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Índice
Tema 1. El surgimiento y evolución de los Tratamientos psicológicos
1.1. Primera y segunda ola de los tratamientos psicológicos
1.2. La evolución y desarrollo de las técnicas cognitivo-conductuales
1.2.1. Técnicas basadas en el condicionamiento operante
1.2.2. Técnicas de control de la activación
1.2.3. Técnicas de afrontamiento
1.2.4. Psicoterapias racionales
1.2.5. Técnicas de exposición
1.2.6. Técnicas de autocontrol
1.2.7. Técnicas de solución de problemas
1.2.8. Entrenamiento en habilidades sociales
Glosario
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Bibliografía
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Tema 1.
El surgimiento y evolución de los tratamientos psicológicos
Este origen teórico y la constante evaluación de su efcacia las ha convertido, en su conjunto, en las terapias
psicológicas más efcaces y efcientes como demuestran inequívocamente los estudios de metaanálisis (p. ej.
Gooding y Tarrier, 2009; Haby et al., 2006; Jarry et al., 2005; Jónsson y Hougaard, 2009; Pilling, et al., 2002; Van
Etten y Taylor, 1998; Westen y Morrison, 2001) y el planteamiento de los tratamientos psicológicos
empíricamente validados o tratamientos psicológicos basados en la evidencia (Nathan y Gorman, 2015) del
cual se han derivado diversas guías de tratamiento como son las publicadas por la Sociedad de Psicología Clínica
de la División 12 de la American Psychological Association o del National Registry of Evidence-Based Programs
and Practices, en Estados Unidos; el National Institute for Health and Clinical Excellence, en Inglaterra; o las
Guías de Práctica Clínica del Sistema Nacional de Salud, en España.
Durante la primera ola, el modelo operante, a pesar de sus contribuciones a la terapia, estaba en gran medida
agotado a fnales de los años 70 y empezaron a oírse voces críticas como las de Azrin (1977). El modelo operante
no parecía metodológicamente adecuado para tratar la mayor parte de los problemas de los pacientes
adultos ambulatorios (Jacobson, 1991), ni parecía relevante para tratar muchos de los casos que se presentaban
en la consulta, por ejemplo, los trastornos de ansiedad. La carencia de un enfoque radicalmente conductista de
la conducta verbal había dado lugar a que el análisis de conducta viera limitado su campo de actividad. El
análisis de conducta tuvo que centrarse, pues, en problemas atendidos en instituciones, porque éstas permitían
un control ambiental casi total, o en problemas de conducta simples, si el paciente era ambulatorio. Kohlenberg,
Tsai y Dougher (1993) explican estas limitaciones por dos razones: (1) la difcultad para atender problemas
que se supone no ocurren durante la sesión terapéutica y que, por tanto, no se pueden observar ni modifcar
directamente; (2) las técnicas del análisis de conducta aplicada no estaban preparadas para modifcar la conducta
verbal y, básicamente, es conducta verbal lo que ocurre en una sesión clínica con pacientes ambulatorios o externos.
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Esta situación demandaba una innovación y, como dice Wilson (1990) y pregonan sus representantes más
distinguidos, vendría del conductismo radical.
Durante la segunda ola, las terapias cognitivas fueron creciendo en visibilidad y popularidad y se
convirtieron en un desarrollo signifcativo de la psicología de fnales del siglo XX. Sugieren no sólo un fértil
territorio para el desarrollo teórico, sino también una diferenciación emergente entre acercamientos al
facilitar la interacción entre las ciencias cognitivas y los servicios psicológicos. Las críticas al paradigma en que
se movía la terapia cognitiva tradicional (Mahoney, 1980), cuando aún estaban en auge las terapias cognitivas,
avisaban no sólo de ciertas limitaciones de la terapia cognitiva, sino también de una forma distinta de entender lo
cognitivo y la terapia. Mahoney criticaba en la terapia cognitiva tradicional: (1) su tendencia a pasar por
alto, desestimar e, incluso, atacar la importancia de los procesos inconscientes; (2) su tendencia a considerar
los sentimientos de forma muy limitada, como artefactos o fenoménicos que debían controlarse en lugar de
experimentarse; (3) su pobre con las teorías de la cognición de su tiempo; (4) su énfasis excesivo en el
isomorfsmo entre las palabras y las creencias y en el papel que juega la racionalidad en la adaptación y; (5) su
distinción, implícitamente atribuida, entre el pensamiento del terapeuta y del paciente.
Posteriormente, Mahoney (1988), analizando las divergencias dentro del modelo cognitivo, sugirió que los
temas emergentes del constructivismo, las meta-teorías motóricas, los enfoques evolutivos y de sistemas, así
como los contextos sociales del Yo, refejaban lo que muy bien podía ser la primera revolución dentro del
cognitivismo. Él distinguía entre teóricos y consejeros cognitivos racionalistas que argumentaban la
supremacía causal de las creencias y tendían a enfatizar el contacto con la realidad, el pensar realista, y la
racionalidad como la vía preferida hacia el desarrollo psicológico individual. Frente a ellos, los proponentes
de un enfoque evolutivo y constructivista desafaban los conceptos tradicionales de la realidad, del conocer y
de la racionalidad, así como los conceptos de trastorno y enfermedad. Como consecuencia de estas diferencias,
Mahoney propuso la división entre terapias cognitivas racionalistas y post-racionalistas y, de forma más concreta,
constructivistas. En las terapias cognitivas constructivistas aparecen diferencias y comunalidades, aunque en
esencia afrman que los seres humanos creamos y construimos activamente nuestras realidades personales y sociales;
sus notas más relevantes fueron: (1) la mente es un sistema activo, constructivo, y no sólo un receptor pasivo de
datos sensoriales (Weimer, 1977); (2) no se puede asumir la validez del conocimiento (Polkinghorne, 1992),
en consonancia con el principio de incertidumbre de Heisenberg todo lo que conocemos es un fenómeno
conjunto del observador y lo observado; (3) es difícil señalar cuáles son las metas de la psicoterapia
constructivista, ya que ésta es básicamente teleonómica (con una dirección, pero sin un fnal explícito). La
psicoterapia constructivista no busca un resultado estándar para todos los pacientes, puesto que la realidad es
percibida y conocida de una forma totalmente idiosincrásica por cada cliente (Carmin y Dowd, 1988). Un
aspecto fundamental del constructivismo moderno fue su aceptación de lo que Weimer (1977) denominó las
metateorías motóricas de la mente. Estas son familias o grupos de teorías que conciben la mente humana
como de naturaleza proactiva al mismo tiempo que reactiva. Aquí el contraste importante está en la
concepción activa (de dentro a fuera) del conocimiento y la perspectiva más pasiva (de fuera a dentro) ofrecida
por las meta-teorías sensoriales. Otra característica importante, derivada de la epistemología evolutiva, es que
el terapeuta constructivista debe defnir el cambio dentro de la perspectiva total del paciente (Guidano,
1987) y situar la fnalidad de la terapia en el mundo del paciente en coherencia con sus estructuras
socio-cognitivas. Esta posición de los terapeutas signifca primar o equiparar el conocimiento y
comprensión que los pacientes tienen de sus problemas frente a los del terapeuta (Joyce-Moniz, 1985). Esta
posición nos permite entender la distinción que se hace entre la realidad de primer y la de segundo orden
(Watzlawick, 1990). La realidad de primer orden se refere a una realidad objetiva, mientras que la realidad de
segundo orden se refere a la que construimos al dar signifcado o valor a la realidad de primer orden. El terapeuta
constructivista trabaja con esta realidad de segundo orden, trabaja con las consecuencias que para el paciente
tiene su forma de ver el mundo, sus pensamientos, sentimientos, acciones, etc., y no intenta dirigir al paciente
para que logre un ajuste al mundo de lo real entendido en el sentido de la realidad de primer orden.
Todas estas ideas aportadas por los teóricos cognitivos no racionalistas abonaron el campo para la aparición y
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desarrollo de una nueva ola de terapias (Godoy, 2012), la llamada “tercera generación”.
Reforzamiento positivo
Llamamos técnicas de reforzamiento a las estrategias basadas en el manejo de las contingencias de reforzamiento.
Su característica general será la presentación de refuerzo contingente a la emisión de la conducta deseada con el
fn de aumentar la probabilidad de su emisión en el futuro. Son, pues, técnicas operantes para el desarrollo de
nuevas conductas. La estrategia general está orientada al manejo de contingencias de reforzamiento
(Godoy, 2012).
• Los reforzadores, de cualquier tipo, deben ser defnidos como tales en términos de cómo afectan a la
persona, ya que lo que es reforzante para unas personas no es necesariamente reforzante para otras.
• Es totalmente necesario que las consecuencias sean contingentes, lo más próximas posible a la emisión
de la conducta.
• Hay que estar totalmente seguros de cuál es la conducta-objetivo, a fn de reforzar únicamente dicha
conducta o cualquier aproximación a la conducta fnal.
• Pasar progresivamente de reforzadores materiales a actividades y refuerzos sociales, más potentes que
los primeros.
Entre las principales técnicas de reforzamiento positivo pueden destacarse el (1) moldeamiento y (2) la
economía de fichas.
