameo— no sólo
cambia la numeración de los versículos, sino que amplía el texto con una visión
introspectiva: «Cuando (Daniel) terminó de hablar, el rey Nabucodonosor, al oír que en
su sueño se revelaba un decreto del Altísimo, guardó en su corazón todas estas
palabras (tous logous en té kardia synetérése)». En los dos pasajes (Gn 37,11; Dn
4,28) se describe la perplejidad interna de una persona que intenta comprender el
significado profundo de lo que le han contado.
Ésa tenía que ser, indudablemente, la situación anímica de María, como se explica con
toda claridad en la frase siguiente. Meditándolo en su interior El verbo symballein es
exclusivamente lucano en todo el Nuevo Testamento. Pero en cada pasaje, tanto de la
narración evangélica como del libro de los Hechos, tiene significados distintos, y el
caso es que ninguno cuadra en nuestro texto. En Hch 4,15 significa «deliberar», y ése
es también, posiblemente, su significado en Hch 17,18 (aunque hay quien prefiere
traducirlo por «encontrarse [con los filósofos atenienses]»). En Lc. 14,31, dado su
contexto bélico, el sentido es de «trabar combate», «presentar batalla», y lo mismo en la
variante textual de Lc. 11,53.
v. 20. Los pastores se volvieron. Como conclusión del episodio, resuena el «estribillo
A», según hemos indicado en el apartado 1. Cf. Lc. 1,23.38.56; 2,40.51. Glorificando y
alabando a Dios Se marchan los pastores; pero en esos cantos toma cuerpo y se
multiplica la gloria y la paz cantada por los mensajeros celestes (vv. 13-14). En la
versión griega (LXX) de Dn 3,26.55 encontramos también una yuxtaposición de los dos
verbos: «Alabado y glorificado sea tu nombre por siempre», «a él gloria y alabanza por
los siglos». Porque habían visto y oído Literalmente habría que traducir: «por todo lo
que habían visto y oído». En Hch 4,20 vuelven a aparecer juntos los dos verbos: «ver» y
«oír». Naturalmente, no se puede tomar esta afirmación como fundamento para aislar
un relato propio que hubiera que atribuir a los pastores.