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RUSIA

Rusia te encontrarás con multitud de palacios, jardines, museos o monumentos dedicados a


diferentes personajes de la historia rusa: príncipes como Iván el Terrible, dinastías como la
de los Romanov, zares como Pedro el Grande o mandatarios más recientes como Lenin,
Stalin, Gorbachov, Yeltsin o Putin.

Para entender y poner en orden a cada uno de estos personajes, hay que tener en mente la
cronología histórica del país con los hechos más relevantes acontecidos durante los últimos
siglos. Dobles de muchos de estos personajes te los encontrarás en las zonas turísticas
más concurridas y a cambio de una propina podrás hacerte fotos con Lenin, Stalin o el
mismísimo Putin.

Por cierto, el Día Nacional de Rusia se celebra el 12 de junio, lo que vendría a ser el Día de
la Independencia de Rusia, que tuvo lugar el 12 de junio de 1990. Es una fiesta joven y las
principales ciudades rusas gozan de gran animación con conciertos por la calle,
competiciones deportivas, inauguración de exposiciones y también muchos fuegos
artificiales.

1. El surgimiento del zarismo (siglo XVI)

· El Príncipe Iván IV (1547-1584), más conocido como Iván el Terrible, conquista a los
tártaros los kanatos de Kazán y Astracán y establece el zarismo en Rusia. Iván es el
primero en llevar el título de zar y es considerado como uno de los creadores del Estado
ruso.

· Sus mayores aportes a su país fueron la conquista de Siberia, la creación de un nuevo


código legal, la centralización del poder en la capital y grandes reformas internas, como la
reforma del ejército y la revisión del código legal.

· Se casó al menos siete veces, pero su matrimonio más importante fue el primero, con
Anastasia Románovna Zajárina en 1547. Su reinado duró casi cuarenta años, el más largo
de los zares rusos. En castellano también se le conocía como Juan IV de Rusia.

2. Los Romanov (siglos XVII a XIX)

· 1613-1645. Es elegido zar Miguel Romanov, finalizando un largo periodo de inestabilidad e


intervenciones foráneas. Esta dinastía gobernará en Rusia hasta la revolución de 1917.

· 1682-1725. Pedro el Grande (medía 2 metros y 4 centímetros de altura), de la dinastía de


los Romanov, gobierna Rusia hasta 1725. Introduce importantes

reformas reorganizando el ejército y la marina. En 1721 Rusia se queda con los territorios
de Estonia y Letonia después de décadas de guerra con Suecia.

· 1772-1814. Rusia conquista Crimea, Ucrania, Georgia y lo que más tarde se llamaría
Bielorrusia, Moldavia así como partes de Polonia.

· 1798-1815. Rusia participa en la coalición europea contra la Francia de Napoleón y lo


derrota en la invasión napoleónica de Rusia de 1812. La falta de comida y el clima
extremadamente frío de Rusia contribuyen a la victoria. Este episodio de la historia rusa se
refleja de manera extraordinaria en la obra de Tolstoy Guerra y paz.
· 1904-1905. La expansión rusa en Manchuria conduce a la guerra con el Japón y a la
primera revolución rusa de 1905, que obligó al zar Nicolás II a conceder la primera
constitución de Rusia y establecer un parlamento, la Duma.

· 1914. La rivalidad entre Rusia y Austria en los Balcanes contribuye al estallido de la


Primera Guerra Mundial, en la que Rusia lucha junto a Gran Bretaña y Francia.

3. El nacimiento de la Unión Soviética (1917-1924)

· 1917. La Revolución rusa supone el derrocamiento del régimen zarista y la instauración


preparada de otro, leninista, que llevó a la creación de la República Socialista Federativa
Soviética de Rusia. El zar Nicolás II se vio obligado a abdicar y el antiguo régimen fue
sustituido por un gobierno provisional durante la primera revolución de febrero de 1917. En
la segunda revolución, en octubre, el Gobierno Provisional fue eliminado y reemplazado con
un gobierno bolchevique (comunista).

· 1918. Los bolcheviques asesinan al zar Nicolás II y a toda su familia en Ekaterimburgo.

· 1922. Se constituye oficialmente la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS),


que en 1924 acaba siendo reconocida por Gran Bretaña, Francia e Italia.

· 1924. Muere Lenin. Su cuerpo es embalsamado. En la actualidad todavía puede visitarse


en un Mausoleo en plena Plaza Roja.

4. La era Stalin (1927-1945)

· 1927. Yósif Stalin llega al poder. Su Gobierno durará hasta su muerte en 1953.

· 1928-1929. Se aprueba el primer Plan Quinquenal. Comienza la colectivización y la


industrialización.

· 1933-1934. EEUU reconoce a la URSS. La Unión Soviética entra en la Liga de Naciones.

· 1939-1940. Guerra entre Rusia y Finlandia que finaliza con la anexión de los estados
bálticos.

· 1941. Los alemanes atacan la URSS durante la II Guerra Mundial que finaliza en 1943 con
la rendición alemana en la batalla de Stalingrado (hoy Volvogrado), la más sangrienta de la
historia de la humanidad con más de 2 millones de muertos.

· 1945. Las tropas soviéticas toman Viena y Berlín.

5. La Guerra Fría (1949-1985)

· 1949. La URSS prueba la bomba atómica.

· 1953. Krushov es nombrado secretario general en el Kremlin tras la muerte de Stalin.

· 1955. Conferencia cumbre en Ginebra con EEUU, Gran Bretaña, Francia y URSS. Se crea
el Pacto de Varsovia.

· 1957. Lanzamiento del primer satélite Sputnik.

· 1959-1960. Krushov visita EEUU y pronuncia un discurso en la Asamblea General de la


ONU en Nueva York.
· 1961. En agosto Yuri Gagarin se convierte en el primer hombre en hacer un viaje al
espacio. En octubre se construye el Muro de Berlín.

· 1962. Crisis de los misiles en Cuba como consecuencia del descubrimiento por parte de
Estados Unidos de bases de misiles nucleares soviéticos en territorio cubano.

· 1963. “Teléfono rojo” entre EEUU y la URSS, enlace de comunicación directa entre ambos
países, que sigue vigente en la actualidad. EEUU, la URSS y Gran Bretaña firman el tratado
sobre prohibición de pruebas nucleares.

· 1964. Krushov es expulsado del Kremlin y Breznev se convierte en el primer secretario.

· 1970. Tratado de No Proliferación Nuclear.

· 1980. JJ.OO. en Moscú. 64 países boicotean los Juegos Olímpicos en protesta por la
invasión soviética de Afganistán.

6. Gorbachov y la perestroika (1985-1990)

· 1985. Gorbachov se convierte en secretario general del PCUS; se inicia el programa


antialcoholismo (“ley seca”); Gorbachov hace un llamamiento a la reforma económica
(perestroika).

· 1986. Accidente en la central nuclear de Chernóbil en Ucrania.

· 1988. Disturbios anticomunistas en las repúblicas bálticas. Inicio de la retirada soviética de


Afganistán. Discurso de Gorbachov en la ONU anunciando importantes reducciones en las
fuerzas militares soviéticas.

· 1989. En marzo de producen las primeras elecciones; los partidarios de Yeltsin y de


Sakharov consiguen una gran mayoría de escaños en el Congreso. En noviembre cae el
Muro de Berlín.

· 1990. Se concede el Premio Nobel de la paz a Mijaíl Gorbachov. Lituania se convierte en


la primera república soviética en declarar la independencia. El I Congreso de los Diputados
del Pueblo de la URSS aprueba la “Declaración sobre la Soberanía Estatal de Rusia”. Boris
Yeltsin se convierte en el primer presidente ruso democráticamente elegido.

