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Imagonautas
Imagonautas
ISSN 0719-0166
Imagonautas 2 (1) / 2011/ ISSN 07190166
A propósito de la problemática del ser
en el pensamiento de Cornelius Castoriadis
Resumen
Para el filósofo Cornelius Castoriadis, la idea central en su concepción del Ser es la
indeterminidad absoluta del ser humano. Pero al mismo tiempo que lo desnuda en medio
de la soledad más completa, le otorga todas las posibilidades de imaginar y construir su
existencia, instituir simbólicamente la sociedad y sus formas relacionales, corriendo el
riesgo, claro está, de sucumbir en medio de lo que se convierte en heteronomía, si no es
capaz de utilizar a plenitud sus facultades instituyentes en forma autónoma. En conclusión,
se reconoce de esta manera el gen del humanismo propio de Cornelius Castoriadis.
Palabras clave: indeterminidad – heteronomía – autonomía – historia.
Abstract
For the philosopher Cornelius Castoriadis, the central idea in his conception of Being is the
absolute indeterminateness of human beings. But while it naked in the midst of complete
solitude, gives all the possibilities to imagine and build his existence, symbolically establish
the company and its relational forms, running the risk, of course, to succumb amid what
heteronomy becomes, if not able to use fully its powers instituting autonomously. In
conclusion, it is recognized in this way the gene of humanism characteristic of Cornelius
Castoriadis.
Keywords: indeterminateness – heteronomy – autonomy – history.
“(...) el Ser no es un sistema, no es un sistema de sistemas,
ni tampoco una gran cadena. El Ser es abismo o caos,
o aquello que carece de fundamento”.
Cornelius Castoriadis (2000:11).
Si se busca atentamente en la literatura disponible algún corpus de ideas
filosóficas producidas en el siglo XX, que lograse plantear con densidad suficiente y, sobre
todo, con una gran radicalidad la cuestión del Hombre, y con él toda la responsabilidad
que a este último le cabe en la construcción de su propio “destino”, o mejor dicho, su
devenir histórico, todo aquello lo encontraríamos necesariamente contenido en la obra
del filósofo griego Cornelius Castoriadis (1922‐1997), por lo demás en afinidad plena con
su concepción misma de la vida1. Muy rápidamente veríamos a través de la lectura de sus
libros, que su extensa y profunda elaboración intelectual fue realizada sin cometer
omisión alguna respecto de aristas teleológicas instaladas por el autor, en los términos de
una perfecta indeterminidad 2 de la existencia individual y social; más allá de una discusión
bastante bizantina acerca de nuestros orígenes como especie, el autor hace sobre todo
depender –y esto es, a mi juicio, algo muy sobresaliente en su obra a lo largo del tiempo‐
el devenir de la especie humana del despliegue de una importante capacidad política y
utópica que le conduzca finalmente a su propia liberación, aunque no precisando proyecto
político alguno (más allá de una defensa maciza de lo que podríamos entender como una
democracia profunda o sustantiva), todo lo cual es dicho, y me parece necesario advertirlo
oportunamente, en la más plena coherencia del filósofo en su pensamiento, porque la
indeterminidad es precisamente eso: un reconocimiento explícito de la facultad de
construir caminos de emancipación, según lo que los mismos pueblos van instituyendo en
términos sociales, lo que equivale a decir que el sentido histórico no está signado por
1
“Por lo demás, en otros momentos de sus ‘elucidaciones’, como optó por llamarlas, Castoriadis se
preguntaba si el ‘bienestar’, si los placeres de la vida privada, eran un objetivo digno para la vida. Vivir ‘en y
para’ la belleza sin amaneramiento, ‘en y para’ la búsqueda razonada y sin desmayo de la verdad fueron, sin
duda, algunos de los sentidos de la vida de Cornelius Castoriadis” (Conrado Torrado, “Castoriadis”. En: La
Jornada Semanal, 22.02.98).
2
“El reconocimiento de tal indeterminación esencial crea dificultades insuperables para la lógica‐ontología
identitaria, debido a que no sólo implica el cuestionamiento del esquema de la sucesión necesaria de los
acontecimientos ‘en’ el tiempo (causalidad), sino del grupo de determinaciones lógico‐ontológicas centrales
(categorías) como cerrado, seguro, suficiente, para no hablar de la imposibilidad de una ‘deducción’
cualquiera de las categorías” (C. Castoriadis, 2007:320).
ninguna fatalidad lineal temporal3.
Tal fatalidad temporal presunta es en sí absurda, por cuanto invalida cualquier tipo
de intervención humana sobre el tiempo, o sea cualquier tentativa de domesticación con
fines prácticos. Más y peor aún: dejando sin relación alguna al tiempo con la praxis social,
la historia se vuelve imposible, a menos de pensar erróneamente que ésta no es más que
la mera ejecución de un guión teatral. El tiempo para él –y contrariamente a lo que
sostienen entonces pensadores tradicionales en el sentido de afirmar que el tiempo todo
finalmente lo agota, lo consume o lo envejece (Castoriadis, 2004:15)‐ es, a priori,
simplemente una variable vacía4, que para ser reconocible requiere ser “marcado” aquél
por referencias socialmente instaladas, tal como lo sugiere a través de la distinción que al
autor realiza entre tiempo imaginario y tiempo identitario (Castoriadis, 1975, 2007).
Solamente un pensamiento de tipo tradicional –teológico, por ejemplo‐ ha pretendido,
por el contrario, establecer la más absoluta determinidad de los seres humanos,
insertando con ello un afán de “teleonomía” –esta última siendo una denominación que
nuestro autor califica pura y simplemente de siutiquería intelectual‐ que condiciona, o que
pretende condicionar, la existencia de aquéllos. Por consiguiente, el Ser, sostiene, no está
en el tiempo, pero sí él mismo es tiempo.
Ahora bien, en el tratamiento socio‐filosófico de este tema, yo me detendría de
inmediato para decir que esta idea de liberación ha de ser refrescada con sendas
aclaraciones, para nada anodinas hoy en día. Por un lado, aquélla quiere decir ni más ni
menos que el salto revolucionario de la situación más brutal de heteronomía5 –que ha
marcado con su sello, según una afirmación fuerte del filósofo, la totalidad de la historia
de la humanidad‐ a la hasta ahora inédita situación de autonomía que, dicho sea de paso,
me atrevería a pensar que ésta sería lo que más se asemeja, en un sentido castoriadino, a
3
La idea de linealidad es herencia de la concepción aristotélica del movimiento de los cuerpos, en donde son
reconocibles en aquél un antes y un después. Al concebir Aristóteles un final de un movimiento, por ende al
sugerir con ello un término del tiempo, tal concepción fue recogida por el cristianismo y plasmada en la idea
apocalíptica de fin de los tiempos.
4
“El tiempo es nada o es creación. Propiamente hablando, el Tiempo es impensable sin creación; porque, de
otra manera, sólo sería una superflua cuarta dimensión del espacio” (Castoriadis, 2000:11).
5
El concepto de heteronomía remite a efectos psíquicos graves, en donde incluso la voluntad se inhibe
hasta el punto en que lo instituido dominante pasa a ser “naturalizado” e incuestionable. No puedo omitir,
por lo tanto, su alegato en favor de la voluntad, en tanto aspecto propio de la subjetividad humana y todo
cuanto rehabilita la posibilidad reflexiva. Reconoce Castoriadis que la voluntad tiene “muy mala prensa”,
que está prácticamente fuera de toda la filosofía del siglo XX, pero que –a pesar de las apariencias‐ no se la
puede suprimir “de toda filosofía, de toda política, de toda ética y del psicoanálisis” (Castoriadis,
Conferencia del 4 de Febrero de 1987. En: Castoriadis, 2004:107).
la completitud humana: no hay posibilidad alguna de visualizar la existencia de un Ser
integral y por ende autónomo, sin que se le haya restituido en primer lugar una facultad
tan importante como lo es la imaginación, léase toda la capacidad humana creadora
instalada en la inconmensurable galaxia de su psiquismo6, lo que se traduce más
exactamente en una capacidad instituyente llevada a la dimensión de lo social en cuanto
posibilidad de instaurar sus propias condiciones de existencia social. Tanto las
características y los sentidos de oikos (lo privado) como aquélla de agora (lo privado‐
público) y de ecclesia (lo propiamente público) son, en definitiva y por así decirlo, obra
humana (Castoriadis, 1998b).
Esta formidable capacidad creadora constituye, per se, la clave de comprensión de
toda la problemática del Ser. En un documento manuscrito, sin título ni fecha, aunque
recientemente publicado, el filósofo escribió lo siguiente:
“¿Cómo se puede resolver la contradicción según la cual: si el sujeto cognoscente se
encuentra atrapado en la red de leyes de su objeto, ningún discurso es posible sobre ese
saber; si no lo está, nada puede conocer? Por el concepto de creación. El sujeto está
atrapado en las determinaciones del objeto, pero crea nuevas. La relación sujeto‐objeto
debe ser a la vez libre y necesaria ‐y la síntesis de la libertad y de la necesidad es
precisamente la creación‐, momento de libertad, en tanto que la creación se desprende del
dato (momento negativo), momento de la necesidad, que su producto es una nueva
necesidad. Se puede también llamar producción a esta creación” (Castoriadis, 2009: 99).
De manera dialéctica entonces, para nuestro autor, el concepto de creación –en
virtud de la libertad‐ relativiza las determinaciones que nos son preexistentes, para así –
por imperio de la necesidad‐ crear otras. Los condicionamientos sociales son, por
consiguiente, los únicos límites que, históricamente, conoce la existencia de los seres
humanos.
Por otro lado, es difícil encontrar defensas más lúcidas, a la vez que más ardientes
y profundas, de un humanismo cuya concreción histórica no puede ya quedar subordinada
al ideal ingenuo que se une al eventual resultado victorioso de alguna gesta revolucionaria
que reconoce un comienzo y un fin (la ilusión de la revolución soviética, por ejemplo,
6
Gilbert Durand hablando del retorno del mito en la cultura occidental, se refiere a la nueva preocupación
por la “galaxia de lo imaginario” (Durand, 2003:17).
8
calificada por Castoriadis como “capitalismo burocrático total y totalitario” 7 ), sino que tal
transformación cualitativa radical debe ser concebida –al fin y al cabo, en el mejor estilo
trotskista‐ como un proceso ininterrumpido.
Es, en definitiva, en este mismo proceso que los sujetos individuales y colectivos
van adquiriendo más y más protagonismo, por el hecho de reencontrarse con esa
capacidad creativa humana que es la imaginación, más aún, por el hecho de redescubrir
que ésta proviene de las profundidades abismales, sin fundamento alguno y que, aquello
que se otorga como “fundamento” no es otra cosa que esa misma creación humana y
social traducida en categorías y valores, en formas y en estilos tanto del pensar como del
hacer. Es así como las sociedades humanas se auto‐instituyen, legitimando desde la
energía imaginaria instituyente aquello que les rige, a saber esas normas sociales
necesarias, esas prácticas sociales que les resultan imprescindibles, esas formas y figuras
relacionales que se generan y que son luego reconocidos como los más genuinos y más
auténticos, esos estilos propios del hacer, etc.8 Las sociedades configuran finalmente, para
garantizar su existencia como tales, toda una red de significados para erguirse como una
totalidad coherente: “Esta red de significados es lo que yo llamo el magma de las
significaciones imaginario sociales, las cuales son llevadas por la sociedad e incorporadas a
ella y, por así decirlo, la animan” (Castoriadis, 2000:16).
En otras palabras, aquello que, por un lado da origen a la jaula en la cual las
sociedades quedan encerradas, que comúnmente denominamos cultura, es el resultado
de una institución social, por otro siempre quedan abiertas las puertas para que la
sociedad misma, por idénticos medios, “des‐instituya” lo existente y dé paso a nuevas
instituciones sociales9. En síntesis, en el sentido dado por el filósofo, lo anterior
comprende, en sentido muy amplio y al mismo tiempo, tanto los ámbitos propios de
legein (nombrar, ordenar, clasificar) como aquél de teukhein (hacer, fabricar, inventar).
Instituir y des‐instituir es algo que configura las dos caras de una misma moneda: al
mismo tiempo que hay posibilidad de creación, existe para las sociedades humanas
también la posibilidad de destrucción, en sentido ontológico (Castoriadis, 2004: 271). En
La institución imaginaria de la sociedad, el autor hace una afirmación fuerte: “El legein‐
7
Toda la primera parte del libro La institución imaginaria de la sociedad está dedicada a una crítica
vehemente y extensa de este tipo de experiencias políticas seudo‐revolucionarias históricamente
fracasadas.
8
La idea de auto‐institución de las sociedades humanas se opone a aquélla que considera a sus
“instituciones como si tuviesen un origen extrasocial, divino o racional”. (cf. C. Castoriadis, Seminario del 21
de Enero de 1987. In: C. Castoriadis, 2004:53).
9
Al inicio de su seminario dictado el 26 de Noviembre de 1986, C. Castoriadis afirma que “tiempo y creación
significa también tiempo y destrucción” (C. Castoriadis, 2004:15).
10
Dionisos y de su exaltación de lo orgiástico. En suma, se trataría ni más ni menos que de
una (seudo) construcción de tiempo en donde se extirparía toda proyección hacia el
futuro (inexistente), por consiguiente en dicha visión habría una reducción tan drástica
como voluntarista de la dimensión temporal, que invalidando toda concepción histórica
no podría desembocar sino en el más resuelto conformismo (léase aquél que practica
quien no es más que un mísero homo ludens) denunciado en su frivolidad más arriba en el
texto.
Entrando ya en materia de manera más fina, es preciso decir que en la concepción
castoriadina del Ser hay una especificación para nosotros muy decisiva en lo que dice
relación con la necesaria hermenéutica de su propuesta teórica integral. Dicha
especificación consiste en establecer en suma cinco niveles o estratos en la constitución
del Ser; con este propósito, y tras efectuar una caracterización básica de cada uno de
estos niveles, el autor añade una disciplina o, si se prefiere, un ámbito del conocimiento
que reconoce cada uno de aquellos como su propio objeto de estudio. Lo anterior se
estructura de la manera siguiente:
11
Retomando ahora por cuenta propia parte de aquello que resume N. Poirier en su bien
logrado texto de análisis de la obra de Cornelius Castoriadis (Poirier, 2006), si para el autor
griego existen pues cinco niveles que son a considerar en el discurso filosófico sobre el
Ser, tal como lo muestra el esquema precedente, cada uno de éstos evocan tanto la
indeterminidad congénita del Ser como sus potencialidades instituyentes; tanto la
“materialidad” corpórea como la extrema riqueza de nuestro dispositivo psíquico; tanto la
facultad de construir sociedad como la posibilidad siempre abierta de transformar lo ya
construido, etc. Cada uno de estos niveles o estratos tiene su propia especificidad y
también cada uno de ellos ha inspirado, en su momento, la curiosidad humana en un
campo determinado del saber, “siempre fragmentario y provisional” (Castoriadis, 2007:
122). Y acto seguido el filósofo agrega: “Es fragmentario, porque no puede haber una
teoría exhaustiva del hombre y de la historia; y es provisional, porque la praxis misma
hace surgir constantemente un nuevo saber, pues hace hablar al mundo en un lenguaje a
la vez singular y universal” (Castoriadis, 2007: 122). De la nada y del caos (preocupación de
tipo metafísico inicialmente) a la configuración material orgánica (preocupación
biológica), de ésta a la complejización psíquica (preocupación del psicoanálisis por el
inconsciente), y de aquí al animal social (preocupación eminentemente sociológica) para
de allí poder fundamentar el “gran salto” y plantear al fin la autonomía total (proyecto
político de superación de la heteronomía).
Es, a primera vista, esta última fase, vale decir la de un proyecto político
emancipador, la que se encontraría aún pendiente, razón por la cual fusionarían en el
texto castoriadino, en una suerte de urgencia utópica, un proyecto filosófico con un claro
contenido y compromiso revolucionario no materializado en términos de una propuesta
política. Pero esta primera y algo imprudente observación es errónea si ella considera por
lo tanto que la ausencia de un proyecto político acabado constituiría una suerte de
“laguna” en su significativa argumentación: por cuanto tal ausencia es el resultado lógico,
no únicamente por el hecho de la crítica despiadada que Castoriadis dirige al socialismo
soviético primero y luego al marxismo (Castoriadis, 1975, 2007), sino que tal ausencia se
justifica porque, en definitiva, no corresponde de ninguna manera al filósofo pretender
establecer por cuenta propia aquello que los pueblos mismos han de ir definiendo como
los contenidos propios de su gradual emancipación. Sería, por ende, una grave
inconsecuencia suya el hecho de inhibir mediante una “receta” teórica supuestamente
revolucionaria las respectivas búsquedas liberadoras –en todo caso, auténticamente
democráticas14 ‐ que los colectivos humanos realicen. Reitero que, para el filósofo griego,
la responsabilidad del Ser en la construcción de su propia historia es íntegramente suya.
