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Lec c ió n 1 4
Sumario:
I. Introducción
1. La dualidad del derecho de la competencia
II. La defensa de la competencia
2. La legislación sobre la libre competencia
3. Las prácticas prohibidas
A. Prácticas colusorias
B. Abuso de posición dominante
C. Falseamiento de la libre competencia por actos desleales
4. Supuestos especiales de dispensa de las prohibiciones
A. Cuando exista un amparo legal
B. Cuando se trate de conductas de importancia menor
C. En caso de existencia de una declaración de inaplicabilidad
5. Órganos de defensa de la competencia
A. Órganos nacionales de defensa de la competencia
B. Órganos autonómicos de defensa de la competencia
C. Coordinación entre los organismos de competencia
nacionales y comunitarios
6. Procedimientos
7. Sanciones y políticas de clemencia
A. Infracciones y sanciones
B. Política de clemencia
8. Aplicación privada del derecho de la competencia
9. El control de las operaciones de concentración económica
A. Concepto de concentración
B. Ámbito de aplicación de control
C. Procedimiento de control
10. El control de las ayudas públicas
11. El derecho comunitario europeo de la competencia
I. INTRODUCCIÓN
En nuestro país, al igual que sucede en la mayoría de los países de nuestro entorno, el
Derecho de la competencia se ha desarrollado a través de dos diferentes sistemas
normativos: a) El regulador de la libertad de competencia, cuyas normas tienen como
finalidad la defensa de la libertad de competencia y, por tanto, prohíben o someten a
control los comportamientos de los operadores económicos que impiden la existencia de
competencia en el mercado. b) El regulador de la competencia desleal, cuyas normas
persiguen la corrección en la realización de actividades competitivas en el mercado. En
definitiva, la competencia es un bien que el Derecho viene a tutelar y defender desde
una doble vertiente: la libertad y la lealtad.
La libertad de competencia fue regulada por primera vez en nuestro país por la Ley
110/1963, de 20 de julio, de Represión de las prácticas restrictivas de la competencia.
Esta Ley, surgida fundamentalmente al amparo de los planes de desarrollo económico
impulsados por el Gobierno de la época y pensada también para adaptar nuestro
aparato legislativo al de la Comunidad Económica Europea, a la que España tenía
intención de adherirse, no pudo, sin embargo, desplegar todos sus efectos y funcionar
de una manera eficaz en el marco de un sistema económico proteccionista y
fuertemente intervenido por el Estado. Diversas circunstancias acaecidas en la década
de los ochenta, tales como el cambio de régimen político, la implantación de un sistema
económico basado en la economía de mercado, la transformación experimentada por
nuestra economía y la incorporación definitiva de nuestro país a la Comunidad
Económica Europea, aconsejaban un cambio legislativo en esta materia, que finalmente
se produjo con la promulgación de la Ley 16/1989, de 17 de julio, de Defensa de la
Competencia, la cual se ha mantenido en vigor, con algunas modificaciones, hasta el 1
de septiembre de 2007. Finalmente, tras un largo proceso de elaboración, que ha
comprendido un amplio período de información y discusión pública que se abrió con la
publicación por el Ministerio de Economía y Hacienda del Libro Blanco para la Reforma
del Sistema Español de Defensa de la Competencia en el mes de enero de 2005, se ha
promulgado la Ley 15/2007, de 3 de julio, de Defensa de la Competencia que deroga y
sustituye a la anterior de 1989. La Ley ha sido desarrollada por un Reglamento,
aprobado por Real Decreto 216/2008, y modificada por la Ley 3/2013, de 4 de junio, de
creación de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. La regulación se
completa con el Real Decreto 657/2013, que aprueba el estatuto orgánico de la Comisión
Nacional de los Mercados y la Competencia y el Reglamento de funcionamiento interno
aprobado el 4 de octubre del 2013.
A. Prácticas colusorias
El concepto de colusión abarca una amplia gama de figuras: En primer lugar, los
acuerdos , que son los pactos escritos o verbales a través de los cuales varios operadores
económicos coordinan sus comportamientos para falsear o restringir la competencia; a
estos efectos, habrá acuerdo siempre que exista intercambio de voluntades entre varias
personas que puedan ser consideradas como operadores económicos independientes.