7. La era Yeltsin y la caída de la Unión Soviética (1991-1998)

· 1991. Intento de golpe de Estado en Moscú. Gorbachov renuncia a su cargo de jefe del
PCUS; Yeltsin se gana los aplausos internacionales al promoverse a sí mismo como un
demócrata y por desafiar el intento de golpe de Estado de agosto de 1991 llevado a cabo
por los comunistas de línea dura en el gobierno soviético. En diciembre, los presidentes de
Bielorrusia, Rusia y Ucrania firman el Tratado para abolir la URSS y constituir la Comunidad
de Estados Independientes (CEI). Gorbachov hace pública su renuncia y la URSS deja de
existir.

· 1992. El gobierno liberaliza los precios, la medida más importante en el paso de una
economía soviética centralizada a una economía de mercado. El rublo se desploma; los
precios se disparan; empieza la crisis económica.

· 1993. Crisis constitucional que se inicia con el decreto del presidente Boris Yeltsin de
disolución del Congreso de los Diputados del Pueblo de Rusia y el Sóviet Supremo de
Rusia.
· 1994. Referéndum para ratificar la nueva Constitución rusa, la cual amplía los poderes del
presidente. En diciembre, tropas rusas invaden Chechenia.

· 1996. Yeltsin es reelegido para un segundo mandato presidencial. Firma del acuerdo de
paz en Chechenia. Las tropas rusas empiezan a retirarse de Chechenia.

· 1997. Yeltsin y Clinton se reúnen en Helsinki para discutir la ampliación de la OTAN. Se


firma el firman el “Acta Fundacional sobre las Relaciones Mutuas, la Cooperación y la
Seguridad entre la OTAN y la Federación Rusa”.

· 1998. Estalla la crisis financiera rusa.

8. La era Putin (1999-actualidad)

· 1999. Yeltsin dimite y declara que Vladimir Putin es su candidato preferido para sucederle
en la presidencia de la Federación Rusa.

· 2000. Vladimir Putin es elegido Presidente de la Federación Rusa. Putin introduce siete
distritos federales como nuevo sistema de gobernanza territorial. En agosto se produce el
accidente en el submarino ruso Kursk durante unas maniobras en el Mar de Barents y
mueren 118 marinos.

· 2008. Dmitry Medvédev es elegido presidente de la Federación Rusa, mientras que Putin
pasa a ser primer ministro. En agosto se produce el conflicto armado con Georgia motivado
por las repúblicas secesionistas de Osetia del Sur y Abjasia. En septiembre la crisis
financiera golpea a Rusia. Los precios del petróleo caen abruptamente lo que hace que la
renta nacional disminuya de manera considerable.

· 2012. Putin gana las elecciones presidenciales. Los opositores salen a la calle de varias
ciudades para protestar y cientos de ellos son arrestados.

· 2014. Conflicto con Ucrania. Las fuerzas rusas invaden Crimea, que luego votará en
referéndum unirse a la Federación Rusa. En diciembre el rublo comienza a caer de manera
rápida perdiendo la mitad de su valor en unos pocos meses.

Escudo Está compuesto por dos espadas (cimitarras) cruzadas con filos de color plata y
empuñaduras de color oro, ambas con sus puntas colocadas hacia abajo y situadas bajo
una palmera de color sinople (verde). Este emblema fue adoptado en 1950, aunque las dos
espadas cruzadas han figurado con anterioridad en antiguas banderas saudíes. La palmera
y las dos espadas cruzadas aparecen representadas, entre otras insignias del país, en uno
de los cuadrantes superiores del estandarte del monarca saudí. La bandera de Arabia
Saudita fue adoptada, con su forma actual, el 15 de marzo de 1973, aunque se usa desde
1932. Es de color verde y en el centro se muestra una inscripción en árabe, con escritura
thuluth, de la shahada o profesión de fe (uno de los cinco pilares del Islam), que dice:

‫اَل إِ ٰل َه إِاَّل هللا م َُح َّم ٌد َرسُو ُل هللا‬

lā ʾilāha ʾillā (A)llāh, Muhammadun rasūlu (A)llāh “No hay más dios que Alá, [y] Mahoma es
su profeta.”
Bajo esta inscripción hay una espada en disposición horizontal subrayando el texto, que
simboliza la victoria de Ibn Saud. El color verde de la bandera es el color tradicional del
Islam y se cree que proviene del color de la capa usada por el profeta Mahoma

Historia

La historia moderna de Arabia Saudita está marcada por el dominio del Imperio Otomano,
como consecuencia de su expansión hacia el oriente en el siglo XVI.

La región de Hijaz (oeste), fue ocupada como parte de la invasión a Egipto en 1517,
dándole acceso a las ciudades santas de la Meca y Medina. El este del territorio, Hasa, se
sometió voluntariamente al imperio en 1550, hasta la rebelión de Banu Khalid, en 1670. Sin
embargo, el centro, Najd, disfrutó de cierta autonomía, ya que nunca pudo ser controlado.
Esta región era gobernada por sus propios emires y estaba organizada en confederaciones
tribales. Esta posición de relativa independencia, la convertiría en el punto clave de la
conformación de un Estado moderno.

En el siglo XVIII, Dir´iyyah era un pequeño poblado, gobernado desde 1727 por el clan Al
Saud. Las causas del dominio de este grupo fueron similares a las que dieron lugar a la
aparición del feudalismo europeo. Una conjunción de poder económico, por la posesión de
bienes y tierras cultivables y poder militar, por la 2 capacidad de repeler ataques de otra
tribus de la zona. Por lo demás, siguiendo a Madawi al- Rasheed, puede decirse que su
poder político estaba limitado solo a la recaudación de impuestos, ya que sus derechos de
dominio estaban restringidos por la inexistencia de un origen tribal y por la carencia de
grandes riquezas. El hecho que vino a modificar esta situación, proveyendo a la familia Al
Saud de un vínculo estable con el poder, fue la adopción del wahabismo (1744) y junto con
este, la implementación del zakat, un impuesto islámico para el líder de la comunidad
musulmana. Este instrumento fue símbolo de sumisión política y a la vez obligación
religiosa, consolidando un lazo entre líder y población.

Bajo la excusa de predicar este nuevo mensaje, que adaptaba el Islam a cuestiones de la
vida cotidiana pero de una manera radical, la familia Al Saud comenzó a expandir su
dominio a partir de 1780 aproximadamente, primero en la región central y luego

hacia el este. Más adelante, ocuparían la región de Hijaz, controlando la Meca en 1803 y
Medina en 1804 y la región sur o Asir. En respuesta, el Imperio Otomano reaccionó
enviando tropas y logrando la rendición de los Al Saud en 1818. Terminaba de esta manera,
el primer reino. Un segundo intento de formar un reino de Arabia se va a producir en 1824,
con el establecimiento de Turki ibn Abdullah en Riyad, al sur de Dir´iyyah. Sin embargo, la
familia Al Saud sería derrotada en 1891 por el clan Al Rashid, debiendo exiliarse en Kuwait.
En 1902, Abd al-Aziz de veinte años, conocido como Ibn Saud, logró llegar a Riyad en una
incursión y comenzó la construcción del tercer reino.

La unificación finalmente se produjo en 1932, bautizando esos territorios con el nombre de


Arabia Saudita, en relación a la familia gobernante. La consolidación de estos territorios
como Estado estuvo facilitada por la Primera Guerra Mundial, donde el Imperio Otomano
participó del lado de la Triple Alianza (Alemania, Italia e Imperio Austro-Húngaro).