14
¿Cómo podría darse una emancipación de los seres humanos si no lo es construyendo una auténtica,
profunda y vigorosa democracia? Claro está, no piensa Castoriadis en la “democracia” formal,
procedimental, en donde se asfixia finalmente todo ideal emancipatorio, sino en una democracia con
efectividad social.
12
Devolviéndonos en este momento, y de manera más densa, a aquello que aquí promueve
centralmente estas páginas, podría yo de entrada advertir que una vez observado de esta
forma el Ser el lector puede tener entonces la impresión errónea de una importante
fragmentación del ser (y no del saber), como si esos diferentes estratos o niveles
funcionaran casi por separado. Pero al respecto el filósofo Cornelius Castoriadis señala
que, contrariamente a esa idea totalmente absurda, existe más bien una fuerte
articulación entre aquellos y que, de no haberla, la formulación de un discurso filosófico
sería pura y simplemente imposible. No obstante, y una vez hecha por el autor y
constatada luego por el lector esta advertencia, no es menos cierto que a través de los
tiempos, al interior de distintos modos de pensar, la tendencia ha sido justamente a
consagrar tal fragmentación. ¿No es acaso esto último lo que reprocha el mismísimo C.
Castoriadis –en La institución imaginaria de la sociedad (1975, 2007)‐ al marxismo cuando
éste desdeña o desvirtúa la presencia del pensar simbólico en las sociedades humanas, en
especial el marxismo de corte funcionalista?, ¿no es acaso la noción de alienación (o falsa
conciencia) y la de ideología las que subsumen un tipo de pensar (simbólico) juzgado la
mayor parte de las veces como algo residual en un análisis materialista vulgar muy
recurrente de la sociedad?
Muy probablemente en las ciencias sociales hemos sostenido durante demasiado
tiempo un sinnúmero de tendencias teóricas que en sus fundamentos mismos inhibían la
posibilidad de abordar los temas del Ser como totalidad y esto se reflejó también en el
fraccionamiento disciplinar, vale decir en la especialización por ramas científicas. En tales
condiciones, la ausencia de idea de totalidad iba siempre en desmedro del estudio de
ciertos ámbitos considerados o como marginales o como prescindibles, en especial
cuando se trataba de planos tan delicados como podía serlo, por ejemplo, el simbolismo
en tanto que posibilidad infinita del pensar humano. De hecho, perder de vista la totalidad
no ha conducido sino a sobredimensionar las partes de la misma, o peor aún, a creer cada
vez –en el confinamiento disciplinar‐ que cada una de las partes constituye en sí misma la
totalidad.
Es a esta tozuda tendencia a tratar analíticamente siempre un Ser como algo que
ha de ser obligatoriamente amputado, seccionado, finalmente dejado incompleto, que se
dedican estas páginas. Podría comenzar así con la constitución de los fundamentos
mismos de la Modernidad y constatar que, en medio de la arrogancia antropocéntrica, se
terminó consagrando una modalidad parcial de la razón, es decir una razón instrumental y
funcional a la etapa histórica entrante, haciéndola pasar por la Razón. Pero subsisten
dudas justificadas acerca del concepto que se terminó imponiendo: no es por nada que
antropólogos importantes como Gilbert Durand (1984), por ejemplo, señalan que la
Modernidad ha resultado ser un período histórico perfectamente iconoclasta, vale decir
no ha permitido detenerse en el valor de los símbolos porque, in fine, en esa modalidad
13
de razón ha prevalecido un aspecto pragmático, instrumental. En definitiva, esa
Modernidad que desconoce alguna importancia cualquiera a la imaginación, considerada
más bien a la manera de Pascal como “la loca de la casa”, aquella componente residual de
la actividad psíquica y mental, reservada para las divagaciones del sueño nocturno o, peor
aún, para las alucinaciones propias de los estados febriles o incluso esquizofrénicos.
Materiales, en suma, para poetas y galenos, no para eufóricos partidarios positivistas y
evolucionistas del progreso lineal y del ideal civilizatorio.
Pero podemos decir también que los caminos de la razón instrumental fueron
recorridos con la ayuda de un importante vehículo del conocimiento moderno: la ciencia.
Toda arrogancia racional en Occidente, desde el Renacimiento en adelante, tiene en el
conocimiento científico su mayor excusa, ¿qué duda cabe hoy al respecto? Mejor dicho
aún, aquélla es la herramienta que produce conocimiento del mundo y que, por lo mismo,
permite que la razón, que no es sino mera potencia, finalmente se exprese. La razón y la
ciencia caminaron de la mano en el mundo moderno para asegurar el efectivo control
cognitivo del entorno, en sentido amplio. La pugna por la apropiación de la “verdad”
estaba lanzada sobre la base de criterios científicos exclusivamente, pudiendo no obstante
estos últimos ocultar con cierta facilidad la “verdad” sólo supuesta contenida en muchos
de sus propios artefactos. Solamente se debe consignar el hecho según el cual, con la
llegada del siglo XX –y como bien lo ha destacado el sociólogo francés Edgar Morin en
Science avec conscience (1990)‐, la ciencia se fragmentó considerablemente, más por una
necesidad práctico‐técnica que del conocimiento: en búsqueda de la profundidad del
conocimiento se favoreció la especialización y, con ello, los abusos más notorios no se
hicieron esperar: biologismos, sociologismos, psicologismos, etc., intentaron desde su
propio y delimitado campo dar una explicación del Ser que resultó siempre una
parcialidad con pretensión de totalidad.
En el lenguaje ya explicitado de Castoriadis, diríamos que el discurso biologista no
logró escapar de la esfera del ser viviente pero que se transformó en esfera exclusiva, el
discurso psicologista, a su vez, no logró salir de la esfera del ser psíquico con igual afán de
exclusivismo, el discurso sociologista no siempre pudo huir de la trampa de la estructura
social, etc. Sin embargo, los fracasos más rotundos de tales pretensiones explicativas no
se hicieron esperar por el solo factor complejidad de las sociedades modernas. A mayor
complejidad de estas últimas y sensiblemente menor era la capacidad de las ciencias de
brindar explicaciones por separado: la creciente complejización de las sociedad moderna
no autorizaba de ninguna manera a la biología, por ejemplo, intentar explicar los
fenómenos sociales sin caer fatalmente en la idea de que la sociedad es también un
organismo vivo (véase el funcionalismo de los años ’20 de Bronislaw Malinowski que
Castoriadis [2007] fustiga hasta en sus fundamentos), ni tampoco a la antropología
14
explicar la génesis y posterior persistencia histórica de la religión (véase a fines del siglo
XIX, por ejemplo, la teoría de Sir Edward B. Tylor en la corriente evolucionista).
Pareciera ser –a partir de la lectura atenta de los escritos de Castoriadis‐ que para
él sólo la imaginación (y su lenguaje simbólico) es capaz de restituir esa unidad de la
totalidad y superar ese ánimo parcelario que ha dominado en nuestros saberes modernos;
aquélla puede hacer el viaje no solamente hacia ese esquivo mundo exterior que, para
sernos inteligible, nos exige que lo descifremos (siempre de manera imprecisa), que le
acordemos significación (siempre de manera no definitiva), sino también hacia nuestro
espacio interior. Contrariamente a las falsedades funcionalistas, antes que todo –y porque
tenemos esa facultad admirable que es la imaginación‐ somos homo symbolicus, porque
somos capaces de ir más allá del mundo tangible, más allá de las informaciones que nos
transmiten nuestros sentidos y de todas las experiencias que podemos efectuar a partir de
tales informaciones. Y para incursionar en el universo de lo intangible, observamos que la
imaginación es entonces una facultad creativa, perfectamente nómade, aunque de ningún
modo en oposición automática con la razón; muy por el contrario, es probablemente su
complemento más eficaz.
El psicoanalista francés y fundador de la escuela freudiana de Paris, Jacques Lacan,
utilizaba la metáfora del espejo para dar cuenta de esa ilusión que era la unicidad del Yo,
tal como parece devolvérnosla esa imagen proveniente del espejo; empero, decía el
psicoanalista, tal unicidad no existe: hay una fuerte tensión entre esa primera parte
constitutiva del Yo inconsciente (de las pulsiones y el deseo) y esa segunda parte que está
confrontada a la sociedad y sus normas sociales. A ese fenómeno de desajuste, J. Lacan lo
denominó el descentramiento del Yo. Pues bien, algo a contracorriente con respecto al
planteo lacaniano nos podríamos preguntar un poco más acerca de esa inclinación a verse
como una totalidad y sin tensiones internas. La tesis que aquí se defiende consiste en
decir que es precisamente por los mecanismos propios de la imaginación exclusivamente,
y nada más que por ese medio, que logramos finalmente “construir” un Ser‐Yo‐Total, que
se auto‐observa pues como unidad, que actúa también como unidad, aunque
“empíricamente” tal demostración unitaria sea prácticamente imposible por el hecho
irreductible de su multidimensionalidad y de la fuerte dispersión de su propia experiencia
del mundo social, la misma dispersión que hacía hablar a Georg Simmel de frecuentación
por el hombre moderno de múltiples círculos sociales.
El Ser es, en síntesis, realidad multidimensional, con fuertes tensiones de origen
tanto endógeno como exógeno que dislocan y afectan seriamente su pretensión a la
construcción de un Ser‐Yo‐Total. C. Castoriadis, al liberar la imaginación, al devolver al Ser
su condición de sujeto con responsabilidad histórica, en síntesis, al vislumbrar un
horizonte emancipatorio, le confiere en todo caso al Ser una posibilidad de mayor
15
unificación, no reprimiendo aquello que la imaginación produce y, sobre todo,
instituyendo el mundo en el cual se desenvuelve. El Ser consciente de la necesidad
urgente de emancipación, en definitiva, es aquél que logra utilizar esa maravillosa
máquina que denominamos psique y con la cual es capaz tanto de auto‐construirse como
también de crear aquello que denominamos mundo, ni más ni menos. Una creación de
mundo –o, en su defecto, una no creación, o una creación por otros‐ que es social‐
histórica, en la medida en que se hacen partícipes quienes comparten un determinado
espacio‐tiempo.
Para Castoriadis, todo lo anterior puede ser esquematizado y propuesto por mí al
lector de la manera siguiente:
MUNDO PSÍQUICO
MUNDO SOCIAL
Lógica conjuntista-identitaria
Autonomía Heteronomía
Imaginarios sociales
nosotros
Fuente: Elaboración propia.
16
Aquello que entendemos básicamente como la constitución de un humanismo radical
en la obra de C. Castoriadis se materializa poderosamente considerando en especial su
forma filosófico‐política de enfrentar y resolver la tensión propia de una encrucijada
fundamental y que traduce en sí misma toda la dramaturgia de la vida social: el control
social, perfectamente heteronómico, de la imaginación potencialmente creadora de los
individuos o, por el contrario, la ruptura de las cadenas de dicho control social. O bien
dominación –vista en un sentido aún más fuerte (el de la heteronomía) que aquél que veía
el pensador marxista italiano Antonio Gramsci a través de su famoso concepto de
hegemonía‐ o bien liberación. Aquello que parafraseando al sociólogo español Jesús
Ibáñez podríamos llamar una descolonización del deseo. Veamos cómo plantea
Castoriadis lo anterior en uno de sus textos:
Mediante la fabricación social del individuo, la institución se apodera de la imaginación
singular del sujeto, dejándola por regla general manifestarse sólo en y a través del sueño, la
fantasía, la trasgresión y la enfermedad. En particular, todo ocurre como si la institución
lograra cortar la comunicación entre el imaginario radical y el ‘pensamiento’ del sujeto.
Imagine lo que imagine (sabiéndolo o no), el sujeto no pensará ni hará más que lo que
socialmente es obligatorio pensar y hacer. Esa es la vertiente histórico‐social de ese mismo
proceso que en psicoanálisis llamamos proceso de represión (C. Castoriadis, 1998b:309).
De allí entonces que los aspectos más significativos de la obra de C. Castoriadis que se
convierten evidentemente en un aporte importante a la filosofía política del siglo XX
tienen que ver con algunas reflexiones suyas mucho más sustantivas de lo que
corrientemente se hace. Su reflexión aguda sobre la democracia –muy inspirada de la
experiencia cívica de la Antigua Grecia‐ es, en efecto, sustantiva: ella tiene que ver, como
bien lo advierte J. M. Vera (1998), ni más ni menos que con los límites de la autonomía,
algo que no ven –por ejemplo‐ los sostenedores del anarquismo. Y tales límites reconocen
dos matrices de gestación: por imposición o por auto‐limitación. En el primer caso, por
denegación de las posibilidades instituyentes colectivas, en el segundo, con una clara
inspiración aristotélica en el autor, por predominio de la virtud cívica: como si se tratara
de un efecto boomerang, sin legitimación imaginario‐social de la normatividad restrictiva
necesaria para la vida colectiva el ideal de libertad individual se vendría al suelo15.
Castoriadis (1998a:124) asevera, no sin un cierto ánimo pedagógico, que “en una
democracia, el pueblo puede hacer cualquier cosa y debe saber que no debe hacer
15
La cualidad de la colectividad que toma decisiones sobre nosotros nos importa de manera vital; de otro
modo, nuestra propia libertad se convierte en algo políticamente irrelevante, estoica o ascética”
(Castoriadis, 2000:150).
17
cualquier cosa”, situando así la democracia en una conciencia dual tanto de derechos
como de deberes.
Pero se trata de derechos y deberes que no tienen su génesis en ninguna fuente
extrasocial ni metafísica, sino en la sociedad misma y toda su notable capacidad
instituyente. Una conciencia dual entonces que, en lenguaje castoriadino, no es otra cosa
que institución imaginario‐social, por ejemplo, de contenidos clásicos tales como la
libertad y la igualdad; sin este proceso de dotación de contenido de significación simbólica
una y otra noción se encontrarían como simples cascarones vacíos y a los cuales
podríamos difícilmente hacer referencia operativa, como a menudo ocurre en el discurso
filosófico. Es así como la política adquiere una dimensión sustantiva:
El objetivo de la política –escribe el filósofo‐ no es la felicidad, es la libertad. La libertad
efectiva (no hablo aquí de la libertad ‘filosófica’) es lo que llamo autonomía. La autonomía
de la colectividad, que sólo se puede realizar a través de la auto‐institución y el
autogobierno explícitos, es inconcebible sin la autonomía efectiva de los individuos que la
componen. La sociedad concreta, la que vive y funciona, no es otra cosa que los individuos
concretos, efectivos, ‘reales’ (Castoriadis, 2000:149).
Nos atreveríamos a decir por nuestra parte que es precisamente este déficit de
significación profunda aquello que de modo recurrente se observa en nuestras
democracias contemporáneas, ese algo que las desvitaliza al mismo tiempo que las
confina en una suerte de absurda mecánica procedimental. Pero no es una simple
reapertura del clásico debate acerca de las cuestiones formales y las de fondo de las
democracias, que culminaba con esa consabida caricatura entre las posiciones de liberales
y de socialistas. Acá el fondo y la forma no se disocian, por cuanto provienen de una
misma facultad social legitimadora. Podríamos quizás resumir de la mejor manera esta
idea de una democracia sustantiva: cuando se legitiman socialmente los contenidos que
permiten consolidar una armazón para la convivencia humana, las formas particulares que
ella adopta en la práctica social misma tienden también a ser sustentadas desde la base
social misma. En pocas palabras, en el proyecto democrático castoriadino, siempre el
fundamento antecede mediante legitimación y justifica al mismo tiempo el
procedimiento; en orden invertido es lo que ocurre muy a menudo con demasiadas
sociedades que se autoproclaman como “democráticas”.
La concepción castoriadina del Ser es, en definitiva, indisoluble del alcance de su
plenitud, vale decir de su constitución como Ser‐Sujeto, absolutamente responsable de la
búsqueda de su libertad, a condición de romper el cerco heteronómico que se la impide.
