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EL ENSAYO DIEZ PISTAS PARA SU COMPOSICIÓN

1. Un ensayo es una mezcla entre el arte y la ciencia (es decir, tiene un elemento creativo

literario- y otro lógico – de manejo de ideas-). En esa doble esencia del ensayo (algunos hablarán por
eso

de un género híbrido) es donde radica su potencia y su dificultad. Por ser un centauro – mitad de una

cosa y mitad de otra – el ensayo puede cobijar todas las áreas del conocimiento, todos los temas. Sin
embargo, sea el motivo que fuere, el ensayo necesita de una “fineza” de escritura que lo haga altamente
literario.

2. Un ensayo no es un comentario (la escritura propia de la opinión) sino una reflexión, casi

siempre a partir de la reflexión de otros (esos otros no necesariamente tienen que ser explícitos, aunque

por lo general, se los menciona a pie de página o en las notas o referencias). Por eso el ensayo se

mueve más en los juicios y en el poder de los argumentos (no son opiniones gratuitas); en el ensayo se

deben sustentar las ideas. Mejor aún, la calidad de un ensayo se mide por la calidad de las ideas, por la

manera como las expone, las confronta, las pone en consideración. Si no hay argumentos de peso, si no

se han trabajado de antemano, el ensayo cae en el mero parecer, en la mera suposición.

3. Un ensayo discurre. Es discurso pleno. Los buenos ensayos se encadenan, se engarzan de

manera coherente. No es poniendo una idea tras otra, no es sumando ideas como se compone un buen

ensayo. Es tejiéndolas de manera organizada. Jerarquizando las ideas, sopesándolas (recordemos que
ensayo viene de “exagium”, que significa, precisamente, pesar, medir, poner en la balanza). Si en un
ensayo no hay una lógica de composición, así como en la música, difícilmente los resultados serán

aceptables. De allí también la importancia de un plan, de un esbozo, de un mapa-guía para la


elaboración

del ensayo.
4. En tanto que discurso, el ensayo requiere del buen uso de los conectores (hay que
disponer de una reserva de ellos); necesarios para que el ensayo no parezca desvertebrado. Hay

conectores de relación, de consecuencia, de causalidad; los hay también para resumir o para enfatizar. Y

a la par de los conectores, es indispensable un excelente manejo de los signos de puntuación. Gracias a

la coma y al punto y coma punto seguido…, es como el ensayo respira, tiene un ritmo, una transpiración.

Es el conocimiento inadecuado o preciso de los signos de puntuación lo que convierte a nuestros

ensayos en monótonos o livianos, interesantes o densos. Ágiles o farragosos.


5. Hay dos grandes tipos de ensayos: uno, línea Montaigne (puede leerse, por ejemplo, “De cómo
el filosofar es aprender a morir”, “De la amistad”, “De los libros”); y otro, línea Bacon (léanse al menos
dos: “De los estudios”, “De las vicisitudes de las cosas”). En el primer caso, el ensayo es más subjetivo,
abunda la citación – de manera muy propia -; en el segundo, el ensayo es más objetivo, y no hay
ninguna
referencia explícita, o son muy escasas. Tanto Montaigne como Bacon son maestros para desarrollar las
ideas. Tanto uno como otro hacen lo evidente, profundo; lo cotidiano, sorprendente. Ambos apelan a

otras voces, ambos recurren al pasado – a otros libros – para exponer sus puntos de vista. Ambos
emiten

un juicio: se aventuran a exponer su pensamiento. Es importante releer a estos dos autores; fuera de ser

un goce y un reencuentro con la buena prosa, son ensayos – modelo, aprovechables por cualquiera que

desee aprender o perfeccionar su escritura ensayística. En el mismo sentido, deberíamos apropiarnos de

la creación ensayística de Emerson y Chereston, recomendada una y otra vez por Jorge Luis Borges.
6. Otros ensayos exquisitos son los escritos por Alfonso Reyes y Pedro Henríquez
Ureña. Un mexicano y un dominicano. Ensayos de peso, con profundidad y, sobre todo, realizados con
todos los recursos literarios y el poder de la imaginación. Quién que haya leído, “Notas sobre la
inteligencia americana” de Reyes, o “Seis ensayos en busca de nuestra expresión” de Ureña, no ha
sentido como una revelación de la escritura potente, de la escritura gestora de mundos. Hay una “marca
de estilo” en estos dos ensayistas, una “impronta” personalísima, que pone al ensayo en el mismo nivel
del cuento o el poema. Cuando uno lee los ensayos de Reyes o de Ureña, lo que lee – además de un

pensamiento vigoroso – es una excelente literatura.