Entre los diversos tipos de acuerdos figuran los cárteles que son acuerdos secretos entre
competidores cuyo objeto es la fijación de precios, cuotas de producción o de venta, el
reparto de mercados, incluidas las pujas fraudulentas en los concursos públicos, o la
restricción de las importaciones o exportaciones (disp. ad. cuarta.2). A los acuerdos se
equiparan las decisiones o recomendaciones colectivas, esto es, los acuerdos adoptados
por las asociaciones o corporaciones en el seno de sus órganos directivos, porque, en
este caso, se considera que se trata de acuerdos adoptados por los asociados y no de
actuaciones propias de dichas personas jurídicas. En segundo lugar, las prácticas
concertadas , que son aquellas prácticas homogéneas que, al no justificarse de un modo
natural por las condiciones de competencia que se derivan de la estructura del mercado,
inducen a pensar en la existencia de acuerdos tácitos o formas de coordinación entre los
operadores económicos que no pueden ser probados; se trata, en definitiva, de la
utilización de la técnica procesal de la prueba de presunciones para demostrar la
existencia de pactos restrictivos de la competencia. Y, finalmente, las conductas
conscientemente paralelas , que consisten en actuaciones de los operadores económicos
que, sin mediar ningún tipo de acuerdo, ajustan deliberadamente sus comportamientos
a los de los otros con ánimo marcadamente anticompetitivo.
La determinación del mercado nacional como ámbito territorial donde las restricciones
de la competencia producen sus efectos de un modo real o potencial conforma el tercer
elemento del tipo. De conformidad con este requisito, la Ley española se aplicará
exclusivamente a las prácticas anticompetitivas que produzcan o puedan producir
efectos en el mercado español o en una parte sustancial del mismo (art. 1.1), aunque
dichos hechos se hayan realizado en otros países o sus autores sean operadores
económicos extranjeros (efecto extraterritorial). Este requisito se convierte en un
elemento decisivo para determinar, de un lado, cuándo se aplica el Derecho español o el
Derecho comunitario de la competencia y, de otro, la atribución de competencia en el
ámbito de nuestro país a las autoridades nacionales o autonómicas de defensa de la
competencia para el enjuiciamiento de dichas prácticas, como más adelante veremos.
La Ley sanciona con la nulidad de pleno derecho a los acuerdos o prácticas descritos con
anterioridad que no se encuentren amparados por alguna de las exenciones previstas
en la misma (art. 1.2).
Sin embargo, no todas las prácticas colusorias van a resultar prohibidas, la nueva Ley de
Defensa de la Competencia ha optado en este punto por acomodar nuestro sistema al
sistema comunitario europeo implantado por el Reglamento (CE) núm. 1/2003 y declara
exentos de la prohibición a aquellos acuerdos restrictivos de la competencia que
contribuyan a mejorar la producción o comercialización de bienes o servicios, o a
promover el progreso técnico o económico, sin que sea necesaria ninguna decisión
administrativa previa al respecto, siempre que reúnan los siguientes requisitos: a)
Permitan a los consumidores o usuarios participar adecuadamente de sus ventajas; b)
No impongan a las empresas interesadas restricciones que no sean indispensables para
la consecución de aquellos objetivos; y c) No consientan a las empresas partícipes la
posibilidad de eliminar totalmente la competencia respecto de una parte sustancial de
los productos o servicios contemplados (art. 1.3). La evaluación de la concurrencia en
cada caso concreto de los citados requisitos para que un acuerdo pueda gozar del
beneficio de la exención se deja en manos de los propios operadores económicos
(sistema de autoevaluación), aunque existirá siempre la posibilidad de un control a
posteriori de la corrección de dicho análisis por parte de los órganos de defensa de la
competencia.
