Está en la página 1de 9

JOHN KNOX Y LA ENTREVISTA CON

LA REINA MARIA DE ESCOCIA


Cuando María Estuardo de 18 años, reina de Escocia llega de Francia a
escocia en 1561, ella pidió que John Knox que visite su palacio para una
entrevista. Pocos hombres resistían la belleza y el encanto de la reina, pero
John Knox estuvo inmune a todos sus halagos.
Ella habló con John Knox y tuvo una gran discusión con argumentos con él,
ninguno estuvo presente, excepto el Señor James Stewart y dos de las
damas estaban de pie cada una en el otro extremo de la casa.
La Reina acusó John Knox que había levantado a una parte de sus
súbditos contra su madre Mary de Guisa y contra sí misma; por haber
escrito un libro contra su justa autoridad, llamado “El tratado contra el
Regimiento de la Mujer” el cual causó que ella busque al más docto en
Europa para que escriba en contra de ese tratado; y que él era la causa de
la gran sedición y de la gran masacre en Inglaterra; y que se le dijo que él
lo hizo por practicar magia negra y otras cosas más.
A lo cual John Knox respondió:
"Madam, puede por favor, Su
Majestad pacientemente
escuchar mis respuestas
simples. En primer lugar, si
para enseñar la Verdad de
Dios con sinceridad, si para
reprender la idolatría y el
querer un pueblo que adore a
Dios de acuerdo a Su
Palabra, se levante súbditos
contra su Princesas,
entonces no puedo
excusarme, porque Dios le ha complacido de Su misericordia hacerme uno
entre muchos para revelar a este reino de la vanidad de la religión Papista,
y el engaño, el orgullo y tiranía del Anticristo Romano.
Pero, Madam, si el verdadero conocimiento de Dios y de su correcta
adoración son las principales causas, que debe mover a los hombres
desde su corazón a obedecer sus justos Príncipes, es más seguro que
sean así, ¿en qué puedo estar reprendido? estoy seguro y convencido de
que su Excelencia ha tenido y tiene en la actualidad, como la obediencia
no fingida de los que profesan a Jesucristo dentro de este reino, como
siempre tu padre u otros progenitores tenían de los que se llamaban los
Obispos.
Y tocar este libro mío le parezca tan alta ofensa a su Majestad, es más
seguro que lo escribí, y yo estoy contento de que todos los doctos del
mundo lo juzguen. He oído que un inglés ha escrito en contra de mi obra,
pero yo no lo he leído. Si él ha mejorado lo suficiente (desmentido) mis
razones, y estableció sus proposiciones contrarias con testimonios tan
evidentes como yo he hecho en la mía, no voy a ser obstinado, pero voy a
confesar mi error y la ignorancia. Pero a esta hora he pensado, y aún
pienso, que soy más capaz de mantener las cosas afirmadas en mi trabajo,
que cualquiera de diez personas en Europa sean capaces de refutarla.
Reina María: "¿y tú piensas entonces que no tengo ninguna autoridad
justa?"
John Knox: "Por favor, Su Majestad, muchos hombres doctos en todas las
épocas han tenido sus juicios libres. Ellos han discrepado entre ellos
mismos muchas veces del juicio común del mundo. Los tales también han
publicado, tanto con la pluma y la lengua, y sin embargo, no obstante, ellos
mismos han vivido en la sociedad común con los demás, y han llevado
pacientemente los errores e imperfecciones que no podían modificar.
Platón, el filósofo, escribió sus libros del Estado, en el cual él maldice
muchas cosas que luego se mantuvieron en el mundo, y requiere que
muchas cosas sean reformadas.
Sin embargo, vivió dentro de tales políticas como entonces se recibieron
universalmente, sin más preocupación del Estado. Aun así, Madam, estoy
contento de hacer lo mismo con rectitud de corazón, y con el testimonio de
una buena conciencia. He comunicado mi juicio para el mundo. Si el reino
no encuentra inconveniente el gobierno de una mujer, eso que ellos
aprueban no tengo porque no permitirlo dentro de mi propio pecho, pero
estaré también contento el vivir bajo su gracia como Pablo vivía bajo
Nerón. Mi esperanza es, que mientras no os contaminéis vuestras manos
con la sangre de los santos de Dios, ni yo ni el libro te hará daño a ti o a tu
autoridad.
En verdad, Madam, ese libro fue escrito sobre todo en contra de esa
malvada Jezabel de Inglaterra (la reina María Tudor conocida como María
la sanguinaria por la persecución y muerte a los protestantes)."
Reina María: "¿Mas tú hablas de las mujeres en general?»
John Knox: "Verdaderamente, Madam. Sin embargo, me parece a mí que
la sabiduría debe persuadir a su Gracia, y nunca levantará problemas por
eso, que hasta hoy no ha turbado Su Majestad, ni en persona, ni aún en la
autoridad. En los últimos años muchas cosas que antes eran considerados
estables han sido puestos en duda; han sido claramente impugnadas. Sin
embargo, Madam, estoy seguro de que ni protestantes ni Papistas serán
capaces de demostrar que cualquiera de estos problemas fue en ningún
momento turbados en público o en secreto. Ahora, Madam, si yo tuviera la
intención de haber perturbado su patrimonio, porque es una mujer, yo
podría haber elegido un momento más conveniente para tal fin, de lo que
puedo hacer ahora, cuando su presencia esta dentro del reino.
"Pero ahora, Madam, para responder algo a las otras dos acusaciones. De
todo corazón alabo a mi Dios por medio de Jesucristo, si Satanás, el
enemigo de la humanidad, y los malvados del mundo, no tienen otros
delitos de que acusarme, que la falsa y vana palabra. En Inglaterra estuve
residente por un espacio de cinco años, los lugares eran Berwick, donde
estuvo dos años, tanto tiempo en Newcastle; y un año en Londres. Ahora,
Madam, en cualquiera de estos lugares, durante el tiempo que yo estaba
allí, ningún hombre será capaz de demostrar que había batalla, sedición,
motín o, confesar que yo mismo era el malhechor y el que derramaba
sangre.
No tengo vergüenza Madam, de afirmar, que Dios bendijo mis esfuerzos
débiles, que en Berwick donde comúnmente antes solía haber masacre por
causa de disputas entre los soldados, hay tan grande la tranquilidad en
todo el tiempo que permanecí allí, así como lo hay en el día de hoy en
Edimburgo. Y en dónde me calumnian de la magia, la necromancia, o de
cualquier otro arte prohibido de Dios, tengo testigos, además de mi propia
conciencia y de todas las congregaciones que más de una vez me
escucharon que yo me he pronunciado tanto en contra de tales artes y en
contra de los que utilizan tal impiedad.

