Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Es muy común escuchar a gente que hoy en día dice: “No necesito ir a la iglesia
para ser cristiano”, “Mi casa es la iglesia”, o “Puedo tener iglesia en una montaña.”
Cuando somos confrontados con este tipo de opinión, los cristianos debemos de
responder efectivamente.
El verdadero creyente sabe que hay mandamientos en la Escritura que no pueden
ser obedecidos a menos que formemos parte de una iglesia. Por ejemplo, en Juan
13:35 Jesús dice: “En esto conocerán que son mis discípulos, si tuviereis amor los
unos con los otros”. ¿Cómo podremos mostrar a la gente que somos discípulos de
Cristo, o cómo podremos amarnos los unos a los otros, si no nos reunimos con los
discípulos? Por lo tanto, al no congregarnos estamos desobedeciendo a Dios.
El apóstol Pablo nos da mandamiento en Gálatas 6:10 para que “hagamos bien a
todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. ¿Cómo podremos hacer bien a la
familia de la fe, si nos nos reunimos con ella? No hay forma de escaparse a este
razonamiento.
Una excusa muy popular es: “Yo no voy a la iglesia porque allí hay muchos
hipócritas”. La persona que dice esto en realidad se considera a sí misma mejor que
los demás, lo que en sí es hipocresía. Recordemos al fariseo de Lucas 18:11 que le
daba gracias a Dios por ser mejor que “los otros hombres”. Esta actitud hipócrita es
desaprobada por Dios.
Además, Efesios 4:11-12 dice que Cristo constituyó a pastores y maestros para
perfeccionar a los santos, para trabajar en la obra de Dios y para edificar el cuerpo
de Cristo. Esta es la razón principal por la cual debemos congregarnos. Por lo tanto,
si usted no concurre a una iglesia regularmente, y los días separados para el Señor
los dedica a dormir o a jugar al fútbol, o a cualquier otra cosa, es obvio que usted
nunca va a ser perfeccionado para la obra de ningún ministerio, ni tampoco será
edificado, es decir, nunca crecerá en la fe cristiana.
Por éstas y otras razones, resulta difícil creer que un cristiano verdadero no
concurra a una iglesia. Además, es obvio que no pueden ser testigos de Cristo,
porque sus vidas no muestran una actitud de fe y obediencia hacia quien dicen que
es su Señor.
Yo siempre estimulo a aquellos cristianos genuinos que por una razón u otra no se
están congregando, a que busquen una iglesia donde la sana doctrina y el amor de
Cristo estén presentes.
El ser parte de una comunidad de creyentes nos dará fortaleza cuando las
tentaciones lleguen. Recordemos que Satanás anda como león rugiente buscando a
quien destruir (1 P. 5:8). Además, el congregarmos nos proveerá del amor, la
ayuda y el consuelo de nuestros hermanos en Cristo cuando se presenten las
inevitables crisis de la vida. Eso sí, asegúrese de unirse a una iglesia que esté
fundada en la doctrina de Cristo y los apóstoles.