Está en la página 1de 3

Heli y la mitología del México contemporáneo

Fernando Zamora
@fernandovzamora
En una conversación informal a través de Facebook, el director Michel Franco suscribía la idea
de que resulta “sospechoso” que la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas
no haya nominado Heli para el Ariel. En la prensa, Amat Escalante decía, además, que tampoco
a su mentor Carlos Reygadas lo habían nominado por su gran obra, Post Tenebras Lux. Ni
Reygadas ni Franco ni Escalante han tenido impacto en México. Menos del uno por ciento de los
cinéfilos mexicanos quieren ver la “cultura” que ofrecen Reygadas y compañía, en oposición a lo
que propone el monstruo conocido como “Hollywood” (y que se llama en realidad Motion
Picture Association of America, MPA.)
En aquella conversación, le comenté a Franco que no me parecía “sospechoso” que la Academia
Mexicana no hubiese tomado en cuenta Heli. En verdad creo que más que sospechoso es iluso
pensar que con la enorme cantidad de películas que se inscriben en un festival como Cannes,
haya alguien que pueda verlas todas. En alguna parte tiene que haber cabildeo. Se cabildea en
Cannes, en el Ariel, en los premios Nobel y en el concurso Chopin. Lo inocente es esto: si Amat
a través de Reygadas (quien tiene buenos amigos en Cannes) ha conseguido que programen su
película, no entiendo por qué le molesta no tener las amistades que en México programen Heli.
La conversación con Franco terminó cuando él espetó en coturnos la siguiente frase: “la historia
nos dará la razón.” Helo aquí: Reygadas y sus pupilos dicen estar haciendo cine para el futuro, es
por ello que hacen “cine de Cannes” y aunque no consiguen muchas pantallas, consiguen, eso sí,
mucho prestigio, que se traduce en dinero. Aquí comienza a verse el círculo iluso: pensar que
Nosotros los Nobles tiene menos valor a pesar de que se enfrenta a la MPA que Heli (que
expone “La Realidad Mexicana”) es un prejuicio colonial que sufren las mentes intelectuales en
África y partes de Asia. Las grandes cinematografías latinoamericanas han dejado atrás este
prejuicio (o mejor, complejo). El primer error de perspectiva es suponer que si la MPA es el
malo en la historia del cine, los 5,200 festivales de cine que hay en el mundo, con Cannes a la
cabeza, son buenos. Hay aquí dos tipos de colonialismo y negarlo es vivir un romance
napoleónico. He pensado mucho con respecto a esta clase de colonialismo incrustado en la
cultura mexicana, y aunque encuentro que pocos mexicanos defienden realmente las truculencias
de Reygadas y parvulario, no sabría cómo ejemplificar lo que sucede en la mente de los
intelectuales fílmicos que viven por y para Cannes, un poder hegemónico que no deja de ser
colonial. Transcribo aquí un pasaje de Elizabeth Costello (traducida por Javier Calvo Perales
y publicada por Mondadori en 2004) que a mí me iluminó:

La novela inglesa la escribe básicamente la gente inglesa para otra gente


inglesa. Por eso es la novela inglesa. La novela rusa la escriben rusos para
otros rusos. Pero la novela africana no la escriben unos africanos para otros
africanos. Puede que los novelistas africanos escriban sobre África y sobre
experiencias africanas, pero a mí me parece que todo el tiempo que escriben
están mirando por encima del hombro hacia los extranjeros que los van a
leer. Les guste o no, han aceptado el rol de intérpretes e interpretan África
para sus lectores.

Coetzee extrae luego inusitadas conclusiones, entre otras la de la colonización cultural de estos
artistas africanos que escriben exactamente lo que “los amos”, los países del centro esperan de
“su periferia”. ¡Lo mismo sucede en el cine! Ahora, ¿pasa lo mismo en la América Latina? No.
El cine brasileño, el cine argentino, el cine colombiano y aún el cine peruano claramente se han
emancipado. Días de Santiago de Perú no podría entenderse sin la violencia de Sendero
Luminoso, Dios te salve María de Colombia está enraizada en la situación de las mujeres
que el narco usa como camellos y Tropa de élite, la brasileña, no soslaya ni la violencia ni la
pobreza de Brasil. Sin embargo, en toda esta escuela de cine latino no hay la sensación de que los
países que las producen son una cosa merdosa. ¿Qué sucede entonces con Heli o con Los
bastardos? “Heli es la película más optimista en la que usted puede ver a un jovencito
quemando los genitales de otro”, escribió uno de esos críticos no-mexicanos a quienes Escalante
ha llamado cobardes. En cuanto a Los bastardos, la película promueve el estereotipo más
negativo posible en contra de la inmigración mexicana en los Estados Unidos. Es más, estoy
seguro que si el autor hubiese sido estadunidense, se le hubiese acusado de racista.
Lo peor de todo es que Amat cree ser como Almodóvar o Ripstein (quienes gustan de asustar a
sus connacionales confirmando lo peor de sus estereotipos), pero para hablar de violencia, a
Escalante le hace falta un poco de cultura y mirar, por ejemplo, al pintor polaco Andrzej
Wróblewski. Tal vez así entienda cómo se ilustra un trauma nacional. ¿Injusto? Recientemente,
en una entrevista que dio al periódico The Guardian, Amat comparó su película con ¡El
Exorcista! Creo que el señor Escalante está muy confundido y solo reproduce este prejuicio
que —otra vez— ilustra tan bien Coetzee en Elizabeth Costello: “¿Quién no es exótico entre los
africanos? La verdad es que para Occidente todos los africanos somos exóticos, y eso cuando no
somos simplemente salvajes. Es nuestro destino y es lo que ellos necesitan leer”. Amat ha dado a
Cannes lo que Cannes cree que México es.

También podría gustarte