Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Se ha criticado a Nietzsche acusándole de nihilista pero esta acusación se hace desde un punto
de vista reactivo, según Nietzsche el verdadero nihilismo es el de aquellos que le acusaban a él
de nihilismo; nuestro pensador consideraba que su filosofía era el mejor antídoto contra el
nihilismo. Cuando se acusa a Nietzsche de nihilista se le acusa de destruir los valores de la
cultura pero precisamente Nietzsche pretendió salvar los que él consideraba los verdaderos
valores de la cultura, la vida en sí misma.
El nihilismo no es sólo un movimiento histórico, es la estación final ineludible a la que arriba la
cultura occidental pero además es un estado de ánimo personal del individuo propio del
hombre ante el sublime espectáculo del ocaso de los valores. Al nihilismo está asociada de
forma indisoluble la transmutación de los valores, otro de los temas fundamentales de
Nietzsche.
Transmutación de los valores (Umwertung aller Werte)
La muerte de Dios y el advenimiento del nihilismo traen como consecuencia una crítica
profunda a los valores tradicionales que se basaban en ese Dios (o mundo trascendente de las
Ideas). Nietzsche predica unos valores distintos a los de la cultura tradicional, frente a los
viejos valores absolutos, necesarios, eternos, Nietzsche defiende unos valores que exalten la
existencia tal como es en un sentido plural y cambiante. Estos nuevos valores son los que
defenderá el hombre por venir, el superhombre, que no huirá de este mundo sino que se
entregará a él y lo amará en cuanto lo que es. Estos hombres destacan por su fidelidad a la
tierra y no están aquejados de ese resentimiento característico de la decadente cultura
europea. Hay que destacar que el pensador alemán no defiende la ausencia de valores, en la
naturaleza no hay valores, los valores son un producto del hombre de modo que está en su
naturaleza crear estos valores lo que propone es una inversión de los valores que sólo puede
ser posible con una nueva interpretación del mundo.
Lo que subyace a toda esta crítica es la dicotomía entre lo apolíneo y lo dionisíaco; todas las
construcciones decadentes que niegan la vida y valoran los ideales eternos y mentirosos no
son más que la consecuencia de la victoria de lo apolíneo, de ese sentimiento pesimista que
cree que la razón puede dar cuenta de esa fuerza poderosa e inabarcable que es la vida; este
espíritu apolíneo creará una moral falseada basada en una metafísica igualmente falseada que
se sustentará en una ciencia mentirosa y sectaria; el espíritu vitalista encarnado por lo
dionisíaco será el que ponga en duda ese mundo trascendente y lleve a la muerte de Dios, al
nihilismo y a la creación de nuevos valores que ya no renieguen de la vida sino que la afirmen,
este nuevo sentido dionisíaco que debe adquirir la cultura traerá el superhombre que afirme la
voluntad de poder y tenga fe en el vitalismo y en su expresión más brillante, el eterno retorno.
En este texto Nietzsche la vinculación estrecha entre la vida y la voluntad entendida como
exaltación de la fuerza, la agresividad... y todas las características que adornaban lo dionisíaco.
Es fácil ver en esta afirmación de la voluntad de poder un trasunto de la lucha por la
supervivencia que impulsaba el proceso evolutivo de Darwin.
Nietzsche tomó el concepto de voluntad de Schopenhauer pero le dio un nuevo sentido.
Schopenhauer creía que la voluntad era la esencia de la existencia; sería una fuerza
irrefrenable que impulsa al hombre a querer. Este impulso no se circunscribe solo a un ámbito
exclusivo sino que acompaña durante toda la vida al hombre y es la fuente del dolor ya que
una vez que el deseo se ha satisfecho ese impulso ciego vuelve a aguijonear provocando
nuevamente el deseo. Para Schopenhauer solo hay un camino que consiga acabar con este
ciclo eterno del dolor que es renunciar al impulso a través del arte, y sobre todo del ejercicio
de la vida ascética que adormece este insaciable deseo. La doctrina de Schopenhauer es
deudora de la concepción oriental de la existencia, sobre todo la doctrina budista
fundamentada en las 4 nobles verdades del sermón de Benarés.
Nietzsche, que llama a la voluntad de Schopenhauer voluntad de poder, reacciona contra esta
postura absolutamente pesimista y por tanto decadente; es cierto que la voluntad es la
esencia de la existencia y precisamente por esto debe ser afirmada; decir sí a la voluntad es
decir sí a la vida. Esta idea de la voluntad de poder era una tesis explicativa que debe servir
para dar razón de la vida en su totalidad. Frente al pesimismo metafísico de Schopenhauer
Nietzsche propone una lectura optimista de la voluntad basada en la afirmación de lo vital.
