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Como

si fuera fácil

Megan Marsell












Autora: Megan Marsell
Editorial: Editorial digital
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Este libro es una obra de ficción.
Nombres, personajes, lugares y sucesos ocurridos son producto de la imaginación de la autora o han sido
usados de manera ficticia.
Cualquier parecido con eventos de la realidad, lugares o personas vivas o muertas es completamente
coincidencia.

Copyright © 2018 Megan Marsell

Todos los derechos reservados, incluyendo el derecho de reproducción de toda o parte de la obra. Ninguna
parte de este libro debe ser reproducida en ninguna forma o por ningún medio electrónico o mecánico,
incluyendo sistemas de almacenamiento y recuperación de información AS/RS sin permiso, por escrito, de
la autora.




Sinopsis:
Con un pasado doloroso tanto Erik como Wendy se ven envueltos en un matrimonio arreglado que ninguno
de los dos desea. A pesar de las reticencias terminan aceptándolo, cada uno por sus propios intereses. Como
si fuera fácil tendrán que aceptarse mutuamente, aceptar lo que sienten estando uno cerca del otro y aceptar
los secretos que cada uno guarda tras de sí.


Capítulo 1
Un matrimonio arreglado

Erik Benway despertó exaltado esa mañana, víctima de una pesadilla, como ya
era común desde que era pequeño. Eran casi las 9 de la mañana y el rubio
prefirió levantarse en vista de lo tarde que era. Se dio un baño y después se vistió
con uno de sus trajes, pero sin corbata ni chaqueta, y le dio un toque más
informal al doblarse las mangas hasta los codos.
El joven bajó las escaleras para bajar al comedor, donde estaban para atenderle
algunos sirvientes. Erik solo movía el tenedor de un lado a otro del plato, no
tenía apetito, más bien parecía que deseaba perder el tiempo. Seguía sin probar
bocado, recargó sus codos sobre la mesa y puso su cabeza entre sus manos.
Estaba reflexionando sobre todos los problemas que lo agobiaban, hasta que su
mayordomo, Arthur, lo sacó de sus pensamientos.
—Joven Erik, le recuerdo que se le hace tarde para su cita con su padre.
—Sí, lo sé. Ya me voy— dijo el muchacho con indiferencia.
Salió tranquilamente de su mansión, aun sin tomar en cuenta su retraso, como si
no quisiera llegar a su encuentro. Se introdujo a su deportivo rojo y se dirigió al
lugar, las empresas Benway, propiedad de su familia por generaciones, de la cual
ahora su padre era dueño, y algún día el chico tomaría el control.
El rubio entró al edificio y tomó el ascensor hasta el último piso, el número 20
para ser exactos, y caminó hasta la recepción.
—Buenos días, joven Benway. Pase, su padre lo espera— dijo amablemente la
secretaria.
—Buenos días. Gracias.
Erik entró a la oficina después de llamar a la puerta. Ahí lo esperaba un hombre
de edad madura, alto y fornido, rubio y de piel blanca, con una barba corta y
bien cuidada; estaba elegantemente vestido. Todos estos detalles le daban una
presencia imponente, pero eso parecía no intimidar a su hijo.
—Tarde como siempre Erik.
—Tenía algunas cosas que hacer.
—¡Vamos, no mientas! Sé muy bien que no querías venir.
—En ese caso, creo que debí ahorrarme las explicaciones— dijo en tono
sarcástico.
—Bueno, ¡basta de tonterías! Necesito hablar contigo seriamente.
—¡Mira! Ya sé lo que quieres, ya hemos hablado de eso hasta el cansancio.
—¡¿Entonces por qué te empeñas en ignorarme!? ¡Por Dios, Erik! Eres mi único
hijo y estas por cumplir los 25 años, ya estás en edad de casarte y trabajar
conmigo en la empresa.
—¡No entiendo por qué ves tan necesario que me case!
—Porque quiero que comiences a ser responsable.
—Soy lo suficientemente responsable.
—¡Por supuesto que no! Siempre has dependido de mí. Además, como soltero
no tendrás mucha credibilidad ante los socios por eso prefiero que estés casado.
—Pues por ahora no estoy interesado.
—¡Mira muchacho! Estoy empezando a perder la paciencia así que quiero una
boda pronto, si no, ya sabes lo que pasara.
—¡No necesito de amenazas!
El joven dio media vuelta para salir, pero antes su padre le dijo unas palabras
—¡Ah! Y córtate ya ese cabello, se ve mal— dijo el hombre haciendo referencia
a la larga cabellera de su vástago.
Erik abandonó el lugar y azoto la puerta al salir. Estaba realmente molesto. Las
conversaciones con su padre siempre terminaban en discusiones. El siempre
trataba de dominarlo, pero él ya estaba harto, por lo que decidió revelarse y era
esa situación la que desencadenaba los problemas desde hace tiempo.
Iba en su auto rumbo a un bar, al que solía acudir a menudo y donde desahogaba
todos sus problemas y frustraciones, y no porque fuera un alcohólico, sino
porque encontraba algo relajante en ese ambiente.
Al llegar se senito en una mesa al fondo y pidió un trago. Mientras esperaba no
podía dejar de pensar en las palabras de su progenitor. De pronto, sintió una
mano posarse en su hombro, que no era precisamente la del mesero.
—¡Ah! Hola Ray, ¿Qué haces aquí?
—Pues llame a tu casa y me dijeron que no estabas, así que pensé que estarías
aquí, ya que frecuentas mucho este lugar.
—Ya veo que me conoces bien.
—Soy tu mejor amigo, ¿Qué esperabas?
El rubio solo soltó una risita. Después el camarero llegó con su bebida, la cual
tomó rápidamente mientras Murray lo miraba sorprendido.
—Veo que la has pasado mal en lo poco que lleva del día. Cuéntame.
—Otra vez tuve una pelea con papá, sigue insistiendo en que me case.
—¿Sabes? Tal vez tenga razón. Necesitas tener ya una pareja, alguien con quien
puedas pasar tu tiempo.
—No tengo ni el interés ni el tiempo. Sabes que tengo otras cosas en que pensar.
—Sigues obsesionado con ese asunto, recuerdo que era así desde que éramos
niños. Ya deberías dejarlo, solo te haces daño.
—¡No puedo Ray! ¡No puedo seguir con mi vida como si nada hubiera pasado!
Todas las mañanas desde hace casi 21 años me despierto recordando a mi madre
y no puedo estar tranquilo hasta saber que fue de ella.
—Pero Harrison te lo ha explicado un millón de veces.
—¡Aun así! Su explicación no me convence, por eso quiero buscarla por mi
cuenta—
Murray guardo silencio. Sabía que su amigo siempre se alteraba cuando tocaban
el tema. En cuanto a Erik, solo trato de tranquilizarse un poco, después siguió
contándole sus problemas a su acompañante.
—¿Sabes que me dijo ahora? Me volvió a amenazar con desheredarme.
—Pues si es así afectara tus planes, por eso yo también insisto en que le tomes la
palabra, cásate para que puedas disponer de tu dinero y hagas la búsqueda de tu
madre—
—Pero ni siquiera tengo una mujer con la que pueda casarme.
—¡Vamos! Tú sabes que ese no es el problema. Si se trata de mujeres tú puedes
conseguir la que se te plazca, después de todo te siguen mucho.
—Sabes que yo no estoy de acuerdo en un matrimonio sin amor.
—Puedes hacerlo hasta que tengas tu dinero, después tienes la opción de
divorciarte—
—Haces que se vea tan fácil. Pero tú no puedes ponerte en mi lugar porque ya
tienes a Marcia.
—Tienes razón. Amo bastante a Marcia y es por eso que me voy a casar con ella

—¿Ves? Ni siquiera tú crees en los matrimonios sin amor, por eso rechazaste a la
joven que te presentaron tus padres y te quedaste con Marcia aunque ella
provenga de una familia sin dinero.
—Sí, pero a mis padres no les quedó más remedio que aceptarla porque es la
mujer a la que quiero.
—¡Y vaya que les sorprendió que te revelaras por ella!
—Como sea, será mejor que por el momento te apegues a las condiciones de tu
padre, si es que de veras quieres seguir con tu investigación. Ese es mi consejo,
no creas que trato de ponerme en tu contra.
—Lo sé, Ray. Voy a pensarlo.
El joven de cabello negro se levantó de su asiento para retirarse, no sin antes
despedirse de Erik dándole la mano y unas palmadas en la espalda. Después el
rubio se encontraba solo, reflexionando el consejo de su amigo. No le parecía tan
descabellada la idea ahora. Podría fingir un matrimonio ante su padre para que le
diera su parte de la empresa, y así teniendo su propio dinero no escatimaría en
gastos para encontrar a su madre, quien según las palabras de Harrison, los había
abandonado. Erik solo tenía 4 años cuando pasó aquello, y lo único que
guardaba era una vieja fotografía, pues su progenitor se deshizo de todo y trataba
de no hablar nunca del tema. Él sabía que le escondían algo y deseaba saber qué
era lo que en verdad había sucedido, pues las explicaciones no lo convencían.
Tenía que pensarlo más detenidamente, así que pago la cuenta y salió del bar.

Una chica de cabello dorado se encontraba en su habitación. Estaba recostada
boca abajo, en la cama, mirando una fotografía, mientras que las lágrimas
comenzaban a salir de sus ojos.
—¿Por qué? ¿Por qué me dejaste? ¿Por qué tuviste que morir?
Su llanto se intensificaba sin que la joven pudiera evitarlo. De pronto, escucho
que llamaban a la puerta, y la joven trato en vano de tranquilizarse. Una anciana
de benévola apariencia era quien entraba.
—¡Wendy, otra vez estas llorando!
—Lo siento, abuela. Es que no puedo evitarlo.
—No debería dejarte conservar esa fotografía, cuando la ves solo te hace llorar.
Además si tus padres saben que la tienes te meterás en problemas.
—No te preocupes abuelita, ellos no tienen por qué enterarse, y te prometo que
ya no voy a llorar— decía la muchacha haciendo un esfuerzo por sonreír.
—Sabes que no puedes prometer eso, después de todo lo querías mucho—
—Es verdad. Aunque ya ha pasado algo de tiempo me es muy difícil olvidarlo.
—Pues ya deberías comenzar a hacerlo— decía la anciana dando media vuelta
—¡Ah! Por cierto, tus padres te esperan en el recibidor. Quieren hablar contigo.
—Diles que bajó enseguida, voy a lavarme la cara.
La mujer se adelantó mientras la jovencita limpiaba su cara buscando esconder
el hecho de que había estado llorando. Después se puso un poco de maquillaje y
bajó las escaleras al recibidor. Ahí la esperaban los señores Blackrock. Ambos
eran personas bastante conservadoras. El padre era un hombre de mediana edad,
de complexión delgada y de alta estatura; su piel era blanca, su cabello castaño
claro que asomaban algunas canas, sus ojos verdes estaban detrás de unas gafas;
en cuanto a la madre, era también de mediana edad, pero sin duda más joven que
el padre: su expresión era bastante seria, vestía elegantemente, su cabellera era
rubia y sus ojos azules. Verdaderamente su hija era como ella.
La chica tomó asiento en uno de los sofás, mientras que su padre dejaba a un
lado su periódico para mirarla.
—Wendy, debemos hablar.
—Dime papá.
—Tu madre y yo tuvimos una plática con el señor Benway, es una persona muy
importante en el país y estamos tratando de cerrar un pequeño negocio.
—No entiendo que tiene que ver conmigo.
—Ahora te lo explicare. El señor Benway tiene un hijo, es un poco mayor que
tú, pero en estos momentos está soltero, creí que te gustaría conocerlo.
—¡Al grano papá! ¡Dime cuáles son tus intenciones!
—¡No me levantes la voz jovencita! ¡Y ya que quieres que te diga las cosas, te
aviso que hemos acordado una boda!
—¡¿Qué!? ¡¿Acordaste mi matrimonio y ni siquiera me avisaste antes?! ¡Tú no
tienes derecho!
—¡Tengo derecho porque soy tu padre! Además ya estas al tanto de las cosas y
te exijo que cumplas con el trato por el bien del negocio de la familia, sabes que
este no anda muy bien y sin duda el dinero de los Benway nos será útil—
—Es lo único que te importa ¿verdad? Tu empresa y el maldito dinero ¡¿Cómo
crees que voy a casarme con alguien a quien no conozco y mucho menos amo!?
—¡Por favor! No digas tonterías. ¡Claro que puedes casarte con el! Él tiene
dinero y sabrá darte todo lo que te mereces. Así que ya no se hablara más—
—¿Cómo pueden ser tan egoístas? Mamá ¿no piensas decir nada? la rubia miró a
la aludida esperando recibir su ayuda, pero la mujer no quiso mirarla y siguió
con la expresión tranquila que tenía.
—Ella también está de acuerdo, así que nos vas a obedecer. Además ya te dije
que es por tu bien. Por último, te aviso que la próxima semana habrá una fiesta
para anunciar el compromiso.
La joven ya no dijo nada. Se apresuró a subir a su habitación. Estaba furiosa con
sus padres por haber decidido algo tan importante sin consultar su opinión. No se
sentía capaz de casarse solo por interés, ella seguía creyendo en el amor, aunque
ahora ya no tenía a su lado a la persona que amaba, con la que aún se sentía
comprometida y no podía dejar de amar. Comenzó a llorar nuevamente, pero esta
vez con más dolor que antes.

Erik estaba encerrado en su habitación. Había tratado en vano de concentrarse en
sus libros, pero aún seguía reflexionando lo de esa tarde. Estaba decidido a
tragarse su orgullo con tal de lograr lo que se proponía.
Escucho el sonido de un automóvil, la limusina de su padre que había llegado a
casa. Salió de su habitación para salir a su encuentro.
—Papá, necesito hablar contigo.
—¡Que conveniente! Yo también necesito hablarte— dijo el hombre, quien
evidentemente llegó de buen humor —Vamos a mi despacho.
Harrison caminaba seguido de su hijo. Cuando entraron, el mayor cerró la puerta
completamente, después se dirigió hacía su silla y le hizo la seña al muchacho
para que también tomara asiento.
—Y dime Erik, ¿de qué quieres hablarme? dijo mientras apoyaba sus codos en el
escritorio y entrecruzaba sus dedos.
—De lo que hablamos hoy en la mañana. Quiero decirte que aceptare lo del
matrimonio, solo dame algo de tiempo.
El hombre soltó una carcajada mientras la expresión del joven se tornaba
molesta.
—¡Vamos, hijo! No te lo tomes a mal. Parece que después de todo temes perder
la herencia que te ofrezco. Pero no voy a juzgarte, de hecho quiero decirte que
estas de suerte.
—¿Por qué lo dices? preguntó el rubio extrañado.
—¿Supongo que has escuchado el apellido Blackrock?
—Sí, tienen empresas en el ramo farmacéutico y son muy importantes. Pero no
entiendo a qué viene eso.
—Pues hoy estuve hablando con el señor Blackrock y me dijo que tiene
intenciones de casar a su única hija, por lo que pensé en hacer un compromiso.
El joven miró confundido a su padre.
—Así es hijo. Te casarás muy pronto.
apítulo 2
C
El compromiso

Erik aun no podía reaccionar ante la noticia, mientras que Harrison sonreía
burlonamente.
—¿Qué pasa? ¿Acaso te tome por sorpresa? agrego el hombre en tono
sarcástico.
La verdad era que el anuncio si impacto bastante al joven, pero no deseaba darle
a su progenitor la satisfacción de verlo en ese estado. Tuvo que hacer un gran
esfuerzo para controlar sus impulsos y fingir ante él.
—¿Sabes? Acabas de ahorrarme el trabajó de buscarme una mujer. No sabes
cómo te lo agradezco.
—No tienes que hacerlo. Sabes que lo hago por ti—
El muchacho sintió que se enfureció más al escuchar esas palabras de su padre,
ya que para él era una hipocresía. Jamás había sentido ese amor que el tanto
decía profesarle.
En vista de que ya habían tratado todos los puntos, Harrison solo agrego.
—Pues entonces ya está arreglado. El compromiso se anunciara en una semana.
Creo que podrás esperar hasta entonces para conocerla ¿no?
—Por supuesto. Bueno, papá yo me retiró. Tengo cosas que hacer mañana—
—De acuerdo. Puedes salir.
El rubio abandonó el despacho rápidamente. Necesitaba hacerlo urgentemente
pues ya no podía disimular su rabia. Sentía un odio tremendo hacía ese hombre.
Su padre siempre había sido un hombre controlador con él. Estaba bastante
acostumbrado a dirigir su vida y era algo que ya no soportaba. La prueba estaba
en que, aunque el joven no hubiera determinado casarse su papá lo hubiera
obligado a hacerlo, pues ya se había tomado la libertad de comprometerlo sin
consultárselo antes y además con alguien a quien no conocía.
Erik prefirió calmarse y pensar más en los beneficios que le traería esa unión.
Encontrar a su madre valía más que cualquier cosa y soportaría lo que fuera
necesario, hasta una boda con una mujer a la que no amaba. Una vez que hubiera
alcanzado sus objetivos, tenía pensado mandar todo al diablo, hasta a su padre,
pues entonces ya nada lo mantendría atado a él, pues el dinero solo le interesaba
para su búsqueda. Esas fueron sus últimas ideas antes de caer en un profundo
sueño.
A la mañana siguiente Erik se levantó por el mismo motivo de siempre, aunque
esta vez era tan temprano que nadie en la casa se encontraba despierto aun.
Fue a darse su baño matutino para después salir, tratando de no llamar la
atención de los otros.
Iba en caminó a visitar a Ray, a quien llamo antes y acordaron verse en el
departamento de este último.
Cuando llegó al domicilio de su amigo, este aún estaba en pijama, pero a pesar
de eso recibió al rubio con gusto.
—¡Hola Erik! ¿Sabes? Me sorprendió recibir tú llamada tan temprano, ya que sé
que habitualmente duermes demasiado.
—¡Vaya! ¡Gracias por la observación! dijo el recién llegado algo molesto.
—¡Vamos, es solo una broma! contestó Murray con una risita
—Pues ahórratelas para otra ocasión ¿quieres? Hoy vengo a hablarte de algo
serio.
—Te escucho.
—Ayer reflexione mucho sobre lo que me aconsejaste y decidí hacerte caso, así
que en cuanto mi padre llegó quise hablarlo con él, pero no contaba con que ya
hubiera preparado algo.
—¿A qué te refieres?
—A que él ya me había comprometido.
—¿En serio? ¿Con quién?
—Con la hija de los Blackrock.
—¡Vaya! ¿Y la conoces?
—Nunca en mi vida la he visto. A sus padres solo los he visto en fotografía, pero
a ella ni así. Tengo entendido que la veré en unos días.
—Aún no se si debo felicitarte— dijo Ray con otra risita.
Erik lo miraba con una mezcla de enfado y cansancio.
—¡Vamos, Erik! Tienes que admitir que esta vez el viejo te hizo un favor.
—Yo no lo vería de esa forma. Para mi está claro que es solo su afán de controlar
mi vida. Siempre lo ha hecho y esta vez no quiso dejar pasar la oportunidad.
—Sea como sea, vas a lograr lo que te propones. Eso es lo importante.
—Sí, tienes razón.

Desde aquel día, Wendy se negaba a salir de su habitación, solo se quedaba
acostada en su cama llorando su dolor. Aquello era más que un simple berrinche.
Sus padres habían arruinado su vida de la peor manera posible y no sentía
ánimos de nada.
La depresión de la joven aumento al mirar aquella fotografía que le traía tantos
recuerdos de su primer amor. La chica comenzó a añorar imposibles. Deseaba
que su boda fuera con el joven del retrato, la única persona que amaba, aun a
pesar de la muerte, que los había separado. Pero la realidad era que esos sueños
jamás se cumplirían.
La señora Pinkett decidió entrar para ver a su nieta, a quien le dolió encontrar en
ese estado.
—Wendy, ya deberías salir. Tienes días aquí y no has comido bien. ¡Por favor!
No me hagas preocuparme así.
—Abuela, no tengo ganas de nada. ¡Déjame sola, por favor!
—Escucha, sé que tienes razón en estar enfadada, pero también tienes que ser
realista. No podrás oponerte a su decisión.
—¡Lo sé! Y eso es lo que me da más rabia. Por eso quiero evitar verlos. ¡Nunca
se los voy a perdonar!
—Debes tomar las cosas con más madurez, así solo eres tú la que se hace daño.
—¡Mejor! Prefiero estar muerta.
—¡No digas eso!
—¡Pues es la verdad! Solo así podré estar con él.
—El hecho de que el haya muerto no significa que tu debas dejar de vivir. Aun
eres joven, puedes enamorarte de alguien más.
—Eso sería faltar a mi promesa. Además no ha sido fácil olvidarlo. Lo amo
demasiado.
—Créeme que entiendo tus sentimientos, pero me preocupa verte así y yo creo
que a él tampoco le agradaría encontrarte en este estado.
La anciana acariciaba dulcemente el cabello de la jovencita, esperando con eso
calmar su llanto, mientras continuaba hablándole.
—Tal vez deberías darle una oportunidad a ese muchacho, hasta puede que te
agrade.
—Lo dudo. Debe ser como todos los de su tipo. Un hijo de millonario
caprichoso, mimado y egoísta.
—No deberías juzgarlo sin conocerlo, además yo insisto, no pierdes nada.
—Está bien, abuela. Lo voy a intentar.
Ante esto último, la rubia se levantó de su cama para salir de su habitación,
seguida de la anciana.

Finalmente había llegado el día de la fiesta. Los empleados hicieron un gran
esfuerzo para dejar la mansión de los Benway deslumbrante. Pronto comenzó a
escucharse el bullicio de la gente que llegaba, la mayoría socios y amigos del
padre.
Erik saludaba a algunos invitados, mientras esperaba la hora de conocer a su
prometida. Se sentía realmente extraño, tenía una rara mezcla de sentimientos
que no podía comprender y se recriminaba a sí mismo el ponerse así por una
mujer que no conocía y hasta pensaba que no le agradaría.
Salió de sus pensamientos al notar la presencia de dos caras conocidas. Eran Ray
y Marcia. El rubio se apresuró a llegar hasta a ellos, con quienes después de
saludar se quedó conversando.
Los Blackrock estaban ya en el lugar. Iban elegantes como era su costumbre,
pero era la hija quien de verdad llamaba la atención. Lucia hermosa con su
vestido de noche, negro y ajustado a su cuerpo. Se notaba el empeño que habían
puesto en el arreglo de la chica para que pudiera cautivar a su prometido, aunque
eso no obedecía a la voluntad de la rubia.
Harrison Salió a recibirlos, para después comenzar con las formalidades.
—Los esperábamos.
—Gracias— respondió el jefe de familia, mientras acercaba a su lado a la joven
—Mire ella es mi hija, Wendy.
El señor Benway hizo una reverencia que fue respondida por la muchacha
—Tus padres no mencionaron que eras muy linda.
—Le agradezco el cumplido.
—Bien. Supongo que debes estar ansiosa por conocer a mi hijo. Entremos, acá te
lo presentare—
Con una mano guió a los recién llegados al interior de la mansión, donde los
invito a sentarse en una mesa.
—Por favor, esperen aquí—
Al quedarse solos, el señor Blackrock no pudo evitar darle algunas advertencias
a su hija.
—Wendy, espero no tener que recordarte tus buenos modales. Quiero que trates
bien a Erik—
—Lo sé, papá. No tienes por qué recordármelo.
Mientras tanto, Harrison iba en busca de su hijo, a quien encontró en compañía
de Ray y su novia. Se acercó a los jóvenes, interrumpiendo su charla.
—Disculpen que los moleste, pero debo llevarme a Erik un momento.
—No hay problema, señor— respondió Murray.
El hombre agarró a su primogénito por los hombros guiándolo hacía donde los
esperaban y le susurró al oído:
—Ya están aquí.
El joven se puso sumamente nervioso y seguía sin entenderlo. Tragaba saliva
mientras comenzaba a divisar a las personas que aguardaban por ellos.
No pudo evitar fijar su vista en aquella chica, cuyo aspecto le había parecido
bastante agradable, para después posarse en sus ojos. Ahora ambos jóvenes
intercambiaban miradas.
Los Blackrock se pusieron de pie para saludar. Cuando el rubio hubo estrechado
las manos del matrimonio se dirigió a la muchacha. El encargado de hacer las
presentaciones fue el padre de Erik.
—Señorita Wendy, este es mi hijo, Erik Benway.
—Erik, ella es Wendy Blackrock, tu prometida.
apítulo 3
C
La oferta

Una vez hechas las presentaciones los jóvenes seguían mirándose. Wendy pudo
notar algo familiar en el rostro del muchacho, algo que la desconcertó un poco.
Mientras, Erik obedeció al impulso de sus modales y beso la mano de la chica.
Esta no pudo evitar un sonrojo, mientras que los padres de ambos los miraban
complacidos. Parecía que después de todo se habían agradado.
Fue por esa suposición que Harrison le dio una orden a su hijo.
—Erik, ¿Por qué no llevas a Wendy a conocer la mansión? Puede que en ese
tiempo puedan conocerse un poco.
El rubio no contestó a su padre, solo hizo un ademán a la joven para que lo
siguiera. Ambos caminaban uno junto al otro sin decir nada. Mientras tanto, Erik
evitó mirarla, mientras ella seguía atenta a él, pero por alguna extraña razón no
podía contener su sonrojo al recordar aquella acción del muchacho, por lo que
ella también desvió la mirada.
Prefirió centrar su atención al lugar. Parecía un palacio. Era una mansión muy
hermosa, podía notarse el buen gusto del padre, pues los adornos en la casa eran
piezas de arte, pinturas y otros objetos de cultura europea. En pocas palabras,
todo tenía un toque de elegancia.
Llegaron hasta uno de los balcones, que estaba bastante alejado del salón de
fiestas. Era un sitio bastante tranquilo y con una vista hermosa, un lugar digno de
una noche romántica, pero estaba claro que ninguno de los dos tenía esa
intención.
Erik fijo su vista al cielo, las estrellas y la luna de esa noche eran algo precioso y
los ojos del muchacho lo disfrutaban. Estaba tan atento a esos detalles que casi
olvidaba que había alguien a su lado.
La joven comenzó a incomodarse ante ese silencio, por lo que fue ella quien
hablo.
—Disculpe, joven Benway— dijo tímidamente.
—No es necesario que me trates con tanta formalidad. Puedes llamarme Erik, o
Erik, si lo prefieres.
—De acuerdo, Erik. Quisiera hablar contigo seriamente.
—Me parece bien. Habla— contestó el rubio secamente.
—Mira, no tenía muchas ganas de venir, pero considere conveniente decirte que
yo no quiero casarme contigo.
Erik arqueo una ceja antes de continuar.
—¿Tan desagradable te parezco? —cuestionó con tono sarcástico.
—¡No! No es eso. Tu y yo no nos conocemos ¿crees que así es posible que nos
casemos? Apuesto a que tú tampoco lo deseas.
—Tienes razón. Yo tampoco quiero casarme contigo.
—Entonces tienes que ayudarme. Habla con nuestros padres y díselos.
—Espera un momento. Dije que no quería casarme, pero no dije que no lo voy a
hacer.
La rubia no pudo evitar mirarlo confundida.
—No te entiendo.
—Te lo explicare de forma que lo entiendas. Tengo mis propios planes, que solo
se podrán llevar a cabo si yo me caso, así que no voy a dejar que un capricho
tuyo los arruine—
—¡¿Cómo puedes ser tan egoísta?! ¿No te das cuenta de que vas a arruinar
nuestras vidas?
—Para mí, mis objetivos son importantes, no me importa lo que pienses. Haré lo
que sea necesario. No me importa la opinión de una niñita como tú.
Wendy estaba a punto de explotar en llanto. Sentía mucha rabia por las palabras
de su prometido. Dio media vuelta para alejarse, no sin antes advertirle.
—Si te casas conmigo, me encargare de hacerte el hombre más infeliz del
mundo.
Erik también se molestó. No estaba acostumbrado a que le hablaran así, y mucho
menos una mujer. Vaya que la chica tenía carácter. No le preocupaban sus
amenazas, pero le fastidio la idea de pensar en lo que tendría que soportar.
El joven decidió que era momento de entrar de nuevo, por lo que volvió al salón.
Murray se acercó a Erik al verlo regresar.
—¡Vaya mujercita que te consiguió tu padre! La verdad es muy hermosa.
—¡Bah! Como si eso importara.
—¿Qué demonios te pasa? ¿Acaso esa belleza te hizo enfadar? Ray comenzó a
reírse a carcajadas mientras que Erik le dirigía una mirada de rencor.
—¡Déjate de estupideces! ¡Esa niña me las va a pagar!
—Espera. No es bueno perder la cordura con una dama, recuerda tus modales.
—Pues ella no me demostró eso hace unos momentos.
—Ignoro lo haya pasado, pero conociéndote apuesto a que tú también le hiciste
algo. Te sugiero que te calmes y después le pidas una disculpa.
—¿Y yo por qué?
—Porque la vi hace un momento y parecía estar llorando, y debe haber sido
culpa tuya.
—Lo único que le dije es que se casaría conmigo aunque no quisiera.
—Esa no es la forma para hablarle. Tienes que ser delicado. Recuerda que esta
tampoco fue idea suya.
Erik se quedó callado. Estaba tratando de recuperar el control. De alguna manera
las palabras de Ray siempre tenían efectos en él. Pensaba que se había
comportado de una manera injusta.
La vio salir del tocador, aún estaba algo afectada por las palabras del muchacho
pero hizo un esfuerzo por salir de nuevo y dar la cara en la fiesta.
A la hora de la cena las familias de ambos jóvenes se sentaron en la misma mesa.
Wendy apenas y probo bocado, aún estaba molesta y de vez en cuando le dirigía
miradas de desprecio a Erik. Este en cambio prefirió no mirarla, ahora él se
sentía mal por el modo en que la había tratado.
Horas después Harrison levantó su copa y pidió la atención de los invitados.
—Esta noche estamos reunidos para celebrar el compromiso de mi único hijo,
Erik, con la hija de la prestigiada familia Blackrock. A mí no me queda más que
desearle toda la felicidad y la suerte del mundo. Salud.
Los demás comensales levantaron su copa para hacer el brindis, mientras los
muchachos permanecían serios. Así estuvieron durante el resto de la velada.
Finalmente llegó la hora de retirarse. Los Benway salieron a despedir a los
Blackrock. Wendy y Erik tuvieron que fingir para que nadie se diera cuenta de su
altercado. El rubio se despidió de ella con la misma amabilidad con la que la
había saludado y ella sonrió con cortesía. Por último, vio cómo su vehículo se
alejaba.
El muchacho procedió a retirarse a su habitación, mientras pensaba en la forma
de arreglar sus asuntos con su prometida.

Wendy evitó toda charla con sus padres. Esto se debía a que aún estaba molesta
con ellos, y aún más por lo sucedido con Erik. No deseaba darles a conocer lo
último porque sabía que eso le merecería un castigo, ya que no hizo caso a las
advertencias de su padre.
Fue su primer encuentro con el hombre con el que se iba a casar y no había sido
para nada grato. La impresión que tenía de él no era muy buena; de hecho
obedecía a los prejuicios que había elaborado anteriormente.
Le resultaba increíble que fuera una persona tan arrogante, aunque también debía
admitir que era bastante apuesto. La rubia se avergonzó de este último
pensamiento, pues sentía una traición de su mente pensar en los buenos atributos
físicos de su, ahora "enemigo".
Aun después de llegar a su hogar seguía pensando en todo lo anterior. Aun antes
de ir a dormir. Se había convertido en una obsesión.

Al día siguiente, Erik estaba ya en su coche. Había pasado un rato con su amigo,
aunque por petición del rubio evitaron el tema, ya que sabía que Ray no pararía
de burlarse.
Ahora iba en caminó a la mansión Blackrock, pues aún tenía un asunto
pendiente. Llegó al lugar. No era una residencia tan grande como la suya, pero
de igual forma era un hermoso lugar. Contaba con un jardín grande, el cual tuvo
que atravesar para llegar a la entrada.
Ya estando ahí, lo recibió uno de los sirvientes.
—Lamento informarle que los señores no se encuentran.
—No son ellos a los que buscó, sino a la señorita Blackrock, ¿se encuentra ella
en casa?
—Por supuesto, enseguida le informo de su llegada.
Erik se acomodó en un sofá mientras esperaba, pero no tuvo que hacerlo durante
mucho, pues unos minutos después pudo divisar a la joven, quien se acercaba a
él aún con cara de molestia.
—¿Y ahora qué quieres?
—Hey, no tienes por qué ponerte así. Solo vine a hablar tranquilamente contigo
aprovechado que tus padres no están.
—Pues habla de una vez.
—Mira, quiero que me disculpes por lo de ayer. Estaba bastante presionado,
normalmente no actuó así.
La rubia ablando un poco su semblante mientras lo seguía escuchando.
—Ni tú ni yo planeamos esto, pero por algunas razones no podemos oponernos a
nuestros padres. Si vamos a estar casados tenemos que convivir pacíficamente
¿no te parece?
—Sí, pero esta situación es injusta y eso es lo que me molesta.
—Yo también lo creo, por eso es que ahora quiero hacerte una propuesta.
—¿Qué propuesta?
—Veras, mi situación es un poco complicada. Necesito disponer ya de lo que me
corresponde, pero para eso debo estar casado.
—Entonces lo que te mueve es el interés.
—Velo como quieras, pero para mí es de suma importancia. Por eso quiero que
te cases conmigo y a cambio de eso te daré la cantidad que tu padre requiere para
salvar su negocio.
Wendy aun no parecía convencida, aun así no veía bien esa unión.
—Sé que tu padre está pasando por una fuerte crisis financiera, y tú como su hija
no puedes ser indiferente ante sus problemas. Solo serán unos meses, o mínimo
un año, además te prometo que no voy a tocarte aunque estemos casados.
—¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
—Créeme, yo no soy un hombre que se deja dominar fácilmente por los instintos

La joven pareció meditarlo un rato. De alguna manera la oferta era tentadora.
Fingiría un matrimonio y no tendría que faltar a su promesa de amor, además de
que era verdad que los problemas de su familia le preocupaban, y aunque se
habían portado mal con ella aun deseaba ayudarlos.
Al no obtener aun una respuesta, Erik estaba dispuesto a marcharse, pues ya había
tratado todo lo que quería con ella y ahora solo era cuestión de que se decidiera.
—Cuando tengas la respuesta llámame.
El joven ya había dado media vuelta cuando escucho la voz de la chica.
—Espera.
Él se dio la vuelta para mirarla.
—Está bien Erik Benway, acepto tu propuesta.
apítulo 4
C
La boda

Erik miró a la chica con indiferencia, aunque no podía evitar sentirse satisfecho
por la resolución que esta había tomado.
—En ese caso te sugiero que pongas la fecha de la boda. De preferencia que sea
pronto, el día es lo que menos me importa.
—Pero quiero que cumplas con todo lo que me has dicho.
— ¡No hace falta que me lo pidas! Ya te dije que se cumplir, y si tan insegura
estas puedo prometértelo por escrito— contestó algo molesto.
—No es necesario. Voy a confiar en ti.
—Pues te lo agradecería mucho. Ahora tengo que irme, tengo cosas que hacer.
Wendy acompañó al joven hasta la salida y lo vio marcharse en su auto. Ahora
tendría que prepararlo todo para su boda. Se sorprendía de sí misma al aceptar
tan fácilmente la propuesta, pero después de todo no había ya nada que perder.
Estaba dispuesta a compartir el apellido con ese hombre por el bien de su
familia, pero nada más. De hecho el factor decisivo para que ella aceptara fue
que el rubio le aseguró que no tendría que ser su mujer, y una de las cosas que la
detenía antes era el temor a entregarle su cuerpo a alguien que no amaba.
Se podría decir que ese matrimonio seria solo un negocio para ambos.

Erik aún seguía algo incrédulo. Le confundió el hecho de que Wendy haya
aceptado sus condiciones ahora, cuando el día anterior le había restregado en la
cara que no se casaría con él. Se preguntaba porque ese cambio, llegando a la
conclusión de que logró convencerla al decirle que no la haría suya aun después
de casados. Le intrigaba saber porque tanto temor de ella, "¿acaso él le
desagradaba tanto para no acceder a tener relaciones?" "¿o era acaso que prefería
a alguien más?". Si era así "¿Qué era lo que le detenía para estar con esa
persona?"
Esos pensamientos hicieron que el joven se enfureciera y se sentía estúpido al
hacerlo. Le pareció algo muy idiota de su parte molestarse por una mujer por la
que no sentía absolutamente nada. Ella solo representaba un negocio más en su
vida.

La boda fue fechada para dos semanas después de su último encuentro. La rubia
dio aviso a Erik, quien quedo conforme con los detalles y le dio a conocer a la
chica que no deseaba involucrarse en los preparativos, por lo que la dejaría a ella
a cargo. La poca disposición del hombre la hizo molestarse, pero no le quedó
más remedio que hacerlo.
Los días habían transcurrido bastante rápido y la joven se sentía bastante
nerviosa. Ahora Wendy, su madre y su abuela afinaban los últimos detalles. La
rubia se probaba su vestido de novia, que fue elegido según el gusto de su
progenitora. Las dos mujeres no dejaban de reconocer lo bella que se veía
Wendy con su vestimenta, aunque a ella no le provocaba emoción alguna. Solo
deseaba que todo terminase pronto.