7. Reyes y Ureña son los iniciadores, por decirlo así, de una larga tradición que va hasta
Sábato y Borges. Consúltese la compilación El ensayo hispanoamericano del siglo XX, hecha por John

Skirius; en este texto se condensan voces de ensayistas latinoamericanos valiosos: Manuel González

Prada, Fernando Ortiz, José Carlos Mariátegui, Ezequiel Martínez Estrada, Luis Alberto Sánchez,

Germán Arciniegas, Arturo Uslar Pietri, Eduardo Caballero Calderón, Enrique Anderson Imbert…y, por

supuesto, Octavio Paz, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. Puede mirarse, de igual manera, la

selección hecha por José Luis Martínez, El ensayo mexicano moderno; en este libro resaltan los ensayos

de José Vasconcelos, Ramón López Velarde, Julio Torri, Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, Edmundo
O’Gorman y Leopoldo Zea., entre otros. Y para una perspectiva más nuestra, sería interesante y
necesario conocer la selección elaborada por Jorge Eliécer Ruiz y Juan Gustavo Cobo – Borda,

ensayistas colombianos del siglo XX; en esta selección descubriremos voces poco conocidas, la de
Baldomero Sanín Caro (“De lo exótico”, “La civilización manual”), y la de Hernando Tellez (“La
originalidad literaria”. “Traducción”). Basten estos textos y estos autores para mostrar cómo hay una
enorme tradición en la producción ensayística. Tómense, entonces, como abrebocas o “textos de
iniciación”.
8. Para elaborar un ensayo, entre las muchas cosas que deben de tenerse en cuenta, resaltaría las
siguientes: ¿Cuál es la idea o ideas base que articulan el texto? En otros términos,
¿cuáles son
los argumentos fuertes que se desean exponer o la idea que quiere debatirse o ponerse en
cuestionamiento? Esta idea (la tesis) tiene que ser suficientemente sustentada en el desarrollo del
mismo

ensayo.
¿Con qué fuentes o en qué autores se sustenta nuestro argumento? A partir de qué o quiénes,
con
qué material de contexto se cuenta; en síntesis, cuáles son nuestros puntos de referencia. Este es el

lugar apropiado para la bibliografía, para la citación y las diversas notas.


¿Qué se va a decir en el primer párrafo, qué en el segundo, qué en el último? (recordemos que la
forma del ensayo es fundamental ; recordemos también que antes del ensayo hay que elaborar un

esbozo, un mapa de composición). Qué tipo de ilación (sin hache) es la que nos proponemos: de
consecuencia, de contraste, de relación múltiple. Es muy importante el “gancho” del primer párrafo: cómo
vamos a seducir al lector, qué nos interesa tocar en él; igual fuerza debe tener el último párrafo: cómo

queremos cerrar, cuál es la última idea o la última frase que nos importa dejar en la memoria de nuestro

posible receptor. (Aunque no siempre el último párrafo es una conclusión, sí debe el ensayo tener un

momento de cierre – de síntesis -, desde el cual puedan abrirse nuevas ventanas, otras escrituras. El

último párrafo es una invitación a un nuevo ensayo – los ensayos se alimentan de otros ensayos: un

nuevo ensayo abre camino a otros aún no escritos).

