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EDITORIAL
TRILLAS
México, Argentina, España,
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Colombia, Puerto Rico, Venezuela I ®
Catalogación en la fuente
^ Teorías de la personalidad/ José Cueli ...[et al.] - ^
5a ed. - México : Trillas, 19 90 (reimp. 2008).
654 p. ; 25 cm.
Incluye bibliografías e índices
I5BH 9 7 8 -9 6 8 -2 4 -3 6 6 0 -4
División Comercia/
Calzada de la Wiga 1152
C. P 0 9 45 9, México, D. F
Tel. 5 6 3 5 0 9 9 5 , FAX 5 6 5 3 0 8 7 0
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I n d ic e
DE
CONTENIDO
Introducción 7
PRIMERA PARTE
Teorías ideográficas de personalidad
SEGUNDA PARTE
Teorías ideográficas conductuales
CUARTA PARTE
Teorías nomotéticas conductuales
QUINTA PARTE
Teorías nomotéticas personales
SEXTA PARTE
Teorías culturales de la personalidad
SÉPTIMA PARTE
Conclusión
I m p o r t a n c ia d e l e s t u d io
HISTÓRICO DE LA
PERSONALIDAD
LA PERSONALIDAD HUMANA, SU
ESTRUCTURA Y FUNCIONAMIENTO
ETAPAS DE DESARROLLO
ROUSSEAU
Las bases para describir los m éritos relativos de las diferentes teorías
han sido m uy discutidas. Una form a de resum ir los hechos es en térm i
nos del uso y de la aplicabilidad práctica de un sistema teórico como
criterio de su valor. Algunos autores han rechazado este criterio.
El sistema evaluativo se deriva de una orientación más básica acerca
de la naturaleza y función de los conceptos o sistemas conceptuales en
general. Algunos teóricos (Kelly, 1955; Piaget, 1960) han expresado
que los conceptos que un individuo utiliza para ordenar y describir su
experiencia tienen un significado adaptativo en el hecho de que le per
m iten prever, anticipar o predecir, sobre la base de una inform ación
lim itada, qué es lo que posiblem ente suceda en una situación nueva o
desconocida. De esto se sigue que en tal form a se le perm ite al indi
viduo tener algún grado de control o influencia sobre lo que le sucede
en variadas situaciones.
El valor práctico de un sistema estará, por supuesto, basado en la
confiabilidad de las categorizaciones que haga el sujeto, y en las inter-
relaciones reales que existan entre los diferentes criterios usados por
él. Si las conductas en cuestión pueden ser categorizadas en form a
confiable, y si éstas se hallan altam ente interrelacionadas e inversamente
correlacionadas con otras clasificaciones dentro de otra u otras categorías,
esperamos que la persona que utilice este sistema de categorización
pueda derivar de él algún poder predictivo y algún control de sus rela
ciones interpersonales. Por otra parte, es bastante posible que las
conductas no puedan categorizarse en form a confiable, y que aún pu-
diendo, quizá las conductas clasificadas dentro de una categoría no
estén interrelacionadas. Com o consecuencia, en el caso de la falta de
confianza en la categorización, el individuo no tiene form a de com pro
bar sus predicciones y esencialm ente m antiene un sistema de categorías
que puede ser refutado. En el caso de tener categorías confiables, pero
criterios no correlacionados, el sujeto tiene por lo m enos la opción de
com probar la exactitud de sus predicciones. Es posible, en el últim o
ejem plo, que la utilización del sistema de categorías particular que haga
el individuo tienda a disminuir las oportunidades de com probar sus pre
dicciones.
Cualquier sistema conceptual, ya sea el lim itado y relativam ente
simple que los individuos usan en sus observaciones cotidianas y los
intentos de predicción e influencia que tratan de ejercer sobre sus rela
ciones interpersonales, o en el caso de un tipo de sistema conceptual
más elaborado y formal, como en una teo ría de la personalidad, puede
ser exam inado en térm inos de su valor predictivo y su posibilidad de
proveer un control. En esta form a, una teo ría o un sistema conceptual
lim itado puede ser visto como un instrum ento que provee de variados
grados de poder predictivo o de posibilidad de control o influencia. La
calificación de variados grados requiere m ayor elaboración. Los con
ceptos de precisión y generalidad (Pepper, 1942) pueden aplicarse a
cualquiera de los dos criterios. El grado de precisión o generalidad de
predicción que una teoría proporciona al que la utiliza, constituye un
conjunto de los criterios para juzgar el valor de la misma. En este con
tex to , la precisión se refiere al grado en que se pueden hacer afirm a
ciones discriminativas, correlativam ente exactas, acerca de eventos que
no estaban incluidos en ia m uestra inicial de ejem plos que llevó a la
elaboración de las afirmaciones proposicionales del sistema teórico.
En el contexto del control o influencia de las conductas interper
sonales, la precisión se refiere al grado en que se pueden producir
cambios específicam ente denotativos o relativam ente exactos por m e
dio de la utilización de la teoría.
De dos sistemas teóricos, aquel que categorice y tenga afirm aciones
proposicionales que relacionen a un rango más amplio de fenóm enos
es el que integrará el sistema más general. El grado de generalidad de
dos sistemas puede ser fácilm ente com parado cuando los fenóm enos que
uno de ellos intenta categorizar son un subconjunto de los fenóm enos
que el segundo describe. El segundo es el sistema más general. Sin
embargo, cuando ninguno de los conjuntos totales de fenóm enos del
sistema pueden incluirse como un subconjunto del otro sistem a, los
grados relativos de generalidad serán m uy difíciles de especificar. En
estas situaciones el criterio de precisión que corresponde al área de espe-
cialización de cada teoría, será el más im portante.
Un sistema teórico más general, al categorizar y hacer afirm aciones
proposicionales que relacionan a un rango más am plio de fenóm enos,
parecería tam bién capaz de hacer predicciones y especificar los procedi
mientos para influir la conducta en un rango más am plio de instancias.
Sin embargo, al com parar el grado de generalidad de dos teorías, uno no
necesita hacer esta suposición. En vez de esto, se puede proceder direc
tam ente a la evaluación del grado de generalidad en la predicción de
cada una de las teorías, y del grado de generalidad en la especificación
de los procedim ientos que influyen la conducta, para cada teoría. De
dos hipótesis que fueran igualmente generales, la más precisa sería
considerada más valiosa sobre la base de los criterios anteriores. Una vez
más, de dos teorías casi igualmente precisas, la más general sería consi
derada la más valiosa.
Además de su valor en predecir e incluir los fenóm enos que intentan
describir, tenem os la econom ía de esfuerzo que proporcionan al usuario.
Una teo ría es un sistema conceptual bien coordinado, que intenta
dar coherencia racional a un cuerpo de leyes em píricas conocidas, de las
cuales se pueden deducir teorem as cuyos valores predictivos pueden ser
probados (A llport, 1965); constituye cuando nos referim os a una teoría
de la personalidad, la organización parsim oniosa del rango to tal de co
nocim ientos en un campo dado (Alien, 1965), lo suficientem ente com
prensiva como para abarcar o predecir un am plio rango de conducta
humana.
Las características de una buena teo ría de la personalidad son, según
algunos autores, las siguientes: las afirm aciones de ella deben estar de
acuerdo con los datos em píricos que la basan; debe generar investiga
ción; debe ser simple y parsimoniosa; debe ser general (abarcar en su
explicación a un gran núm ero de eventos); debe ser suficientem ente
operacional para poderse com probar em píricam ente; debe ser consis
tente y lógica; y, por últim o, una buena teoría debe tener utilidad y valor
explicativo y práctico (Hall y Lindzey, 1965;M cClelland, 1967; Allport,
1965).
Se han hecho algunos intentos para clasificar las definiciones y las
diferentes aproxim aciones al estudio de la personalidad. Es probable
que la prim era haya sido realizada por A llport, en 1937. Él sugirió 7
categorías: biofísicas, biosociales, únicas, integrativas, del ajuste,
esencial diferencial, y de óm nibus (1937). Otras clasificaciones dife
rencian entre estructura y dinám ica, rasgo y tipo; entre ser ideográficas
o nom otéticas.
Las teorías ideográficas buscan regularidades intraindividuales,
estudiando pocos casos únicos; basan sus afirmaciones y suposiciones en
el reporte de lo que es inm ediatam ente observable e interpretable en
térm inos de la situación y localización dentro del espacio vital más am
plio del que percibe o se com porta; es decir, se atiende a la interpre
tación que da el sujeto de lo que sucede dentro de él, de acuerdo a
como él lo percibe, a su realidad subjetiva, subrayándose las caracterís
ticas únicas y el estudio de la personalidad total.
Las teorías nom otéticas buscan regularidades interindividuales, es
tudiando a grandes conjuntos de sujetos al mismo tiem po, investigando
cuáles aspectos o factores se presentan en todos, con más o m enos regu
laridad; y tra tan de descubrir las leyes generales que explican y gobiernan
a éstos. Si bien reconocen la existencia de hechos únicos, explican estos
como el “pu n to de intersección de un núm ero de variables cuantitativas”
(Eysenck, 1952).
Uno de los principales problem as al definir la teoría de la persona
lidad es el hecho de que los científicos se rehúsen a reconocer las
teorías existentes como reales dentro del m odelo científico. Ya sea que
no puedan cum plir los criterios de una teo ría científica real (Sarason,
1966) las teorías existentes no son tales y por lo tan to requieren un
nuevo lenguaje, nuevos m étodos y una ciencia aparte de la persona
(Shontz, 1965). Cuando los estudiosos de la personalidad se enfrentan
a la pregunta ¿cuándo una teo ría no lo es? o ¿la form ulación de las
teorías tendrá que ser diferente para cada uno de los apartados de la
ciencia?, se colige que la respuesta al respecto tendrá que encontrarse
en el futuro.
Por otro lado, Farber sostiene que una teoría relativam ente com
prensible de la conducta, especialm ente si contiene variables de tipo
m otivacional, se califica como teoría de la personalidad.
Parece ser que la tendencia actual acerca más al térm ino de teoría
de la conducta o teoría conductual que al térm ino de teoría de la
personalidad.
En los párrafos anteriores hem os subrayado la variabilidad en la des
cripción de configuraciones idénticas de estím ulos, la posibilidad de
interpretaciones alternativas o la posibilidad de construcciones alterna
tivas. Hemos sugerido que la variabilidad en la descripción está basada
en los siguientes factores; intereses del observador, m etáfora em pleada y
sistema lingüístico utilizado.
El grado de variabilidad en la descripción de quien observa es en sí
mismo variable dependiendo de los tipos de fenóm enos a los cuales se
describe. Se puede pensar que el grado de variabilidad en la descripción
del teórico aum enta con la am bigüedad o falta de textura de la situa
ción descrita. En form a circular, la estructura se define entonces como
el grado de consenso dentro de un grupo cultural en la descripción de
una situación dada.
Las consistencias en las conductas de la misma persona en diferentes
contextos, son denom inadas características, hábitos, rasgos, etc., y la
colección de estos, incluso susinterrelaciones,se denom ina personalidad.
La tarea principal de una teo ría de la personalidad radica en establecer
aquellas consistencias de la conducta que no están determ inadas por
variables contextúales. Cada teo ría de la personalidad p ro p o n e , entonces,
sus propias listas de rasgos e interrelaciones supuestas entre las caracte
rísticas; éstas son las dimensiones o factores de personalidad que
pueden usarse para clasificar las conductas interpersonales más estables
de un individuo. Estas dimensiones de la personalidad ju n to con las
variables contextúales sirven para explicar la variabilidad de la conducta
- p o r ejemplo las variaciones en la conducta se expresan como alguna
función de las oscilaciones de las dim ensiones en la personalidad y de
las variables contextúales. Esto en esencia constituye nuestra definición
del área de la personalidad.
Cualquier teoría de la personalidad que se suponga ser razonable
mente comprensiva deberá conjuntar las siguientes tónicas.
Ya sea general o relativam ente lim itada en su alcance, una teoría de
la personalidad extrae un segmento de fenóm enos sociales interperso
nales que son considerados significativos desde su pun to de vista —signi
ficativos en el sentido de que son de interés vital para la teoría. El
problema básico entonces, es explicar la variabilidad de estos fenóm enos.
El térm ino variabilidad se refiere ya sea a las variaciones de la conducta
en la misma persona o a las diferencias entre las conductas de diferentes
personas. La definición de la variabilidad se precisa claram ente a m edida
que las categorías para clasificar la conducta y los procedim ientos de
medición se hacen más explícitos y consensúales.
Una vez que se ha establecido la variabilidad en la conducta inter
personal, la tarea del teórico consiste en explicar la m ayor parte de esta
variabilidad que le sea posible. La frase explicar la variabilidad se refiere
a indicar en qué form a se encuentran relacionadas sistem áticam ente las
variaciones a lo largo de una dim ensión o factor dado, con las varia
ciones en otros factores. En form a típ ica, un teórico relaciona ciertas
categorías y sus dim ensiones asociadas con las categorías dependientes
principales. Es la variabilidad en la conducta relacionada con estas
categorías la que intenta explicar. La explicación de tal variabilidad
consiste en dem ostrar cómo las variaciones en tales categorías dependien
tes se relacionan con las variaciones en otras categorías independientes.
Entre más elaborada sea una teoría, con más precisión podrá especifi
carse la variabilidad de sus factores dependientes principales en térm inos
de sus factores independientes. La variabilidad restante, no explicada
en la variable dependiente, se considera como error experim ental; esto
es, variabilidad debida al azar o a factores desconocidos e incontrolados.
Tratarem os de presentarlos procedim ientos que se siguen típicam en
te al tratar de explicar la variabilidad en los fenóm enos de interés. Tales
procedim ientos pueden estar ejem plificados por conjuntos de preguntas
como las que exponem os en los siguientes párrafos.
La cuestión más amplia que se le puede form ular a cualquier te o ría
de la personalidad es: ¿cuál es la relación funcional entre las variables
interpersonales y/o variables contextúales externas y las variables
conductuales? Para contestar tal pregunta prim ero tendrem os que resu
mir las categorías o variables que la teo ría propone para la clasificación
de la persona, del contexto y de la conducta. Después, deberem os
resum ir las afirmaciones proposicionales que la teoría utiliza para
relacionar los efectos de los factores personales, contextúales, y los
efectos interactivos de estos con los factores conductuales. Com o hem os
visto, tan to las categorías com o las afirm aciones proposicionales de una
teoría son típicam ente generadas sobre la base de alguna m etáfora
im plícita o explícita, y la tarea de resum ir las categorías y afirmaciones
proposicionales de una teo ría se ve simplificada si se puede establecer
en form a explícita la m etáfora subyacente.
La pregunta general anterior puede basarse en térm inos de varios
factores que la com ponen en la siguiente form a: a) para un observador
dado y en un contexto dado, ¿cómo se interrelacionan las variables intra-
personales con las variables conductuales?; b) para un observador dado
y una persona dada, ¿cómo se relacionan las variables conductuales?;
c ) si los efectos de las variables intrapersonales y contextúales no son
postulados como independientes unos de otros, ¿cóm o se considera que
interactúan en su contribución a los resultados conductuales? Los
análisis psicológicos que intenten responder a las preguntas anteriores
serán denom inados contem poráneos. Si el análisis contem poráneo de la
conducta tiene buen éxito, y las cuestiones anteriores son respondidas
en form a satisfactoria para el teórico-observador, se concluirá que éste
puede explicar la consistencia o variabilidad de la conducta dentro del
individuo o la consistencia o variabilidad de las conductas entre indi
viduos, en contextos iguales o diferentes. Se colige tam bién que las pre
guntas al respecto del funcionam iento psicopatológico tam bién podrán
ser explicadas, aunque sea en form a parcial puesto que una condición
necesaria para que una conducta se considere patológica es que sea poco
frecuente en el co n tex to en el que ocurre.
También nos podemos form ular, y hacerle a las teorías de la perso
nalidad otras tres preguntas interrelacionadas. Este conjunto de cuestio
nes estará diseñado para producir análisis de los fenóm enos o cambios
relativamente estables en los valores de las categorías in im personales que
un individuo m anifiesta a lo largo del tiem po, ya sea en el curso del
desarrollo o bajo presiones contextúales especiales. Estas interrogantes
son: a) ¿cómo surge o se desarrolla un patrón o constelación de valores
dados de categorías intrapersonales?; b ) ¿cómo se m antiene una conste
lación dada de valores de categorías intrapersonales?; c ) ¿cómo se puede
inducir para que aparezca cuando no está presente una constelación dada
de valores de categorías intrapersonales? Los análisis que intentan con
testar este grupo de preguntas se denom inan análisis longitudinales.
En la m ayoría de las teorías de la personalidad que intentan ser
comprensivas, parece haber una división del trabajo en el sistema de
categorías y afirm aciones proposí cío nales que relaciona estas categorías.
Algunas de las categorías y afirm aciones proposicionales se enfocan a
las preguntas contem poráneas m ientras que otras están especialm ente
diseñadas para responder a preguntas longitudinales.
Bibliografía
INTRODUCCIÓN
LAS PULSIONES
Las dos hipótesis que acabam os de describir son fundam entales para
cualquier exposición de la teo ría psicoanalítica. Form an un cim iento,
digamos, sobre el cual descansa todo lo demás; o si se prefiere una m e
táfora distinta, son guías que orientan y determ inan nuestro enfoque al
formular todas las hipótesis subsiguientes que conciernen a las diversas
partes o elem entos del aparato psíquico y su m anera de funcionar.
Las teorías psicológicas que Freud desarrolló estuvieron siempre fi
siológicamente orientadas tan lejos com o fue posible llevarlas. Realizó
una ambiciosa tentativa de form ular una psicología neurológica a
comienzos de 1890. Se vio forzado a abandonarla pues los hechos no
perm itían una correlación satisfactoria entre las dos disciplinas.
Lo que denom inam os pulsiones, a menudc» se m enciona tam bién en
la literatura psicoanalítica como instintos. Esta es una palabra más
familiar que pulsión en el sentido actual, pero en este caso parece prefe
rible la palabra m enos familiar, por la razón de que el aspecto del fun
cionamiento psíquico hum ano que se desea describir es claram ente
distinto de los que se denom inan instintos en los animales inferiores,
aunque sin duda están relacionados con ellos. Lo que llamamos pulsión
en un hom bre, por otra parte, no incluye la respuesta m otora sino sólo
el estado de excitación central en respuesta al estím ulo. La actividad
m otora que sigue a este estado de excitación tiene com o m ediador una
parte en extrem o diferenciada de la m ente que en la term inología
psicoanalítica se conoce como el ego y que perm ite que la respuesta al
estado de excitación, que constituye la pulsión o tensión instintiva, sea
modificada por la experiencia y la reflexión, en vez de estar predeter
minada, com o en el caso de los instintos de los animales inferiores.
Una pulsión, entonces, es un constituyente psíquico, genéticam ente
determ inado que, cuando actúa, produce un estado de excitación psí
quica o como se dice a m enudo, de tensión. La excitación o tensión
impele al individuo a una actividad, que tam bién está determ inada gené
ticam ente en form a general, pero que puede alterarse considerablem ente
por la experiencia individual. Esta actividad debe llevar a algo que
podemos llamar cesación de la excitación, tensión o gratificación. La
prim era sería la term inología m ás objetiva, y la últim a, la m ás subjetiva.
De este m odo vemos que hay una secuencia que es característica de la
operación de la pulsión: podem os denom inarla tensión, actividad m o
tora y cesación de la tensión, o si lo preferim os, necesidad, actividad
m otora y gratificación. Aquella term inología deja deüberadam ente de
lado los elem entos de la experiencia subjetiva, m ientras que la últim a se
refiere a ella en form a explícita.
El atributo que poseen los impulsos de instigar al individuo a la acti
vidad, le resultó a Freud análogo al concepto de energía física, que se
define como la capacidad para producir trabajo. En consecuencia, supuso
que hay una energía psíquica que form a parte de las pulsiones o que en
cierta form a deriva de ellos. La energía psíquica no ha sido concebida
como igual a la energía física en form a alguna.
Nadie ha visto jam ás la energía psíquica, y nadie la verá, del mismo
m odo que nunca ha sido vista ninguna de las form as de la energía física.
El concepto de energía psíquica, como el de energía física, es una hi
pótesis que tiene por objeto simplificar y facilitarnos la com prensión de
los hechos de nuestra vida m ental que podem os observar.
Freud continuó la analogía ente sus hipótesis psicológicas y las físicas
y habló de la m edida de energía psíquica de que un objeto o persona
determ inada están investidos. Para este concepto Freud utilizó la palabra
alemana besetzung, que ha sido traducida al inglés con la palabra cathexis.
La definición exacta de catexia es: la cantidad de energía psíquica que
está orientada hacia o unida a la representación m ental de una persona o
cosa. Es decir, que la pulsión y su energía se consideran como fenó
menos puram ente intrapsíquicos. La energía no puede fluir a través del
espacio y catectizar o unirse al objeto exterior directam ente; lo que se
catectiza son los diversos recuerdos, pensam ientos y fantasías del objeto
que com prenden lo que llamamos sus representaciones m entales o psí
quicas. Cuanto m ayor sea la catexia, más im portante es el objeto, si
hablam os en un sentido psicológico, y viceversa.
La hipótesis de Freud acerca de su clasificación se m odificó y evolu
cionó en el curso de unas tres décadas; es decir, aproxim adam ente de
1890 hasta 1920. En su prim era form ulación propuso dividir las pulsio
nes en sexual o de autoconservación. Pronto abandonó la idea de este
últim o tipo, pues la consideraba una hipótesis insatisfactoria, y por m u
chos años todas las m anifestaciones instintivas se tom aron como parte o
derivado del impulso sexual. El estudio de diversos fenóm enos psíquicos
sin embargo, y en particular los del sadismo y m asoquism o, lo llevaron
eventualm ente a revisar una vez más sus teorías y en Más allá del principio
del placer (Freud, 1920) form uló la teoría de las pulsiones que aceptan
hoy en general todos los psicoanalistas aunque, como veremos, no todos
la acatan íntegram ente en la form a original en que Freud la presentó.
En su últim a enunciación, Freud se propuso responder de los aspec
tos instintivos de nuestra vida m ental suponiendo la existencia de dos
pulsiones, la sexual y la agresiva. Com o su nom bre lo sugiere, el dua
lismo está relacionado en una form a m uy tosca con lo que querem os
decir cuando hablam os de sexo y agresión, pero de hecho no es posible
una definición concisa de las dos fuerzas. Podem os enfocar un poco más
lo que querem os decir si expresam os que una pulsión da origen al com
ponente erótico de las actividades m entales, m ientras que la o tra genera
el componente puram ente destructor.
La hipótesis de Freud supone, y esto es lo más im portante a recordar
en la teoría dual de las pulsiones, que en todas las m anifestaciones ins
tintivas que podem os observar, norm ales o patológicas, participan ambas
pulsiones, la sexual y la de agresión. Para em plear la term inología de
Freud, las dos pulsiones están habitualm ente fusionadas aunque no nece
sariamente en cantidades iguales.
EL APARATO PSÍQUICO
LOS SUEÑOS
El estudio de los sueños ocupa una posición especial en el psicoaná
lisis. La interpretación de los sueños (Freud, 1900)fue para la psicología
una contribución tan revolucionaria y m onum ental como El origen de
las especies para la biología m edio siglo antes. Aun en 1931, Freud
mismo escribía, en un prólogo a la tercera edición de la traducción al in
glés de Brill: “Contiene aún, según mi apreciación actual, el más valioso
de todos los descubrim ientos que mi buena fortuna me perm itió efectuar.
La visión interior requerida llega a uno sólo una vez en la vida” . Más
aún, su éxito en la com prensión de los sueños fue para él una inmensa
ayuda durante los prim eros años de este siglo, cuando su trabajo profe
sional debía realizarlo en un to tal aislam iento de sus colegas médicos.
Freud tenía m ucha razón al valuar tan to su trabajo acerca de los
sueños. En ningún otro fenóm eno de la vida psíquica norm al se revelan
con tan m eridiana claridad y en form a tan accesible para su estudio, los
procesos m entales inconscientes. Los sueños son sin duda el camino
real hacia los dom inios inconscientes de la m ente. El hecho es que el
estudio de los sueños no lleva sólo a una com prensión de los procesos y
contenidos m entales inconscientes en general, sino en particular a aquellos
contenidos m entales reprim idos o excluidos en alguna form a de la
conciencia y de su descarga por las actividades defensivas del yo. Puesto
que es precisam ente la parte del ello, cuyo acceso a la conciencia está
trabado, la involucrada en los procesos patogénicos determ inantes de la
neurosis y quizá tam bién de las psicosis, se puede com prender con faci
lidad que esta característica de los sueños es otra razón m uy im portante
para la especial ubicación del estudio de los sueños en el psicoanálisis.
La teoría psicoanalítica de los sueños puede form ularse en la form a
siguiente: la experiencia subjetiva que aparece en la conciencia durante
el sueño y que, al despertar, quien dorm ía denom ina sueño, es sólo el
resultado final de una actividad m ental inconsciente durante ese proceso
fisiológico que, por su naturaleza o intensidad, am enaza con interferir el
acto mismo de dorm ir. En vez de despertar, el que duerm e sueña. A la
experiencia consciente durante el sueño, que el soñador puede o no re
cordar al despertar, la denom inam os el sueño m anifiesto. Sus diversos
elementos se conocen como el contenido explícito del sueño. Los pen
samientos y deseos inconscientes que am enazan con despertar al que
sueña los denom inam os contenido latente del su eñ o . Las operaciones
mentales inconscientes por las que el contenido latente se transform a en
sueño m anifiesto se denom inan trabajo del sueño. En sentido estricto,
la palabra sueño (en la term inología psicoanalítica) debiera usarse sólo
para designar el fenóm eno total del cual son partes integrantes su conte
nido latente, su trabajo y el sueño m anifiesto. En la práctica, en la
literatura psicoanalítica, sueño se usa a m enudo para nom brar el sueño
manifiesto. Por lo com ún hacer esto no lleva a una confusión del lector
si éste se encuentra ya bien al tan to de la teo ría psicoanalítica de los
sueños. El significado de un sueño puede referirse sólo a su contenido
latente.
Ya definidas las tres partes com ponentes de un sueño, pasem os a
considerar esa sección del sueño que estim am os que es la que inicia el
proceso de soñar, el contenido latente del sueño. Éste se puede dividir
en tres categorías principales. La prim era categoría es obvia; com pren
de las impresiones sensoriales nocturnas, que actúan en form a continua
sobre los órganos sensoriales del que duerm e y, a veces, algunas de ellas
toman parte en la iniciación de un sueño, en cuyo caso integran algo del
contenido latente del sueño. A todos nos son familiares los ejem plos
de tales sensaciones: el sonido de u n despertador, la sed, el ham bre, el
deseo de orinar o defecar, el dolor por una lesión o un proceso nosoló-
gico, o una posición incorrecta del cuerpo o el calor o frío incóm odos,
pueden form ar parte del contenido latente de un sueño. A este respecto
es im portante tener en cuenta dos factores: el prim ero es que la m ayoría
de los estím ulos sensoriales nocturnos no perturban el dorm ir, ni siquie
ra en el grado de participar en la form ación de un sueño. Por lo contra
rio, la gran m ayoría de las pulsiones de nuestro aparato sensorial no
tienen un efecto claram ente discernible sobre nuestra m ente durante el
dormir. Esto es verdad hasta en sensaciones que durante la vigilia califi
caríamos de bastante intensas.
Existen personas que pueden dorm ir durante una fuerte torm enta
sin despertarse ni soñar, pese al hecho de que su sentido del oíd o es ñor-
mal. El segundo factor es que una im presión sensorial perturbadora
puede tener el efecto de despertar directam ente al que duerm e, sin sueño
alguno, por lo m enos en lo que uno puede afirm ar. Esto es obvio en par
ticular en aquellas ocasiones en que dorm im os “ con el o íd o despierto”
o “ con un ojo ab ierto ” , com o en el caso de los padres que tienen un
hijo enfermo. En este caso en el que un hijo ha perdido la salud alguno
de los padres puede despertarse inm ediatam ente al prim er ruido pertur
bador que provenga del niño, por ligero que sea en su intensidad dicho
sonido.
La segunda categoría del contenido latente del sueño com prende
pensam ientos e ideas conectadas con las actividades y preocupaciones
del durm iente en su vida habitual de vigilia y que m ientras duerm e per
m anecen activos en su m ente en form a inconsciente. A causa de su
continua actividad tienden a despertar al que duerm e del mismo m odo
en que tienden a hacerlo los estím ulos sensoriales. Si el que duerm e en
vez de despertar sueña, tales pensam ientos e ideas actúan com o conte
nido latente del sueño. Los ejemplos son innum erables. Incluyen toda
la variedad de los intereses y recuerdos a los que habitualm ente tiene
acceso el yo, con todos los sentim ientos de esperanza o tem or, orgullo o
hum illación, atracción o repugnancia que suelen acom pañarlos. Pueden
ser pensam ientos relacionados con una fiesta de la noche anterior, refe
rirse a una tarea inconclusa, anticipar algún acontecim iento feliz futuro
o cualquier otra cosa que uno quiera imaginar y que constituya un inte
rés corriente para el que duerm e.
La tercera categoría com prende u n a o varias pulsiones del ello que,
por lo m enos en su form a original e infantil, están impedidas por las
defensas del yo en su acceso a la conciencia o a la gratificación directa
durante la vigilia. Ésta es la parte del ello que Freud denom inó repri
mida en su m onografía sobre la hipótesis estructural del aparato psíquico
(1923), aunque luego se inclinó p o r el pu n to de vista, ahora aceptado
p or la generalidad de los psicoanalistas, de que la represión no es la única
defensa que el yo emplea contra las pulsiones del ello que no pueden ser
adm itidas en la conciencia. No obstante, la palabra original (reprim ido)
sigue siendo de uso com ún para denom inar esa parte del ello. Aceptado
esto, podem os decir que la tercera categoría del contenido latente
del sueño en u n d e te m in a d o sueño es una pulsión o son im pulsos prove
nientes de la parte reprim ida del ello. Puesto que las defensas más
im portantes y de m ayor alcance del yo contra el ello son aquellas
instituidas durante el periodo preedípico y edípico en la niñez, se dedu
ce que el contenido principal del ello reprim ido son las pulsiones de los
prim eros años. De acuerdo con esto, la parte del contenido latente del
sueño que deriva de lo reprim ido, suele ser pueril o infantil; es decir,
que consiste en un deseo que nace durante la prim era infancia y que es
apropiado para ella.
En cuanto a la prim era cuestión, Freud declaró (1933) en form a in
equívoca, que la parte esencial del contenido latente es la que proviene
del ello reprim ido. Consideraba que ésta es la parte que ofrece el aporte
mayor de energía psíquica necesaria para soñar y sin cuya participación
no puede haber sueños. Un estím ulo sensorial n o ctu rn o , por intenso
que sea, debe contar —según lo expresó— con la ayuda de uno o más
deseos del ello reprim ido, para que pueda dar origen a un sueño; lo mismo
vale para las preocupaciones del periodo de vigilia, por compulsivas que
puedan ser en la atención y en el interés del que duerm e.
En cuanto a la segunda cuestión, se deduce de nuestra contestación
a la prim era que la parte esencial del contenido latente de todo sueño
está constituida por uno o más deseos o pulsiones de lo reprim ido. Tam
bién parece ser verdad que por lo m enos algunas preocupaciones del
periodo de vigilia habitual form an parte de todo contenido latente de los
sueños. Las sensaciones nocturnas, en cam bio, no pueden ser dem os
tradas en ese contenido latente, aunque desem peñan un papel sobresa
liente en algunos sueños.
Deseamos ahora considerar la relación entre el contenido latente y el
sueño m anifiesto o, para ser más específicos, entre los elem entos y el con
tenido m anifiesto del sueño. Según sea el sueño, la relación puede
resultar m uy simple o m üy com pleja, pero hay un elem ento que es cons
tante. El contenido latente es inconsciente, m ientras que el contenido
manifiesto es consciente. Por lo tan to , la relación más simple posible
entre ambos sería que el contenido latente se hiciera consciente.
Antes, em pero, debem os consignar que el proceso de soñar es en
esencia un m edio de gratificación de una pulsión del ello en una fantasía.
A la inversa, com prendem os que el hecho de que el sueño suela ser
una satisfacción de un deseo, se debe a la naturaleza del contenido la
tente que, después de todo, es el iniciador del sueño, así com o su fuente
principal de energía psíquica. El elem ento del ello que desem peña este
papel en el contenido latente puede sólo presionar con frecuencia en
busca de gratificaciones, pues es la naturaleza misma de las pulsiones
instintivas de las que deriva. Lo que sucede en un sueño es que se logra
una gratificación parcial por m edio de la fantasía, ya que la total, m e
diante la acción apropiada, está im posibilitada por el hecho de dorm ir.
Puesto que la movilidad está im pedida, se emplea la fantasía com o
sustituto. Si expresam os la misma idea en térm inos de energía psíquica,
diremos que la catexia asociada al elem ento del ello en el contenido
latente, activa el aparato psíquico para llevar a efecto el trabajo del sueño
y logra una descarga parcial por m edio de la imagen de fantasía que
satisface el deseo y que constituye el sueño m anifiesto.
Freud pudo dem ostrar que existen dos factores principales a con
siderar en conexión con el trabajo del sueño y que tam bién hay otro
elemento subsidiario. El prim er factor, y sin duda la esencia misma
del trabajo del sueño, lo constituye una traducción de aquellas partes del
contenido latente que no están todavía expresadas al lenguaje del pro
ceso prim ario. Dicha traducción va seguida de una condensación de
todos sus elem entos en una fantasía ejecutora del deseo. El segundo
factor, principal tam bién, está integrado por las operaciones defensivas
del yo y ejerce una influencia profunda sobre el proceso de traducción
y de form ación de la fantasía, influencia que Freud com paró con la de
un censor de noticias con am plios poderes para suprim ir los térm inos
objetables. El tercer factor, subsidiario, es el que Freud denom inó ela
boración secundaria.
Consideramos ahora estos factores en forma sucesiva. En prim er lu
gar, como hem os dicho, el trabajo del sueño consiste en una traducción
al lenguaje del pensam iento de proceso prim ario de esa parte del con
tenido latente del sueño que se expresa originariam ente según el proce
so secundario. Por lo general, esto incluirá lo que hem os denom inado
preocupaciones e intereses de la vida diaria. Más aún, como Freud lo
señaló, esta traducción se produce en una determ inada m anera. El la
expresó diciendo que existe un m iram iento por la posibilidad de expresar
el resultado de la traducción bajo la form a de una imagen visual, plástica.
