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Historia de España 2º, IES Drago

XATIONUNIDAD 4. SEIS AÑOS DE DEMOCRACIA


El pronunciamiento, en Cádiz de septiembre de 1868 venía a poner fin a 150 años de
dinastía borbónica, al menos por el momento. Se abría un periodo en el que se intentaría la
regeneración política, económica y social.
La Constitución de 1869 supuso la implantación de un verdadero sistema democrático,
aunque con numerosas interrupciones por los
estados de excepción. Los seis años en que
estuvo en vigor fueron de lo más movidito con
tres formas de gobierno diferentes y tres
conflictos armados: la III Guerra Carlista, la
guerra en Cuba y la insurrección cantonalista.
España se convirtió, también, en un buen
ejemplo de las tendencias políticas que se
imponían en el resto de Europa, con la
emergencia de los movimientos obreros (sobre
todo anarquistas en España) y las
contradicciones entre las diferentes familias
liberales. Las tropas de Topete desfilando por Cádiz
el 18 de septiembre de 1868
Todas estas tensiones culminaron en el
fracaso definitivo del intento republicano (y
democrático) y con el triunfo de las ideas restauradoras del conservador Cánovas del Castillo.

1. La “Gloriosa Revolución” de 18681:


En 1860 España parecía un estado más o menos moderno; el tendido ferroviario y el
telegráfico posibilitaron la consolidación de un mercado nacional, por el que las ideas, los hombres
y los capitales circulaban de forma más fluida, proporcionando más recursos que permitieron poner
en marcha nuevas iniciativas a pesar de eso, el clima político del país estaba de lo más crispado.
La revolución de 1868, sin duda el hecho más significativo del decenio, fue producto de la
confluencia de toda una serie de fenómenos y acontecimientos anteriores. Es en este momento
cuando se produce la crisis financiera de 1866 y la de subsistencia del invierno 1867-68 que
provocaron el aumento del paro y el encarecimiento del pan. A esto debemos unir la crisis política
producida por la corrupción notoria de los últimos gobiernos de Isabel II, la dictadura (encubierta)
de Narváez, y el fraude electoral generalizado. Ante esta situación los progresistas optaron por el
retraimiento y el golpismo, programa que se concretó en el Pacto de Ostende (1866). Hubo un
primer intento fallido el de los sargentos de San Gil, reprimido con gran dureza por los unionistas
en el poder, pero finalmente estos se unieron, tras la muerte de O'Donnell a los revolucionarios en el
pronunciamiento de Cádiz de septiembre. Además, los intelectuales como Castelar (apartado de
su cátedra por Isabel II), Canalejas y Giner de los Ríos, impulsados por ideas librecambistas y
democráticas, criticaban duramente al régimen y reivindicaban una regeneración política y social.
Es así como los grupos firmantes del Pacto de Ostende (liberales progresistas, los unionistas
de Serrano y los demócratas, entre los que se empezaban a distinguir los posteriores republicanos)
consiguieron los apoyos necesarios para desencadenar la revolución. Esta fue, como era habitual, un
movimiento predominantemente urbano y elitista, un levantamiento sobre todo de la burguesía
1
Reelaborado parcialmente de http://www.artehistoria.jcyl.es/histesp/contextos/6993.htm (c)
Angel Bahamonde
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progresista pero que esta vez contó con la aprobación popular.