¿Qué extensión aproximada va a tener? Recordemos que el ensayo no debe ser tan corto que parezca

meditación, ni tan largo que se asemeje a un tratado. Hay una zona medianera: entre tres y diez páginas

(por decir alguna magnitud). Pero sea cual sea la extensión, en cada ensayo debe haber una tesis (con

sus pros y sus contras), y la síntesis necesaria. No olvidemos que el ensayo es una pieza de escritura

completa.
9. Cuando el ensayo oscila entre las dos y las tres páginas, sobran los subtítulos.
Cuando
tiene un número de páginas mayor, puede recurrirse a varios sistemas: uno, subtitulando; otro,
separando las partes significativas del ensayo con numerales (yo llamo a este tipo de ensayo, de “cajas
chinas”). No debe olvidarse que cada una de las partes del ensayo precisa estar interrelacionada.
Aunque “partamos” el ensayo (con subtítulos, frases o números), la totalidad del mismo (el conjunto)
debe permanecer compacta. Si dividimos un ensayo, las piezas que salgan de él exigen estar en relación

de interdependencia.

10. No podría terminar estas diez pistas sobre la elaboración de ensayos, sin mencionar el papel

fundamental del género para el ejercicio, y el desarrollo del pensamiento. Por medio del ensayo es que

"nos vamos ordenando la cabeza", es escribiendo ensayos como comprobamos nuestra "lucidez" o
nuestra "torpeza mental". Cuando Theodor Adorno, en un escrito llamado – precisamente- "El ensayo

como forma", señala el papel crítico de este tipo de escritura, lo que en verdad sugiere es la fuerza del

ensayo como motor de la reflexión, como generador de la duda y la sospecha. El ensayo siempre "pone

en cuestión", diluye las verdades dadas, se esfuerza por mirar los grises de la vida y de la acción
humana. El ensayo saca a la ciencia de su "excesivo formalismo" y pone la lógica al alcance del arte. Es
simbiosis, otro tanto había escrito George Lukacs en su carta a Leo Popper: "La esencia del ensayo

radica en su capacidad para juzgar. Los ensayistas de oficio saben que las verdades son provisionales

que toda doctrina contiene también su contrario, que todo sistema alberga una fisura. Y el ensayo, que
es

siempre una búsqueda, no hace otra cosa que hurgar o remover en esas grietas de las estructuras.

Digamos, que el ensayo, puro ejercicio del pensar, es el espejo del propio pensamiento.

Las anteriores puntualizaciones no son excluyentes con otros estilos o con otras maneras de elaboración

del ensayo, ni pueden leerse como una camisa de fuerza, son tan sólo recomendaciones, indicaciones

generales o indicios.
Tomado de Fernando Vásquez Rodriguez: El ensayo 10 pistas para su composición.

ENTREVISTA
"La ministra de ambiente y la consejera no existen" Por: Cecilia Orozco Tascón / Especial para El
Espectador
El exministro de Medio Ambiente Manuel Rodríguez, uno de los ecologistas más respetados del
país, hace un descarnado análisis de las causas de la emergencia nacional provocada por las
inundaciones.
Cecilia Orozco Tascón.- Todo el mundo le echa la culpa de las inundaciones que sufre el país a la
mala gestión de las CAR (corporaciones autónomas regionales) ¿Son esas entidades las
responsables del desastre invernal?
Exministro Manuel Rodríguez Becerra.- Debe quedar claro que soy partidario de que las CAR se

reformen. Pero también hay que decir que la teoría de que las CAR son las culpables de todo y que si se

modifican se acabarán los problemas ambientales, es absolutamente ridícula. Esta ola invernal no tiene

antecedentes y se sabe cuáles son los efectos del fenómeno de la niña reforzado por el cambio
climático.

Pero hay razones esenciales: la pérdida de los páramos, la deforestación del bosque alto andino, la

destrucción de los humedales han hecho que se altere la regulación del ciclo de agua de una forma

extraordinaria.
C.O.T.- La degradación ambiental es el resultado ¿Cuáles son las causas?
M.R.B.- Las grandes causas de la degradación ambiental están en la política agrícola, minera, de

infraestructura… ¿Quién supone que las CAR son tan poderosas como para lograr que los gobiernos

cambien las decisiones de cada sector de la economía para evitar daños ambientales? Durante más de

dos décadas, el Incora primero, y el Incoder después, exigían como calificación de buena explotación,

para adjudicar un baldío de la nación que antes era bosque que ¡no quedara ni un solo árbol en pie!
C.O.T.- ¿Cómo han influido las políticas agrarias, ganaderas o de infraestructura en el deterioro
ambiental?
M.R.B.- Los ganaderos y los agricultores han secado, en muchas regiones, los humedales para ganar

tierra y han arruinado muchos bienes públicos como las ciénagas. Otro ejemplo: sería muy interesante

examinar cuántos créditos de los bancos públicos o privados han estimulado a los cultivadores

industriales de papa a incrementar su negocio a costa de la conservación de los páramos.