El Imperio Británico alentó levantamientos por parte de los pueblos árabes para debilitar el
poder otomano, hecho que lo aproximaría a su fin. La historia de Arabia Saudita a partir de
su conformación como Estado, en particular, a partir de la muerte del rey Ibn Saud en 1953,
se caracteriza por las luchas dentro de la familia monárquica por ocupar el trono. Los
asesinatos y golpes de estado marcan el período.
Limites con Jordania por el noroeste, con Irak por el noreste, con Kuwait, Emiratos Árabes
Unidos, Catar y el golfo Pérsico por el este, con el mar Rojo por el oeste, y con Omán y
Yemen por el sur, además de estar conectado con Baréin, a través de la calzada del Rey
Fahd

Que es el Islam? …………………..

Beduinos El nombre beduino proviene del idioma árabe bedaui o badawi, que significa
'morador del desierto' bedu, badw en lengua coloquial: allí donde no existe población fija, es
decir, el 'desierto'). Se da el nombre de beduinos a los árabes nómadas que habitan en los
desiertos de Arabia Saudita, Palestina, Siria, Jordania, Irak e Israel. Son originarios de la
península arábiga. En el siglo VII, con las conquistas árabes, se expandieron por el norte de
África (Egipto, Argelia, Libia, Malí, Túnez, Marruecos y la República Árabe Saharaui
Democrática). Los beduinos actuales están organizados en tribus que hablan el badawi, y
se consideran descendientes del pueblo árabe.

Los beduinos de la península arábiga, en tiempos de Mahoma constituían un grupo social


de unos tres mil miembros; dicho grupo estaba a su vez dividido en familias pero unido por
vínculos de sangre, que se transmitía por vía materna. La relación entre las distintas tribus
fue siempre difícil e inestable. Las características de estas tribus de beduinos eran además
de los vínculos de sangre, el sentido de la hospitalidad, tener siempre presente el honor y el
valor guerrero, y el aprecio a la poesía y a la elocuencia, facultades que sirvieron para
preservar la "memoria colectiva" del pueblo árabe.

Estas tribus nómadas veneraban piedras, árboles, astros, demonios y ciertos dioses o
ídolos que eran venerados en La Meca. No eran monoteístas. Eran muy religiosos.
Aceptaron enseguida las enseñanzas de Mahoma y se hicieron musulmanes con más
intensidad y fervor que el resto de los árabes. Muy importante y definitivo en las conquistas
que promovió el islam, fue el aporte humano de los beduinos. Su fuerza, agresividad, y
tácticas de combate fueron, en gran medida, eficaces para el triunfo del islam sobre los
grandes imperios sedentarios vecinos. Los beduinos llevaron de generación en generación
el recuerdo de sus orígenes, recuerdo que mitificaron como una idílica época primitiva.

Traje típico Árabe.

Hoy en día se es capaz de reconocerse a una persona de origen árabe por su particular
vestimenta. Las reglas para la confección de la vestimenta en los países musulmanes se
basan en las enseñanzas del Corán. Tanto hombres como mujeres deben vestirse con
modestia y sencillez, por lo general, en colores oscuros y conservadores. El código de
vestimenta islámico varía de país a país.

El Corán, libro sagrado del islam, dicta una serie de normas que deben respetarse a la hora
de vestir, tales como ir con ropa estrecha para que no se evidencien las formas del cuerpo,
no usar tela transparente, evitar los colores llamativos o fosforescentes, etc.

Los trajes típicos árabes

Los países musulmanes se reparten entre África y Asia, aunque los principales se sitúan en
el continente africano, entre ellos Egipto, Libia, Túnez, Argelia, Marruecos, Sudán, Chad,
Malí y Mauritania. En la península arábiga destacamos países como Arabia Saudita, Qatar o
los Emiratos Árabes Unidos, entre muchos otros.

La vestimenta masculina, por su parte, debe cubrir todo el cuerpo desde el ombligo hasta la
rodilla y no deben usar ni seda ni oro. La ropa de los hombres ha de ser modesta, digna y
suelta, no ceñida al cuerpo. En muchos países musulmanes, los hombres utilizan una túnica
a diario. Otras prendas básicas son:

Kufiyya: es la prenda que cubre la cabeza de los hombres y es una muestra de orgullo por
la identidad árabe. • Thawb, thobe o suriyah: es el nombre que se les da a las túnicas en
Libia. Se caracterizan por ser largas, hasta la altura de los tobillos. En verano son blancas,
mientras que en invierno oscuras y de lana.

En cuanto a la mujer, la prenda más conocida es el hijab, que significa velo en árabe,
identificado en Occidente con el nombre de pañuelo islámico. El hijab recubre la cabeza y el
cuello de las mujeres, y es todo un símbolo femenino en la cultura islámica, estrechamente
relacionado con la religión.

Existen otros tipos de velo, tales como el niqab, que cubre todo el rostro y tan solo deja al
descubierto los ojos. Es utilizado por las mujeres más conservadoras, al igual que el burka.
Este último abarca todo el cuerpo y tan solo deja al descubierto una pequeña rejilla para
permitir la visión.

Aunque los árabes siguen diferentes fes o prácticas culturales, el estilo de su vestimenta es
generalmente conservador. Los mandatos religiosos para la vestimenta difieren a lo largo de
la comunidad árabe musulmana. Mientras que las mujeres en Egipto o Jordania pueden
usar un hijab

(un pañuelo para cubrir la cabezaque usualmente no esconde la cara de la mujer), las
mujeres en Arabia Saudita usualmente usan un niqab fuera de la casa. Un niqab cubre la
mitad inferior de la cara revelando sólo los ojos de la mujer. Algunos árabes no musulmanes
también usan pañuelos en la cabeza y se visten de forma conservadora usando túnicas y
camisas largas. Sin embargo, las mujeres árabes en países occidentales o del Medio
Oriente como Líbano, pueden usar ropa occidental.

Los hombres usan una mezcla de atuendos occidentales y árabes. Algunos hombres
simplemente usan trajes o vaqueros con una camiseta mientras que otros usan túnicas y
tocados.

El hiyab

Hiyab-iran-islam

El hiyab (pronunciado usualmente “jiyab”‫ )ب‬es un velo que cubre la cabeza y el pecho que
suelen usar las mujeres musulmanas desde la edad de la pubertad, en presencia de
varones adultos que no sean de su familia inmediata, como forma de atuendo modesto.
Según algunas interpretaciones, también puede ser utilizado en presencia de mujeres
adultas no musulmanas fuera de su familia inmediata.

El hiyab puede denotar además cualquier cobertura de cabeza, cara o cuerpo empleada por
las mujeres musulmanas que de manera similar concuerda con una cierta norma de
modestia. Asimismo puede referirse a la reclusión de las mujeres de los hombres en la
esfera pública, o puede encarnar una dimensión metafísica: Al-hiyab se refiere a “el velo
que separa al hombre o el mundo de Dios”.

El hiyab es un código de vestimenta femenina islámica que establece que debe cubrirse la
mayor parte del cuerpo y que en la práctica se manifiesta con distintos tipos de prendas,
según zonas y épocas. En sentido restringido, suele usarse para designar una prenda
específica moderna, llamada también velo islámico. Hiyab, en español, es una palabra de
género masculino, introducida en la 23.ª edición del Diccionario de la lengua española.
Muy a menudo, el hiyab es utilizado por las mujeres musulmanas como un símbolo de
modestia y privacidad. De acuerdo con la Enciclopedia del Islam y el mundo musulmán, la
modestia en el Corán se refiere a “la mirada, la marcha, la ropa y los genitales” tanto de
hombres como de mujeres. El Corán advierte a las mujeres musulmanas que deben vestir
modestamente y cubrir sus pechos y genitales. La mayoría de los sistemas jurídicos
islámicos definen este tipo de vestimenta modesta como que cubra todo, excepto la cara y
las manos en público.

