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07-Grabando mi primer corto.

Soy Ana y estudio arte dramático. Es mi primer año y estoy muy ilusionada porque
quiero ser actriz.

Al poco tiempo de empezar el curso, entablé amistad con Marta y Carlos.

Ambos están en segundo curso y me ayudan cuando tengo alguna duda con mis
asignaturas.

Marta y Carlos son algo más que amigos y viven juntos en un curioso apartamento
donde cocina, salón y dormitorio está todo junto. Solo el baño tiene un poco de intimidad.

Marta y yo nos hacemos confidencias. A veces me cuenta su último revolcón con


Carlos mientras que yo no puedo corresponder contando mis escarceos sexuales. Mi prioridad
es la interpretación y de momento no quiero relaciones serias con nadie.

Carlos también está interesado en dirección y rodaje de películas. Entre ambos y


algunos amigos ya han rodado algún corto. Los vi en su casa y están muy bien.

A veces nos juntamos varios amigos y, pagando entre todos, comemos en su casa.

El sábado pasado cenamos allí. Pedro, otro compañero del curso de Carlos y con quien
ya ha rodado varios cortos, también asistió.

Pedro está como un tren. Tiene un cuerpazo a juego con su sonrisa y es muy gracioso.
La verdad es que me gusta.

Acudimos por la tarde y estuvimos conversando hasta la cena. Para amenizar la


reunión, tomamos algún que otro cubata.

La cena trascurrió muy entretenida. Pedro y yo sentados a un lado de la mesa, Marta y


Carlos enfrente.

Habíamos comprado un buen vino para cenar. El efecto de este añadido a los cubatas
que ya llevábamos, facilitaba expresarnos con más confianza.

Llegando casi a los postres, por debajo de la mesa, noté sobre mi pierna derecha,
encima de mi falda, la mano izquierda de Pedro. La sorpresa unida al efecto del alcohol, me
impidió reaccionar. “Tampoco es tan dramático” - pensé - y permanecí como si no pasara
nada.

Tanto Pedro como yo, continuamos la conversación normalmente. Poco a poco


tomaba confianza y comenzó a mover la mano hacia abajo para desplazar la falda y palpar el
interior de mi muslo. Su contacto era agradable y sus ligeros movimientos hacia arriba y abajo
por mi pierna, acercándose a la ingle, me gustaban cada vez más.

Instintivamente había abierto las piernas en una clara invitación a lo que quisiera,
pero Pedro o era tonto o pretendía hacerme sufrir. No pasó de ahí.

Al acabar la cena, recogimos todo y nos sentamos en los sofás.

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La conversación viró a temas profesionales y Carlos mencionó que tenía el guion de un
corto para rodarlo.

El guion tenía una escena sexual violenta y no sabía con quién contar para rodarla.

Era una violación de una chica a la que previamente ataban a la cama.

Nos explicó cómo se hacían normalmente las escenas de sexo. Nos contó que estas
escenas se hacen a puerta cerrada con el mínimo de personal. Que los actores a veces se
ponen ropa interior color carne para que parezca que van sin ella y evitar el contacto directo o
enseñar todo su cuerpo. En algún caso, el chico se pone una coquilla o incluso un calcetín en su
miembro para no tocar directamente a la chica. Todo dependiendo de hasta dónde estén
dispuestos a llegar los actores. Algunos, para facilitar la comunicación, se toman alguna copita.
Otros, nos dijo, no se andan con remilgos y se follan en directo.

También nos contó que con un spray se rocía agua o aceite para simular sudoración.

En un momento dado Pedro, dirigiéndose a mí, me preguntó directamente:

- ¿Por qué no rodamos la escena nosotros?

Me quede sorprendida. No me esperaba aquella propuesta y respondí con un rápido


¡No, no,…!, seguida de una risa nerviosa.

Marta, como si hubiera descubierto una solución, se me acercó para intentar


convencerme:

- Ana, ¡porfa!, no te cortes. Así rodarás tu primera escena. Si sale mal,


borramos la grabación. Quitamos lo que no te guste. Además estás entre
amigos.

