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1
Sentencia T-002 de 1992. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
personalidad jurídica, (artículos 14 y 16 de la Constitución), que
adquieren sentido los derechos, garantías y, deberes. En ese
contexto, los valores y principios materiales inherentes a la persona,
son reconocidos por la Constitución y están inspirados en el primer
inciso del Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre, aprobada y proclamada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948. 2 Esta Declaración
consagra que la libertad, la justicia, y la paz en el mundo tienen por
base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos
iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana y
que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta,
su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad, el
valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de
hombres y mujeres3.
2
Los Derechos Constitucionales. Fuentes Internacionales para su interpretación. Consejería para el Desarrollo de la
Constitución. Presidencia de la República, 1992, p.714.
3
Sentencia T-002 de 1992 MP Dr. Alejandro Martínez C.
La Corte Constitucional, al resaltar que los derechos de los niños son
fundamentales, en virtud de la cláusula del artículo 44 Superior, que así
expresamente lo indica, dijo:
La Carta Política ha sido particularmente deferente en el trato que
debe darse a los menores de edad, para quienes debe existir una
especial protección por parte del Estado y la familia. En este sentido
la protección de la vida, la salud, la integridad física y la seguridad
social de los niños son derechos fundamentales que prevalecen
sobre los derechos de los demás, por expresa disposición del artículo
44 de la Carta4 (Sentencia T-1612 del 21 noviembre de 2000, MP Dr.
Fabio Morón D.)
4
T-514 y T-558 de 1998 y T-044 de 1999, entre otras.
en su proceso de desarrollo físico, psiquico y emocional, el cual
requiere una especial atención de la familia, la sociedad y del
Estado, por cuanto es precisamente en beneficio de la sociedad
entera que se requiere que desde la más tierna edad se le brinden
las condiciones necesarias para que pueda llegar a ser un adulto
física y emocionalmente sano, razones suficientes para que sea
considerado como un sujeto privilegiado (Sentencia T-186 del 3 de
marzo de 2005, MP Dr. Alfredo Beltrán S.).
7
A manera de ejemplo, está, el incumplimiento de las obligaciones alimentarias de los padres para con sus hijos menores
de edad, en el entendido de la definición que comporta el artículo 133 del Código del Menor.
proteger integralmente los derechos fundamentales (CP artículo 86), no cabe objeción, en
principio, a esta opción.
8
García M., op.cit.p.461.
Mauricio García9, señala que la Corte, restringe el ámbito de protección de los
derechos sociales a situaciones en las cuales se cumplen los siguientes dos supuestos: 1)
violación palmaria del principio de la dignidad humana en niños, personas de la tercera
edad, disminuidos físicos y mentales y otras poblaciones en situación de debilidad; 2)
existencia de una efectiva capacidad económica o financiera del Estado que permita la
protección requerida, exceptuando el concepto de mínimo vital donde se demanda en
todo caso la intervención directa e inmediata del Estado. Estas dos condiciones son más
estrictas que las definidas por la jurisprudencia constitucional alemana y reseñada por el
profesor Alexy. En efecto, la exigencia de la violación a la dignidad humana de población
vulnerable es más drástica que la de simple violación de la libertad fáctica. Por otra parte,
la existencia de disponibilidad presupuestal parece más difícil de lograr que la poca
afectación a las competencias entre los poderes públicos
Destaca además, cómo el ordenamiento constitucional no sólo confiere a los niños una
serie de derechos fundamentales que no reconoce a los restantes sujetos de derecho,
sino que, adicionalmente, establece que dichos derechos tendrán prevalencia sobre los
derechos de los demás. En el Estado Social de Derecho, la comunidad política debe un
trato preferencial a quienes se encuentran en circunstancias de debilidad manifiesta y
9
García M., op.cit.p.462.
