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Asfodelos PDF
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ASFODELOS
.... Oh i I.a Muertela muer
te soberana, Inmensamente po
derosa, una y múltiple, presen
te, haciendo sentir sil imperio
a todas llorasen todos los lima
res,— la muerte, sombra de Dios
extendiéndose como inmensa
bandera, dominando sobre id
mundo, sobre los seres y las co
sas, rodeando todo, acechando
todo y cerrándolo en un cir
culo cada vez mas estrecho. I.a
muerte ¡la solaque verdadera
mente existe
B. C. C.
MÉXICO
EDUARDO DUBLAN, IMPRESOR
CALLEJOS DE CINCUENTA Y SIETE NCM. 7.
MDCCCXCVII
INDICE
Paos.
La alegría de lamuerte....................... 5
Una obsesión........................................ 23
Ultimas horas........................................ 45
Lo inevitable.................. *................... 55
Asesino?................................................. 79
Blanco y rojo........................................ 91
Causa ganada...................................... 113
Por qué?................................................ 133
Un aprensivo........................................ 153
El derecho de vida............................... 1G3
Bayo de Luna...................................... 177
Lo que dijo el mendigo......... ............ 191
Para Jbsús E. Valenzuela.
La Alegría
de la Muerte
Nuestra Seli ra la Huerto sentíase
profundamente malhumorada. Du
rante toda la noche había errado de
un lado al otro del cementerio, pa
seando su manto blanco A lo largo
de las avenidas, haciendo chocar los
huesos de sus manos y mirando con
sus miradas profundas y sin expre
sión las blancas filas de sepulturas.
Se detenía ante los túmulos suntuo
sos, plegando sus labios secos con ma-
cábrico gesto, y los observaba sin
tiéndose llena de satisfacción al con
siderarse la dueña de todo lo creado,
la soberana derramadora de lágri
mas, el terror del pobre mundo, la
grande,la Todopoderosa.
8 ASFODELOS
Una Obsesión
En un pequeño mueble Luis XV,
comprado por mi últimamente, en
contré, en el fondo de un cajón, la
carta que aquí se lee:
«Querido amigo:
Lo que te escribo va á extrañarte
profundamente; pero no tienes una
idea del estado de excitación y de pe
sar en que me encuentro. Tú, el mo-
jor compañero de otros días, el que
conoció todas mis dichas y todas mis
angustias, eres el único que puede
oír y consolar mi desolación. Ven,
ven á vivir al lado mío, á ser el com
pañero de otros tiempos; sólo que
ahora ni reiré, ni seré el bullicioso
3
26 ASFODELOS
Lo Inevitable
Vacilando, llegó á la puerta del
cuarto; ahí, se detuvo para descan
sar. Qué subida y qué caminata!
Con las manos oprimía el pecho que
riendo contener los golpes que el co
razón daba, al tiempo que respiraba
con avidez.
Luego pasó la mano por su frente
y al sentirla humedecida por el su
dor, todo su cuerpo se estremeció.
Miró su mano, la vió detenidamen
te con ojos de terror y, después la
sacudió, la frotó contra la pared co
mo queriendo borrar algo.
Sentía una fatiga inmensa y una
angustia más fatigosa aún. En su ca
beza daban vueltas ideas incohe
58 A8F0DEL0S
En la obscuridad de la estrecha
Pieza sólo brillaba, con irradiaciones
de ópalo, una pequeña lámpara.
Eos mejores momentos hablan pa
gado, lacia de caricias, fatigada de
fil ASFODELOS
Asesino?
Silvestre Abad, asesino, narraba á
sus amigos algunas de sus proezas.
Sus ojos inyectados tomaban ex
presiones varias, de acuerdo con su
narración. He aquí lo que con agi
tada voz decía:
«Ha sido una sola vez, una sola,
cuando yo he gozado al matar....
y oso fué tan rápido, tan breve, que
á veces creo haber soñado. Yo era
entonces muy joven y nunca había
matado. Hacía muchos dias que va
gaba en busca de trabajo, mendi
gando un pedazo de pan, arrastrán
dome, mojado por la lluvia, tostado
Por el sol, muerto de fatiga y llevan
do en el alma una de esas rabias
82 ASFODELOS
Causa ganada
El acusado conservaba toda su
tranquilidad. Las gentes sencillas
encontraban una prueba de su ino
cencia; los Jurados la actitud de un
criminal consumado.