Reina María: "Pero aún así, tu has enseñado a la gente a recibir otra
religión diferente de la que su Princesa pueda permitir ¿Cómo puede ser la
doctrina de Dios, al ver que Dios manda a los súbditos a desobedecer a
sus príncipes?”
John Knox: "Madam, como la religión verdadera no toma ninguna fuerza
original ni de la autoridad de los príncipes mundanos, sino solamente de
Dios Eterno, por lo que no están los súbditos obligados a enmarcar su
religión de acuerdo a los apetitos de sus príncipes. Los príncipes son a
menudo los más ignorantes de todos los demás en la verdadera religión de
Dios, como podemos leer en las historias, como mucho antes de la muerte
de Cristo Jesús como después.
Si toda la simiente de Abraham hubiera sido de la religión de Faraón, ¿a
quién estarían sujetos entonces? ruego a usted, Madam, ¿qué religión
debe no haber estado en el mundo? O, si todos los hombres en los días de
los apóstoles habrían sido de la religión de los emperadores romanos,
¿que religión debería haber habido sobre la faz de la tierra? Daniel y sus
compañeros estaban sujetos a Nabucodonosor y a Darío, y, sin embargo,
Madam, ellos no fueron de la religión de ellos; pues los tres dijeron: “Ahora
es más conocido a ti, oh rey, que no vamos a adorar a tus dioses.” Daniel
oró públicamente a su Dios contra el mandamiento expreso del rey. Y así,
Madam, usted puede percibir que los súbditos no están vinculados a la
religión de sus príncipes, a pesar de que se les ordena darles obediencia."
Reina María: "Sí, pero ninguno de estos hombres levantó la espada contra
sus príncipes."
John Knox: "Sin embargo, señora, no podéis negar que se resistieron,
para aquellos que no obedecen los mandamientos que se les dan, se les
resisten en alguna manera."
Reina María: "Pero, sin embargo, ellos no resistieron con la espada.
John Knox: "Dios, Madam, no les había dado el poder y los medios.
Reina María: "a ustedes les parece que los súbditos, teniendo el poder,
¿pueden resistirse a sus príncipes?"
John Knox: "Si los príncipes de ellos exceden sus límites, Madam, sin
duda pueden ser resistidos, incluso por el poder. Porque no es ni mayor
honor, ni mayor obediencia, que se dará a los reyes o príncipes, que Dios
ha ordenado que debe darse al padre y a la madre.
Pero el padre puede ser atacado por un frenesí, en el que mataría a sus
hijos. Si los hijos se levantan, se concertarán, aprehenderían al padre,
tomarían la espada de él, amarrarían sus manos, y lo mantendrían en la
cárcel hasta que su frenesí pase: os parece, Madam, ¿que los niños hacen
cualquier mal? Así es incluso, Madam, con los príncipes que asesinan a los
hijos de Dios que están sujetos a los hombres. Su celo ciego no es más
que un loco frenesí, y por lo tanto, el tomar la espada de ellos, atar sus
manos, para echarlos en la cárcel, hasta que sean llevados a una mente
más sobria, no es desobediencia contra los príncipes, sino simplemente
justa obediencia, porque está de acuerdo con la voluntad de Dios."

