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INSTITUTO DE INVESTIGACIONES CULTURALES – MUSEO

Maestría en Estudios Socioculturales


Introducción a la Antropología Social y Cultural 22 de noviembre de 2018

Capítulo 4. Cuando la desigualdad deviene una cuestión de estilo: prácticas de consumo y


fragmentación social
En Juventudes fragmentadas. Socialización, clase y cultura en construcción de la desigualdad Por
Gonzalo Saraví (2015)
La relación entre cultura y la distancia social (entendida esta como segregación o división de
agentes sociales) se desarrolla en el texto de Saraví desde las prácticas de consumo juveniles. El
autor entiende que analizar la juventud es importante debido a que en sus estilos de vida y sus
prácticas de consumo se ve más claramente esta relación, esto debido a que las fragmentaciones
de la juventud son reproducciones de estructuras más amplias de este tipo de distanciamiento
social. Para ello, el autor hace un abordaje cuidadoso de cómo en el consumir se construyen
mecanismos de distinción, exclusión y enclasamiento, apoyándose en la teoría de la acción de
Pierre Bourdieu y su la teoría materialista de la economía de los bienes simbólicos.
Entender el consumo como un elemento constitutivo de los habitus juveniles permite también
operar nuevas dimensiones de lo cultural desde el marco de lo simbólico. Entender los objetos o
productos del consumo como prestigio, descalificadores o enclasadores (que generan clase)
puede, según Saraví, aportar otro entender de las clases sociales y sus estructuras de dominación
fuera del mero aspecto económico y de medios de producción. El consumo, como tal, es un
elemento constitutivo de la segregación cultural y social, esto por la relación recíproca
constructiva entre dependencia de consumo y clase social.
Si bien, el consumo no sólo es propio de una clase, también le da forma, le comunica y le
retroalimenta. Esto debido a que la clase misma significa y resignifica las prácticas de consumo,
dando así los mismos elementos del habitus a estas prácticas: una estructura estructurada y
estructurante. De estas posiciones y demarcaciones de la posición dependerá el estilo de vida, o
sea, las prácticas específicas de una clase social específica desde su modo de vivir la
cotidianidad.
De ahí que los viajes o ciertos deportes respondan no sólo al capital económico, muy importante
en la clase, sino que, además, responderá a ciertos grupos que constantemente buscan legitimar y
distinguir su clase, aspecto que Bourdieu llama “el buen gusto” o “distinción de clase”. Así,
Saraví entiende que estos viajes no sólo son producto de la clase social económicamente
privilegiada, sino que también responden a este mecanismo fragmentario frente a otras clases, y
de organización clasificatoria interna a la misma.
Otro área donde esta confluencia de luchas por la legitimidad de clase desde el consumo se da en
las clases populares, o sea, los jóvenes no privilegiados por sus capitales que intentan incursionar
o irrumpir en posiciones más privilegiadas, generando así específicas prácticas de consumo para
redimir o acrecentar su posición no dominante o desvalorizada frente a los más privilegiados.
Este consumo está directamente relacionado en el vestir, el ostento y la diversión, y se practica
en espacios formales (centros comerciales) e informales (“tianguis”, mercados, bazares).
Estas constantes luchas y distinciones generan patrones organizacionales de jerarquía entre
diferentes clases sociales, mismas que responden a los estilos de vida y las prácticas de consumo.
Héctor Adolfo Campa Valdez Control de lectura
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Estos tres elementos son interdependientes para el autor, pues estos habitus no sólo hacen
distinciones de gusto, sino patrones de exclusión social.
La exclusión es entendida por Sariví como la creación y establecimiento de fronteras, patrones
de sobrevaloración por medio de deslegitimar a otros, así como la fragmentación social en aras
de mayores contrastes que circunden a una clase social privilegiada y con las cuales delimitarse.
Para esto se generan tres mecanismos para la exclusión y fragmentación social desde el
consumo: el desprestigio, la valorización y la comunidad.
El desprestigio es entendido como los aspectos de los estilos de vida que se asocian con lo
popular, lo despreciable o censurable moralmente y que tienen un carácter de estigma para
equiparar la clase social y el estatus. En estos mecanismos se atribuyen elementos que legitiman
o deslegitimas a los agentes desde elementos de consumo previamente pactados como
estigmatizantes o descalificadores.
La valoración se comprende como elementos más sutiles intra-clase que permiten generar rangos
internos en ella de exclusión por los cuales unos agentes de una clase pueden tener mayor nivel
jerárquico que otros, estos elementos son capitales simbólicos y de prestigio que abonan a la
jerarquía interna (por lo general de las clases privilegiadas).
El mecanismo de la comunidad excluye en la medida que es entendido como el énfasis en los
elementos que unen a una clase y que demarcan las fronteras que distinguen a una clase u otra.
Esta exacerbación de los consumos de clase permite posicionarse en un carácter exclusivo frente
a otros menos privilegiados.
Sin embargo, también la exclusión se da de manera dialógica con la inclusión. Esto se debe a que
ciertas prácticas de consumo no sólo excluyen unidireccionalmente, sino de modo dialógico. Así
mismo, no sólo lo antes dicho sirve para excluir, sino la construcción de prácticas de consumo
como puentes y lazos entre clases sirven a moco de comunidad por intereses de sobreponerse o
ganar fuerza frente a otras clases más privilegiadas.
A modo de reflexión, es interesante que Saraví no contemplara el consumo de material
audiovisual en plataformas virtuales como redes sociales y empresas de streaming (Netflix), lo
cual podría abonar a esos elementos de consumo simbólico que legitiman y distinguen a ciertas
clases juveniles frente a otras, siendo los más privilegiados quienes consumen ciertos materiales
y, a los cuales, se basan otras clases menos privilegiadas. Así, el “buen gusto” también se
delimita por los materiales audiovisuales que se comparten en estas plataformas y los cuales son
retroalimentados por el consumo de los mismos. Este factor, cada vez más presente en el estilo
de vida de nuestras sociedades, podría abonar a una visión más amplia de la fragmentación y
exclusión social.

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