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Introducción
La mayoría de los elementos no se encuentran libres en la naturaleza sino formando parte de diferentes
compuestos. Los elementos sodio y cloro, por ejemplo, están presentes en el cloruro de sodio, la sal
común, NaCl. El carbono forma parte de sustancias muy conocidas, por ejemplo, dióxido de carbono,
CO2 (que producimos al respirar, que utilizan las plantas en el proceso de fotosíntesis); del etanol,
C2H5OH (alcohol de las bebidas, el mismo que hay en los botiquines de primeros auxilios, que se produce
durante la fermentación de la glucosa de las frutas para obtener vino o sidra); de la sacarosa, azúcar de
mesa, C12H22O11; del metano, CH4, componente del gas natural; entre muchísimos otros compuestos, y
también se encuentra naturalmente como sustancia simple en el diamante. Algunas preguntas que
intentaremos responder en este módulo son: ¿Por qué los elementos se combinan unos con otros? ¿Qué
fuerzas mantienen unidos a los átomos, iguales o diferentes, en una molécula? ¿Todas las sustancias están
formadas por moléculas? ¿Qué propiedades tienen estas sustancias?
En los módulos anteriores, hemos visto cómo está formada la materia y sus características, así como la
ubicación de las partículas subatómicas dentro de un átomo. Tanto la estructura atómica como la
geometría de las moléculas son muy importantes para entender algunas propiedades de las sustancias. En
este módulo vamos a indagar un poco en este terreno. Las propiedades con las que vamos a trabajar son:
punto de ebullición y solubilidad.
Para poder entender e interpretar y/o predecir las propiedades de las diferentes sustancias, debemos
conocer a qué tipo pertenecen. En líneas generales, podemos distinguir tres grandes grupos: iónicas,
moleculares y metálicas.
Para explicar cómo se combinan los diferentes elementos al formar las sustancias, en química se utilizan
modelos El desarrollo de la tabla periódica actual y la determinación de las configuraciones electrónicas
dieron a los químicos los fundamentos para poder entender cómo se forman las sustancias (simples o
compuestas, moleculares o iónicas). Recordemos que los elementos pertenecientes a un mismo grupo de
la tabla periódica tienen generalmente propiedades químicas similares y sus átomos, la misma
configuración electrónica externa (CEE). Esto lleva a suponer que existe una estrecha relación entre el
número de electrones externos y el comportamiento químico de los átomos; en particular, si se consideran
los elementos representativos (grupos 1, 2 y del 13 al 18). Los electrones más externos son muy
importantes ya que son los que intervienen en los enlaces químicos y se denominan electrones de
valencia.
Regla del octeto: Los átomos de los distintos elementos se unen entre sí compartiendo o transfiriendo
electrones; de manera de adquirir la configuración electrónica externa de los átomos del gas noble
más próximo en la tabla periódica, para así lograr una mayor estabilidad.
Esta propuesta de explicación de las uniones químicas fue formulada por Gilbert N. Lewis (químico
norteamericano) en 1916. Es importante resaltar que esta regla no tiene una validez universal, aunque
constituye una buena aproximación para una explicación básica de cómo se establecen las uniones
químicas.
Para aplicar este modelo de explicación, Lewis propuso una manera sencilla de representar los átomos en
las uniones químicas, que consiste en escribir el símbolo de un elemento (que representa el núcleo de
átomo y los niveles energéticos interiores) rodeado por los electrones de valencia (simbolizados por
medio de puntos o cruces). Estas representaciones se conocen como estructuras o fórmulas de Lewis.
Cuando dos átomos se unen, se produce un reordenamiento de sus electrones de valencia; así, adquieren
una estructura de menor energía y, por lo tanto, de mayor estabilidad. Es decir, que al formarse la unión
entre dos átomos se libera cierta cantidad de energía, denominada energía de enlace.
Recordá que lo que caracteriza a un átomo es el número de protones que existe en su núcleo. Por eso es
que al perder un electrón, los átomos de Na no se transforman en átomos de Ne, sino en iones Na+. Para
transformarse en átomos de Ne deberían modificar su número de protones (los átomos de Ne tienen 10
protones y los átomos de Na tienen 11 protones) y ello implica un tipo de reacciones en las cuales no
hemos profundizado ni lo haremos en este curso: las reacciones nucleares.
Los átomos de Ne y los cationes Na+ tienen la particularidad de poseer la misma configuración
electrónica y, por lo tanto, la misma cantidad de electrones, por esto se dice que son isoelectrónicos.