están impedidos para participar, en igualdad de condiciones, en la adopción de las
políticas públicas que les resultan aplicables. En este sentido, es evidente que los niños
son acreedores de ese trato preferencial, a cargo de todas las autoridades públicas, de la
comunidad y del propio núcleo familiar al cual pertenecen (C.P. artículo 44). Pero la
protección especial de los derechos fundamentales de los niños no se explica
exclusivamente por la fragilidad en la que se encuentran frente a un mundo que no
conocen y que no están en capacidad de afrontar por sí solos. La Carta pretende
promover un orden basado en los valores que orientan cualquier Estado civilizado: la
libertad, la igualdad, la tolerancia y la solidaridad. No obstante, un orden tal de valores
sólo es verdaderamente efectivo si los sujetos a quienes se orienta lo conocen y lo
comparten. En este sentido, el constituyente quiso que las personas, desde la infancia,
tuvieran acceso a este código axiológico, mediante un compromiso real y efectivo de la
sociedad para garantizar las condiciones que les permitieran crecer en igualdad y en
libertad, con justicia y respeto por las opiniones y creencias ajenas. En estas
circunstancias, es razonable suponer que el niño accederá a la mayoría de edad, como
una persona libre y autónoma, que conoce los valores de igualdad y justicia que informan
la Carta y que, por lo tanto, se encuentra en capacidad de defenderlos y promoverlos.
Superior, 3 y 129 y ss. del Código del Menor), ya mencionado, la Corte indicó, que
las personas que, deben atender los derechos sociales fundamentales del niño: la familia
y la sociedad, cuando a ello haya lugar. Por su parte, la administración, los órganos de
control y los jueces de la República, deben ser en extremo diligentes para hacer efectivas
las obligaciones de los mencionados sujetos. Sin embargo, si el núcleo familiar no está en
capacidad fáctica de satisfacer las carencias más elementales de los niños a su cuidado,
entidad. En otras palabras, la aplicación directa del núcleo esencial de los derechos
pese a todos los esfuerzos razonables, le resulta imposible atenderlos sin descuidar la
estos eventos, como en los que se refieren a la protección del mínimo vital de la población
más pobre y marginada, les corresponde a las autoridades públicas demostrar los hechos
3, 129 y siguientes del Código del Menor, tanto la Corte Constitucional, como la
niños cuyos padres carecen de los recursos económicos suficientes para atender
precipitada y que, necesariamente, debe ser estudiada para poder adoptar la decisión que
se ha de tomar en el citado caso. En cuanto hace a los deberes positivos del Estado en
Corte se pronunció señalando que según el artículo 13 de la C.P., el “Estado (...) debe
legislador, en primer término, ordenar las políticas que considere más adecuadas para
ofrecer a las personas que se encuentren en esa situación, medios que les permitan
asumir el control de su propia existencia. Las leyes en este campo suelen imponer al
fondos del erario, se insertan en la órbita del legislador. La adopción de medidas en favor
La Corte, al examinar la constitucionalidad de los artículos 167, 169 (inciso 1), 174
(inciso 1), 182 (numeral 3), 184, 187 (inciso final), 201 (numeral 4), y 301 del
Código del Menor, se refiere a la protección especial del niño y la prevalencia de
sus derechos, indicando en la sentencia C-019 de 1993, que “(…) Estos dos
principios han sido consagrados -bajo diferentes formulaciones- en varios instrumentos
internacionales. Por ejemplo, en la Declaración de los Derechos del Niño de 1959, cuyo
principio 2o, es del siguiente tenor: El niño gozará de una protección especial y dispondrá
de oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que
pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y
normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin, la
consideración fundamental que se atenderá será el interés superior del niño (…).”
11
Corte Constitucional. Sentencia C-562 de 1995. M.P. Jorge Arango Mejía.
rehabilitación, readaptación y reeducación. Tales procesos no son entonces, de carácter
represivo sino esencialmente tutelar y tienen como fundamento la protección especial del
niño y la prevalencia de su interés superior. 12 Este criterio se adecua a lo dispuesto en los
artículos 44 y 45 del Estatuto Superior, que consagran la prevalencia de los derechos
fundamentales de los niños; la obligación de la familia, la sociedad y el Estado de
brindarles especial protección, para asegurar su desarrollo armónico e integral y el
ejercicio pleno de sus derechos, que no son otros distintos de los derechos
constitucionales, los legales y los demás contemplados en los tratados internacionales
ratificados por Colombia, que hacen parte del bloque de constitucionalidad; y el derecho
de los adolescentes a la protección y formación integral. El carácter proteccionista de las
medidas imponibles al menor por infracción de la ley penal, también se ajusta a lo
consignado en distintos convenios internacionales, entre los que se destacan la
Declaración de los Derechos del Niño, ONU, 1959, y la Convención sobre Derechos del
Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de
1989, aprobada por la ley 12 de 1991, en cuyos artículos 2 y 3 respectivamente, se
consagra la protección especial del menor y el principio del interés superior del niño (…).”