1) Moldeamiento
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2) Economía de fichas
Se caracteriza por utilizar un tipo de reforzador generalizado (ficha) que puede posteriormente canjearse
por la más amplia variedad de reforzadores para el paciente. Las principales ventajas de la economía de fichas
son dos: (1) por su flexibilidad permite individualizar mucho los programas, y, (2) favorece el aumento de
motivación por parte del paciente, quien lucha por conseguir cada vez reforzadores más potentes
(Godoy, 2012).
En programas combinados, podemos mezclar el reforzamiento de las respuestas adecuadas con el castigo de las
respuestas incompatibles (p. ej., mediante coste de respuesta).
Se caracterizan por la retirada de una estimulación aversiva contingente a la emisión de la conducta deseable.
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Castigo
Las terapias basadas en el castigo, o métodos aversivos, se basan en la utilización, para el control o modifcación
de la conducta, de las contingencias de castigo, siendo, como es sabido, la estrategia de control conductual más
utilizada en nuestra cultura. Consisten tanto en la presentación contingente a la conducta indeseable de
estimulación aversiva (castigo positivo) como en la retirada contingente a la emisión de conducta no deseada
de reforzadores positivos (castigo negativo) con el fn de disminuir su probabilidad de emisión en el futuro.
Son, pues, técnicas operantes para la reducción de conductas. El fundamento teórico de los métodos aversivos
radica en los conocidos efectos supresores del castigo sobre la conducta indeseable. Por ello, los métodos
aversivos son muy efectivos. Sin embargo, se sabe que el castigo tiene importantes efectos negativos colaterales
que desaconsejan su utilización, como son, fundamentalmente, la generación de subproductos emocionales
del tipo agresividad, inhibición, frustración, etc., la evidencia de que solemos acostumbrarnos al castigo y, por
último, el hecho de que su efcacia está ligada a la presencia de la instancia castigadora, emitiéndose la conducta
indeseable en ausencia del agente punitivo. Por estos efectos negativos, sólo debemos utilizar el castigo cuando
no tengamos disponible otra terapia basada en el refuerzo o en la extinción. Las estrategias de control basadas en el
castigo consisten en la presentación de estimulación aversiva/ retirada de reforzadores contingente a la emisión de
la conducta no deseada. Pueden distinguirse dos metodologías: (1) técnicas de castigo positivo y (2) técnicas de
castigo negativo (Godoy, 2012).
aplicación:
En resumen, para su mayor efcacia, un estímulo aversivo debe ser de la intensidad máxima desde el principio,
debe ser de la mayor intensidad posible, debe seguir inmediatamente a la conducta indeseable y, debe
seguir a cada ocurrencia de la misma.
Coste de respuesta
Consiste en la retirada del reforzador por la emisión de una respuesta. Un ejemplo típico sería una multa: se
sanciona una transgresión de una norma.
Aunque es una técnica que suele incluirse en el grupo de castigo negativo, es bueno tener presente que podría
considerársele también como una técnica de extinción. Consiste en someter a la persona a cualquier tipo de
circunstancias en las que se haga imposible la posibilidad de refuerzo. Un ejemplo típico sería la cárcel.
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Extinción
Está basada, como se deduce por su nombre, en el principio de la extinción, por lo que su fundamento teórico será
la debilitación y cese de la conducta al perderse la relación de contingencia entre la misma y el
reforzamiento que la mantiene. Como consecuencia de esa ruptura obtendremos la disminución de la
frecuencia de la conducta y su posterior eliminación del repertorio de la persona. El procedimiento general será
el manejo de contingencias de forma que la conducta indeseable no obtenga consecuencias por su emisión.
Pueden distinguirse dos tipos de metodologías: (1) eliminación del refuerzo y (2) respuestas de evitación y
escape (Godoy, 2012).
1) Eliminación del refuerzo: esta estrategia se basará en eliminar el refuerzo con fnalidad de extinción
en aquellas conductas mantenidas con base en el reforzamiento. Así, ahora, la emisión de conducta
indeseable no conllevará ningún tipo de reforzamiento.
2) Respuestas de evitación y escape: en este tipo de conductas, mantenidas por la disminución de la ansiedad
acompañante a su emisión, la estrategia será la “exposición” de la persona ante las situaciones
ansiógenas.
Respiración diafragmática
Los orientales siempre han prestado una grandísima atención a la respiración, los occidentales la estamos
incorporando recientemente como una importante técnica de reducción de la activación, ansiedad y estrés,
por lo que unos hábitos respiratorios naturales y correctos son sumamente importantes para la salud física
y mental. Ello es debido a que la respiración es una de nuestras funciones corporales más importantes.
Aunque hay muchas estrategias para mejorar la respiración, la principal estrategia de respiración y la más
utilizada en la práctica clínica es el entrenamiento en respiración diafragmática por ser tanto una técnica útil en sí
misma como un buen complemento en las terapias de relajación. El entrenamiento en respiración
diafragmática persigue que el paciente adquiera un tipo de respiración, profunda y lenta, normalmente
mediante el control de la actividad del músculo diafragma. Como se sabe, entre la musculatura que interviene
en la respiración, es el diafragma, y especialmente en la fase de inspiración, el músculo más importante,
junto con los intercostales. Con el diafragma (y los intercostales) colaboran varios grupos musculares
para potenciar la inspiración, tales como la musculatura pectoral (músculos pectorales mayor y menor), siendo
los músculos escaleno anterior y esternocleidomastoideo músculos auxiliares de la inspiración, y, para
potenciar la espiración, la musculatura abdominal (recto anterior, oblicuo mayor y menor y transverso).
Por su importancia para la vida, el control de la respiración está automatizado, siendo sus principales mecanismos
de control neurales (formación reticular troncoencefálica y nervios frénico (al diafragma) e intercostales (a la
musculatura intercostal) y químicos (análisis del contenido en O2/CO2 de la sangre realizado por los
quimiorreceptores del cuerpo carotídeo). Además de este control automático, existe un segundo control,
ahora voluntario, de la misma, que permitirá un fácil aprendizaje de hábitos respiratorios adecuados cuando la
respiración natural, la principalmente diafragmática, se ha perdido, como una respuesta al estrés y la ansiedad,
pasando a ser una respiración fundamentalmente dominada por la acción de la musculatura intercostal
(respiración torácica) y, por ello, más superfcial, más breve y menos efciente, al ventilar sólo la parte alta de
los pulmones, necesitándose como mecanismo de compensación el aumento de la tasa respiratoria para la
adecuada ventilación. Además de estos benefcios sobre la ventilación pulmonar, la respiración diafragmática
tendrá benefciosos efectos sobre el sistema cardiovascular: (a) patrones respiratorios profundos y lentos (o
diafragmáticos) favorecen el control parasimpático cardíaco y vascular, disminuyendo, a nivel cardíaco, por
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El diafragma es un músculo que separa la cavidad torácica de la abdominal, formando un suelo fexible del
pecho. En estado de reposo, el diafragma está arqueado, pasando a una posición casi plana al inspirar,
aumentando así el volumen torácico y permitiendo la entrada del aire y su acumulación en los pulmones,
que se infan. En la espiración, el diafragma se relaja, se vuelve a arquear, se desinfan los pulmones y se
expulsa el aire. La respiración diafragmática (o abdominal) aumenta la ventilación por lo que es mucho más
efciente que la respiración pectoral que, al ser corta y superfcial, sólo ventila la parte alta de los pulmones
(Godoy, 2012).
➢ Cerrar los ojos y colocar una mano extendida sobre el pecho y la otra sobre el abdomen.
➢ Inspirar por la nariz, lenta y profundamente mientras, mentalmente, se cuenta hasta cuatro
lentamente, al ritmo de un número por segundo, intentando que se eleve la mano del abdomen,
mientras que el tórax debe moverse poco, siguiendo los movimientos del abdomen: debe
intentarse llenar, primero, la parte más baja de la cavidad torácica, elevando el abdomen,
luego, la parte media, expandiendo ligeramente la parte inferior del tórax, y, por último, la
superior, elevando ligeramente los hombros y las clavículas.
➢ Espirar por la boca, con un sonido suave, lentamente, contando hasta cuatro.
• Generalización: a otras posiciones (sentado, de pie, etc.) y lugares o situaciones (calle, trabajo,
etc.).
La relajación puede conseguirse de muchas formas, siendo las principales a través de la meditación
(transcendental y Zen), el yoga, el entrenamiento autógeno, la autosugestión, el biofeedback, el
estiramiento muscular (stretching), y la relajación muscular progresiva. La técnica que aquí presentaremos,
por su mayor utilización clínica, es la relajación muscular progresiva, derivada de los métodos de Bernstein y
Borkovec (1973), Cautela y Groden (1985), Jacobson (1929), Lichstein (1988), Vera y Vila (1998), y Wolpe
(1977).
La relajación muscular progresiva persigue hacer consciente al paciente de las sensaciones procedentes de
sus músculos en estado de tensión y de las que proceden de sus músculos relajados, enseñándole a discriminar
ambos tipos de sensaciones y a realizar los oportunos ajustes para disminuir la tensión y mantenerse en estado
de relajación, defnida como la ausencia de sensaciones de tensión. La técnica es realmente fácil de aplicar; el
terapeuta pide al paciente que vaya contrayendo durante algunos segundos (5-10) diferentes grupos musculares,
describiéndole y pidiéndole que observe las sensaciones desagradables que proceden de los mismos y,
posteriormente, que los relaje,por el triple-cuádruple de tiempo, centrándose ahora en las sensaciones placenteras
que produce el estado de relajación. Al mismo tiempo enseña al paciente a mantener un tipo de
respiración abdominal, profunda y lenta, que favorece la relajación (Godoy, 2012).
