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Vargas Llosa, M., El Mago Del Norte, El País, 2014 05 18
Vargas Llosa, M., El Mago Del Norte, El País, 2014 05 18
Isaiah Berlin fue un demócrata y un liberal, uno de esos raros intelectuales tolerantes,
capaces de reconocer que sus propias convicciones podían ser erradas y acertadas las
de sus adversarios ideológicos. Y la mejor prueba de ese espíritu abierto y sensible que
contrastaba siempre sus ideas con la realidad a ver si las confirmaba o contradecía, la
dio dedicando sus mayores empeños intelectuales a estudiar, no tanto a los filósofos y
pensadores afines a la cultura de la libertad, como a sus más enconados enemigos, por
ejemplo un Carlos Marx o un Joseph de Maistre, a los que dedicó ensayos admirables
por su rigor y ponderación. Tenía la pasión del saber y, a quienes promovían las cosas
que él detestaba, como el autoritarismo, el racismo, el dogmatismo y la violencia,
antes que refutarlos, quería entenderlos, averiguar cómo y por qué habían llegado a
defender causas y doctrinas que agravaban la injusticia, la barbarie y los sufrimientos
humanos.
Un buen ejemplo de todo ello es el volumen titulado The Magus of the North. J.G.
Hamann and the Origins of Modern Irrationalism (1993), colección de notas y ensayos
que Berlin no llegó a integrar en un libro orgánico y que recopiló y prologó Henry
Hardy, su discípulo, al que nunca podremos agradecerle bastante su extraordinaria
labor de rastreo y edición de las decenas de trabajos que Isaiah Berlin, por su escaso
interés en publicar y su maniático perfeccionismo, dejó dispersos en revistas
académicas o inéditos. Yo creía haber leído todos los trabajos del gran pensador
liberal, pero éste se me había escapado y acabo de hacerlo, con el mismo absorbente
placer que todo lo que escribió.
El pensador germano fue enemigo de lo colectivo como categoría social y signo de identidad
Donde estas coincidencias cesan es en aquella encrucijada en la que aparece Dios, a
quien Hamann subordina todo lo que existe y que es, para el místico germano, la
justificación y explicación única y final de la historia social y los destinos individuales.
Su rechazo de las generalizaciones y de lo abstracto y su defensa de lo particular y lo
concreto hicieron de él un confaloniero del individualismo y un enemigo mortal de lo
colectivo como categoría social y signo de identidad. En este sentido fue, de un lado,
dice Berlin, un precursor del romanticismo y de lo que dos siglos más tarde sería el
existencialismo (sobre todo en la versión católica de un Gabriel Marcel), pero, del otro,
uno de los fundadores del nacionalismo e, incluso, al igual que Joseph de Maistre, del
fascismo.
Los académicos del siglo XVIII le parecían “paganos” más alejados de Dios que los ladrones
Después de muerto, el Mago del Norte, como Hamann gustaba llamarse a sí mismo,
fue pronto olvidado por el escaso círculo que conocía sus obras. Isaiah Berlin se
pregunta: “¿Qué hay en él que merezca ser resucitado en nuestros días?” La respuesta
da lugar al mejor capítulo de su libro: The Central Core(El núcleo central). Lo
verdaderamente original en Hamann, explica, es su concepción de la naturaleza del
hombre, en las antípodas de la visión optimista y racional que de ella promovieron los
enciclopedistas y filósofos franceses de la Ilustración. La criatura humana es una
creación divina y, por lo tanto, soberana y única, que no puede ser disuelta en una
colectividad, como hacen quienes inventan teorías (“ficciones”, según Hamann) sobre
la evolución de la historia hacia un futuro de progreso, en el que la ciencia iría
desterrando la ignorancia y aboliendo las injusticias. Los seres humanos son distintos y
también sus destinos; y su mayor fuente de sabiduría no es la razón ni el conocimiento
científico sino la experiencia, la suma de vivencias que acumulan a lo largo de su
existencia. En este sentido, los pensadores y académicos del siglo dieciocho le parecían
auténticos “paganos”, más alejados de Dios que “los ladrones, mendigos, criminales y
vagabundos –los seres de vida “irregular”-, que, por la inestabilidad y los tumultos de
su arriesgada existencia podían muchas veces acercarse de manera más honda y
directa a la trascendencia divina.
Aunque este libro de Isaiah Berlin es una amalgama de textos, adolece de repeticiones
y da a veces la impresión de que hay muchos vacíos que quedaron por llenar, se lee
con el interés que él sabía imprimir a todos sus ensayos a los que siempre convertía,
no importa de qué trataran, en una fiesta de las ideas.