Está en la página 1de 5

Agustín Salvia: "El Gobierno ha multiplicado los efectos de la

desigualdad social en un contexto de crecimiento"


El coordinador del Observatorio de la Deuda Social de la UCA alerta
sobre la cristalización en el país de una "masa marginal"
inempleable, casi 4 millones de personas que malviven entre la
violencia y la ilegalidad
Por Astrid Pikielny  | Para LA NACION – 5 DE ENERO DE 2014.
La investigación más reciente del Observatorio de la Deuda Social de
la Universidad Católica Argentina se conoció en el tórrido y
convulsionado final de año, y mostró una realidad evidente,
incómoda y preocupante a pesar de la bonanza económica de diez
años de kirchnerismo: se han cristalizado situaciones de
marginalidad laboral, pobreza estructural y desigualdad social en el
país.
Algunas estadísticas del período 2004 a 2012 dan prueba de ello: la
pobreza medida por los ingresos afecta a un 25% de la población
urbana (10 millones de personas), una de cada 10 viviendas no tiene
agua corriente y tres de cada 10 no disponen de cloacas; el 37 % de
los jóvenes no termina la secundaria y el 20% no estudia ni trabaja, y
el 55% de la fuerza de trabajo no tiene un empleo productivo y
protegido.
El sociólogo Agustín Salvia, coordinador e investigador jefe del
Programa del Observatorio de la Deuda Social, sostiene que a lo
largo de tres décadas, y a pesar del crecimiento económico de diez
años del modelo "neodesarrollista", la desigualdad estructural en la
Argentina se ha agravado. "No sólo no ha revertido esta tendencia, la
ha reproducido. Crecen las torres, pero crecen las villas y los
asentamientos. Se dinamizaron los sectores de punta y también los
sectores informales. ¿Creció La Salada? Creció, pero no dejó de ser
La Salada, con salarios de pobreza, salud de pobreza, educación de
pobreza", explica.
Según el investigador del Conicet, así como hubo una década ganada
para buena parte de los sectores medios que se recuperaron de la
crisis de 2001, hubo también una década desaprovechada y una
oportunidad perdida a la hora de definir políticas de Estado y una
visión estratégica de inversión para el desarrollo social.
"Pensaron, al igual que el menemismo y el Consenso de Washington,
que el derrame iba a llegar, que el crecimiento económico haría que,
tarde o temprano, todos terminarían incluidos. Y se equivocaron.
Esos sectores no recibieron el derrame, apenas un goteo, y el
crecimiento quedó encapsulado en determinados enclaves
productivos."
Días después de los saqueos que se multiplicaron en el país, y que
dejaron un saldo de 14 muertos, Salvia -que es además coordinador
del Programa Cambio Estructural y Desigualdad Social en el
Instituto Gino Germani de la UBA- deja en claro que el aumento de la
conflictividad social tiene como matriz la desigualdad, no la pobreza.
"La responsabilidad de que exista una mafia instalada en los barrios
más pobres y de que el narcotráfico y la violencia crezcan no es
producto de que la gente es mala, sino de que ha faltado un Estado
justo capaz de generar reglas de equidad, de inclusión, de progreso."
-¿Cuándo y por qué se crea el Observatorio de la Deuda Social?
-Se crea como un programa de investigación interdisciplinario en el
año 2001, previo a la crisis, en el contexto de los obispos reunidos en
la Conferencia Episcopal Argentina que convocaba a pensar en que
había una deuda interna que había que atender, por sobre la deuda
externa. A esa deuda interna se la llamó "deuda social". En ese
contexto, la UCA lanzó un plan para realizar investigación teórica y
empírica a partir de encuestas propias y de encuestas permanentes
de hogares, con datos censales. Hasta entonces se tendía a mostrar
la problemática vinculada al empobrecimiento y el desempleo de las
clases medias, al corralito y a los ahorros, pero nuestros equipos
comenzaron a analizar los nuevos rostros de la marginalidad y los
nuevos trabajos, como los limpiavidrios, los cartoneros, las
cooperativas.
-¿Con qué se encontraron?
-Con que ese proceso y esa matriz de construcción de una pobreza
más estructural venía agravándose en las últimas tres décadas. Uno
podía ver momentos de picos de pobreza por ingresos con las
distintas crisis y luego una cierta recuperación, pero nos
preguntábamos si eso no producía otros cambios. Y vimos que sí, que
había una pobreza menos coyuntural, que dependía menos de lo que
ocurriera en el mercado de trabajo o con el proceso inflacionario.
Hoy tenemos un componente importante de este 25 % de pobreza
asociado al proceso inflacionario, pero si estabilizáramos la situación
inflacionaria -que hoy es entre un 25 y un 28%-, nos encontraríamos
con que entre un 15 y un 18% de la población en situación de
pobreza o indigencia no lograría, a pesar de una inflación cero, salir
de ese estado.
-¿Por qué?
