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Tema 2: Construyendo la Unión Europea: Acta Única y Tratados de Maastrich y Ámsterdam -

Versión 02/10/2018

Tema 2:
Construyendo la Unión
Europea: Acta Única y
Tratados de Maastrich y
Ámsterdam

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Tema 2: Construyendo la Unión Europea: Acta Única y Tratados de Maastrich y Ámsterdam -
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Índice sistemático
1. Presentación

2. Camino hasta el Acta Única Europea

3. Compromiso de Luxemburgo

4. Primera y segunda ampliación

5. Acta Única Europea (1986)

6. Tratado de Maastricht (1992). Objeto y propósito

7. Tratado de Maastricht (1992). Primer pilar

8. Tratado de Maastricht (1992). Segundo y tercer pilar

9. Tratado de Ámsterdam (1999)

10. España en la Unión Europea I

11. España en la Unión Europea II

12. Resumen

13. Bibliografía

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1. Presentación

La construcción del proyecto europeo se caracteriza por pequeños pasos hacia delante y algún retroceso importante.
La historia de la Unión está jalonada de sobresaltos de los cuales las últimas crisis económica, migratoria y de refugiados
son un claro ejemplo.
Este segundo tema tiene por objetivo analizar tres Tratados que marcaron de forma decisiva el desarrollo de la Unión: el
Acta Única Europea, el Tratado de Maastricht y el Tratado de Ámsterdam. Por medio de un recorrido histórico que
abarca el periodo que va desde 1958 hasta 1999, veremos cómo se reforzaron las tres Comunidades, cuáles han sido los
principales desacuerdos que hubo en su seno y cómo solventaron los Estados esos obstáculos.
El tema trata igualmente las distintas ampliaciones de la Unión Europea, centrándose muy especialmente en la adhesión
de España en 1986 aportando elementos que permiten entender cómo fue ese proceso de adhesión a la vez que hacen
posible remarcar cuáles han sido algunos de los beneficios que España y su población gozaron por su pertenencia a la UE.
El tema termina haciendo una breve referencia a la crisis de legitimidad que sufre la Unión Europea actualmente, como
muestra de uno de esos retrocesos a los que se hacía mención.

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2. Camino hasta el Acta Única Europea

Los primeros pasos de la construcción europea consolidaron durante varias décadas las tres Comunidades.
Durante el periodo 1958-1986, los tratados no fueron modificados lo que no impidió que varios ajustes del proyecto,
algunos de ellos sustanciales.
El primero de ellos fue la decisión de dotar a la Comunidad Europea de recursos propios. Esa autonomía financiera, que
permitía que la CE no dependiesen de forma exclusiva de las contribuciones de los Estados miembros comenzó a
funcionar en 1971. De forma paralela, la Asamblea aumentaba sus competencias en materia de presupuesto con el Tratado
de Luxemburgo de 1970 y el Tratado de Bruselas de 1975.
El segundo cambio fue la decisión de que los miembros de la Asamblea (hoy, el Parlamento Europeo) fuesen elegidos
directamente por los ciudadanos de los Estados miembros mediante sufragio universal directo. Las primeras elecciones
directas tuvieron lugar en 1979.
A la par de estos ajustes, los Estados decidieron profundizar la idea inicial al percatarse que de no hacerlo corrían el riesgo
de que lo que habían empezado se quedase obsoleto. En particular, parecía imposible, a raíz de la crisis económica de los
años 1970, percibir que una unión aduanera pudiese existir sin estar ligada a una unión económica y monetaria. Ello
desembocó en el Sistema monetario europeo (SME) que en 1979 marcó el comienzo de dicha unión.
Si los cambios que hemos señalado fueron esenciales para el desarrollo de la CEE, existen dos factores que tuvieron
especial relevancia: el compromiso de Luxemburgo y las primeras ampliaciones.