El día de la ceremonia había llegado. Eran cerca de las 11 de la mañana y casi
todos los invitados estaban ya en la mansión Benway, lugar donde se llevaría a
cabo la boda civil, pues ninguno de los jóvenes estuvo de acuerdo en casarse por
la iglesia. Solo les bastaba el papel, no les parecía correcto mentir en el altar.
Faltaba poco para que todo diera inicio. La novia aun no llegaba y Erik estaba
terminando de alistarse. Al notar el retraso de su amigo, Murray decidió subir a
su habitación, llamo a la puerta para después entrar. Ray encontró al rubio
teniendo problemas para acomodar su corbata.
—Permíteme ayudarte con eso— dijo el recién llegado.
—¡Ah! Odio vestirme de gala.
El joven de cabello negro soltó una risita.
—Hoy es tu gran día ¿Estas nervioso?
—No veo porque tenga que estarlo.
—¡Vamos! Tú sabes porque lo estoy diciendo. Esta será la primera noche que
compartas con una mujer.
—No entiendo que es lo que quieres decir— Erik se ruborizo un poco ante los
comentarios de su amigo, mientras este reía bastante divertido.
—No te hagas el que no sabes.
—Pues déjame informarte que eso no pasará.
—¿Y por qué lo dices con tanta seguridad?
—Porque eso es un acuerdo entre ella y yo.
—¿En serio? Jamás me mencionaste nada.
—Porque no creo que sea algo que tú debieras saber, pero te lo estoy diciendo
para que dejes de molestarme.
—Oye, ¿de verdad crees que puedas soportarlo?
—¿De qué hablas?
—¡Dios mío, Erik! Estoy empezando a pensar que eres un idiota. Lo que estoy
tratando de decirte es que tu prometida es muy hermosa, y no creo que tus
hormonas puedan soportarlo.
—No creo estar tan necesitado como para acostarme con ella.
—Lo dices como si no te importara, además me parece imposible que no te
hayas fijado en ella.
—Mira, no voy a negarte que la chica es linda, pero no estoy interesado en ella
como mujer. Lo único que estamos haciendo es cumplir un contrato.
Murray miró a Erik tratando de evitar la risa, cosa que no pasó desapercibida por
el rubio.
—¿Y ahora porque me miras así?
—Solo estaba pensando.
—¿En qué?
—Pues acabas de admitir que te gusta, aunque solo sea físicamente.
—No tiene nada de especial reconocer su belleza.
—Eso dices ahora, verás que con el tiempo vas a quedar perdidamente
enamorado de ella.
—Tus especulaciones son algo muy estúpido, y puedo asegurarte que no voy a
enamorarme de ella.
—Eso es algo que no se planea, solo sucede.
—Hablas como si lo supieras todo del amor.
Ray sonrió maliciosamente antes de volver a contestar.
—Por lo menos se mas que tú. Anda, vámonos ya, que te deben estar esperando.
Ambos jóvenes salieron de la habitación y fueron directo al salón. No fueron
muchos los invitados, solo familiares y amigos íntimos de las dos familias. Era
casi la hora y el juez ya tenía todo listo. Erik estaba ahora esperando. Las palabras
de su amigo aun resonaban en su mente. Pensaba que eran solo tonterías. Él
estaba seguro que eso no sucedería, no sentía nada en especial por ella. Pero aun
con lo anterior, el joven se sorprendió de lo alterado que estaba, pues le
desesperaba el hecho de que su prometida aun no llegara. Su misma actitud lo
confundía.
Finalmente llegó la novia. Salía de la limusina negra que la había transportado y
entraba a la casa del brazo de su padre. Estos caminaban por un pasillo entre los
asientos donde se encontraban los demás presentes, mientras la orquesta tocaba
la marcha nupcial. El hombre iba con la cara en alto, orgulloso de entregar a su
hija a un hombre de su clase social. No podía evitar la gran sonrisa que se
dibujaba en su rostro, aunque era más de triunfo que de felicidad. La rubia, en
cambio, tenía la mirada perdida e indiferente. La verdad es que ese momento no
representaba para ella nada especial. Caminaba lentamente junto a su progenitor,
acercándose cada vez más a su futuro esposo.
Erik quedo maravillado al verla. Era algo que no esperaba. Su cuerpo y sus
sentidos lo traicionaban. Su vista quedo fija en la joven que se aproximaba a él.
Era realmente hermosa. Su vestido blanco era sin mangas y permitía ver un
generoso escote, mientras que por detrás dejaba ver parte de su espalda. Llevaba
el cabello recogido, y su maquillaje era bastante discreto, pero resaltaba muy
bien sus facciones.
Erik se dio cuenta de que se había quedado embelesado mirándola y rápidamente
trato de recuperar la cordura. Se recrimino a sí mismo el haberse fijado en ella,
pues se suponía que no debía hacerlo. Estos pensamientos lo hicieron ponerse de
mal humor y su semblante se tornó serio.
El señor Blackrock procedió a cederle a su hija, el rubio tomó a la joven del
brazo y la acercó a su lado. El juez comenzó con la ceremonia. Durante esos
momentos los jóvenes no dejaban de dirigirse miradas. Aunque trataba de
esconderlo, el rubio estaba cautivado y la verdad es que a la chica tampoco le
desagradaba la imagen de su prometido.
Había llegado la hora de firmar. Erik fue el primero en hacerlo, después le cedió
el bolígrafo a Wendy. Esta lo tomó y lo mantuvo un momento en su mano.
Parecía estar meditando su decisión, creía estar arrepintiéndose en ese momento.
Se giró un momento a ver al joven a su lado, este arqueo la ceja esperando a que
ella por fin se decidiera a firmar, y así lo hizo.
Erik respiro aliviado, por un momento creyó que la rubia no aceptaría. Ahora era
el turno de los testigos. Ray y Marcia eran los del joven Benway, mientras que
por el lado de la joven firmo el matrimonio Curtis, amigos de su familia desde
hacía tiempo.
Al haber concluido, el juez prosiguió con lo último.
—Los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.
apítulo 5
C
Recién casados

Los jóvenes se quedaron inmóviles unos segundos antes de obedecer a la
petición del juez. Erik tomó a su ahora esposa por los hombros y la miró durante
unos momentos, como si deseara obtener su permiso para realizar tal acto, pues
no quería besarla contra su voluntad.
El rubio obtuvo la respuesta al ver que Wendy cerraba sus ojos y se aproximaba
a él. Un impulso del muchacho lo obligo a imitarla y rápidamente quedaron
fundidos en un beso. El momento fue fugaz, pero aun así pudo despertar el deseo
de Erik. Este se sintió confundido. Era la primera vez que sentía algo así por una
mujer, pero le resultaba bastante difícil admitirlo, aunque también se debía a que
no sabía cómo reaccionar ante esos sentimientos.
El sentir cosas que no podía controlar y que estaban más allá de su
entendimiento era algo que no soportaba, por lo que el joven se sintió molesto
consigo mismo y su semblante se tornó aún más serio.
El juez se retiró de la mansión y la celebración dio inicio. Después de abrir el
baile, los recién casados se retiraron a su mesa. Ninguno de los dos se dirigió la
palabra. El estar solos representaba una oportunidad para charlar y conocerse,
pero ninguno se decidió a ser el primero en hablar.
Ray y Marcia se encontraban en la pista de baile. La pareja disfrutaba su
momento, pero el hombre no pudo evitar voltear hasta donde estaba su amigo.
No le agradaba verlo así, tan serio y callado. Sintió que debía hacer algo al
respecto, por lo que detuvo su danza con su prometida al tiempo que le sonreía
tristemente.
—No me gusta ver a Erik en ese estado. Iré con él un momento.
—Está bien. Solo trata de no hacerlo enfadar.
—¿Yo? Claro que no. Veras que le voy a alegrar el día— contestó el de cabello
negro sonriendo burlonamente.
Marcia solo suspiró resignada para después mirar tiernamente a su amado. No le
cabía duda de que era una buena persona, y sobre todo, valoraba mucho su
amistad con el joven Benway.
Erik pudo ver que Ray se aproximaba a su mesa y su rostro adquirió una imagen
de enfado y cansancio a la vez, pues fuera lo que fuera, no se sentía de humor
para soportarlo.
—¡Hola! ¿Cómo están los recién casados?
—¿Ahora qué quieres Ray?
—¡Vaya genio! Pues solo quería decirte que estoy un poco molesto porque aún
no me presentas a tu linda esposa.
El rubio se puso de pie fastidiado mientras dirigía su atención a su mujer.
—Wendy, él es Ray Murray. Ray ella es Wendy, ¿contento?
Murray sonrió burlonamente mientras tomaba la mano de la rubia para saludarla.
—Me da mucho gusto conocerla.
—Igualmente.
—Disculpe señora Benway, ¿me permitiría esta pieza?
La aludida se volvió hacía Erik, lanzándole una mirada interrogativa, esperando
su consentimiento.
—Hagan lo que quieran— respondió el rubio fingiendo indiferencia.
Ray caminó hacía la pista acompañado de Wendy, ya ahí se dispusieron a bailar.
El hombre quiso aprovechar esos momentos para charlar con la chica.
—Es una pena que no nos hayan presentado en la cena de compromiso.
—Sí, aunque creo que Erik no tenía muchos deseos de hacerlo.
—Supongo, él siempre es así. Pero ¿sabes? Quisiera pedirte un favor.
La rubia lo miró confundida, pero después contestó:
—¿Qué desea?
—Quisiera que cuidaras a mi amigo. A él le hace falta una mujer que lo quiera y
lo entienda.
—La verdad no creo que pueda. Estoy segura que ya te contó el porqué de esta
boda. No lo hicimos precisamente por amor.
—Eso lo sé, pero no estaría de más que lo hicieras mientras permanecéis
casados. Solo te estoy pidiendo que seas paciente y comprensiva con él.
Lamentablemente siempre ha sido una persona muy solitaria, y sé que también
puede llegar a ser muy terco y malhumorado, pero en realidad es una persona
muy amable. Puede que hasta lleguéis a llevaros bien.
—Lo dudo mucho. Pero me sorprende que pueda haber alguien que pueda
soportarlo. No merece que se preocupen por él.
—Lo conozco desde que tengo memoria y hemos sido buenos amigos desde
entonces. Soy el único que lo conoce bien, y para mí es como un hermano. Lo
aprecio bastante.
Ray sonrió amablemente y la rubia no pudo evitar corresponder el gesto.
Después, ambos regresaron a donde estaba Erik y la joven volvió a sentarse a su
lado, mientras que Murray volvía a su mesa.
La fiesta no duro mucho tiempo. Antes del atardecer los recién casados se
retiraban de la mansión en el automóvil del muchacho. Este conducía mientras
que Wendy permanecía en el asiento de al lado. Ambos seguían silenciosos y eso
les incomodaba, por lo que el joven buscó un tema de conversación.
—Oye ¿de qué hablabas tanto rato con Ray?
—Cosas sin importancia.
—Eso espero. A veces ese sujeto tiene la costumbre de hablar de más.
—Creí que erais amigos.
—Lo somos, pero la verdad es que él es así. No tiene nada de malo que
reconozca sus defectos.
—Pues no deberías hacerlo cuando él no busca los tuyos.
Volvió a reinar el silencio entre ellos, situación que no era para nada grata, por lo
que la rubia fue ahora la que decidió hablar.
—¿Y a dónde vamos?
—A "nuestra" casa.
— ¿Entonces no piensas usar los boletos de avión que nos regaló tu padre?
—No deseo aceptar algo que venga de alguien tan hipócrita, que solo busca la
manera de mantenerme alejado de sus negocios. Además, ¿acaso pretendes que
actuemos como un matrimonio normal? preguntó Erik sarcásticamente.
—¡No lo dije por eso! Solo pensé que tal vez tendrías ganas de viajar.
—Pues si quieres ir, puedes hacerlo tu sola. Yo no tengo intención de hacerlo, ya
que a partir del lunes comenzare a asistir a la empresa.
La dureza en las palabras de Erik, hicieron que Wendy callara de nuevo. Aunque
esta vez no duraron mucho tiempo en ese estado, ya que habían alcanzado su
destino.
Llegaron a una casa rodeada de una cerca amplia, la cual él abrió rápidamente
para entrar con el coche, el cual estacionó cerca de la entrada. Ahora el
muchacho comenzaba a sacar las maletas del auto. Abrió la puerta de la morada
y entró dejando el equipaje en el recibidor. Encendió la luz e invito a su esposa a
entrar. Ésta avanzó con algo de duda, pero se detuvo en el umbral y desde ahí se
dedicó a inspeccionar el interior de su nuevo hogar.
Este era bastante pequeño comparado con las mansiones en las cuales los
jóvenes habían vivido, pero aun así el lugar era agradable. Contaba con dos
pisos, que estaban debidamente distribuidos. Tenía 6 habitaciones, un cuarto de
estudio, la estancia y una cocina bastante amplia donde se encontraba también el
comedor. Todos los muebles eran de un estilo moderno, y aunque no era tan
finos, se podía notar el buen gusto que se tuvo al amueblar. Sin duda, un lugar
acogedor, a pesar de no contar con todas esas comodidades de sus antiguas
casas.
Erik miró como Wendy permanecía aun dudosa de entrar.
—Sé que esto no es a lo que estás acostumbrada, pero yo prefiero vivir de una
forma más sencilla.
—No me molesta en lo absoluto.
—Pues si es así, entonces entra ya de una vez. ¿O acaso estas esperando que te
cargue como a todas las novias?
La rubia se molestó ante el sarcasmo de su esposo, por lo que se apresuró a pasar
mientras que el cerraba la puerta.
—Sígueme. Te llevare a tu habitación.
El joven tomó las maletas de la chica y subió las escaleras. Ella lo siguió. Al
llegar Erik le abrió la puerta e introdujo las cosas. Wendy miró su habitación. No
era muy espaciosa, pero sin duda contaba con todo lo necesario: un tocador, una
cama amplia, un closet y un sanitario propio. La joven acercó a sus valijas para
comenzar a instalarse. Al ver que ya no tenía nada que hacer ahí, el rubio
procedió a retirarse.
—La puerta que está a un lado es mi estudio y la del fondo es mi habitación—
dijo mientras abandonaba el lugar.
La chica comenzó a desempacar sus cosas y lo primero que resguardo con
esmero fue la fotografía, su gran tesoro. La coloco con mucho cuidado en uno de
los cajones de su cómoda. Después guardo su ropa y otros objetos en sus
respectivos lugares. En seguida procedió a cambiarse la ropa, pues el vestido
comenzaba a incomodarle. Ahora estaba ataviada con una bata de dormir, era lo
suficientemente corta, tanto que dejaba ver sus bien torneadas piernas.
Estaba bastante cansada, por lo que se disponía a recostarse sobre su cama,
cuando escucho que llamaban a la puerta. Al hacerlo le sorprendió ver llegar a su
marido con una bandeja en sus manos y sobre ésta algunos alimentos.
El recién llegado se maravilló ante la vista que tenía. La verdad era que en ese
momento podía apreciar mucho más la belleza de esa mujer, pero al ver que esta
le lanzaba una mirada interrogativa decidió regresar a la normalidad.
—Prepare algo de cenar y creí que tal vez tendrías hambre.
—Si. Gracias— respondió la joven algo incrédula
Esta probó un poco y se sorprendió del buen sabor que tenía.
—¡Vaya! Te quedo delicioso. La verdad es que no esperaba que supieras cocinar,
y mucho menos que lo hicieras tan bien.
—Había ocasiones en que despertaba bastante temprano y ninguno de los
sirvientes estaba para atenderme. Por eso tuve que aprender a hacerlo por mi
cuenta.
La rubia se extrañó un poco ante las confesiones de Erik y después volvieron a su
mente las palabras de Murray. Le intrigaba el porqué de esa actitud del joven,
podía darse cuenta ahora de que no era una mala persona y que tampoco se
dejaba guiar por el interés, puesto que era una persona más humilde y sencilla.
De repente, en su boca se dibujó una sonrisa que no pudo evitar.
—En realidad eres muy amable. No te costaría nada tratarme así siempre.
Erik se ruborizo a tal grado que prefirió darle la espalda a Wendy y fingir
molestia.
—No te confundas. No hago esto por ser amable contigo. Recuerda que ahora tú
representas mis intereses financieros y nada más.
—Sí, claro.
—Como sea, cuando termines deja la charola afuera para que pueda llevármela a
la cocina. ¡Ah! Y te aviso que mañana llegaran dos sirvientes de la mansión para
quedarse a servirnos. Con ellos será más que suficiente para atender esta casa.
El rubio Salió de la habitación. Aun se sentía avergonzado por lo que la chica le
dijo, por lo que mejor se retiró a desempacar.
Wendy no podía disimular lo contenta que estaba. Deseaba llevarse bien con él
para seguir con la farsa por un tiempo y que no fuera algo infernal para ambos.
Aunque tampoco podía negar que esa atención del muchacho para con ella la
había alegrado. Podía afirmar sin temor a equivocarse que ese hombre estaba
lleno de amabilidad, aunque la mayoría del tiempo se comportara grosero. Pensó
que tal vez se debía a que no le era fácil demostrar sus sentimientos a los demás.
Con esos pensamientos, la rubia fue quedando profundamente dormida.
La chica despertó temprano y bajó a desayunar. Esperaba ver a Erik ya en el
comedor, pero no fue así, por lo que se dispuso a buscarlo por algunos rincones
de la casa. Al no obtener respuesta Wendy volvió a la cocina y algo sobre la
mesa llamo su atención. Era una nota, la cual decía—. "Tuve que salir. Hay
comida en la alacena. Ed".
Al terminar de leer, la muchacha se sintió algo aliviada, por lo que mejor fue a
tomar sus alimentos.

Erik estaba ya en la oficina de un detective privado, con el cual planeaba llevar a
cabo su búsqueda.
—He escuchado hablar mucho de usted y me aseguraron que sus servicios son
muy eficientes.
—Me halaga escuchar eso de una persona tan distinguida como usted, señor
Benway, y créame que estaré encantado de ayudarle.
—Gracias. Mire, este es el asunto: deseo obtener información que me ayude a
dar con el paradero de esta persona— dijo el rubio mientras le mostraba la
fotografía al hombre —Su nombre es Trish Benway, es mi madre y desapareció
hace 21 años.
—Eso es demasiado tiempo y la fotografía no me ayuda mucho, además son
muchos los datos que desconozco. Esta búsqueda requerirá más esfuerzo del
debido.
—El dinero es lo de menos, usted solo hágalo.
El sujeto sonrió con ironía mientras se inclinaba para estar más cerca de su
cliente.
—Espero que sea consciente de que mis servicios son bastante caros.
—Ponga su precio.
El extraño individuo tomó un papel y una pluma y después de escribir pasó el
documento al muchacho. La cantidad estaba compuesta por siete cifras, y
aunque en verdad era excesivo, Erik no se inmuto. Estaba totalmente dispuesto a
pagar.
—Ya me lo esperaba y me parece justo. Pero quiero ver resultados lo más pronto
posible.
Aquel hombre quedo sorprendido al no escuchar una queja, pero después sonrió
bastante satisfecho al tiempo que estiraba su mano para que el joven la
estrechara.
—Perfecto. Es un placer hacer negocios con usted señor Benway.
—Lo mismo digo, Maes Hughes.
apítulo 6
C
Despertar de sentimientos

Después de su breve visita con Hughes, Erik fue directo a la empresa familiar. Al
llegar se dirigió a la oficina de su padre, quien se llevó una sorpresa al verlo.
—¿Qué haces aquí Erik? En estos momentos deberías estar en Francia.
—No tenía nada de deseos de ir. Preferí venir a ver como estaban los negocios,
ya que deseo tomar mis acciones lo antes posible.
—Espera un momento. Yo no recuerdo haberte dicho que te daría lo que te
corresponde inmediatamente. Tendrás que esperar unos meses, mientras tanto
solo serás un empleado más aquí.
El joven no pudo evitar molestarse por la resolución de su padre, pero después
de todo no le extrañaba, ya que lo conocía y sabía que su carácter y decisiones
eran cambiantes, así que no se atrevió a cuestionarlo, pues aún tenía cierto
control sobre él.
—Yo ya cumplí con mi parte, ahora solo espero que cumplas con la tuya.
—Por supuesto, ¿Por qué desconfías tanto de mí?
—Porque tengo razones para hacerlo.
Harrison mostró su molestia por el comentario, aunque no lo demostraba, en
alguna parte de su ser el desprecio de su hijo le afectaba, por lo que decidió
terminar de una vez con la charla.
—Pues si eso es todo lo que querías decirme entonces ya puedes irte. Estoy muy
ocupado—
—Comenzare a venir a partir de mañana.
—Haz lo que quieras.
El rubio Salió de la oficina después de esa descortés charla. Lamentablemente la
relación entre ambos ya no tenía arreglo, al contrario, empeoraba cada día.
El muchacho subió a su auto rumbo a su casa sin muchos ánimos. Pensaba
mucho en lo sucedido, se preguntaba en qué momento se formó esa
indestructible barrera entre él y su padre.
Al llegar a su hogar se encontró con Wendy acompañada de dos personas más en
el recibidor, por lo que Erik cambio su expresión triste por una leve sonrisa.
Arthur y Diana Ross se levantaron para saludar al recién llegado. Ambos eran
sirvientes en la mansión Benway desde hacía años, por lo que conocían bien a su
joven amo y le guardaban respeto y cariño, por eso no tuvieron ningún problema
en aceptar la petición de este para que trabajaran en su casa.
—¡Vaya sorpresa! La verdad no los esperaba tan temprano. Disculpen si los hice
esperar.
—Descuide, joven Erik. Además su esposa nos ha recibido muy bien— contestó
Arthur.
—Antes que nada, les pido que nos olvidemos de las formalidades.
—Como tú digas, Erik— dijo Diana Ross mientras le sonreía al rubio
—Vengan. Les mostrare sus habitaciones.
Los tres se retiraron dejando a sola a Wendy. Los ojos de la muchacha le dirigían
una mirada tierna a su esposo sin que ella misma se diera cuenta. Podía darse
cuenta de que, aunque eran pocas las personas con las que Erik llegaba a
relacionarse, estas lo estimaban mucho. Tenían la fortuna de conocer lo
maravilloso que ese hombre podía ser, y por su mente comenzaron a pasar
algunas interrogantes ¿podría ella también conocer a aquella persona llena de
amabilidad?

Tres meses pasaron sin muchas novedades, aunque la relación del joven
matrimonio tuvo algunos cambios. Las ocasiones en que Erik se comportaba frio
y distante eran más esporádicas, y Wendy había desarrollado bastante el don de
la paciencia, y siempre trataba de comprender el porqué de las acciones de su
esposo.
Ahora ambos se encontraban desayunando, se encontraban solos en la cocina en
vista de que sus empleados tenían trabajó que hacer.
Por algún extraño motivo, Erik evitó mirar y conversar con la chica. La rubia se
incomodó ante ese silencio que no comprendía, pues no habían tenido ninguna
discusión previa, y aunque fuera en su habitual tono seco, el muchacho siempre
tenía unas palabras para ella.
Al sentir más pesado el ambiente, Wendy decidió ser quien hablara.
—¡Ah! Erik, yo... quería decirte que hoy iré a visitar a mi abuela.
—No tienes por qué avisarme. Por mi puedes hacer lo que quieras.
La joven entristeció ante la respuesta. Para ella no era nada nuevo la conducta de
Erik, quien podía llegar a ser una persona indiferente y malhumorada, pero que
también había demostrado ser una persona dulce y atenta, muy a su pesar, y esta
última faceta era la que más le agradaba a ella.
El muchacho se levantó de su silla dispuesto a retirarse a su trabajó. No le había
pasado desapercibida la expresión de su esposa ante su actitud. Un raro y
desagradable sentimiento de culpa lo invadió, como en ocasiones anteriores en
las que había hecho sufrir a esa mujer y no pudo evitar sentirse molesto consigo
mismo. Se detuvo en la entrada de la cocina y le hablo sin voltear a verla.
—Pídele a Arthur que te lleve, y... ten cuidado.
Wendy sonrió tiernamente mientras que Erik se alejaba ruborizado. Estaba
sorprendido de sus propias palabras, se sentía estúpido, a pesar de que las
palabras nacieron de él mismo. Sabía que no ganaba nada pretendiendo ser un
marido "normal", pero lo que sentía hacía esa mujer era algo más fuerte que su
propio ser, algo que no podía evitar ni entender.

Unas horas más tarde, Wendy se encontraba ya en la mansión Blackrock, donde
su abuela la recibió con gusto.
—¡Wendy, cariño! ¡Qué alegría verte!
—¡Lo mismo digo abuela!
—Me alegra que de vez en cuando te acuerdes de visitar a esta vieja.
—¡Ay abuela! No digas eso. Sabes que me encanta venir a hablar contigo.
—Lo sé.
—Hoy tampoco está mi madre ¿verdad?
—No. Sabes que desde que la empresa de tu padre comenzó a recuperarse ella
sale de nuevo con sus amigas a hacer sus excesivas compras, como era su
costumbre.
—En realidad, me da gusto que no este. Me incomoda charlar con ella, aunque
sea mi madre, es algo a lo que no estoy acostumbrada, pero contigo es diferente.
—Bueno, dejemos a un lado esos temas. Mejor cuéntame, ¿Cómo has estado?
—Bastante bien.
—Y dime, ¿Cómo van las cosas con Erik?
La chica se ruborizo y bajó su mirada.
—Pues... se puede decir que bien. Como ya te había dicho, Erik es una persona a
la que le cuesta trabajó demostrar sus sentimientos, pero aun así es muy amable
conmigo.
—Si es así, ¿Por qué tienes esa mirada tan triste?
La rubia se sorprendió de lo bien que Pinkett la conocía, aunque era algo
bastante lógico. Sin necesidad de palabras ella podía comprenderla. Aun así, la
joven se negó a responder al cuestionamiento. La anciana la miró con dulzura
mientras tomaba sus mejillas con ambas manos y le levantaba el rostro.
—¡Mi querida Wendy! Sabes que entre nosotras no existen secretos ¿Por qué no
quieres contarme lo que te sucede?
—Es que es algo que ni yo misma puedo comprender.
—Pues creo que si me platicas podrás sentirte mejor.
—Abuela, me siento mal. Antes, cuando recordaba a Albert me sentía muy triste
y no podía evitar llorar. Deseaba que mi vida se terminara, ya nada tenía sentido
para mí. Pero desde hace tiempo ya no siento eso. Cuando Al vuelve a estar en
mis pensamientos ya no siento la misma tristeza y ya no puedo derramar más
lágrimas por él. Es como si hubiera algo en esta nueva vida que llevó que hace
que olvidé todo mi dolor, y no quiero pensar en que...
—La razón sea Erik ¿verdad?
La muchacha solo asintió con la cabeza y volvió a bajar la mirada.
—Yo... no sé qué hacer. Le prometí a Al que lo amaría siempre y no estoy
cumpliendo.
—No debes sentirte mal por eso. Eres joven y tienes derecho a enamorarte de
nuevo. Estoy segura de que Albert desea tu felicidad desde donde se encuentre y
le bastara con que lo recuerdes con cariño. Mientras tanto, no te niegues lo que
estas sintiendo.
La joven estaba confundida aun. ¿Qué era lo que sentía en realidad por su
esposo? Necesitaba poner en claro sus sentimientos.

El rubio Salió de su oficina después de un arduo día de trabajó. Subió a su auto e
iba en caminó a visitar a Ray, de quien recibió una llamada para verse esa misma
tarde. La cita fue en aquel bar que ambos frecuentaban.
Al entrar al lugar, Erik pudo divisar a su amigo en la mesa del fondo. Cuando
llegó hasta él, Erik se dejó caer en su asiento, al tiempo de que suspiraba con
cansancio.
—¡Vaya! Veo que tu padre te exige bastante en el trabajó.
—¡Como no tienes idea! Se la pasa fastidiándome todo el día. Pero en fin, ¿para
qué me citaste aquí?
—Para celebrar.
—¿Celebrar? —preguntó Erik arqueando una ceja.
—Así es. Celebraremos el hecho de que cumples tres meses matrimonio y que
has podido soportar las "tentaciones".
Al terminar su frase, Ray comenzó a reír a carcajadas mientras que su
acompañante lo miraba con rencor.
—Tus comentarios no me hacen nada de gracia.
—Lo siento, es que no puedo evitarlo. Me encanta la cara que pones cuando te
enfadas.
—Pues no acepté venir para ser tu diversión, así que dime de una vez que es lo
que quieres.
—Quería verte para entregarte esto— dijo Murray al tiempo que le extendía un
sobre con unas iniciales grabadas.
El rubio le dirigió una mirada interrogativa a su amigo, que fue entendida por
este último.
—Es la invitación para mi boda. Estaré encantado de que vayas, claro,
acompañado de tu esposa.
—¿Así que por fin te casas? Pues te felicito.
—Gracias. Pero déjame decirte que tuve que presionar a mis padres, ya que ellos
deseaban que esperara más tiempo para casarme. Tal vez querían que durante ese
lapso me retractara de mi decisión, pero ya les hice ver que jamás será así. En
verdad deseo compartir mi vida con Marcia.
—Ya era hora que lucharas por lo que quieres.
—En ese caso, tú debes hacer lo mismo.
—¿A qué te refieres?
—Sabes de que hablo. Deberías de ser sincero con tu mujer y decirle lo que
sientes.
—¡No digas estupideces!
—¿Por qué no puedes aceptarlo? Estas cegado por tu orgullo.
—¡No es eso! —gritó Erik ya exaltado.
Ray miró el estado en el que se encontraba el joven. Era la primera vez que lo
veía así por causa de una mujer. Murray tomó un hombro de su amigo tratando
de tranquilizarlo. Estaba dispuesto a hablar seriamente con él, como pocas veces
lo hacía.
—Erik, yo sé que es difícil para ti, pero debes abrir tu corazón a los demás, en
especial a la mujer que amas.
—No tiene caso. Ella no me ama— murmuro Erik desviando su mirada hacía
otro punto.
—Nunca lo sabrás si no se lo preguntas. Yo creo que no le eres indiferente.
—Me siento como un idiota. No entiendo como sucedió.
—Tal vez jamás obtengas la repuesta a eso.
—Me prometí a mí mismo que no iba a involucrarme con ella, pero últimamente
me ha sido muy difícil. No dejo de pensarla.
—Erik, te agradezco la confianza que acabas de demostrarme.
—Eres el mejor amigo que tengo, y el único que está dispuesto a escucharme.
El joven de cabello negro sonrió ante la declaración del muchacho. Eran pocas
las ocasiones en que expresaba sus sentimientos y admiraba el esfuerzo que
ponía en ello.
Murray miró su reloj y se dispuso a levantarse.
—Bien. Creo que ya es hora de marcharnos. No me gustaría que preocuparas a
tu esposa por llegar tarde.
Ambos abandonaron sus respectivos asientos y se despidieron en la salida del
lugar. Erik subió a su auto mientras reflexionaba. Aquella mujer representaba algo
más allá de una obsesión, estaba presente en casi todos sus pensamientos, pero
¿Por qué todo era tan difícil? La amaba, de eso ya no le cabía duda, pero si era
así ¿Por qué se comportaba distante y frio la mayor parte del tiempo? ¿Era
orgullo? ¿O acaso temía ser lastimado? ¿O lo angustiaba el hecho de no ser
correspondido?
A estas se sumaban más interrogantes, mientras el joven conducía ensimismado
rumbo a su casa.

Wendy se encontraba en su habitación, donde había permanecido desde que
llegó de casa de sus padres. Las palabras de su abuela resonaban en su mente y
la duda se apodero más de ella. Veía la fotografía de Al y se llamaba a si misma
traidora. Sus emociones la confundían y no lo soportaba.
Sus empleados tocaban a la puerta esperando que ella bajara a cenar, pero solo
recibían negativas de la joven.
El rubio llegó a su hogar y después de dejar sus pertenencias sobre un sofá se
encontró con Arthur.
—Buenas noches joven Erik.
—Buenas noches.
—La cena ya está lista, puede sentarse a la mesa.
—¿Wendy está ahí?
—No, la señora no quiso bajar.
—¿Acaso se siente mal? —preguntó el muchacho con genuina preocupación.
—No lo sé, pero ha estado así desde que regresamos de casa de sus padres.
—Está bien. Iré a verla, si gustan ya pueden retirarse a descansar, yo me serviré
la cena más tarde.
—Como guste joven. Que descanse.
—Igualmente.
Erik subió rápidamente las escaleras esperando encontrarse pronto con la chica.
Era tanta su inquietud que no tuvo la delicadeza de llamar a la puerta y la abrió
sin previo aviso. Al hacerlo se encontró con Wendy recostada sobre su cama,
afortunadamente había guardado la fotografía antes de que el llegara.
Ambos se miraban a los ojos. La joven sintió una extraña desesperación. En esos
momentos él era la última persona a la que deseaba ver, ya que alteraba sus
emociones y confundía sus sentimientos. Fue esto lo que provocó que ella cayera
en un repentino enfado.
—¿Qué demonios haces aquí? ¿Acaso no conoces la privacidad?
—Lo siento, solo quería ver como estabas. Me dijeron que no te has sentido
bien.
—¡Eso no tiene por qué importarte!
—¿Y ahora qué te pasa?
—¡Me pasa que me molesta tu presencia! ¡Vete de aquí! ¡No quiero verte!
—¡Bien! ¡Eso me gano por preocuparme por ti!
Erik azoto la puerta al salir. Wendy se dio cuenta de que ese arranque suyo había
lastimado al muchacho. No pudo evitar sentirse mal por su acto. Comenzó a
llorar, sentía que ya no podía más con toda esa confusión, pero ahora lo que le
dolía mas era haber tenido esa actitud, y Albert era lo que menos pasaba ya por
su mente en esos momentos.
Unas horas después dejo de derramar sus lágrimas y estaba más serena. Sabía
que le debía una disculpa a su esposo y no deseaba dejar pasar mucho tiempo,
pues si no la culpabilidad no la dejaría.
La chica Salió de su habitación y se dirigía a la del joven, pero antes de llegar no
pudo ignorar el hecho de que la luz del estudio del rubio estaba encendida, por lo
que prefirió echar un vistazo ahí antes. Llamo a la puerta pero no recibió
respuesta, así que entró. Al hacerlo se encontró con Erik sentado sobre un sofá,
con un libro en su regazo. Estaba profundamente dormido.
Wendy se sorprendió de encontrarlo en ese estado e inmediatamente se olvidó
del propósito de su visita. No deseaba despertarlo.
Le era tentador el verlo dormir. Tenía una expresión tan tranquila y eso despertó
en la rubia algo de ternura, por lo que no pudo evitar la sonrisa que se dibujaba
en su rostro.
La joven buscó acomodarse de modo que pudiera estar tan cerca como fuera
posible. Sin duda era algo que le agradaba. Estaba tan atenta al joven. Mientras
esto ocurría ella no podía dejar de preguntarse ¿Cómo fue que sucedió? ¿Desde
cuándo ese hombre le importaba tanto? ¿Desde cuándo se volvió tan importante
en su vida? ¿Desde cuándo sus palabras amables y sus atenciones podían hacerla
estremecerse de emoción?
De pronto pudo ver como la expresión del muchacho cambio. Estaba siendo
víctima de un mal sueño y pedía por su madre. La rubia pudo darse cuenta que
detrás de esa imagen dura estaba un muchacho que sufría silencioso por la
pérdida del ser que más amaba en el mundo. Sentía que ahora podía
comprenderlo mejor.
Había escuchado un poco sobre el asunto, para nadie era un secreto la
desaparición de la señora Benway, pero nadie sabía más detalles. Cuando Wendy
se enteró, al principio sintió lastima por aquel hombre, sin embargo, en ese
momento hubiera dado cualquier cosa por aliviar su dolor.
Fue entonces que la chica poso una de sus manos en una mejilla de su esposo, y
la acaricio con dulzura, afortunadamente este no despertó. Erik comenzó a
relajarse ante ese tibio tacto, y después la pesadilla se fue.
Al ver que ya se había tranquilizado, la muchacha decidió abandonar el lugar,
pero antes buscó una manta con la que arropo al rubio y después de murmurarle
una despedida salió y cerró cuidadosamente la puerta.
Caminó a su habitación ella seguía reflexionando. Muchas de sus dudas se
habían disipado, pero aún se sentía apesadumbrada.
¿Qué era lo que le impedía entregarle su corazón a ese joven? ¿El temor a no ser
correspondida o el hecho de estar traicionando a su antiguo amor?
Wendy prefirió no pensar más, así que cerró los ojos hasta que fue vencida por el
sueño.
apítulo 7
C
La última condición

Los primeros rayos de luz se asomaron por la ventana. Erik abría lentamente sus
ojos y estiraba su cuerpo. No recordaba la última vez que había descansado tan
bien. Era común que sus pesadillas le quitaran el sueño. De hecho recordaba
haber tenido una la noche anterior, pero también recordó una dulce voz que le
decía que todo estaba bien, y eso lo ayudo a tranquilizarse.
El joven se disponía a levantarse cuando vio caer la manta que lo cubría. Sabia
de sobra que él no la había tomado, puesto que no era su intención dormir en ese
lugar, pero en vista de la discusión con su esposa, se encerró en su estudio y
tomó uno de sus libros, el cual tampoco estaba en su regazo, que era donde
recordaba haberlo dejado antes de quedar profundamente dormido.
Cayó en la cuenta de que había sido visitado, ¿pero por quién? Tenía la completa
seguridad de que no había sido ninguno de sus empleados, pero le costaba
trabajó creer que hubiera sido Wendy, aunque la sola idea hizo que su corazón
comenzara a latir con rapidez, pero la emoción le duro poco, pues el rubio se
recrimino a si mismo por eso. Decidió que no tenía caso meditarlo más, así que
mejor fue a tomar un baño.

Wendy despertó un poco más tarde de lo acostumbrado debido a que había
trasnochado por estar pensando tanto. Se levantó de su cama y se alisto para
bajar a desayunar.
Ya estaba en el pasillo y casi llegaba a las escaleras, cuando de pronto se detuvo.
Una agradable música provenía del estudio de Erik, justo donde había estado la
otra noche.
La rubia no pudo evitar sentir curiosidad, así que abrió la puerta y la deslizo
cuidadosamente, para después asomarse. Pudo ver al muchacho sentado frente a
un piano, tocando una bella melodía con tono triste y nostálgico, sentimientos
que también pudo notar en el rostro de su esposo. Wendy se recargó en la entrada
mientras disfrutaba de ese momento.
Erik mantenía sus ojos cerrados mientras tocaba. Parecía estar sintiendo cada
nota de la pieza que interpretaba. Estaba tan concentrado que no se dio cuenta de
que lo observaban.
Al terminar de tocar el joven permaneció un rato ensimismado, hasta que
sorpresivamente fue sacado de sus pensamientos.
—Eso fue realmente hermoso.
El rubio se giró a mirar a la chica sorprendido y apenado a la vez, debido a aquel
halago, el cual no contestó. Wendy se adentró más en aquella habitación. Aún
tenía algo pendiente por hacer, pero no tenía idea de cómo comenzar, pues no
quería limitarse solo a decir "discúlpame". Tuvo que pensar rápidamente en una
forma para poder romper aquel silencio.
—Esa melodía... ¿la compusiste tú?
—No. Recuerdo haberla escuchado cuando era un niño, pero no tengo idea de
dónde.
—¿Sabes? Cuando yo era pequeña me gustaban mucho los pianos y tenía
muchos deseos de tener uno, pero en ese entonces mi padre no tenía tanto dinero
como ahora, así que no podía comprármelo, pero después él se hizo de su fortuna
y con el tiempo me hizo tomar clases, pero no me sentía libre. Era algo bastante
aburrido, simplemente no era como lo esperaba. Después de eso comencé a odiar
los pianos y no he tocado en años.
La chica bajó la mirada mientras sonreía tristemente. Erik estaba sorprendido por
aquella extraña conversación y su semblante se tornó pensativo antes de
mencionar palabra.
—Pues mi caso es muy diferente al tuyo. No tengo idea del porqué, pero yo
empecé a tocar cuando era niño, pero cuando mi padre se enteró se opuso a que
lo hiciera y se deshizo de él. Pero aun así yo seguí practicando en la escuela, y
con el tiempo logre hacerlo bien. Nunca he sabido porque mi padre se empaña
en reprimirme y manipularme, pero eso es algo que ya no estoy dispuesto a
soportar.
—Erik, tu... ¿odias a tu padre?
El muchacho se impresiono ante la pregunta, pero más por el hecho de que
inconscientemente estaba hablándole de sus sentimientos a esa mujer. No estaba
acostumbrado a abrir su corazón a otras personas, de hecho, el único con el que
se atrevía a hablar de eso era Ray.
En ese momento se sentía vulnerable y débil, y no le gustaba demostrarlo.
Prefería mostrarse ante los demás como una persona arrogante, aunque en
realidad no fuera así.
Sintió la urgencia de salir de esa situación, por lo que se levantó de su asiento y
se disponía a salir, poniéndole fin a esa incomoda charla.
Cuando Erik pasó frente a Wendy, esta lo detuvo sujetándolo por la parte trasera
de su camisa. El joven se molestó en ese momento, pero prefirió no exasperarse,
ni siquiera se giró a mirarla.
—Ayer tú mencionaste algo sobre la privacidad, y en este momento no estas
respetando la mía. Así que dime de una vez que es lo que quieres.
La muchacha seguía cabizbaja, estaba demasiado nerviosa y no podía ocultarlo,
pero al ver que Erik estaba a punto de marcharse se armó de valor para hablar.
—Quiero... pedirte una disculpa. Ayer no me sentía bien y sin querer me
desquite contigo, pero créeme que no era mi intención. Por eso quiero que me
perdones.
La rubia soltó a su esposo una vez que hubo terminado, pero este seguía sin
mirarla. Ella se sintió morir al verlo avanzar hacía las escaleras sin haber
recibido una respuesta suya.
De pronto, Erik se detuvo al bajar el primer escalón.
—En ese caso, creo que yo también te debo una disculpa. No debí entrar de esa
manera a tu habitación. Debo irme, tengo trabajó— contestó el muchacho en su
habitual tono seco.
La joven sonrió aliviada. Tenía la seguridad de que no hubiese soportado el
rechazo de ese hombre al que tanto amaba. Todas las palabras que salían de esa
boca tenían un gran sentido para ella y eran suficientes para alegrar su día.