No será necesario este proceso de evaluación cuando los acuerdos o las prácticas
cumplan las condiciones establecidas en los Reglamentos comunitarios de exención por
categorías, que se aplican en España aun cuando las conductas a enjuiciar no afecten al
comercio intracomunitario (art. 1.4), o en los Reglamentos de exención por categorías
que pueda aprobar el Gobierno español (art. 1.5). Actualmente existen reglamentos
comunitarios de exención por categorías para los acuerdos verticales de distribución en
general y de distribución y venta de automóviles y piezas de recambio, los acuerdos de
transferencia de tecnología, los acuerdos horizontales de especialización e investigación
y desarrollo y para determinados acuerdos en el sector seguros. Asimismo, el Real
Decreto 602/2006, de 19 de mayo, ha establecido una exención por categorías para los
acuerdos de intercambio de información sobre morosidad.
En cuanto a la existencia de una posición dominante, hay que señalar que la norma no
contiene un concepto jurídico de posición dominante y deja, por tanto, su definición a la
ciencia económica. Desde este punto de vista, se considera que un operador económico
se encuentra en posición de dominio en un mercado cuando puede actuar de manera
independiente en el mismo, sin tener en cuenta a sus competidores, proveedores o
clientes. La determinación de la existencia de una posición dominante, sin embargo, no
puede hacerse en abstracto ni con carácter general, sino que ha de hacerse con respecto
a un supuesto concreto y pasa necesariamente, en primer lugar, por la delimitación de
los mercados relevantes de producto y geográfico y, en segundo lugar, por la
delimitación de la posición que ocupa la empresa en el mercado definido como
relevante. A estos efectos, se considera como mercado geográfico relevante aquel que
presenta unas condiciones homogéneas y diferentes de otras áreas vecinas (por ej., en el
caso de los libros, el mercado catalán a causa del idioma). Para delimitar el mercado
relevante de producto, habrá que atender especialmente al grado de sustituibilidad
existente entre los diversos tipos de productos que existan, de modo que se considerará
que integran un mismo mercado de producto todos aquellos que son similares por la
función que cumplen, el precio y los atributos (por ej., la televisión de pago por cable,
por satélite y por Internet). En segundo lugar, para determinar la posición que un
determinado operador económico ocupa en el mercado, no habrá que fijarse sólo en la
cuota de mercado que tiene, sino que habrá que considerar también otros factores,
entre los que destaca la existencia de barreras que dificulten la entrada de algún nuevo
competidor que pudiera ejercer una presión competitiva (normas legales o técnicas,
ventajas tecnológicas, marcas de renombre, ventajas en cuanto a costes, como es el caso
de los costes de instalación o costes de transporte, recuperación de las inversiones,
dificultades de acceso a materias primas o redes de distribución etc.) o la existencia de
demandantes con poder de mercado. La norma contempla también a estos efectos la
posibilidad de la existencia de una posición de dominio colectiva, esto es, aquella
situación en la que el poder de mercado se detenta no por una sola empresa, sino por
varias conjuntamente.
Por último, se exige, como tercer elemento del tipo, la afectación del mercado nacional
en los términos anteriormente expuestos.
Entre las conductas prohibidas se incluyen, por último, los actos de competencia desleal
que, por falsear la libre competencia, afecten al interés público (art. 3). El interés
público consiste, en este caso, en la preservación del funcionamiento concurrencial del
mercado. Los requisitos para que proceda la aplicación de esta norma serán los
siguientes: que exista un acto de competencia desleal en los términos establecidos en las
normas reguladoras de esta materia, que dicho acto afecte a la libertad de competencia
en el mercado y que esta afectación cause una grave perturbación en los mecanismos
que regulan la competencia en el mercado. En otro caso, los interesados deberán acudir
a la jurisdicción civil en los términos que se establecen en la Ley de Competencia
Desleal.
Esta norma no trata de regular, con carácter general, la competencia desleal, sino que
pretende, por una parte, coordinar la aplicación de todas aquellas leyes que tienen por
objeto la regulación de la competencia (fundamentalmente la Ley de Defensa de la
Competencia, la Ley de Competencia Desleal y la Ley General de Publicidad), de ahí su
naturaleza de norma de habilitación, y, por otra, solucionar el problema técnico de la
aplicación de la legislación de defensa de la competencia a aquellas conductas, de
carácter unilateral, realizadas por empresas, que no se encuentran en posición
dominante, pero que, teniendo un cierto poder de mercado, buscan a través de
determinadas prácticas desleales el falseamiento de los mecanismos concurrenciales
(por ej., la utilización de precios predatorios).