Si el átomo de cloro capta un electrón, adquiere la configuración electrónica del argón (Ar) y, de esta
manera, se transforma en el anión cloruro.
El anión cloruro (Cl-) posee igual configuración electrónica que el átomo de argón (Ar). Como ambos
átomos tienen la misma cantidad de electrones se dice que son isoelectrónicos.
En el cloruro de sodio están presentes los cationes Na+ y los aniones Cl -, que se atraen debido a que
poseen carga eléctrica de distinto signo. Este tipo de unión debida a la atracción electrostática de
partículas con carga eléctrica (iones) de distinto signo se denomina enlace iónico.
El enlace iónico se produce entre elementos de baja energía de ionización (metales, que forman
fácilmente cationes) y elementos muy electronegativos (no metales, que forman aniones con facilidad).
Cuanto mayor sea la diferencia de electronegatividad mayor será el carácter iónico del enlace. Así, en un
enlace iónico se produce la transferencia de uno o más electrones del átomo menos electronegativo
(elemento metálico) al átomo más electronegativo (elemento no metálico), lo que origina iones de signo
opuesto que se mantienen unidos por atracción electrostática.
Más adelante, en este mismo módulo, encontrarás información sobre esta propiedad tan importante
llamada electronegatividad.
Otro ejemplo de compuesto iónico es el óxido de magnesio. La estructura de Lewis para el óxido de
magnesio es la siguiente:
Si un átomo de magnesio cede sus 2 e- externos, se transforma en el catión magnesio, Mg2+. Mientras que
si un átomo de oxígeno toma 2 e-, da origen a un anión óxido, O2-. Ambos iones tienen la configuración
electrónica de los átomos de neón. En el óxido de magnesio, el número de cationes es igual al número de
aniones.
Sustancias moleculares
Existen muchas sustancias formadas por átomos cuyas diferencias de electronegatividad no son tan
acentuadas como entre los metales y los no metales, y no es factible que uno de los átomos ceda sus
electrones y el otro los capte para adquirir la configuración de los átomos del gas noble más cercano. El
caso extremo son las sustancias simples en las que los valores de electronegatividad de los átomos que
forman las moléculas son iguales. A modo de ejemplo, se pueden mencionar el cloro, el oxígeno y el
nitrógeno. En estos casos, los átomos que intervienen en la unión comparten uno o más pares de
electrones, adquiriendo cada uno la configuración electrónica más estable. Este tipo de unión se llama
enlace covalente.
Según el número de pares de electrones que se comparten, hay enlaces covalentes simples, dobles o
triples.
Cada uno de los átomos que interviene en la unión aporta electrones. Si contamos los electrones de
valencia propios y los compartidos, para cada átomo, suman ocho en todos los casos.
Cada par de electrones compartidos se suele representar por una línea. Este tipo de representación da
origen a lo que se llama fórmula desarrollada. Éstas son muy útiles, sobre todo, para representar los
compuestos orgánicos y, como se verá más adelante, para establecer la forma de las moléculas.
Ejemplos:
Cl – Cl O=O N≡N O=C=O H–C≡N
También existe otro tipo de enlace covalente, donde sólo uno de los átomos aporta el par de electrones
que es compartido. Este tipo de unión se denomina enlace covalente dativo o coordinado y se representa
como una flecha con origen en el símbolo del átomo que aporta los electrones.
Electronegatividad
La electronegatividad es la capacidad de un átomo de atraer hacia sí los electrones de un enlace. La
determinación de los valores de electronegatividad no se basa en la distribución electrónica, sino en medir
las propiedades que la reflejan. La electronegatividad es una propiedad relacionada con la energía de
ionización y se pone de manifiesto sólo cuando un átomo participa en un enlace con otro átomo. La escala
más difundida de electronegatividades es la que propuso, en 1932, Linus Pauling, quien arbitrariamente
asignó el valor 4,0 al elemento más electronegativo: el flúor. Los valores para los otros elementos fueron
determinados tomando como referencia el del flúor. El elemento menos electronegativo es el francio, Fr,
al que le corresponde un valor de 0,7. Los valores no llevan unidades, ya que son relativos.
Si observamos los valores de la tabla anterior, la electronegatividad aumenta, con algunas excepciones, de
izquierda a derecha en un período. Esto se explica porque en el período aumenta de la misma manera la
tendencia de los átomos a captar electrones y así adquirir la configuración electrónica del gas noble más
próximo en la tabla periódica.
En cada grupo, la electronegatividad aumenta, en general, de abajo hacia arriba. Al disminuir el radio
atómico aumenta la atracción que el núcleo ejerce sobre los electrones externos.