Este m iram iento por la representabilidad plástica, claro está, corresponde
al hecho de que el sueño m anifiesto consiste principalm ente en tales
imágenes. Un m iram iento semejante se ejerce conscientem ente en algu
nas actividades de la vida norm al en la vigilia, como por ejem plo en las
charadas y en la realización de jeroglíficos e historietas m udas.
Otra consideración que sin lugar a duda afecta este proceso de tra
ducción en el trabajo del sueño es la naturaleza de los elem entos del
denom inado latente, que ya se encuentran en el lenguaje del proceso
prim ario, es decir, los recuerdos, imágenes y fantasías asociadas al deseo
o pulsión proveniente del ello reprim ido. Al mismo tiem po, de las
diversas, o quizá de las m uchas fantasías de gratificación que están aso
ciadas a la pulsión reprim ida, el trabajo del sueño elige aquella que con
m ayor facilidad pueda ponerse en conexión con las preocupaciones
corrientes traducidas de la vigilia. Todo esto es una form a necesaria
m ente burda de decir que el trabajo del sueño realiza una aproxim ación
lo más estrecha posible entre sus diversos elem entos latentes, en el curso
de la traducción, al lenguaje del proceso prim ario, de aquellas partes del
contenido latente que necesitan ser traducidas; m ientras que al mismo
tiem po crea o elige una fantasía que representa la gratificación de la
pulsión del ello reprim ido que es sólo una parte del contenido latente.
Como dijimos en el párrafo anterior, todo esto se hace atentos a la
represen tabilidad visual. Además, el proceso de aproxim ación que aca
bam os de describir hace posible que una sola imagen represente en
form a sim ultánea varios elem entos latentes del sueño. Esto determ ina
un alto grado de lo que Freud denom inó condensación, lo cual equivale
a decir que, por lo m enos en la vasta m ayoría de los casos, el sueño m a
nifiesto es una versión condensada de los pensam ientos, sensaciones y
deseos que constituyen el contenido latente del sueño.
El segundo de los factores principales que hem os m encionado como
participantes en el trabajo del sueño, desem peña un papel m ucho más
im portante en el disfraz del contenido latente del sueño y en hacer que
el sueño m anifiesto sea ininteligible. Este segundo facto r es la actua
ción de las defensas del yo. Podem os consignar, de paso, que la
primera descripción de Freud acerca de este proceso antecedió en m ucho
a su form ulación de la hipótesis estructural del aparato psíquico, de la
que form aron parte los térm inos y o y defensas. Por tal razón tuvo que
crear un térm ino para el factor en cuestión y el nom bre que seleccionó
fue el de censor onírico o censura, el cual es un térm ino propicio y
evocativo.
Además, denom inó al sueño m anifiesto form ación de com prom iso ,
con lo que quiso significar que sus diversos elem entos podían ser pensados
como com prom isos entre las fuerzas opuestas del contenido latente, por
una parte, y de las defensas del yo, por la otra.
Otro fenóm eno de com prom iso com ún es que una parte, o aun todo
el sueño m anifiesto, sea m uy vago. Com o Freud lo señaló, esto indica
en forma invariable que la oposición de las defensas a los elem entos co
rrespondientes del sueño latente es m uy grande. Las defensas no fueron,
en verdad, lo bastante fuertes com o para evitar que aun esa parte del
sueño m anifiesto apareciera en la conciencia, pero sí resultaron tan po
tentes como para im pedir que apareciera más que en una form a semi-
consciente o vaga.
Ninguna consideración acerca de los efectos en los sueños estará
completa si no incluye ese sentim iento particular de la angustia. Como
mencionamos con anterioridad en este capítulo, algunos de los críticos
de Freud han intentado negar la afirm ación de que todo sueño m anifies
to es la satisfacción de un deseo, al argüir que existe to d o u n grupo de
sueños en los cuales la ansiedad es un carácter prom inente del conteni
do manifiesto.
Hay otra clase de sueños que están estrecham ente relacionados con
los angustiosos y que suelen conocerse com o sueños p rim itivo s. En estos,
como en m uchos otros, el yo anticipa la culpa —la condenación del
superyó— si la parte del contenido latente que deriva de lo reprim ido
debiera hallar una expresión dem asiado directa en el sueño m anifiesto.
En consecuencia, las defensas del yo se oponen a la emergencia de esta
parte del contenido latente, lo que tam poco difiere de lo que ocurre en
la mayoría de los otros sueños. No obstante, el resultado de los llama
dos sueños punitivos es que el sueño m anifiesto, en vez de expresar una
fantasía más o m enos disfrazada de la ejecución de un deseo reprim ido,
expresa una fantasía más o m enos disim ulada del castigo p o r el deseo en
cuestión —un com prom iso por cierto extraordinario— entre el yo, el
ello y el superyó.
¿Cómo puede entonces lo reprim ido aparecer en la conciencia de un
sueño? La respuesta a esta cuestión yace en la psicología del dorm ir. En
ese estado, quizá a causa de que la traducción del m ovim iento está im pe
dida en form a eficaz, la intensidad de las defensas del yo dism inuye en
form a considerable.
Como hem os dicho, existe otro proceso, m ucho m enos im portante
que los dos analizados hasta ahora, que contribuye a la form a final del
sueño m anifiesto y que puede colaborar a su falta de inteligibilidad; este
bien puede considerarse la fase final del trabajo del sueño, aunque Freud
prefirió separar ambos. A este proceso final lo denom inó elaboración
secundaria; con ello quiso expresar los intentos de parte del yo para
m odelar el sueño m anifiesto en una apariencia lógica y coherente.
Puede decirse que el yo procura “hacer sensible” al sueño m anifies
to y al mismo tiem po tra tar de que “ tengan sentido” cualesquiera im
presiones que entren en sus dom inios.
En el sueño m anifiesto siguen, en frecuencia, a las experiencias
sensoriales visuales, las auditivas y, ocasionalm ente, puede aparecer
cualquiera de las otras m odalidades de sensación. Tam poco es raro, en
m odo alguno, que pensam ientos, o trozos de pensam ientos aparezcan
como parte de un sueño m anifiesto en la vida adulta; por ejem plo, cuan
do el que soñó inform a que “vio a un hom bre con barba que iba a visitar
a un amigo suyo” . No obstante, cuando tales pensam ientos se presen
tan en un sueño m anifiesto ocupan casi siempre una posición subordi
nada a las impresiones sensoriales.
Por cierto que Freud se refirió a los sueños como psicosis transito
rias, aunque no existe duda de que los sueños no son en sí fenóm enos
patológicos. El problem a, por tan to surge de responder si el resultado
final del trabajo del sueño, es decir, del sueño m anifiesto, es esencial
m ente una alucinación, aunque norm al, durante el dorm ir.
En su prim era form ulación de la psicología del sueño, Freud (1900)
explicó esta característica del sueño m anifiesto, en térm inos de lo que he
m os sugerido que podía denom inarse teoría telescópica del aparato psí
quico. De acuerdo con esa teoría el curso norm al de la descarga psíquica
era del extrem o perceptivo del aparato al extrem o m o to r, donde la ener
gía psíquica involucrada se descarga en form a de acción. Esta form ula
ción estaba basada, sin duda, sobre el m odelo del arco reflejo, donde el
curso del impulso nervioso parte desde el órgano sensorial, a través de
las neuronas centrales y emerge al exterior por la vía m otora. Freud
sentó la proposición de que, puesto que la descarga m otriz está bloquea
da cuando uno duerm e, la vía que a través del aparato psíquico tom a la
energía psíquica del sueño, es necesariam ente invertida, con el resultado
de que el extrem o perceptivo del aparato, concluye siendo activado en
el proceso de la descarga psíquica y, en consecuencia, aparece una ima-
gen sensorial en la conciencia, tal como sucede cuando el sistema
perceptivo es activado p o r un estím ulo externo. Es p o r esta razón que
una imagen sensorial de un sueño m anifiesto le parece tan real a quien
lo soñó.
PSICOPATOLOGÍA
Cuando Freud com enzó a tra tar a sus pacientes m entalm ente enfer
mos, la psiquiatría apenas si h ab ía pasado su infancia. Acababa de in
troducirse en la literatura psiquiátrica la denom inación diagnóstica de
demencia p re co z; neurastenia era la etiqueta aplicada de preferencia a la
mayoría de los estados que hoy denom inaríam os psiconeurosis; Charcot
había recién triunfado en dem ostrar que los síntom as histéricos podían
ser eliminados o introducidos m ediante la hipnosis, y se creía que la
constitución neuropática era la causa principal de toda enferm edad
mental, adecuadam ente favorecida por los esfuerzos y tensiones anor
males originadas por la m archa frenética de la vida civilizada; es decir, la
industrialización urbana.
La prim era afección a la que F reud dedicó su interés fue la histeria
(Breuer y F reud, 1895). Siguiendo u n a sugerencia de Breuer, trató varios
casos de histeria m ediante una form a m odificada de terapéutica hipnó
tica que se denom inó m étodo catártico. Sobre la base de sus respectivas
experiencias combinadas, llegó a la conclusión de que los síntom as
histéricos eran causados por los recuerdos inconscientes de sucesos que
habían producido em ociones intensas que, por uno u otro m otivo, no
pudieron ser expresadas o descargadas en form a adecuada en el m o m ento
mismo de producirse el hecho. M ientras esas em ociones estuvieran im
pedidas para su expresión norm al, persistiría el síntom a histérico.
En esencia, la teoría de la histeria de F reud, inicialm ente establecía
que los síntom as eran el resultado de traum atism os psíquicos observa
bles, al parecer en individuos neurópatas congénitos o hereditarios.
Como él mismo lo señaló (1906), ésta era una teo ría puram ente
psicológica de la etiología. Por o tra p arte, com o resultado de las prim e
ras experiencias con otro grupo de enferm os m entales en quienes
diagnosticó neurastenia, desarrolló una teo ría m uy distinta sobre la etio
logía de esta afección, a la que consideró exclusivam ente consecuencia
de prácticas sexuales no higiénicas (1895).
Estas prácticas eran de dos tipos y cada uno, según F reud, resultaba
en un síntom a o grupo de síntom as distintos. La m asturbación excesiva
o las poluciones nocturnas correspondían al prim er grupo de anom alías
sexuales patogénicas; producían síntom as de fatiga, indiferencia, flatu-
lencia, constipación, cefalalgia y dispepsia. Freud propuso que el
térm ino neurastenia se lim itara sólo a este grupo de pacientes.
El segundo tipo de noxas sexuales com prendía cualquier actividad
sexual que produjera un estado de excitación o estim ulación erótica sin
una liberación o descarga adecuada, por ejem plo, el coito interrum pido
o el cortejam iento sin satisfación sexual. Tales actividades producen es
tados de angustia, más típicam ente bajo la form a de ataques de angustia,
y Freud propuso que se diagnosticara ese estado como neurosis de an
gustia. Aclaró bien, aún hasta 1906, que consideraba que los síntom as
de neurastenia y de neurosis de angustia eran la consecuencia de los
efectos somáticos de perturbaciones del m etabolism o sexual y que creía
que los estados en sí eran trastornos quím icos de la naturaleza de la
tirotoxicosis y la deficiencia corticoadrenal. Con el fin de destacar su
carácter especial, propuso que se agruparan la neurastenia y la neurosis
de angustias como neurosis propiam ente dichas, en oposición a la histeria
y a las obsesiones, a las que propuso denom inar psiconeurosis.
Las clasificaciones propuestas por Freud estaban principalm ente ba
sadas en la etiología y no sólo en la sintom atología. Es más, m encionó
en form a específica, que un caso de neurastenia debía diagnosticarse sólo
cuando los síntom as típicos se acom pañan de una historia de excesiva
m asturbación o poluciones, puesto que sin tal antecedente podía tratarse
de otra causa; por ejem plo, una paregia general (m eningoencefalitissifi
lítica) o una histeria. Es im portante destacar este hecho por razón de
que aún hoy las habituales clasificaciones psiquiátricas de los trastornos
m entales que no son una consecuencia de enferm edad o lesión del
sistema nervioso central, están basadas en la sintom atología. Estas se
conocen como clasificaciones descriptivas y, en psiquiatría, como en
cualquiera otra ram a de la m edicina, las clasificaciones descriptivas de
las enferm edades o trastornos son de relativam ente escaso valor, puesto
que un tratam iento apropiado depende de un conocim iento de la causa
de los síntom as antes que de su naturaleza, y los mismos síntom as en
dos pacientes pueden tener causas por com pleto distintas. Es por tanto
interesante consignar que desde sus prim eros años de labor con enferm os
m entales, Freud in ten tó ir más allá de una clasificación puram ente des
criptiva para determ inar categorías de trastornos m entales que se semejan
entre sí por tener una causa com ún o, por lo m enos un m ecanism o m en
tal subyacente com ún. Más aun, hasta la época actual ha continuado
caracterizando a la teo ría psicoanalítica de las perturbaciones m entales
el interés por la etiología y la psicopatología, antes que su m era sinto
m atología descriptiva.
Desde 1900, el m ayor interés clínico de Freud se centró en aquellos
trastornos m entales que denom inó psiconeurosis y las otras, las neurosis
reales, dejaron de ser objetivo de sus estudios. No ob stan te, en su m ono
grafía acerca de la angustia (1926) reafirm ó su convicción de que la cla
sificación de neurosis de angustia era válida y que estaba causada por una
excitación sexual carente de su correspondiente satisfacción. Ya no sos
tuvo que la neurosis de angustia era en esencia una perturbación endo
crina, bioquím ica. A tribuyó la aparición de la angustia, que constituía
el síntom a principal de la neurosis y que le daba nom bre, a u n m ecanis
mo puram ente psicológico. Supuso que las energías de las pulsiones, que
debían haber sido descargadas en su clímax sexual pero que no lo fue
ron, creaban un estado de tensión psíquica que eventualm ente podía
hacerse dem asiado grande como para que el yo pudiera dom inarla, gene
rándose la angustia en form a autom ática como consecuencia.
Las prim eras teorías de Freud concernientes a estos trastornos, su
frieron expansión y revisión constantes que se prolongaron durante
unos treinta años. Estas alteraciones de la form ulación teórica fueron
siempre el resultado de nuevos datos con respecto a su psicopatología
provenientes del tratam iento psicoanalítico de pacientes; m étodo que
por su misma naturaleza es uno de los m ejores que haya sido creado has
ta ahora para la observación del funcionam iento m ental.
Las alteraciones y los agregados fueron num erosos y rápidos duran
te los prim eros años. Lo básico fue el reconocim iento de la im portancia
del conflicto psíquico en la producción de síntom as psiconeuróticos. El
lector recordará que la conclusión de Freud en su trabajo con Breuer
fue que los síntom as histéricos, y podríam os agregar que tam bién los o b
sesivos, eran causados por algún suceso pasado y olvidado, cuya em oción
concom itante jam ás se había descargado en form a adecuada. P ronto
añadió a esto la form ulación basada en nuevas observaciones y reflexio
nes de que para que u n hecho o experiencia psíquicos resulten patógenos
deben repugnar al yo en form a tal, que éste trate de evitarlos o defender
se contra ellos (1894 y 1896). El lector debe tom ar en cuenta que las
palabras yo y defensa son los mism os vocablos que Freud usó treinta
años más tarde para form ular la hipótesis estructural del aparato psíquico,
pero significaban algo m uy distinto en su prim era form ulación. En ese
entonces, y o significaba el ser consciente y en particular sus norm as éti
cas y morales, m ientras que la palabra defensa ten ía más bien el significa
do de un repudio consciente antes que la im portancia tan especial que
se le asignó en la teoría posterior. Freud consideró que esta hipótesis
se sostenía bien en los casos de histeria, obsesiones y en m uchas fobias,
y propuso, por tan to , que se agruparan tales casos como psiconeurosis
de defensa. Vemos aquí otra instancia del esfuerzo constante de Freud
por establecer un sistema de clasificación de base etiológica en vez de
uno que sólo estuviera basado en la descripción de los síntom as m entales
morbosos. Esa tendencia resulta particularm ente clara en la presente
ocasión, pues en aquel entonces Freud creía que algunas fobias, como
por ejem plo, la agorafobia, y algunas obsesiones, com o la m anía de
duda, eran síntom as de la neurosis de angustia misma y que se debían,
consecuentem ente, a la descarga inadecuada de la excitación sexual, con
una perturbación consiguiente del m etabolism o sexual orgánico, en vez
de un mecanismo puram ente psicológico, como la defensa contra una
experiencia repugnante.
La incorporación siguiente a las form ulaciones de Freud concernien
tes a la psicopatología de las psiconeurosis fue el resultado de su expe
riencia de que la búsqueda del hecho patógeno olvidado llevaba en form a
regular hasta un acontecim iento de la infancia del paciente relacionada
con la vida sexual (1896, 1898).
Freud nunca abandonó la idea de que las raíces de cualquier psi
coneurosis de la vida posterior tienen su asiento en una perturbación de
la vida sexual de la infancia y por cierto que este concepto sigue siendo
hoy en día la piedra angular de la teoría psicoanalítica de esas afeccio
nes. Sin embargo, pronto se vio forzado Freud a reconocer que en
muchas ocasiones las historias que sus pacientes le narraban de haber
sido sexualm ente seducidos en la infancia eran, en realidad, fantasías y
no recuerdos reales, aun cuando ellos mismos las creyeran ciertas. Este
descubrim iento fue en un principio un golpe aplastante para Freud,
quien se reprochó el haber sido la crédula víctim a de sus pacientes
neurópatas y, en su desesperación y vergüenza, estuvo pro n to a abando
nar todas sus investigaciones psicoanalíticas para reto m ar al cálido
regazo de la sociedad m édica legal de la que sus inquisiciones lo habían
excluido. Uno de los grandes triunfos de su vida fue que aquella de
sesperación resultó de corta perm anencia. Así, luego de reexam inar sus
datos a la luz de los nuevos conocim ientos, y sin abandonar el psicoaná
lisis sino dando un paso grande hacia adelante al reconocer que lejos de
estar lim itados en la infancia a sucesos traum áticos excepcionales como
la seducción, los intereses y actividades sexuales form aban una parte
normal de la vida psíquica hum ana desde la prim era infancia (1905).
En una palabra, form uló la teoría de la sexualidad infantil que hemos
estudiado.
Como resultado de su descubrim iento, la im portancia de las expe
riencias traum áticas puram ente accidentales en la etiología de las
psiconeurosis dism inuyó en form a paralela y aum entó la im portancia de
la constitución y herencia sexual del paciente como factor etiológico.
Freud supuso, en realidad que los factores constitucionales y experien-
ciales contribuían a la etiología de las psiconeurosis y que en ciertos
casos predom inaban los de determ inado tipo.
El descubrim iento de que la sexualidad infantil es un fenóm eno n o r
m al lo llevó a otros conceptos nuevos e interesantes.
La form ulación de Freud establece que en el curso del desarrollo
norm al de un individuo son reprim idos algunos de los com ponentes de
la sexualidad infantil, m ientras que el resto se incorpora, en la pubertad,
a la sexualidad adulta bajo la prim acía de los órganos genitales. La re
presión excesiva, se presum e, crea una situación inestable que en la vida
posterior, como resultado de un acontecim iento desencadenante, provo
ca el fracaso de la represión de la cual escapan las pulsiones sexuales,
infantiles, indeseadas, por lo m enos en parte, y dan origen a los síntom as
psiconeuróticos. Por fin, en el desarrollo de esos individuos que se
torn an pervertidos sexuales, existe una persistencia anorm al, en la vida
adulta, de algún com ponente de la sexualidad infantil, como por ejem plo,
el exhibicionism o o el erotism o anal. Com o resultado, la vida sexual del
pervertido adulto está denom inada por ese com ponente particular de la
sexualidad infantil, en vez de los deseos genitales normales que se pre
sentan en los individuos (Freud, 1905).
Freud fue capaz tam bién de dem ostrar que los síntom as psiconeu-
róticos, como los elem entos del sueño m anifiesto, tienen un significado,
es decir, un contenido latente o inconsciente. Se podía dem ostrar que
tales síntom as eran la expresión disfrazada y distorsionada de fantasías
sexuales inconscientes. Esto llevó a la form ulación de que una parte o
toda la vida sexual del paciente psiconeuró tico estaba expresada en sus
síntom as.
Llegamos ahora al tipo de perturbación del funcionam iento del apa
rato psíquico con el cual se fam iliarizó Freud a consecuencia de sus pri
m eros estudios sobre la histeria y otras neuropsicosis de defensa. En
tales perturbaciones se produce la siguiente secuencia de acontecim ien
tos: prim ero emerge un conflicto entre el yo y el ello durante la prim era
infancia, característicam ente dentro de la fase edípica o preedípica. Es
te conflicto es resuelto por el yo en el sentido de que es capaz de esta
blecer un m étodo eficaz y estable de dom inar los derivados peligrosos
de las pulsiones en cuestión. El m étodo suele ser com plejo e involucra
tan to defensas como alteraciones del yo como las identificaciones,
restricciones, sublim aciones y, quizá, la regresión. Cualquiera que sea
el m étodo, actúa en form a satisfactoria durante un periodo m ás o m enos
largo hasta que algún acontecim iento o una serie de éstos destruye el
equilibrio y torna ya incapaz al aparato del yo para dom inar las pulsio
nes en form a eficaz. Que nosotros sepamos, no tiene consecuencia
alguna que las circunstancias desencadenantes actúen reforzando e
intensificando las pulsiones o debilitando al yo. Lo que sí im porta es
que el yo quede relativam ente debilitado, lo bastante com o para m erm ar
su capacidad de dom inar las pulsiones. Cuando esto sucede, los im pul
sos o, para ser más exactos, sus derivados am enazan irrum pir en la
conciencia y traducirse directam ente en una conducta abierta a pesar
de los esfuerzos del yo por contenerlas. Surge entonces un conflicto
agudo entre el yo y el ello, con el yo en relativa desventaja y resulta una
form ación de com prom iso con la que nos fam iliarizam os. Este com pro
miso se denom ina síntom a psiconeurótico. Tam bién se llama con fre
cuencia síntom a neurótico, com o lo designó el mismo Freud en sus
escritos posteriores, pese al hecho de que nada tiene que ver con su con
cepto de las neurosis reales y sí con lo que él denom inó psiconeurosis.
En el tipo de funcionam iento psíquico incorrecto que acabam os de
describir, entonces, existe una falla de las defensas del yo, cualesquiera
que sean las razones precipitantes, como resultado de la cual ya no puede
dom inar más en form a adecuada las pulsiones del ello, com o antes lo
hiciera. Se produce una form ación de com prom iso que expresa en for
ma inconsciente tanto el derivado de la pulsión como la reacción de
defensa del yo y de tem or y culpa ante el peligro representado por la
irrupción parcial de las pulsiones. Tal form ación de com prom iso se
denom ina síntom a psiconeurótico o neurótico y, como el propio Freud
lo señaló hace m uchos años, es m uy análogo a un elem ento onírico o a
un sueño m anifiesto.
Freud acuñó dos expresiones en relación con la form ación de sín
tom as psiconeuróticos. Ellas son, respectivam ente, ventajas primaria y
secundaria de la enferm edad o form ación del síntom a. Veam os ahora
qué quiso decir Freud al expresar que el individuo o b ten ía ventaja real
como resultado de la form ación del síntom a.
Freud consideraba que la ventaja prim aria de este proceso consistía
en una abolición o dism inución del tem or o culpa. La concibió de esta
manera: la debilidad relativa del ego amenaza perm itir la irrupción del
contenido infantil íntegro de la pulsión del ello a la conciencia. Si así
ocurriera, esto se acom pañaría de toda culpa y terror infantil que origi
nariam ente había producido la pulsión en cuestión.
Visto desde el lado del ello, un síntom a neurótico es una gratifica
ción sustitutiva de los de otro m odo deseos reprim idos. V isto desde el
lado del yo, es una irrupción a la conciencia de deseos peligrosos y no
queridos, cuya gratificación sólo puede dom inarse o prevenirse en form a
parcial, pero es al m enos preferible y no tan desplacentera com o la em er
gencia de tales deseos en su form a original.
La ventaja secundaria no es sino un caso especial de los esfuerzos
incesantes del yo por explotar las posibilidades de gratificación placen
tera que estén a su alcance. Una vez establecido un síntom a, el yo pue
de descubrir que trae ventajas aparejadas. Para tom ar un ejemplo
extrem o, el com batiente que en tiem po de guerra desarrolla un estado
de angustia, tiene una ventaja real sobre los demás soldados: es evacua
do a la retaguardia, donde hay m enor peligro de que lo m aten. Por cierto
que este ejemplo no es el m ejor, aunque superficialm ente sea obvio,
puesto que la misma generación del estado de angustia puede estar in
fluida en form a inconsciente por el conocim iento de que lo llevaría a la
seguridad. Pero existen m uchos casos donde no hay tal probabilidad y
en los cuales la neurosis adquiere cierto valor para el individuo sólo
después de haberse producido.
Desde el pun to de vista de la teoría de los síntom as psiconeuróticos,
la ventaja secundaria no se aproxim a en im portancia a la prim aria. Sin
embargo, desde el punto de vista de su tratam iento puede ser m uy im
p ortante pues un alto grado de ventaja secundaria puede dar como
resultado que el paciente prefiera, en form a inconsciente, conservar su
neurosis en vez de perderla, pues sus síntom as han adquirido un valor
para él.
Ahora bien, existen form aciones de com prom iso que resultan de un
fracaso en el establecim iento o m antenim iento de un m étodo estable de
dom inio de las pulsiones, debidas a la debilidad relativa del yo que no
son ajenas ni desagradables para éste. Los casos más graves y obvios son
los de abandono y perversión sexual. Corresponde hacer dos observa
ciones sobre tales casos: en prim er lugar, resulta obvio que son interm e
dios entre lo que denom inam os trastornos de carácter y los llamados
síntom as psiconeuróticos y no pueden diferenciarse netam ente de
ninguno de ellos. En segundo lugar, las gratificaciones de los instintos
que constituyen la perversión o adicción, según sea el caso, puede
utilizarlas el yo en form a defensiva para dom inar otros derivados de las
pulsiones cuya emergencia y gratificación sea dem asiado peligrosa com o
para que el yo la perm ita. Estas form aciones de com prom iso, desde el
pu n to de vista del yo, son ejemplos del uso de un derivado de una pul
sión para ayudar a dom inar a otro y en este sentido resultan similares al
mecanismo de defensa de form ación de reacción. El lector notará que
esto constituye una enm ienda im portante a la afirm ación original de
Freud de que la perversión sexual es la inversa de una neurosis, a la que
nos referim os con anterioridad.
Lo cultural
Así como T otém y tabú, E l porvenir de una ilusión y E l malestar en
la cultura, Freud sienta las bases de su teoría de la cultura -incluyendo
el totem ism o y la autoridad, los conflictos sociales y las guerras, y la
religión-, en La civilización y sus descontentos (1972) expone su visión
del proceso de socialización infantil. En el conflicto entre los impulsos
psíquicos (esencialm ente postulados como instintos biológicos básicos)
y las dem andas sociales, la sociedad exige una sublim ación del impulso
libidinal (o sexual) en form as socialm ente útiles, perm itiendo así la
form ación de grupos y la posibilidad de procesos enfáticos im prescindi
bles para la cooperación hum ana. Del mismo m odo, los impulsos por
m edio de la identificación con los padres se transform an en un super-yo
vigilante. El conflicto edípico sería el principal conflicto inconsciente
involucrado en este proceso; los síntom as neuróticos, la consecuencia
de la represión de los deseos incestuosos; y el sentim iento de culpa, el
resultado de la agresión de los im pulsos agresivos. Por tan to , el senti
m iento de culpa se convierte en el principal propulsor de la m ovilidad y
en el controlador de la conducta ética, configurándose así las costum bres
sociales respecto a las relaciones interpersonales.
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3
A dler
Bibliografía
Pensó que su trabajo no era teórico sino que estaba basado en hechos
observables e icentificables que son evidentes para todos aquellos que
se tom en el tiem po de descubrirlos en el m undo actual, y en lo que co
nocem os del m undo de ayer.
Tratarem os la teo ría junguiana en cuatro apartados: opuesto, au to
rrealización, estados inconscientes y teleología (Bischof,l 964).
O puestos. Después de m uchos años de estudio, concentración y re
flexión, Jung se convenció de que to d o el m undo y quizá el universo,
anim ado e inanim ado, existe en función de fuerzas contrarias (opuestas).
Hay y siempre habrá opuestos, y son ellGs los q u e hacen que aparezca el
conflicto; perc sir antagonism os la vida no es nada. La lucha es el as
pe oto básico de la vida. El conflicto produce progreso. Sin conflicto
nada sucede, porque sólo a través de él puede una cosa u otra surgir más
allá del punto en el que se inició la colisión. Por tan to , el progreso, el
m ovim iento, el cambio de posiciones sólo son posibles bajo condiciones
de estrés. El desear elim inar el estrés del conflicto con un opuesto, hace
que el objeto original sea m otivado para actuar. La oposición, el con
flicto, el estrés resultante y el quitar este estrés es el sine qua non del
m undo en el que vivimos. En una form a más bien m etafísica, Jung dijo
que lo que existe tiene un evento opuesto aún si ese opuesto es la falta
de existencia de la condición original: vida-no vida, hom bre-no hom bre,
amor-no am or, etc. En la m ayoría de los casos lo que existe tiene una
contraparte cuya existencia es igualmente real, tan tc como la prim era
entidad.
Jung sugirió un final feliz a la historia de los opuestos y una resolu
ción en forma de equilibrio. El equilibrio verdadero es de corta dura
ción, pero es señal de progreso. No todo es un “valle de lágrimas” para
Jung. La oposición no sólo mueve al objeto alejándolo del pun to m uer
to , que se resuelve en una prolongación de la existencia, sino que tam bién
se puede abrir en forma de progreso dentro de sí mismo por m edio de
tres acciones: compensación, unión y oposición.
Cuando la personalidad siente que está en conflicto porque no puede
lograr una m eta deseada, puede seguir otra m eta igualm ente atractiva y
al hacer esto desaparecerá el conflicto. Esta form a de com pensación
mueve hacia adelante a la personalidad, hacia una nueva posición, aun
que el punto logrado no esté en la dirección de la m eta original. El fac
tor im portante para Jung es que la personalidad ha hecho algo para
trasladarse de su posición original. La acción simbólica no es tan im por
tante como la acción física en un m ovim iento com pensatorio. El sim
ple soñar en conquistar un objetivo, no es en realidad una acción
com pensatoria (aunque el soñar fuera terriblem ente im portante para
Jung como fenóm eno conductual). La com pensación que surge del
conflicto es, para este autor, un factor favorable para la personalidad del
hom bre; lo ayuda a ir hacia adelante.
En el segundo tipo de acción, las fuerzas opuestas se unen a fin de
buscar una solución satisfactoria para ambas. Es cierto que a veces la
solución del conflicto puede no ser m oralm ente correcta. La unión de
fuerzas opuestas, de acuerdo con Jung, puede ser una form a de resolver
la oposición.
El tercer tipo de acción, es aquella en la que la oposición conduce aí
m ovim iento y por ende, a un progreso. Para Jung, la oposición era bue
na; sólo por m edio de la acción es capaz el hom bre de dar pasos hacia
adelante.
Exam inarem os ahora, con más cuidado, las polaridades específicas
que Jung detectó dentro de la personalidad del hom bre.
real no necesariam ente logra algo, como recordarem os del terna anterior
acerca del valor del conflicto.
Regresión y progresión
Tratarem os este tem a con más detalle en una parte posterior del ca
p ítu lo , pero por el m om ento creemos que es im portante introducir el
concepto en forma breve debido a la naturaleza polar de los dos estados
de inconsciencia que postula Jung: el personal y el colectivo.
El inconsciente personal, opera como el alm acén de to d o lo que le
ha sucedido al individuo. Todo el m aterial consciente previo que en la
actuaÜdad no se encuentra disponible en la m ente consciente porque ha
sido olvidado, reprim ido, o no fue lo suficientem ente fuerte en un prin
cipio, en un sentido sublim inal, reside en el inconsciente personal.
El inconsciente colectivo es una de las contribuciones más discutibles
de Jung al campo de la teo ría de la personalidad. Así, lo que Jung sugi
rió es que el hom bre nace con una predisposición de su pasado racial para
actuar en ciertas maneras. A m ediaa que el hom bre ha evolucionado a
lo largo de los siglos, ha acum ulado conocim iento y sentim ientos. Éstos,
ju n to con las predisposiciones acum uladas de la generación presente, no
desaparecen sino son dados por medio de la herencia a cada nueva gene
ración. Todo este alm acén de conocim ientos, sentim ientos y supersticio
nes, pueden no ponerse en acción si no se presenta la oportunidad misma
en form a de estím ulo. Ciertos tem ores que parecen universales y que
son conocidos para todos los hom bres —sentim ientos hacia la m adre, as
piraciones hacia una figura sobrenatural, adoración de dioses y deidades—,
son ejem plos del inconsciente colectivo. Es com o si el hom bre, en las
distintas épocas com partiera un conjunto cada vez más complejo de
m em orias pasadas en forma colectiva de una generación a la siguiente.
Este fenóm eno, dijo Jung, continúa estando activo en todos los siglos
de la existencia del hom bre. Jung dio varios nom bres al inconsciente
colectivo; algunas veces le llam ó imágenes prim ordiales, imagos, patrones
de conducta; pero con m ayor frecuencia se refirió al inconsciente colec
tivo como a un arquetipo.
El enfrentam iento de los estados inconscientes individual y colectivo
de la personalidad del hom bre opera algunas veces en form a indepen
diente y otras en coordinación m utua, pero siem pre es un fenóm eno di
ferente den tro de la personalidad. A veces, cuando el inconsciente
personal es incapaz de reducir las presiones en el hom bre, el inconscien
te colectivo, a través de la riqueza de su pasado acum ulado, puede
resolver los problem as actuales del hom bre. En form a inversa, a m edida
que el hom bre adquiere ricas experiencias en la vida actual, éstas son
transferidas a generaciones futuras en la form a de predisposiciones para
actuar en form as prescritas que se descubrieron útiles o lo suficiente
m ente fuertes como para no ser ignoradas.
