Día 7 - 6 de la cuenta atrás

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RELACIONES SANAS Y CONSCIENTES

LOS MITOS DEL AMOR

El cultivo del arte del amar supone extender el ámbito de lo que se está
dispuesto a amar; es decir, cultivar la expansión del concepto que se tiene
de amar e incluir a cada vez mayor número de personas.

El mito del romance

Muchas de las relaciones amorosas comunes se asientan en la idea del

romance, un mito que considera la atracción sentimental como el único
amor verdadero, por lo que si deseamos amar, no deberemos dejar de
buscar esa “persona perfecta” que desencadenará en nosotros la reacción
abrumadora. La cultura popular se ha ocupado a través de la literatura,
el cine, la poesía y las artes plásticas, de exaltar este amor romántico
basado en un caudal de fantasías y, por lo tanto, abonado a ser una fuente
permanente de decepción y frustración. En consecuencia, si vivimos
como única forma de amar el sueño del amor romántico, buscaremos esa
especie de “media naranja” entre ráfagas de emocionante optimismo, y
largos períodos de frustración.

En este sentido recordemos que una cosa es el amor como

estado de afectividad, de complicidad y fuente de sentimientos,
y otra muy distinta el estado de “enamoramiento” que supone
una infatuación y ceguera de carácter hormonal y transitorio. Sin
embargo, cuando éste llega, el gran “trabajo a dos” consiste en
convertir tal inflación pasional en amor cooperativo.

El romanticismo es un movimiento que surgió como reacción y

rechazo de un período anterior, el de la Ilustración que puso un
énfasis absoluto en la razón. Frente a ella, surgió la mencionada
corriente que exaltaba la emoción, el sentimiento y la pasión.

En realidad el impulso romántico persigue el enamoramiento, y

se recrea en esa sensación eufórica de entusiasmo que a veces
nos abruma, procediendo a eclipsar otros sentimientos.

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La Psicología por su parte, relaciona el enamoramiento con algunos

aspectos que se registran en la vida de todo niño. Veamos: El niño
recién nacido vive fundido preconscientemente a todo y no distingue
la separación entre él y el resto del universo. Su madre es él, la cuna es
él, todo lo que su mente percibe es él. Su piel no delimita todavía el yo
del no-yo. En este sentido, una gran parte de la Psicología afirma
que la primera experiencia de fusión y “unicidad” queda incorporada
en nuestra mente subconsciente, y que en la edad adulta impregna
nuestras fantasías íntimas.

Desde esta perspectiva, el impulso romántico supone el sentimiento

que reviven los enamorados acerca de un antiguo eco que se registró
con la madre en la infancia. Es por ello que el deseo de refugiarse en las
endorfinas del romanticismo como fuente de felicidad y supresión de la
soledad, es sencillamente regresivo.

Cuento de Sabiduría Milenaria

LAS LLAVES DEL AMOR.

En un oculto y misterioso plano de existencia Universal, hallábanse reunidas

todas las fuerzas creadoras de los mundos, dispuestas a dar lugar a la creación
del hombre en un lejano y hermoso planeta azul.

Como quiera que estos dioses tenían un gran sentido del humor, decidieron
gastar una enorme broma al ser humano: La broma más importante de la
creación. Para lo cual decidieron reunirse y determinar, nada más y nada menos,
que el dónde esconder las llaves del amor y la felicidad.

“Las esconderemos en lo más profundo de los mares”, dijo uno de ellos.

“Ni hablar”, advirtió otro rápidamente. “El hombre avanzará en sus ingenios
científicos y será capaz de llegar allí y encontrarlas”.
“Bueno, pues también podríamos esconderlas en lo profundo de los volcanes”, dijo
otro de los presentes.

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“Tampoco”, volvió a replicar. “Resultará inútil,

porque así como será capaz de dominar las aguas,
también será capaz de dominar el fuego”.

“¿Y por qué no bajo de las rocas más sólidas y profundas

de la tierra?

“Inútil”, replicó un tercero. “No pasarán unos pocos miles de años

que el hombre dispondrá de capacidades increíbles para sondear los
subsuelos y extraer todos los metales y piedras preciosas que desee”.

“Ya lo tengo” dijo otro. “Esconderemos las llaves en las altas nubes del cielo,
un lugar al que el hombre no puede llegar”.

“Tonterías”. Replicó rápidamente otro de los presentes. “Todos sabemos que el

hombre no tardará mucho en volar y dominar los aires. Y qué duda cabe que al poco
tiempo de surcar los cielos, las hallaría”.

Un silencio primordial se hizo en el seno de aquel insólito cónclave de los dioses.

Hasta que al fin, el que destacaba por ser el más ingenioso de los dioses, dijo con
solemnidad y regocijo:

“Esconderemos las llaves del amor en un lugar que el hombre, por más que
busque tardará mucho, mucho tiempo, en suponer e imaginar.”

“¿Dónde? ¿Dónde?” Preguntaron con ansiosa curiosidad los demás,

que conocían de su sagacidad y lucidez.