Las prohibiciones establecidas en la Ley para las conductas de colusión (art. 1), abuso de
posición dominante (art. 2) y falseamiento de la libre competencia por actos desleales
(art. 3) no se aplicarán en los siguientes casos:
La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia está compuesta por los órganos
de gobierno, que son el Consejo y el Presidente, y los órganos de dirección, integrados
por cuatro direcciones de instrucción entre las que se encuentra la Dirección de
Competencia (arts. 13 y 25 Ley 3/2013). Las Direcciones de instrucción ejercerán sus
funciones con independencia del Consejo (art. 25.2 Ley 3/2013).
b) Por lo que se refiere a los mercados y sectores regulados, ejercerá las funciones de
supervisión y control del mercado de las comunicaciones electrónicas (art. 6 Ley
3/2013), del sector eléctrico y de gas natural (art. 7 Ley 3/2013), del mercado postal (art. 8
Ley 3/2013), del mercado de comunicación audiovisual (art. 9 Ley 3/2013) del sector
ferroviario (art. 11 Ley 3/2013) y de las tarifas aeroportuarias (art. 10 Ley 3/2013), así
como las de resolución de conflictos en los citados mercados (art. 12 Ley 3/2013).
El Consejo está integrado por diez miembros. Los miembros del Consejo, incluidos el
Presidente y el Vicepresidente, serán nombrados por el Gobierno a propuesta del
Ministro de Economía y Competitividad entre juristas, economistas y otros profesionales
de reconocido prestigio, por un período de seis años con la garantía de la inamovilidad
durante su mandato y sin posibilidad de renovación (art. 15 Ley 3/2013) y quedarán
sometidos a un severo régimen de incompatibilidades tanto durante el período para el
que fueron nombrados como durante los dos años posteriores a su cese (art. 22 Ley
3/2013). Siguiendo la pauta marcada por la legislación anterior, para dotar al sistema de
garantías sobre la profesionalidad de los integrantes de los citados órganos, evitar la
utilización de criterios de nombramiento basados en las afinidades personales o
políticas o en cupos partidistas y, consecuentemente, fortalecer la imagen de
independencia de la Comisión, la nueva Ley establece que los nombramientos irán
precedidos de una comparecencia de los candidatos ante la comisión correspondiente
del Congreso de los Diputados, la cual dispondrá del plazo de un mes para vetar al
candidato propuesto, si se alcanza un acuerdo adoptado por mayoría absoluta (art. 15.1
Ley 3/2013). El Consejo de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia
actuará en Pleno y por Salas. El Pleno estará integrado por todos los miembros y
presidido por el Presidente de la Comisión y conocerá de los siguientes asuntos: a) los
que la Ley califica de indelegables (art. 14.1 Ley 3/2013 con la excepción de lo dispuesto
en el art. 5.4 Ley 3/2013); b) aquellos en los que se manifieste una divergencia entre las
distintas Salas; c) los que por su importancia recabe para si el Pleno (art. 21 Ley 3/2013).
Las Salas serán dos, una de competencia, que estará compuesta por cinco consejeros y
presidida por el Presidente de la Comisión y otra de supervisión regulatoria, que estará
compuesta por cinco consejeros y presidida por el Vicepresidente de la Comisión. La
adscripción de los consejeros a las Salas será rotatoria. Las Salas conocerán de los
asuntos que no estén expresamente atribuidos al Pleno (art. 21 Ley 3/2013).
Son los constituidos por las Comunidades Autónomas con competencias en materia de
comercio interior. Su composición y funcionamiento se rigen por las respectivas normas
autonómicas. La nueva Ley ha tratado de potenciar su actividad en el ámbito de la
defensa de la competencia, equiparando a dichos organismos en cuanto a sus funciones
a la extinguida Comisión Nacional de la Competencia y atribuyéndoles, en consecuencia,
plena competencia sobre aquellas prácticas prohibidas que producen sus efectos en un
ámbito territorial autonómico y legitimación para la impugnación de actos y
disposiciones administrativas de las Administraciones autonómicas, provinciales y
locales, así como competencias consultivas o de informe en los procedimientos
sancionadores de carácter nacional y de control de concentraciones que afecten de
forma importante al territorio de la respectiva comunidad autónoma. Asimismo se les
reconoce la competencia para la emisión de los preceptivos informes sobre la apertura
de grandes establecimientos comerciales en aquellos casos en los que los efectos de su
instalación se produzcan exclusivamente en el ámbito autonómico.
