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LA GRAN FARSA DE LA LIBERTAD

La llamada Presa Libertad, -proyecto promovido por el Gobierno del Estado, a cargo de Jaime
Rodríguez Calderón- se planteó como la “solución” para el abastecimiento futuro de agua a
Nuevo León, en lugar del llamado proyecto Monterrey VI, que gracias al contexto político en
el que se vio envuelto, fue blanco de todo tipo de ataques por su supuesta corrupción, opacidad
o inutilidad, y hábilmente se utilizó –con la ayuda del hoy caído en desgracia Memo Rentería-
como la bandera que le permitió ganar la gubernatura, hace ya cuatro años.

Sin embargo, la administración del “Bronco” no logró probar en estos años, desde el punto de
vista técnico y económico, que la Presa Libertad fuera mejor que el fallido proyecto. En su
diseño final, la Libertad únicamente podrá brindar, en el mejor de los casos, un caudal de 1.8
metros por segundo, o 1,800 litros, en otras palabras, cuando Monterrey VI ofrecía hasta 6,000
litros por segundo, con la posibilidad de disponer a futuro de una asignación ya entregada al
Estado, de hasta 15,000 litros. Para dimensionar lo que representaba esa asignación que se
perdió gracias a la terquedad del Bronco y sus secuaces, en la actualidad, solamente el área
metropolitana de Monterrey (sin considerar la zona conurbada y rural) consume los mismos
15,000 litros ¡en un solo segundo!

La expresión gubernamental de que este es “un proyecto urgente” resulta poco creíble o
convincente contra el análisis de los datos duros que ha arrojado el organismo operador
(Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey) durante las últimas décadas. El crecimiento del
consumo solamente en el área metropolitana, es de 0.25 metros cúbicos por segundo cada año,
o 250 litros, por lo qué haciendo una simple operación aritmética, cada cuatro (4) años se
necesitará obtener un (1) metro cúbico adicional de agua, y la Libertad solo aportaría, a lo
mucho, dos (2), o traducido en litros, 2,000. Por lo que las preguntas que surgen a botepronto
son: si el día de hoy comenzará la construcción de dicha presa, ¿en cuántos años se estima
tenerla terminada?, y una vez concluida la obra, ¿cuantos años estiman para su llenado y obtener
un nivel óptimo de extracción a su máxima capacidad?

Pese a que la viabilidad hídrica del estado está en peligro, las respuestas están en la historia, la
que el actual gobierno “independiente” se negó a consultar: analicemos cuántos años tardo la
construcción de la Presa Cerro Prieto, a principios de la década de los ochentas, y de la Presa
El Cuchillo, entre 1990 y 1994. Lo anterior, considerando que en esas épocas no existan temas
de oposición jurídica, social o mediática, como los que observamos diariamente en tiempos
actuales, en cualquier proyecto público y hasta privado. Y, sin embargo, ambos proyectos solo
pudieron ver la luz gracias a una titánica labor política de los gobernadores en turno (Alfonso
Martínez Domínguez y Sócrates Rizzo García, respectivamente) que llevó años de
consolidación. De acuerdo a datos oficiales, con todo y la aportación de la presa Cerro Prieto,
el abasto diario se mantuvo por debajo de las 10 horas hasta 1987. Fue en 1994 cuando empezó
a notarse un incremento sostenido que logró, en el año 2000, un servicio continuo de 24 horas.
La puesta en operación de la presa El Cuchillo fue clave para lograr este indicador.
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Entonces, ¿en dónde está el sustento técnico para que, en menos de cuatro años, el gobierno de
Jaime Rodríguez haya determinado que la única opción viable es la Presa Libertad, y haya
apostado todo para sacarla adelante, sin contrapeso alguno? Este proyecto, como ya se comentó,
empezaría a operar en ocho o nueve años, de acuerdo a los tiempos para la construcción (no
menos de cinco años) y su llenado (otros cuatro años). Ahora bien, sin entrar ahora a detalles
de la complejidad de su realización, falta aterrizar el tema más delicado: el financiero. Este
proyecto constituye una nueva deuda por 2,500 millones de pesos, más una reestructura al nivel
de endeudamiento actual de Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey, cercano a 4mil millones
de pesos, que contempla bajar tasas para tener mayor margen de operación, pero “estirándolas”
a un horizonte de veinticinco años, lo cual impactará a las futuras administraciones. Por lo tanto,
los próximos gobiernos estatales no tendrán margen financiero alguno para ningún proyecto
que de verdad sea necesario para sacar a Monterrey y al Estado de Nuevo León de la crisis por
falta de agua que el futuro le tiene asegurado, sin duda alguna.