Consciente e inconsciente
Tam bién existe una polaridad entre los aspectos consciente e incons
ciente de la conducta hum ana. El últim o, a pesar de ser de dos tipos
(personal y colectivo), es diferente del darse cuenta de o estado de con
ciencia del m undo. El consciente tiene como su núcleo central al yo.
El y o es aquella parte de la personalidad del hom bre que posee senti
m ientos, percepciones y procesos de pensam iento que ayudan a la
personalidad a atender la actividad de la vida diaria. Sin embargo, nunca
opera solo, porque hay m uchc interjuego entre éste y las dos áreas del
inconsciente. Al yo le corresponde la tarea de dirigir los procesos de la
vida. La dirección siempre es una proposición vacilante entre el yo en
el consciente y el jaloneo e influencia del inconsciente. M ucho de lo
que sucede en este proceso está gobernado p o r los principios de la en tro
p ía y equivalencia. Así, aquellos conflictos que la m ente consciente no
puede resolver son resueltos con frecuencia por la sutil instigación del
inconsciente sobre el consciente. El efecto total, una vez más crea una
polaridad en la existencia que no siempre connota una lucha directa
entre las dos fuerzas, sino que ayuda a la vida de la personalidad. El pro
greso opera eventualm ente a través del interjuego de los dos estados de ser.
Extraversión e introversión
Anima y animus
Sublimación y represión
Proceso de individualización
Autorrealización
Jung fue optim ista al respecto del hom bre y su futuro. A unque leía
y estudiaba extensam ente acerca del pasado escrito y no escrito del hom
bre, su interés principal era el futuro. Él vio al futuro com o bueno. Es
bueno porque es m ejor que el pasado, y todas las indicaciones son de que
continuará m ejorando tal y como lo ha hecho en el pretérito. Pensó
que el hom bre m oderno es una versión superior al hom bre prim itivo.
No hay razón para sospechar que con todas las vicisitudes pasadas de la
vida, com o por ejem plo, ham bres, pestes, epidemias, m étodos de guerra
que el hom bre fue capaz de im poner, el progreso vaya a detenerse. La
misma lucha que el hom bre tiene que desplegar para sobrevivir lo forta
lece y le asegura que la raza continuará. La polaridad de la existencia
hum ana garantiza la lucha, de la cual surge el progreso.
El m ejoram iento gradual del hom bre no aflora de un esfuerzo de las
masas, sino del propio individuo. La individualización dentro del sujeto
(lograr que todas las partes del s e lf logren la igualdad) y los individuos
como entidades únicas y separadas, son los pun to s claves del progreso
del hom bre como totalidad, ya que éste actúa en concierto con otros
hom bres, principalm ente por razones de bienestar y ayuda m utua; pero
cualquier m ejoram iento del grupo es sólo la acum ulación de sus diversas
partes, constituidas éstas por los individuos.
Para Jung, lo principal reside en la personalidad única. ¿Cómo al
canza la personalidad del hom bre su nivel más alto de autorrealización?
¿Cuáles son los com ponentes básicos del sistema de la personalidad que
tiene que em plear, y cómo hace para usarlos?
El yo
Self
Estos dos estados son com ponentes prim ordiales de la existencia del
hom bre. Cuando la psique es capaz de usarlos y vivir de am bos para be
neficiarse, se dice que se encuentra en un estado de equilibrio. Muchas
de las características observables del hom bre se hallan en el estado cons
ciente y son las que podem os ver y sentir tan to en nosotros como en los
dem ás. Jung gastó relativam ente poco tiem po en analizarlas com o una
unidad única. La m ayoría de sus escritos se refieren a la reciprocidad
del consciente con el inconsciente. El inconsciente está dividido en dos
partes: el personal y el colectivo. El inconsciente personal contiene fe
nóm enos tales como la persona y los complejos. El inconsciente colec
tivo contiene los conceptos de arquetipos, la sombra y la sin cronicidad.
La línea entre la conducta consciente y la inconsciente en la psique, es
am orfa y hay un flujo libre entre estos dos estados del ser en la vida dia
ria. Una exposición más detallada de dichos estados será dada más
adelante. En esta parte, es necesario hacer n o tar cuáles son los com po
nentes principales de la psique.
Funciones
Persona
Jung adaptó el térm ino griego persona, que significa máscara, para
describir la “ cara” que el hom bre le presenta a la sociedad. Este rostro
puede ser bastante diferente de sus sentim ientos e intenciones reales.
El hom bre deriva su persona parcialm ente de los roles que la sociedad
escoge para él y, en parte, de su propia aceptación, creación y cambio
del concepto de la sociedad, de lo que es su rol. El individuo que vive
principalm ente bajo una máscara pública, se llama hom bre personal.
Puede desviarse tan to de sus propios sentim ientos como para enajenarse
de ellos. Tal acción destruye la habilidad del individuo para alcanzar
una autorrealización verdadera. Jung creyó que ésta es una de las princi
pales causas de que el sujeto se trastorne em ocionalm ente en el m undo
m oderno, dado que el hom bre personal vive con m etas y propósitos
falsos. Su s e lf real y su s e lf público se separan en tal form a, que es im
posible crear un s e lf genuino, fiel a sus propios ideales. E ntre más se
aleje el hom bre de su verdadera autorrealización, más enferm o será desde
un pun to de vista m ental. Cuando la persona se ve dism inuida por el
hom bre, y más se acerca éste a la autorrealización genuina, surge lo que
Jung denom inó el hom bre individual. La vida es una lucha entre los ex
trem os del hom bre personal e individual como caracteres dentro de una
misma personalidad.
I ntroversión -extraversión
Estados inconscientes
Inconsciente personal
Complejos
Inconsciente colectivo
Arquetipos
Teleología
Bibliografía
El térm ino personalidad era una palabra, más que una entidad de es
tudio para este autor. Su teo ría subraya las relaciones entre las persona
lidades y no la personalidad individual, ya que el hom bre no existe como
un ser aislado, sino en relación con otros.
El hom bre es un sistema orgánico que opera, su cuerpo puede condi
cionar su personalidad, pero sólo hasta el grado en el que su cuerpo sea
necesario para su vida. En ocasiones puede hacer a un lado sus necesi
dades biológicas para satisfacer las necesidades de su sistema social, que
pueden ser, y con frecuencia lo son, m uy poderosas.
Es im portante para Sullivan y sus teo ría, la form a en que el ser hu
m ano se desarrolla durante los prim eros años de su vida, en la infancia, la
niñez y la adolescencia. Esto quiere decir que los patrones interperso
nales de los prim eros años son extraordinariam ente im portantes para la
personalidad, sin que se piense que pueden borrar el efecto de los deter
m inantes sociales de la misma.
Consideram os que para estudiar a este autor, lo podem os hacer
agrupando sus conceptos en: relaciones interpersonales, sistema de ten
sión, ansiedad, dinam ism os, personificación y experiencias cognoscitivas.
Relaciones interpersonales
Sistema de tensión
Para Sullivan, el hom bre lucha en form a constante para dism inuir las
tensiones de su vida. El denom inó euforia a la falta to ta l de tensión,
encontrándose en el polo opuesto un estado de tensión semejante al
observado en la psicosis. El hom bre tratará de reducir cualquier tensión
que ponga en peligro su seguridad.
La tensión puede surgir de dos fuentes: las necesidades orgánicas y
la inseguridad social, ambas productoras de ansiedad. Las necesidades
orgánicas pueden ser generales o específicas; ejem plos de las prim eras
serían la urgencia de agua o alim ento; de las segundas serían el que el
agua sea dulce o que el alim ento sea una to rta.
Las necesidades por lo general se satisfacen dentro de lo socialm ente
aceptable. Además de esto, éstas se organizan jerárquicam ente en más o
menos im portantes en cuanto a la tensión que reducen.
El hom bre está rodeado por sentim ientos de ansiedad desde el m o
m ento en que nace; desde la ansiedad de la m adre en su preocupación de
cuidarlo en form a apropiada, hasta la preocupación de la sociedad en
general, en cuanto a salvaguardar el bienestar y seguridad de sus m iem
bros. La amenaza a la seguridad del individuo puede ser real o imaginaria,
pero en cualquier caso estas situaciones de ansiedad se pueden dism inuir
con patrones de conducta semejantes. El rechazo social, real o imagina
rio, es tam bién una fuente im portante de ansiedad.
De acuerdo a Sullivan, el hom bre tiene una personalidad que lucha
para equilibrar sus tensiones. Cuando esto se logra, la persona está feliz
y libre de ansiedad; sin embargo esto se logra sólo en el caso de que no
existan fuerzas externas de presión. E s to ,p o rs u p u e s to ,n o s e puede esta
blecer nunca con cierto grado de perm anencia, ya que el hom bre se
encuentra en constante contacto con otras estructuras productoras o
poseedoras de tensión. Suponiendo que pudiera lograr un estado equi
librado dentro de sí mismo, éste no asegura que no se verá afectado por
otras personas y sus sistemas de tensión. Cuando por alguna razón, el
hom bre sufre tensiones fuertes y crónicas, puede desorganizarse la es
tructura de su personalidad en form a tal que llegue a un estado psicótico.
La ansiedad
Etapas de desarrollo
Experiencias cognoscitivas
Bibliografía
Karen H oraey fue quien prim ero publicó con am plitud las ideas que
había capitalizado después de su llegada a Estados Unidos. En La perso
nalidad neurótica de nuestro tiem p o , libro publicado en 1937, presentó
por prim era vez una amplia interpretación cultural de la neurosis. En su
segundo libro, N uevos rum bos en el psicoanálisis, se opuso en form a
abierta a la orientación biologicista de F reud. Horney propuso un siste
ma nuevo, una especie de revaloración de m uchas de las observaciones de
Freud, a la luz de los descubrim ientos hechos por las ciencias sociales y
de su propia experiencia con los pacientes.
O tro aspecto interesante de su pensam iento destaca la im portancia
que tiene para el psicoanálisis ía situación presente del paciente. Pero
no sólo acentúa la situación psicoanalítica inm ediata, sino que otorga
m ucha atención a la exploración de la situación general de su vida. Sin
adm itirla de m odo preciso como una fuerza principalm ente neurótica,
Horney creyó en definitiva que la voluntad de poder es un mecanismo
neurótico y sólo uno de los varios que son posibles, a diferencia de lo
que pensó Adler, que consideraba éste el problem a fundam ental del ser
hum ano. H orney, en su prim era obra concedió una im portancia igual
a la necesidad neurótica del am or. Creemos que Horney fue quien
prim ero propuso esta últim a idea. El hecho de que el propio anhelo
pueda tener aspectos neuróticos, parecía haber escapado a la observa
ción de los psicoanalistas anteriores.
Horney ten ía fe en la naturaleza cam biable de la hum anidad, pen
sando que en su evolución se acercaría cada vez a m ejores m etas y fines.
Ella pensó que contando con las cualidades positivas del hom bre, podría
resolver su neuroticidad. La conducta central de su teoría era la neuró
tica, y creyó que la resolución de ésta produciría una sociedad m ejor
y más sana.
Cultura y sociedad. El hom bre es algo más que el p ro d u cto de sus
interacciones con otros hom bres dentro de un orden social. La cultura
y las norm as, costum bres y roles particulares de los grupos hum anos
influyen y dejan su m arca sobre el hom bre.
H orney pensó que la cultura en la que vivimos genera una gran can
tidad de ansiedad en los seres, por lo que la neurosis es un resultado
natural del individuo que vive en una sociedad industrializada como la
que conocem os. Uno de los factores causales de la neurosis, más rele
vantes para ella, fue el establecim iento de una civilización que se basa
en la com petencia individual y de grupos. Ella creyó que no podía
existir una psicología norm al para la hum anidad; ya que los principios
psicológicos que se pueden definir, se deberán hacer dentro de los m ar
cos de referencia culturales en los que opera el hom bre siendo entonces
que, a m edida que cambian las culturas, cambia tam bién el concepto de
norm alidad.
La estructura del carácter no está basada en el efecto duradero de la
com pulsión repetitiva por m edio de la cual el hom bre se ve obligado sub
conscientem ente a repetir infantilism os previos a lo largo de su vida con
el objeto de obtener los placeres que esa conducta alguna vez le pudo
haber producido; esto por supuesto no quiere decir que H om ey ignorara
las experiencias de la prim era infancia. Ella sugirió que no se debían ni
se podían negar las condiciones existentes de la sociedad y de la cultura,
que consideraba prevalecientes y fuertes en el análisis.
La estructura del carácter es el total de las experiencias que el adulto
acum ula durante su vida, en la que se combinan la totalidad de los hábi
tos infantiles, viéndose que éstas pueden circunscribir las capacidades del
sujeto. La estructura del carácter no sólo lim ita las habilidades del hom
bre, puede aun aum entar sus potencialidades, dependiendo esto de los
efectos de ese caudal acum ulado. Por lo que la personalidad, para H orney,
no queda establecida en la infancia, sino que estas experiencias infantiles
son sólo parte de la estructuración continuada de la personalidad.
El hom bre es un producto de su m edio, el cual al cam biar transfor
ma tam bién al individuo; m ientras viva el sujeto, su carácter seguirá
siendo m oldeado y rem o Ideado. El aspecto crucial en el m oldeam iento
del carácter son las otras personas que viven en el mismo m edio. Sin
embargo, el hom bre tiene la capacidad de autodirigirse internam ente. El
conocim iento de sí mismo es sum am ente im portante en la form ulación
de la estructura del carácter. Esto es algo que ninguna sociedad puede
construir, sino que sólo puede ser construido por uno mismo. La mora
lidad de la evolución, denom inación que H om ey dio a la obligación y
privilegio morales de buscar el conocim iento de uno m ism o, es lo que
refleja en últim a instancia, esa direccionalidad interna del ser hum ano.
Esto significa tam bién, que el hom bre tiene la fuerza necesaria para
evolucionar hasta alcanzar la m áxim a potencialidad dentro de sí mismo.
Concepto del self. Horney consideró que cada individuo, al partir
de su s e lf real o actual, desea lograr una realización com pleta de todas
sus necesidades para alcanzar el m áxim o de su desarrollo, y que esto es
una sentim iento universal. Para poder alcanzar esta autorrealización, el
hom bre debe tener un s e lf idealizado al cual pueda seguir como m ode
lo. El problem a de esto reside en que en m uchas ocasiones dejará de lado
la m eta genuina de la autorrealización, para enfrascarse en actividades y
conductas que correspondan más a su s e lf ideal que al otro. Cuando
sucede esto, el individuo está luchando por alcanzar una m eta inaccesible,
y al ver frustrada esta lucha, por no poder lograrla, surgirán conductas
neuróticas en el sujeto, perdiendo la posibilidad de regresar a la espon
taneidad del self real, y alejándose cada vez más de éste para dedicarse a
seguir la imagen de lo que le gustaría ser. Entre más se aleje el hom bre
de este s e lf real tratando de acercarse a m etas ilusorias, más conflicto
interno se producirá y, por ende, se presentará la conducta neurótica,
como últim o intento de resolución a los conflictos creados.
Uno de los m ecanismos que el neurótico em plea en su intento de
lograr acercarse lo más posible a su imagen ideal, es la externalización.
El sujeto que externaliza, no sólo traslada su responsabilidad hacia
otros, sino siente que todas esas cosas realm ente se llevan al cabo fuera
de sí mismo. Todos los fracasos que le acontecen en su funcionam ien
to alineado dentro del patrón ideal que tiene del self, son producidos por
fuerzas externas a él, precisam ente por otros.
Así, H orney pensó que en cuanto el individuo pierde su espontanei
dad o se abstiene de ser un hom bre espontáneo, su s e //re a l se enferm a y
se trastorna em ocionalm ente.
Necesidades neuróticas. Todas las personalidades se enfrentan a diez
necesidades, que H orney clasificó com o neuróticas, en cierto grado,
durante el transcurso de sus vidas, para resolver el problem a de la ansie
dad básica. Esas necesidades son las siguientes:
A unque algunos sujetos son capaces de com plem entar una o más de
estas necesidades neuróticas, tienen más éxito en unas que en otras. El
individuo m uy neurótico casi nunca puede integrar ninguna de ellas a su
estructura del carácter y en consecuencia se acerca más a una imagen
idealizada o irreal.
Más tarde, Horney clasificó estas necesidades en tres tipos de con
ducta o actitudes que los sujetos pueden adoptar para tratar de satisfa
cerlas. Estos tres tipos de conducta son: de sumisión, de agresividad y
de desprendim iento.
A c titu d de sum isión. Si partim os del principio de que el individuo
busca no lastim ar aquello que am a, el sujeto hace esfuerzos extraordina
rios para ganarse el afecto de todos los que lo rodean. Podem os decir
que a lo largo de su vida se han presentado las siguientes situaciones: ha
tratado de ser superior, y al ver que todos los m étodos que utiliza le han
producido resultados poco satisfactorios, a la larga acepta su incapacidad
para resolver su conflicto y aquellos que haya desarrollado con otros,
p or lo que utilizará esto como instrum ento para ganarse la aprobación
de los demás. Una vez que ha aceptado su incapacidad para enfrentarse
a las figuras más fuertes que él, esta persona realiza esfuerzos terribles
para sentirse segura uniéndose a la persona o grupo percibida como la
más fuerte y esperando ser aceptada. El sentim iento de pertenencia
al grupo o el apoyo de éste, la hace sentirse más fuerte y capaz para
enfrentarse a la vida. El sujeto hará lo imposible para ganarse los favores
de todos y de cualquiera, para que en caso de necesitarlo, el grupo lo
ayude, ya que su psique no puede soportar la falta de am or y afecto.
Cuando por alguna causa no logra ganar el afecto de quien o quienes le
son significativos, puede volverse hipocondriaco o padecer trastornos
psicosom áticos. En esta form a in ten ta ganarse la conm iseración de los
demás, ya que nadie es capaz de lastim ar al débil o inválido.
A c titu d de agresión. El tipo neurótico que la sufre enfatiza sobre
manera la utilización de la agresividad en sus relaciones con la gente.
El sujeto acepta y da por hecho que vive en un m undo hostil, al cual está
determ inado a enfrentarse, consciente o inconscientem ente, ofreciendo
pelea y resistencia ante la agresividad que lo rodea. El sentim iento pre
dom inante es el deseo de ser fuerte y derrotar a la oposición. Com o
todos quieren lograr algo de uno, este tipo de personalidad está en cons
tante defensa contra to d o y todos. No todas sus acciones agresivas son
abiertas, algunas suelen estar encubiertas por aparente bondad y hum ani
tarism o hacia los demás, pero en el fondo, lo que se busca es el provecho
propio. Percibe a los del prim er tipo como pobres sentim entales.
A c titu d de desprendim iento. El desprendim iento o alejam iento en
este tipo de individuo, puede ser físico o m ental, o am bos. Las perso
nas que presentan estas tendencias no quieren ni pertenecer a, ni pelear
con. El deseo prim ordial es el de m antenerse alejado, y principalm ente
alejado de otras personas, ya que éstas son las productoras de conflicto.
Si puede hacer destacar claram ente el hecho de no depender de nadie, y
lograr que nadie busque apoyo en él, siente que m antiene los conflictos
alejados de sí mismo. Vive por y para sí m ism o; adem ás, tiene la sensa
ción de que nadie lo entiende, así pues, ¿por qué preocuparse por/o
relacionarse con los demás? Vive en un m undo subjetivo donde sus
m ejores com pañeros son los libros, las fantasías y el arte. Este tipo de
personalidad neurótica tiene que ser lo suficientem ente fuerte com o para
soportar las exigencias propias; tiene que ser auto suficiente, ya que no
puede acudir a otros en m om entos de crisis. Restringe su vida a aquellas
cosas que pueden hacerle bien.
H orney dijo que todos nosotros tenem os estos tres m étodos para
reaccionar frente a los demás; las personas profundam ente neuróticas
emplean en form a prim ordial uno de los tres; las norm ales, emplean
todos, dependiendo de las circunstancias.
Desde el pun to de vista cronológico, la personalidad atraviesa por
estos tres tipos de técnicas de a ju ste, correspondiendo en form a gruesa a
lo siguiente: la actitud de sumisión se adopta durante la infancia; la agre
siva durante la adolescencia, y la de desprendim iento durante la adultez.
La m ayoría de la gente utiliza las tres técnicas al enfrentarse a las
vicisitudes de la vida diaria, y ningún ser hum ano, desde el pu n to de vista
de H orney, está com pletam ente libre de conducta irregular, ya sea
neurótica o en los lím ites de la neurosis. A unque usam os los tres m éto
dos para resolver nuestros conflictos, cuando estos salen de lo ordinario,
nos inclinamos a utilizar uno más que los otros dos, en situaciones
demasiado angustiosas.
El conflicto surge en form a inm ediata cuando profundizam os m ucho
en el uso exclusivo de una de estas técnicas de ajuste. El conflicto
dentro del sujeto tam bién puede surgir cuando cada una de las tres téc
nicas es igualmente fuerte y, en un m om ento dado, ninguna puede
emerger para ayudar a resolver la situación conflictiva.
Horney estableció que el hom bre puede em plear un nivel de esfuer
zo m enor o inferior para integrar a su vida las fuerzas opuestas a que se
enfrenta en su trato con las demás personas. Pensó que estas técnicas
de ajuste son esfuerzos falsos para reducir el conflicto, pero sin embargo
son más corrientes que las tres actitudes neuróticas que acabam os de ver.
La m ayoría de nosotros hacem os uso de estas técnicas de ajuste auxilia
res al tratar de lograr lo que Horney denom inó una arm onía artificial en
la vida. Estas técnicas fueron llamadas por H orney, la estructura pro
tectora que la personalidad erige para dism inuir los conflictos básicos del
hom bre en su relación con los demás, y son las siguientes:
Bibliografía
INDIVIDUALIZACIÓN EN EL CONTEXTO
SOCIAL
EL CARÁCTER SOCIAL
Bibliografía
Al describir el crecim iento y las crisis del ser hum ano como una serie
de actitudes básicas alternativas, tales como confianza y desconfianza,
recurrim os al térm ino sentim iento de, aunque al igual que un sentim iento
de salud, o un sentim iento de no estar bien u otros similares, se infiltra
en la superficie y la profundidad, en la conciencia y en el inconsciente.
Constituyen al mismo tiem po, m aneras de experim entar, accesibles a la
introspección; m aneras de com portarse, observables por otros; estados
interiores inconscientes que resultan posibles de determ inar por m edio
de tests y del análisis. Es im portante tener presente estas dim ensiones a
m edida que avancemos.
La m aduración m uscular prepara el escenario para la experim entación
con dos series sim ultáneas de m odalidades sociales; aferrar y soltar. Co
mo ocurre con todas estas m odalidades, sus conflictos básicos pueden
llevar en últim a instancia a expectativas y actitudes hostiles o bondado
sas. A sí, aferrar puede llegar a significar retener o restringir en form a
destructiva y cruel, y puede convertirse en un p atrón de cuidado: tener
y conservar. Asimismo, soltar puede convertirse en una liberación hostil
de fuerzas destructivas, o bien en un afable dejar pasar y dejar vivir.
Por tan to , el control exterior en esta etapa debe ser firm em ente
tranquilizador. El niño debe llegar a sentir que la fe básica en la existen
cia, que es el tesoro perdurable salvado de las rabietas de la etapa oral, no
correrá peligro ante su súbito cambio de a c titu d , ese deseo repentino y
violento de elegir por su propia cuenta, de apoderarse de cosas con acti
tud belicosa y de elim inar em pecinadam ente. La firm eza debe protegerlo
contra la anarquía potencial de su sentido de discrim inación aún no
adiestrado,suincapacidadpararetenery soltar con discreción. Al tiem po
que su am biente lo alienta “ a pararse sobre sus propios pies” , debe p ro
tegerlo tam bién contra las experiencias arbitrarias y carentes del sentido
de la vergüenza y la tem prana duda.
Este últim o peligro es el que m ejor conocem os, pues si se niega al
niño la experiencia gradual y bien guiada de la autonom ía de la libre
elección (o si se la debilita m ediante una pérdida inicial de la confianza)
volverá contra sí toda su urgencia de discrim inar y m anipular. Se sobre-
m anipulará a sí m ism o, desarrollará una conciencia precoz. En lugar de
tom ar posesión de las cosas, a fin de ponerlas a prueba m ediante una
repetición intencional, llegará a obsesionarse con su propia repetividad.
M ediante tal obsesión, desde luego, aprende entonces a reposeer el m edio
gracias a un control em pecinado y detallado, p o r lo cual le resulta im po
sible encontrar una regulación m utua en gran escala. Esa falsa victoria
es el m odelo infantil para una neurosis compulsiva; tam bién constituye
la fuente infantil de intentos posteriores en la vida adulta por gobernar
según la letra y no según el espíritu.
La vergüenza es una em oción insuficientem ente estudiada, porque
en nuestra civilización se ve m uy tem prana y fácilm ente absorbida por
la culpa. La vergüenza supone que uno está com pletam ente expuesto y
consciente de ser m irado: en una palabra, consciente de uno mismo.
Uno es visible y no está preparado para ello; a esto se debe que soñemos
con la vergüenza como una situación en la que nos observan fijam ente
m ientras estam os desnudos, con ropa de dorm ir o “con los pantalones
bajos” . La vergüenza se expresa desde m uy tem prano en una pulsión a
ocultar el rostro, a hundirse, en ese preciso instante, en el suelo. Pero se
trata, en esencia, de rabia vuelta contra el sí m ism o. Quien se siente
avergonzado quisiera obligar al m undo a no m irarlo, a no observar su
desnudez. Quisiera destruir los ojos del m undo. En cam bio, lo único
que puede desear es su propia invisibilidad. Esta potencialidad se utiliza
abundantem ente en el m étodo educativo que consiste en “avergonzar”
y que algunos pueblos prim itivos utilizan en form a tan exclusiva. La
vergüenza visual precede a la culpa auditiva, que es un sentim iento de
m aldad que uno experim enta en total soledad, cuando nadie observa y
cuando todo está en silencio, excepto la voz del superyó. Esa vergüenza
explota un creciente sentim iento de pequeñez, que puede desarrollarse
sólo cuando el niño es capaz de ponerse de pie y percibir las m edidas
relativas de tam año y poder.
La provocación excesiva de vergüenza no lleva al niño a una correc
ción genuina, sino a una secreta decisión de tra tar de hacer las cosas
im punem ente, sin que nadie lo vea, cuando no trae como resultado una
desafiante vergüenza. Hay una notable balada norteam ericana en la que
un asesino a quien se colgará ante los ojos de la com unidad, en lugar de
sentirse justam ente castigado, comienza a burlarse de los presentes, con
cluyendo cada frase de desafío con estas palabras: “Dios maldiga
vuestros ojos” . Más de un niño pequeño, al que se ha hecho avergonzar
más allá de lo que puede soportar, experim enta (aunque sin contar para
ello con el valor o las palabras) deseos perm anentes de expresar su desa
fío en térm inos similares. Lo que se quiere dar a entender al exponer
este siniestro ejemplo es que hay un lím ite en la capacidad del niño y del
adulto para soportar la exigencia de que se considere a sí m ism o, su
cuerpo y sus deseos, com o malos y sucios, y en su creencia en la infali
bilidad de quienes em iten ese juicio. Puede m ostrarse propenso a dar
vuelta a las cosas, a considerar como m alo sólo el hecho de que esas per-,
sonas existen: su oportunidad llegará cuando se hayan ido, o cuando él
se haya alejado.
La duda es herm ana de la vergüenza. C uando la vergüenza depende
de la conciencia de estar erguido y expuesto, la duda se relaciona con la
conciencia de poseer un reverso y u n anverso y , sobre to d o , un detrás,
pues esa área del cuerpo, con su foco agresivo y libidinal en los esfínteres
y en las nalgas, queda fuera del alcance de los ojos del niño, y en cambio
puede estar dom inada por la voluntad de los demás. El atrás es el conti
nente oscuro del pequeño ser, un área del cuerpo que puede ser mágica
m ente dom inada y efectivam ente invadida por quienes se m uestran
dispuestos a atacar el propio poder de autonom ía y quienes califican en
térm inos duros esos productos de los intestinos que el niño sintió com o
buenos al expulsarlos. Este sentim iento básico de duda con respecto a
todo lo que uno ha dejado atrás, constituye un sustrato para form as
posteriores y más verbales de duda compulsiva; encuentra su expresión
adulta en tem ores paranoicos concernientes a perseguidores ocultos y a
persecuciones secretas que amenazan desde atrás (y desde adentro de
ese atrás).
Esta etapa, p o r ta n to , se vuelve decisiva para la proporción de am or
y odio, cooperación y terquedad, libertad de autoexpresión y su supre
sión. Un sentim iento de au to co n tro l sin la pérdida de la auto estimación
da origen a un sentim iento perdurable de buena voluntad y orgullo; un
sentim iento de pérdida del autocontrol y de u n sobrecontrol foráneo da
origen a una propensión perdurable a la duda y la vergüenza.
Si algún lector considera que las potencialidades “negativas” de nues
tras etapas están en to d o esto algo exageradas, debem os recordarle que
no se tra ta sólo del resultado de una preocupación por los datos clínicos.
Los adultos, incluyendo a los aparentem ente m aduros y no neuróticos,
se m uestran m uy susceptibles con respecto a una posible y vergonzosa
pérdida de prestigio y un tem or a ser atacados “por detrás” , lo cual no
sólo es sum am ente irracional y contradictorio con respecto al conoci
m iento que poseen, sino que puede ser de trem enda im portancia si ciertos
sentim ientos relacionados influyen, por ejem plo, sobre las actitudes
interraciales o internacionales.
Hemos relacionado la confianza básica con la institución de la reli
gión. La necesidad perdurable del individuo de que su voluntad esté
reafirm ada y delineada dentro de un orden adulto de cosas, que al mismo
tiem po reafirm a y delinea la voluntad de los otros, tiene una salvaguardia
institucional en el principio de la ley y el orden. En la vida diaria tanto
como en los tribunales superiores de justicia —nacionales e internaciona
les— este principio asigna a cada uno sus privilegios y lim itaciones, sus
obligaciones y sus derechos. Un sentido de dignidad apropiada y de in
dependencia legítim a por parte de los adultos que lo rodean, proporciona
al niño de buena voluntad la expectativa confiada de que la clase de
autonom ía prom ovida en la infancia no lo llevará a una duda o vergüenza
indebida en la vida posterior. Así, el sentim iento de autonom ía fom en
tado en el niño y m odificado a m edida que su existencia avanza, sirve
para la preservación en la vida económ ica y p o lítica de un sentido de la
justicia, y a su vez es fom entado por este últim o.
Iniciativa y culpa
Industria e inferioridad
Intimidad y aislamiento
Un diagrama ep¡genético
Autonomía
MUSCULAR vs.
ANAL Vergüenza
Duda
Iniciativa
LOCOMOTOR
vs.
GENITAL
Culpa
Figura 10,1
Muscular V e rg ü e n z a
D ud a
anal II
In ic ía t Iva
vs.
Locomotor C u lp a
genital III
In d u s tria
vs.
In ferio rid a d
Latencia IV
Id en tid ad
vs.
Pubertad y D ifusión
d el R o P
adolescencia V
Intim idad
vs.
Adultez A islam ie n to
joven VI
G e n e ra tlv id a d
vs.
E s ta n c a m ie n to
Adultez Vil
In te g rid ad
vs.
D isg u sto
D e se sp e ra ció n
Madurez VIII
Figura 10.2
Desde entonces, Erikson ha intentado form ular para el H um anist
Frame de Julián Huxley (Alien y Unwin, 1961; Harper y B rothers, 1962),
un bosquejo de fortalezas esenciales que la evolución ha introducido
tanto en el plan general de las etapas de la vida com o en las instituciones
del hom bre. Si bien no se pueden exam inar a q u í los problem as m eto
dológicos involucrados (y agravados por el uso de la expresión virtudes
básicas), debería incluir la lista de dichas fortalezas porque constituyen
en realidad el resultado perdurable de las proporciones favorables m encio
nadas a cada paso en el capítulo sobre etapas psicosociales. Helas aquí:
Las palabras en cursiva se denom inan virtudes básicas porque sin ellas
y sin su reem ergencía de una generación a otra, todos los otros sistemas,
más cam biantes,de valores hum anos, pierden su espíritu y su penitencia.
De esta lista, hasta ahora, Erikson ha podido dar una descripción más
detallada sólo de la fidelidad (véase Youth, Change and Challenge, E. H.
Erikson, director, Basic Books, 1963). Pero de nuevo, la lista representa
una concepción to ta l dentro de la cual hay amplia oportunidad para un
exam en de la term inología y la m etodología.
Bibliografía
ERIKSON, E. H., Infancia y sociedad, Ed. Hormé, Buenos Aires (segunda edición),
1966.
ERIKSON, E. H. (dir.), Youth, Change and Challenge, Basic Books, 1963.
11
TEORÍA DE RELACIONES DE
OBJETO
EN PSICOANÁLISIS
M ELANIE KLEIN
Fantasía
La posición esquizoparanoide
Envidia
Sabemos que en los prim eros meses de la infancia yacen los puntos
de fijación de la psicosis. Sabemos, adem ás, que en la enferm edad psí
quica se produce una regresión, no a una fase del desarrollo que fue en
sí norm al, sino a una fase en la que ya estaban presentes perturbaciones
patológicas, que crearon bloqueos del desarrollo y constituyeron puntos
de fijación. Por consiguiente, tenem os derecho a suponer (y nuestra ex
periencia clínica ha confirm ado am pliam ente esta suposición) que, en la
medida en que el psicótico hace una regresión a los prim eros meses de
la infancia, regresa a una fase del desarrollo que ya entonces poseía rasgos
patológicos. Gracias al estudio de las historias de pacientes esquizofré
nicos y esquizoides, y por la observación de bebés desde su nacim iento,
estam os más capacitados para diagnosticar rasgos esquizoides en la
tem prana infancia y prever futuras dificultades. El psicoanálisis exhaus
tivo de pacientes esquizofrénicos de toda edad, incluyendo niños psicó-
ticos, nos aclara la dinám ica de las perturbaciones psicológicas de la
tem prana infancia.
Com o se señaló en el apartado anterior, en el desarrollo norm al la
posición esquizoparanoide se caracteriza por la escisión entre los objetos
buenos y malos y el yo que ama y que odia, escisión en que las experien
cias buenas predom inan sobre las malas. Ésta es una condición necesaria
para que en estadios posteriores del desarrollo se produzca la integración.
Hemos subrayado tam bién que en este estadio el bebé llega a organizar
sus percepciones por m edio de procesos proyectivos e introyectivos.