• Información al paciente de que la tensión muscular es consecuencia del estrés-ansiedad y que las personas
no se relajan porque no saben discriminar su tensión. Así mismo, que es fácil de aprender y sus efectos
dependerán de su motivación y práctica. Es muy conveniente enfatizar la conveniencia de discriminar
adecuadamente niveles mínimos de tensión muscular. Además, si vamos a utilizar, como es lo adecuado,
autoregistros, debemos entrenar al paciente en su uso.
• Tensar y relajar los diferentes grupos musculares. En la forma descrita anteriormente por tres veces cada
grupo. Para facilitar el aprendizaje y la posterior ejecución en casa del paciente suele llevarse un orden
fjo. Cualquier orden es adecuado; un ejemplo sería:
➢ Nariz (arrugar).
➢ Cuello (cabeza adelante, cabeza atrás, tensar cabeza erguida, cabeza hacia la izquierda, cabeza
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hacia la derecha).
➢ Hombros-brazos-manos (tensar).
➢ Tórax (tensar-constreñir).
➢ Abdomen (tensar).
➢ Piernas-pies (tensar).
Mantener, y disfrutar, por algunos minutos el estado de relajación, acudiendo a la visualización de lugares y
estados que induzcan y hagan que el paciente sienta una profunda sensación de placer, calma y bienestar,
permitiéndole que disfrute por unos 10 minutos de estas sensaciones y utilice, posteriormente, con frecuencia la
imaginación para revivirlas.
• Procedimientos abreviados: una vez que el paciente sabe relajar cada grupo muscular por separado,
es conveniente, para acortar el tiempo necesario para la relajación, entrenar con varios grupos
musculares al mismo tiempo, hasta que sepa relajarse en pocos minutos. También, una vez que sabe
relajarse desde la tensión, relajarse sin tensión.
Estiramientos musculares
Como complemento o alternativa a la relajación muscular en aquellos casos en que la relajación es costosa,
inadecuada o difícil para el paciente solemos utilizar con frecuencia técnicas de estiramiento muscular
(stretching). Además de conseguir un buen estado de relajación gracias a la disminución de la tensión muscular,
el estiramiento, al involucrar también articulaciones y ligamentos, tiene otros importantes y saludables
efectos, entre los que deben destacarse el aumento de la fexibilidad y de la percepción corporal. Otros efectos
saludables del estiramiento, aunque poco relevantes aquí, son la preparación para el ejercicio físico, la
recuperación tras el mismo sin tensiones excesivas, la mejora de la coordinación motora y de la circulación
sanguínea, la prevención de molestias y lesiones musculoarticulares y del dolor. El tipo de estiramiento que
se recomienda, es el estiramiento relajado y sostenido, sin sacudidas, rebotes o dolor. Estas últimas formas de
estirarse, a pesar de su amplia difusión y utilización, no son correctas y pueden ser dolorosas y dañinas al
provocar microdesgarres musculares (y la consecuente formación de tejido cicatricial) por la activación
del refejo de estiramiento, que, como se sabe, provocará la automática contracción del músculo que se estira.
La bondad del estiramiento relajado radica en que no activa el refejo de estiramiento y, por ello, no se
acompaña de molestias, dolor o microlesiones musculares (Godoy, 2012).
El procedimiento estándar incluye, para cada estiramiento, dos fases (Anderson, 2004):
Ejercicio físico
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El ejercicio físico regular tiene potentes efectos fsiológicos y psicológicos, especialmente el ejercicio del tipo
aeróbico, que es, sin duda, el tipo de actividad más utilizado en psicología de la salud/ medicina
conductual. Los efectos fsiológicos del ejercicio físico son muchos y están bien conocidos y documentados siendo
los más importantes los de tipo cardiovascular, respiratorio, musculoesquelético y metabólico. Los efectos
cardiovasculares del ejercicio físico son amplios y potentes debidos a la necesidad de bombear y hacer llegar al
sistema muscular sangre rica en oxígeno y nutrientes, para ser utilizados en el metabolismo muscular. Obviamente,
los ajustes cardiovasculares al ejercicio dependen de la intensidad (y las exigencias metabólicas) del mismo, siendo,
fundamentalmente, cardíacos (tales como aumento del volumen minuto cardíaco (por incrementos en la tasa y la
potencia de contracción) y de la presión arterial (vasodilatación en las regiones activas). Resumiendo, el ejercicio
físico regular fortalece el corazón, mejora la elasticidad de los vasos, mejora la utilización de O2, baja la tasa
y presión en reposo, aumenta la velocidad de recuperación y reduce niveles de triglicéridos y colesterol en
sangre.
A nivel respiratorio, el ejercicio físico también se acompaña de importantes cambios, debidos a la necesidad
de aportar al torrente sanguíneo altas cantidades de oxígeno para favorecer el metabolismo muscular y eliminar el
alto nivel de CO2 resultante del ejercicio. Los principales cambios respiratorios producidos por el ejercicio serán
la hiperventilación y el aumento de la superfcie alvéolo-capilar. La hiperventilación, consiste en un aumento de
la tasa y profundidad de la respiración, a fn de mantener la adecuada concentración de gases en la sangre; en ella
colaboran con los músculos intercostales y diafragma varios grupos musculares que potencian la inspiración, tales
como la musculatura pectoral (músculos pectorales mayor y menor), siendo los músculos escaleno anterior y
esternocleidomastoideo músculos auxiliares de la inspiración, y, potenciando la espiración, la abdominal
(recto anterior, oblicuo mayor y menor y transverso). El aumento de la superfcie alvéolo-capilar, permitirá una
mayor capacidad de transferencia de gases. Ambos cambios se traducirán en la mejora general del
rendimiento del sistema respiratorio y la disminución de la tasa respiratoria en reposo.
También son muchos e importantes los cambios musculoesqueléticos consecuentes al ejercicio físico. Los
principales efectos sobre el sistema son la mejora de la capacidad funcional del músculo, debido al aumento en
las mitocondrias y la mayor efciencia enzimática (con la consecuente mayor facilidad de oxidar piruvato y
ácidos grasos), el aumento de la fuerza muscular (en el ejercicio anaeróbico, fundamentalmente), debida a la
hipertrofa muscular, y de la resistencia muscular (en el ejercicio aeróbico, fundamentalmente), al aumentar
las posibilidades del metabolismo aeróbico (mayor número de mitocondrias y mayor efciencia enzimática),
el aumento de la fuerza de los tendones (aeróbico) y de la fexibilidad o rango de movimiento de las
articulaciones (debido a los dos anteriores efectos) así como de la coordinación neuromuscular y la agilidad.
Por último, el principal efecto metabólico del ejercicio será el aumento del metabolismo necesario para dotar
la energía que va a ser gastada en el trabajo muscular. Esta energía la conseguirá el músculo metabolizando su
glucógeno y grasas, así como la glucosa y ácidos grasos libres transportados por el torrente sanguíneo, lo que
supondrá un aumento de la energía disponible para el ejercicio y, en reposo, del metabolismo basal.
Los efectos psicológicos del ejercicio son también importantes. Sin embargo, así como sus efectos fsiológicos
son bastante bien conocidos, no pasa lo mismo con los efectos psicológicos, que, actualmente, a pesar de
los miles de referencias existentes sobre el área y ciertas evidencias empíricas y clínicas, son bastante menos
conocidos que los fsiológicos. Los más sistemáticamente informados por los practicantes son los relacionados
con cambios en el estado de humor, relacionado con una cierta euforia tras la realización de ejercicio (la
conocida “euforia atlética”). Otros cambios afectivos y emocionales son a veces informados, como un estado de
bienestar y relajación, efectos considerados como responsables de la “adicción” al ejercicio de los atletas. El
listado de los principales efectos psicológicos de los programas de entrenamiento físico incluye, entre otros,
bienestar, estabilidad emocional, relajación, euforia, aumento en la autoestima, mejora en las tareas
psicomotoras, mejora en procesos cognitivos y mayor creatividad, lo que supone a nivel clínico disminución en
niveles de depresión, disminución en niveles de ansiedad, mayor tolerancia al estrés, distracción de las rutinas
diarias y aumento en la interacción social (Godoy, 2012).
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• Las principales variables a considerar al diseñar un programa de ejercicio físico son cuatro: (1) las
características de la persona; (2) el tipo de ejercicio a realizar; (3) los parámetros del ejercicio y; (4) las
habilidades de la persona que requiere dicho programa.
• Las características de la persona están referidas, fundamentalmente, a su aptitud física, las razones por
las que debe hacer ejercicio, su motivación y actitudes hacia el programa. Las dos primeras determinarán
el tipo y las características del programa que se va a aplicar y las últimas la predicción que de antemano
podríamos hacer sobre su grado de adherencia al programa de entrenamiento.
• En la selección del tipo de ejercicio, podemos utilizar, en función de los objetivos del programa, bien
actividades de rutina, esto es, ejercicios de baja intensidad, tales como el uso de las escaleras,
aparcar lejos del sitio y caminar, etc., bien actividades programadas, esto es, actividades cíclicas
siguiendo un plan preestablecido de ejercicios de alta intensidad, generalmente aeróbico, aunque
también podría ser, en ciertos casos, entrenamiento en fuerza/potencia o en resistencia
anaeróbica.