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3. Compromiso de Luxemburgo

El sistema de voto en el seno de la Unión Europea sigue siendo fundamental a la vez que un excelente indicador de
cuál es el reparto de poder entre los Estados en el seno de las instituciones. En sus inicios, las decisiones en el
Consejo de Ministros habían de adoptarse por unanimidad. Ello implicaba que cada uno de los Estados miembros
tenía un derecho de veto y estaba facultado, por lo tanto, para impedir que la Comunidad actuase en una materia
determinada.

Esta circunstancia choca frontalmente con la idea de la Unión Europea tal y como la conocemos hoy. En efecto, no es una
organización de cooperación, que se ajusta al requisito de unanimidad para la toma de decisiones, sino una organización
de integración y con carácter supranacional. Esa naturaleza tiene su origen en el compromiso de Luxemburgo de 1966.
Cuando los Estados fundadores de las Comunidades Europeas propusieron reemplazar la regla de unanimidad por la de
mayoría cualificada en el Consejo de Ministros, Francia se opuso a dicha posibilidad al considerar que la regla de
unanimidad constituía la última barrera que protegía a los Estados contra la deriva supranacional de la Comunidad
Europea. Así, el país galo optó por la política de la "silla vacía" al ausentarse de todas las reuniones. El compromiso de
Luxemburgo de 1966 puso fin a la crisis política al determinar los Estados que, si bien se abandonaba la regla de
unanimidad, cualquier decisión de calado necesitaría del consenso de todos los Estados miembros.

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4. Primera y segunda ampliación

El Reino Unido se mantuvo de forma sistemática durante los primeros años de existencia de la CE al margen del
proyecto comunitario a la vez que trató de mitigar sus efectos, en particular asociándose a Austria, Dinamarca,
Noruega, Portugal, Suecia y Suiza para crear la Asociación Europea de Libre Comercio, a la cual se unirían más
tarde Finlandia (1961), Islandia (1970) y Liechtenstein (1991).

Cada vez que el Reino Unido intentó integrarse en el proyecto europeo, Francia mostró una oposición acérrima ante dicha
posibilidad hasta 1969. En la Conferencia de la Haya de 1969 se acordó iniciar las negociaciones para la adhesión y en
1973, la CE acogió a tres nuevos miembros: el Reino Unido, Dinamarca e Irlanda. Noruega estaba incluida en este
grupo, pero un referéndum celebrado a nivel nacional impidió que el Estado escandinavo se uniese.
La segunda ampliación marcó el inicio de la expansión de la CE hacia el sur. Sin embargo, la idea se valoraba con
prudencia. En efecto, Grecia gozaba desde 1961 de un régimen de asociación con la CE cuya finalidad era la adhesión al
proyecto. Sin embargo, Portugal y España acababan de instaurar regímenes democráticos lo que conllevaba carencias
evidentes en cuanto a desarrollo económico. Por ello, la ampliación hacia el sur se realizó en dos tiempos, primero con
Grecia en 1981 y, como veremos más adelante, con Portugal y España en 1986.

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5. Acta Única Europea (1986)

El Acta Única Europea (AUE) fue consecuencia de la voluntad política de los Estados miembros de poner fin al
estancamiento del proyecto comunitario, cuyas razones se encuentran tanto en la crisis económica global de la década de
1970 como en los desacuerdos internos. El AUE agrupa formalmente dos tipos de disposiciones:

• Enmiendas al Tratado de Roma


• Disposiciones relativas a la cooperación europea en materia de política exterior.

Esta primera revisión sustancial del Tratado de 1958 conllevó tres cambios fundamentales:

• Ampliación de los poderes de la CE mediante la creación de un amplio mercado interno.


• Nuevas competencias para la Comunidad en los ámbitos de la investigación y el desarrollo tecnológicos, el medio
ambiente, la política social y la política regional.

• Un espacio interior sin fronteras en el que pueden circular libremente las personas, las mercancías, los servicios y el
capital será un espacio económico integrado y solidario.