18
Es entonces con un nítido trasfondo libertario radical que para Castoriadis, el Ser Sujeto
adquiere de inmediato y con la mayor urgencia una dimensión política en donde la
democracia sustantiva es, in fine, la condición social y política para la ejecución de ese
proceso emancipador impostergable. El humanismo del insigne autor aquí comentado
abandona toda ilusión axiomática abstracta para centrarse en el desafío lanzado por
imaginarios sociales dominantes e instituyentes de relaciones sociales heteronómicas, que
no hacen más que “naturalizar” contenidos afines con el estado de dominación,
pregonando incluso un atrofiamiento sistematizado de las más elementales búsquedas de
sentido existencial (Castoriadis, 1997). Una heteronomía que además de instalar
determinadas cosmovisiones metamorfoseadas como parte de la naturaleza, es también
generadora de espejismos tales como el consabido individualismo de nuestros tiempos;
en este sentido, el autor rechaza en forma categórica la ilusión de un individuo aislado de
la sociedad, presuntamente autosuficiente en su existencia: nada es posible, en última
instancia, para ese Ser, al margen de la sociedad. Una heteronomía que no llama sino a la
reflexividad y, sin duda, a la lucha política: “Únicamente es posible destituir al otro de su
omnipotencia imaginaria si se lo destituye de su poder sobre las ‘significaciones’ (…)El otro
no puede ser destituido si no se destituye a sí mismo, si no se significa como algo distinto
de la fuente y el dominio de la significación (y del valor, y de la norma, etc.)” (Castoriadis,
2007:482).
En el seminario dictado el 1º de Abril de 1987, Castoriadis aborda una vez más la
delicada cuestión del Otro en los términos del racismo16. Ese Otro es lisa y llanamente
negado en su eventual comparabilidad con quien lo constituye en su más absoluta
diferencia; nos dice que aquél es declarado “inconvertible y eliminable a la vez”. En tales
condiciones, para el racista es válido el silogismo siguiente: “(…) si (a) soy yo, y si afirmo el
valor de (a), debo entonces afirmar el no valor de (no a). Entonces, si yo tengo un valor, lo
que no es yo no tiene valor” (Castoriadis, 2004:225). El odio expresado al Otro, agrega, no
es otra cosa que un odio de sí mismo anidado sólidamente en la mónada psíquica, al
constatar que “nunca seré más que este miserable individuo, que detesto pues me
recuerda que no soy todo y el resto y aún más. Me recuerda que no soy un meta‐dios sino
un pequeño mortal, yo, ese gran conquistador, este filósofo, este poeta, etc., un pequeño
mortal destinado a ser olvidado en diez segundos, en diez años, en diez siglos… de igual”
(Castoriadis, 2004:227).
16
Cf. con antelación la intervención de C. Castoriadis, cuyo título es Reflexiones en torno al racismo, en el
Coloquio “Inconsciente y cambio social” organizado por la Association pour la Recherche et l’Intervention
Psychosociologiques, Marzo de 1985. In: C. Castoriadis (2000:29‐43).
19
Señala que ese odio ha sido finalmente desplazado hacia un ser “distinto”, ante la
imposibilidad social de poder dar curso a la conocida “pulsión de muerte”. A esta otredad
se le confieren, socio‐imaginariamente, diversos atributos negativos, siempre en el
sentido de la inferioridad. Una vez más, frente al racismo en tanto cosa instituida
socialmente, sólo la facultad instituyente de una sociedad podría hacerse cargo de tal
tratamiento odioso, a través de sus posibilidades históricas, de instituir democracia y,
sobre todo, autonomía. En ausencia de aquello, “superar ese rechazo (al Otro) exige una
creación a contracorriente y, en consecuencia, ello es improbable” (Castoriadis, 2000:39).
Lo que equivale a decir que, una vez más, ahora frente al racismo, la responsabilidad es
devuelta a la sociedad en su conjunto, instituyendo pero también des‐instituyendo sus
formas de pensar y de actuar.
A modo de síntesis de lo planteado a lo largo de este artículo digamos que la
cuestión del Ser queda plasmada en su condición inapelable de ser social, en donde la
noción de individuo no es ni nada más ni nada menos que uno de sus productos. Sin
embargo, no es superfluo indicar que los humanos somos al mismo tiempo que productos
de la sociedad (lo que quiere decir que para esto somos socializados desde nuestra
infancia), también sendos productores de sociedad, o sea responsables tanto de lo
instituido como de lo por instituir. En ello se basa, qué duda cabe, el fundamento del
humanismo radical de C. Castoriadis. Veamos lo que, en su seminario del 7 de Enero de
ese mismo año 1987, el filósofo sentencia:
Especificidad del ser humano: no animal racional, sino todo lo contrario,
imaginación radical, que rompe la regulación funcional que posee el ser humano como
simple viviente. Como animal, el ser humano es inepto para la vida. Imposibilidad, pues, de
derivar la sociedad de esta naturaleza biológica de lo humano, así perturbada, o de
comprender la sociedad como ‘composición’ de individuos humanos, puesto que el
individuo mismo es una fabricación social. Imposibilidad de producir el lenguaje a partir de
la psique: la psique es capaz de lenguaje pero no puede producirlo, como no puede
tampoco producir instituciones. Por lo tanto, necesidad de postular otro nivel de ser, lo
histórico‐social, el imaginario social como instituyente, campo de creación de formas que
surge en cuanto existe una multiplicidad de seres humanos, pero inobservable en sus
orígenes puesto que nunca encontramos seres humanos más que socializados (Castoriadis,
2004:37).
Instituyendo todos los componentes de la sociedad por medios imaginarios sociales, el
Ser, necesariamente social, construye historia, en una relación de oposición entre una
20
heteronomía poderosamente heredada (por ende, alojada en el inconsciente) y una
autonomía (que emergería de la reflexividad y del combate político permanente). Tal
como lo señala N. Poirier, en su presentación del texto compilatorio de numerosos
documentos inéditos de Castoriadis, Histoire et création (2009:15), para el filósofo griego
la historia, en sentido fuerte, es “dimensión de las acciones humanas”, lejos de lo que
proponían tanto la lógica hegeliana como el materialismo histórico, ambos criticados por
constituir sistemas especulativos que finalmente inhiben la posibilidad del Ser de
constituirse en el auténtico actor de su propio devenir. En G. W. F. Hegel, por ejemplo, es
la idea de alcanzar el saber absoluto y, por la vía de una consecuencia lógica, el fin de la
dialéctica y de la historia, el punto nodal que motiva la crítica castoriadina. Ese saber
instalado en la cima de la montaña en tanto que “última verdad” que asume, en el
lenguaje de Hegel: “la dignidad de la cosa en sí”, no admite en ninguna circunstancia ser
desbordado por el conocer; por ende, es posible y pertinente preguntarse: ¿qué queda del
Ser en esa majestuosa cima?, ¿a qué se reduce el “devenir” si no lo es a la visualización de
un punto de llegada, aquél del “saber absoluto”? Castoriadis, a través de su concepción de
la historia, en tanto que creación‐construcción social de las sociedades humanas, no
puede aceptar esta determinación, esta vez de matriz hegeliana. En un texto suyo, escrito
muy probablemente entre 1959 y 1964 –según N. Poirier‐, el filósofo afirma:
La historia no puede ser pensada según el esquema determinista (ni por lo demás según un
esquema ‘dialéctico’ simple), porque aquélla es del ámbito de la creación. Ella contiene ya el
momento de la creación en un nivel elemental, corriente, en donde los comportamientos de
los individuos, de los grupos, de las clases, aún permaneciendo al interior del sistema social
dado, hacen constantemente aparecer nuevas variantes. Podemos decir siempre con
posterioridad que esas variantes eran posibles en el sistema, sin lo cual ellas no se habrían
podido materializar. Pero de partida esto no quiere decir de ninguna manera que eran
necesarias, que debían infaliblemente aparecer. Y sobre todo, esta idea de posibilidad en
ese contexto surge como gratuita y vacía; de hecho, la posibilidad aquí se constituye al
mismo tiempo que la realidad (Castoriadis, 2009:144).
Me parece esta última citación un buen epílogo para mi comentario, tratándose de un
filósofo que, como Cornelius Castoriadis, instala la centralidad de un Ser que, mediante
sus prodigiosas facultades psíquicas, sus capacidades creativas, no puede ya ser relegado
a la condición de personaje pasivo del acontecer histórico‐social, sino un poderoso
“hacedor” de historia (¿o quizás debiéramos instalar una mayúscula y decir Historia?)
21
Referencias Bibliograficas
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Morin, Edgar (1990). Science avec conscience. Paris, Fayard.
Poirier, Nicolas (2006). Castoriadis. El imaginario radical. Buenos Aires, Nueva Visión.
22
Datos del autor
Manuel Antonio Baeza es Sociólogo. Doctor en Sociología por la Universidad de la
Sorbonne (Francia). Actualmente se desempeña como académico del Departamento de
Sociología y Antropología de la Universidad de Concepción (Chile). Coordinador para
América Latina del Grupo Compostela de Estudios Sobre Imaginarios Sociales (G.C.E.I.S).
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Historia editorial
Recibido: 02/10/2011
Primera revisión: 11/10/2011
Aceptado: 02/11/2011
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Resumen
Este artículo se propone establecer un vínculo entre el pensamiento de Cornelius
Castoriadis y la praxis artística. Lo que aquí se pretende es poner de manifiesto
cómo el fenómeno del arte ilustra y condensa lo que Castoriadis postula
teóricamente para la sociedad. Para ello, se tomarán algunas de las categorías
centrales de este autor que permitan relacionar su matriz teórica con el
fenómeno del arte en general. Se trata de un trabajo exploratorio que intenta
delinear posibles caminos para exploraciones futuras.
Palabras clave: imaginación – imaginario ‐ creación ‐ institución – praxis ‐
transformación.
Abstract
This article aims to establish a link between the thought of Cornelius Castoriadis
and the practice of art. It has the intention of showing how the phenomenon of art
ilustrates and condenses what Castoriadis postulates theorically for society. For
this purspose, we will highlight some of the key notions of this author that allow us
to connect his theory to the phenomenon of art in general. This exploratory essay
attempts to outline possible paths for future investigations.
Keywords: imagination ‐ imaginary – creation ‐ institution – praxis ‐
transformation.
“El hombre es un animal inconscientemente filosófico, que se planteó cuestiones de la
filosofía en los hechos mucho tiempo antes que la filosofía existiese como reflexión
explícita y es un animal poético, que proporcionó en lo imaginario unas respuestas a esas
cuestiones”.
Cornelius Castoriadis.
Entrando al pensamiento castoridiano.
La teoría filosófica de Castoriadis se presenta, principalmente, como una
matriz de pensamiento dispuesta a recuperar y reivindicar las nociones de
“imaginario” e “imaginación” en y para la teoría social. Como propuesta teórica,
plantea una elaboración conceptual profunda y compleja, pero también como
teoría perfilada a la acción política, esto es, para pensar el cambio y la
transformación social. Castoriadis concibe la producción teórica como dimensión
inseparable de la práctica y es por esto que el autor retoma y reflexiona acerca
de las nociones de “imaginación” e “imaginario” en tanto ligadas a la acción
social y como instancias que intervienen en la creación y re‐creación (y no
reproducción) de las sociedades a través de la historia. Por ello considera la
“historia como autocreación de la humanidad”. (Poirier, 2006: 41).
Uno de los objetivos centrales de Castoriadis es pensar acerca de la
sociedad en su conjunto: cómo se “instituye”, se organiza y mantiene y, sobre
todo, cómo se trans‐forma a sí misma. De aquí que la cuestión de la
temporalidad devenga un eje central en el pensamiento castoridiano. Más aún,
el autor define lo social como lo “histórico‐social”, considerando el factor
temporal como un aspecto constitutivo y elemental del mismo. De este modo,
Castoriadis concibe lo “histórico‐social” como una creación de los hombres,
creación que surge en el hacer continuo. Su concepción está totalmente ligada a
la cuestión de la acción ya que es en ésta y por ésta que la sociedad se crea a si
misma, nueva y constantemente.
No obstante, el énfasis que se pone en la dimensión práctica no va en
detrimento del trabajo de reflexión, de pensamiento. Por el contrario, para
Castoriadis, es fundamental abordar la acción de un modo “lúcido” y consciente.
Para él, toda actividad exige ser pensada en pos de conocerla, comprenderla,
desentrañarla y a partir de allí, modificarla. Es a partir de este proceso de auto‐
reflexión sobre el hacer que una práctica deviene en “praxis”. Se habla entonces
de “praxis” en tanto accionar lúcido, esto es, un quehacer que se
piensa/reflexiona lúcidamente, que se cuestiona y que aspira a la transformación
y al cambio, es decir, a la re‐creación.
Esta manera de concebir la práctica de modo reflexivo (como así también a la
reflexión como un modo de práctica), se vincula al proyecto político del pensador
de la “autonomía” social. De este modo, el horizonte de su propuesta conceptual
radica en la promoción de una “sociedad autónoma”, esto es, de una sociedad
que se autodetermina ‐a cada instante‐ de modo lúcido, eligiendo 'quien' quiere
ser y teniendo siempre la posibilidad de auto modificación. Dice el pensador:
¿Qué significa autonomía? Autos ‘si mismo’; nomos ‘ley’. Es autónomo aquel que
se otorga a si mismo sus propias leyes. (No aquel que hace lo que se le ocurre,
sino quien se proporciona leyes) Ahora bien, esto es tremendamente difícil. Para
un individuo, proporcionarse a si mismo su ley, en campos en los cuales esto es
posible, es poder atreverse a enfrentar la totalidad de las convenciones, las
creencias, la moda, los científicos que siguen sosteniendo concepciones absurdas,
los medios de comunicación masiva, el silencio público, etc. Para una sociedad,
otorgarse a sí misma su ley significa la idea de que ella misma crea su institución,
y que la crea sin poder invocar ningún fundamento extra social, ninguna norma de
la norma, ningún parámetro de su parámetro. Esto equivale, pues, a decir que
ella misma debe decidir el propósito de lo que es justo e injusto –en esto radica la
cuestión que constituye el tema de la verdadera política. (Castoriadis, 2005: 119)
El Ser que imagina, crea.
Para poder pensar la creación artística desde la mirada castoridiana es
menester dar cuenta, aunque sea a modo de esbozo, de algunas de las nociones
que son relevantes de cara al fenómeno artístico. En primer lugar, es importante
aclarar que, si bien la teoría castoridiana se inscribe en la matriz de pensamiento
greco‐occidental, el autor propone notables rupturas en relación a la tradición
filosófica de Occidente, o como él prefiere llamarle: la “filosofía heredada”. En
este contexto, hablar de crítica implica una revisión profunda de los supuestos
teóricos que fundamentan el pensamiento –hegemónico‐ occidental; más no su
total rechazo y negación. Supera ampliamente los objetivos de este artículo
explicitar la extensa crítica de Castoriadis a la filosofía greco‐occidental y la
“ontología identitaria” que ésta conlleva, mas se resaltará un aspecto central de
constitución –activa‐ de lo nuevo. El arte no descubre, constituye, y la relación de
lo que constituye con lo real no es una relación de verificación. (Castoriadis, 1999:
231)
Por otra parte, si la creación artística como modo de praxis se ve
plasmada en sus productos, en sus obras, puede encontrarse aquí una
posibilidad concreta de ubicar al 'sujeto empírico', real, como un posible hacedor
del cambio, que propone, crea y re‐crea la sociedad. La creación artística es
entonces una instancia que da lugar y permite la creación individual, que no es
nunca exactamente individual ya que, como se dijo, una obra de arte no se hace
en el vacío ni surge de la nada, sino que está situada.
Por otra parte, toda obra de arte se dirige a un otro a quien convoca y por
quien existe; un otro que, a su vez, participa en la obra a partir de la
interpretación. Es por esto que se considera que el sentido ‐o los sentidos‐ de
una obra se construyen colectivamente. Así, la creación es siempre creación
colectiva.
Otro de los ejes desarrollado refiere al Arte como institución social. El
hecho artístico también se concreta como un conjunto de normas, valores, leyes
que rigen lo estético y, en este aspecto, el arte deviene en una institución
histórica, pero una institución altamente cambiante: que se transforma en el
hacer artístico constante, que cuestiona y se cuestiona a sí misma como un modo
característico de ser (hacer), aspirando a la transformación de lo dado.
Más allá de lo dicho, para Castoriadis, la creación no es un dominio
exclusivo de lo artístico, sino que se trata de un fenómeno permanente,
generalizado, que está en las raíces mismas del ser humano, de los sujetos
sociales, quienes son porque se crean a sí mismos, porque su socialidad es
también una creación. Para el autor, la imaginación/creación atraviesa los
diferentes campos de lo social.
