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”Monseñor
Estanislao Carrillo”
ACTIVIDAD FABULA
FABULAS
El río podía cruzarse por un tronco que lo atravesaba de arte aparte. Este
tronco unía las dos colinas.
Las dos cabras decidieron pasar al mismo tiempo por el viejo tronco, con la
mala fortuna de encontrarse justo en el medio. Entonces, se miraron desafiantes:
– ¡Aparta de mi camino, cabra! ¡Tengo que pasar y yo soy más fuerte! – dijo una
de las cabras.
– ¿Por qué tengo que apartarme yo?- contestó impasible la otra cabra- No eres
más fuerte. Ni por supuesto, tampoco eres más terca que yo.
– Pues por eso, lo mismo digo, así que más vale que te apartes de mi camino–
contestó testaruda la otra cabra.
– ¡Pasaré yo antes!
– ¡Que no!
Así estuvieron un buen rato las dos cabras testarudas, sin ceder ninguna de
ellas ni un poquito. Al final, cansadas, las dos intentaron pasar a la fuerza,
golpeando a la otra con los cuernos. Y como las dos tenían la misma fuerza,
acabaron cayendo al río.
Las cabras fueron arrastradas por la corriente del río y nunca nadie más las
volvió a ver.
Moraleja: ‘Más vale ceder en el momento justo antes de acabar perdiendo una
gran oportunidad. La terquedad no es buena consejera’.
La Rana Sorda
Un día un grupo de ranas caminaba por un bosque cuando dos de ellas
cayeron en un pozo muy profundo. Las demás ranas se reunieron alrededor y
vieron que no podían rescatarlas. ¡Era demasiado profundo!
– ¡No saltéis más! – gritaban aún más fuerte sus compañeras- ¡No podéis
salir! ¡Asumid vuestro destino!
Las ranas gritaban y hacían gestos con los brazos para que las ranas se
dejaran morir sin más. Y una de ellas, al final cedió y cayó al suelo, en donde al fin
murió.
Sin embargo, la otra rana seguía saltando cada vez más, con más fuerza,
con más intensidad… y en uno de sus grandes saltos, consiguió alcanzar el borde
del agujero y salir al exterior.
Las demás ranas la miraron boquiabiertas, sin saber qué decir. Estaban
realmente sorprendidas de que aquella rana hubiera conseguido salir del agujero,
a pesar de que todas le decían que lo dejara…
Y la rana, se encogió de hombros, les hizo señas para explicar que era
sorda, y les dijo con signos que quería darles las gracias por haber confiado en
ella. La pobre rana sorda se pensaba que en lugar de decir que parara, le estaban
dando ánimos para que consiguiera salir.
Pero llegó el día de la recogida de los anillos. Justo el día anterior al enlace.
Eran unas alianzas preciosas, increíbles. Únicas. Con el nombre de ambos
elefantes grabados en el interior. El elefante se los colocó en la trompa para
llevárselos y se fue muy contento. No había visto nunca unos anillos tan bonitos.
Pero justo antes de llegar al río, en la orilla, el elefante tropezó con una
piedra, y cayó de forma estrepitosa al agua. El pobre animal se llevó un buen
susto y un gran golpe, pero consiguió levantarse. Y al ponerse de pie, comprobó
para su desgracia, que uno de los anillos de boda se había caído al agua.
– ¡Tranquilo! ¡Para!
Pero el elefante no podía oír nada. Estaba tan nervioso, sentía tal ansiedad,
que no era capaz de escuchar, solo podía pensar en que no daría tiempo a hacer
un anillo nuevo, y que su novia se disgustaría muchísimo al enterarse de lo que
había pasado.
– ¡Para! ¡Tranquilízate!