Todos estos procesos se perturban cuando, p o r razones internas o
externas y p o r lo general debido a una com binación de ambas, las expe
riencias malas predom inan sobre las buenas. Sobrepasaría los alcances
de este capítulo consignar los m últiples cambios patológicos que pueden
ocurrir en esta situación. Nos lim itam os a describir algunos fenóm enos
patológicos típicos.
En condiciones desfavorables de la posición esquizoparanoide, la
identificación proyectiva se utiliza en form a diferente que en el desarrollo
norm al. El do cto r W. R. Bion fue el prim ero en describir las caracterís
ticas de la identificación proyectiva patológica.
En el desarrollo norm al, el bebé proyecta objetos internos y parte
del yo en el pecho y en la m adre. Estas partes casi no se alteran durante
el proceso de proyección, y cuando tiene lugar la reintroyección subsi
guiente pueden reintegrarse al yo. Adem ás, estas partes proyectadas
siguen ciertas líneas de dem arcación psicológica y fisiológica. Por ejem
plo, se puede proyectar lo m alo, o lo b u e n o , o ciertos órganos de percep
ción como la vista o el oído, o las pulsiones sexuales.
Pero cuando la ansiedad y las pulsiones hostiles y envidiosas son
m uy intensas, la identificación proyectiva sucede de otro m odo. La
parte proyectada es hecha pedazos y desintegrada en fragm entos dimi
nutos, y son éstos los que se proyectan en el objeto, desintegrándolo a
su vez en partes minúsculas. El propósito de esta violenta identificación
proyectiva es doble: como en el desarrollo patológico la realidad se
experim enta prim ordialm ente como persecución, se odia violentam ente
toda experiencia de la realidad, externa o interna. La fragm entación del
yo es un intento de desem barazarse de toda percepción, y es el aparato
perceptual al que prim ordialm ente se ataca, destruye y oblitera. Al
mismo tiem po, se odia al objeto responsable de la percepción, y la p ro
yección se propone destruir ese pedazo de la realidad —el objeto o d iado—
a la vez que librarse del aparato perceptual que lo percibió. Cuando la
envidia es m uy intensa, la percepción de un objeto ideal es tan dolorosa
como la experiencia de un objeto m alo, ya que el objeto ideal provoca una
envidia intolerable. Por esta razón, este tip o de identificación pro y ecti
va se puede dirigir tanto al objeto ideal como al persecutorio.
Como consecuencia de este proceso de fragm entación no hay una
limpia disociación entre un objeto y objetos ideales y m alos, sino que se
percibe al objeto escindido en dim inutos pedazos, cada uno de los cuales
contiene una parte dim inuta violentam ente hostil del yo. Bion describió
estos pedazos bajo la denom inación de objetos extraños. Este proceso
desintegrador daña gravemente al yo m ism o, y sus in ten to s de librarse
del dolor que le produce la percepción sólo consiguen increm entar las
percepciones dolorosas, debidas ahora tan to al carácter persecutorio de
los objetos extraños como a la lam entable m utilación del aparato per
ceptual. De este m odo se establece un círculo vicioso, donde el dolor
que produce la realidad conduce a una identificación proyectiva p a to
lógica, y ésta a su vez hace que la realidad se vuelva cada vez más
persecutoria y dolorosa. El niño enferm o siente que la parte de la rea
lidad afectada por el proceso está llena de objetos extraños cargados de
enorme hostilidad, que amenazan a un yo despojado y m utilado.
La posición depresiva
Reparación
Glosario
Bibliografía
FAIRBAIRN
Bibliografía
BALINT
... es una falla, algo anda mal en la mente, un tipo de deficiencia que debe
ser corregido. No es algo que deba ser contenido para encontrarle una me
jor salida, sino algo que falta... posiblemente en toda la vida del paciente. Una
necesidad instintiva debe ser satisfecha, un conflicto puede ser solucionado, una
falla básica probablemente sólo pueda ser curada si se proporcionan los ingre
dientes que fueron deficientes, su influencia se extiende en forma amplia, proba
blemente sobre toda la estructura psicobiológica del individuo (1968, págs.
2 1 - 22 ).
... debe ser localizado atrás, en una considerable discrepancia en las tempranas
fases formativas del individuo, entre sus necesidades psicobiológicas y los cui
dados, psicológicos y materiales, atención y afecto, disponibles durante periodos
relevantes. Esto crea una deficiencia ( . . . ) la causa de esta temprana discrepan
cia puede ser congénita ( . . . ) las necesidades psicobiológicas del infante pudieron
ser demasiado estrictas ( ,..) o pudieron ser influencias del medio como un cui
dado insuficiente, deficiente, ansioso, rígido, inconsistente, fuera de tiempc,
sobreestimulado o simplemente incomprendido o indiferente (1968, pág. 22).
Balint postula que todos tenem os una falla básica, pero que su serie
dad depende de la calidad del cuidado tem prano provisto p o r el medio.
La falla básica es la precursora de las relaciones objetales posteriores
y determ ina las form as de relación objetal disponibles para cualquier in
dividuo. E ntre más severa sea la falla básica, más complejas, rígidas y
opresivas serán las relaciones objetales del infante con sus objetos de amor
y odio.
Balint describe dos tipos de carácter: ocnofília y filobatism o, los
cuales se desarrollan a partir de la falla básica y consisten en dos formas
prim itivas de estructuración del m undo y de estilo de relacionarse con
los objetos. Ambas representan intentos irreales de reconquistar la ar
m onía del am or prim ario y la mezcla arm oniosa. Estas form as de desa
rrollo prim itivo son alternativas, no opuestas, ambas existen en cada
individuo y se presentan desde el nacim iento, cuando el descubrim iento
de la existencia de los objetos independientes destruye la arm onía entre
el infante y su m edio extem o. D urante el proceso de individuación sur
gen dos tendencias en la m anera en que un individuo estructura su m undo
objetal. El estilo ocnofílico se caracteriza por una tendencia a sentir
q u e la seguridad consiste en m antener una unión m uy estrecha con los
objetos, por lo cual contem pla a la separación como la peor amenaza.
Este tipo ocnofílico se puede relacionar con un niño que tuvo una “ buena
simbiosis*’, en la que la m adre se m uestra m uy ansiosa durante la fase de
separación, lo que provoca en el niño la internalización de un m odelo
idealizado de acercam iento sim biótico con los objetos.
En contraste, el estilo filobático se caracteriza por una tendencia a
separarse de los objetos, a vivr la cercanía como un peligro de ser atra
p a d o ^ que desarrolla form as de m anipular a los objetos sin involucrarse
profundam ente con ellos, tal vez se relacione con una separación m uy
tem prana de la simbiosis en donde no se encontró la gratificación
necesitada.
El ocnofílico vive la ilusión de que si se m antiene en contacto con
un objeto seguro, está a salvo. La solución del filobata es de que no
necesita objetos, ninguno en particular.
Todo individuo es una com binación de ocnofílico y filobata, y ambas
actitudes repercuten en la relación externa con la gente y en la experien
cia interna, en sus pensam ientos e ideales; ambas tendencias resultan en
condiciones patológicas; la salud, dice Balint, se encuentra en una pro
porción adecuada de ambas. Concibe la m adurez y la salud com o la m eta
final del desarrollo. En térm inos de relaciones objetales, una persona
m adura es aquella que puede aceptar que sus objetos sean amistosos e
independientes, aunque nunca renuncia ai deseo de volver a tener la
arm onía de sus tem pranas experiencias; esta persona no les niega la liber
tad a sus objetos, ni adhiriéndose a ellos, ni devaluándolos,
Como puede apreciarse, los pronunciam ientos de Balint acerca de
las vicisitudes del desarrollo de las relaciones de objeto, están m ucho más
en la línea de una conceptualización cercana a la experiencia clínica.
Si bien sus ideas son, en general, no m uy conocidas, reflejan una obser
vación cuidadosa y una form ulación plausible que puede conceptualizarse
en otros térm inos más com unes, sin perder su riqueza interpretativa.
Bibliografía
BALINT, M., The Basic Faull. Therapeutic Aspects o f Regression, Tavistock Publi-
cations, Londres, 1968.
BALINT, M., “Trauma and Object Relationship” , en Int. J. Psycho. Anal. núm. 50,
1969, pág. 429.
DONALD W. WINNICOTT
Una vez me atreví a hacer una declaración: “no hay tal cosa como un be
bé” -significando que si se pretende describir a un bebé, se encontrará con que
se describe a un bebé y a un alguien; un bebé no puede existir solo, sino que es
parte esencial de una relación.
а) Desintegrarse.
б)>Caer para siempre.
c) No tener relación con el cuerpo.
d) Estar desorientado.
e) Aislam iento com pleto por no haber form a de com unicación.
Bibliografía
EDITH JACOBSON
Bibliografía
JACOBSON, E., “The Self and the Object World” , en The Psychoanalitic Study o f
the Child, núm. 9, 1954, págs. 75-127.
JACOBSON, E., The Self and the Object World, International University Press, Nueva
York, 1964.
R EN ESPIT Z
Spitz inicia su estudio con el análisis del instrum ento con el cual el
yo va a entrar en contacto con el m undo externo o sea, la percepción.
Establece la existencia de una “ barrera de estím ulos” prim itiva, de origen
neutral, que protege al bebé de los excesos de estim ulación. Nos dice
que es la región de la boca y aledaños la que se encuentra en m ayor nivel
de funcionam iento debido a su im portancia para la sobrevivencia, aunque
no acepta la existencia de percepciones propiam ente dichas, sino tan
sólo sensaciones que únicam ente provocan conductas reflejas, no in ten
cionales. AI prim er tipo de percepción que presenta el neonato le llama
“ percepción cenestética” , la cual se encuentra en niveles de sensibilidad
profunda, con experiencias en térm inos de totalidades y fundam ental
m ente de tipo visceral.
M uchos de los intercam bios entre m adre e infante suceden en la situa
ción alimenticia. Cuando un infante succiona el pecho, siente el pezón
en su boca m ientras ve ía cara de su m adre. A quí la percepción de
contacto se mezcla con la percepción distante. Nos dice Spitz:
Bibliografía
La fase sim biótica se inicia a partir del segundo m es, con una vaga
conciencia del objeto satisfactor, lo cual perm ite diferenciar las experien
cias placenteras de las displacenteras, al establecer las respectivas huellas
m ném icas dentro de la m atriz indiferenciada. En esta fase, el infante
funciona en una unidad dual, om nipotente, sin ninguna diferenciación
entre el s e lf y el objeto. El aum ento de la capacidad perceptual (de
cenestésica a diacrítica) entre los dos y tres meses, facilita la entrada a
la fase sim biótica, propiam ente dicha; en particular las experiencias de
contacto corporal familiarizan al bebé con su partener sim biótico. La
simbiosis llega a su punto culm inante, coincidente con el prim er organi
zador de la psique. Madre e hijo son uno solo al predom inar la om nipo
tencia. Una detención o una regresión a esta fase da origen a la conducta
psicótica.
La tercera fase se refiere al proceso de separación-individuación, que
se divide en tres subfases. En la prim era se inician la diferenciación y el
desarrollo de la imagen corporal. La sonrisa del bebé empieza a ser una
respuesta específica y aum enta su atención hacia el m undo externo. E n
tre el séptim o y el octavo mes se presenta un patrón im portante que
implica el principio de diferenciación som atopsíquica: consiste en el
fenóm eno cognitivo y em otivo de com parar lo fam iliar de m amá con lo
extraño de ella, es decir, una pauta de verificación visual de la madre
coincidente con el segundo organizador de la psique, el reconocim iento
del objeto libidinal.
El proceso de esta fase supone dos carriles, que se entretejen y com
plem entan: uno es la separación y el otro la individuación.
El carril de la individuación se refiere a la evolución de la autonom ía
intrapsíquica: percepción, m em oria, cognición y prueba de realidad. El
o tro carril de la separación, se refiere a la diferenciación, distanciam iento,
establecim iento de lím ites y desvinculación con la m adre. Todos estos
procesos de estructuración culm inarán eventualm ente en representacio
nes de! s e lf internalizadas que se distinguirán de las representaciones in
ternalizadas de los objetos. Se espera que am bos carriles progresen
paralelam ente sin grandes diferencias de uno con el o tro , pues cuando
así ocurre, todo el proceso se afecta.
D urante la segunda subfase, llamada de práctica o ejercitación lo
com otriz tienen lugar tres pasos que contribuyen a la conciencia de la
separación-individuación. El prim ero es la diferenciación corporal
acelerada entre el niño y su m adre; el segundo es el establecim iento de
un vínculo específico con ella, y el tercero el desarrollo y funcionam iento
de los aparatos de autonom ía prim aria del y o , los cuales, al contar con
la cercanía de la m adre hacen posible que se inicie la exploración m otora
del m undo, Al pasar de la locom oción cuadrúpeda a la b ípeda, el niño
avanza rápidam ente hacia la individuación, hacia su rom ance con el
m undo, ya que con el crecim iento de las funciones autónom as del yo su
narcisismo alcanza su cúspide, tan to porque su om nipotencia se ve confir
mada por la magia del lenguaje, como por su m ayor tolerancia a separarse
de la m adre y el creciente conocim iento que adquiere de su cuerpo,
particularm ente de sus genitales.
La tercera subfase corresponde al reacercam iento; durante este pe
riodo el niño es ya un ser separado de su m adre y quisiera com partir todo
con ella. En la subfase anterior po d ía olvidarse más de ella porque estaba
ocupado, descubriendo el m undo, sin em bargo, ahora surge la angustia
de separación y esto da lugar a u n periodo crítico que sólo puede resol
verse con la ayuda óptim a de la m adre. El niño resiente la pérdida de
su om nipotencia al darse cuenta de que es un ser separado e inválido; es
el m om ento más crítico de la fase; el niño reacciona acercándose o
huyendo y las m adres m uchas veces no com prenden a sus hijos, quienes
a veces presentan cambios de hum or, rabietas o se m uestran insaciables y
dem andantes. Hay un aum ento de la angustia que da lugar a m anifesta
ciones patológicas. Este periodo coincide con las características que
describe Freud acerca de la fase anal, en la cual la ambivalencia frente a
la m adre se acentúa, en respuesta al control de esfínteres.
Hasta los veintiún meses, aproxim adam ente, el niño puede lograr una
distancia óptim a entre su m adre y él con el ejercicio de su autonom ía y
la interacción social. El lenguaje se desarrolla y tam bién el conocim iento
de personas cercanas a quienes ya puede nom brar; se progresa en la ca
pacidad de expresar deseos y fantasías m ediante el juego y la utilización
de éste para dom inar algunas situaciones.
La resolución de la crisis de reacercam iento puede ocurrir o no, es
diferente en cada niño y se determ ina por:
Bibliografía
OTTO KERNBERG
Esta fase cubre aproxim adam ente el prim er mes de vida y precede al
establecim iento de las constelaciones de se//-objeto “positivas” indife-
renciadas. Su prevalencia im pediría la incapacidad para establecer la
simbiosis y provocaría una psicosis autista.
Este estadio empieza al final del tercer año y dura a lo largo del
periodo edípico. Se caracteriza por la presencia de un sistema del s e lf
definitivo, y de representaciones de objeto estables. En esta fase se
consolidan el yo, el superyó y el ello como estructuras psíquicas totales.
La psicopatología de esta fase está representada por las neurosis y las
organizaciones de patología de carácter de alto nivel, particularm ente
los caracteres histéricos, obsesivo-com pulsivo, y depresivo-m asoquistas,
donde los conflictos ocurren entre el yo y un superyó bien integrado
pero excesivamente punitivo. Los m ecanism os de defensa giran alrede
dor de la represión, que sustituye a la escisión, lo que consolida al ello
como una estructura psíquica que contiene la suma de relaciones de
objeto inaceptables, debido a las experiencias peligrosas, productoras
de ansiedad y culpa que están involucradas en su origen. En este periodo
se inicia la integración del superyó como una estructura intrapsíquica
independiente.
• histéricos
• obsesivo compulsivos
• depresivo m asoquistas
Bibliografía
KOHUT
K ohut señala:
El equilibrio del narcisismo primario se ve roto por las inevitables fallas del
cuidado materno, pero el niño recobra la perfección previa:
a) al establecer una imagen grandiosa y exhibicionista del self: el self gran
dioso; o
b) al ceder la perfección previa a un selfobfect (transicional) admirado y omni
potente: la imago parental idealizada (ibid, pág. 25).
Bibliografía
KOHUT, O., The Analysis o f the Self, International University Press, Nueva York,
1971.
KOHUT, 0., “Psychoanalysis in a Troubled World”, en The Annal Psychoanalysis-,
vol. 1, Quadrangle, The New York Times Book Co., Nueva York, 1973.
KOHUT, 0., The Restoration o f the Self, International University Press, Nueva
York, 1977.
KOHUT, O., TheSearch forthe Self, vols. 1 y 2, P. Ornstein (ed.) International Uni
versity Press, Nueva York, 1978.
KOHUT, O., “The Two Analysisof Mr. J. ofPsycho.,n\xm 60, 1979, págs.
13-27.
KOHUT, O., How does analysis cure!, Goldberg y Stepansky (eds.), The University
of Chicago Press, Chicago, 1984.
13
R ogers
Cari R. Rogers nació en 1902, en Oak Park, Illinois. Conocido in
ternacionalm ente por sus publicaciones e influencia personal, m urió en
La JoIIa, California, el 4 de febrero de 1987. Fue una figura central de la
psicología hum anista durante m ás de cuatro décadas y dio origen al en
foque centrado de la persona, teo ría que cuestionó a la psicología como
ciencia y como profesión. Revolucionó la práctica psicoterapéutica, la
educación y el cam po de las relaciones interpersonales (Lafarga., 1986).
Cari Rogers fue el prim er psicoterapeuta de fam a m undial proveniente
del campo de la m edicina y de la neurología, sino de las universidades y
de la investigación psicológica. Proyectó sus descubrim ientos más allá del
consultorio. Fue profesor en los centos de educación e investigación
en psicología más im portantes de su país: Chicago, Harvard, Rochester,
Colum bus, Brandéis, así como en universidades de Europa, América
Latina, Australia y Sudáfrica. Fue presidente de la Asociación Americana
de Psicología Aplicada, de la Sociedad Am ericana de Psicología y fue el
prim er psicólogo que recibió de esta últim a los prem ios a la investigación
científica y a la actividad profesional. Presidió tam bién la Academia
Am ericana de Psicoterapeutas (Lafarga, 1986) y fue fundador del C entro
de Estudios de la Persona.
E ntre sus publicaciones principales destacan: Counseling y psico
terapia■, El proceso de convertirse en persona, La psicoterapia centrada
en el cliente, E l m atrim onio y sus alternativas, E l poder de la persona,
Grupos de encuentro, Libertad y creatividad en la educación así com o
una gran variedad de artículos que aparecen en los tres volúm enes de
Desarrollo del Potencial H um ano , com pilados por Juan Lafarga y José
Góm ez del Cam po (Trillas, M éxico, 1978, 1978, 1986).
En 1959, la Asociación N orteam ericana de Psicología le solicitó
preparar una síntesis sistem ática de su teo ría, como colaboración al
estudio que dicha asociación realizaba acerca del estado y desarrollo de
la psicología en Estados Unidos de N orteam érica. Este artículo fue
publicado en el volumen III de Psychology: A S tu d y o f a Science.
Rogers señala que antes de proceder a una exposición detallada de
una teo ría es útil describir algunas de las interrelaciones entre los diver
sos aspectos de las form ulaciones teóricas.
El prim ero de esos aspectos, el que se vincula de m odo más estrecho
con los hechos observados y está más apoyado por los elem entos de
prueba, es la teo ría de la psicoterapia y del cambio de personalidad,
creada con el propósito de ordenar los fenóm enos de la terapia de acuerdo
con las experiencias.
La elaboración de unas y otras propició una teo ría de la personalidad.
Tal teoría ten ía por objeto poner en disposición un m edio que perm i
tiera com prender, aunque sólo fuera de forma provisional, eí organismo
hum ano y la dinám ica de su desarrollo, es decir, com prender m ejor el
fenóm eno representado por la persona que solicita servicios terapéuticos.
D urante los últim os años se procuró esbozar la imagen del objeto
final de la terapia: la persona creativa al m áxim o, es decir, la persona
hum ana en funcionam iento pleno.
En o tro sentido, la com prensión de la relación terapéutica ha llevado
a plantear ciertas form ulaciones respecto de las relaciones interpersona-
les, ya que la relación terapéutica es, en realidad, un caso especial de
aquéllas. Es éste un enfoque nuevo y provisional que se considera
sum am ente prom isorio.
Finalm ente, se ha llegado a la conclusión de que si estas ideas acerca de
la terapia ten ían alguna validez, podrían aplicarse tam bién a todos los
campos de la experiencia y de la conducta hum ana que im plicaran: a)
las relaciones interpersonales y b) el objetivo o potencialidad de des
arrollo o de cambio de la personalidad y de la conducta. En consecuencia,
existe un conjunto de teorías parcialm ente elaboradas en relación con
campos tales como la vida familiar, la educación, el liderazgo de grupo y
las situaciones de tensión y conflicto grupal.
Rogers (1985) define de m anera operacional, los siguientes cons-
tructos, agrupados en once conjuntos, cada uno de los cuales está
organizado en to rno a un concepto central:
Tendencia actualizante
1. Tendencia actualizante
2. Tendencia a la actualización del yo
Experiencia
3. Experiencia
4. E xperim entar
5. Sentim iento, experim entación (experiencia) del sentim iento
6. R epresentación, sim bolización, conciencia
7. Disponibilidad para la conciencia
8. Simbolización correcta
9. Percibir, percepción
10. Subcibir, subcepción
Yo
Incongruencias
Congruencia
27. C ontacto
28. Consideración positiva
29. Necesidad de consideración positiva
30. Consideración positiva incondicional
31. Com plejo de consideración
32. Consideración positiva de sí mismo
33. Necesidad de consideración positiva de sí mismo
34. Consideración positiva incondicional de sí mismo
Valoración condicional
B. El proceso de la terapia
1. El paciente es cada vez más capaz de expresar sus sentim ientos por
medios verbales y /o m otores.
2. Los sentim ientos que expresa se refieren cada vez m ás al yo por
oposición al no-yo.
3. Es capaz cada vez más de establecer una distinción entre los ob
jetos de sus sentim ientos y percepciones. Esa capacidad se aplica tanto
a su concepto del yo y a sus experiencias, com o al m undo exterior, a
otras personas y a sus interrelaciones. Se vuelve m enos rígido y más dis
crim inativo en sus percepciones o, para decirlo en otros térm inos, la
simbolización de sus experiencias es m ás exacta.
4. Los sentim ientos que expresa se relacionan cada vez m ás con el
estado de incongruencia existente en tre algunas de sus experiencias y
su concepto del yo.
5. Puede experim entar conscientem ente la am enaza de tal incon
gruencia. La experiencia de am enaza se hace posible gracias a la cons
tante consideración positiva incondicional del terapeuta, sea que el
cliente dé pruebas de incongruencia o de congruencia, de angustia o de
ausencia de angustia.
6. Experim enta con plena conciencia sentim ientos que, antes habían
sido negados a la conciencia o distorsionados conscientem ente.
7. La imagen del yo se reorganiza para integrar las experiencias que
habían sido distorsionadas conscientem ente o negadas a la conciencia.
8. A m edida que prosigue la reorganización de la estructura del yo,
la congruencia entre su concepto del yo y la experiencia aum enta cada
vez más: el yo es capaz ahora de adm itir experiencias que anteriorm ente
eran demasiado am enazantes para la conciencia. En consecuencia, a
m edida que el núm ero de experiencias am enazantes dism inuye, el núm ero
de experiencias distorsionadas conscientem ente o que no son adm itidas
en la consciencia, tam bién dism inuye. E n otras palabras, dism inuye la
capacidad de defensa.
9. El cliente se vuelve cada vez más capaz de experim entar la consi
deración positiva incondicional que el terapeuta le m anifiesta.
10. Siente cada vez más una consideración positiva incondicional
hacia sí mism o.
11. Se concibe progresivam ente com o el centro de valoración.
12. La valoración de su experiencia se vuelve cada vez m enos con
dicional y se efectúa cada vez más en función de un proceso de valoración
organísmica.
La teo ría de la terapia, tal com o ha sido expuesta, im plica ciertas con
clusiones relativas a la naturaleza del hom bre. Para entreverlas, basta
con exam inar desde un punto de vista ligeram ente diferente, las hipótesis
que hemos enunciado. No obstante, es conveniente exponerlas explíci
tam ente ya que constituyen un eslabón im portante capaz de explicar el
carácter propio de nuestra teoría. Esas conclusiones, además, nos han
impulsado a desarrollar una teo ría de la personalidad. Si el individuo es
realm ente lo que ha revelado ser en la terapia, ¿cuál sería entonces la
teoría válida?
Presentam os a continuación las conclusiones acerca de las caracte
rísticas del organismo hum ano:
B. El desarrollo del yo
J. El proceso de reintegración
TEORÍAS DE APLICACIÓN (V )
a) No sólo sus sentim ientos, sino tam bién la expresión de éstos debe
ser auténtica, ya se trate de sentim ientos positivos o negativos.
Educación y aprendizaje
Bibliografía
Para poder entender la teo ría de A llport, hay que conocer las dife
rencias que establece entre rasgos individuales y comunes. El insiste en
que, en realidad, dos individuos nunca tienen los mismos rasgos; aunque
puedan existir semejanzas en la estructura de aquellos de diferentes indi
viduos, hay siempre factores únicos en la form a en la que cualquier rasgo
particular opera en una persona, que la distingue de otras con rasgos
similares. Así, en el sentido más im portante todos los rasgos son indivi
duales, únicos y aplicables sólo a un individuo.
Está garantizado que ningún rasgo puede ser observado en más de
una persona; sin em bargo, A llport acepta que a causa de la com unidad
de influencias que se dan en una cultura com partida, los individuos des
arrollan “un núm ero lim itado de m odos de ajuste aproxim adam ente
com parables” . En síntesis, en el sentido estricto de una definición de los
rasgos, sólo el rasgo individual es una verdadera característica porque
los rasgos se dan siempre en los individuos y no en la com unidad, y
se desarrollan y generalizan hasta llegar a ser disposiciones dinámicas de
m odos únicos que varían de acuerdo con las experiencias de cada sujeto.
El rasgo com ún no es una distinción verdadera, sino sim plem ente un
aspecto m ensurable de los complejos rasgos individuales.
A llport considera que el estudio de los rasgos denom inados “ com u
nes” puede ser útil siempre y cuando el investigador no piense que estos
conceptos son los adecuados para representar lo individual.
Las intenciones
Persona
Autonomía funcional
El adulto
Bibliografía
VIKTOR E. FRANKL
a) M aterialismo y evolucionismo.
b) Existencialismo y personalism o.
c) Fenom enología y ontología del ser hum ano.
Bibliografía
IGOR A. CARUSO
Bibliografía
ROLLO MAY
Bibliografía
MAY, R., Man’s Search for Himself, Dell Publishing Co., Nueva York, 1953.
MAY, R.,Love and Well, W. Morton & Co. Inc., Nueva York, 1969.
MAY, R., Existencial Psychology, Random House, Nueva York (segunda edición),
1969.
MAY, R., Power and Innocence. A Search for the Sources o f Violence, Dell Publis
hing Co., Nueva York, 1972.
MAY, R., La Psicología y el Dilema del Hombre, Gedisa, Buenos Aires, 1985.
16
L ewin
LA ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD
Lewin mismo nos recuerda que las m atem áticas son el lenguaje apro
piado del discurso científico, aunque el tipo de m atem áticas utilizadas
p o r él para representar los conceptos psicológicos n o es el que conoce la
m ayoría de la gente. Las m atem áticas de Lewin no son m étricas y,
además, describen relaciones espaciales en o tro s térm inos, diferentes de
los euclidianos. Es esencialm ente una m atem ática para describir inter
conexiones e intercom unicaciones entre regiones espaciales, sin tom ar
en cuenta el tam año o la form a.
La separación de la persona del resto del universo se representa si
dibujam os una figura cerrada; el lím ite de ésta define los de la entidad
conocida com o persona. T odo aquello que queda adentro del lím ite es
P (la persona); to d o lo que queda fuera representa a n o -i\
Figura 16.1
El medio psicológico
No psicológico
(P + E = espacio vital, L)
Figura 16.2
El espacio vital
Campo exterior
Figura 16.3
que el estudio de los hechos en el cam po exterior puede ser llamado psi
cología ecológica (1951). El prim er paso para hacer una investiga
ción psicológica es establecer la naturaleza de los acontecim ientos que
se realizan en el lím ite del espacio vital, ya que éstos ayudarán a deter
minar qué es lo que posiblem ente puede o no suceder en el espacio vital.
Los hechos en el m edio psicológico tam bién producen cambios en el
m undo físico, pues hay una doble com unicación entre los dos ám bitos.
Por consiguiente, se dice que el lím ite entre el espacio vital y el m undo
exterior está habilitado con una propiedad: la permeabilidad. Un lím ite
se semeja a una m em brana más que a u n a pared o a una barrera rígida.
Deberá notarse que el m undo físico no puede com unicarse directam ente
con la persona, ni ésta con el m undo exterior. Debe existir un hecho en
el m edio psicológico, a fin de que pueda influir en o ser influido por la
persona. Esto resulta evidente gracias al diagrama que señala cuándo el
sujeto se halla com pletam ente rodeado por el am biente psicológico.
La im plicación de una m em brana perm eable entre el espacio vital y
el m undo físico es altam ente significativa, ya que un hecho del m undo
no psicológico puede cam biar en form a radical el curso de los eventos
en el espacio vital; predecir a p artir de las leyes psicológicas únicam ente,
resulta por lo general, algo fútil. No se puede estar seguro de antem ano
de que u n hecho del campo exterior pueda no penetrar el lím ite del es
pacio vital y poner todo de cabeza dentro del am biente psicológico.
Deberem os anotar otra propiedad del espacio vital. A unque la perso
na está rodeada por su m edio psicológico, no form a parte del m ism o ni
está incluida en tal atm ósfera. Esa zona term ina en el perím etro del
círculo, así com o el m undo no psicológico term ina en el litoral de la
elipse. Sin em bargo, el lím ite entre el sujeto y el m edio tam bién es
permeable. Esto significa que los hechos am bientales pueden influir en
el sujeto, P = F (E ), y los hechos personales pueden influir en el m edio,
E = F (P).
La persona diferenciada
El medio diferenciado
Región fluida
Región
rígida
Figura 16.10
Si utilizam os los conceptos de lejanía-cercanía, fuerza-debilidad y
fluidez-rigidez, se pueden representar la m ayoría de las posibles interco
nexiones en el espacio vital.
Cuando el lím ite de una persona está representado por u n a línea
gruesa, se puede pensar en un esquizofrénico deteriorado o en un sujeto
que está dorm ido y sueña. Cuando la línea es delgada tenem os la imagen
de alguien cuyo m edio psicológico está de acuerdo con el m undo físico.
El más ligero cambio en el cam po exterior se refleja en form a inm ediata
como un cambio del m edio psicológico (figs. 16.11 y 16.12).
La figura 16.13 representa a una persona más com plejam ente estru ctu
rada. Las celdillas P\ y P-i están conectadas en form a cercana, m ientras
que p 2 y Ps están separadas por u n a barrera im perm eable. La región c
tiene poca o ninguna accesibilidad a cualquiera de las otras zonas. Se
diría que tal área se encuentra disociada del resto de la persona. La
celdilla cuadriculada es difícil de influir debido a la cualidad turgente de
su superficie, m ientras que el área punteada es fácil de influir. La región
p 4 está rem otam ente conectada a p t , p 2 y p 3 - (La figura 16.14 repre
senta un m edio psicológico totalm ente estructurado.)
El núm ero de regiones está determ inado por la masa de hechos psi
cológicos separados, que existen en cualquier m om ento dado. Una
región nueva se diferencia del espacio vital siempre que suija un nuevo
fenómeno; una región desaparece, cuando se esfuma u n hecho o cuando
se fusiona a otro. Un hecho psicológico está coordinado con una región
psicológica. El núm ero de regiones en la persona tam bién está determ i
nado por la cantidad de hechos personales que existen.
Los fenóm enos de la región personal interna se llam an necesidades,
mientras que los hechos del m edio psicológico se llam an valencias. Cada
necesidad ocupa una región separada en la región personal interna y ca
da valencia ocupa una región separada en el m edio psicológico.
La persona en el medio
Locomoción y comunicación
La form a en que las regiones que com ponen el espacio vital están
conectadas representa el grado de influencia o accesibilidad entre ellas.
Pero, ¿cóm o es que ocurre esta influencia o accesibilidad?
Dos regiones están unidas de cerca, accesibles u n a a o tra, y m u tu a
m ente influidas si se registran locom ociones entre ellas fácilm ente.
Locom oción en el m edio psicológico no significa que la persona
tenga que hacer un m ovim iento físico en el espacio; de hecho, la
m ayoría de las locom ociones que son de interés para el psicólogo requie
ren muy poco desplazam iento. Hay locom ociones sociales, vocacionales,
intelectuales y de m uchos otros tipos.
Vemos que una de las propiedades im portantes del m edio psicológico
es que constituye una región en la que la locom oción resulta posible.
“Uno puede tra ta r cualquier cosa com o un am biente en el que, hacia el
que, o lejos del que la persona, como unidad, puede ejecutar locom ocio
nes” (Lewin, 1936a). Al ejecutar un desplazam iento, la persona atraviesa
un camino a lo largo del am biente. La dirección y las regiones a través
de las cuales cruza están determ inadas en parte por la fuerza de los lím i
tes y la fluidez de los ám bitos, y en parte por factores dinám icos que
analizaremos m ás adelante.
La influencia de las regiones am bientales unas sobre otras está expre
sada por la facilidad con que una persona se puede m over de una región
a otra. Al respecto de si la locom oción es tam bién la form a o m odo por
m edio del cual las regiones de la persona revelan su influencia recíproca,
Lewin opina negativam ente: “ La persona en sí misma no p u e d e ... ser
considerada com o u n m edio dentro del cual u n objeto lleva al cabo
locom ociones de una región a o tra ” (1936a, pág. 168). Se dice que las
regiones de la persona se com unican unas con otras. La perceptual se
com unica con las celdillas periféricas de la región personal interna, y
éstas a su vez se com unican con las celdillas localizadas en posición más
central. Las celdillas personales internas se pueden com unicar una con
o tra y con la esfera m otora. Qué regiones se com unicarán una con otra
y el cam ino a través del cual se trasm ite la com unicación a lo largo de
un núm ero de regiones, está determ inado en parte por aspectos estruc
turales tales com o la am plitud de los lím ites y la naturaleza del m edio,
y en parte por factores dinámicos.