Lo que aquí se propone es que, en el caso del arte, asistimos a una suerte
de condensación de lo que postula teóricamente Castoriadis para lo social en
general. De este modo, entender las raíces del fenómeno artístico habría de ser
una manera de dar cuenta de la capacidad real y concreta de creación de los
sujetos, esto es, tomar conciencia de que tienen la posibilidad de elegir, de re
elegir constantemente. Y porque el arte mismo se manifiesta como una praxis
histórica lúcida, creativa y creadora, entender y conocer el transcurso del arte
habría de ser también un modo de aprehender y comprender la historia, que
Historia editorial
Recibido: 09/12/2011
Primera revisión: 12/12/2011
Aceptado: 29/12/2011
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Resumen
El debate de las ciencias sociales sobre la constitución del orden sociopolítico, en
América Latina, se encuentra en un escenario hegemonizado por la cuestión
democrática y la disputa por sus significados (Sousa Santos y Avritzer, 2004; Dagnino,
Olvera y Panfichi, 2006). Disputa que enmarca una serie de procesos referidos a campos
de experiencias culturales, sociales y políticas, que han reactualizado el debate sobre las
formas de constitución política y los procesos de naturalización del orden social,
mostrando la contingencia histórica y política de tal orden (Lechner, 1990 y 2002). Un
movimiento similar se da en el plano del pensamiento político actual, que muestra lo
fundamental de la operación política para instaurar un orden social, distinguiendo entre
el momento instituyente de lo político y la conformación de la política como una esfera
instituida en el orden social (Lefort, 1991; Mouffe). Ambos movimientos convergen para
permitirnos plantear la vinculación entre componentes culturales, sociales y subjetivos,
expresados en formas de acción colectiva, que dan cuenta de los procesos de
construcción y disputa actuales por la significación del orden sociopolítico. El objetivo
del trabajo es formular un dispositivo conceptual para comprender ciertas lógicas
colectivas, desde la formulación de significaciones sociales imaginarias, encarnadas
en prácticas de politicidad- como son los procesos de movilización social- que expresan
cierto malestar e insatisfacción con las conquistas democráticas.
Abstract
The discussion of the social sciences on the constitution of socio‐political order in Latin
America is in a stage hegemony of the question of democracy and the dispute over its
meaning. Dispute that frames a series of processes related to areas of cultural, social
and political, which have reenacted the debate on forms of political constitution and the
processes of naturalization of the social order, showing the historical and political
contingency of such an order. A similar movement occurs in the plane of the current
political thinking, which shows the basics of the political operation to establish a social
order, distinguishing between the time of instituting the political and policy is shaped like
37
a sphere in the social order established. Both movements are converging to allow
components to raise the link between cultural, social and subjective, expressed in forms
of collective action, which account for the processes of construction and dispute the
significance of current sociopolitical order. The objective of this study is to formulate a
conceptual device for understanding certain collective logic, since the formulation of
social imaginary significations, embodied in practices‐such as the politicization of social
mobilization processes‐expressing unease and dissatisfaction with the democratic gains.
Contexto
38
1
También puede encontrarse como policía y política en Ranciere, 1996 o como instituyente e instituido
en Castoriadis, 2007. Aunque Castoriadis distingue en su aparato conceptual entre la política y lo
político, pero con un sentido distinto del de Lefort, consideramos que es posible aplicar “la lógica” de lo
político y la política a la idea de instituyente e instituido, guardando las distancias y marcando las
diferencias.
2
Idea sugerida por el Dr. Carlos Durán.
3
Detalles en Lechner 1990 y 2002
39
políticas dominantes (Laclau y otros, 2003; Sousa Santos, 2005; Zemelman, 1987).
Existen en América Latina una serie de experiencias sociopolíticas y culturales-
impulsadas por movimientos sociales y organizaciones ciudadanas con apoyo de
partidos políticos- que cuestionan la naturalización del orden sociopolítico actual. El
caso de los piqueteros y las asambleas barriales en Argentina, el caso de los
“pingüinos” y el movimiento por la Educación Pública, los subcontratistas o los
movimientos ambientalistas en Chile, o el MST en Brasil, el MAS y el indigenismo en
Bolivia, todas – con sus diferencias- son expresiones de politicidad y de creatividad
social desde lógicas colectivas en el Cono Sur.
40
La base de estas teorías esta en la obra del economista Marcur Olson4, quien
parte de los presupuestos de la teoría de la elección racional. Esta nos dice que cada
4
Detalles en Gódas i Pérez, 2007
41
individuo posee una función de utilidad que impone un orden consistente entre las
alternativas de elección que el individuo puede realizar. Básicamente los individuos
disponen de la información necesaria y de la capacidad para dirimir entre alternativas
y sus consecuencias. El argumento de Olson, para organizaciones colectivas que
promueven los intereses materiales de sus miembros5, discute la premisa: “si un grupo
de personas comparten un interés común, será natural que actúen juntos para
conquistar el objetivo”. Para él esto no es adecuado, ya que si un individuo es racional
calculará los costes de su acción y por ende no todos los individuos estarán dispuestos
a asumir los costos de la movilización colectiva. Un individuo actuaría racionalmente si
deja que otros asuman los costos de la acción. La tesis de Olson es que a mayor
número de individuos que se beneficien de un bien público, menor será el porcentaje
de beneficio obtenido de la acción colectiva para cada individuo. El autor llama a esto
el problema del free-rider (el gorrón), es decir, que tener intereses compartidos no
constituye una base lo suficientemente fuerte para explicar la acción colectiva (Gódas i
Pérez, 2007).
El foco de la TMR esta puesto sobre los procesos a través de los cuales los
recursos necesarios para la acción colectiva son movilizados, de manera efectiva por
los movimientos (Zald y McCarthy, 1997). Su foco es en la acción organizada y en su
eficacia, donde los recursos son los elementos centrales que permiten el paso de un
colectivo de baja organización a uno de alta. Por ello no se ocupa en cómo está
constituido el colectivo identitariamente, salvo en la capacidad de agenciar recursos y
según sea el grado de control que se posea sobre estos con tal de conseguir
determinados fines (Torres Carillo, 2009; Alonso, 2009; Retamozo, 2009; Santamarina
Campos, 2008; Gódas i Pérez, 2007; Ibarra, 2000). Los conflictos sociales se dan en
torno a recursos y su control, el énfasis del análisis esta en la organización que
estructura el grupo y a los recursos para la movilización. De tal forma que las
movilizaciones colectivas son modos de obtener y disponer determinados recursos
para la consecución de ciertos fines (Zald y McCarthy, 1997).
5
Organizaciones formales y distribuidoras de bienes públicos, como por ejemplo los sindicatos.
42
Complementa a la TMR, dando relevancia a los procesos políticos en los que los
movimientos participan. Fija su atención en los diferentes tipos de estructuras de
oportunidades políticas y en los cambios en ellas, ya que constituyen el contexto de
actuación de los movimientos.
Por último se han producido una serie de reflexiones y propuestas que articulan
las diferentes aproximaciones estratégicas y que toman los procesos enmarcadores de
la acción colectiva como uno de sus ejes principales. Por ejemplo Oberschall establece
el vínculo entre oportunidades políticas y la creación de marcos en las revueltas de
1989 en el Este de Europa, o el texto de Kim Voss sobre el caso sindical de los “Knights
of labor”, en el que cruza estructuras políticas, con oportunidades y creación de
marcos6.
6
Ambos trabajos en McAdams, McCarthy y Zald, 1996.
7
Distinción propuesta por Torres Carrillo, 2009
8
Más detalles en Gódas i Pérez, 2007
43
9
Touraine, 1987; Offe, 1988; Melucci, 1999 y 2001.
44
Recapitulando
45
En lo que sigue y considerando los dos últimos puntos señalados de los desafíos
identificados, se esbozan algunos de los conceptos que nutren nuestra aproximación al
estudio de los movimientos sociales en la disputa por la construcción democrática y
sus significados, así como la vinculación entre lo político y lo cultural en las situaciones
de experimentalismo democrático y en la transformación de la cultura política
dominante. Los conceptos a trabajar para constituir una aproximación culturalmente
orientada son: subjetividades colectivas, significaciones sociales imaginarias, cultural
politics.
10
Castoriadis 1994 y 2007. También se pueden revisar los trabajos de Baeza, 2008; Cristiano, 2009;
Carretero Passin, 2008; Fernández, 2007; Maffesoli, 2005 entre otros.
46
47
11
Aplicaciones y derivaciones de estas tesis en Baeza, 2008 y Fernández 2007.
12
Diferentes formas de trabajar esta idea en Torres Carrillo, 2009; Retamozo, 2009 y 2006; Fernández,
2007; Sousa Santos, 2005, 2003, 1998; De la Garza Toledo 1992.
48
¿Cómo hacen esto las subjetividades colectivas?, ¿En qué formatos prácticos se
traducen las producciones y significaciones sociales imaginarias?. La respuesta que
daremos a estas preguntas la derivamos desde la capacidad de los movimientos
sociales de vincular los planos de la cultura y la política, a través de expresiones de lo
político (o de su politicidad), es decir, la capacidad de producir cultural politics (o su
política de la cultura).
49
50
51
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56
Zemelman, Hugo: Los horizontes de la razón. Vol I y II. Barcelona, Antrophos. 1992.
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Historia editorial
Recibido: 09/08/2011
Primera revisión: 23/08/2011
Aceptado: 17/10/2011
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Oscar Basulto
Universidad de Santiago de Compostela
Oscarfernando.basulto@rai.usc.es
Resumen
La presentación analiza la necesidad de contar con una ciudadanía más activa y
comprometida con los retos de su localidad, a través de un espíritu de participación
colectiva y cooperación permanente, mediante una continua capacitación ciudadana que
permita optimizar los esfuerzos de gestión, acción y cumplimiento de objetivos de bien
comunitario, en distintos ámbitos del quehacer. Es una búsqueda de hacer ciudad, que
genere legitimidad y confianza, más una adecuada planificación estratégica tendiente a
tangibilizar las necesidades ciudadanas. Sólo así es posible incrementar el desarrollo
humano y el bienestar de su comunidad, resignificando los procesos sociales y sus
imaginarios urbanos.
Palabras clave: Desarrollo humano – Territorio ‐ Imaginario Urbano.
Abstract
The presentation analyzes the need to count on one society more active and committed to
their local challenges through a spirit of collective participation and a permanent
cooperation, through a continuous training as society that allows to optimizing the
management efforts, action and fulfillment of community asset objectives in various fields
of task. It's a quest to make a city that generates legitimacy and trust, besides one adequate
strategic planning tending to make tangible the needs of the society. Only then is it possible
to increase the human development and the welfare of the community, resignifying the
social processes and their urban imaginaries.
Keywords: Human Development – Territory ‐ Urban Imaginary.
Acercando realidades para el desenvolvimiento social.
La era info‐global genera un medio, espacio, contexto o como quiera que desee
llamársele que favorece la aparición de variados o múltiples fenómenos, que sin duda van
a intensificarse con el transcurrir del tiempo, que están quebrando la forma de gobernar y
gestionar los territorios propios de la era industrial o mundo moderno occidental (Pascual,
2011).
Bajo ningún punto de vista, nos remitimos a plantear que vivamos hoy en un mundo
posmoderno o en una era posindustrial, simplemente queremos hacer patente que hay
situaciones o problemáticas sociales, o de la interacción socio‐comunicativa –si se le
prefiere llamar así‐ que, hoy por hoy, están resultando difíciles de descifrar y que están
afectando distintos ámbitos del quehacer.
Pese a lo anterior, se empecina Josep Pascual (2011) en denominar o explicar
nuestra contemporaneidad a través de ciertas conceptualizaciones que ya venimos
estudiando hace tiempo, pero no por ello tendríamos que atribuirles un sentido
explicativo totalizante, ni mucho menos. El autor agrega que debido a la intensidad del
proceso de cambio de la era industrial,en que las personas se consideraban un apéndice
de las máquinas) a la era del conocimiento (en que el conocimiento y la capacidad de
innovación de las personas se consideran la principal fuente de valor añadido), han
surgido importantes investigaciones que han puesto en evidencia los aspectos intangibles
del desarrollo. En especial, los aspectos relacionales y las configuraciones culturales en las
que viven los principales actores y amplios sectores de la ciudadanía, y que, sin duda, son
temas básicos de la capacidad de organización y acción de los territorios.
Un aspecto que sí resulta altamente plausible, en la interacción social de las
comunidades del siglo XXI, es el componente simbólico del que nos habla, implícitamente,
Pascual (2011) al referirse al componente relacional y a las configuraciones culturales
como componentes intangibles del desarrollo. Tema que, por cierto, ya ha sido estudiado
pero abordaremos más adelante desde el multi enfoque que nos hemos propuesto
(desarrollo humano – territorio –imaginario urbano).
Realizamos el presente planteamiento porque creemos que es posible dinamizar el
desarrollo humano de una comunidad, en sentido positivo, a través de una planificación
estratégica territorial, cuanto mejor, mientras más emane de la voz de sus habitantes. Por
planificación estratégica comprendida como sostenibilidad territorial, entenderemos una
décadas, que se sentían más satisfechos con simples descripciones socio‐económicas de
los desarrollos urbanos o territoriales. Actualmente, se debe dar mucha importancia a lo
cultural, a lo simbólico, a la complejidad y la heterogeneidad de lo social en la ciudad o
localidad, debido a las dinámicas de interacción social que se están sucediendo. Es
entonces cuando lo imaginario aparece como un componente importantísimo. Una ciudad
o territorio siempre es heterogéneo, entre otras razones, porque hay muchos imaginarios
que la habitan. Estos imaginarios no corresponden mecánicamente ni a condiciones de
clase, ni al barrio en el que se vive, ni a otras determinaciones objetivables.
Como ya hemos esbozado, creemos fehacientemente que no se puede seguir
avanzando en calidad de vida social sin escuchar a la gente, llámese individuo, poblador o
ciudadano, es decir, todos los agentes de la sociedad deben trabajar en conjunto, en
seguir lineamientos comunes de desarrollo territorial y humano en beneficio de la
sociedad a nivel integral.
Siempre se plantea que la base de este asunto pasa por la educación y
capacitación de los distintos estamentos sociales, sin embargo en nuestro tiempo, parece
saberse técnicamente que hay que hacer, pero en la práctica no se está logrando un mejor
entendimiento colectivo.
En esta línea buscamos descifrar por dónde nos debe llevar un entendimiento
colectivo, pensando que es posible aunar fuerzas en pos del bien común, escudriñando en
la posibilidad de la cohesión social y en el fondo de los imaginarios sociales y urbanos1,
como elementos fundamentales para poder desarrollar –posteriormente‐, una sólida
planificación estratégica territorial en beneficio de la mayoría de la comunidad.
Subjetividad e intersubjetividades. El rasgo imaginario en nuestras sociedades, desde la
capacitación ciudadana al desarrollo humano.
La necesidad de indagar en la subjetividad humana existe porque es el punto de
partida para comprender cualquier interrelación o interacción posterior, que ha de
vincularse a una experiencia previa. Es de ahí donde nacen las posibilidades de conocer y
de entenderse, que se pueden orientar a favorecer un armónico desenvolvimiento de las
comunidades de acuerdo a sus propias significancias.
1
Estos asuntos serán desarrollados con posterioridad en el presente relato.
La identidad, de partida, es ese conjunto de mecanismos sui generis de apropiación mental
e imaginada del espacio y del tiempo, cuyo responsable no es otro que el cerebro humano y
su facultad de generar pensamiento organizador. La identidad (…) es sentimiento de
pertenencia, pero también orientación asumida del accionar social, o lo que
denominaremos (…) praxis identitaria. (…) La identidad constituye (…) una estructura
precaria, con motivo mismo de su complejidad; la construcción identitaria debe ser
concebida más bien como un proceso inestable e inacabado que como una arquitectura
definitiva (Baeza, 2000: 48‐49).
Es decir, la construcción identitaria, puede entenderse como un proceso individual
y social, sujeto a altas cargas de dinamismo y tendencia a cambios, debido a que es
atravesado –permanentemente‐ por múltiples vectores de la más diversa gama, entonces,
la identidad ‐sin duda‐ vive en permanente construcción. Estado que es necesario tener
claramente identificado para emprender el desafío propuesto.
Asimismo, la identidad va ligada a los procesos y manifestaciones culturales, que
adquieren o no protagonismo en la urbe o territorio, en beneficio o desmedro de su
comunidad.
La cultura de una ciudad depende, entre otros, de dos elementos del medio urbano: la
cantidad y la calidad de la oferta y el nivel formativo de la ciudadanía. El uso ciudadano de la
oferta cultural es la clave para la definición de la ciudad como cultural. El uso ciudadano
dependerá también de la percepción, del significado y de las expectativas que los
ciudadanos tengan de la misma y, en especial, de cómo visionan su papel en la cultura. Si
este es el de consumidores de cultura, o por el contrario, el de generadores o dinamizadores
de la cultura en la ciudad. El uso ciudadano de la cultura y su papel en ella será una de las
principales claves del desarrollo y el atractivo cultural y la creatividad de la ciudad. El uso
ciudadano de los medios culturales transformará el nivel cultural de los actores y la
estructuración de sus relaciones en el acceso a la cultura (Pascual, 2011: 183).