Estas directrices (para la cobertura de todo el cuerpo a excepción de las manos, los pies y
la cara) se encuentran en los textos de fiqh y hadices desarrollados después de la
revelación del Corán, pero, según algunos, se derivan de las aleyas sobre el hiyab en el
Corán. El Corán ordena hiyab, tanto para hombres y mujeres; la palabra hijab no significa
pañuelo de cabeza, sino cobertura.

El Corán dice: “decirle a los hombres creyentes que bajen la mirada (en presencia de las
mujeres), esto es mejor para ellos”, y para las mujeres: “di a las creyentes que pongan su
khumur sobre sus pechos”. La palabra “khumur” a menudo se omite cuando se hace
referencia a la cita, y la palabra es la palabra real empleada en el Corán, que significa “un
velo usado por una mujer para cubrir la cabeza”. La segunda parte del verso, “por encima
de sus pechos”, indica a las mujeres que deben cubrir sus pechos en presencia de los
hombres que no sean parientes inmediatos

Rey Salmán Bin Abdulaziz

Conflictos belicos

A qué se debe que Irán y Arabia Saudita no se lleven bien?

Los dos países —ambos poderosos vecinos— se encuentran en una lucha feroz por el
dominio regional.

A esto se suma que la disputa en la que se encuentran desde hace décadas se ve


exacerbada por las diferencias religiosas, ya que cada país sigue a una de las dos ramas
principales del Islam: Irán es principalmente chiita, mientras que Arabia Saudita se
considera la principal potencia musulmana sunita.

Este cisma religioso se puede ver reflejado en el resto del Medio Oriente, también dividido
entre chiitas y sunitas. Algunos de los países que conforman la región buscan en Irán o
Arabia Saudita apoyo y orientación dependiendo de su inclinación religiosa.

Históricamente, Arabia Saudita, monarquía y hogar del lugar de nacimiento del Islam, se vio
a sí misma como el líder del mundo musulmán.

Sin embargo, esto fue desafiado en 1979 por la revolución islámica en Irán que creó un
nuevo tipo de Estado en la región, una especie de teocracia revolucionaria que tenía el
objetivo explícito de exportar su ideología más allá de sus fronteras.

Historia de Italia

Italia existe como estado desde 1861


Etruscos, griegos, gemelos y una loba

De las muchas tribus que surgieron durante la Edad de Piedra, los etruscos fueron quienes
dominaron la península Itálica en el s. VII a.C. Etruria estaba formada por ciudades-estado
concentradas principalmente entre los ríos Arno y Tíber, como Caere (la moderna
Cerveteri), Tarquinii (Tarquinia), Veii (Veio), Perusia (Perugia), Volaterrae (Volterra) y
Arretium (Arezzo). El nombre del territorio etrusco se conserva en el topónimo Toscana,
donde estaba (y sigue estando) el grueso de sus asentamientos.

Casi todo lo que se sabe de los etruscos se debe a los objetos y pinturas exhumados en sus
necrópolis, especialmente en Tarquinia, cerca de Roma. Persiste la polémica sobre si los
etruscos emigraron desde Asia Menor, y su lengua apenas ha sido descifrada. Guerreros y
marinos, carecían de cohesión y disciplina.

Los etruscos cultivaban la tierra y extraían metales; rendían culto a numerosos dioses,
cuyos designios intentaban predecir mediante rituales como el examen de las vísceras de
animales sacrificados. También aprendían con rapidez de otros pueblos; buena parte de su
tradición artística –frescos funerarios, estatuas y cerámica– muestra influencias griegas.

Mientras los etruscos dominaban el centro de la península, los comerciantes griegos se


establecieron en el sur en el s. VIII a.C. y fundaron una serie de ciudades-estado
independientes a lo largo de la costa y en Sicilia, cuyo conjunto formaba la Magna Grecia.
Estos asentamientos crecieron hasta el s. III a.C., y las ruinas de magníficos templos
dóricos en el sur de Italia (en Paestum) y en Sicilia (en Agrigento, Selinunte y Segesta) dan
testimonio del esplendor de la civilización griega en Italia.

Los intentos de los etruscos por conquistar las colonias griegas fracasaron y aceleraron su
decadencia. Sin embargo, la sentencia de muerte vendría de un lugar inesperado: la ciudad
de Roma, en el Lacio.

Los orígenes de Roma se envuelven en la leyenda: se dice que fue fundada por Rómulo
(descendiente de Eneas, un troyano hijo de Venus) el 21 de abril del 753 a.C. en el lugar
donde él y su gemelo Remo habían sido amamantados por una loba cuando quedaron
huérfanos. Rómulo mató después a Remo y el asentamiento pasó a llamarse Roma por su
nombre. En algún punto, la leyenda se funde con la historia. Se cuenta que a Rómulo le
sucedieron siete reyes y que al menos tres fueron etruscos. En el 509 a.C., los nobles
latinos descontentos expulsaron de Roma al último de los reyes etruscos, Tarquinio el
Soberbio, después de que su predecesor, Servio Tulio, reformara el sistema de clases que
socavaban el poder de la aristocracia. Cansados de la monarquía, los nobles instituyeron la
República romana. En los siglos siguientes, esta insignificante ciudad fue creciendo hasta
convertirse en la gran potencia de Italia y desplazó a los etruscos, cuya lengua y cultura
desaparecieron en el s. II d.C.

La República romana

Bajo la República, el imperium, o poder regio, recaía en dos cónsules que actuaban como
jefes políticos y militares y eran elegidos por períodos no renovables de un año por una
asamblea de ciudadanos. El Senado, cuyos miembros eran nombrados con carácter
vitalicio, aconsejaba a los cónsules.

Aunque desde el principio los monumentos se grababan con las siglas SPQR (Senatus
Populusque Romanus: el Senado y el Pueblo de Roma), en un primer momento el “pueblo”
participaba poco en los asuntos públicos. (Las iniciales aún se utilizan y muchos romanos
dirían que las cosas apenas han cambiado.) Llamados plebeyos (literalmente “los muchos”),
la mayoría privada de derechos fue ganando concesiones a la clase patricia durante los
más de dos siglos que siguieron a la fundación de la República. Algunos plebeyos llegaron
incluso a cónsules, y hacia el 280 a.C. casi todas las distinciones entre patricios y plebeyos
habían desaparecido. No obstante, el sistema, en apariencia democrático, era en gran
medida oligárquico, con una clase política bastante cerrada (fueran patricios o plebeyos)
que se disputaban los altos cargos del Gobierno y del Senado.

Los romanos eran un pueblo práctico. Roma no acuñó moneda hasta el 269 a.C., a pesar
de que sus vecinos (y después conquistados o aliados) etruscos y griegos disponían de
moneda desde mucho tiempo atrás. Los romanos se interesaron también por la escritura
etrusca y griega, que veían útil para documentos y asuntos técnicos, pero apenas cultivaron
en el terreno literario. Con el tiempo, los romanos asimilaron el panteón de dioses griegos.
La sociedad era patriarcal y su piedra angular la familia. El cabeza de familia (pater familias)
mandaba sobre su esposa, hijos y el resto del clan, y era el responsable de la educación de
la prole. La devoción a los dioses del hogar (p. ej., los lares y manes) era tan fuerte como el
culto a los dioses públicos, encabezados al principio por la Tríada Capitolina de Júpiter (dios
del cielo y protector principal del Estado), Juno (equivalente femenino de Júpiter y
protectora de las mujeres) y Minerva (protectora de los artesanos). Una versión anterior de
la tríada incluía a Marte (dios de la guerra) en lugar de Juno.

