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Elster 146 156
Elster 146 156
Figura XV. 2
1 2 3
Campo de Golf
2 3 1
Orquesta
3 1 zo
Piscina de natación
11 Por supuesto que ninguna representación es perfecta porque los que consti-
tuyen el grupo de votantes poseen intereses divergentes. La elección de una perso-
na para representar los intereses del electorado crea exactamente los mismos pro-
blemas que los discutidos luego en el texto.
Supon^HmoH qur <d voto mayord.ni 10 oh tomado como una e*
pr«Hirtn (ir la voluntad popular o del inl.rréH do la comunidad
l'jiu.oncoH la voluntad popular es que conviene tener un campo «le
jrol antes que subsidiar a la orquesta ya que los empresario» y los
trabajadores juntos forman una mayoría con esta preferencia IM
mismo modo la voluntad popular es que subsidiar a la orquesta ñu
mejor que construir una piscina ya que los empresarios y los profn
sionales juntos forman una mayoría con esta preferencia. Pero la
voluntad popular también apoya la piscina de natación sobre rl
campo de golf ya que los trabajadores y los profesionales juntos i,ir
nen esta preferencia. Y esto sólo puede significar que la noción di»
voluntad popular es incoherente o que la voluntad popular misma
es incoherente como se prefiera. Si un individuo dice que prefierr
helado de vainilla al chocolate o chocolate a la fresa y la fresa n
la vainilla podemos pensar que él no entiende qué significa prefr
rir algo o que simplemente mezcla las cosas y está confundido.
Sin duda no tomamos su declaración como una expresión de lo qur
él realmente desea. Ni debemos tomar las cíclicas preferencias
mayoritarias como una expresión de lo que la comunidad realmen-
te desea.
Pero en el caso individual habitualmente hay algo que. una
persona realmente desea aunque pueda tener cierta dificultad pa-
ra clasificarlo. ¿Podemos afirmar lo mismo de la comunidad? Una
línea de argumento es que la discusión racional entre los miembros
de la asamblea puede superar el conflicto de interés de manera que
todos lleguen a ver que un interés tiene mejor base que los otros
Algo como esto a veces puede ser cierto pero está lejos de ser siem-
pre asi. A menudo el tiempo es corto y se deben tomar las decisio-
nes antes de que se llegue a un acuerdo; y a veces el acuerdo puede
no alcanzarse nunca aunque la discusión continúe indefinidamen-
te. Si la gente tiene ideas diferentes acerca de lo que le agrada ha-
cer en su tiempo libre ninguna cantidad de discusión la persuadirá
de que la música es inherentemente más valiosa que los deportes.
Otra línea de argumento puede parecer más promisoria, a sa-
ber, si la votación de la mayoría es defectuosa porque descuida la
intensidad de las preferencias. Si los amantes de la música tienen
preferencias muy fuertes mientras a los otros no les interesa mu-
cho una cosa u otra parece ser que el subsidio de la orquesta es la
elección ácertada. Si pudiéramos medir y comparar los niveles de
bienestar de diferentes personas podríamos decidir que la voluntad
popular está en la alternativa que eleva el bienestar de la comuni-
dad total en la medida mayor. Esta propuesta muy pronto se su-
merge en un profundo problema filosófico que no debe preocupar-
nos acá ya que en todo caso es totalmente impracticable. No existe
ningún procedimiento confiable para medir la intensidad de las
preferencias aunque sólo sea porque a la gente puede resultarle de
su interés tergiversarlas.
Un individuo habitualmente sabe qué desea; he sostenido que
la sociedad no. Un individuo suele poder hacer lo que ha decidido
hacer; sostendré que una sociedad no puede. Para el individuo no
hay ninguna brecha entre la decisión y la ejecución salvo la debili-
dad de la voluntad y la incapacidad física. La maquinaria de trans-
misión del cerebro a la mano no tiene ninguna voluntad m interés
propios que se opongan a la orden del cerebro. En contraste una
institución debe confiar en individuos con intereses propios. Las
decisiones institucionales son fácilmente desviadas y distorsiona-
das por la conducta interesada de los agentes que deben ponerlas
en práctica. La forma más visible y cruel de oportunismo es la co-
rrupción. Los ajenos a la institución pueden sobornar a los funcio-
narios para que modelen las reglas o violen las reglas en su favor.
