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FILOSOFÍA SESIÓN 08

Darwinismo social
por Gustavo Vallejo (CONICET)
 

El término alude a un vasta problemática suscitada a partir de relaciones establecidas en la


Inglaterra victoriana entre ciencia e ideología, saber biológico y poder, cuyas derivaciones que
permiten advertir su presencia en la mundialización pueden buscarse en una apelación como recurso
retórico para naturalizar las desigualdades sociales. Junto a esta directa asimilación del darwinismo
social con el estado de laissez faire generalizado, también existen otras más complejas
apropiaciones biológicas y socio-políticas que contribuyeron a actualizar su protagonismo en la
proceso de mundialización.

El cruce de estas interrelaciones reconduce permanentemente la cuestión, claro está, a la teoría de


Charles Darwin, formulada con On the origin of species of natural selection, or the preservation of
favoured races in the struggle for life (1859) y The descent of man, and selection in relation to sex
(1871), aunque ella fue tan importante para el tema que nos ocupa como las reelaboraciones
iniciadas desde el momento en el que se adicionó el adjetivo social para potenciar los alcances de lo
que ya era una gran metáfora, quizás la más significativa construida por la ciencia moderna. Una
metáfora que permitió dar cuenta de que la evolución experimentada por especies del reino animal y
vegetal se corresponde con el progreso de las sociedades humanas, y a través de ella un problema de
orden biológico, inmediatamente fue también de índole sociológica, poblacional y de economía
política.

Si Robert Malthus en An essay on the principle of population (1798) advirtió los riesgos que
entrañaba el crecimiento poblacional en sociedades que no podían proveer los medios de
subsistencia alimenticio a todos, en las grandes concentraciones urbanas provocadas por la
revolución industrial que él mismo no llegó a ver, su tesis alcanzó una inusitada resonancia. En
efecto, promediando el siglo XIX la visión evolucionista que acompañó el ascenso de la burguesía
ya había sido permeada por la lógica malthusiana y los riesgos de que el incremento poblacional
agote los bienes de consumo fueron un problema que atravesó el núcleo de preocupaciones del
campo científico de la Inglaterra victoriana. No parece conducente aquí detenerse en la larga
polémica que dividió y aún divide a historiadores de la ciencia, según la cual Darwin fue o no
influenciado decisivamente por la tesis de Malthus al elaborar su teoría. Una polémica que se
prolonga en quienes buscan distinguir la teoría biológica de sus eventuales aplicaciones políticas
que, desde esa perspectiva, eran desconocidas para Darwin, y aquellos que por el contrario
consideran redundante agregar el adjetivo social al darwinismo.

Lo cierto es que existió desde la última parte del siglo XIX una notoria avidez en el campo político
por asimilar los conceptos básicos enunciados por Darwin a las advertencias maltusianas, y desde
las relecturas sociales se llegó a una clara certeza: la competencia intraespecífica en la visión de los
primeros evolucionistas se redefinía al quedar inscripta en el campo social la struggle for life, y
aquella puja que aquellos advertían entre leones y gacelas pasaba a ser desde entonces la entablada
por gacelas contra gacelas.

El término darwinismo social fue acuñado, probablemente por primera vez, en 1879 por el
anarquista Emile Gautier, en un ciclo de conferencias pronunciadas en el Cercle d´etudes sociales
du Panteón de Paris. De ese evento surgió el libro Le darwinisme social que tuvo una rápida
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traducción a otras lenguas, pudiendo asignársele a él la institucionalización académica del concepto.