Marta me daba todos los argumentos que se le ocurrían para convencerme.

- Es que me da mucha vergüenza. Primera escena grabada y simular una


violación … - me excusé-

Marta seguía intentándolo y rogándome que lo intentara. Que no pasaba nada que
todos éramos de confianza. En un último esfuerzo propuso:

- Para que no sientas vergüenza, tanto Carlos como yo estaremos desnudos.

Sonreí. Aquello me parecía cada vez más descabellado. Miré a Carlos y observe cómo
asentía deseoso de rodar su escena. Pedro permanecía expectante, observándome y
en espera de mi decisión.

Mi deseo de no defraudarlos y parte el alcohol que llevaba encima, me llevaron a


pronunciar un tímido, e imperceptible “bueno, … ” , con intención de enlazar una
excusa.

Ninguno de los tres esperó a que continuara. Sus gestos de alegría, dando por hecho
que yo asentía, me impidieron seguir. Sin saber cómo, yo era la actriz de una escena de

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violación para un corto dirigido por Carlos. Al parecer, mi compañero de reparto era
Pedro. << ¡Vaya lio en que me he metido! >> – pensé.

Marta tomó la iniciativa y dirigiéndose a Carlos le ordeno:

- ¡Tú y yo, a quitarnos la ropa, que es lo que hemos dicho!

En breves instantes, ambos empezaron a desnudarse. Inconscientemente mi mirada se


clavó en Carlos observando cómo lo hacía sin rubor. Dejó al descubierto su pene, lacio,
que colgaba libremente, nada del otro mundo. Por un instante me pregunté cómo
podía satisfacer a Marta con tan poca cosa. Los cuerpos de ambos eran bonitos.

Empezaron a preparar el equipo de rodaje. No era mucho. Todas las grabaciones las
hacían con cámaras caseras. El presupuesto no daba para más.

Yo seguía sentada y preguntándome cómo me había dejado convencer para esto.

Carlos explicaba lo que íbamos a hacer. Eran cuatro escenas.

En la primera, yo sentada en el sofá, leyendo mientras Pedro se acercaba por detrás y


me colocaba un pañuelo – se supone que con cloroformo – tapándome la boca y la
nariz. Yo debía actuar sobresaltada y acabar inconsciente.

En la segunda, mi acción era poca. Pedro me cogía y me llevaba a la cama.

En la tercera escena, mientras estaba inconsciente, Pedro me desnudaba y me dejaba


en ropa interior.

En la cuarta, me ataba y amordazaba. Se supone que me desnudaba del todo y en ese


momento el efecto del cloroformo se me pasaba y tenía que despertar. Debía poner
expresiones de que me estaban violando.

Me resultaba gracioso ver a Carlos describir las escenas, desnudo y enfatizando cada
fase. A cada movimiento brusco su pene se balanceaba como un péndulo loco.
Evidentemente no le daba vergüenza su desnudez. Según narraba lo que íbamos a
grabar, me pareció que aquel pene que antes no era gran cosa, empezaba a tomar un
tamaño más considerable.

Conforme describía las escenas, mi preocupación iba en aumento. Me grabarían en


ropa interior. Repasé mentalmente mi vestimenta.

Mi ropa era sencilla. Una falda plisada corta por encima de la rodilla y una sencilla
blusa, todo de color blanco.

Antes de salir de casa me había duchado. Siempre lo hago a fondo… quiero decir que
también lo hago por dentro hasta donde alcanzan mis dedos, ambos orificios. A veces
me entretengo más de lo necesario, … pero eso es otra historia. También me había
depilado los incipientes pelillos que empezaban a crecer alrededor de mi sexo. Me
gusta ir bien rasurada y no hay sábado que no lo haga.

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Vestía una falda plisada corta, hasta la rodilla, y una blusa del mismo color abrochada
con botones.