Erik iba en su auto caminó a su trabajó. Suspiraba con cansancio y molestia al
recordar lo ocurrido unos momentos antes con su esposa. Sintió deseos de
haberle dicho algo más, pues el también lamentaba lo sucedido y reconocía que
también tenía parte de la culpa.
El sonido de su teléfono celular logró distraerlo y se apresuró a contestar.
—¿Diga?
—¿Qué tal Señor Benway? Habla Hughes.
—¿Alguna novedad Hughes?
—Ninguna. Precisamente de eso quería hablarle. Usted sabe que esta
investigación es bastante complicada, y sin fondos no puedo seguirla.
—Ya le explique mi situación Hughes. Le pido que sea paciente, ya veré como
consigo el dinero.
—Si no es molestia le pido que sea lo más pronto posible, de lo contrario tendré
que suspender temporalmente la búsqueda.
—Usted solo continué. Ya me las arreglare para pagar.
—Está bien. Lo esperare un poco más de tiempo.
—Se lo agradezco.
—Lo mantendré informado de cualquier cosa. Adiós.
—De acuerdo. Adiós.
Después de colgar, el rubio apretó con fuerza el volante del vehículo.
Comenzaba a sentirse presionado. Tendría que hablar con su padre
urgentemente.
Al llegar a la empresa familiar, el joven se dirigió a la oficina de su progenitor, al
cual encontró ocupado con una llamada telefónica.
El muchacho entró sigilosamente y tomó asiento frente a Harrison, quien no le
prestó atención y continuaba con su llamada.
Erik miraba el lugar de un lado a otro en señal de aburrimiento. La escena le
resultaba bastante familiar. De pronto, su mente comenzó a divagar en algunos
de sus recuerdos. Se veía a él mismo de pequeño, cuando solía ir a buscar a su
padre, ya fuera a su oficina o a su despacho en la mansión.
Siempre lo veía ocupado, por lo que solo se limitaba a tomar asiento frente a él y
guardar silencio. Pero jamás había logrado captar su atención. Muchas veces
solo acudía a él en busca de un abrazo o una caricia, cualquier gesto que lo
ayudara a mitigar su tristeza y su soledad, pero eso nunca ocurrió.
El chico no supo en que momento dejo de desear su cariño, ni tampoco supo
cuándo comenzó a llenarse de resentimiento contra él.
Creció en un total abandonó. Sin saber de su madre y con la indiferencia de su
padre, quien solía recompensar su sufrimiento con cosas materiales, pero el
dinero nunca le dio esa felicidad que tanto anhelaba, y muchas veces hubiera
preferido renunciar a todo eso con tal de tener una familia que lo amara.
Harrison colgó el teléfono, haciendo que Erik saliera bruscamente de su
ensimismamiento.
—Veo que llevas mucho tiempo esperando. ¿Y bien? ¿A qué se debe esta
repentina visita?
—Solo vengo a tratar un par de asuntos contigo.
—Te escucho.
—Bien. Lo primero que quiero decirte es que pienso faltar al trabajó este sábado.
—¿Y eso porque?
—Porque Ray se casa, y por supuesto que no pienso faltar.
—Así que tu amigo se casa ¿eh? Y supongo que es con esa chica pobre con la
que andaba ¿no?
—Claro, Marcia Key.
—Ya veo. Murray es un verdadero estúpido. Apuesto a que no le importa el
dolor que les está causando a sus padres al casarse con esa mujer.
—No veo nada de malo en que se case con ella. El la ama y eso es lo único que
debe importarle.
—Hijo, veo que aun eres un tonto ingenuo. El amor no importa en este tipo de
situaciones. Además, ¿Quién le dice que ella no se está casando solo por interés?
—No creo que Marcia sea de ese tipo de mujeres, y pienso que tú no eres nadie
para criticar esa unión. No tienes derecho a meterte en la vida de los demás.
El mayor soltó una risa burlona al ver la molestia reflejada en el rostro del
muchacho.
—¡Vamos Erik! No tienes por qué ponerte así. Después de todo solo estaba
dando mi opinión. Pero ya dejemos a un lado ese tema y termina de decirme tu
asunto.
—Papá, creo que ya es hora de que hablemos de mis acciones. Ya han pasado
tres meses y aun no tomó posesión de ellas.
—¿No crees que estoy siendo bastante generoso contigo? La cantidad que te doy
mensualmente es razonable, y no olvides la fuerte suma de dinero que les di a los
Blackrock en tu nombre.
—Eso no me basta, ya estoy cansado de recibir tus limosnas.
—Entiende que no estás listo para manejar esas acciones.
—Si estoy listo o no es problema mío.
—Yo sabré en que momento dártelas, pero por ahora no estoy dispuesto a
hacerlo.
—¡No es justo! ¡Teníamos un trato!
—¿Crees que no sé lo que planeas? En cuanto yo te de tu parte de la empresa
tienes la posibilidad de divorciarte, y eso es algo que no voy a permitir.
—¡Lamento informarte que ya no soy un niño, y puedo hacer de mi vida lo que
me plazca!
Padre e hijo se habían levantado de sus asientos. Aquella discusión había subido
de tono, pero debido a que estaban conscientes de las circunstancias decidieron
tranquilizarse. Ambos se miraban fijamente.
Una vez que hubo recuperado la cordura, Harrison volvió a sentarse, mientras
con una de sus manos deslizaba su cabello hacía atrás, después reanudo la
conversación.
—De verdad deseas mucho tu herencia ¿no? Bien, entonces solo te impondré
una última condición.
Erik arqueo una ceja en señal de duda, ahora no sabía que esperar de ese
hombre.
—Erik, tendrás que demostrarme que eres responsable y que podrás dirigir bien
el negocio, y para eso quiero que asegures tu matrimonio.
—¿Y cómo esperas que haga eso?
—Es muy sencillo, procreando descendencia.
—¿Te refieres a...?
—Si Erik, te daré lo que te corresponde si logras tener un hijo con Wendy.
apítulo 8
C
Celos

Erik quedo pasmado ante tal petición y pronto ya no pudo contener su furia.
—¡Tienes que estar bromeando!
—Nunca había hablado más en serio.
—¡Estás loco! ¡No pienso hacer eso!
—Pues entonces no esperes nada de mí y sigue conformándote con mis
"limosnas".
—¡Jamás debí confiar en ti! ¡Eres un desgraciado! ¡Te odio!
El joven abandonó el lugar tan pronto como pudo. Estaba muy enfadado. Subió a
su auto y fue en busca de su confidente.
Llegó al edificio donde vivía Murray y se apresuró a llegar al departamento,
tocando el timbre desesperadamente.
Ray se sorprendió ante tanta insistencia. Estaba seguro de que debía tratarse de
algo urgente. Abrió la puerta y se encontró con el rubio algo agitado, así que lo
invito a pasar.
—¡Siento que me lleva el diablo Ray!
—Tranquilo. Dime, ¿ahora qué ocurrió?
—¡Mi padre me dijo otra más de sus estupideces!
—Ya te dije que te calmes. Así no voy a poder entenderte.
El joven tomó asiento y poco a poco fue controlando su rabia, después continuo
hablando.
—¿Sabes que ahora se rehúsa a darme mi parte de la empresa?
—Pero se supone que ustedes tenían un trato.
—Y así era, pero ahora me acaba de poner otra condición.
—¿De qué se trata?
—¡Quiere que tenga un hijo con Wendy!
Erik se inclinó hacia delante apoyando los codos en sus rodillas y hundiendo los
dedos en su cabello. Acababa de desahogarse y ahora ambos estaban en silencio.
Mientras tanto, Ray asimilaba lo que su amigo le había contado, su expresión se
mantenía tan tranquila como de costumbre. Ahora buscaba la forma de dar
consuelo al rubio.
—Dime Erik, ¿Qué piensas hacer?
—No lo sé. Me es muy difícil pensar.
—¿Te das cuenta de que todos tus planes se pueden venir abajo?
—¡Ya se! Pero no quiero traer un hijo al mundo solo por un capricho de mi
padre.
—Tú mismo te ahogas en un vaso de agua. Yo creo que tener hijos es algo muy
normal en un matrimonio, además tú amas a tu esposa, así que no veo el
inconveniente.
—De sobra sabes que mi matrimonio no es normal y próspero.
—¿Y acaso has hecho algo para cambiar esa situación?
—Hablas como si todo fuera tan fácil en la vida, pero no es así. Ya quisiera verte
en mi lugar.
—Al menos trataría de no ser tan idiota y cobarde.
—¡Cállate! ¡Yo no soy un cobarde!
—¿Ah, no? ¿Entonces porque no puedes arreglar de una vez por todas las cosas
con Wendy? ¿Qué es lo que te detiene?
Erik cerró los puños y murmuro una maldición. Sabía que todo eso era verdad.
Le temía al rechazo de esa mujer. La amaba tanto que estaba seguro de que no
podría soportarlo, por eso prefería callar sus sentimientos.
Con una ira aún más evidente, el rubio se disponía a terminar su visita.
—Creo que esta vez ni siquiera tú pudiste comprenderme.
El joven de cabello negro solo pudo ver como Erik se marchaba. Quiso detenerlo,
pero desistió al verlo tan alterado. No era el momento adecuado, ambos
necesitaban reflexionar.
Ray suspiró cansado. Le hacía sentir mal el hecho de haberle gritado, pero en
ocasiones esa era la única manera de hacerle razonar.
Por ahora no podría hacer nada, así que prefirió calmarse y seguir con los
últimos preparativos de su boda.

El rubio conducía su auto sin rumbo fijo. No tenía idea de dónde ir. Tenía mucho
que pensar, pero Wendy no dejaba de ocupar su mente. La sola idea de
involucrarla en el plan de su padre le hacía sentir miserable. Encontrar a su
madre era algo que deseaba con toda su alma, pero no estaba dispuesto a utilizar
a la chica.
Las palabras de Harrison seguían también en su cabeza, en el fondo, la idea no le
desagradaba tanto. Su esposa le parecía una mujer sumamente hermosa, y más
de una vez había deseado hacerla suya. ¿Acaso lo que en realidad le molestaba
era el hecho de que no podía hacer el amor con ella?
Erik se molestó con el mismo por esas ideas. Pasó mucho tiempo reflexionando.
Estaba tan concentrado en sus problemas, que no se dio cuenta de que el sol se
había ocultado horas atrás, miró su reloj y pudo ver que ya era algo tarde.
Decidió que era tiempo de volver a su casa.
No esperaba encontrar a nadie despierto. Abrió la puerta con cautela, y para su
sorpresa, Wendy aguardaba por el en el recibidor.
—¡Erik! ¡Qué bueno que llegaste! Estaba preocupada.
—No veo porque tengas que estarlo. Sabes que estoy trabajando— contestó el
aludido tratando de sonar lo más seco posible.
—Sí, lo sé, es solo que no avisaste que llegarías tarde.
—No tengo que darte detalles de todo lo que hago. Además ni siquiera yo lo
sabía.
La chica bajó la mirada. Estaba desconcertada ante esa actitud.
—Disculpa si te molesto. Voy a calentar tu cena.
—No es necesario, no tengo hambre.
Ella observo a su esposo unos segundos. Vio como este se recostaba con
cansancio sobre el sofá y con sus manos masajeaba sus sienes. No hacía falta
que le dijeran que Erik no había tenido un buen día.
—No es bueno quedarse callado cuando algo te angustia, por eso es mejor
confiárselo a alguien más.
—Jamás he necesitado de nadie. Yo mismo puedo resolver mis problemas.
La rubia solo negó con la cabeza mientras sonreía tristemente. Le parecía
increíble que ese hombre llegara a ser tan orgulloso, aun cuando no podía ocultar
que algo le estaba preocupando
—¿Por qué no intentas confiar en mí?
El semblante del joven cambio de molestia a tristeza. Esa mujer era tan dulce y
bondadosa. Pero no quería tenerla al tanto de sus conflictos, y menos cuando
estos la involucraban involuntariamente.
—Escucha, yo no creo merecer esa consideración que tanto me tienes. Entiende
que no soy tan amable como crees.
El muchacho tomó sus cosas y abandonó su asiento. Se disponía a ir a su
habitación. Iba a mitad de la escalera cuando se detuvo.
—Ray se casa este sábado. Solo te estoy avisando que iremos.
Con dolor, Wendy lo miró marcharse. La afligía no haber podido hacer nada por
él, pero Erik siempre era así de distante. ¿Sería posible que algún día la distancia
entre ellos fuera nula?
La joven apagó la luz del recibidor y subió a su habitación.

Por fin había llegado el día de la boda. Wendy se alistaba para la ocasión. Se
puso un vestido largo de tirantes color rojo, y zapatos altos del mismo color.
Dejo suelta su larga cabellera, la cual cubría casi toda su espalda. Uso poco
maquillaje, solo trato de poner especial atención en los labios.
La chica se miraba en el espejo, había quedado satisfecha en su tarea de
embellecerse, esperando así ser del gusto de su esposo. Esa idea la hizo
avergonzarse, aunque eso era completamente cierto. Al terminar con su arreglo
salió de su habitación.
En el pasillo encontró a Erik. Ninguno de los dos se dirigía la palabra. El rubio
quedo embelesado viendo a esa mujer. La encontraba tan hermosa que
despertaba sus deseos de hacerla suya, pero su lado cuerdo se lo impedía.
Wendy también poso su vista en él. Esperaba algún halago del hombre que tenía
en frente, pero eso no se dio, aun así quedo bastante complacida al notar como el
la miraba.
Ella también quedo cautivada ante la imagen del muchacho, quien vestía un traje
negro que le hacía ver elegante y varonil. Simplemente le quedaba a la
perfección, excepto por un pequeño detalle.
Erik se sintió intimidado al ver que su esposa se acercaba a él. La joven llevó
ambas manos al cuello de Erik, mientras este se tensaba ante ese tacto. Pronto
supo el porqué de esa acción, la chica estaba acomodando su corbata. El rubio
hizo un gesto de molestia mientras llevaba una de sus manos a la frente.
—¡Ah! Lo siento, es que no soy bueno para esas cosas.
Wendy soltó una risita mientras continuaba con lo que hacía. Una vez que hubo
terminado ambos se separaron. El joven nuevamente se había ruborizado y trato
de ocultarlo dándole la espalda a la chica.
—Por lo que veo ya has terminado de arreglarte. Si es así, vámonos ya.

Harrison se encontraba solo en su oficina. Todos sus empleados se habían
retirado ya, pero él seguía ahí revisando algunos documentos. De pronto escucho
el teléfono sonar.
—¿Diga?
—Buenas noches señor Benway. Soy yo otra vez.
El padre de Erik palideció al escuchar la voz del otro lado del auricular.
—¿Ahora qué demonios quieres?
—Lo sabe de sobra.
—¡Ya te dije que no vas a conseguir nada de mí!
—Déjeme decirle que estoy siendo muy paciente, pero todo tiene un límite.
—¡Idiota! ¡No sabes con quien te metes! ¡Te advierto que si continuas te puede
ir muy mal!
—Señor, sus amenazas me tienen sin cuidado. Además, si usted atenta contra mí,
todo se sabrá, téngalo por seguro.
—¡Infeliz! ¡No vas a lograr chantajearme!
—Yo no lo vería de esa forma. En realidad lo que le estoy pidiendo es muy
razonable. O dígame, ¿para usted cuánto vale mantener esa imagen de hombre
intachable que tiene ante la sociedad? Apuesto a que no le agradaría que su hijo
se enterara de la verdad. Le sugiero que lo piense.
—¡Deja de molestarme estúpido! ¡No pienso aceptar y es mi última palabra!
Harrison colgó bruscamente el teléfono. Esa llamada lo había puesto bastante
nervioso. Increíblemente, esa persona lo hacía temer.

Mientras tanto, aquel extraño sujeto sonreía triunfante. Había descubierto que,
después de todo, ese hombre también tenía miedos y debilidades. Pronto lo haría
ceder, lograría vencer al orgulloso Harrison Benway.
Iba a poner el teléfono en su respectivo sitio, pero se detuvo.
—Ahora recuerdo que tengo otra llamada que hacer.

Erik y Wendy llegaron al salón donde se llevaría a cabo la ceremonia. Era poca
la gente que había reunida. Ray aún no se encontraba al pie del altar, por lo que
el rubio dejo a su esposa en un asiento mientras iba en busca de su amigo, a
quien encontró después de revisar varias habitaciones del lugar.
Murray andaba en círculos con ansiedad, se detuvo al ver que la puerta se abría y
sonrió al ver de quien se trataba.
—¡Hola! Sabía que vendrías.
—No iba a fallarte en este día tan importante.
—Lo sé, muchas gracias. Escucha, quiero decirte que lamento lo del otro día.
—No tienes que disculparte. Después de todo, lo que dijiste era verdad.
—Pero no fue la manera correcta de decírtelo, pero me exalte al verte así. Tú
sabes que yo me preocupo mucho por ti.
—Lo entiendo, es solo que esto es muy difícil para mí. Jamás me había
enamorado de esa manera y sinceramente no sé cómo actuar. Estoy confundido.
—Lo único que yo puedo aconsejarte es que trates de seguir el impulso de tus
sentimientos.
—Tal vez lo intente. Pero dime, ¿tu cómo te sientes?
—Bastante nervioso.
—¿Acaso el intrépido Ray Murray tiene miedo?
—Pues tengo que aceptar que sí.
—Bien, vámonos antes de que te arrepientas de tu decisión.
—Tonto, eso nunca.
Ahora ambos jóvenes salían riendo de aquel sitio.

Después de unos minutos la novia llegó. Caminaba hacía el altar del brazo de su
padre. Los ojos de Ray se iluminaron al verla. No había mujer más bella en el
mundo para él.
Marcia no podía evitar esa sonrisa en su rostro. El sueño de casarse con el
hombre que amaba se estaba cumpliendo.
Se tomaron de las manos y se dirigieron miradas llenas de dulzura. Así
permanecieron durante toda la ceremonia. Al finalizar, la pareja unió sus labios
en un beso.
La celebración dio inicio, y aunque eran pocos los invitados el ambiente era
bastante agradable y animado.
Desde su mesa Wendy veía a la feliz pareja sin poder evitar sonreír tristemente.
Su dicha era de verdad envidiable, se notaba que se amaban, tanto como ella a
Erik, más sin embargo su situación no era nada parecida. La rubia suspiró
candada mientras dirigía su vista a otro punto.
Pudo ver a un matrimonio de mediana edad, quienes a pesar del momento no
mostraban alegría en sus rostros. La chica pudo notar el parecido de aquel señor
con Ray y sintió curiosidad, por lo que se dirigió a su esposo.
—Erik, esas personas, ¿son los padres de Ray? —preguntó ella señalándolos con
la mirada
—Así es.
—No parecen muy contentos.
—Es porque ellos no deseaban que él se casara.
—¿Por qué no?
—Veras, Marcia proviene de una familia humilde. Hace un par de años ella entró
a trabajar como secretaria del señor Murray y así fue como Ray la conoció. Me
dijo que había sido amor a primera vista pero yo me imaginé que se trataba de
otra de sus tonterías. Entonces el comenzó a pretenderla, pero solo recibía el
rechazo de Marcia. Me di cuenta de que aquello iba en serio al ver que él no
paraba en su intento por conquistarla a pesar de todas las negativas que había
recibido, hasta que un día logró convencerla. Los padres de Ray se opusieron a
esa relación y trataron de comprometerlo con una mujer de nuestra clase social.
Fue entonces cuando él se reveló, abandonó la casa de sus padres y cortó todo
lazo de comunicación con ellos, pero lo quieren demasiado y no podían soportar
su desprecio, por lo que tuvieron que aceptar el noviazgo y también el hecho de
que deseaban casarse, pero aún no están conformes. Ray espera que algún día
lleguen a aceptarla.
—Me parece increíble que aun haya personas a las que les importa tanto la clase
social— añadió Wendy mientras bajaba su mirada, la cual reflejaba cierto dolor.
Erik estaba algo desconcertado por ese comentario y más por el semblante
nostálgico de su esposa. Estaba a punto de cuestionarle el porqué de esa actitud,
cuando sintió la calidez de unas manos cubriendo sus ojos. Palpo un poco, tenía
la curiosidad de saber de quien se trataba. Una vez que esa persona le permitió
ver de nuevo, el rubio se encontró con una sorpresa.
—¡Rose! ¡Eres tú!
—¡Que alegría verte Erik! ¡Ha pasado mucho tiempo!
—Es verdad, pero dime, ¿Qué haces aquí? Creí que seguías viviendo en Canadá.
—Regrese hace dos días y casualmente me encontré ayer con Ray. Me dijo que
iba a casarse y me invito. Y por eso estoy aquí.
—Pues me da alegría verte después de todos estos años.
—A mí también Erik.
Wendy observaba silenciosa la escena. Se sentía ignorada y eso hizo que
comenzara a enfadarse, pero más por el hecho de que esa mujer trataba a su
marido con tanta confianza. Fue entonces cuando sutilmente hizo un pequeño
sonido, esperando ser notada por esos dos. Rose se sintió intrigada por la
presencia de la rubia.
—¿Quién te acompaña, Erik?
—¡Ah! Ella es Wendy Blackrock, es mí...
—Soy su esposa— respondió rápidamente la aludida.
La morena no pudo ocultar la sorpresa que le provocó la noticia. Estaba
realmente impactada, pero hizo un esfuerzo por sonreír.
—¡Vaya! Ray no me comentó nada, pero os felicito. Me alegro de conocerte, mi
nombre es Rose.
Wendy tuvo que controlar su temperamento y fingir amabilidad. Esa mujer no le
había gustado para nada.
El ambiente se sentía pesado, podía notarse la hostilidad en la mirada de ambas
mujeres. Rose no deseaba alejarse, ya que tenía a Erik cerca, aunque la situación
no era muy agradable, por lo que buscó la forma de estar con él a solas.
—Vamos a bailar un poco Erik. Claro, si es que tú esposa está de acuerdo.
—Aunque no lo este, yo no acostumbro pedir permisos. Vamos.
La rubia enfureció más ante esa respuesta de Erik. Ella estaba totalmente
dispuesta a oponerse, pero su esposo ni siquiera pidió su opinión. Lo vio
marcharse a la pista de baile con esa chica.
El muchacho sostenía a la morena por la cintura, mientras que esta mantenía sus
brazos en los hombros de él. Ambos se movían lentamente al ritmo de la música.
—Esperé mucho tiempo para volver a verte. Te extrañé mucho— dijo Rose en
voz baja y con tono triste —No entiendo por qué Ray no me dijo nada.
—Estoy seguro de que no quería preocuparte en ese momento. Además eso me
correspondía a mí decírtelo.
—Me fui lejos para poder olvidarte, pero créeme que me es imposible. Si
hubiera sabido que te casarías hubiera regresado para luchar por ti.
—Rose, estoy aquí contigo ahora porque quería dejar en claro todo. Ya es hora
de que olvides lo que hubo entre nosotros. Los dos éramos jóvenes, eso no iba a
funcionar, y no olvides que yo no te amo como tú a mí. Sabes que te quiero, pero
no de la forma que tu esperas.
—Lo sé, pero es que tú siempre has sido reservado en tus sentimientos y no creí
que pudieras encontrar a una mujer que realmente te entendiera y te amara como
yo. Jamás me imaginé que lograras abrir tu corazón a alguien más. Pero Erik,
¿de verdad la amas?
Erik callo durante unos segundos mientras su amiga le dirigía una mirada
interrogativa.
—La amo...más que a mi propia vida— respondió el rubio con seguridad
Rose sonrió tristemente para después abrazar al muchacho. Se aferró
fuertemente a su pecho, no deseando separarse de él. Algunas lágrimas salieron
de sus ojos a pesar de que se esforzó para que no fuera así.
Pasó un rato antes de que se apartaran. La joven estaba ya un poco más serena y
reflejaba tranquilidad.
—Si esa es tu decisión voy a respetarla. Yo me conformare con verte feliz.
La morena acaricio dulcemente una de las mejillas de Erik. Después de
despedirse se alejó de él.
El muchacho regresaba al lado de su esposa, a quien encontró enfadada. Había
presenciado desde lejos toda la escena.
Wendy guardo compostura. No era ni el momento ni el lugar para estallar en
furia, tuvo que soportar esa rabia que la estaba matando.

El joven matrimonio regresaba a su casa después de la velada. Después del
"incidente" no habían vuelto a dirigirse la palabra.
El rubio la miraba de vez en cuando, creía saber el porqué de su enfado, y le
parecía algo absurdo de su parte.
Llegaron a su hogar y ella se apresuró a subir las escaleras. Erik la siguió y logró
alcanzarla en el pasillo, antes de que lograra entrar a su habitación. La tomó de
un brazo para detenerla, Wendy lo miró con rencor por esa acción, pero aun así,
de su boca no salió ningún reclamo. El joven termino perdiendo la paciencia.
—¿Me quieres explicar qué demonios te pasa?
—¿No te parece algo cínico de tu parte preguntarlo? Creo que tú y tú amiguita se
estaban divirtiendo mucho ¿no?
—No entiendo esa actitud estúpida. Como ya lo dijiste, ella solo es mi amiga.
—¡No soy tonta como para no darme cuenta de las cosas! ¡Ella está enamorada
de ti!
—¿Y qué si así fuera?
—¡Yo soy tu esposa!
—¡Tú y yo no somos nada! ¡Lo único que nos une es un papel! ¡Deja de actuar
como si yo te importara!
—¡Pues te guste o no, así es! ¡Me importa y mucho!
Erik se sorprendió por las palabras de la rubia. No lo esperaba y le costaba
trabajó creerlas. En ese momento lo invadió una extraña mezcla de sentimientos.
Necesitaba escuchar esa frase para decidirse.
El muchacho miró fijamente a su mujer, estaba ruborizada y trataba de esconder
su rostro. Erik mantenía su vista en ella mientras se acercaba cada vez más,
intimidándola. Finalmente la acorraló contra la pared, la tomó por la cadera y la
beso salvajemente, sin que ella pudiera evitarlo.
Wendy trataba de separarse, pero el la sujetaba fuertemente de la nuca con su
otra mano para impedir que se alejara. La joven seguía resistiéndose, pero no
tardó mucho en ceder. Abrió la boca permitiendo que la lengua de su marido
entrase en ella.
Ahora ella también estaba correspondiendo.
El aire comenzó a faltarles, así que se apartaron. Erik pudo ver que la chica
estaba aún más sonrojada y respiraba con dificultad. La tomó de las mejillas y la
acercó nuevamente hacía el. Volvieron a unir sus labios, pero esta vez de una
manera más tranquila y tierna.
Las manos de la rubia se posaron en el pecho de su marido, mientras disfrutaba
de aquel roce de sus bocas.
Erik se dejaba guiar por sus sentimientos, mientras que los besos y caricias se
hacían cada vez más exigentes y apasionados. Pronto abandonó los labios de
Wendy para comenzar a descender por su cuello, mientras retiraba lentamente
los tirantes de su vestido y acariciaba sus hombros desnudos.
La chica suspiraba por el placer que su esposo le hacía sentir. Lo amaba y
gozaba de esas demostraciones de afecto, pero por su mente cruzaron algunos
pensamientos. Sabía dónde terminaría todo si no se detenían. Su semblante
reflejó temor, después empujó bruscamente a su marido, alejándolo de ella.
—¡Basta Erik!
El aludido se sintió molesto por la interrupción. Creía estar seguro de que ella
también deseaba lo que había sucedido. Iba a reclamarle, pero se sintió impedido
al notar miedo en ella.
Erik se disculpó y dio media vuelta rumbo a su habitación. Wendy permaneció
un rato más en el pasillo. Seguía nerviosa y se abrazaba a sí misma, mientras las
lágrimas amenazaban con salir, pero se contuvo.
Entró a su habitación y comenzó a cambiarse de ropa. Se acostó en su cama
tratando inútilmente de conciliar el sueño. Escucho el teléfono sonar, y aunque
era algo tarde decidió contestar.

Erik estaba tumbado boca arriba en su cama. Se sentía bastante frustrado y
confundido. Wendy parecía estar correspondiendo a sus besos y caricias unos
instantes atrás, pero si era así, ¿por qué lo detuvo? ¿Por qué le había apartado?
¿Por qué había tanto temor en su rostro?
El rubio intentaba sin éxito dar respuesta a sus preguntas. Estaba a punto de
quedarse dormido cuando escuchó que llamaban insistentemente a su puerta.
Erik abrió y encontró a su mujer frente a él, visiblemente angustiada.
—¡Erik, por favor, ayúdame! ¡Algo malo le ha pasado a mi abuela!
apítulo 9
C
Entregándose al amor

Erik agarró a la rubia por los hombros al ver el estado en el que se encontraba.
—¡Cálmate! Dime, ¿Qué fue lo que pasó?
—¡No lo sé! ¡Mi madre acaba de llamarme por teléfono y me dijo que mi abuela
está muy grave en el hospital!
El joven tomó su americana y salió junto con la chica rápidamente. Mientras
iban en su auto Erik no podía evitar mirar a su esposa con preocupación, ya que
estaba demasiado alterada.
Al llegar al hospital, Wendy se encontró con sus padres en la sala de espera.
—¡Papá, mamá! ¿Qué pasó? ¿Cómo está la abuela?
—Está bastante mal— contestó el señor Blackrock serenamente —No sabemos
qué fue lo que pasó. Cuando fui a su habitación la encontré inconsciente. Parece
ser que sufrió un paro cardiaco—
—¡Pero ella siempre ha sido una mujer muy saludable!
—Esa no es una garantía Wendy. Sabes muy bien que las personas no viven por
siempre.
La rubia permaneció silenciosa. La hizo sentir mal la falta de delicadeza en el
comentario de su padre. Erik sintió impotencia al no poder hacer nada por ella.
La espera era inquietante. De vez en cuando los médicos salían a informar a los
familiares de la situación. Hacían todo lo que estaba en sus manos, pero el estado
de la anciana era aún bastante crítico.
La chica ya no podía soportar la preocupación. Sentía una fuerte presión en su
pecho que necesitaba liberar.
—Iré a caminar un rato— fue lo único que excuso la joven antes de retirarse.
El rubio estaba a punto de seguirla, pero desistió. Creyó conveniente darle su
espacio, ya que seguramente quería estar sola en esos momentos.
Pasaron varios minutos y Wendy aun no regresaba. Al muchacho empezó a
preocuparle la demora, así que se disculpó con sus suegros y fue en su búsqueda.
La chica se encontraba en un solitario rincón de aquel hospital, se trataba de un
pequeño jardín. En vista de que el lugar no se encontraba techado podía verse el
cielo perfectamente. Definitivamente era un sitio donde podía encontrarse un
poco de tranquilidad.
La joven estaba recargada sobre una pared, mientras su vista se mantenía fija en
las estrellas y algunas lágrimas salían de sus ojos.
Erik no tardó mucho en encontrarla, al verla comenzó a acercársele
sigilosamente. Estaba a unos pasos de tocarla, se detuvo al escuchar que
murmuraba algo.
—Por favor, que nada malo le pase a mi abuela, que se salve. Si ella se va, voy a
estar sola. ¡No quiero estar sola!
La muchacha lloraba amargamente, mientras que Erik sentía dolor por verla así.
Deseaba profundamente darle consuelo, pero no estaba seguro de que forma
hacerlo, así que decidió hacer lo que sus sentimientos le indicaban.
Se acercó más a su esposa, quien seguía de espaldas hacía el, y poso sus manos
sobre sus hombros. Ella se dio la vuelta sorprendida, pues no se había dado
cuenta de la presencia del joven.
Ahora ambos se miraban el uno al otro. Wendy pudo notar la dulzura de aquellos
ojos dulces. Erik comenzó a limpiar las lágrimas del rostro de la rubia, e
inesperadamente la estrecho entre sus brazos.
—Wendy, no pienses que estás sola, no es así. Yo estoy contigo, siempre lo
estaré.
La chica se aferró con fuerza al pecho de ese hombre mientras que su llanto
continuaba. De alguna forma la calidez de ese abrazo la invitaba a desahogar
todo su dolor.
Permanecieron así por un largo rato, el suficiente para que ella lograra
tranquilizarse. Después, sin decirse nada más, regresaron a donde se encontraban
los señores Blackrock.

Transcurrieron tres días en los que la salud de Pinkett parecía permanecer igual.
La familia seguía esperando noticias. Erik permaneció casi todo el tiempo a lado
de Wendy.
Faltaba poco para el amanecer. El joven matrimonio estaba sentado en uno de los
sofás de la sala de espera. Erik tenía una de las manos de su esposa entrelazada
con la suya, mientras que la chica recargaba su cabeza en el hombro del
muchacho, estaba a punto de ser vencida por el sueño.
De pronto, vieron que el doctor Marco, unos de los médicos que atendían a la
anciana, se acercaba a ellos.
—Les traigo buenas noticias, ya hemos estabilizado a la paciente. El peligro ya
pasó.
—¿Puedo verla? preguntó la rubia con impaciencia
—No por el momento. Quizás mañana, ya que recobre el conocimiento.
—Se lo agradecemos doctor— dijo el señor Blackrock.
—No es necesario, es mi trabajó— contestó el hombre antes de retirarse.
Los padres de la joven se disponían a marcharse, pero se detuvieron al ver que
ella no hacía lo mismo.
—Hija, será mejor que te vayas a casa también— dijo la madre de la chica.
—No, me quedare por si hay alguna novedad.
—El doctor ya nos dijo que está bien. No ganarás nada quedándote, ni siquiera
podrás verla todavía. Además ella está en buenas manos.
—Pero...
—Tu madre tiene razón— interrumpió Erik —No has dormido bien en estos
días. Necesitas descansar.
Wendy lo dudo un poco, pero finalmente acepto. Ya estando en casa, la chica
tomó un baño para después dormir un rato. Mientras, Erik se alistaba para volver
al trabajo.

El rubio regresaba a su hogar después de otro arduo día. Al llegar, fue atendido
por sus empleados y después de cenar, sirvió una porción y la colocó sobre una
bandeja para llevársela a su esposa, quien no había bajado a cenar porque aún se
encontraba cansada.
Erik llamo a la puerta y unos segundos después la joven le permitió entrar a su
habitación.
—Te he traído la cena.
—Gracias— contestó ella sonriendo, pues la escena le resultaba familiar.
Wendy invito a su marido a quedarse, pues deseaba su compañía y le
desagradaba la idea de comer sola. Erik aceptó con algo de duda, ya que le
intimidaba la sensualidad de la rubia, quien estaba ataviada con una ligera bata
de dormir de tirantes y lo suficientemente corta para dejar ver sus tentadoras
piernas, lo cual se debía a que hacía algo de calor, muy común en verano.
Esa mujer le excitaba demasiado y parecía no darse cuenta. Volvieron a él los
deseos de poseer ese cuerpo, pero desistió ya que no tenía muy gratos recuerdos
de la ocasión anterior. El joven quiso dejar a un lado esos pensamientos.
Una vez que ella hubo terminado de comer, colocó los platos vacíos sobre la
bandeja y volvió a agradecer a su esposo, quien ya estaba a punto de retirarse
con las cosas, pero la chica le arrebato la bandeja, dejándola en un mueble de la
habitación. Él se extrañó ante esa acción, para después sentir que las cálidas
manos de la rubia tomaban las de él.
—Solo quiero agradecerte todo lo que hiciste por mí en el hospital. No sabes
cuánto lo necesitaba.
Erik maldijo en su mente el que ella hubiera hecho eso. Todos sus esfuerzos
fueron en vano. Ese tibio tacto había sido suficiente para que el ya no pudiera
contenerse más. Se soltó de aquel agarre y la tomó de las mejillas, acercándola a
él para besarla desesperadamente.
Ella correspondió al beso de inmediato, aunque en realidad la había tomado por
sorpresa, ya que también sentía la necesidad de él, y el contacto con sus labios la
enloquecía. Pero ella aún tenía sus reservas. Ocultaba algo, algo que le impedía
entregarse por completo a él.
El rubio intensifico el beso, mientras que sus manos acariciaban los muslos de la
joven, haciéndola suspirar de placer, aunque esta vez ella no estaba dispuesta a
dejarlo llegar más lejos.
Lentamente, y muy a su pesar, fue apartando al muchacho de su cuerpo.
—No Erik, no podemos.
—¿Por qué no? ¿Es que acaso tu no lo deseas?
—No es eso.
—Wendy, ¿sientes algo por mí?
La chica bajó la mirada. No esperaba escuchar esa pregunta. Lo único que
deseaba era salir de aquella situación, pero no por eso iba a mentir.
—Si... te amo— susurró tímidamente.
—Si es así, ¿Por qué no quieres hacer esto?
—Tú no eres el problema.
—Entonces quiero que me des una razón, una buena razón para no continuar. Si
lo haces te prometo que te dejaré en paz.
El miedo se apoderó de ella. No sabía qué hacer. Deseaba sincerarse, pero no
estaba segura si era el momento adecuado. Pero el hecho era que, si no le decía
la verdad, él no la dejaría, de cualquier forma él iba a enterarse.
Los ojos de la rubia comenzaron a nublarse por el llanto, aun así se armó de
valor para hablar.
—Erik, yo... tengo que decirte que... ya he sido de otro hombre.
La chica termino su frase con dificultad, ahora cubría su rostro con sus manos y
lloraba silenciosamente.
Había crecido dentro de una familia bastante conservadora, donde se le inculco
que la virginidad era algo muy importante, algo sagrado, y solo debía perderse
ya estando unida en matrimonio y con un solo hombre. Pero ella estaba muy
enamorada de su antiguo novio, y por eso no le importo entregarle su cuerpo, ya
que en ese entonces estaba convencida de que él era la persona con la que
compartiría su vida, pero el destino se opuso.
Ahora solo esperaba lo peor, estaba segura de que Erik jamás le perdonaría haber
estado en otros brazos.
Mientras tanto Erik permanecía confundido, tratando aun de asimilar las
palabras de su esposa. Se sintió invadido por la rabia, pero no en contra de la
chica, sino por el hecho de que otro había tomado antes lo que ahora le
pertenecía. La verdad es que hubiese preferido que la primera experiencia de la
joven fuese con él, pero ahora eso ya no tenía importancia. Lo único que le
importaba era que la amaba y deseaba estar con ella.
Erik tomó las manos de Wendy y descubrió cuidadosamente su rostro, con
suaves besos comenzó a limpiar sus lágrimas. Ella aun no podía creerlo. Parecía
que él no había dado mucha importancia a su confesión. Dejo de llorar, pero aun
sentía inseguridad, por lo que miró de forma interrogativa al hombre que tenía
enfrente. Este comprendió aquel gesto, por lo que se acercó a la rubia, hasta
quedar cerca de su oído.
—Te dije que me dieras una buena razón. Ahora no vas a lograr apartarme de ti.
Vamos a terminar lo que dejamos pendiente— susurró Erik haciendo estremecer a
la mujer que tenía entre sus brazos.
La chica lo miró fijamente a los ojos, y en un momento todas sus dudas y
temores se disiparon. Ahora podía entregarse a él sin miramientos.
Erik volvió a unir sus labios con los de ella. Comenzaron siendo besos tiernos,
pero no tardaron mucho en intensificarlos. Mientras esto ocurría, el joven guiaba
a su esposa hacía la cama, donde la deposito con cuidado, sin romper el contacto
con sus labios. Poco a poco se fueron recostando, quedando el encima de ella.
Las manos del muchacho se deslizaban con desesperación por los muslos de su
mujer, hasta llegar a posarse en sus glúteos. Erik empezó a despojar a la rubia de
su camisón, al hacerlo se maravilló, ya que ella no llevaba un sostén que la
cubriera, dejando al descubierto sus blancos y perfectos senos, los cuales se
hicieron tentadores para él y no dudo en lamerlos y acariciarlos. Eso provocó
que Wendy soltara un gemido y hundiera sus dedos en la larga y dorada cabellera
de su amante.
Erik subió un poco para volver a besarla. Le embriagaba el sabor de sus labios y
su piel, y disfrutaba de su adictivo y exquisito aroma. Siguió su recorrido,
descendiendo por el cuello y bajando nuevamente a sus pechos, los cuales lo
habían vuelto loco. Bajó un poco más, hasta posarse en el vientre de la chica,
dándole apasionadas lamidas alrededor.
La joven mantenía sus ojos cerrados y su boca entreabierta a causa del placer.
Ella se tensó más al sentir como ese hombre la desprendía de la última prenda
que la cubría. Ahora la tenía completamente desnuda.
Erik se detuvo a contemplarla un momento. Sonrió al ver la expresión en su
rostro. Wendy abrió lentamente sus ojos al notar que él no continuaba con lo que
hacía. Lo encontró mirándola fijamente y con una leve sonrisa en sus labios. Ella
estaba un poco confundida por eso, ¿acaso era amor lo que se reflejaba en la cara
de ese muchacho?
Dejo de cuestionarse al sentir como el acariciaba sus mejillas suavemente. Eso
motivo a la chica, quien comenzó a desabotonar la camisa de su esposo, cuando
termino, el joven decidió agilizar las cosas y quitársela el mismo. Él era aún más
atractivo de lo que pensaba. La rubia recorrió con sus manos el bien formado
abdomen de ese hombre, deleitándose al sentir sus duros pectorales. Ahora era
Erik quien suspiraba de placer al sentir ese tacto sobre su piel.
Interrumpieron un poco su actividad para que Erik terminara de desvestirse. Los
dos estaban ya en las mismas condiciones.
Siguieron un rato más con su juego de caricias y besos, los cuales ya no eran
suficientes para satisfacerlos.
Wendy arqueo su espalda y soltó un fuerte gemido al sentir la virilidad del
muchacho rozándola íntimamente. Fue entonces cuando él supo que ya debían
dar el siguiente pasó. Volvieron a unir sus labios antes de proceder.
Erik comenzó a introducir cuidadosamente su miembro, ya que no deseaba
incomodarla. La joven por su parte, sintió una agradable sensación al sentirlo
dentro.
El rubio se movía marcando su propio ritmo. No hizo falta mucho tiempo para
que la chica empezara a ser presa del placer. Poco a poco fueron acelerando sus
movimientos. La muchacha rodeo a su esposo con las piernas para intensificar
las penetraciones.
Erik pudo escucharla gritar entrecortadamente su nombre, lo cual fue algo que lo
excito bastante. Ahora estaba completamente seguro de que era el único hombre
que ocupaba su mente en esos momentos. Esos pensamientos incitaron al joven a
acelerar sus embestidas.
Ambos se perdieron en ese mar de sensaciones. Faltaba poco para que
alcanzaran el clímax. Wendy se aferró al cuello de su marido con fuerza, sin
poder evitar que un último gemido escapara de su boca. Arqueo su espalda lo
más que pudo al llegar el orgasmo, mientras sentía los fluidos de Erik inundándola
por dentro.
Los cuerpos de los amantes se encontraban impregnados de sudor y sus
respiraciones eran agitadas. El muchacho coloco sus brazos a los costados de su
esposa, queriendo así evitar depositar todo su peso sobre ella.
El rubio espero unos momentos antes de salir. Después se recostó a un lado de su
mujer, a quien con un movimiento la acercó hacía el, recostándola sobre su
pecho. A ella le agradaba esa cercanía, podía escuchar el acelerado latir del
corazón de aquel hombre, mientras ella seguía acariciando su torso.
En unos minutos ambos se normalizaron.
—Creí que habías dicho que no te dejabas llevar fácilmente por los instintos—
susurró ella.
Erik la tomó del mentón y le levantó el rostro, haciendo que ella lo mirara.
—No lo hice por instinto. Wendy...te amo.
Esas palabras la hicieron sonrojar, pero pronto su semblante reflejo tristeza.
—Supongo que ahora hay muchas cosas que debo explicarte.
—Si no quieres contarme entonces yo no quiero saberlo.
—Aun así, creo que lo mejor es que lo sepas. No quiero que existan secretos
entre nosotros— la joven suspiró antes de continuar —Verás, ya te había dicho
que cuando era pequeña mi familia no tenía mucho dinero. En ese entonces yo
era solo una niña normal viviendo una vida normal. Fue en ese entonces cuando
lo conocí. Era un niño muy dulce, alegre y amable, así que rápidamente se
convirtió en mi mejor amigo. Éramos casi inseparables, hasta que un día todo
cambio. Mi padre se convirtió en una persona importante y mi familia pasó a ser
parte de la alta sociedad. Mi vida cambió drásticamente y después ya no pude
verlo. Fue una gran sorpresa para mí el que el empezara a visitarme de nuevo.
Me hizo ver que nada había cambiado y que nuestra amistad seguiría. El jamás
me abandonó. Así pasó el tiempo, ambos crecimos y un día nos dimos cuenta de
lo que sentíamos el uno por el otro ya no era una simple amistad. Nuestro
noviazgo fue algo maravilloso, pero lamentablemente mis padres se opusieron,
ya que decían que él no era digno de mi por ser de una clase social baja, por lo
que me prohibieron acercarme a él, pero mi abuela me ayudaba para seguir
viéndolo a escondidas. Muchas veces le propuse fugarnos, pero el no acepto.
Quería que hiciéramos las cosas de manera correcta y con la aceptación de mis
padres. Un día decidió que iría a hacer su propia fortuna, para poder darme la
vida que me merecía, o al menos como lo pensaban mis padres, por lo que se fue
a Norteamérica. Me costó mucho trabajó aceptar que estaríamos separados, así
que él y yo hicimos una promesa, jurándonos que nos amaríamos siempre.
Ya estando lejos, manteníamos comunicación por medio de llamadas y cartas
que él me hacía llegar por medio de un amigo. Estuvimos así pocos meses, hasta
que deje de tener noticias. Al poco tiempo me hicieron saber que estaba muerto.
Nunca me dijeron que había ocurrido, pero a partir de ese momento mi vida se
derrumbó. Sentí que mi vida ya no tenía sentido, sentía deseos de morirme y
muchas veces pasó por mi mente la idea de suicidarme, pero no tenía el valor de
hacerlo. Dure mucho tiempo deprimida, pero lo fui superando poco a poco.
La chica termino de hablar. Erik mantenía su expresión seria. Había escuchado
todo con bastante atención, y aunque le dolió escuchar todo eso, la verdad era
que agradecía a la joven por su sinceridad.
—Wendy, ¿me amas tanto como a él?
—No... a ti te amo aún más.
El rubio se sorprendió y sonrió por la respuesta. Después abrazo más a la joven,
sintiendo el calor de su cuerpo. Permanecieron así hasta quedar profundamente
dormidos.
apítulo 10
C
Reencuentros inesperados

