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Según Padilla y Díaz (2012) la Universidad Nacional de México, en su publicación

“funcionamiento familiar, locus de control y patrones de conductas riesgosas en jóvenes


universitarios”, explica que el patrón de conductas negativas se hallaba involucradas con el
desarrollo afectivo emocional, puesto que muestra las secuelas afectivas que desencadena la
disfuncionalidad familiar aún en jóvenes adultos, esto indica que el impacto de la familia es
crucial en la vida del ser humano, siendo el trastorno negativista desafiante tan solo una de
las manifestaciones ya que generalmente se asocian con otras patologías como ansiedad,
depresión o conductas delictivas, entre otros.

Según una investigación elaborada en escuelas de comunas urbanas y pobres realizada en el


Estado de Sonora – México por: De la Barra, López y George, indica que la frecuencia de
trastornos de Salud Mental a nivel mundial en niños entre 6 y 8 años es de 24,2%, además
que los niños presentan significativamente más problemas de adaptación y aprendizaje
escolar son aquellos provenientes de familias donde el padre está ausente o donde existe
algún miembro con alcoholismo u otra enfermedad mental y de familias que no participan
en las redes sociales de su comunidad. El niño no es la causa del problema sino el portador
de los problemas familiares como proyección de la frustración o una manera de llamar la
atención, siendo una de sus carencias primordiales.

En la U.E. Sadowinski School, existe una población considerada de estudiantes que han
sido diagnosticados por diferentes profesionales particulares con el Trastorno Negativista
Desafiante, la generalidad de este diagnóstico es que los estudiantes que han sido derivados
a la intervención psicológica por sus tutores presentan problemas de conductas
inapropiadas dentro y fuera del salón de clases. Aspecto en la que hace énfasis el autor es
en las inadecuadas dinámicas parentales características de hogares disfuncionales.

Muchos estudios consideran las variables familiares como responsables del inicio y
mantenimiento de los problemas de conducta, por lo que la intervención temprana es
decisiva para la modificación de conducta (Diaz- García y Diaz-Sibaja, 2005).

El niño esta propenso a desarrollar conductas que con el tiempo las ha ido aprendiendo y
que estas definen su modo de actuar y relacionarse con las demás personas. Este
comportamiento puede ser adecuado o inadecuado, depende de la experiencia previa de los
pequeños en relación con sus figuras de primarias de apoyo. Cuando se detecta un
problema de esta índole es importante intervenir inmediatamente ya que de los primeros
años depende la modificación o establecimiento de actitudes, ya que del mismo modo que
se aprende una conducta no deseada se puede desaprender, y del mismo modo también se
puede aprender una conducta deseada.

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