Quizás hayas notado que no incluimos el grupo 18 de la tabla. Esto se debe a que no se le asignan valores
de electronegatividad a los gases nobles por su escasa reactividad.
En general, los átomos de los elementos metálicos tienen pocos electrones externos y bajos valores de
energía de ionización y de electronegatividad. Por esto, los elementos metálicos forman, con facilidad,
cationes estables.
Los átomos de los elementos de carácter no metálico tienen, por lo general, altos valores de Energía de
ionización y de electronegatividad, por lo que forman aniones estables.
Analizaremos ahora, a modo de ejemplo, dos casos de sustancias moleculares: el cloro y el cloruro de
hidrógeno. Es importante conocer esta propiedad de los átomos (la electronegatividad) para poder
explicar algunas de las propiedades de las sustancias que forman al combinarse.
El cloro es una sustancia simple. Los dos átomos de cloro se unen mediante un enlace covalente simple
para formar la molécula Cl2.
En este ejemplo, la nube electrónica alrededor de los núcleos de los átomos de Cl es simétrica. Como los
dos núcleos son iguales, el par de electrones del enlace es atraído de igual manera por ambos núcleos,
originando una distribución simétrica de la carga electrónica a su alrededor.
Comparémoslo ahora con lo que ocurre en una molécula de cloruro de hidrógeno, HCl.
En este caso, también, mediante un enlace covalente simple un átomo de hidrógeno se une a un átomo de
cloro; pero los átomos no son iguales, como sí lo eran en el caso anterior.
En el modelo, podemos ver que la nube electrónica no se distribuye de manera uniforme alrededor de los
dos núcleos, sino que es mayor sobre el átomo de cloro. Esta distribución asimétrica se debe a que el
átomo de cloro atrae con una fuerza más intensa, hacia su núcleo, a los electrones del enlace. Por esto, los
átomos de cloro son más electronegativos que los de hidrógeno.
A cada enlace polar se le asigna un momento dipolar (μ). El módulo del momento dipolar de un enlace es
una medida de su polaridad. Un enlace será más polar cuanto mayor sea el módulo de su momento
dipolar y éste, a su vez, depende de la diferencia de electronegatividades entre los átomos que participan
del enlace.
Hasta ahora vimos cómo se unen los iones entre sí para formar compuestos iónicos y cómo se unen los
átomos entre sí para formar compuestos moleculares. Veamos ahora de qué manera se encuentran unidos
los átomos de los elementos metálicos.
Las fuerzas de atracción entre las partículas se deben a interacciones eléctricas y su intensidad depende
del tipo de partículas que interactúen.
En el caso de los metales, la interacción se da entre los cationes metálicos y los electrones que circulan
entre ellos.
En los compuestos iónicos, la interacción se da entre cationes y aniones por la atracción electrostática de
cargas de diferente signo. Estas fuerzas entre iones de diferente carga son mucho más intensas que las que
pueden producirse entre moléculas. Por este motivo, el punto de fusión de las sustancias iónicas es
siempre alto, lo que no ocurre con las sustancias moleculares.
Para el caso de sustancias moleculares, es preciso que no confundas las uniones intramoleculares
(covalentes, entre los átomos que forman la molécula) con las intermoleculares (entre las moléculas de
esa sustancia).
Ya vimos con el ejemplo de la molécula de cloro, Cl2, y con el de la molécula de HCl, que había ciertas
diferencias entre ellas, a pesar de ser ambas, moléculas. Veamos ahora con un poco más de detalle de qué
manera influyen esas diferencias en las propiedades físicas de esas sustancias, como, por ejemplo, la
temperatura de ebullición o la solubilidad.
Moléculas polares y no polares
Hemos visto hasta aquí cómo se unen los átomos para formar las moléculas y la polaridad de los enlaces
que entre ellos se establecen. ¿Cómo influirán estos aspectos en las propiedades de las sustancias? ¿Por
qué el nitrógeno (N2) y el metano (CH4) son gaseosos a temperatura ambiente y el agua (H2O) es líquida?
En los ejemplos que se indican en el cuadro, entre qué tipo de moléculas suponés que hay mayor
atracción, ¿entre las moléculas de H2O, entre las de CH4 o entre las de N2?
Recurramos entonces a alguna otra información. Ya vimos que los enlaces entre átomos pueden ser
polares o no polares. Según el tipo de átomos que formen la molécula, habrá una determinada distribución
de las cargas eléctricas en ella. Si ésta no es simétrica, entonces se formarán dos zonas con densidad de
carga diferente, originando que la molécula sea polar.