Primero poco a poco y luego a ritmo acelerado, los ejércitos romanos conquistaron la
península Italiana. Las ciudades-estado derrotadas no eran sometidas, sino obligadas a
convertirse en aliadas; conservaban su gobierno y sus tierras, pero tenían que proporcionar
tropas a Roma si esta se las requería. Esta política relativamente benigna fue determinante
para el éxito. Cada vez más, la protección ofrecida por la hegemonía romana indujo a
muchas ciudades a convertirse en aliadas por voluntad propia. Las guerras con Cartago y
otras potencias rivales del este llevaron a los romanos a apoderarse de Cerdeña, Sicilia,
Córcega, Grecia continental, la península Ibérica, casi todo el norte de África y parte de Asia
Menor en el 133 a.C.

Conforme crecía el dominio de Roma lo hacía también su red de “autopistas”. Con las
calzadas romanas llegaron otros adelantos, como el servicio de correos y las posadas de
postas. Los mensajes llevados por jinetes podían llegar a cualquier punto del territorio en
cuestión de días o semanas. En las posadas de postas, los jinetes cambiaban de montura,
tomaban algún bocado y continuaban viaje.

En la segunda mitad del s. II a.C., Roma era la ciudad más importante del Mediterráneo,
con una población de 300 000 habitantes. La mayoría eran libertos de clase baja o esclavos
que vivían en condiciones a menudo precarias. Las casas de vecindad, casi todas de ladrillo
y madera, se levantaban junto a enormes monumentos como el Circo Flaminio, escenario
de espectaculares juegos que alcanzaron gran importancia para el pueblo de Roma.

Julio César

Nacido en el 100 a.C., Cayo Julio César se revelaría como uno de los generales más
brillantes y uno de los administradores más competentes de Roma, pero sus ansias de
poder le llevaron a la perdición.

Fue partidario del cónsul Pompeyo (conocido luego como Pompeyo el Grande), quien,
desde el 78 a.C., se había convertido en una figura eminente de Roma tras aplastar
rebeliones en España y acabar con la piratería. El propio César permaneció varios años en
la península Ibérica sofocando las revueltas fronterizas; a su regreso a Roma

en el 60 a.C. estableció una alianza con Pompeyo y otro destacado comandante y antiguo
cónsul, Craso.
Para consolidar su posición en la lucha por el poder, César necesitaba una misión militar,
que obtuvo en el 59 a.C. cuando se le encargó el gobierno de la provincia de Galia
Narbonense, una franja meridional de la Francia moderna que se extendía desde Italia
hasta los Pirineos. César reclutó tropas y al año siguiente entró en la Galia propiamente
dicha (la Francia actual) para contener una invasión de tribus helvecias procedentes de
Suiza. Lo que empezó como un empeño defensivo no tardó en convertirse en una campaña
de conquista en toda regla; en los cinco años siguientes sometió la Galia y efectuó
incursiones en la actual Gran Bretaña y al otro lado del Rin, y en el 51 a.C. sofocó la última
gran revuelta de la Galia, encabezada por Vercingetórix. César fue generoso con los
enemigos derrotados y por ello se ganó el favor de los galos.

Llegado a este punto, César logró el apoyo de un fiel ejército de veteranos. Celoso del
poder creciente de su antiguo protegido, Pompeyo rompió su alianza política y se unió a las
facciones afines del Senado para declarar a César fuera de la ley en el 49 a.C. El 7 de
enero, César entró en Italia cruzando el Rubicón y empezó la guerra civil. Su campaña de
tres años en Italia, España y el Mediterráneo oriental terminó con una victoria aplastante. A
su regreso a Roma en el 46 a.C., asumió poderes dictatoriales.

César impulsó una serie de reformas, modificó el Senado y se embarcó en un ambicioso


programa de construcciones (se conservan la Curia y la basílica Julia). En el 44 a.C. estaba
claro que César no tenía intención de restaurar la República; la discordia creció en el
Senado, y más aún entre antiguos partidarios como Marco Junio Bruto, que creía que César
había ido demasiado lejos. Un reducido grupo de conspiradores con Bruto a la cabeza, lo
asesinaron a puñaladas en el Senado coincidiendo con los idus de marzo (15 de marzo).

En los años que siguieron a la muerte de César, su lugarteniente Marco Antonio y su


sobrino nieto y heredero Octavio se enzarzaron en una guerra civil contra los asesinos de
César. Las cosas se calmaron cuando Octavio tomó el control de la mitad occidental del
Imperio y Antonio se dirigió al oriente, pero en el momento en que Antonio cayó rendido a
los pies de Cleopatra VII en el 31 a.C., Octavio le declaró la guerra y acabó derrotando a la
pareja en Accio, en Grecia. Al año siguiente Octavio invadió Egipto, Antonio y Cleopatra se
suicidaron y Egipto se convirtió en provincia romana.

Augusto y las glorias del imperio

Octavio quedó como gobernante único del orbe romano y en el 27 a.C. el Senado le otorgó
el título de Augusto, con que se le conocería en lo sucesivo, y le concedió un poder casi
ilimitado.

Con Augusto florecieron las artes; entre sus contemporáneos se contaron los poetas
Virgilio, Horacio y Ovidio, así como el historiador Tito Livio; fomentó las artes plásticas,
restauró edificios ya existentes y construyó muchos nuevos. Durante su mandato se levantó
el Panteón y presumía de que había “encontrado una Roma de

ladrillo y dejado una Roma de mármol”. El largo período de gobierno relativamente


avanzado que inició trajo al Mediterráneo una prosperidad y seguridad sin precedentes.

Se cuenta que en el 100 d.C. la ciudad de Roma superaba los 1,5 millones de habitantes;
su riqueza y prosperidad se evidenciaban en los ricos mosaicos, templos de mármol, baños
públicos, teatros, circos y bibliotecas. Gentes de toda raza y condición convergían en la
capital imperial. La pobreza se extendía entre una clase baja a menudo resentida. Augusto
creó la primera policía de Roma, mandada por un prefecto (praefectus urbi), para atajar la
violencia de la plebe.
Augusto emprendió reformas de hondo calado, como mejorar la eficiencia del ejército, que
fijó en un contingente permanente de 300 000 hombres; el servicio militar duraba entre 16 y
25 años, pero Augusto convirtió el ejército en una fuerza formada principalmente por
voluntarios. El emperador consolidó también el sistema de clases de Roma, integrado por
tres estamentos. La clase más rica e influyente siguió siendo la de los senadores. Por
debajo de ellos, los llamados équites ocupaban puestos en la administración pública y
proporcionaban oficiales al ejército, al que era imprescindible tener controlado. El grueso de
la población constituía la clase baja. El sistema no era en absoluto rígido: se podía ascender
en la escala social.