Dicho interés supremo del niño se revela como un principio, el cual implica una forma de
comportamiento determinado, un deber ser, que delimita la actuación tanto estatal como
particular en las materias que los involucra, el cual obtiene reconocimiento en el ámbito
del ordenamiento jurídico internacional como en el nacional. Efectivamente, en los
instrumentos internacionales vigentes14 se observan recogidos los propósitos generales
aludidos para la protección de este grupo social. Y, particularmente, la vigencia de dicho
principio se estipula en el artículo 3o. de la Convención de los Derechos del Niño. El
ordenamiento constitucional nacional y la legislación colombiana del menor también se
someten a la vigencia del principio protector del menor, a través de un tratamiento
especial que los beneficia.
Por una parte, el artículo 44 de la Constitución reconoce a los niños como titulares de
derechos específicos que prevalecen sobre los derechos de los demás. También como
destinatarios beneficiarios de las obligaciones de asistencia y de protección a cargo de la
familia, la sociedad y el Estado. La observancia de esos compromisos y la sanción por su
incumplimiento se erige como un deber general de la colectividad entera. Además, la
enunciación que en esa preceptiva superior se hace de los derechos de los niños no
excluye el goce que ellos tienen respecto de los demás derechos reconocidos
constitucional y legalmente, así como en los tratados internacionales ratificados por el
Estado colombiano. La definición que en esa norma se adopta de los derechos de los
niños como de naturaleza fundamental, debe entenderse como el resultado de la
incorporación de ese principio del interés supremo del niño en el orden constitucional, el
13
Sentencia T-556 de 1998.
14
En la sentencia C-019 de 1993, se hizo mención de la Declaración de los Derechos del Niño del año de 1.959, en el
principio 2o., de la Declaración de Ginebra de 1.924 sobre derechos del niño, de la Declaración Universal de Derechos
Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (arts 23 y 24), del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (art. 10), así como de los estatutos e instrumentos de los organismos internacionales
especializados que se ocupan del bienestar del niño, al igual que de la Convención sobre derechos del niño adoptada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1.989 (Ley 12 de 1.991).
cual no sólo configura un énfasis materializado para garantizar su eficacia 15 sino también
como parte de la estructura del sistema normativo, pues se incluye como un precepto “en
el punto más alto de la escala axiológica contenida en el texto constitucional” 16 que guía la
interpretación y definición de otros derechos.
Por último, la normatividad legal vigente, del mismo modo, reproduce el principio que
impone la protección de los menores. Así, se observa en el artículo 20 del Decreto
Extraordinario 2737 de 1989. En consecuencia, la regulación que se expida sobre los
derechos de los menores deberá reflejar la dimensión normativa antes expuesta, no sólo
desde el punto de vista sustancial sino también procedimental, con miras a la efectividad y
garantía de sus derechos y su desarrollo integral y armónico como así lo quiso el
Constituyente de 1991.
15
Sentencia T-124 de 1994.
16
Sentencia C-544 de 1992
17
BOBBIO, Norberto. El problema de la guerra y las vías de la paz (Barcelona 1982), Gedisa. Pág. 117 y 129 y ss
entre personas que biológicamente no la tienen. Dicha concepción, reconocida por el
ordenamiento jurídico y consagrada en el artículo 88 del Código del Menor, encuentra
pleno respaldo constitucional, y así lo ha entendido esta Corporación18, que además
reconoce en ella un acoplamiento al principio universal del interés superior del niño en los
términos previstos por el artículo 44 de la Constitución y por las normas internacionales19.
defensa pronta y efectiva de los derechos del menor ”20. Bien puede entonces la ley exigir
condiciones especiales de idoneidad física, mental, moral y social a los adoptantes, las
cuales apuntan precisamente a la satisfacción del interés superior del menor, y sin que
por ello las personas que desean adoptar puedan aducir que ha sido afectado su derecho
a formar una familia pues, reitera la Corte, la institución de la adopción está
constitucionalmente estructurada en favor del menor que carece de familia.
18
Pueden verse entro otras las sentencias C-412/95 MP. Alejandro Martínez Caballero, T-587/98 MP: Eduardo Cifuentes
Muñoz y C-562/95 MP. Jorge Arango Mejía.
