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PREFACIO 31

Prefacio
histórica, como otras, no escapa a los intentos de renovarse, o
de aparentar renovarse, modificando su vocabulario. Pero ¿las
ideas están por ello más claras? Diez años han pasado, y acepta-
mos con gusto esta oportunidad que se nos ofrece de hacer un
balance.

LA SOCIABILIDAD, LA SOCIOLOGÍA Y LA HISTORIA


¿LA SOCIABILIDAD ES UNA CATEGORÍA HISTÓRICA?

¿Sociabilidad? ¿O "sociabilidad"? Para decirlo de otro El empleo del término "sociabilidad" en historia no es normal.
modo, ¿se trata de una categoría histórica reconocida, o sólo de En primer lugar, observemos que parece contradecir el sentido
la iniciativa singular de un investigador o de algunos investigado- común y atravesar los límites impuestos por los diccionarios. 4 En
res? El autor de estas líneas tiene su cuota de responsabilidad en fecto, éstos reconocen dos definiciones. Una, muy general, es la
este pequeño problema, por haber dado el título de Sociabilidad aptitud de la especie humana para vivir en sociedad, aptitud que
meridional a un estudio publicado en 1966 cuyo subtítulo preci- las especies animales no poseen sino por excepción y de manera
saba el contenido de la siguiente manera: "Confraternidades y rudimentaria y no evolutiva (abejas, elefantes, etc. ); la sociabili-
asociaciones en la Provenza oriental en el siglo XVIIl". 1 Se con- dad contribuye, en lo esencial, a definir lo que separa al hombre
sideraba que la densidad y la vitalidad de los grupos sociales or- del animal. La otra definición se refiere a la aptitud del individuo
ganizados, así fueran burgueses o populares, laicos o religiosos, de frecuentar agradablemente a sus semejantes; en tal sentido, el
expresaban la aptitud general de una población a vivir intensa- hombre (o el niño) sociable es lo contra1;0 del niño ~ímido, re-
mente las relaciones públicas (sociabilidad), y que esa aptitud re- traído, "salvaje", misántropo. La sociabilidad es entonces un
conocida (o, más exactamente, sospechada, entrevista, supuesta) rasgo del carácter, que por lo general se erige como virtud. Pero
en Provenza caracterizaba el temperamento regional (meridio- • fácil ver que, para el historiador, la primera de esas aplicacio-
nal) . Dos años después, nos apartábamos de tales consideracio- 11es del término es demasiado amplia y la otra, demasiado estre-
nes. Para una reedición de la obra en París, adoptamos un título ha. Los objetos de la historia están, precisamente, entre ambas,
más representativo del contenido concreto de la· obra: Penitentes y más allá del individuo singular y más acá de la especie.
masones de la antigua Provenza, y el tema relegado como subtítulo: Sin embargo, a pesar de los diccionarios, la aplicación del tér-
"Ensayo sobre la sociabilidad meridional".2 mino "sociabilidad" a grupos humanos relativamente definidos
Sin embargo, a pesar de ese tímido retroceso, la "sociabilidad" 1•s casi tan antigua como el término mismo. Pero observemos
había prendido, como puede prender una moda, una salsa o un 1· n mayor detenimiento.
iajerto. A partir de 1967, Emmanuel Le Roy Ladurie aceptaba el No parece que se conozca un empleo anterior al siglo XVIII. El
término sin comillas en su contribución a la Histoire du Languedoc. 3 Oictionnaire de l'Académie Franr;aise, cuyo retraso respecto del uso es
Desde entonces, muchos otros lo hicieron, ya que la bibliografía l>i n conocido, lo admite en su edición del año V. Según los lexi-
' grafos,5 el primer autor que habría fijado la sociabilidad como
32 FJ. ClRCULO BURGUf'.S
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categoría fil osófica seña el naturalista y metafísico ginebrino
humanidad, es decir su extensión hacia l<.1 psicología colectiva,
Charles Bon ne l.6 ya se había iniciado. Hablando de los franceses, D'Alembert los
Para ese erudito protestante, que se esforzaba por pensarjunt.aS
calificaba como "nación cuyo rasgo principal es la sociabílidad".9
la filosofía racional y la revelación cristiana, "el hombre es un ser
Medio siglo después, Ja señora De GcnJis se refería al "1cmpera-
social, varias de sus principales facultades tienen por o~jeto di-
mento natural de los franceses, (que! contribuye mucho a esa
recto el Estado de Sociedacf', la ciencia lo muestra primero (~jem­ º
sociabilidad que los dlstingue". 1 De la acepción cm psicología
plo de la palabra como medio de comunicar), pero la docui~-~ de colectiva al uso por el historiador, el paso es namral, y figurar en
Cristo lo confirma y lo acentúa cuando hace dcl amor al prOJLmO
Michelet significa entrar en la Historia por la puerta grande. De
el primer precepto: "¿Existe acaso un Principio de Sociabilidad
éste no citaremos sino dos empleos, a modo de ejemplo. Uno fi-
más puro, más noble, más activo, más fecundo, que esa Benevo-
gura en el célebre pasaje donde la sustitución del siglo XVII por
lencia tan revelada que, en la Docuina del Enviado (de Dios),
el XVIII es simbolizada por el paso del café {bebida) al vino, del
Ueva el nombre tan poco usual y tan expresivo de caiidad?... ". café (lugar) al cabaret, y del espíritu a la rudc1.a: "El inmenso
La misma relación semántica se hallará algo más tarde en un
movimiento de charlas que caracterila nuestro tienJpo, esa socia-
marco filosófico puramente racional. Cuando el historiador del bilidad excesiva que vincula tan rápido, que hace que los transe-
derecho Eugene Lenninier dicta, en 1832 en el College de úntes, los desconocidos, reunidos en los cafés cc>tilleen y char-
France. su curso ti Lulado De /.a injl:uencia. dt la filosofia del sigw XV/ll len •..".11 La otra cita se refiere a la época de Termidor, explosión
en /.a kgi.skzcüfo y la socinhilidad dtlsigW XIX,1 está claro que, ~ara él,
de libertad y dicha, que se expresaba en los b;úles, puesto que la
la sociabilidad no es más que la civilización, entendida en singular,
gente no podía encontrarse en los salones y las sociedades. Su
a la manera liberal y humanitaria, es decir el cumplimiento del
éxito fue sorprendente: "Nunca antes se había visto tanto la
desúno colectivo del hombre mediante una política del progreso: sociabilidad amable de París".12
"[Nuestro objetivo era] conuibui.r a la obra de la sociabilidad pro- De modo que, siendo un rasg-0 reconocido de la psicología co-
gresiva del género humano". Y más adelante: "La políúca se .el~v:1 lectiva, la sociabilidad se halla en la historia humana, es decir
a la filosofía. Se comprende la inmensa solidaridad de la sociabili-
que puede apreciarse de manera diferencial en el espacio y en el
dad moderna. se hacen ingresar allí t0dos los elememos y todas las tiempo. Para retomar los ejemplos citados: en el espacio, es la
naciones de la humanidad ... la política, esa ciencia y esa aplicación sociabilidad de los franceses, de los parisinos ... ; en el tiempo,
de las propiedades de la sociabilidad humana'', etc. es la sociabilidad vinculada a las Luces, al progreso de una civi-
Como puede verse, en la versión cristiana de Charles Bon- lización más refinada o incluso al de la dumocracia ... Hemos
net, como en la versión laica de Lerminier, la sociabilidad es la
observado en varias ocasiones hasta qué punto alguna.~ curiosida·
humanidad misma. Su vinud social esencial, sin embargo, des nuevas, o consideradas nuevas, de la histolia de hoy ya figun1-
debe desarrollarlie y reafüarse con el tiempo. Segtúmos en el ban en Michclet. O, más precisamente, hasta qué puuto nos es-
sentido primero de la sociabilidad aplicada a la especie humana, forzamos hoy por 1.raducir en términos rclaúvamcntc precisos y
pero debemos retener el vu1c\1lo con la idea de progreso, que da racionales lo que el gr'cLO histo1iador del siglo XL'X había sugerido
al lérmino una interesante connotación de izquierda.8 en algunas inruicioncs, o como Je hubiera agradado denr, percibi-
No obstante, desde el siglo XVII, aunque de manera más in- dos en un abrir y cenar de ojos. De modo que no nos sorprendení
tuitiva, la aplkación del ténnino a sólo algunas porciones de la que la historia actual vuelva una y otra vez a la psicología colectiva,
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de la que la sociabilidad es un componente. 13 Pero ahora debe- encerradas en el interior; 3) una estructura social democrática
mos distinguir las direcciones de las investigaciones, tanto de las desde el Antiguo Régimen, con campesinos más o menos pu-
que ya han sido frecuentadas como de las que deberían serlo en dientes y propietarios, con una nobleza popular y sin altivez,
mayor medida. La geografia de los temperamentos y la historia de condiciones que permitían relaciones de familiaridad, dignidad
las mentalidades pertenecen al primer grupo; la historia de las y proximidad espiritual entre las clases.
asociaciones (como criterio posible de sociabilidad), al segundo. Este tercer punto, digámoslo sin rodeos, es poco convincente.
No cabe duda de que Benoit, entrenado por su inclinación ideoló-
gicamente conservadora, ha idealizado e incluso deformado la
antigua sociedad provenzal. Ésta incluía tanto a nobles arrogan-
SOCIABILIDAD Y TEMPERAMENTOS REGIONALES tes y opresivos como a campesinos muy pobres, muy oprimidos,
que alternaban entre la rebeldía y el servilismo. En cuanto a la fi-
Seamos equitativos. No hemos extraído el término de Lerminier, neza, la cultura y el espíritu "republicano" precoces de los artesa-
ni de D'Alembert, ni tampoco de Michelet. Nos saltó a la vista en nos y de una parte de los campesinos, se explican mejor por la
la obra de un viejo maestro marsellés, el añorado folclorista, ar- estructura del hábitat, que los obliga a estar junto a la burguesía
queólogo e historiador Fernard Benoit, quien publicó en 1949 del poblado (el primero de los motivos, que acabamos de men-
una hermosa síntesis sobre la Provenza. 14 Allí evocaba, en primer cionar), que por el supuesto achatamiento de la jerarquía social
lugar, "el país y el hombre" y sugería, luego, que existe un carác- (el tercer motivo mencionado) .15
ter provenzal que Michelet había entrevisto (esta referencia a Mi- Debemos ser justos con Benoit y reconocer al menos que sus
chelet es digna de mencionar, al pasar, ya que Benoit no pertene- tres causas participan también de una intención racional: explicar
cía a la misma familia de ideas). Ese carácter es menos rudo que la sociabilidad, rasgo de temperamento colectivo, no a través de