Ya el positivismo de Herbert Spencer había logrado traducir el darwinismo a la sociología,
habilitando una explícita vía de interlocución entre las ciencias humanas y las de la naturaleza
signada por una asimilación de la lucha por la supervivencia a la competencia hiperindividual en el
laissez faire de la economía de mercado, en la que muchos verán que allí, antes que en el propio
Darwin, residía el verdadero núcleo duro del darwinismo social. También contribuyó al
afianzamiento del concepto la obra del sociólogo ruso radicado en Francia, Jaques Novicow, Le
critique du darwinisme social (1910), que estableció una clara caracterización: se trataba de un
homicidio colectivo al quedaba supeditada la causa del progreso de la raza humana. El darwinismo
social, desde esa perspectiva, consistía en una suerte de reaseguro para la policía de las poblaciones,
siendo en una sociedad capitalista un mecanismo de legitimación de la competencia económica sin
límites entre individuos.

Sin embargo, el darwinismo social también sirvió de referencia a planteos situados en otras
coordenadas que van más allá de esa directa subsidiariedad con los intereses de la burguesía inglesa
en el poder. Distintos autores han interpretado que el paso de Of the origin species… a The descent
of man…, también conllevó cambios que permitieron afirmar nuevas perspectivas frente a la idea
liberal. El “segundo Darwin” que incorporaba a su teoría la compasión y el altruismo introducía un
factor decisivo en la explicación de la struggle for life, que aun siendo intraespecífica podía ser
entablada entre grupos. Figuras como el anarquista como Pietr Kropotkin o Elisée Reclus,
iluminarán una intensa apropiación que hasta la Gran Guerra la izquierda hará del darwinismo, al
sobreimprimirle a la relación del evolucionismo con el progreso social la identificación con una
metáfora de la naturaleza humana que podía ser vista orgánicamente como un todo independiente y
armonioso en el que tenía lugar la cooperación social y la razón humana. Y en si Kropotkin y
Reclús aparece también otro rasgo significativo como es la proyección del darwinismo a una escala
espacial a través de la geografía, con el escocés Patrick Geddes, la tendencia basada en mirar el
territorio desde el organicismo darwiniano derivará en el surgimiento del planeamiento como una
nueva disciplina nacida de ideas presentadas en la Sociological Society londinense.

Pero la convicción de que la “lucha” darwiniana podía ser grupal, posibilitará a su vez exacerbar
pujas fundadas en motivos raciales, mientras al mismo tiempo se producía una apropiación política
que pasaba del ultraliberalismo a regímenes totalitarios, en la mismas medida en que el darwinismo
social llegó a ser utilizado para producir el equivalente desplazamiento de un enfoque biológico que
entendía el organismo como el marco de una competencia interindividual generalizada hacia otro
que lo consideraba como el resultado de interacciones corporativas. La “lucha” entre grupos podía
ser utilizada para legitimar la colonización de naciones, el estado de guerra, la inferioridad de razas,
de la mujer, etc. En esa clave deben ser vistas también reinterpretaciones de la metáfora
darwniniana: el concepto de “lucha” de la struggle for life, fue traducido al alemán con el vocablo
krampf que sugiere las ideas de agresión y guerra al pie de la letra, tal como lo expone el famoso
texto de Adolf Hitler.

La idea de que en la selección natural también podían tener cabida lazos grupales, había sido
esbozada por el propio Darwin en The origin species…, mencionando el ejemplo de las hormigas y
las abejas. Inspirado en esa referencia William Morton Weeler formuló en 1911 la “teoría del
superorganismo”, por la cual eran homologadas las sociedades de insectos con el funcionamiento de
un organismo multicelular. Ello equivalía a un sistema fundado en un organicismo social que regía
una sociedad sin conflictos de interés, donde las divisiones jerárquicas del trabajo quedaban
iluminadas por el ejemplo de la reina y las obreras en una colmena de abejas. El interés por avanzar
desde el darwinismo social hacia una explicación de los comportamientos humanos a partir del
conocimiento de los “insectos sociales”, derivó en la creación de una nueva disciplina, la
sociobiología. Su origen se asocia con la tesis de William Hamilton, quien partiendo de pensar que
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la darwiniana “selección natural” podía aplicarse a familias de individuos, concibió en 1964 la


“teoría de la parentela”. Edward Wilson avanzó en la misma dirección, publicando Sociobiology.
The New Synthesis (1975), obra que dio origen a la Sociobiología como disciplina científica.

