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VI.

La deidad suspiro y contrajo su cetro para relajar su postura, la guardia mantenía la


mirada despreciable hacia ella, pero está parecía indiferente a esta actitud.
— El reino ha cambiado mucho— Comento dando unos pasos para situarse frente al
rey, quien se mantuvo desafiante ante la corta distancia.
— Maldita—Murmuro Alek, a lo que la deidad lo vio de reojo, haciendo que este se
tensara completamente al sentirse preso de sus siniestros ojos ébano.
— He de suponer que este silencio absurdo es merecido a la espera de una respuesta—
Contesto la deidad volviéndose al rey— “¿Qué hago aquí?” Pues quiero hacer un trato
con Alcázar.
— ¿Un trato? –Repitió el rey con ironía.
–Exactamente, y me parece—Continuo con una sonrisa divertida— que su alteza
Ásterchaos debería tratar con más respeto a sus invitados—La deidad se volvió a Gael
quien aun permanecía amenazado por las armas de los guardias.
–Ahora tengo mejores motivos para deshacerme de ellos.
–Ah-ah—Callo la deidad –Ahora las razones son menores ¿Realmente no lo has
escuchado, pequeño rey? –La deidad levanto el dedo índice y comenzó a moverlo al
compas del marcapasos del reloj; el rostro, hasta ahora sereno, del rey se vio alterado,
abrió los ojos plateados con sorpresa, como si una inmensa y dolorosa verdad se hubiese
abierto paso corrompiendo su tranquilidad. La deidad sonrió nuevamente, más divertida
que antes –Así es, la reliquia está aquí –Enofeser saco el reloj y lo mostro al rey, para
volverse hacia Zafiro quien aún estaba horrorizada.
–Basta, basta, basta—Farfullaba con la mirada perdida en las baldosas, a lo que la
deidad poso un dedo sobre su cabeza y esta lentamente comenzó a relajarse, aun así su
mirada vagaba en la inmensidad de sus pensamientos.
–Shh el rey no parece ser tan buen anfitrión, siempre ha sido un chiquillo malcriado—
Le dijo mientras retiraba su dedo y ella recuperaba la compostura –Retira las armas que
apuntan a Gael.
– ¿Cómo es qué tienes la reliquia? –Kaled ignoro la orden de la deidad así que está
sonrió.
–Primero las armas –Las antorchas se encendieron vivamente, más los guardias no se
inmutaron, contrario a Gael y Zafiro que se estremecieron con el enorme destello. El rey
dio tres palmadas a lo que la hermosa deidad arqueo una ceja.
–¿Qué es lo que buscas Calamidad? Ya basta de teatro, tienes la reliquia justo aquí,
ahora ¿Por qué vienes a Alcázar? –El rey hablaba con familiaridad, pero su tono
destilaba desdén. La deidad sonrió dejando ver sus perfectos dientes blancos y en sus
ojos una llama ansiosa.
–Ofrezco un trato.—Kaled afilo la mirada.— Sí, un trato que va para el beneficio de
ambos—Los guardias permanecían tan escépticos como su rey, bastaba una orden y el
salón sería pintado con el carmín de la deidad –La otra reliquia está en manos de
Henless.
–De Henless, si ya sabes donde esta ¿Qué te ha detenido para ir a traerla? –La deidad lo
observo con malicia, la petición era clara para el rey quien bufo en desaprobación –Es
eso entonces, pero claro, tratándose de ustedes ¿Qué más podría ser? Y aun más de la
diosa del odio, la personificación de la repugnancia.
—Alteza ¿Pretendes que me sienta ofendida?—Pregunto con la delicadeza que hubiese
reaccionado una dama ante un cumplido gentil.
–Creo conocerte lo suficiente para saber que no he logrado ofender nada de tu sucia
existencia, Enofeser.—La deidad lo vio a los ojos cuando este la había llamado por su
nombre, el rey vio a Vladimir y este asintió, de inmediato la guardia bajo las armas.
–Es más que eso, Kaled Ásterchaos, quiero a tus ocho soldados dorados, tu guardia real
me acompañara y traeré la otra reliquia de regreso.
–¿Aun podemos recuperarla? –Pregunto Gael absorto en la posibilidad.