-Por su inserción en un mercado de trabajo secundario, marginal y
de baja calidad. Es el vendedor ambulante, el limpiavidrios, el
servicio doméstico no protegido, el albañil por hora, las changas de
todo tipo. A esto se le agregan las empresas clandestinas, con
trabajos de muy baja productividad, y las empresas o microempresas
familiares cuasi legales o ilegales. Alrededor de un 20% de la
población estaría desarrollando trabajos cuyos ingresos están muy
por debajo de lo que le permitiría acceder a una canasta que cubra
las necesidades básicas económicas y alimentarias. Esa situación de
marginalidad laboral y económica es la que Pepe Nun llamó en los
años sesenta "la masa marginal".
-Ese sector, que no es necesario para el mercado de trabajo,
no se los incorpora ni siquiera en los momentos de
crecimiento.
-Exacto. Nuestra economía en expansión no los necesita. Son
prescindibles, sobran y, más aún, producen un gasto muy importante
para el sistema económico. Son entre 3 y 4 millones de personas que
están en trabajos de muy mala calidad y que esta economía de
crecimiento no logró incorporar. En ese sector hay un componente
fuerte de mujeres y de jóvenes, con bajo nivel educativo -que no han
terminado el primario o el secundario-, que están también en
situación de segregación residencial, concentrados en territorios
marginados, en áreas urbanas o rurales, vinculados a un sistema
público de mala calidad y a programas de asistencia que les
transfieren ingresos para la subsistencia. Esos planes o subsidios les
permiten garantizar la comida y la sobrevivencia mínima, pero no
son una plataforma de inclusión social. Esto finalmente les genera
una "subciudadanía".
-En su mayoría, además, por la baja calificación, son
inempleables para el mercado formal.
-Así es. Son clientes de los sistemas políticos, los sistemas sociales
clientelares, incluso religiosos, que funcionan en torno a esto.
Necesitan de la asistencia pública porque no pueden valerse por sus
propios medios. Y no son empleables para el tipo de mercado que
hoy opera en la Argentina, ni para las políticas de empleo que van
dirigidas a mejorar las condiciones de los sectores que ya están
incluidos, o sea, esos sectores intermedios que habían quedado
desocupados con la crisis de 2001 / 2002 y que fueron incorporados
en el período de crecimiento económico de 2003 a 2007. Esos
sectores tuvieron un proceso de movilidad social ascendente, fueron
incorporados al marco normativo del convenio, protegidos por
sindicatos, por normas profesionales y estimulados por la existencia
de un alto nivel de consumo. Son sectores intermedios pero que
están incluidos, tienen un empleo regular, y pueden incluso estar en
negro en algunos casos.
-¿Cuál es el porcentaje de la población en negro?
-Representa un 30%, sean asalariados o no asalariados. Las
estadísticas muestran que el 45 % de la fuerza de trabajo de este
país tiene un empleo productivo y decente, y el 55 % restante, no. Y
cuando uno toma a los ocupados, sólo el 49% -asalariados y no
asalariados- hacen aportes a la seguridad social. El otro 50% está
desamparado y depende de cómo funcione la economía, qué
capacidad tenga el colectivo de defenderse de las crisis.
-¿Cómo se explican estos indicadores tras varios años de
incremento del PBI, expansión de la economía y un Estado con
capacidad recaudatoria y presión tributaria?
-Así como hubo una década ganada en componentes importantes en
las clases medias que lograron recuperarse de la crisis de 2001 y
2002, hay también una década desaprovechada. ¿Quiénes ganaron?
Las clases medias en buena medida recuperaron el nivel de vida que
tuvieron en la etapa menemista, y las clases medias obreras que
habían sufrido el desempleo o bajos niveles de salario en la etapa
menemista lograron un ascenso importante. Para los sectores
sindicalizados fue una muy buena década, pero no lo fue para todos:
entre un 20 o 25 % de la población que está en una situación de
exclusión estructural recibió el goteo del modelo y no le llegó el
derrame. El capital financiero internacional, Menem y las reformas
estructurales y el Consenso de Washington nos decían que, en la
medida en que llegaran inversiones internacionales, llegaría el
derrame y habría buenos empleos para todos. Ésa era la promesa de
los noventa.
-Pero la experiencia comparada demuestra que las ganancias
pueden concentrarse en determinados sectores, y no
necesariamente derraman sobre el resto de la población.
-Exactamente, acá las ganancias se encapsularon en enclaves
productivos sojeros, mineros, productos industriales, productos
siderúrgicos de alta productividad, circuitos financieros y
comerciales cada vez más concentrados y el resto de la sociedad
quedó afuera. La década neodesarrollista del kirchnerismo produjo
un boom importante del crecimiento y del consumo interno, gracias
al superávit de la balanza comercial yal superávit fiscal, que produjo
una fuerte inyección de capitales hacia el mercado interno, junto con
la mejora del salario, de las jubilaciones y los programas sociales.
