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EL ORGASMO FEMENINO.

NOTAS DE UN PROFANO AMATEUR

Cuando comenté con algunas amigas y compañeras de trabajo la idea de

escribir un artículo sobre el orgasmo femenino para Playboy, varias se

mostraron extrañadas. Según ellas, Playboy siempre o casi siempre se ocupa del

punto de vista masculino, aun más, del punto de vista machista. Una llegó a

decirme: "Para Playboy las mujeres no son otra cosa que objetos de placer,

bellas y tontas criaturas que ellos admiran de manera voyeurista". Otra me dijo:

"Los hombres compran Playboy para consolarse de la fealdad de sus viejas". Y

otra, aún más osada, dijo: "Con la aparición del sida, las ventas de Playboy

deben haber aumentado. Ya los hombres no quieren acercarse a las mujeres.

Prefieran masturbarse mirando a hermosas y desvergonzadas gringas,

brasileñas o suecas de las revistas o teniendo aventuras imaginarias con las

prostitutas que hacen de actrices en videos pornogáficos".

Sin atreverme a juzgar las opiniones de estas mujeres, y conociendo que

Playboy México está interesado en publicar artículos de fondo y buena literatura,

reiteré mi interés en hacer una especie de investigación de campo sobre el

orgasmo femenino. Todas las mujeres entrevistadas --amigas, con quienes

tengo confianza, dispuestas a hablar siempre que no se mencionen sus nombres

(sólo una de ellas solicitó que se incluyera su nombre, para sentir la gloria de ver

sus opiniones en Playboy) --accedieron gustosas; una, con pícara sonrisa me

dijo:
--Yo no te puedo hablar de cosas científicas sino de mi pura experiencia y te

aseguro que tengo cosas que contarte--. Robusta de pechos, inocentona,

dispuesta a confesar todo, se cruzó de piernas y pidió que le preguntara lo que

quisiera.

Dice que no ha conocido a otro hombre que no sea su marido. El hombre es --lo

conozco-- bastante poco ilustrado, por no decir ignorante. Trabaja como chofer y

parece poco hábil en asuntos eróticos. "De diez cogiditas --dice Rosario-- yo sólo

obtengo un orgasmo". Le pregunto por qué. ¿Es que tú no te liberas o que tu

marido no sabe hacerte el amor? Sonríe.

--Tal vez no obtenga los orgasmos que merezco porque mi marido no es el

hombre indicado--. Y agrega—: -Mis orgasmos en la vida diaria no son muy

intensos. En cambio, en sueños, los he llegado a sentir con mucha potencia.

Sueño con mis compañeros de oficina y con personas que ni conozco.

El caso de Rosario es fácilmente explicable: no está bien atendida

sexualmente, nunca ha tenido aventuras.

Súbitamente se detiene a meditar y dice:

--Sí tuve un novio que me acarició bien. Yo tenía orgasmos con él sin que

hiciéramos el amor. Era un hombre atento, intelectual, un hombre con gran

sensibilidad, muy diferente a mi marido.

Berenice también es secretaria, pero a diferencia de Rosario, ha tenido

experiencia sexual gratificante, aunque no excesiva. Dice:


--Yo no fallo. Cada vez que hago el amor, tengo mi recompensa. Sexualmente,

gracias a Dios, estoy muy bien servida. Me apasiona el jueguito del amor. !Aso!,

culminar juntos es la maravilla del siglo.

Le pregunto qué siente.

--¡Qué no siento! Es como si de pronto me desbocara, se me van los ojos de

lado, se me ponen en blanco, sudo frío, me agarro del respaldo de la cama

porque siento que la tierra tiembla. Yo no necesito leer libros ni asistir a

conferencias. Yo puedo escribir los libros y dictar las conferencias. ¡El punto G 1!

¡Payasadas! Yo soy una bomba atómica. Donde quiera que me toquen exploto,

gracias a Dios.

Pensaría uno al escuchar estas declaraciones que Berenice es algo libertina. En

absoluto.

--Para tener orgasmo yo necesito amor, necesito mojarme el calzón con sólo

recibir una mirada tierna. A veces un beso me pone al borde del orgasmo.