C.O.T.- Cuando un humedal se seca para usar la tierra en actividades „útiles‟, por ejemplo, para
construcción de vivienda ¿Cuál es la respuesta de la naturaleza?
M.R.B.- Los humedales tienen varias funciones. Una de ellas es la de servir de amortiguador en época
de

invierno. Cuando se presenta un caudal muy fuerte en los ríos, los humedales reciben el agua y la

albergan. Cuando viene la época de sequía, sirven de alimentador porque devuelven parte del agua a los

ríos y éstos aumentan así sus caudales. Aparte, son muy ricos en diversidad biológica y tienen una

función importante en el ciclo reproductivo de las especies. Sin ellos, se altera todo el ecosistema. Una

de las causas de la reducción de la pesca en Colombia ha sido la destrucción de ciénagas y humedales.

En la cuenca del Magdalena y Cauca se pescaban en el año 72, alrededor de 70 mil toneladas. Hoy la

pesca no pasa de 4 mil toneladas. Eso es producto de la contaminación pero también de la destrucción.
C.O.T.- ¿Qué sucede cuando usted destruye una ciénaga?
M.R.B.- Acaba con un elemento regulador del ciclo hídrico y, desde luego, el día que haya un invierno

como el de ahora, los ríos reclaman su ciénaga y vuelven a tomar su lugar. Hay una parte muy
importante de las tierras inundadas del Valle del Cauca, para ponerle solo un caso, que originalmente
eran ciénagas o humedales.
C.O.T.- ¿Es lo mismo que ocurrió en la sabana de Bogotá?
M.R.B.- Definitivamente.
C.O.T.- ¿Nunca ha debido construirse en esas tierras?
M.R.B.- No. Estamos siguiendo un patrón de urbanización llamada por los norteamericanos ciudad

dispersa. Hay dos tipos de ciudades que se pueden construir: en forma de huevo frito, es decir, que

tienen la yema en el centro; ahí está la ciudad y el resto es naturaleza. Y las ciudades tipo huevo perico,

extendida hacia fuera. Nosotros estamos yendo hacia este tipo de urbanización, con el deterioro

ambiental consiguiente.
C.O.T.- ¿Debido a cuáles circunstancias?
M.R.B.- Debido a varios fenómenos, uno de ellos, el sacrificio de ecosistemas importantes y tierras muy

ricas y productivas para dedicarlas a vivienda de familias pudientes. La urbanización dispersa implica

mayor gasto de energía y mayor deterioro. Por eso hoy se sabe que las ciudades deben ser densas y

compactas pues éstas permiten construir en forma económica y eficiente sistemas de recolección de

aguas lluvias; porque logran mayor eficiencia energética y porque emiten menos gases con efecto

invernadero.
C.O.T.- La capacidad de presión de los grandes grupos económicos puede hacer que se
suspenda
la prohibición de construcciones o que se modifiquen los planes de desarrollo ¿Cuánta
incidencia
tiene este fenómeno en el problema ambiental?
M.R.B.- En todas las ciudades los planes de ordenamiento territorial (POT) se han convertido en presa

predilecta de alcaldes, concejales y urbanizadores corruptos. Uno de los puntos que hay que poner en
tela de juicio en el país es cómo se han estado modificando esos POT para autorizar la urbanización de
tierras que no son para aptas para este fin. Se sabe que cuando se declara una tierra rural como urbana,

su precio se incrementa tres o cuatro veces. Este esquema de corrupción es el responsable de gran
parte

de los desastres que vivimos hoy.


