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paro nacional / 21 de noviembre del 2019


LOS OJOS PUEDEN SEPARAR QUEBRAR
abrir zanjas grietas en las paredes en el
piso en el techo la calle dejar todo
quieto y absorber así
los hilos que conectan algo entre nosotrxs
no es lo mismo que te llegue un perdigón
en un ojo que en la espalda

la sangre no siempre dice lo mismo


bajo el ruido de helicópteros el aire
no pesa lo mismo
cerca de la plaza
la vista deja de calcular
distancias

ya no veo por el ojo derecho


desde lejos
con puntería
entre barricadas y pasto seco
el trayecto
estaba calculado desde antes
desde hace tanto
tiempo
pero no es algo que no se pueda superar

* En cursiva: extractos del testimonio de Maite Castillo,


23 años. Pérdida de visión de su ojo derecho por impac-to
de perdigón disparado por Carabineros el 20/10/2019
José Atilio Arancibia Pereira, 74 años *
Paciente de Alzheimer, se pierde entre el tumulto
del saqueo
Muere calcinado en edificio Construmart de
Santa Rosa

La verdad es que no supe cuando morí


De un rato a otro ya vi demonios que corrían y gritaban
Como si el suelo que pisaran fuera el mismo
infierno Como si ya estuviera en el infierno

Y claro, había fuego


¡Yo fui el fuego!
Ese que me abrazó hasta dejarme desnudo
Vestido de llamas y vuelto a la ceniza

Así morí, eso lo entiendo


Lo que nunca supe, lo que nadie me va a explicar
Es cómo llegué ahí
En qué momento salí de mi casa y aparecí ahí
Entremedio de esos demonios ahuyentados por el fuego
Entremedio de esos fierros, donde debería estar mi animita

* Reescritura a partir del libro “Animitas” de Yeny Díaz Wentén


EN LA PRIMAVERA DE CHILE
florecen piedras

en cadáveres quemados Pedimos que no


arrojadas con rabia mineral.

Las esquinas
zumban de cacerolas
y fuego solar se queda

maquillen sus balas


en las barricadas.

Primavera que explotó por 30 pesos


ahora pedimos
no morir pobres y enfermos.
No lanzarnos endeudados
contra los rieles del Metro.

Pedimos NO NOS
TORTUREN
no nos mutilen
no nos maten.

Pedimos que no revienten


nuestros ojos, nuestra carne
mientras se ríen.
Mi papá llegó a la casa des-
púes de tres días en el trabajo.
Él es funcionario del samu, se
sentó a la mesa y al contarnos
como han estado estos días se
quebró, sus ojos se llenaron de
lágrimas y nos dijo; son niños
y jóvenes que luchan por to-
dos y estos conchesumares los
atacan violentamente. Su ropa
lleva sangre de personas que
ayudó y salvó de los pacos.
Pero verlo quebrarse fue muy
fuerte, es la primera vez que
lo veo así tan afectado. Ahora
comprendo por qué siempre
cuando voy a marchar está
tan preocupado.
cosas peores que la muerte
a partir de Sharon Olds

hablas de un fin de semana


de más de 20 días
de una mujer que cuelga de una plaza
vestida con ropas ajenas la cara cubierta a
los vecinos
de un hombre que cae de una patrulla
de la luma que perforó su recto rasgó
sus pómulos la espalda una herida abierta
como les gusta hacerlo

cosas peores que la muerte


esta idea me golpea desde el pasado
interrumpe el sueño entumece mis oídos
miro a mi compañero dormir en calma
lo imagino atrapado fracturado quemado hasta desaparecer
como les gusta hacerlo
pienso en lo que antecede
una puerta cerrada a la desesperación
cómo huir del mismo castigo que me
legó mi padre
nos veo como dos ancianos
que acuerdan dispararse para no estar
pienso en cuánto demora degollarse
cortar su cuello y el mío que los gritos
nos abandonen
sólo así podríamos recordar dónde
quedan los cuerpos que dejamos
que no se quemen que no desaparezcan que no se pierdan

cosas peores que la muerte


nunca dejaron de rondarnos
Padre quiere que vuelva el orden
no sabe si el cartón protegerá los vidrios
blinda su trabajo con lo que blinda su
mercancía llegó por envío
por estas calles ahora
tiznadas de hollín y escombros
digita mi número celular
acelera el motor por el teléfono
la comunicación una autopista donde cabe
un auto a la vez y para desplazarlo debes
pasarle por encima y devolver argumentos
como se devuelve una bomba lacrimógena
con patadas o un guante la política es sin
llorar
pero hay gases que recuerdan a la infancia o
al robo de un arma
a otro niño su breve pistola de agua
mi calcetín es un hondo escondite
los pies tienen memoria y cargan culpa
bien abastecidos van livianos como un
paquete de porotos
que padre no encuentra en el supermercado
saquea el televisor por respuestas exhausto
recuesta el cuerpo en el asfalto e intento

quitarlo del camino es imposible


sus ojos de neumático tibio
ensayan formas de atropellar a un hijo
me dejo arrollar
por su canción de cuna
el rumor de la pantalla
vacía su soledad, la mía
y ante la desesperación insisto
en lanzar palabras de carbón
despojos de discursos
que interrumpan el tránsito unas horas
liberen una protesta familiar vencida,
unida, empeñada en estrechar una
distancia
Camilo
Catrillanca Paula
Lorca Alicia Cofré
José Arancibia Joel Triviño
Eduardo Caro Abel Acuña
Valeska Carmona César Mallea
Agustín Coro Germán Aburto
Renzo Barboza José Uribe Álex
Manuel Muga Núñez Kevin
Andrés Ponce Gómez Romario
Yoshua Osorio Veloz Manuel
Julián Pérez Rebolledo
Mariana Díaz
Daniela Carrasco 3 personas sin
Cardenio Prado identificar

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