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Escribir con caca y sangre

Escribir con caca, de Luis Felipe Fabre es una obra antisolemne que reflexiona

sobre la obra de Salvador Novo y su condición homosexual, la relación que esto

tenía con el ano vista y señalada por si mismo y por los demás, así como su

imposibilidad para la poesía y sus propia mierdas.

Divida en cuatro partes; Los Anales, Escribir con caca, La gran mierda y Novo en

el Mictlán, el ensayo oscila entre la literatura de las primeras páginas donde Fabre

retrata a un sospechoso Salvador Novo, todavía en bata, que de madrugada

atraviesa la Ciudad de México en un taxi y que no es sino el retrato que de él hizo

Manuel Lozano, y por otro lado, se teoriza sobre el encuentro que Novo, bajo la

sugerencia de Ricardo Molinari, tuvo con Federico García Lorca en Buenos Aires

en diciembre de 1933, y cómo este suceso, además de hipnotizar a Novo, lo hizo

consciente de su propia imposibilidad para la poesía, matizada con la naturalidad

que Federico tenía para ella, es así que el autor de la Estatua de sal se enamora

del autor de Romancero gitano, sin que este amor sea correspondido, y que por

esto, ¿tal vez?, Salvador se sumerge todavía más en la depresión, que antes de

aquel viaje ya lo laceraba.

Las anécdotas, las citas literarias, la ironía, la crítica y los recursos de los que

echa mano el autor sirven para demostrar un punto central: la poesía se origina en

el ano. En ese sentido es fundamental repensar la tradición, desde Orfeo y los

múltiples viajes al inframundo, que como en el caso de la poesía empiezan en el

ano, en las profundidades, en las entrañas de la tierra y se subliman hasta

volverse canto. De esto se sigue la consecuencia lógica de que quien escribe


poesía tiene apetitos homosexuales, de ahí la certeza hiriente que tuvo el apodo

de “los anales” contra “los poetas” del grupo de “los contemporáneos”, acusados

de invertidos, como fue el caso de Novo y Villaurrutia.

El autor de La diegada siempre tuvo presente su vulnerabilidad como homosexual

en un círculo de machos revolucionarios, por eso fue el primero en burlarse de si

mismo, para que las burlas de los demás perdieran impacto, por ello, y al

confirmar su imposibilidad en la poesía, decide cultivar la poesía satírica, burlesca,

irónica, escatológica y en general antisolemne, en sonetos donde hacía alusión a

los oficios de su dedo. Hay que entender esta forma de hacer poesía de Novo

como resignación, ya que el mismo sabía que no volvería a alcanzar las alturas

que logró con Nuevo Amor, resignación, pero también como acto de resistencia,

como su más firme negación a alejarse de la poesía por completo, aunque con el

tiempo se dedicará más al ensayo y al periodismo.

Para Novo la poesía y su sexualidad es un espejo, tema recurrente den la poesía

gay, ya que odia lo que ve, pero al mismo tiempo alimenta su ego, odi et amo,

pensaría Novo al verse en el espejo, leer su poesía y al momento de abandonar

sus esperanzas románticas para convertirse al sexo, sacrificando así la esperanza

de su “y vivieron felices para siempre” por la experiencia anal, convidada con

militares, policías, albañiles y choferes.

“Tonta y melodramática”, dice Fabre, y es que este libro dialoga con Novo, como si

de dos íntimos se tratara, como si esta obra fuera una palmadita al hombro, dos

comadres que se cuentan sus penas, o mejor dicho, de una comadre que cuenta

sus penas y otra que escucha y responde. En ese sentido la intimidad prevalece a
pesar del tiempo que separa al autor de su objeto de estudio, y a su vez del lector

del autor, mucho hay que decir con datos y precisión académica, pero siendo

Novo como era, mucho de lo que hay que decir está en el chisme, no en el

susurro, sino en la confidencia, en un tono intimista, aunque público, una

atmósfera que autores como Novo y Fabre usaban como arma narrativa.

No toda la tragedia de Novo se reduce a su canto anal, a sus frustraciones, ni a

los ataques que recibió por parte de los artistas revolucionarios, también hay

episodios de su vida en los que pudo escoger, por ejemplo, la causa estudiantil,

pero quizá un poco en venganza a los machitos proletarios que lo habían

perseguido en su juventud, quizá por crear polémica, quizá por legítimo

desacuerdo, Novo negó su mano amiga a los estudiantes que lo visitaban en su

casa de Coyoacán buscando su apoyo para el Consejo General de Huelga. Fabre

no perdona y mete la daga en la herida: “¿Qué opinión le merece al maestro Novo

la toma de Ciudad Universitaria a manos del ejército?... Vaya… vaya… Es la

primera noticia, y muy buena, que recibo en el día. Dígame, ¿cómo pasó?,

respondió Novo. Y pensando en la sonrisa del presidente Díaz Ordaz sonrío

satisfecho como si acabara de cagar.”

Hasta ahora todo lo que Fabre nos ha contado sobre Novo se puede construir

gracias a testimonios escritos y orales, (el chisme), pero la parte más exquisita del

libro, muy al estilo de Fabre, recurre a la imaginación del autor, para construir un

poema biográfico, con más sabor a epitafio, en el que Salvador se lamenta del

inframundo mexicano, con ese sabor a Aztec Style, que le parece igual de
desagradable que despertarse a medianoche en medio del Museo de

Antropología.

Divertido, dramático, Salvador discute con un espejo sobre las miserias del

Mictlán, la inevitable pobreza de no arder en el infierno de Dante, que comparado

con el mexicano es la gloria de las letras universales, ¡tanto leer a Oscar Wilde

para acabar así!, pero de cualquier forma Salvador está en casa, en el ano del

mundo, a donde va toda la mierda, aposento de Tlazoltéotl, diosa de la inmundicia,

la experiencia no le es ajena, pero tampoco es agradable, a pesar de todo es

probable que Salvador haya aplaudido el ingenio de Fabre para escribir así su vida

en el más allá, en verso y no en calaverita.

Escribir con caca le hace justicia a Novo porque es anti solemne, porque la

creatividad no se limita a la parte escrita en verso y porque se compromete con la

obra de quien escribió La diegada, pero sobre todo porque explicíta aquello que

todavía es incómodo de platicar; el valor estético de la escatología, no sólo en la

poesía, sino como acto performático en la vida diaria, en ese sentido Fabre

rescata no sólo a Novo sino a la literatura al margen, de tal forma que la máxima

que dice “El problema no es tener un ano, sabido es que incluso hasta los más

machos tienen uno. El problema es hacerlo público.” Se diluye para parir,

analmente, una gran obra, sobre un gran sodomita, de tal forma que como es

costumbre decir antes del estreno de una obra teatral, nosotros podríamos decirle

al lector que está por empezar las primeras páginas de este libro: ¡Mucha mierda!

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