Por lo tanto, accionar la cultura por parte de los habitantes de un territorio, puede
contribuir a fortalecer lazos ciudadanos y de alguna manera hacer menos engorrosos los
procesos de acuerdo social en beneficio de proyectos comunes, ya sea a nivel de una
comunidad pequeña o para desarrollar un mega proyecto de planificación territorial.
Refiriéndonos ya, netamente, a la concepción de lo imaginario, hay que decir que
antes que social es un fenómeno eminentemente individual, lo que Cornelius Castoriadis
(1975) llamaría la producción de un fantasma fundamental. Pero un imaginario social no
puede ser explicado como la simple suma de imaginarios individuales, señala Manuel
Antonio Baeza (2000), pues lo social requiere de un acercamiento en cuanto a
expectativas y experiencias que hagan sentido en un determinado cuerpo social, que
promueva el reconocimiento colectivo, por lo tanto, la sociedad –en un sentido
Luhmaniano‐ puede ser entendida como comunicación, pero en opinión de Baeza (2000),
fundamentalmente como una comunicación basada en la experiencia e intencionada en
su contexto de relaciones sociales, entendidas estas últimas en el sentido más amplio y
complejo ligado a las múltiples posibilidades de la interacción humana.
Compartimos la visión de que la comunicación difícilmente sea ingenua, además
agregamos que generalmente está asociada a conflictos de intereses de la más diversa
especie, o a cargas ideológicas que terminan sistematizándose a través de una relación de
dominación / exclusión. Es aquí donde toma relevancia la planificación estratégica
territorial, exteriorizable a través de un entramado de comunicación estratégica, que no
puede fallar al momento de aunar o cohesionar la voluntad social en el sentido de abordar
un proyecto común de desarrollo territorial y humano en beneficio de la comunidad en su
conjunto. En este sentido, Comunicación estratégica, es poner en acción la comunicación
con el propósito de establecer un vínculo con el entorno cultural, social y político en una
relación armoniosa y positiva desde el punto de vista de sus intereses u objetivos que
deberán delinearse por una ruta común. La denominación estratégica viene de su
perspectiva de mediano y largo plazo, por una parte, y del hecho de que está al servicio
directo de los intereses más perdurables (Tironi y Cavallo, 2004) que se hayan establecido
a través de la planificación territorial en miras de favorecer a la mayoría.
Ahora bien, teniendo presente que muchas veces este tipo de comunicación no se ha
utilizado para fines comunitarios de desarrollo social, sino más bien para fines
empresariales de carácter privado‐ lucrativo, lo cual no significa que esta potente
herramienta pueda o no contribuir al desarrollo social, lo determinante será si se utilice o
no, bien enfocada a esos fines.
Retomando el asunto de los simbolismos sociales, entendiendo este aspecto como un
escenario propicio para recrear significados, es que ya podemos señalar, en la línea de
Baeza (2000), que toda institución y todo imaginario tiene lugar al interior de un universo
simbólico, lo cual implica de un modo u otro, la existencia de un ánimo de visualización de
lo invisible. De alguna manera, este punto de visualización de lo invisible es el gran desafío
para una gestión estratégica que busque ser honesta con la gente y que muestre
proyectos con altas cargas de cohesión social en búsqueda de un desarrollo humano
comunitario.
Pues bien, dicho lo anterior, nos quedamos con la definición de imaginarios sociales de
Juan Luis Pintos, que señala que “los imaginarios sociales serían aquellos esquemas
construidos socialmente que nos permiten percibir, explicar e intervenir en lo que en cada
sistema social se considere como realidad” (Pintos, Imaginarios sociales del Caciquismo,
texto inédito), y de este modo, señala Baeza (2000), pareciera cerrarse provisionalmente
el largo circuito de los imaginarios ya institucionalizados y ya socializados, a lo que se
puede agregar desde la perspectiva de Pintos (1995) que los imaginarios sociales rigen los
sistemas de identificación y de integración social, y que hacen visible la invisibilidad social,
y he ahí donde se encuentra el mayor desafío de trabajar con los imaginarios sociales,
insistimos ahora desde la perspectiva de Baeza. Asimismo, se puede reforzar que los
imaginarios sociales son “esquemas construidos y simbolizados socialmente (…) a través
de símbolos” (Baeza, 2000: 34‐35), situación que ya veníamos analizando.
Tras delinear la relevancia de lo imaginario y su influencia en la interacción social, se
hace patente la importancia de lo simbólico, rasgo que nos lleva a darle gran cabida a la
interacción simbólica, a las percepciones y a la emocionalidad de las relaciones humanas
en nuestro tiempo.
Sabemos, desde las investigaciones del neurobiólogo Antonio Damasio y su equipo de
la Universidad de Southern California, que no existe racionalidad si esta no está basada en
emociones y sentimientos, y a la vez que la razón puede cambiar las emociones y
sentimientos, en especial si se logra una mejor adaptación social y mayor calidad de
nuestra supervivencia cotidiana. Razones y sentimientos son dos procesos inseparables
tanto en la vida de los individuos como en la de las ciudades o territorios. Las emociones y
sentimientos positivos son los que mantienen una sociedad cohesionada, y a la vez son un
factor esencial para que la ciudad pueda abordar con éxito los desafíos que tiene
planteados o los que se pueden llegar a planear de modo coherente a las necesidades de
un lugar (Pascual, 2011), mediante una apropiada gestión estratégica.
La gestión de sentimientos y emociones es, sin duda, esencial tanto para la existencia
de una sociedad basada en la convivencia y la cooperación, como en la segregación y la
dominación social. Por ello, es esencial, para una buena gobernanza democrática, el
desarrollo de estrategias socio‐educativas y culturales orientadas a establecer una mayor
densidad de relaciones y vínculos entre los distintos sectores de la ciudadanía, y que estos
sean satisfactorios si bien no para todos, sí para una amplia mayoría. Para ello, será
esencial el desarrollo de una intencionalidad educativa y cultural en las estrategias y
políticas públicas (Pascual, 2011).
En este momento resulta interesante tratar de explicar, la relevancia que otorga la
sociedad occidental, en general, a la capacitación ciudadana desde la educación, para
incrementar el desarrollo humano a través de la preocupación por el capital intelectual,
concepto desarrollado por Pierre Bourdieu, desarrollando primeramente otro concepto
trabajado por el mismo autor, el capital simbólico, que vendría haciendo directo sentido
con el aumento de la relevancia de la interacción simbólica en la sociedad de nuestro
tiempo.
De este modo, el capital simbólico comprende un amplio repertorio de bienes
individuales y grupales no tangibles. Bourdieu describe el capital simbólico como una
propiedad cualquiera que puede ser percibida por unos agentes sociales dotados de las
65
categorías de percepción y de valoración que permiten percibirla, conocerla y reconocerla
y que se vuelve simbólicamente eficiente, como una verdadera fuerza mágica o
imaginada, una propiedad que, porque responde a unas expectativas colectivas
socialmente constituidas, a unas creencias, ejerce una especie de acción a distancia,
alejada de contacto físico. Es decir, que el capital simbólico sólo existe en la medida en
que es reconocido por los otros: no tiene una existencia real ni un alcance universal, sino
un valor efectivo que se basa en la aceptación del poder de ese valor por parte de los
integrantes de un determinado campo: el intelectual, el académico, el artístico, el
económico, o cualquier otro. A la luz de la disolución de las fronteras entre bienes
culturales y económicos desde la conformación misma de las sociedades de masas, parece
claro que se haya podido dar la apropiación del concepto de capital simbólico intelectual
(Bettendorff y Oberti, 2008).
En este sentido, podemos percibir como el imaginario de la educación formal –como un
valor positivo‐ se encuentra institucionalizado y fuertemente arraigado en la sociedad,
pues nuestro tiempo valora o sobrevalora, muchas veces, la información y el
conocimiento, no olvidemos que se ha teorizado al respecto llegando a señalar que
vivimos en la sociedad de la información o en la sociedad del conocimiento, lo cual parece
no tener nada de malo, e inclusive ser bueno. La pregunta que surge es ¿información y
conocimiento para quién y por qué? El asunto ha de pasar por otorgar educación de
calidad y que, por cierto, permita resolver los problemas de la gente en la cotidianidad y
de forma efectiva.
Es decir, si tomamos a la institución educativa como agente de reproducción de un
sistema de poder y consolidación de un determinado status quo, la relación de utilidad
entre el campo académico y el mercado de trabajo queda limitada a la provisión de un
título. Pero si pensamos en la educación como una herramienta de capacitación
ciudadana orientada al desarrollo social, en que exista una revalorización del discurso y de
la gestión estratégica de quienes deben orientar esfuerzos a la comunidad en general –
desde la perspectiva del desarrollo territorial y humano‐, entonces, se comprenderá que
los bienes intelectuales obedecen al acrecentamiento de entornos dinámicos al interior
del entramado social, y en este sentido habría que hacerse cargo permanentemente de
dichos cambios o transformaciones. Por poner un ejemplo:
(…) por lo hasta aquí expuesto pareciera que de lo que se trata es de rescatar de la
institución "Universidad" su sentido primitivo: la universalidad, la diferencia, la variedad de
esos bagajes de pensamiento, de habitus de clase, etc., que traen los estudiantes, para
hacerlos prosperar y generar nuevas ideas que den respuesta a lo que la tradición cultural y
el viejo sistema clasista ya no pueden contestar. Se trata hoy más que nunca de abrir nuevas
puertas más que de censurar y acallar, de crear partiendo incluso de la otredad más que de
la reproducción (Bettendorff y Oberti, 2008: 2).
Ahora bien, se tendrá que, quizá, buscar cómo evolucionar hacia una aproximación
menos academicista, si pensamos en capacitación orientada más al análisis de las
necesidades individuales y colectivas de los trabajadores. En este cambio está inscrita la
modificación de los estilos pedagógicos, que deberían pasar de una lógica de que para
educar hay que enseñar, a una aproximación de que para formar se deben desarrollar las
capacidades de cómo aprender. La propuesta de una enseñanza por problemas se deja
combinar muy bien con la formación por alternancia, que propone el ir y venir entre aula y
práctica, así como con la posibilidad de una enseñanza individualizada con avances
modulares, lo que permite al individuo acoplar mejor sus atributos y capacidades
personales con las necesidades de formación (Mertens, 2000), y que de alguna manera se
acercaría más a la idea de capacitación laboral, apropiada para nuestros tiempos.
En esta línea, lo más relevante sería partir de la elaboración de una estrategia
compartida, que de alguna manera involucre a distintos actores sociales interesados, y
que las autoridades locales más avanzadas, estén dispuestas a impulsar proyectos –como
ya dijimos‐ a través del diálogo y el acuerdo con otros actores y en especial con las
administraciones públicas o distintos actores relacionados directamente con las
problemáticas (Pascual, 2011).
Reafirmando la idea anterior, se agrega que la elaboración de la estrategia está
suponiendo, por una parte, la superación del marco competencial para intentar dar
satisfacción a las necesidades progresivas y cada vez más complejas de la ciudadanía, y
por otra, el inicio de una manera de gobernar a través de la cooperación entre actores y la
colaboración de la ciudadanía (Pascual, 2011).
Es decir, trabajar en unidad social parece una buena vía, sin embargo, existen ciertos
temas de fondo como la educación y la salud, que no se pueden dejar a las fluctuaciones
del libre mercado, más aun dicha problemática se ve agudizada con mayor fuerza en
territorios nacionales de neo‐ capitalismo extremo, situación que con matices parece ser
una constante en el mundo occidental. Si bien no se plantea nada nuevo, en la reflexión
anterior, no se puede dejar de decir que algo no anda bien en este sentido, así como sigue
aumentando el escape de flujos financieros a nivel planetario y la distribución de la
riqueza parece no avanzar en busca de tender a equipararse socialmente, por cuanto una
estrategia territorial de desarrollo integral nos supone un gran desafío.
67
Frente a este escenario, resulta fundamental no perder de vista que el ámbito territorial
en que se establecen el mayor número de relaciones que afectan la calidad de vida de la
población de una ciudad es su ámbito regional. Cadenas productivas, enseñanza superior
(universidades), sanidad, movilidad (residencia‐estudios y residencia‐trabajo), energía,
sostenibilidad, equipamientos culturales y turismo interior, entre otros (Pascual, 2011).
Entonces, podemos decir, que el hecho que un territorio disponga de una estrategia
clara, consistente y compartida, en el sentido de que exista un compromiso de acción por
parte de los principales actores y el apoyo de la mayor parte de las entidades
representativas de la ciudadanía, aparece como un factor primordial de desarrollo
humano.
Imaginarios urbanos. En la búsqueda de cohesión social y territorial.
Como ya se planteó, los estudios urbanos o territoriales, hoy por hoy, están
considerando la gran importancia que puede llegar a poseer el componente imaginario en
el análisis de la dinámica interacción social. En este sentido, los imaginarios urbanos son
considerados como:
Reconocer que la ciudad también es un escenario del lenguaje, de evocaciones y sueños, de
imágenes, de variadas escrituras. No debe extrañarnos, pues, que la ciudad haya sido
definida como la imagen de un mundo, pero esta idea se complementaría diciendo que la
ciudad es del mismo modo lo contrario: el mundo de una imagen, que lenta y
colectivamente se va construyendo y volviendo a construir, incesantemente (Armando Silva,
2006: 25).
Asimismo, la ciudad se puede definir como el sistema de percepciones, representaciones y
significados que las personas y grupos sociales que en ella habitan y trabajan tienen de la
misma urbe y de sus instituciones. La actuación de la ciudadanía y sus distintos sectores
que, en definitiva, hacen ciudad, dependerá tanto de los condicionantes del medio urbano
como de las representaciones y de los significados que se forje la ciudadanía sobre sí
misma. De manera muy especial incide en la actuación ciudadana la percepción de la
importancia e incidencia de su propio papel en la ciudad y su futuro (Pascual, 2011).
La urbe, territorio, localidad, ya sea cualquier denominación que queramos darle,
ahora ya no podemos tener dudas, que su transformación –para bien o para mal, junto a
68
la calidad de vida de su gente‐ pasa por el emerger de nuevas realidades sociales, que son
producto de la actuación de unos actores que están en relación de interdependencia y
actúan entre sí en unas determinadas condiciones.
El que se produzca un cambio tangible y que éste se dirija a través de objetivos de
desarrollo humano será, en buena medida consecuencia necesaria de un sistema de
percepción‐reacción de los actores y de la ciudadanía, alineados todos en el significado
que se atribuya al rol ciudadano y la orientación que se busque dar al desarrollo
comunitario.
Debe tenerse en cuenta que la estrategia para la producción de desarrollo
endógeno, que es sin duda el más sostenible y sostenido en el tiempo, consiste en poner
en valor los recursos físicos y humanos que tiene un territorio, de ahí que las capacidades
de organización y acción de los distintos actores y sectores del territorio sean tan
fundamentales (Pascual, 2011).
En este sentido, podemos apreciar elementos tangibles de una ciudad, que al
mismo tiempo hacen patente imaginarios urbanos. Es decir, una ciudad, desde el prisma
de la construcción imaginaria, desde lo que representa, debe responder al menos, por
unas condiciones físicas naturales y físicas construidas; por unos usos sociales: por unas
modalidades de expresión: por un tipo especial de ciudadanos en relación con los de otros
contextos territoriales; una ciudad hace una mentalidad urbana que le es propia (Silva,
2006).
Hay que recalcar que la imaginación construye individual y socialmente, y es muy
probable que dichos imaginarios vividos en la urbe o alguna localidad, hagan referencia –
de algún u otro modo a lo vivido y experienciado, nuevamente, individual y socialmente
en determinados contextos de referencia, entonces, puede ser allí mismo donde se
producen y no siempre se ven los imaginarios sociales y los urbanos. Esto sólo para
reseñar que los imaginarios no son distantes a lo que somos como seres humanos, sin
embargo su proceso de construcción, como ya sabemos, es complejo y permanente.
En este sentido, a decir de Pintos (2000) los materiales sobre los que hay que
trabajar, entre otros, para entender la construcción imaginaria son, pues, los productos
que emergen en el tejido comunicativo múltiple. Abarca lo que publican los periódicos y
las revistas, lo que emiten las radios y los canales de televisión, el cine, la música; las
diferentes formas del espacio que se expresan en la escultura y la arquitectura y la forma
de construirlo socialmente en el urbanismo; la poesía y las novelas, los cómics, los sitios
de Internet y la omnipresente publicidad. Especialmente la publicidad en todos sus tipos y
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soportes, ese nuevo discurso moral que pretende monopolizar el sentido de nuestras
vidas. Ahí se genera gran parte de las relevancias que construyen nuestras referencias y
que evitan contarnos sus opacidades. Y asimismo, se busca influir en toda forma de
interacción o representación que nos permita imaginar.