Dice haber tenido su primer orgasmo a los 17 años, lo obtuvo gracias a puras

caricias, puros besitos.

--Yo era tan inocente que me dejaba hacer todo. Yo no agarraba nada, era muy

repimida. Pero una vez que me sacaron el aparato y me lo pusieron en la mano

no supe qué hacer. Yo no sabía qué era eso. Me educaron en un mundo de niñas

y de monjas. Al principio, cuando tuve ese aparato en la mano, me asusté, pero

luego le fui tomando confianza, gracias a Dios.

1
El punto G o punto de Grafenberg es una pequeña protuberancia esponjosa
que queda en la parte anterior de la vagina, en la cual, según el
científico que le dio nombre, las mujeres tienen una sensibilidad exaltada.
Berenice fue forzada a su primer acto por quien llegaría a ser su esposo.

Convivió con él diez años y procreó varios hijos y durante su matrimonio dijo no

haber tenido ni un solo orgasmo. Una vez se atrevió a tener una aventura con

un hombre que la trató bien, y a partir de entonces abandonó a su marido y

disfrutó de su amante, a quien le ha sido fiel.

El tercer caso es quizás el más interesante. Corresponde a una actriz

semiprofesional, con una cultura general superior a la del promedio de las

mujeres latinoamericanas. Tirana --llamémosla así-- paradójicamente sigue

atada a su marido, aunque reconoce que es un hombre que no llena sus

aspiraciones y que, en el plano sexual, es perezoso, poco imaginativo y

machista. A pesar de ello, las respuestas de Tirana con respecto al orgasmo, son

bastante agudas e ilustrativas.

--¿Qué es el orgasmo? --le pregunto.

--Lo más grande del gozo humano corporal que existe --responde.

--¿Lo puedes tener con personas a quienes no ames?

--Sí, claro. Lo puedo tener hasta con mi marido.

--¿Con qué frecuencia?

--Con la frecuencia que quiera-- dice. Luego agrega—:- Yo me tengo medida

cuando estoy en celo: unos días después de la menstruación. Me pasa que veo a

mis amigos y los quiero besar y abrazar. Miro a los hombres como si los quisiera

devorar. Siento un hervor por dentro y necesito apagarlo, aunque disimule mi

ansiedad con un exceso de cariño, con amabilidad, a veces casi con servilismo.

--¿Podrías definir de alguna forma el orgasmo?


--Sólo con imágenes puedo hacerlo. Es como cuando el agua rompe en hervor.

Es como si yo montara en un caballo que va al trote, que se apresura

gradualmente, cada vez más rápido, hasta que éste se desboca y ya no puedes

parar hasta que caes en el deleitoso abismo. Pero yo me puedo controlar antes

de pasar de esa raya fatal. Yo puedo alargar el asunto hasta que quiera. Si lo

deseo puedo hacer que dure toda una noche. Cuando tienes un orgasmo de

todos lados te sale vapor: de tus ojos, de tus pezones, de tu vagina. Y el post-

orgasmo es increíble si estás con alguien que amas.

Al hablar sobre sus primeras experiencias dice:

--Mis primeras relaciones sexuales fueron por amor, pero no logré orgasmos.

Tuve un novio que me manoseó, me tocó el clítoris y yo sentí algo muy grande,

como un tren en marcha que se acercaba en la oscuridad y silenciosamente,

pero lo suspendí--. Reflexiona. Continúa:

--A mí no me basta que me penetren. Yo necesito ayuda. Que me acaricien el

clítoris. Y si no me lo tocan, yo me lo toco. Es por eso que prefiero cabalgar a ser

cabalgada. Esta posición hace que mi muñequita clítoris se estumule y que yo

sea feliz.

Tras haber hecho esta breve investigación de campo me ocuparé de mi

propia experiencia. Ello con el objetivo de dar una perspectiva exterior. Mi

conocimiento del asunto es no sólo vivencial sino literario. He asistido a unos

cuantos orgasmos, algunos bastante particulares y sofisticados (acaso falsos).