6. PROCEDIMIENTOS
Las resoluciones del Consejo podrán contener además: a) La orden de cesación de las
conductas prohibidas. b) La imposición de condiciones u obligaciones, así como también
medidas estructurales contra los autores de prácticas restrictivas de la competencia, lo
que significa conceder a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia la
facultad de ordenar la venta de activos o incluso la fragmentación de la empresa
infractora, en los mismos términos establecidos en el Derecho antitrust americano o en
el Derecho comunitario europeo de la competencia. Las medidas estructurales, sin
embargo, sólo podrán ser impuestas en defecto de otras de comportamiento de eficacia
equivalente o cuando, a pesar de ser posibles condiciones de comportamiento, éstas
resulten más gravosas para la empresa en cuestión que las condiciones estructurales. c)
La orden de remoción de los efectos de las prácticas contrarias al interés público. d) La
imposición de multas. e) El archivo de las actuaciones (art. 53). Antes de dictar la
resolución el Consejo deberá informar a la Comisión Europea de conformidad con lo
previsto en el artículo 11.4 del Reglamento (CEE) núm. 1/2003 (art. 51.5).
A. Infracciones y sanciones
En relación con las sanciones, la nueva Ley de Defensa de la Competencia trata de dar
solución a dos problemas que se habían planteado con la anterior regulación: De un
lado, la falta de graduación de las sanciones y, de otro, la responsabilidad de las
asociaciones o corporaciones frente a la imposición de multas. Por otra parte, hay que
señalar que la Ley mantiene el requisito de la intencionalidad como elemento esencial
para que proceda la imposición de una multa, aunque no forme parte de los elementos
del tipo de prohibición, tal y como ha venido exigiendo la jurisprudencia (art. 63.1) y
considera como infractores tanto a las personas físicas como a las jurídicas,
permitiendo, en este último caso, imponer sanciones complementarias a los
administradores o directivos que hayan participado de forma decisiva en la infracción,
consistentes en multas de hasta 60.000 euros (art. 63.2).
Las infracciones se sancionan de la siguiente forma: las leves con multa de hasta el 1 por
100 de la cifra anual de negocios, las graves con multa de hasta el 5 por 100 de la cifra
anual de negocios y las muy graves con multa de hasta el 10 por 100 de la cifra anual de
negocios (art. 63.1). Las sanciones se gradúan en función de criterios tales como la
modalidad o los efectos de la infracción, la dimensión del mercado afectado, la cuota de
mercado de los infractores, la duración, la reiteración, los efectos de la práctica sobre los
consumidores, los beneficios ilícitos obtenidos y otras circunstancias agravantes o
atenuantes. Existen también algunas reglas especiales en esta materia: Así, en el caso de
que la sanción recaiga sobre personas físicas o entidades que no tienen cifra de
negocios, las multas oscilarán entre 100.000 y más de 10.000.000 de euros, dependiendo
de la gravedad de la infracción, sin que se haya determinado un tope máximo para las
muy graves (art. 63.3). Por otra parte, cuando los infractores sean asociaciones o
uniones de empresas, la responsabilidad del pago de las multas corresponderá, en
primer lugar, a la asociación y subsidiariamente a los socios por el sistema de derrama;
si la multa no fuera pagada, será exigible, en tercer lugar, a cualquier empresa que
forme parte del órgano de dirección y, por último, a cualquier socio (art. 61.3).
La multa a imponer a los representantes legales o personas que integran los órganos
directivos que intervinieron en el acuerdo o decisión objeto de sanción será una
cantidad que oscilará entre el 1% y el 5% del volumen de ventas del infractor
relacionado con la infracción, en función del grado de responsabilidad de dichas
persona en la comisión de la infracción, sin sobrepasar el límite legal de los 60.000
euros.