el del languedociano, marcado por las pasiones religiosas. En este una misteriosa herencia de raza, o de una afinidad climática algo
punto Benoit abre un párrafo titulado "Sociabilidad y espíritu de- menos inquietante, sino por el resultado de relaciones sociales,
mocrático", con esta fórmula inicial: "Hay una unidad de tempe- conómicas e históricas objetivas. Las razones que colocaba e n pri-
ramento provenzal cuyo principal elemento es la sociabilidad". mer y segundo lugar siguen siendo inatacables. Es evidente que
Más notable aún que la elección de ese término y que su hay una vida social más rica, más intensa y más diversificada, más
alianza (sobre la que volveremos) con el de "democracia" era la sociabilidad en definitiva, en aldeas y burgos que en fincas aisla-
manera en que Benoit intentaba explicitarlo y explicar el asunto. das. Ya había señalado André Siegfried que las costumbres d emo-
A grandes rasgos, mencionaba tres motivos: 1) el hábitat concen- ráticas (el espíritu de igualdad, de independencia, etc.) y luego
trado, "el marco comunitario ~n el que evoluciona el provenzal, las ideas democráticas (voto a la izquierda) hallan condiciones d e
agrupado en el poblado o el burgo, creó puntos de contacto que desarrollo más favorables en el primer tipo de espacio (Provenza )
vanamente se buscarían en los países de hábitat disperso ... "; 2) la que en el segundo (los territorios parcelados por setos y arboledas
apertura al mundo exterior por el comercio, "por el Ródano y por d Bretaña y Anjou) . 16 En cuanto a la noción de que las costu m-
el mar", esto es, la apertura "a la penetración de las ideas prove- bres y las ideas también dependen, en parte, de la pe netración d e
nientes del exterior" gracias a ciudades que son, sobre todo, fron- influencias metropolitanas (nacionales, parisinas) y d e que la
terizas o periféricas, a diferencia de las metrópolis languedocianas Provenza, guiada por Marsella, su verdadera capital, debía esta r
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avanzada, en ese sentido, respecto de un Languedoc simbolizado SOCIABILIDAD E HISTORIA DE LAS MENTALIDADES
por Tolosa, capital de la tierra por excelencia, es un esquema expli-
cativo que recientemente ha recobrado cierta vigencia. 17 La sociabilidad se halla en la duración, sugería Michelet. El café
Desde un punto de vista intelectual (si no cronológico), la ca- s un personaje histórico, al igual que el salón y el club. ¿Y por
racterología regional de la que Benoit nos ofrecía un ejemplo se qué, entonces, no lo serían también la aptitud que llevó a la crea-
ubica entre dos series de especulaciones: la de los grandes obser- ción de esas instituciones y el gusto de gozar de ellas? Sin em-
vadores impresionistas del pasado (el Michelet del Tabl,eau de la bargo, el estudio de ese tipo de realidad seguiría siendo, mucho
France, el Taine de las Notes sur la province), que sentían los tem- tiempo después de Michelet, el ámbito de la historia anecdótica
peramentos y que, a falta de mejores explicaciones, los ligaban a de la vida cotidiana. La gran historia, académica y universitaria,
la raza, el clima o el suelo, y la de los analistas de las ciencias po- tenía bastante ya con la religión, la política, la economía y la re-
líticas émulos de Siegfried, para quienes el temperamento regio- volución. Pero hoy nos damos cuenta de que todo lo ocurrido es
nal sirve para explicar, en última instancia, las diferencias de com- digno de interés, y que es anticientífico distinguir materiales his-
portamiento electoral, de las que la economía o la sociología tóricos nobles de otros que serían fútiles. También se vuelve evi-
evidentemente no dan cuenta. dente que todo evoluciona, incluso las cualidades que se creen
. Sin embargo, persiste una dificultad: para establecer relacio- permanentes, porque están estrechamente vinculadas a la condi-
nes lógicas convincentes habría que comparar varias regiones so- ción general del hombre. Si el sentimiento de la familia, si las
metiéndolas a criterios comunes de análisis. ¿Los signos proven- formas de la piedad, si incluso el amor y la muerte, tienen una
zales de sociabilidad, por ejemplo, no se hallan realmente en las historia y están en la Historia, ¿por qué no habría de tenerla, a
regiones que se sienten como menos "sociables" y que se cono- fin de cuentas, la sociabilidad?l8
cen como menos democráticas (por el voto)? Probablemente, Como señalamos al comienzo de estas reflexiones, el simple
pero ¿quién lo demostrará? En efecto, es relativamente fácil car- término "sociabilidad" ha sido recibido y reproducido con faci-
tografiar el grado de concentración del hábitat; será ya menos lidad en la bibliografía histórica reciente, tal vez porque - y en la
cómodo evaluar, con criterios simples, la frecuencia y la rapidez medida en que- nuestra historiografía universitaria ha recupe-
de las relaciones con la o las metrópolis, y menos cómodo aún rado la vida cotidiana, el folclore y la fiesta, la cultura popular y
apreciar la calidad de las relaciones sociales y culturales entre la revuelta. Muchos autores tienden a utilizar el término "socia-
campesinos y burgueses de aldeas. En cambio, sería tal vez más bilidad" para reunir, como si se tratase de un cómodo y gran ca-
simple utilizar el signo de sociabilidad por el que habíamos co- jón, la mayoría de las formas elementales de la vida colectiva, di-
menzado: la densidad de la existencia de asociaciones constituidas. versas pero omnipresentes. Un término nuevo, en definitiva, para
Habría que volver sobre este punto y pasar de la sociabilidad in- designar las realidades clásicas que antes etiquetábamos como
tuitivamente percibida o cualitativamente descrita a una medición "vida cotidiana", "civilización" o "historia de las costumbres".
de hechos sociológicos precisos. Pero seamos justos. Algunos fueron aún más lejos e hicieron
El otro enfoque -que prioriza el análisis de la sociabilidad en el novedosos descubrimientos. El estudio insólito del criterio de
espacio antes que en el tiempo- nos conducirá a una conclusión honestidad en las relaciones sociales en Languedoc en el siglo
similar. XVIII, como el que hizo Yves Castan, 19 es admirable por su pre-
isión y su fineza, pues -para decirlo brevemente- el autor logra
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pasar del análisis de los comportamientos objetivos al de los pro- SOCIABILIDAD Y VIDA DE LAS ASOCIACIONES
cesos psicológicos. Ese libro deberá seguir siendo un modelo.
Pero, para avanzar un poco más, había que reunir una docu- La idea de que la vitalidad de las asociaciones es un buen indica-
mentación inmensa y encerrarse en una época (en este caso, me- dor de la sociabilidad general de una colectividad humana no
nos de un siglo), del mismo modo que otros, como nosotros, para debería dar lugar a objeciones. Cuanto más numerosas y diversas
comprender una evolución histórica han tenido que limitarse a son las relaciones interpersonales, más grupos se ponen en
una provincia o un departamento. En materia de historia de las juego: la familia, la parroquia, el trabajo o el grupo de edad son
mentalidades o (y) de los hechos sociales de masas, la comparación una suerte de mínimo encuadre, al que vendrán a agregarse, o
entre las épocas es también deseable, aunque rara vez llevada a no, el partido político, el club deportivo, la sociedad de benefi-
cabo (quiero decir, montada sobre datos comparables), como cencia, o lo que pueda imaginarse. Por otro lado, cuantas más
entre zonas geográficas. actividades tiene una asociación, más requiere fortalecer su orga-
Si la sociabilidad meridional u otra 20 se emplaza en la histo- nización interna: los jóvenes que juegan a la pelota en un te-
ria, ha debido seguir una evolución. El sentido común bien fo rreno baldío no necesitan presidente ni tesorero, pero si quie-
sabe. ¿Acaso los más pesimistas de nuestros contemporáneos ren tener un terreno cerrado, comprar material reglamentario y
no se lamentan porque la televisión aísla a la gente en veladas participar en competencias oficiales, el grupo de amigos debería
microfamiliares y termina con el pequeño bar de antaño? Pero onvertirse en un club con oficina, local y estatutos.
si ese bar desfallece, ¿acaso no es porque ha vivido una bella Una evolución progresiva de la sociabilidad consistirá, enton-
época, una juventud e incluso un nacimiento? Tal vez ya se en- es, en la aparición de asociaciones voluntarias (el partido, el
tienda lo que queremos decir. La historia de la sociabilidad es, lub, por oposición a la familia, el taller, el estado) cada vez más
de algún modo, la historia coajunta de la vida cotidiana, ínti- numerosas y diversificadas, y, por otro lado, en el paso del esta-
mamente ligada a la de la psicología colectiva. Se vuelve enton- lio informal (jóvenes futbolistas en un terreno baldío) al estadio
ces necesario contemplar una amplitud y variedad de aspectos formal (club deportivo). Si admitimos que la sociabilidad así defi-
tal que resulta desalentador y se corre el riesgo de acumular nida es una de las modalidades de la historia de la civilización en
una cantidad de observaciones que son poco esclarecedoras la llamada época "contemporánea" (desde fines del siglo XVIII
por no ser comparables. Sin duda, sería mejor y más útil, a pe- hasta nuestros días), y que, además, su relativa rapidez e influen-
sar del carácter a primera vista restrictivo y parcial del pro- ia y sus diferencias de aspecto son un elemento de comparación
yecto, identificar instituciones o formas de sociabilidad especí- y de estudio para las costumbres y la psicología diferencial de las di-
ficas y hacer su estudio concreto. El resultado podría ser menos v rsas entidades territoriales, podemos preguntarnos por qué no se
modesto de lo que parece. la estudia un poco más. Podría haber dos motivos: uno relativo a
Como ya se habrá adivinado, ingresamos aquí en la historia de las nuestra historiografía, otro, a nuestra sociología.
asociaciones, que para nosotros fue al comienzo un ensayo completa- Ya hemos dicho lo esencial sobre nuestra historiografía. El es-
mente empírico y ahora se convierte en un proyecto razonado. 111dio verdadero de la civilización ha sufrido la fragmentación
1radicional que ha caracterizado a nuestra disciplina hasta una
1 poca reciente: confraternidades estudiadas por la historia reli-