Los acontecimientos se
sucedieron rápidamente: Prim y
algunos destacados exiliados liberales
(entre ellos Sagasta) viajaron de
Inglaterra a Gibraltar para ponerse al
frente de la revolución que iba a
desencadenar el almirante Topete en
Cádiz el 18 de septiembre. Ésta
provocaría el derrocamiento de Isabel
II y de su dinastía.
Así quedó expuesto en un
Manifiesto, España con honra, en el
que se pedía la convocatoria de
elecciones mediante sufragio
universal y la determinación de una
nueva forma de gobierno por parte de
las Cortes Constituyentes.
Miembros del gobierno provisional de 1869 Entre el 18 y el 22 de septiembre
la rebelión gaditana prendió en toda
Andalucía, Santander, El Ferrol, Béjar, La Coruña, Zaragoza, Cartagena, y buena parte del Levante,
con una activa participación popular, generalmente estimulada por los demócratas.
El 19 de septiembre, dimitió el presidente del Consejo, González Bravo. Su sucesor
pronto se vio desbordado por la situación. El 28 de septiembre la suerte de la dinastía quedó sellada
en la batalla de Alcolea. La victoria de los sublevados les dejaba libre el camino hacia Madrid.
Al día siguiente, Madrid se unió al pronunciamiento y la Reina (que se encontraba con su
familia en el País Vasco) partió hacia Francia. Así se iniciaba el Sexenio Democrático, uno de sus
primeros gestos fue la reposición en sus cátedras de Castelar, Nicolás Salmerón y Giner de los Ríos.

2. 1869. Una Constitución Democrática:


Una vez asumido el poder, los firmantes del Pacto de Ostende formaron un gobierno
provisional de concentración en el que las principales figuras fueron: el general Serrano (unionista)
que asumió la presidencia, Prim (progresista y líder de la revuelta) en el ministerio de la Guerra y
Sagasta (joven político progresista de brillante porvenir) en el de Gobernación. Los demócratas
quedaron excluidos lo que debilitaría su posición política y los llevaría a la desaparición integrados
en el republicanismo. Este gobierno, de corte conservador, tomó como primera medida la disolución
de las juntas provinciales y de la Milicia Nacional, demasiado populares (en el sentido de
democráticas) para su gusto.
El gobierno provisional garantizó las libertades civiles y suprimió el impuesto de consumos
sustituyéndolo por un impuesto personal (lo que se probaría un error para el déficit de la Hacienda),
también rebajó los aranceles aduaneros en un claro gesto librecambista con la intención de
introducir al país en el comercio internacional, estableció como moneda la peseta e introdujo el
sistema de medidas decimal. No pudo, en cambio, cumplir su promesa sobre la supresión de quintas
por el estallido de la guerra en Cuba y Puerto Rico (con el “Grito de Yara” de Manuel Céspedes).
La convocatoria a Cortes Constituyentes se hizo, por primera vez, mediante elecciones por
sufragio universal masculino (mayores de 25 años). Votó el 70% del censo. La composición del
Parlamento quedó así: progresistas (159); unionistas (69); republicanos federales (69);
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demócratas (20); carlistas (18); isabelinos o liberales moderados (14); y republicanos unitarios
(2), que elaborarían la Constitución de 1869. Se reunieron por primera vez el 15 de enero de 1869 y
elaboraron un texto que se considera la primera constitución verdaderamente democrática.
El texto establecía como forma de gobierno la Monarquía Parlamentaria (curiosamente a
falta de encontrar un rey) y consagraba el principio de Soberanía Nacional a la vez que establecía
el sufragio universal como norma electoral, estableciendo sólidamente los principios liberales de
libertad de imprenta, libertad de culto (lo que provocaría el disgusto y la oposición de la Iglesia y el
carlismo) y los derechos de reunión y asociación.
La Constitución, además, proclamaba la
separación de poderes otorgando la máxima Elecciones de enero de 1869
importancia a las Cortes que no sólo tendrían la función
de legislar sino también la de controlar al gobierno y
limitar los poderes del rey. Progresistas
Unionistas
Lo que más animó los debates y la vida pública
Republicanos
de ese momento fue la aparición por vez primera de los
Demócratas
republicanos divididos a su vez en dos: unitarios, más
Carlistas
conservadores, que defendían un gobierno central y la Isabelinos
unidad de España; y federales, que pensaban que Total de Diputados
España debía constituirse en una federación de
territorios autónomos. Tenían como base social la
burguesía de la clase media, las clases populares
urbanas (artesanos y asalariados) y muchos proletarios y
campesinos (que después pasarán a engrosar las filas
socialistas y anarquistas). Tenían ideas sociales mucho más avanzadas que el resto de los grupos
políticos y eran profundamente anticlericales.