–Ya tienes uno en tus manos, dime ¿Por qué prestaría el escudo de Alcázar a una
Calamidad?
La deidad sonrió siniestramente, y tomo el brazo de Zafiro, se quedó tras ella
sosteniendo su mano, la que aun goteaba sangre. Zafiro estaba helada, y buscaba con
desespero la mirada a Gael pero la deidad tomo su rostro y la forzó para ver al rey,
quien la vio también, al mismo tiempo que se acercaba.
–Les daré este reloj, es su garantía y de ahora en más, es también su esperanza
Kaled se detuvo en seco y observo con detenimiento a Zafiro, tenía los ojos enrojecidos
y el azul en ellos era más claro de lo que normalmente parecía, su rostro estaba pálido,
estaba cansada, su cabello ébano estaba torpemente atado tras ella, pero había algo que
el rey no lograba entender, tenía una ligera impresión, tenía la sensación de recordar
algo, un pensamiento demasiado lejano. Zafiro lo veía fijamente a los ojos, estaba
asustada y la deidad no la dejaba moverse, pues tensaba sus manos para mantenerla fija,
hasta que rio, el rey regreso de su trance.
Enofeser alzo la mano ensangrentada de Zafiro y levantando el reloj, hizo el ademan de
golpear el reloj contra el brazo de su rehén, pero justo antes de tocar la piel de Zafiro la
reliquia se disolvió en partículas de polvo que penetraron su piel. El reloj se quedó
grabado en color ébano con cuatro dígitos en la parte inferior “1458” el reloj se movía
aun -tic, tac, tic, tac- Zafiro abrió sus ojos como platos y soltó un suspiro de terror, pero
la deidad la empujo deliberadamente haciéndola trastabillar para caer en las manos del
rey.
Sin embargo, Kaled, estaba absorto en algo más, el cabello de Zafiro había destellado
un leve color azul, y al sujetarla levanto su largo cabello y lo vio a contra luz. Todo el
salón estaba en silencio pero ahora, además de la deidad y el rey, Zafiro escuchaba el
marca pasos del reloj al mismo tiempo que se movía en su mano. El rey reviso su brazo,
observando con impotencia el reloj grabado en ella.
–Ahora es tu garantía, rey Ásterchaos, sin embargo, ella solo tiene 1458 giros…
—¿Giros? –Interrumpió Zafiro girándose a la deidad pero sin poder liberar su brazo del
agarre de Kaled – ¿A qué se refiere con giros? ¿Minutos? ¿Qué sucede si se acaban?
—Cada ciento ochenta y cuatro dígitos perderás algo de ti—Zafiro contemplaba
horrorizada el grabado en su brazo—Como piensas, al llegar a cero no serás más que un
objeto inanimado incapaz de valerte por ti misma, no serás más que…
— ¡Se lo regreso!—Grito Zafiro soltando su brazo del rey y acercándose a la deidad –
¡Tómelo!
– Esos son dos años. –Interrumpió el rey indiferente al desespero de Zafiro, pero ella se
plantó observando el grabado en su brazo, temblaba mientras el segundero avanzar
mortalmente –¿Qué le sucederá a la reliquia?
–La reliquia va a seguir en pie, más frágil, sin ream del cual se alimente… Estoy segura
que Alcázar sabrá protegerla.
–¿Dos años? –Gael parecía salir de un trance demasiado largo –Yo tengo más de una
año estando…
—¿Acaso Henless no te lo advirtió? No puedes quedarte en un lugar al que no
perteneces, alimentas lo que te trajo –Arrebató la deidad con placer, Gael hizo una
mueca de espanto, pero no dijo más, se limitó a llevarse las manos a la cabeza. –Ahora
su majestad—La deidad toco el cabello lacio de Zafiro –con esto te garantizo que no
me llevare el amuleto de Alcázar, pues toda ella es su reloj, mientras este a su lado el
reloj sigue en sus manos, pero el tiempo perdido se convertirá en un baño de sangre
inevitable para Alcázar.
La deidad se aparto de Zafiro y se viro observando el rostro de los guardias, era una
mezcla de miedo y sorpresa, era leve, pero se percibía, estudio la mirada de cada uno de
ellos y termino en la del rey. Kaled la fulminaba con sus ojos plateados, frente a él tenía
el peor de los escenarios, sabía que la seguridad de su reino había sido siempre una
carrera contra el tiempo, pero nunca tan palpable como en ese momento.