Un siglo después de la muerte de Augusto en el 14 d.C. (a los 75 años), el Imperio romano


alcanzó su máxima extensión: con Adriano (76-138) llegó a abarcar desde la península
Ibérica, Galia y Britania hasta una línea que seguía aproximadamente el curso de los ríos
Rin y Danubio. Todos los actuales Balcanes y Grecia, junto con las zonas conocidas en
aquella época como Dacia, Mesia y Tracia (un vasto territorio que llegaba hasta el mar
Negro), se hallaban bajo el control de Roma. Casi todas las actuales Turquía, Siria, Líbano,
Palestina e Israel estaban ocupadas por las legiones romanas y se conectaban con Egipto.
Desde allí una ancha franja de territorio romano se extendía a lo largo del norte de África
hasta la costa atlántica de lo que hoy es el Marruecos septentrional. Esta situación duró
hasta el s. III. Cuando Diocleciano (245-305) se convirtió en emperador, los ataques al
imperio desde fuera y las revueltas intestinas estaban a la orden del día. Una nueva fuerza
religiosa, el cristianismo, iba ganando popularidad y la persecución de los cristianos se
volvió habitual. Esta política se invirtió en el 313 cuando Constantino I (c. 272-337)
promulgó el Edicto de Milán.

Inspirado por una visión de la cruz, Constantino derrotó a su rival Majencio en el Ponte
Milvio de Roma en el 312 y se convirtió en el primer emperador cristiano de Roma. Allí
levantó la primera basílica cristiana de la ciudad: San Giovanni in Laterano.

Más tarde, el imperio se dividió en dos y se estableció una segunda capital en


Constantinopla (fundada por Constantino en el 330), a orillas del Bosporus (hoy Bósforo) en
Bizancio. Este Imperio romano de Oriente se mantuvo tras la caída de Italia y Roma; se
extendía desde una parte de la actual Serbia y Montenegro hasta Asia Menor, una franja
costera de lo que hoy es Siria, Líbano, Jordania e Israel hasta Egipto y una porción del norte
de África que llegaba hasta la actual Libia. Los intentos

de Justiniano I (482-565) por recuperar Roma y la fragmentada mitad occidental del imperio
se quedaron en nada.

Poder papal y disputas familiares

Por ironías del destino, la religión minoritaria que el emperador Diocleciano se había
esforzado por aplastar salvó la gloria de Roma. Pasado el caos de las invasiones que vieron
sucumbir a Roma ante las tribus germánicas, la reconquista bizantina y la ocupación
lombarda en el norte, el papado se estableció en Roma como fuerza espiritual y secular e
inventó la Donación de Constantino, un documento por el cual el emperador Constantino I
otorgaba a la Iglesia el control de Roma y el territorio circundante. Lo que el papa
necesitaba era un garante con poderío militar, y lo encontró en los francos.

A cambio del reconocimiento formal del control de los papas sobre Roma y los territorios
circundantes en posesión de los bizantinos, que serían conocidos en lo sucesivo como
Estados Pontificios, los papas concedían a los francos carolingios un papel preponderante
(aunque mal definido) en Italia, y a su rey, Carlomagno, el título de emperador del Sacro
Imperio Romano; fue coronado por León III el día de Navidad del año 800. De esta manera
se rompió el vínculo entre el papado y el Imperio bizantino, y el poder político del antiguo
Imperio romano de Occidente se trasladó al norte de los Alpes, donde permanecería
durante más de 1000 años.

Las condiciones creadas auguraban un futuro de inacabables conflictos. Asimismo, las


familias aristocráticas romanas se enzarzaron en batallas por el papado. Durante siglos, la
corona imperial fue objeto de duras contiendas, libradas sobre todo en Italia. Los
emperadores del Sacro Imperio Romano intentaron repetidamente imponer su control sobre
unas ciudades-estado italianas de espíritu cada vez más independiente, e incluso sobre la
propia Roma. Como respuesta, los papas procuraron sacar partido de su poder espiritual
para favorecer sus propios intereses como poder secular.

El enfrentamiento entre el papa Gregorio VII y el emperador Enrique IV, en el último cuarto
del s. xi, sobre quién tenía derecho a nombrar a los obispos demostró lo acerbas que
podían llegar a ser estas disputas. El asunto centró la atención de la política italiana a fines
de la Edad Media, y en todas las ciudades y regiones de la península surgieron dos
facciones: los güelfos, que apoyaban al papa; y los gibelinos, partidarios del emperador

El asombro del mundo

El Sacro Imperio Romano Germánico apenas había tocado el sur de Italia hasta que
Enrique, hijo del emperador Federico I Barbarroja, se casó con Constanza de Hauteville,
heredera del trono normando en Sicilia. Los normandos habían llegado a Sicilia en el s. X,
primero como peregrinos de camino a Jerusalén, y después como mercenarios atraídos por
el dinero que podía ganarse combatiendo en las filas de principados rivales o contra los
musulmanes en Sicilia. El hijo de Enrique y Constanza fue una de las figuras más singulares
de la Europa medieval: Federico II (1194-1250).

Coronado emperador del Sacro Imperio en 1220, Federico era alemán a su manera. Se crió
en el sur de Italia, por lo que consideraba a Sicilia como su base natural y dejó en buena
medida que los estados alemanes se arreglaran solos. Guerrero y erudito, Federico fue un
soberano de ideas avanzadas con vocación absolutista, y aunque concedió la libertad de
culto a musulmanes y judíos, no gustaba a todos.

Poeta, lingüista, matemático y filósofo, Federico fundó una universidad en Nápoles y


fomentó la difusión del conocimiento y la traducción de tratados árabes. Tras verse forzado
a emprender una Cruzada en Tierra Santa en 1228 y 1229 so pena de excomunión,
Federico regresó a Italia y se encontró con que las tropas papales habían invadido territorio
napolitano. Federico no tardó en expulsarlos y concentró su atención en el dominio del
complejo entramado de ciudades-estado del centro y norte de Italia, donde encontró aliados
y muchos enemigos, en particular la Liga Lombarda. Vinieron después años de batallas sin
resultados determinantes, que ni siquiera terminaron a la muerte de Federico en 1250. Las
campañas continuaron hasta 1268 con sus sucesores: Manfredo, que cayó en la sangrienta
batalla de Benevento en 1266; y Corradino, capturado y ejecutado dos años después por el
noble francés Carlos de Anjou, que ya se había apoderado de Sicilia y el sur de Italia.

Auge de las ciudades-estado

Mientras que el sur de Italia tendía al poder centralizado, el norte tomó la dirección
contraria. Ciudades portuarias como Génova, Pisa y sobre todo Venecia, junto con otras del
interior como Florencia, Milán, Parma, Bolonia, Padua, Verona y Módena, mostraron cada
vez más su hostilidad frente a los intentos de los emperadores del Sacro Imperio de
inmiscuirse en sus asuntos.

La creciente prosperidad y la independencia de las ciudades las llevó a entrar en conflicto


con Roma. Se llegó en ocasiones a cuestionar el poder de Roma sobre algunos de sus
propios Estados Pontificios. Atrapadas entre el papado y los emperadores, no era de
extrañar que estas ciudades-estado estuvieran siempre intentando alianzas para servir
mejor a sus propios intereses.

Las ciudades-estado establecieron nuevas formas de gobierno entre los ss. XII y XIV.
Venecia adoptó un sistema “parlamentario” oligárquico en un intento de establecer una
democracia limitada. Pero, en general, la ciudad-estado creaba un comune (ayuntamiento),
una forma de gobierno republicano dominada al principio por patricios pero después, y de
manera creciente, por las clases medias acaudaladas. Las familias adineradas no tardaron
en pasar de la rivalidad comercial a las luchas políticas, en las que cada una intentaba
conseguir el control de la signoria (gobierno).

En algunas ciudades las grandes dinastías, como los Médicis en Florencia y los Sforza en
Milán, acabaron por dominar sus predios respectivos.