Se dice que la locom oción y com unicación son eventos, ya que resul
tan de una interacción de hechos. Debem os recordar que un hecho está
representado p o r una región. De acuerdo a esto, un evento representa la
interacción entre dos o más regiones. Lewin afirm a que para derivar un
evento, por ejemplo una locom oción o u n a com unicación, a p artir del
espacio vital deberán seguirse tres principios. El prim ero es el llamado
principio de relación, que establece que un evento es siempre el resul
tado de una interacción entre dos o más hechos. Un hecho p o r sí solo
no puede causar u n evento; es necesario tener p o r lo m enos dos hechos
antes de que pueda realizarse una locom oción. El segundo principio, la
concreticidad, dice que sólo aquellos hechos concretos pueden tener
efectos. Un hecho concreto es el que realm ente existe en el espacio vital.
Hechos potenciales o posibles son los que pueden existir alguna vez en
lo futuro, pero que no acontecen ahora, y estos no pueden ser la causa
de eventos actuales. El tercer principio, la contem poraneidad, establece
que sólo los hechos actuales pueden producir conducta actual. Aquellos
fenóm enos que existieron alguna vez pero que se difum inaron, no pue
den influir sobre el presente. Los hechos de la infancia o niñez no tienen
influjo sobre la conducta del adulto, a m enos que hayan logrado perm a
necer latentes en alguna form a de existencia, a lo largo de los años
(Lewin, 1936a, págs. 18-36).
Reestructuración del espacio vital
Niveles de realidad
Se requiere una tercera dim ensión para poder dar una representa
ción com pleta del espacio vital. E sta tercera dim ensión está relacionada
con los conceptos de grado de realidad e irrealidad. La realidad consiste
en una locom oción real, m ientras que la irrealidad consiste en u n a loco
moción imaginaria. Hay varios grados o niveles entre la realidad y la
imaginación pura. La planeación o el pensam iento es u n nivel interm edio
entre el nivel más realista de ejecución y el m ás irrealista de fantasía pura.
Las locom ociones se llevan al cabo con m ayor facilidad a m edida que
uno se acerca a la irrealidad; los lím ites se vuelven m enos firmes y las
cualidades superficiales de las reuniones se vuelven m ás fluidas. Lewin
cree que el concepto de niveles de realidad se aplica no sólo a la estruc
tura del m edio sino tam bién a la estructura de la persona.
Energías
Tensión
Figura 16.15
Necesidad
Valencia
Fuerza o vector
Figura 16.17
Si existe sólo un vector que actúa sobre la persona, habrá una loco
moción o una tendencia a moverse en la dirección del vector. Si dos o
más vectores em pujan a la persona en diferentes direcciones, la locom o
ción final será la resultante de todas estas fuerzas.
Ahora podem os ver la relación entre valencia y vector. Una región
que posee una valencia positiva es aquella en la que las fuerzas que ac
túan sobre la persona están dirigidas hacia esta región. Una región de
valencia negativa es aquella en la que los vectores apuntan en la dirección
opuesta. En otras palabras, la dirección de un vector está directam ente
determ inada por la localización de una región con u n a valencia ya sea
positiva o negativa. La intensidad de u n vector está relacionada con la
intensidad de la valencia, con la distancia psicológica entre la persona y
la valencia, y con la relativa potencia de otras valencias.
Locomoción
EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD
Cambios conductuales
Conceptos de desarrollo
Regresión
Bibliografía
La estructura de la personalidad
La dinámica de la personalidad
El desarrollo de la personalidad
Las interacciones del individuo con su m edio son de dos tipos: aque
llas que son dirigidas y guiadas por una simple señal, y aquellas que son
m ediadas por procesos internos. Es en la últim a clase de respuestas en
la cual estam os interesados aquí. Dollard y Miller distinguen entre res
puestas instrum entales, que poseen algún efecto inm ediato sobre el medio
social, y aquellas producidas por señales, cuya función principal es m ediar
o guiar a otras respuestas. Miller y Dollard suponen que el lenguaje y
otras respuestas productoras de cues juegan un papel central en los pro
cesos m entales superiores.
Una de las más im portantes respuestas productoras de cues es la de
nom brar los eventos y experiencias. El individuo puede increm entar la
generalización o transferencia entre dos o m ás situaciones al identificarlas
com o si tuvieran el mismo nom bre, o puede discrim inar entre dos situa
ciones similares al darles diferentes nom bres. D entro de cualquier cultura
hay generalizaciones y discriminaciones críticas, que son resaltadas y
facilitadas por la estructura del lenguaje.
Las palabras no sirven únicam ente para facilitar o inhibir la genera
lización, sino tam bién para la im portante función de activar pulsiones
y, por tan to , éstas pueden ser usadas com o recom pensas o reforzam ientos.
La más im portante de todas las funciones es que las palabras sirven com o
m ecanism os de adecuación del tiem po, lo que perm ite al individuo insti
gar o reforzar la conducta presente en térm inos de sus consecuencias, las
cuales se localizan en lo futuro, pero que son susceptibles de representa
ción verbal en el presente.
El razonam iento es esencialm ente un proceso de sustitución de res
puestas internas productoras de señales, p o r conductas abiertas, lo que lo
hace m ás eficiente que el ensayo y error abiertos. El razonam iento no
sirve únicam ente a la función de prueba simbólica de las varias alterna
tivas, sino que hace posible la sustitución de respuestas anticipatorias, las
cuales son más efectivas que cualquiera de las alternativas de respuestas
abiertas originalm ente disponibles. Es posible, m ediante el uso de res
puestas productoras de señales (pensam iento) em pezar p o r la situación
de m eta y trabajar hacia atrás hasta que la respuesta instrum ental correc
ta sea identificada, lo que no es posible, por lo general, en el aprendizaje
m otor. La planeación es una variedad especial de razonam iento que hace
hincapié en la acción futura.
Según Miller y Dollard, se deben reunir ciertas condiciones antes de
que el razonam iento y la planeación produzcan conducta adaptativa fren
te a un dilema dado. Prim ero, se deben inhibir las respuestas instrum en
tales a los im pulsos internos y a las señales externas para poder dar tiem po
de que ocurran las respuestas productoras de cues; el sujeto debe dete
nerse y pensar, antes de precipitarse en una conducta. Después, deberán
ocurrir los pensam ientos adecuados. Estos pueden no aflorar ya sea
debido a que no están en el repertorio de respuestas aprendidas del indi
viduo, o porque las respuestas se inhiben por pensam ientos com petitivos.
Si las respuestas productoras de cues que han sido aprendidas no son pa
ralelas o isom órficas con objetos y eventos del m edio social, la solución
del problem a será irreal. Por últim o, es necesario que los pensam ientos
se lleven a cabo en form a de actos o conductas. En otras palabras, las
respuestas instrum entales producidas indirectam ente p o r la secuencia
productora de señales deben ser más fuertes que las respuestas directas
a pulsiones internas y cues externos. La posibilidad de que queden reu
nidas estas condiciones se aum enta en form a considerable por el cons
tante entrenam iento específico que el infante recibe durante et proceso
de socialización.
“No es sorprendente entonces que ocurran conflictos emocionales
agudos durante la prim era infancia. El infante no ha aprendido a esperar,
no conoce las rutinas inescapables del m undo que lo rodea, para aguardar
y así asegurarse a sí m ism o que los buenos m om entos regresarán y que
aquello que le m olesta ahora, pasará; para razonar y planear y de este
modo escapar al desorden presente por m edio de la organización y
planeación del futuro en una form a controlada. Más bien, el niño está
urgente y desesperadam ente impelido sin un plan, viviendo por m om entos
en dolor eterno y encontrándose de repente bañado en u n a felicidad sin
fín. El niño está necesariam ente desorientado, confundido, engañado y
alucinado; en pocas palabras, tiene justam ente esos síntom as que nosotros
reconocemos com o una psicosis en el adulto. La infancia, sin duda, puede
ser vista com o u n periodo de psicosis transitoria. Las pulsiones salvajes
del niño lo im pelen a la acción. Estas fuerzas no se m odifican p o r la es
pera o el concepto de tiem po. Los m ás altos procesos m entales (el yo)
no pueden desarrollar su benigno trabajo de reconfortar, dirigir el esfuer
zo y ajustarlo al m undo dentro de una secuencia planeada. Lo que se
ha ido puede no regresar. El dolor actual puede no dism inuir jam ás.
Éstas son las tum ultuosas circunstancias en las cuales pueden crearse
severos conflictos m entales inconscientes. Sólo cuando el niño ha sido
enseñado a hablar y pensar a un nivel bastante alto, el im pacto del cru
do y drástico caracter de esas circunstancias puede ser dism inuido” .
(Dollard y Miller, 1950, págs. 130-131.)
La regla de que durante las prim eras etapas de la vida, el rol prim ario
de los padres es m antener los estím ulos-pulsión a un nivel bajo, em bona
con este pun to de vista. El padre debe ser com prensivo, gratificante y
hacer pocas dem andas de aprendizaje hasta que las conductas del lenguaje
del niño se hayan desarrollado.
Dado el hecho de que cada cultura hace m uchas dem andas al indivi
duo que vive en form a efectiva dentro de ella, encontram os que en ésta
hay ciertas de esas peticiones, que están particularm ente llamadas a
producir conflicto y desorden em ocional. Dollard y Miller identifican
cuatro situaciones en las cuales las reglas culturales, com o las interpreta
el padre, están particularm ente dirigidas a producir consecuencias desas
trosas para el desarrollo norm al. Estas son: la de la alim entación en la
infancia, el entrenam iento en la higiene y control, el tem prano entrena
m iento sexual y el entrenam iento para co n tro lar el disgusto y la agresión.
Dollard y Miller sugieren que el análisis de estas situaciones de conflicto
es un residuo de las form ulaciones de F reud en térm inos de su propio
esquem a conceptual. Los aspectos im portantes de esta teo ría, es que
supone que los eventos tem pranos en el desarrollo serán de central im
portancia en sus efectos sobre la conducta.
PROCESOS INCONSCIENTES
CONFLICTO
Ningún hum ano opera en form a tan efectiva que todas sus tendencias
sean congruentes y estén bien integradas. Por tal razón, todas las teo
rías de la personalidad deben tra tar directa o indirectam ente con los
problem as planteados en el organismo cuando hay tendencias o m otivos
conflictivos. La conducta de conflicto está representada p o r Dollard y
Miller en térm inos de cinco suposiciones básicas, las cuales son exten
ciones de los principios que ya hem os discutido.
Primera: la tendencia a alcanzar una m eta se vuelve más fuerte m ien
tras más cerca esté el individuo de ella, y esto se denom ina gradiente
de acercam iento. Segunda: la tendencia a evitar u n estím ulo negativo
se vuelve más fuerte m ientras el individuo esté más cerca del estím ulo,
y a esto se le denom ina gradiente de evitación. Tercera: la suposición
es que el gradiente de evitación es más escarpado que el gradiente de
acercam iento. Esto implica que el porcentaje en que crecen las tenden-
dencias de evitación con el acercam iento a la m eta, es m ás grande que el
porcentaje en el que las tendencias de acercam iento aum entan en las mis
mas condiciones. Cuarta: se supone que un aum ento en los impulsos
asociados con el acercam iento o evitación elevará el nivel general del
gradiente. Así, aún habrá un increm ento en la fuerza del acercam iento
o evitación a m edida que se acerque a la m eta, pero las tendencias pueden
ahora tener una m ayor fuerza en cada etapa del acercam iento. Q uinta :
se supone que cuando hay dos respuestas com petitivas, ocurrirá la más
fuerte. Dadas estas suposiciones ju n to con los conceptos que ya hem os
discutido, Dollard y Miller son capaces de derivar predicciones concer
nientes a la m anera en la cual responde u n individuo encarado a los di
versos tipos de conflicto.
Uno de los tipos más im portantes de conflicto está relacipnado con
la oposición entre las tendencias de acercam iento y evitación surgidas
sim ultáneam ente del mismo objeto y situación. Pondrem os u n ejem plo
para com prender m ejor: un adolescente se siente fuertem ente atraído
hacia una chica y al mismo tiem po se encuentra apenado e incóm odo en
su presencia. De acuerdo a lo dicho anteriorm ente, la respuesta de evi
tación (alejarse de la chica) es m ás aguda que la respuesta de acercam iento;
así es que el sujeto se retira de su m eta (la chica). Esto está representado
gráficamente en la figura 17.1, donde las líneas punteadas tienen una pen
diente m ayor que representa las respuestas de evitación (alejam iento)
que las líneas corridas, las cuales representan las respuestas de acerca
m iento. Por consiguiente, la tendencia de alejam iento puede ser más alta
o más intensa que la respuesta de acercam iento cerca de la m eta (chica);
pero cuando el sujeto se ha retirado a cierta distancia (en el diagrama: a
un pu n to más allá de la intersección de los gradientes), la respuesta de
acercam iento será más fuerte que la de alejam iento (dejando ir a la chica,
él puede llam arla p o r teléfono o escribirle para arreglar otra cita). Es en
este punto donde se intersecan los dos gradientes (es decir: donde el
chico entra al m ism o cuarto donde está la chica) cuando el individuo debe
m ostrar un m áxim o de conflicto, y es aquí cuando las dos respuestas
com petitivas están casi aproxim adam ente balanceadas.
Así pues, cuando la respuesta de acercam iento es m ás fuerte que la
de alejam iento, el individuo se aproxim a sin conflicto, y viceversa cuan
do la respuesta de evitación es más fuerte. Es solam ente cuando las dos
tienen casi la mism a fuerza cuando el individuo tendrá dificultad en rea
lizar una respuesta apropiada. Si cualquiera de los dos m ovim ientos
(acercam iento o alejam iento) se increm enta en intensidad, tendrá el efec
to de elevar el nivel to ta l de ese gradiente, tal com o se m uestra en el
diagrama en los gradientes superiores de acercam iento y evitación. Esto
puede, naturalm ente, conducir a u n p u n to diferente de intersección entre
los dos gradientes. Así, si la tendencia de acercam iento es increm entada
en fuerza, los dos gradientes se intersecarán m ás cerca de la m eta y esto
implica que el individuo estará más cerca de la m eta antes de entrar en
conflicto. E ntre m ás cerca llegue a la m eta, m ás fuerte será la respuesta
de evitación y de este m odo más intenso será su conflicto. Esto es, entre
Figura 17.1. Representación gráfica de las situaciones de conflicto. (Adaptado de
Miller, 1944.)
más se aproxim e a la chica, más atraíd o se sentirá y al mismo tiem po más
incómodo y avergonzado. De otro m odo, si la tendencia a acercarse se
debilita (si la chica le gusta m enos), él no llegará tan cerca de la m eta
antes de que se intersequen los gradientes (él no cum plirá su cita con la
chica) y su conflicto o perturbación será m ás débil, porque la intensidad
de las respuestas de alejam iento y la de las respuestas de acercam iento,
resultarán m enores en este p unto. Si la tendencia a evitar aum enta en
intensidad (si su incom odidad crece), esto dará com o resultado que los
dos gradientes se intersequen en un pu n to más lejano de la m eta (él puede
pensar en ella, pero nunca volverá a arreglar o tra cita), y así, reducirá la
intensidad del conflicto. En general, cuanto m ás cercano esté a la m eta
el punto de intersección de los dos gradientes, m ás fuertes serán las dos
tendencias en com petencia, y por tan to , m ás intenso el conflicto. Se
debe notar que si la fuerza de la respuesta de acercam iento puede ser
aum entada hasta un pu n to en donde sea más fuerte que la respuesta de
evitación a la m eta (en la figura 17.1, tal cosa está representada por los dos
gradientes: fuerte, el de acercam iento y débil, el de alejam iento), el in
dividuo irá directam ente a la m eta y el conflicto estará solucionado. Así,
si el chico se siente tan fuertem ente atraído hacia la chica, que es capaz
de quedarse cerca de ella a pesar de la incom odidad, el conflicto em ocio
nal del sujeto será resuelto eventualm ente.
Un segundo tipo de conflicto se encuentra cuando el individuo se en
cara con dos respuestas com petitivas de evitación: p o r ejem plo, un niño
puede tener m iedo de trepar y al m ism o tiem po desea evitar que sus com
pañeros de juego lo llam en cobarde. Así, entre m ás cerca esté de una
m eta (qué tan alto puede trepar), más fuerte será la respuesta de evita
ción, más cerca estará de retroceder. De cualquier m odo, si él se rinde,
está más cerca de la otra m eta (ser llamado cobarde); aquí, la segunda
respuesta de evitación crece m ientras la prim era decrece. En ésta el
individuo puede m ostrar vacilación, yendo prim ero a una m eta y de ahí
a otra; esto es, subiendo a una cierta altura del árbol y descendiendo. Si
la fuerza de una de las respuestas de retirada aum enta, se puede cam biar
el punto de intersección, para que el lugar en donde el individuo retroceda
desde la m eta, se haga más distante. Esto tam bién aum entará la intensi
dad del conflicto, ya que am bos gradientes serán ahora m ás fuertes en el
punto de intersección. O tra vez, si una délas respuestas es más fuerte que
la otra, el individuo sim plem ente tenderá a apartarse de la situación
que le produce más m iedo, hasta que pase la situación de com petencia y
el conflicto se solucionará: igualm ente puede trepar a la altura necesaria
o aceptar el hecho de ser llam ado cobarde. Dollard y Miller no consideran
que la com petencia entre dos respuestas de acercam iento represente un
dilema real; señalan que una vez que el individuo ha com enzado a m over
se hacia una de las m etas posibles, la fuerza de su respuesta aum entará
(de acuerdo a la prim era suposición) y la fuerza de la respuesta com petí-
tiva decrecerá. Por tanto, el individuo irá directam ente a esta m eta aun
si la persona comienza su acercam iento en un estado de com pleto equili
brio entre las dos metas. Variaciones en la situación de estím ulo o dentro
del organismo, pueden descom poner este balance en form a leve y una
vez que esto sucede, el individuo tenderá a continuar m oviéndose hacia
la m eta más cercana. Cuando los individuos parecen estar en conflicto
entre dos alternativas positivas, siempre operan respuestas de evitación
ocultas o latentes.
El concepto del desplazam iento ocupa una posición central en la
teoría psicoanalítica, donde se usa, por lo com ún, para referirse a la ca
pacidad del organismo de redirigir respuestas o pulsiones a u n nuevo
objeto hay una expresión denegada hacia el objeto original. En térm inos
de la teoría de Dollard y Miller, este fenóm eno puede ser explicado con
bastante propiedad por el concepto de generalización de estím ulos.
Miller, después de varios experim entos, dedujo que am bas teorías,
la psicoanalítica y la de estím ulo-respuesta, suponen que una respuesta
dada puede ser generalizada no sólo de u n estím ulo a o tro , sino tam bién
de un im pulso a otro. Freud, m uy al principio, postuló una suma con
siderable de intercanjeabilidad o capacidad de sustitución entre impulsos
o instintos, y para los teóricos E-R am bas cosas son la misma clase de es
tím ulos; p o r tan to , es com pletam ente natural que pueda haber generali
zación de estímulos.
Estos descubrim ientos experim entales, Miller los incorpora com o
derivaciones de una serie de suposiciones, las cuales son m uy cercanas a
aquellas que estudiam os en conexión con el análisis del conflicto.
El m odelo teórico para explicar el desplazam iento acepta el hecho de
que cuando ocurre un desplazam iento, hay una respuesta que com pite
con aquella directa, abierta y que es la más fuerte. Así, la respuesta
agresiva del niño hacia su padre, no es lo suficientem ente fuerte como
para sobreponerse a la respuesta de m iedo provocada p o r el m ism o o b
je to (padres); por esta razón el niño no puede expresar su agresión
directam ente hacia el progenitor paterno.
El m odelo supone además, que la respuesta directa al estím ulo ori
ginal se generaliza en estím ulos similares y que la respuesta com petitiva
m uestra una gran generalización de estím ulos semejantes. M ientras más
semejante al original sea el nuevo estím ulo, m ayor será el grado de gene
ralización. Sin em bargo, el gradiente de generalización de la respuesta
com petidora (inhibitoria) desaparece o decrece m ás rápidam ente que el
gradiente de generalización de la respuesta directa. De este m odo, m ien
tras la respuesta com petitiva puede ser m ucho m ás fuerte que la directa,
en relación al estím ulo original, cuando am bas respuestas han sido
generalizadas a un estím ulo rem oto en cierto grado, el orden de fuerza
puede volver a invertirse; o sea, que el niño m ostrará m ás bien m iedo
(respuesta com petitiva) que agresión (respuesta directa) hacia el padre,
pero m ostrará más bien agresión que m iedo a un juguete que represente
(por desplazam iento) al padre.
Bibliografía
DEFINICIÓN DE LA PERSONALIDAD
"REG NANCIA"
U n proceso de regnancia es el acom pañam iento fisiológico de un pro
ceso fisiológico dom inante. La intención de M urray de localizar o referir
tales procesos psicológicos en la función cerebral lo llevó a desarrollar este
concepto específico que denom inó regnancia, diseñado para m antener
esta identidad cerebro-personalidad al frente de la atención del teórico.
Al definir este concepto, M urray sugiere: ‘‘Puede ser conveniente referir
nos a las operaciones m utuam ente dependientes que constituyen las
figuraciones dom inantes en el cerebro com o procesos de regnancia y de
signar a la totalidad de los que ocurren en un solo m om ento ( un segmento
unitario tem poral de desarrollos cerebrales), com o regnancia... Hasta
cierto pun to la necesidad regnante dom ina al organism o” (1938, página
45). M urray tam bién aclara que todos los procesos conscientes son reg-
nantes pero que no todos los procesos regnantes son conscientes. La
conciencia es sólo u n a propiedad de un proceso psicológico dom inante,
y puede estar o no presente en un m om ento dado.
“ Si no hay cerebro, no hay personalidad” es un tem a que se puede
sentir a lo largo de la obra de M urray. F undam entalm ente se refiere a
la función básica de los procesos fisiológicos que gobiernan y prescriben
lo que la personalidad puede hacer. Interpreta el au to r este tem a al decir
que el cerebro es el adm inistrador de todo lo que la personalidad hace. Así
el cerebro y sólo el cerebro, da unidad a la conducta del hom bre. El cere
bro es una entidad orgánica, pero debe considerarse com o algo m ás que
un proceso fisiológico del cuerpo. Con sus funciones complejas y adap-
tativas, constituye tam bién el asiento de la personalidad.
Desde el punto de vista de M urray, la cualidad del cerebro no es
concom itante con la inteligencia tal y com o se m ide en las tradicionales
pruebas de inteligencia. Lo que connota el térm ino cerebro es la aproxi
mación aptitudinal: con la m ayor cantidad de habilidad en muchas
áreas es el cerebro el que probablem ente exista ju n to con la m ejor per
sonalidad. E ntre m ás amplio, más fuerte, más penetrante, más adaptable
y más espontáneo sea el cerebro en el m anejo de los problem as que
surgen en todas las áreas de la vida, m ejor será la personalidad. Esta es
una de las interpretaciones que se pueden deducir de la afirm ación de
Murray: “Si no hay cerebro, no hay personalidad” .
Para nuestro teórico, cuando un proceso conductual se efectúa, debe
tener en el cerebro una contraparte, una excitación neural con dim ensio
nes jerárquicas. Es el cerebro el que regula las necesidades y dem andas del
m om ento. Las dem andas pueden ser principalm ente orgánicas (ham bre),
simbólicas (lectura) o cualquiera de las m últiples com binaciones de
ambas. El cerebro tom a la decisión referida a la acción subsecuente. La
jerarquía de las operaciones alternativas que se deberán realizar está
determ inada por el cerebro. Estas unidades únicas de experiencia ocurren
con tanta rapidez en u n a sucesión ininterrum pida, que la regnancia (re
gulación) se considera m últiple. Una unidad única sucede tan rápida
m ente, que resulta im posible de exam inar.
Tam bién involucrado en el concepto de regnancia está el hecho acep
tado por M urray de que los tipos constitucionales tienen diferentes
m odalidades de ésta en su respuesta a diferentes asociaciones.
En suma, todos los procesos conductuales de tipo estrictam ente orgá
nico, o de naturaleza psicológica, o ambas, son procesos de un cerebro
en funcionam iento.
MOTIVACIÓN
Reducción de la tensión
Com o m uchos otros teóricos, M urray no cree que el hom bre viva en
un estado libre de tensión;este teórico encuentra lugar para la reducción
de la tensión tan to biológica como psicológica. La hom eostasis (proceso
que m antiene un equilibrio entre los estados corporales) es un fenóm eno
biológico verdadero y M urray lo utiliza en su teo ría para explicar su pri
m era posición al respecto de la reducción de tensión. El hom bre desea
evitar el dolor y obtener placer com o m odo de existencia; por tan to ,
quiere corregir estados de ham bre, desunídad orgánica, y todas las otras
condiciones biológicas de desequilibrio, para regresar a un estado de no
dolor y sin tensión. Mas, para M urray, la hom eostasis es sólo la m itad de
la fotografía que describe los estados de reducción de la tensión. M ientras
que la hom eostasis del organismo lo lleva a la conservación de sus p ro
piedades, en ninguna form a hace que el organismo construya algo. Tal
proceso por sí solo, lleva a una existencia vegetal. El hom bre está, por
tan to , poseído por el divino d e sco n te n to , y siente que el progreso es un
estado natural de la existencia. El deseo de una m ejor form a de vida, más
propiedades m ateriales, y todas las m otivaciones que lo hacen ir más allá
de su actual estado, son tam bién de vital im portancia en la reducción de
la tensión.
A la fórm ula de tensión -*■ reducción propia, que se refiere a la con
dición hom eostática tradicional del hom bre, M urray agrega la de gene
ración de tensión -► reducción. El hom bre tiene necesidad de u n empuje
positivo, de excitación, de m ovim iento, aunque este no lleve a un p ro
greso y a un éxito, a la apetencia de estar con sus congéneres. Los
sistemas de necesidades constructivas conducen a un adelanto en la vida,
m ientras que los sistemas de necesidades de conservación tienden a
m anejar el estatus de la existencia.
Considerarem os ahora las avenidas p o r m edio de las cuales es m otiva
do el hom bre. En este sistem a teórico, la reducción de la tensión, las
necesidades, la presión y los otros factores del esquem a m otivacional no
son independientes uno de o tro ; constituyen com plejos altam ente con
dicionados que se vuelven inseparables en la acción. Los separam os
sólo con fines didácticos.
Necesidades
a) desacuerdo cultural
b) desacuerdo familiar
c) disciplina caprichosa
d) separación de ambos progenitores
e) ausencia de un progenitor
f) enferm edad de uno de los padres
g) m uerte de uno de los padres
h) progenitor inferior: padre o m adre
0 progenitor diferente: padre o m adre
/) pobreza
k) hogar no establecido.
2. P. Peligro o infortunio:
3. P. F alta o pérdida:
8. P. Agresión:
padre
m adre
físico
económ ico
vocación
casta
intelectual
Vectores Valores
(Cóm o lo hace, actividad, etcétera) (Por qué lo hace, el que valga la
pena, etcétera)
Tem a. Un tem a es sim plem ente una unidad conductual m olar en ac
tuación. La idea del tem a se refiere a la totalidad de la secuencia desde
la presión hasta la necesidad; puede ser una relación simple de uno a uno:
una presión singular que lleva a una necesidad singular. Sin em bargo,
M urray observa que el tem a, la tram a o secuencia de las presiones y
necesidades es prim ordialm ente plural. Los tem as pueden estar en orden
seriado. Uno puede llevar a o tro , que a su vez lleva a otro ; todos ellos,
de naturaleza m uy compleja. El tem a es el m éto d o que tiene Murray
para m anejar más de una relación necesidad-presión pero no en una form a
tan directa com o la form a en que ha utilizado el m étodo valor-vector,
m étodo que él considera más definitivo en el ordenam iento de la conducta
a lo largo de líneas descriptivas y dinámicas.
Necesidad integrada. A unque las necesidades no necesariam ente se
encuentran unidas a objetos específicos en el m edio, con frecuencia
sucede que con la experiencia el individuo asocia objetos particulares con
ciertas necesidades. En la mism a form a, m odos particulares de respuesta,
o formas de aproxim ación o evitación de estos objetos, pueden adquirirse
y asociarse con la necesidad. Cuando ha ocurrido esta integración de la
necesidad y la imagen o pensam iento del objeto am biental, así com o con
los procesos instrum entales, M urray habla de la integración de la necesi
dad. Una necesidad integrada es una disposición tem ática bien estable
cida —la necesidad de cierto tipo de interacción con cierto tipo de persona
u objeto. En circunstancias donde existe una necesidad integrada, el
surgimiento de ésta por lo general llevará a la persona a buscar en una
forma apropiada el objeto m edio que corresponda a la imagen que era
parte de la referida necesidad integrada.
En la m uy m encionada cita de M urray: “ La historia de la persona
lidad es la personalidad m ism a” , se encuentra el pensam iento clave del
principio longitudinal. Com o m uchos psicoanalistas, M urray cree que el
niño es el padre del adulto , pero quizá no en la form a inflexible que m u
chos analistas neofreudianos han interpretado esta afirm ación. Murray
piensa que m ucho de lo que el hom bre hace es recurrente y que m uchos
de sus patrones de conducta son duraderos. El individuo funciona a
partir de los hábitos que form a a lo largo de la vida; en otras palabras, la
vida del hom bre consiste de una serie de eventos que siguen de d ía a día.
Si uno va a estudiar lo que una persona es y cóm o llegó a serlo, debe
examinar las experiencias cotidianas pasadas. M urray cree que el estudio
de un caso ideal debería com enzar en el nacim iento e incluir todas las
experiencias individuales hasta el m om ento del estudio.
Complejos. En los casos donde los efectos de las experiencias infan
tiles sobre la conducta posterior son claros y extensivos, hablam os de un
complejo. En realidad se supone que los individuos tienen com plejos de
diferente severidad y es sólo en casos extrem os cuando esto implica anor
malidad. En los térm inos de M urray, un com plejo es “una integración
duradera (derivada de alguna de las condiciones agradables antes m en
cionadas) que determ ina —inconscientem ente— el curso del desarrollo
posterior” (1938, pág. 363).
Como parte del estudio del desarrollo del hom bre, M urray ha puesto
m ucha atención a las zonas erotogénicas a la? que dio im portancia en su
teoría F reud;sin embargo, nuestro au to r tiene una explicación algo dife
rente de la de Freud. Tom ándolas com o com plejos que se tienen que
ajustar y resolver, afirm a que existen cinco de éstos que funcionan en el
proceso del desarrollo del hom bre. Los describe com o condiciones agra
dables, todas las cuales son ruda y bruscam ente interrum pidas por fuerzas
externas fuera del control del niño. La prim era de estas condiciones es
la sensación de seguridad y existencia dependiente dentro del vientre, un
estado que es interrum pido por el acto del nacim iento. La segunda es la
actividad de chupeteo cuando se ingiere la com ida del pecho m aterno o
de la botella, con to d o lo que acom paña a este proceso, los tiernos y
amorosos cuidados de la m adre o enferm era; este placer labial tam bién
se ve interrum pido por los persistentes esfuerzos de los adultos de des
teta r al infante. El tercero es el ejercicio de los m úsculos anales en la
libre y agradable sensación de la defecación con su consecuente liberación
de la presión visceral. Este placer se ve lim itado p o r el persistente entre
nam iento para controlar los esfínteres. La cuarta sensación placentera es
la de orinar, que opera igual que la sensación placentera de la defecación.
El quinto com plejo deleitoso que el niño disfruta, y que le es negado, es
la fricción genital del pene o la vagina, con una explicación sem ejante a la
que Freud dio al periodo fálico del desarrollo. M urray nom bra los com
plejos com o sigue: claustral; bajo el térm ino de com plejos claustrales,
existen tres tipos específicos: a) un com plejo relacionado con el deseo
de reinstalarlas condiciones semejantes a aquellas prevalecientes antes del
nacim iento; b) un com plejo que se centra alrededor de la ansiedad p ro
ducida por la falta de apoyo y la incapacidad, y c) un com plejo que
está ansiosam ente dirigido contra la sofocación y el confinam iento (1938,
pág. 363).
El com plejo claustral sim ple (reinstalación de las condiciones uteri
nas) se caracteriza por: catexia por claustros (lugares cerrados semejantes
al vientre), objetos m aternales, m uerte, el pasado, resistencia al cam bio,
necesidad de pasividad, evitación del dolor, y socorro. La visión general
de este com plejo es de una persona pasiva y dependiente que está orien
tada hacia el pasado y que por lo general se resiste a lo novedoso o al
cam bio. El com plejo del tem o r a la falta de apoyo se m anifiesta en el
m iedo a espacios abiertos, a caerse, a ahogarse, a los terrem otos, al fuego
y a la falta de apoyo familiar. El com plejo de agresión se refiere al es
cape o al alejarse y se expresa en catexias por lugares abiertos y aire,
necesidad de moverse y viajar, catexias por el cam bio, claustrofobia y
una fuerte necesidad de autonom ía. En esta form a el individuo que
m uestra tal com plejo es en la m ayoría de los aspectos el opuesto a la
persona que exhibe el com plejo claustral simple.
Complejo oral. Representa los derivados de las experiencias tem
pranas de alim entación, referidos principalm ente a disfrutar la ingestión
del alim ento. M urray propone tres subcom plejos específicos, todos los
cuales involucran la boca pero cada uno im plicando un tipo distintivo
de actividad.
El com plejo de socorro implica actividad oral en com binación con
tendencias pasivas y dependientes. La existencia de este com plejo se
puede inferir a p artir de los autom atism os orales, tales com o el c h u p e te o ;
catexias hacia objetos orales com o el pezón, pecho o pulgar; alim enta
ción y bebida compulsiva; necesidad de pasividad y socorro; catexias
por palabras y objetos nutritivos, y necesidades agresivas inhibidas. El
complejo de agresión oral com bina la actividad oral con la agresión y se
manifiesta en autom atism os orales tales com o m order; catexias hacia
objetos orales sólidos (carne, huesos); fuertes necesidades agresivas;
ambivalencia hacia las figuras de autoridad; proyección de agresión oral
(percibir el am biente com o lleno de objetos agresivos que m uerden);
necesidad de evitar el daño; fobia hacia objetos que m uerden, y ta rta
mudez. El com plejo de rechazo oral involucra el escupir y el disgusto
hacia actividades y objetos orales.