Erik despertó sobresaltado, su frente estaba impregnada de sudor y respiraba con
dificultad. De nuevo había sido víctima de una pesadilla.
Permaneció sentado en su cama, una ligera sabana cubría la mitad de su cuerpo.
Flexiono sus piernas y apoyo sus brazos en las rodillas, mientras que su sostenía
su cabeza entre sus manos.
Espero un poco para tranquilizarse, ya que aquellos sueños le causaban una
desesperación terrible. Unos momentos después se giró a su lado, ahí estaba la
mujer con la que había pasado la noche más maravillosa de su vida. Suspiró
aliviado al ver que no la había despertado.
La contemplo unos minutos, apreciando su belleza e imaginando la vida que les
esperaba juntos. Le era imposible ya concebir su existencia sin ella, pues la
joven le hizo conocer un poco de la felicidad que se le había negado antes,
aunque esta aún no estaba completa.
Erik se giró para salir de la cama, ya que quería enjuagarse el rostro, pero fue
detenido por unas suaves manos que tomaron la suya.
—Buenos días— susurró Wendy con una sonrisa.
—Buenos días— contestó el rubio esforzándose por devolver el gesto.
—¿Ocurre algo malo?
—No, no es nada.
La chica se aproximó a su esposo y acaricio suavemente una de sus mejillas. Ella
podía darse cuenta de que algo lo estaba preocupando.
—Ayer te dije que no quería que existieran secretos entre nosotros.
El joven permanecía pensativo, no tenía muchos deseos de hablar de sus
problemas, pero aquellas suaves caricias lo invitaban a hacerlo.
—No quiero preocuparte Wendy.
—Me preocupare más si no sé qué es lo que te pasa.
—Lo que pasa es... que tuve una pesadilla— dijo Erik soltando un fuerte suspiró
—Ha sido así desde hace años.
—Es por lo de tu madre ¿verdad? preguntó la rubia tímidamente
Erik desvió su mirada hacía otro punto de la habitación.
—Sí, es por mi mamá. De lo poco que recuerdo es que yo era muy apegado a
ella. Era muy cariñosa conmigo, en las noches me contaba historias y se quedaba
hasta que me dormía. Un día ella desapareció. La espere por horas, pero jamás
regreso. Yo aún era muy pequeño y estar en las noches solo representaba un
terror para mí. A partir de entonces comencé a desarrollar miedo por cosas
simples, como la oscuridad o algunos sonidos que escuchaba en mi habitación, y
eso me hacía tener pesadillas. Con el tiempo se convirtió en un trauma, un
trauma con el que he vivido por años, y que me hace despertar angustiado por no
saber dónde está mi madre.
El muchacho se dejó caer pesadamente sobre su almohada, mientras que su
esposa lo miraba con inquietud al haberle hecho esa declaración tan dolorosa. Se
acercó a él y se colocó sobre su pecho, para después darle un tierno beso.
—Me gusta que me cuentes tus problemas, que me tengas confianza. Quiero
darte tranquilidad y consuelo cuando algo te angustie. Haré cualquier cosa por ti.
Después de escuchar esas palabras, el rubio volvió a unir sus labios con los de la
joven, esta vez con más pasión y deseo, amenazando con repetir lo sucedido la
noche anterior.
Ambos se separaron al sentir la falta de aire. Wendy volvió a sonreír.
—Iré a darme un baño. Recuerda que debo ir al hospital a visitar a mi abuela.
—De acuerdo. ¿No te molesta que yo pase más tarde? Tengo algunas cosas
pendientes.
—No hay ningún problema, yo entiendo.
La chica se levantó de la cama y se puso una bata para cubrir su desnudez. Erik la
miraba embelesado, le parecía increíble todo lo que esa mujer podía despertar en
él. La vio marcharse rumbo a la bañera, cuando de pronto ella se giró hacía el.
—¿Vienes? —cuestionó con tono seductor.
El joven sonrió maliciosamente mientras se levantaba de la cama para seguirla.

Wendy se encontraba ya en el hospital, se dirigía a la habitación de su abuela. Al
abrir la puerta se encontró con la sorpresa de que ella ya estaba despierta.
—¡Abuela!
—¡Wendy, querida!
La joven se acercó a la anciana y la abrazo cuidadosamente, pero con bastante
alegría.
—No sabes lo preocupada que estuve por ti. Tenía miedo de no volver a verte.
—Mientras me necesites yo no te dejaré. Eres mi adorada nieta.
Pinkett acariciaba el cabello de la chica, mientras que esta le sonreía.
—Abuela, ¿Qué fue lo que pasó?
—No fue nada. Sabes que a mi edad es común padecer estas cosas.
—No es verdad, nunca te había pasado esto, ¿Por qué ahora?
—Cariño, ya te dije que no fue nada. Créeme.
La rubia no quedo muy convencida, pero no deseaba incomodar a la anciana con
más preguntas, así que prefirió cambiar el tema.
—Erik me dijo que pasaría a visitarte más tarde, tiene algunos asuntos que
resolver.
La mujer miró a su nieta con curiosidad, ya que pudo notar un leve brillo en sus
ojos al mencionar el nombre de su esposo.
—Veo que estas demasiado alegre.
—¡Claro abuela! Porque ya estas mejor.
—No creo que sea solo por eso, ¿acaso ocurrió algo más?
Wendy se ruborizo al recordar lo sucedido, y una leve sonrisa se dibujaba en su
rostro sin que ella pudiera evitarlo.
—Es solo que mi relación con Erik ha cambiado. Ayer, él y yo... pasamos la noche
juntos. Concluyó la chica sonrojándose aún más.
—Si es así, entonces supongo que ya le hablaste sobre Albert ¿no?
—Sí, se lo conté todo y la verdad es que temía mucho de su reacción cuando se
enterara, pero lo entendió muy bien.
—¿Y estas completamente segura de tus sentimientos? ¿No has llegado a pensar
que algún día podrías retractarte?
—Eso no pasara abuela. Tengo muy en claro mis sentimientos. El amor que
alguna vez sentí por Al y el que siento por Erik ahora no pueden compararse, ya
que se trata de dos personas completamente diferentes. La verdad es que jamás
me imaginé enamorarme de Erik, ya que su personalidad es todo lo contrario a lo
que yo amaba de Albert, por quien ahora solo puedo sentir un gran cariño y
agradecimiento por todo lo que vivimos juntos. El existe en mi mente como un
bello recuerdo.
—Wendy, ¿Qué pasaría... si Al dejase de ser solo un recuerdo?
—¿A qué te refieres? —preguntó Wendy algo perturbada.
—No, nada. No me hagas mucho caso.
La joven quedo algo desconcertada por aquel comentario. Conocía bien a su
abuela y sabía que ella no hablaba solo por hablar. ¿Sería acaso que le estaba
ocultando algo?

Erik se encontraba trabajando tranquilamente en su oficina. Revisaba algunos
documentos cuando escucho que llamaban a la puerta, la cual se abrió en cuanto
el dio su autorización.
—¡Hola Erik! ¿Qué tal?
—¡Hola Ray!
El rubio invitó a su amigo a pasar y tomar asiento.
—Creí que tardarías más en regresar de tu luna de miel.
—La verdad es que no planeábamos estar muchos días fuera.
—Espero que te haya ido bien.
—¡Por supuesto! Fue estupendo.
—Me alegro mucho.
Murray contempló a su amigo, mientras sonreía maliciosamente.
—Parece que estas bastante animado hoy. Creo que no fui el único que la pasó
muy bien.
—¿Por qué lo dices? cuestionó el rubio levemente ruborizado
—¿Por qué finges no saber de lo que estoy hablando? Aparentar inocencia no es
una de tus cualidades ¿lo sabias?
—Estas imaginando cosas.
—Claro que no. En los años que llevó de conocerte jamás te había visto sonreír
de esa manera, eso no es algo normal en ti. Creo que ni tú mismo te das cuenta.
Apuesto a que el motivo tiene que ver con tu esposa.
—¿Y que si así fuera?
—No tendrías por qué avergonzarte. Me alegra que hayas logrado resolver tus
problemas con ella. Pero dime, ya que por fin su relación va bien, ¿piensas
pedirle que te de hijos?
—No, no voy a hacerlo. Lo que siento por Wendy no está condicionado a nada y
no pienso pedirle que tengamos un hijo solo para seguir el sucio juego de mi
padre. Si ella llegase a embarazarse será porque los dos lo deseamos.
—Me parece algo sensato de tu parte, pero ¿cómo piensas resolver lo de tu
herencia?
—Ya me las arreglare.
Los jóvenes optaron por cambiar el tema, pues ya no deseaban seguir con ese
asunto. Siguieron charlando animadamente algunas horas más.

Harrison iba en su limusina. Estaba evidentemente nervioso y lo demostraba
golpeando con los dedos el maletín que llevaba en brazos.
De pronto el vehículo se detuvo. Había llegado al lugar de la cita. Se trataba de
un edificio de estilo moderno, con algunos departamentos, ubicados en un barrio
de clase media.
Al hombre no le había parecido el hecho de que su reunión fuese en aquel sitio,
pero en vista de las circunstancias no estaba en posición para poner condiciones.
Se dirigió al departamento que le fue señalado y toco el timbre, unos segundos
después, el individuo con el que se había citado le abrió la puerta.
—Lo esperaba, Señor Benway.
El aludido no respondió, solo se limitó a adentrarse a la vivienda y comenzar a
abrir su maletín.
—¡Arreglemos esto de una buena vez! ¡Ya quiero largarme de aquí y dejar de
ver tu estúpido rostro!
—Parece... que le hago recordar cosas que no desea señor.
Harrison miró con rencor a su acompañante, mientras que este sonreía triunfante
al saber que alteraba ese hombre.
El mayor le arrojo unos documentos a aquel sujeto.
—Aquí esta lo que acordamos, el diez por ciento de las acciones de mi empresa.
La otra persona tomó los papeles y comenzó a examinarlos detenidamente.
—Al parecer todo está bien. Me alegra que hayamos podido concluir este trato.
—¡Te advierto que si me traicionas no vivirás para contarlo!
—Eso ya lo sé. Le aseguró que cumpliré con mi palabra, pero... tenga en cuenta
que algún día Erik se va a enterar de todo y usted no podrá evitarlo.
—¡Él no tiene por qué enterarse de nada, a menos de que la verdad salga de tu
maldita boca, y si es así te va a pesar!
El rubio dio media vuelta para marcharse, cuando la voz de aquel sujeto volvió a
llamar su atención.
—Tengo entendido que la fiesta de la compañía será la próxima semana. Lo veré
allá entonces.
Ese último comentario basto para que Harrison saliera del lugar aún más furioso,
causándole satisfacción al misterioso hombre, quien después de ser abandonado
por su visita, miró su reloj y se dispuso a salir de su hogar.

Ya era de noche. Pinkett se encontraba recostada en la cama de aquel hospital.
Wendy tenía poco tiempo de haberse marchado junto con Erik. Ahora la mujer
hacía esfuerzos inútiles por conciliar el sueño. Era evidente que algo le
preocupaba.
De pronto, escucho que tocaban a su puerta, la cual se abrió lentamente después
de que ella diera su consentimiento para entrar.
En el umbral se encontraba un hombre elegantemente vestido, alto, delgado, de
cabello rubio y piel blanca. Sus ojos estaban cubiertos por unas gafas oscuras,
las cuales se quitó al entrar a la habitación.
Pinkett parecía no estar sorprendida por la visita, ya que recibió al recién llegado
con una leve sonrisa, gesto que aquel joven correspondió.
—¡Hola abuela! ¡Cuánto tiempo!
—Es verdad. Me alegra mucho volver a verte.
—A mí también. A propósito abuela, discúlpame por no haber venido antes, pero
no podía arriesgarme a que me vieran aun.
—No te preocupes, entiendo que fue mejor así.
—Lamento mucho haber alterado tu salud. Créeme que no fue mi intención.
—Lo sé, pero ¿Qué esperabas? Te creíamos muerto desde hace más de dos años.
—Todo esto fue un malentendido que no me fue posible aclarar en el momento.
Es una historia bastante larga y no creo conveniente contársela ahora. Lo
importante es que ya regrese.
—Al, creo que hay algunas cosas de las que debemos hablar.
—Claro abuela, te escucho.
—Voy a tener que pedirte que no vuelvas a ver a Wendy.
El semblante alegre del joven cambio a sorpresa y desconcierto.
—Pero, ¿Por qué? ¡No entiendo abuela! Creí que tú apoyabas lo nuestro.
—Y así era, pero ya no quiero que le hagas más daño a mi nieta. No sabes lo
mucho que sufrió cuando le dijeron que habías muerto. Estuvo deprimida
durante mucho tiempo, creí que moriría de tristeza, pero afortunadamente ha
podido superarlo—
—¡No me pidas eso abuela! Voy a explicarle y todo se solucionara. Esta vez no
pienso marcharme sin ella.
—Al, aún hay algo que no te he dicho, Wendy ya es una mujer casada y
nuevamente la veo feliz. ¡Te pido que no le quites esa felicidad!
El rubio se impactó por la noticia, mientras que se dejaba caer pesadamente
sobre un sofá y colocaba una de sus manos sobre su frente.
—¡Eso no es posible! ¡Wendy no pudo haberse casado!
—Te he dicho la verdad.
—¿Con quién? ¿Con quién se casó? ¡Dímelo abuela!
—Con... Erik Benway.
El muchacho palideció al escuchar esa declaración. Caminaba lentamente para
salir de la habitación, sin hacer caso a las suplicas de Pinkett, quien le pedía que
no se fuera de esa manera. Iba caminó a su casa, estaba absorto en sus
pensamientos, ignorando por completo todo lo que ocurría a su alrededor.
Llegó a su departamento y se dirigió rápidamente a su habitación, para después
recostarse sobre su cama.
Se sentía dolido, aun le costaba trabajó aceptar la verdad. Su mente divagaba en
esos pensamientos, reflexionaba en algunas ideas que pudieran ayudarlo a estar
con la chica nuevamente. Después de algunas horas, pareció haber encontrado
una forma de utilizar la situación para llevar a cabo su plan.
—Con que Erik Benway ¿eh? Parece que esto es solo una mala jugada del
destino.

Harrison caminaba en círculos alrededor de su oficina. Aún seguía sorprendido
de su propia manera de actuar. No podía creer que se había dejado chantajear tan
fácilmente, pero en realidad aquel sujeto representaba un peligro del que
difícilmente podría deshacerse.
Tuvo que tranquilizarse al escuchar que llamaban a la puerta. Erik entraba a su
encuentro con su padre.
—¿Se puede saber para que me citaste tan temprano?
—Siéntate— ordeno el mayor ignorando completamente la pregunta de su
primogénito.
Después le extendió un sobre con algunos documentos. El joven arqueo una ceja
mientras comenzaba a leer aquellos papeles. No pudo evitar sentirse bastante
sorprendido.
—¿Esto es...?
—Si Erik, estos documentos te señalan como dueño del quince por ciento de esta
empresa, como habíamos acordado—
Erik aun no podía creerlo. Se sentía intrigado ante la actitud de su padre.
—Creí que habías dicho que no me darías nada hasta que cumpliera con tu
condición ¿Qué pretendes haciendo esto? No creo que se trate de un noble gesto
de tu parte.
—Era eso lo que tanto querías ¿no? Me has estado fastidiando con esto durante
varios meses. Ya deberías estar conforme. ¡Ahora lárgate de aquí! Tengo trabajó
que hacer.
El rubio Salió de la oficina. No podía negar que se sentía feliz, pero también le
preocupaba esa extraña actitud de su progenitor. Sabía que aunque se pasara todo
el día reflexionándolo no encontraría una respuesta, por lo que decidió que era
mejor olvidarlo. Ahora iba en caminó a comunicarse con Hughes.

Habían pasado seis días desde aquel suceso. Ahora Erik se alistaba para asistir a
la fiesta anual de la compañía. Se atavió elegantemente con uno de sus tantos
trajes oscuros. Una vez que termino de vestirse, dirigió su mirada hacía Wendy,
quien ya casi estaba lista para salir.
La rubia llevaba un largo vestido de noche color negro, el cual se ajustaba
perfectamente a su cuerpo. Se encontraba cepillando su larga cabellera cuando
sintió unos fuertes brazos rodeándole por detrás.
La chica interrumpió su actividad y se giró para mirar de frente al hombre que la
abrazaba, el cual estaba bastante cautivado ante la imagen de su esposa.
—No importa lo que hagas, de cualquier manera te ves hermosa.
Wendy agradeció el halago uniendo sus labios con los de Erik. El joven
intensifico el beso mientras se dejaba llevar por la pasión. Estaba a punto de
mandar al diablo aquel compromiso, cuando sintió que su mujer lo apartaba
lentamente de ella.
—Cariño, ahora no podemos. Recuerda que tenemos que estar en esa fiesta. Hoy
te darás a conocer como un dueño más de la compañía Benway. Tu presencia es
muy importante.
—Sí, lo sé— contestó Erik irritado al tener que cumplir con esa obligación en
ese momento.
La rubia acaricio el pecho de su marido, mientras se acercaba a su oído.
—Te prometo recompensarte cuando regresemos— susurró la chica
seductoramente.
—De acuerdo— contestó el rubio ablandando su semblante.
Después, el joven matrimonio Salió de su hogar.

La mansión Benway era de nuevo el centro de reunión. La mayoría de los
invitados ya estaban en el lugar.
Harrison no podía evitar sentirse nervioso e incómodo por la presencia de aquel
joven, emociones que se intensificaron cuando el muchacho se colocó a un lado
de él.
—¿No le parece que Erik ya ha tardado bastante, señor Benway?
—Eso no debería importarte.
—¿Y por qué no? Después de todo, tengo deseos de conocerlo. ¿O acaso va a
negarme eso?
El mayor no pudo evitar mirar con rencor a su acompañante, ya que sabía que
tenía razón y que no podía oponerse a que su hijo lo conociera.
—Más te vale que no estés planeando nada estúpido Halley.
—Ya le dije que no tiene de que preocuparse.
Unos minutos después, Erik y Wendy se encontraban dentro de la mansión. Se
detuvieron unos instantes para saludar a unos viejos conocidos del rubio,
mientras que la chica miraba a varios puntos del lugar.
No tardó mucho en divisar a su suegro, pero casi instantáneamente su vista se
posó en la persona que lo acompañaba.
La joven palideció al reconocerlo, al principio creyó que se trataba de un truco
de sus sentidos, pero al observarlo detenidamente pudo comprobar que se trataba
de él.
Por unos instantes creyó que caería desmayada, pero su cuerpo no obedecía a esa
reacción, solo se quedó inmóvil, sin saber qué hacer.
Erik se encontraba distraído en ese momento, por lo que no pudo darse cuenta de
que algo le ocurría a su esposa.
La chica se paralizo aún más al ver que el muchacho se acercaba hacía ellos.
Poco a poco la distancia se acortaba, hasta que finalmente llegó hasta el joven
matrimonio. Al tenerlos en frente, aquel individuo prosiguió con las
formalidades.
—Buenas noches joven Benway. Es un placer conocerlo. Mi nombre es Albert,
Albert Halley.
apítulo 11
C
Mentiras

Erik estiro su mano para estrechar la de aquel joven, quien extrañamente le
inspiraba simpatía.
—¿Albert Halley? ¿Sabes? Tu apellido me resulta familiar.
—¿De verdad? —cuestionó el aludido con una sonrisa maliciosa.
—Sí, recuerdo haberlo escuchado antes, pero no recuerdo donde.
—Puede ser, pero debo decirle que es un apellido poco común.
—Como sea, me alegro de conocerte Albert.
—Lo mismo digo, joven Benway.
—Olvida las formalidades. Puedes llamarme Erik.
—Como gustes, Erik.
Wendy los miraba perpleja. Se sentía fuera de la realidad. Quería pensar que
aquello no estaba ocurriendo. No podía creer que el hombre que estaba frente a
ella fue al que le entrego su amor anteriormente, y a quien creía muerto desde
hacía tiempo.
Erik rodeo a la rubia por la cintura haciéndola salir de su meditación.
—Albert, ella es mi esposa, Wendy.
Al tomó la mano de la chica para besarla, obedeciendo a los modales de todo un
caballero.
—Es un placer conocerte, Wendy.
—E-el placer... es mío— contestó ella con dificultad y nerviosismo.
La joven no supo el por qué, pero su instinto de autoprotección le obligo a
ocultar la verdad. Temía de la reacción de Erik si llegaba a enterarse, por eso
seguía el juego de aquel hombre y fingían que acababan de conocerse.
Wendy sentía una extraña sensación en su pecho, el cual creía que estallaría en
cualquier instante. Opto por retirarse al sentir más la presión de la situación.
—Disculpen, enseguida regreso.
Los dos muchachos la miraron marcharse, para después continuar con su
conversación.
Mientras, la rubia salió con urgencia a uno de los balcones, cerrando las puertas
para evitar ser vista. La angustia y la duda se apoderaron de ella, mientras que
algunas lágrimas salían de sus ojos.
Estaba confundida, no sabía cómo tendría que actuar a partir de ahora. Su
matrimonio iba bastante bien, no podía negar que era feliz, y por eso tenía miedo
de que todo se arruinara al confesarle a su esposo lo que ocurría. La sola idea
provocó que ella continuara llorando durante largos minutos.

Erik y Al seguían con su charla, aunque el mayor no pudo evitar sentirse
extrañado por la tardanza de su esposa.
—Parece que Wendy ya se tardó un poco. Si me disculpas, iré a buscarla.
—Claro, adelante.
El joven se retiró para comenzar su búsqueda. Su intuición le hizo buscar en uno
de los balcones en especial, donde, efectivamente se encontraba la chica.
Ella se dio cuenta de otra presencia al escuchar el sonido de las puertas al
abrirse. Rápidamente se encargó de limpiar sus lágrimas, mientras que el rubio
posaba ambas manos en los hombros de su mujer.
—Vine a buscarte porque ya no regresaste conmigo. ¿Ocurrió algo?
—No, nada.
Erik giró a la joven para tenerla de frente, para después tomarla del mentón y
levantarle el rostro.
—Pero Wendy, ¡estas pálida! dijo mientras la observaba con preocupación.
—No te angusties, ya te dije que no es nada.
—¿De verdad te sientes bien? ¿No me estas mintiendo?
—De acuerdo, solo me siento un poco mareada. El ambiente de adentró es
sofocante, eso es todo.
—¿No será que estas embarazada?
—¡Claro que no, tontito! Es demasiado pronto para saberlo— contestó la rubia
mientras sonreía levemente por el comentario.
—Si no te sientes bien creo que será mejor que regresemos a casa, ¿te parece?
Wendy solo asintió con la cabeza.
—De acuerdo. Solo espérame aquí. Iré a reportarme con mi padre y enseguida
regresare por ti.
La chica miró a Erik marcharse, mientras pensaba en tranquilizarse para no
preocuparlo más. Dirigió su vista al cielo, tratando así de dejar de pensar en la
razón de su preocupación, pero le era imposible. Tenía dudas, dudas que
necesitaban ser respondidas por aquel hombre, del que no supo en mucho
tiempo, pero no sentía el valor para hablarle de frente.
Fue entonces cuando el sonido de unos pasos acercándose la sacó de su
ensimismamiento. La muchacha se giró, esperando encontrarse con su esposo,
pero se llevó una gran sorpresa al hacerlo.
Su mirada se perdió en la de aquel hombre, quien se aproximaba cada vez más a
ella. Si no lo hubiese tocado unos minutos atrás, seguiría convencida de que se
trataba de una ilusión, pero estaba claro que no lo era.
El joven se detuvo a escasos centímetros de ella, quien de nuevo comenzaba a
llorar sin poder evitarlo.
—Me moría de ganas de verte, Wendy.
—A—Albert... yo... la rubia fue silenciada al sentir que su acompañante
colocaba uno de sus dedos en su boca.
—No digas nada, este no es ni el momento ni el lugar adecuado.
Al tomó a la chica de las mejillas, mientras limpiaba sus lágrimas, y se acercaba
con cautela a sus labios.
La mujer no pudo reaccionar ante aquel atrevimiento, estaba confundida.
Mientras tanto, el muchacho se acercaba a ella con intenciones de besarla.
Wendy cerró los ojos y se tensó al sentir el roce de sus bocas.
El rubio la miró por unos instantes, notando así lo exaltada que se encontraba.
Pensó que lo mejor era contener sus deseos, por lo que suspiró resignado y se
alejó de ella poco a poco.
—Creo que ahora soy yo quien está siendo imprudente. Será mejor que me vaya.
Después hablamos— dijo el muchacho mientras tomaba la mano de la joven
para despedirse.
Lo vio alejarse tan rápido como había llegado. Wendy no pudo evitar mirar su
mano derecha, percibiendo así una pequeña nota que Albert le había dejado
antes de marcharse. Estaba a punto de leerla, pero tuvo que apresurarse a
guardarla al escuchar que Erik se acercaba.
Después, el joven matrimonio se marchaba a su casa.

Al día siguiente, la rubia salía de su hogar para asistir a su cita. Espero a que su
esposo se marchara al trabajó para poder salir. Pronto llegó al lugar, un pequeño
y solitario parque, donde Albert la esperaba sentado en una banca.
Wendy caminó hacía el, deteniéndose a pocos pasos del joven.
Lo miró durante unos momentos, dándose cuenta de lo mucho que el rubio había
cambiado; sus ojos ya no reflejaban esa profundidad y ese brillo que le
caracterizaban, y su sonrisa ya no expresaba felicidad, pero aún seguía siendo
amable.
El hecho de que ese hombre regresara a su vida provocaba en ella una extraña
mezcla de sentimientos. Se sentía feliz por tenerlo de vuelta, pero a la vez triste,
ya que ahora no podría darle el mismo lugar que ocupo alguna vez en su
corazón.
Todo era confuso.
Siguieron intercambiando miradas durante unos segundos más, hasta que el
muchacho decidió romper ese incomodo silencio.
—Gracias por venir, Wendy.
—Al... yo...
—¿Por qué? ¿Por qué rompiste la promesa? interrumpió de pronto el aludido.
—¡Déjame explicarte Al!
—¿Explicarme qué? ¡Aquí lo único importante es que te casaste con otro!
—¡No tienes derecho a juzgarme así! ¡Ni siquiera sabes cómo sucedió!
—Wendy, creí que me amabas tanto como decías. Nunca imaginé que fueras
capaz de traicionarme.
—¡Si hubiera sabido que regresarías esto no hubiera ocurrido! ¡Entiéndeme, creí
que estabas muerto! ¡No tienes idea de lo mucho que sufrí por eso! ¡Te amé
demasiado, pero también era justo que pensara en rehacer mi vida!
—De haber estado en la misma situación yo no te habría olvidado tan
fácilmente, pero veo que tu si pudiste.
—¡Al, yo jamás te he olvidado! ¡Has estado en mis pensamientos todos los días!
¡Pero no pude evitar enamorarme de alguien más! ¡No estaba planeado!
—¡Pero resulto bastante conveniente! ¿No es así? ¡Ahora tienes lo que tus
padres deseaban para ti! Un hombre con dinero y poder.
—¡Eso es lo que menos me importa! ¡Y en primer lugar tú no tienes derecho a
reprocharme! ¡Todo esto es culpa tuya, por haberte largado!
—¡Tienes razón! ¡La culpa es mía! ¡Ahora no sabes lo mucho que me
arrepiento!
—Ya es tarde para arrepentirse. Ahora será mejor que sigamos con nuestras
vidas y olvidemos lo que ocurrió entre nosotros.
—Yo no conozco otra vida que no sea estar junto a ti. Así que no esperes que me
aleje otra vez.
—¡Entiéndelo Al! Ya no te amo como antes, ahora hay otra persona a la que
quiero más que a nadie.
Nuevamente se formó un silencio entre ellos. El joven estaba evidentemente
alterado por aquellas palabras, lo cual le causo a Wendy un poco de
remordimiento, pero era necesario, ya que tenía que dejar en claro la situación.
—Lo lamento Albert, pero las cosas ya no pueden ser como antes. ¡Por favor,
olvídate de mí! suplico la chica mientras daba media vuelta para marcharse.
El rubio se levantó rápidamente de su asiento para detenerla. Le sujetó ambos
hombros, mientras que ella lo miraba confundida y temerosa. Inesperadamente el
comenzó a besarla salvajemente.
Wendy golpeaba el pecho de Halley buscando liberarse, pero ella sostenía con
bastante fuerza. La muchacha siguió con el forcejeo sin obtener resultados, y sin
que ella pudiera entenderlo, su cuerpo poco a poco se dejó llevar, haciéndola
corresponder al beso.
Al dejo de sentir resistencia en el cuerpo de la mujer que tenía entre sus brazos,
por lo que fue bajando la intensidad de las caricias de sus labios, reduciéndolo a
simples roces.
Ambos se alejaron un poco, pero aun la distancia de sus rostros era mínima,
tanto así que podían sentir sus alientos mezclarse.
Permanecieron mirándose unos instantes. La rubia no pudo contener sus
lágrimas, las cuales eran limpiadas por su acompañante.
La chica abrazo al muchacho, aferrándose a él con fuerza, mientras que este le
correspondía.
—¿Por qué tuviste que esperar hasta ahora para regresar por mí? preguntó
Wendy sollozando.
—Porque... estuve... la cárcel— respondió con dificultad.
La joven levantó su cara, que permanecía hundida en el pecho de Albert, para
mirarlo sorprendida.
—¿En... la cárcel?
—Si. Fui acusado injustamente. El hombre para el que trabajaba cometió un
fraude y fui arrastrado a prisión junto con él, y fue hasta hace poco que se pudo
demostrar mi inocencia.
—¿Entonces por qué me hiciste creer que habías muerto?
—Yo no hice eso. Jamás deje de enviarte cartas, las cuales puedo ver que no
recibiste. ¿Ahora te das cuenta de que todo fue una sucia mentira para
separarnos? Y creo saber quién lo hizo, pero quiero asegurarme de que no me
equivoco, por eso quiero pedirte que me ayudes a descubrirlo.
—Al, se lo que insinúas, pero hacer una acusación así es algo grave. No tienes
pruebas.
—¿Por qué te niegas a ver la realidad? Apuesto a que tú también sospechas de la
misma persona. Él nunca quiso que estuviéramos juntos, ¿Qué otra prueba
quieres?
—¡Ya basta! No tiene caso que sigamos viviendo en el pasado. Esto ya no tiene
solución, aun que pudiéramos descubrir a quien nos separó eso no hará que
podamos estar juntos nuevamente. Ahora mi vida está junto a Erik.
—Pues te guste o no, tendrás que seguir viéndome. Voy a estar tan cerca de tu
esposo como me sea posible.
—¿Acaso estás pensando en hacerle daño?
—Por supuesto que no. Sabes que no soy así. Solo puedo decirte que estoy muy
interesado en Erik.
—Ignoro lo que estés planeando, pero te pido que por favor ya no me busques.
Ya deje muy en claro todo. Estoy segura de que podrás encontrar una mujer que
pueda amarte como te mereces.
La chica comenzó a caminar, alejándose poco a poco de Albert, quien solo
buscaba la manera de retenerla.
—¡Wendy, espera!
La rubia se detuvo sin voltear a ver al hombre que la llamaba.
—¡Wendy, quédate! Si lo haces, te diré la razón por la que estoy interesado en
Erik Benway.
apítulo 12
C
Traición

Harrison y su hijo se encontraban en la sala de juntas, donde había tenido lugar
una reunión con los accionistas de la empresa, la cual había terminado varios
minutos atrás, pero los Benway aún seguían ahí.
El mayor mantenía su vista fija en algunos documentos, aunque en realidad ni
siquiera estaba concentrado en ellos. Erik no pudo evitar mirar a su padre con
preocupación. Se comportaba bastante raro desde hacía algunos días, se notaba
atormentado, y aunque no llevaran una buena relación, el joven no podía ser
indiferente ante la inquietud de su progenitor.
Erik comenzó a sentir la necesidad de aclarar sus dudas, así que decidió acabar
con el incómodo silencio que reinaba en el lugar.
—Papá, ¿puedo preguntarte algo?
—¿Qué quieres? preguntó el mayor con indiferencia.
—¿Por qué le vendiste parte de tus acciones a Halley?
Harrison sintió su piel erizarse al escuchar esa pregunta. Estaba tan nervioso que
de sus manos resbalaron algunos papeles, haciendo aún más evidente su estado.
—¿Él te lo dijo?
—Si. Me dijo que es dueño del diez por ciento de esta empresa por que hizo un
acuerdo contigo para que le vendieras.
—Sí, así fue. —respondió el hombre un poco más aliviado.
—Francamente no entiendo por qué lo hiciste. No pensé que te desharías de esas
acciones tan fácilmente. Como dueño que eres de esta empresa tienes la mayor
parte de las acciones, pero ahora solo tienes una mínima diferencia con los
demás, lo cual pone en peligro tu autoridad. Me parece muy raro, sabiendo lo
mucho que te gusta mandar.
—Parece que después de todo solo querías echarme en cara esa pequeña
"observación"— comentó el mayor con sarcasmo.
—Piensa lo que quieras, pero el asunto me preocupa en serio. Además hay otra
cosa que me parece extraña.
—¿A qué te refieres? —cuestionó Harrison mientras arqueaba una ceja.
—Otra razón por la que me desconcierta lo que hiciste es que Halley es bastante
joven. Cuando yo tenía su edad aun no me dejabas trabajar contigo en la
empresa. ¿No te parece que le estas dejando una gran responsabilidad? Pero eso
no es todo, también me he dado cuenta de que no sabemos mucho sobre él. No
me parece una mala persona, pero no estaría de más que lo investigáramos.
El padre de Erik palideció ante la última idea de su hijo. No podía evitar
imaginar las consecuencias que le traería el hecho de que su descendiente
descubriera la verdad. La sola idea le hizo ponerse aún más nervioso.
—¡No tengo porque darte explicaciones de lo que hago! ¡Mientras esta empresa
este en mis manos puedo hacer lo que me venga en gana! ¡En cuanto a Halley,
eso es asunto mío, así que no intervengas!
Habiendo terminado de hablar, el hombre Salió rápidamente dejando al joven
bastante confundido.