Para ello, el AUE introdujo mejoras institucionales de gran calado: ampliación de los poderes de ejecución de la
Comisión, mayor implicación del Parlamento Europeo (el único órgano elegido democráticamente) en el proceso
legislativo al convertirse en colegislador con el Consejo de Ministros, y cambio de la regla del consenso en el
Consejo de Ministros para la toma de decisiones a la mayoría cualificada, llevando así a cabo las viejas aspiraciones
que habían quedado en suspenso tras el Compromiso de Luxemburgo.

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6. Tratado de Maastricht (1992). Objeto y propósito

La expresión de "Unión Europea" fue utilizado por los Estados miembros desde 1972 en la Cumbre de París. Sin
embargo, el concepto carecía de contenido normativo y era ambiguo de por sí. El objetivo de una Unión Europea,
entendido como un proceso que no restaría a los tratados comunitarios, sino que reforzaría los poderes y competencias
de las instituciones, unificaría la acción comunitaria y la cooperación política a la vez que permitiría la apertura a la
actuación común de la Comunidad a sectores que aún no estaba integrados en ella, fue barajado por los Estados durante
décadas a la vez que crecía la certeza de que dichos ajustes deberían formalizarse mediante un tratado.
Sin embargo, como hemos visto, el AUE no crea una Unión Europea. De hecho, este proceso sólo culminará debido a los
desafíos exteriores. En efecto, el colapso de la Unión Soviética y la democratización de Europa oriental, la reunificación
alemana, las nuevas candidaturas para la adhesión así como los movimientos migratorios masivos obligaron a la CE a
acrecentar su acción exterior.
El Tratado de Maastricht significó una contribución fundamental a la institucionalización de la Unión Europea aunque no
transforma a las Comunidades en una Unión que disponga de personalidad jurídica internacional. Así, la Unión se basa en
las Comunidades europeas y se completa con políticas y formas de cooperación establecidas por el propio Tratado de
Maastricht.

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7. Tratado de Maastricht (1992). Primer pilar

El Tratado de Maastricht conformó la Unión Europea en torno a tres pilares:

• Comunidad Europea (primer pilar)


• Política Exterior y de Seguridad Común, también conocida como PESC (segundo pilar)
• Cooperación en los ámbitos de la justicia y de los asuntos de interior (tercer pilar).

El primer pilar es el que sufrió más cambios del paso del AUE al Tratado de Maastricht.

El cambio de denominación de la CEE a Comunidad Europea es la simple consecuencia de la evolución que se


había producido en los últimos años. La aparición del concepto de "ciudadanía de la Unión" marca de forma clara
cómo la CE ha pasado de lo puramente económico a lo social y ahora se encuentra, en cierta medida, en el ámbito de
lo político. Los ciudadanos de la Unión se ven reconocer derechos, más allá de la libre circulación: el derecho de
voto activo y pasivo en las elecciones municipales de otros Estados miembros, el derecho de petición ante el
Parlamento Europeo, el derecho a beneficiarse de la protección de las autoridades diplomáticas y consulares de otros
Estados miembros, etc.

El Tratado de Maastricht incluye igualmente disposiciones normativas relativas al establecimiento de la unión económica
y monetaria. Así la construcción económica de la Unión se convierte en una misión conjunta con los ya existentes mercado
único y políticas sectoriales.
Por otra parte, las competencias de la Comunidad se ven reforzadas con la inclusión de nuevos ámbitos tales como la
educación y la formación profesional, la juventud, la cultura, la salud pública, la política industrial, los transportes, etc.
Finalmente, el Tratado refuerza de forma significativa la legitimidad democrática del sistema comunitario al otorgar nuevos
poderes al Parlamento Europeo como el refuerzo del procedimiento de codecisión y la colaboración del Parlamento
Europeo en la designación de los comisarios europeos.

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8. Tratado de Maastricht (1992). Segundo y tercer pilar

El segundo pilar sobre el que reposa la Unión es la política extranjera y de seguridad común. Con esta nueva
política desaparece el agrío recuerdo de la fallida Comunidad Europea de Defensa. A pesar de que la regla de
unanimidad para la toma de decisiones se mantiene, la PESC sustituye la anterior cooperación política, reforzándola
al integrar las cuestiones relativas a la seguridad de la Unión, incluyendo la definición de una política de defensa
común que podrá conducir en un futuro a una defensa común.