La voluntad de poder se puede aplicar al conocimiento; la voluntad de saber es una
manifestación de la voluntad de poder, es el impulso de un determinado grupo de seres por
dominar el mundo y la realidad. El objetivo del conocimiento no es conocer la verdad sino
controlar y dominar la realidad, someter la realidad a nuestra conveniencia y necesidades
prácticas. Al petrificar el flujo eterno con nuestras estructuras racionales estamos imponiendo
a las cosas nuestra necesidad de controlarlas, es decir, estamos manifestando nuestra
voluntad de poder. La propia estructura del lenguaje en la que predicamos algo de una
sustancia supone privilegiar esta sustancia y la sustancia que más importancia ha tenido en la
cultura occidental es el "yo" al que nos referimos constantemente con lo que establecemos su
importancia y la necesidad de imponerse sobre otras sustancias. Este es el deseo que yace en
el seno de la cultura europea de dominar el mundo a través de su categorización, el deseo de
convertir el devenir en ser.
Esta concepción llevaría a una visión dogmática del mundo organizado en férreas estructuras.
Contra esto se postuló Nietzsche claramente; toda su filosofía es un ataque a esta visión, de
modo que interpretar la voluntad de poder de este modo, como fuerza fáustica que lleva al
hombre a conquistar el mundo sería erróneo. Esta concepción no puede ser llamada en
puridad voluntad de poder sino sólo voluntad de verdad. La concepción de la voluntad de
poder por parte de Nietzsche debe ser entendida como un proceso activo, creador. No supone
un anhelo político o social de dominación, es el impulso que tiende a la perpetuación de la
propia esencia.
Pero la voluntad de poder hay que entenderla no sólo en un sentido epistemológico sino que
Nietzsche la aplica a todos los ámbitos de la vida, incluso cita ejemplos de lo inorgánico, y
pretende usar esta teoría como modelo explicativo que vertebre todo un abanico de distintos
fenómenos.
Nietzsche identifica la voluntad de poder con la vida (donde vi un ser vivo allí encontré también
la voluntad de poder... Sólo allí donde hay vida hay voluntad, pero no simplemente voluntad de
vivir, sino voluntad de dominio). La voluntad de poder no puede ser asimilada al connatus de
Spinoza, la tendencia a perseverar en el ser, sino que es más bien una tendencia a querer más
de lo que se es, de manera que supondría un ataque a la vieja idea clásica (y apolínea) de la
sophrosine, de no salirse de los límites de lo que se es, de no aspirar a otra cosa más que a
realizar la plenitud de la esencia. La voluntad de poder no puede reducirse a lo meramente
psicológico ya que va más allá al englobar todas las fuerzas, impulsos e instintos vitales y
psíquicos, pasiones y acciones...
Los nuevos valores que defiende Nietzsche se encaman en la voluntad de poder que en ningún
caso puede ser entendida como una necesidad de conseguir el poder político lo que significaría
rendirse a las necesidades sociales o colectivas sino como una tendencia a considerar la
existencia como una obra de arte donde lo esencial es lo creativo de ahí que Nietzsche tomase
como modelo al artista romántico. La voluntad de poder adquiere su dimensión más clara en
otros dos conceptos el de "eterno retomo" y el de "superhombre".
El eterno retorno.
El tema del eterno retorno lo desarrolla Nietzsche en "Gaya ciencia" y en el capítulo de "Así
habló Zaratustra" titulado "De la visión y el enigma". Nietzsche consideraba este tema como el
más profundo y difícil de su filosofía al ser la máxima expresión del sí a la vida y se puede
resumir en estas palabras del propio filósofo alemán
Yo vendré otra vez con este Sol, con esta tierra, con este águila, con esta
serpiente, pero no a una nueva vida o a una vida mejor o semejante, volveré de
nuevo eternamente a esta misma e idéntica vida, para enseñar de nuevo el
Eterno Retorno de las cosas para volver a comunicar el superhombre a los
hombres [...] lo que quieras quiérelo de tal forma que quieras a la vez su Eterno
Retorno
Lo que propone Nietzsche es la creencia en que todo debe repetirse una y otra vez sin ningún
tipo de cambio.
Nietzsche siempre habló de su encuentro con el concepto de eterno retorno en términos
proféticos, más proféticos y místicos aún que en otros temas de su filosofía; el momento
iluminador aconteció en Sils-Maria en el verano de 1881 cuando le fue revelado el tema del
eterno retorno (pensamiento abismal lo llama Nietzsche) que le sobrecogerá y llenará su alma
de espanto y terror. El encargado de revelar al mundo esta idea fundamental será el mismo
Zaratrusta.