3. En busca de un rey:
La regencia de Serrano
Las Cortes Constituyentes se declararon a favor de la monarquía, pero la situación era
anómala ante la negativa de Prim de aceptar al hijo de Isabel II (con sus famosos jamases) y las
presiones de Napoleón III para que no fuera el duque de Montpensier. A la espera de encontrar un
rey se formó gobierno con la presidencia de Prim y la regencia del general Serrano.
Este gobierno tuvo que hacer frente a muchas dificultades:
La situación económica desastrosa con un elevado déficit; una crisis agrícola acompañada
por las protestas provocadas por la desigual distribución de la propiedad en la España latifundista
(Andalucía, Extremadura y La Mancha); y el problema librecambista que beneficiaba a los
propietarios agrícolas, pero perjudicaba a los industriales, sobre todo a los catalanes, que se
organizaron en una Liga Proteccionista.
La situación política estaba enrarecida por la fragmentación de las Cortes en diferentes
grupos políticos y por la oposición de los que no acaptaban la legitimidad del sistema:
Los republicanos, frustrados por la elección de la monarquía como forma de gobierno
protagonizarían varios levantamientos, el primero, en octubre de 1869, por una ley que otorgaba
poderes especiales a los gobernadores civiles, y que terminó con una violenta represión y con los
sublevados exiliados en Cuba.
Los carlistas, viejos conocidos, que ponían en Carlos VII sus esperanzas después del exilio
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de Isabel II. Algunos, como Nocedal creían que podrían alcanzar su objetivo por medios legales, sin
embargo, los resultados de las elecciones y la deriva de los acontecimientos hicieron triunfar las
posturas belicistas (partidarias de la guerra) provocando una sublevación en junio de 1869 apoyada
en los núcleos tradicionales de Cataluña y País Vasco.
Además, dentro del gobierno crecieron las disensiones entre unionistas y progresistas, pues
los primeros mostraron su abierta hostilidad hacia medidas aprobadas por ministros progresistas
como la ley del matrimonio civil, la del
jurado o la aprobación del nuevo Código
Penal. También la obligación de que el clero
jurara la Constitución para frenar al carlismo
provocó la indignación de la clase alta y la
jerarquía eclesiástica.
La búsqueda
En esta atmósfera enrarecida quedaba
todavía el principal problema por resolver:
encontrar un rey. Como ya hemos visto, dos
de los posibles candidatos: Alfonso y el
duque de Montpensier (apoyado por los
unionistas), fueron vetados por diferentes
motivos y Fernando de Coburgo de
Portugal (apoyado por los progresistas)
renunció a su candidatura. Así que desde
junio de 1869 se desató una frenética
actividad diplomática para buscar un
candidato adecuado entre las diferentes casas
reales europeas. Viñeta satírica aparecida en la Flaca, 1870
Los que sonaban con más fuerza eran
el príncipe alemán Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, sobrino del rey de Prusia y dos
príncipes italianos, hijos del recién proclamado rey de Italia, Víctor Manuel II. Esto provocó no
pocas tensiones internacionales que desembocarían en la guerra Franco-Prusiana de 1870.
Finalmente, el elegido fue uno de los italianos, Amadeo de Saboya, en la votación para su
aceptación como rey ya se vio que no las tenía todas consigo: tuvo 191 votos a favor (sobre todo de
progresistas) y 120 en contra. Amadeo I llegó a España para asumir la Corona el 30 de diciembre
de 1870, el mismo día que moría, víctima de una atentado, su principal apoyo, Juan Prim.