• En las actividades programadas, los parámetros que debemos tener en cuenta en el diseño del
programa son tres: frecuencia, intensidad y duración, que serán diferentes, según el tipo de programa.
En el caso más común de utilización de programas aeróbicos, estos parámetros serán: frecuencia (tres o
cuatro veces por semana), intensidad (65% a 85% de la tasa cardíaca máxima) y duración (20-30
minutos).
• Por último, habrá que tener en cuenta que habrá que entrenar previamente a los practicantes en las
habilidades requeridas por el programa de ejercicio: autoregistros, tomarse la tasa cardíaca, etc.
Resueltos estos aspectos, las estrategias para el diseño de los programas las dividiremos en dos grandes
grupos: (a) estrategias para iniciar el programa y (b) estrategias para seguirlo. Con respecto a las primeras, habrá
que tener en cuenta para asegurar el inicio de los programas dos importantes aspectos: la motivación de la
persona y las posibles ideas negativas sobre el ejercicio. La motivación hace referencia a la comúnmente previa
necesidad de motivar y convencer a los futuros practicantes de que el ejercicio les reportará grandes benefcios,
siendo muy conveniente que el listado de estos benefcios sea realista, a fn de que no pierdan pronto la
motivación. En cuanto a las ideas negativas previas sobre el ejercicio habrá que combatir aquellas que se
convierten en problemas comunes a la hora de empezar un programa. Algunas de estas son: falta de tiempo,
sentimientos de incomodidad, incapacidad o de ridículo, miedos a los riesgos, miedos a los cambios corporales,
etc.
Resuelto este aspecto, los objetivos del programa de entrenamiento podemos dividirlos en dos grandes grupos: a)
desarrollo de capacidad física, medida como fuerza/resistencia muscular, composición corporal, fexibilidad y
resistencia cardiorrespiratoria, y b) desarrollo de capacidad motora, medida como fuerza/potencia muscular,
agilidad, coordinación, percepción cinética, poder, tiempo de reacción y velocidad. Normalmente los objetivos
del primer tipo son los más adecuados para los programas que persiguen la promoción de la salud y la
prevención, tratamiento y rehabilitación de la enfermedad, mientras que los del segundo tipo son más propios de
programas diseñados para el entrenamiento de deportistas y atletas. Los programas que podemos diseñar para cubrir
estos objetivos se pueden reducir a tres grupos: (1) resistencia aeróbica; (2) fuerza/potencia y; (3) resistencia
anaeróbica.
El programa debe planifcarse incluyendo tres fases (inicio, desarrollo y mantenimiento), que deben estar
organizadas y estructuradas siguiendo una serie de principios básicos, generales de cualquier programa de
entrenamiento o acondicionamiento físico. Estos principios generales del entrenamiento físico son cinco:
sobrecarga, progresión, especifcidad, espaciamiento e individualización. El principio de la sobrecarga se refere a
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que para que se consiga algún efecto de interés se exige que el organismo sea sometido a una carga mayor de la
que normalmente está acostumbrado, de forma que la intensidad del ejercicio siempre provoque una
activación importante del metabolismo y fsiología corporal. Así, al principio del programa, un pequeño
aumento en el trabajo signifca una importante carga. Conforme los practicantes van adquiriendo un mayor nivel
de capacidad física, serán necesarios mayores aumentos en la carga. Llegado al nivel de carga deseado, se
empieza un período de mantenimiento. El principio de la progresión se refere a que la sobrecarga se aplique
de una forma gradual, progresiva. La progresión estará en función de las características de la persona, por lo que
no será igual para todos: un hombre sano llevará una progresión más rápida que una mujer, un hombre con
problemas cardíacos o un anciano. Es importante, de cara a mantener una buena actitud de la persona al
programa, que el ritmo de aumento no sea de forma que el programa sea aversivo, especialmente en las
primeras fases, no sólo por sus efectos sobre la motivación sino, también, para evitar daños o complicaciones en
personas de poca aptitud física. Por ello, el programa debe dividirse en tres fases: (1) fase de iniciación, con bajo
nivel de actividad y poco aumento, destinada a preparar músculos, tendones, huesos y articulaciones a las
exigencias del nuevo programa; (2) fase de sobrecarga, en la que la velocidad de la progresión dependerá de
cada persona, siendo más rápida para las personas sanas y en mejores condiciones físicas y, (3) fase de
mantenimiento, para mantener el nivel alcanzado en la fase dos. El principio de la especifcidad se basa en que las
ganancias corporales corresponderán al tipo de entrenamiento (aeróbico/aneróbico) y a la musculatura
envuelta en el ejercicio, dado que no hay transferencia desde un tipo de entrenamiento a otro ni desde unos
grupos musculares a otros: un programa aeróbico no se transfere a mayor benefcio en fuerza muscular y un
entrenamiento en natación no mejora (o si lo hace es insignifcante) la velocidad de la carrera en pista. El principio
del espaciamiento está referido a la necesidad de encontrar una adecuada relación entre carga/tiempo de
esfuerzo y tiempo de descanso a fn de evitar el agotamiento y favorecer la restauración corporal. Esta
relación ideal, dependerá, como veremos más adelante, con cada tipo de programas. Por último, el principio de la
individualización se refere a la necesidad, ya comentada, de adaptar el programa a las características de cada
practicante.
En cuanto al diseño intrasesión de los programas, cada sesión, independientemente de la fase en que se esté, debe
incluir tres fases: calentamiento, entrenamiento y enfriamiento.
Diseñado el programa, habrá que considerar que un problema general en los programas de ejercicio físico, al
igual que en muchos otros programas preventivos o terapéuticos es el de la poca adherencia de los practicantes: un
altísimo porcentaje de las personas que inician un programa, a pesar de que entiendan que éste mejorará su
salud, lo deja antes de que éste deba fnalizar.
Finalmente, diseñar convenientemente las fases de generalización y de seguimiento del programa (Godoy,
2012).
Autoregulación y biofeedback
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Los diferentes sistemas orgánicos que constituyen un organismo vivo como el ser humano realizan este
proceso de homeostasis o re-equilibrado a través de sistemas o mecanismos de retroalimentación negativos que
hacen que cuando el funcionamiento de un sistema biológico se altera o se aleja de su funcionamiento
equilibrado o ideal al interaccionar con el medio vuelva después a sus límites normales o ideales de
funcionamiento que vienen fjados por unos parámetros ideales denominados constantes vitales de
funcionamiento. Ejemplos de estos parámetros o constantes vitales lo constituyen, por solo mencionar
algunos de ellos: la temperatura corporal, la presión arterial, la cantidad y el grado de acidez del jugo gástrico
de nuestro estómago, la tasa cardíaca, o la cantidad de azúcar o glucosa y de sal presente en nuestra sangre. Todos
estos sistemas orgánicos funcionan, como decimos, de una forma automática y por ello no tenemos consciencia o
información consciente sobre su funcionamiento, por la simple razón de que no es necesaria esta consciencia
e, incluso, puede afrmarse que sería hasta perjudicial la participación de la misma.
Uno de los posibles recursos o técnicas de regulación del funcionamiento anómalo son, las denominadas técnicas de
biofeedback, consistentes en hacer consciente a una persona del funcionamiento del sistema biológico alterado (bio)
a través del registro del mismo por medio de unos aparatos electrónicos especiales y la facilitación de esa
información (feedback) para que a través de ella la persona pueda reaprender a equilibrar su funcionamiento y a
recobrar la capacidad o la habilidad de autoregulación normal que había perdido debido a algún proceso previo de
anormalidad o de enfermedad. En términos coloquiales, se podría equiparar a un espejo, en este caso un espejo
biológico, donde la persona puede observar refejado el funcionamiento de un órgano o sistema biológico y
utilizar esa información para controlar o corregir el funcionamiento del mismo (Godoy, 2012).
Se ha llegado al consenso integrado de una defnición consensuada del termino biofeedback por parte de tres
de las más importantes asociaciones profesionales existentes en Estados Unidos relacionadas con el tema: “El
biofeedback es un proceso que permite a una persona aprender a modifcar la actividad fsiológica con la fnalidad
de mejorar la salud y la actividad de la misma. Por medio del empleo de instrumentos de gran precisión se
logra medir distintas respuestas o actividades fsiológicas, como las ondas cerebrales, la función cardíaca, la
respiración, la actividad muscular o la temperatura de la piel. Estos instrumentos facilitan (retroalimentación) de
forma rápida y precisa de esta información a la persona. La facilitación de esta información (con frecuencia
conjuntamente con los cambios producidos en el pensamiento, en las emociones y en el comportamiento) produce los
cambios fsiológicos deseados. Estos cambios pueden mantenerse posteriormente sin la utilización continuada de
ningún instrumento” (Association for Applied Psychophysiology and Biofeedback, Biofeedback Certifcation
International Alliance, International Society for Neurofeedback and Research, 2008).