Es sabido que las cargas de distinto signo se atraen. Si las moléculas son polares, la atracción entre polos
distintos hará que aumente la interacción entre ellas y, por lo tanto, su Tf y su Teb. Y esta podría ser una
posible solución a nuestra pregunta inicial. Mientras que si son no polares, la interacción entre ellas será
menor.
Para determinar la polaridad de una molécula poliatómica, debemos tener en cuenta la geometría
molecular. Para ejemplificar esto te presentamos algunos casos.
La geometría de la molécula de CO2 es lineal. Cada uno de los enlaces C-O es polar, pero la geometría de
la molécula hace que la intensidad de los momentos dipolares se anule y, por lo tanto, la molécula es NO
POLAR.
Por la disposición espacial de estos vectores, los μ se compensan entre sí y la suma es un vector nulo. Por
lo tanto, |μT| = 0. Las moléculas que tienen geometría tetraédrica o plana triangular y en las que los
átomos unidos al átomo central son iguales son no polares.
Como en esta molécula hay dos pares de electrones libres sobre el átomo de oxígeno, en esa zona, se
genera una alta densidad de carga negativa, localizándose ahí el polo negativo de este dipolo. Debido a la
gran diferencia de electronegatividad entre el H y el O, la polaridad de cada uno de los enlaces entre estos
átomos es alta y lo mismo ocurre con la polaridad de la molécula.
Si el átomo central en la molécula tiene pares de electrones libres (sin compartir con otro átomo), se
genera una zona de alta densidad electrónica (de carga negativa) y por lo tanto la molécula será polar.
Interacciones intermoleculares
Ya dijimos que algunas propiedades como el punto de fusión o el de ebullición, dependen de las fuerzas
de atracción que existen entre las partículas de una sustancia. Cuando esas sustancias son moleculares, las
interacciones que se producen entre las moléculas se denominan fuerzas intermoleculares. Podemos
identificar tres tipos de fuerzas intermoleculares distintas dependiendo de las características de las
moléculas. A continuación, se encuentran resumidas las características de estas fuerzas intermoleculares.
Fuerzas intermoleculares
Entre las moléculas hay siempre una fuerza de atracción leve, que se origina por la formación de dipolos
transitorios. Cuando una molécula se acerca a otra, se aproximan sus nubes electrónicas; por lo tanto,
como las cargas de igual signo se repelen, los electrones se redistribuyen en ambas, de manera de
disminuir esta repulsión y originan así dipolos transitorios. Esta distorsión de la nube electrónica,
provocada por la proximidad de otra molécula, será mayor cuanto mayor sea la masa molecular y, por
ende, la fuerza de atracción será mayor.
Este esquema muestra la distorsión de las nubes electrónicas al acercarse dos átomos de He. Los gases
nobles poseen moléculas monoatómicas. La atracción electrostática, en este caso, es debida a la
formación de dipolos transitorios.
El NaCl es un compuesto iónico. Se necesita mucha energía para contrarrestar la atracción entre los iones y, por
lo tanto, su Tf es elevada y se encuentra en estado sólido a temperatura ambiente.
Entre las moléculas de agua actúan fuerzas de London, fuerzas dipolo-dipolo y puente de hidrógeno. La
intensidad de estas fuerzas en conjunto hace que se necesite mucha energía para separar sus moléculas y, por lo
tanto, que tenga una elevada Teb y se encuentre en estado líquido a temperatura ambiente.
Como las moléculas de CH4 son no polares, entre ellas sólo actúan fuerzas de London. Estas fuerzas son
relativamente débiles en este caso debido a la baja masa molecular del metano. Por eso, se necesita poca energía
para producir el cambio de estado y esta sustancia se encuentra como gas a temperatura ambiente.
Debemos tener en cuenta que dado que la masa molecular del agua y del metano son similares la intensidad de
las fuerzas de London entre sus moléculas es similar. Pero la diferencia de Teb (ver el mismo cuadro antes
mencionado) entre estas sustancias se debe a que dadas las características de las moléculas de agua, se
encuentran otras fuerzas intermoleculares presentes entre ellas, por lo que la suma de todas las interacciones
intermoleculares es mayor que la que existe entre las moléculas de metano y la energía necesaria para separar
estas moléculas también lo es y por consiguiente la Teb.
Por su parte, la solubilidad de un soluto en un solvente también depende de la intensidad de las interacciones
entre partículas iguales (st-st/sv-sv) y diferentes (st-sv). Así, se puede generalizar que solutos iónicos y polares
se disolverán más fácilmente en solventes polares que en no polares y que solutos no polares lo harán en
solventes no polares.