Si el funcionario busca poder antes que riqueza puede tratar de in-
flar la maquinaria burocrática y aumentar su personal más allá de
cuanto lo requiere la tarea. A veces actúan según su concepción
privada del interés de la institución desatendiendo las órdenes su-
periores.
Para contrarrestar estas tendencias uno puede poner su con-
fianza en el diseño institucional. A los directivos a menudo se los
recompensa con acciones para asegurar que su interés privado
coincida con el de la firma. Se pueden formular los objetivos insti-
tucionales para reducir el alcance del fraude y la corrupción como
cuando se imponen gravámenes a la tierra antes que a la produc-
ción. A veces los jurados, los jueces y los funcionarios públicos son
elegidos al azar para que sea más difícil sobornarlos. Algunos fun-
cionarios públicos son elegidos antes que nombrados para que sean
más responsables de sus acciones. Los imperios chinos hacían una
práctica de la rotación de los funcionarios para impedir que llega-
ran a familiarizarse con los terratenientes locales. Puede haber
recompensas para los individuos que denuncian las prácticas co-
rruptas. Una institución puede vigilar a otra e incluso acusarla por
intento de corrupción. .
Estas soluciones tienden a crear sus propios problemas. .La
rotación, la elección y la elección al azar de funcionarios van en
contra de la estabilidad y la eficiencia. Si el motivo de las institu-
ciones es promover la eficiencia no tiene sentido atar las manos de
los funcionarios para evitar que acepten sobornos. Los métodos
de recaudación impositiva que son menos vulnerables a la corrup-
ción pueden no brindar muchos ingresos. Si una institución debe
vigilar a otra, debemos preguntar: ¿quién guarda a los guardianes'
Un híhIíuum clíí vigilancia mutua es vulnerable a la connivencia, lln
individuo que detecta una práctica corrupta puede beneficiara
mrtH chantajeando a las partes corruptas que denunciándolas. Kn
general todo mecanismo del que se supone que debe detectar y con
trarrestar la formación de herrumbre en la maquinaria institucio
nal es en sí mismo susceptible a la herrumbre.
Aunque es difícil de probar creo que la variación en corrup
ción a través de los países se explica en gran medida por el grado
de compromiso público de sus funcionarios y no por la inteligencia
del diseño institucional. La moralidad y las normas sociales pare-
cen contar mucho más que el interés propio esclarecido. Los deseos
importan más que las oportunidades. Esta formulación del proble-
ma puede ser desorientadora. Si existen equilibrios múltiples el ac-
cidente y la historia pueden proporcionar la explicación. Dos países
pueden tener el mismo diseño institucional y la misma mezcla de
motivaciones individuales y sin embargo uno de ellos estar plagado
por la corrupción y el otro no. Las que parecen ser motivaciones de
compromiso público pueden ser sólo conducta de compromiso pú-
blico motivada por un interés propio en un equilibrio en que con-
viene ser honesto. La Figura XV.2 ilustra el asunto. Nó creo que
esto pueda explicar las variaciones entre los países pero tal vez yo
esté equivocado.
En todo caso es obvio que las instituciones no son entidades
monolíticas en las que se puede confiar para que transmitan y lue-
go lleven a cabo las decisiones de arriba. La conversación acerca de
las instituciones es sólo una versión reducida de la conversación
sobre los individuos que interactúan entre sí y con la gente de fue-
ra de las instituciones. Cualquiera que sea el resultado de la inte-
racción se la debe explicar en función de los motivos y las oportuni-
dades de estos individuos.