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Tatiana Zúñiga Vega

Problemas Sociales, Económicos y políticos de Colombia

En Colombia es innegable la presencia de problemas que, ya sean de orden


político o socioeconómico, han traído miseria y dolor al pueblo colombiano durante
décadas, impidiendo su ascenso hacia el desarrollo y el bienestar social. Entre
esta amplia gama de problemas, existe uno que, gracias a su magnitud y
repercusión general, nos destaca mundialmente: La desigualdad social. Según
Domínguez, J. C. (2011), de El Tiempo: Colombia tiene la tercera peor
desigualdad entre 129 países del mundo, ubicada solo detrás de países como
Haití y Angola. Esto evidencia la falta de cumplimento a los principios del Estado
Social de Derechos (ESD), puesto que no prevalece el interés general, la dignidad
humana, y menos el respeto a los derechos humanos. Oxfam (2017), en su
análisis sobre la distribución de la tierra, revela otro dato sobre la desigualdad,
donde señala que: “el 1% ocupa el 81% de la tierra, mientras el 99% ocupa tan
solo el 19%” además resalta el hecho de que: “los predios grandes (de más de
500 Ha) ocupaban 5 millones de hectáreas en 1970 y en 2014 pasaron a ocupar
47 millones” lo cual ubica a Colombia en el primer puesto de desigualdad en
distribución de tierra de América Latina.
A esta desproporcionada distribución de tierras, se le suman los conflictos en el
uso del suelo, que además de empeorar la economía del país, afecta la
soberanía alimentaria. De los111,5 millones de hectáreas censadas en todo el
país, se calcula que el territorio apto para la ganadería es de 15 millones de Ha y
de 22 millones para la agricultura, sin embargo, la realidad es que a la ganadería y
agricultura dedican 34,4 millones (80%) y 8,5 millones de hectáreas (20%),
respectivamente. Es decir que la ganadería utiliza un excedente de 19,4 millones
de hectáreas, mientras que la agricultura usa menos del 40% del área
potencialmente utilizable.
Teniendo en cuenta que el excedente usado para la ganadería (19,4 millones de
Ha), no está cumpliendo con la función ecológica y social que establece la
Constitución nacional.
La solución para contrarrestar esta diferencia en la distribución de tierras y
desproporcionadas actividades ganaderas vs agrícolas, radicaría en lograr una
distribución de dicho excedente (19,4 millones de Ha), para alcanzar el nivel
óptimo de 22 millones de Ha en la agricultura, y el restante, destinarlo a la
conservación. Una manera de lograr esto, sería a través del objetivo planteado por
el reciente acuerdo de paz, de crear un banco de tierras, de modo que se
contribuya con esa cantidad de hectáreas, para su posterior redistribución; la otra
opción podría ser que el gobierno eleve los impuestos al latifundio improductivo
para obligarlos a producir o vendérselo al Estado, quien lo compraría con bonos
de deuda pública para entregarlo al campesino, fortaleciendo el agro y generando
más empleo.
La absurda concentración de riqueza por parte de una minoría y la tendencia a
que los pobres, sean más pobres, es un problema del que se quejan muchos
colombianos, y se debe en gran parte a la tesis desarrollista predominante en el
gobierno. Dicha tesis plantea que solo beneficiando a los más ricos y grandes
empresarios (Con exenciones tributarias y reducción de impuestos de renta), se
puede generar más empleo y progreso de la clase media y de bajos recursos. Sin
embargo, la gran brecha de desigualdad que hoy en día e históricamente se ha
vivido, demuestra que esta medida no ha logrado su cometido. De hecho,
Catedráticos como Jorge E. Coronel López, Profesor de Ciencias Económicas de
la U. de Medellín, Afirma que: “Estas propuestas ortodoxas de reducir impuestos
para generar inversión que se traduzca en más empleo, no siempre se cumple…
los datos de la economía colombiana lo demuestran”, coincidiendo con los
estudios de Hernández, Soto, Prada y Ramírez (2000) donde concluyen que: “Los
incentivos tributarios desgastan la base, reducen la eficiencia de la inversión, son
inefectivos e inequitativos y propician la evasión”(p.26). Este último estudio
también infiere que una forma de resolver esta problemática es con:

La eliminación de los incentivos tributarios, para generar más recursos para el estado,
que beneficiarían a poblaciones objeto por medio de programas de inversión pública, en
infraestructura e investigación y educación, con efectos más directos y controlables sobre
el empleo y bienestar, sin los dañinos efectos adversos relacionados con dichas
exenciones.

Dichos daños son, en palabras del candidato a la presidencia, Gustavo Petro


(2018): “la elevación de impuestos a la clase media y el aumento de la
desigualdad sin aumento del empleo”.