i sa, partidos estudiados por la historia política, sociedades


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eruditas estudiadas por la historia de las "ideas", y círculos, cafés una teoría de las relaciones ni de las formas de sociabilidad. Esa
y clubes diversos estudiados por... la pequeña historia. Sólo me- teoría pertenece más a la construcción filosófica que a la sociolo-
diante la ambición totalizadora de la historiografía actual podre- gía propiamente dicha, pues no hay sociología sin historia. La so-
mos conseguir mañana una historia verdadera de ese gran hecho ciología es la ciencia de los grupos humanos reales y concretos,
social que es la asociación. es decir arraigados en la historia. "2 3
Pero ¿es esa la única razón? Tal vez hacía falta también que los Es cierto que las asociaciones forman parte de la historia con-
historiadores aceptaran considerar la sociología, e incluso, por creta, pero la asociación en singular no es, desde esa perspectiva,
así decirlo, una sociología adecuada. una materia de estudio valorizada. Sin embargo, es justo decir
que Cuvillier la menciona y señala lo esencial: la creación de aso-
iaciones es un proceso de compilación social que permite al in-
dividuo ser no sólo el hombre de su grupo natural único, sino
SOCIOLOGÍA CLÁSICA Y SOCIOLOGÍA FORMALISTA un hombre ubicado en el cruce de círculos sociales diversos, es
ecir que puede elegir una personalidad y una independencia. 24
Si todo el pasado es histórico, todos los métodos de enfoque y Por otro lado, observa que las asociaciones libres (en general)
todas las disciplinas pueden volverse históricos al aplicárselos al suelen funcionar como contrapeso del estado y como garantía
pasado. La historia política puede incluir una "politología" his- de la libertad del ciudadano.25
tórica, la historia de las relaciones internacionales una "polemo- Georges Gurvitch 26 nos aclara más el panorama, pues la no-
logía" histórica, la historia de la vida material una etnología histó- ión de sociabilidad parece concernirle en mayor medida. No
rica, y así sucesivamente. En nuestro caso, la sociología histórica, bstante, es cierto que la emplea sobre todo en el ámbito micro-
y primero la sociología misma. Pero los sociólogos franceses que ciológico (relaciones entre un individuo y los demás), lo que
han formado o, con mayor frecuencia, impregnado e influen- rresponde a la segunda definición de los diccionarios (la psi-
ciado indirectamente a los historiadores franceses, no han hecho lógica: ser o no ser tímido, etc.), y que la aplicación al ámbito
demasiado hincapié en la sociabilidad. Sólo, tal vez, el descono- la macrosociología (es decir, la sociología) sigue siendo teó-
cido Eugene Fourniere, 21 teórico del socialismo reformista alre- 1 i a. Pero hay algo más. La (macro) sociología, explica Gurvitch,

dedor del 1900, esbozó la evolución, para él necesaria y feliz, de li ne por objeto las "sociedades globales" y las "agrupaciones
la sociedad contemporánea, como un triple desarrollo: de la particulares". Pero la sociología francesa, bajo la influencia com-
democracia (en el orden político), del socialismo (en el orden binada de Karl Marx y Émile Durkheim, ha estudiado, sobre
económico) y de la asociación, que también llama "sociabilidad" 1 do, las clases, mientras que las agrupaciones particulares han
o "socialidad" (en el orden que llamaríamos cultural). ido estudiadas en mayor medida por los sociólogos extranjeros,
En el Manuel de sociolog;i,e, 22 Armand Cuvillier no emplea ese e bre todo norteamericanos. 27
término sino en la parte histórica de la obra, en la que expone Las expresiones que antes enunciamos en francés* y que aquí
las teorías de otros, que no comparte. Incluso a veces se tiene la 111 ncionaremos en inglés, "voluntary associations" y "formal (arinfar-
impresión de que la noción le es sospechosa, como si estuviera 111al) arganizations", son mucho más usuales que en las bibliografías
plagada de excesos de abstracción. "La sociología - escribe- no
es, primordialmente y en el orden de lo abstracto o intemporal, * En francés e n el original. Aquí traducidas al español. [N. del T.]
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los del presente (datos que debe recoger por su propio oficio) y los
sociológicas estadounidenses (y, agreguemos, aunque no la haya-
del pasado (respecto de los cuales es tributario de los libros de
mos sino rozado de segunda mano, alemana) que en la fran-
los histo1iadores) . El grado ideal de colaboración consiste en una
cesa.28 ¿Por qué? ¿Porque los alemanes y los anglosajones tenían,
dialéctica de préstamos recíprocos: el sociólogo provee al historia-
con ese formalismo que Cuvillier consideraba demasiado filosó-
d~r de nociones sociológicas que aclaran su investigación y le per-
fico, un esquema teórico inicial mejor adaptado? ¿O porque vi-
miten elaborar los materiales. Después de integrar esos materiales
vían e n países donde las asociaciones voluntarias eran efectiva-
n su reflexión, el sociólogo produce conceptos más precisos, y así
mente más densas, habían sido más precoces y atraían más la
sucesivamente. Este esquema inicial no tenía otro objeto más que
atención que en Francia? Ambas razones, sin duda. La segunda
onducimos a una última observación acerca de la prudencia que
se comprueba empíricamente y es, incluso, triviaI.2 9 La primera
debería demostrar el historiador en los préstamos que toma de Jos
tampoco debe dejarse de lado. Distinciones conceptuales bási-
s ciólogos. Por ejemplo: tomamos la noción de clase social, pero
cas, como la de Tonnies ( Gemeinschaft-Gesellschaft) 30 o de Mac
no se nos ocurriría tomar la lista de las categorías socioprofesiona-
Iver ( Community-Association) ,31 ayudan más que cualquier otro
1 s del INSEE [Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Econó-
término a tomar la vía del estudio específico de la asociación o, si
micos de Francia] para aplicarlas a los habitantes de cien años
se prefiere, de la sociabilidad organizada.
atrás; sería caricaturescamente inadaptada.
Es Max Weber3 2 el que ha dado como tarea explícita a la socio-
En la materia que nos ocupa, adoptar una problemática gene-
logía el estudio de "todas las estructuras comúnmente llamadas so-
ral de la sociabilidad no implicará necesariamente que adopte-
ciales, es decir, todo lo que se halla entre los poderes organizados
mos una clasificación actual de las asociaciones. En efecto, hoy es
y reconocidos, el estado, la comuna, la iglesia establecida, por'un
1astante común clasificar y definir las asociaciones según la fun-
lado, y la comunidad natural de la familia, por otro. Se trata, en lo
d n social que ayudan a cumplil~ como si fuera evide nte que son
esencial, de una 'sociología de las asociaciones' en el sentido más
11nifuncionales. Sospechamos, sin embargo, que se trata de una
amplio del término: del club de bochas al partido político y a los
1·vide ncia falsa y que, en algunos momentos, al menos durante
grupos religiosos, del círculo artístico a la secta literaria".
los siglos XVIII y XIX franceses, las asociaciones tenían una plu-
"Del club de bochas al partido político'', qué bello programa
1 ,tlidad de funciones y que, por lo tanto, hay que adoptar otros
(nos atreveríamos a decir "meridional") y, sobre todo, qué im-
pt'Íncipios de clasificación de las asociaciones más acordes con
portante aval para planes de estudio, que ya no nos atreveríamos
l,1, pocas consideradas, es decir, más "históricos", sin que dejen
a calificar de fútiles .. .
' I¡• ser, por supuesto, sociológicos por naturaleza.
Si bien es cierto que en Alemania, Inglaterra y los Estados
Esta última hipótesis será uno de los hilos conductores del es-
Unidos hubo algunas interacciones entre la realidad social, pro-
t11C li o parcial concreto que nos proponemos anexar ahora a estas
ductora de materiales de estudio, y la teorización sociológica, la
11• f1 xiones generales.34
misma solidaridad sería aplicable a Francia: las carencias de la
investigación histórica francesa en la materia se reproducirían
en el ámbito sociológico, y la responsabilidad de esa falta sería
compartida. 33
En materia de asociaciones, como en otros ámbitos, el soció-
logo trabaja normalmente sobre dos series heterogéneas de datos,
Una pequeña autobiografía
intelectual
Antes que nada, quisiera agradecer por esta invitación 1
a la Casa de Velázquez.* Agradezco, en particular, haber elegido
como programa de este encuentro mi trabajo personal, como si,
en la reflexión y los debates anunciados, yo debiera figurar
como objeto y como participante activo al mismo tiempo. Es un
gran honor para mí, un tanto abrumador. Es muy halagador,
pero también podría ser preocupante: ¿acaso no es como antici-
par una noticia n ecrológica, por lo demás, no demasiado lejana?
Pero dejemos esa cuestión de lado. Otro motivo de confusión
proviene del hecho de que este modesto homenaje me es ofre-
ido en España, país que conozco poco (incluso como turista) y
uya lengua no domino. Antes de conocer a mis colegas france-
:;es hispanófilos, y luego a historiadores españoles que trabajan
·n París, sobre todo aJordi Canal, no he tenido con España y el
hispanismo más que dos lazos indirectos y bien discretos. 2
El primer lazo se llama - se llamaba- André Joucla-Ruau, ca-
marada de la Escuela Normal durante dos años, luego colega en
l s liceos de Marsella y, por último, en la Facultad de Letras de
ix-en-Provence, camarada también en otro sentido de la pala-
bra, y amigo personal. Fallecido prematuramente en 1970, era
1111 hombre extraordinario, de una ciencia, un brillo y una se-