Mi ropa interior era blanca y a juego. Llevaba unas bragas clásicas de las que cubren
tanto por delante como por detrás, sin embargo el tejido era muy elástico y se
adaptaba a mi sexo. Cuando me visto en casa lo hago delante de un espejo grande que
hay en mi dormitorio. Sabía que con ellas se notaba la raja de mi coño y mis pezones.

Marta, conocedora de los detalles del rodaje, trajo un pañuelo y un frasco de plástico
con líquido dentro. Después sacó de un cajón cuatro trozos de cuerda. Las cuatro
llevaban en un extremo una ancha cinta cerrada, como una pulsera, unida por velcro.
En el lado opuesto, un mosquetón pequeño similar a los de escalada. También sacó
una mordaza con una bola roja. Yo había visto alguna cosa parecida en algún video
porno, pero nunca al natural.

Me pregunté si lo habían comprado para la escena o lo utilizaban habitualmente en sus


juegos sexuales. Marta nunca me había hablado de esto.

Apuré la copa que tenía medio llena, deseando que me ayudara a superar la
vergüenza. Marta, como buena ayudante de rodaje, se ocupó rápidamente de
rellenarla.

Miré preocupada a Pedro. Esperaba que su comportamiento, aunque la escena era


dura, fuera cariñoso como en la mesa cuando me acariciaba. Descubrí que estaba más
pendiente de los evidentes encantos de Marta que de mis suplicas.

Colocaron 2 cámaras sobre trípodes, enfocando al sofá donde estábamos para


encuadrar la escena.

Carlos tomó el mando:

- ¡Ya está preparado! Pedro vete a esa zona fuera de cámara y entras hacia
Ana, le pones el pañuelo tapando la nariz y la boca hasta que se quede
inconsciente. ¡Ana!, tú estás leyendo un libro, despreocupada cuando
sientes que te atacan. Ofreces una cierta resistencia y acabas perdiendo el
conocimiento.

La escena no tuvo dificultad. Se rodó y, según Carlos, fue buena a la primera.

La segunda escena también era sencilla y sirvió con una toma. Pedro me cogió en
brazos y me llevo a la cama que se encontraba allí cerca. Me dejó caer sobre el mullido
colchón y reboté un poco. Mi papel era sencillo. No hacer nada.

Cortó para preparar la siguiente escena. Era más delicada y me volvían a entrar las
dudas. Marta colocó en mi mano la copa que había rellenado antes e instintivamente
me la bebí de un trago.

Carlos pareció darse cuenta de mi indecisión y no me dejó pensarlo mucho. Me colocó


en la posición en la debía comenzar la escena, similar a como había quedado en la

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anterior. Movió una de mis piernas dejándola un poco caída hacia el lateral de la cama.
Me subió un poco la falda. Al parecer así es como había caído.

Para colocarme un brazo, se tuvo que inclinar sobre mí y rozó mi pierna con su polla
aunque a él parecía no importarle. Ahora estaba más dura que antes y tenía otro
tamaño. Tragué saliva un poco cohibida y busque a Marta con la mirada. Observaba
todo con una sonrisa aprobatoria.

Carlos se incorporó y le recordó a Pedro que en la escena debía dejarme en ropa


interior y maniatarme con las cuatro cuerdas preparadas para esto y la mordaza.

Cuando Carlos grito “acción”, Pedro se acercó a mí con tranquilidad, yo permanecía


inmóvil con los ojos cerrados y en apariencia relajada. Empezó a quitarme los zapatos.
Lo hizo rápidamente tirando de los tacones.

Notaba sus manos subiendo por mis piernas hasta agarrar la falda. Un brusco tirón y
me las quitó dejándome con las bragas a la vista. Pasaron unos instantes como si
Pedro se hubiera paralizado. Me lo maginé observando embelesado la forma de mi
coño marcado en mis bragas. Aquella idea no me desagradaba.

Pasado un rato continuó palpando mi cuerpo y empezó a desabrocharme la blusa.