4. Historia de un breve reinado. Amadeo I (1871-1872):

Las tribulaciones de un rey


Desinformado y en un ambiente político enrarecido, Amadeo, lo tuvo difícil desde el
principio. Para empezar, tuvo que hacer frente a los dos conflictos bélicos abiertos: la guerra de
Cuba y la Tercera Guerra Carlista.
En Cuba, la situación se agravó debido a la intransigencia española y el intervencionismo
americano (doctrina Monroe) que acaparaba la exportación de azúcar y cada vez tenía más
intereses económicos en la isla. En España, la opinión pública se dividía, sobre todo por el polémico
tema de las quintas, entre aquellos que, sobre todo republicanos y clases populares, pedían la
abolición de la esclavitud y el fin de la guerra, y aquellos, empresarios e industriales en su mayor
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parte, que tenían intereses comerciales en Cuba (como el señor Bacardí). Además de suponer un
foco de tensión política y social, la guerra era una auténtica ruina económica y una sangría humana
(al menos 40000 soldados españoles fueron muertos o heridos durante el conflicto). Este conflicto
no terminaría hasta 1878, con la paz de Zanjón.
En el norte de España los carlistas volvieron a hacer de las suyas, después de su “fracaso”
electoral en las elecciones de 1872 (en las que obtuvieron 28 diputados),
aprovecharon la confusión política y el malestar de la Iglesia y de los
núcleos tradicionalistas para levantarse. Don Carlos acusó de fraude
electoral al gobierno y comenzó de nuevo la guerra que terminaría
oficialmente con la derrota carlista en Oroquieta y la firma de un
“nuevo abrazo de Vergara” en el Convenio de Amorebieta. Aunque
continuaría durante algún tiempo en Cataluña gracias a la acción de
partidas guerrilleras.
Pero estos no eran los únicos problemas a los que se enfrentó el
desdichado Amadeo. La muerte de Prim dejó muy tocada la coalición
entre unionistas y progresistas y originó la escisión de los progresistas
en dos nuevos partidos: el constitucionalista, liderado por Práxedes
Mateo Sagasta más cercano a las posturas conservadoras de los
unionistas y de Cánovas del Castillo: y el radical, liderado por Ruiz
Zorrilla, más progresista y que incluía también a los antiguos
Am demócratas.
adeo I rey de España Esta ruptura fue aprovechada por los partidos contrarios al sistema
(carlistas, republicanos y alfonsinos) para desestabilizarlo, lo se vio
reflejado en la volatilidad de los gobiernos, seis durante los dos años de
reinado y provocó una pérdida de apoyo popular hacia la monarquía.

Crónica de un final anunciado


El comienzo de 1873 marca el punto de máximo deterioro de la situación: a las dos guerras
(cubana y carlista), había que sumar la conflictividad de las clases populares (alentadas por los
republicanos) y los escasos apoyos de la monarquía que contaba con la hostilidad manifiesta, no
sólo de la mitad de los grupos parlamentarios, sino incluso de la de la aristocracia y la Iglesia. La
cúpula militar mostró su descontento después de que Ruiz Zorrilla decidiera acometer una reforma
del ejército. Algunos militares, apoyados por los conservadores, empezaron, como era su
costumbre, a conspirar acompañados por el ruido de sus sables. En este contexto, un acontecimiento
insignificante (unido a otros más serios como un atentado frustrado contra el rey y la reina), la
negativa de los sargentos de artillería a obedecer al general nombrado por el ministerio, provocó la
crisis, el rey propuso un gobierno de concentración pero su fracaso provocó su abdicación en
febrero de 1873. Ante el vacío de poder el 11 del mismo mes se proclamó la República para
sorpresa de los propios republicanos.