19
Declaración de los Derechos del Niño de la ONU (1959) y Convención sobre los Derechos del Niño de 1989, aprobada
por la ley 12 de 1991.
20
Sentencia T-587 de 1998. MP Eduardo Cifuentes Muñoz, fundamento 14.
propuesto armoniza con los principios y valores constitucionales, no sólo en cuanto
pregona por el interés superior del niño, sino porque también el Estado asume el papel
que le corresponde, en los términos previstos por el artículo 2 y 42 y 44 de la Constitución
(…).”
En el ámbito del Derecho Internacional Público, la Convención sobre los Derechos del
Niño, adoptada en Colombia mediante la Ley 12 de 1991, indica en su artículo 3° que “en
todas las medidas concernientes a los niños que tomen las instituciones públicas o privadas de
bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos, una
consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño.” Por su parte, el
“Convenio relativo a la protección del niño y a la cooperación en materia de adopción
internacional”, aprobado mediante la Ley 265 de enero 25 de 1996, recoge también en
forma expresa el principio del interés superior del menor. En el artículo primero de dicho
Convenio, se señala como objetivo del mismo, el “establecer garantías para que las
adopciones internacionales tengan lugar en consideraciones al interés superior del niño y al
respecto a los derechos fundamentales que le reconoce el Derecho internacional.” La adopción
entonces, si bien permite que personas que no son padres o madres por naturaleza
lleguen a serlo en virtud del parentesco civil, posibilitándoles a ellos el ejercicio de varios
derechos como el conformar una familia, el del libre desarrollo de la personalidad, etc., no
persigue prioritariamente este objetivo, sino el de proteger al menor de la manera que
mejor convenga a sus intereses, aplicando en ello el artículo 44 de la Carta. Por ello, en
relación con el principio del interés superior del menor, la jurisprudencia sentada en sede
de tutela ha afirmado que una decisión judicial que se aparte del mismo, resulta ser
inconstitucional.21 Igualmente la jurisprudencia extranjera acoge este principio rector de
todos los proceso en los cuales se hacen presentes los intereses de menores, entre ellos
los procesos de adopción. 22
El principio del interés superior del menor que preside todo proceso en el que estén
involucrados los niños, impone al legislador la adopción de medidas que garanticen la
efectividad de dicho principio, y la exigencia general de requisitos de idoneidad para
adoptar es una de ellas. La ley, a través de estas exigencias, pretende lograr que quien
adopta sea en realidad alguien que esté en posibilidad de ofrecer al menor las mayores
garantías en cuanto a su desarrollo armónico, y en este sentido, una persona que
presenta antecedentes de un comportamiento acorde con la moral social, asegura al
Estado en mejor forma que la educación del niño se llevará a cabo de conformidad con
dichos criterios éticos, lo cual, sin duda, redundará en la adaptabilidad del menor al
entorno social y en la posibilidad de llevar un proyecto de vida armónico con el de los
demás. Por el contrario, la entrega del menor a quien desenvuelve su proyecto vital en
condiciones morales socialmente repudiadas, como en ambientes donde es usual el
alcoholismo, la drogadicción, la prostitución, la delincuencia, el irrespeto en cualquier
forma a la dignidad humana, etc, pone al niño en peligro de no lograr el desarrollo
adecuado de su personalidad y de imposibilitar su convivencia pacífica y armónica dentro
del entorno socio-cultural en el cual está insertado. Por todo ello, se ajusta a la
Constitución el que el legislador limite la libertad del juez que decreta la adopción,
21
Así lo sostuvo la Corte Constitucional en la Sentencia T- 587 de 1998.(M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.) En este caso, la
Corte tuteló el derecho de una menor colombiana a ser adoptada por una pareja belga, adopción a la cual se oponía el
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar aduciendo que la pareja que pretendía la adopción ya tenía otra hija adoptiva,
que era su primogénita, y que la segunda adopción que se solicitaba desconocería a aquella menor su posición de
primogenitura. Para descalificar la decisión del ICBF, la Corte acudió al principio del “interés superior del menor” precisando
que el mismo no constituía una cláusula vacía susceptible de amparar cualquier decisión.