du ción poco frecuentes. Por un apego admirativo y por su me-


111 ria, me he atrevido a escribir para las M élanges que le fueron

··· Este texto fue publi cado por prim e ra vez en M élanges de la Casa de
llelázquez., 2004, nueva serie, tomo 34-1.
I 66 EL CÍRCULO BURGUÉS UNA PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA INTELECTUAL i67

ofrecidas un pequeño ensayo de historia comparada titulado "J•:J forma de monarquía constitucional en Inglaterra, Bélgica, Sue-
comienzo del 'Movimiento' en las pequeñas ciudades" (Proven :t.:1 cia, etc., y la forma de república en Francia o en Italia? En otras
de diciembre de 1851, Andalucía de julio 1936). 3 palabras, ¿por qué la monarquía constitucional en Francia ha
El segundo intermediario es nada más ni nada menos que S11 fracasado constantemente, en 1830 con los Barbones, en 1848
Majestad el rey Juan Carlos. En efecto, yo era profesor en la Uniw1 con los Orléans, en 1870 con Napoleón 111?
sidad de París 1 (Panteón-Sorbona) cuando la asamblea directiv;i El tema de la república ligada al destino francés por lo general
de ese establecimiento otorgó el título de doctor honaris causa :d se enuncia con la expresión, ya trivial, de "excepción francesa".
digno y liberal soberano de su país. Por cierto, no tuve el honor di" Es un tema para los debates políticos, ya todos saben cuánto lo
serle presentado, tampoco a la reina Sofía. Como nunca me decidí explotan los adversarios de la construcción europea. Pero es
a procurarme una toga, no podía figurar en las primeras filas del también un tema para el historiador desde el momento en que
anfiteatro y me senté, en traje de calle, en medio del público gene- desea prolongar las descripciones con las explicaciones.
ral. Pero escuché y aplaudí el discurso de agradecimiento del mo· Que este preámbulo hispano-monárquico sirva, al menos,
narca, que leyó en un francés impecable y donde expresó un gran para esta primera máxima: reflexionemos, tratemos de com-
respeto por los principios del estado contemporáneo. El "buen re- prender y no sólo de narrar. Y de comprendernos a nosotros mis-
publicano" que se supone que soy no se sintió molesto por contri- mos, ya que es lo que ustedes han deseado hacer al personalizar
buir, desde su modesta fila, a la fiesta de coronación de un rey. un poco este encuentro.
Esta confesión me ofrece una cómoda transición para pasar Pertenezco a la generación que ha leído, desde su publicación,
de las anécdotas preliminares a la reflexión seria. la obra de Henri Marrou titulada De /,a connaissance histariqu.e.4 Ma-
A menudo he disertado sobre la "República" y el "republica- rrou, por cierto, no promovía la subjetividad en el trabajo. No
nismo", y he sostenido que, para un francés republicano, la distin- cuestionaba que uno deba ser "objetivo'', aplicar reglas del oficio
ción entre el bien y el mal no oponía los estados con un jefe de es- de erudito codificadas desde hace varias generaciones. Pero se-
tado elegido a los estados con un monarca hereditario, sino que ría ingenuo negar su subjetividad. Es mejor tomar conciencia de
separaba a aquellos regidos por el derecho, la democracia y la li- ella, asumirla y reconocerla. Sería un tanto ingenuo afirmar que
bertad de los estados (aunque fueran designados como "Repúbli- el buen historiador no pertenece "a ningún tiempo y a ningún
cas") gobernados arbitrariamente por dictadores. Los estados po- lugar". Tiene sus condicionamientos, ya que ha sido formado en
líticamente honorables pueden ser monarquías constitucionales o una zona cultural, un medio, una educación. No depende de
repúblicas, tenemos más respeto por el rey de España que por e l nosotros ser cristianos o agnósticos, ser de derecha o de iz-
presidente de Gabón, etc. Lo que acabo de decir es trivial. quierda, ser "sociales" o elitistas. Conocer nuestras preferencias
Pero, cuando se es historiador, uno deriva, con bastante natu- espontáneas puede ayudar a relativizarlas o a controlarlas.
ralidad, de la reflexión cívica sobre la política que conviene apli- Ello ayuda, en primer lugar, a comprender la elección de
car en el mundo actual (mejor ser solidario de las monarquías li- nuestros ámbitos de estudio y también nuestras curiosidades.
berales de la Europa del noroeste que de las repúblicas Todos sabemos que, para dedicar nuestra vida a un mismo
llamadas populares del tercer mundo) hacia la reflexión histó- campo de investigación, es necesario que lo que allí encontremos
rica sobre las causas de esa complejidad. ¿Por qué el estado m o- no nos desagrade demasiado. Hace falta ser cristiano para tener
derno (el estado de derecho, la democracia liberal) reviste la ganas de dedicarse por completo a la historia religiosa, al contacto
168 EL CÍRCULO BURGUÉS UNA PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA INTELECTUAL r 69

con documentos, personajes y ambientes que nada agradarían al inmediata", a veces llamada (a causa de la importancia de las en-
ateo. Se necesita cierta cultura socialista, comunista o sindicalista trevistas) "historia oral". Sus relatos son irreemplazables y provi-
para trazar con el detalle que merece la "historia del movimiento sionales a la vez . Mañana los testigos estarán muertos, pero los
obrero'', sin hallarla fastidiosa. En todos esos casos, nuestras "sensi- archivos estarán abiertos. Entonces, se podrá pasar a una nueva
bilidades" nos ayudan en nuestro trabajo, alentándonos o mante- etapa, una nueva síntesis, más completa.
niéndonos dispuestos cuando las exigencias profesionales austeras
y abstractas de la exhaustividad y el análisis no son suficientes. Ahora ha llegado el momento de hablar de mi propia subjetividad,
La subjetividad de nuestra formación original sin duda tam- ya que me han hecho el honor de invitarme.
bién puede dar lugar a derivas partidarias. Entonces uno debe A decir verdad, puedo ser muy breve sobre el condiciona-
recordar la ética "Langlois-Seignobos", pues es cierto también miento original ya que, gracias a Pierre Nora, gran y eficaz inspi-
que se debe ser exigente y riguroso. La formación en la disci- rador y organizador de nuestra conciencia histórica nacional,
plina histórica, según Marrou, de ningún modo negaba la educa- tuve mi lugar, junto a otras siete grandes figuras (sin duda era yo
ción "positivista" tradicional, sino que apuntaba a prolongarla la "figura" menor d~ ese escenario ... ), en los Essais d 'ego-histoire. 6
refinándola inteligentemente. Mis padres eran maestros públicos y combinaban la herencia
protestante de Cévennes de uno con la influencia familiar cató-
Una palabra más sobre este capítulo de deontología general. lica pero arqueorrepublicana y laica del otro. Ambos fueron cria-
Es cierto que el historiador corre más riesgos de deriva partida- dos al término de la Gran Guerra en el pacifismo, es decir más
ria cuando su objeto se acerca al presente. Es cierto, pero ¿qué ha- cercanos al partido socialista que al viejo partido radical. Por lo
cer? En ese caso también las ideas de nuestros maestros han cam- tanto crecí en un contexto de izquierda tan típico que es casi ca-
biado un poco. Antes se admitía que la historia reciente está muy ricaturescamente siegfriediano. Cierto condicionamiento fami-
cerca de la política y que, por lo tanto, no puede ser serena. La se- liar más íntimo, más particular por su alto tenor en puritanismo,
renidad viene con la "distancia" y, por ende, no se debe hacer his- sin duda contribuyó, al término de la Segunda Guerra Mundial,
toria cuando ésta es muy corta (o, en todo caso, habría que darle a que me lanzara, junto con una multitud de jóvenes de mi gene-
otro nombre). Sin embargo, la experiencia demuestra que la dis- ración, a la aventura del comunismo. Fui un celoso miembro del
tancia no aporta, por sí misma, serenidad. Lo hemos visto hace Partido Comunista Francés de 1946 a 1960. 7
diez o quince años con la gigantesca experiencia intelectual d el Hoy en día sigo estando dividido entre dos sentimientos con-
bicentenario de la Revolución, que, debemos reconocer, era tan tradictorios: el lamento de haber creído, repetido, escrito, y a ve-
detestada en 1989 como lo había sido en 1889.5 ces ejecutado, cierto número de tonterías, y el beneficio, tanto
El historiador de hoy acepta abordar períodos cercanos para humano como profesional (histórico), de haber encontrado rea-
poder obtener las ventajas de la proximidad, pues las hay. Si bie n lidades apasionantes y comprendido muchos procesos, tanto
los archivos de acontecimientos demasiado recientes aún está n sociológicos como ideológicos.
cerrados, las posibilidades de encontrar actores y testigos vivos Como la mayoría de mis congéneres, he hallado, aunque un
son muy altas. Entonces, de manera muy consciente, procede poco más tarde que los más brillantes, mi camino de Damasco. Pero
mos a trabajar por etapas. Esquematicemos: en la actualidad, tes permanecí (el principal condicionamiento obliga) en el campo
tigos vivos, pero archivos cerrados. Es el mome nto de la "histo ri;1 de la izquierda moderada, es decir del socialismo democrático.
170 EL CÍRCULO BURGUÉS UNA PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA INTELECTUAL l 71