Las guerras entre las ciudades-estado eran constantes y al final unas pocas –en especial
Florencia, Milán y Venecia– afloraron como potencias regionales y absorbieron a sus
vecinas. Su poder se basaba en el comercio, la industria y la conquista. El poder y las
alianzas experimentaban continuas fluctuaciones, así que la

inestabilidad de las ciudades-estado era más la regla que la excepción. Con diferencia, la
más estable y próspera de todas fue Venecia.

La prosperidad de Florencia se basó en el comercio lanero, las finanzas y la actividad


mercantil en general. Fuera de la ciudad, su moneda, el firenze (florín), era el rey.

En Milán, la familia Visconti destruyó a sus rivales y extendió el poder milanés a Pavía,
Cremona y, más tarde, Génova. Giangaleazzo Visconti (1351-1402) convirtió la ciudad-
estado de Milán en una potencia europea. Las políticas de los Visconti (hasta 1450),
seguidas por las de los Sforza, permitieron a Milán extender su dominio hasta la zona de
Ticino en Suiza y por el este hasta el Lago di Garda.

La esfera de influencia de Milán tocaba con la de Venecia. En 1450 la ciudad de la laguna


había alcanzado la cima de su extensión territorial; además de sus posesiones en Grecia,
Dalmacia y tierras más lejanas, Venecia se había expandido hacia el interior. La bandera
del león de San Marcos ondeaba en toda la Italia nororiental, desde Gorizia hasta Bérgamo.

Estas ciudades de espíritu dinámico e independiente resultaron ser terreno abonado para la
explosión intelectual y artística que se produciría en todo el norte de Italia en los ss. XIV y
XV: el llamado Renacimiento marcó el inicio del mundo moderno. Florencia fue la cuna de
esta actividad febril, en buena medida gracias al generoso mecenazgo de la familia Médicis.

Nace una nación

La Revolución francesa al final del s. XVIII y la figura emergente de Napoleón despertaron


en Italia la esperanza de convertirse en una nación. Desde los días gloriosos del
Renacimiento, los divididos pequeños estados de Italia habían perdido poder y relevancia
en el escenario europeo. A fines del s. XVIII, la península era poco más que un campo de
juego para las grandes potencias y, para aquellos de pensamiento romántico, el destino
principal del Grand Tour.

En 1797 Napoleón acabó con la República veneciana (Venecia había vivido de 1000 años
de independencia) y en 1805 creó el llamado Reino de Italia. Ese reino no era
independiente, pero el terremoto napoleónico indujo a muchos italianos a pensar que podría
crearse un estado italiano. No iba a ser fácil. El Congreso de Viena restableció en sus
respectivos tronos a las familias derrotadas por Napoleón.

El conde turinés Camillo Benso di Cavour (1810-1861), primer ministro de la monarquía de


los Saboya, se convirtió en el cerebro del movimiento a favor de la unidad de Italia. Cavour
y sus colaboradores, a través del periódico Il Risorgimento y la publicación de un Statuto
parlamentario, allanaron el terreno para la unidad.

Cavour conspiró con los franceses y se ganó el apoyo británico para la creación de un
Estado italiano independiente. Su tratado de 1858 con Napoleón III preveía la ayuda de
Francia en caso de guerra con Austria y la creación de un reino en el norte de Italia a
cambio de una parte de Saboya y Niza.

El cruento conflicto entre Francia y Austria (conocido como la Segunda Guerra de


Independencia italiana; 1859-1861), desencadenado en el norte de Italia, condujo a la
ocupación de Lombardía y la retirada de Austria a sus posesiones en el Véneto. Mientras
tanto, el revolucionario profesional Giuseppe Garibaldi ofreció la oportunidad real de la
plena unidad de Italia. En 1860, Garibaldi tomó Sicilia y el sur de Italia en una fulgurante
operación militar en nombre del rey Víctor Manuel de Saboya. Así, el sur de Italia fue
conquistado, pero no formó voluntariamente una unión con el norte.

Vislumbrando la ocasión, Cavour y el rey tomaron parte de la Italia central (entre ellas
Umbría y Las Marcas) y proclamaron la creación de un Estado italiano unido en 1861. En
los nueve años siguientes, la Toscana, el Véneto y Roma quedaron incorporados al efímero
reino. La unidad estaba completa y en 1871 se estableció el Parlamento en Roma. Sin
embargo, Italia es más un conjunto de regiones diferenciadas que una nación, y en eso
radica el origen de muchos de sus problemas actuales. Como escribió en sus memorias
Massimo d’Azelio, uno de los arquitectos de la unificación: “Ya hicimos Italia, ahora tenemos
que hacer italianos”.

El nuevo y turbulento estado asistió a virajes violetos entre los socialistas y la derecha.
Giovanni Giolitti, uno de los primeros ministros italianos que más duró en el cargo, consiguió
tender puentes entre los extremos políticos e instituyó el sufragio femenino. Sin embargo, a
las mujeres se les negó el derecho al voto hasta después de la II Guerra Mundial.

De las trincheras al fascismo

Cuando estalló la guerra en Europa en julio de 1914, Italia optó por permanecer neutral
pese a ser miembro de la Triple Alianza con Austria y Alemania. Italia reclamaba a Austria
los territorios de Trento (Trentino), el sur del Tirol e incluso Dalmacia (parte de la cual
intentó tomar durante la guerra franco-prusiana de 1866). Según los términos de la Triple
Alianza, Austria debía entregar gran parte de estos territorios si ocupaba otras tierras en los
Balcanes, pero se negó a cumplir con esta parte del acuerdo.

El Gobierno italiano quedó dividido entre los no intervencionistas y los partidarios de la


guerra. Estos últimos, en vista de la intransigencia de Austria, decidieron tratar con los
aliados. Según el pacto firmado en Londres en abril de 1915, Italia recibiría los territorios
que reivindicaba una vez alcanzada la victoria. En mayo Italia declaró la guerra a Austria y
se sumió en una pesadilla de tres años y medio.

Italia y Austria se enzarzaron en una guerra de desgaste. Las fuerzas austrohúngaras


sucumbieron en noviembre de 1918, tras lo cual el imperio cedió a Italia el sur del Tirol,
Trieste, Trentino e Istria en la Conferencia de Paz de París después de la guerra. Sin
embargo, Italia no consiguió hacer efectivas sus reivindicaciones territoriales sobre
Dalmacia y Albania en el Tratado de Versalles.
Fueron unas ganancias exiguas para un conflicto tan sangriento y agotador. Italia perdió
600 000 hombres, y la economía de guerra dejó al grueso de la población en la

penuria. Este cóctel resultaba tanto más explosivo por cuanto cientos de miles de soldados
desmovilizados regresaron a sus hogares o vagaron por el país en busca de trabajo. Era
terreno abonado para un demagogo que no tardaría en llegar.

Benito Mussolini (1883-1945), un joven entusiasta de la guerra, había sido director de un


periódico socialista y había intentado una vez librarse del reclutamiento. En esta ocasión se
presentó voluntario para el frente y regresó herido en 1917. La experiencia de la guerra y la
frustración ante el decepcionante resultado del Tratado de Versalles lo llevaron a formar un
grupo político de derechas. En 1921, el Partido Fascista, con sus “camisas negras” y su
saludo a la romana, sería el símbolo de la opresión violenta y el nacionalismo agresivo
durante los 23 años siguientes. Después de la Marcha sobre Roma en 1922 y su victoria en
las elecciones de 1924, Mussolini, que se hacía llamar Il Duce (el caudillo), se había hecho
con el control de todo el país. Prohibió otros partidos políticos, los sindicatos no afiliados al
partido y la libertad de prensa.