Eso fue capaz de dinamizar a los sectores de punta, a los sectores
más concentrados y a los sectores intermedios. ¿Y los sectores
informales se dinamizaron? Sí, se dinamizaron. ¿Vio cómo se
dinamizó La Salada? Se dinamizó, pero no dejó de ser La Salada.
-Pero ese mercado informal moviliza muchísimos recursos.
-Sí, pero las industrias, las empresas y los servicios que giran
alrededor de estos consumos informales y que crecieron durante la
etapa de crecimiento económico lo hicieron con salarios de pobreza y
bajo condiciones de hábitat de pobreza, educación y servicios de
salud de pobreza. En esta década, el Estado se equivocó en el
diagnóstico y no tuvo una visión estratégica de inversión para el
desarrollo social porque pensó, como el menemismo, que el derrame
iba a llegar. Se equivocaron y resolvieron el problemade la misma
manera que lo había resuelto el Banco Mundial y el menemato: con
planes y subsidios. La consecuencia es el agravamiento de la
desigualdad estructural. No se corrigió la desigualdad social ni
acercamos el sector informal al mundo formal. Hemos producido que
el mundo formal siga expandiéndose y el mundo informal también se
expanda en momentos de crecimiento. Crecen las torres, pero crecen
las villas y los asentamientos. La masa de capital físico invertido en
un sector y en otro marca una distancia que no existía en los ochenta
y en los noventa. Se invirtió muchísimo más en la construcción de
viviendas para las clases medias que en los procesos de urbanización
de las villas.
-No se podría decir que en estos años no hubo intervención del
Estado. ¿Cómo describe el rol?
-Éste ha sido un Estado incapaz de producir una efectiva
redistribución de la riqueza, y un Estado débil para producir
condiciones de integración social. Es un gobierno que ha
multiplicado los efectos de la desigualdad social y de fractura en un
contexto de crecimiento, lo cual no se nota cuando hay crecimiento y
hay bonanza: todos consumimos más, hay más trabajo, hay
programas sociales, hay cohesión social y hay funcionalidad de la
masa marginal. Pero en contexto de crisis inflacionaria, o en
contextos en los que no crece el empleo -como sucedió en estos
últimos años a diferencia de lo que sucedió en el primer quinquenio-
y las bondades del modelo dejan de funcionar, aparecen problemas
sociales muy fuertes.
-En otros momentos históricos la movilidad social ascendente
estaba ligada al estudio, al trabajo, al esfuerzo y al sacrificio.
¿En qué medida se ha perdido eso?
-Se empezó a perder en los ochenta, se perdió mucho más en los
noventa y continuó perdiéndose en los 2000. El camino de la
actividad extralegal es una reacción frente a la violencia que produce
la ostentación, la desigualdad, la sensación de que en teoría
pertenezco a esta sociedad, pero en los hechos, no tengo derecho a
ninguno de los beneficios. Robar un plasma o un estéreo en un
saqueo significa una especie de resarcimiento.
-¿Se puede hablar de una nueva cultura de la pobreza? Y en tal
caso, ¿cómo la describiría?
-Todavía existe una cultura de la pobreza digna que hace sobrevivir a
los barrios. Pero la marginalidad estructural va creando otra cultura
de la pobreza, con otras reglas de intercambio, de relaciones sociales
y de valoración social. ¿Cuáles son las que priman? Hay mucha más
violencia y es la ley del más fuerte. Los lazos de solidaridad son más
débiles que los de las capas medias. Ocupa una vivienda o un lote el
que tiene mayor capacidad de negociar, intervenir, reprimir o
amenazar. Frente a la cultura de la pobreza digna está la otra
pobreza, la del narcotráfico, la de la venta de productos ilegales y la
de la violencia, que es la que se está imponiendo. En los ochenta
todavía teníamos una pobreza digna. Esto se fue acumulando y cada
crisis fue produciendo un shock de expulsión mayor. Desde el punto
de vista económico ya no acceden a un buen empleo, probablemente
no puedan acceder a un mercado formal y por lo tanto tratan de
encontrar una forma alternativa de vivir. Y esas alternativas se
encuentran en formas extralegales.En todos estos años no hemos
pensado tampoco en cómo dignificar la pobreza.
-¿Cómo sería eso?
-¿Por qué no podemos hacer escuelas ricas para los pobres? ¿No
podemos hacer que ir a la escuela para el sector pobre sea algo
digno?¿No podemos hacer que transportarse al lugar de trabajo no
sea denigrante? No es inversión sólo en bienes materiales, sino en
capital simbólico. Significa "vos sos parte, vos podés". En su lugar,
hemos creado el "vos no podés, vos no servís, no te necesitamos, no
te queremos, no vengas. Andá a las peores escuelas que nos salgan
baratas, andá a los hospitales que nos salgan baratos. No gastemos
en vos porque no sos útil".

También podría gustarte