–Calamidad, te ha sentado bien el nombre con el que te he llamado. –La deidad sonrió
complacida, en sus ojos se veía el brillo del placer –Alcázar no es más la marioneta del
caos, de tu boca no salen más palabras que condenen el rumbo de este reino, mientras
está corona descanse sobre mi cabeza, respiraré para hacer todas tus palabras el
remordimiento que tragaras hasta el fin de tus días.
La deidad jadeo y sonrió dejando ver todos sus aperlados dientes, estaba más que
complacida, sentía la ira del rey, en su voz pesada descansaba una promesa.
—Tomare esas palabras como una aceptación de su alteza.


Mientras la guardia real se reunía en el salón de juicios, Henless en su castillo se
maravillaba y fantaseaba mientras deslizaba uno de sus dedos por sus carnosos labios,
veía con felicidad a tres cuerpos que irradiaban luz y permanecían dormidos.
–Necesitaran un capitán— La deidad rio juguetona mientras observaba a uno de los
Lucis que había creado. Una criatura pálida en extremo con forma humanoide, pero a la
altura de cualquier récord de estatura, con algunas escamas en sus codos, hombro y
rodillas, regalándole así, un delicado tono zafiro, apenas interrumpido en sus cienes por
los hilos níveos de su cabellera. Sus dedos eran largos y terminaban en grandes garras
haciendo parecer que todo su brazo eran enormes navajas—Tu nombre es Arafaz—
Llamo la deidad al gigante de más de dos metros, quien respondió con una sonrisa que
desgarraba todo su rostro.
—Y ustedes –La deidad se volvió a dos lucis más – Ztella y Carpiz.
Uno de los lucis, Ztella, era como una inocente niña de cabello rebelde el cual se mecía
a la altura de sus hombros, su rostro angelical se veía descolorado, monótono en gris,
todo su cuerpo parecía haberse decolorado con el tiempo y haberse agrietado en unas
profundas marcas negras que iban y venían por todo su pequeño cuerpo. La niña saco un
balón añil con algunos trazos violeta que brillaba tenuemente como si encerrara un
millar de luciérnagas, que se asimilaba al color de sus grandes pupilas.
El otro lucis, era una hermosa mujer de figura esbelta, su cabello dorado caía por todo
su cuerpo hasta acariciar el suelo y enrollarse en sus pies, sus ojos ovalados resultaban
hipnotizantes, pues en su interior se reflejaba un hermoso cielo estrellado, tenía unos
labios pequeños encendidos en carmín, su piel era ligeramente morena resaltando sus
articulaciones de madera. Mecía su brazo, “track, track, track” sonaba la madera con la
que estaba tallado su cuerpo desnudo, en la mano derecha de sostenía un muñeco de
madera putrefacta que resultaba grotesco, ya que pertenecía a una muñeca más hermosa.
Los tres lucis hicieron una reverencia a la deidad, cual suspiro complacida.
—Ustedes traerán…—Henless se enmudeció al observar un ave de carbón cruzar el
enorme salón del castillo—Enofeser, quizás sea más sencillo.—Susurro con una sonrisa
frenética.
El pajarraco planeó a la mitad del salón soltando un horrible graznido justo antes de
deformarse en una putrefacta legía que cayo lentamente hasta que se tornó de la forma
de los nueve guardias.
— Arafaz,—Murmuro la deidad sin quitar la mirada fija de los feroces guardias que la
veían .
Demian extendió su tridente apuntando a la deidad y sin dudar el soldado presiono el
interruptor, en menos de un segundo una enorme cantidad de fuego voló violentamente
contra la de deidad, la que ágilmente había utilizado un par de bestias como escudo.
—Nosotros nos encargaremos—Bufó en un ronquido Arafaz, mientras la carne cocida
de las bestias aun los resguardaba.
— ¡No! —Atajo la deidad mientras una enorme bola de luz salía de su mano
absorbiendo bruscamente a los Lucis, dejando solo a Carpiz fuera de ella.