En dos casos, de mujeres relativamente parecidas (una maestra y ex-azafata

costarricence; y otra abogada, mexicana, dispuesta a disfrutar de la vida hasta


el fondo) que en el momento de alcanzar el éxtasis comenzaron a emitir

imprecaciones, barbaridades, dignas de un marinero en derrota, en varios

idiomas. Me ha tocado el caso de una mujer que siempre que alcanzaba el

orgasmo, se ponía a llorar como si estuviera asistiendo al entierro de su madre.

Esto es explicable, disculpable, incluso diríase normal, cuando el hombre ha

llevado a cabo un amoroso y profesional trabajo sobre el cuerpo y el espíritu de

una mujer a quien Dios no le había deparado antes más que patanes.

Una mujer puede llorar de emoción o agradecimiento, una mujer puede llorar

porque siente una plenitud como antes no la había sentido. O puede llorar para

ocultar su incapacidad de entregarse. O por lástima de sí misma. O por

reconocer que está en la cama o en la vida de un hombre que no la merece. O

por mil razones. Una verdad es que las mujeres tienen razones que los hombres

no entienden; otra, que cada mujer tiene su propia forma de orgasmo, y si unas

sienten que se les mueve la tierra, otras simplemente experimentan un leve

rubor, relajamiento y ganas de dormir.

Hay mujeres a las que les favorece el racionalizar sus experiencias sexuales, el

llevar cuentas de sus orgasmos e incluso ponerles puntuaciones de uno a diez.

Muchas de estas mujeres llevan un diario detallado de su vida erótica. Otras,

prefieren mantener su vida sexual en el limbo del misterio y entregarse al furor

de los fluídos espirituales y físicos. No se puede decir que un tipo de mujer sea

superior a otro, aunque en términos estrictamente racionales, es una ley que

aquello que más se estudia, se conoce mejor. En contra de esta opinión se

levantaría una objeción histórica y acaso un poco machista: las mujeres


generalmente no se dejan guiar por la razón, sino que se entregan a la intuición,

a lo que podríamos llamar la sabiduría de sus naturalezas.

En asuntos eróticos la comunicación es básica: según los Sarrel "la capacidad

para compartir con la pareja sentimientos y pensamientos acerca del sexo es el

factor más altamente relacionado con una buena relación sexual... Los que

gozaban de un buen nivel de comunicación hacían el amor más a menudo y

tendían a estar más satisfechos con frecuencia".

Más extraño que el llanto en el orgasmo es el caso de una mujer que en lugar

de llorar al alcanzar el deleite del cuerpo, se ponía a reír de forma

descompuesta. Esta experiencia, definitivamente extravagante, la registré en mi

novela Mujeres amadas (Plaza y Janés, Colombia; Universidad Veracruzana,

México) --y espero que los indulgentes lectores disculpen el inefable placer de

citarme a mí mismo. Copiaré el párrafo in extenso para ejemplificar mi

percepción no del orgasmo femenino, sino de un orgasmo femenino:

Cuando nos acercamos a la plenitud lo hacemos frente a frente, los


ojos en los ojos. Veo brillar sus dientes intensamente blancos en
contraste con el rosa pálido y húmedo de sus labios. Veo el umbral
vivo de su boca y siento la cálida caricia de su aliento y pienso que
es su alma la que emana y baña mi rostro. Contemplo como en
medio de un resplandor sus ojos, más vivos que nunca, entregados
a la delicia de su propia belleza. Siento su cuerpo tenso como un
arco flexible y sin embargo poderoso, intuyo que ha llegado el
momento del vuelo de la flecha, tomo sus nalgas con mis manos,
las acuno abarcando sus hemisferios, palpando en ellas al mundo,
cierro los ojos tratando de conservar en la memoria de las tinieblas
luminosas todo el resplandor de ese cuerpo que ha alcanzado su
momento más feliz y bello, me entrego por completo, me doy sin
restricciones. El cuerpo de Irgla permanece rígidamente aferrado al
mío, agarrotado en una especie de extraña desesperación, su
respiración se ha suspendido, retiembla su pecho y vibra contra el
mío al galope de su corazón. La crispación se prolonga, me turba,
pero no me atrevo a intervenir en la sucesión de incomprensibles
metamorfosis que deben estar acaeciendo al otro lado de mi piel.
Su cuerpo se desmadeja, se desarticula, no con el alivio del hallazgo
y la satisfacción, no con el goce que proporciona la solución final,
sino con un abandono doloroso. Tiembla. Vuelve a crisparse. Los
estremecimientos retornan sin el placer rítmico de los rescoldos,
acompañados por intentos de contener algo indecible que pugna
por manifestarse. Irgla emite una pequeña carcajada. La entiendo,
la quiero entender, como una forma de alivio, como una
manifestación de júbilo y liberación. Sé que quiere decir algo pero
noto que todo su cuerpo se opone, se rebela contra una explicación.
Sigue riéndose. Ríe dolorosamente, a pesar suyo. Lágrimas corren
por sus mejillas. Sus puños están apretados, encerrados en sí
mismos, ajenos a mí. Entierra su rostro en mi hombro y continúa
riéndose. No hay nada que yo pueda hacer excepto esperar.

Tal manifestación, algo extraña, sin duda, a partir de ese primer orgasmo, se

vuelve a repetir a lo largo de la relación entre el protagonista y su amada. Y

estas carcajadas se vuelven tan frecuentes en el acto amoroso, que el hombre

termina por acostumbrarse a ellas 2. Esta forma de manifestar (de anunciar y

desencadenar y suceder) el orgasmo es atípica --no diré anormal, pues en tal

caso todas las mujeres resultarían anormales: cada una de ellas tiene una forma

de comportarse durantre el orgasmo--. El de Irgla, la protagonista de Mujeres

amadas no es, para decirlo claramente, un orgasmo sano, sino un orgasmo

arrancado a pesar de la mujer, un orgasmo al que ha llegado la mujer después

de superar su pernicioso concepto del pecado. ( Los detalles de esta relación

sólo podrá investigarlos el sufrido lector en la novela.)

2
Se me ocurre la posibilidad de escribir un artículo sobre orgasmos
literarios. Cómo reacionan los personajes de D.H. Lawrence, Henry Miller,
García Márquez, Garcia Ponce, ante la experiencia de la exaltación erótico-
amorosa. Tal vez lo haga para Playboy en un futuro próximo. (Nota
posterior: Tal artículo nunca llegué a escribirlo. Mi relación con Playboy
terminó cuando censuraron un cuento porque tocaba un punto neurálgico del
Distrito Federal: el famoso Teatro Blanquita).
Nada como la libertad, el sosiego, el saber que al día siguiente no habrá prisas,

nada como el amor, para disfrutar un buen orgasmo, y, claro, sus secuelas, el

post-orgasmo: ese entregarse dulcemente al sueño, abrazados a un cuerpo

conocido, cuyo olor y calidez nos adormece, nos hace sentir en familia. Las

aventuras pueden suministrar emociones intensas, pero fugaces y que culminan

en el vacío y la desilusión. Así como se disfruta más y se aprende más de una

obra de arte, también del amor satisfecho, corporal y espiritualmente hablando,

se desprende una vida equilibrada: un buen sueño, relajado, y un feliz despertar,

que permiten afrontar las dificultades de la vida diaria con una sonrisa.

El orgasmo de mi vida

A las entrevistadas hay que ablandarlas para que suelten sus secretos y revelen

sus misterios. Lucrecia, una hermosísima criatura que apenas está entrando en

la madurez, pero que conserva un hermosa inocencia en la mirada, después de

dos o tres preguntas convencionales, a las que respondió de forma adocenada,

nos soltó un bello párrafo que llamaremos "el orgasmo de la vida". Todas las

mujeres que gozan del amor lo han tenido: es un orgasmo sísmico, conmovedor,

que parece anular a todos los anteriores y que acaso recuerde durante el resto

de su vida. Pero comencemos por el proceso de ablandamiento. El diálogo fue

más o menos así:

--¿Qué es para ti el orgasmo?

Lucrecia se queda mirando el techo.