22
En la mayor parte de peticiones de adopción en los Estados Unidos, las cortes tradicionalmente han considerado varios
factores que resultan pertinentes para garantizar el principio del mejor interés del niño. Estos factores a veces se erigen en
barreras para conceder la adopción a algunas personas, o son motivo para preferir a unos pretendientes adoptantes frente
a otros. Por ejemplo, un obstáculo frecuente para conceder la adopción suele ser el que los solicitantes y el adoptable sean
de diferente raza o religión Algunos estatutos legales específicamente prohíben adopciones mixtas, y cuando no lo hacen
las cortes prefieren a los padres que pertenecen a la misma raza y religión del menor. En sustento de estas posiciones, las
cortes aducen que lo principal es el mejor interés del niño, y que este no se vería favorecido con la adopción mixta, por lo
cual no la autorizan o solo lo hacen si no existen otros solicitantes que pertenezcan a la misma raza o religión del menor. Cf.
“The right of homosexuals to adopt: Changing Legal interpretentios of Parent and family” Sheryl L. Sultan.
WWW.tourolaw.edu/publications/suffollk/vol10/part3_txt.htm
señalando que la autorización para adoptar solo puede ser concedida a quienes
pretenden conformar la familia que el constituyente quiso proteger. Este y no otro es el
interés superior del menor, dentro de la axiología determinada por las normas superiores
(...)
En salvamento de voto los Magistrados Manuel José Cepeda E., Jaime Córdova
T. y Eduardo Montealegre L. respecto al derecho a la autonomía personal de los
homosexuales, la adopción y el interés superior de los niños, señalaron: “(…) A
nuestro juicio, cuando la mayoría de los magistrados de la Sala Plena resolvió que no es
contraria a la Carta Política del 91 una norma que sólo permite adoptar conjuntamente a
las parejas heterosexuales, antes que analizar a fondo el caso, se preocupó por imponerle
a toda la sociedad colombiana una concepción de familia monogámica y heterosexual,
que según ellos, es la que contempla y defiende la Constitución. Por ello, el propio fallo
señala que dicha norma “no puede ser considerada discriminatoria, sino más bien, propiamente
hablando, proteccionista de la noción superior de unión familiar”. Además, la Sala no tuvo en
cuenta realmente en su análisis el interés superior del niño, pese a ser una institución a la
que se hace referencia a lo largo del fallo, así como tampoco fue sensible a si la norma
implica alguna violación al derecho a la igualdad y a la autonomía personal.
No obstante lo anterior, ello no implica que el principio del interés superior del menor no
deba ser tenido en cuenta dentro de un juicio de constitucionalidad, pese a que por
definición tiene un alto grado de abstracción. Si bien es cierto que en el caso de la
referencia no existe ninguna situación concreta que deba ser analizada, el juez
constitucional sí puede apreciar si la norma en cuestión es más favorable, en los casos
concretos, a los intereses y necesidades particulares de cada niño. Es decir, el artículo 44
de la Constitución fija varios aspectos que son relevantes a la hora de definir dónde está
el interés del menor, entre otros, su derecho a la vida, a su integridad física, su derecho a
recibir amor y cuidado, el derecho a la salud y la seguridad social, a recibir una
alimentación equilibrada o el derecho a tener una familia y no ser separado de ella. A
partir de estas consideraciones el juez constitucional puede plantear la siguiente pregunta:
¿no existe algún caso en el que la mejor opción posible y aceptable para un menor sea
estar con una pareja homosexual? Si la respuesta fuera no, es decir, si siempre ésta fuera
la peor opción, indudablemente que la norma buscaría el interés del niño y sería
exequible. Pero lo cierto cualquier persona, independientemente de su orientación sexual,
puede brindarle amor, cuidado y protección a un menor. Sin embargo, la situación real de
muchos de los niños y niñas actualmente en Colombia es dramática. La cantidad de ellos
que se encuentran en situación de desprotección es considerable, sobre todo si se tiene
en cuenta el número que efectivamente puede ser atendido por el Estado. 23 Ahora bien,
sin entrar a cuestionar los temores que puedan tenerse en torno a la eventual crianza de
niños por parte de parejas homosexuales, quienes nos apartamos de la decisión
mayoritaria no entendemos cómo es posible que se prefiera privar a un niño de recibir el
23
Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, (datos del año 2000) los hogares sustitutos atienden a 13.788 niños,
pese a que sólo tienen 6.894 cupos. Los internados, cuentan con 8.721 niños, pese a que tiene cupo para 5.814. Hogares
especiales, para niños con problemas, tienen 2.293 niños, con un cupo para 1.945. Claro está que existe un número
considerable de niños que quedan excluidos de cualquier atención posible.
cuidado y la atención necesaria para su adecuado crecimiento, en virtud de que,
supuestamente, ese es su “interés”.