En cuanto al problema de la violencia en Colombia, hay que decir que el país ha


tenido que soportar este fenómeno es sus diferentes expresiones, sin embargo, el
conflicto armado ha sido causal de una gran ola de terror y muerte durante las
últimas décadas. Según cifras arrojadas por el Registro único de Víctimas (RUV),
hasta la fecha se existe un total aproximado de 8´376.463 millones de víctimas
atribuidas al conflicto armado, de las cuales 7´134.646 son casos de
desplazamiento forzado, 983.033 homicidios, 165.927 desapariciones forzadas,
10.237 torturas y 34.814 secuestros, entre otros hechos. Lo anterior según
OXFAM (2017), corresponde a más de medio siglo de violencia asociada al
conflicto armado, donde los más de 7 millones de desplazados se dieron entre los
años 1985 y 2016.

Pero uno de los beneficios inmediatos con el inicio del acuerdo de paz entre el
gobierno de Colombia y el grupo subversivo de las FARC, es la drástica reducción
de homicidios relacionados con este conflicto, pues las cifras han pasado de
“2.713 homicidios en 2002 a 210 en 2016 (92,2 por ciento menos muertes)”
(Medicina Legal, 2017). Es ese mismo informe se destaca “un descenso de las
muertes en operaciones de la Fuerza Pública en contra de los grupos armados,
que pasaron de 594 en 2004 a 117 casos en el 2015 y 51 en el 2016”.

Entre otros logros inmediatos del acuerdo de paz, es necesario y urgente


reestablecer los derechos de las víctimas, especialmente por el despojo de tierras
ya que según OXFAM (2017):

Se estima que fueron entre 8 y 10 millones de hectáreas las abandonadas y despojadas


entre la población campesina, afrocolombiana e indígena, ocasionando gran parte de los
problemas de desigualdad social y económica en el país, especialmente por la
distribución de tierras. Esta cifra de tierras expropiadas forzosamente es casi la misma
extensión de hectáreas dedicadas actualmente a la agricultura. (p.6)
Usando con herramienta, la Ley de Víctimas y restitución de Tierras (1448 de
2011) se espera devolver las tierras a sus legítimos dueños, pero este proceso ha
sido lento y ha tenido importantes obstáculos debido a otro de los grandes
problemas presentes en el gobierno colombiano: La corrupción. En palabras del
Sacerdote Jesús Franco, Dir. Comisión Intereclesial de Justicia y Paz: El programa
de restitución de tierras está siendo bloqueado y entorpecido en sus esfuerzos
para garantizar que los propietarios recuperen sus tierras, perdidas especialmente
por la violencia del paramilitarismo.

No es la primera vez que el mismo gobierno, a través de actos de corrupción y


malas decisiones políticas, atenta contra la población campesina. Uno de los
ejemplos de sabotaje más conocidos a dicha población y el sector de la
agricultura, fue el de la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio (TLC)
entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos. El actual senador Jorge
Robledo, haciendo énfasis en los 20 años de experiencia que ha tenido el país y el
mundo con este tipo de tratados señala que: “Libre comercio es sinónimo de
quiebra del aparato productivo de la industria y del agro, de desempleo, bajos
salarios, pobreza y miseria”, además de comparar la autosuficiencia para para
producir alimentos en 1990 con la actual necesidad que tenemos de tener que
importar 10 millones de toneladas de productos del agro, evidenciando la grave
pérdida de nuestra soberanía alimentaria bajo una decisión que solo ha
beneficiado a los grandes monopolios y transnacionales.

En respuesta a este declive del sector de la agricultura y agroindustrial, el


gobierno del Expresidente Álvaro Uribe, a inicios de su segundo gobierno, creó el
Programa de Subsidios Agro-Ingreso-Seguro (AIS), el cuál pretendía beneficiar
con subsidios a las familias campesinas afectadas por la implementación del TLC
con E.E.U.U. e incentivar el desarrollo rural, pero una gran parte de todo el dinero
fue entregado, de manera irreversible, a familias acaudalas y de gran influencia
política, que curiosamente apoyaron económicamente las dos campañas políticas
del expresidente. En este escándalo de corrupción se estima la pérdida de más de
46.000 millones de pesos.
En el gobierno han surgido muchas propuestas para acabar con la corrupción, sin
embargo, los mismos organismos de control también han cedido a este fenómeno,
convirtiéndose en cómplices de todo tipo de irregularidades en el manejo de los
recursos públicos. Por ello, una de las propuestas más viables para combatir la
corrupción es modificar el nombramiento del organismo de control, para que los
contralores sean elegidos mediante un concurso abierto y público. Esta medida
eliminaría el sistema por el cual los mismos políticos que deben ser vigilados,
designan sus propios contralores ya que no podemos poner al ratón a cuidar el
queso.