Una de las razones por las que Nietzsche insiste este tema es que le permite un vacío en su
filosofía, le permite trazar sobre el flujo del devenir la imagen del ser sin tener que recurrir a
un ser que trascienda el universo imposibilitando todo intento de explicaciones panteístas del
mundo o la introducción del concepto de Dios aplicado al universo. La teoría excluye la idea de
un Dios trascendente y ofrece como alternativa, aunque pueda no ser atractiva, la de la
repetición de lo mismo, aunque diferenciado (algunas interpretaciones abogan por considerar
que Nietzsche no quiso decir nunca que todo lo que es se repetirá como es ahora sino que sólo
unos acontecimientos o ideas determinadas, las más importantes son las que volverán). Esta
teoría del eterno retorno muestra claramente el compromiso de Nietzsche con este mundo al
mostrar un universo cerrado con sentido en sí mismo, con un fundamento inmanente que no
necesita ningún modelo fuera de sí mismo. El horizonte que defiende Nietzsche es la propia
eternidad a partir de la cual podemos convertir en necesario lo que es transitorio sin necesidad
de otros mundos.
El eterno retorno se puede interpretar como una teoría física o como una teoría moral.
El superhombre (Übermensch)
El superhombre, al que Nietzsche llama "el sentido de la vida", es el estadio último de la
filosofía de Nietzsche, es la encarnación de todos los valores positivos, es el que no acepta los
valores del rebaño sino que él crea esos valores, es la materialización de la fidelidad a la tierra,
de la voluntad de poder, del eterno retorno, es el producto de la muerte de Dios y la entrega y
a la vez la superación del nihilismo occidental.
El superhombre no es algo dado sino que es un desideratum algo que está por venir; de
ninguna manera se puede considerar al hombre actual como la encarnación de este nuevo tipo
humano que encarnará todos los valores vitales de los que los mediocres están totalmente
alejados, aunque estos mediocres son necesarios ya que una cultura aristocrática sólo puede
destacar a partir de los que son más vulgares y cuya encarnación está en el cristianismo y en el
socialismo y la democracia en la actualidad. La mediocridad es un medio para que aparezca el
superhombre. Pero para que lleguen los superhombres es necesaria la llegada de los bárbaros
para que superen el dominio de las masas y abonen el camino para los hombres nuevos.
El estadio necesario para que llegue el superhombre es el hombre que no es más que un
puente entre el animal y el superhombre, un puente tendido sobre un abismo, de modo que la
idea del superhombre es un estímulo pero a la vez tiene un contenido que viene caracterizado
no sólo por su poder intelectual, por su carácter especial, sino también por su independencia,
pasión y entrega a la vida. Nietzsche parece no pensar en ningún tipo humano concreto, y de
ninguna manera podemos entender el superhombre desde un punto de vista racial que exalta
la superioridad de una etnia o grupo humano sobre los demás como hizo el nazismo. En alguna
ocasión parece referirse a figuras históricas como César o Napoleón como la encarnación del
superhombre pero el superhombre no se encarna en una figura concreta sino en una actitud,
la actitud dionisiaca que santifica la vida y su esencia más íntima: los instintos, el placer, el
dolor, el sufrimiento de existir. Esta actitud se reconoce en el tipo del artista genial que
destaca por su capacidad creadora o del héroe-filósofo superador de los valores decadentes.
Vitalismo. Estos tres conceptos, voluntad de poder, superhombre y eterno retomo, son la
manifestación del vitalismo, la doctrina que privilegia la existencia por encima de cualquier
estructura intelectual, moral, metafísica... La vida permanece como elemento inabordable
para el hombre y sus categorías mentales; estas estructuras pueden dar cuenta de un aspecto
parcial de la realidad pero la esencia de la realidad en cuanto que es múltiple y variada no
puede ser reducida a un concepto frío y vacío.
Nietzsche es el primero en afirmar la existencia corno valor absoluto contraponiéndola a
cualquier forma de racionalismo o idealismo que enmascara la vida. Bajo esta denominación
de vitalismo se engloban filósofos como Bergson, espiritualista, Dilthey, historicista, Ortega y
Gasset, raciovitalista.
El vitalismo supone la defensa de un subjetivismo extremo que no debe ser interpretado como
un elogio del humanismo al modo moderno, el hombre tal como lo entiende Nietzsche no es el
centro del mundo ni la figura más importante de la naturaleza, es una especie más entre las
especies.
El concepto de genealogía
Nietzsche va a introducir un concepto nuevo en la filosofía que deriva de su concepción del ser
como devenir, el de genealogía. Si la existencia es una realidad dinámica deberemos remitirnos
al origen para conseguir una contextualización histórica que nos de la verdadera dimensión de
nosotros mismos. El filósofo es un genealogo no un juez ante un tribunal (Kant), ni un
mecánico (utilitarismo). Al principio de la universalidad kantiana y de semejanza, tan caro a los
utilitaristas, opone Nietzsche el sentimiento de diferencia. Genealogía es valor del origen y
origen del valor. La crítica a la que Nietzsche somete a la cultura se apoya en este concepto de
genealogía que es el mejor antídoto contra cualquier atisbo de abstracción universalista, pero
también es una crítica al realismo. Genealogía es origen y nacimiento, pero también distancia y
diferencia.