C.O.T.- El “esquema de corrupción” como usted lo llama ¿Alcanza hasta el alto gobierno?
M.R.B.- No puedo hablar de corrupción en el alto gobierno pero el desorden general ha llegado a tal

punto que el Ministerio de Ambiente expidió un decreto, en la etapa final del gobierno del expresidente

Uribe, en el que se decía que era posible urbanizar en Colombia en zonas de alto riesgo, que deberían

ser prohibidas por lo que implican como peligro incluso para la vida humana, a cambio de que el

urbanizador demostrara que había hecho obras para disminuir ese riesgo. Es grotesco.
C.O.T.- Eso es una locura …
M.R.B.- Ilustra hasta dónde se distorsionó la tarea del ministerio en los dos gobiernos anteriores. Entre

otras cosas, explica por qué el ministerio de Ambiente no suena ni truena hoy, cuando debería ser el
líder

para proponer soluciones y educar a la ciudadanía sobre las causas del desastre. Todos los ministros

actuales hablan de la ola invernal en lo que les corresponde. Pero la de Ambiente no ha dicho nada. La

ministra y la consejera no existen. Desaparecieron.


C.O.T.- Usted que ha sido ministro de Ambiente ¿Cree que alguna vez esa cartera ha tenido
importancia similar a la de otro ministerio?
M.R.B.- No se puede decir que en el pasado tuviéramos un ministerio ideal pero sí era mejor. A partir de

los gobiernos Uribe se deterioró su importancia en forma dramática. Ese gobierno le dio una estocada al

sistema ambiental de todo el país el cual, de todas formas, ya venía con problemas. Le proporciono un

dato: en la última década se deforestaron 350 mil hectáreas por año triplicando, aproximadamente, la

deforestación de la década anterior.


C.O.T.- ¿Por qué no supimos lo que estaba pasando?
M.R.B.- Tal vez porque muy pocos nos interesamos en el tema. Me llamó la atención que la crítica más

contundente a lo que pasó en los últimos años la hizo, recientemente, la embajadora de Holanda que dijo

que su gobierno estaría considerando retirar su asistencia a Colombia en materia ambiental porque no

está cumpliendo con los compromisos.


C.O.T.- ¿A qué se debe esa reacción?
M.R.B.- El gobierno holandés es el que mayor cooperación técnica sobre medio ambiente le ha dado a

Colombia. Antes, ese gobierno había hecho un diagnóstico sobre la situación ambiental del país durante

la primera administración Uribe y se concluyó que la entidad se había debilitado. Por eso decidió

entregarle recursos en el año 2007 con el compromiso de que se fortaleciera y mejorara su gestión. La

embajadora afirmó que no se estaba cumpliendo. Es la crítica más feroz que se le ha hecho a la política

ambiental colombiana.
C.O.T.- En materia de carreteras ¿También hay deterioro ambiental?
M.R.B.- Lo que ha pasado con las carreteras no tiene perdón. Algo muy grave ha ocurrido en el diseño,

proyección y construcción de vías ¿Cómo es posible que se hayan derretido muchas de ellas? Da pena

que no haya habido aún un debate nacional en esta materia que también tiene que ver con el mal
manejo

ambiental.
C.O.T.- ¿Qué hacer con los daños ya hechos?
M.R.B.- Hay que realizar proyectos razonables. Hay que tratar, por todos los medios, de detener el

deterioro de los páramos, de conservar los pocos bosques alto andinos que tenemos y se debe examinar

cuáles habría que regenerar por su importancia. El rescate de los humedales es complejo pero hay que

restituirlos.
C.O.T.- ¿“Restituirlos” significa recuperarlos aunque estén en manos privadas?
M.R.B.- Significa que el Estado tiene que volver a tomar posesión de ellos. Estas inundaciones nos han

recordado cuáles son los espejos originales de los humedales. Seguramente hay exceso de inundación

en algunos de ellos por el fenómeno excepcional de la niña y el cambio climático, pero básicamente los

humedales estaban y están ahí donde los vemos ahora. Entonces hay que restituirlos como bienes

públicos porque hacen parte del patrimonio nacional que ha sufrido un asalto vil.

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