Al oír estas palabras, la reina se puso en pie, pues se había


maravillado, por más de la cuarta parte de una hora. Su semblante
estaba alterado, por lo que el señor James comenzó a rogarle y
preguntarle: "¿Qué le ha ofendido, Madam?"

Reina María: "Bueno, entonces, me parece que mis súbditos deberán


obedecerte, y no a mí. Deberán hacer lo que ellos siguen, y no lo que yo
ordeno, y así debo estar sujeta a ellos, y no ellos a mí."
John Knox: "Dios no quiera que alguna vez tome sobre mí el ordenar
cualquier obediencia, o aún para establecer que los súbditos en libertad
para hacer lo que les plazca. Mi afán es que ambos príncipes y súbditos
obedezcan a Dios. No piense, Madam, que se está haciendo algún mal a
usted cuando usted está dispuesta a sujetarse a Dios.
Es él que somete a los pueblos bajo príncipes, y causa la obediencia a
ellos. Sí, Dios anhela que los reyes que sean padres adoptivos para su
Iglesia, y ordena a las reinas sean las sustentadoras de su pueblo. Este
sometimiento, Madam, para Dios, y para su sufriente Iglesia, es la mayor
dignidad que alguna carne puede tener sobre la faz de la tierra; Porque los
llevará a la gloria eterna."
Reina María: “Si, pero ustedes no son la Iglesia que sustentare. Defenderé
la Iglesia de Roma, pues es, según pienso, la verdadera Iglesia de Dios.”

