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1º DE MAYO DE 2020

Por un socialismo ecológico, democrático y participativo.

En Argentina, y en buena parte del mundo, necesitamos una revolución.


Una revolución que vaya dejando atrás el capitalismo imperialista de los
países centrales y el capitalismo de rapiña, saqueo y explotador al que
estamos sometidos los países de la periferia.

Capitalismo que está “pintando el cielo de rojo y anunciando lluvia de


sangre”. Que no venera las alturas de las montañas, tan cercanas al cielo,
porque debajo de sus glaciares hay oro. Que no respeta al aire, al que
contamina sin cuidado, porque quemar combustibles fósiles es buen
negocio. Que no adora al agua, ni los lagos, ríos y mares; porque tirar los
desechos allí es más barato que pensar en reciclarlos. O bajar el consumo
de productos superfluos o de lujo. Que no cuida las tierras, cuyos suelos
fértiles son el fruto de miles de años en que la naturaleza fue sembrando
vida, porque con agro-tóxicos el rinde es inmediato y la ganancia mayor.
Que no le interesan los bosques, como fuente inagotable de oxígeno y
biodiversidad, porque es más rentable arrasarlos para sembrar soja. Que no
le importan las abejas ni la miel, porque el volumen de sus ventas es
insignificante frente a la prepotente rentabilidad de la especulación
financiera. Que no le emociona el trabajo, como fuente de realización
humana y creación de riqueza, sino en la medida en que pueda transformar
en plusvalía para dar satisfacción a su avaricia, sin límites y sin moral.

Capitalismo de muerte en el que los capitalistas desearían apropiarse del


mundo, dando por tierra con la vida de miles de millones de seres humanos
diseminados en América Latina, África, Asia y en buena parte de los
suburbios de las grandes metrópolis de los países centrales.

No es nuevo. El profeta Isaís, uno de los inspiradores de Jesús, hace más de


2.700 años planteara: “La tierra será un bien de todos, no se la dividirá por
límites; no se la encerrará entre muros. Si la tierra no estuviera tan lejos del
cielo, los ricos se hubieran arreglado de modo que la luz no fuese repartida
por igual. El sol comprado a precio de oro no luciría más que para ellos y
hubieran forzado a Dios a hacer otro mundo para los pobres”. Siglos
después dirá Jesús: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una
aguja que el que un rico entre en el Reino de los Cielos". Dos mil años
después los ricos se las han arreglado para (bajo todo desarrollo
tecnológico o de fuerzas productivas, tras levantamientos y revoluciones,
protestas y reclamos, hasta cambiando un poco para que nada cambie)
mantener su supremacía. Condenando al resto de la humanidad y a la
naturaleza a ser fuente de su propio enriquecimiento.
El socialismo, desde hace menos de dos siglos, es el último gran intento de
los pueblos para dar por tierra con tantas injusticias seculares. De allí el
papel de los ricos por sobornarlos (por las buenas) o destruirlos (por las
malas). Esa élite oligárquica, aristocrática y plutocrática, no cesa un minuto
en descargar todo tipo de diatribas, injurias y mentiras sobre el socialismo.
El fracaso de la primera experiencia revolucionaria del socialismo, después
de atravesar todo tipo de sabotaje y la invasión militar más grande que haya
conocido la humanidad, con la muerte de millones de seres humanos y la
destrucción de enorme cantidad de bienes materiales, con sus errores y sus
desvíos burocráticos, autoritarios y dictatoriales; les ha servido para desatar
toda su prepotencia sobre los pueblos y la naturaleza. Los trabajadores y
los jóvenes fueron sus principales víctimas. (A unos les robaron derechos
conquistados tras décadas de lucha. A los otros los dejaron sin una
representación clara del futuro; algunos aspirando simplemente a un lugar
en los escasos espacios productivos que va dejando la reconversión
tecnológica y a otros empujando su impetuosa energía en el movimiento
social, incubadora de futuros revolucionarios) No ahorraron “doctrinas de
seguridad”, ni métodos represivos, ni secuestros, ni tortura, ni muerte, ni
terror. (En Argentina y en otros países podríamos hablar de “Delitos de lesa
humanidad agravados por el vínculo”. Dado que una generación mayor,
que podrían ser los padres de la generación siguiente, no tuvieron
miramientos a la hora de acometer la tarea que le imponía el “vigía de
occidente”) El hecho es que, tras estos acontecimientos, la caída del Muro
de Berlín y la desintegración de la URSS, sus éxitos fueron tan rutilantes
que hasta defensores acérrimos del socialismo resignaron esta aspiración,
camuflándola bajo distintos motes (que no menciono para no herir a nadie)
El drama es que hoy, agotado moral, económica y ambientalmente el
capitalismo, nos encontramos sin “la estrella que oriente la marcha de la
humanidad hacia la vida”. Y en lugar de socialismo le llamamos
anticapitalismo y otros vocablos defensivos que nos dicen lo que “no
queremos”, pero no nos dicen lo que “sí queremos”. Ninguna otra palabra
se ha creado para definir el nuevo modelo de sociedad “humanista y
ambientalista” al que aspiramos. Por eso decimos con orgullo y sin haber
bajado jamás nuestra bandera: luchamos por un socialismo ecológico,
democrático y participativo. Mucho más alto hoy, 1º de mayo de 2020 en
plena pandemia por Covid 19.