Esto no es una revelación, ya que, en 1995, figuré en la larga y atraer su memoria hacia el panteón de la izquierda. Ese exceso de
brillante lista del destacado Comité Nacional que apoyaba la can- lógica, que hace girar todo en torno a la entidad "República Fran-
didatura presidencial de Lioneljospin, lo cual me da una reputa- cesa", es una reconstrucción posterior, que no reconozco. Estoy
ción de "hombre de la izquierda" que acepto. Y también de "histo- bien posicionado - mejor posicionado que nadie- para saber que
riador de la izquierda", que discutiré un poco, en varios niveles. necesariamente hay encuentros externos fortuitos, influencias y
Rechazaré, sin embargo, la etiqueta y la noción de historiador pedidos, es decir contingencias, en una carrera lo bastante larga.
"comprometido". Historiador determinado, condicionado, sí, Como saben, he propuesto llamar Histoire vagabondiP la reco-
todo lo que acabo de decir, lo reconozco. Pero la palabra "com- pilación en tres volúmenes de mis artículos dispersos, y el edi-
prometido" posee una connotación militante, casi militar, e n tor solicitado, Pierre Nora, que me conoce bien, consideró que
todo caso partidaria, que no acepto. el epíteto era apropiado, aun cuando se aviene a la autocrítica
No he hecho una historia con una finalidad militante ni (mu- tanto como a lo pintoresco. Pues el vagabundeo no conlleva
cho menos) con tintes partidarios. Por lo demás, la carrera uni- sólo placeres, también puede tener sus inconvenientes. Lo que,
versitaria que estoy a punto de terminar no habría sido posible si para los amigos, es espíritu de investigación inventiva puede
no hubiera tenido amigos, profesores, jueces y electores proce- ser calificado de digresión fantasiosa por aquellos que nos
dentes de sensibilidades y opiniones muy diversas. quieren menos.
De modo que ahora me toca dar mayores precisiones, comen- Dejo de lado la cuestión de si es bueno o malo cambiar, de vez en
zando por las más triviales. ¿He seguido un recorrido rectilíneo? cuando, de programa. El hecho es que siempre me he sentido más
¿O, por el contrario, un recorrido zigzagueante? Y si hubo virajes seducido por los cambios de itinerario -de diversa naturaleza u oca-
y cruces, ¿a qué tipo de encuentros he de atribuirlos? ¿A los sión, como se verá- que por la fidelidad a un proyecto permanente.
vaivenes de la vida colectiva? ¿O a los de la reflexión pura? He contado en los Essais d'ego-histoireque el hecho contingente
Comencemos por los primeros. de mi domicilio provenzal (fui profesor de liceo en Tolón, luego
en Marsella) y el determinismo fácil de mi convicción comunista
de ese entonces se combinaron para hacerme elegir un tema de
tesis (naturalmente dirigida por Ernest Labrousse) sobre las evo-
CIRCUNSTANCIAS DE LA VIDA luciones económicas, sociales, políticas, "obreras", bien cercano
a la actualidad, es decir, en esa época, a la Tercera República, en
Se me ha dicho que soy reconocido como "historiador de la Re- Provenza. Pero sucedió que ese terreno ya estaba ocupado y tuve
pública", que la República estaría en el horizonte de todo lo que que retroceder hacia el Var anterior a 1851.
he escrito. Procedo a enumerar: De modo que, sin haberlo elegido del todo, llevado hacia la po-
En primer lugar, el recurso a la "sociabilidad" para explicar las lítica democrática más arcaica, me encontré siendo el historiador
condiciones estructurales del éxito de la democracia allí más que de la primera politización del pequeño pueblo provenzal y no de
en otro lado. La République au viUagr/3 sería la obra que muestra esas su despliegue triunfalista. De alguna manera, Martín BidourélO
primeras luchas. Le siguen los relatos de la Segunda República, más que Clemenceau ... El éxito de mi République au viUage más
luego de las siguientes. La serie de "Marianne" mostraría el acom- tarde me consolaría, pero a decir verdad yo no había elegido ese
pañamiento folclórico. Incluso De GauUe, en último lugar, para aspecto del problema.
172 EL CÍRCULO BURGUÉS
UNA PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA INTELECTUAL 173

Estudiando la facilidad con la que los pobres campesinos el ·I luego, a un estudio de la diversificación de la vida asociativa en ge-
Var, que eran casi urbanos y vivían en grandes poblados cercanos neral tras el siglo XIX. A partir de entonces, debe1ia haberme
unos de ou·os, donde frecuentaban grupos sociales complejos (ar· transformado en el maestro, o en uno de los maestros, de los dos
tesan os, burgueses, etc.), se habían convertido en republicanos, grandes ámbitos de la historia social francesa del siglo XIX que es-
hallé la hipótesis de la sociabilidad, formulada en un libro algo a n- taban constituyéndose entonces, la historia de las asociaciones vo-
terior por el arqueólogo y folclorista Fernand Benoí't.1 1 La origina- luntarias (la sociabilidad organizada, "del club de bochas al partido
lidad de la Provenza se debería a ciertas condiciones geográficas y político") y la historia de las costumbres (hábitos, vida privada,
sociológicas generadoras de un "carácter provenzal" cuyo rasgo familia, folclore, embebidos todos de sociabilidad informal).
principal sería la sociabilidad. Nunca he disimulado mi deuda para
con el autor de esa intuición, que más bien fue quien me dio la pri-
mera pista para mi investigación. Mi mérito consistió en ir un poco DE LO SOCIAL A LO POLÍTICO
más lejos, colocar la sociabilidad en relación con condiciones de Como se sabe, los dos libros prometidos no fueron escritos, y lavo-
vida objetivas más que con el concepto, bastante vago, de "tempe- cación o el magisterio que se vislumbraban para mí no se hicieron
ramento'', y sugerir finalmente que la sociabilidad podía ser una realidad.
categoría útil para la sociología histórica y la historia social, dema- ¿Por qué? ¿El infiel había vuelto a la República como a la
siado absorbidas entonces por los análisis de origen económico. bandera que había desertado? No, no veo nada de eso en mis
Esa "sociabilidad meridional" dio lugar a una tesis de tercer ci- recuerdos.
clo, que fue publicada en 1966 en Aix-en-Provence, en edición Encuentro, en cambio, el recuerdo de un gran sabio y un hom-
12
multigrafiada y, en 1968, en París, como libro, 13 es decir antes bre de mucha influencia, recientemente fallecido pero no olvi-
de la tesis principal defendida en 1969 y publicada en 1970. Así dado, Georges Duby. 15 Una vez más, una circunstancia contin-
fui identificado como "el inventor de la sociabilidad" antes de gente -para decirlo más simplemente, una suerte- hizo que en
ser "el historiador de la República". 1957 yo fuera elegido por Pierre Guira1 16 como asistente de histo-
Posiblemente sea éste el germen de una verdadera bifurcación ria moderna y contemporánea en la Facultad de Letras de Aix-en-
en relación con mis curiosidades y mi especialidad. Provence donde Georges Duby podía entonces conocerme, y de
"Mi" sociabilidad dio lugar, gracias a mi designación en París en hecho me conoció, a pesar de las dos barreras que podían separar-
1972, a estudios de alcance nacional y, en particular, a un libro que nos (la que hay entre medioevistas y contemporaneístas, y entre
c_onsidero importante, Le cerde dans laFrance bourgeoise (1810-1848). profesores y asistentes, sin contar la barrera de la diversidad polí-
Etude d'une mutation de sociabilité, que fue publicado por una presti- tica, también presente) . Duby, si bien todavía algo provincial, ya
giosa editorial. 14 Esa mutación (el fenómeno moderno del círculo, era una suerte de especialista en las empresas de edición de obras
o del café-círculo, que se impuso poco a poco junto a la antigua de síntesis erudita y a la vez dirigidas al público en general, e inspi-
institución del salón y casi en contraste con ella) era el objeto cen- radas por las nuevas tendencias históricas (básicamente la Escuela
tral y específico del estudio. Muy lejos de la Provenza, de los cam- de los Annales). Por aquel entonces yo no había publicado más que
pesinos y de la República. Era otro terreno del que anunciaba, algo artículos de erudición local, y él me honró seleccionándome para
osadamente, que sería extendido, primero, a un estudio de la so- su primera historia de Francia colectiva, la de Larousse, 17 titulada
ciabilidad popular en el transcurso de la misma mitad de siglo y, Histoire de la France. En la distribución de temas, recibí la Segunda
174 EL CÍRCULO BURGUÉS UNA PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA INTELECTUAL 175