Se revela más específicam ente en una catexia negativa hacia ciertos
alimentos, baja necesidad de comida, tem or de daño o infección oral,
necesidad de rechazar, necesidad de aislam iento y au tonom ía, y disgusto
por objetos nutritivos*
Los com plejos anales. Se refieren al placer producido por la libera
ción de los intestinos con el gusto concom itante del ejercicio de los
músculos de los esfínteres, y son dos específicam ente: uno que se rela
ciona principalm ente a la tendencia de expulsar y o tro a la de retener.
El com plejo de rechazo anal incluye la diarrea y catexia hacia las
heces, involucrando tam bién la necesidad de agresión, particularm ente
en form a de desorden: ensuciar o em barrar; teo ría anal del nacim iento,
necesidad de au tonom ía, sexualidad anal. El com plejo de retención anal
involucra una catexia subyacente hacia las heces, pero está oculto detrás
de un disgusto aparente, un pudor y la reacción negativa hacia el hecho de
la defecación.
Este com plejo tam bién está asociado con la teo ría anal del nacim ien
to y la sexualidad anal, así com o con la necesidad de au tonom ía, aunque
en tal caso ésta se expresa m ediante la resistencia a la sugestión m ás que
con la búsqueda de independencia o libertad. Hay una fuerte necesidad
de orden y lim pieza, y tam bién una necesidad de retener las posesiones
o pertenencias.
El com plejo uretral. La sensación correspondiente del com plejo anal.
Este complejo involucra el m ojar la cama, ensuciar uretralm ente y ero
tismo uretral.
El com plejo de castración. Se extiende más allá de la aproxim ación
freudiana y se refiere a la ansiedad evocada por la fantasía de que se
puede perder el pene por m utilación. Este com plejo aparece con bastante
frecuencia, pero n o se piensa que sea la raíz de toda la ansiedad n euró
tica. Por lo general surge com o resultado de las fantasías asociadas con
la m asturbación infantil.
Todos estos com plejos juegan u n a parte im portante en el desarrollo
longitudinal del niño a m edida que le es negado cada placer p o r la socie
dad debido a razones que él no puede tolerar.
PROCESOS FISIOLÓGICOS
Principio de abstracción
ROLES SOCIALES
APREN D IZAJE
EL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN
Bibliografía
Entre más significativo es un rasgo para la vida social, más lejos está de
construir una simple determinación de cualquier factor genético único (página
224).
Por tanto, los rasgos sociales son patrones infinitam ente complejos
de aquellos orgánicos, básicos, interdependientes y, en consecuencia, no
pueden ser m edidos en form a directa.
El grado de arraigo de los rasgos es sensible a tres factores sociales:
movilidad vertical, m ovilidad horizontal y cambios agudos en el habitat.
F uturo. F ren te a la pregunta: ¿cuál es el fu tu ro del hom bre com o
especie biológica en el universo? M urphy ofrece tres p u n to s de vista. La
prim era consideración es la de los rápidos cam bios que uno descubre en
los tipos físicos en com paración con el hom bre de no m ás de hace un
siglo. Estos, por supuesto no son genéticos.
En segundo lugar, encuentra m arcado aum ento y tam bién dism inu
ción en la prevaíencia de ciertas enferm edades.
En tercer lugar, y el más im portante, es aquel que M urphy denom ina
carga genética, y de la que el hom bre dispone. Los cam bios han sido
extraordinariam ente lentos durante miles de años; sin em bargo, M urphy
hace notar que parece que m anipulam os y aum entam os los cam bios en
la evolución hum ana con más rapidez de lo que pueden ser asimilados
por las costum bres de la sociedad. La prim era ejem plificación se en
cuentra en el cam po de la investigación genética. Como siguiente ilus
tración, m enciona la discusión papal de la eugenesia positiva y negativa
que se proclam ó en 1953. A esto se debe agregar el principio no católico
acerca del control de la natalidad que puede o no cam biar el núm ero re
lativo de grupos raciales. Un paso más allá está la consideración de la
m ezcla de razas m ediante los m atrim onios interraciales. Pero la tercera
consideración de los cambios en la estructura biológica del hom bre, la
trasm utación de la estructura genética por accidente o por efectos de
radiaciones atóm icas es la que más preocupa a este autor.
La personalidad emergente e integrante
Canalización. El proceso por medio del cual los motivos generales (que al
principio están más bien relacionados en forma no específica a una clase de
estímulos) tienden, sobre experiencias repetidas, a volverse más fácilmente sa
tisfechos por medio de la acción del satisfactor específico que por otros de la
misma clase general, se ha conocido desde hace tanto tiempo, que sería impo
sible nombrar a su descubridor. Pero los buenos nombres son de gran conve
niencia, y el término acuñado por Janet, canalización, es un buen nombre para
este proceso. Las energías que esperan una salida, irrumpen a través de la barrera
en un punto dado, se acanalan o canalizan en el proceso, y a medida que la ba
rrera se debilita, tienden a enfocar más y más su presión sobre este punto
(Murphy, 1947, pág. 162).
Los aspectos m ás im portantes de la canalización tal como la ve Mur
phy, son los siguientes:
Sím bolos. La palabra sím bolo significa esencialm ente, para M urphy,
cualquier estím ulo que puede representar a o tro estím ulo. La im portan
cia de los sím bolos en la teo ría de la personalidad de M urphy, se puede
ver claram ente en el siguiente resum en:
La personalidad socializada
M urphy delim ita tres naturalezas hum anas: biológica (el hom bre se
enfrenta a necesidades orgánicas intensas y difusas), cultural (el hom bre
se vuelve fijo y estandarizado) e im pulso creativo (el hom bre intenta
que el impulso creativo lo haga entender el m undo en el que vive, y
desde un m arco de referencia filosófico, por qué está en este m undo).
Barreras fre n te a la realización. Si el hom bre trata de alcanzar las
potencialidades m ás com pletas de la vida, encontrará m uchas barreras
para lograrlo. En un sentido, la obra de 1958 de M urphy habla de uno
de los problem as de la vida: ganar nuevos horizontes para com batir la
rigidez de la sociedad actual.
La industrialización con su hincapié en la autom atización y sincro
nización de partes, aum enta m ucho la rigidez dentro de la sociedad.
Otra de las barreras en la realización del grandísim o potencial de la
humanidad es el hecho de que gran cantidad de conducta está orientada
desde afuera, en vez de desde dentro.
O tra barrera m ás la constituye no desear aceptar nuevas dim ensiones
en la sociedad y en la ciencia, com o factores adicionales que lleven hacia
una vida m ejor. La inclinación del hom bre es forzar las nuevas dim en
siones a las form as de la vieja cultura. En ninguna form a ignora M urphy
la fuerza de la posición conservadora; después de to d o su concepto de
canalización indica sus beneficios. Sin em bargo, la adherencia com pleta
a un m arco de referencia estilizado y conservador, es destructiva porque
no perm ite enfrentar los retos del cam bio, y éste es inevitable.
U no de losm ayores problem as en la liberación del potencial hum ano
es transferir el fuego del entusiasm o infantil a u n a creatividad estruc
turada y disciplinada. Con m ucha frecuencia, esta preciosa frescura de
respuestas, se detiene o distorsiona en el desarrollo posterior.
En la actualidad parece haber una triple crisis en el logro de las p o
tencialidades hum anas. En prim er lugar, grandes sistemas de poder
están encerrados en una lucha para ganar la superioridad o por lo m enos,
una posición favorable. Después, se han desarrollado y creado sistemas
sociales, políticos y económ icos que controlan al hom bre m ás de lo que
el hom bre los puede controlar. En tercer lugar, existe una incapacidad
biológica en la estructura orgánica del individuo para enfrentarse a
cambios futuros del am biente. La ciencia m édica h a logrado avances
increíbles que han hecho que el hom bre pueda vivir más tiem po, pero
no necesariam ente que se pueda ajustar a m edios cam biantes.
A pesar de esta situación, M urphy ve posibilidades para aliviar o eli
m inar la crisis actual en su falla de poder realizar las potencialidades del
hom bre. Para una m ayor inform ación al respecto de este tópico, con
súltese su obra H um an potentialities, 1958.
Para contestar a la pregunta acerca de si se pueden realizar to ta l
m ente las naturalezas hum anas, las cuales adm ite M urphy que están y
estarán en conflicto la m ayor parte del tiem po, el au to r contesta en
forma afirmativa, para lo cual expone cuatro razonam ientos:
Bibliografía
Jean Piaget nació en 1896 y desde pequeño m ostró gran interés por
la biología, particularm ente com o base del conocim iento. Esta especia-
lización en biología influyó en sus conceptos del desarrollo de la m ente.
Estudió psicología en Suiza y en la Universidad de la Sorbona en
París. M ientras estuvo en París, trabajó con Benet en la estandarización
de su prueba para niños. A pesar de que se dice que Piaget era un psicó
logo infantil, él se categorizó com o un genético epistem ológico. El
término de genética se refiere al génesis o m odo de desarrollo, y episte
mología a la teo ría del conocim iento.
Mientras trabajó con B enet en su prueba, Piaget creó una técnica
básica para el estudio del niño. Su abordaje del niño es conocido com o
m étodo clínico y consiste en ponerle u n problem a para ver cóm o lo
resuelve. Si son niños que n o han alcanzado la p u b e rta d , la valoración
constará de m aterial concreto, es decir, que sea m anipulable. Si el niño
tiene tres o cuatro años, entonces se le form ulan preguntas para obser
var el desarrollo de su lenguaje. Al adolescente se le hacen preguntas o
se le exponen problem as verbalm ente y siempre se le pregunta cóm o
obtuvo la solución.
El m étodo de Piaget es diferente al de o tro s investigadores, pues no
hay lím ite para él al hacerle preguntas al niño. Inicia con u n a o dos p re
guntas establecidas, y después hurga con otras para saber qué proceso
del pensam iento lo llevó a la respuesta inicial. Piaget explica esta des
viación de preguntas, al decir que los niños no com prenden de igual
manera las mismas preguntas.
El m étodo para conocer al niño consiste en observar las reacciones
que le produce el m edio que lo rodea. Después basándose en estas ob
servaciones, se hace u n a hipótesis acerca de las estructuras m entales y
biológicas que le llevaron a sustentar su reacción o respuesta. Final
mente, se encierra la hipótesis en u n grupo de preguntas que se le
formulan al niño, para que de este m odo se revele su proceso de pensa
miento y se com pruebe la hipótesis.
Un paso m uy im portante para conocer a Piaget, es saber su definición
de “conocim iento” , porque su idea difiere de las creencias populares. El
no está de acuerdo con los que dicen que el conocim iento es un gmpo
de inform aciones adquiridas o un estado de procesam iento de esa infor
mación. Saber o conocer algo significa actuar sobre ello con acciones,
tan to físicas com o m entales o ambas. Conform e el nifío crece, gana
experiencia con este conocim iento físico directo, m adura internam ente
y puede con m ayor facilidad dejar estas conductas de actividad física
con el fin de conocer algo. E ntonces, los niños se vuelven capaces de
producir imágenes m entales y sím bolos (palabras, figuras matemáticas)
que representen objetos y sus relaciones. Por consiguiente, el conoci
m iento de los niños m ayores va en aum ento, al desarrollar mayor
actividad m ental. Piensan acerca de las cosas com o objetos simbólicos y
realizan acciones interiorizadas. Por ta n to , para Piaget, el conocim iento
es un proceso o un repertorio de acciones, en vez de un inventario de
inform ación archivada.
Piaget tam poco está de acuerdo con la idea com ún de percepción,
esto es, con el m odo com o los o bjetos o eventos se graban en la mente
del niño. En su opinión, el niño n o tom a en una fotografía la realidad
objetiva, sino que percibe la fotografía que obtiene del m undo, de acuer
do a la condición de su m ecanism o perceptual.
Si se tom a la analogía de ver el m undo al través de un cristal, en
el m odelo de Piaget el niño no graba eventos a través de u n cristal. Por el
contrario, ve los eventos a través de lentes coloreados, afocados al pre
sente y entintados por las experiencias pasadas del niño y p o r su estado
de m adurez interno. El m odo com o dos niños conocen (actúan sobre)
el mismo ob jeto , no es igual; por los lentes de u n o , existirá u n enfoque
diferente, m ientras que p o r los del o tro , la tinta será otra.
Si el conocim iento es el proceso de actuar, en vez de u n a colección
de inform ación, entonces: ¿qué es la m em oria y cóm o opera? Piaget
está de acuerdo en que el pasado de una persona se puede guardar como
recuerdos en la m em oria y recobrarlos cuando se necesita. También
piensa que la cantidad de recuerdos aum enta con la m adurez y la expe
riencia. Pero no cree que el acto de recordar sea solam ente la suma de
las imágenes del pasado en la m em oria, puestas en una caja consciente,
com o piezas de m useo que pueden adm irarse pasivam ente en su condi
ción original. Al contrario, recuperar vestigios del pasado es lo que él
ha llam ado “m em oria activa” , la cual es u n a “recitación interiorizada”
o una “reconstrucción del pasado” (Piaget, 1946).
En el sistema de Piaget, el conocim iento es u n proceso de acción fí
sica y/o m ental en relación con objetos, imágenes y sím bolos que los
lentes de percepción del niño han encerrado den tro de u n m odelo que
le es familiar. Los objetos son descubiertos en el m undo de la experien
cia directa, m ientras que las imágenes y los sím bolos pueden derivarse
no sólo del m undo real, sino tam bién de la m em oria. “Todo el conoci
m iento está continuam ente en curso de desarrollo y pasa de un grado de
conocim iento m enor a otro que es m ás com pleto y efectivo” (Piaget,
1972).
La idea de que el conocim iento del niño aum enta con la edad, no es
nueva. Todos lo saben. Pero lo que no todos saben es cóm o el conoci
m iento cam bia, cuándo y p o r qué razones. Esto es lo que Piaget ha
aportado. El propósito de todas las conductas, según Piaget, es procurar
al organismo del niño adaptarse a su m edio del m odo más satisfactorio.
Las técnicas de esta adaptación han sido llam adas p o r Piaget esquemas
(schemas en francés y schem e en inglés).
Un esquem a, o técnica de ajuste, puede ser biológico o m ental, o am
bos. En palabras de Piaget: “Un esquem a es la estructura o la organiza
ción de acciones que son transferidas o generalizadas por la repetición
en circunstancias similares o análogas” (Piaget e Inhelder, 1969).
Un esquem a puede ser m uy sim ple; tan simple com o el m odelo que
evoca el niño para poner su dedo en la boca. O tan com plejo que com
prenda subesquem as físicos y m entales com o los que se requieren para
manejar su coche o resolver una ecuación cuadrática. Piaget se refiere a
las estructuras individuales com o esquemas. Son u n a especie de minisis
temas que con la acción se generalizan a otros eventos.
Un esquem a com prende tam bién los estím ulos que desencadenan los
procesos m ediadores y la conducta abierta que probablem ente está orga
nizada por ellos. Puede haber interacciones entre esquemas, es decir,
pueden asimilarse entre sí. Un esquem a es u n a unidad genérica de
estructura, o dicho de otro m odo, to d o aquello que es repetible o gene
ra liz a re es un esquem a. Los esquem as siempre van acom pañados de
diferentes tonalidades de sentim ientos. Cuando Piaget habla de esque
mas afectivos, no se refiere a esquem as diferentes de las estructuras
mentales, sino al aspecto afectivo de los esquem as que son de o tro m o
do intelectuales.
Los esquemas del recién nacido son m uy lim itados en cuanto a nú
mero y constan sólo de sus reflejos. C onform e el tiem po pasa, otras
actividades sensoriom otoras em piezan a desarrollarse. Así pues, durante
el prim er año de vida, pueden identificarse los esquemas intelectuales
que se empiezan a desarrollar y que se m ultiplicarán enorm em ente en
los años siguientes. En el desarrollo del niño en térm inos de esquem as,
se verá cóm o los adquiere y cóm o se interrelacionan del m odo más
complejo.
¿Cómo se presenta el proceso de evolución de los esquemas? Para
entender este proceso es necesario saber el significado de las palabras
asimilación y acom odación.
Para ayudar a explicar estos tem as, com parem os los esquem as con
temas musicales o tonadas. Las tonadas son una organización de sonidos,
com o los esquemas son organizaciones de actividades m entales y senso-
riom otoras. Desde cualquier p u n to de vista, la adaptación del niño a su
m edio, para satisfacer sus necesidades, está acom pañada de m edios o
esquemas. Su repertorio de esquem as, en cualquier m om ento, es como
una colección de m elodías que ya conoce. Cuando se enfrenta al proble
ma de satisfacer sus necesidades, inspecciona el m edio para percibir cómo
la estructura aparente parece cuadrar arm ónicam ente con el esquema
actual. Es com o si escuchara el sonido venir de sus alrededores, para
determ inar si cuadra o casi cuadra con la tonada que ya conoce. Cuando
encuentra lo que considera un buen apaream iento, logra su adaptación.
Este proceso de aparear los estím ulos del m edio a los m odelos m en
tales ya existentes, no es sólo cuestión de ingerir la realidad objetiva del
m undo. Al contrario, el niño revive los eventos del m undo con el fin de
adaptarlos al m odelo de un esquem a ya existente. Es com o si el niño
escuchara diferentes tonadas p ara decidir si determ inado sonido corres
ponde a una m elodía que le sea lo suficiente familiar com o para ser
realm ente esa m elodía. E ntonces incluye o une ese sonido a su tonada
fam iliar o esquema.
Piaget llama asim ilación, al proceso de incorporar eventos del m undo,
al aparear las características percibidas de estos eventos a los esquemas
existentes.
Algunas veces la estructura percibida de los eventos no puede apa
rearse a los esquemas existentes, aunque se trate de hacerlo al adaptarse
dicha estructura. Cuando esto sucede hay dos consecuencias que pueden
resultar: la prim era es que el evento no se asimile o se ignore; es como
si una persona rechazara ciertos sonidos com o ruidos significativos, en
vez de reconocerlos como una tonada familiar. El encuentro con el me
dio sim plem ente no lo registra el niño. Es igual al padre q u e quiere ense
ñar a su hijo a dibujar con una perspectiva usual y al final se da cuenta
de que el niño no pudo hacerlo pues no lo com prendió.
La segunda posible consecuencia de un pobre apaream iento entre el
m edio percibido y los esquem as existentes, no es u n abierto rechazo
sino una falta de satisfacción y esfuerzo continuo para lograr ese aparea
m iento. Estos esquemas, bajo la presión de realidades percibidas del
m edio, alternan su form a o se m ultiplican para acom odarse p o r la falta
de u n adecuado apaream iento. En efecto, una tonada del archivo de
m elodías del niño se revisa para ser una variación del tem a original, una
variación que se aparea m ejor al sonido del m undo. Piaget usa el término
de acom odación, para identificar este proceso de alterar los esquemas
existentes para perm itir la asimilación de los eventos que de o tro m odo
serfan incorp o rabies. Ningún evento es perfectam ente idéntico a los
pasados eventos que se utilizaron para la form ación de los esquemas,
existe siempre un grado de disparidad de esos esquemas viejos con los
eventos nuevos.
Pero esto está a cargo del equilibrio de la contraparte entre la asimi
lación y la acom odación que son las dos actividades innatas a las que
Piaget llamó invariantes funcionales. La asimilación rem odela la infor
mación que se recibe del exterior para incorporarse a los esquem as ya
existentes, m ientras que la acom odación revisa o añade a los esquem as
las características reajustadas del m edio que no pueden ser ignoradas o
distorsionadas. Se produce la asimilación siem pre que un organismo u ti
liza algo de su m edio y se lo incorpora. La acom odación es la tendencia
a ajustarse a u n objeto nuevo; es decir, cam biar los propios esquem as de
acción para acom odarlos a un objeto nuevo.
A com odación y asimilación son denom inadas invariantes funcionales,
puesto que son características de todos los sistemas biológicos, prescin
diendo de los distintos contenidos de estos sistemas. Sin em bargo, no
siempre están equilibrados entre sí.
Cada vez que el niño se acom oda a un acontecim iento o a un p ro
blema nuevo, su crecim iento intelectual va hacia la m aduración com o
consecuencia de un cam b io d eid easacerca del m undo y de la generación
de un esquem a más adaptativo. A esta adaptación se le conoce com o
equilibramiento. Al inicio, el niño tra ta de com prender una nueva expe
riencia, o evento nuevo, para lo cual usa viejas ideas y soluciones. Cuando
esto no le da resultado, tiene que cam biar su com prensión del m undo,
de tal m anera que el evento nuevo esté en arm onía con creencias
anteriores.
La asimilación y el equilibram iento son procesos com plem entarios
que tienen lugar sim ultáneam ente. Es necesario equilibrarlos para adap
tarse exitosam ente al m undo. Según Piaget, el m odo com o el niño trata
con el m edio, o el m undo, tiende a un determ inado equilibrio. El niño
busca constantem ente organizar percepciones y pensam ientos en estruc
turas estables. Así, llegará el día en que su funcionam iento intelectual
sea lo suficientem ente m aduro para ser capaz de u n a nueva m anera de
pensar acerca del viejo problem a. En ese m om ento, el individuo pasará
de una etapa de su desarrollo intelectual a la siguiente, la cual se carac
terizará por observar y afrontrar con m ayor m adurez los eventos.
A esta nueva m anera de pensar acerca del viejo problem a la cono
cemos com o la revisión de estructuras establecidas, proceso que acarrea
el cambio cualitativo y cuantitativo. Y al proceso m ediante el cual se
revisan las estructuras lo llam am os equilibración. En la teo ría de Piaget,
el equilibrio es dinám ico. Debido a la im portancia de los estadios en esta
teoría, Piaget a m enudo parece desinteresarse de los m ecanism os de
transición de u n o a o tro estad io ; pero el concepto de equilibrio se ocupa
precisamente de esas transiciones. El equilibrio no es el único facto r del
desarrollo intelectual de u n niño, sino que en to ta l son cinco: m adura
ción, experiencia física, experiencia logicom atem ática, trasmisión social
y equilibración.
1) M aduración. Piaget em plea específicam ente el térm ino para re
ferirse a un plan genético que va desplegándose de m anera gradual. Los
efectos genéticos no son nunca vistos aisladam ente; aunque bien merece
la pena absorberlos de la corriente de la vida, cuando se persiguen fines
analíticos. A sí actuó Piaget y en sus escritos la m aduración hace refe
rencia a las influencias genéticas acerca del desarrollo.
2) Experiencia física. Existe u n factor que actúa recíprocam ente
con los efectos genéticos, llam ado experiencia física, y que el niño utiliza
para separar las diferentes posibilidades de los objetos físicos. A esta
experiencia se le llama física para diferenciarla de la logicomatemática;
aunque, paradójicam ente, supone la asimilación de las estructuras logi-
com atem áticas.
3) Experiencia logicomatemática. Resulta de la mism a naturaleza
de las acciones que el niño em prende acerca de los objetos que lo ro
dean. C uando lo hace, éstos devuelven la acción, p o r así decirlo, y
entonces se da la experiencia física. Pero existen o tra clase de eventos
que resultan de la elaboración de relaciones entre sus acciones y los ob
jetos. Piaget cuenta que un niño de cuatro o cinco años de edad estaba
en un patio y contaba piedras; las form ó en fila y contó: u n o , dos, tres,
hasta llegar a diez; las co n tó de atrás para adelante y volvió a contar
diez; las puso en círculo y las volvió a contar: diez. Lo que este niño
com prendió, nada tiene que ver con las propiedades físicas de las piedras,
sino con las relaciones existentes entre ellas. Lo que realizó exactam ente
fue una organización de sus actos con respecto a las piedras. El concep
to de diez no es ninguna propiedad de las piedras, sino una construcción
elaborada por la m ente del niño. La experiencia es esa construcción y
otras similares, y se le llama logicom atem ática para distinguirla de la ex
periencia física.
4) Trasmisión social. El conocim iento que adquiere un niño de la
experiencia física se inicia en los objetos físicos. En la experiencia logico
m atem ática el conocim iento se elabora a p artir de las acciones en rela
ción con los objetos.
En la trasm isión social proviene de las personas: o dicho de otra
m anera, la adquisición del conocim iento de o tra persona se produce me
diante la trasm isión social.
5) Equilibración. Éste en sí integra a los otros cuatro factores. En
realidad es parte de ellos, hasta tal pu n to que es difícil concebir la equi
libración com o un factor separado de los dem ás. La unidad de conoci
m iento m ás im portante para Piaget es la operación, la cual es una regla
dinám ica especial que se deriva de las acciones de los niños con los obje
tos y que conlleva el conocim iento de la capacidad de uno para invertir
u n estado de cosas en la acción o en el pensam iento. La capacidad de
planear m entalm ente una serie sucesiva de acciones y luego retroceder
paso a paso hasta el inicio de la m ism a, es tam bién u n a operación. Piaget
concibe el desarrollo intelectual com o un proceso continuo de organiza
ción y reorganización de estructuras, de m odo que cada nueva estructura
integre en sí mism a la anterior. A pesar de que este proceso es continuo,
sus resultados no lo son; además, resultan diferentes en su aspecto cuali
tativo a lo largo del tiem po. Por tal m otivo, Piaget decidió dividir el
curso to tal del desarrollo en unidades denom inadas periodos y estadios.
Debemos considerar que cada una de estas etapas del desarrollo se des
cribe en función de lo m ejor que el niño puede hacer en ese m om ento.
Habrá conductas aprendidas previam ente.
La teo ría de Piaget supone que existe una serie sucesiva de etapas en
el desarrollo cognoscitivo, p o r lo que postula la existencia de cuatro: 1)
la sensoriom otora, de cero a dieciocho meses; 2) la preoperativa, de
dieciocho meses a siete años; 3) la de las operaciones concretas, de los
siete a los doce años, y 4) la de las operaciones form ales, de los doce
años en adelante. Las etapas son continuas, ya que cada una de ellas se
levanta sobre la anterior y se deriva de ella.
Piaget piensa que ningún niño puede saltarse ninguna etapa, puesto
que en cada u n a de ellas tom a algo de las realizaciones de la anterior o
anteriores.
Etapa TME
I 1.75
II 2.25
III 2.75
IV 3.50
V 4.0
Consideraciones generales
Estructura de la personalidad
Skinner ha dem ostrado una gran indiferencia hacia las variables es
tructurales, y enfoca su atención principalm ente hacia la conducta
m odificable. C onsecuentem ente, se interesa m uy poco en las caracte
rísticas conductuales que parecen relativam ente estables. Su actitud es
principalm ente consecuencia del hincapié que hace en el control de la
conducta. Se pueden lograr la predicción y la explicación si se conocen
los aspectos duraderos y m odificables de la personalidad. Pero el control
se logra únicam ente por m edio de la m odificación; implica que el medio
puede ser variado a fin de que produzca diferentes patrones conductua
les. Al hablar de los determ inantes genéticos de la conducta, Skinner
dice:
Dinámica de la personalidad
Skinner m uestra sólo un ligero disgusto por los conceptos dinám icos
o motivacionales. Reconoce que una persona no siempre exhibe la mis
ma conducta en el mismo grado cuando se encuentra en una situación
constante, y cree que el reconocim iento general de esto es la razón prin
cipal para el desarrollo del concepto de m otivación entre los psicólogos.
En tanto que la conducta tiende a ser altam ente variable en algunas
situaciones, se supone una fuerza interna para explicar esta variabilidad.
Skinner cree que aun cuando la conducta presente variabilidad, es
innecesario y con frecuencia conducente al error postular una fuerza
interna energetizante, ya que cuando se hace esto, aún queda la cuestión
de cómo es gobernada la intensidad de esta fuerza. Por ejem plo, uno se
puede preguntar la causa del ham bre de un niño. Se necesita una res
puesta a esta pregunta pues sólo así podrem os estimar la intensidad de
la fuerza para que podam os predecir el vigor de la conducta asociada.
Skinner señala que la respuesta satisfactoria debe involucrar en alguna
etapa el descubrim iento de alguna variable am biental a la que esté unida
la fuerza interna; por ejem plo, el ham bre está unida a la privación de
alimento. Este psicólogo trata la variabilidad del vigor de una conducta
en la misma form a que a cualquier otro aspecto de la conducta: com o
consecuencia causal directa de la variación en una variable independiente.
El argum ento que acabam os de exponer nos puede hacer creer que
aquellas variables que gobiernan los estados m otivacionales o pulsiona
les de otros teóricos no tienen una posición especial en el sistema de
Skinner. Esto es incorrecto, ya que cuentan con una propiedad especial,
que no es la de constituir causas internas de la conducta. Ciertas varia
bles afectan la probabilidad de ocurrencia de grupos totales de patrones
conductuales.
Existen térm inos que pueden ser tratados como pulsiones porque se
utilizan para unir a un grupo de variables independientes con un grupo
de variables dependientes. Estos térm inos pertenecen al área de la emo
ción, aunque Skinner no establece ninguna distinción real entre pulsiones
y m otivaciones, y utiliza estos térm inos indistintam ente y justifica tal
uso.
Skinner utiliza un conjunto de conceptos que pueden llamarse m oti
vacionales o dinámicos. Estos, semejantes a térm inos m otivacionales de
otras teorías, se usan para explicar la variabilidad de la conducta en
condiciones que en otra form a son constantes. Sin em bargo, en el sis
tem a de Skinner ocupan una categoría distinta porque relacionan grupos
de respuestas con grupos de operaciones, no porque se igualen a estados
energéticos, de propósito o de cualquier otra condición que los defina
como antecedentes causales de la conducta.
Desarrollo de la personalidad
Estos fenóm enos son im portantes por varias razones: dem uestran
que una respuesta puede ser em itida en una situación que es ligeramente
diferente de aquella en la que originalm ente fue reforzada; dem uestran
que la fuerza de esa respuesta sufre algún decrem ento en tal situación
cam biada; y si la situación es diferente, en buen grado, de la situación de
entrenam iento, la respuesta no ocurre. Ninguna persona está exacta
m ente en la misma situación dos veces. Sin em bargo, una circunstancia
en la vida real puede ser ligeram ente diferente de otra y producir, posi
blem ente, el mismo reforzam iento para la misma respuesta. Por tanto,
es adaptativo que la situación estím ulo original se generalice a la nueva
situación. Si los sujetos no presentaran generalización de estím ulos, el
aprendizaje nunca podría ser exhibido. Por o tro lado, es totalm ente
inadaptativo que un sujeto generalice, com pleta y totalm ente, de una
situación a todas las otras. Circunstancias m uy diferentes exigen dife
rentes respuestas conductuales. Si ocurriera una generalización de
estím ulos perfecta y el sujeto transfiriera una respuesta a todas las situa
ciones sin tom ar en cuenta su semejanza con la circunstancia original,
ocurrirían en form a constante una serie de respuestas inapropiadas. De
hecho no habría aprendizaje ni razón alguna para suponer que una
respuesta ocurriría en lugar de otra. Por eso es im portante que la per
sona presente discriminación de estím ulos.
Debemos notar que Skinner no define la generalización o discrimina
ción de estím ulos en térm inos de procesos perceptuales u otro tipo de
procesos internos. Él define cada térm ino en razón de m edidas de res
puesta en situaciones experim entales bien controladas. Hasta el grado
en que la respuesta se m antiene en una situación nueva, se dice que hay
algún grado de generalización de estím ulos. Hasta el grado en que la
respuesta dism inuye o se debilita, se dice que hay discrim inación de estí
mulos. El sujeto discrimina (no responde en presencia de un estím ulo
nuevo) hasta el grado en que no puede generalizar (responde entonces al
estím ulo nuevo).
La m ayoría de los aspectos de la personalidad se dem uestran en un
contexto social, y la conducta social es una característica m uy im por
tante del com portam iento hum ano en general. Considerarem os ahora la
conducta social de los hum anos para ver cómo utiliza Skinner los descu
brim ientos de su refinado trabajo experim ental realizado con animales
inferiores para llegar a ciertas conclusiones acerca del desarrollo de la
personalidad en el hom bre. Prim ero deberem os hacer notar que Skinner
no cree que la conducta social sea especial o significativamente distinta
de otra conducta. La conducta social se caracteriza únicam ente por el
hecho de que involucra interacciones entre dos o más personas. Aparte
de esto, no se considera diferente de otro tipo de conducta, y Skinner
piensa que los principios que determ inan el desarrollo de la conducta en
un m edio rodeado de objetos m ecánicos e inanim ados tam bién la deter
minan en un m edio rodeado de objetos animados. En cada caso, el orga
nismo en desarrollo interactúa con el medio, y como parte de esa
interacción recibe retroalim entación que refuerza positiva o negativa
mente esa conducta o que la castiga. Quizá las respuestas sociales y los
reforzadores apropiados a ellas sean algo más sutiles o difíciles de iden
tificar que en el caso de conductas que ocurren en situaciones no sociales,
pero esto en sí mismo no indica ninguna diferencia de principio im por
tante entre los dos tipos de respuesta.
Sin embargo, un aspecto destacado de la conducta social, consiste
en el hecho de que los reforzadores que una persona recibe dependen,
por lo general de su o u tp u t o salida conductual. La conducta social se
refuerza con más frecuencia de acuerdo al principio de razón o propor
ción. Un niño es recom pensado por perm anecer callado, con dulces;o
con un reforzador condicionado como el afecto o una sonrisa, y entre
más callado perm anezca, más reforzado será. En la sociedad adulta, uno
es reforzado generalm ente por ser cortés. Una sacudida de m ano, o un
saludo am istoso, ambos pueden producir en la misma form a el reforza
m iento social que significa un gesto amistoso, que en algunos casos
pueden llevar a un m ejor desem peño del trabajo o quizá a un increm ento
en el estatus social.
Cuando hablam os de ciertos aspectos de la personalidad de un indi
viduo en el contexto de la conducta social, por lo com ún nos referim os
a tipos generales de conducta y no a respuestas específicas. Pero hasta
ahora, al revisar el esquema skinneriano, sólo hemos considerado el des
arrollo de respuestas particulares. Urge involucrar to d o esto en la com
prensión de una personalidad sumisa, ansiosa o agresiva.