Nuestra tarea.

En Argentina ha llegado la hora de ir abandonando un capitalismo


neocolonial impulsado por los sectores del privilegio nativo, las clases
altas, los ricos; tanto como un capitalismo nacional (factible en épocas de
guerra o de posguerra del siglo XX, de imposible realización en el siglo
XXI) promovido por fuerzas populares.

Los sujetos de esta revolución por un socialismo ecológico, democrático


y participativo son los jóvenes. Trabajadores, estudiantes, sub-ocupados.
Y los padres y los abuelos de estos jóvenes. Aferrados todos,
amorosamente, a la vida, que habrán de heredar los hijos de estos
jóvenes. Una vida digna, bella y creativa, que merezca ser vivida.

Como en todo sistema, los componentes viejos, conservadores y


privilegiados se resistirán al cambio. La lucha es inevitable. Será, en
principio, pacífica y democrática. Reclamará de la mayor unidad en una
diversidad que tenga claro “adonde ir”, aunque todavía no sepa “Cómo ir”.

El pecado que no podemos cometer es el de la soberbia. La humildad es la


consigna. Las trampas en las que no debemos caer son: el aislamiento, el
dogmatismo, el vanguardismo.

Así, la disyuntiva está planteada: o morimos aferrados a un supuesto tesoro


(el capitalismo explotador, corrosivo y depredador) o decidimos dejarlo en
el pasado para construir un mundo nuevo basado, si alguien lo prefiere, en
“la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad”. En una sana cooperación
competitiva como fuente de vida y de progreso. En el marco de la mayor
participación democrática que jamás haya vivido sociedad alguna. Toda
gran resolución es colectiva o su valor es nulo.

Un poco de historia. 1º de mayo de 1890.

Corría la segunda mitad del siglo XIX. La revolución industrial avanzaba


sin solución de continuidad en los países centrales. A su paso iba
devorando la vida de los trabajadores. Jornadas interminables de 12, 14 o
16 horas. Semanas interminables de 7 días sin descanso; iban minando la
salud de los trabajadores, evaporando su vida familiar, con hijos que no
tenían otro destino (como antaño los esclavos) que repetir la suerte ingrata
de sus padres. Las luchas no podían esperar. La clase trabajadora a través
de sus corrientes principales socialistas, anarquistas y comunistas iban a
plantear una lucha defensiva: alcanzar una jornada laboral de 8 horas.

En EEUU la lucha se intensificó. En 1881 se constituyó la Federación de


Trade Unions (luego Federación Americana del Trabajo –AFL-) su
bandera: la jornada laboral de 8 horas. En abril de 1886 se intensificaron
las luchas. Para el 1º de mayo de ese año los huelguistas llegaron a
340.000. Más tarde el secretario general de la AFL dirá: “El deseo de la
disminución de la jornada de trabajo ha impulsado a millares de
trabajadores a afiliarse a las organizaciones existentes, cuando muchos
hasta ahora, habían permanecido indiferentes a la agitación sindical”.

Los reaccionarios se expresaron a través del Chicago Times: “La prisión y


los trabajos forzados son la única solución posible a la cuestión social”. El
4 de mayo habrá un acto de los trabajadores en la Plaza del Heno, Chicago.
Al finalizar la policía cargo sobre la multitud. Una bomba explotó entre la
fuerzas de la represión. Esto dio justificación a una balacera por parte de la
policía con decenas de trabajadores muertos. Estos hechos darán origen a
un proceso judicial, donde Spies, Fielden, Neebe, Fischer, Schwab, Lingg,
Engel y Parsons serán acusados falsamente y quedarán bajo la amenaza de
la pena de muerte.