República. Ese primer éxito fue el origen de otro: las Editions d11 DEL SIGLO XIX AL SIGLO XX
Seuil, por su parte, me confiaron el volumen sobre la Segunda Rep1'1 El paso del tiempo, ante todo, que poco a poco hace ingresar en
blica de su Nouvelle histoire de la France contemporaine (colección Poi 111 s la historia lo que antes era actualidad política. En las generacio-
Histoire, en formato de bolsillo) .18 Este libro sería el más leído y d nes que, por poco, precedieron a la mía, historiadores de re-
más conocido de mis trabajos, y constantemente se reedita desck nombre hicieron tesis sobre los inicios del siglo XIX antes de en-
hace treinta años. Pero entonces, y sobre todo para mí, se producía <"I contrarse, para una larga segunda carrera, como investigadores
pasaje del ámbito provincial al nacional, es decir de la erudición d<" y maestros del siglo XX. Se habrá reconocido en esta referencia
tipo tesis de doctorado a la síntesis realizada de segunda mano. MI' al entrañable Jean-Baptiste Duroselle y a René Rémond.
refiero al inevitable pasaje a la reflexión general predominantemenl(' Uno también puede interesarse por el siglo XX porque ve que
política. Dejaba de ser provenzal, ruralista y experto en análisis de es ~llí tienen lugar problemas que se han identificado en el siglo an-
pecificidades sociales para convertirme en uno de los dos o tres pri11 terior. Así, pensando esta vez en mi propio ejemplo, podría decir
cipales especialistas de la República de 1848 a 1852. La ocupación de que lo esencial del proyecto político de la República de Jules Ferry
un nicho editorial y,comercial disponible, alentada desde el exterior, era el corolario de la franca decepción política de los revoluciona-
tuvo más importancia en la explicación biobibliográfica que debo rios de 1848: el sufragio universal se había vuelto contra la demo-
esbozar aquí, que el llamado de la bandera de la República. cracia republicana, es decir que el sufragio universal no era la pa-
Más adelante me referiré a la importancia intelectual de mi nacea. La panacea sería el sufragio universal completado por la
nueva vocación por ese período, abordado de esa manera. instrucción pública laica, que republicanizaría al ciudadano. So-
Habiendo llegado a la división nacional, como se dice en el ámbito bre este aspecto importante, la Segunda República fue la madre
deportivo, por intermedio de Duby y de editoriales innovadoras, as1 de la Tercera, hija a veces ingrata, por otras razones.
como por el hecho de que se trataba de un período poco disputado, Pero, una vez más, influyó la contingencia de las convocatorias
permanecí allí por bastante tiempo. Luego fui llevado, como fabri editoriales. Me llamaron para escribir sobre el siglo XX y me dejé
cante de síntesis, a convertirme en generalista reflexivo y a deslizarm<" convencer, a veces con más dudas que diligencia. Los que me lla-
hacia el siglo XX. Tendré que explicar esta cuestión más adelan tt·. maron fueron, primero, André Nouschi, para los manuales de la
Por supuesto, institucionalmente permanecí en el microcosmos editorial Nathan, y luego, una vez más, Georges Duby, para la gran
universitario como hombre de 1848, y por mucho tiempo puse mi historia de Francia ilustrada y publicada por Hachette.
mejor empeño en adentrarme en esa época de mediados del siglo Duby, asociado con Emmanuel Le Roy Ladurie y Frarn;:ois Fu-
XIX. Y, a título personal, como analista preciso e investigador ck ret, buscaba un cuarto socio. Acepté en principio la invitación,
primera mano, escribí dos artículos originales por los cuales, con o agradecí y propuse hacer del siglo XIX "mi" ámbito y dejar a Fu-
sin razón, siento mucho apego. Uno sobre los orígenes político-so ret el siglo XX, ya que, al ser más parisino que yo, conocía a más
ciales de un problema inesperado, la protección de los animales, 1 ~ 1 de un actor aún con vida. Se negó argumentando , con razón,
y otro sobre la irrupción en e l interior de un tipo de hombn· que deseaba tratar el siglo XIX como prolongación de su lectura
nuevo, el político de cabeza de distrito de cantón. 20 de la Revolución. Entonces, yo tenía que hacer el siglo XX o
Dicho esto, y a pesar del interés que pudiera despertar lo qu<' nada ... De modo que acepté el prestigioso pedido y, poco a
acabo de mencionar, ¿qué es lo que podía llevar a un estudioso dd poco, fui tomándole el gusto. Es cierto también que mi pasado
siglo XIX a escribir sobre el siglo XX? político operaba en el mismo sentido.
176 EL CÍRCULO BURGUÉS UNA PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA INTELECTUAL I 77

A partir de 1970, y en ese entonces por excepción, fui impul- competencia como especialista y la honestidad acumulaban sus exi-
sado por un amigo a escribir una monografía basada en una in- gencias. Es el 01igen de Coup d'Etat et République, 23 que anunciaba
vestigación de erudición auténtica, sobre la jornada marsellesa De Gaulle, histoire, symbole et mythe. 24
del 12 de noviembre de 1947 (la que vio a compañías republica- Esta última obra, donde "symboú!' [símbolo] y "mythe" [mito]
nas de seguridad, CRS, de dirigencia comunista, en una posición ocupan los lugares principales, también es, por otro lado, pro-
delicada ante la revuelta de sus camaradas). 21 Libro de poco ducto de la última de las grandes inflexiones de mi carrera -des-
éxito con el público, pero juzgado meritorio por los expertos: un pués del pasaje a generalista político y al siglo XX-: el pasaje a la
relato honesto, tan alejado de la apología como de la denuncia historia de lo simbólico en las imágenes.
furibunda, y capaz de sugerir la existencia en el Partido Comu-
nista de fluctuaciones y complejidades en lugar del monolitismo
esperado. Era poco frecuente en esa época y, evidentemente, es DE LO "REAL" AL SÍMBOLO
lo que me valió ser designado en 1974 por Henri Michel para Voy a ser más breve respecto de este asunto, que es hoy más cono-
presentar, en el coloquio organizado por el CNRS [centro nacio- cido. Solamente deseo negar, una vez más, la idea complaciente y
nal (francés) de investigación científica] con ocasión del trigé- demasiado lógica según la cual yo habría conducido con constan-
simo aniversario de la Liberación de París del dominio nazi, un cia un proyecto sobre la República Francesa: después de haberla
informe sobre el Partido Comunista Francés. 22 estudiado en sus obras políticas e institucionales, y mientras otros
Con estos antecedentes y pasado cierto tiempo, seguramente la estudiaban mejor que yo en sus doctrinas, decidí estudiar sus
consideré que, habiendo entrado el comunismo -al que había representaciones visuales, en una palabra, "Marianne".25
conocido personalmente desde el interior entre 1946 y 1960- en Pero las cosas no sucedieron así. Encontré el tema, y el interés
el terreno de la historia, yo era un historiador bastante prepa- por el tema, en el terreno de la erudición local, un poco como
rado para integrar su análisis en sus relatos. Ésta fue una de las ra- antes había encontrado la sociabilidad, mucho antes de ver allí
zones que finalmente me hicieron aceptar la propuesta de Georges una prolongación lógica posible de la temática nacional. En el
Duby y Franc;:ois Furet. Var, con su insurrección de diciembre de 1851 (La République au
Además, el comunismo contribuyó a mi obra por otra vía, la que village) descubrí la curiosa tendencia de las multitudes revolucio-
lleva a De Gaulle. Aún era militante en 1958 cuando instamos a re- narias a elegir a la (poco frecuente) mujer militante para hacer
sistir al 13 de mayo del General, pues veíamos allí una repetición las veces de "diosa" y llevar su bandera. Y, en el Var, yendo de un
del 2 de diciembre de Badinguet. Como buen militante, yo había poblado a otro para consultar los archivos, descubrí en varios lu-
proferido y difundido esos discursos bastante poco precisos. Pero gares públicos que la República triunfante de los años 1880 había
más tarde, ya como historiador patentado, me había convertido en encaramado sus efigies hasta en las fuentes.
uno de los expertos más destacados en el tema del 2 de diciembr Comencé coleccionando esas "mujeres" como una curiosidad
de 1851. Era entonces el francés mejor posicionado para recono- menor, un pasatiempo de vacaciones, del Var, luego provenzal,
cer la gran diferencia que había entre la realidad de terror blanco origen de un posible estudio marginal del folclore meridional, an-
que habría tenido lugar entre diciembre de 1851 y enero de 1852, tes de darme cuenta de que e n París también había estatuas y
y el clima de campaña electoral libre y bonachona de mayo-sep- diosas Razón y de que la mujer también estaba en las estampi-
tiembre de 1958. Decirlo era entonces un doble deber, en que mi llas del correo, y demás. En resumen: la alegoría f emenina de la
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República era un gran tema posible. Se convirtió en uno de mis bases de un conflicto de clases que, con la toma de conciencia,
terrenos, luego en el principal y, por último, ahora, en el terreno se transportaría un día u otro al plano sindical, luego político;
casi único y probablemente el último. decir que ello es importante y, por generalización, que la suce-
Ésos son los encuentros del primer tipo, los de la contingencia sión de los sistemas económicos constituye uno de los motores
biográfica, editorial, profesional, y el de las revelaciones que de la evolución humana. Todo esto es cierto grosso modo, no se lo
ofrecen, de forma inagotablemente innovadora y sorprendente, había dicho antes que él con la misma fuerza, y merecía ser di-
los archivos y las bibliotecas. cho. Celebremos entonces a Karl Marx como persona, a Karl
Para el pensamiento y la prolongación de la escritura, quedan Marx como teórico, y a la clase obrera, algo m e nos despreciada
los encuentros de las ideas. gracias a él. Sigo pensando lo mismo. Y por mi parte he hecho
algunas contribuciones, muy fragmentarias por cierto, a esa his-
toria, relatando los comie nzos del movimiento obrero en el arse-
nal de Tolón, así como en la industria de los tapones de corcho
ENCUENTROS DEL PENSAMIENTO en el macizo de Maures. Sin contar las luchas más o menos equi-
valentes de los campesinos pobres de la misma región, para los
KARL MARX cuales Marx no ofrecía un modelo.
Siendo comunista en esa época, oficialmente era marxista-le- ¿Dónde está el problema entonces? Quiero decir, mi problema
ninista. con el marxismo.
'
Mi "patrón" Labrousse también podía ser considerado como Sobreviene cuando me convocan, como ya conté, para la his-
un marxista. Aunque tan sólo sea por respeto a él, nunca diré toria general de la Segunda República. Primero había que na-
nada malo de Karl Marx. Por otro lado, incluso sin el recurso rrarla completa, en toda su duración. No, la noche no cayó so-
sentimental a ese intermediario, pienso que Karl Marx es muy bre la República a finales de junio de 1848 con la represión de la
respetable.Joven de la burguesía acomodada, hijo de un funcio- insurrección obrera por el gobierno de Cavaignac. Era la lucha
nario judío convertido al protestantismo para asegurar su posi- de clases (¿cómo llamarla, si no?). En esa lucha, el aconteci-
ción en una monarquía prusiana en curso de modernización va- miento de junio formaba el cierre de un episodio, el fin de un
gamente liberal, tenía una buena base de partida. Estaba bien desdichado capítulo. Pero la lucha de los republicanos para for-
dotado para el trabajo intelectual. Todo lo destinaba a una gran mar un derecho político nuevo (segundo semestre de 1848), y
carrera en el servicio público o en la universidad, Por convic- luego para defenderlo (pacíficamente de enero de 1849 a no-
ción, sacrificó todas esas perspectivas para convertirse en un pu- viembre de 1851 , militarmente en diciembre de 1851), conti-
blicista subversivo, agitador, militante, exiliado y expatriado, de- nuó. Esos pocos años demostraron que "la República burguesa"
pendiente en gran medida de los subsidios de su amigo Frédéric no estaba compuesta solamente por "burgueses" que querían de-
Engels, por fortuna, herede ro de una fábrica. Ejemplo clásico de rrotar a los obreros, sino también por "republicanos", que defen-
sacrificio de una carrera a las convicciones. dían el nuevo derecho democrático y liberal. Para los mejores de
¿Qué convicciones? Decir que el capitalismo genera ganancias ellos, es la misma energía que los había hecho alejar el espectro de
a expensas de los obreros que venden su fuerza de trabajo en una dictadura blanquista e n junio de 1848 y que los haría resistir la
condiciones forzosamente desiguales; d ecir que allí re siden las dictadura bonapartista en diciembre de 1851.
180 EL CÍRCULO BURGUÉS UNA PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA INTELECTUAL 181