Algunas lágrimas resbalaron por las mejillas de Wendy cuando Albert termino
de hablar.
—Lo que acabas de contarme no puede ser posible.
—Es la verdad Wendy.
—¡No! ¡No es cierto!
—Te juro que es verdad. Mi padre me lo dijo antes de morir.
—Si es así, ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—No creí que fuera necesario hacerlo.
—¿No creíste que fuera necesario? ¿Te das cuenta de todo lo que pudimos haber
evitado si me lo hubieras dicho?
—Esto ya no tiene remedio.
—Al, esto que acabas de decirme no se lo vayas a contar a Erik. ¡Te suplico que
no lo hagas!
—¿Por qué no? Él tiene derecho a saberlo.
—¡No! ¡Por favor no lo hagas! No tienes idea de lo mucho que lo harías sufrir.
El no soportaría enterarse de todo esto y yo no soportaría que sufriera.
—¿Lo amas tanto que no deseas verlo infeliz?
—Albert, estoy dispuesta a hacer lo que me pidas si me prometes que no le dirás
nada a Erik.
—¿Cualquier cosa? ¿Qué tal... si te pidiera que volvieras a ser mía?
—No, Al, eso no. No quiero engañar a Erik.
—Ya lo estás haciendo.
—¡Por favor Albert! No me pidas eso. Amo a mi esposo, además tampoco
quiero lastimarte ni darte falsas esperanzas. Lo nuestro ya no puede ser como
antes.
—Wendy, estoy dispuesto a ignorar el hecho de que lo ames. Lo único que
quiero es tenerte cerca de mí. Por eso solo voy a pedirte que nos veamos. Por
ahora solo me bastara con eso. Tal vez... con el tiempo pueda recuperar tu amor.
La rubia bajó la mirada, mientras su llanto seguía descendiendo por su rostro. El
joven se acercó a ella y la tomó entre sus brazos para consolarla, permaneciendo
así por un largo rato.

Habían transcurrido ya varios días desde aquellos sucesos. Ahora Erik se
encontraba en su oficina acompañado de su Ray, quien había llegado a visitarlo.
El rubio permanecía con la mirada perdida en algún punto del lugar, mientras
que se recostaba sobre su silla y su mente divagaba en otros asuntos. De pronto,
la voz de su amigo lo sacó de sus pensamientos.
—¡Erik! ¡Erik! ¡Te estoy hablando!
—¡Ah! Lo siento. Estaba un poco distraído.
—Sí, ya lo he notado.
—Discúlpame, es que no puedo dejar de pensar en algunas cosas.
—Si te hace sentir mejor puedes contármelo.
—Estoy preocupado Ray. Mi padre está actuando muy extraño desde que Halley
llegó aquí. Lo tiene junto a él todo el tiempo, como si no quisiera que estuviera
cerca de mí, y cada vez que lo menciono se pone nervioso, me hace pensar que
esconde algo.
—Creo que estas exagerando un poco. Tal vez solo piensas eso porque sientes
celos de que tu padre pase tanto tiempo con ese chico.
—¡No seas idiota Ray! Yo sé que algo anda mal. Además, la llegada de Albert
fue bastante repentina y misteriosa. ¿No te parecen suficientes razones para
dudar?
—Si te tiene tan intranquilo, ¿Por qué no lo mandas investigar?
—No lo sé. Mi padre me lo ha prohibido, y Hughes aún tiene bastante trabajó
con la búsqueda de mi madre.
—Si no vas a hacer nada al respecto, entonces te sugiero que dejes de
preocuparte—
—De acuerdo— contestó Erik suspirando con cansancio —Pero ¿sabes? Aún
hay otra cosa que me preocupa.
—¿De qué se trata?
—Es Wendy.
—¿Has vuelto a tener problemas con ella?
—No exactamente, pero desde hace varios días ha estado muy distante conmigo.
Ya no se queda despierta a esperarme como lo hacía antes. Cuando llego de
trabajar siempre la encuentro dormida. Es como si quisiera evitarme.
—Te preocupas demasiado ¿sabes? Creo que sacas conclusiones bastante pronto.
Tal vez solo sea tu imaginación, pero si tan seguro estas de que hay problemas
¿Por qué no hablas con ella?
—Tengo miedo, Ray. Tengo miedo de hacer algo mal y perderla.
—¿Por qué dices esas cosas? No lo entiendo.
—Es que tengo un extraño presentimiento.
—¡Vamos! Deja de pensar en tonterías y vayamos a tomar algo. Yo invito.
—Está bien. Como digas— respondió el rubio resignado.

Wendy regresaba a su casa después de otro de sus encuentros con Albert. Entró a
su habitación y se dispuso a darse un baño. Después se recostó en su cama,
tomando una almohada para abrazarla.
No podía dejar de pensar en su situación. Se sentía miserable por mentirle a su
esposo, pero trataba de consolarse al pensar que así le evitaba un sufrimiento. Lo
único que hacía era acceder a las peticiones de Al, para asegurarse de que
guardara el secreto, aquel secreto del que Erik no debía enterarse.
A la rubia le costaba trabajó conciliar el sueño al pensar en tantas cosas, deseaba
dormir y olvidarse de todo, pero lo más importante, era que deseaba evitar
encontrarse con su esposo, pues el solo hecho de verlo le hacía sentir una
traidora.
El sonido de la puerta abriéndose la hizo salir de su distracción. Erik entraba a la
habitación después de un largo día de trabajó. La chica, por su parte, fingía
dormir para evitar toda charla con su marido, lo cual le dolía profundamente.
Mientras tanto, el joven se despojaba de su ropa para poder entrar a la cama,
haciendo sonrojar a la muchacha, quien a pesar de estar de espaldas hacía él
podía darse cuenta de lo que estaba haciendo.
Erik se acostó sobre la cama y se cubrió con las sabanas, para después acercarse
a su esposa y abrazarla por detrás.
Wendy se tensó al sentir el cuerpo de ese hombre tan cerca del suyo, y rodearla
con uno de sus brazos con tanta fuerza, por lo que no pudo evitar lanzar un
suspiró, el cual no fue ignorado por el rubio.
—¿Te he despertado?
—No te preocupes.
—Lo siento. No pude evitarlo. Ya no soportaba tanta lejanía. Te he extrañado
mucho— dijo el muchacho mientras acomodaba su rostro entre en cuello y el
hombro de su mujer.
Erik comenzó a besar el cuello de su esposa, mientras que una de sus manos
acariciaba sus muslos, haciéndola gemir de placer, quien no se sentía digna de
ese afecto.
—Erik...Por favor...detente— suplicaba Wendy entre jadeos.
—No puedo. Te necesito. Quiero estar contigo esta y todas las noches. Saberte
mía, solo mía— concluyó el aludido, continuando con su tarea de besarla y
acariciarla.
—Por favor, ahora solo necesito dormir. Será otro día.
Erik se detuvo unos instantes para girar a la joven y obligarla a mirarlo.
—¿Qué pasa? ¿Estas enfadada conmigo?
—No. ¿Por qué habría de estarlo?
—Si no es así, ¿Por qué te comportas tan distante? Hace varios días que no
hacemos el amor. Entiéndelo, te necesito.
Erik continuo besándola, a pesar de que ella aun ponía un poco de resistencia.
Poco a poco fue dejándose llevar por la pasión, correspondiendo a los besos y
caricias de su esposo.
Lo amaba demasiado, y en esos instantes no podía evitar sentirse mal por su
traición.
Cada demostración de afecto, la sensación de tenerlo dentro de ella, cada ocasión
en la que él le susurraba que la amaba. Todo. Todo eso le hacía sentirse la peor
mujer sobre la tierra, ya que era capaz de engañar a ese hombre tan maravilloso.
Wendy lloraba en silencio, a pesar de todo el placer que ese joven le estaba
haciendo sentir.
Al concluir su acto, ambos respiraban con dificultad. El muchacho permanecía
recostado sobre su esposa. Espero a recuperarse un poco de su agotamiento, para
después mirarla, pero al hacerlo se desconcertó, ya que observo las lágrimas en
sus ojos.
—Wendy, ¿Qué pasa? ¿Acaso te lastime? cuestionó el rubio bastante preocupado
Ella solo negó con la cabeza, mientras se aferraba al pecho de Erik,
perturbándolo aún más.
—Cariño, no te preocupes. Es solo que te amo, te amo demasiado, y tengo miedo
solo de pensar que puedo perderte—
—¿Por qué piensas eso? Yo también te amo. Jamás me alejare de ti—
Erik besaba a la joven delicada y tiernamente, buscando así tranquilizarla.
Después de varios minutos, la chica quedo profundamente dormida en los brazos
de su hombre, quien, al igual que ella prefirió dormir.

Era aún muy temprano cuando Wendy decidió levantarse de la cama. Lo hizo
cuidadosamente para no despertar a Erik. De alguna manera, lo que había
sucedido la noche anterior le hizo tomar una determinación. Quería seguir
compartiendo su vida con su esposo, sin tener que sentir ningún remordimiento
ni miedo por ello. Así que fue rumbo al teléfono que se encontraba en el
recibidor y comenzó a marcar un número.
Mientras tanto, el rubio abría poco a poco los ojos, ya que le incomodo el hecho
de sentir vacía la cama. Cuando despertó completamente pudo darse cuenta de la
ausencia de su mujer, a quien buscó por toda la habitación, pero al no obtener
resultados, decidió bajar a buscarla.
El joven se acercó al recibidor, donde pudo ver a la chica de espaldas hacía el, y
hablando casi en susurros, por lo que decidió no advertirle de su presencia y
escuchar la conversación que sostenía por teléfono.
—Sí, soy yo... Necesito verte hoy mismo... Si, en el mismo sitio... Está bien, te
esperaré. Adiós.
Erik quedo confundido después de aquella extraña llamada, pero no quiso
desconfiar en ese momento. Tenía fe en que si algo estaba ocurriendo ella se lo
diría, por lo que mejor regreso a su habitación a esperarla.
La rubia caminó hacía su habitación, esperando regresar a los brazos de su
marido, pero se encontró con la sorpresa de que este ya había despertado y se
encontraba de pie junto a la cama.
—Buenos días.
—Buenos días.
—Estaba a punto de salir a buscarte ¿A dónde fuiste? preguntó Erik con fingida
curiosidad
—Solo bajé a la cocina un momento. Tenía un poco de sed— respondió la chica
con naturalidad
El joven se molestó por la respuesta, pero prefirió ocultarlo. No entendía porque
razón ella le estaba mintiendo. Le intrigaba el hecho de que le estuviera
ocultando algo.
Wendy se acercó a él para abrazarlo.
—Aún es temprano. Quiero estar contigo un poco más.
—¿Sabes? Me he acordado de que tengo algunas cosas que hacer. Iré a darme un
baño antes de irme al trabajó— dijo Erik mientras la apartaba cuidadosamente de
su lado.
Ahora era él quien estaba siendo distante con ella, dejándola confundida.

Erik se encontraba ya en su oficina. No podía dejar de pensar en lo ocurrido. Por
más que lo reflexionaba no lograba encontrar una respuesta a sus preguntas, y
sin que él pudiera entenderlo, la furia crecía dentro de él, ya que no soportaba las
mentiras.
Trato inútilmente de concentrarse en algo más, pero le fue imposible, no podía
evitar sentirse intranquilo.
Se levantó de su asiento y tomó sus cosas para marcharse a casa.

Wendy acudía muy puntual a su cita. El lugar era el mismo parque donde solía
verse con Albert, quien aún no llegaba.
La joven tomó asiento en una de las bancas del lugar mientras esperaba a que
llegara. En esos momentos solo podía pensar en las palabras correctas para
expresarse ante el muchacho, ya que esperaba que esta vez la entendiera.
Poco tiempo después, Al apareció frente a ella, con una leve sonrisa.
—Lo siento, ¿te hice esperar mucho?
—No te preocupes.
—¿Sabes? Me sorprendió recibir tu llamada esta mañana. Me ha alegrado mucho
que ahora fueras tu quien tuviera deseos de verme.
—Al, necesito hablar contigo de algo importante.
—Claro, te escucho.
—Voy a dejar de verte.
—Pero, ¿Por qué?
—Porque ya me he cansado de esta situación. Ya me he cansado de tener que
mentirle a Erik. Él no se merece esto. Me siento culpable y ya no quiero sentir
que lo estoy engañando.
—¿Y no puedes pensar en mí? ¿No puedes pensar que el único que ha sido
engañado aquí soy yo? —cuestionó el joven alterado
—¡Albert, esto ya no tiene solución! ¡Te lo he dicho muchas veces! ¡Ya no soy
capaz de amarte! ¡No eres el mismo hombre que ame tiempo atrás!
—¡Wendy, no me dejes! ¡Te amo! ¡No voy a poder vivir sin ti! ¡Dame otra
oportunidad!
Aquellas palabras hicieron que la chica comenzara a llorar, mientras que el rubio
se aferraba a ella.
—¡Albert! No quieras retenerme. Entiende que ya no puedo amarte. Lo único
que deseo es vivir tranquila al lado del hombre que amo. Si sucedió todo esto es
porque yo nunca fui la mujer indicada para ti.
—¡No quieras convencerme de algo que no es! ¡Jamás podré pensar en otra
mujer que no seas tú!
—Pues entonces el tiempo se encargara de demostrarte lo contrario. Adiós
Albert. Esta vez es definitivo.
Wendy se alejaba del lugar, mientras que Al solo la veía con dolor y las lágrimas
salían de sus ojos.

Erik bajó de su auto y entró rápidamente a su casa, donde Arthur lo recibía.
—Es una sorpresa verlo aquí tan temprano joven.
—Decidí tomarme el día. Pero dime ¿Wendy se encuentra en casa?
—No, la señora Salió desde hace un par de horas y aun no regresa.
—¿Sabes a dónde fue?
—No joven Erik.
—De acuerdo. Estaré en mi habitación. Que nadie me moleste.
El rubio subía las escaleras. Estaba furioso y sentía que no podía contenerse más.
Ahora estaba completamente seguro de que Wendy le estaba mintiendo, y eso
era algo que no podía tolerar.
Erik se encontraba en su estudio, sentado en un pequeño sofá, mientras pensaba
en la situación. Deseaba llegar al fondo de todo y descubrir lo que su esposa le
ocultaba.
En sus divagaciones, comenzó a especular sobre alguna infidelidad, pero se
sintió estúpido cuando esa idea se cruzó por su mente. No creía que ella fuera
capaz, se negaba a creerlo. Pero la inseguridad fue más fuerte, por lo que no
pudo dejar de pensar en eso.
Fue entonces cuando Erik se levantó de su asiento. Necesitaba comprobar si
estaba equivocado o no. Si existía alguna infidelidad tendría que haber algún
indicio de ella en algún rincón de su habitación, algo que le hiciera confirmar sus
sospechas.
El joven comenzó a buscar entre las pertenencias de su esposa, algo que jamás
había hecho, pero que en esos momentos no podía evitar debido a la
incertidumbre.
Su búsqueda no estaba rindiendo frutos, por lo que el muchacho comenzó a
pensar que estaba muy equivocado. Iba a desistir de su actividad, cuando su vista
se fijó en el buró que estaba junto a la cama. El único lugar que aún no había
revisado.
Se dirigió hasta él y abrió uno de los cajones lentamente, donde, después de
remover algunos papeles, se encontró con un portarretratos, el cual sacó
inmediatamente de ahí.
Al mirar la fotografía, Erik palideció.
—¡No puede ser! ¡Esta persona...es Albert Halley!
apítulo 13
C
Separación

Faltaba poco para que el sol se ocultara. Wendy bajó de un taxi y después de
pagarle al chofer, caminó hasta la entrada de su casa. Se detuvo unos instantes
antes de tomar la perilla de la puerta.
Pensaba mucho en lo ocurrido con Albert. Le dolió mucho dejarlo de esa
manera, pero no podía seguir sosteniendo más aquella mentira. Aun así, en su
interior había una sensación de libertad y tranquilidad. Ahora sentía que podía
continuar viviendo feliz al lado del hombre que más amaba.
Suspiró profundamente y abrió la puerta para adentrarse a su hogar. Al hacerlo,
un extraño miedo invadió a la joven, ya que todo estaba en penumbras y parecía
no haber nadie en casa, lo cual no era normal.
Comenzó a llamar a sus empleados, pero nadie respondió. Encendió las luces del
recibidor y se dirigió a su habitación.
Al abrir la puerta de su habitación, la chica pudo divisar una silueta en la
oscuridad, por lo que rápidamente ilumino el lugar, encontrándose con una
sorpresa.
Erik estaba recostado sobre la cama, incorporándose al momento en que su
esposa alumbro la habitación.
—E-Erik, no me di cuenta de que ya estabas en casa. ¿Dónde están los demás?
—He llegado temprano y les di el día. Pero dime, ¿Dónde has estado? cuestionó
el joven con fingida calma-
—So-solo fui a hacer una visita— contestó ella tratando inútilmente de ocultar
su nerviosismo.
—¿Puedo saber a dónde?
—Estuve con mi abuela.
—Ya veo. ¿Y por qué no me lo dijiste esta mañana?
—Porque no lo tenía planeado— respondió la muchacha, quien comenzaba a
inquietarse por el interrogatorio.
De pronto, el rubio se levantó de la cama y caminó lentamente hacía su mujer,
intimidándola con su silencio. Ella fue retrocediendo, hasta ser detenida por la
pared, quedando acorralada. Erik se acercó hasta quedar a escasos centímetros
de ella.
El joven se dirigió a los labios de Wendy, rozándolos contra los suyos, pero sin
intentar besarla. Se mantuvieron así durante unos segundos. Erik interrumpió su
actividad para contemplar a su mujer, quien mantenía sus ojos cerrados y
respiraba pesadamente, debido al placer que ese simple acto le provocaba.
Después, Wendy sintió como una de sus mejillas era tiernamente acariciada, por
lo que tomó aquella mano cariñosa de su hombre con la suya.
Impulsivamente, el muchacho se deshizo del agarre y se alejó de su esposa,
mirándola con rencor, lo cual la dejo desconcertada.
—¿Dónde estuviste, Wendy? —preguntó Erik sin poder contener más su furia.
—¡Ya te lo he dicho! —contestó sorprendida por la insistencia.
—¡Maldita sea! ¡No me mientas! —gritó él mientras uno de sus puños chocaba
con la pared.
—¿Por qué dices eso? —cuestionó la joven con voz temblorosa y unas cuantas
lágrimas en sus ojos.
—¡Así que no sabes de que te hablo! ¿Eh? Bien, tal vez esto te ayude a
recordarlo— dijo Erik lanzando a la cama la fotografía de Albert.
Wendy palideció, mientras sentía que se le helaba la sangre.
—¡Erik, puedo explicarlo!
—¡Me parece que no hay nada que explicar! ¡Todo este tiempo has estado
engañándome! ¡Me viste la cara de idiota diciéndome que tu ex novio estaba
muerto cuando en realidad te veías a escondidas con el! ¡Debió ser muy
divertido burlarse de mí! ¿Verdad?
—¡No! ¡No es lo que crees!
—¡Si no es así! ¿Por qué? ¿Por qué me lo ocultaste?
—¡Yo tampoco sabía que Al estaba con vida, y cuando me entere no supe cómo
decírtelo! ¡Tenía miedo! ¡Solo quería evitar que esto ocurriera!
—¡Pues ya ves que resulto ser peor! ¡Ya no puedo creerte nada! ¡Todo lo que
dijiste sobre la confianza era solo basura! ¡Te veías con Halley porque aun estas
enamorada de él!
—¡No! ¡La única razón por la que seguía viéndolo era porque no quería que
siguiera insistiéndome! ¡Quería hacerle saber que yo solo puedo amarte a ti!
—¡No me hagas reír! ¡Apuesto a que te revolcaste con él a mis espaldas!
—¡Erik! ¡Por favor, escúchame! ¡Yo sería incapaz de hacerte daño!
Wendy se acercó a su esposo, tomándolo de las mejillas con ambas manos,
queriendo obligarlo a mirarla, pero el joven la alejó bruscamente de él,
empujándola hacia la cama.
Erik deslizó una mano sobre su cabellera, esforzándose por que las lágrimas no
rodasen por su cara. Rápidamente se dio la media vuelta para salir de la
habitación, dejando a la chica desconsolada.
—¡Quiero el divorcio! gritó el muchacho al azotar la puerta, mientras que la
joven lloraba en su cama amargamente.

Ya había transcurrido una semana desde aquel incidente. Erik no volvía a casa
desde entonces, y era de suponerse que no lo haría, ya que había mandado por
sus cosas. Wendy no paraba de llorar desde entonces. Solo deseaba hablar con
Erik y aclarar la situación, pero ni siquiera tenía una idea de donde podría estar.
Fue por eso que decidió contactar a la única persona en la que su esposo
confiaba.

Ray llegaba a su casa después de otro día de trabajó. Abrió la puerta de su
departamento e inmediatamente fue recibido cariñosamente por Marcia.
—Hola, ¿Qué tal tu día?
—Bastante pesado—contestó el joven dejándose caer fatigado sobre el sofá.
—Tal vez yo pueda hacer algo para arreglarlo— susurró la rubia acomodándose
en el regazo de su marido y comenzando a besarle el cuello —Ray, tengo algo
importante que decirte. Yo...
No pudo concluir su frase, ya que el sonido del teléfono los interrumpió. Murray
le dedico una sonrisa de resignación a su esposa, quien se levantó para permitir
que el contestara la llamada.
—¿Diga?
—Ray, soy yo, Wendy— se escuchó del otro lado del auricular.
—Sí, ¿Qué pasa?
—Necesito hablar contigo. Es sobre Erik. Hace una semana que se fue de la casa
y no tengo idea de donde pueda estar. Por eso pensé que tú podrías ayudarme.
—Lo siento, Wendy, pero yo tampoco sé dónde está.
—¡Por favor! Sé que eso no es verdad. Necesito que me digas donde se
encuentra. Tengo que hablar con él. ¡Es urgente!
—De acuerdo. No voy a mentirte. Tengo una idea de donde puede estar, pero en
este momento no es recomendable acercarnos a él. Debe estar pensando las
cosas. Créeme, si lo ves ahora no podrás arreglar nada. Es un testarudo de lo
peor. Pero te prometo que haré lo posible para convencerlo de que hable contigo.
—Pero Ray...
—Hasta luego.
Murray colgó el teléfono sin darle más oportunidad a la chica de hablar. Ahora
solo podía sentirse más agobiado aun al saber que su mejor amigo estaba
atravesando por una situación difícil.
—Ahora entiendo porque no lo había podido localizar en todos estos días—
musito mientras masajeaba sus sienes.
Marcia no pudo evitar mirarlo con tristeza. Sabia cuanto podían afectarle a su
esposo los problemas de Erik, ya que entendía que ambos llevaban una amistad
muy fuerte.
—Te preocupas demasiado por los demás. ¿Te lo habían dicho?
—Lo lamento, pero no puedo evitarlo, y menos cuando se trata del idiota de
Erik. Me gustaría saber qué es lo que le pasa ahora.
—Tal vez... puedas ir a verlo mañana.
—Sí, eso haré. Puede que sea lo mejor.
—Eres un buen hombre, Ray, por eso me enamore de ti— dijo la rubia dándole
un tierno beso en los labios, mientras Murray solo sonreía levemente.
—Ray, hace unos momentos iba a decirte algo importante.
—Vamos, te escucho.
—Fui al médico a hacerme unos análisis. No me he sentido muy bien.
—¿Te ocurre algo? preguntó el muchacho con preocupación.
—Nada malo— contestó Marcia con una sonrisa —Es solo que... vamos a ser
padres.
—¿O sea que...?
—¡Si Ray, estoy embarazada!
La rubia abrazo fuerte a su marido, mientras que algunas lágrimas de felicidad
salían de sus ojos. Murray aún seguía sin creerlo, correspondió al abrazo de la
joven, esperando volver a escuchar esas palabras otra vez. Era casi el hombre
más feliz de todo el mundo, solo que esa felicidad estaba mezclada con algo de
amargura.

Se encontraba recostado sobre un escritorio, con la cara recargada en uno de sus
brazos, mientras que con la mano que tenía libre sostenía un vaso con licor.
Había perdido la cuenta de lo que había bebido en todo ese día, o mejor dicho,
ya había perdido la noción del tiempo.
No sentía fuerzas para levantarse, estaba demasiado ebrio. Lo único que hacía
era pensar. No podía evitar que a cada segundo la imagen de la chica estuviera
en su mente, y eso le hacía recordar su engaño, lo cual le incitaba a beber aún
más.
Se estaba hundiendo en ese infierno, del que ya no sabía cómo salir. Lo más
razonable que se le ocurría era acabar con su vida, pero ni siquiera tenía fuerzas
para eso.
Dio el último trago de su bebida y volvió a su antigua posición. Comenzó a
quedarse dormido por los efectos del alcohol, cuando el sonido de la puerta
abriéndose lo alerto.
Erik se levantó torpemente de su asiento y se dirigía de igual forma hacía el
recibidor, al cual llegó a duras penas, recargándose sobre las paredes.
Con la vista nublada, solo pudo distinguir una silueta en la entrada, pero la
identidad le era desconocida.
Poco a poco, vio como esa persona iba acercándose cada vez más a él,
ayudándolo a caminar.
—Sabía que estarías aquí.
—¿Ray? —pronuncio Erik con dificultad.
—¡Solo mírate! Estás demasiado borracho ¡Además de dar pena, das asco!
—¡Si viniste aquí solo a molestarme, puedes largarte de una buena vez!
—¿Y qué esperabas que hiciera? ¿Qué te felicitara? Solo a un idiota como tú se
le ocurre ponerse así. Y por el mismo hecho de que eres un idiota he venido a
ayudarte.
—¡Lárgate! ¡No necesito que me cuides!
—¡Cállate! ¡No estoy de humor para tus estúpidos berrinches! —reprendió
Murray mientras metía a Erik en la bañera.
Casi una hora después, Erik ya se encontraba en el comedor acompañado de su
amigo, quien acababa de servirle un café bastante cargado para desaparecer los
efectos de su borrachera.
—¿Cómo sabias que estaba aquí? preguntó el rubio un poco más repuesto.
—Creo que es un poco estúpido de tu parte preguntar cosas tan obvias. Este solía
ser tu departamento de soltero. El lugar donde te refugiabas cuando tenías
problemas, o simplemente ya no aguantabas a tu padre. Me pareció que era al
único lugar al que podías venir.
Ambos jóvenes se quedaron en silencio. Por primera vez, Erik no tenía la menor
intención de hablarle su problema a Ray, quien pareció interpretar su mutismo
correctamente.
—Todo el mundo tiene sus propios problemas, y no te culpare si no quieres
hablar de ellos, pero no deberías alarmar así a los demás. Ten en cuenta que nos
has tenido muy preocupados.
—Además de ti, no creo que exista ninguna otra persona a la que le importe.
—¡No seas tonto! La pobre de Wendy también...
—¡Cállate! ¡No quiero que vuelvas a mencionarla en mi presencia!
—¡Vaya! Entonces es cierto. Has tenido una pelea con ella.
—¡Fue mucho más que una simple pelea! ¡No quiero volver a verla!
—¿Es algo tan delicado que no puedes perdonarla? ¿O acaso es que no quieres
hacerlo?
—¡Por mucho que la ame, jamás podré olvidar lo que me hizo! dijo Erik al
tiempo de que comenzaba a llorar, llevándose una de sus manos a la cara —
¡Solo mírame! ¡Mira lo que he sido capaz de hacer por una mujer! ¡Lo único que
quiero es morirme! ¡No soy nada sin ella! ¡Pero tampoco quiero que vuelva a mi
lado! ¡La amo con toda mi alma, pero tampoco puedo evitar odiarla!
El rubio golpeaba la mesa con fuerza, como si fuera un pequeño en plena rabieta.
Murray solo miraba a su amigo con tristeza, mientras se acercaba a él y colocaba
una de sus manos sobre su hombro, para hacerle saber que estaba ahí.
—Erik, ella... está preocupada por ti. Deberías escucharla. Te aseguro que si lo
haces todo se arreglara. Tú la amas, lucha por recuperarla.
—¡No puedo! ¡Ella era la persona en la que más confiaba en el mundo! ¡Por
primera vez en mi vida pensé que mi miserable existencia se había terminado!
¡Creí que con ella iba a conocer la felicidad, y solo me ha traicionado!
—Sea lo que sea que haya hecho, puedo asegurarte que está muy arrepentida.
—¡Eso ya no importa! Por más que intento no puedo evitar tenerle rencor. Me es
difícil olvidar.
—Ya no volveré a insistirte, solo espero que lo tengas en cuenta. No podrás
evadirla por siempre. Bien, por ahora yo me retiró. Llámame si necesitas algo.
Y habiendo dicho eso último, Ray Salió de la vivienda del joven Benway,
dejándolo más pensativo y dolido que antes.

Harrison estaba sentado en su escritorio. Parecía molesto y pensativo. Se hallaba
bastante sumido en sus ideas, cuando de repente alguien entró a su oficina.
—¿Se puede saber dónde demonios has estado en todos estos días?
—¡Ahora no estoy de humor para tus regaños! contestó Erik mientras masajeaba
sus sienes para calmar el dolor de su cabeza.
—¿Tienes idea de todos los problemas en los que me has metido por tu
ausencia? Los proyectos que teníamos para la empresa se han retrasado porque
el consejo aun no los aprueba debido a que no estaban presentes todos los
accionistas.
—¡Tengo mis propios problemas como para preocuparme por estupideces!
—Si no mal recuerdo, tú fuiste quien dijo que aceptarías todas las
responsabilidades que conllevaba el ser dueño de una parte de la empresa y eso
es lo que te exijo.
—Estuve ocupado con un asunto bastante delicado, que por supuesto no te
interesa, pero aun así te pondré sobre aviso.
—¿De qué se trata? —cuestionó Harrison molesto.
—Voy a divorciarme.
—¿Qué estupidez estas diciendo? ¡Eso no lo voy a permitir!
—¡Ya no puedes obligarme a nada! ¡Obtuve lo que quise de este matrimonio y
ya no pienso seguir más con esta farsa!
El padre de Erik golpeó su escritorio en señal de impotencia. Sabía que su hijo
tenía razón. Ahora ya no podría conseguir que el obedeciera a sus órdenes. En
esos momentos no podía evitar mirar a su joven vástago con cierto desprecio.
—Tienes razón. Al parecer ya obtuviste todo lo que querías, incluyendo el hecho
de verme molesto.
—¡Ese es tu problema! Tu solo querías verme casado con alguien de buena
familia y posición. Nunca tomaste en cuenta mis sentimientos, y ya era hora de
que yo tomara mis propias decisiones.
—No me quedara más remedio que aceptarlo, pero antes quiero que me des las
razones de esa decisión.
Erik calló durante unos segundos, recordando los motivos de su separación. Le
dolía, le dolía mucho, pero era la única solución que su orgullo herido le
indicaba. Más no por eso iba a permitir que se supiera la verdad. Estaba seguro
de querer proteger el honor de su mujer, aunque el mismo se repetía que no lo
merecía.
—Ya te lo dije. Desde un principio, yo jamás ame a esa mujer. Por eso ya no
quiero seguir casado con ella— mintió el rubio, mientras su mirada triste se
clavaba en el suelo.
El mayor aun mostraba su desaprobación, pero aquella expresión en el rostro de
su hijo le impidió reñirle. Sabía que había más razones de por medio, pero en
vista de que no llevaba una buena relación con el joven, no podía invitarlo a
hablar sobre eso.
—¿Les has contado esto a tus suegros?
—Sí, y tampoco parecen muy convencidos, pero ya no pienso dar marcha atrás.
—¿Y tú esposa que piensa?
—Eso es lo que menos me interesa.
Habiendo terminado ya su conversación, Erik Salió del despacho de su padre.
Cerró la puerta lentamente, para después comenzar a caminar por uno de los
pasillos, cuando de repente, ante sus ojos apareció Albert Halley.
Ambos intercambiaron miradas unos segundos, mientras que Erik era poseído
por la furia y un incontenible deseo de matar a aquel sujeto.
Sin darle tiempo de nada, el joven Benway se abalanzó sobre él, aprisionando su
cuello para estrangularlo.
—¡Tu! ¡Maldito miserable!
Al trato de soltarse, pero la fuerza del otro era mayor debido a la ira que lo
dominaba. Erik estaba totalmente dispuesto a quitarle la vida al hombre que,
según su propio criterio, le había robado a su mujer, y lo hubiera logrado, de no
haber sido interrumpido por Murray, quien obligo a su amigo a soltar al
muchacho, mientras que él se interponía entre ellos para evitar más agresiones.
—¡Erik! ¿Qué demonios estás haciendo?
—¡No te metas Ray! ¡Tengo que matar a este mal nacido! ¡Él tiene la culpa de
todo esto!
—¿Cuál es tu estúpido problema? ¡Idiota, has estado a punto de matarme! —
añadió Albert molesto por aquel ataque.
—¿Aun tienes el descaro de preguntarlo? ¡Tú y Wendy estaban manteniendo una
relación a mis espaldas! ¡Fingiste amabilidad conmigo para acercarte a ella otra
vez!
Al comprendió de inmediato que Erik ya se había enterado de todo y estaba
malinterpretando lo sucedido, pero lejos de querer sacarlo de su error, el vio en
esa situación la oportunidad de acercarse a Wendy y separarla completamente de
su esposo.
—¿Entonces ya lo sabes? —cuestionó con cinismo.
—¡No voy a descansar hasta haceros pagar por ello! ¡Tanto a ti como a ella!
—No me asustan tus amenazas, pero si llegas a hacerle algo a ella, seré yo el que
va a matarte.
—Créeme, ella será quien pague más.
—Ella no tiene la culpa de esto. Fue obligada a casarse contigo aun amándome a
mí.
—¡Me mintió y eso es algo que no voy a perdonarle!
—¡Ya márchate Halley! ¡Solo estas empeorando las cosas! —interrumpió
Murray.
Albert obedeció a la orden, retirándose con una sonrisa triunfal en los labios. Ya
habiendo avanzado unos pasos, se giró hacía ellos nuevamente.
—Benway, ¿de verdad pensaste que tenías alguna oportunidad con Wendy? Solo
piénsalo, yo fui el primer hombre en su vida, el que la hizo mujer. Creo que eso
es algo que difícilmente ella podría olvidar.
Esas palabras hicieron que a Erik le hirviera la sangre, pero también fueron un
duro golpe a su corazón. Ahora sentía aún más deseos de matarlo, pero su amigo
se lo impedía.
Vio a su rival marcharse, mientras que ya no pudo soportarlo más y las lágrimas
salían de sus ojos.

Wendy había llegado a la mansión de su familia. Después de unos minutos, fue
invitada a sentarse en el recibidor, donde se encontraban sus progenitores con un
aspecto funesto.
Nadie parecía querer romper ese incomodo silencio. Se sentía extrañamente
nerviosa, observada por esa mirada dura de su padre.
Mientras, ella permanecía ensimismada. Lo único que pasaba por sus
pensamientos era Erik.
No lo había visto desde aquel día. Quería hablar con él para explicarle, aunque
estaba consciente de que todo estaba en su contra. El secreto que Albert le había
confiado, era lo único que podría justificarla y salvar su matrimonio, pero no
estaba dispuesta a hacérselo saber a Erik, ya que se trataba de una verdad
bastante dura, que lo haría sufrir más que el mismo divorcio.
La muchacha estaba aún muy distraída, cuando la voz de su padre la regreso a la
realidad.
—Tu esposo hablo conmigo esta mañana.
—Y... ¿Qué fue lo que te dijo?
—Es algo bastante serio. Me comentó que lleváis separados varios días, y... que
tenéis pensado divorciaros.
—¿Te explico los motivos? —preguntó la joven intentando contener su llanto.
—Solo me dijo que tanto tú como él ya estabais cansados de esa farsa.
La chica guardo silencio unos minutos. No entendía por qué Erik había ocultado
la verdad.
Se encontraba reflexionándolo cuando su padre volvió a hablar.
—Dime algo Wendy, ¿Albert Halley tiene algo que ver en esto?
La rubia abrió bastante los ojos por la sorpresa que le ocasionó la pregunta.
—¿Cómo... como sabes que volvió Al?
El hombre guardó silencio, mientras que para la joven las cosas se estaban
volviendo cada vez más claras.
—Entonces... fuiste tu papá. ¡Tú fuiste quien escondió las cartas que Albert me
enviaba! ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste?
—Sabes de sobra mis motivos. Para evitar que siguieras con ese miserable.
Deberías agradecer el que te haya librado de él.
—¿Te das cuenta de todo el dolor y sufrimiento que nos causaste? ¡Todo esto es
tú culpa!
—¡De cualquier manera jamás habría permitido esa unión! Fue por eso que
aproveché el hecho de que Halley estaba en la cárcel, y te hice creer que había
muerto, para que te olvidaras de él.
—¡No es justo! ¡Te odio! —gritó la muchacha mientras se levantaba de su
asiento y se dirigía a su padre, dándole golpes en el pecho, mientras él trataba de
controlarla.
De pronto, Wendy sintió un dolor en la mejilla, producto de la bofetada que el
hombre le dio sorpresivamente.
—¡Solo déjame advertirte una cosa! Me importa poco cual sea el motivo por el
que Erik quiera divorciarse de ti, pero si no logras evitarlo no vuelvas a poner un
pie en esta casa. Has deshonrado el apellido de la familia y te comportas como
una cualquiera. Ya no puedo verte como a mi hija. ¡Lárgate de aquí!
Sin más, Wendy salió apresuradamente de la casa, profundamente herida. No
podía evitar derramar lágrimas, las cuales envolvían un montón de sentimientos:
decepción, rencor, dolor...
Ahora se sentía completamente sola. Erik no quería saber de ella, y sus padres
también le habían retirado su apoyo.
Comenzó a vagar, dejando que su cuerpo inconscientemente la guiara hacía
algún lugar.
No paraba de llorar y desconocía cuanto tiempo llevaba caminando, aunque el
caminó le parecía familiar.
Estaba a punto de anochecer y estaba siendo víctima del cansancio. Su vista se
nublaba y se sentía desfallecer. Repentinamente, cayó al suelo, mientras que sus
ojos se cerraban poco a poco, pero antes de que sucediera pudo ver una figura
masculina aproximándose a ella.
—E...Erik— musitó antes de quedar inconsciente.
apítulo 14
C
Una noticia, la última oportunidad

Abrió lentamente los ojos, encontrándose de nuevo con aquel techo desconocido,
como era desde hacía varios días.
Se sentía cansada, por lo que no se levantó de la cama, sino que continúo
acostada con la vista fija en algún otro punto de esa habitación.
Pensaba mucho en todo lo ocurrido, cuando a su mente llegaron los recuerdos de
aquella noche.

——————Flash back——————
Estaba a punto de anochecer y la rubia ya estaba siendo víctima del cansancio.
Su vista se nublaba y se sentía desfallecer. Repentinamente, cayó al suelo,
mientras sus ojos se cerraban poco a poco, pero antes de que sucediera pudo
ver una figura masculina aproximándose a ella.
—E...Erik— musitó antes de quedar inconsciente.
Albert se apresuró a llegar hasta ella, a quien tomó entre sus brazos, buscando
la manera de hacerla reaccionar.
Poco a poco, Wendy fue despertando al sentir la calidez de una mano sobre su
mejilla. Cuando recuperó la conciencia completamente, pudo ver al joven que la
sostenía, mientras este le sonreía con tristeza.
—Te he estado buscando. No sabes lo preocupado que estaba por ti.
—¡Albert! pronuncio la muchacha, mientras que comenzaba a llorar de nuevo y
abrazaba a su acompañante.
Al correspondió al abrazo, incitando a Wendy a desahogar todo su dolor. A él lo
único que le importaba en ese momento era consolarla.
El rubio espero unos instantes para que la chica lograra tranquilizarse, después
volvió a hablarle.
—Wendy, se lo que sucedió, y solo quiero que sepas que yo no voy a
abandonarte. Jamás te dejaré sola— dijo el muchacho al tiempo que separaba a
la aludida de su cuerpo y limpiaba sus lágrimas —A partir de ahora yo cuidare
de ti. Así que por favor, ven conmigo.
Sin decir una sola palabra, la joven se levantó para comenzar a caminar,
acompañada de Halley.
——————Fin del flash back——————

Wendy Salió bruscamente de su ensimismamiento al ver la puerta de la
habitación abrirse.
—¡Buenos días! —saludó Albert alegremente.
—Buenos días— respondió ella sin mucho entusiasmo.
—Te he traído el desayuno— dijo el joven señalando una bandeja con algunos
alimentos.
—Te lo agradezco mucho, pero no tengo hambre— contestó la rubia mientras
hacía una mueca de desagrado.
Al suspiró cansado.
—Apenas has comido un poco en todo este tiempo. Entiendo que estés
deprimida, pero no puedes seguir así.
—No, no se trata de eso. Simplemente no tengo apetito.
—Sabes que me preocupo por tu salud. Voy a llamar al médico.
—No hace falta, lo que me pasa no es nada grave.
—¿A qué te refieres? —cuestionó Halley extrañado.
—Pues... estoy embarazada. Voy a tener un hijo de Erik.