El biofeedback, en síntesis, no constituye otra cosa que un espejo que refeja algún proceso fsiológico de un
individuo, pero no debemos olvidar que ni el aparato ni la retroalimentación facilitada por éste son los
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responsables últimos del control o de la modifcación del proceso fsiológico alterado, sino que este cambio es
efectuado activamente por el propio individuo utilizando la información facilitada por el aparato. En este
sentido, dentro del biofeedback se concede una importancia especial a los conceptos de “control”,
“autocontrol”, y “sistemas de control”, asumiéndose, en defnitiva, que el biofeedback puede enseñar a una
persona a utilizar un sistema fsiológico más efcazmente; es decir, puede enseñarle a controlar o a autocontrolar
el sistema una vez alterado su funcionamiento por causa de alguna anomalía o proceso patológico (Carrobles y
Godoy, 1987).
Los elementos y fases incluidos en el proceso de biofeedback pueden observarse la fgura 1, en la que, de
modo general, se observa la secuencia de las operaciones implicadas en un típico circuito de
retroalimentación, referidas en este caso al registro electromiográfco (EMG) del músculo frontal de la
cabeza y a cuya excesiva activación o tensión crónica se atribuyen las cefaleas de tipo tensional.
El proceso de biofeedback
Por otra parte, el campo denominado neurofeedback no es en realidad otra cosa que una mera
aplicación de la técnica del biofeedback mediante el uso del registro de determinadas ondas
cerebrales a través del empleo de un electroencefalógrafo (EEG), con la fnalidad de aprender a
controlar la actividad cerebral o del sistema nervioso central y, a través de este control, propiciar la
modifcación de ciertos procesos o estados mentales o clínicos alterados. Al igual que las demás
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formas o aplicaciones del biofeedback, en el caso del neurofeedback se registra una señal fsiológica, en
este caso cerebral, mediante la aplicación sobre la superfcie del cerebro de unos electrodos para el
registro de la actividad EEG y se envía la misma al correspondiente monitor electrónico EEG para el
procesamiento de la misma y la facilitación de retroalimentación al individuo, bajo entrenamiento de
forma simplifcada, continua e inmediata para que a través de esa información pueda aprender a
controlar o autoregular la actividad fsiológica cerebral que estemos intentando modifcar.
Las ondas cerebrales que pueden ser registradas mediante un EEG en la superfcie cerebral pueden ser de distintos
tipos y registradas en diferentes lugares de la misma. Estas ondas cerebrales registradas superfcialmente de forma no
invasiva refejan, en realidad, la actividad sincronizada de millones de neuronas situadas dentro del cerebro y
guardan una estrecha relación con determinados estados mentales o actividades conductuales por parte del
individuo. El neurofeedback utiliza registros EEG captados en distintas zonas de la periferia cerebral a través de
electrodos de superfcie y no emplea ningún tipo de técnicas invasivas ni de medicación, ni tampoco utiliza
ningún tipo de estimulación cerebral (Godoy, 2012).
Las aplicaciones clínicas del neurofeedback han sido muy considerables, tanto en número como en variedad de
las mismas, desde las aplicaciones iniciales de los trabajos de Kamiya (1969) centrados en el entrenamiento de los
individuos para la consecución de estados mentales placenteros o relajantes a través del control del ritmo alfa o
zeta registrados en la zona o lóbulo occipital y del descubrimiento por parte de Sterman (1972, 1973) del poder de
las ondas o del Ritmo Sensoriomotor (RSM: 12-16cps) registrado en la corteza sensorio-motora y el efecto del
incremento del mismo en el control de las crisis epilépticas. Estas aplicaciones se han extendido desde entonces
a un considerable número de problemas clínicos distintos y utilizado también una importante variedad de
registros fsiológicos EEG para ayudar al control de los mismos. Entre estas aplicaciones, por solo mencionar
las más relevantes, se encuentran las siguientes: el trastorno por défcit atencional con hiperactividad, los
trastornos epilépticos, los problemas de ansiedad y de depresión, el abuso de sustancias, los trastornos
obsesivo-compulsivos, los trastornos esquizofrénicos y bipolares, los trastornos comportamentales y las
difcultades de aprendizaje, los défcits cognitivos, distintos problemas de dolor crónico (dolores de cabeza de
tipo migrañoso y tensionales), problemas de sueño, trastornos de estrés postraumático, traumatismo cerebral y,
problemas relacionados con el espectro autista. Entre todos estos problemas a los que se ha aplicado el
neurofeedback destacan los trastornos epilépticos y los défcits de atención e hiperactividad (Arns, et al., 2009;
Lofthouse, 2011a, 2011b; Loo y Barkley, 2005).
Un entrenamiento típico de biofeedback, centrado en el control de una única respuesta fsiológica, suele
prolongarse por un período medio de alrededor de unas 10 sesiones de entrenamiento, aunque este número puede
ampliarse hasta unas 20 sesiones si se desea asegurar la estabilidad y la generalización de los resultados
obtenidos al medio habitual en el que se desenvuelve el individuo. En cualquier caso, estos datos son
meramente orientativos ya que puede darse una considerable variedad entre distintos pacientes, atendiendo
principalmente al tipo de problema que les pueda afectar, así como a su colaboración activa en el proceso;
especialmente por lo que a ejercicios de práctica o tareas complementarias para realizar por sí mismo en casa se
refere.
También es preciso tomar en consideración el tipo de respuesta o proceso fsiológico que estemos tratando de
controlar, dándose una considerable variedad en cuanto a las sesiones requeridas para alcanzar el control de las
mismas por parte del individuo. Así, por ejemplo, mientras que aprender a controlar la temperatura corporal o la
respuesta dermogalvánica (RPG) solo puede requerir entre 10 y 20 sesiones de entrenamiento de unos 30
minutos de duración; el aprendizaje del control de las respuestas electroencefalográfcas (EEG) puede alargarse
hasta un total de entre 20 y 40 sesiones de unos 50 minutos de duración cada una.
secuencia, una serie de elementos u operaciones entre las que cabe destacar las siguientes (Godoy, 2012):
• Establecimiento de unas determinadas metas terapéuticas a alcanzar por medio del tratamiento.
• Generalización y mantenimiento del control logrado en las sesiones a las situaciones reales de su propio
entorno natural.
La estructura de una sesión típica de biofeedback puede verse en la tabla 1, donde de se expresa no sólo la
secuencia de los distintos objetivos o contenidos de la misma, sino también los diversos cometidos o tareas
específcas a realizar dentro de cada contenido o momento de la sesión.
Tabla 1. Estructura de una sesión típica de terapia de biofeedback. Fuente: Godoy (2012).
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La respuesta normal a las experiencias estresantes tiene dos grandes componentes: ansiedad, miedo, cólera, por una
parte; evitación, por la otra. Las técnicas de inoculación de estrés (Meichenbaum, 1975, 1977, 1987;
Meichenbaum y Cameron, 1972; Meichenbaum y Jaremko, 1987) persiguen dotar al paciente de una amplia serie
de estrategias de afrontamiento que le ayuden a resolver adecuada y satisfactoriamente los problemas y
experiencias estresantes. El aspecto capital en las respuestas al estrés es la activación fsiológica y lo que se
dice el paciente ante las mismas, siendo lo común la magnifcación de la situación estresante. La inoculación
de estrés persigue que el paciente se diga cosas menos negativas de la situación y se relaje, para estar, así, en
mejores condiciones de afrontarla. Persigue que el paciente se exponga a múltiples situaciones controladas de estrés
con el fn de que se inmunice o vacune contra las situaciones reales de estrés de la vida cotidiana (Godoy, 2012).
• Fase de entrenamiento:
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• Fase de aplicación y consolidación: puesta en práctica de las habilidades adquiridas ante los
problemas cotidianos del paciente; primero en la imaginación, después en vivo; primero ante
los estresores más moderados, después ante más potentes.
La técnica de detención del pensamiento (Bain, 1928; Davis, Mckay, y Eshelman, 1985; Lazarus, 1971; Wolpe,
1977) persigue que el paciente, más que modifcar el contenido perturbador de sus pensamientos, aprenda a
controlarlos e instaure en su lugar pensamientos más adecuados. La técnica consiste en detectar y concentrarse en
los pensamientos indeseables y eliminarlos y sustituirlos por pensamientos más adecuados ante una instrucción
específca del terapeuta y, posteriormente, del propio paciente (Godoy, 2012).
• Entrenamiento en imaginación:
➢ Detener los pensamientos a una orden externa: por varias veces, se le pide que detenga, elimine o
borre de su mente los pensamientos a partir de nuestra orden (p. ej., ¡stop!, ¡basta!, ¡fuera!, etc.) o
de una señal (p. ej., chasquido, timbrazo, pellizco…) y se concentren en otro pensamiento,
preferentemente un pensamiento positivo alternativo al pensamiento problemático.
• Interrupción sin ayuda: se sigue el mismo proceso que el paso anterior, pero a partir de una
orden propia y, posteriormente, interna o subvocal, y centrarse en el pensamiento alternativo.
Entrenamiento en autoinstrucciones
Las autoinstruciones se defnen como las órdenes o instrucciones que el individuo se da a sí mismo para el
manejo de su propia conducta. Su propósito es modifcar las autoverbalizaciones internas o pensamientos ante
un determinado acontecimiento, sustituyéndolo por otros pensamientos más útiles y adaptativos. Se trata
de un procedimiento de autoregulación verbal para facilitar que el individuo alcance, mediante el cambio
de verbalizaciones internas, un incremento en su nivel de habilidad en la ejecución de una determinada tarea;
también en su capacidad de autocontrol o en su capacidad de solucionar problemas (Larroy, 2016).