—Llévatelos, y trae al capitán que está en el castillo…—Dos discos metálicos cortaron
transversalmente las bestias y Kaled se abrió paso entre la abertura, dando un gran salto
con su gigante espadón.
El báculo de la deidad apenas y logró evitar al enorme espadón que lo golpeo con
brutalidad, haciendo vibrar el bastón; Henless con su mirada fija en el rey devolvió el
impacto del golpe, el rey salió salió disparado en dirección contraria, obligándose a
clavar su espadón en el suelo para no perder la distancia entre los dos. Un pequeño
soplo de viento toco el cabello de la deidad y esta se viró unos centímetros cuando las
enormes cuchillas –impulsadas por resortes– de Jezabel se clavaron en el suelo.
—Siete, Ocho, nueve ¡NUEVE! —Grito la deidad distraída del arma desplegada.
Jezabel incapaz de detener su caída en picada no tardó en aparecer indefensa frente a la
deidad, la teniente se vio aterrada, entonces un gran látigo negro envolvió a la deidad
aprovechando la distracción de esta, Andrei sostenía el látigo con fuerza dándole a
Jezabel la oportunidad de escapar usando el salto que se había producido al restituirse el
resorte de su arma.
Henless vio con el rabillo del ojo a Andrei quien involuntariamente soltó el máximo
voltaje a través del látigo, aunque aparentemente en nada logró dañarla, pues extendió
su mano y apunto estaba de sujetar el arma de Andrei, cuando el trompo que había
descargado el látigo atrajo los discos de Irina logrando así cortarla en tres partes, el rey
nuevamente se había acercado y corto verticalmente a la deidad.
Todo sucedió instantáneamente, las finas telas blancas que cubrían a la deidad caían al
suelo, carbonizadas o rasgadas, pero todas estaban teñidas en carmín.
—¡Kaled!—Saludo la deidad mientras le daba una patada a su cabeza haciéndolo ir
hacia atrás, el enorme báculo se dilato en dirección donde estaban los guardias.
Jezabel que apenas estaba recuperando el equilibrio era el blanco de las filosas
cuchillas, la teniente apenas tuvo tiempo de inspirar ahogadamente cuando el enorme
escudo de Vladimir la cubrió recibiendo todo el impacto haciéndolo retroceder varios
metros.
Lucis bestiales surgieron de la tierra tratando de acorralar a los guardias, quienes
mantenían la formación de defensa. El mazo de Alek voló a la altura de las cabezas de
las bestias que estaban acechando a Vladimir quien aún estaba indefenso por el golpe,
las tres cabezas fueron desechas al contacto furioso del maso y la sangre baño el escudo
de Vladimir.
—Más respeto por aquí—Espeto Alek, pero una bestia se dirigió a él dispuesto a
atravesarlo con sus enormes garras, sin embargo, Alek se limitó a sonreír y de
inmediato pedazos triturados dela bestia cayeron, Dianne volvió a blandir su espada
giratoria y esta vez encesto en la cabeza de la bestia.
Mientras los guardias se defendían de las bestias, Kaled se incorporó con la frente
ensangrentada por el golpe, con necedad el rey intentaba cortar a la deidad, pero esta
esquivaba cada corte como si de un juego se tratase.
El rey se molestaba cada vez más, la deidad tenía una expresión tan serena que frustraba
el intento del rey, le molestaba que aquellos ojos inocentes pudieran transpirar toda la
malicia que hacía estremecer al reino.
— ¡Deberías estar más pendiente de haya! —Susurró la deidad, pero el espadón del rey
entro en su rostro cortando su jovial sonrisa a la mitad, aun así, Henless señalo hacia
donde estaban los guardias reales.
El doble de bestias arrinconaba a la guardia, viéndose más expuestos a peligro, desde la
perspectiva de Kaled todos ellos estaban en peligro
«Ahora» Habló Izzel en la cabeza del rey, y la deidad golpeo el espadón que la
atravesaba para luego hacer un gran corte surcándole la espalda, la deidad sonrio al ver
toda la sangre brotar, y lo empujó lejos, en dirección a la guardia; pero antes de caer al
suelo una de las enormes bestias lo atrapo, enterrando sus cuernos a través de su cuerpo.