Un Cavaignac no se reduce entonces a su papel represivo en la lu- Jacques Rougerie ya había escrito, en 1964,2 7 que los defensores
cha de clases. Siguió siendo republicano, y lo demostrará. Decir de la Comuna tenían más odio contra los sacerdotes que contra
esto, escribirlo incluso ... podía parecer una suerte de rehabilita- los patrones, lo que los convertía más en republicanos clásicos que
ción de Cavaignac, cuya imagen, para la izquierda, hoy sigue en anticipadores del socialismo. La Comuna formaba parte de la
siendo mala, y ello ha hecho fruncir el entrecejo a más de uno. lucha de clases por sus integrantes y por su implantación, pero no
Pero bueno ... magis amica veritas ... por sus motivaciones. Se pensaba, sobre todo, como un movi-
Mi idea, que creo acertada en términos generales, es ésta: sí, la miento republicano resuelto a interponerse a un retorno juzgado
lucha de clases existe, es el aporte meritorio y enriquecedor de inminente de la monarquía.
Karl Marx a nuestros estudios, pero no suprimió las demás luchas El futuro los desmentiría, ya que la República sería fundada final-
y problemas. Después de todo, para quien conoce incluso suma- mente en los años siguientes gracias a la adhesión de Thiers, al
riamente el siglo XIX francés, es evidente que los notables de iz- acuerdo imprevisible pero decisivo del oportunismo de éste con el
quierda y de derecha (partidarios de los principios de 1789 con- de Gambetta. Pero, en ese momento, en la primavera de 1871, los
tra defensores de la contrarrevolución) pasaron mucho más defensores de la Comuna no lo sabían y no podían adivinarlo. Capri-
tiempo y desplegaron muchas más fuerzas para combatir entre chosa y despiadada, la historia volvió su lucha irrisoria, si no absurda.
ellos que para combatir a la clase obrera. Nosotros, que conocemos el desarrollo de los acontecimientos,
La historia real, la que deben trazar los historiadores serios, es estamos bien ubicados para comprender los sentimientos quepo-
la del conjunto: narrar e intentar explicar la política francesa real día inspirar el Thiers de los años 1830-1870, que era muy distinto
es intentar demostrar cómo se conjugaron la lucha de clases sur- de aquel de 1872-1877. Y lo comprendemos mejor si recordamos
gida de la sociedad económica y la "guerra de religión" iniciada no sólo los hechos brutos sino también la pluralidad de las deter-
en 1789 entre el campo del progreso global y el de la reacción. minaciones que orientan su agrupación. Debemos ser completos,
Pues, cuando se tiene esa visión de conjunto, pueden com- debemos ser antisimplificadores, en ocasiones hemos tenido que
prenderse mejor los enigmas particulares contra los que chocan oponernos a amigos bienintencionados sentimentalmente, pero
los autores simplificadores. En efecto, "enigma" es l~ palabra que que pecaron de dogmatismo.
antes empleó el autor de un rico y simpático relato de la Comuna
de París (Georges Soria, publicista comunista, es decir marxista
ortodoxo) para calificar la designación de Cluseret a la cabeza MICHEL FOUCAULT
del intento de ejército de la comuna.26 Cluseret era un militar d e Me ha sucedido que he llegado a conclusiones algo similares al
formación y, en los años 1860, recorrió el mundo para luchar en analizar el aporte a la historia de otro gran filósofo, Michel Fou-
cualquier lugar donde se luchara, Sicilia, Irlanda, Estados Uni- cault (1926-1984) . En este caso, no se trata de un personaje histó-
dos ... Para Soria, Cluseret era un "aventurero". Sin embargo, al- rico conocido por las bibliotecas y los cursos de la Sorbona, sino
canzaba con saber que Cluseret, como Garibaldi , habían partici- de un vecino cercano.
pado en dive rsas luchas nacionales-burguesas y siempre lo habían Ambos ingresamos a la Escuela Normal Superior en Ja misma pro-
hecho del lado considerado "bueno" por los espíritus republica- moción (1946), nos leímos recíprocamente y pudimos mantener
nos y liberales en cada ocasión en el campo de batalla. La aspira- conversaciones y debates dentro de un pequeño grupo selecto. Fui
ción a la "República Universal" era un valor que los partidarios de yo el que contribuyó más activamente a organizar la confrontación
Ja Comuna ponían en el mismo nivel que la justicia social. entre el autor de SurveiUer et punir y los historiadores especialistas de
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los problemas sociales del siglo XIX. Han quedado rastros es_critos Se trataba de una ley de "encierro" típica y peligrosa, viéndola hoy,
(L'impossih/,e prison) que dan prueba, a la vez, de mucha considera- porque el internamiento se decidía a veces con demasiada facili-
ción y de algunos desacuerdos 1rre . d ucu"bles. 28 dad. Actualmente, se la discute y se la enmienda.
Foucault es un espíritu grande y poderoso, un filósofo de una Pero si el historiador dedicado al siglo XIX francés examina la
envergadura excepcional, reconocido por sus pares desde su tesis cuestión a partir de la pregunta: "¿Cómo se trataba a los enfermos
de doctorado.29 Desde el comienzo de su obra, expresa una pode- mentales antes de la ley de 1838?", ¿qué encuentra? Esquemática-
rosa intuición sobre los peligros de la razón. La razón (crítica) es mente, lo siguiente: existían casas de salud medicalizadas, pero
la que realiza las distinciones, las clasificaciones. La razón p~c~ca , privadas, pagas, es decir inaccesibles para las familias de las clases
moderna, aplicada a la sociedad, es lo que incita a matenahzar pobres. En estos casos, los locos permanecían con su familia si
esas clasificaciones. Aislar a los delincuentes de los honestos es eran más o menos tolerables y aunque fuera un calvario para la fa-
plantear el principio del encarcelamiento. Aislar a l~s _enfermos s milia, o bien, solitarios, caían en el abandono y el vagabundeo: el
crear el hospital. Aislar a los locos es crear el hosp1c10. En el ex- "idiota del pueblo", personaje típico. Finalmente, si eran dema-
tremo de la lógica de la razón está el "encierro", palabra clave. Tal siado peligrosos como para quedar libres se los encerraba donde
es la nueva justificación de la sensibilidad anarquista recurrente fuera, donde su pudiera, en un asilo de ancianos o en la cárcel,
para la que el estado moderno resulta peligroso. . . ., calvario esta vez para los compañeros de infortunio, ancianos o
Aplicada a la historia del primer siglo XIX, esa mspirac10~ llega presos que no estaban locos ... Y todo ello sin la atención médica
a sugerir una imagen muy negra del régimen liberal, surgido de adecuada. Cuando se consideran todas esas situaciones sociales
1830, que sin duda fue el que más innovaciones realizó en s1 1 reales, se vuelve necesario aceptar que la ley de 1838 fue filantró-
época para la humanidad y la libertad. En el odio ba~aliza~o con- pica y liberal, y no por antífrasis.
tra Luis Felipe y la burguesía de Proudhon, el anarqmsmo mtelcc· La historia debe apreciar los hechos y los efectos a partir de una
tual de Foucault reemplaza al obrerismo surgido de Marx. Parn mirada global y no del proyector fulgurante y parcial del especialista.
Marx y sus continuadores hasta el comunismo contemporáneo, d
estado era detestable porque estaba "al servicio del capital". Par:1
Foucault y sus continuadores libertarios de hoy, el estado es FRAN(:OIS FURET
detestable intrínsecamente, pues es la razón organizadora. Ahora quisiera darles un último ejemplo de ese banal precepto a
En ese odio por el estado burgués, liberal, moderno, u n C'S partir de otro gran historiador, Frarn;;ois Furet (1928-1997) . Como
tado verdaderamente afirmado como tal en 1830 y expandido Foucault, pertenece a mi generación. Más que Foucault, fue mi
en la Tercera República, ¿dónde está el error? amigo personal. El lazo de nuestra juventud, en su casa, no estaba
Desearíamos sugerir, como hicimos antes respecto d e fü11 I dado por la calle de Ulm,* sino por el militantismo político del
Marx, que el error no está en el análisis innovador (la intuici6 11 barrio latino. Amigos y socios en aventuras editoriales diversas,
inicial que vincula la razón clasificadora con el "encierro") ,_ sino que he relatado antes, estuvimos en campos diferentes durante la
en considerarlo de forma exclusiva, dejando de lado una m1rad.1 época del bicentenario de la Revolución. El antagonismo fue pú-
global. Tomemos un ejemplo. Uno de los blancos favoritos d< ' blico, notorio, pero afectó mucho menos de lo que podría creerse
Foucault y de los libertarios hasta nuestros días es la ley <i<'
1838 que creó los asilos de alienados (hoy en día, h?sp_i•<.li <'H "' Ca lle donde se encu e ntra la Escuela Normal Superior de Pa rís.
psiquiátricos, a razón de uno por departamento, en pnnc1p 10) [N. de T.] •
i84 EL C Í RCULO BURGUÉS UNA PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA INTELECTUAL i 85