En su defensa dirá Michel Schwab: “Nosotros creemos que se acercan los


tiempos en que los explotados reclamarán sus derechos a los
explotadores y creemos, además, que la mayoría del pueblo, con la
ayuda de los rezagados de las ciudades y en las gentes sencillas del
campo, se rebelarán contra la burguesía de hoy. La lucha en nuestra
opinión es inevitable…Cuatro horas de trabajo por día serían
suficientes para producir todo lo necesario para una vida confortable
con arreglo a las estadísticas. Sobraría tiempo, pues, para dedicarse a
las ciencias y a las artes. Tal es lo que el socialismo se propone. Hay
quien dice que esto no es norteamericano. Entonces, ¿Será
norteamericano dejar al pueblo en la ignorancia? ¿Será
norteamericano fomentar la miseria y el crimen?”

George Engel: “¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por


el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que
mientras unos amontonan millones…otros caen en la degradación y la
miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y
las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en
beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con la naturaleza
y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad y el
bienestar. Combato el sistema que da privilegios. Mi más ardiente
deseo es que los trabajadores sepan quienes son sus enemigos y quiénes
son sus amigos. Todo lo demás lo desprecio: el poder de un gobierno
inicuo, sus policías, sus espías”

Hacia el 1º de mayo como “Día Internacional de los Trabajadores”. En


julio de 1889 la II Internacional Socialista resolvió: “Se organizará una
gran manifestación internacional con fecha fija de manera que…los
trabajadores intimen a los poderes públicos a reducir legalmente a 8 horas
la jornada de trabajo….” Esa fecha será el 1º de mayo de 1890.
En Buenos Aires y Rosario hubo acto. Observo García Costa que un
cronista diario La Nación escribió sobre el acto en Buenos Aires: Las
aclamaciones se repetían y el terminar el acto un triple viva salido de la
tribuna, al socialismo, a la libertad y a la República Argentina, fue
contestado estrepitosamente.”

En Argentina el socialismo como horizonte nació con la Patria. La libertad


y la noble igualdad son constitutivas de nuestra identidad. Esteban
Echeverría lo expresará de manera brillante en el Dogma Socialista -que
aún hoy muchos no quieren entender-. Como organización, en cambio, “el
socialismo” se irá gestando con las primeras organizaciones obreras,
periódicos de los trabajadores y las cooperativas. Culminará en la
constitución del Partido Socialista Obrero de Argentina (1896) y le
corresponderá al Dr Juan B. Justo dar una definición: “El socialismo es la
lucha en defensa y para la elevación del pueblo trabajador, que, guiado
por la ciencia, tiende a realizar una libre e inteligente sociedad
humana, basada sobre la propiedad colectiva de los medios de
producción.” A pesar de su mirada evolucionista Juan B. Justo no
titubeaba a la hora de definir el horizonte socialista para la Argentina.

Los medios físico-naturales como el aire, el agua, la tierra, la diversidad


biológica, más los medios de producción, todo como bienes comunes para
“la defensa y elevación del pueblo…”, con espíritu de cooperación para
mejorar y multiplicar la vida, define todo un proyecto. Implica hacer
avanzar la democracia política al terreno biológico, económico, social y
cultural. Desterrando la explotación humana y la rapiña a la naturaleza.
Qué, insisto, es el método vicioso del capitalismo al efecto de seguir
acrecentado la fortuna y el poder de los más ricos.

El 1º de mayo está asociado a la jornada de 8 horas y al socialismo en todas


sus expresiones. Al tiempo que es la manifestación de otro mundo posible
y necesario.

Ciento treinta años después vivimos este 1º de mayo amenazados por un


virus intra-terrestre.

El hecho más elocuente frente a la presencia del Covid 19 fue que los
pueblos no pudieron contar para enfrentarlo con instituciones
internacionales en capacidad de operar de manera eficiente. La
Organización Mundial de la Salud hizo algunos aportes interesantes y
muchos yerros aberrantes. Naciones Unidas o Instituciones regionales
brillaron por su ausencia. El mercado desde los grandes laboratorios
internacionales hasta los humildes fabricantes de barbijos solo vio una
oportunidad de obtener mayores ganancias. Los pueblos solo pudieron
contar con los estados locales: nacional, provincial y municipal. O sus
equivalentes en otros países.

Esta constatación debe llevarnos a una profunda reflexión: a.- sobre el


papel de los organismos supranacionales; b.- sobre la idea de “una sociedad
de mercado”. Esta última se muestra inconfundiblemente falsa. En esta
etapa del desarrollo una sociedad tiene que tener mercado para un conjunto
de bienes y servicios menores. Pero no se puede organizar alrededor del
mercado.