--No sé qué decir.

--¿En qué circunstancias has tenido tus mejores orgasmos?

--Lo que facilita que me llegue la luz es que me quiera mi hombre. Cuando

me quiere mucho es más fácil.

--¿Por qué?

--Porque no es lo mismo tener relaciones con una persona vacía, que

tenerlas con una persona con quien te identificas, con quien has vivido y a quien

conoces. Hacer el amor con un desconocido sería como caminar por un bosque

desconocido: avanzaría con miedo y no disfrutaría de las bellezas naturales.

--¿Qué sientes durante tus orgasmos?

--Es como una ansiedad de salirme de mí misma, pero como que no tengo

el valor de hacerlo. El orgasmo es una liberación de mí misma.

--¿Cuántos orgasmos al mes?

--Si acaso cuatro, con suerte, porque las circunstancias no lo permiten. Sin

embargo, cuando voy de vacaciones, y me encierro unos días con mi esposo,

puedo tener dos o tres al día. Y así seguir todas las vacaciones hasta batir los

mejores records.

--¿Cuándo son tus orgasmos más intensos?

--Después de mucho tiempo de no hacer el amor y de no tener a mi

amado cerca. Cuando tienes a tu esposo lejos, el mismo afecto hace que tus

relaciones sexuales sean más completas. Es como cuando abusas de un

alimento. Te empachas.
--¿Piensas que hay alguna diferencia entre el orgasmo masculino y el

femenino?

--Para los hombres el orgasmo es muy fácil, porque los hombres lo ven

más como una cosa fisiológica que amorosa. Por ejemplo yo, si no quisiera a mi

marido, no podría tener nada con él.

Y esto nos lleva a un tema muy interesante: el de la diferencia de

naturaleza entre el hombres y la mujer.

--Para mí no se trata de un desahogo fisiológico, sino espiritual. Sí, el

orgasmo es una entrega fisiológica, no lo dudo, pero es más que todo espiritual.

Después de un orgasmo sientes paz, tranquilidad, satisfacción, autenticidad. Es

como darse todo, darse sin trabas, sin nada.

--¿Recuerdas alguna ocasión en que hayas tenido un orgasmo muy

intenso?

Los ojos de Lucrecia se iluminan.

--Mira, la verdad es que mi esposo y yo no tenemos tiempo ni paz para

hacer el amor. El trabaja, yo trabajo. Los niños van a la escuela. Yo estudio, él

tiene un horario muy pesado. Un día decidimos que ni él ni yo iríamos al trabajo.

Llevamos a los niños a la escuela y nos quedamos solos toda la mañana.

Abrimos las cortinas, entró el sol, que daba directamente sobre la cama. Nos

desnudamos y nos comimos mutuamente horas y horas. Luego hicimos el amor

de una forma bellísima. Yo recuerdo el brillo del sol en los ojos de mi esposo

cuando me miraba después que hicimos el amor. Cuando cerraba los ojos la

chispa de luz desaparecía. Mi esposo gritó ¡te amo, te amo!, como nunca lo
había hecho y yo me sentí inmensamente feliz. Creo que ese fue el orgasmo de

mi vida. Querría volver a vivir toda mi vida desde niña para repetir ese instante.

El aspecto científico

Sigmund Freud habla de lo que él llama <<el orgasmo vaginal maduro>>. Y lo

define como el que se logra solamente mediante la penetración del pene en la

vagina. Otros autores como Lonnie Barbach 3


y Masters y Johnson, consideran

que orgasmo es orgasmo, no importando cómo se logre. En ciertas

circunstancias una buena felación o un buen trabajo bucal aplicado a la puerta

del placer, dan como resultado orgasmos cataclísmicos. Hay algo de sentimiento

de culpa en algunas personas que se sienten mal si no logran sus orgasmos

mediante la tradicional introducción. No hay peor enemigo de la plenitud que los

sentimientos de culpa. La cama debe ser territorio de libertad. Si no lo es, la

relación amorosa puede tornarse tormentosa.