Finalmente, como plazos de prescripción tanto para las infracciones como para las
sanciones se establecen los siguientes: las muy graves prescribirán a los cuatro años, las
graves a los dos años y las leves al año (art. 68).
B. Política de clemencia
La Ley española, siguiendo las pautas marcadas por la Comisión Europea y, en buena
medida, forzada por aquélla, ha establecido un sistema similar al comunitario europeo
que se articula en torno a los siguientes ejes: En primer lugar, se limita su ámbito de
aplicación a algunos tipos de acuerdos horizontales de especial gravedad desde el punto
de vista de la restricción de competencia (cárteles). En segundo lugar, se arbitran dos
mecanismos alternativos y complementarios de clemencia: la dispensa del pago de las
multas y la reducción del importe de las multas.
Dispensa del pago de las multas : Este primer mecanismo supone eximir completamente
a una empresa infractora del pago de la sanción pecuniaria que le hubiera
correspondido si ésta coopera con la Comisión Nacional de los Mercados y la
Competencia aportando elementos de prueba suficientes de la existencia de un cártel de
los anteriormente descritos (art. 65).
En este sentido, para que una empresa pueda beneficiarse de la dispensa del pago de las
multas será necesario que concurra alguno de los siguientes presupuestos: a) Que la
empresa sea la primera en aportar elementos de prueba que, a juicio de la Comisión,
permitan iniciar una investigación en relación con un presunto cártel. b) Que la
empresa sea la primera en aportar elementos de prueba que, a juicio de la Comisión,
permitan constatar una infracción. Pero, para que proceda la exención será preciso que
la Comisión, en el momento de aportarse los citados elementos, no disponga de
elementos de prueba suficientes para establecer la existencia de la infracción y que no
se haya concedido, además, una dispensa condicional de pago a ninguna otra empresa
de conformidad con el presupuesto anterior. En definitiva, será necesario que la
empresa en cuestión aporte material probatorio sustancial del que no dispone la
Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (pruebas de cargo o datos o
indicios que permitan obtener pruebas de cargo a través de una acción de verificación)
y además que sea la primera en aportarlo.
Reducción del importe de la multa : A diferencia del anterior, este segundo mecanismo
no exime del pago de la sanción a la empresa infractora que colabora con la Comisión
Nacional de los Mercados y la Competencia en la detección y desmantelamiento de un
cartel, pero la permite beneficiarse de una reducción del importe de la multa que le
hubiera correspondido (art. 66). Pero, para que una empresa pueda acogerse al
beneficio de la reducción de la cuantía de la sanción pecuniaria, será necesario que
facilite a la Comisión elementos de prueba que aporten un valor añadido significativo a
los que anteriormente ya tenía la Comisión. Además, al igual que sucedía con el
mecanismo anterior, se exigen también, como requisitos imprescindibles, que la
empresa en cuestión coopere en la investigación, ponga fin a su participación en la
presunta infracción como máximo al tiempo de aportar las pruebas y no destruya
pruebas ni comunique a terceros su intención de solicitar clemencia. Se considera que
una prueba tiene valor añadido cuando aumenta la capacidad de la Comisión para
probar los hechos relativos a la infracción de las normas de competencia bien sea por la
propia naturaleza de la prueba o bien por su nivel de detalle o por ambos conceptos.
Por otra parte, la normativa establece que las exenciones o reducciones que se concedan
a las empresas infractoras arrepentidas beneficiarán también a sus administradores y
directivos, lo que supondrá un importante incentivo para que dichas personas
contribuyan a impulsar las solicitudes de clemencia. Sin embargo, el hecho de que la
concesión de una exención o de una reducción del importe de las multas no exima a las
empresas de las consecuencias civiles o penales que puede acarrear su participación en
la realización de las prácticas prohibidas, operará en el sentido contrario.