Mientras ciertas sugerencias altruistas de la teoría de Darwin encontraban en la Sociobiología una


reinterpretación científica que, desde su organicismo y su propensión a explicar la sociedad desde
un conjunto de genes estudiados a partir del conocimiento de “insectos sociales”, aún sigue
suscitando no pocas polémicas; la matriz más dura de la hipercompetitividad en un mundo que no
podía tener cabida para todos, continuó siendo invocada a través de sucesivas recreaciones del
maltusianismo. Entre éstas últimas, también se hallaron los usos formulados desde corrientes de
izquierda para impulsar el birth control e instalar los derechos de la mujer como tema dentro de una
agenda que incorporó la familia nuclear, que le permitía asumir una vida social activa y la
separación del placer sexual de la reproducción. Sin embargo, tampoco en torno al
neomaltusianismo puede decirse que han sido diáfanas las apropiaciones políticas del darwinismo
social. Prueba de ello es la reciente reelaboración de este cuerpo de pensamiento surgida del italiano
Giovanni Sartori, quien en el contexto de la mundialización, asume la pretendida función de
custodiar el bienestar general de una Europa amenazada por la “invasión” de latinoamericanos y
africanos ilegales. Aquel verdadero emblema de la izquierda que es el birth control, se convierte
aquí en una excusa frente a nuevas formas de exclusión global: para Sartori y Mazzoleni en La
Terra Scoppia. Sovrapopolazione e Sviluppo (2003), mientras la Iglesia Católica no deje de
interferir en la aplicación de políticas neomaltusianas en países subdesarrollados, continuará en
riesgo el orden mundial.

 
Fuentes:

Glick, Thomas, Ruiz, Rosaura y Miguel Ángel Puig-Samper (ed.); El darwinismo en España e
Iberoamérica, UNAM-CSIC-Doce Calles, Madrid, 1999.

Girón Sierra, Álvaro; En la mesa con Darwin, CSIC, Madrid, 2005.


Lightman, Bernard (ed.); The Dictionary of Nineteenth-Century British Scientists, York University,
Toronto, 2004.

Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo (comp.); Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino,
Siglo XXI, Buenos Aires, 2005.

Puig-Samper; Miguel Ángel, Ruiz, Rosaura y Galera, Andrés (ed.); Evolucionismo y cultura.
Darwinismo en Europa e Iberoamérica, Junta de Extremadura-UNAM-Doce Calles, Madrid, 2002.

Tort, Patrick (ed.); Darwinisme et societè, Presses Universitaries de France, Paris, 1992.

Tort, Patrick(ed.); Dictionnaire du Darwinisme et de l´èvolution, 3 vls.,, Presses Universitaries de


France , Paris, 1996.
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El darwinismo social: El pensador y sociólogo positivista Herbert Spencer  siguió, tras


las teorías de Darwin,

 Analizando la sociedad (Principios de sociología, 1876-1896) y estudiando la fluencia de la teoría


de la evolución en el mundo de la época, en Ensayos científicos, políticos y especulativos (1891).
Sostenía que los grupos sociales humanos tienen diferente capacidad para dominar la naturaleza y
establecer su dominio en la sociedad. Así, las clases pudientes son capaces o más aptas que las
clases bajas.

Aplicó las las leyes naturales a la sociología, llegando a estudiar la sociedad como si fuera un ser
biológico. Acuñó el concepto de darwinismo social (también denominado organicismo social por
relacionar la sociedad con un organismo vivo), tomando de Darwin el concepto de supervivencia
del más fuerte.

Al trasladarlo a la sociedad, se justificó el dominio de pueblo sobre otro y la desaparición de los


pueblos o r más débiles (o menos aptas); de este modo, el imperialismo hallaba un sustento
ideológico “científico”. Los representantes del darwinismo social afirmaban que el estado de la
sociedad de su época se debía a la evolución y a la selección entre las clases sociales: los que
estaban arriba en la escala socioeconómica eran los más adaptados y estaba en contra de las leyes de
la evolución obstaculizar su progreso económico.