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• Fase 1. Modelado cognitivo: el terapeuta lleva acabo una tarea mientras se da, en voz alta, las
instrucciones que guían cada paso de esta.
• Fase 2. Guía externa en voz alta: el paciente repite la acción modelada (la misma tarea que ha hecho
previamente el terapeuta), mientras el terapeuta le da las instrucciones en voz alta.
• Fase 3. Autoinstruciones en voz alta: el paciente guía ahora, mediante instrucciones en voz alta, cada uno de
los pasos para ejecutar la tarea (es decir, hace lo mismo que hacía el terapeuta en la fase 1).
• Fase 4. Autoinstrucciones enmascaradas: el paciente repite la ejecución de la tarea guiándose en cada paso
por las mismas autoinstrucciones que antes, solo que ahora estas son murmuradas en voz baja.
Fue desarrollada por Aaron Beck a partir de fnales de los años 50, y su postulado central se basa en que los
trastornos emocionales y/o conductuales son el resultado de una alteración en el procesamiento de la información, en
el que se ven implicados pensamientos automáticos, supuestos y, creencias nucleares (Beck, 1976).
Esta terapia consta de diferentes técnicas cognitivas, las cuales se explican a continuación:
3) Técnica de las dos columnas: consiste en dividir una hoja por la mitad colocando en el lado izquierdo
la interpretación problemática que se quiere modifcar; en el lado derecho se colocan las
interpretaciones alternativas que vaya generando el paciente.
4) Técnica de búsqueda de soluciones alternativas: muchos pacientes tienden a pensar que ya han probado
todas las opciones posibles o que sólo les queda como solución a su problema el suicidio. Un paso
previo importante que puede llevar a que el paciente genere espontáneamente nuevas alternativas de
solución, es la defnición cuidadosa y exhaustiva del problema.
5) Técnica cuestionar la evidencia: se basa en la premisa de ¿qué evidencia tenemos de…?, cuya respuesta
puede ser una herramienta muy poderosa para la reestructuración cognitiva.
6) Técnica de la triple columna: permite ayudar a los pacientes a tomar conciencia de los errores lógicos
que cometen. Se divide una hoja en tres columnas: en la primera se anotan las situaciones que
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generan malestar emocional; en la segunda los pensamientos automáticos y; en la tercera, los tipos de
distorsiones cognitivas que se encuentran en dichos pensamientos (fgura 2).
7) Técnica de descentramiento: muchos pacientes con ansiedad están convencidos de que les pueden notar
cómo se están sintiendo y qué están pensando exactamente. Se diseñan experimentos que permitan
refutar tales creencias, estableciendo, por ejemplo, criterios objetivos entre terapeuta y paciente sobre
cuándo se está siendo realmente el foco de atención.
• Fase educativa: primero identifcar qué creencias generales tiene el paciente sobre lo que le está
pasando y por qué.
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• Fase I de aplicación: su objetivo es examinar y someter a pruebas de realidad los pensamientos automáticos,
el procedimiento se basa principalmente en el Método Socrático del apoyo empírico que sostiene a
los pensamientos automáticos e imágenes generadas y haciendo uso de diferentes técnicas cognitivas
explicadas anteriormente. Su propósito es promover en el paciente la generación de
interpretaciones alternativas.
El tema central en la terapia racional emotiva (TRE), desarrollada por Albert Ellis (Ellis, 1958, 1975, 1977,
1980, 1984; Ellis y Dryden, 1989; Ellis y Grieger, 1977; Ellis y Harper, 1975) es que la emoción y el pensamiento
no son procesos desconectados, siendo la infelicidad humana y las perturbaciones emocionales la
consecuencia, más que de los acontecimientos reales, de unas formas de pensar ilógicas e irracionales, por lo
que dichos problemas pueden eliminarse reordenando el pensamiento y la percepción de la realidad. Aunque la
TRE ha ido evolucionando hasta la actualidad haciéndose más cognitivo-conductual, denominándosele
“terapia racional emotiva-conductual”, los planteamientos de la misma son muy similares al modelo original.
Así, en la TRE, se entiende que el pensamiento, diálogo interno o autoverbalizaciones del paciente no están
ajustados a la realidad y determinan emociones y conductas inadaptadas, por lo que la terapia persigue la
detección de las ideas irracionales (p. ej., necesidad imperiosa de cariño y aprobación de los demás;
exigencia de absoluta competencia y perfección en lo que se hace; exigencia de que las cosas vayan por donde
uno desea; etc.) y su modifcación por formas más realistas y adaptativas de procesar la realidad, lo que queda
esquematizado en el modelo A-B-C-D-E, en donde:
• Explicación de la técnica y de su justifcación teórica: explicación al paciente del papel que juegan
los pensamientos en la determinación de las emociones y conductas y de las bases de la terapia.
• Determinación de las autoverbalizaciones “B”: detectar y llamar la atención del paciente de los
pensamientos, ideas y autoverbalizaciones ilógicas e irreales suscitadas ante “A”. Normalmente estas ideas
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➢ “Es una imprescindible necesidad para el adulto ser querido y aprobado por sus semejantes, familia y
amigos”.
➢ “Ciertas personas son malas, viles y perversas y deberían ser severamente castigadas”.
➢ “Es terrible, horroroso y catastrófco que las cosas no sean tal y como a uno le gustaría que fueran”.
➢ “Se debe sentir miedo, ansiedad y preocupación ante cualquier cosa desconocida, incierta o
potencialmente peligrosa”.
➢ “Es más fácil evitar las difcultades y responsabilidades de la vida que hacerles frente”.
➢ “Necesitamos contar con algo más grande y más fuerte que nosotros mismos”.
➢ “Es vitalmente importante para nosotros lo que hacen los demás y deberíamos hacer grandes esfuerzos por
cambiarlo en la dirección que nos gustaría que siguieran”.
➢ “No poseemos control sobre nuestras emociones y no podemos evitar sentir determinadas cosas”.
• Determinación de las emociones suscitadas “C”: listado de las consecuencias emocionales y conductuales
negativas.
• Demostración de la conexión entre “B” y “C”: mostrar al paciente que sus autoverbalizaciones no sólo han
sido sino que son el origen de sus perturbaciones emocionales demostrando exactamente el vínculo
entre pensamiento y emoción.
• Elaboración de un sistema de creencias más racional “D”: enseñar al paciente a pensar de una forma más
ajustada a la realidad, fexible y racional y a que se diga cosas más razonables y menos autodestructivas. Las
creencias racionales en relación a las ideas irracionales listadas más arriba podría ser:
➢ “Es mucho más conveniente concentrarse en la propia estimación y en querer, más bien que en ser
querido”.
➢ “La gente que realiza actos inapropiados son invariablemente estúpidos, ignorantes o
emocionalmente trastornados”.
➢ “Es una lástima que las cosas no sean como nos gustaría por lo que lo adecuado es intentar controlar las
condiciones que las elicitan y, si no es posible, resignarse a su existencia y dejar de seguir
lamentándose de cuán malas son”.
➢ “Casi toda la infelicidad humana es causada o mantenida por la manera de ver uno las cosas”.
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➢ “La única forma de resolver las difcultades y responsabilidades es abordarlas con decisión”.
➢ “Es mucho mejor valerse por sí mismo y tener fe en uno mismo y en la propia capacidad de
afrontar las circunstancias”.
➢ “Hay que aprender de las experiencias pasadas, pero sin dejarse infuir demasiado por ellas”.
➢ “Los problemas de la gente son sus problemas e insistir en cambiarlos suele ser la forma menos
efcaz de ayudarles”.
➢ “Los humanos tienden a ser más felices cuando están implicados en proyectos creativos”.
Inundación e Implosión
Aunque suponen procesos complejos en los que los elementos cognitivos no son de desechar, pueden
considerarse también técnicas de extinción al exponer al paciente a situaciones generadoras de intensa ansiedad
con el fn de que observe que en realidad estas situaciones no tienen las consecuencias dañinas que él les
atribuye.
La inundación tuvo un origen doble: por una parte los trabajos de Masserman en neurosis
experimentales, observando que los animales eliminaban la ansiedad inducida al permanecer
duraderamente en la situación temida, y, por otra, los de Solomon, sobre el aprendizaje de evitación, observando
el alto valor terapéutico de la exposición obligada al estímulo ansiógeno (Godoy, 2012).
• La implosión: fue desarrollada a fnales de los años 60, y es muy similar a la inundación, sólo que ahora,
se le pide al paciente que imagine las consecuencias más terrorífcas posibles en la exposición al estímulo,
con la intención de provocar la máxima respuesta emocional posible. Cada escena se mantiene hasta
que el paciente experimente algún nivel de reducción de la ansiedad (extinción), repitiéndose la
exposición hasta que la ansiedad disminuya notablemente. Posteriormente, se van introduciendo
variaciones para aumentar la respuesta de ansiedad y, así, conseguir una extinción más completa.
Proyección en el tiempo
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En muchas situaciones de infelicidad, incapacidad e inadaptación, la gente piensa que este estado presente
durará para siempre. La proyección en el tiempo (Lazarus, 1971) persigue que el paciente se imagine a sí mismo en
un momento futuro (días, semanas, meses y años) funcionando adecuada y efcazmente y sintiéndose feliz. La
utilidad de esta técnica radica en que el uso de imágenes positivas de uno mismo producirá consecuencias
emocionales y conductuales positivas: piénsese, p. ej., los benefcios de que los pacientes deprimidos se
imaginaran a sí mismos disfrutando de las cosas que les gustan; o los pacientes ansiosos enfrentándose a sus
miedos con seguridad y aplomo; o las personas tímidas viéndose llenos de confanza y seguridad en sí mismos
(Godoy, 2012).