¿Por qué la afirmación anterior? De acuerdo a convenios firmados décadas atrás, a ninguna de
las dos presas señaladas (Cerro Prieto y Cuchillo) se le puede sacar legalmente una gota más,
sin incurrir en un conflicto de carácter regional y hasta internacional, por razones que
ameritarían un análisis adicional. Además, la mitad del agua que consume Monterrey es de
origen subterráneo, y prácticamente está sobreexplotada, de acuerdo a información oficial
disponible desde hace varios años. Se estima que el déficit de agua subterránea, es decir, la falta
de disponibilidad de agua del subsuelo que se recarga de forma natural por lluvias o
infiltraciones al subsuelo, ronda los 5 metros cúbicos por segundo (o 5,000 litros), de los 15
metros cúbicos que cada segundo consume. Y extraer agua a mayores profundidades es técnica
y sanitariamente inviable, sin considerar los elevadísimos costos para dicha acción, que no ha
podido ser replicada exitosamente en ninguna ciudad en México, pese a algunos técnicos que
aseguran, sin evidencias, que es una opción.

Es importante recordar que la Presa Libertad se construiría (si fuera el caso) en la misma región
hidrológica en donde se encuentran las otras dos presas, región que está en déficit desde hace
varios años, y, por lo tanto, no tiene los suficientes volúmenes disponibles de agua para un uso
masivo, como lo es el urbano. En los ochentas, este proyecto ya había sido rechazado por
autoridades en materia hídrica, así como pobladores de Montemorelos y Linares, porque afecta
sus derechos de agua para uso agrícola, así como sus tierras. Por tanto, la inquietud es
determinar con qué agua se pretende llenar el vaso de la presa, y en qué tiempo. Resulta
verdaderamente preocupante observar a una administración pública que no da respuestas
concretas a un planteamiento técnico tan simple, quizás por no saber, por no entender, por
ocultar, o una combinación de todas.

Como muestra de este desorden informativo, hay que revisar el informe final que el Fondo de
Agua Metropolitano de Monterrey (FAMM) entregó al Congreso estatal el pasado mes de
febrero. Ahí se revela que, si bien la Libertad es una solución dentro de un listado de diez

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alternativas, ésta solo aportaría hasta 1.5 metros cúbicos por segundo, es decir, menos que el
proyecto oficialmente entregado, de 1.8. Y para que cualquiera de las demás soluciones ahí
planteadas sea viable (muchas de ellas son lo mismo, pozos y mas pozos) deberán actualizarse
los estudios de disponibilidad de agua, y en función de ello, comenzar un proceso con la
Comisión Nacional del Agua para que publique disponibilidades actualizadas, y “si y solo así”
pueda ser viable legal y administrativamente el aprovechamiento de dichas alternativas. Es
decir, al día de hoy, ¡ni siquiera existe la certeza de que las otras opciones planteadas, además
de Monterrey VI o la Presa Libertad, puedan tener agua disponible!

Si piensa, amable lector, que la situación es complicada, aún hay más. La hipótesis de iniciar
“a la brevedad posible” la construcción de la referida presa, como ha señalado de forma por
demás irresponsable nuestra autoridad estatal, resultará inviable, ya que el requisito que la
autoridad federal, -léase la Comisión Nacional del Agua- para entregar los fondos
comprometidos por dicho ámbito de gobierno para la construcción de la obra, es tener arreglado
el tema de la tenencia de la tierra, es decir, la situación jurídica de los terrenos, principalmente
agrícolas, que deberán ser inundados o afectados para poder pasar por debajo de ellos el
acueducto y demás obras necesarias para traer el agua a nuestra metrópoli. Pues resulta que el
Estado ha informado que únicamente tiene “arreglado o negociado” a estas alturas, el 15% de
las tierras en donde pretende construir el vaso. Los antecedentes en proyectos mal planeados sí
existen. Uno muy claro es el de la Presa El Zapotillo, diseñada para abastecer de volúmenes
adicionales a León, Guanajuato, y a Guadalajara, Jalisco, en donde después de más de diez años
continúan los problemas legales por este tópico, sin escenarios prontos de solución, con obras
millonarias abandonadas, gobernadores enfrentados con la autoridad federal y judicial, y
decenas de comunidades en la incertidumbre absoluta.

Sin duda nuevo León no estará exento de estos. Sin embargo, la urgencia del gobierno estatal
es gastar el endeudamiento que le autorizó el Congreso, y usar varios cientos de millones de
pesos en estudios, que finalmente concluirán en lo mismo que se ha venido repitiendo durante
décadas: a Monterrey y al Estado de Nuevo León le espera una crisis de enormes proporciones,
por no tener aseguradas las fuentes de abastecimiento necesarias para alimentar a una población
que crece a niveles incontrolables, cercanos al 5 por ciento anual, con una migración interna y
externa que el dinamismo de la actividad económica no puede frenar, y con el avasallador e
inevitable paso del cambio climático, que para nuestra región solo traerá más y más calor, y por
consiguiente, consumo de agua. Y al paso que camina esta administración, que no ha podido ni
siquiera encaminar soluciones a los de por sí graves problemas que encara (transporte público,
contaminación ambiental, seguridad pública, movilidad) difícilmente el gobernador actual
podrá colocar la primera piedra, y seguramente el Gobierno Federal retirará la promesa de los
apoyos para hacer esta presa, una vez que se revele la verdad.

Sin duda, de la urgencia nace la ocurrencia, y la Libertad no dejará de ser más que la farsa del
siglo.

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