Juan Knox: “Su voluntad, Madam, no es razón, ni tampoco su pensar de


hacer de esa ramera de Roma la verdadera e inmaculada esposa de Cristo
Jesús. Con razón, Madam, yo llamo a Roma una ramera; pues esa iglesia
está contaminada totalmente con toda clase de fornicación espiritual, así
en doctrinas como en maneras.
Si, Madam, me ofrezco yo mismo a probar, que la Iglesia de los Judíos el
cual crucificó a Cristo Jesús, no fue tan degenerada de las ordenanzas el
cual Dios dio a Moisés y a Aarón para su gente, cuando ellos
manifiestamente negaron al Hijo de Dios, como la Iglesia de Roma que se
ha apartado y por más de 500 años se ha apartado, de la pureza de la
religión la cual los apóstoles enseñaron y plantaron.
Reina María: "Mi conciencia no es así."
John Knox: "La conciencia, señora, requiere conocimiento, y temo que
usted tenga un incorrecto conocimiento."
Reina María: "Pero yo he oído y leído tanto."
John Knox: "Así, Madam, hicieron los judíos que crucificaron a Cristo
Jesús leyeron la Ley y los Profetas, y oyeron la misma interpretación a su
manera ¿Habéis oído alguna enseñanza, excepto lo que el Papa y sus
Cardenales han permitido? puede estar segura de que tales no hablarán
nada que ofenda su propio patrimonio".
Reina María: "Tú interpretas las Escrituras en una manera, y ellos en otra
manera ¿A quién debo creer? ¿Quién será el juez?"
John Knox: "Usted debe creer en Dios, cuyas palabras están claramente
en su Palabra, y más allá de lo que la Palabra enseña, no crea ni lo uno ni
lo otro. La Palabra de Dios es clara en sí misma. Si aparece cualquier
oscuridad en un lugar, el Espíritu Santo, que nunca es contrario a sí
mismo, explicara la misma con más claridad en otros lugares, por lo que no
puede seguir estando en duda, pero, para los tales tan obstinados
permanecerán ignorantes.
"Tome uno de los puntos principales, Madam, que hoy está en controversia
entre los Papistas y nosotros. Los papistas afirman audazmente que la
Misa es la ordenanza de Dios, y la institución de Jesucristo, y un sacrificio
por los pecados de los vivos y los muertos. Nosotros negamos tanto el uno
como el otro.
Afirmamos que la misa, que se hace ahora, no es más que la invención del
hombre, y, por lo tanto, es una abominación delante de Dios, y no es
sacrificio que alguna vez haya ordenado Dios. Ahora, Madam, ¿quién
juzgará entre dos contendientes así? es sin razón que a cualquiera de las
partes se les crea más de lo que son capaces de demostrar por testimonios
insospechados. Que demuestren sus afirmaciones por las claras palabras
del libro de Dios, y se les darán la excepción concedida.
Lo que nuestro Maestro Jesús Cristo hizo, lo sabemos por sus
evangelistas; lo que el sacerdote hace en su misa, el mundo lo ve. Ahora
¿no nos asegura la Palabra de Dios claramente que Cristo Jesús no dijo
Misa, ni tampoco ordenó a decir Misa en su última cena, viendo que no hay
tal cosa mencionada como la Misa en toda la Escritura?
Reina María: "Tu eres muy duro para mí, pero si estuvieran aquí a los que
he oído hablar, ellos le responderían a usted."
John Knox: "Madam, quiera Dios que el papista más erudito en Europa, y
aquel que usted mejor cree, estén presente con su gracia para sostener el
argumento, y que usted pacientemente se atenga a conocer el asunto claro
y razonado al final, Entonces, sin duda Madam, usted haga asimismo oír la
vanidad de la religión del papista, y el pequeño terreno que tiene como
fundamento de la Palabra de Dios."
Reina María: "Bueno, usted tal vez puede llegar más pronto de lo que
creéis."
John Knox: "De cierto, si alguna vez tengo eso en mi vida, llegare allí más
pronto de lo que creo. Los ignorantes Papistas no pueden pacientemente
razonar, y el Papista estudiado y astuto nunca vendrá a su audiencia para
que el fundamento de su religión sea examinada. Ellos saben que nunca
son capaces de mantener una discusión, excepto el fuego y la espada, y
sus propias leyes, son ellos mismos los jueces".
Reina María: "Así lo dice usted, pero no puedo creer eso".
John Knox: Ha sido así hasta nuestros días, cuántas veces se ha
requerido a los Papistas que vengan a una conferencia aquí y en otros
reinos, y sin embargo nunca pudieron conseguir el venir, a menos que ellos
mismos fueron admitidos por jueces.
Por lo tanto, Madam, excepto decir que ellos nunca se atreven a disputar,
pero cuando ellos mismos son a la vez juez y parte. Cuando queráis que
me haga ver lo contrario, voy a conceder a mí mismo haber sido engañado
en ese punto.
Con esto, la Reina fue llamada para la cena, ya que era tarde. Al salir,
John Knox le dice a ella: "Ruego a Dios, Madam, de que seáis bendecidos
dentro de la Comunidad de Escocia, si es la voluntad de Dios, así como
Dévora lo fue en la Comunidad de Israel."

De esta larga conferencia, de lo cual nosotros sólo tocamos una parte,


hubo diversas opiniones. Los Papistas se enojaron, y temían lo que
no necesitaban. Los piadosos, pensaron, al menos, que la reina había
oído la predicación, y se regocijaron;

pero todos fueron completamente engañados, porque ella continuó


asistiendo a Misa, y despreció las palabras de Jhon Knox y
silenciosamente se burlaba de todas las exhortaciones de la iglesia
protestante.

A John Knox se le exigió por algunos familiares lo que pensaba de la


reina, ¿Que pensó de la Reina? "Si no hubiera en ella", dijo él, "una
mente orgullosa, un ingenio astuto, y un corazón endurecido contra
Dios y Su verdad, mi juicio habría fallado."

También podría gustarte