• Explicación de la técnica y de su justifcación teórica: formación del paciente en la técnica y en sus bases
teóricas y metodológicas.
• Entrenamiento en imaginación: se pide al paciente que realice varias veces al día la siguiente secuencia:
b) Anticipación próxima del refuerzo (imaginar las cosas agradables que puede hacer mañana y los
demás días de esta semana).
c) Contemplación retrospectiva (volver ahora hacia atrás y analizar la semana que ha vivido: ¿ha estado
activo y disfrutando de lo que le gusta?, ¿fue agradable?).
d) Anticipación remota del refuerzo (lo mismo que esta semana ha sido agradable, lo puede ser la otra,
y la otra…, y el mes que viene, y el otro…, y el año que viene, y el otro).
Las técnicas de exposición son muy diversas, según el tipo de problema (p. ej., fobia, obsesión,
compulsión), el formato terapéutico (p. ej., con el terapeuta, autoexposición), la modalidad (p. ej.,
imaginación, en vivo), o el plan terapéutico (p. ej., exposición masiva, gradual). En general, se prefere la
autoexposición en vivo, con la mayor frecuencia posible y en la máxima intensidad que se pueda tolerar. En el
tratamiento de la ansiedad, las fobias y las obsesiones-compulsiones, la exposición en vivo tiene más interés y
mejores resultados que otras técnicas como la inundación o la implosión (Godoy, 2012), y las cuales se
explican brevemente a continuación.
Desensibilización sistemática
La desensibilización sistemática surgió, aunque con importantes precedentes, de los trabajos de Wolpe
(1977) para la eliminación de los miedos (fobias) y se ha extendido a muchas otras áreas de aplicación. El
principio teórico que subyace a la técnica es generar en el paciente un estado emocional incompatible con el
estado de ansiedad, enseñándole a responder ante el estímulo ansiógeno con una respuesta antagónica
(principio de inhibición recíproca) a la ansiedad asociada al mismo, con el fn de debilitar y eliminar la relación
existente entre estímulo y respuesta, eliminando, así, la ansiedad condicionada.
Aunque puede haber, y de hecho se han utilizado, muchas clases de respuestas antagónicas-incompatibles
con la ansiedad, la más utilizada en la desensibilización sistemática es la relajación. Además del componente
conductual de estado incompatible con la ansiedad, la desensibilización sistemática, es una técnica de
exposición que tiene importantes componentes cognitivos y afectivos, debidos a la convicción de que el
enfrentamiento con la situación ansiógena tiene efectos más deseables que la evitación de la misma, ya que
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es sabido que la evitación de las situaciones temidas garantiza la persistencia (y, a veces, el aumento) de los
temores.
• Elaboración de la jerarquía: la jerarquía debe elaborarse conjuntamente con el paciente. Suele hacerse
pidiendo al mismo que describa ítems ansiógenos relacionados con su problema y los puntúe en una
escala de 0-10 (o 0-100), de forma que el listado fnal incluya entre 15 y 20 ítems ordenados en
forma progresiva de menos a más ansiógenos.
• Entrenamiento en imaginación, siguiendo el orden de la jerarquía: debe pedirse al paciente que imagine
lo más vívidamente posible las escenas de cada ítem (en pacientes que tengan difcultades para
imaginar escenas es conveniente hacer previamente al entrenamiento en imaginación de los ítems de
la jerarquía unas sesiones de entrenamiento en imaginación con escenas emocionalmente neutras o de
contenido agradable). Se pasa al ítem siguiente cuando el paciente es ya capaz de pasar el ítem anterior
sin sentir ninguna ansiedad y, así, hasta fnalizar la jerarquía. El criterio de superación de cada ítem
suele ser el haberlo pasado dos veces (la segunda vez durante más tiempo y con más viveza de
imaginación que en la primera) sin ansiedad. Si el paciente siente ansiedad, se le pide que deje de
imaginarlo, se relaje y se vuelve al ítem anterior.
Exposición
El objetivo central de las técnicas basadas en la exposición es impedir que la conducta de evitación o escape se
conviertan en una señal de seguridad, más que impedir el escape por sí mismo. En la exposición se ven
implicadas principalmente conductas, pero también a los pensamientos y sensaciones corporales
(exposición interoceptiva). Los mecanismos explicativos de la reducción del miedo durante la práctica de la
exposición están relacionados con la “habituación”, con la “extinción” y, con el “cambio de expectativas”
(Echeburrua, Corral, y Ortiz, 2016).
La exposición suele ser individual y se realiza principalmente en situaciones reales (en vivo) y, tanto dirigida
por el terapeuta como de forma autónoma (autoexposición); sin embargo existen otros formatos de
aplicación, también utilizados en terapia como son: exposición en imaginación, exposición en grupo, o
recientemente asistida por las tecnologías de la información y comunicación.
➢ Evaluar las situaciones que el paciente evita (p. ej., con entrevistas o cuestionarios).
• Introducir la escala de unidades subjetivas de ansiedad (USAs) o termómetro del miedo: es útil para que
el paciente pueda evaluar su nivel de ansiedad en cualquier momento, saber cuándo podemos terminar la
sesión de exposición y, evaluar la mejoría del paciente a lo largo de la terapia. Que el paciente aplique
la escala a un caso concreto que le sirva de ejemplo o punto de referencia: p, ej: “0” = ninguna ansiedad
(relajación) y “10” = ansiedad máxima (perder el control).
• Seleccionar la primera situación de la jerarquía de exposición, según los niveles de difcultad, temor y
evitación e iniciar la exposición: continuar con la exposición de manera sistemática y repetida; luego
pasar al siguiente ítem en la jerarquía y seguir el mismo proceso, siguiendo una serie de reglas:
➢ No abandonar la situación hasta que no haya disminuido la ansiedad, como máximo durante
un breve periodo y regresar después.
➢ No pasar a una situación nueva de la jerarquía hasta que no se haya superado la anterior.
El término autocontrol refere en términos generales a la emisión por parte de una persona de la respuesta o
de la conducta más apropiada en una determinada situación, tomando en consideración tanto la solución del
problema enfrentado como los costes y benefcios, tanto físicos como psicológicos, derivados de la misma, en
términos de una mejor adaptación al entorno y de la supervivencia del individuo. El término autocontrol
tiene por su parte varias acepciones, referidas principalmente a la conducta meta o fnal elegida por la persona y
al proceso de supervisión o monitorización de la propia secuencia de la acción que él mismo lleva a cabo en esa
situación. La primera de estas acepciones tiene que ver con la elección por parte del individuo de una
determinada acción o conducta en una situación dada, y en este sentido, decimos que una persona ejerce
autocontrol o que su actividad está autocontrolada, cuando la conducta emitida o elegida no ha estado determinada
por las consecuencias inmediatas de la misma (positivas o negativas), sino por las consecuencias benefciosas
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demoradas u obtenidas a largo plazo por la emisión de una conducta más adaptativa o adecuada. En el sentido que
acabamos de describir el autocontrol, éste guarda una estrecha relación con el signifcado que desde la flosofía se
atribuye al concepto de libertad, en el sentido de la elección libre (sin coacción) y consciente de una
determinada actividad o conducta por parte de una persona en una situación determinada.
A nivel psicológico, el concepto de autocontrol tiene básicamente dos acepciones principales: (1) la emisión de
una determinada conducta en una situación dada entre las varias conductas posibles en la misma; y (2) la
supervisión o la monitorización del proceso de ejecución de esa conducta a lo largo de las tres fases que
normalmente incluye el comportamiento humano en una determinada situación o experiencia: (a) el
procesamiento y la evaluación de la situación o experiencia estimular dada; (b) la decisión o elección de la mejor
respuesta a la situación entre las múltiples posibles a la misma; y (c) la recepción o autoaplicación de las
consecuencias derivadas de la misma. Las personas con autocontrol observan y son conscientes de la situación;
evalúan anticipadamente sus propios recursos y las consecuencias que se derivarían de una u otra de las
alternativas posibles de respuesta; supervisan y evalúan el curso de su acción cuando la están realizando; y después
de realizada la conducta evalúan la efcacia o el fracaso de la misma y extraen y aplican las consecuencias más
adecuadas sobre las mismas, con objeto de aprender o mejorar su actuación futura en situaciones similares o
equivalentes (Godoy, 2012).
Una forma práctica de enseñar autocontrol a una persona puede ser vista en la aplicación de lo que se denomina
como la técnica del crucigrama de las consecuencias (Carrobles, 2000), consistente en exponer a una persona a
una determinada experiencia o situación (p. ej., la visión de un puesto de helados en un día especialmente
caluroso). En esta situación, la persona puede tomarse un helado, que es la conducta más previsible y más
probable que realice, o puede no tomárselo al pensar anticipadamente que no le conviene tomar helados por su
sobrepeso y su propensión a engordar con facilidad. En el primer caso diremos que la persona no ha ejercido el
autocontrol, pero que sí lo ha hecho en el segundo caso. Las consecuencias de una u otra acción son claramente
diferentes. Así, mientras que en el caso de tomarse el helado el refuerzo o la consecuencia reforzante es inmediata
y altamente probable; en el segundo caso las consecuencias no son ni tan evidentes ni tan probables, además de
ser a largo plazo o demoradas. Por esta razón, la mayoría de las personas tendemos a emitir conductas no
autocontroladas en situaciones similares a la comentada, y para lograr el objetivo contrario es preciso enseñar a
la persona a anticipar y a tomar en consideración todas las consecuencias posibles de su conducta antes de realizarla,
tanto las positivas como las negativas y las obtenidas de forma inmediata o demorada. Esta descripción del
proceso de autocontrol se encuentra resumida en la tabla 2.