Por ejemplo, puede darse el caso de un menor abandonado de seis años 24 que, de hecho,
se encuentre bajo el cuidado de dos mujeres lesbianas mayores de 50 años. En este
evento, si las dos señoras presentaran una solicitud para que se les diera el menor en
adopción, la decisión del funcionario encargado de responder la petición deberá ser
negativa. No importa si éste establece la idoneidad moral de esas dos personas para
educar al menor o su capacidad económica para mantenerlo, ni siquiera cuenta el hecho
de que el menor desee permanecer con ellas o que la única alternativa sea enviarlo a un
orfanato en condiciones de hacinamiento. Para la Sala Plena, al niño debe privársele de la
que hasta entonces era su “familia”, debido a que esa realidad social no es “familia” y por lo
tanto, permanecer en un orfanato es lo que más le conviene. Con la decisión que ha
tomado la Corte se ha privado a muchos menores, por ejemplo, de la posibilidad de
legalizar una situación de facto. Niños que de poder ser adoptados tendrían derecho a
heredar, a ser parte de una familia (tener abuelos, tíos, primos, etc.) o a contar con
personas jurídicamente responsables de su educación o sus condiciones materiales de
manutención, son privados de todas esas garantías, según la Sala, para defender su
“interés superior”.
Ahora bien, podría objetarse que el verdadero interés del menor se garantiza si por lo
menos existe un régimen legal que lo proteja, y en el caso de permitir que una pareja
homosexual adopte un niño ello no se cumpliría, debido a que este es un tipo de relación
no está regulada. Sin embargo esta afirmación tampoco es aceptable, pues según los
artículos 42 y 44 de la Constitución, todos los niños gozan de los mismos derechos, sin
importar quienes sean sus padres. La paradójica situación que acabamos de describir se
produce, como dijimos, porque antes que pensar en la defensa de los derechos e
intereses de los niños, la Sala está primordialmente interesada en defender una
concepción de familia única y excluyente, la unión monogámica heterosexual.
Con todo, es preciso aclarar que existe una clara distinción entre los conceptos “trabajo
infantil” y “labores infantiles”, remuneradas o no. En efecto, no se pueden incluir como
actividades laborales aquellas tareas de ayuda en la casa, o los deberes escolares o
cualesquier otra carga ligera que se imponga a los niños y que propicien su educación y
desarrollo armónico e integral en la sociedad y en sus familias, bien sea que dichas
obligaciones correspondan tan sólo al ejercicio de la autoridad paterna o que se deriven
de una promoción mediante dádivas estimulatorias, verbi gracia, dinero, regalos, etc 25. No
obstante, el ejercicio de dichas labores, no puede convertirse en una forma de explotación
laboral o de educación hacía la mendicidad, so pena de que los padres o sus
representantes legales se hagan merecedores de las sanciones previstas en la
ordenamiento jurídico, en aras de proteger el interés superior del niño, tales como, (i)
declarar al menor en estado de abandono por la autoridad competente (Art. 31 del
Decreto - Ley 2737 de 1989) y (i) adelantar -eventualmente- un juicio penal de
25
Entre dichas labores se encuentran los oficios que se prestan en escuelas de enseñanza general, profesional o técnica.
Precisamente, el artículo 6° del Convenio No. 138 de la OIT, determina que: “El presente Convenio no se aplicará al trabajo
efectuado por los niños o los menores en las escuelas de enseñanza general, profesional o técnica o en otras instituciones
de formación ni al trabajo efectuado por personas de por lo menos catorce años de edad en las empresas, siempre que
dicho trabajo se lleve a cabo según las condiciones prescritas por la autoridad competente, previa consulta con las
organizaciones interesadas de empleadores y de trabajadores, cuando tales organizaciones existan, y sea parte integrante
de:
a) Un curso de enseñanza o formación del que sea primordialmente responsable una escuela o institución de formación;
b) Un programa de formación que se desarrolle entera o fundamentalmente en una empresa y que haya sido aprobado por
la autoridad competente; o
c) Un programa de orientación, destinado a facilitar la elección de una ocupación o de un tipo de formación”.
responsabilidad por la comisión de la conducta punible de mendicidad y tráfico de
menores26 (…).”