Hay mujeres que logran el orgasmo sin estimulación física, solamente con

el recurso de la imaginación, pero éstas son apenas el 1% del total. Hay quienes

hablan del orgasmo clitoridiano, que es el que se consigue mediante la

estimulación del clítoris. Algunas mujeres lo consideran inferior en calidad al

vaginal. Al respecto dice Barbach que "los orgasmos clitoridianos siguen

soportando la maldición de la creencia de que son indicio de un desajuste

3
Gran parte del material científico citado en este artículo pertenece al
libro Los secretos del orgasmo femenino, mala traducción de For each other,
que en español vendría siendo El uno para el otro, obra de Lonnie Barbach,
Ediciones Martínez Roca, México, 1993.
psicológico y la evidencia de un problema profundo y fundamental, y se

clasifican con la etiqueta de inmaduros y neuróticos".

Whipple y Perry, sostienen la hipótesis de que dos caminos neuronales

distintos gobiernan al orgasmo, y que es por ello que hay una división entre las

mujeres que alcanzan sus mejores orgasmos por la vía clitoridiana o por la vía

vagina.

Sin embargo los orgasmos no sólo se logran mediante la estimulación del

clitoris o la vagina. También por medio de la imaginación, o de la estimulación

de los senos, se pueden conseguir. Singer, por ejemplo, ha clasificado siete

tipos de orgasmos, dependiendo de la zona que se estimule.

Por otra parte, hay básicamente dos modelos de sexualidad: el masculino

y el femenino. Hasta casi el presente, los machos son los que han impuesto su

concepción de la sexualidad. Los hombres tradicionales entran en las mujeres a

saco, sin prudencia, sin preparativos o juegos previos, y las mujeres deben ceder

a este ritmo descortés, y apurarse a tener sus orgasmos, so pena de quedar

insatisfechas, despiertas y marginadas.

La versión femenina de la sexualidad solamente se ha manifestado en

años recientes, con la aparicion de mujeres dispuestas a hablar sobre sus

necesidades. No sólo han hablado en el plano científico, sino en el testimonial y

literario. Simone de Beauvoir, Isadora Duncan, Virginia Woolf, George Sand han

contribuido a difundir una nueva concepción del erotismo en el que la mujer

tiene un papel activo, creador. En el pasado el hombre se satisfacía a costa de la

mujer. Llegaba, desnudaba y vencía. <<Pim,pam, pum, gracias señora>>,


como escribe Barbach. En la actualidad las mujeres exijen reciprocidad: no sólo

el hombre ha de tener su orgasmo, sino que debe propiciar el de su compañera.

Zilbergeld y Ellison dividen el ciclo de la exitación y la reacción sexual en

cinco partes: 1) deseo, 2) excitación, 3) preparación fisiológica, 4) orgasmo y 5)

satisfacción.

"Cuando la tensión sexual aumenta --dice Barbach--, el cuerpo se tensa

cada vez más. A algunas mujeres les empiezan a vibrar las piernas, otras

tensan manos y pies, en algunos casos puede arquearse la espalda o la pelvis, o

todo el cuerpo puede moverse arriba y abajo, en movimientos circulares". Es

claro que en tales circunstancias, el cuerpo femenino ya no es movido de

manera voluntaria, sino que obedece a impulsos incontrolables. La mujer se

entrega, se deja ir, porque no tiene otra alternatiiva.

A medida que se acerca el orgasmo, hay una vasocongestión muscular: la

sangre se concentra en el músculo que rodea la vagina --llamado PC,

abreviación de "músculo pubococcigénico"---- y produce una hinchazón. El

tamaño del orificio tiende a reducirse. Como resultado de esto nos enfrentamos

a una paradoja, a una lucha de dos contrarios: por una parte el cuerpo exige la

penetración y por otra parece querer impedirlo. Esto representa un reto, tanto

para la mujer --cuyo carácter contradictorio, antitético, misterioso, se ha cantado

y reprochado tanto-- como para el hombre. En esta lucha de querer y no querer,

de alargar los ritos previos, de acercarse al abismo sin decidirse a saltarlo, es

donde está el encanto, la maravilla y los peligros del orgasmo, esa expresión

indescifrable que une al ser humano con el animal, al cuerpo y al espíritu.