Esta aplicación implica, por una parte, la necesidad de congruencia entre las sentencias
dictadas por los jueces civiles y la jurisprudencia comunitaria (que a estos efectos está
integrada tanto por las decisiones de la Comisión Europea como por las sentencias del
Tribunal de Justicia de la UE) y, por otra, el establecimiento de una cooperación entre la
Comisión Europea, las autoridades nacionales de competencia y los jueces y tribunales
nacionales, que deberá operar tanto a instancia del juez como a instancia de las
autoridades de competencia comunitarias y nacionales. Para alcanzar estos objetivos, la
Comunicación de la Comisión Europea, de 27 de abril de 2004, sobre cooperación de la
Comisión Europea con los órganos jurisdiccionales de los Estados miembros, establece
las siguientes pautas de actuación: a) Los órganos jurisdiccionales nacionales no podrán
aplicar «de oficio» estas normas porque, en virtud del principio de justicia rogada que
preside el procedimiento civil, tienen el deber de pasividad; b) La aplicación de las
normas comunitarias de competencia por los órganos jurisdiccionales nacionales se
hará según la ley procesal nacional y siempre en función de un interés privado; c) Si
surgiera un conflicto entre lo dispuesto en una norma nacional y el Derecho
comunitario, prevalecerá este último; d) La sentencia que dicten los jueces o tribunales
nacionales en aplicación de los artículos 81 y 82 Tratado de la Comunidad Europea
(actualmente arts. 101 y 102 TFUE) deberá ser coherente con el Derecho comunitario; e)
En el caso de aplicación concurrente por parte de la Comisión Europea y un órgano
jurisdiccional nacional, se establece una doble regla: Si el órgano judicial prevé
anticiparse en su resolución a la Comisión Europea, deberá consultar su decisión con
ésta o bien suspender el procedimiento hasta que la Comisión adopte la correspondiente
decisión para evitar la contradicción entre los pronunciamientos; por el contrario, si la
Comisión resolviera antes que el órgano judicial, la sentencia que dicte este último no
podrá ser contraria a la Decisión de la Comisión y, si el juez no compartiera el criterio de
la mencionada Decisión, deberá plantear una cuestión prejudicial. Asimismo, la
Comunicación arbitra una serie de mecanismos de cooperación procesal entre los
órganos jurisdiccionales nacionales y las autoridades nacionales y comunitarias de
competencia que se resumen en los siguientes: a) Tanto la Comisión Europea como las
autoridades nacionales de competencia de cada país pueden intervenir en los procesos
civiles de aplicación de los artículos 81 y 82 del Tratado de la Comunidad Europea
(actualmente arts. 101 y 102 TFUE), como amicus curiae , presentando, en defensa del
interés público y siempre de forma neutral y objetiva, observaciones escritas u orales
que, en ningún caso, tendrán carácter vinculante; b) El órgano jurisdiccional nacional
podrá solicitar a la Comisión Europea un dictamen sobre cuestiones no resueltas
anteriormente por la jurisprudencia comunitaria; c) La Comisión Europea tiene la
obligación de transmitir al órgano jurisdiccional nacional, en el plazo de un mes, toda la
información y los documentos, incluidos los de carácter confidencial, que éste les
requiera, salvo cuando se trate de información confidencial y no haya suficientes
garantías de que permanecerá secreta; d) Los órganos jurisdiccionales nacionales
deberán comunicar sus sentencias a la Comisión Europea.
Nuevas normas reguladoras de las acciones de daños por infracciones del derecho de la
competencia . La publicación de la DIRECTIVA 2014/104/UE relativa a determinadas
normas por las que se rigen las acciones por daños en virtud del Derecho nacional, por
infracciones del Derecho de la competencia de los Estados miembros y de la Unión
Europea supone la culminación de un proceso normativo en torno al derecho al pleno
resarcimiento que tiene cualquier persona física o jurídica que haya sufrido un
perjuicio ocasionado por una infracción del Derecho de la competencia, que se inició
con la doctrina jurisprudencial sobre el efecto directo de los artículos 101 y 102 del
Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, se consagró legislativamente en el
Reglamento (CE) 1/2003 (arts. 5 y 6) y se completó con la Recomendación de la Comisión
Europea, de 11 de junio del 2013, sobre los principios comunes aplicables en los Estados
miembros a los mecanismos de recurso colectivo de cesación o de indemnización en
caso de violaciones de los derechos reconocidos por la normativa de la Unión Europea y
la Comunicación de la Comisión Europea, de 13 de junio del 2013, sobre la
cuantificación del perjuicio en las demandas por incumplimiento de los artículos 101 y
102 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.