El tercer pilar se refiere a la cooperación entre los Estados miembros en los ámbitos de la justicia y de los asuntos de
interior. Este cooperación es la consecuencia inevitable de la libre circulación de personas en la UE y el resultado del
rechazo por parte de algunos Estados de aceptar que estos ámbitos se conviertiesen en políticas comunitarias. Esta
cooperación intergubernamental abarca la política de asilo, la normativa respecto de las fronteras exteriores de la
Unión, la política migratoria, la lucha contra el tráfico de drogas, la cooperación judicial en el ámbito civil y penal,
etc. En estas cuestiones, los Estados adoptarán posturas comunes (si existe unanimidad) y podrán decidir acciones
comunes.

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9. Tratado de Ámsterdam (1999)

El Tratado de Amsterdam, que reemplazó el Tratado de Maastricht en 1999, puede considerarse una revisión, que
se mostró ser insuficiente, del tratado anterior. En efecto, no marcó ningún avance significativo en la construcción
europea y, sobre todo, no contiene disposiciones adecuadas para la ampliación que se auguraba ocurriría unos años
más tarde cuando 12 Estados se convirtieron en miembros entre 2004 y 2007.

Tras la adhesión de Austria, Finlandia y Suecia a la UE en 1995, la organización estaba más pendiente de conseguir
establecer la moneda única que en preparar en lo que vendría después. Prueba de ello es que dos años más tarde, el
Tratado de Niza modificaría el de Amsterdam. No obstante, el Tratado de Amsterdam incluía dos nuevos propósitos de la
UE:

• Promoción del empleo.


• Establecimiento de un espacio de libertad, seguridad y justicia.

También incluía las misiones Petersberg, es decir, dotaba a la Unión de los medios necesarios para desplegar misiones
europeas de gestión de crisis.

Finalmente, el Tratado de Amsterdam permite por primera vez la cooperación reforzada. Así, establecía la
posibilidad, que luego se convertiría en realidad por la acción de los Estados miembros, de una UE a dos
velocidades con unos compromisos mínimos que unían a todos los miembros, autorizando a los que así lo
deseasen a profundizar en sus relaciones.

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10. España en la Unión Europea I

La entrada de España en la Unión Europea se hizo efectiva el 1 de enero de 1986. Tras varias décadas de
dictadura, la Constitución Española de 1978 reinstauraba la democracia en el país. El Gobierno solicitó, ya antes de
la entrada en vigor de la Constitución, la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea el 26 de julio de
1977. Si el Gobierno de Adolfo Suárez fue el que inició el proceso, las negociaciones, que se abrieron el 5 de febrero
de 1977, fueron conducidas por el Gobierno de Calvo Sotelo, primero, y por el de Felipe González, después. La
firma del Tratado de adhesión se realizó en 1985 y tras la necesaria aprobación de las Cortes (por unanimidad),
España entró a formar parte de la Unión Europea.

Tras la entrada de España y Portugal, el Parlamento Europeo realizó una convocatoria especial de elecciones el 10 de
junio de 1987 para renovar el mandato de los 60 europarlamentarios españoles que habían sido designados un año antes
por las Cortes. La composición final de la participación española en el PE se normalizó con las elecciones de 15 de junio
de 1989.
Los primeros años de España en la UE estuvieron marcados por la democratización del país y su inclusión en las acciones
y políticas más relevantes de la Unión. En junio de 1989, España incorporó la peseta al Mecanismo de Cambio del
Sistema Monetario Europeo (SME) que, como hemos visto anteriormente, se creó en 1979. El 25 de junio de 1991,
España suscribió el Acuerdo Schengen que suprime los controles en las fronteras interiores de los Estados firmantes y
traslada dicho control a las fronteras exteriores.

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11. España en la Unión Europea II

Con el Tratado de Maastricht y por medio del Fondo de Cohesión, España recibió los fondos necesarios para
llevar a cabo la modernización y desarrollar sectores como el medio ambiente, las infraestructuras de transportes y la
energía. Las regiones españolas también se beneficiaron en gran medida de dichos fondos para su revitalización.