Erik se encontraba sentado tras su escritorio. Estaba demasiado sumido en sus
propios pensamientos, mientras tanto, Murray solo lo observaba desde su
asiento, lo cual ya había incomodado al rubio.
—¿Hasta cuándo piensas quedarte aquí? Tengo mucho trabajo.
—Puedes hacerlo. Nadie te detiene— contestó Ray encogiéndose de hombros.
—No puedo concentrarme si estas mirándome. Además, no entiendo por qué
haces esto desde hace días.
—Tu comportamiento con Halley dejo bastante que desear y no quiero que
hagas algo estúpido. Por eso me tome la libertad de vigilarte.
—Hablas como si yo fuera un animal.
—Pues te comportas como uno.
—No necesito que me cuides.
—No lo creo. Si no le has hecho nada a ese tipo hasta ahora es porque yo he
estado aquí para evitarlo.
—Créeme. Ya no hará falta que lo hagas. Lo he pensado mucho, y no quiero
arruinar mi vida por una tontería. Así que ya no voy a hacer nada en contra de
Albert.
—¿Lo dices en serio?
—No voy a negarte que lo odio, pero matarlo no va a solucionar nada.
—Entonces... ¿vas a intentar arreglar tus problemas con Wendy?
—Claro que no. Aún sigo firme en la idea del divorcio.
—Pero tú aun la amas.
—Eso ya no es suficiente. Además, lo que Halley dijo es verdad. Yo jamás me
preocupé por sus sentimientos, solo me interesaba que me amara, pero ella aún
sigue enamorada de él. Por eso lo mejor será dejarla libre.
—Veo que tú mismo te creaste esa mentira para consolarte. Yo pienso que ella en
realidad te ama a ti.
—No trates de convencerme Ray. Esto ya no tiene arreglo.
En ese momento, un silencio se instaló en el lugar. El rubio se recostó en su silla,
con el semblante pensativo, mientras su amigo lo miraba con seriedad.
Murray estaba a punto de volver a hablar, pero fue interrumpido por el sonido de
su teléfono. Rápidamente se levantó de su asiento, disculpándose con su amigo,
para contestar la llamada, la cual fue bastante breve.
Al terminar, Ray tomó su abrigo, disponiéndose a marcharse.
—Lo siento Erik, pero me tengo que ir.
—¿Ocurre algo?
—Nada serio, es solo que olvidé que tengo que acompañar a Marcia al médico.
—¿Al médico? ¿Le pasa algo a Marcia?
El joven de cabello negro calló durante unos segundos, para después sonreír con
tristeza.
—Perdóname, aun no te he dicho que Marcia está embarazada.
Erik se sorprendió por la revelación, para después adquirir una sonrisa triste
como la de su acompañante.
—¡Idiota! No tenías que preocuparte tanto por mí. Apuesto a que te callaste la
noticia porque yo la he estado pasando mal.
—Lo lamento, pero no podía compartir esto contigo sabiendo que estas
sufriendo.
—¡Olvídalo, estúpido! No hace falta que seas tan considerado conmigo— decía
el muchacho mientras se levantaba de su asiento para estrechar a su amigo —¡Te
felicito! Estoy seguro de que serás un buen padre.
Ray correspondió al abrazo, y unos instantes después ambos se separaron.
—Bien, será mejor que te vayas. No es bueno que hagas esperar a tu esposa, y
por favor, dale mis felicitaciones.
—De acuerdo. Adiós.
—Adiós.
Erik quedo solo nuevamente. Ahora lo único que le quedaba era seguir
atormentándose con sus pensamientos, recordando a la mujer que ocupaba su
mente.

Al observó a la chica durante varios minutos. Aquella declaración había sido
como un jarro de agua fría. Muchos sentimientos se mezclaban dentro de él,
entre ellos dolor, el cual trataba de ocultar.
—¿Desde cuándo lo sabes?
—Desde hace un par de días.
—¿Vas a decírselo a Erik?
—Claro. Tiene derecho a saberlo.
—¿Has pensado en la posibilidad de que no te crea?
—Sí, pero prefiero que lo sepa.
—¿Aun así quieres decírselo?
—Es mi deber. Él es el padre de mi hijo.
—Wendy, crees... que esta noticia podría hacer que él te perdonara ¿verdad?
Ella se quedó en silencio. Él dio media vuelta, escondiendo su rostro
ensombrecido por la tristeza.
—La abuela te está esperando en el recibidor.
—Iré enseguida.
Y así, Al salió de la habitación, dirigiéndose a la suya. Cerró la puerta tras de sí,
apoyándose en ella y dejándose caer lentamente. Se sentía profundamente triste.
No soportaba la idea de perder a Wendy otra vez.

Erik se encontraba aun en su oficina. Por fin había logrado poner un poco de
atención a su trabajó, pero el ver la puerta abriéndose lo distrajo.
—Hola Erik. Me alegra encontrarte.
—Hola Rose ¿Qué haces aquí?
—Es que estaba preocupada por ti. No había sabido de ti en varios días.
—Tuve asuntos que arreglar.
—Ya veo. También, me enteré de que vas a divorciarte.
—Sí, es verdad— contestó el muchacho fríamente.
—Creí que ella lograría lo que otras mujeres no pudimos. Creí... que la amabas.
—No se trata de eso. A veces las personas no pueden estar juntas por mucho que
se amen.
—No te entiendo.
—Es mejor así.

Mientras, un automóvil llegaba a la Compañía Benway. Del vehículo salió
Halley, acompañado de Wendy.
—Gracias por permitirme traerte hasta aquí— dijo Albert.
—Soy yo quien debería agradecértelo.
—Sé que no es muy buena idea, pero me gustaría estar presente mientras hablas
con él.
—No te preocupes, estaré bien. Además, como ya lo dijiste, no es muy buena
idea. Solo empeoraremos la situación.
—Lo sé, pero tengo miedo de que Erik pueda hacerte algo. Suele ser bastante
rudo cuando se enfada.
—El jamás me ha lastimado, así que puedes sentirte tranquilo.
—Aun así, no dudes en llamarme si me necesitas.
—Está bien. Nos vemos luego Al.
La chica abandonó a su acompañante para dirigirse a la oficina de Erik. Cada
pasó que daba le hacía sentirse cada vez más nerviosa. No tenía idea de cómo
comenzar.
Llegó al pasillo que la conduciría al despacho de su esposo, cuando
sorpresivamente se encontró con Rose.
Ambas mujeres cruzaron miradas. La morena miraba a la muchacha con cierto
rencor, mientras se interponía en su pasó.
—¿A qué has venido, Wendy?
—Eso es algo que no te interesa.
—Todo lo referente a Erik me interesa.
—Yo soy su esposa, así que no tengo que darte explicaciones.
—Pues eso no será por mucho tiempo.
—¡Apártate de mí caminó!
—¿Para qué quieres verlo? ¿No te das cuenta de que solo le haces más daño con
tu presencia?
—Solo me iré si el me lo pide.
—No sé qué es lo que ha pasado entre vosotros, pero me he dado cuenta de que
él está sufriendo mucho. ¡Por eso te pido que ya no lo veas más!
—¿Qué está pasando aquí? —cuestionó Erik, quien salió de su oficina al
escuchar que discutían.
El rubio se sorprendió al ver a su esposa, pero segundos después le dedicó una
mirada de odio.
—¿Qué haces aquí?
—Necesito hablar contigo.
—No tenemos nada de qué hablar.
—¡Por favor! ¡Es importante!
El joven dudo unos instantes, pero después accedió a su petición.
—De acuerdo. Vamos a mi oficina.
Wendy se adelantó, seguida por su marido quien se detuvo al sentir que Rose
tomaba su mano, mientras lo miraba con preocupación.
—Descuida, voy a estar bien— dijo Erik soltándose del agarre y caminando
hacía su oficina.
—Espero que hayas venido a hablar de los términos de nuestro divorcio—
expresó el hombre después de cerrar la puerta y dirigiéndose a su asiento.
—No he venido por eso.
—¡Entonces habla de una vez!
—Erik... estoy embarazada.
—¿Qué... que estás diciendo?
—Lo que escuchaste. Voy a tener un hijo.
El rubio permaneció callado mientras asimilaba la noticia. Estaba confundido, ya
que un extraño sentimiento de felicidad lo invadió, pero su orgullo no le
permitiría expresarlo, ya que aún estaba dolido con ella.
—¿Vas a decirme que yo soy el padre?
—Sé lo que estás pensando, y creo que ya es hora aclararte que yo nunca te he
engañado. Todo fue un malentendido.
—Pues no te creo, las circunstancias no están a tu favor, y lo único que me
importa es que me mentiste, en eso no estoy equivocado.
—Aun así, puedes estar seguro de que tú eres el padre de mi hijo.
—¿Cómo demonios puedes asegurar eso? Halley también podría ser el padre.
—¡Por favor Erik! ¡No digas algo de lo que después te puedas arrepentir!
—¡De lo único que me arrepiento es de haberme casado contigo! ¡Aunque estés
embarazada no voy a desistir del divorcio!
Wendy comenzó a llorar en silencio, mientras que el joven la miraba sin poder
evitar sentirse miserable al ser el causante de sus lágrimas.
—Wendy, ¿Qué es lo que quieres conseguir con esto? ¿Por qué te empeñas en
salvar un matrimonio que desde un principio sabíamos que no funcionaría?
¿Acaso... no te das cuenta de que solo quiero dejarte libre? Si es el dinero lo que
te preocupa, te haré llegar una considerable cantidad cada mes.
—No quiero tu dinero, yo solo deseo estar contigo.
—Ya es tarde para eso.
—Lamento que pienses así. Veo que solo ha sido una pérdida de tiempo haber
venido— fue lo último que dijo ella antes de salir del lugar.
Erik controló sus deseos de ir tras ella, pero se sintió idiota al no hacerlo. Golpeó
su escritorio con el puño, sin poder evitar el echarse a llorar.

Era casi de noche. Albert llegaba a su departamento después del trabajo. Al
entrar a su vivienda encontró a Pinkett en el recibidor.
—¡Qué bien que has venido, Al!
—¿Pasa algo malo, abuela?
—¡Es Wendy! Desde que ha llegado ha estado encerrada en su habitación.
El muchacho se apresuró a llegar a la habitación, sacando una llave, con la cual
abrió la puerta.
—Abuela, espérame afuera, por favor— pidió el joven antes de cerrar.
Wendy se encontraba sobre su cama llorando, levantó un poco su cara para ver a
quien había entrado.
—¡Por favor Albert! ¡Déjame sola!
—¡No lo haré hasta que me digas que te hizo ese desgraciado!
—¡Ya no importa! ¡Por favor vete!
El muchacho caminó hasta la cama, donde se sentó para comenzar a acariciar la
cabellera de la chica, buscando darle apoyo y consuelo, mientras ella lloraba aún
más desconsoladamente.
—¡No sé qué voy a hacer! ¡Erik me odia! ¡El no cree ser el padre de mi hijo! —
dijo Wendy sollozando.
—¡Voy a matarlo!
—¡No Albert! ¡Ya me he cansado de todo esto! ¡Ya no quiero que haya tanto
rencor a mí alrededor! ¡Además, Erik es tu...!
—¡No me lo recuerdes! ¡Aunque lo hagas no puedo evitar odiarlo!
Ambos callaron. Lo único que se escuchaba en la habitación eran los sollozos de
la joven. Unos minutos después, Halley volvió a tomar la palabra.
—¿Qué vas a hacer ahora?
—Voy a tener a mi bebé. Me iré lejos y lo criaré yo misma. Pero, la verdad es
que tengo mucho miedo.
—No tienes que enfrentar esto sola.
—Yo he sido la culpable de mi situación, y ahora tengo que afrontarlo.
El rubio miró a la muchacha fijamente. Realmente la amaba y la admiraba.
Sorpresivamente, Al tomó una de las manos de la joven, aferrándose a ella con
fuerza.
—Hace unos días te dije que yo no iba a abandonarte, y jamás pienso hacerlo,
menos ahora que estas embarazada. Por eso quiero pedirte que te cases conmigo,
y me permitas ser el padre de tu hijo.
apítulo 15
C
El lazo que nos une

Wendy miró a Albert sorprendida.
—¿Qué estás diciendo Al?
—Quiero estar contigo siempre, protegerte y amarte. A ti y a tu hijo.
—No. No puedo aceptar eso.
—¿Por qué no, Wendy?
—No puedo permitir que asumas un papel que no te corresponde.
—Yo te amo, y puedo asegurarte que el bebé no será ningún problema.
—De verdad te lo agradezco, pero no puedo aceptar. Mi hijo ya tiene un padre, y
no deseo que tú lo sustituyas.
—¿Por qué sigues teniendo tantas consideraciones con él? preguntó el rubio
exaltado
—¡Porque lo amo! ¡No esperes que lo olvide de la noche a la mañana! Además,
este ser que llevó en mi vientre será algo que siempre nos unirá.
—¿Cómo es posible que puedas amarlo tanto, si te ha hecho todo este daño? ¡No
lo entiendo!
—¡Yo también le hice daño! ¡No puedo culparlo por despreciarme!
Pinkett abrió la puerta de la habitación sorpresivamente, interrumpiendo la
discusión de los jóvenes.
—¿Qué significa todo este escándalo? Este no es momento para pelear. Wendy,
recuerda que no debes alterarte, tienes que pensar en el bebé. Y en cuanto a ti
Albert, voy a tener que pedirte que salgas de la habitación. Cuando los dos estéis
más tranquilos podréis hablar.
Una vez que la anciana termino de hablar, el muchacho salió rápidamente del
lugar.

Erik llegó a su trabajó más temprano que de costumbre. Caminaba por los
pasillos del edificio, hasta llegar a la oficina de su padre. Al entrar, se encontró
con Harrison de pie junto a su escritorio.
—¿Para qué me has llamado? cuestionó el joven.
—¡Siéntate! —ordeno el mayor en tono molesto.
Erik obedeció a la orden, mientras su progenitor lo imitaba.
—Me entere de que Wendy está embarazada, ¿Qué tienes que decir al respecto?
—No tengo nada que decir. Sigo con la idea del divorcio.
—¿Acaso no te importa que tu esposa vaya a darte un hijo?
—Voy a hacerme responsable de mi hijo, pero no quiero permanecer atado a su
madre.
—Si realmente quieres hacerte responsable dale a ese niño la familia que
merece. ¡No quiero que mi nieto sea visto como un bastardó por tu culpa!
—Entonces es eso ¿verdad? Lo único que te preocupa es lo que diga la sociedad.
Temes a lo que puedan decir porque tu hijo se divorció dejando a su esposa
embarazada. ¡Pues déjame decirte que me importa poco lo que tú o los demás
piensen! ¡Ya me he cansado de hacer lo que me dices para tenerte conforme y
buscar tu aprobación!
Erik se levantó de su asiento, poniendo fin a la conversación, azotando la puerta
al salir.

Albert llevaba varios minutos afuera de la habitación. Deseaba llamar a la
puerta, pero aún no estaba seguro de cómo comenzar a hablar. Unos instantes
después, Wendy salió de la habitación, encontrándose con él.
—Buenos días Al.
—Buenos días— respondió el muchacho desviando la mirada.
—Al, yo lo...
—Lo siento— interrumpió el aludido —Perdóname por lo que te dije ayer, pero
tienes que entender que todo esto es doloroso para mí.
—Yo también quiero disculparme, aunque sabes que nada de esto se puede
cambiar.
—Lo sé. Y también sé que no puedo pedirte que dejes de amarlo. Después de
todo, lo que sientes por él es aún más fuerte de lo que algún día sentiste por mí,
pero quiero que sepas que no voy a rendirme hasta que me aceptes de nuevo.
—Gracias por comprenderme Albert. Lo único que te pido ahora es tiempo,
tiempo para tratar de olvidar a Erik.
—Sabes que te esperaré el tiempo que sea necesario. Y dime, ¿qué vas a hacer
ahora?
—Lo único en lo que pienso en estos momentos es en mi hijo. Quiero dedicarme
completamente a él.
—¿Vas a alejarte de Erik?
—No creo que sea necesario. Él ya lo ha hecho por su cuenta. Me odia, y hasta
ha negado su paternidad. Pero, si en algún momento el quisiera acercarse no voy
a impedírselo.
—¿Qué harás si él te reclama sus derechos de padre?
—No tendría por qué, además no pienso aceptar nada de lo que me ofrece. Yo
sacaré adelante a mi hijo con mis propios recursos.
—Será muy difícil que consigas trabajó en tu estado.
—Pues no pienso darme por vencida. Ahora tengo a alguien por quien luchar.
El rubio miró a la chica durante unos segundos, mientras ella acariciaba
tiernamente su vientre. En los ojos del muchacho se reflejaba una inmensa
dulzura y amor hacía ella. No podía evitar admirarla por su fortaleza y
determinación. Sonrió para sí mismo antes de volver a hablar.
—¿Sabes, Wendy? Se me acaba de ocurrir algo.
—¿Qué es?
—Desde hace algunos días he estado pensando en contratar a una asistente para
que me ayude en la oficina. Dime, ¿te interesaría el empleo?

El más joven de los Benway estaba en su departamento. Se encontraba en uno de
los sofás del recibidor, bebiendo licor, tratando de recuperarse del mal rato que
su padre le había hecho pasar.
El timbre de la puerta logró distraerlo, mientras se levantaba para abrir la puerta.
—¿Qué haces aquí, Ray? —preguntó Erik fastidiado.
—Tenemos que hablar— contestó el aludido molesto.
—¿Acaso vienes a decirme que ya te enteraste?
—Harrison me pidió que hablara contigo, pero no estoy haciendo esto ni por él
ni por ti, sino por tu hijo. ¿En qué demonios estás pensando Erik? ¿Cómo puedes
darle la espalda a tu esposa en estos momentos? ¿Acaso quieres repetir tu
historia con tu padre?
—¡Por favor, no exageres! Ella cuenta con mi apoyo económico, así que no debe
preocuparse.
—Tú sabes mejor que nadie que eso no hará feliz a ese pequeño. ¿Crees que no
le harás falta algún día?
—Creo que Halley sabrá tomar muy bien el papel de padre.
Murray llegó al límite de su paciencia, lo que provocó que se descontrolara y
tomara a su amugo por el cuello de la camisa.
—¿Qué sucede contigo Erik? ¡Te desconozco completamente!
—¡Esto es lo que me han ocasionado tus consejos estúpidos! ¡Jamás debí
escucharte! ¡Jamás debí enamorarme de ella!
—¡No quieras culparme de tus estupideces! ¡El único culpable aquí eres tú!
—¡No tienes derecho a juzgarme! ¿Por qué no intentas ponerte en mi lugar? Si
Marcia te hubiera hecho lo mismo ¿tú qué harías?
Ray soltó a su amigo, y su mirada se ablandó un poco.
—Tienes razón. No tengo derecho a juzgarte y tampoco estoy en tu situación.
Pero, si Marcia me hubiera hecho lo mismo me dolería, aun así trataría de
escucharla y perdonarla, porque yo no soportaría vivir sin ella.
El joven de cabello negro salió del departamento, dejando a Erik golpeando la
pared, sintiéndose miserable.

La rubia permanecía pensativa sobre su cama, mientras que la abuela, quien la
acompañaba, la miraba desde hacía varios minutos.
—Wendy, ¿has pensado en la propuesta de Al?
—Si abuela, pero en verdad me parece una locura.
—¿Por qué? Es un buen empleo, además, si estas con él me sentiré más
tranquila.
—Sabes que si acepto forzosamente tendré que ver a Erik, y por el momento es
lo que menos deseo.
—No puedes huir de él por siempre. Si haces eso solo le estarías dando la razón.
—Ya le he hecho mucho daño, abuela. Lo mejor será que sigamos con nuestras
vidas, cada quien por su lado.
—Yo te aconsejaría que aceptaras. Me gustaría que tu esposo se diera cuenta de
lo que ha perdido por culpa de su orgullo.
—Creo que el tormento que le da su conciencia es más que suficiente.
—Voy a respetar la decisión que tomes, pero prométeme que vas a pensarlo.
—De acuerdo, abuela.
—Bien, iré a preparar la cena antes de que llegué Al.
Sin más, la anciana Salió de la habitación.

Unas horas después, Pinkett y Albert conversaban en el comedor, cuando de
repente, Wendy se acercó a ellos.
—Wendy, creí que ya estabas durmiendo— dijo la mujer.
—Es que he pensado mucho, y ya he tomado una decisión.
—Entonces, ¿Cuál es tu respuesta? preguntó el joven.
—Está bien, Albert. Acepto ser tu asistente.
El muchacho sonrió satisfecho.
—En ese caso, ¿te parece si empezamos mañana?
La chica asintió antes de dar media vuelta y dirigirse a su habitación.

La sala de juntas de la Corporación Benway estaba casi llena. Harrison exponía
sus planes para la empresa, mientras era escuchado por los demás presentes.
—¿Y bien? ¿Aprobaremos este proyecto? —cuestionó el mayor de los Benway.
—Aun es un poco precipitado— contestó unos de los accionistas —Es un hecho
que cuenta con el apoyo de la mayoría, pero todavía tenemos que escuchar la
opinión de Halley.
—¿Qué habrá pasado con ese estúpido? Sabía que tendríamos junta esta mañana
— dijo Harrison molesto.
De pronto, la puerta del lugar se abrió, dejando entrar a Albert, seguido de
Wendy.
—Discúlpenme, se me hizo tarde— se excusó el joven.
Erik, quien se había mantenido indiferente y distraído hasta esos momentos,
levantó la vista para dirigirla al recién llegado, sorprendiéndose al ver a su
mujer, quien lo miraba un tanto temerosa. Ambos intercambiaron miradas
durante unos segundos, hasta que el rubio se volvió furioso hacía Albert.
—¡Vamos afuera Halley! —ordeno Erik levantándose de su asiento y caminando
hacía la salida, haciendo lo posible por contener su enfado.
La muchacha le dedicó a Albert una mirada de súplica, mientras que este se
encogía de hombros y sonreía tratando de tranquilizarla, para después seguir al
menor de los Benway.
Los jóvenes salieron del lugar y se alejaron un poco para evitar ser escuchados.
—¿Qué pretendes ahora? —cuestionó Erik irritado.
—A partir de hoy Wendy trabajara como mi asistente. Ella no desea aceptar nada
tuyo, y yo estoy completamente dispuesto a ayudarla.
—¡No quieras pasarte de listo! ¡Si quieres fastidiarme busca otra manera que no
la involucre a ella!
—Piensa lo que quieras, pero esta es una decisión que tomó ella y voy a
apoyarla. Ahora, si me permites, tengo que estar en esa junta.
Albert dio media vuelta para dar por terminada la discusión, dejando a Erik solo,
quien sentía que su odio hacía ese hombre se incrementaba más cada vez que lo
veía.

Después de concluir la reunión de negocios, Halley dejo a la rubia en su oficina
para que comenzara con su trabajó, mientras el acudía a un llamado de Harrison.
Cuando llegó a su despacho llamo a la puerta, recibiendo inmediatamente
permiso para entrar.
—¿Quería verme, señor?
—Así es, Halley. Toma asiento.
El muchacho obedeció antes de que el mayor volviera a tomar la palabra.
—Supongo que sabes de lo que quiero hablarte.
—Sí, lo supongo.
—Dime algo, ¿acaso convenciste a la esposa de mi hijo de que trabajara para ti
solo para causarle molestias a Erik?
—¡Vaya! Creo que tanto usted como su hijo están muy equivocados en cuanto a
mis intenciones.
—Espero que no estés planeando alguna estupidez. Recuerda que Wendy aún
está casada.
—Le aseguró que no será por mucho tiempo. Por lo que he escuchado, Erik
quiere divorciarse. Y no voy a negarle que Wendy es una mujer hermosa e
interesante.
—Pues más te vale andarte con cuidado. Parece que a mi hijo ya le has hecho
enfadar.
—No me importa lo que el piense. Yo deseo ayudarla a ella. Está embarazada, y
necesita quien la apoye.
—¿Y desde cuando nació en ti ese deseo tan grande de ayudarla? —preguntó
Harrison con sarcasmo.
—Aunque no lo crea, así es. Mi apoyo hacía ella es incondicional. Además, ¿Por
qué no habría de ayudarla? Después de todo, el ser que lleva en su vientre...
también lleva mi sangre.
El hombre, quien caminaba en círculos por el despacho, se detuvo al escuchar
esas palabras, y dejándose llevar por la rabia que le ocasionaron, tomó por
sorpresa al joven, golpeándolo con el puño.
Albert cayó al suelo debido al impacto. Trato de incorporarse, mientras que un
hilillo de sangre descendía por su boca.
—¡Escúchame bien, muchacho! ¡Más te vale cuidar tu lengua y evitar decir
idioteces! ¡Recuerda que si estas vivo es solo porque tú y yo tenemos un trato!
¡Solo espero que tengas en cuenta lo que puede pasarte si la verdad se sabe!
¡Ahora lárgate de aquí!
Al se levantó rápidamente para salir del lugar, sin poder evitar mirar con rencor
al padre de Erik.
Mientras, Harrison veía salir al joven de su oficina. Apretó su mano con furia,
mientras que a su mente venían algunos dolorosos recuerdos.

Transcurrieron cinco meses sin muchos cambios. Wendy seguía trabajando con
Albert, quien seguía insistiéndole en el matrimonio, mientras ella luchaba
inútilmente por olvidar a Erik.
La misma situación se repetía con el joven Benway, a quien le atormentaba
diariamente el hecho de que otro hombre estuviera tomando su lugar y disfrutara
de cada momento con la mujer que él amaba, pero estaba totalmente cegado por
el orgullo y el dolor, que era lo que le impedía perdonar.
No podía dejar de pensar en todo aquello, ignorando por completo todo lo que
ocurría a su alrededor, incluso a Ray, quien le acompañaba.
—Erik, ¿estas escuchándome?
—Lo siento Ray, me distraje un segundo. ¿Qué me decías?
—Te estaba hablando de las maravillas de los ultrasonidos. Marcia y yo
disfrutamos mucho de ver a nuestro bebé, y ya sabemos lo que será.
—Eso es genial.
—¿Sabes? Wendy ha estado viendo al mismo médico que Marcia. Ellas se han
vuelto más cercanas con todo esto de sus embarazos.
Erik abrió los ojos al escuchar el nombre de la joven.
—¿Y... como esta ella? —preguntó desviando la mirada.
—No lo sé, ¿Por qué me lo preguntas a mí?
—Acabas de decir que la has visto últimamente.
—Si te interesa tanto deberías preguntárselo a ella directamente.
El rubio se mantuvo callado, siendo observado por Ray, quien terminó
suspirando con cansancio.
—Creo que ya es momento de que dejes a un lado tu estúpido orgullo. Ella va a
tener un hijo tuyo, y por el bien de ese niño es que deberíais tener una buena
relación.
—No deseo hablar con ella, y mucho menos desde que esta con ese estúpido de
Halley. A veces pienso que solo lo están haciendo para molestarme.
—Wendy es igual de orgullosa que tú, y puesto que no desea aceptar nada tuyo
se ha visto en la necesidad de trabajar.
—No hay necesidad de eso. Ese imbécil puede darle lo que necesite, pero solo
quiere tenerla cerca para torturarme.
—Pues contrario a lo que tú pienses, la verdad es que dudo mucho que Wendy y
ese hombre tengan alguna relación.
—Eso no es imposible, después de todo, fueron novios años atrás. No veo ahora
porque no lo pudieran serlo de nuevo.
—Parece que hoy tampoco se puede hablar contigo. Será mejor que me vaya. No
me gusta dejar tanto tiempo sola a Marcia.
—De acuerdo. Nos veremos otro día.
—Por supuesto. Y por favor te pido que pienses en lo que hablamos.
Murray salió de la oficina de su amigo, mientras este reflexionaba sobre la
charla. Era verdad que aún le guardaba cierto rencor a su esposa, pero la amaba
demasiado y ya no podía aguantar las ganas de hablar con ella, aunque su orgullo
fuera más fuerte.
El joven se sintió idiota por su propia actitud, y luchando consigo mismo, se
levantó de su asiento para ir a ver a Wendy.

La rubia se encontraba en compañía de Albert, quien terminaba de dictarle
algunas palabras en ese momento.
—Los documentos están casi listos. Será mejor que descanses un poco. Debes
estar agotada— dijo el muchacho.
—No te preocupes. De verdad me siento bien.
—Yo insisto. Recuerda que estás en una etapa importante de tu embarazo, y no
debes esforzarte demasiado.
—Está bien.
Wendy se inclinó hacia atrás en su asiento, cerró los ojos y suspiró
profundamente, mientras acariciaba su abultado vientre.
De repente, la joven abrió los ojos y sonrió con satisfacción.
—¡Acaba de darme una patada! —dijo Wendy con alegría.
—Debe sentirse muy bien llevar una vida dentro de ti.
—Es algo maravilloso. Mi bebé es muy fuerte y saludable.
—Te ves hermosa. Creo que todo esto de la maternidad te ha sentado muy bien
— expresó Al, haciendo sonrojar a la muchacha, quien ante la incomodidad que
le ocasionaba el comentario, buscó otro tema de conversación.
—¿Te gustaría sentirlo?
—¿De verdad puedo? —cuestionó Albert sorprendido.
La rubia asintió con la cabeza, mientras tomaba una de las manos de su
acompañante y la dirigía hacía su vientre.
Halley permanecía asombrado y sonreía tiernamente en aquellos instantes, pero
el momento fue interrumpido por la inesperada llegada de Erik, quien no tuvo la
delicadeza de llamar a la puerta.
Wendy y Albert se separaron rápidamente, mientras el recién llegado los miraba
con cierto rencor, olvidando el motivo de su visita.
—¿Acaso tu padre no te enseñó modales? —preguntó Albert molesto por la
presencia de Erik.
—¡Solo he venido a recordarte que necesitamos esos documentos mañana por la
mañana! ¡Así que deja de perder el tiempo!
El joven Benway salió del lugar completamente furioso. La escena presenciada
había logrado ponerlo de un humor insoportable. Sentía coraje, pero en contra de
Halley y de él mismo, pensando que podría ser el quien estuviera disfrutando de
esos momentos y estaba consciente de que en realidad eso era también su culpa.
Al llegar a su despacho, el teléfono comenzó a sonar, causando aún más enfado
en el rubio.
—¿Diga? —contestó el muchacho tratando de suavizar su tono.
—Señor Benway, soy Hughes.
—¿Qué pasa?
—Quiero informarle que ya tengo los resultados de la investigación. ¿Cuándo
podríamos vernos?
—Ahora mismo salgo para allá.
—De acuerdo. Lo espero aquí, señor Benway.
Erik colgó el teléfono y salió apresuradamente a su encuentro.

Después de varios minutos, Erik estaba en presencia de Hughes.
—Me alegra que haya podido venir señor.
—Quiero saber todo lo que averiguo. ¿Qué ha sido de mi madre?
—Lo que voy a decirle es algo delicado.
—Le escucho.
—Lamento tener que informarle que la señora Trish Benway murió... hace
algunos años.
El muchacho recibió la noticia con dolor, aunque durante mucho tiempo había
tenido presente esa posibilidad, la verdad era que ahora ese hecho le afectaba
bastante, puesto que aun guardaba una pequeña posibilidad de que no fuera así.
Hughes esperó un poco mientras Erik asimilaba la realidad.
—Aun así, investigué lo que pude sobre su vida. Creo... que a usted le interesará
lo que averigüe.
—Por favor, continué.
—Bien, tal vez deba comenzar diciéndole que poco después de la desaparición
de su madre, su padre inicio un proceso de divorcio y obtuvo la custodia debido
a sus influencias.
—Pero, ¿Por qué mi madre fue capaz de abandonarme?
—Parece ser que su madre cometió una infidelidad, y después de divorciarse
contrajo matrimonio con aquel hombre, con quien después tuvo otro hijo.
Erik no podía creer lo que estaba escuchando. En ese instante, sintió un extraño
sentimiento de odio hacía la persona que le había dado la vida, y a quien él había
querido durante tanto tiempo.
—¿Quién era ese hombre con el que se casó?
—Él también murió hace pocos años. Su nombre era Albert Halley.
—¿Ha... Halley? —preguntó Erik mientras palidecía.
—Así es, y el nombre de su hermano... es Albert Halley.
apítulo 16
C
Memorias

Erik se quedó paralizado ante la noticia. Le era imposible asumir que eso fuera
verdad.
—¡No! ¡Eso no puede ser!
—Señor Benway, puedo asegurarle que esta información es bastante confiable.
—¡Ese miserable no puede ser mi hermano! —gritó Erik, apresurándose a salir.
Se sentía dentro de una pesadilla. Estaba tan absorto en sus propios
pensamientos que caminaba casi instintivamente.
Subió a su vehículo. Estaba dispuesto a ir en busca de respuestas, y el primer
lugar al que pensó en acudir fue la casa de Albert.
El joven no tardó mucho en llegar a su destino. Después de subir rápidamente las
escaleras tocó el timbre con desesperación.
Albert estaba a punto de ir a dormir, cuando escuchó que llamaban a la puerta.
Miró su reloj, no era muy tarde pero le pareció extraño recibir una visita, ya que
no esperaba a nadie.
Se dirigió a la entrada, y al abrir, se encontró a Erik completamente agitado.
—¿Qué haces aquí, Benway? —cuestionó el muchacho sin disimular su
sorpresa.
—¡Necesito hablar contigo!
—Sea lo que sea, no me interesa. Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.
Albert estaba a punto de cerrar la puerta, pero Erik lo detuvo, para después,
tomar a Halley de la camisa.
—¡No voy a irme de aquí hasta que me respondas algunas preguntas!
El menor hizo una mueca de fastidio, mientras se soltaba del agarre del otro
hombre.
—De acuerdo, tú ganas. Solo trata de guardar compostura. Hay algunas personas
que se encuentran descansando y no quiero armar un escándalo.
Albert guió a Erik hasta la salida del lugar. Después el primero volvió a tomar la
palabra.
—¿Y? ¿De qué quieres hablar?
El mayor miraba a su acompañante con duda, pero luego de unos segundos se
armó de valor.
—Halley, necesito que me digas... ¿cuál era el nombre... de tu madre?
Albert lo miró perplejo, comprendiendo instantáneamente el porqué de aquel
cuestionamiento. Ahora su hermano también sabía la verdad.
El muchacho permaneció callado, sin estar seguro de qué responder, lo que
provocó que Erik se exasperara.
—¡Maldita sea! ¡Contéstame!
—¿Por qué quieres saberlo?
—Dime, ¿acaso era Trish Benway?
—Creo que eso es algo que debes preguntarle a tu padre.
El joven Benway enfureció más ante la negativa. Tuvo que contener sus deseos
de golpear a Albert. Ahora lo único que le interesaba era comprobar lo que había
averiguado.
Decidió marcharse a buscar a su progenitor, no sin antes dirigir una mirada
rencorosa al menor, quien trataba inútilmente de ocultar su turbación.
Nuevamente subió a su automóvil. Durante todo el trayecto seguía deseando que
aquello fuera una mentira. Le parecía un sucio juego del destino compartir lazos
de sangre con alguien a quien odiaba tanto.
Pronto llegó a la mansión Benway, donde algunos sirvientes lo recibieron
sorprendidos por el estado en el que se encontraba, pero el rubio ignoro todo por
completo y precipitadamente subió a la habitación de su padre, entrando sin
previo aviso.
Harrison, quien leía plácidamente sobre su cama, se levantó sorprendido y
molesto por la irrupción de su hijo.
—¿Qué significa esto, Erik?
—¡Por favor, papá! ¡Necesito hablar contigo! —suplicó el muchacho.
—¿Qué sucede? —preguntó el hombre preocupado por la desesperación de su
primogénito.
—¡Dime que es mentira que Albert Halley es mi hermano menor! ¡Por favor,
dime que es mentira!
El mayor de los Benway sintió que se le helaba la sangre. Por unos instantes no
supo que decir, pero la rabia que le ocasionaba el hecho de que su hijo
descubriera la verdad fue lo que lo hizo reaccionar.
—¿Halley te lo dijo?
—¡No, él no me ha dicho nada!
—¿Entonces cómo es que lo sabes?
—¡Eso es lo que menos importa! ¡Solo respóndeme!
—Es verdad... ese mal nacido es tu medio hermano— dijo Harrison con dolor.
La afirmación de sus dudas fue algo que impresionó bastante a Erik, pero eso no
evitó que siguiera bombardeando de preguntas a su padre.
—Pero, ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué es lo que me estas ocultando sobre mi
madre?
—¡No hay nada más que debas saber! ¡Tu madre nos abandonó hace años por
largarse con otro hombre! ¿Acaso no te basta con eso?
—¡No! ¡No te creo! ¡Mamá no hubiera sido capaz de abandonarme!
—¡Pues créelo! ¡No solo te ha abandonado, sino que también tuvo un hijo de ese
maldito! ¡Tú y yo jamás le importamos!
El padre del muchacho cubrió su rostro con una de sus manos, sin querer evitar
que las lágrimas salieran de sus ojos. Erik se sintió desconcertado al verlo así.
Nunca en su vida lo había visto llorar. Siempre se mostraba como un hombre
fuerte y frío, pero en ese momento lo veía derrumbarse. Había despertado en él
demasiados recuerdos tristes y el joven no podía evitar sentirse mal por eso.
—¡Por favor, Erik! ¡Lárgate! ¡Déjame solo! —pidió el hombre mientras que le
daba la espalda.
Erik obedeció. Salió lentamente de la habitación, estaba tan dolido por la verdad,
aunque su padre no estaba en mejores condiciones.
Después, el mayor de los Benway quedo solo, mientras que su mente se
remontaba a aquellos días, veintiún años atrás.

Estaba de pie junto a una gran ventana. Hacía un día muy hermoso, pero ella
solo se limitaba a estar ahí. Se trataba de una hermosa joven de cabello
castaño.
Trish sonreía satisfecha al mirar a su hijo, un pequeño niño que jugaba
alegremente en el jardín.
Mientras tanto, un hombre rubio se acercaba sigiloso hacía ella, aprovechando
su distracción. Sus profundos ojos azules se posaron en la mujer, quien no
advertía de la presencia de alguien más en esa habitación.
Luego, aquel misterioso sujeto rodeó con sus brazos la cintura de la dama,
quien se sorprendió al sentirlo.
—Profesor— dijo la chica en un suspiró.
El hombre comenzó a besarle el cuello, provocando que la muchacha gimiera de
placer, mientras ella trataba de detener a su acompañante.
—¡No Albert! Alguien podría vernos.
—No te preocupes, todos están bastante ocupados.
—Pero Erik podría venir.
—No lo creo. Parece que se está divirtiendo. No creo que quiera dejar de jugar
— dijo el hombre mientras cerraba las cortinas y continuaba con su tarea de
seducir a la mujer.
Trish comenzó a dejarse llevar por los besos y las caricias que el hombre le
proporcionaba y al poco rato ella también estaba correspondiendo. La
intensidad del momento fue aumentando. Ahora ambos se encontraban
desnudos, recostados sobre un sofá, entregándose uno al otro.
Albert silenciaba los gemidos de la chica con sus besos, mientras ella sentía que
enloquecía por todo ese placer.
Después de largos minutos, los amantes se separaron. Aun con la respiración
agitada, el rubio tomó a la muchacha entre sus brazos, susurrándole palabras
de amor al oído, mientras ella se acurrucaba en su pecho, permaneciendo así
durante unos instantes más.

