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E.T.

”Monseñor
Estanislao Carrillo”

ACTIVIDAD FABULA

NOMBRES Y APELLIDOS: Chantal Nicol Sabe Valecillos

CÉDULA DE IDENTIDAD: V- 31.239.327

AÑO Y SECCION 3ero. “B”

CORREO ELECTRÓNICO: chantalsabe1712@gmail.com

FECHA DE LA ACTIVIDAD 27/03/2020

FABULAS

Las Dos Cabras


Dos cabras paseaban por un monte dividido por un río. Ambas habían
dejado sus rebaños porque querían explorar mundo. Solo que una de las cabras
estaba a un lado del río y la otra justo en el lado contrario.

El río podía cruzarse por un tronco que lo atravesaba de arte aparte. Este
tronco unía las dos colinas.

Las dos cabras decidieron pasar al mismo tiempo por el viejo tronco, con la
mala fortuna de encontrarse justo en el medio. Entonces, se miraron desafiantes:

– ¡Aparta de mi camino, cabra! ¡Tengo que pasar y yo soy más fuerte! – dijo una
de las cabras.

– ¿Por qué tengo que apartarme yo?- contestó impasible la otra cabra- No eres
más fuerte. Ni por supuesto, tampoco eres más terca que yo.

– Si no te apartas, no podremos pasar ninguna- Le dijo entonces la primera cabra.

– Pues por eso, lo mismo digo, así que más vale que te apartes de mi camino–
contestó testaruda la otra cabra.

– Te he dicho que no… ¡déjame pasar!

– ¡Pasaré yo antes!

– ¡Que no!

– ¡Aparta ya de una vez!

– No y no. Aparta tú.

Así estuvieron un buen rato las dos cabras testarudas, sin ceder ninguna de
ellas ni un poquito. Al final, cansadas, las dos intentaron pasar a la fuerza,
golpeando a la otra con los cuernos. Y como las dos tenían la misma fuerza,
acabaron cayendo al río.

Las cabras fueron arrastradas por la corriente del río y nunca nadie más las
volvió a ver.

Moraleja: ‘Más vale ceder en el momento justo antes de acabar perdiendo una
gran oportunidad. La terquedad no es buena consejera’.

La Rana Sorda
Un día un grupo de ranas caminaba por un bosque cuando dos de ellas
cayeron en un pozo muy profundo. Las demás ranas se reunieron alrededor y
vieron que no podían rescatarlas. ¡Era demasiado profundo!

Las dos ranas, movidas por un impulso de supervivencia, comenzaron a


saltar, intentando salir del agujero, pero el resto de ranas les gritaban desde
arriba:

–  ¡No insistáis! ¡No podréis salir nunca! ¡Dejadlo!

Las dos ranas siguieron saltando, aunque una de ellas comenzó a


desanimarse cada vez más…

– ¡No saltéis más! – gritaban aún más fuerte sus compañeras- ¡No podéis
salir! ¡Asumid vuestro destino!

Las ranas gritaban y hacían gestos con los brazos para que las ranas se
dejaran morir sin más. Y una de ellas, al final cedió y cayó al suelo, en donde al fin
murió.

Sin embargo, la otra rana seguía saltando cada vez más, con más fuerza,
con más intensidad… y en uno de sus grandes saltos, consiguió alcanzar el borde
del agujero y salir al exterior.

Las demás ranas la miraron boquiabiertas, sin saber qué decir. Estaban
realmente sorprendidas de que aquella rana hubiera conseguido salir del agujero,
a pesar de que todas le decían que lo dejara…

– ¿Cómo es que has conseguido salir?- le preguntó una de ellas- ¿No


escuchabas cómo te decíamos que pararas?

Y la rana, se encogió de hombros, les hizo señas para explicar que era
sorda, y les dijo con signos que quería darles las gracias por haber confiado en
ella. La pobre rana sorda se pensaba que en lugar de decir que parara, le estaban
dando ánimos para que consiguiera salir.

Moraleja: ‘Las palabras de motivación son como motores que te ayudan a


conseguir un objetivo. Confía en ti y antes de derrumbarte, piensa en tus inmensas
posibilidades para alcanzar la meta’.