El pleno resarcimiento de los daños y perjuicios podrá ser reclamado a los infractores
por cualquier persona que los haya sufrido con independencia de que se trate de un
comprador directo (adquirió los bienes o servicios del infractor) o indirecto (adquirió
los bienes o servicios de un operador económico que, a su vez, los adquirió del
infractor). Ahora bien, el pleno resarcimiento no conllevará en ningún caso una
sobrecompensación de los daños sufridos mediante indemnizaciones punitivas,
múltiples o de otro tipo (arts. 3 y 12). Así pues, el autor de la práctica anticompetitiva
contra el que se dirija la acción de daños podrá invocar en su defensa que el reclamante
(comprador directo) ha repercutido la totalidad o una parte del sobrecoste obtenido con
la práctica ilegal sobre otras personas (compradores indirectos). La carga de la prueba
de la repercusión recaerá en el infractor. Se consagra de este modo la teoría de la
denominada « passing on defence » (art. 13), que operará de la siguiente forma: Si el que
reclama es el comprador directo, la carga de la prueba de la repercusión corresponderá
al infractor que la invoque en su defensa. Si el que reclama es el comprador indirecto, la
carga de la prueba de la repercusión corresponderá al demandante, pero se presume su
existencia si se demuestra: a) que el demandado ha realizado una práctica
anticompetitiva; b) que la citada práctica tuvo un sobrecoste para el comprador directo;
y c) que adquirió los bienes o servicios al comprador directo (art. 14). El infractor podrá
desvirtuar esta presunción probando que los costes no se repercutieron.
En cuanto al plazo para ejercitar las acciones de daños, la Directiva establece un plazo
de prescripción mínimo de cinco años (art. 10).
Los Estados miembros velarán por que ni la carga de la prueba ni los estándares de
prueba necesarios para la cuantificación del perjuicio hagan prácticamente imposible o
excesivamente difícil el ejercicio del derecho al resarcimiento de daños y perjuicios. Los
Estados miembros procurarán que los órganos jurisdiccionales nacionales estén
facultados, con arreglo a los procedimientos nacionales, para estimar el importe de los
daños y perjuicios si se acreditara que el demandante sufrió daños y perjuicios pero
resultara prácticamente imposible o excesivamente difícil cuantificar con precisión los
daños y perjuicios sufridos sobre la base de las pruebas disponibles (art. 17). Se
presumirá que los cárteles causan daños y perjuicios, aunque sus partícipes tendrán
derecho a rebatir esa presunción. Las autoridades nacionales de la competencia podrán
asesorar a un órgano jurisdiccional nacional sobre la determinación de la cuantía de los
daños y perjuicios, si éste lo solicita y dicha autoridad lo considera adecuado.
Por otra parte se establece la obligación para los Estados miembros de regular los
efectos de las sentencias judiciales o de las resoluciones de las autoridades de
competencia de modo que la constatación de una infracción del Derecho de la
competencia hecha en una resolución firme de una autoridad nacional de competencia
o de un órgano jurisdiccional competente se considere irrefutable a los efectos de una
acción por daños derivados de una práctica anticompetitiva ejercitada ante un órgano
jurisdiccional nacional (art. 9).
A. Concepto de concentración
C. Procedimiento de control
Lo establecido en esta norma se entiende, claro está, sin perjuicio de las competencias
de la Comisión Europea y de los órganos jurisdiccionales comunitarios en materia de
control de las ayudas públicas (art. 11.6).
Esta normativa, que se contiene fundamentalmente en los artículos 101 a 109 del
Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, puede dividirse en dos grandes
grupos: el derecho aplicable a las empresas, que está integrado, a su vez, por las normas
que prohíben las prácticas colusorias y el abuso de posición dominante y las normas
sobre control de las operaciones de concentración económica; y el derecho aplicable a
los Estados, que comprende la prohibición y el control de las ayudas públicas
concedidas a las empresas. Las normas del Tratado aplicables a las empresas se
completan con el Reglamento (CE) núm. 1/2003, de aplicación de los artículos 101 y 102
del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea y el Reglamento (CE) núm.
139/2004, de control de concentraciones entre empresas y las disposiciones que los
desarrollan.
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