— ¡Su majestad! —Se exalto Lise, quien sin pensarlo lanzo su daga a la cabeza de la
bestia que torturaba a Kaled, pero como consecuencia las garras de la bestia que
enfrentaban rasgaron su brazo. Su herida hubiese sido fatal si el tridente de Demian no
hubiera impactado a la bestia con suficiente fuerza para hacerlo retroceder.
Los guardias estaban muy heridos y las bestias los acorralaban aún más, pues la deidad
divertida dejaba salir enormes carcajadas mientras más y más bestias brotaban desde la
tierra.
— ¡Fórmense! —Grito Vladimir logrando que la guardia se reuniera en un solo punto,
con todas las fuerzas que le quedaban Vladimir alzo su escudo dilatándolo al máximo,
grito impulsivamente mientras dejaba caer la jaula metálica que resguardo a todos sus
compañeros, menos al rey y él mismo.
El rey golpeo la cabeza congelada de la bestia volviéndola pequeñas astillas de cristal, y
saco la daga de Lise para lanzarla hacia Vladimir quien la recibió con alivio mientras
veía al rey quitarse los cuernos que lo atravesaban.
—Te dije que trataras de quedarte adentro—Murmuro el rey volviéndose a la deidad
que lo veía con placer sin dejar de reír.
—Lo siento su alteza, eran demasiados
—Lo son—Atajo el rey y con un movimiento rápido corto a las bestias que se acercaban
a Vladimir—Cuando veas la señal, vas a traerla—Vladimir empuño su espada mientras
veía hacia al cielo—Ya debe ser suficiente, no es seguro para nadie—Vladimir inclino
el rostro leyendo las acciones del rey que parecía hablar saliéndose de lugar—Y
Vladimir, no dejes salir a nadie de allí, se te prohíbe abandonar esa posición ¡Es una
orden!
Vladimir reacciono a la temible voz del rey y tenso su cuerpo. Izzel apareció a espaldas
del rey «¿Harás eso?» Susurro entre risas.
—No interfieras—Gruñó Kaled mientras ocultaba su mirada se perdía en la ira que solo
el veía, el espectro comenzó a reír a carcajadas.
La mirada del rey se perdía aún más en sus pensamientos a medida avanzaba, sangre
salió de su boca, pero en ese momento todo el semblante de Kaled cambió, sus pasos
desprendían un aura amenazante, mientras sus vacíos ojos se concentraban en la deidad
que había silenciado su risa para contemplarlo extasiada. Las enormes bestias intentaron
apartarse del rey, pero era tarde, en un segundo había degollado a las criaturas que se
habían formado intentando torpemente detener su paso.
— ¡Kaled! —Exclamo la deidad extasiada con las mejillas sonrojadas—Quiero tu
corazón—Susurro como una damisela enamorada.
El rey se aproximó con vehemencia abriéndose paso a través de las bestias, quienes
morían de forma instantánea al enfrentarse al rey, su mirada vagaba mientras volvía a
escuchar ese crujido, esos gritos tortuosos que ocupaban su mente, olvidando las atroces
heridas que acompañaban su cuerpo. Las bestias desesperaron atacando burdamente,
pero eso no hizo más que aumentar la velocidad del rey, cuando una de las garras estuvo
a punto de golpearlo, el rey corto el brazo a la mitad llevándose incluso la cabeza para
luego tomar una de las mitades del brazo y estamparla contra el hocico de otra bestia
que ocasiono una muerte instantánea, sus golpes brutales empeoraron hasta que no
quedo ninguna bestia.
—No, no, no, no—Murmuro la deidad—Aun puedo divertirte más—Kaled respiraba
torvamente mientras su armadura se despedazaba, ya no cubría lo esencial— ¡Usa el
regalo que te hemos dado!
Al gritar Kaled deslizo su mirada hacia ella y corrió entre las bestias que surgían
lentamente del suelo, a metros de la deidad, una enorme bestia surgió del suelo, pero el
rey blandió su espada y los el monstruo cayo a pedazos, sin desperdiciar un segundo
saltó a la deidad, el filo de su enorme espadón apenas roso la perfecta frente de la
deidad, pues una enredadera de rosas lo suspendió en el aire. Henless paso su lengua por
el filo del espadón y fijo su mirada de depredador en el rey, las rosas de la deidad
empezaron a entrar por las heridas de Kaled. El gran dolor comenzó a sacarlo del trance.