Los más fuertes (los más aptos o paces) debían imponerse en la lucha por la supervivencia fin de
evitar que la sociedad se degenere. La guerra jugaba como un factor de eliminación de los más
débiles. El racismo, que era anterior a la teoría de Darwin, tuvo con el darwinismo social un
fundamento pseudo científico.

Estas ideas daban sustento al predominio de los países industrializados sobre los más “atrasados”;
pese a ello, intelectuales de los países dependientes —como el nuestro: adoptaron el darwinismo
social, incluso entre quienes proclamaban socialistas, como José Ingenieros.

José Ingenieros (1877-1925) y el darwinismo social Ingenieros expresa


en reiteradas oportunidades su fe en la “superioridad” del hombre
blanco en la Revista de América, en Sociología Argentina (1910) y en
crónicas de Viaje (1919).

Crónicas de Viaje "Desde el trasatlántico la gente tiraba monedas al


mar para ver cómo los negros de San Vicente buceaban para recogerlas.
Sobre éstos afirmaba."Semejantes hombres no pueden sobrevivir en la
lucha por la vida.

La selección natural, inviolable a la larga para el hombre como para las


demás especies animales, acabará con ellos cada vez que se encuentren
con las razas blancas (...) Cuanto se haga en pro de las razas inferiores es anticientífico; a lo sumo
se las podría proteger para que se extinga agradablemente, facilitando la adaptación provisional de
los que por excepción puedan hacerlo.
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Es necesario ser piadoso con esas piltrafas de carne humana; conviene tratarlas bien, por lo menos
como a las tortugas seculares del Jardín Zoológico de Londres. Duda que pueda considerarse a los
miembros de las razas de color política y jurídicamente iguales a los blancos, y hasta llega a
considerar la esclavitud como “la sanción política y legal de una realidad puramente biológica."

Críticas al darwinismo social


La premisa básica del darwinismo social es que la sociedad se rige por las mismas leyes que la
Biología. Esa suposición es la que generó las principales críticas al darwinismo social. Los
objetivos sociales, en la medida en que pueden ser seleccionados conscientemente por las personas,
pueden ir dirigidos hacia casi cualquier propósito que los humanos elijan para sí mismos, como el
bienestar, la castidad, la revolución, la obediencia, etcétera.
En cambio, los objetivos biológicos están restringidos a los que marca la evolución orgánica, y
siguen rutas no influenciadas por la moral, la consciencia social y las ideologías.

Las diferencias entre sociedad y Biología quedan reflejadas en el hecho de que los cuidados y
oportunidades que la sociedad brinda a las personas o grupos pueden no tener relación con su
"eficiencia" biológica. Por ejemplo: alguien puede ser discapacitado físicamente y poder seguir
teniendo poder económico y/o social. Otro aspecto que se ha resaltado en numerosas oportunidades
es la relación inversa entre el grado de fecundidad y clases sociales con mayores recursos (es decir,
los grupos que disponen de mayores recursos dejan menos descendencia que los grupos más
carenciados), relación opuesta a las tendencias biológicas naturales.

Se puede decir que el darwinismo social carece de bases científicas válidas, ya que lo socialmente
eficaz no necesariamente es lo biológicamente óptimo.

No obstante, a pesar de estas contradicciones, esta postura ha sido una ideología atractiva para
muchos grupos que ocupan posiciones sociales superiores y proponen una base científica para las
desigualdades sociales y las actitudes discriminatorias.

El paso siguiente consiste en la utilización de esas conclusiones para justificar una situación social
negativa (explotación, colonialismo, racismo, desigualdad) por parte de los grupos sociales
dominantes. Un ejemplo extremo de la aplicación de estas ideas es el caso de Alemania durante las
décadas de 1930-1940, cuando las ideas de "salud racial" del nazismo fueron un elemento
ideológico importante en la destrucción intencionada de millones de personas, a quienes se acusó de
pertenecer a grupos humanos "inferiores".