“El lugar del Universo que el hombre más tardará en mirar

y en consecuencia hallar es: En el interior de su corazón”.

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Es posible que la atracción sexual y el enamoramiento puedan tener

un importante papel en los inicios de una relación de pareja, pero para
mantener una relación de intimidad profunda y duradera, ese factor
tendrá que mezclarse con una compleja multitud de otros factores.

Diario de u n
psiconaut a
¿Conoces el paso del amor romántico al amor cooperativo?
Si es así, describe el consiguiente proceso

El mito de la perpetuidad

Este mito afirma que si queremos amar, deberemos forjar vínculos para
toda la vida. La creencia de que amar exige “atar” al ser amado a todo
nuestro futuro, hará que dé más miedo amar. Observemos que
aunque todos deseamos la estabilidad y crecimiento continuo del amor,
eso no significa que para amar tengamos que hipotecar todo el devenir
del corazón.

La expresión culminante del vínculo de pareja es la creencia de que el

amor verdadero, es el amor que no acaba nunca. Este modelo afirma
que si amamos a alguien ahora, siempre deberemos amar a esa pareja
hasta que la muerte nos separe. Y este mito de la perpetuidad puede
llegar a resultar penoso para las personas que padecen situaciones
dolorosas de convivencia.

No sabemos lo que nos deparará el porvenir; sea lo que fuere, nos

deparará bastante amor, aunque no sea con la misma persona.

Comenzamos el camino con el amor que tenemos,

y lo finalizamos con el amor que somos.

En realidad el verdadero compromiso que podemos sensatamente

abordar, es el compromiso con nuestra propia coherencia.

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El mito de ser amados

Las personas tenemos un deseo innato de ser amadas,

apreciadas y respetadas por aquellos que nos rodean. Es por ello
que resulta útil y satisfactorio recibir amor, pero recordemos: Lo que nos
hace realmente felices es amar, más que poner el acento en ser amados.

Además, nunca podremos controlar cuánto nos aman, es decir, si hoy nos quieren
más o menos que ayer. En el peor de los casos si nuestra atención emocional está
orientada a que nos quieran, nos moveremos en función de un sentimiento que no
depende de nosotros. Al fin y al cabo, el que realmente goza y quien experimenta el
misterio del corazón es el amante, más que quien tan sólo se siente amado.

“Dios de mi corazón, haz que no quiera tanto ser consolado como consolar, ser comprendido
como comprender, ser amado como amar, porque al entregarse uno mismo es cuando se
recibe, al olvidarse de uno mismo es cuando se encuentra.” Francisco de Asís

Diario de u n
psiconaut a
En el seno de tu actual relación, ¿en qué medida tienes la balanza equilibrada entre
el amar o sentirte persona amada?

El arte de crecer y cultivarse es, tal vez, la obra de amor más importante
de nuestra vida consciente, una obra alquímica que integra al amante
y al amado. Por otra parte difícilmente nos sentiremos amados si
no damos amor. En realidad, si nuestros seres amados no nos
aman, es problema de ellos.

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El mito del acuerdo

Se suele creer que el amor nunca es confrontación. Se cree así mismo,

que si amamos a alguien deberemos estar de acuerdo en todo. De
hecho cuán a menudo oímos afirmaciones tales como:

“Nos queremos mucho, porque siempre estamos de acuerdo”.

Recordemos que amar a alguien quiere decir SÍ a la persona, no
necesariamente a su conducta o ideas.

En determinadas áreas del mundo se cree que amar a alguien significa

una cierta forma de sometimiento a dicha persona. En realidad el mito
del acuerdo ha producido vidas sentimentales bajo la esclavitud. Se
puede amar a alguien y estar en desacuerdo con determinados aspectos
de su vida. Es decir, que se le puede amar y seguir diciendo No.

Es preciso aprender a tener confrontaciones sanas y formular objeciones

sin descalificar a la persona; es decir, poder expresar NO a conductas o
aspectos que reprobamos, sin que esto ponga en peligro el amor.

¿Acaso sabemos cuestionar y decir “No”, sin hacer juicios de valor, ni

enfadarnos?

Tal vez incluso haya que aprender a decir “No”, sin sentir la amenaza
interior de perder el favor y el cuidado.

De hecho el aprender a decir “No”, es simultáneamente decir “Sí” a otra

parte interna que muchas veces no conocemos todavía de nosotros.

¿Pensamos que para ser capaces de decir “No”, deberemos de superar

antes nuestra necesidad de ser aprobados y queridos?

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El mito del amor-dolor.

Un patrón muy común corresponde a la creencia del amor-dolor: Si se

ama, se acabará padeciendo mucho.

En este sentido existen personas que han pasado por dolorosos

desengaños y han terminado por asociar amor con dolor. Para ellas
conviene recordar que es mejor haber amado y sufrido un desengaño,
que no haber amado nunca.

Es bueno recordar que el dolor es inevitable en la vida humana, y

en alguna medida aunque resulta útil protegerse, el hecho en sí de
amar conlleva arriesgarse a ser heridos. Si esta vulnerabilidad no se
manifiesta, las armaduras emocionales podrán terminar bloqueando
nuestro corazón.