Entonces, no es el Covid 19. Es el desmantelamiento de los sistemas de


salud pública. Tarea realizada por el capitalismo, bajo el enmascaramiento
de neo-liberalismo. La salud pública fue: desfinanciada, fragmentada y des-
jerarquizado su personal. Allí donde la resistencia del pueblo y los
trabajadores no pudo detenerlos, lo desmantelaron. Fue la pérdida de
camas, de personal, de tecnología, de infraestructura. Fue la privatización
de la salud. Fue la idea de salud para ricos y salud para pobres. Con el
drama -para unos y otros- que el sistema -para unos y otros- no estaba
preparado para abordar una pandemia, que es colectiva por definición.

La lógica mercachifle de la modernidad nos ha llevado a la edad media -la


cuarentena- o la edad antigua -el alcohol- o el lejano oeste -taparse la boca
y la nariz-. Los respiradores más sofisticados y caros parecen no ser
superiores a los más sencillos y económicos. La necesidad de
distanciamiento físico se confundió con aislamiento social. Y la falta de
preparación, incapacidad de previsión y atrofia en la capacidad de
planificar, nos están llevando por un camino cuyos costos en salud y
economía aún no podemos evaluar.

Hoy si por algo habría que luchar es por la socialización del sistema de
salud. Somos todos iguales. El sistema debe ser uno y universal. Para que
los recursos sean administrados de manera eficiente la gestión debe sumar
la participación: del Estado, los distintos estamentos de trabajadores de la
salud y representantes de sectores sociales interesados en un cambio de
fondo. La promoción y prevención deben ser la primera línea del sistema.
Allí donde el pueblo vive. La atención de la enfermedad y la alta
complejidad serán otras etapas, quizás más vinculadas a la estructura
hospitalaria. Argentina debería abrir un profundo debate al salir de la
cuarentena.

IBU. En este tiempo hubiera sido extraordinario contar con un Ingreso


Básico Universal. Toda la población bancarizada. Garantizándole el
mínimo de elementos indispensables para pasar la emergencia sin
sufrimientos e incertidumbre. No habiéndolo ejecutado hasta hoy, es
menester que junto a decenas de organizaciones sociales, políticas,
personalidades, etc. sigamos insistiendo en su implementación.

El papel de la banca está en el banquillo de los acusados. La banca estatal


aparece ineficiente y esto debe corregirse. La banca privada no muestra
servicios de singular utilidad. Juega un papel protagónico en la
especulación financiera, el parasitismo monetario, el desvío del crédito, la
usura y la fuga de capitales. Debemos escuchar a quien la defienda, pero
la socialización de la banca resulta en un debate ineludible.

La salida de esta crisis demandará la concurrencia de todos. ¿Otra vez


volcarán los sacrificios sobre el pueblo y los beneficios a los de arriba?
Es tiempo de una profunda reforma tributaria. En Argentina hay déficit
fiscal porque los ricos han sabido evadir, eludir y transferir la carga
impositiva. Esto le ha brindado grandes e ilegales ganancias que no han
invertido en el país. Las han fugado. No se trata de un impuesto a las
grandes fortunas por única vez ante la emergencia. Se trata que se les torne
ineludible pagar los impuestos propios de una sociedad que busca la
equidad. Hay propuestas que deben ser discutidas.

En fin, quedan mil cosas en el tintero. Ocurre que en estos momentos


escucho una advertencia de la tierra (no una amenaza y no estoy loco) que
nos dice: “Desviaron el camino como humanidad. Hicieron uso y abuso
de lo que les puedo brindar. Y no se confundan, no soy yo la que está en
riesgo. Como habrán visto en estos días, rápidamente me repongo de los
daños que ustedes me generan. Son ustedes como especie la que está en
riesgo. Si quieren la vida, reflexionen un poco antes de suicidarse
colectivamente. Habrán sentido, durante estos días, que no son dioses.
Que son frágiles hasta con virus y bacterias invisibles a sus ojos. Sean
humildes, no luchen contra mí. Juntos podemos mantener la vida
humana y toda la diversidad en que se manifiesta por los siglos de los
siglos. Son libres para hacer lo que quieran”. Yo pensé: antes de
suicidarnos ¿No será mejor cambiar el sistema que nos conduce al
precipicio? Creo que son muchos los que pueden compartir esta idea.

Estimados amigos, con las líneas anteriores no he pretendido representar a


nadie, ni lastimar a nadie. Solo representan la necesidad que tuve de
escribir este 1º de mayo de 2020. Con la emoción de sentir que esta es una
de las grandes fechas de la humanidad. Y no podía quedarme en silencio.
Ojala alguien se sienta identificado.

Mario Mazzitelli.

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