Para quitármela tuvo que girarme en la cama y dejarme boca abajo. Fue sencillo.
Quedé sólo cubierta por mi ropa interior.

Pedro metió una mano bajo mi vientre y agarrándome de una pierna, me centró en la
cama.

En esta posición me rodeó una muñeca con la cinta de una de las cuerdas, cerrando el
velcro. La cinta era ancha y aunque la apretó, no me hacía ningún daño. Pasó el otro
extremo de la cuerda por un barrote lateral del cabecero de la cama. Lo rodeó y
enganchó el mosquetón sobre la misma cuerda.

Lo mismo hizo con la otra muñeca usando un barrote del otro extremo. Liberarse era
muy sencillo. Solo había que tirar de la misma cinta y separar el velcro… pero con las
manos separadas en cruz yo no podía hacerlo. Tenía que ser otra persona.

A continuación hizo lo mismo con mis tobillos atados a los barrotes del piecero de la
cama. Quedé atada con brazos y piernas abiertos. La longitud de las cuerdas casi no
me dejaban movilidad.

Pedro tomo la mordaza con la bola roja y me la coloco en la boca atándola en mi nuca.
Era de silicona.

Me pareció que era el momento de simular que despertaba y abrí los ojos mirando
alrededor como desorientada. Miré mis manos e hice un gesto de extrañeza como si
descubriera que estaba atada. Intenté girar mi cuerpo pero no podía. Me agité sobre la
cama. Descubrí que, aunque quisiera, no podía soltarme por mi misma.

Intenté gritar como desesperada pero de mi sólo se escuchaban sonidos guturales.

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Carlos ordeno “corten”, dando la escena por concluida.

Empezó a explicarle a Pedro lo que quería en la última escena. En ella debía quitarme
el resto de ropa y acariciarme todo el cuerpo para, por último, hacer como que me
violaba.

En ese momento sonó el timbre de la puerta. Era David, compañero de Carlos con
quien había rodado algún corto. No le esperaban pero pasaba cerca y se le ocurrió
pasar a saludarnos.

Cuando entró se quedó un poco extrañado. Marta y Carlos completamente desnudos y


yo atada a la cama, amordazada y en ropa interior. Le explicaron que estábamos
rodando una escena para un corto.

- ¡Yo me apunto! – exclamó animadamente.

Intenté protestar, aquello no era lo previsto, pero mi mordaza no permitía más que
sonidos ininteligibles que podían interpretare de muchas maneras.

A Marta y Carlos les pareció bien y enseguida dio la orden de “acción”.

David y Pedro se acercaron a mi uno por cada lado sentándose de rodillas sobre la
cama. Posaron sus manos sobre mi cuerpo y comenzaron a acariciarme hombros y
espalda. Me agitaba para mostrar mi disconformidad. No me habían preguntado sobre
la incorporación de David. Miré a Marta para que cortara aquello pero me devolvió
una mirada de aprobación como diciendo “Lo estás haciendo muy bien”. ¡La muy
cabrona no me estaba entendiendo!

Aquellas manos recorrían mi cuerpo y acabaron posándose sobre mis nalgas. Contraje
los músculos en un movimiento defensivo pero no sirvió de nada. Las manos bajaron y
palparon mis ingles. David y Pedro se copiaban las maniobras sincronizando sus
movimientos. Intentaba gritar más fuerte para que se detuvieran pero mis gritos se
apaciguaban por la bola que tapaba mi boca.

No me había convencido que se incorporara David sin mi consentimiento pero es que


además me estaban metiendo mano descaradamente. ¡Eso no es en lo que habíamos
quedado!

Miré a Carlos implorando con la mirada que detuviera aquello pero le vi con una
sonrisa de aprobación, … y una polla que había dejado de ser pequeña para convertirse
en una duro palo erecto que descaradamente apuntaba al techo. ¡El muy cabrón se
estaba poniendo cachondo con la escena!

Las manos se acercaron a mi sexo y por debajo de las bragas entraron unos dedos que
sin mucha delicadeza empezaron a frotarse arriba y abajo sobre mi coño.

