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Lo primero que las larvas se comieron fue el recubrimiento de sus propios huevos.

Después, Bob
tuvo que buscarles comida, lo que no resultó nada fácil. Tras realizar algunas investigaciones,
intentó alimentarlas con hojas de arce, pero las orugas no se las comieron, solo se subieron a ellas.
No obstante, al darles hojas de cerezo y abedul, las devoraron de inmediato.

Cuando las diminutas larvas habían aumentado su tamaño, Bob las trasladó a un terrario tapado
con una red metálica. Esta instalación proporcionó la humedad que las orugas y su alimento
necesitaban, a la vez que evitaba que se escaparan, ya que en cuanto comenzaron a caminar
sintieron grandes deseos de conocer el mundo.

Alimentar a veintiséis orugas hambrientas le dio a Bob más trabajo del que pensaba. Llenaba el
terrario de hojas, y ellas las devoraban en dos días. Llegado a este punto, tuvo que hablar con su
hermana y dos jóvenes amigos suyos —un chico y una chica— para que le ayudaran a cuidarlas y
darles de comer.

Es de suma importancia que las orugas consuman ingentes cantidades de alimento, no solo por el
crecimiento que experimentan en la fase larvaria, sino a fin de acumular reservas para la etapa
adulta. La polilla de cecropia no tiene aparato bucal en la fase adulta y no come absolutamente
nada. Durante este breve período de su existencia depende por completo del alimento que ingirió
cuando era una larva.

Mudan la piel

Las orugas experimentan varias mudas, o ecdisis, durante su crecimiento, de modo que pasan por
diversas fases de desarrollo antes de la metamorfosis.

Dado que la piel de las larvas de cecropia no crece, tienen que mudarla cuando aumentan tanto de
tamaño que esta ya no da más de sí. Bob sabía cuándo sus orugas lo iban a hacer porque dejaban
de comer. Después de hilar una almohadilla de seda y adherirse a ella, las orugas permanecían
inmóviles durante algunos días mientras formaban una nueva piel. Al concluir el proceso,
simplemente salían caminando de su antigua piel y la dejaban pegada a dicha almohadilla. Me
sorprendió ver lo grandes que se habían hecho tras su última muda. Medían casi 12 centímetros de
largo, y su diámetro era mayor que el de mi dedo índice.

Tejen un capullo

Después de la última ecdisis, cada larva tejió un capullo —un gran cúmulo de hebras grisáceas—
en una pequeña rama. Las orugas de cecropia elaboran dos tipos de capullos: uno grande, poco
denso y bastante holgado, con el fondo redondo y el cuello delgado; y otro más pequeño y
compacto, de forma alargada y con los dos extremos afilados. Ambos tipos tienen en su interior

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