El elefante que perdió su anillo de boda


Cuenta una historia muy antigua una fábula acerca de algo que le sucedió a
un joven elefante. El elefante era grande, apuesto y muy inteligente, pero no
encontraba pareja, y veía con cierta tristeza cómo el resto de sus compañeros
iban formando una familia, mientras él continuaba solo.

Pero un día, su manada se encontró con otra manada de elefantes, entre


los cuales, había una linda elefanta soltera, que enseguida se fijó en él.

Ambos comenzaron a jugar y a dar largos paseos por la selva. Les


gustaban las mismas cosas y reían sin parar. Se divertían y no podían dejar de
verse. Hasta que se dieron cuenta de que estaban perdidamente enamorados. 

Así que el elefante, sin dudarlo, le pidió matrimonio a la elefanta.

¡Menuda alegría se dieron las dos manadas de elefantes! ¡Hacía mucho


que no se celebraba una boda! Así que organizaron el evento con muchísima
ilusión. Mientras unos preparaban el banquete, otros comenzaron a construir el
lugar en donde se celebraría el enlace.

Algunas elefantas se reunieron para preparar el ajuar, y ayudaron a la


elefanta a buscar unos elegantes adornos de novia.

Los elefantes acompañaron al novio a encargar las alianzas. El encargado


de hacerlas sería un primo del novio, que era un excelente orfebre.

Todo marchaba muy bien. Todo parecía encajar. El elefante y la elefanta


estaban felices.

Pero llegó el día de la recogida de los anillos. Justo el día anterior al enlace.
Eran unas alianzas preciosas, increíbles. Únicas. Con el nombre de ambos
elefantes grabados en el interior. El elefante se los colocó en la trompa para
llevárselos y se fue muy contento. No había visto nunca unos anillos tan bonitos.

Pero justo antes de llegar al río, en la orilla, el elefante tropezó con una
piedra, y cayó de forma estrepitosa al agua. El pobre animal se llevó un buen
susto y un gran golpe, pero consiguió levantarse. Y al ponerse de pie, comprobó
para su desgracia, que uno de los anillos de boda se había caído al agua.

El elefante se puso muy nervioso, sentía que su corazón se iba a escapar


del pecho. ¡No podía controlarlo! Y se puso a escarbar con las patas, con la
trompa, a dar vueltas en círculo… El agua se enturbió por la arena que levantaba
con las patas y el elefante no podía ver nada. ¡No podía encontrar el anillo!

Un búho, que había visto todo desde la rama de su árbol, le dijo:

– ¡Tranquilo! ¡Para!
Pero el elefante no podía oír nada. Estaba tan nervioso, sentía tal ansiedad,
que no era capaz de escuchar, solo podía pensar en que no daría tiempo a hacer
un anillo nuevo, y que su novia se disgustaría muchísimo al enterarse de lo que
había pasado.

Entonces, el búho aterrizó sobre el elefante y le volvió a decir:

– ¡Para! ¡Tranquilízate!

Y el elefante se dio cuenta de que el búho le estaba hablando. Y decidió


escuchar, porque sabía que el búho era uno de los animales más sabios del lugar.

– Estás tan nervioso que no dejas de excavar en la arena. Levantas tierra y


ésta enturbia el agua- dijo el búho-. Lo que tienes que hacer es quedarte quieto,
muy quieto, esperar y observar.

El elefante hizo lo que el búho le dijo. Al fin se tranquilizó, y la tierra


comenzó a depositarse en el fondo del río. El agua se calmó y algo en el fondo
comenzó a brillar con nitidez. ¡Era el anillo de boda!

– ¡Oh, muchas gracias, búho! ¡Muchísimas gracias por tu consejo!- dijo


emocionado el elefante.

La boda se pudo celebrar, sin más sobresaltos. El búho hizo de padrino de


honor y los elefantes se dieron el sí quiero, alianzas incluidas,  ante la emoción y
felicidad del resto. Y el elefante, por su parte, aprendió una sabia lección.

Moraleja: “Cuando las aguas turbias no te dejen ver el fondo del río, no te


muevas: espera a que la tierra se pose y el agua vuelva a mostrarse cristalina”.

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