Pasando al tema de la educación en Colombia, cabe recalcar que la constitución


nacional, en su artículo 67, la considera “un derecho de las personas y un servicio
público que tiene una función social” de modo que es obligación del gobierno
garantizar este servicio a todos los colombianos. Tristemente la calidad y el
acceso a esta, es una expresión más de la desigualdad en el país, pues no existen
las mismas condiciones para su acceso, y la calidad entre la educación pública y
privada presenta una diferencia significativa en instituciones de educación primaria
y secundaria. Solo en el caso de la educación superior, el número de
universidades públicas es mucho menor que en las privadas, y su crecimiento es
superado en casi el doble por estas.

CANDIDAD DE INSTITUCIONES DE EDUCACIÓN SUPERIOR 2015


No Régimen
Carácter Oficial Total
Oficial Especial
Universidad 31 50 1 82
Institución universitaria/Escuela tecnológica 16 92 12 120
Institución tecnológica 6 39 6 51
Institución técnica profesional 9 25 34
Total general 62 206 19 287
Fecha de corte:
Fuente: SACES
diciembre 2015
TASA DE CRECIMIENTO UNIVERSITARIO POR SECTOR
           
Sector 2011* 2012* 2013* 2014* 2015*
 
Pública   7,4% 2,1% 7,2% 4,8% 2,3%

 
Privada 15,7% 5,6% 9,9% 7,5% 4,4%

Fuente, MEN-SNIES, Corte a mayo de 2016.

Adicionalmente, las cifras del Ministerio de Educación (2015) muestran que solo el
41,2% de los estudiantes de colegios oficiales y el 56,4% de los no oficiales,
ingresan a la educación superior, sin que esto implique que el mismo porcentaje
culminará sus estudios universitarios, ya que las tasas de deserción son altas, pues
según un estudio del banco mundial dirigido por la economista María Marta
Ferreyra (2017) se registra un 37% de deserción universitaria profesional y un 53%
en carreras técnicas y tecnológicas. Estas preocupantes cifras ponen en evidencia,
no solo la urgente necesidad de incrementar el número de instituciones educativas
oficiales de calidad, sino el de generar incentivos para que los estudiantes
culminen sus estudios.

Con la ejecución del proceso de paz, se abren las puertas a la oportunidad de


destinar más recursos a la educación para garantizar la igualdad en el acceso,
construyendo más universidades públicas que satisfagan la demanda educativa y
compitan con el sector privado, mejorando la calidad y fomentando la investigación.
En efecto, Fedesarrollo publicó un informe reciente, donde resalta que uno de los
beneficios de ponerle fin al conflicto armado en Colombia es la reducción de los
gastos de seguridad y defensa y dedicar esos recursos públicos a actividades que
en términos sociales y económicos son más productivos como la educación.

Finalmente, al hablar de los grandes problemas en Colombia, hay que hablar de un


tema de colosal trascendencia para el país: La crisis de la salud. El sistema de
salud que funciona en Colombia presenta muchos problemas y dificultades. El
primero a mencionar tiene que ver con su enfoque de atención, que lo convierte en
un sistema ineficiente, puesto que está más enfocado en atender la enfermedad
que prevenirla, las acciones de atención primaria en salud
no son rigurosas ni constantes en el sistema y la educación para la salud brilla por
su ausencia. La desigualdad también va de la mano con este sistema, ya que al
ser entregado a intermediarios particulares y privados (como las EPS), este fue
construido sobre inequidades regionales y poblacionales en donde su oferta
hospitalaria y los recursos técnicos y financieros está limitados a zonas que
aseguren mayor rentabilidad.

Pese a que la salud está consagrada como un derecho fundamental, esta ha


concebida como un servicio y un negocio, haciendo que las principales
preocupaciones de los actores de intermediación financiera busquen
constantemente negar sus servicios o los prestadores de la salud tiendan a sobre
facturar sus servicios para recaudar más dinero. Debido a la poca sostenibilidad
del sistema, la situación de los hospitales es crítica, debido a que las EPS no
cumplen su obligación de pagarle a estas instituciones por sus servicios. La
directora de la Asociación de EPS del régimen subsidiado en Colombia, Elisa
Torrenegra, explica que este incumplimiento en los pagos se debe a que las
entidades territoriales (departamento y distritos) debían pagar a las EPS por los
servicios no POS, pero los pagos no se realizaron y las EPS tuvieron que
responder por sí solas, y por eso no tienen como pagar en su totalidad los
servicios a los hospitales.

La solución para la crisis de la salud requiere de una reforma en donde su enfoque


de atención cambie radicalmente, teniendo como prioridad la prevención y
promoción de la salud, logrando disminuir el gasto considerablemente y, por ende,
la sostenibilidad del sistema de salud. Por otro lado, Elisa Torrenegra asegura que
la solución ante la crisis es que, ante la incapacidad de las entidades territoriales
para realizar los pagos, el Gobierno Nacional debe ser quien asuma este
compromiso pagando directamente a los prestadores de servicios. Sin embargo,
en la actualidad existen propuestas que van más allá, y buscan crear un sistema
de salud sin intermediación financiera, para priorizar a la salud como un derecho y
no como negocio.

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