En la década de 1930, todo en Italia estaba regulado por el partido. La economía, la banca,
las obras públicas, la conversión de las marismas infestadas de malaria en tierras de cultivo
y la modernización de las fuerzas armadas formaban parte del grandioso plan de Mussolini.

En el terreno internacional, Il Duce actuó al principio con cautela, firmando pactos de


cooperación (entre ellos el Pacto Briand-Kellogg en 1928, por el que renunciaba
solemnemente a la guerra) y, hasta 1935, acercándose a Francia y el Reino Unido para
contener la creciente amenaza de la Alemania de Hitler, en rápido proceso de rearme.

Todo eso cambió cuando Mussolini decidió invadir Abisinia (Etiopía) como primer paso para
la creación de un “nuevo Imperio romano”. Este lado agresivo de la política de Mussolini ya
le había llevado a librar escaramuzas con Grecia a cuenta de la isla de Corfú y a enviar
expediciones militares a la colonia italiana de Libia.

La Sociedad de Naciones condenó la aventura de Abisinia (el rey Víctor Manuel III fue
declarado emperador de Abisinia en 1936) y a partir de entonces Mussolini tomó un nuevo
rumbo: se acercó a la Alemania nazi. Los dos países apoyaron a los sublevados del general
Franco durante los tres años de la Guerra Civil española y en 1939 firmaron una alianza.

La II Guerra Mundial estalló en septiembre de 1939, cuando Hitler invadió Polonia. Italia se
mantuvo al margen hasta junio de 1940, cuando Alemania ya había invadido Noruega,
Dinamarca, los Países Bajos y gran parte de Francia. Como aquello pareció tan fácil,
Mussolini se unió al bando germano en 1940, una decisión que Hitler lamentaría después.
Alemania tuvo que sacarle a Italia las castañas del fuego en las campañas de los Balcanes
y el norte de África y no pudo impedir el desembarco aliado en Sicilia en 1943.

Para entonces, los italianos ya se habían cansado de Mussolini y su guerra, así que el rey
mandó detener al dictador.En septiembre Italia se rind

n los dos tercios septentrionales del país y restablecieron al dictador en su puesto.

El lento avance de los aliados por la península y la represión alemana llevaron a la creación
de la Resistencia, que tuvo un papel cada vez mayor en el hostigamiento a las fuerzas
alemanas. El norte de Italia fue liberado en abril de 1945. Un grupo de combatientes de la
Resistencia capturó a Mussolini cuando huía hacia el norte con la esperanza de llegar a
Suiza y lo fusilaron junto con su amante, Clara Petacci; después colgaron sus cadáveres en
el Piazzale Lotto de Milán: un final que distaba mucho de la esperanza de Il Duce de recibir
una sepultura gloriosa junto a su ídolo imperial, Augusto, en Roma.

Los años grises y rojos

Tras la guerra, la Resistencia fue desarmada y las fuerzas políticas italianas intentaron
reagruparse. EE UU, mediante el Plan Marshall, ejerció una considerable influencia política
de la que se valió para mantener controlada a la izquierda.

Inmediatamente después de la guerra se sucedieron tres gobiernos de coalición. El tercero,


que llegó al poder en diciembre de 1945, estaba dominado por la recién formada
Democracia Cristiana (DC), un partido de derecha con Alcide De Gasperi al frente. Italia se
convirtió en república en 1946 y la DC de De Gasperi ganó las primeras elecciones
celebradas con la nueva Constitución en 1948 y este se mantuvo como primer ministro
hasta 1953.

Hasta la década de 1980, el Partido Comunista Italiano (PCI), al principio con Palmiro
Togliatti y después con el carismático Enrico Berlinguer, desempeñó un papel decisivo en la
evolución social y política de Italia, a pesar de que no llegó nunca a formar parte del
Gobierno.

La popularidad del partido condujo a un período gris en la historia del país: los anni di
piombo (años de plomo) de la década de 1970. Al tiempo que la economía italiana se
recuperaba, la paranoia en toda Europa por el poder de los comunistas en Italia
desencadenó una reacción secreta que, según se dice, estuvo en gran medida dirigida por
la CIA y la OTAN. Todavía hoy se sabe poco sobre la Operación Gladio, una organización
paramilitar clandestina a la que se le atribuyen varios atentados terroristas cometidos en el
país.

Así, la década de 1970 estuvo dominada por el espectro del terrorismo y un gran malestar
social, sobre todo en las universidades. Los neofascistas perpetraron un atentado con
bomba en Milán en 1968. En 1978, las Brigadas Rojas (un grupo de jóvenes de extrema
izquierda responsable de varios atentados) se cobraron su víctima más destacada: el
exprimer ministro de la DC Aldo Moro; su secuestro y su asesinato unos 54 días después
estremeció al país.

A pesar de estas turbulencias, la década de 1970 fue también un período de cambios


positivos. En 1970 se formaron gobiernos con poderes limitados en 15 de las 20

regiones del país. Aquel mismo año se legalizó el divorcio y, ocho años después, también el
aborto.

Manos Limpias, Berlusconi y Renzi

El fulgurante crecimiento posterior a la II Guerra Mundial convirtió a Italia en una de las


primeras economías mundiales, pero en la década de 1970 la economía empezó a
desfallecer, y a mediados de la década de 1990 sobrevino una prolongada crisis. Las altas
tasas de desempleo e inflación, unidas a una ingente deuda nacional y una moneda
fluctuante (la lira), indujeron al Gobierno a aplicar medidas draconianas, lo que permitió a
Italia adoptar el euro en el 2001.

En la década de 1990 la escena política italiana se vio sacudida por el escándalo de la


Tangentópolis (“ciudad de los sobornos”). Dirigido por un grupo de magistrados milaneses,
entre ellos el implacable Antonio Di Pietro, el proceso judicial conocido como Mani Pulite
(Manos Limpias) implicó a miles de políticos, funcionarios y empresarios.
Los viejos partidos políticos de centroderecha se desmoronaron a consecuencia de estos
juicios, y de sus ruinas surgió lo que muchos italianos esperaban que fuera una bocanada
de aire fresco en la política. El partido Forza Italia del magnate de los medios de
comunicación Silvio Berlusconi ganó las elecciones en el 2001 y otra vez en abril del 2008
(tras un paréntesis de dos años de gobierno de centroizquierda). Muchos votantes italianos
quedaron seducidos por la mezcla de carisma, confianza, irreverencia y promesas de
reducción de impuestos de Berlusconi, que disfrutó de un éxito y una longevidad políticos
incomprensible para muchos extranjeros.

Sin embargo, durante el mandato de Berlusconi la situación económica fue de mal en peor,
al tiempo que se aprobaron una serie de leyes que protegían sus vastos intereses
empresariales, como la que concedía inmunidad judicial al primer ministro durante el
desempeño de su cargo. En el 2011, Berlusconi se vio obligado a dimitir al agravarse la
crisis de la deuda. Un Gobierno de demócratas encabezado por el economista Mario Monti
presidió el país hasta las elecciones de febrero del 2013. Tras largas negociaciones
poselectorales, Enrico Letta, del Partido Democrático (PD), fue designado primer ministro al
frente de una precaria coalición de centroizquierda. En el 2014, Letta fue desbancado por el
antiguo alcalde de Florencia, Matteo Renzi, de su mismo partido.

A pesar del cambio de liderazgo y el dinamismo de Renzi, cualquiera que se ponga al timón
de este país se enfrenta a una ardua tarea. Los problemas de Italia siguen siendo los
mismos, entre ellos la Mafia, la corrupción, el nepotismo, la fuga de cerebros, la falta de
crecimiento, el paro y la baja tasa de natalidad.

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