Ahora bien, refiriéndonos al Territorio pero desde una perspectiva imaginaria, se
puede decir:
Fue y sigue siendo un espacio, así sea imaginario, donde habitamos con los
nuestros, donde el recuerdo del antepasado y la evocación del futuro permiten
referenciarlo como un lugar que nombró con ciertos límites geográficos y simbólicos.
Nombrar el territorio es asumirlo en una extensión lingüística e imaginaria: en tanto que
recorrerlo, pisándolo, marcándolo en una u otra forma es darle entidad física que se
conjuga, por supuesto, con el acto denominativo. Estos dos ejercicios, denominar y recorrer,
han de evolucionar hacia el encuentro de la región llamada territorio, como entidad
fundamental del microcosmos y la macro visión. Me explico, la macro visión del mundo pasa
por el microcosmos afectivo desde donde se aprende a nombrar, a situar, a marcar el
mundo que comprendo no sólo desde afuera hacia dentro, sino originalmente al contrario,
desde adentro, desde mi interior psicológico o los interiores sociales de mi territorio, hacia
el mundo como resto. Es así como aún en épocas de globalización en el siglo XXI se puede
mantener una nueva noción de territorio si lo entendemos como terreno afectivo desde
donde veo el mundo como sustento imaginario. Si el desborde de las ciudades como hecho
físico o social, hace que se pierdan sus límites geográficos y que por efecto de los medios y
las tecnologías se construyan otras unidades de estudio que atienden a nuevas realidades,
lo urbano antes que las ciudades, como lo hemos registrado, urbanismos sin ciudades. Esto
querría decir que el nuevo énfasis se pone en la cultura y no en la arquitectura y que
pasamos de una ciudad de los edificios a un urbanismo de los ciudadanos. Es acá donde los
imaginarios urbanos expresan su potencia estética y política (Silva, 2006: 54–55).
Como de alguna manera se ha esbozado anteriormente, no cabe duda que la
forma de entender la ciudad y sus habitantes está cambiando, y junto al énfasis en el
componente cultural –que remacha Silva‐, también se puede y debe reforzar el hecho de
poner énfasis en los anhelos, frustraciones y reivindicaciones de la gente y en la
representación imaginaria de la ciudad que pertenecerá a quienes la viven.
En este sentido, García Canclini (Entrevista por Lindón, 2007), señala que el
imaginario no sólo es representación simbólica de lo que ocurre, sino también es el lugar
de elaboración de insatisfacciones, deseos, búsqueda de comunicación con los otros.
70
Es así, que lo fundamental hoy es que la propia localidad, en su globalidad, se
estructure como proyecto colectivo y empiece a actuar. Sin actuación, no sucede nada,
pero si esta actuación no responde a los deseos, expectativas y demandas de la
ciudadanía y de los principales actores tampoco habrá futuro porque será insostenible
socialmente.
Entonces, en este punto llegamos a definir cohesión social, que ya ha sido
anteriormente señalada. Una sociedad está más cohesionada socialmente con la
existencia de una visión compartida por una sociedad y sentimiento de pertenencia a la
misma. Las diferencias entre la población se consideran un valor positivo, pues es en esa
diversidad donde está el potencial humano para incrementar el desarrollo humano y
territorial. Las personas, independientemente del entorno territorial en el que habitan,
tienen oportunidades vitales de una semejanza relativa. Desarrollan fuertes relaciones en
entornos diversos: trabajo, escuelas, barrios, entre otros, que se debe buscar canalizar en
objetivos comunes para el desarrollo de la ciudad. (Pascual, 2011).
En este sentido, se puede entender que Castoriadis (1975) no plantee que el
imaginario se expresa a través de lo simbólico –en un sentido individual‐, es decir, como
una suerte de valoración social de las imágenes producidas, y que todos los miembros de
una sociedad o grupo, reconocen como algo suyo, es decir en la perspectiva de una
cohesión social.
Entonces, cohesión social es equiparable a capacidad de organización y acción de
un territorio para afrontar sus propios retos económicos, sociales, político‐democráticos y
de sostenibilidad. Así, la cohesión social, debe ser entendida como capacidad de
organización y acción, lo cual es clave para el desarrollo endógeno de ciudades y regiones
(Pascual, 2011).
A su vez, una sociedad cohesionada no es la que no tiene conflictos, puesto que sin
ellos no avanzaría, ya que es necesario expresar los conflictos y contradicciones sociales.
Una sociedad cohesionada es la que dispone de modelos de interacción y mediación
legitimados para resolver los conflictos y avanzar socialmente. He ahí donde pueden tener
relevancia los imaginarios sociales o urbanos, interpretando y dando salida al fondo de
dichos conflictos, de modo que “buscar un desarrollo por la cohesión social es buscar el
desarrollo humano en su sentido más amplio” (Pascual, 2011: 163).
Para seguir avanzando en nuestro desarrollo temático, ahora podemos pasar al
concepto de cohesión territorial:
71
El concepto de cohesión territorial va más allá de la idea de cohesión económica y social
tanto ampliándola como reforzándola. Desde el punto de vista de la política, el objetivo es
ayudar a lograr un desarrollo más equilibrado reduciendo las disparidades existentes,
impidiendo los desequilibrios territoriales y aumentando tanto la coherencia de las políticas
sectoriales que tienen una repercusión territorial como de la política regional. El objetivo
también es mejorar la integración territorial y fomentar la cooperación entre las regiones
(Pascual, 2011: 164).
Lo fundamental para que exista un desarrollo económico y social estable y sostenido en
el tiempo, es que se activen en un territorio los potenciales, mecanismos y procesos que
permiten incidir en su desarrollo económico y social. Las ciudades y regiones tienen un
conjunto de recursos económicos, humanos, institucionales y culturales que constituyen
su potencial de desarrollo y que es preciso poner en valor y estimular su uso eficiente.
El conjunto de recursos de un territorio constituye el capital territorial que sólo se vuelve
productivo y agrega valor si existe una acción colectiva capaz de darle un valor de uso. El
conjunto de recursos que constituyen el capital territorial es, en una definición mínima: las
condiciones y recursos del medio natural, el patrimonio histórico, el capital fijo acumulado
en infraestructuras y equipamientos, y también lo que se denomina bienes relacionales que
incluyen capital humano, capital social, y la capacidad institucional. Éste es el capital
territorial que es preciso activar (Pascual, 2011: 155).
Pero nada de lo anterior será posible sin que todos los habitantes del territorio estén
alineados en una tarea de desarrollo común, que sea de interés y beneficio para todos. Es
en esta etapa previa donde hemos señalado que los imaginarios tienen que decir, a través
de su estudio, de modo de ser un sustento respecto a lo que está anhelando la gente en
relación a habitar su territorio, y es eso lo que debe contemplar fundamentalmente la
planificación estratégica territorial, desde una perspectiva de desarrollo sostenible.
Entonces, los procesos de desarrollo territorial se han de gestionar e impulsar de abajo
hacia arriba a través de las decisiones de actores locales públicos y privados, y de la
aplicación de mecanismos de control social en los procesos de desarrollo. Estos
mecanismos abarcan desde la organización territorial de la producción y de las empresas,
los mecanismos de regulación de las relaciones económicas y sociales, los códigos de
conducta y de la configuración cultural de la población, hasta la estructura social y familiar
(Pascual, 2011). De modo, que conocer y trabajar desde la configuración de estos
72
Ahora bien, para promover este desarrollo orientado por los objetivos de cohesión
social y territorial se requiere de una acción societaria sólida, es decir, de un determinado
marco operativo para poder realizarlos. Es preciso generar una dinámica entre los actores
económicos, sociales e institucionales para producir un desarrollo humano sostenible
(Pascual, 2011).
A modo de síntesis
A nivel de conclusión preliminar, a modo de síntesis, podemos señalar algunos
planteamientos generales que nos mantendrán por un buen tiempo más en etapa de
discusión y reestructuración. Pese a ello, la línea por la que viaja este relato, tiende a
hacernos creer que existe la necesidad de abordar los estudios urbanos o territoriales, a
través de equipos de trabajo multidisciplinares, de modo que sea posible llevar a cabo
tanto investigaciones cualitativas como cuantitativas, o según sea la necesidad de cada
caso realizar estudios mixtos, por cuanto la intención es poder llegar a ciertos resultados
coherentes con la realidad social, que permitan tomar decisiones en relación al bienestar
integral de las comunidades, a través del estudio de los imaginarios sociales y la
estructuración de una planificación estratégico territorial acorde con las opacidades
imaginarias develadas.
También, tendemos a creer que la identidad no es un problema en sí mismo, ni
tampoco un elemento a considerar en forma aislada al momento de pensar en la
problemática abordada, sino que más bien podría formar parte del terreno de acción –a
nivel integral‐, constituyendo el dinámico escenario en que se deben desarrollar las
estrategias de cohesión social y territorial en virtud del desarrollo humano y comunitario.
A su vez, como se ha señalado, las percepciones, sentimientos, construcciones
imaginarias y simbólicas juegan un rol cada vez más importante en la articulación social
contemporánea, por cuanto son rasgos a tener en consideración al momento de buscar
comprender y trabajar con las complejas y dinámicas relaciones sociales en la actualidad.
Asimismo, los procesos humanos individuales y colectivos deben ser analizados al
detalle y consensuados a la hora de pensar en planificaciones estratégicas urbanas o
territoriales –lo que ya se ha venido planteando‐, por cuanto se debe ser coherente con el
73
alma del territorio en virtud de plantear una planificación con posibilidad de éxito en el
tiempo, pensando en un desarrollo humano y territorial que beneficie a grupos concretos.
Por su parte, el sistema educativo tradicional parece estar en crisis hace ya un
buen tiempo, en muchas sociedades occidentales. Entonces, teniendo en consideración lo
anterior, se puede delinear una ruta para mejorar la educación de base y la capacitación
de las personas que ya están trabajando, orientada a ser coherente con las necesidades y
anhelos de la gente, encausando dicho propósito a través de una planificación estratégica
territorial integral de largo plazo, que permita a más personas alcanzar el desarrollo
humano, seguir mejorando la calidad de vida en sus localidades y, en definitiva, tener
sociedades más cohesionadas y acercándose a una armonía.
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Datos del autor
Oscar Basulto es Periodista y Licenciado en Comunicación Social, por la Universidad
Católica de la Santísima Concepción (Chile). Es además, Magíster en Comunicación
Estratégica, por la Universidad del Pacífico (Chile). Actualmente se encuentra realizando
su Tesis Doctoral en Sociología, en la Universidad de Santiago de Compostela (España).
______________________________
Historia editorial
Recibido: 10/11/2011
Primera revisión: 17/11/2011
Aceptado: 04/12/2011
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Diego Fernández
Universidad Lumière-Lyon 2
Diego.fernandez-varas@univ-lyon2.fr
Resumen
A partir del análisis de caso de la comunidad indígena mhuysqa de Cota (Cundinamarca,
Colombia), intentaremos ver cómo a partir de la imagen de indígena, socialmente
construida, los miembros de esta comunidad agencian nuevas formas de visibilización,
buscando así obtener el reconocimiento oficial como resguardo indígena. Este artículo
intenta relativizar las formas de categorización de las poblaciones mostrando cómo se
negocian, en las prácticas y en los discursos, los parámetros institucionales y simbólicos de
determinación de la pertenencia a un grupo étnico.
Palabras claves: Mhuysqa ‐ prácticas culturales ‐ imaginarios sobre los indígenas.
Abstract
Based on the case analysis of the indigenous community mhuysqa in Cota (Cundinamarca,
Colombia), we will try to see how the image of indigenous, socially constructed, is played by
the members of this community, creating the new forms of visibility and trying to obtain the
official recognition as an indigenous reserve (resguardo). This article attempts to relativize
the ways of categorizing people by showing how institutional parameters are negotiated
and symbolic determination of membership to an ethnic group.
Keywords: Mhuysqa ‐ cultural practices ‐ imaginary about indigenous people.
…On n’est autochtone que par rapport à quelqu’un, à un autre: cette condition est donc relative,
elle ne s’inscrit que dans le cadre d’un rapport de forcé politique. La relation autochtone/étranger
n’a de sens qu’en tant que théorie politique acceptée par les dominants et les dominés1.
(Amselle, 2010 p.146)
Observar de otra manera
Entre los meses de noviembre de 2011 y junio de 2012 una gran exposición
temporal del museo du Quai Branly en Paris abordó el tema de “la invención del salvaje”.
Con una mirada crítica sobre el proceso de construcción imaginario de esos otros venidos
de todos los rincones del mundo para poblar las exposiciones coloniales, los circos y
espectáculos en Europa y Estados Unidos, principalmente. Entre el monstruo, el exotismo y
la alteridad total podemos recorrer los pasillos del museo y ver como la política, la ciencia y
un espíritu de la época se entrelazan para construir discursos sobre el otro total, extraño,
ajeno, lejano, temido y fascinante. Los comisarios de esta exposición señalan que las
personas que se vieron sometidas a esta forma de puesta en escena:
Dans les cours royales et princières, dans les cirques, sur les scènes de théâtre ou de music‐
hall, dans les expositions universelles et les manifestations coloniales, ils ont incarné malgré
eux la figure du « sauvage », cet être inconnu qu’il convenait de domestiquer de plier aux
besoins de l’expansionnisme occidental2 . (Musée du Quai Branly, 2011: 3)
Efectivamente esta imagen del otro es nutrida por la larga historia de las
colonizaciones y estos espectaculos del siglo XIX marcan un paso en el proceso de
transformaciones de los discursos sobre la alteridad. Podríamos esperar que en un museo
de “artes primeras”, las “artes de los autóctonos”, nos sumergiéramos en una visión
1
Se es autóctono sólo en relación a alguien, a un otro: esta condición es entonces relativa, ella se inscribe
solamente en el marco de una relación de fuerza política. La relación autóctono/extranjero no tienen
sentido sino en tanto que esquema de representación del poder, en tanto que teoría política aceptada a la
vez por los dominantes y los dominados. (Traducción del autor)
2
En las cortes reales y principescas, en los circos, en las escenas de teatro o de music‐hall, en las
exposiciones universales y las manifestaciones coloniales, ellos encarnaron a su pesar la figura del “salvaje”,
ese ser desconocido al que convenía domesticar, someterlo a las necesidades del expansionismo occidental.
(Traducción del autor)
78
3
Sobre la construcción de los discursos sobre “lo indígena” en América Latina cf. (Mires, 1991) y respecto a
la construcción de la idea de América Latina cf. (Mignolo, 2007)
4
Las estadísticas de los pueblos indígenas en América Latina presentan varios aspectos que son
continuamente criticados, entre ellos la forma de definir la pertenencia a un grupo étnico, por declaración
de autodefinición, por la lengua hablada por el censado o por sus padres, etc. En el caso colombiano la gran
polémica se presenta, no sólo refiriéndose al conteo de la población, es el reconocimiento de la existencia
de ciertos pueblos indígenas, lo que lleva a las organizaciones nacionales a hablar de 102 pueblos, pero de
los cuales 83 son oficialmente reconocidos.
5
Político en el sentido de que ellas hacen parte representaciones que pueden ser identificadas con diversas
militancias políticas. Es importante señalar que los discursos antropológicos, y científicos en general son
también políticos, pero no es a esta forma política a la cual hacemos referencia.
80
81
6
En general cuando se habla de cultura, tradición o medicina “propia”, este calificativo hace referencia a
una identificación de los actores enunciados con esas prácticas y a la vez una diferenciación de estas y ellos
con las prácticas “mayoritarias”, en otros términos “propia(o)” quiere generalmente decir diferente.
82
7
Este punto está basado en une sección del artículo “récupérer la mémoire et résister à l’oubli” que será
publicado en el transcurso del año 2012 en la revista Emulations.
83
8
Es difícil utilizar este concepto ya que la id‐entidad tiene las mismas raíces estáticas que impiden pensar las
transformaciones, las mutaciones, los movimientos, las rupturas, las discontinuidades en las prácticas
culturales. Sin embargo, en este caso tomamos el riesgo para dar cuenta de la importancia que es atribuida
por la comunidad.