nuestros sentimientos recíprocos. Por lo demás, eso poco im- en la facilidad con que de ese modo se preparó el terreno para el
porta aquí. Solamente quiero decir que, al igual que con Fou- estalinismo (el Comité de Salvación Pública fue un antecedente
cault, no cometo ningún acto indigno al proseguir una discusión nacional considerado honorable en la dictadura del proletariado ).
después del deceso del contrincante, porque la habíamos co- Contra esa hidra jacobina, que creció en el centro mismo de la
menzado cuando ambos estaban vivos, tanto por escrito como Revolución, la defensa liberal, frágil hasta el siglo XX, no podía ve-
en encuentros personales. Tampoco cometo un abuso al conti- nir sino de pensadores liberales marginales y meritorios: Benjamin
nuar ese debate con una persona fallecida, porque sus tesis con- Constant, Tocqueville.Jacobinismo (surgido de la Revolución) y li-
tinúan vigentes y son mayoritarias en el pequeño mundo univer- beralismo (nacido en su contra) son los antagonistas abstractos de
sitario y mediático. Soy yo el que hoy en día sigue sintiéndose ese gran duelo penosamente ganado por el segundo.
acusado, siendo sospechoso de criptoestalinismo o de republica- Mi objeción es que ese duelo está demasiado se parado de la
nismo tardío, o bien de una vaga mezcla de esas dos taras. complejidad de la historia real como para resultar útil para su
Furet y yo, alejados ambos del estalinismo juvenil de antaño, comprensión. Se debe recordar que, durante largo tiempo , los
estábamos apegados a la libertad política. La cuestión es saber actores principales de la historia política francesa posrevoluciona-
quién la defiende y quién la ataca en la historia. ria no fueron los hermanos enemigos liberal y jacobino, sino un
Furet considera que la herencia de la Revolución Francesa h a enorme campo contrarrevolucionario: partido del orden, clerica-
sido peligrosa para la libertad, generadora de tendencias liberti- lismo, monarquismo, tradición y autoridad en todas sus fo rmas.
cidas, y que por ende era un error proceder a esa famosa cele- Partido siempre amenazante por ser mayoritario en el país hasta
bración del Bicentenario. En cambio, yo pienso (como antaño 1880 aproximadamente, y frente al cual, a pesar de sus lógicas ín-
pensaban todos los republicanos) que la herencia de la Revolu- timas, liberales y jacobinos a menudo se vieron obligados a u nir
ción fue esencialmente liberadora y que el bicentenario consti- fuerzas. ¿Acaso los liberales a la francesa debieron j acobinizarse
tuía una buena y útil pedagogía cívica. un poco en esa frecuentación histórica y, recíprocamente, los j a-
No voy a retomar aquí mis escritos sobre el tema; me limito a cobinos a la francesa, aprender los procedimientos de la libertad,
remitir sólo al principal de ellos, que figura como artículo desta- es decir convertirse en republicanos? Pero todo ello se traduj o en
cado en el número La Liberté de la revista Pouvoirs.30 Atenién- luchas complejas, confusas si se quiere, en las que las doctrinas
dome al espíritu de la reunión de hoy, me centraré en señalar contaban menos que las pasiones y las coyunturas.
los aspectos metodológicos del debate. Como en los casos ante- Si se considera la evolución global de nuestro país desde arriba,
riores, más antiguos y más ilustres (Marx, Foucault), creo que es tan arriba como sea necesario para identificar las grandes masas y
importante señalar, a la vez, la fuerza de una idea (encomiable) y las grandes corrientes, se ha de reconocer que todas las libertades
la hipertrofia de su valor explicativo (discutible) . democráticas de las que gozamos fueron establecidas por los regí-
La idea del gran especialista de historia de las ideas en que se ha- menes que expresamente se declaran hijos de la Revolución (Ja
bía convertido Furet consistía en evidenciar las virtualidades antili- Monarquía de Julio, la Segunda y Tercera Repúblicas) y que, por
berales del pensamiento de J ean:Jacques Rousseau y rastrear su in- una verdadera confirmación a contrario, cada vez que un poder po-
fluencia nefasta en algunas teorías constitucionales importantes lítico profesó la hostilidad a la Revolución, las libertades de los ·i11-
(Sieyes), en algunas teorías sumarias que produjeron efectos dadanos resultaron amenazadas (el fin de la Restauración , 1 S(·
como el Terror, en la tradición jacobina y sus veleidades de ex- gundo Imperio en su período autoritario, el "Orden Mo ra l" y
plosión dictatorial e n el siglo XIX (el blanquismo) y, por último , Vichy, por último).
186 EL CÍRCULO BURGUÉS

En nuestra historia considerada globalmente, el vínculo en-


Notas
tre cultura de la Revolución e instauración de las libertades es
positivo, no negativo. Ninguna consideración sobre el jacobi-
nismo como fermento de autoritarismo latente puede prevalecer
contra esa evidencia.
Se debe considerar todo. Para tomar un ejemplo a menudo em-
pleado por Frarn;:ois Furet, veamos el fenómeno fastidioso de la
potencia del comunismo estalinista en la Francia de 1934-1935 a
1956. Nadie negará que esa potencia fue facilitada por el hábito PRESENTACIÓN

que tenía la izquierda de respetar la Revolución, dictadura robes-


1 Cf. Agulhon, Maurice, 1988, Histoire vagabonde l. Ethnologie et politique dans
pierrista incluida (véase la obra de Albert Mathiez). Pero también la France contemporaine, París, Gallimard; íd., 1988, Histoire vagabonde Il.
es necesario tener en cuenta que la misma cultura republicana, ldéologie et politiqw: dans laFrance contemporaine, París, Gallimard; íd., 1996,
Histoire vagabonde [[[. Le politiqw: en France, d'hier a aujourd 'hui, París,
tan diversa, puso los frenos más eficaces a la expansión del estali-
Gallimard.
nismo en Francia. Para contener a los estalinistas en el movi- 2 Cf. entrevista a Maurice Agulhon, Bar-sur-Aube, 18/12/2008.
miento obrero y en los microcosmos intelectuales y universitarios, 3 Cf. Delacroix, C.; Dosse, F.; García, P., 2005, Les courants historiques en
France. XIX-XX' siecles, París, A. Colin, Folio histoire; Peschanski, D.;
la tradición republicana, versión socialista democrática, no tuvo Polak, M.; Rousso, H., 1991, Histoire politique et sciences sociales, París,
más que retomar y transportar la vieja y eficaz panoplia del anticle- Complexe; Déloye, Y.; Voutat, B., 2002, Faire de la science politique,
ricalismo forjada por un siglo de polémicas populares: denun- París, Belin; Noiriel, G., 2006, lntroduction a la sociohistoire, París, La
Découverte.
ciar el partido del extranjero (Roma), el partido de la disciplina 4 Si El círculo hurgues está destinado a dar cuenta de una forma
boba y sin crítica, y el partido del espíritu serio, refractario a la característica de sociabilidad típicamente burguesa, en él hace
alegría gala. referencia a una futura investigación sobre la sociabilidad obrera,
proyecto que no llevó a cabo en las dimensiones que se había
En términos de mentalidades colectivas, aspecto esencial de la propuesto entonces. El lector encontrará sin embargo unas primeras
realidad global en relación con la cual argumentamos, el antico- reflexiones y algunas pistas sumamente sugestivas en su artículo
"Clase obrera y sociabilidad". Se trata de un trabajo que fue
munismo debe tanto a la tradición republicana, como el comu-
publicado en inglés en 1984 en un libro homenaje al historiador Eric
nismo. Además de que el comunismo en Francia no logró tener Hobsbawm y que fue traducido al francés en Histoire vagabonde I, ob.
una presencia importante sino en el período (posterior al viraje cit., pp. 60-97. Este artículo conoce dos traducciones al español. La
primera aparece en la revista Historia Social de Valencia en 1992, y
de 1934) en que había dejado de promover el poder de los So- posteriormente en la traducción al español de su Histoire vagabonde I,
viets para aceptar el viejo marco del electoralismo republicano. por el Instituto Mora de México, en 1994.
Una vez más, me parece que es acertado preferir una mirada de 5 El encuentro, organizado por Jordi Canal, buscaba hacer un balance
crítico de los campos que las investigaciones pioneras de Maurice
generalista exhaustivo a los razonamientos de un especialista en Agulhon habían abierto o renovado. El ejercicio de homenaje in
un sistema dado. Por más valiosos que sean los sistemas en sus vivo, cuya silenciada ambivalencia no dejó de señalar con cierto
aportes particulares, es necesario integrarlos. No es tarea fácil, y es humor el propio Agulhon, fue la ocasión de clarificar su relación
con ciertos autores y corrientes de pensamiento. Algunos de estos
necesario continuar debatiendo infinitamente sobre la calidad de textos, entre e llos una versión de la conferencia de Agulhon, fueron
las construcciones sintéticas propuestas, ya que son múltiples. publicados en 2004. Cf. Mélanges de la Casa de Velázquez, 2004, nueva
serie, t. 34-1.
6 Cf. Agulhon, Maurice, 2005, Histoire et f1olitique agauche, ~arís, Perrin.

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