La supuesta "superioridad" del hombre de raza blanca justifica el trato


desigual al que somete a hombres de razas "inferiores"

Fuente: Strickberger, Evolución. Editorial Omega.


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NATURALEZA HUMANA
Juan Fernando Sellés

1. La naturaleza humana es el concepto filosófico, según el cual los


seres humanos tienden a compartir una serie de características
distintivas inherentes, que incluyen formas de pensar, sentir y
actuar. ...

El sentido de la vida

Aunque se espera que se entienda mejor más adelante, en una somera


respuesta se puede decir que el sentido de la vida natural recibida lo
vamos descubriendo progresivamente, porque esa realidad está en
nuestras manos, a nuestra disposición. Así, descubrimos el sentido de
nuestro cuerpo, el de las funciones y facultades corpóreas, etc., aunque
también es verdad que el sentido corporal completo no lo alcanzamos
nunca y, además, hay asuntos que afectan notablemente a ese tipo de
vida que parecen no tener sentido, o por lo menos, en los que es muy
difícil descubrirlo: la enfermedad, el dolor, la muerte. Por su parte, el
sentido de la vida añadida se lo damos enteramente nosotros, cada uno,
a nuestras facultades, especialmente a las superiores (inteligencia y
voluntad), y a través de ellas, al resto de nuestra naturaleza humana.
Así, uno dota de ciertos conocimientos a su inteligencia restándole
otros, y dota de ciertos quereres a su voluntad quitándole otros; a su
vez, dota de ciertos desarrollos a sus sentidos, apetitos, a su comporta-
miento, a su corporeidad, etc.

El sentido de la vida personal es más difícil de alcanzar que los


precedentes, porque nuestro ser ni está a nuestra disposición (como lo
corporal), ni su sentido se lo otorgamos nosotros (como a nuestras
facultades superiores e inferiores), sino que nos viene ofrecido como
proyecto, es decir, otorgado, aunque abierto a ser lo que todavía no ha
llegado a ser. La clave de este último sentido, que es el que más
importa (y del que dependen los demás), es saber si lo alcanzaremos
definitiva-mente en la vida futura, ya que aquí nunca lo alcanzamos
enteramente. Si no se alcanzara, bien porque no existiera una vida
futura, bien porque, en caso de existir, no lográsemos alcanzarla,
nuestra vida presente sería carente de sentido completo. Ahora bien, si
ese sentido completo se puede lograr, es claro que no parece estar
enteramente en nuestras manos conseguirlo. Por tanto, ¿no será
sensato pedir ayuda a quien lo pueda otorgar?, ¿y ese quién no será
acaso Dios? Según esto, si queremos saber nuestra verdad completa,
aceptaremos libre y definitivamente que Dios nos ilumine de modo
colmado. Evidentemente, nadie está obligado necesariamente a pedir
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tal ayuda, puesto que este es un asunto libre; más aún, es esa única
realidad respecto de la cual podemos emplear enteramente nuestra
libertad.