Mi cuerpo reacciono y a pesar de mi desaprobación, no tardó en lubricarse. Notaba la


humedad en mi sexo y con qué facilidad entraban y salían los dedos en él. Cuando
salían aprovechaban para palpar mi clítoris y el pubis.

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Aquello, a pesar de mi disconformidad, me estaba poniendo muy caliente. Hacía
mucho que no me daba un revolcón y esta situación, nueva para mí, aportaba un
morbo desconocido.

Una mano agarro mis bragas y tiró con fuerza. Se rompieron y mi culo quedó a la vista.
Lo mismo le pasó a mi sujetador. Pensé en reclamar en la tienda donde los compré
pero me iba a resultar complicado explicar cómo se habían roto.

De reojo vi a David que se desnudaba. Su polla estaba a reventar. Se colocó sobre mí.
Sentado sobre mis nalgas.

Busque a Pedro por el otro lado. También se estaba desnudando y presentaba una
situación similar.

Repasé las conversaciones anteriores ¿Qué me había perdido? Esto no era lo


convenido. Habíamos hablado de violación simulada y esto tenía pinta de que me iban
a meter el rabo por todos los sitios. No servía para nada pero yo seguía agitándome e
intentando protestar.

La polla de David buscaba mi coño. Yo no podía retirarme y lo que es peor, este iba por
libre y estaba abierto y mojado por la situación. Entró sin dificultad y ejecutó un
movimiento rítmico arriba y abajo que me ponía cada vez más cachonda.

No tardó en correrse. Me inundo el interior de un caliente semen líquido que de algún


modo me relajó.

Pedro sustituyo a David en la posición. Con su polla erecta buscaba por donde entrar
en mi cuerpo. Se posicionó sobre mi ano, moviéndola alrededor. Bajo hacia mi chocho
y la introdujo fácilmente. La movió dentro de él como si removiera una cucharilla en el
café para disolver el azúcar. Volvió de nuevo a mi ano y entonces me di cuenta de sus
intenciones. El paseo previo había sido para lubricar su pene. Se posicionó y en un
empujón me la metió hasta donde pudo. En ese momento agradecí mis costumbres en
la ducha. Utilizar mis dedos habitualmente había permitido, aun sin experiencia previa,
que me la metiera por el culo sin un dolor espantoso.

Permaneció un rato moviéndose adentro y afuera. Después volvió al agujero clásico. A


mí me faltaba poco para correrme. Había dejado de gesticular para mostrar mi
negativa y ahora me movía para disfrutar más del placer. Unos espasmos recorrieron
mi cuerpo mientras me llegaba el orgasmo. Pedro tampoco pudo contenerse y eyaculó
dentro de mí. Un lago chorro de líquido caliente volvió a llenarme por dentro.

Pedro se dejó caer sobre mí, con su polla en mi interior mientras yo seguía teniendo
mis pequeños temblores de un orgasmo que aún no había terminado.

Cuando terminó, me quedé totalmente relajada. Escuché el “corten” de Carlos y


enseguida vinieron tanto Marta como él a felicitarme por la escena. Me quitaron la
mordaza y las ligaduras de manos y pies.

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Yo estaba agotada, al final lo había pasado tan bien que desistí de recriminarles que
aquello no era lo previsto. No quería que cambiaran sus caras de felicidad.

Tras todo lo pasado, Marta con sinceridad, me reconoció que se había puesto muy
cachonda. Carlos no tenía que decir nada. Su miembro demostraba que también.

Sin mediar palabra, Carlos y Marta se fundieron en un morreo de larga duración.

David y Pedro se tumbaron a mi lado. Los tres estábamos en la cama tumbados boca
arriba. Ambos tenían el pene flácido. Habían descargado y no podían más.

Permanecimos viendo el espectáculo que nos daban Marta y Carlos.