Skinner argum entaría que los térm inos norm alm ente utilizados para
describir rasgos de personalidad sólo tienen significado porque en últim a
instancia se pueden reducir a la descripción de un rango de respuestas
específicas que tienden a asociarse a un cierto tipo de situación. Así, al
determ inar si una persona es socialm ente dom inante, notam os su conver
sación en un escenario de grupo, la observamos en interacción con una
serie de individuos, averiguamos sus respuestas a una serie de ítem es o
reactivos específicos que describan situaciones relevantes, y así sucesiva
m ente, y llegamos a un juicio o clasificación total. Cada una de las res
puestas particulares nos dice algo acerca de la dom inancia de una persona.
El hecho de que respuestas específicas tienden a estar asociadas a ciertas
situaciones, depende probablem ente de su reforzam iento selectivo por
parte de un grupo. Una persona adquiere el rasgo general dom inante
porque algún grupo, quizá su familia, ha dado m ucho valor a ciertas clases
de respuesta, al reforzarlas.
Las respuestas tam bién tienden a estar asociadas unas con otras en
virtud de que son funcionalm ente intercam biables. Una persona a quien
conocem os por primera vez puede darnos la m ano o un saludo verbal.
En cualquier caso, se com porta en form a amistosa y es probable que
cualquier respuesta que em ita sea reforzada en la misma form a. En oca
siones previas, cada respuesta en este tipo de circunstancias pudo haber
sido reforzada con la misma frecuencia. Debido a esto, puede ocurrir
cada una de las respuestas en la ocasión actual, y la diferencia en sus
estím ulos controladores que hace que se emita una en vez de la otra,
puede ser tan sutil que en la práctica la ocurrencia de una respuesta
particular no se pueda predecir. En estos casos, se podría detectar la
característica general de la conducta que esperamos que suceda.
Es interesante hacer notar que la misma situación no necesariamente
produce el mismo tipo de conducta en diferentes individuos. Un ejemplo
de esto sería una persona que quiere que le aum enten el sueldo en su
trabajo. Un sujeto puede hacer la solicitud en form a agresiva; otro, de
m odo am istoso y aun obsequioso. Si pudiéram os ver la historia previa
de la persona que reacciona agresivamente en la oficina de un superior,
encontraríam os que tal conducta ha sido reforzada con más frecuencia
en la historia de ese individuo, y probablem ente ha sido reforzada en una
gran variedad de situaciones. En el caso del otro individuo, la conducta
agresiva probablem ente fue castigada con consecuencias aversivas, y
la conducta amistosa fue reforzada en forma positiva. En el grado en que
las situaciones previas, generadoras de este tipo de conductas, se parezcan
a la situación en que los em pleados piden un aum ento de salario, espe
rarem os que estas dos categorías diferentes y opuestas de conducta
continúen presentándose. Por supuesto que en esta aproxim ación puede
ser que sólo una de ellas funcione. La conducta de esta persona sería
reforzada, m ientras que la de la otra no. Sin embargo, la conducta del
individuo no reforzado puede en realidad sufrir m uy poco cambio como
resultado de esto. La m ayoría de la conducta fuera del laboratorio es re
forzada sólo en form a interm itente, y como hem os visto, el reforzam iento
interm itente genera una conducta m uy estable y persistente. Casi
definitivam ente, ia historia del reforzam iento del individuo no reforzado
en esta ocasión en nuestro ejem plo, fue de tipo interm itente, y la canti
dad de extinción de esta clase de com portam iento como resultado de este
no reforzam iento fue probablem ente m uy ligera. Quizá tam bién estos
dos individuos que piden un aum ento de salario en otras circunstancias,
en el caso de otro superior, por ejem plo, la aproxim ación no reforzada
la vez anterior puede ser la venturosa en esta ocasión, y puede suceder
entonces que se inviertan las contingencias del reforzam iento. Esto
hace que surja otro factor complicado. Un individuo puede presentar
mayor capacidad de discrim inación que otro entre dos superiores dife
rentes y su conducta quizá eventualm ente se ajuste en forma tal, que sea
apropiada en diferentes situaciones, con m ayor frecuencia. Podemos
decir que esta persona tiene la habilidad de evaluar a la gente y ajustar su
propia conducta de acuerdo a tal evaluación. En el sistema de Skinner,
el proceso im plicado en dicho caso es el de reforzam iento diferencial y
discriminación.
No nos debe sorprender que un núm ero de psicólogos clínicos hayan
adoptado las actitudes básicas y la aproxim ación característica de Skinner
pues han encontrado que este m arco de referencia puede ser usado para
com prender el desarrollo norm al y tam bién se puede aplicar al estudio y
control de la conducta patológica. Se supone que la conducta anorm al
es igual que la norm al en sus principios de desarrollo. Al establecer un
programa para el tratam iento de la conducta anorm al, Skinner marca en
forma repetida que la m eta es sim plem ente cambiar la conducta anorm al
por conducta norm al, y esto se puede lograr por m edio de la m anipula
ción directa del com portam iento. Al referirse a la conducta anorm al,
Skinner no habla de la acción de deseos reprim idos, crisis de identifica
ción, conflictos entre el yo y el superyó, u otras construcciones
hipotéticas, las cuales etiquetaría com o ficciones explicativas. Más bien,
trata de m odificar la conducta indeseable por m edio de la m anipula
ción del medio en una form a determ inada por las técnicas de condicio
nam iento operante y respondiente.
Al hablar de la inmovilidad de un brazo (parálisis histérica) de un
soldado que se encuentra en el frente de batalla, Skinner no se refiere a
lo que este hom bre piensa, siente o trata de hacer; tam poco m enciona
procesos conscientes, inconscientes o fisiológicos. En el análisis de este
caso utiliza las leyes del condicionam iento respondiente (clásico) y ope
rante y lo hace depender sólo de las operaciones observadas y de la
conducta. No tiene que recurrir a variables que operan en otro nivel
que no sea el conductual, ni a ningún otro de construcción hipotética.
El tipo de análisis de la conducta anorm al, ia curación de ésta por
medio de psicoterapia, realizada por los skinnerianos, es el análisis y
curación de los síntom as, en vez de las causas internas, m entales o fisio
lógicas, que se hacen a un lado. Sólo tratan de los síntom as, repetimos.
Tal terapia parece om itir las fuerzas subyacentes que ejercerían su
influencia por m edio de algún canal conductual. Sin embargo, cuando
estas curaciones son inadecuadas, se debe a que el psicoterapeuta no ha
com prendido en form a cabal los principios de la m odificación de con
ducta, o que no ha revisado profundam ente la historia del paciente, para
determ inar los antecedentes del com portam iento indeseable. De hecho,
la evidencia existente al respecto de síntom as sustitutivos en estas con
diciones, indica que la curación es poco probable.
Bibliografía
1. Características m otoras.
á) Actividades corporales.
b ) Ojos y manos.
2. Higiene personal.
a) Comer.
b) Dormir.
c) Eliminar.
d) Baño y vestido.
e) Salud y som atización.
f) Fuentes tensionales.
3. Expresión emocional.
a) A ctitudes afectivas.
b ) Llanto y conductas relacionadas.
c) Asertividad y coraje.
4. Miedos y sueños.
5. Sexo y sí mismo.
a ) M adre-hijo.
b ) N iño-niño.
c) G rupos de juego.
a) Intereses generales.
b ) Lectura
c ) Música, radio y cine.
8. Vida escolar.
a) Ajuste escolar.
b) C om portam iento en el salón de clases.
c) Lectura.
d) Escritura.
e) Matemáticas.
9. Sentido ético.
a) Culpa y
b) Respuesta a la dirección, castigo y alabanza.
c) Responsabilidad a la razón.
d) Sentido de lo bueno y lo malo.
é) Verdad y propiedad.
á) Tiempo.
b) Espacio.
c) Lenguaje y pensam iento.
d) Guerra.
e) M uerte.
f) Deidad.
Una inspección de esta lista extensiva dem uestra que Gesell adoptó
un p u n to de vista m ultifacético del niño, en vez de concentrarse en uno
o dos aspectos del crecim iento. Y las facetas que cubren los tópicos de
las diferentes áreas del crecim iento fueron de im portancia para padres y
m aestros, lo que ayudó a la popularidad de su libro hacia la década de
los 50. Sin embargo, el cuerpo principal de los libros editados en la
Clínica de Gesell estaba com puesto de características típicas y rasgos del
crecim iento de cada edad, resumida en el perfil de conducta. Este catá
logo del prom edio de las características normales que se debían esperar
en cada año del crecim iento del niño, podía inform ar a padres, maestros
y pediatras.
Cualquier diferencia entre los niños de determ inada edad, se describe
sobre la base de dos o tres tipos de niños. Gesell ha considerado a la
herencia como un aspecto m uy im portante en el desarrollo, lo cual es
fácil de entender, puesto que recurre a la teoría de los estereotipos de
William Sheldon, para contabilizar diferencias de personalidad en los
niños.
En cuanto a la controversia de la herencia, Gesell es claram ente pfede-
term inista. En su opinión, los cambios en la estructura y en la conducta
del niño se deben principalm ente al resultado de la herencia.
El grupo de Yale tam bién identificó com o m ejor o como peor a cada
año del desarrollo del niño. Y proponía que las fases peores y mejores
aparecían en ciclos recurrentes y que eran esencialm ente las mismas
para todos o casi todos los niños. El térm ino de etapa m ejor se aplicaba
a cada año en el que el niño parecía estar bien ajustado o en buen equi
librio, tan to con él mismo como con los que lo rodeaban. El térm ino
de etapa peor se daba a los años durante los cuales el niño no era feliz y
se encontraba confundido con él mismo y con sus com pañeros de su m e
dio físico y social. Y cuando se veían en el niño características de la etapa
peor, que estaban determ inadas por factores internos de m adurez, a los
padres y m aestros se les sugería armarse de paciencia y esperar a que ese
tiem po pasara.
Este mismo grupo creó un cuadro para conocer a prim era vista estas
etapas.
INTRODUCCIÓN
Condicionamiento clásico
Condicionamiento operante
BANDURA
SEARS
LOS KENDLER
Durante más de dos décadas, el equipo form ado por los esposos
Howard H. Kendler (nacido en 1919) y Tracy S. Kendler (nacida en
1918) en la Universidad de California en Santa Bárbara, desarrolló una
teoría acerca de cóm o el niño aprende a distinguir sim ilitudes y diferen
cias entre las cosas de su medio. El trabajo de los Kendler ilustra la
manera en que los neoconductistas utilizan el m étodo llamado hipotético
deductivo para construir una teoría al form ular hipótesis y después
com probándolas experim entalm ente.
Los Kendler em pezaron con algunos experim entos de aprendizaje
discrim inativo, que otros psicólogos condujeron y que llevaron a inter
pretaciones conflictivas sobre el cómo ocurre el aprendizaje. Pero los
Kendler, durante varios años, llevaron tam bién al cabo sus propios
experim entos, para poder resolver ese conflicto y otros rom pecabezas
que continuam ente surgían en sus estudios.
Antes de describir las conclusiones de los Kendler, examinaremos
cuánto involucran los experim entos de discrim inación. Un experim ento
típico requiere de sujetos, como ratas, m onos, niños o estudiantes, para
encontrar cuál de las dos opciones es la correcta. El problem a, por
ejem plo, puede involucrar a una rata blanca que tiene que decidir cuál
de los dos callejones del laberinto la llevará hacia la com ida, un callejón
está m arcado con un círculo negro y el otro con un círculo blanco. Por
una sucesión de ensayos, durante varios días, la rata aprende que el
callejón del círculo correcto está a la derecha o a la izquierda del otro.
Los problem as de discriminación pueden hacerse más complejos si se
incluyen dos dim ensiones dentro de los estím ulos; por ejem plo, brillo y
form a. En este caso, la rata debe aprender a distinguir el brillo (blanco)
y/o la form a (un círculo en contraste con un cuadrado), situación que
le perm itirá discrim inar entre el callejón de la comida y el que no la tiene.
El trabajo puede hacerse todavía más difícil cuando los sujetos han
aprendido la respuesta bastante bien; entonces, el experim entador cam
biará las reglas de juego para que la respuesta correcta sea al revés
(transferencia opuesta), al cambiar de color el callejón de la com ida, o
transferir la respuesta a otra dimensión (transferencia extradim ensional),
o al cambiar la figura correcta, sin im portar su color; y aún más difícil,
al cam biar estas dos fórmulas.
Estos son los llam ados aprendizajes discriminativos típicos. Los psi
cólogos han estudiado muchas facetas de estas situaciones, para lo cual
han alterado las características de estím ulo, han hecho transferencias de
reglas y usado diferentes tipos de sujetos (ratas, palom as, changos, niños,
estudiantes). Al observar el resultado de las m anipulaciones, los neocon
ductistas han podido crear teorías que explican los fundam entos del
aprendizaje discrim inativo. A partir de sus teorías, los científicos pueden
producir nuevas hipótesis y estimar (deducir) qué sucedería si conducen
otro experim ento, diseñado para probar un evento particular que per
manezca sin resolverse. Los científicos argum entan que si sus teorías
son correctas, podrán plantear otro tipo de tareas de discrim inación para
que los sujetos respondan del m odo previsto. Así, al llevar a la práctica
sus nuevos experim entos, sabrán si sus predicciones son correctas y de
este m odo confirm arán sus teorías; en cam bio, si los resultados están en
desacuerdo con su expectativas, necesitarán reajustar sus teorías. Este
es el m étodo hipotético-deductivo de los neoconductistas para construir
una teoría.
El estudio de los Kendler merece un lugar especial entre los libros de
desarrollo del niño, pues sus estudios se llevaron al cabo con niños y
estudiantes, en vez de animales. Los niños recibían recom pensas por
discriminar correctam ente entre tarjetas de formas, tam año y colores
diferentes, o fotografías de animales, vehículos y juguetes.
De sus experim entos, los Kendler concluyeron en que los niños m uy
pequeños aprenden a discrim inar del mismo m odo que los infrahum anos,
como ratas, palom as y m onos; m ientras que los niños un poco m ayores
deducen sus conclusiones directam ente de las características que ven en
los estím ulos, como el tam año, la form a o el color. Más tarde, cuando
llegan al jard ín de niños o a los prim eros años de la educación primaria,
su discrim inación empieza a ser m ediada por conceptos. En térm inos
generales, esto quiere decir que el niño desarrolla conceptos o sím bolos
mentales como m ediadores, a los cuales m anipula para tom ar decisio
nes, en vez de reaccionar en form a directa a la discrim inación del estím u
lo. Este m ediador, o idea, puede ser tan to verbal (al etiquetar a los
objetos: círculo, amarillo, pequeño), como no verbal. Los Kendler
concluyeron, además, en que la habilidad para discrim inar semejanzas y
diferencias entre cosas en el m undo se desarrolla a lo largo de dos etapas
im portantes: la de la tem prana reacción directa y la m ediadora tardía.
Estos descubrim ientos son claram ente paralelos a los realizados por
Piaget y Vygotsky.
Teorías como la de los Kendler nunca se com pletan, pues son siem
pre tentativas estimadas de relaciones, que continuam ente pasan por
refinam ientos y expansiones por m edio de hipótesis y experim entos.
Los Kendler siempre se han m ovido en diferentes y nuevas direcciones,
por lo que recientem ente investigaron la probable unión entre sus
resultados y los estudios de Feschwind de neurología del cerebro. Esto
es, rasgos de desarrollo del cerebro, desde especies inferiores hasta espe
cies superiores (filogenia), y rasgos de la m aduración del cerebro de un
niño (ontogenia), paralelos a las etapas del aprendizaje discrim inativo en
el modelo m ediador de desarrollo de los Kendler. Por lo tan to , parece
posible dar una explicación neurológica razonable para los cambios de
conducta que los Kendler observaron en el proceso cognitivo del niño.
HAVIGHURST
ABRAHAM H. MASLOW
Metanecesidades y metapatologías
La existencia de estos valores del ser agrega una serie de com plica
ciones a la estructura de la autorrealización. Estos valores funcionan
como necesidades y han sido denom inados m etanecesidades. Su ausencia
produce cierto tipo de patologías que aún no han sido descritas adecua
dam ente, pero a las que llama m etapatologías la enferm edad del alma
que se origina, por ejem plo, por vivir entre m entirosos y no confiar en
nadie. Tam bién se necesitan m etaconsejeros que ayuden con las enfer
medades del alma que se originan de las m etanecesidades no realizadas.
Autorrealización
Resacralización
La creatividad
Bibliografía
Las analogías son científicam ente inválidas. Sin em bargo, las hom o
logías con frecuencia proporcionan m odelos valiosos. (La teo ría general
de sistemas sirve para discernir analogías y hom ologías, es decir, los
parecidos sin sentido de los traslados significativos.)
La hom ología de características de sistemas no quiere decir reduc
ción de un dom inio a o tro inferior; pero tam poco se trata de m era m etá
fora o analogía; es pues, una correspondencia form al originada en la
realidad, en la m edida en que pueda considerarse form ada de “sistemas”
de cualquier índole.
Bertalanffy establece que “las ventajas de los m odelos m atem áticos,
como son la no am bigüedad, posibilidad de deducción estricta, verifica-
bilidad por datos observados, etc., son bien conocidas. No quiere esto
decir que m odelos form ulados en lenguaje ordinario hayan de ser desde
ñados o rechazados. Un m odelo verbal es preferible a ninguno o a un
m odelo que, por poder ser form ulado m atem áticam ente, es im puesto
por la fuerza a la realidad y la falsifica” .
Bertalanffy define a esta teoría com o una “disciplina que trata de las
propiedades y leyes generales de los sistem as” . El tem a de esta teoría
“es la form ulación y derivación de aquellos principios que son válidos
para los sistemas en general” .
Un sistema se define com o un complejo de elem entos interactuantes,
con las características siguientes:
Bibliografía
MINUCHIN
La estructura familiar
La familia funcional
La familia en terapia
El diagnóstico familiar
La reestructuración de la familia
TEORÍAS FACTORIALISTAS
Análisis factorial
Bibliografía
Dimensiones somáticas
Dimensiones de aptitud
Dimensiones intelectuales
Factores cognoscitivos
Factores evaluativos
Los rasgos tem peram entales tienen que ver, según G uilford, con la
m anera en la que ocurren las acciones de un sujeto. En el organismo que
se com porta no es posible separar por com pleto las aptitudes o el tem
peram ento, de la m otivación. En los m otivos encontram os las razones
para ejecutar un acto, o para ejecutarlo con diferentes grados de esfuerzo
y, por tanto, de lo gro,y hasta cierto p u n to , los m otivos proporcionan las
razones para ejecutar acciones de una m anera, a preferencia de otra.
Muchos de los análisis de rasgos tem peram entales que se han hecho
por m edio de factorizaciones, están basados en respuestas a inventarios.
Algunas veces las variables correlacionadas han sido reactivos únicos y
otras veces, calificaciones de listas hom ogéneas de reactivos. Por tanto,
la inform ación básica proviene de los reportes que de sí mismos realizan
los sujetos. Estas variables —calificaciones de reactivos y de in v en tario s-
no están en la misma categoría que las autoclasificaciones de rasgos, ya
que los reactivos por lo general se refieren a hábitos, opiniones, gustos y
disgustos más específicos.
Otra délas fuentes de los datos analizados en los rasgos tem peram en
tales es la observación de la conducta por otros. Las observaciones se
pueden registrar en diferentes formas. Algunas veces son com o las clasi
ficaciones de los rasgos, con algún grado de generalidad; otras, son
clasificaciones de cualidades más específicas. Pueden ser síntom as que
se reporten como presentes o ausentes, o pueden ser conductas abiertas
presentes o ausentes.
Los factores tem peram entales caen dentro de tres grupos principales
de disposiciones, según las esferas de conducta a que se ajusten. Algu
nos de ellos parecen aplicarse a m uchos tipos o a la conducta en general,
m ientras que otros están más restringidos a aspectos em ocionales, y otros
a la conducta social. Por tan to , los factores tem peram entales pueden ser:
generales, em ocionales y sociales, aunque por lo general son bipolares.
Factores de disposición general. Entre éstos tenem os los siguientes:
confianza o sentim ientos de inferioridad; estar alerta o estar desatento;
impulsividad o deliberatividad; restricción contra ra th ym ia ; objetividad
contra hipersensibilidad.
Factores de disposición emocional. C ontento contra depresión; in
m adurez contra m adurez em ocional;nerviosism o conta com postura; esta
bilidad contra disposición cicloide; postura o conciencia de sí mismo.
Factores de disposición social. Ascendencia contra tim idez; sociali
zación contra autosuficiencia; iniciativa social contra pasividad; amiga
bilidad u hostilidad; tolerancia contra espíritu crítico. Se han propuesto
m uchos otros rasgos tem peram entales. Entre los que no han sido sufi
cientem ente com probados o que se presentan en form a de síndrom es
están los siguientes: m asculinidad contra fem ineidad, tem po personal,
perseveración y oscilación.
Incluyen aquellas dimensiones que tienen que ver más o m enos direc
tam ente con la m otivación. Bajo el térm ino m otivación se encuentran
los drives o pulsiones biológicas que dependen de las necesidades
orgánicas. Debido a que m ediante la experiencia se desarrollan otras ne
cesidades, G uilford postula la existencia de m uchos tipos de condiciones
valoradas, tales como orden, confort, logro y libertad. Tam bién hay cla
ses de actividades valoradas, con lo que se quiere decir intereses voca
cionales y no vocacionales. Condiciones m otivantes m ás complejas son
las que se proponen bajo el nom bre de actitudes. Las necesidades, los
intereses y las actitudes constituyen las categorías principales de las di
m ensiones m otivacionales.
Dimensiones de necesidad
Estos intereses se refieren a las cosas que a los seres hum anos les gusta
hacer o sienten satisfacción de hacer. El hincapié está puesto en el tipo
de actividades que pueden se gustadas o no, y que se agrupan en form a
razonable bajo ios diferentes factores. Guilford m enciona prim ero las
dimensiones de interés que tienen que ver más con actividades abier
tas seleccionadas; sigue con un grupo que subraya ciertas propiedades de
las actividades, después un conjunto que tiene que ver con la apreciación
estética y, finalm ente, un tanto que se refiere a diferentes tipos de
pensam iento.
Los factores de interés en actividades abiertas son: gusto por la
aventura o seguridad y gusto por las diversiones. Los factores de interés
en actividades con ciertas propiedades com o: gusto por la variedad y
gusto por la precisión. Intereses de apreciación, que son: cultura general
y apreciación estética. Factores hum orísticos: hum or devaluador, hu
mor inm oral, de com prensión súbita, insight, de albures; hum or sexual
y de situaciones incongruentes. E ntre los factores de interés en el pen
samiento están: reflexión, pensam iento autista, riguroso, convergente
o divergente.
Las dim ensiones de intereses vocacionales se agrupan de acuerdo a
las categorías socioeconómicas ya conocidas, y son los siguientes: fac
tores de intereses a nivel profesional, que incluyen interés científico, ex
presión estética y bienestar social. Factores de interés com ercial: interés
en los negocios y de despacho. Factores de interés en actividades físicas,
los cuales incluyen interés m ecánico, en la vida al aire libre, en la aviación.
Parece que existen ciertos factores que tam bién surgen de grupos
de sexo fem enino y son: interés en una carrera, interés dom éstico y
m atemáticas.
Las dimensiones de las actitudes son de im portancia prim ordial para
la com prensión de la conducta social, ya que tienen implicaciones socia
les persistentes y de largo alcance. La organización social y los procesos
sociales dependen m ucho de las actitudes de los individuos y están pro
fundam ente relacionados con la form ación de esas actitudes. Las insti
tuciones del gobierno, religiosas y de bienestar social, deben sus form as
de ser a las actitudes hum anas y éstas a su vez influyen las actitudes de los
sujetos que entran en contacto con ellas. Entre los factores de actitud
están: liberalidad o conservadurism o, religiosidad, hum anitarism o, na
cionalismo, reform ism o o revolución.
En térm inos de la complejidad y generalidad, las actitudes prim arias
parecerían estar m uy alto en la jerarquía de la estructura de la personali
dad; sin embargo, se ha puesto poca atención en tratar de relacionarlas
con otras dimensiones del tem peram ento y la m otivación. Quizá cada una
de las dimensiones de actitud pudiera explicarse en térm inos de com bi
naciones, con aquellas otras variables a las que se les ha agregado algo.
Bibliografía
La estructura de la personalidad
.. Sociable, le gustan las fiestas, tiene muchos amigos, necesita tener gente
con quien hablar y no le guasta leer o estudiar solo. Busca excitación, se arries
ga, con frecuencia se inmiscuye en cosas ajenas, actúa bajo la situación del
momento yes, por lo general, un individuo impulsivo. Le agrada hacerle bromas
a la gente, siempre tiene lista una respuesta, y por lo general le gusta el cambio;
es descuidado,comodino,optimista y le gusta ‘reírse y estar contento’. Prefiere
mantenerse de arriba abajo y haciendo cosas; tiende a ser agresivo y pierde la
compostura con facilidad y rapidez; no puede mantener sus sentimientos con
trolados y no siempre es una persona confiable.” (Eysenck y Rachman, 1965.)
Los sujetos norm ales, aquellas personas que pertenecen al polo com ún
del continuo norm alidad-neuroticidad,presentan estabilidad em ocional,
se excitan con dificultad, son calmados, de tem peram ento “parejo” ,
descuidados y confiables. (Eysenck y Rachm an, 1965.) Eysenck indica
que probablem ente los factores hereditarios juegan algún papel en el des
arrollo de este tipo, pero es franco al confesar que los descubrim ientos
experim entales de esta serie de estudios no llegan a una conclusión firme
al respecto. Sugiere tam bién, que así como la inteligencia puede ser con
siderada un factor general en el área cognitiva, y la introversión-extraver
sión un factor general en el área em ocional, asimismo, el neuroticism o
puede ser tom ado como factor general en el área de la m otivación y
esfuerzo. Cree, además que, por lo m enos en parte, el neuroticism o puede
considerarse defecto de la capacidad del individuo para persistir en la
conducta m otivada.
Recientem ente (1 9 5 5 ) Eysenck desarrolló una teoría de la ansiedad
e histeria, en la que hace una com paración del trabajo de Pavlov y Hull,
y llega a algunas predicciones específicas respecto a las variables de
introversión-extraversión y neuroticism o.
Se encontró por m edio de esta teoría, que la facilidad con la que se
pueden desarrollar respuestas condicionadas en sujetos hum anos y la
resistencia a la extinción de estas respuestas está relacionada con la varia
ble de introversión-extraversión, pero no con la variable de neuroticism o.
Tam bién se confirm aron predicciones derivadas de la teoría respecto del
funcionam iento de m uchas otras situaciones experim entales. Estos estu
dios revelan el interés de Eysenck en exam inar las dim ensiones que ha
establecido y tam bién sugieren su intención de incluirlas dentro de una
estructura teórica general.
En un program a subsecuente de investigación (1 9 5 2 ), Eysenck rea
lizó num erosos estudios para lo cual utilizó tanto sujetos norm ales como
enferm os mentales. Estos trabajos se extendieron hasta tres dimensiones
fundam entales, llegando a definir tipos de personalidad. La nueva varia
ble descubierta, psicoticism o, describe al individuo en los siguientes
térm inos:
Eysenck considera el m étodo del análisis criterial com o una com bi
nación de pruebas de proposición; es decir, la unión del m étodo hip o té
tico deductivo con la técnica del análisis factorial. Com o señala, m uchos
críticos deí análisis factorial han objetado la larga descripción de la téc
nica utilizada, y han sostenido que tal proceso propicia cierta arbitrarie
dad para determ inar qué factores derivarán de una m atriz de correlacio
nes dada.
De acuerdo con el procedim iento de Eysenck, el investigador debe
empezar con una proposición que se refiera a un fundam ento, variable
específica o factor, y entonces proceder a conseguir un conjunto de m edi
das o pruebas que probablem ente se relacionan con este factor funda
m ental. Se deben procurar estas m edidas para dos grupos, que estén
contrastados en el grado en el que posean esta variable. En otras pala
bras, el investigador no solam ente debe tener m últiples m edidas en un
núm ero de sujetos en la form a convencional, sino tam bién tener grupos
criteriales, que posean en form a discrim inada diferentes grados de la
hipótesis o variable en cuestión. Cada grupo de pruebas individuales se
correlaciona entre los dos grupos, para tener una m edida de cada prueba
que indique qué tan to se asocia cada una a la distinción implicada en el
grupo criterial; esto es, qué tan sensible es la prueba a esta variable
particular.
Es imposible dar una imagen detallada de los pasos siguientes sin com
prender el procedim iento de com putación del análisis criterial. Sin
embargo, la idea que apoya estos pasos es bastante simple: m ientras que
antes había un núm ero de factores diferentes que podían haber sido
seleccionados, ahora hay un factor singular para ser aislado de tal form a
que la contribución de las pruebas individuales del factor escogido corres
ponda al grado de correlación entre estas. En otras palabras, los grupos
criteriales im ponen una restricción definida acerca del análisis factorial
e implican que el últim o factor derivado se inclinará más excesivam ente
hacia esas pruebas que discrim inen más efectivam ente entre los grupos
criterio.
Cualquiera que sea la técnica empleada, este refinado y com plicado
análisis factorial posee la singular virtud de forzarse sobre la consideración
anticipada del problem a del investigador y da cuando m enos, una con-
ceptualización tentativa de la naturaleza de la variable que él se propone
investigar.
Al establecer a su satisfacción la existencia de la dim ensión neurótica
como factor principal y al fundam entar su acción en una am plia variedad
de diferentes pruebas de personalidad y ratings de personalidad, Eysenck
(1 9 5 2 ) y sus colaboradores se lanzaron a buscar o inventar un m edio
para la m edida exacta cuantitativa de esta dim ensión. Dicho trabajo pre
senta el prim er reporte detallado de la aplicación del m étodo del análisis
crit erial.
Los investigadores com enzaron por escoger un grupo norm al y otro
neurótico a quienes se propusieron adm inistrar, de acuerdo con el mé
todo de análisis criterial, un gran núm ero de m edidas que se creían relacio
nadas con variables fundam entales de neuroticidad. El grupo norm al lo
integraban 207 soldados que habían cum plido por lo m enos 6 meses de
servicio y cuya inteligencia era cuando m enos norm al.
El grupo neurótico estaba com puesto por 215 soldados que habían
sido dados da baja en el ejército por m otivos psiquiátricos. Los dos
grupos parecían relativam ente parejos en todas las variables, excepto en
inteligencia, en la cual el grupo norm al era significativam ente superior.
Eysenck trata de tom ar en consideración este factor en su interpretación
de los hallazgos de este estudio.
D urante un periodo de dos días, los sujetos fueron som etidos a un
gran núm ero de pruebas, que arrojaron más de setenta m edidas de per
sonalidad individual, las cuales tuvieron todas, al parecer, alguna relación
con la variable fundam ental del neuroticism o. Cada m edida se examinó,
en cuanto a su capacidad para diferenciar entre el grupo norm al y el
neurótico. Como resultado de este análisis se encontró que una serie de
m edidas de los cuestionarios diferían de manera m uy significativa entre
el grupo norm al y el neurótico, así como tam bién un gran núm ero de
m edidas derivadas de pruebas de com portam iento objetivo-, pero un grupo
de m edidas basadas en m ovim ientos expresivos fallaron por com pleto en
diferenciar al grupo norm al del neurótico. Dos m edidas basadas en una
prueba proyectiva (R orschach) diferenciaron con éxito a los dos grupos.
Al com pletar esta form a de análisis para 76 m edidas individuales, los
investigadores escogieron 28 m edidas para someterlas a un análisis facto
rial. Estas medidas estaban interrelacionadas y la m atriz resultante de las
correlaciones fue som etida a análisis factorial, con el factor primordial
derivado de tal m odo que llevaba al m áxim o la contribución (carga o
saturación) de las pruebas que fueron más efectivas en diferenciar entre
los grupos norm al y neurótico. De hecho, este factor se determ ina al
escoger el factor que tiene la más alta correlación o cantidad de satura
ción de las m edidas individuales sobre el mismo y el grado de correlación
entre estas m edidas y los grupos criterio. La correlación entre las satu
raciones del factor extraído y las correlaciones con los grupos criteriales
es 0.40, lo cual es considerado por Eysenck com o evidencia de la verda
dera existencia de la variable subyacente de neuroticism o. Se muestra
convencido de que esta correlación hubiera sido m ucho más alta, de no
ser por la infortunada incapacidad de controlar la inteligencia, que en
este caso penetró y contam inó la m edida del neuroticism o.
Después de realizar una serie de operaciones adicionales a partir de
estos datos, lo cual incluye una correlación m últiple entre m edidas esco-
gidas y el factor extraído, llega a la siguiente conclusión general:
Más tarde se m ostrará que una batería similar tiene un índice de con-
fiabilidad de al m enos 0.85 y probablem ente sobrepase 0.90. Estas
cantidades apoyan el argum ento, adelantado en la obra D im ensiones de
la personalidad, donde afirma que en el neuroticism o tratam os con un
factor de personalidad que puede ser m edido con tan ta confianza y tan
válidamente como la inteligencia.
Después de haber alcanzado esta alentadora conclusión para reforzar
su argum ento, Eysenck llega a resultados similares en un estudio llevado
al cabo con niños normales y neuróticos por Himmelveit y Petrie (1951),
y luego reporta un estudio (Eysenck y Prell, 1951) designado para
probar la hipótesis de que la dim ensión neurótica está, al m enos en parte,
determ inada por factores genéticos o constitucionales. Tal estudio tam
bién se basa en el hecho de que el análisis factorial es el principal m étodo
de análisis y lleva a Eysenck a la siguiente conclusión:
Bibliografía
Factor I*
Extraversión -introversión
Datos L Datos Q
Qi ( - ) Conservadurismo
Qi ( —) Falta de autosuficiencia
Factor II
Ansiedad -integración
Datos L Datos Q
Factor III
Sensibilidad
Datos L Datos Q
L Propensión A (—) Esquizotimia
I Premsia I Premsia
A (—) Esquizotimia N ( —) Falta de suspicacia
N ( —) Falta de suspicacia
Factor IV
Datos L Datos Q
N Suspicacia E Dominación
C (—) Superyó débil N Suspicacia
E Dominación C (—) Superyó débil
F Apresurado (ligereza) F Apresurado (ligereza)
D Excitable Q\ Radical
Factor V
Adaptabilidad constitutiva
Sólo datos L
H Parmia
J Coastenia
B Inteligencia
M (—) Praxemia
F (—) Pausado (lentitud)
Factor VI
Disposición catatónica
Sólo datos L
D Excitabilidad
A (—) Esquizotimia
C (—) Fuerza del yo, débil
La com binación de la esquizotim ia con la gran excitabilidad sugiere
que en este caso se trata de una predisposición constitucional catatónica:
se propone esta interpretación ya que otros autores han encontrado esto
en familias esquizofrénicas, y Cattell ha observado que el segundo factor
más alto en lo que se refiere a determ inación hereditaria, es el A .