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Los programas de entrenamiento en solución de problemas más utilizados en la clínica son los basados en los
trabajos de D’Zurilla (D’Zurilla, 1993; D’Zurilla y Goldfried, 1971; D’Zurilla y Nezu, 1982) cuya base teórica
se basa en que los problemas que tiene el paciente, son la consecuencia de las formas de como éste los aborda,
siendo las soluciones inefcaces que da a los mismos, el verdadero problema.
En efecto, la vida es una continua fuente de problemas cotidianos, siendo las diferencias entre los humanos no
tanto la mayor o menor presencia de problemas sino las diferencias interindividuales en las habilidades para
resolverlos, habiendo, así, personas (y situaciones personales) más competentes que otras para resolver sus
problemas por lo que aquellas personas que carezcan de estas habilidades las podrán adquirir mediante el
entrenamiento adecuado. En general, las habilidades para resolver los problemas se referen a tres niveles de
actuación: (1) cogniciones de orientación al problema (p. ej., correcta percepción y califcación/valoración del
problema, atribuciones causales, controlabilidad, etc.); (2) habilidades de solución de problemas específcas (p.
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ej., defnir y formular adecuadamente el problema, generar soluciones o alternativas, seleccionar las más
adecuadas, ponerlas en marcha y evaluarlas, etc.); (3) habilidades de solución de problemas básicas (p. ej.,
sensibilidad ante reconocimiento de los problemas, pensamiento alternativo, pensamiento medios-fnes,
pensamiento consecuencial, toma de perspectiva, etc.).
Por ello, la metodología general de los programas de entrenamiento en solución de problemas está diseñada
para que el paciente aprenda una cadena conductual sistemática que le permita abordar y resolver
adecuadamente los problemas en un proceso triple: (a) capacidad para percibir y formular convenientemente
los problemas; (b) disponibilidad de alternativas de respuesta potencialmente efcaces y; (c) capacidad para
seleccionar, entre las posible alternativas, la más adecuada a corto, medio y largo plazo.
Partiendo de que existe un problema cuando ante una determinada demanda el paciente no dispone en su
repertorio de respuestas adecuadas para hacerle frente, el entrenamiento en solución de problemas persigue
dotarle de un amplio repertorio de respuestas potencialmente adecuadas y elegir la más efectiva a corto y largo
plazo (Godoy, 2012).
Aunque existen diferentes estrategias para la solución de problemas, una de las metodologías generalmente
utilizada es la propuesta por D’Zurilla y cuyas fases se explican a continuación:
• Explicación de la técnica y su fundamentación teórica: fase de educación, en la que se dan al paciente las
bases conceptuales sobre la solución de problemas y de la técnica y del tratamiento a seguir.
• Orientación general hacia el problema: destinada a que el paciente entienda que los problemas son
connaturales a la vida y que se resuelven efcazmente si, en lugar de responder a ellos
impulsivamente, estereotipadamente o negativamente, se perciben adecuadamente, si se hacen
atribuciones causales adecuadas, si se valora convenientemente la capacidad para resolverlo y si se
está dispuesto a dedicarle el tiempo y el esfuerzo necesario para su solución.
• Identifcación, defnición y formulación del problema: destinada a enseñar al paciente a formular los
problemas en términos objetivos y defnir los objetivos o metas que se persiguen en la resolución de
los mismos.
• Generación de posibles soluciones alternativas: en función de los objetivos a conseguir, siendo la norma
general en esta fase que cuantas más alternativas se generen y más variadas y creativas, será mejor.
• Toma de decisiones: destinada a elegir, entre las posibles, la respuesta más adecuada, capaz de resolver a
corto y largo plazo los objetivos perseguidos y a programar su puesta en práctica.
La metodología básica consiste en entrenar al paciente en muchas habilidades, tanto verbales como no verbales
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(tabla 3) tales como: escuchar; iniciar, mantener, y fnalizar conversaciones; introducirse en conversaciones y
conllevar silencios; dar y aceptar cumplidos y felicitaciones; pedir favores; rechazar peticiones poco
razonables; manejar críticas; expresar efcazmente lo que le gusta o disgusta; ganar y mantener amigos y relaciones
íntimas; reclamar derechos; entre otras (Godoy, 2012).
Espacio personal ¿Es capaz de reconocer y cumplir las reglas implícitas relativas al espacio personal?
Postura corporal ¿El ritmo que le caracteriza a la hora de andar, hablar, comer, etc., es muy diferente
al de los demás?
¿Ha escuchado comentarios alusivos a alguno de estos aspectos tales como: “Estás
siempre tenso”; “No paras, de verte me estoy poniendo nervioso”?
Tabla 3. Guía de observación de los componentes no verbales de las habilidades sociales. Fuente: elaboración propia.
Proximidad ¿Conoce cuáles son las reglas para establecer contacto físico con las demás personas,
según sexo, edad, etc., y cómo diferen culturalmente?
Apariencia ¿Su apariencia personal sigue, en términos generales, las pautas que caracterizan
personal el grupo de referencia al que pertenece o quiere pertenecer?
Volumen ¿Es capaz de adaptar el volumen de manera que se le puede entender fácilmente
a diferentes distancias?
Tono ¿Cuándo utiliza la ironía es consciente de que lo está haciendo? ¿Es capaz de modular
el tono según el contenido del mensaje?, o, ¿las emociones le obligan incluso a
modifcar el mensaje y acaba discutiendo cuando no era su intención?
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Duración del habla ¿Prefere que sea el otro quien hable porque no encuentra el momento para intervenir o
porque piensa que no va a aportar nada interesante a la conversación?
¿Sus conversaciones suelen ser “equitativas” o tiene la sensación de ser siempre
quien habla?
Retroalimentación ¿Ajusta sus aportaciones a lo que dice su interlocutor?, o, ¿dice lo que quería decir
aunque la conversación tome otro giro? ¿Hace ver al otro que entiende lo que
está diciendo?
Preguntas ¿Suele plantear tantas preguntas al otro que más que una conversación parece un
interrogatorio?
¿Sus preguntas tienen como objetivo que su interlocutor hable con comodidad?,
u, ¿obtener información fundamentalmente?
Habla egocéntrica ¿Deja hablar a los demás?, o, ¿se pone nervioso y por miedo a que se cree un silencio
habla demasiado?
Tabla 3. Guía de observación de los componentes no verbales de las habilidades sociales. Fuente: elaboración propia.
(Continuación.)
El procedimiento en los programas de entrenamiento en habilidades sociales puede ser muy variado en función
del tipo de paciente y de las habilidades a entrenar; sin embargo, un formato básico de entrenamiento en
habilidades sociales debe incluir:
• Elección de la respuesta adecuada por parte del paciente a partir de las sugerencias.
• Práctica encubierta (p. ej., en imaginación) del paciente a modo de ensayo para la representación de la nueva
conducta modifcada.
• Sugerencias (terapeuta y paciente) acerca de las variaciones que consideran que se deberían introducir en la
conducta para incrementar su efectividad.
• Segundo ensayo de conducta por parte del paciente teniendo en cuenta la retroalimentación recibida.
• Nueva evaluación de la conducta modifcada (terapeuta y paciente). Así sucesivamente hasta que se ejecuta
una conducta que es valorada como una respuesta alternativa bastante efectiva al problema que presenta el
paciente.
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Glosario
Aeróbico
Que se produce con la utilización de oxígeno libre.
Alvéolo-capilar
Región más delgada de los tabiques que separan a los alvéolos pulmonares, por donde discurren los capilares
pulmonares.
Anaeróbico
Que se produce sin la utilización de oxígeno libre.
Cuerpo carotídeo
Órgano secretor, ubicado a nivel de bifurcación de la arteria carótida común, el cual actúa como
quimiorreceptor de la sangre.
Diafragma
Membrana formada en su mayor parte por fbras musculares, que separa la cavidad torácica de la abdominal.
Esternocleidomastoideo
Músculo del cuello, desde el esternón y la clavícula hasta la apófsis mastoides, que interviene en los
movimientos de fexión y giro de la cabeza.
Glucógeno
Hidrato de carbono semejante al almidón, de color blanco, que se encuentra en el hígado y, en menor cantidad, en
los músculos y en varios tejidos.
Glucosa
Aldohexosa de seis átomos de carbono, que constituye un sólido blanco, muy soluble en agua, de sabor muy
dulce y presente en muchos frutos maduros.
Hiperventilación
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Homeostasis
Conjunto de fenómenos de autorregulación, que conducen al mantenimiento de la constancia en la
composición y propiedades del medio interno de un organismo.
Metabolismo basal
Valor mínimo de energía necesaria para que una célula subsista.
Resiliencia
Capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformado
positivamente por ella.
Enlaces de interés
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http://emdr-es.org
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