Es evidente que el tiempo afecta a la corporeidad humana, pues


desgasta nuestro organismo, nuestras fuerzas y, además, lo destruye
con la muerte. No obstante, la corporal no es la única manera de crecer
para el hombre, y tampoco la más elevada. De modo que si se crece
"por dentro", es decir, en humanidad, el hombre saca provecho del
tiempo de su vida. En caso contrario, se le escapa el tiempo
irreversiblemente como el agua entre las manos. Además, ¿es que el
hombre solamente puede "crecer" en humanidad, es decir, en aquello
que es común al género humano? Se ha indicado que por encima de lo
humano de los hombres, que forma parte de aquello de que se dispone,
existe la persona humana. ¿Acaso se puede "crecer" como persona?,
¿por casualidad eso está en nuestras manos? Si la persona humana
puede "crecer" como tal, pues es crecimiento, pero por encima de ese
crecimiento está la elevación divina. La persona humana es perfecta de
entrada. Si no lo fuera, de esa deficiencia habría que culparle al
Creador. Pero Dios no crea a las personas de tal modo que no las pueda
elevar, dotarlas de ma-yor perfección. Entonces, ¿de qué "crecimiento"
se puede tratar? A nivel de la persona humana, más que de
"crecimiento" hay que hablar -como se ha indicado- de "elevación". De
ese modo, sin dejar de ser quién se es como tal o cuál persona (esto es,
sin perder el ser novedoso e irrepetible), al ser elevado
progresivamente uno va adquiriendo el nuevo modo de ser peculiar que
estaba llamado a ser.

¿Quién eleva la vida íntima de cada persona humana?, ¿los demás, la


sociedad, el universo, los amigos, la familia? No parece, pues todos esas
realidades pueden ayudar a perfeccionar, o también a entorpecer,
diversas facetas de la vida natural recibida humana, es decir, de la
naturaleza humana, pero no perfeccionan o entorpecen directamente a
la vida añadida, ni tampoco a la vida personal como tal. Es cada
persona humana, en último término, la responsable de la perfección de
su vida añadida o, por el contrario, también de su envilecimiento. Y lo
es asimismo de la aceptación libre de la elevación, o por el contrario,
del rechazo no sólo de la elevación, sino también de la propia
aceptación como tal persona, lo cual conlleva el oscurecimiento o
pérdida paulatina del sentido personal. Ser responsable de aceptar la
elevación, no quiere decir que la elevación sea algo que se otorgue uno
a sí mismo, porque esa tarea le trasciende por completo a la persona
humana, pues es claro que uno no es superior a sí mismo. Por tanto,
¿de quién dependerá la elevación de tal persona como persona?, ¿tal
vez los demás son superiores a uno como tal persona? Tampoco parece
una respuesta adecuada. La naturaleza humana sólo se perfecciona si la
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persona humana, que es superior a ésta, desea y trabaja en esa


dirección. La persona sólo puede incrementar lo inferior a ella.
Respecto de sí misma, en cambio, lo que se puede hacer es aceptar
libremente nuevos dones, aunque también, y lamentablemente,
rechazarlos. Si la perfección de la naturaleza y esencia humanas
depende en último término de cada persona humana ¿de quién depende
la elevación de tal persona como persona? Es obvio que ese
encumbramiento no depende de tal persona ni de los demás hombres,
porque nadie es un invento suyo ni de los demás. Eso -como veremos en
su momento- sólo lo puede otorgar Dios, si libremente aceptamos ese
don. Dios llama a cada quien así, y eso es una llamada a la elevación, a
la divinización, a vivir la vida divina en la medida que Dios nos la ofrece
y en la medida de nuestra libre aceptación.

Sin embargo, mientras se vive, el hombre todavía no ha llegado a ser


quién está llamado a ser. Ese llamamiento apunta al fin o norte de la
vida. Por eso, el completo sentido de la vida sólo se adquiere más allá
de la presente vida. Pero se cobra sólo si la vida, tanto la natural como
la esencial y personal, se han encauzado en orden a aquél fin. Si
mientras transcurre la vida, ésta camina en esa dirección, el sentido la
acompaña. En caso contrario, si bien podemos dotar en parte de sentido
a nuestra naturaleza y al desarrollo de la misma, con todo, nos alejamos
del sentido personal.

https://www.youtube.com/watch?v=iDE4-sFHwHw

https://www.google.com.pe/#q=naturaleza+humana

PROBLEMA MENTE- CEREBRO


FILOSOFÍA SESIÓN 08
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FUENTE:
U r s u a Nicanor. EL PROBLEMA MENTE - CEREBRO DESDE UN
ENFOQUE EVOLUCIONISTA-EMERGENTISTA. UNA EXPLICACION

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