Marta apoyaba las manos sobre el respaldo del sofá mientras Carlos la follaba desde
detrás, levantándole una pierna hacia nosotros. Desde nuestra posición en la cama
podíamos contemplar su polla entrando y saliendo del coño de Marta que daba
pequeños gritos cada vez que volvía a empujar para meterla.

Pedro colocó una mano sobre mis tetas para acariciarme. David hizo lo mismo sobre
mi coño. Aquellas caricias no podían calentarme de nuevo. Acababa de correrme y
necesito un poco de tiempo para ello. Sin embargo me gustaban por la intimidad que
emanaba de la situación.

Marta elevó el volumen de sus gritos mientras Carlos comenzaba a moverse más
rápidamente. Durante unos instantes, Carlos se pegó más al cuerpo de Marta e incluso
se puso de puntillas intentando entrar más en ella. Pude contemplar como salía del
coño de Marta un líquido claro. No era muy denso. Evidentemente Carlos se había
corrido dentro. Tampoco había que ser muy observadora. Las caras de ambos lo decían
todo.

Se había hecho tarde y nos ofrecieron quedarnos a dormir. El sofá se hace cama y
Marta y Carlos podían dormir en él.

Dormimos los tres juntos en la cama. Pedro y David y yo entre los dos.

Suelo dormir de lado y durante toda la noche sentí en mis nalgas la polla de David. No
me molestaba pero tampoco podía hacer mucho. En mi vulva tenía la de Pedro que me
impedía huir.

El despertar fue muy agradable. Noté el pene de Pedro en erección, apuntando hacia
mis pechos, aprisionado por mi vientre. Sentí el de David en una situación parecida,
entre mis nalgas.

Cuando abrí los ojos me encontré los de Pedro que me miraban casi implorando. No lo
pensé. Bajé mi mano y agarre su polla bajándola hasta embocarla en mi coño. De
nuevo volvía a estar caliente. Levante un poco la pierna y me acerqué a él para que
entrara en mí. Me incorporé y me senté encima de él.

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David no perdió el tiempo. Al comprobar lo que hacíamos se levantó, se colocó tras de
mí e introdujo su rabo por el agujero que estaba libre. Nunca me habían follado a dos
chicos a la vez.

Apareció Carlos que se puso delante de mí. Contemple aquella polla erecta que de
nuevo tenía un tamaño considerable. Me apuntaba provocadora. No pude resistir la
tentación y la metí en mi boca.

Con una mano sostenía sus genitales apretándolos un poco. Con la otra abarcaba su
pene reteniendo la piel del mismo según la metía o sacaba de mi boca. Con mi lengua
chupaba la parte descubierta de su glande. La cara de Carlos lo decía todo. Sus ojos
semicerrados y algo encogido sobre sí mismo me daban una idea de que le faltaba
poco para correrse en mi boca.

Me preocupaba lo qué diría Marta si nos veía así. La busqué de reojo y allí estaba ella,
con una mano se tocaba los genitales y se masturbaba. En la otra sostenía una cámara
y llevaba un rato grabándolo todo.

No se cómo pero los tres estallaron a la vez, como si se hubieran puesto de acuerdo.
Mis agujeros se llenaron de un agradable y fluido líquido caliente regando mi interior.

Mi cuerpo no pudo resistir más y varios temblores recorrieron mi cuerpo. Me dio la


sensación de que mi coño también segregaba algún tipo de líquido. Nunca me había
ocurrido nada igual. Abrí la boca de placer mientras resbalaba el semen que Carlos
había vertido en ella.

Las pollas que aún estaban dentro de mí perdían vigor y habían reducido su diámetro.
Sentí como como de mis agujeros salían los líquidos depositados y se desplazaban por
mis piernas cayendo sobre Pedro.

La mañana del domingo, tras una ducha rápida, la pasamos editando las grabaciones.
Me dieron una copia para mí.

Todos los días de la semana he visto el corto y rememoro aquella noche.

Jamás me hubiera imaginado que mi primer papel sería como actriz porno …¡ y que me
gustaría!

Estoy dudando si dedicarme a esto … ¿Algún consejo?

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