5. El intento republicano y el colapso (1873-1874):

La I República
La Primera República llegó de forma inesperada y supuso el último intento de conservar los
logros democráticos de la Revolución Gloriosa. Su duración fue breve, a penas 10 meses, debido
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sobre todo a su endeble apoyo popular y a la oposición manifiesta de las élites conservadoras (los
ricos burgueses, los aristócratas, la Iglesia y los militares), temerosas de las consecuencias del
reformismo republicano para el orden y la propiedad. Su apoyo lo encontraba en la pequeña
burguesía y las clases trabajadoras, pero en un país empobrecido y analfabeto como era aquella
España, las masas populares sólo sentían verdadera lealtad por aquél que conseguía llenar sus
estómagos.
Además, de manera inmediata, aparecieron las disensiones
dentro de los republicanos, protagonizadas sobre todo por los
republicanos intransigentes que querían reformas profundas e
inmediatas lo que provocó la sucesión de cuatro gobiernos
presididos, respectivamente, por Estanislao Figueras, Francisco Pi
y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar, respectivamente.
Las elecciones de mayo supusieron una victoria aplastante
para los republicanos que obtuvieron casi el 90% de los escaños (eso
sí con una gran abstención). Los gobiernos republicanos se metieron
de inmediato con las reformas: redujeron la edad de voto a 21 años:
separaron de manera completa Iglesia y Estado y dejaron de
subvencionar a la Iglesia; prohibieron el trabajo de los menores de
16 años; y abolieron la esclavitud en Puerto Rico (pero no en Cuba).
Además se intentó aprobar una nueva Constitución de carácter
federalista (que preveía una federación de 17 estados con amplia
autonomía) y superprogresista que fue tumbada por la oposición de
los republicanos unitarios y que nunca llegó a estar en vigor.

Alegoría de la I República
Crisis y colapso de la República
Como antes le había pasado a Amadeo, los gobiernos republicanos se tuvieron que enfrentar
a una nebulosa de contratiempos: las dificultades económicas llevaron a la suspensión de pagos, el
desplome de la Bolsa y la fuga de capitales; la conflictividad social aumentó con la aparición de un
nuevo actor, el movimiento obrero de corte anarquista que impulsado por la AIT (Asociación
Internacional de Trabajadores) protagonizó ocupaciones de fincas y huelgas revolucionarias como
la de Alcoy; y además de la guerra Carlista y la de Cuba, aparecieron dos nuevos focos de conflicto:
las insurrecciones cantonalistas y las conspiraciones alfonsinas.
En julio de 1873, republicanos intransigentes y asociaciones obreras se levantaron
espontáneamente, en diferentes partes de España, reivindicando una República Federal basada en la
libre asociación de municipios y cantones. Se inició en Cartagena que se declaró cantón
independiente y se extendió por el Levante y Andalucía. La respuesta del gobierno fue la represión
militar. El gobierno de Pí y Margall dimite y rápidamente es sustituido por Salmerón que, a su vez,
también dimitirá (porque no quería firmar las penas de muerte) al que seguirá como presidente
Castelar. El conflicto se extendió hasta 1874, en que fue sometida Cartagena.
Por su lado, los alfonsinos, aquellos que defendían los derechos del hijo de Isabel II al trono,
pretendían la Restauración. Liderados por Cánovas del Castillo a este movimiento se adhirió la
mayor parte de la burguesía, la Iglesia, el ejército y los partidos conservadores (Sagasta y Serrano),
conspirando de nuevo para derribar la República.
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Principales escenarios del levantamiento


cantonalista y de la Tercera Guerra Carlista

El 4 de enero de 1874 se produjo el golpe de Estado anunciado. El general Pavía daba la


puntilla al proyecto democrático de 1868. Aunque el régimen republicano se mantuvo hasta
diciembre con la presidencia (en realidad, una dictadura), otra vez, de Serrano, esto sólo fue la
antesala de la Restauración borbónica.
La represión contra republicanos y obreros no se hizo esperar. El nuevo régimen sabía bien
lo que se hacía y los objetivos que perseguía: preservar el orden público y los intereses de las clases
privilegiadas.

“No debe aplicarse la palabra jamás, pero es tal la convicción que tengo de que la dinastía
borbónica se ha hecho imposible para España, que no vacilo en decir que no volverá jamás, jamás,
jamás.”
Juan Prim y Prats (1814-1870)

"El señor Presidente del Consejo de Ministros, el general Prim, ha sido herido en el día de
ayer. No sé si es grave o leve la herida; no lo quiero saber en este momento; aunque lo supiera, no
lo diría en este sitio..."
El almirante Topete, Presidente interino del Consejo en 1870

“La política es el arte de lo posible.”


Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897)

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