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Otras Cifras (Censo de 2005)
Fundamentos sociales
¿Desaparece el individuo?
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La idea de la civilización posee inconsistencias difíciles de comprender, por
cuanto a los mayores avances en recursos técnicos y científicos, se oponen
graves crisis en los conceptos de humanismo, olvidados en medio del fragor y
la prisa por ir en búsqueda de algo que, en definitiva, no se sabe qué es.
La cantidad de relaciones de carácter universal que se aprecian en la
actualidad, genera numerosas reacciones incontroladas y dispersas, bajo las
cuales el mundo del hombre se agita, produciendo miedo y desesperanza. En
efecto, el caos apunta, directamente, al ser humano, a su centro, a su alma.
Entonces asume como opción el porvenir, pero, igual, determinado por la
celeridad con la que lo concibe, sin dejar espacio a una definición previa de lo
que anhela, dejándose llevar por los acontecimientos que lo manipulan sin
misericordia, tanto, que la evolución tiene los límites predispuestos por los
sucesos, porque el hombre les ha permitido que aparezcan antes que su
pensamiento.
En este fenómeno global, el individuo desaparece de forma apresurada, se
pierde en la maraña de cosas que lo masifican con crueldad, sin otorgarle
viabilidad al desarrollo de su esencia.
Es preciso recuperar el ideal de la individualidad, entendida como la capacidad
de una persona para sentir, pensar y soñar, desde la cual origine sus actos.
(La vida de los pueblos se ha circunscrito a una globalidad en la que todo se
halla vinculado a todo, en una confluencia de actividades que tienden a dejar
de ser auténticas, aunque aparentemente el modelo que rige los sistemas sea,
precisamente, el del hallazgo de la identidad).
Está claro que esta es una sociedad de conflictos, con tendencia destructora y
una especie de patología de la violencia. De esto pueden sacarse las ventajas,
en lugar de las desventajas, basadas en la cooperación de todos los
ciudadanos en busca de signos de armonía que se hagan cada vez más
constantes y hagan crecer la fe en que el tejido social se fortalecerá en las
relaciones humanas y que hay una consciencia de compromiso en interactuar y
compartir ideas, acciones, metas, propósitos, para hallar un sentido de
pertenencia.
Es una buena forma de organizarnos en la vida social y de lograr que todos,
buenos y malos, nos unamos en torno a los grupos comunitarios, siempre y
cuando respeten los anhelos de los demás y se formen escuelas de gobierno
fortalecidas en las características de asociación, y en una certeza de la
semejanza de las metas darán la posibilidad de superar las diferencias, las
divisiones y los complementos que se hagan una sola voz en la fuerza de
cohesión de la naturaleza humana para sacar de ella los mejores recursos de
actitud y dinamismo.
La sociedad no puede permanecer estática, porque el núcleo de su desarrollo
se ha hecho un concepto integral de valores, de trabajo en equipo y de metas
comunes, todo ello con el propósito de elevar los niveles de calidad de la vida
de las comunidades.
Y la solución se encuentra en la cultura, desde ella podemos llegar a ser otros,
unidos, maduros, con una definición clara y precisa de cómo debe actuarse
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para ajustar las desavenencias, superar los conflictos y enriquecer el vínculo de
tolerancia que permita consolidar tanto las instituciones como las personas.
En la actualidad, en este mundo de especializaciones, la división de todo, del
trabajo, de la educación, de la cultura, de las costumbres, en fin, aumenta el
compromiso de creatividad que aportemos a la sociedad, la formación de
habilidades y saberes que nos permitan experimentar nuevas maneras de
afrontar los problemas.
La palabra conflicto tiene adherida a su estructura un símbolo de caos; sin
embargo, debe reinterpretarse, desde una dimensión que oriente a la sociedad
a procesos de cambio, que permitan la confrontación de las ideas y el respeto
por el derecho personal de expresar un criterio.
El contexto social requiere establecer sólidas maneras para la solución de
conflictos, a través de la conciliación, el acuerdo y, especialmente, del hallazgo
de la conciencia crítica del ciudadano, para admitir que es sociable y debe
participar, con nobleza e hidalguía, en la construcción de una sociedad civil
concertada en torno a los derechos y deberes de cada uno de sus miembros,
en una concepción que garantice la libertad, la igualdad y la responsabilidad,
como fundamentos del ser humano.
La idea no es eliminar el conflicto, sino conducirlo; incluso, puede apreciarse
como una alerta de situaciones perjudiciales que necesitan analizarse con
visión juiciosa, para asumir programas que contribuyan a superar las
inconsistencias.
No debe desconocerse la condición humana, la fragilidad que nos hace
imperfectos, con intereses individuales o colectivos, con la tendencia a imponer
de forma dogmática lo que pensamos, sin dejar espacio a los demás sectores
que conforman un tejido social, caracterizado por la diversidad, la cual debe
canalizarse para lograr acuerdos sobre lo fundamental, desde una perspectiva
generosa y altruista de conseguir, para la comunidad, mejores condiciones de
vida.
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El ciclo está concluyendo, o reversando, quizá, hacia la recuperación del
anhelo antiguo de construir una sociedad equilibrada, consciente de su misión
de ser el molde natural en el que se ejerzan la nobleza y la dignidad como
valores prioritarios.
La costumbre de la corrupción
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discriminados y poseídos por una esclavitud que ya no es de cadenas, sino de
deshonor.
El acuerdo de todos nosotros no da espera. Es imprescindible asumir una
contundente labor de recuperación de la sociedad, en todo sentido, es el
momento, porque el caos amenaza los derechos con una disminución de los
deberes sociales, porque el egoísmo se ha aposentado en un país que cada
vez hace menos por su dignidad. Debemos proponernos a que cada
comunidad aporte desde su espacio, según sus capacidades, todo su esfuerzo,
y su pasión por considerar que de los valores más elementales parte una posta
de relevos que ha de ir superando metas progresivas y reanudar su lucha todos
los días.