26
Al respecto, tipifica el artículo 231 del Código Penal: “Mendicidad y tráfico de menores. El que ejerza la mendicidad
valiéndose de un menor (de doce (12) años)** o lo facilite a otro con el mismo fin, o de cualquier otro modo trafique con él,
incurrirá en prisión de uno (1) a cinco (5) años.
La pena se aumentará de la mitad a las tres cuartas partes cuando:
1.) Se trate de menores de seis (6) años.
2.) El menor esté afectado por deficiencias físicas o mentales que tiendan a producir sentimientos de conmiseración,
repulsión u otros semejantes”.
** En relación con esta disposición, la Corte se pronunció en la Sentencia C-1068 de 2002 (M.P. Jaime Araújo Rentería),
declarando inexequible el aparte normativo anteriormente señalado entre paréntesis, por considerar que: “(...) no se
vislumbran fundamentos ni fines constitucionales que avalen la existencia jurídica del segmento demandado; antes bien,
del cotejo con el bloque de constitucionalidad se desprende que la locución censurada se erige abiertamente discriminatoria
y excluyente (art. 13 C.P.), transgresora de los derechos fundamentales que el artículo 44 superior prescribe a favor de
todos los menores de edad, contraria a la primacía de los derechos inalienables de la persona (art. 5 C.P.), violatoria del
derecho al buen nombre (art. 15 C.P.), y por supuesto, diametralmente opuesta a los postulados ecuménicos sobre
protección de los menores (art. 93 C.P.) (...)” .
Finalmente, la Corte, al revisar la constitucionalidad del artículo 89 del Código del
Menor, respecto de la capacidad jurídica de los menores de edad y la capacidad
de derecho y capacidad de hecho, en la sentencia C-534 de 2005, indicó: “(…) La
Corte ha reconocido la capacidad jurídica de manera general, como aquella “...facultad que
tiene la persona para adquirir derechos y contraer obligaciones ”27. De igual manera, de lo
dispuesto en el artículo 1502 del Código Civil (C.C), se desprende que dicha capacidad se
refiere tanto a la aptitud de ser titular de derechos (capacidad de goce) como a la aptitud
de disponer de ellos (capacidad de ejercicio)28. Así mismo, la referencia doctrinal ha
establecido lo anterior en términos de capacidad de derecho (goce) y capacidad de hecho
(ejercicio)29. Para la Corte resulta indispensable distinguir en la institución de la capacidad
jurídica de los menores dos dimensiones. La primera basada en la aptitud de ser sujeto de
derechos. Esto es la titularidad de prerrogativas que en nuestro Estado Social de Derecho
se adjudican en cabeza de menores de edad por el sólo hecho de serlo. En este sentido
su capacidad es plena y deviene de su condición, sin requisito alguno que la limite. A su
vez, esta capacidad de derecho se encuentra configurada constitucionalmente como
protección especial, a partir del principio de interés superior del menor, en los artículos 44
y 45 de la Carta30. También, las normas internacionales ratificadas por Colombia sobre
Derechos Humanos, amplían el marco tanto de la capacidad de derecho, como de la
especial protección de que son titulares. En la sentencia C-507 de 2004 la Corte hizo una
importante sistematización sobre este asunto. Se puede concluir, entonces, no sólo que la
capacidad de derecho de los menores, en el sentido de ser titulares directos de derechos,
es muy amplia; sino también que gozan de derechos que procuran para ellos y ellas una
protección especial y reforzada. En segundo término, la Sala encuentra otra dimensión en
la capacidad jurídica de los menores para disponer de ciertos derechos y obligaciones,
con las limitaciones y permisiones que la ley les impone. En efecto, la Legislación Civil
regula jurídicamente la capacidad de las personas en general, especialmente las
27
C- 983 de 2002 Fundamento Jurídico número 2.
28
En la citada C-983 de 2002 la Corte dijo: “...esta capacidad, de acuerdo con el artículo 1502 del Código Civil, puede ser
de goce o de ejercicio. La primera de ellas consiste en la aptitud general que tiene toda persona natural o jurídica para ser
sujeto de derechos y obligaciones, y es, sin duda alguna, el atributo esencial de la personalidad jurídica. La capacidad de
ejercicio o capacidad legal, por su parte, consiste en la habilidad que la ley le reconoce a aquélla para poderse obligar por sí
misma, sin la intervención o autorización de otra. Implica, entonces, el poder realizar negocios jurídicos e intervenir en el
comercio jurídico, sin que para ello requiera acudir a otro.”