El mito de la panacea.

Este mito conlleva la creencia de que el hecho de encontrar al ser

amado, no sólo cambiará nuestra vida, sino que resolverá todos
nuestros problemas y terminará con nuestra soledad; además curará
nuestras enfermedades y dará significado y seguridad a nuestra
existencia. En realidad tal mito tiene algo de verdad, pero enfoca la
mirada de forma errónea.

Nadie duda de que la relación de amor tiene el poder de resolver ciertos

problemas, aliviar la soledad, curar determinadas enfermedades y
darnos paz..., por lo menos durante cierto tiempo. Pero en el mito
de la Panacea plantea la solución de los problemas en dirección
equivocada, es decir, desde fuera y no desde dentro.

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Este mito sólo resulta atractivo si uno está a disgusto con su vida
y busca lo positivo en quimeras, más que en el trabajo personal,
diario y transformador. La panacea tiene pocas posibilidades de
éxito a largo plazo. En realidad, la manera de sentir la seguridad en
el amor, es desarrollar la capacidad de amar al mayor número de
personas que se crucen en nuestro camino.

En los Vedas, libro sagrado de la cultura hinduista, se establecen

cuatro niveles de relación. El primero se da cuando nos relacionamos
para obtener algo. Es un nivel básico, alejado de la perfección de
nuestro potencial de amor.

El segundo nivel corresponde a relaciones cuyo propósito está

orientado al hecho de intercambiar, es decir, dar y recibir.

El tercer nivel hace referencia a quienes su propósito de vida consiste

en el puro hecho del dar, pero paradójicamente “todavía” sienten
cierta satisfacción personal por ello. Al parecer, ese goce encubre
todavía un rastro del “ego”. En este nivel hay una satisfacción que
supuestamente establecería preferencias y selecciones basadas en
favor de dichas complacencias. Todavía no se ama a todas las criaturas
por igual.
El cuarto nivel pertenece al reino del amor con mayúsculas. Ese amor
que brota con radiante neutralidad, un amor que se ofrece en virtud
de la naturaleza o identidad esencial del amante. Un dar que no
contabiliza, al tiempo que ocurre como algo natural.

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¿Acaso el Sol contabiliza la luz

y la vida que da a cada ser vivo en
cada rayo?

El Sol es simplemente así. Su presencia es un regalo,

y ese dar sucede como inevitable, incausado
y natural. Su acción baña a todos los seres por igual, sin
discriminación. En realidad, el cuarto grado supone realizar
la identidad esencial, y vivirse desde lo que ya realmente somos, pero
no nos creemos que somos: Amor y Luz.

El amor como estado último de descondicionamiento es una asignatura

que, tarde o temprano, afrontamos mediante el cultivo de la compasión, el
desarrollo de la auto-observación y el consiguiente desenmascaramiento que
ésta desencadena en el ego.

Aprender a amar es un inteligente trabajo de desarrollo sobre las propias

capacidades del corazón.

Quizá el camino del amor conlleve aprender a disciplinar las imperfecciones

y cultivar los valores fundamentales, desde los que se despliega el deseo de
liberación y felicidad de todos los seres.

Reconozcamos que así como la materia de una estrella se mantiene unida por
una fuerza de gravedad, la especie humana se encuentra unida por la necesidad
de un estado interno más satisfactorio y se ve impulsada a alcanzarlo.

Nuestras mentes gravitan en torno a la paz interior, y puede que

inicialmente no nos demos cuenta de que ésta es realmente nuestra
meta, pero cuanto más nos acercamos a nuestro propio centro,
más evidente
se nos hace que, por encima de todo, lo que buscamos
es paz interior, una paz que no nos la dará el
“tener”, ni tan siquiera la pareja, los hijos, la
salud, el prestigio, el
poder...

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Desde la perspectiva de la Física, la fuerza

de gravedad y el amor no difieren gran cosa el uno
del otro. La gravedad es la atracción de la masa por la
masa, y supone una fuerza que impulsa al universo físico a retornar
a su unidad original. De la misma manera el amor puede considerarse
como la atracción de la vida hacia sí misma, es decir como un constante deseo de
unión consciente. Tal vez en un determinado nivel, podríamos considerar el amor como
la “fuerza gravitatoria espiritual”, pero también algo que, en realidad, somos, hemos sido y
seremos: Totalidad porque lo creamos o no, todo nace y muere desde el amor y para el amor.

Diario de u n ¿Qué representa el amor en tu vida?

psiconaut a

“Tú eres Yo y Yo soy Tú,

¿No es evidente que nosotros ”intersomos”?
Tú cultivas la flor que hay en ti para que así yo sea hermoso.
Yo transformo los desperdicios que hay en mí para que así no tengas tú que sufrir.
Yo te apoyo, tú me apoyas.
Estoy en este mundo para ofrecerte paz,
Tú estás en este mundo para traerme alegría”.

Thich Nhat Hahn

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