Si era tan difícil imaginar la existencia de estas comunidades en estas tierras,
puede que se deba a la gran fuerza que ejercen los imaginarios hegemónicos sobre lo
“indígena” y en particular sobre lo “muisca” en la Colombia contemporánea. No obstante,
estos imaginarios están en un proceso de continuo, aunque lento, cambio, reinventando
nuevas significaciones y atravesando los límites de lo que pensamos un día era la cuestión
indígena latinoamericana.
Haciendo un poco de historia, en los actuales departamentos de Boyacá y
Cundinamarca al momento de la llegada de los españoles a lo que hoy es Colombia, se
extendía lo que hoy es denominado como la confederación Muisca. Esta confederación es
una estructura política que reunía varios cacicazgos, Bacatá, Duitama, Sugamuxi y Hunza.
Con la consolidación de la colonización española en el centro de Colombia esta
confederación fue cediendo frente a la violencia de la imposición colonial. Las
comunidades reestructuradas en pueblos de indios y resguardos se integraron poco a
poco en la sociedad colonial. La evangelización, la prohibición de hablar en las lenguas
indígenas y de practicar los ritos “propios”, hicieron que este pueblo se viera ocultado y
hasta cierto punto desaparecido. Tras los procesos de independencia, en Colombia el ideal
de construcción de Nación unitaria reforzó la idea de homogeneización de la población, el
ciudadano colombiano, fruto (como la raza latinoamericana bolivariana) de la mezcla de
ibéricos e indígenas (y sin lugar a dudas de la gran cantidad de esclavos africanos
transportados a estas tierras). Con este ideal republicano de igualdad ante la ley,
completamente relativa, las nuevas instituciones debutaron con un proceso de supresión
de las estructuras coloniales como los resguardos, los tributos y los cabildos. La división y
venta de los antiguos territorios de resguardo se extendió durante casi la totalidad del
siglo XIX, hasta la promulgación de la ley 89 de 1890, “Por la cual se determina la manera
como deben ser gobernados los salvajes que vayan reduciéndose a la vida civilizada” (Ley
89, 1890), que restituye la existencia legal de los resguardos. Esta ley es coherente a un
discurso de integración de los indígenas a la sociedad republicana, ve al resguardo como
una etapa de pasaje “civilizatorio”, en la cual los miembros de las comunidades indígenas
son considerados como menores de edad, y por ende bajo la tutela del Estado y de la
Iglesia católica. Durante este periodo, el reguardo de Cota fue disuelto, dividido y puesto
84
85
86
87
88
89
9
Las apariencias exigidas por el poder, son sin duda impuestas por la fuerza a los grupos subalternos. Sin
embargo, esto no impide de forma alguna su utilización activa como forma de resistencia o de evasión. No
obstante, nótese, que esta evasión es comprada al precio exorbitante de contribuir a la producción de un
texto público que ratifica en apariencia la ideología social de los dominantes. (Traducción del autor)
90
91
Historia editorial
Recibido: 03/11/2011
Primera revisión: 10/11/2011
Aceptado: 07/12/2011
______________________________
Resumo
Este artigo consiste em uma revisão bibliográfica com objetivo de discutir o conceito de
estigma para Goffman e para alguns entre tantos autores que desenvolveram suas ideias a
partir dele – entre os autores escolhidos: Ainlay, Coleman & Becker; Link & Phelan; Stafford
& Scott; Becker & Arnold; Martin; Jones, Farina, Hastorf et al; e Crocker & Major. Assim,
buscou-se relacionar Goffman e os autores que pensam o conceito de estigma sob a visão
de que estigma é um processo estabelecido pelo social e, relacionar Goffman e os autores
que pensam o conceito de estigma evidenciando o relacionamento entre estigmatizados e
estigma. A metodologia baseou-se em leituras e discussão por se tratar de uma pesquisa
teórica.
Abstract
This article implies in a literature review to discuss the stigma concept for Goffman and some
authors among others that developed their ideas from him. Among the chosen authors:
Ainlay, Coleman & Becker; Link & Phelan; Stafford & Scott; Becker & Arnold; Martin; Jones,
Farina, Hastorf et al; and Crocker & Major. So, we tried the first aim involves to relate
Goffman and the authors who think the stigma concept like a process established by the
social. The second goal aims to relate Goffman and the authors who think the stigma
concept based on the relationship between the stigmatized person and stigma. The
theoretical methodology is based on readings and discussion, since it is a theorical survey.
1
Este trabalho é parte da pesquisa de Iniciação Científica Discussão do conceito de estigma tendo como
referência o conceito fundador de Erving Goffman e autores que desenvolveram suas ideias a partir dele,
financiada pela Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo – FAPESP.
Para a realização desta pesquisa, entre inúmeros trabalhos pós Goffman sobre a
conceituação de estigma, o critério primordial para seleção dos autores foi escolher obras
que fundamentam e priorizam a discussão e elaboração dos conceitos de estigma
partindo de Goffman, e não em estudos que se preocupam com a prática da
estigmatização, os quais geralmente envolvem um contexto ou circunstância. O segundo
critério de seleção compreende bibliografias que tratam os conceitos de estigma sob dois
aspectos: de que estigma é constituído pelo social e os que trabalham a relação dos
estigmatizados diante do estigma.
Enquanto o estranho está à nossa frente, podem surgir evidências de que ele tem um
atributo que o torna diferente de outros que se encontram numa categoria em que pudesse
ser incluído, sendo, até, de uma espécie menos desejável [...]. Assim deixamos de considerá-
la criatura comum e total, reduzindo-a a uma pessoa estragada e diminuída. Tal
característica é estigma, especialmente quando o seu efeito de descrédito é muito grande
[...] (Goffman, 1975:12).
2
Termo exposto por Goffman para definir aqueles que estigmatizam.
Goffman (1975) afirma que o estigma pode ocorrer devido a três circunstâncias:
abominações do corpo, como as diversas deformidades físicas; culpas de caráter
individual, como: vontade fraca, desonestidade, crenças falsas; e estigmas tribais de raça,
nação e religião que podem ser transmitidos pela linguagem. Em todas essas tipologias
pode-se encontrar a mesma característica sociológica: “um indivíduo que poderia ser
facilmente recebido na relação social quotidiana possui um traço que se pode impor
atenção e afastar aqueles que ele encontra, destruindo a possibilidade de atenção para
outros atributos seus” (Goffman, 1975:14).
Goffman (1975) afirma que os normais constroem uma teoria do estigma. Eles
constroem uma ideologia para explicar a inferioridade das pessoas com um estigma e para
ter controle do perigo que ela representa, acreditando que alguém com um estigma não é
verdadeiramente humano. Para Melo (2000:2), o “social anula a individualidade e
determina o modelo que interessa para manter o padrão de poder e anula todos os que
rompem ou tentam romper com o modelo social”. Os estigmatizados possuem uma
marca, significando então que, sua identidade social é deteriorada para conviver com os
outros. Para Goffman (1975:148), “normais e estigmatizados são perspectivas que são
geradas em situações sociais durante os contatos mistos, em virtude de normas não
cumpridas que provavelmente atuam sobre o encontro”.
Estigma, para Ainlay, Coleman & Becker (1986), é uma construção social, onde os
atributos particulares que desqualificam as pessoas variam de acordo com os períodos
históricos e a cultura, não lhes propiciando uma aceitação plena social. Deste modo, as
pessoas são estigmatizadas somente num contexto, o qual envolve a cultura; os
acontecimentos históricos, políticos e econômicos e uma dada situação social, ou seja, a
estigmatização não é uma propriedade individual. Em comparação, para Goffman (1975),
os normais e os estigmatizados não são pessoas em si, mas perspectivas constituídas pelo
meio social, o qual categoriza e coloca atributos considerados naturais e comuns para os
membros de cada categoria.
A tese de Ainlay, Coleman & Becker (1986) tomam o conceito de estigma exposto
por Goffman como fonte teórica primária. Para Goffman (1986), a sociedade é
responsável por estabelecer os meios de categorizar as pessoas e os atributos tidos como
naturais para os membros de cada uma dessas categorias. O estigma é estabelecido a
partir desta lógica social, onde são dadas identidades virtuais às pessoas não previstas
nessas categorias, as quais são tidas como estranhas. Ainlay, Coleman & Becker (1986)
pautam-se nestas questões acrescentando a tese que, este social englobado pela cultura,
modifica-se com o tempo e o lugar e, portanto, os estigmas modificam-se paralelamente
com ele, e ainda, o estigma, é distinto em cada cultura, mesmo numa mesma época.
focalizam seu trabalho numa nova proposta em conceituar estigma. Link & Phelan (2001)
ao retomarem Goffman, objetivam “ampliar esta relação proposta por este sociólogo, a
fim de capturar um maior conjunto de significados para o termo estigma” (Link & Phelan,
2001, p.365).
Link & Phelan (2001, p. 377) afirmam que “estigma existe quando elementos de
rotulação, estereotipização, separação, perda de status e discriminação ocorrem
simultaneamente em uma situação de poder que permite tais componentes
acontecerem”. Desta forma, observa-se, claramente, que tais autores tomam o
pensamento de Goffman como base e o ampliam com a ideia de poder e com a proposta
de mais elementos na relação que estabelece o estigma.
Para Link & Phelan (2001), rotulação é o processo social de eleger uma
determinada característica e aplicá-la a alguém, não indicando, necessariamente, que este
indivíduo a possua. E é a partir dos rótulos empregados às pessoas estigmatizadas que os
estereótipos são criados, gerando, assim, o processo de estereotipização. De acordo com
Link & Phelan (2001, p. 369) “o rótulo liga uma pessoa a um conjunto de características
desagradáveis que formam o estereótipo”.
3
Aqui se pode fazer uma comparação com a conceituação de estigma elaborada por: Goffman - onde a ideia
de categoria fica melhor entendida quando ligada a ideia de grupo - e Ainlay, Coleman e Becker (1986).
propiciam uma colocação mais baixa na hierarquia social na qual o indivíduo vive, o que
pode gerar efeitos indesejáveis em suas oportunidades. A perda de status em si torna-se a
base da discriminação, considerando que, a perda de status está diretamente ligada à
rotulação e à estereotipização. Por definição, discriminação é um comportamento
manifestado em consequência da ligação entre perda de status, rotulação,
estereotipização e separação.
Para Ainlay, Coleman & Becker (1986), quando se pensa onde e quem determina o
que é estigma envolve englobar principalmente as tendências morais e intelectuais da
época e a estrutura cultural, porém, estes autores não focalizaram seus estudos na
relação de poder mediante a constituição do processo de estigma, como Link & Phelan.
Destarte, poder é o ponto essencial que permite a um determinado grupo estigmatizar
outros, gerando todos os elementos que constituem o estigma, como apresentados acima
(Link & Phelan, 2001).
Link & Phelan (2001) apresentam uma nova proposta de conceito de estigma
partindo e pautando-se em Goffman e em diversos outros pensadores – incluindo Ainlay,
Coleman & Becker -, principalmente da área da sociologia e da psicologia social. É notória
a base de Goffman em sua elaboração do conceito de estigma, principalmente no que
tange a relação de atributos incongruentes com o estereótipo que os normais criam para
um tipo de indivíduo. No entanto, Link & Phelan (2001) acreditam que este conceito possa
não atingir alguns aspectos que se referem à estigmatização, daí sua proposta,
acrescentando os elementos de rotulação, perda de status e discriminação, além, da ideia
de poder como propiciador do processo. Link & Phelan (2001) também se aproximam da
ideia central do conceito de estigma para Ainlay, Coleman & Becker (1986) ao
considerarem que o processo de estigma está ligado diretamente às instituições e às
redes que compõem o social, considerando que são mutáveis, de acordo com o tempo e o
lugar, e, assim, o estigma segue este curso.
O objetivo dos estudos de Becker & Arnold, em Stigma as a social and cultural
construct (1986), se dá pela tentativa em colocar a sociedade e a cultura como fatores
determinantes na construção de estigma, “incluindo as pessoas que desqualificam as
outras na relação de aceitação social e a natureza da interação social entre estigmatizados
e não estigmatizados” (BECKER & ARNOLD, 1986, p. 39). Pode-se perceber uma íntima
relação entre as ideias de Goffman e as de Becker & Arnold (1986) quanto à definição de
estigma atrelada à construção social e ligada a relação física entre quem estigmatiza e é
estigmatizado.
“Cada sociedade tem mecanismos de controle social para garantir que a maioria
de seus membros conforme-se com essas normas. As pessoas que não se conformam com
essas regras ou quebram os tabus sociais são excluídas socialmente” (BECKER & ARNOLD,
1986, p. 40). Para Becker & Arnold (1986), os membros da sociedade têm crenças comuns
sobre o significado cultural de um atributo e do estigma ligado a ele. Essas crenças sobre
estigma ditam a natureza de estigma. As pessoas tomam atitudes específicas sobre um
dado estigma e sobre as respostas de pessoas estigmatizadas, afetando, portanto, a forma
pela qual um indivíduo estigmatizado é integrado num grupo ou excluído socialmente.
Estigma, para Becker & Arnold (1986), é a condição de não possuir atributos
considerados importantes por um grupo social. Os indivíduos estigmatizados tornam-se
rapidamente cientes da forma que os outros os veem. Assim, aquele que é estigmatizado
pode sofrer um complexo processo de normatização, o qual se dá pela forma que o
indivíduo estigmatizado se adapta a sociedade, a fim de reduzir sua diferença das normas
culturais.
Para Becker & Arnold (1986), assim como para Ainlay, Coleman & Becker (1986) e
Link & Phelan (2001), o conceito de estigma é variante em cada sociedade. Esse
pensamento é conveniente para diferenciar as normas culturais, os valores e as
estruturas. Um sistema de crenças culturais é guiado por um modelo de cultura que os
indivíduos carregam, os quais não são conscientes desse processo. “Nós, às vezes,
paramos de nos perguntar o motivo que pensamos e nos comportamos de tal forma, nós
fazemos isso porque a cultura é um extenso processo inconsciente” (Becker & Arnold,
1986:40).
Pode ser observada uma estreita relação da conceituação de estigma proposta por
Becker & Arnold com Ainlay, Coleman & Becker (1986) quando tratam o estigma como
uma construção histórica, social e cultural, considerando que estes três elementos
modificam-se e, a noção de estigma caminha nesse sentido. As ideias de tais autores
parecem completar uma à outra, o que as diferenciam é o foco de seus estudos. Os
primeiros priorizam pensar a cultura como fator essencial na construção de estigma, já os
últimos enfatizam as modificações dos atributos que desqualificam as pessoas no decorrer
do tempo, de cada sociedade e cultura.
Em Estigma, deviance and social control: some conceptual issues, Stafford & Scott
(1986) apresentam o conceito de estigma como sinônimo de desvio – violação de normas
- e sua prática como objeto do controle social. Para esses autores, estigma “é uma
característica de um indivíduo que é contrária a certa norma de uma unidade social. Tal
característica pode envolver o que as pessoas fazem (ou devem fazer), no que elas
acreditam ou o que elas são física ou socialmente” (Stafford & Scott, 1986:80).
Stafford & Scott (1986) se pautam em Goffman para estruturar sua elaboração do
conceito de estigma, especificamente ao concordar com ele que, estigma é a presença de
uma diferença indesejável e é dividido em três tipos, de acordo com as situações que lhe
envolve: deformidades físicas; culpas de caráter individual; e estigmas tribais de raça,
nação e religião.
O termo chave do conceito de estigma para Stafford & Scott é norma. “Norma é o
compartilhar de crenças de como as pessoas devem se comportar de certo modo em uma
dada circunstância” (STAFFORD & SCOTT, 1986, p. 81). Norma é a palavra que pode
mostrar a relativa e a coletiva natureza de estigma. “Há um quadro de pessoa ideal,
crenças do que o indivíduo deveria ser. [...] As pessoas que não se enquadram nos perfis
ideais tendem a ser desvalorizadas” (STAFFORD & SCOTT, 1986, p. 81). As pessoas
estigmatizadas são desvalorizadas porque não se constituem pessoas ideais dentro das
normas sociais, e assim, tornam-se objetos do controle social, o qual propicia uma
limitação em suas relações sociais.
Para Stafford & Scott (1986), estigma é um fenômeno relativo, pois, o que é
estigma em uma unidade social pode não ser em outra - o que evidencia uma relação com
a conceituação de estigma de acordo com Ainlay, Coleman & Becker (1986) e Becker &
Arnold (1986). Porém, a variação de estigma que todos estes autores trabalham é no
âmbito social e cultural, e para Stafford & Scott (1986) é no âmbito de tipos de unidades
da sociedade, por exemplo, família e nação.
primeiros anos de vida e escolar das crianças formam uma estrutura de realidade pela
qual toda experiência futura de aprendizagem será interpretada.