Ya era de noche, Trish arropaba a Erik, después, besó la frente del pequeño que
dormía, deseándole dulces sueños. Salió de la habitación para dirigirse a la
suya.
La mujer entró a su habitación y se dirigió al tocador silenciosamente. Su
esposo, Harrison, ignoró el libro que sostenía entre sus manos, para mirarla
mientras ella cepillaba su cabello.
El hombre se levantó de su cama para dirigirse a su esposa, al llegar hasta ella,
la tomó por los hombros, causando incomodidad en la muchacha.
—Erik duerme profundamente. Pobrecito, estaba muy cansado— dijo Trish
tratando de desaparecer la tensión entre ambos. —Creo que no deberías exigirle
demasiado. Tan solo tiene cuatro años.
—¡Tonterías! Él va a ser mi heredero y debe convertirse en un hombre culto y
preparado, es por eso que le he conseguido a los mejores profesores.
—Pero le haces tomar demasiadas clases. Es por eso que termina exhausto.
—Créeme, es lo mejor. Así evitaremos que se convierta en un vago.
Ella rodó los ojos como gesto de desaprobación, ya que no estaba de acuerdo
con las ideas de su marido, pero sabía que jamás le haría cambiar.
Harrison acarició las mejillas de su mujer, después, colocó a la chica de frente
hacía el para mirarla. Él la amaba, era la persona más importante en su vida,
pero desgraciadamente sabía que ella no correspondía a sus sentimientos, ya
que su matrimonio fue acordado por sus padres y ambos tuvieron que acceder.
Aun así, Harrison no perdía la esperanza de que ella llegara a amarlo algún
día.
El hombre se decidió a besar a su esposa, para luego comenzar a decirle cosas
al oído.
—¿Sabes Trish? Ahora que mencionábamos sobre los herederos, creo que no
sería mala idea tener más hijos.
Esas palabras causaron nerviosismo en ella, quien se alejó de su esposo para
recostarse sobre su cama.
—Por favor, Harrison. No es momento para tratar estos temas. Estoy agotada y
necesito descansar. Además, con mi pequeño tengo más que suficiente.
El hombre se sintió molesto y desconcertado ante la actitud de su mujer, por lo
que decidió salir de la habitación y dirigirse a su despacho.
Desde hacía unos meses ella se mostraba distante e indiferente, pues aunque la
muchacha no sintiera nada por él, nunca se había resistido a sus
demostraciones de afecto.
Esos pensamientos no abandonaron al hombre, quien inútilmente trataba de
conciliar el sueño.

Algunos días después, durante una mañana, Trish y Erik se encontraban en el
recibidor.
El niño jugaba sentado en el regazo de su madre, mientras ella acariciaba
dulcemente su cabello y sonreía, pero aquella pequeña sonrisa reflejaba algo
más. La mujer no podía ocultar que algo le preocupaba.
De repente, la tranquilidad de ambos fue interrumpida por una persona que se
aproximaba.
—¡Profesor Halley! —gritó Erik alegre, mientras que corría hacía él para
abrazarlo.
El mayor lo alzó en brazos y le hizo algunos mimos, mientras se acercaba a la
madre del pequeño.
Intercambiaron miradas, pero él pudo notar la angustia en los ojos de ella.
Inmediatamente supo que debían hablar, pero no podían hacerlo teniendo al
niño tan cerca.
—Erik, se me está ocurriendo algo, ¿Qué te parece si olvidamos la clase de hoy
y nos vamos a jugar al jardín? —preguntó el hombre.
—¡Si! —contestó el niño emocionado.
—De acuerdo. Tú adelántate, primero necesito decirle algo a tu mamá.
El niño obedeció y salió al jardín. Después, Trish guió a Albert a otra
habitación. Luego de asegurarse de que no habían sido vistos, la chica cerró la
puerta tras de sí.
—Trish, ¿Qué ocurre? cuestionó el hombre preocupado.
—Tenemos que hablar.
—¿Sobre qué?
—Sobre nosotros. Creo que ya tuvimos suficiente de todo esto. Ya es hora de
detener esta locura. Yo estoy casada y tú eres el profesor de piano de mi hijo, y
de ahora en adelante solo será de él de lo que hablaremos.
—¡No lo entiendo Trish! Tú me amas, y yo te amo a ti.
—¡Entiende que no podemos seguir así! Yo juré ser fiel a Harrison.
—¡No te engañes! ¡Sabes que no lo amas! ¡Jamás podrás hacerlo!
—¡No importa si no puedo hacerlo nunca, pero lo nuestro solo es pasajero!
¡Esto no es eterno! ¡Algún día todos van a enterarse y no quiero pensar en lo
que sucederá!
Albert se acercó a ella, besándola sorpresivamente. La joven intentó resistirse,
pero le era imposible rechazar esos labios que la enloquecían.
Al separarse, el hombre pudo notar las lágrimas en los ojos de la mujer, lo cual
le obligó a abrazarla para tranquilizarla.
—Sé que soy egoísta, pero yo quiero seguir viviendo este hermoso sueño a tu
lado. No debes tener miedo, yo voy a estar contigo. Verás que podemos enfrentar
esto juntos.
—¡No Albert! ¡Ya no! No soy tan fuerte como crees. Además, ya no quiero
hacerle daño a nadie.
La mujer se alejó de él. Corrió hacía la puerta para salir, pero un mareo se lo
impidió. Sintió como poco a poco las piernas dejaban de responderle y se
desmayó. Los brazos del hombre impidieron que ella cayera al suelo. Ahora,
asustado, buscaba la manera de hacerla reaccionar.
La chica abrió lentamente los ojos después de unos minutos. Vio a Halley a su
lado y no pudo evitar su llanto de nuevo. Él la acercó a su pecho, no soportaba
verla llorar y en ese momento el motivo de su tristeza lo intrigaba.
—Trish ¡por favor! ¡Estoy muy preocupado por ti! ¿Qué está pasando?
¡Dímelo!
—¡Estoy embarazada Albert! ¡El bebé que espero es tuyo! respondió la joven
sollozando.
Albert quedó sorprendido, sin saber que hacer o que decir. Sonrió feliz, trato de
articular palabras, pero solo balbuceo cosas incomprensibles.
—Trish... yo... no sabes... no sabes lo feliz que me has hecho.
—Albert ¡no puedo! ¡No puedo tener a este bebé!
—¿Qué estás diciendo? —dijo el hombre mientras la sonrisa se borraba de su
rostro.
—Soy una mujer casada y no puedo tener un hijo de otro hombre ¡Tengo miedo
de lo que Harrison pueda hacer!
—Ya te lo dije, yo voy a estar contigo, y no voy a permitir que algo les pase a ti
o a mi hijo.
—Pero...
—Creo que debemos decírselo.
—¡No! ¡Si lo haces sería capaz de matarte!
—¡Eso es lo que menos me importa! ¡Si te ama tanto como dice va a
comprenderte y a dejarte libre!
Albert tomó las mejillas de Trish entre sus manos y elevo su rostro para mirarla.
—Sabes que no podremos ocultárselo por siempre. Debemos decirle.
—No me siento lista para hacerlo.
—No te preocupes, yo seré quien le dé la noticia.
Albert abandonó la habitación, dispuesto a ir a buscar a Harrison, mientras
Trish veía aterrada como se marchaba.

Halley llegó al edificio de la Corporación Benway, e inmediatamente se reunió
con Harrison, quien se sorprendió al ver llegar al profesor.
—¡Albert! ¡Que sorpresa tenerte aquí! Dime, ¿acaso vienes a hablarme de los
avances de Erik en tu clase?
—No, no vengo a hablar de eso. El asunto es algo más delicado.
—¡Vamos! No me preocupes así, ¿Qué es lo que ocurre?
—Quiero que sepas... que Trish está embarazada.
—¿Pero qué estás diciendo? ¿Cómo lo sabes?
—Porque el bebé que espera es mi hijo.
El joven Benway permaneció callado unos instantes. Las palabras de su
acompañante lo dejaron perplejo. Luego, miró al joven profesor con molestia.
—Halley, si esto es una broma déjame decirte que es de muy mal gusto.
—Esto no es ninguna broma.
—¿Entonces de que se trata toda esta estupidez?
—Me enamoré de Trish, y ella de mí. Fue algo que no pudimos evitar.
—¿Cómo os atrevéis a engañarme? ¡Creí que eras mi amigo!
—¡Perdóname! Pero te he dicho que ninguno de los dos pudo evitarlo. Además,
ella no te ama.
—¡Pero yo a ella sí! ¿Cómo has podido quitármela?
—¡Yo no te he quitado nada! Desde un principio jamás fue tuya.
—¡Maldito infeliz!
Harrison se abalanzó sobre Albert, iniciándose una pelea. Algunos empleados
que se encontraban cerca escucharon el escándalo de aquellos dos, y de
inmediato se dedicaron a separarlos.
El padre de Erik comenzó a arreglar su ropa, mientras se liberaba del agarre de
los otros hombres.
—¡Esto no se va a quedar así, Halley! ¡Haré que te arrepientas de lo que
hiciste!
Albert salió de su oficina. Iba caminó a su hogar. Necesitaba pedirle
explicaciones a Trish. Albert no se quedó atrás y también fue rumbo a la
mansión, siendo el primero en llegar.
La joven fue a su encuentro. Su rostro reflejaba terror, mientras se abrazaba a su
amante.
—¿Estas bien? ¿Qué ocurrió?
—No lo ha tomado bien, pero descuida, yo me haré cargo.
En ese momento llegó Harrison, interrumpiendo la escena.
—¡Déjame a solas con Trish! —exigió furioso.
—¡No! Esto es algo en lo que los tres estamos involucrados.
—¡No me hagas repetírtelo! ¡Déjanos solos!
—¡Por favor, Albert! ¡Haz lo que te dice! Te prometo que estaré bien—
interrumpió ella.
—De acuerdo. Lo hago solo porque tú me lo pides Trish.
Halley salió del lugar, dejando solo al matrimonio. Harrison miraba a su esposa
con rencor, mientras ella aguardaba silenciosa y nerviosa a su reacción.
—¿Qué demonios fue lo que sucedió? ¿Por qué me engañaste?
—Harrison, yo... créeme que no quería hacerte daño pero...
—¡Pero lo hiciste! ¡Te has acostado con otro hombre!
—¡Entiéndeme por favor! ¡Nos enamoramos! ¡Ni él ni yo teníamos esas
intenciones!
—¡Perdiste la razón por un miserable como él y ahora esperas un hijo suyo!
¿Esperas que pueda perdonarte?
—Sé que no debería pedírtelo, pero no quiero que me odies. Has sido muy bueno
conmigo, y jamás tendré como agradecerte por el maravilloso hijo que me diste,
pero yo no te amo. Siempre lo has sabido.
—¡Te vas a arrepentir de haberlo hecho! ¡Voy a hacer de tu vida un infierno!
¡Lo primero que haré será impedir el nacimiento de ese bastardo!
—¡No permitiré que hagas daño a mi bebé! ¡Ya no quiero seguir a tu lado!
—¿Así que eso quieres? De acuerdo, voy a darte el divorcio. Mañana mismo
interpondré la demanda.
Trish miró sorprendida a su marido, sin poder creer que accediera tan
fácilmente. La voz del hombre la hizo reaccionar.
—Quiero que te vayas de la casa en este instante. No quiero tener que verte, a
menos que se trate de algo referente a la separación.
—Está bien. Iré por Erik y por mis cosas.
—¡Espera un momento! ¡No vas a llevártelo!
—¡Es mi hijo! ¡Necesita estar conmigo!
—¡Creo que eso fue lo que menos te importó cuando te revolcaste con ese
sujeto! ¡Lárgate con el! ¡Pero de ninguna manera permitiré que te lleves a mi
hijo!
—¡No puedes hacerme esto, Harrison!
—¡Claro que puedo! ¡De la misma forma en la que tú me engañaste!
La mujer se dirigió a la puerta, dispuesta a ir por el pequeño, pero su esposo la
tomó del brazo, apretando con fuerza.
—¡Escúchame bien, Trish! ¡Esta estupidez fue algo que tú decidiste, y ahora
tendrás que vivir con ello! ¡Quiero que desaparezcas de nuestras vidas!
—¡Estas equivocado si crees que voy a renunciar a mi hijo!
—No vas a tener otra opción, a menos que quieras quedarte sin nada.
—¿Qué... quieres decir con eso? —preguntó la mujer asustada.
—Trish, me conoces bien. Sabes que cuando me lo propongo puedo ser muy
peligroso. Y si me haces enfadar, tal vez... algo malo pueda pasarles a Albert y
al hijo que esperas. Podrías... quedarte sola— respondió el rubio sonriendo
maliciosamente.
—¡No te atreverías!
—¡Si sigues retándome haré que tu peor pesadilla se vuelva realidad! ¡Y si
sigues insistiendo, hasta Erik pagara las consecuencias! ¡Soy capaz de matar a
mi propio hijo con tal de que nunca más vuelvas a verlo!
La mujer palideció. Sabía de sobra que Harrison siempre cumplía sus
amenazas.
Ella abandonó el lugar. Albert, quien la esperaba afuera se preocupó al verla
tan alterada, pero ella no deseaba hablar más del asunto, así que salió de la
mansión junto al hombre que amaba.
Erik miró desde las escaleras como su madre se marchaba, sin saber que esa era
la última vez que volvería a verla.

Algunos meses después, Harrison volvía a su hogar luego de haber asistido a la
última cita en el juzgado. Sonreía con satisfacción, pues no solo había logrado
que el divorcio se efectuara rápidamente, sino que también consiguió la
custodia de su hijo, lo cual dejo a Trish completamente destrozada.
Estaba tan cegado por su odio y su deseo de venganza, que no pensaba en el
niño, quien al ver llegar a su padre, se acercó a él, con lágrimas en sus ojos.
—Papá, extraño a mamá ¿Dónde está? ¿Cuándo volverá?
—Ella no va a regresar nunca.
—¡Tengo mucho miedo! ¡Quiero verla! —insistió Erik, quien por su corta edad
parecía no querer comprender las palabras del mayor.
—¡Te he dicho que ella ya no va a volver! ¡Ya no le importamos, por eso nos
abandonó!
—¡No es cierto! —Gritó el pequeño, al darse cuenta de lo que su progenitor
estaba diciendo —¡Tú eres el que no me quiere! ¡Quiero ir con mamá! ¡Llévame
con ella!
Erik abrazó las piernas de su padre, mientras suplicaba con sus lágrimas el ver
a su madre.
A pesar de ser un hombre muy frío, la escena logró conmover el corazón de
Harrison, quien se sentía mal por ver así a su hijo, pero no estaba dispuesto a
doblegar su orgullo.
Después de pensar en eso, el hombre cayó en la cuenta de que ahora debía criar
solo a su hijo. Jamás había tenido a un niño a su cuidado, por lo tanto no sabía
cómo actuar.
Decidió que lo mejor era alejarse, y dejar ese trabajo a alguien más, ya que no
se sentía listo para hacerlo.
El pequeño seguía llorando, provocando que el hombre se desesperase. Con un
movimiento brusco lo tomó de los hombros, asustándolo.
—¡Escúchame! ¡Deja ya de llorar! ¡Aunque lo hagas, tu madre no va a volver!
¡A partir de ahora vas a cuidarte solo! ¡Ya no eres un bebé! ¡Madura!
Las duras palabras hicieron que Erik controlara su llanto. Con una impresión
que no lograba esconder, miraba a su padre, quien se marchaba hacía su
despacho.
Comprendió con dolor que todo era verdad. Desde ese momento se quedaría
solo. Su mundo se había derrumbado en poco tiempo y ni siquiera sabía la
razón. Y fue desde aquel instante cuando en su mente se formó esa necesidad:
poder ver una vez más a su madre.

De vuelta en el presente, Harrison se inclinaba sobre su asiento, detrás de su
escritorio. Desde que Albert había llegado a su vida, los recuerdos del pasado no
dejaban de atormentarlo. No sentía culpa por lo que había hecho, más bien, dolor
y decepción, pues a pesar de todo seguía amando a Trish.
Esas memorias eran insoportables, en algún momento llegó a creer que podría
llegar a olvidar, pero no sería de esa manera. Por lo menos, no hasta que el
producto de aquel pecado desapareciera.
Lentamente, el mayor de los Benway abrió uno de los cajones de la mesa,
sacando de él un objeto brillante, de color negro. Un arma de fuego.
—Creo... que esto podrá hacer que se acabe mi sufrimiento.
apítulo 17
C
Confusiones y despedidas

Wendy permaneció varios segundos frente a la puerta, mientras apretaba
levemente las llaves que sostenía en una de sus manos.
En realidad ya no estaba segura de estar agradecida con Ray, puesto que en ese
momento su visita ya no le parecía una buena idea, aunque la necesidad de ver a
Erik se hizo más grande cuando Albert le informó que él se había enterado de
todo, por lo que no podía evitar sentirse preocupada.
Se dio cuenta de que ya no era tiempo de acobardarse, así que dejo de dudar.
Introdujo una de las llaves en la rendija de la puerta y entró.
A pesar de que el sol todavía no se ocultaba, el recibidor se encontraba en
penumbras, ya que las ventanas estaban cubiertas por unas gruesas cortinas.
La muchacha encendió la luz y observó a su alrededor. Todo era un completo
desastre, pero lo que más resaltaba a la vista eran las botellas de alcohol
esparcidas por los rincones de la habitación.
Después de eso, pudo divisar a Erik, tendido sobre un sofá, con uno de sus
brazos cubriéndole el rostro. Lo miró durante unos instantes antes de acercarse.
Parecía estar dormido, por lo que ella se acercó a él lo más sigilosa posible, aun
así él se percató de su presencia.
—¿Qué... haces aquí? —cuestionó el joven con indiferencia, manteniéndose en
su misma posición.
—Lo siento, no quería despertarte.
—No estaba durmiendo, pero aun no has contestado a mi pregunta.
—Solo venía a verte.
—No entiendo porque.
—Estaba preocupada por ti.
—¡Pues déjame decirte que lo último que necesito ahora es tu compasión! ¡Vete!
—gritó el muchacho incorporándose en su asiento.
—¡No hago esto por lástima! ¡Entiende que de verdad me importas!
Ambos quedaron en silencio. Erik desvió la mirada, evitando la de Wendy, quien
luchó por recuperar la cordura y relajarse.
—¿De verdad quieres eso? ¿Quieres que me vaya?
Ella interpretó ese mutismo como una afirmación, por lo que, sin decir nada más,
dio media vuelta para marcharse, pero se detuvo al sentir que era tomada del
brazo.
Sorpresivamente, Erik se abrazó a ella, para después, acomodar su frente en uno
de sus hombros.
—¡Quédate! ¡Por favor, no me dejes solo! —suplicó Erik, mientras las lágrimas
rodaban por sus mejillas.
Ante esa reacción, Wendy no pudo más que corresponder al abrazo y acariciar
cariñosamente la dorada cabellera de su amado, haciendo que este se sintiera
libre para desahogarse.
Comenzó a llorar con más fuerza, como si se tratase de un niño pequeño,
mientras que la joven lo consolaba, sintiéndose conmovida por su dolor.
—¿Te das cuenta... de que la persona que debía amarme más que a nada en el
mundo me abandonó? ¡Debió estar tan asqueada de la vida que llevaba junto a
mi padre que decidió dejarnos a ambos! ¡Además me reemplazó teniendo un hijo
de un hombre al que de verdad amaba!
—¡No fue así!
—¿Entonces por qué me dejo? ¡No lo entiendo!
—Debes hablar con Albert. Él te lo explicara todo.
—No me siento capaz de verlo a la cara. Ahora no se con exactitud qué es lo que
siento.
—Por el momento trata de olvidar todo esto. Solo déjame estar contigo un poco
más.
Parecía que el tiempo se había detenido mientras permanecían abrazados. Lo
único que les importaba en esos instantes era estar juntos, como no lo habían
hecho desde hacía mucho.

Albert no dejaba de mirar por la ventana. Afuera todo era oscuridad, lo que le
tenía muy inquieto, algo que no pasaba desapercibido por la anciana que lo
acompañaba.
—¿Cuánto tiempo más piensas seguir ahí?
—Abuela, ya ha anochecido y Wendy aun no regresa. Creo que no debí dejarla
salir sola.
—Descuida, ella está bien. Seguramente su tardanza se debe a que esta con él.
Albert adquirió una expresión seria después de las palabras de Pinkett, pues le
dolía recordar el hecho de que ella quiso correr a los brazos de su hermano para
consolarlo.
La mujer dio un suspiró antes de continuar con la charla.
—Debo admitir que todo este asunto me tomó por sorpresa. Jamás imaginé que
Erik y tú fuerais hermanos.
—Yo quise decírtelo, pero la situación entre nosotros ya se había complicado
bastante. Hubiera preferido que él no se enterara de nada.
—No podías ocultárselo por siempre, además él tenía derecho a saberlo. Puede
que a partir de ahora os llevéis mejor.
—Lo dudo. Es verdad que compartimos lazos de sangre, pero nos hemos hecho
demasiado daño, y yo... aun no puedo perdonarle muchas cosas.
—Solamente tenéis que daros tiempo. Yo tengo fe en que todo cambiará.
—Tal vez, abuela— dijo Al con una pequeña sonrisa en el rostro.

Los primeros rayos de luz se asomaron por la ventana. Erik abrió sus ojos
lentamente, frotándolos unos segundos después. Se sentía mareado y con dolor
de cabeza debido a la resaca que sufría.
Después de espabilarse un poco, volteó a su lado, encontrando a Wendy dormida
junto a él, abrazándolo. Fue entonces cuando recordó lo sucedido la noche
anterior. Se había sentido tranquilo al tenerla cerca, era la única mujer capaz de
suavizar sus sentimientos, y por quien más había sufrido.
Regresaron a él aquellos dolorosos pensamientos, pues eran el motivo por el que
ella se encontraba con él.
Erik intentó apartarse cuidadosamente, pero fue inútil, ya que ella se despertó
debido al movimiento.
Wendy miró a su marido confundida por el hecho de que este le hubiera dado la
espalda y hubiera empezado a caminar hacía la salida de la habitación.
—¿Qué sucede? —preguntó tratando de detenerle.
—Lo siento. Lo de anoche... no debió pasar.
—¿Eso significa que aún no me has perdonado?
—No pensé bien las cosas. Estaba ebrio, y lo sabes.
Wendy se molestó ante esa respuesta, así que se apresuró a tomar sus cosas para
marcharse, pero Erik se interpuso en su pasó.
—No es lo que piensas. Yo... no puedo odiarte. A pesar de todo no te guardo
rencor, porque lo que siento por ti es más fuerte que eso.
—¿Entonces por qué...?
—Entiende que ya no puedo seguir a tu lado. He sufrido mucho, y ya estoy
cansado. Lo único que deseo es olvidar.
—¿Por qué no dejas de ser tan egoísta y piensas también en nosotros?
—Aprendí de pequeño que no le intereso a nadie, y este es el resultado. Además,
si lo piensas, lo mejor es que estés con Albert. Ya no pienso interponerme entre
vosotros.
—¡Saca de tu cabeza de una vez por todas esas estupideces! ¡Entre él y yo no
hay nada!
—¡Aun así! ¡Uno de los peores sufrimientos de mi vida lo ocasionasteis
vosotros! ¡La mujer que amo y mi propio hermano! ¡Y por si fuera poco, tú
estabas enterada de esto y no me lo dijiste!
—¿Quieres que me aleje de ti solo para que te olvides de todo esto y dejes de
sufrir? ¿Por qué no tratas de enfrentar la realidad? ¡Tú mismo te engañas!
—Ya te lo dije, es lo mejor.
—¡Eso lo dirás por ti!
Wendy salió apresuradamente del departamento, dejando a su marido pensativo
y triste, pero para él, dejarla libre era lo mejor que podría hacer por ella, pues en
ese momento no tenía la estabilidad emocional para estar a cargo de su familia.

Wendy llegó a casa de Albert. Entró con cuidado, tratando de no llamar la
atención de su abuela o su amigo, pero no contaba con que este último la
estuviera esperando en el recibidor.
El joven pudo ver el llanto en los ojos de la chica, sintiéndose intrigado por ese
hecho.
—Wendy, ¿estás bien? ¿Qué sucedió?
—Ya no tiene importancia— contestó ella sin detenerse hasta llegar a su
habitación, seguida de Albert.
—Wendy, ¿Qué...?
—¡No puedo más, Al! interrumpió la muchacha —Durante todo este tiempo
pensé que las cosas entre Erik y yo podrían arreglarse. Guardé falsas esperanzas,
y ahora me doy cuenta de que nunca será así. No soporto verlo y no poder estar
junto a él, por eso, quiero que nos vayamos. Vámonos lejos, para que pueda
olvidarme de él.
—¿Estas segura de esto?
—Sí, lo estoy.
—Sabes que te apoyaré en lo que sea. Solo dame un poco de tiempo para
arreglar algunos asuntos. Después, nos iremos tan lejos como podamos.

Un par días más tarde, Ray se reunía con Erik en la oficina de este. El rubio miró
a su amigo unos segundos, dirigiéndole luego una sonrisa triste.
—Hola, Ray.
—Hola. No podía dejar de venir a verte. Quise hacerlo antes pero...
—No te preocupes. Me alegra que estés aquí.
—Wendy me contó... lo de Albert ¿Cómo te sientes?
—No lo sé. Todo esto me tiene muy confundido.
—¿Has intentado hablar con él?
—No. Ni siquiera he hablado con mi padre. Ya no sé qué hacer. Cuando me
enteré de que Albert es mi hermano, me desconcerté mucho, y creí que lo odiaba
aún más que antes, pero lo he pensado, y la verdad, es que no quiero odiarlo.
—Te comprendo, y debo decirte que si en realidad deseas arreglar todo esto,
tienes que hablar con tu padre y con Halley.
—Tienes razón. Aún hay muchas que no tengo en claro. Creo que mi padre aún
está ocultándome algo.
—Me parece muy bien. Entonces, creo que no te haré perder más el tiempo, creo
que tienes mucho trabajó que hacer. Te deseo suerte.
—Te lo agradezco, amigo.
Murray hizo un ademán con la mano en señal de despedida, el cual fue
correspondido por Erik, quien después de unos segundos solo vio cómo su
amigo se alejaba.
Continuó con su trabajó durante unas horas más.
Ya era de noche, y en el lugar no había casi nadie. Las oficinas y pasillos lucían
desiertos.
Erik seguía en su despacho, reflexionando sobre el consejo de Ray. Aun no
estaba seguro de cómo comenzar, pero sabía que había llegado el momento de
hablar claro con su padre.
Conociéndolo, estaba seguro que aún estaba en la empresa, puesto que el hombre
tenía la costumbre de trabajar excesivamente, tal vez con el fin de olvidarse de
sus propios problemas.
El muchacho se levantó de su asiento, decidido a ir hasta donde su progenitor.

Harrison cerró la puerta tras de sí, y, luego de pedirle a su acompañante que se
acomodara, se dirigió detrás de su escritorio.
Hubo un breve e incómodo silencio, que fue roto cuando el chico se atrevió a
hablar.
—Le agradezco que haya accedido a hablar conmigo señor.
—Ahórrate tus agradecimientos Halley. En realidad yo también necesitaba verte.
Pero primero escuchare lo que vienes a decirme.
—Creo que, lo primero que tengo que dejar en claro es que yo no le dije la
verdad a Erik. De alguna otra forma él se enteró
—¿Eres consciente de que eso anula nuestro trato?
—Lo sé, pero aun así, yo estaba ya dispuesto desde hace días a devolverle lo que
le pertenece. Ya no deseo nada de usted. A partir de hoy, quiero alejarme de este
lugar, de todo lo que tiene que ver con mi doloroso pasado. Voy a irme lejos, y
jamás volveré a molestarles.
—Has tomado una sabia decisión Albert, pero desafortunadamente es un poco
tarde para eso. Debiste haberlo pensado antes de meterte conmigo. Lo que
hiciste fue muy estúpido, ¿lo sabias?
—Señor, yo, no puedo evitar guardarle rencor por todo el sufrimiento que le
ocasionó a mi madre, pero esto no nos llevara a ningún lado. Será mejor que lo
olvidemos y continuemos con nuestras vidas.
—¡No muchacho! ¡Cometiste un error y ahora pagarás las consecuencias! ¡Solo
viniste aquí a arruinar mi tranquilidad y la de mi hijo! ¡Recibirás tu castigo por
haberme retado!
Erik, quien había permanecido escuchando detrás de la puerta, se dio cuenta de
lo que esas amenazas significaban, y, motivado por el miedo que le ocasionaron
las palabras de Harrison, entró sorpresivamente a la oficina, encontrando a su
padre apuntando a Albert con un revólver.
—¡Papá! ¿Qué demonios crees que haces?
La irrupción de su hijo, hizo que el mayor desistiera por unos instantes de su
acción.
—¡Hago lo que debí de haber hecho desde un principio! ¡No debí permitir el
nacimiento de este bastardó miserable! —contestó el hombre volviendo a
apuntar con el arma al rubio, pero antes de que pudiera hacer otra cosa, el menor
de los Benway se colocó frente a su hermano.
—¡Padre, piénsalo bien! ¡No hagas una locura!
—¡Hazte a un lado Erik! ¡No entiendo por qué proteges la vida de este maldito!
¡Date cuenta de que todo esto es por su culpa! ¡Por él y por su padre, Trish nos
abandonó! ¡Ahora voy a borrar el error que ella cometió!
Albert estaba bastante impresionado, sin saber qué hacer. Solo miraba aterrado la
escena, mientras Erik se acercaba cuidadosamente a Harrison, tratando de
tranquilizarlo y quitarle la pistola.
Una vez que estuvo lo suficientemente cerca, el joven tomó el arma de fuego por
uno de los extremos, mientras el mayor comenzaba con el forcejeo.
Cuando por fin pudo reaccionar, Albert corrió a auxiliar a su hermano, quien
seguía luchando por quitar el revólver de las manos de su progenitor.
De pronto, se escuchó una detonación, lo que hizo que los tres se detuvieran.
Hubo unos instantes de silencio. El padre de Erik dio unos pasos hacia atrás,
soltando el arma y mirando temeroso sus ropas teñidas de rojo.
Con la misma expresión, se giró a ver a ambos jóvenes, quienes compartían su
impresión, pero lo que más hizo palidecer a Harrison, era el hecho de que su hijo
se desvanecía en los brazos de Albert, mientras la sangre brotaba de su cuerpo.
apítulo 18
C
Esperanzas

Al caminaba nervioso de un lado a otro. Sus manos temblaban debido a la
alteración y la falta de noticias no ayudaba mucho.
Se dio cuenta de que no ganaría nada si seguía así, por lo que decidió tratar de
tranquilizarse y tomar asiento en un sofá de la sala de espera.
Después de unos minutos, Albert pudo ver llegar a Ray, a quien había dado aviso
de lo ocurrido, en compañía de Marcia.
Ray miró a Albert durante unos segundos, sintiendo una extraña rabia en su
interior, lo cual le incitó a echársele encima. Sujetó al muchacho por la camisa, y
lo empujó violentamente hacia atrás haciéndolo chocar contra la pared.
—¿Qué... que fue lo que sucedió? ¡Dímelo! exigió el mayor desesperado por la
situación de su amigo.
—¡Ray, tranquilo! ¡Este no es momento para armar un escándalo! —dijo Marcia
apresurándose a intervenir, mientras tomaba ambas manos de su esposo para
detenerlo, cosa que no fue suficiente, ya que el aludido seguía presionando con
fuerza al chico.
Al no intentó deshacerse del agarre, solo se limitó a verlo con temor.
—Yo... todo pasó muy rápido— contestó torpemente —Harrison... quiso
matarme, pero Erik... el entró a ayudarme. Créeme que no deseaba que esto
sucediera— explicó Albert con voz temblorosa.
Ray ablandó su semblante y fue soltándolo poco a poco, convencido por sus
palabras y su expresión de verdadera angustia.
—¿Dónde está Harrison? —inquirió Murray con seriedad.
—El admitió los hechos. La policía se lo llevó para seguir con el interrogatorio.
—¿Y qué noticias hay sobre Erik?
—Hace casi una hora que lo llevaron a quirófano y aun no sé nada.
—¿Avisaste a Wendy?
—No. No me siento capaz de decírselo. Tengo miedo de que pueda afectarle.
—No podemos ocultárselo.
—Pero no sé cómo...
—Déjamelo a mí— concluyó el muchacho alejándose, ante la mirada dudosa de
Albert.

Wendy se encontraba dormida en su habitación. Permanecía abrazada a una
almohada, mientras que un mal sueño amenazaba con hacerla despertar.
Pinkett, quien observaba de cerca a su nieta, se aproximó a ella para tocarla de
forma delicada, haciendo que la rubia abriera los ojos rápidamente, exaltada.
La joven miró confundida a su abuela, incorporándose en su cama y
comenzando a limpiar sus lágrimas, producto de la pesadilla que sufría unos
momentos atrás.
—¿Qué sucede, abuela?
—Lamento despertarte a esta hora, pero debo decirte algo.
—Te escucho.
—Ese hombre, Ray Murray, acaba de llamar hace unos minutos.
Wendy sintió que su corazón se salía del pecho de tan solo escuchar esas
palabras, ya que un extraño presentimiento le decía que era un augurio de malas
noticias.

Albert seguía sentado en la sala de espera de aquel hospital. La espera se hacía
cada vez más desesperante, y eso le hacía sentir impotencia, aunque Ray y
Marcia no estaban en mejores condiciones.
De repente, Albert pudo divisar a una persona conocida, sintiendo que se le
helaba la sangre al verla.
Wendy se apresuró a llegar hasta donde él, quien la tomó por los hombros al
mirarla tan desconsolada.
—¿Por qué? ¿Cómo fue posible que esto sucediera Albert? —dijo la chica
sollozando.
—Perdóname. Yo... no pude evitarlo.
La joven abrazó a su amigo, buscando mitigar su tristeza, mientras él se sentía
miserable por su llanto.
Repentinamente, un médico se acercó a los presentes, ganándose su atención.
—¿Son familiares de Erik Benway?
—Si— asintió Ray.
—La operación fue exitosa, hemos logrado sacar la bala de su cuerpo.
Afortunadamente esta no logró afectar ningún órgano vital y aún se encuentra
delicado de salud, debido a que perdió una excesiva cantidad de sangre, por lo
que será necesaria una transfusión—
—Yo... le daré la sangre que le haga falta— respondió Al.
—De acuerdo. Venga conmigo.
El joven se alejó junto con el doctor, mientras que Wendy no lograba esconder su
asombro por la acción del muchacho. De haber sido otro momento y otras
circunstancias, ella habría sonreído tiernamente por ese noble gesto.

Ya habiéndose efectuado la transfusión, Halley regresaba con Wendy. Con una
leve palidez en su rostro, Albert se sentó a su lado, mientras una ligera sonrisa se
marcaba en sus labios, desconcertándola.
—Wendy, me doy cuenta de que todo esto es muy irónico. Los dos, hemos
renegado de llevar la misma sangre, y eso es lo que ahora le está salvando la
vida a Erik.
—Pues yo estoy muy agradecida contigo.
—No me lo agradezcas aun. Él no se encuentra fuera de peligro todavía.
—Eso que has hecho ha sido muy noble. Creo que a pesar de todo lo que ha
ocurrido, estimas bastante a tu hermano.
El muchacho se levantó rápidamente de su asiento, tratando de ocultar su
vergüenza.
—¡Te equivocas! Solo lo he hecho para pagar mi deuda con él. Me ha salvado la
vida, y ese era el único modo de agradecérselo— contestó fingiendo molestia,
mientras que dio media vuelta para alejarse.

Todos estaban agotados después de permanecer toda la noche despiertos en
espera de más noticias, y esa tarde, desafortunadamente no eran muy buenas.
—Traigo noticias sobre la salud del joven Benway— dijo otro de los médicos —
El paciente ha caído en estado de coma. Haremos por él lo que esté en nuestras
manos— concluyó el hombre mientras se alejaba, pero fue interceptado por Ray.
—¿Qué es lo que está tratando de decir? —cuestionó Murray
—El muchacho ha entrado en una etapa de inconciencia indefinida, donde tendrá
que depender de algunos aparatos para sobrevivir. Algunas personas pueden
durar días, meses o inclusive años en esa situación, y si le soy sincero, yo no le
daré falsas esperanzas. Tengo la impresión de que este paciente ya no tiene
voluntad de vivir.
Aquellas palabras fueron demasiado duras, por lo que el joven de cabello negro
no pudo esconder su consternación. Los demás lo miraban confusos, queriendo
saber la información que había obtenido, pero estaba claro para el que Wendy no
debía saberla, por lo que se esforzó en cambiar su expresión.
—Erik, puede mejorarse en pocos días. Solo tendremos que esperar. Ahora, si
me permiten, saldré a tomar un poco de aire.
Sin más, Ray salió del lugar, seguida de Wendy, a quien no habían convencido
sus palabras.
—¿Qué está ocurriendo realmente?
—Ya te lo dije. Erik está en coma, pero es muy probable que se recupere pronto.
—¡No me mientas Ray! ¡Algo no está bien y no quieres decírmelo!
—¡No hay nada más que debas saber! —contestó Murray, siendo traicionado por
sus ojos nublados.
Wendy se acercó a él, colocando una de sus manos sobre el hombro de Ray,
tratando de demostrarle confianza, lo cual dio resultado.
—No saben si va a recuperarse, y el médico, no me ha dado muchas
posibilidades. Dice que él ya no tiene deseos de vivir, y eso, empeora las cosas.
Ella empezó a limpiar las lágrimas silenciosas que corrían por su cara, mientras
volvía al interior del hospital. Caminó por los pasillos de terapia intensiva, donde
mantenían a Erik. Ahora solamente tenía deseos de verlo.
Cuidadosamente entró a la habitación, encontrando a su aun esposo postrado
sobre una cama, conectado a algunos aparatos. La angustia de verlo así le
ocasionó más llanto, pero luchó por contenerlo.
Se aproximó hasta el, tomando una de sus manos inertes entre las suyas.
—Erik, sé que puedes escucharme, y en este momento quiero decirte todas las
cosas que no pude decirte antes. Desde que decidiste separarte de mí, la vida ha
sido insoportable, y estoy consciente de que he tenido mucha culpa en eso.
Jamás quise mentirte, pero lo que menos quería era hacerte sufrir, y
lamentablemente solo conseguí eso, así que no te culpo por tu decisión. Todos
los días, he deseado poder remediar el mal que te hice, pero es imposible.
Quisiera seguir viviendo mi vida junto a ti, seguir amándote. Quisiera que
podamos ver crecer a nuestro hijo. Tú, no puedes terminar de esta manera.
Tienes que seguir viviendo. No me importa si no me perdonas, tampoco me
importa si te vuelves a enamorar de otra persona. Yo te amo, y quiero que vivas.
¡Por favor! No puedes abandonar a nuestro pequeño.
La joven termino rompiendo en llanto. Ya no podía soportarlo más. Era hora de
terminar con su breve visita, por lo que depositó un beso en los labios de Erik,
para después acariciar su mejilla.
En el instante antes de marcharse, sintió sorprendida como el muchacho apretó
levemente su mano, y luego de dar aviso, la habitación comenzó a llenarse de
médicos y enfermeras.
apítulo 19
C
Comenzando de nuevo

Finalmente, Erik despertó de su letargo. Parpadeó un par de veces al sentir la
molesta luz solar sobre sus ojos. Después, examinó cuidadosamente la extraña
habitación, y al girar su rostro hacía un lado, encontró a Ray, quien sonreía
levemente.
—¡Vaya! Por fin despiertas.
—¿Dónde estoy? ¿Qué fue lo que sucedió?
—Tranquilo, ¿acaso no lo recuerdas?
—Lo último que recuerdo... es que fui a hablar con mi padre, y el...
El rostro del muchacho se tornó pálido, debido a que llegaron a su mente las
últimas imágenes de lo que vivió. Rápidamente, el menor de los Benway intento
levantarse, pero un agudo dolor en el abdomen se lo impidió.
—¡Calma, Erik! ¡Tus heridas aún no han sanado! No debes ponerte de pie— dijo
Murray mientras ayudaba a su amigo a recostarse de nuevo.
—¿Qué pasó con mi padre y con Albert? —cuestionó Erik preocupado.
—Descuida, ellos están bien.
—¿Hace cuánto tiempo que estoy aquí?
—Una semana.
—¿Una semana?
—Así es. Estuviste inconsciente desde entonces. Nos tenías muy preocupados.
Ray, calló durante a unos segundos, mientras, miraba a su acompañante con
cierta ironía.
—Cuando... me enteré de lo que hiciste, la verdad, no supe que pensar. Jamás
imaginé que fueras capaz de arriesgar tu vida por ese chico.
—Si te soy sincero, yo tampoco sé por qué lo hice. Pero... algo dentro de mí me
dijo que debía ayudarlo.
—Parece que los lazos de la sangre son más fuertes de lo que vosotros creéis. Él
estuvo pendiente de tu salud en todos estos días.
—¿Albert estuvo aquí?
—¿Y qué esperabas? Aunque lo niegue, yo creo que de verdad se preocupa por
ti. También Wendy vino a verte.
Erik se sonrojó al recordar un sueño, en el que la joven lo llamaba, pero después
tuvo el presentimiento de que no había estado soñando.
—¿Y dónde está ella?
—Anoche le pedí que se fuera a casa a descansar, pero creo que estará aquí muy
pronto. ¿Quieres que le haga entrar a verte en cuanto llegué?
—No, yo... por ahora preferiría que te quedaras tú.
—¿Aun estás enfadado con ella?
—No es eso. Lo que pasa es que no sé qué decirle.
—Eso parece cosa de un adolescente tonto. Pero en fin, haré lo que quieras. Solo
déjame hacer una llamada a Marcia para informarle que me quedaré más tiempo.
Murray salió de la habitación, y tan pronto como cerró la puerta, vio a Wendy
acercarse hasta él.
—Buenos días, Ray-
—Buenos días.
—¿Cómo esta Erik?
—Ya ha despertado. Hace unos momentos estaba hablando con él.
—Me alegra mucho— confesó la chica mientras sonreía tristemente —Creo
entonces que ya no tengo nada que hacer aquí.
—¿No vas a entrar a verlo?
—No. Tengo la sensación de que el no desea verme, y no quiero incomodarlo.
—Está bien. De cualquier forma, le diré de tu visita.
—Tengo que irme. Albert me está esperando.
Sin más, Wendy dio media vuelta para retirarse.