—También los quiero a ellos—Susurro vanidosa la deidad.
Aquella amenaza lo hizo hacer caso omiso al ardor que escocia su piel y con toda la
fuerza que le quedaba rompió una de las enredaderas para alzar su mano izquierda.
— ¡Vladimir! —Intento gritar, pero fue más el aliento saliendo de golpe cuando una
rosa subió a su pecho a través de la herida de su estómago.
Vladimir lanzo su espada hacia el pájaro que planeaba sobre Henless, al ser atravesado,
el pajarraco negro se disipo en carne putrefacta que baño sus alrededores, la legía se
aglomero como una figura amorfa que tiritaba hasta que se convirtió en Enofeser, quien
sujetaba a Zafiro de ambos brazos como si no fuese más que una muñeca de trapo.
Al contemplarla la deidad nívea se estremeció en deseo dejando libre al rey, quien cayó
al suelo tosiendo sangre.
— ¡Sabia que eras tú! —Exclamó la deidad blanca, más su hermana la veía con
molestia.
Henless giro su báculo para presumir a su hermana –tic– la atmosfera fue abrazada por
un violento fuego que hizo dudar a Henless, más su báculo fue alzado a la altura de su
hermana, quien aún a varios metros del suelo ensancho la mirada en la deidad nívea. Su
risueña gemela rio pero Enofeser despidió de sus ojos todo el deseo de destrucción que
todo su ser era, la temible mirada de la deidad resultaba insoportable para cualquiera, la
sensación de peligro gritaba desesperada en la atmosfera, era como si su presencia
hubiese vuelto más invivible el ambiente, el rey había sido poseído por el terror
dejándolo tensado en el suelo sin poder si quiera respirar.
Henless se petrifico horrorizada al ser el blanco central de los ojos ébanos de la temible
deidad oscura, se vio sumergida en la desesperación cambiando su risueña sonrisa por
una boca desalineada de espanto, sus ojos traviesos por unas corneas grotescamente
entornadas. Al tener a Henless tan inmóvil, Enofeser se acercó a ella, dejando a Zafiro
postrada en el suelo, no parecía respirar. La deidad oscura con una sonrisa demoniaca
acaricio con suavidad el contorno del cándido rostro de Henless, hasta que finalmente
tomo su melena con brusquedad para hacer su rostro hacia atrás.
—Dormit in perpetuum—Una enorme serpiente apareció desde el suelo para envolver a
las dos deidades.
— ¡Mientes! ¿¡Cómo te atreves!?—Pregunto Henless incapaz de recolectar todo el ream
esparcido en las bestias que andaban por el salón no pudo más que contemplar
horrorizada la mirada escalofriante de su gemela.
«Querido rey ¿Podría la temible guardia real mantenerle el trote a mi hermanita? Solo
necesito que hagan esparcir todo el ream que puedan para acorralarla ¿Les resulta
una hazaña imposible?» Esa había sido la insinuación de Enofeser en el salón de la
Guardia.
La gigantesca serpiente grisácea abrió su enorme boca dispuesta a tragarse a las
deidades, sin embargo Henless logro sacar su báculo en un tamaño diminuto para luego
dilatarlo cortando las manos de Enofeser, la deidad oscura contemplo sorprendida como
una enorme cantidad de ream se escapaba del agarre de la serpiente tratando de llevarse
el báculo de la deidad, pero entonces Enofeser saco su báculo dilatándolo para meter a
la fuerza el cetro de Henless y usar la fuerza para sacarlo de la serpiente; Henless
comenzó a reír estrepitosamente como si se desgarrase por dentro causando un tic de
molestia en el labio de Enofeser.
El brusco sonido fue silenciado por la boca de la enorme serpiente que se las trago para
luego contorsionarse en círculos hasta que se convirtió en una gema circular oscura que
despedía pequeñas llamas carmesí; la piedra se disparó saliendo por el techo del castillo.
Tras el escape de la gema, el báculo de Enofeser se irguió y formando un enorme
circulo en el suelo, envió a la guardia de regreso al castillo de Alcázar

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