La entrada en vigor del Tratado de Maastrich también obligó a España a realizar la primera reforma de la Constitución
Española. En efecto, al permitir el Tratado de Maastricht el derecho de sufragio activo y pasivo de todo ciudadano
europeo en las elecciones municipales de cualquier Estado miembro, el artículo 13 de la Constitución incluyó dicha
posibilidad en el ordenamiento jurídico español.
El 1 de enero de 2002, la peseta fue reemplazada por la moneda única, el euro. Sin embargo, la participación de España en
la UE va mucho más allá. A la posibilidad para los ciudadanos españoles de viajar y establecerse libremente en otros
países, tanto para estudiar como para trabajar, o la de consolidar su estatus de extranjero comunitario en caso de residencia
permanente, el innegable desarrollo económico que permitieron los fondos europeos, una participación activa del Estado
en las instituciones y en la toma de decisiones de la UE al ser España la quinta potencia europea, se unen cuestiones como
la participación española en misiones de la UE (con el consiguiente intercambio de información y desarrollo de
capacidades militares). No obstante lo anterior, la Unión Europea, con sus luces y sus sombras, sufre una crisis de
legitimidad a los ojos de sus ciudadanos que vieron cómo distintas crisis, la económica que comenzó en el año 2008, la
migratoria o la de los refugiados, mermaron su credibilidad al haberse mostrado incapaz la organización de actuar con la
promptitud y la decisión necesarias para acotar sus efectos.

El Premio Nobel de la Paz que la Unión recibió en 2012 por su avance de la paz, la reconciliación, la democracia y
los derechos humanos se entendió discutible, no sólo en España sino también en el resto de Estados miembros, al
mostrar ciertos Estados un desprecio bastante evidente para los valores fundamentales de Unión, incluyendo el
respeto de los derechos humanos (Polonia y Hungría, por ejemplo) y muy discutible si se valora la capacidad de la
Unión Europea como exportadora de paz al participar varios de sus miembros en operaciones militares cuya
legalidad es cuanto menos dudosa en o contra Estados terceros.

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12. Resumen

En este tema han sido abordadas las siguientes


cuestiones:

• Camino hasta el Acta Única Europea


• Compromiso de Luxemburgo
• Primera y segunda ampliación
• Acta Única Europea (1986)
• Tratado de Maastricht (1992). Objeto y propósito
• Tratado de Maastricht (1992). Primer pilar
• Tratado de Maastricht (1992). Segundo y tercer pilar
• Tratado de Ámsterdam (1999)
• España en la Unión Europea

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13. Bibliografía

Calonge Velázquez, A., Derecho básico de la Unión Europea, 2.ª ed., Granada, 2017.
Celma, P., Instituciones de la Unión Europea, Madrid, 2017.
Escobar Hernández, C., Instituciones de la Unión Europea, 2.ª ed., Valencia, 2015.
Fernández de Casadevante Romani, C., Nociones básicas de Derecho de la Unión Europea, 3.ª ed., Madrid, 2017.
Lafuente Sánchez, R., Breve introducción a la Unión Europea, Alicante, 2016.
Mangas Martín, A. y Liñán Nogueras, D., Instituciones y Derecho de la Unión Europea, 9.ª ed., Madrid, 2016.
Mellado Prado, P. y González Sánchez, S., El ordenamiento de la Unión Europea, Madrid, 2016.
Ripol Carulla, S. y López Barrero, E., Derecho de la Unión Europea, Madrid, 2017.
Ripoll Navarro, R., La Unión Europea, Valencia, 2015.
Sanchez, V., Derecho de la Unión Europea, 4.ª ed., Barcelona, 2017.
Sarmiento, D., El Derecho de la Unión Europea, Madrid, 2016.
VV.AA., Principios básicos de las instituciones y del Derecho de la Unión Europea, 2.ª ed., Madrid, 2015.

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