Días más tarde, Erik se encontraba de pie, aun dentro de la habitación del
hospital.
Estaba terminando de alistarse, cuando se detuvo unos instantes a mirar el lugar.
Respiró aliviado al saber que saldría de ahí, ya que su estancia comenzaba a
desesperarle.
Al notar que la puerta se abría, el muchacho dejo de lado su distracción.
—Bien, es hora de irnos. ¿Estás listo? —preguntó Ray.
—Sí, ya he terminado de vestirme.
—Entonces vámonos. El médico dijo que necesitas descansar, así que te llevaré
directamente a tu departamento.
—Ray, si no es molestia, quisiera ir primero a otro lugar. Tengo asuntos que
arreglar.
—Pero, me indicaron que debes estar en reposo. Esa fue la condición para que te
dieran de alta rápidamente.
—Lo sé, pero no voy a estar tranquilo hasta hacer lo que debo.
—¡Maldición! Tú ganas, pero lo harás bajó tu propio riesgo. Ya me he cansado
de que me metas en problemas por ser tan testarudo.
El rubio sonrió por el comentario, para después ser imitado por su amigo, con
quien salía de la habitación.
Ya en el coche, Murray adquirió un semblante serio por las palabras de su
acompañante.
—¿Así que piensas ir a verlo?
—No puedo hacer nada más. Aún hay muchas cosas de las que debo hablar con
él.
—Estuviste a punto de morir por su culpa.
—Todo fue un accidente. No fue culpa de nadie.
—No entiendo por qué lo disculpas.
—Después de todo, el sigue siendo mi padre.
El muchacho de cabellera oscura guardo silencio. No había más que decir, ya
que no habría manera de hacer cambiar al joven de opinión.
Ninguno de los dos volvió a hablar en todo el trayecto, y fue cuestión de poco
tiempo para que llegaran a su destino.
—¿Quieres que espere aquí?
—Te lo agradezco, pero sé que voy a tardar. Lo mejor será que te vayas a casa.
—¿Estás seguro de que podrás regresar solo?
—Por supuesto. Estoy lastimado, no inválido.
Erik bajó del vehículo, no sin antes agradecer a Ray, quien silencioso le deseaba
suerte.
El rubio comenzó a caminar a la entrada de aquel sitio, donde, después de unos
minutos, unos guardias le permitieron el ingreso. Ya en el interior, Erik fue
guiado hasta la sala de visitas. Espero un poco de tiempo antes de ver llegar a
Harrison.
El menor de los Benway no pudo evitar mirar a su padre con tristeza, ya que en
esos momentos no quedaba nada del hombre severo y firme que siempre fue.
Ahora se notaba deprimido y cansado, pero un leve brillo iluminó sus ojos al ver
a su hijo.
El mayor tomó asiento frente a su primogénito, y cuando al fin estuvieron a
solas, Harrison se decidió a hablar.
—Me informaron que te darían de alta en estos días, pero no imaginé que
vendrías a verme tan pronto.
—Quería saber de ti. ¿Cómo has estado?
—Sin duda he estado mejor— dijo el padre del muchacho sonriendo ligeramente
—Creo que necesitamos hablar de...
—Hijo... quiero que me perdones— interrumpió el mayor —Jamás quise hacerte
daño.
—A pesar de que durante toda mi vida no has hecho otra cosa, de verdad creo
que no ha sido tu intención.
—Sé que no he sido un buen padre, pero todo lo que hice fue por ti. La forma en
la que actué contigo, fue para hacer de ti un buen hombre, con un carácter fuerte,
responsable e independiente. Siempre te exigí mucho, pero fue porque pretendía
hacer de ti una mejor persona de lo que yo soy. Alguien que pudiera superarme.
—Supongo que debes estar decepcionado.
—No lo estoy. Aunque no siempre hagas lo que yo deseo, me complace saber
que tienes convicción en tus propias decisiones. Eso es algo que admiró de ti, ya
que yo nunca pude hacerlo.
—Yo no sabía el porqué de tu trato tan insensible, pero para mí, todo lo que
hiciste fue una muestra de rechazo e indiferencia. Lo único que yo quise de ti en
todos estos años fue tu cariño y tu aprobación. Quería tus atenciones porque eras
todo lo que me quedaba en la vida después de que mi madre se fuera, pero solo
conseguiste alejarme más de ti.
—Eso fue... porque tenía miedo, miedo de no saber criarte correctamente, de no
saber ser un buen padre. No tenía idea de que hacer contigo. Eras muy pequeño,
y necesitabas de todo mi amor y mis cuidados, y eso era algo que no me sentía
capaz de darte. Pero créeme que lo último de quise fue que me odiaras.
—Pensé que eso era lo que sentía por ti, pero al reflexionarlo, me di cuenta de
que solo era tristeza, porque me abandonaste.
El mayor sintió como un nudo se formaba en su garganta, pues, por primera vez
en muchos años, tanto el cómo su hijo expresaban todos los sentimientos que
permanecían ocultos. Tras haber estado callados unos instantes, Erik retomó la
palabra.
—Estoy enterado, de lo que realmente ocurrió entre mi madre y tú.
—Entonces creo que debes guardarme mucho rencor, por separarte de ella. Pero,
hubiera sido muy doloroso para mí verla, sabiendo que ella estaba haciendo su
vida con otra persona. Me dolió mucho el que ella me engañara, porque yo la
amaba más que a nadie. Lamentablemente, tú pagaste las consecuencias de
nuestros errores.
—La decisión que tomaste lastimó a muchas personas, no solo a mí. Y aunque lo
que hiciste fue muy egoísta, yo no soy nadie para juzgarte. De hecho, comprendo
tus sentimientos, te comprendo más de lo que imaginas.
—Yo hubiera estado dispuesto a perdonarla, pero ella prefirió estar junto a
Albert. Además, estaba embarazada, y yo no hubiera podido criar al hijo de otro
hombre, por mucho que amara a Trish.
—Pero Albert tampoco tiene la culpa de nada.
—Lo sé, pero, estaba tan dominado por el odio, que no pensé bien las cosas.
Quería vengarme, porque la sola idea de que tú me odiaras aún más, me
enloquecía. Así jamás hubiera podido obtener tu perdón.
—Yo ya no deseo seguir atormentándome con el pasado. Lo mejor será que
intentemos olvidarlo todo, y comencemos de nuevo.
—¿Estás seguro de esto? ¿De verdad... piensas darme otra oportunidad?
—Pase lo que pase, siempre serás mi padre.
Harrison observo conmovido a su vástago, conteniendo sus lágrimas. No podía
sentirse más orgulloso de él, por sus buenos sentimientos. Estaba feliz, pero eso
pronto seria opacado al ver a uno de los guardias, quien le avisaba que el tiempo
de su visita estaba por concluir.
El hombre se levantó de su asiento, al igual que Erik. Ambos comenzaron a
caminar hasta donde los esperaban.
—Hijo, ya es hora de que me vaya.
—Te prometo que haré lo que este en mis manos para sacarte de este lugar,
aunque temo que podría llevarnos muchos meses.
—Esperaré cuanto sea necesario.
—Entonces, vendré a verte después.
El joven extendió la mano hacía su progenitor en señal de despedida, mientras el
mayor lo miraba confundido, dudando en tomarla.
Inesperadamente, Harrison tomó al muchacho entre sus brazos, dejándolo
sorprendido. Después de muchos años, por fin le estaba dando una muestra de lo
mucho que lo quería.
Erik correspondió temeroso al abrazo, y al hacerlo, solo pudo sentir como su
padre se aferraba más a él. El rubio cerró los ojos, dejándose envolver por el
momento, sintiendo como todo el sufrimiento del pasado se mitigaba poco a
poco.

Después del significativo encuentro con su padre, el menor de los Benway bajó
del taxi, comenzando a caminar por aquel sitio desconocido. Los alrededores
estaban bastante solitarios, el ambiente se sentía lleno de tranquilidad, mientras
el viento mecía suavemente las hojas de los árboles.
Se detuvo para voltear hacía ambos lados, tratando de localizar el punto que le
fue indicado.
Al cabo de unos segundos, Erik pudo divisar a la persona que lo esperaba, por lo
que apresuró su marcha para llegar a su lado.
El sonido de pasos alertaron al sujeto, quien permanecía arrodillado, dándole la
espalda a Erik.
—Parece que no tuviste problemas para llegar hasta aquí— dijo el individuo sin
encarar al rubio.
—Claro que no, todo gracias a tus indicaciones.
—Me alegro.
—Así que... ¿esta es la tumba de Trish?
—Si. En este lugar se encuentra nuestra madre— contestó Albert mientras
continuaba colocando flores en el sepulcro —Me da mucha tristeza venir aquí, y
a decir verdad, hace años que no la visitaba. Pero, ayer, cuando me llamaste para
pedirme que nos viéramos en este sitio, simplemente no pude negarme—
concluyó diciendo el más joven.
—Me pareció lo más indicado... conversar frente a ella. Creo que le haría muy
feliz vernos juntos— dijo el mayor de los hermanos.
—También pienso lo mismo. En fin, ¿de que querías hablarme?
—Quiero agradecerte por lo que hiciste en el hospital.
—No tienes que darme las gracias. Tú me ayudaste antes, así que estamos a
mano.
—También, a nombre de mi padre, te pido una disculpa. Él no es un mal hombre.
Albert guardó silencio, mientras continuaba de rodillas, con la vista fija en la
lápida de la tumba, y después de unos instantes, Erik se situó a su lado,
colocándose en la misma posición.
—Me hubiese gustado que nos conociéramos en otras circunstancias. Estoy
seguro de que seríamos buenos amigos— dijo Erik.
—Por desgracia, hemos tenido que cargar con los errores de nuestros padres, y
sumado a eso, ambos pusimos nuestros ojos en la misma mujer. Creo que esa ha
sido la causa más fuerte de nuestra rivalidad.
El mayor comenzó a incomodarse por el posible rumbo de la charla, así que optó
por cambiar el tema.
—Al, ¿podrías hablarme un poco... sobre mamá?
—Era una persona maravillosa. Siempre fue paciente y cariñosa conmigo, y a
pesar de que todo el tiempo sonreía, yo podía darme cuenta de que en realidad
estaba triste, pero tardé muchos años en comprender el por qué. Murió cuando
yo tenía siete años.
—¿Por qué murió?
—Papá me dijo que se enfermó de tristeza. La angustia de no verte terminó
matándola.
—Albert, yo...
—Cuando me enteré de que tenía un hermano mayor, lo primero que quise fue
conocerlo— dijo el más joven, interrumpiendo a su acompañante —Pero
después de reflexionarlo, me di cuenta de todo. Supe que tú eras la causa del
dolor de mi madre, por eso, inconscientemente empecé a odiarte. ¡Te odiaba
porque le importabas mucho a mamá, incluso más que yo! Pero no estabas a su
lado, por eso no podías darte cuenta de todo su sufrimiento, y continuabas con tu
vida cómodamente, sin pensar en ella.
—¡Te equivocas! Es verdad que lo tuve todo, pero siempre estaba solo. Y no
creas que no pensaba en nuestra madre. La extrañaba mucho, y deseaba con toda
mi alma estar con ella. No volví a estar tranquilo desde que ella se fue.
Nuevamente el silencio se apoderó del lugar. Erik y Al se miraban fijamente,
como si cada uno quisiera indagar en los sentimientos del otro, para así tratar de
comprenderse.
—Lamentablemente, ya no hay nada que podamos hacer. Solo continuar con
nuestras vidas— expresó Halley.
—Espero que algún día podamos olvidar el daño que nos hicimos, y nos veamos
como hermanos— dijo el menor de los Benway poniéndose de pie para
marcharse.
Erik se despidió, para después comenzar a alejarse de aquel sitio. Albert lo
observaba con inseguridad, puesto que, desde hacía tiempo, había tomado una
determinación, y ahora no estaba seguro de lo que deseaba hacer, pero si no se
decidía, quizás ya no habría otra oportunidad.
—¡Erik! —Gritó el muchacho después de dudar —Yo... tengo que decirte que
Wendy jamás te engañó.
—¿Qué? —cuestionó Erik girándose hacía su hermano.
—Ella, en ningún momento te fue infiel. Yo solo quería que se alejara de ti.
—¿Por qué me estás diciendo esto?
—Porque ella te ama, y no sabes cuánto le ha dolido tu rechazo.
—¿Entonces qué fue lo que realmente ocurrió?
—Wendy solo quería evitar que sufrieras al saber la verdad sobre nuestro
parentesco. Lo único que deseaba era protegerte. Yo fui quien la obligó a
mentirte.
—Creí que ella seguía amándote, y por eso había regresado otra vez contigo.
—Hace tiempo que ella dejó de sentir nada. Incluso, podría asegurar que lo que
ella sintió por mí nunca fue amor. Yo era su único amigo, el único que de verdad
la comprendía y le hacía olvidar su soledad. Tal vez por eso, Wendy confundió el
cariño con amor. Ella solo me quiere como a un hermano, aunque yo si la amo.
—Si la amas, ¿Por qué estas renunciando a ella?
—No tiene sentido mantenerla a mi lado. No quiero que sea infeliz.
—¿Pretendes que regrese con ella?
—Tú y yo somos un par de idiotas que la han hecho sufrir. Jamás existirá algún
hombre que realmente la merezca. Pero ella te ama, y no puedo hacer nada
contra eso.
—No sé eso será lo mejor.
—¿Por qué no dejas a un lado toda tu inseguridad? Nunca vas a disfrutar de la
vida si siempre tienes miedo a ser lastimado. Tenemos que aceptar que la
felicidad absoluta no existe, también debemos sufrir. Solo hay que aprender a
sobrellevar el dolor y a recuperarnos.
—¿Qué tal si Wendy no me perdona?
—Si no te decides, ten por seguro que voy a quitártela. Anda ve, búscala.
—¿Y qué vas a hacer tu?
—Tengo pensado hacer un viaje largo. Quiero alejarme de este lugar para
reflexionar muchas cosas, y tratar de olvidarla.
—¿Volverás?
—Tendrá que pasar algo de tiempo antes de que eso pase.
—Espero tener noticias tuyas desde donde sea que vayas.
—Las tendrás, créeme. Pero ahora vete, hay dos personas que te están
esperando.
—De acuerdo. Adiós, Al...
Erik se marchó rápidamente, alentado por las palabras de Albert, quien sonreía
con mezcla de satisfacción y nostalgia al verlo partir.
—Adiós, y buena suerte... hermano.

Se apresuró a subir las escaleras de aquel edificio, ignorando por completo la
orden de no hacer ningún tipo de esfuerzo, arriesgándose a que sus heridas se
abrieran, pero para él, eso era lo menos importante en ese momento. Ahora iba
en busca de su mujer, como si de eso dependiera su vida.
Llegó hasta el departamento, y sin dudar más, tocó el timbre.
Wendy acudió a la llamada en cuestión de segundos, sorprendiéndose al ver a
Erik sumamente agitado.
—¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendida.
—¿Podemos hablar?
Ella asintió, permitiéndole la entrada e invitándole a sentarse.
—¿A qué has venido? volvió a preguntar Wendy
Erik no contestó. Sintió como el valor lo abandonaba poco a poco, pero no podía
irse sin haber hablado con ella.
Al mirarla a los ojos, el muchacho tuvo que contener sus deseos de abrazarla y
besarla. No entendía por qué le costaba tanto pronunciar una sola palabra cuando
sabía que eso era lo que debía hacer.
Finalmente, después de recibir por parte de ella una mirada interrogativa, Erik se
decidió a hablar.
—Quiero que me perdones. En todo este tiempo solo te hice daño con mis celos
y mi desconfianza. Sé que fui muy estúpido.
—¿Así que por fin te has dado cuenta? Yo intenté inútilmente de explicártelo,
pero tú te negabas a escuchar. ¿Por qué ese cambio tan repentino?
—Porque ya estoy cansado de vivir sin ti. De alguna manera, estar cerca de la
muerte me hizo darme cuenta de muchas cosas, y yo ya no quiero que estemos
apartados ni un segundo más.
—¿Qué te hace pensar que voy a perdonarte?
—Porque estoy seguro de que me amas tanto como yo a ti, y voy a
demostrártelo.
Sin más, el joven se levantó de su asiento, se acercó a ella y le sujetó por los
hombros, para después unir sus labios con los de su esposa, quien le
correspondía enteramente y se olvidaba de su propio orgullo.
Había esperado ese momento durante meses, y ahora que ocurría no iba a dejarlo
pasar.
Se alejaron de manera lenta para poder recuperar el aire perdido. Wendy acarició
con suavidad una de las mejillas de Erik, mientras el envolvía su mano entre las
suyas.
—Erik, yo también lo lamen...
Wendy fue silenciada por otro beso del hombre, un beso que fue más apasionado
que el anterior.
Sin poder evitarlo Wendy empezó a derramar lágrimas de felicidad, mientras era
abrazada por su esposo, quien le susurró ligeramente al oído que no volvería a
separarse de ella.

Capítulo 20
Uno más


Al transcurrir el tiempo, Erik se encontraba en la sala de espera del área de
maternidad de un hospital, en compañía de Pinkett y Ray, quien limpiaba la lente
de una cámara fotográfica y enfocaba varios puntos del lugar.
La situación comenzó a tornarse desesperante para Erik, y las acciones de su
amigo no ayudaban mucho, por lo que intento detenerlo.
—¿Podrías dejar esa cosa en paz? Solo haces que me ponga más nervioso.
—¡Tranquilízate! Me estoy asegurando de que mi cámara no tenga ningún
problema.
—Odio los hospitales y tener que esperar, así que trata de no exasperarme.
—Ya te he dicho que te calmes. Todo está bien. Recuerda que un parto no es
cualquier cosa. Las mujeres tienen un gran mérito al dar a luz. Por lo que me dijo
Marcia, es terriblemente doloroso. De hecho ella aún se siente débil, a pesar de
que ya han pasado varios días desde que Claudia nació.
—¿Es por eso que Marcia no ha venido?
—Así es. En realidad si tenía muchas ganas de venir, pero yo le pedí que se
quedara en casa a descansar y cuidar a nuestra hija. A cambio de eso, le prometí
que le llevaría fotos del bebé.
—¿Y es por eso que traes esa molesta cámara?
—Claro. Pienso tomar muchas fotos de mi nueva sobrina.
—¿Cómo puedes asegurar que es una niña?
—Tiene que serlo. Así podrá jugar con Claudia, y serán buenas amigas.
—Pero, ¿Qué tal si es un niño? Tal vez cuando él y tu hija sean mayores se
enamoren y se casen— dijo Erik en tono de broma.
—¡Sobre mi cadáver!
Erik soltó una carcajada por el comentario, sintiendo que se liberaba un poco de
la presión del momento.
De repente, un médico llegó hasta ellos, con una leve sonrisa.
—Señor, ¡lo felicito! Ha nacido un varón muy saludable.
—¿Puedo pasar a verlo?
—El pequeño aun esta con su madre, pero por supuesto que puede entrar a
verlos.
Erik se apresuró a ir a la habitación. Al llegar, se detuvo en el marco de la puerta,
mientras observaba a Wendy, quien a pesar de estar agotada, lucía una hermosa
sonrisa, lo que la hacía ver radiante.
La mujer sostenía entre sus brazos un pequeño bulto envuelto en una sabanita
azul, mirándolo con ternura, sin percatarse aun de la presencia de su esposo.
Erik veía fascinado la escena, hasta que sus ojos se encontraron con los de su
esposa.
—Acércate, Erik. Nuestro hijo quiere conocerte.
Él obedeció inconscientemente. Caminó con lentitud hacía la cama, sentándose
en el borde del colchón.
La chica apartó un poco la sábana, dejando descubierto el rostro del bebé.
El joven lo miraba, poniendo especial atención a todos los detalles. El niñito
dormía plácidamente junto a su madre, mientras que su papá no perdía la
oportunidad de acariciar su rosada y suave piel, y sus delgados y escasos
cabellitos rubios.
—Wendy, ¡es precioso!
—Se parece a ti. Tiene tus ojos.
—Es una lástima que este dormido. Pero dime, ¿ya has pensado en algún
nombre? cuestionó Erik.
—He pensado algunos, pero creo que hay uno que me gusta más.
—¿Y cuál es?
—Adam.
—¿Adam? —preguntó el nuevo padre frunciendo el ceño.
—¿No te gusta?
—No es eso, pero creo que es un poco extraño.
—Es un nombre bonito.
—De acuerdo. Adam Benway ¿eh? No suena tan mal.
Ambos sonrieron, para luego dedicarle a su hijo una mirada llena de amor.

Un par de meses más tarde, Wendy mecía al bebé en la cuna, en su tarea de
hacerlo dormir. Al parecer ya había logrado su objetivo, pero ella seguía junto a
él. Estaba tan embelesada mirando al pequeño que no se dio cuenta de que su
marido se acercaba por detrás, y al llegar hasta donde ella, Erik la aprisionó en
sus brazos, sorprendiéndola.
—¡No hagas eso Erik! ¡Podrías despertar a Adam! —susurró ella.
—Lo siento, pero no he podido resistir las ganas de hacerlo— contestó él en el
mismo tono, antes de besar a su esposa.
La pareja comenzó con un juego de caricias y besos, los cuales se entregaron con
desesperación. El joven acarició los senos de la chica por encima de la ropa,
haciéndola gemir. Ella se giró preocupada hacía la cuna, interrumpiendo la
actividad. Dio un suspiro de alivio al ver que el bebé no había despertado.
—Será mejor que continuemos esto en nuestra habitación— dijo Wendy
mientras tomaba una de las manos de su marido para que este la siguiera.
Al llegar a la habitación, Erik cerró la puerta tras de sí, mientras ella se
apresuraba en capturar sus labios. Él no perdió el tiempo, y hábilmente retiró el
camisón de dormir que la joven llevaba puesto, para luego seguir con el sostén.
Ella gimió de placer al sentir las manos de su marido sobre sus pechos, al tiempo
que la boca de este seguía sobre su cuello.
La muchacha estaba ya tan excitada que empezó a quitarle las ropas a su amante.
Cuando estaba por despojarlo del pantalón, él interrumpió a su mujer para
elevarla del suelo y llevarla hasta la cama.
Wendy esperaba desnuda en el lecho, mientras su hombre terminaba él trabajó
que ella había dejado pendiente.
Ya habiéndose deshecho de las prendas pertinentes, Erik se colocó rápidamente
encima de su mujer, haciendo que ella se diese cuenta de su excitación, pues su
miembro caliente rozaba su sexo.
Continuaron un poco más de tiempo con aquellas muestras de amor, hasta que la
joven, con sus suspiros le hizo saber a su esposo que ya no eran suficientes.
Erik enterró su virilidad en el cuerpo su mujer, ella empezó a llenar la habitación
con sus gemidos, mientras que se aferraba a la espalda del muchacho.
El besaba a su esposa, al mismo tiempo que continuaba con sus rápidas
embestidas, las cuales siguieron hasta que ambos alcanzaron el clímax,
arqueando sus cuerpos.
Erik derramó su esencia dentro de ella mientras ella se aferraba al cuerpo de su
amado, quien correspondió al abrazo y acariciaba la espalda de su mujer,
mientras esperaban a que sus respiraciones se normalizaran.
—Eres... un desconsiderado. Ni Adam ni tú me han permitido dormir bien en
estos días.
—Pero no vas a negar que esto lo has disfrutado, y mucho.
—Claro que no.
Los jóvenes quedaron en silencio. Ella permanecía con los ojos cerrados, y, al
abrirlos notó que Erik la miraba fijamente.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Solo... estaba pensando.
—¿En qué?
—En que tú y Adam, sois lo mejor que me ha pasado en la vida, y por vosotros
soy capaz de enfrentar cualquier cosa.
—Yo pienso lo mismo. Te amo Erik.
—Yo te amo más.
Nuevamente, la pareja unió sus labios en un tierno beso, para luego, ser vencidos
por el sueño.


FIN
pílogo
E

Rápidamente, transcurrieron dos años para el joven matrimonio Benway. Erik y
Wendy llevaban una vida tranquila junto con el pequeño Adam.
La relación del joven con su padre había mejorado con el paso del tiempo, al
igual que con Albert, de quien tenía noticias ocasionalmente por medio de cartas
y llamadas.
Pero desde esa mañana, sus vidas volverían a cambiar.
Erik salió de casa rumbo al trabajó, como siempre, mientras que la rubia se
quedaba a cargo del cuidado de su pequeño hijo, quien estaba teniendo uno de
sus no muy acostumbrados berrinches, mientras que su madre trataba de
tranquilizarlo sin tener éxito.
Minutos más tarde, se escuchó el timbre de la puerta. La joven acudió a atender,
sonriendo al ver quienes habían llegado.
—¡Muchas gracias por venir, Marcia!
—No me lo agradezcas. En realidad yo también tenía deseos de venir a visitarlos
— contestó la aludida al tiempo que bajaba de sus brazos a una pequeña niña de
cabello castaño, quien sin perder tiempo se dirigió al recibidor, hasta llegar a
donde se encontraba el rubio.
Al ver a su amiguita, las lágrimas del niño cesaron. Ahora ambos infantes se
disponían a jugar alegremente, ante las miradas amorosas de sus madres.
—Es increíble el efecto que tiene Claudia sobre Adam. Estaba segura de que mi
hijo se alegraría al verla.
—Los dos se llevan muy bien. Creo que por ahora Claudia es la única persona
que comprende y le da tranquilidad a Adam. Parece que has tenido pequeñas
dificultades con él, ¿no es así Wendy?
—Ha estado de pésimo humor últimamente. Llora con mucha facilidad, y todo el
tiempo está pidiendo mi atención y la de Erik.
—Escuche que esto es de lo más normal, no solo por la situación, sino por la
edad en la que atraviesa.
—Solo espero que esto no dure mucho tiempo.
—¡Tranquila! Por suerte, tu pequeño está dentro de una familia que lo adora
bastante. Seguramente eso lo ayudara a no resentir demasiado todo esto.
Wendy sonrió ante el último comentario de su amiga, puesto que era algo muy
cierto. Adam no solo contaba con el amor de sus padres, sino también el de
Pinkett y el padre de Erik.
En ese momento, llegaron a su mente los recuerdos del día en que Harrison
conoció a su nieto.

_________Flash back_______
Meses después del nacimiento de su hijo, Erik obtuvo con el esfuerzo de los
abogados la libertad de su padre.
Esa mañana era soleada y cálida, con una agradable brisa que mecía las hojas
de los árboles.
El mayor de los Benway salió de aquel tormentoso lugar, donde había pagado
una condena por sus errores. Ahora estaba dispuesto a comenzar una vida
nueva.
Una vez afuera, Harrison se sintió cegado por el intensó brillo del sol, y después
de acostumbrarse siguió su marcha.
Metros más adelante, lo esperaba Erik con una pequeña sonrisa, por lo que el
hombre apresuró su paso.
—Bienvenido— dijo el joven
—Gracias. Es bueno estar de vuelta— contestó el mayor mientras estrechaba a
su hijo.
Después del breve recibimiento, el rubio sujetó uno de los hombros de su padre
para guiarlo.
—Ven papá, creo que es hora de que conozcas a alguien—
Sabiendo de lo que se trataba, el aludido caminaba sin contener su emoción, la
cual se hizo más evidente cuando divisó a Wendy, quien cargaba a un niño en
sus brazos.
La rubia recibió a su suegro con una sonrisa, la cual fue correspondida.
Harrison miró enternecido al bebé mientras este se llevaba un juguete a la boca
y balbuceaba palabras incomprensibles.
—Él es Adam, papá. ¿Qué te parece? cuestionó Erik
—¡Es idéntico a ti cuando eras pequeño! respondió su progenitor, mientras
acariciaba una de las mejillas de su nieto.
—¿Le gustaría sostenerlo? preguntó Wendy
El hombre no dudo ni en segundo, por lo que enseguida tomó al bebé entre sus
brazos. El mayor mantenía su atención en el niño, quien miraba con curiosidad
el nuevo y extraño rostro de quien lo abrazaba. Por un momento, Harrison
pensó que no le agradaba a Adam, pero la idea se desvaneció cuando el
pequeño tomó un mechón de cabello de su abuelo y reía inocentemente.
Y fue desde entonces que para el padre de Erik, su nieto se había convertido en
su más grande adoración.
___________Fin del flash back___________


La rubia salió de sus pensamientos al escuchar la voz insistente de Marcia.
—¡Disculpa! Estaba un poco distraída ¿Qué me decías?
—Solo te preguntaba que cuando ibas a decírselo a Erik.
—Se lo diré pronto, solo estoy esperando un buen momento.
—Pues date prisa, si no, puede que él sea el último en enterarse.
Ambas mujeres sonrieron, para después seguir con su conversación.

Erik se encontraba en su oficina, revisando algunos papeles sobre su escritorio,
acompañado de Ray, quien le ayudaba con sus negocios.
—Dime, Erik, ¿Cómo te sientes ahora que estas a punto de tomar el control total
de la empresa?
—No es algo tan especial, me acostumbré a eso durante la ausencia de mi padre,
y ahora que ya va a retirarse no siento que sea nada nuevo para mí.
—Ya veo, me parece bien que Harrison se tome un descanso después de todos
los años que le ha dedicado a esta corporación.
—Estoy seguro de que ahora solo va a querer pasar su tiempo libre con Adam,
buscando la manera de consentirlo. —explicó el rubio haciendo un gesto de
cansancio.
—Nunca me imaginé que sería un abuelo tan consentidor— dijo Murray riendo
levemente
—Eso me preocupa.
—No veo porque, tu hijo es un buen niño. Seguramente eso no afectara en su
conducta.
—No lo sé. Últimamente Adam ha estado un poco difícil. Llora por cualquier
cosa y no quiere separarse de mí ni de su madre. De hecho esta mañana hizo un
gran berrinche porque no quería que viniera a trabajar. No quiero pensar que es
porque se está volviendo demasiado mimado.
—Tal vez es la edad. Recuerda que después de los dos años es más complicado
tratar a los niños.
—Tu hija tiene la misma edad, y no veo que tengas ningún problema.
—Tal vez sea porque mi pequeña es una niña muy dulce.
—Parece que mi padre no es el único consentidor aquí— dijo Erik de forma
burlona
Ray imitó el gesto, para luego continuar con su trabajó.

Después de una agradable visita, Marcia se dirigió hacia los niños, quienes
jugaban apilando cubos de madera, para levantar a Claudia y marcharse.
—Es hora de irnos pequeña. Despídete de Adam.
La niña obedeció, levantando su manita y agitándola, lo cual fue repetido por el
menor, mientras miraba con tristeza como su amiga se marchaba.
Wendy fue a despedirlas hasta la puerta, y una vez que cerró, se dirigió a su hijo,
quien lucía una carita triste. Lo abrazo unos instantes antes de ser interrumpida
de nueva cuenta por el timbre. Soltó al pequeño en el sofá para ir a abrir la
puerta.
—Tal vez Marcia olvidó algo— dijo Wendy.
Al abrir la puerta, la joven no pudo disimular su sorpresa al ver a su visitante, el
cual vestía elegantemente, y cubría sus ojos con unas gafas oscuras.
La muchacha se quedó sin habla durante unos segundos, hasta que su
acompañante le sonrió, quitándose los lentes de sol que traía puestos.
—¿Te sorprende verme? —le preguntó el hombre.
—¡Albert!
El semblante del hombre reflejaba felicidad, mientras que abrazaba a Wendy en
señal de saludo.
—¡Esta sí que es una gran sorpresa! ¿Por qué no dijiste que vendrías la última
vez que llamaste?
—Quería daros una sorpresa.
—Pues lo has conseguido. Espera a que Erik te vea, le va a encantar verte—
contestó la rubia mientras invitaba a su cuñado a pasar, pero este último se
detuvo al ver una pequeña silueta que se asomaba detrás de la chica.
Unos ojos curiosos se mostraban atrás de la falda, pero al encontrar su mirada
con la del mayor, volvió a refugiarse en su madre.
—Sal a saludar Adam— ordenó la mujer.
El niño se negó, aferrándose con más fuerza a las piernas de su madre.
Albert rió por la reacción del pequeño, para después arrodillarse para tratar de
quedar a su altura.
—Así que tú eres Adam ¿eh? Tengo algo para ti.
El pequeño asomó un poco su rostro para ver lo que Albert le extendía. Dirigió
una mirada interrogativa a Wendy antes de acercarse. Luego, tomó entre sus
manitas un paquete, mirándolo cuidadosamente, mientras que su tío acariciaba
sus dorados cabellos.
La mirada del niño volvió a cruzarse con la hombre, quien mantenía su imagen
amable, como no se había visto desde algunos años atrás, por lo que el pequeño
sonrió, dándole a entender al mayor que se había ganado su simpatía.
Fue entonces cuando Adam se adentró hacía el recibidor y se sentó en el suelo,
junto a sus juguetes, para indagar en el contenido del regalo, ante los ojos
complacidos de Wendy y Albert.
—Sé que no conviví con el de niño, pero casi puedo asegurar que Adam es
idéntico a Erik a esa edad.
—Es lo que todos dicen.
Después de ese breve espacio, ambos jóvenes se dispusieron a conversar. La
chica se dedicaba a poner al corriente de lo acontecido a Al, quien escuchaba
atentamente las palabras de su amiga.
Al cabo de un par de horas, Wendy pudo notar una expresión de nostalgia en el
muchacho, por lo que detuvo su charla.
—Disculpa, estoy hablando demasiado— dijo ella.
—No. No te preocupes. Es muy agradable escucharte.
—Tenemos más de dos años de no vernos, es por eso que no puedo contener mi
alegría.
—Lo sé. Yo también estoy feliz de verte de nuevo. Y... la verdad es que hay una
razón por la cual he venido.
La rubia lo miró extrañada cuando el hizo un poco de silencio antes de seguir.
—Voy... a casarme Wendy.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste. Voy a contraer matrimonio.
—¡Vaya! ¿Y quién es la afortunada?
—Su nombre es Clara. La conocí durante mi viaje, cuando me establecí en Italia.
Ingrese a dar clases en la escuela de música, y fue ahí donde la encontré. Al
principio solo me cautivo su belleza, pero en ese entonces yo aún no había
dejado de pensar en ti, seguías siendo la única. Jamás imaginé que hubiera otra
mujer que lograra cautivarme tanto. Después de tratarla un tiempo, me enamore
de ella, y lo mejor era que me correspondía. Ahora hemos tomado esta decisión.
—¿De verdad la amas?
—Sí, estoy seguro.
—Entonces, estoy feliz, porque al fin encontraste lo que tanto merecías.
—Es un poco extraño, hablar de esto con una persona a la que amaste antes.
—Si. Tienes razón, pero ahora los dos hemos hecho nuestras vidas aparte, y
hemos tenido la fortuna de encontrar a otras personas. Ahora entiendo porque
tienes de nuevo esa sonrisa en tu rostro.
—Tú también te notas bastante feliz. Hay algo que aún no me has contado
¿cierto?
La chica se ruborizó levemente, para después retomar la palabra.

Ya entrada la noche, Erik terminaba de estacionar su auto en la cochera.
Después, con un poco de cansancio, entró a su hogar, siendo recibido por Wendy,
quien lo guió hacía el recibidor.
Al llegar, las miradas de ambos jóvenes se cruzaron.
—¡Albert! exclamo Erik.
—¿Qué tal, hermano? Ha pasado algo de tiempo ¿verdad?
El mayor asintió sonriendo, mientras se dirigía a tomar asiento frente a Al,
buscando compartir agradables momentos de su vida con su hermano.

Se había hecho tarde. El tiempo pasó rápidamente para Erik, quien se mantuvo
hasta tarde conversando con Albert, quien ya se había retirado a donde se
hospedaba.
Ahora el rubio concluía su tarea de llevar a Adam a la cama, lo cual resulto
difícil debido a la resistencia del niño a dormir, pero lo logró después de un gran
esfuerzo.
Ahora el joven iba rumbo a su habitación, suspirando profundamente al entrar.
—Cada día se hace más difícil hacer dormir a Adam. Quisiera saber qué es lo
que le sucede.
Wendy, quien mantenía su vista en una de las ventanas de la habitación, se giró a
mirar a su esposo, mientras este se acercaba a ella.
—Tengo... algo que decirte.
—Te escucho— dijo Erik tomando las mejillas de la chica con ambas manos.
—Es sobre nuestro hijo. ¿Sabes? Vamos a tener que ser muy pacientes con él. El
pobre atraviesa una etapa difícil, y además de eso, resiente mucho mi estado.
—¿Tu estado? ¿A qué te refieres?
La muchacha sonrió levemente, mientras que tomaba las manos de su marido
entre las suyas.
—Tengo un retraso.
—¿Estas... embarazada? —cuestionó Erik sorprendido.
—Así es.
Debido a la intensa emoción que lo inundaba, el joven besó a su mujer con
incontrolable pasión, haciendo que el emotivo momento terminara en la cama.
Después de relajarse, Erik y Wendy permanecían abrazados, cubiertos por una
delgada sábana, mientras la joven acariciaba el pecho del rubio.
—Erik, si seguimos así nos llenaremos de niños en poco tiempo.
—Eso será grandioso— contestó el siguiendo la broma.
—¡Qué gracioso! ¡Como si fuera fácil! Tú lo dices porque no tendrás que
llevarlos dentro de ti durante nueve meses.
—Ojalá pudiera llevarlos también yo, pero madre solo hay una —rió— ahora
descansa un poco— dijo el muchacho estrechando entre sus brazos a su mujer,
mientras agradecía en su mente lo maravillosa que ella hacía su vida.


Fin

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