Pero en sí, ¿qué es el orgasmo, independientemente de la poesía y la

filosofía? ¿Qué es el orgasmo en términos fisiológicos? Responde Barbach: "El

orgasmo es el reverso del proceso fisiológico de aumentar el placer... y supone

la repentina liberación de la sangre que se ha acumulado principalmente en la

zona pelviana, y que ahora fluye de nuevo hacia el resto del cuerpo". Y en

efecto, así lo sienten tanto el hombre como la mujer: como una acumulación de

energías que luego se liberan.

"Es como si --comenta Clarisa, ex modelo y ahora vendedora de seguros--

yo fuera una represa que se va llenando de agua, hasta que el agua llega a un

punto en que ya no puedo contenerla, se rompen los diques y yo quedo vacía,

aliviada, relajada". La metáfora es precisa, casi científica: todo el ser --no sólo la

sangre-- se va llenando de tensión represada, la tensión crece, crece, hasta que

ya se hace insoportable, y la presa revienta: el orgasmo se manifiesta como el

desbordamiento de las aguas del ser, y arrasa con todo; las tinieblas habitan de

nuevo sobre las aguas, que se aquietan cuando han encontrado su nivel.

Es tan particular, tan personal la manera en que cada mujer llega a su

orgasmo y cómo se manifiesta ésta, que Hartman, Fithian y Campbell

denominan a esta individualidad la huella dactilar del orgasmo.

Un poco de filosofía

El orgasmo es la forma democrática, al alcance de todos, que los seres humanos

comunes y corrientes tienen para alcanzar algo similar al éxtasis de los santos,
en el que ellos creen ver a Dios (y acaso lo vean y lo sientan). En el orgasmo las

mujeres --más que los hombres-- alcanzan a intuir, a concebir la esencia de lo

que es el amor, la entrega absoluta, la fe total en el compañero de lecho. Y ello

sucede precisamente en ese instante en el que un grito sale de lo más

profundo, íntimo y sutil del ser humano: !Te amo! !Te amo! Y ello sucede en el

mismo instante en que el cuerpo se vacía en otro cuerpo, se diluye, se

desvanece, se consubstancia, se mezcla y todo el ser sonríe aliviado, para

después entregarse al sueño y a la mañana siguiente amanece con ánimo para

afrontar las adversidades del mundo 4.

El orgasmo es la visión previa del paraíso y nos ayuda a sobrellevar los

fragmentos de infierno que nos toca soportar día a día. Sin duda el ser humano

sería infinitamente más desgraciado, más neurótico, despótico y miserable, si

careciera de la posibilidad del orgasmo. En el orgasmo el ser más desgraciado

alcanza alturas sublimes, y el prepotente se reconoce débil, vulnerable,

dependiente. El orgasmo es una especie de pequeña muerte: la mejor muerte,

la que proporciona el placer. El orgasmo nos otorga el sentimiento de que en

realidad hay pocas cosas en el mundo material que superen el valor íntimo de la

comunicación. El orgasmo compartido es la muerte de la vanidad y el

reconocimiento de que existimos en el mundo como parte de una totalidad, no

4
Estoy adivinando las objeciones de algunos lectores: Sí, claro que hay
orgasmos que se producen sin que haya amor o afecto entre la pareja.
También pueden ser muy intensos, pues conllevan la posibilidad de la
aventura. Y acaso sean en ocasiones más desquiciantes que los que se
producen entre compañeros que tienen una larga historia. Pero el tema del
orgasmo sin amor no es el que me he propuesto abordar en este artículo. Mi
intención al escribir estas notas es el de englobar la parte espiritual,
afectiva del orgasmo, y el de tratar de comprender el fenómeno en su
complejidad: no como mero alivio del cuerpo.
como individuos egoístas y destructivos. Quien aprende a cooperar con el

orgasmo de su compañera o compañero de lecho, aprende a ser generoso en

todos los planos de su vida. Quienes son felices en el lecho tienden a ser felices

fuera de él, y a transmitir su felicidad al mundo que los rodea.

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