29
Ver entre otros D`ANTONIO Daniel Hugo. Actividad Jurídica de los menores de edad. Ed. Rubinzal-Culzoni. Santa Fe
(Argentina). 2004. Pág. 17
30
El artículo 44 de la Constitución, incluye además en su último inciso la prescripción de que “[l] os derechos de los niños
prevalecen sobre los derechos de los demás.”
naturales, como una institución básica para su desarrollo como sujetos de las relaciones
jurídicas que surgen en la sociedad. De una parte, consagra la capacidad jurídica, de
derecho o de goce (recogida implícitamente en el numeral 1 del Art. 1502 C.C.) tal como
se expuso anteriormente y de la otra, también estatuye la nombrada capacidad de
ejercicio, de obrar o negocial, como un requisito general (también implícitamente recogido
en el numeral 1 del Art. 1502 C.C.) para que toda persona pueda “quedar vinculada
jurídicamente” u “obligarse por un acto jurídico”. Lo anterior bajo la condición, igualmente
general, de que se posea la facultad reflexiva o racional necesaria para entender lo que
jurídicamente conviene o perjudica en el campo económico.
De allí que, concordante con lo dicho, la misma legislación al paso que considera que
todos los seres humanos poseen esa facultad reflexiva, que es lo que sustenta la
presunción legal de capacidad de ejercicio (Art. 1503 C.C.), también prevea aquellos
casos en que por carecer total o parcialmente de dicha cualidad no pueda darse el mismo
tratamiento. Esto debido a que las consecuencias de contraer obligaciones y
comprometer el patrimonio económico pueden ser de carácter perjudicial y restrictivo. Por
ello es que a determinados sujetos se les considera incapaces, no para discriminarlos,
sino por el contrario, para protegerlos en el sentido que deban acudir a un representante
legal que sustituya parcial o complemente la facultad reflexiva o racional que, en el caso
de los y las menores de edad, está en etapa de formación y afianzamiento (Arts. 1502,
inc. 2º. y 1504 C.C.).
Por lo anterior, la Sala concluye que la capacidad de derecho de la cual gozan los y las
menores, que a su vez prescribe - tal como se explicó- la protección reforzada de los
derechos de que son titulares, determina la restricción de su capacidad de ejercicio en
aras de la necesidad de cuidar reforzadamente sus intereses. Por ello, para la Corte las
instituciones de la incapacidad y la nulidad en la actividad jurídica de menores de edad, se
presentan como instituciones protectoras de éstos (…).”
Estas precisiones de las Altas Cortes, conducen a reafirmar que los derechos de
los niños gozan de amplio reconocimiento como derechos humanos
fundamentales y sociales para garantizar su desarrollo amónico e integral como lo
indica el artículo 44 Superior y, que el Estado a partir de sus políticas públicas de
protección social a la familia y a la infancia debe garantizar material y realmente
estos preceptos constitucionales. Se puede apreciar también, que es común a la
línea jurisprudencial del interés superior del niño, particularmente en las
sentencias de constitucionalidad del Código del Menor, que la Declaración de los
Derechos del Niño y la Convención sobre los Derechos del Niño, son instrumentos
internacionales de derechos humanos, que además de cumplir su función
hermenéutica, tienen efecto normativo directo al ser incorporados al ordenamiento
jurídico. Lo propio, hacen los artículos 44 de la Constitución Política, 20 del Código
del Menor sin dejar de mencionar el artículo 1 del Decreto No.1137 de 1999.
Las reflexiones finales que quedan de los capítulos uno y dos apuntan a plantear
el siguiente interrogante: ¿El Derecho de Infancia es suficiente, para conocer
integralmente, cuáles son las condiciones que mejor satisfacen el interés superior
de los niños en situaciones concretas, si entre otras cosas, se deben atender
consideraciones de orden fáctico, es decir, las circunstancias específicas del caso
específico, visto en su totalidad y no sólo atendiendo aspectos aislados o
puramente normativos?. De este tema, de por sí, complejo, se ocupa, el capítulo
tercero y cuarto de este trabajo.