Cattell afirm a que los reactivos de los cuestionarios, al ser traducidos
a otros idiomas, se correlacionan y analizan, y surgen los mismos o seme
jantes rasgos-fuente generales; le sugiere que se trata con rasgos básicos
de im portancia hum ana general. Los mismos rasgos-fuente principales
pueden reconocerse y medirse m ediante técnicas semejantes. Para com
probar esto, se han realizado transfactorizaciones entre los medios, in
tentando identificar los factores encontrados en un m edio con los que
se supone son los mismos, de otros medios. Las corroboraciones in te r
m edios encontradas se pueden resum ir en el cuadro 31.1.
Que entre 18 o más factores, sólo seis fallen en identificarse entre los
datos L y Q, indica que estam os cubriendo esencialm ente los mismos
reinos en los diferentes medios.
INVESTIGACIÓN DE LA ESTRUCTURA
MOTIVACIONAL
INVESTIGACIÓN DE LA ESTRUCTURA
DINÁMICA
Para Cattell (1957 y 1965) una actitud es una estructura que se in
fiere de la aparición repetida de respuestas conductuales de cierto tip o ; o
sea, la tendencia a actuar en una form a particular ante una situación
dada. Las relaciones estím ulo-respuesta se organizan en jerarquías. Lo
que com únm ente llamamos actitud es una respuesta a una situación que
implica m uchas respuestas m otoras específicas a situaciones particulares,
dentro de la situación m ayor. Lo que identifica a las subreacciones, es
que contribuyen a un propósito o reacción única to tal, y lo que une a las
situaciones subestím ulo, es que se perciben como partes del significado
to tal de la situación m ayor. Esto se puede esquem atizar en la siguiente
form a:
“En estas circunstancias Yo -> deseo intensamente hacer esto con esto”
(situación-estímulo) (organismo) (interés-necesidad, (meta específica) (objeto
de cierta curso de acción) (usado
intensidad) en la
acción).
*De la fuerza aérea, porque fueron miembros de ella a quienes se estudió para la derivación
de este factor; Cattell piensa que existe un sentimiento similar para todas las profesiones.
de una vida confortable; quiero que no se perm ita el control de la nata
lidad en lo absoluto, etcétera.
Sentim iento po r lo mecánico o p o r lo material. Actitudes que lo de
finen: disfruto de un buen carro o m otocicleta, por sí mismos; me gusta
m anejar cosas mecánicas —a p a ra to s,m o to re s,e tc .—; disfruto en com prar
y vender cosas y al tratar de obtener ganancias en los negocios; no quiero
tener el consejo de mis padres ni atender sus deseos al planear mis asun
tos; me gusta poseer una casa y tener cosas que pueda llamar m ías; me
gusta estar alto, en un aeroplano, etcétera.
S entim iento del self. A ctitudes que lo definen: me gusta tener un
buen control sobre todos mis procesos m entales —m i m em oria, pulsiones
y conducta general—; no quiero hacer algo que peijudique mi sentido de
au to rresp eto ; quiero ser de prim era clase en mi trabajo; quiero tom ar par
te en actividades civiles en la com unidad en que vivo, m antener una re
putación de honestidad y altos principios entre mis amigos, etcétera.
Esta estructura está supeditada a la m ayoría de las satisfacciones
érgicas y de sentim iento del individuo. Nos explica Cattell que tal senti
m iento representa la habilidad para contem plar el s e lf físico y social, por
medio del cual la satisfacción de cualquier deseo se supedita en parte a
un sentim iento de bienestar del se lf total.
Este sentim iento se convierte, debido a dichas contribuciones, en el
más poderoso del encaje, que controla, hasta cierto grado, a todos los
demás (C attell, 1950).
La principal influencia organizadora ejercida sobre los rasgos dinám i
cos en su compleja interacción, es el s e lf estructural; más precisam ente,
el se lf derivado o el sentim iento del y o (Hall y Lindzey, 1965).
Existe tam bién un s e lf ideal y un s e lf real. Am bos dependen del p ro
greso de autoobservación. El s e lf real es el individuo como debe aceptarse
en sus m om entos más racionales; y el s e lf ideal es el sujeto com o le gus
taría verse a sí mismo (Hall y Lindzey, 1965). Es éste un sistema de
actitudes cuya satisfacción constituye la preservación del estatus físico,
social y m oral del se //(C a tte ll, 1965).
Los rasgos dinám icos no son tan estables como aquellos de persona
lidad y habilidades. La fuerza de los sentim ientos varía en función del
aprendizaje, decadencia, tiem po y circunstancia. Nuestros niveles de ten
sión érgica están en continuo cambio debido a la estimulación general
del m edio y a la cantidad de reforzam iento de m etas que reciben general
m ente (C attell, 1957). Estos niveles son susceptibles a la privación
fisiológica y están determ inados parcialm ente por la historia más rem ota
de esa pulsión (C attell, 1965).
En este m edio tam bién existen rasgos de segundo orden, y son los
siguientes (C attell, 1957):
Factor 1. D im ensión de supresión érgica -ex p re sió n érgica: se pue
de interpretar como la inhibición cultural general.
Factor 2. Expresa la oposición de los intereses deportivos contra los
mecánicos-, se encuentra alguna relación entre el deporte
y el ergio autoasertivo, y entre el interés m ecánico y el
ergio curiosidad.
Factor 3. Factor tem peram ental premsia.
Factor 4. Sentim ientos y ergios centrados en la carrera.
Factor 5. Oposición érgica entre el gregarismo y la búsqueda de des
canso p o r un lado, contra la curiosidad y posiblem ente
autoaserción po r el otro.
Factor 6. Relación entre la fuerza de la pulsión tem or y el grado del
desarrollo del sentim iento del self.
Lo que ahora interesa a los psicólogos es ver cómo se relacionan los
sentim ientos y ergios con los factores de personalidad. Un estudio reali
zado (C attell, 1957, pág. 52 7 ) indica que existen relaciones significativas
entre el tem peram ento y la disposición en la dirección esperada, pero
no constituyen identidades totales.
La ecuación específica
Ecuación específica
P i j = Sl iTí j + ...........SnjTni + Sj Tj i
donde:
E=S+fc[C+H(l )C]
--- b
'
donde:
Una ecuación específica más com pleta que nos puede ayudar a deter
m inar la respuesta que ejecutará un sujeto en una situación dada, deberá
tener en cuenta, no sólo los rasgos de personalidad general (T), sino tam
bién las habilidades, los niveles de tensión érgica (£), los sentim ientos
del sujeto en ese m om ento, el rol o roles que entren en ju eg o , y los es
tados tem porales por los que está pasando tal individuo. Siendo así,
nuestra ecuación específica quedaría (Cattell, 1957):
Pj = SfaA ... + Sjfr T . .. + SjeE ... + SjmM ... + Sjr R ... + SjgS
donde:
Cabe m encionar que todas estas ecuaciones son sólo m odelos teoré
ticos; sería difícil usarlos en la práctica.
Eí desarrollo de la personalidad
1 ..
~r ■ “1
hiperactividad rabia rabia (no efectiva)
(gratificación) (rompiendo la
barrera)
J
1 1 ~ i 1
desesperación temor y agresión fantasía
I evitación (satisfacción)
1 " i 1 1
negación represión sublimación regresión
voluntaria
1.
(supresión)
t 1 I I-------------------------I
fantasías represión represión poco sublim ación
inconscientes exitosa estable (incon sciente)
i 1 i 1 1
fantasía reacción formativa proyección racionalización represión
Bibliografía
KARDINER
DEVEREAUX
MORENO
Según José Luis Moreno, el hom bre estructura su yo por m edio de sus
roles. En consecuencia esta estructuración desde los roles psicosomáti-
cos, en los que se apoyan los roles originarios o fundantes y los sociales,
cumple un proceso que pasa por sucesivos estadios, los cuales como en
una im bricada red, se suceden o superponen en el tiem po hasta llegar a
la estructuración definitiva de la personalidad, que surgirá del equilibrio
entre todos los roles.
El conjunto de roles que estructuran a la persona conform a su áto
mo cultural. Este átom o cultural sufre diferentes viscisitudes hasta lo
grar la estructuración total. Pasa así de lo que denom inam os átom o cul
tural primigenio, que corresponde a la m atriz de identidad dentro de la
cual se desarrollan los roles psicosom áticos, al átom o cultural originario,
perteneciente a la m atriz familiar donde se desarrollan los roles fundan
tes, para alcanzar eí átom o cultural social, correspondiente a la matriz
social en la que se desarrollarán los roles derivados o sociales.
Estos tres átom os culturales (prim igenio, originario y social) conflu
yen en un conjunto total o átom o cultural individual, en el que uno es
partícipe del otro.
Los átom os culturales se desarrollan en el intercam bio constante
del juego de roles con roles com plem entarios ejercidos en el m undo cir
cundante por aquellos otros significativos que han estado presentes en
el proceso de evolución.
Numerosos actos creativos conform an el desarrollo. Para Moreno, el
pasaje de la vida intrauterina a la vida autónom a es el prim er acto crea
tivo, la prim era elección espontánea entre la vida y la m uerte.
Este acto creativo y fundante es el prim ero de una sucesión que se
dará en el transcurso de la vida, no en el vacío sino en unión y con la
ayuda del otro.
A cada etapa de desarrollo del átom o cultural le pertenece un áto
mo social real constituido por los individuos que desem peñan los roles
com plem entarios necesarios.
Estos sucesivos átom os sociales reales van a instituirse en el átom o
social perceptual, m ediante el cual el individuo establece sus vínculos y
se relaciona con sus semejantes.
Para alcanzar sus fines terapéuticos, el psicodram a debe actuar en
este átom o social perceptual, a fin de lograr la m odificación y enri
quecim iento de los roles actuales integrantes del átom o cultural. El á to
mo cultural prim igenio tiene su correspondencia con la etapa de la m atriz
de identidad.
Para Moreno la m atriz es un lugar de aconteceres en continua m odi
ficación y cambio, un locus. En la m atriz de identidad com ienzan a
desarrollarse los roles psicosom áticos con la finalidad últim a de la dife
renciación.
A partir del acto creador del nacim iento que m odifica una estructu
ra de funcionam iento corporal, el niño dependiente por com pleto debe
recurrir a todo su caudal de espontaneidad para estructurar sus roles psi
cosom áticos en relación directa con cada función fisiológica.
El crecim iento es una larga sucesión de actos creadores que llevan
hacia la independencia. Cuando un niño respira por prim era vez insti
tuye m ediante este acto creador un nuevo m odo de ser, se m odifica
para adecuarse a su medio.
En el acto fundante de su prim era respiración surge el rol psicoso-
m ático de respirador y la actitud básica de posibilidad de cambio.
Al desarrollar en las cinco etapas descritas por Moreno el rol de inge-
ridor, en directa relación con el de defecador —tan im bricado con el an
terior que constituyen un solo rol inseparable—, el niño experim enta con
las actitudes básicas de recepción y entrega y sus derivadas: aceptación-
rechazo, com plem entación-oposición, conexión-aislam iento,
las actitudes básicas de recepción y entrega y sus derivadas: aceptación-
rechazo, com plem entación-oposición, conexión-aislam iento.
Los lím ites y posibilidades de descubrim iento del otro los adquiere
por m edio de su rol contactador alim entado por las sensaciones de su
piel, de su aprehensión táctil, etc., que le inform an de la presencia o
ausencia de los que lo rodean. De la estructuración de este rol surgirá la
actitud de ternura-violenta con todos sus derivados en el nivel afectivo.
El rol de perceptor cenestésico será fundam ental para el reconoci
m iento de las propias reacciones frente a diversas situaciones, en espe
cial las de tem o r y protección.
El rol kinésico le perm itirá experim entar su independencia, en prin
cipio con los m ovim ientos m usculares faciales más pequeños hasta llegar
a la deambulación.
Los roles psicosom áticos sensoriales lo insertarán en el m undo. El
rol de visor le descubre el espacio, el que lo rodea y el que lo separa del
otro. Este rol com plem enta al de ingeridor y ju n to con él siguen las cin
co etapas evolutivas.
Los roles de auditor, olfateador y degustador son aproxim aciones
diferentes. Con ellos el m undo penetra en el ser hum ano y le propor
ciona elem entos que él debe codificar desde sí.
En algunos roles coinciden en el tiem po el acto fundante que corres
ponde a su emergencia y el desarrollo to tal del rol (por ejem plo, el rol
respirador).
En otros, hay m ayor distancia entre el acto fundante de su consti
tución y el pleno desarrollo (por ejem plo, el rol ingesto-defecador). Los
restantes se instituyen, en definitiva, tras una larga búsqueda al consoli
darse el desarrollo del átom o cultural.
Es decir, los roles com ienzan a instituirse en actos fundantes en la ma
triz de identidad y com pletansu desarrollo en las m atrices subsiguientes.
La m adre y el hijo, com o un todo inseparable, constituyen la matriz
de identidad en que los dos se funden en una unidad (por ejem plo, en el
am am antam iento intervienen el pecho de la m adre y la boca del hijo,
pero el acto se realiza como una unidad). Este vínculo físico posibilita
la función y a la vez los actos fundantes de los roles psicosom áticos y
constituye lo que denom inam os la zona.
En esta m atriz de identidad se instituye el átom o cultural primige
nio. Los roles m aternos que provienen el átom o social real —form ado
por la m adre y quienes la ro d ean — ofrecen la com plem entariedad nece
saria para el desenvolvimiento de los roles que van a conform arlo. Se
estructura cuando los roles psicosom áticos, sostenidos y com plem enta
dos por el yo auxiliar perteneciente al átom o social real, emergen y co
mienzan su desarrollo.
En la estructura indiferenciada form ada por la m adre y el hijo, el
padre desem peña una im portante función de apoyo. La función directa
de su rol, incipiente hasta aquí, actuará de m anera preponderante en el
átom o cultural originario.
El átom o cultural originario pertenece a la m atriz familiar. En esa
matriz se estructuran los roles que denom inam os fundantes u origina
rios: hijo, padre, m adre.
Estos roles van a desarrollarse ayudados por dos elem entos insusti
tuibles: las actitudes básicas adquiridas durante el establecim iento del
átom o cultural primigenio y la estructura del átom o social real form a
do por la familia, en especial el padre y la madre.
D entro de la m atriz, que les brinda continente, se establece entre
ambos elem entos un interjuego en el desem peño de los roles. El con
cepto de zona, vínculo físico en la m atriz de identidad, se traslada a las
relaciones y vínculos afectivos en la m atriz familiar.
El proceso de desarrollo del rol de hijo com ienza con los roles psico-
somáticos. Al advertir el niño que es su m adre quien lo com plem enta, co
mienza a fundarse. En este m om ento descubre la existencia del otro, de
lo m ediato y en consecuencia de la capacidad de imaginar, que será la
base de pensar. Reconoce la existencia del padre y la m adre, diferentes
de él, y más tarde a sí mismo en el espejo.
En este rol no podem os hablar de un solo acto fundante sino de su
cesivos y constantes actos fundantes en los que el niño se crea a s í mis
mo, siempre en relación con sus progenitores.
Si las actitudes de éstos son congruentes y continuas, el desarrollo
del rol de hijo será espontáneo y creativo. Descubrirá el perfil de los ro
les com plem entarios de padre y m adre y aprenderá su desem peño para
luego invertir roles con ellos y poder actuarlos en relación con otro que
será quien tom e su propio rol de hijo.
Un rol originario recibe num erosos estím ulos para formarse. La
coherencia de las actitudes básicas de los que desem peñan los roles com
plem entarios es fundam ental. Perm anecerá como un continuum en la
experiencia, uniéndola a la de! átom o cultural primigenio. Las actitudes
básicas adquiridas en la m atriz de identidad perm itirán ahora la asunción
correcta de los nuevos roles que se desarrollarán en la m atriz familiar
continente.
Si por el contrario, las actitudes de los que desem peñan los roles
com plem entarios son deform adas y /o contradictorias, habrá en el niño
dificultad para ubicarse a sí mismo, para reconocer a los que lo rodean
y la percepción de los roles com plem entarios sufrirá una deform ación.
El resultado será una distorsión en la estructuración de sus propios ro
les, en su átom o cultural y en su proceso.
La m atriz familiar continente refuerza todas las actitudes básicas al
tiem po que las m antiene y sostiene para perm itir su despliegue. Una ma
triz familiar adecuada puede suplem entar las carencias de una m atriz de
identidad poco continente y com pletar la form ación de actitudes bási
cas correctas durante el proceso de desarrollo de los roles originarios. Si
ambas m atrices sufren las mismas carencias y dificultades, los roles psico-
somáticos y los roles originarios resultarán profundam ente dañados.
En el caso de una m atriz de identidad correcta que se continúa en
una m atriz familiar defectuosa o viceversa, será en la m atriz social donde
entrará la psicoterapia y corregirá la m alform ación de los roles origina
rios. La com binación arm oniosa de las tres m atrices genera la emergencia
de roles que posibilitan al individuo el m anejo adecuado de sus diversas
situaciones existenciales.
Denom inam os a este átom o originario o fu n d a n te porque a partir de
él quedan inscritas las pautas de conducta de la personalidad individual.
Según M oreno, el rol es una unidad cultural de conducta. Los roles
desarrollados en la m atriz familiar, que pertenecen al átom o cultural
originario, son las unidades de conducta que en correspondencia con la
cultura familiar, brindada por el átom o social real constituido por la fa
milia, otorgan al individuo su inserción en la m atriz social de manera
única, original y propia.
El átom o cultural social pertenece a la m atriz social. Está confor
mado por los roles sociales o derivados. Algunos de ellos com pletan las
tres etapas del desarrollo y el aprendizaje, la asunción y la creación del
rol; otros se detienen en u n sem idesarrollo y los que perm anecen en un
estado potencial necesitan de un estím ulo para aflorar.
El surgim iento y posterior desarrollo de los roles sociales se da con
base en el juego e intercam bio que establecen con sus com plem entarios
ejercidos por otros significativos de su m undo. El proceso se apoya en
los átom os primigenio y originario ya constituidos, enriquecidos al for
marse los roles sociales a los cuales proporcionan su estructura.
El átom o cultural social está sujeto a innum erables m odificaciones
que pueden acrecentarlo o em pobrecerlo, según sea la conform ación de
los átom os sociales con los cuales entre en contacto.
La integración en los sucesivos átom os sociales reales dependerá del
propio átom o cultural y del propio y particular m odo de haberse vincu
lado en las m atrices anteriores, donde intervienen las actitudes básicas
en vigencia, los roles originarios funcionantes y todos aquellos adquiri
dos hasta el m om ento.
El átom o cultural individual es el conjunto form ado por los tres áto
mos culturales descritos, resultado de la m utua integración y un todo
donde se im brican como piezas de u n mismo cuerpo.
El trabajo psicodram ático establece contacto m ediante cualquiera
de los átom os m encionados y entran en juego todos o alguno de los di
ferentes roles considerados.
El átom o social perceptual es la percepción del conjunto de signifi
cativos que han poblado el m undo de relación de un individuo. Se es
tructura con base en las percepciones y vivencias de cada uno de sus
átom os sociales reales.
Los átom os culturales (primigenio, etc.) basan su estructura en los
roles desem peñados en form a com plem entaria por los constituyentes del
átom o social real de cada m atriz y en la posibilidad de intercam bio. Den
tro de la m atriz de identidad, al átom o cultural primigenio corresponde
un átom o social real, cuyo principal integrante es la m adre, yo-auxiliar
fundam ental, o quienes de una m anera totalm ente accidental cum plan
esa función.
De la continencia de esta m atriz, de las posibilidades tele del niño y
del yo-auxiliar —la m adre— dependerá el que ésta sea percibida por el
niño en form a correcta, o en form a parcial, distorsionada. De acuerdo
con este proceso tele, el átom o social perceptual se alejará o aproxim ará
al átom o social real.
El grupo terapéutico form a un átom o social real para cada uno de
sus integrantes. Los fenóm enos que ocurren en él, en cuanto a roles y
vínculos, constituyen un proceso en el tiem po en constante evolución,
donde un rol caldea el surgim iento de otro y un vínculo m odifica la es
tructura total. Pero, sobre todo, crea la oportunidad de m odificar ju n to
con el a q u í y ahora, el largo proceso que hem os explicado m ediante el
trabajo acerca de los vínculos establecidos, en un nivel grupal o socio-
dram ático o en el nivel personal o psicodram ático.
33
C ésarm an*
EL SUPERYÓ Y LA REALIDAD
LAS COSAS EN EL YO
IMAGEN CORPORAL
HUMANO*
INTRODUCCIÓN
Figura 34.2.
1 Trabajo n
Fam ilia i
1 Escuela
* Iglesia i
1 Hospital t
* /
l N :i
E y 1
í / 1
i
PoIItologfa S Biología *
Psicología 1
1 Econom ía
J ' 1
1
1
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2
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ü
O
\ V
1
1 c til «
1 5 i
L i
Figura 34.3. El ecosistema humano. (Las figuras de este trabajo fueron sugeridas
por el psicólogo Felipe Ahumada Vasconcelos.)
LA DIALÉCTICA INDIVIDUO-CULTURA
a) Premisas personales
b) Premisas interpersonales
c) Económicas
d) Políticas, etc.
LA ETNOPSICOLOGÍA
Machisnio
Obediencia afiliativa
Virginidad
P.H.S.Cs. Abnegación
descriptivas 4 Temor a la autoridad
Estatus familiar
Respeto sobre amor
Honor familiar
Rigidez cultural
Figura 34.5. Las trece dimensiones factoriales de P.H.S.Cs. (Para una definición
de estos factores y conocer las escalas que las miden véanse Díaz-Guerrero e Iscoe,
1984 y Díaz-Guerrero, 1986c.)
Obediente afiliativo
Rebelde afirmativo
C ontrol externo pasivo
C ontrol interno activo
Cauteloso
Audaz
Interdependiente
A utónom o
De los ocho tipos hasta ahora descubiertos, cuatro son los más fre
cuentes y los que ahora, a grandes rasgos, describirem os (una amplia
presentación se encuentra en D íaz-G uerrero, 1982&). El m exicano afi
liativo obediente, el m exicano activam ente autoafirm ativo o rebelde, el
m exicano con control interno activo o íntegro, y el m exicano de control
externo pasivo o corrupto.
Si tom am os en cuenta a toda la República, el m exicano más frecuen
te es el obediente afiliativo. La gran m ayoría de los m exicanos son obe
dientes, afectuosos y com placientes hasta los 12 años de edad. Esto es
lo norm al en nuestra cultura. Niños pertenecientes a este tipo m uestran
señales de salud em ocional e intelectual. Sin embargo, si hacia los 15
años todavía son igualm ente obedientes, m ostrarán un retraso en varios
aspectos intelectuales respecto de sus coetáneos; sus m adres em piezan a
pensar que sus hijos no lograrán m ucho y se acentúan los aspectos de
pasividad e interdependencia con los padres. A los 18 años estos niños
m uestran más síntom as de pasividad y dependencia de los padres y de
la sociedad; so n d e buenas maneras, piensan que es m ejor saber obedecer
que saber m andar, etc. Estos sujetos funcionarán bien dentro de la so
ciedad, si tienen el apoyo de sus familiares y no llegan a enfrentarse solos
a los duros problem as de la vida.
El tipo de m exicano activam ente autoafirm ativo, el rebelde a la cul
tura, es frecuente entre los jóvenes que van a la secundaria, preparatoria
y norm ales, y son éstos, generalm ente, quienes realizan estudios supe
riores; es más frecuente encontrarlos en las clases m edia y alta que en
las clases bajas. Este tipo se caracteriza por ser, ya desde los 12 años,
m ucho m enos obediente que sus coetáneos ante las órdenes de sus pa
dres y m aestros; su desarrollo intelectual y su habilidad para la lectura
es m ayor que la de sus coetáneos, pero su relación con sus padres es
difícil. Muchos de estos niños son considerados ingobernables por sus
padres; además, son más agresivos, dom inantes e impulsivos que sus coe
táneos y sufren algo más de ansiedad que ellos. A los 15 y 18 años aún
son muy rebeldes ante la autoridad y sobrepasan a sus coetáneos en ca
pacidad intelectual y habilidad de lectura. Son, a m enudo, los líderes,
estudiantiles. La tendencia es que se inicien honradam ente en estas lides
pero no son inm unes al medio social m achista y frecuentem ente violen
to y corrupto de las secundarias y preparatorias. Muchos de los profeso
res de enseñanza media y superior poseen, probablem ente, este tipo de
personalidad, así como m uchos políticos. Estos sujetos irán más fácil
m ente a las actividades estatales que a las privadas; los tipos extrem os se
convertirán en políticos radicales de izquierda y aún en anarquistas o
guerrilleros, y hasta en delincuentes comunes.
El tipo de m exicano con control interno activo, el íntegro, es m enos
frecuente que los anteriores; parece colmar dentro de sí todas las cuali
dades de la cultura m exicana, y puede ser obediente, afectuoso y com pla
ciente cuando esto sea lo adecuado, pero rebelde si es necesario. Lo más
interesante es que todo indica que este tipo se da con la misma frecuen
cia en las clases altas, medias y bajas, y que sucede lo mismo en mujeres
que en hom bres. Ya a los 12 años, estos sujetos presentan las caracterís
ticas que la sociocultura m exicana considera ideales: son afectuosos con
todos, com placientes y corteses con padres, m aestros y adultos, m enos
agresivos e impulsivos que sus coetáneos, más ordenados, disciplinados,
limpios, m etódicos y reflexivos. Estos niños son optim istas acerca de la
capacidad del hom bre para resolver los problem as del m undo, piensan
que las m etas se alcanzan m ediante el estudio y el trabajo, están en con
tra de los compadrazgos y cualquier form a de corrupción social, etc.
Son, además, más inteligentes, leen m ás rápido y con m ayor com prensión
que sus coetáneos, son aplicados y buenos estudiantes. Reúnen, en suma,
lo mejor de la sociocultura m exicana y se rebelan a sus defectos, son las
perlas negras de la cultura m exicana.
El medio social m achista y con frecuencia delincuente y corrupto
de secundarias y preparatorias, es particularm ente difícil para este tipo de
m exicano. Algunos se convierten en los pocos líderes estudiantiles ín te
gros, pero la m ayoría se aísla de los grupos y se convierten en buenos
estudiantes. Este tipo de individuos al llegar a la etapa adulta form an
nuestros m ejores profesionales, catedráticos, científicos, em presarios y
políticos.
El tipo de control externo pasivo es la cara opuesta de la medalla:
es el individuo pasivo, pesimista, fatalista, siempre dispuesto a venderse
al mejor postor; es obediente por conveniencia y por carácter, ¿sería el
tipo servil descrito por Octavio Paz? Se desarrolla en el m edio m achis
ta, violento y corrupto de m uchas secundarias y preparatorias y es el
que, probablem ente, ha hecho que los m exicanos, en general, piensen que
toda política es política corrupta.
Lo im portante de esta caracterología, es que por fin se dem uestra
que existen varios tipos diferentes de m exicanos, que son resultado de
los diversos grados de aceptación o rebelión ante la misma historio socio-
cultura m exicana y de los cuales, obviam ente, los escritores de argum en
tos para el cine, las fotonovelas y la televisión han abusado al presentar
con demasiada frecuencia los tipos más negativos de la caracterología
mexicana. El m exicano íntegro y el rebelde ante la cultura tam bién exis
ten, lo mismo que quien es pasivo y com placiente en exceso, pero no
necesariam ente corrupto y m ucho m enos violento.
Por últim o, es prim ordial destacar que si bien la dinám ica de m uchos
de los motivos biopsíquicos individuales han sido descritos en form a in
teresante por las diversas psicologías de los personólogos europeos y
estadounidenses, la m ayor parte de la m otivación en México tiene que
ser, o bien derivada de las prem isas socioculturales, o bien en rebeldía de
las premisas socioculturales m exicanas. Se necesita continuar los estu
dios en las dimensiones idiosincráticas de la personalidad de los m exica
nos si se le quiere com prender mejor.
Bibliografía
Figura 35.1
Uno de los estím ulos posibles lo constituye, dentro del m arco de re
ferencias psicoanalítico, la intervención del terapeuta, 71, que hace las
veces de observador o investigador de los estados internos del sistema P
por m edio de sus respuestas, R , consideradas como tales cualquier mani
festación conductual, en el entendim iento de que incluso el silencio y la
inmovilidad constituyen respuestas, en un m om ento dado.
En forma similar, considerem os un sistema C, constituido por el con
ju n to de líneas de com portam iento, estados y variables de la comunidad
en estudio. Asimismo, considerem os la acción de un co n ju n to de es
tím ulos, E l , que producirán cambios de estado en el sistema C, mani
festados como R 1. En este caso, a semejanza de lo que ocurre con el
sistema P , un conjunto posible de estím ulos es un grupo de investigado
res, f, presentes en la com unidad (figura 35.1).
Hasta este m om ento no se justifica una afirm ación apriorística de
que un individuo aislado y una com unidad en conjunto se com porten
de una manera idéntica. Todo lo que se puede afirm ar hasta ahora, de
acuerdo con Wiener, es que: el grado de integración de la vida de una
com unidad puede m uy bien aproxim arse al nivel m ostrado en la conduc
ta de un individuo aislado, aunque el individuo posea un sistema nervioso
fijo, con relaciones topográficas perm anentes entre los elem entos y co
nexiones tam bién perm anentes, m ientras que la com unidad está form a
da por individuos con relaciones cam biantes en espacio y tiem po y sin
conexiones físicas perm anentes e inseparables.
En relación con los sistemas analizados, observemos que en el caso
del sistema P, el conjunto E de estím ulos es producido por otro sistema,
T, el terapeuta, quien a su vez es estim ulado por las respuestas del sis
tem a P t cerrándose así un proceso que podríam os considerar com o de
retroalim entación (figura 35.2). De la misma m anera, com o podrá ob
servarse, ocurre con los sistemas C e L
Figura 35.2
IriDlCE
OnOMÁSTICO
Indice analítico
Abatimiento, 366 Adolescencia, 20
Abstracción, 483 e infancia, etapas, 18
Acción(es) tardía, 138
del progreso, 108 relaciones interpersonales en la,
utilitaria, 168 138
y tensión, 333 temprana, 138
Aceptación del individuo, 307 relaciones interpersonales en la,
Acercamiento 138
gradiente de, 354 Adquisición
y evitación, tendencias de, 355, 357 de conductas complejas, 469
Acomodación, 414-415 del conocimiento, 417
Acontecimientos Adultez, 139
de la histeria, secuencia de, 91 relaciones interpersonales en la, 139
de la neuropsicosis de defensa, secuen- Adulto, 297
cia de, 91 joven, características, 189
Actitud(es), 395, 399-400, 510,545 Afán de satisfacción, 132
de agresión, 145 Afecto(s)
de desprendimiento, 145 necesidad de, 369
de los roles complementarios, 567 primitivos, 250-251
de sumisión, 144-145 represión del, 70
dimensiones de las, 511 Aferrar, 179
positiva, 482 Afiliación, 366
sociales, 400 Afirmación proposícional, 25
valores de, 302 Afuera y adentro, relación entre, 176-
y rasgo, diferencia, 291 177
Actividad Agonías primitivas, 234
áTeas de, 337 Agresión, 366
científica, 23 actitud de, 145
necesidad de, 388 complejo de, 374
Acto creativo, 564-565 oral, complejo de, 375
Adaptabilidad constitutiva, 540 Agresor, identificación con el, 58
Adaptación, 555 Aislamiento, 70
Adentro y afuera, relación entre, 176- sentido de, 189
177 Ajuste, 555
análisis del proceso de, 555 Ansiedad(es), 136, 537, 539
cruces dinámicos del análisis del pro causas, 209
ceso de, 557-558 como temor a la nada, 313
Alarma, angustia de, 66,68 de desintegración, 257
origen, 66 de la falta de sentido, 313
y desplacer, 66 definición, 313
Alma, 16 del individuo, 313
Amamantamiento, situación de, 241 destructiva, 136
Ambiente psicológico, reestructuración e histeria, teoría de la, 519
del, 335 existencial, 304
Amenaza a la seguridad, 136 causa, 304
Amor neurótica, 314
adolescente, 188 y ansiedad normal, diferencia, 314
del objeto, pérdida del, 67 normal
primario, estadio de, 229 definición, 314
Análisis, 316 y ansiedad neurótica, diferencia,
criterial, método del, 521 314
de hacinamientos, 538 y crecimiento, 314
del proceso de ajuste, 555 persecutoria, idealización y escisión,
cruces dinámicos del, 557-558 210
existencial, 301, 303-304 positiva, 313
fundamentos del, 302 predominante de la posición esquizo-
longitudinales, 37 paranoide, 208-209
Análisis factorial(es), 449 productiva, 136
con datosQ,factores délos, 533-535 valores que provocan, origen, 313
desventajas, 502-503 y valores, 314
procedimiento del, 498-499 Ansiedad-integración, 539
ventajas, 502 Antagonismo psiconoético, 303
Análisis terminable e interminable, 157 Antropólogo, 563
Analista, 42 Anulación, 70
trabajo del, 42 Aflos de vida, personalidad en los prime
Analogía, 486, 591 ros, características, 554-555
Angustia, 63-64, 67,133 Aparato
automática, 66 mental, 45
base biológica heredada de la, 64 psíquico, 54
de alarma, 66,68 divisiones funcionales del, 54
origen, 66 estructuras del, 54, 570
y desplacer, 66 teoría telescópica del, 86
intensidad de la, 275 Apatía, 537
neurosis de, 88-89 Aprender de modelos, proceso de, 468
origen, 66 factores, 468
teoría de la, 68 Aprendizaje(s), 382, 554
origen, 63 clasificación, 398
y principio del placer, 68 condiciones del, 346
Anhelo de seguridad, 132 cruce del, 346
Anima, 113 de caminos-meta, 554
Animus, 113 del lenguaje, 466-467
Ano, 51 dilemas de, 346
Ín d i c e a n a lític o 629
5e im p rim ió en
ño todiseño y Color, 5. /V de C. \J.
AO 75 TASS