Quando o estigmatizado tem que lidar com pessoas que não conseguem lhe
proporcionar respeito e consideração, ele pode tentar corrigir de forma dedicada a base
de seu defeito, em resposta a esse fato – o ego é modificado e o indivíduo predisposto a
vitimização caso essa ideia de correção haja êxito. Já outras pessoas reagem com um
grande esforço pessoal para dominar áreas e atividades que são consideradas fechadas e
limitadas a pessoas com suas características, devido a motivos físicos e circunstanciais.
Algumas pessoas já se utilizam de seu estigma para ganhos secundários, principalmente
aquelas com atributo diferencial vergonhoso. Elas podem tentar romper com a realidade e
tentar empregar uma interpretação não convencional à sua identidade social (Goffman,
1975).
Através dos estudos de Goffman (1975), pode-se perceber que ser estigmatizado
sempre tem consequências não benéficas para a vida do indivíduo. Independente da
circunstância que propicia a constituição do estigma ou se o indivíduo é desacreditado ou
desacreditável, o indivíduo sofre efeitos ruins, de um modo geral e complexo em sua vida
por ser estigmatizado e, ainda, cria mecanismos para lidar com este processo, seja de
escape, negação ou amenização. Sua identidade real sofre deteriorizações por não se
incluir no que a sociedade institui como normal e natural, gerando, então, um imenso
descrédito deste indivíduo, reduzindo-o a uma pessoa estranha e estragada, não tendo
assim, uma aceitação social completa.
Ainlay, Coleman & Becker (1986) acreditam que estigma não é natural do
indivíduo, mas, construído pela sociedade. Os sentimentos e crenças que caracterizam o
estigma para com outra pessoa podem ser passados de uma geração à outra. Estigma
pode estar presente na vida das pessoas durante todo seu ciclo, logo ele pode criar
descontinuidades para elas ao longo de suas vidas.
Ainlay, Coleman & Becker (1986) apresentam alguns impactos que o estigma pode
gerar para o indivíduo que o vivencia. Para eles, estigma pode criar indivíduos
dependentes e fazer com que estas pessoas tornem-se comprometidas com essa
dependência, apesar de desejar ser independente. O estigma pode fazer com que as
pessoas, uma vez poderosas, fiquem em uma posição de menor poder. E ainda, eles
afirmam que o estigma faz as pessoas com menos poder, sentirem um senso de
superioridade ou poder sobre os outros que são mais estigmatizados do que elas. Estigma
dá uma demarcação de quem exerce o poder sobre o outro.
O autoconceito pode ser definido como todas as descrições e atributos que podem
ser dados a um indivíduo: um conjunto de complexos traços físicos e atributos que
caracterizam comportamentos, características demográficas e o papel na sociedade. Vale
ressaltar que, o autoconceito é um processo social, pois, outras pessoas são essenciais
para alguém adquirir conhecimento sobre si e para a evolução e interpretação de suas
experiências de vida. Uma marca desacreditada ou estigma, necessariamente, modifica
esse processo e as relações interpessoais que são tão vitais para o conhecimento de si
próprio e para a autoavaliação. Para um indivíduo estigmatizado, a construção ou a
manutenção de um firme e coerente autoconceito pode ser uma difícil realidade.
Destarte, tanto para Goffman (1975) quanto para Jones et al (1984), o processo de
estigmatização é compreendido e realizado permeado pelas interações sociais. Jones et al
(1984) tomam outra conotação para compreender este processo interativo e os efeitos
dele para quem possui uma marca desacreditada e é estigmatizado. Tais autores
ressaltam a influencia de ser estigmatizado para a construção do autoconceito de um
indivíduo, e não a gênese do estigma, como analisado por Goffman (1975). Eles destacam
o quão difícil pode tornar as relações interpessoais quando alguém possui uma marca e é
O trabalho destes autores, que não se resume somente neste capítulo em estudo,
traz uma enorme contribuição para a compreensão da relação entre estigmatizados e
estigma. Seu estudo considera os efeitos sempre negativos que o estigma exerce sobre os
indivíduos, chegando a modificar não somente a comportamentos imediatos durante uma
relação interpessoal e grupal, mas, o autoconhecimento, a autoavaliação e a autoestima
de quem sofre o processo de estigmatização.
Numa dimensão macro, Crocker & Major (1986) trabalham com a ideia de
categoria social estigmatizada, cuja outras categorias tomam atitudes negativas,
estereotipadas e crendices sobre ela. É aquela que recebe, desproporcionalmente, pobres
resultados interpessoais ou econômicos em relação aos membros da sociedade em geral.
Para as autoras em estudo, o grupo é estigmatizado quando ele não se inclui no grupo
dominante, na cultura ou sociedade, e é definido como tal por um grupo particular. Tal
conceito de estigma proposto por Crocker & Major (1989) entra em acordo com a
conceituação dada por Goffman (1975), porém, Goffman trabalha num âmbito individual,
enquanto as autoras num âmbito grupal.
Major (1989, p.610), “indivíduos estigmatizados são vítimas passivas dos outros”. Esses
‘outros’ são aquelas pessoas que podem controlar e manipular o meio em que vivem e,
assim, adquirem uma visão de si sendo competentes, sucedidos, capazes e com boa
autoestima.
Crocker & Major (1989) trazem uma nova proposta nesta relação estigma/auto-
estima, elas afirmam que nem sempre as pessoas estigmatizadas têm autoestima menor
que os outros, pois, este processo é dependente da variação da autoestima e das
condições da estigmatização. Afirmam também que, a autoestima não é algo inato, mas
ganhado através de ações competentes e é variável de acordo com o meio social, e deste
modo, pode-se afirmar que os sentimentos de pessoas não estigmatizadas e
estigmatizadas são ambivalentes.
Crocker & Major (1989) propõem que as pessoas estigmatizadas podem proteger
sua autoestima e ter oportunidades especiais para proteção de si, as quais são
proporcionadas pelos membros de um grupo estigmatizado. Para Crocker & Major (1989,
p.616), “as pessoas estigmatizadas podem proteger sua autoestima, não de casos
explícitos de preconceito ou discriminação, mas em alguns casos, de reveses diários,
fracassos e rejeição”.
As autoras propõem três mecanismos pelos quais este processo de proteção pode
ocorrer: 1) estigmatizados podem atribuir feedback ou resultados negativos para as
atitudes de preconceito dadas ao seu grupo ou até mesmo atribuir respostas aos
resultados negativos não decorrentes do preconceito; 2) através de comparações de
estigmatizados com pessoas de dentro do seu grupo devido a aproximação por estarem
num ambiente segregado, pela obtenção de autoavaliação ou até mesmo para evitar
desagradáveis comparações sociais, considerando que as pessoas estigmatizadas podem
preferir fazer comparações dentro do seu grupo do que fora dele para proteger seu
autoconceito e autoestima; 3) os estigmatizados podem desvalorizar seus atributos que
seu grupo lhe proporcionaria e valorizar seus atributos que sobressaem.
Crocker & Major (1989) trazem uma nova problemática para o conceito de estigma
proposto por Goffman (1975). As autoras trabalham com a ideia de grupos (categorias)
estigmatizados dentro de uma perspectiva macro da sociedade – onde categorias
estigmatizam outras e tomam a ideia de autoconceito, bem similar a colocada por Jones
et al (1984) para abranger a temática da autoestima global. Porém, Crocker & Major
(1989) propõem que nem sempre quem é estigmatizado possui baixa autoestima, assim
como afirmam Jones et al (1984). Num olhar de grupo categorizado, e daí a ideia de
autoestima global, Crocker & Major (1989) acreditam que as pessoas estigmatizadas
podem proteger sua autoestima desde que esteja no seu grupo de pessoas
estigmatizadas, pois, é ele o responsável por ocorrer os mecanismos de proteção.
Discussão
Conclusão
Referências Bibliográficas
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Becker, G.; Colman, L. M. A. (Ed), The Dilemma of Difference (1-13). New York: Plenum.
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Crocker, J. & Major, B. (1989). Social stigma and self-esteem: the self-protective
properties of stigma. New York, 96(4), 608-630. Recuperado de
http://psycnet.apa.org/journals/rev/96/4/608.pdf.
Jones, E.; Farina, A.; Hastof, A.; Markus, H.; Miller, D.T.; Scott, R. A. (1984). Stigma and
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conceptual issues. Ainlay, S. C.; Becker, G.; Colman, L. M. A. (Ed), En The Dilemma of
Difference (77-91). New York: Plenum.
Hélio Rebello Cardoso Jr. es profesor titular en la Universidad Estadual Paulista y Licenciado en
História, por la Universidad Federal de Ouro Preto (Brasil). Es Magíster y Doctor en Filosofia
(Epistemología de las Ciencias Humanas y Ontologia), por la Universidad Estadual de Campinas
(Brasil). Además, es Postdoctoral en Filosofia (semiótica), por la Pontíficia Universidad Católica
de São Paulo (Brasil) y Universidad Indiana (Estados Unidos). Tiene dos habilitaciones en
História de la Filosofia, por la Universidad Estadual de Londrina (Brasil) y Universidad Estadual
Paulista (Brasil).
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Historia editorial
Recibido: 20/10/2011
Primera revisión: 15/11/2011
Aceptado: 05/12/2011
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Resumen
El turismo es una fuente de producción de imaginarios, donde la arquitectura
tiene una importante participación que engloba desde sus manifestaciones
formales y urbanas, hasta los aspectos más subjetivos de su capacidad expresiva,
reconociéndose así una acusada influencia en la percepción de los lugares
turísticos, que a su vez ofrece pistas de la valoración arquitectónica. En este
contexto analizamos la promoción turística como método de acercamiento a los
imaginarios, concretamente se estudia México en el Vídeo Institucional Rutas de
México, donde encontramos que lo turísticamente destacable del país está
fuertemente ligado a lo pintoresco, la riqueza cultural y paisajística, entre otros
aspectos.
Abstract
Tourism is a source of production of imaginaries, where architecture has an
important participation, that includes from the formal expression and urban
manifestations, to the most subjective aspects of it expressive ability, recognizing
a marked influence on the perception of the tourist places, that in turn provides
clues to the architectural valuation. In this context, the touristic promotion is
analyzed as a method of approximation to the imaginaries. Specifically, the case of
México is studied in the Institutional Video Routes of Mexico (CPTM. s/f c), where
we find that prominent touristically of the country is strongly tied to the
picturesque thing, the cultural and landscape richness, among other aspects.
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Siguiendo los estudios de Xavier Sust (1975) quien se cuestiona sobre qué
aspectos de la arquitectura interesa a quienes no tienen contacto con el mundo
profesional de la construcción, y el trabajo de Roberto Goycoolea (2001, 2003,
2006) quien, además de lo anterior, considera la actividad turística como factor
influyente en la configuración urbana y manifiesta interés por el análisis de los
imaginarios como condicionante para el éxito turístico, el trabajo aquí
presentado aborda estos y otros cuestionamientos. En los tres casos la
metodología de investigación ha sido la indagación en los medios de información
utilizados por los gestores del turismo para la promoción de los lugares turísticos.
1
En proceso de elaboración por la autora en la E.T.S. de Arquitectura de la Universidad de Alcalá,
gracias a una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) de México.
116
Imaginarios turísticos
117
2
Nos referimos a que la planificación de un viaje puede implicar desde la compra de un billete de
avión, la reserva de un hotel, las entradas para un espectáculo o un lugar que requiera reserva
anticipada como sería el caso de la visita a los Palacios Nazaríes en la Alhambra, hasta la reserva
completa de un paquete turístico que lo incluya todo.
118
Sucede sin embargo que los imaginarios del turismo no sólo representan
la imagen idílica donde pueden suceder los sueños de los turistas. El turismo ha
venido a significar cambios significativos en la ocupación del territorio habitable,
donde las aspiraciones y necesidades de los visitantes temporales, generalizando
se anteponen frente a las de los habitantes locales (Goycoolea, 2003),
condicionando así las formas de vivir las ciudades, en algunos casos en
detrimento de sus habitantes, pues las áreas consideradas zonas turísticas se ven
favorecidas en cuanto a infraestructuras y equipamientos urbanos, transporte y
en general en imagen urbana, aumentando su plusvalía y por lo tanto elevando
los costes que implican su disfrute en cuanto al precio de los alquileres, o la
acusada diferencia respecto al comercio y los servicios.
Arquitectura Icónica
3
Ver nota de prensa: Plan municipal para “devolver” la Rambla a los barceloneses.
119
120
121
4
La construcción en zonas costeras de Benidorm o Málaga en España, Acapulco y Puerto Peñasco
en México.
122
123
Hasta hace treinta años muchas ciudades se fundaban en los libros, como
observa Rosalba Campra: París en la escritura de Balzar y Proust, la Buenos Aires
de Borges, la Praga de Kafka, la Roma de Pasolini y el México de Carlos Fuentes.
Ahora más que en la literatura, las ciudades son imaginadas por los discursos de
la prensa, el cine y la televisión (García C., 2003).
124
5
Una forma sería en Medios Impresos (guías, folletos, catálogos, revistas, etc.), Medios Gráficos
de gran formato (vallas publicitarias, marquesinas), T.V. (programas de viaje, comerciales, etc.),
Radio, Internet, Cine, por mencionar una de las más habituales.
6
Esta podría ser otra clasificación que atienda a los objetivos que se persiguen.
125
b. Medios no intencionados
126
Este ejemplo nos ilustra también sobre las posibilidades de una arquitectura hecha
imaginación e inspiración: “El espacio escénico se nutre –como los dibujos abocetados
de Oscar– de las curvas que siluetean la naturaleza. En palabras del arquitecto: No es la
línea recta la que me atrae, dura, inflexible, creada por el hombre. La que me atrae es la
curva libre y sensual. La curva que encuentro en las montañas de mi país, en la
sinuosidad de sus ríos, en las olas del mar, en las nubes del cielo, en el cuerpo de mi
mujer favorita. De curvas está hecho el universo, el universo curvo de Einstein” (Pagés,
2011).
Figura 8. La arquitectura turística en los imaginarios artísticos. Fuente: Ruano, D.
Utopía [Fotografía] Recuperado de:
http://www.mariapages.com/imgs/espectaculos/MP_Utopia.pdf
La proyección que hacen de la imagen puede ser sutil, aunque no por eso
menos protagónica, lo que puede resultar interesante para quienes intenten
enviar un mensaje que actué a un nivel más subconsciente. Sin embargo no
todos los casos del tratamiento de la imagen son discretos. Para diferenciarla de
las anteriores, es preciso identificar si en su producción existe la colaboración de
agentes turísticos, ya sea en forma de patrocinio, subvenciones, etc., a cambio
de la proyección positiva del lugar.
127
128
Figura 10. Imagen turística de la India. Vista Figura 11. Aspectos ocultos de la
del Taj Mahal. Fuente:[Imagen turística de la sociedad en el turismo. Fuente:[Pobreza
India]. Recuperado de: en la India]. Recuperado de:
http://www.rainbowturismo.com.ar/en/trips/india http://www.viajejet.com/pobreza-en-la-india/
129
visual que este acorde con la imagen que del lugar se desea transmitir, pues se
reconoce una característica expresiva en los edificios (Sust, 1975. p. 13).
130
131
132
Figura 17. La figura femenina. Fuente: Figura 18. La figura masculina. Fuente:
(s/f c). Vídeo Institucional, Rutas de México. (s/f c). Vídeo Institucional, Rutas de México.
[Video]. [Video].
Figura 19. La infancia mexicana. Fuente: Figura 20. La gente mayor. Fuente: (s/f c).
(s/f c). Vídeo Institucional, Rutas de México. Vídeo Institucional, Rutas de México. [Video].
[Video].
7
Salvo en una imagen un hombre sale en bañador, y en ella se encuentra acompañada de una
mujer.
133
Figura 21. Hedonismo. Fuente: (s/f c). Figura 22. Turismo Deportivo. Fuente:
Vídeo Institucional, Rutas de México. [Video]. (s/f c). Vídeo Institucional, Rutas de México.
[Video].
Figura 23. Una sociedad de fuertes Figura 24. El héroe mexicano. Fuente: (s/f
creencias religiosas. Fuente: (s/f c). Vídeo c). Vídeo Institucional, Rutas de México. [Video].
Institucional, Rutas de México. [Video].
134
Conclusiones
Aun cuando históricamente los motivos de los viajes por ocio han
cambiado, la arquitectura como atractivo turístico es una constante que se ha
mantenido. Esto no solo lo saben los promotores turísticos.
135
Referencias Bibliográficas
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http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2003/08/09/u-00211.htm
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136
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Historia editorial
Recibido: 10/09/2011
Primera revisión: 15/09/2011
Aceptado: 05/10/2011
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Laura Zamudio/ pp. 114-137