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Explicar esta situación a los familiares es una tarea tremendamente delicada. Hay quienes dicen
que los doctores estamos dejando que la gente se muera y eso me duele. Es muy injusto. Para
nosotros es terrible ver a nuestros pacientes sufrir. En el hospital estamos aplicando terapia
paliativa con morfina para mitigar la desesperación y el dolor de una persona que se asfixia.
Hacemos todo lo posible para ayudarlos a resistir mientras esperan un soporte respiratorio. Ahora
bien, hay casos en los que ni los recursos del hospital ni la pericia del médico tienen algo que
hacer. No todos los pacientes que consiguen ventilación mecánica se salvan. En ocasiones
simplemente nos toca aceptar que la vida tiene un tiempo.
Hace unos días tuvimos a una mujer de 80 años esperando por soporte respiratorio. Ella tenía
diferentes comorbilidades, como obesidad y diabetes, y además presentaba un cuadro de
neumonía grave. El ventilador no le iba a dar mayor ventaja. Lamentablemente su pronóstico
médico no era bueno. Yo llamé a su familia por teléfono para reportar lo que estaba pasando. Les
expliqué que someter a su paciente a los procedimientos invasivos que se necesitan para ingresar
a UCI, solo le iba a causar más sufrimiento. Un intento sin verdadera esperanza que alargaría su
agonía. Evidentemente ellos querían que se le dé todo el apoyo posible, sin embargo, en un
momento me pidieron tiempo. Querían reunirse con otros seres queridos y tomar una decisión.
Cuando les devolví la llamada, con el corazón en sus voces, me pidieron una sola cosa: que me
acerque a decirle que la quieren mucho, que descanse tranquila, que siempre la amarían. Así lo
hicimos. La paciente estaba en su cama, inconsciente, pero estoy seguro de que su espíritu
escuchó esas últimas palabras de amor de su esposo y sus siete hijos.
Hace unos días tuvimos a una mujer de 80 años esperando por soporte respiratorio.
Lamentablemente su pronóstico no era bueno. Llamé a su familia para explicarles que someterla
a procedimientos invasivos solo le iba a causar más sufrimiento. Después de unas horas, cuando
les devolví la llamada, con el corazón en sus voces me pidieron una sola cosa: que me acerque a
decirle que la quieren mucho, que descanse tranquila, que siempre la amarían.