La causa promovía ese interés no
velesco de los asesinatos cuyo origen
es el amor. Las gradas estaban ca
si llenas, los debates duraban desde
días antes y en realidad nada claro
ni definitivo podía concluirse.
El agente del Ministerio Público,
un sefior grueso, rojo, sudando á ca
da momento, hablaba, y con su voz
fuerte llenaba la sala de un tono de
clamatorio, rehacía los hechos, pin
taba lóbregamente lo negro de la bis-
11C ASFODELOS
Por qué?
La carta decía:
«Me he reído, los he calificado con
nombres poco honrosos, los lio ridi
culizado A todos aquellos que por
su propia mano se han dado muer
te, y hoy, dentro de unos momentos,
viejo amigo, vendrás para extender
sobre una cama y cubrir con la en
voltura que nunca más se quita, á
tu compañero de infancia, de preo
cupaciones y de viajes.
¿Por qué? tal vez, bien visto, no
sabría decírtelo, y sin embargo, mu
chas veces me hice la misma pre
gunta, sólo que entonces era en
opuesto sentido: ¿Por qué vivía?
Efectivamente, conoces tú algo
136 ASFODELOS
Un Aprensivo
«Oh! no! evidentemente A mi no
fne atrapará, es imposible. Yo co
nozco sus costumbres, sus engaños
y sus acechos.
La siento cuando se aproxima,
cuando toca algún objeto, cuando
vaga á mi alrededor acosándome
con más proximidad cada vez. Tra
bajo me costó; pero hoy he llegado
il ser más listo que ella. No, no me
dejaré sorprender por la muerte!»
Con los ojos brillantes y dilatados,
con el aliento oprimido y voz pro
funda y convencida, así habló el lo
co ante el cual me habían conduci
do. Después de una breve pausa,
continuó:
I5G ASFODELOS
El Derecho de Vida
Cuando ella me anunció brusca
mente su estado, mi garganta sintió
como si la oprimieran, mi lengua se
enroscó rehusando articular las pa
labras que como un torrente afluían
á ella.
En cinta! Un hijo! Estas dos pala
bras representaban para mí algo
absurdo, extraño, algo solemnemen
te disparatado que nunca había pa
sado por mi imaginación desde que
vivía al lado de ella. ¡Un hijo!
Durante todo el día estas tros sí
labas dieron vuelta en mi cabeza sin
Que me fuera posible expulsarlas.
Parecían tres insectos, tres moscones
entrados ahí para azotar constante-
1G6 ASFODELOS
Rayo de Luna.
Estoy en un hospital de aliena
dos. Todo mi síntoma, toda mi locu
ra es declarar lo que he visto ó in
sistir.
Ninguno como yo comprende lo
extravagante y lo inverosímil de mi
narración; yo mismo he dudado y
me he creído juguete de una aluci
nación; pero siempre, después de
muchas dudas, he llegado A la mis
ma conclusión: mi narración es cier
ta, terriblemente cierta, y de ella me
ha quedado una impresión de espan
to presta á despertarse á cada mo
mento. La noche silenciosa y me
lancólica; la noche en la que antes
gustaba vivir sintiéndome solo y des
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La alegría de lamuerte....................... 5
Una obsesión........................................ 23
Ultimas horas........................................ 45
Lo inevitable.................. *................... 55
Asesino?................................................. 79
Blanco y rojo........................................ 91
Causa ganada...................................... 113
Por qué?................................................ 133
Un aprensivo........................................ 153
El derecho de vida............................... 1G3
Bayo de Luna...................................... 177
Lo que dijo el mendigo......... ............ 191
Esta obra se imprimió en la Tipografía
<ie Eduardo Dublán y se concluyó el 26 de
Agosto de 1897.